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Cannell​ ​-​ ​Concepts​ ​of​ ​parenthood

El texto presenta el caso de dos grandes debates públicos ocurridos en Inglaterra que representan
cómo se construye (o considera) el parentesco inglés: el Warnock Report (1984) y a la campaña de
Victoria Gillick. Varios antropitos e historiadores han comentado sobre que el Warnock Report es
una fuente de ideas provocativas sobre constructos de parentesco inglés en un momento de crisis
planteado por las nuevas tecnologías reproductivas. Políticos y profesionales, desde su propio punto
de vista de la familia, vieron su papel en la lucha por determinar si alguna innovación propuesta era
o no buena para la familia. Los proyectos de ley sobre sexo y reproducción en la British House of
Commons se tratan de forma diferente a los otros temas, ya que son tratados como asuntos de
conciencia y fuera de los ideales de los partidos políticos, suponiendo que la familia es un problema
suprapolítico. Aunque cerca de los años ’70, la “familia” se convirtió en el foco de la política
partidaria.

Distintas disciplinas y profesiones tenían su propio discurso sobre las implicancias de ambos
debates, aunque todos convergían en que la familia era natural; lo que se discutía era dónde
localizar lo natural. Así, las relaciones que componen la familia fueron examinadas y redefinidas en
mayor o menor medida durante los debates, pero fue la relación madre e hijo (“vínculo materno”)
en la que se insistió que era la esencia de los lazos naturales y familiares. Algunos argumentaron que
la familia se definía única y suficientemente por conexión biológica, es decir, por sexo entre personas
casadas y por la concepción, gestación y parto que proporcionaba un hijo a esa pareja. Se suponía
que la pareja casada tenía un tipo de moral y un vínculo físico que no podría o no debería ser
utilizado por ningún otro tipo de pareja (gay p.e.). Esta visión acercaba a colocar la familia
biológicamente relacionada fuera del área de intervención legítima del Estado. Este argumento fue
el​ ​utilizado​ ​por​ ​la​ ​Sra.​ ​Gillick​ ​y​ ​los​ ​grupos​ ​pro-vida​ ​con​ ​los​ ​que​ ​estaba​ ​asociada.

Otros argumentaban que las relaciones familiares no estaban permanentemente fijadas, sino que
requerían un cierto “mantenimiento”, y que podrían anularse o suspenderse si no se mostraba la
motivación y el comportamiento adecuados (los matrimonios podían terminar en divorcio; o si los
hijos no son “deseados” ni “queridos” cuando se planificó su concepción y después de nacido,
tampoco​ ​hay​ ​una​ ​familia​ ​adecuada).​ ​→​ ​Muy​ ​Apiao.

La ley de regulación del aborto (1967) legalizó los abortos donde el riesgo para la salud de la madre
al continuar su embarazo se consideró mayor que el riesgo de un aborto, teniendo en cuenta sus
circunstancias sociales y emocionales. Se destaca que eran los médicos quienes describían a las
mujeres como temporal o permanentemente no aptas para ser madres, lo que se apoyaba en cómo
se proyectaba la mujer. Esto era bajo la suposición de que una mujer que no quería ser madre una
vez hecha la concepción, se consideraba un comportamiento antinatural, lo que la podía descalificar
de​ ​la​ ​maternidad​ ​(¿).

Había una idea en circulación, por lo tanto, de que el parentesco dependía tanto de lo que se hacía
como de la biología. Si bien en el pensamiento inglés todavía se consideraba que la familia tenía una
base natural esencial, la legislación, el aborto y otras intervenciones estaban legalmente permitidas
en los servicios estatales. Cualesquiera que fueran los argumentos (médicos) empleados, siempre se
basaban en la idea de que tales interacciones no amenazaban, sino que protegían a la familia
(impedir aumento de madres solteras, o reducir el número de niños con severas discapacidades
físicas). Se empleó una lógica circular: la familia era real y natural; cualquier cosa que un grupo de
opinión determinado considerara que protegía a la familia era natural, cualquier cosa antinatural
amenazaría​ ​a​ ​la​ ​familia.

El autor explora estos temas, colocando su argumento dentro de la creciente literatura


antropológica que considera sexo, género y reproductividad en las sociedades capitalistas avanzadas
de Norteamérica y el Noroeste de Europa. Un tema central en esta literatura ha sido la exploración
de una división ideológica de género en el capitalismo avanzado, entre un mundo de trabajo y un
mundo de familia. El mundo de la familia se define como una de las relaciones naturales y morales, y
como​ ​la​ ​ubicación​ ​del​ ​yo​ ​real.

Una de las nociones centrales en el constructo estadounidense moderno de la familia es la de la


crianza. Los vínculos íntimos y nutritivos que asociamos con la familia se colocan en oposición
simbólica a las relaciones de mercado del capitalismo. La literatura ha utilizado este enfoque para
discutir la conexión entre las imágenes de producción y reproducción, el intento de construir
cosmovisiones opuestas de lo natural y los costos involucrados. Se sugiere que se pueden vislumbrar
dos amplios paradigmas culturales de lo natural entrando y saliendo de la lucha inglesa por la
familia, uno más intransigentemente biológico que el otro. Pero a la lucha en sí se unieron una
multitud de diferentes grupos, voces múltiples de partidos políticos, profesionales, negocios, grupos
de​ ​mujeres,​ ​clérigos,​ ​cada​ ​uno​ ​con​ ​su​ ​propia​ ​agenda​ ​buscaban​ ​definir​ ​a​ ​la​ ​familia.

Los entendimientos sobre el género y sus significados concomitantes en la cultura norteamericana


no son unificados, sino múltiples, y más claramente visibles en momentos de discordia social y
cultural. El autor argumentará que cuando el Warnock report llamó la atención sobre la posibilidad
de reproducción sin sexo, y la campaña de Gillick cuestionó la conveniencia del sexo sin
reproducción, surgió tal momento de discordia. Una complejidad añadida del texto tratado, es que
estaban dirigidos a audiencias bastante diversas. El Warnock Report fue encargado a los ministros
del gabinete en el parlamento, pero también se publicó para referencia pública. Lo sorprendente de
este material era que las diversas voces estaban limitadas en última instancia por un límite común: el
argumento sobre la naturaleza de la naturalidad (​the nature of naturalness​). En este artículo, el autor
intenta​ ​describir​ ​y​ ​explorar​ ​este​ ​aspecto​ ​del​ ​discurso​ ​sobre​ ​el​ ​parentesco​ ​inglés​ ​contemporáneo.

The​ ​Warnock​ ​Report

El Warnock Report contenía recomendaciones publicadas de un Comité de Investigación sobre


Fertilización Humana y Embriología, establecido por el gobierno en 1982 con el fin de considerar
desarrollos recientes y potenciales en medicina relacionados con fertilización humana, para discutir
qué políticas deben aplicarse, incluidas las implicaciones sociales, éticas y legales de estos
desarrollos. El informe revisó una gama de reproducción asistida, como el vientre de alquiler, la
donación de esperma y óvulos, la donación artificial por parte del esposo donante y la fertilización ​in
vitro​. A partir de opiniones extraordinariamente divergentes, el informe intentó producir una base
mínima consensuada para la legislación, la cual pretendía reflejar la definición común para la nación
sobre lo que era aceptable como “natural” y bueno para la “familia”. El método del Comité Warnock
implicaba que el país en su conjunto compartía ciertos principios sobre la familia, y suponía que
estos principios podían descubrirse consultando la evidencia de “testigos expertos”. El informe
pretendía eliminar el consenso moral y permitir que la opinión pública hablara por sí misma. Los
problemas de las actitudes contradictorias entre diversos grupos religiosos y culturales en Inglaterra
debían abordarse elaborando una legislación tan básica que todos pudieran estar de acuerdo con
ella.

Luego de dos años de negociaciones, el Comité de Warnock presentó su reporte al gobierno (1984),
recomendando cómo y en qué medida las diversas técnicas disponibles para el tratamiento de la
infertilidad deben incluirse en la ley y determinar cómo regular la investigación con embriones. Lo
notable aquí es que se recomendada permitir todos los métodos disponibles, incluyendo la
inseminación artificial por un donante, donación de esperma y óvulos, y la fertilización ​in vitro​, pero
era recomendable prohibir una técnica: el vientre de alquiler. Sin embargo, el informe de Warnock
no pudo tener éxito en su objetivo de proporcionar una base consensuada e impecable para una
legislación​ ​rápida.

La verdad más evidente sobre el parentesco inglés, como lo ve el Comité de Warnock, es que la
familia es una institución valiosa dentro de nuestra sociedad, y claramente definida: “a juzgar por la
evidencia, muchos creen que los intereses del niño dictan que debe nacer en una relación amorosa,
estable y heterosexual”. Esta pareja no necesita estar formalmente casada, pero deben estar en una
relación estable cuasi-matrimonial. Es la relación y no el estado legal de la pareja lo que el comité ve
respaldado por el consenso moral inglés. Se asume que la adopción es una respuesta inadecuada al
problema de la infertilidad, ya que muchas parejas tienen un fuerte impulso de perpetuar sus genes
que no pueden mitigarse mediante la adopción (según el informe). En este sentido, la reproducción
asistida sería una forma de corregir una deficiencia que ha impedido que una pareja socialmente
aprobada se convierta en una familia socialmente aprobada mediante la adición de niños,
restaurando así el estado natural de las cosas: “debemos reaccionar a las formas en que la gente
ahora​ ​ve​ ​la​ ​falta​ ​de​ ​hijos​ ​y​ ​el​ ​proceso​ ​de​ ​formación​ ​familiar”.

El deseo de una pareja de tener hijos conectados biológicamente con al menos uno de sus padres es
aceptado como algo absolutamente legítimo; pero el deseo de personas solteras o parejas
homosexuales para tener hijos con la ayuda de las nuevas tecnologías no son tan aceptadas. La
coherencia con la que se aplica este principio necesita una ilustración. Primero, debe notarse que
solo se permite que una pareja viva se le permita disponer de los recursos para la creación de
parentesco. Si su pareja muere (o se divorcian), el derecho de acceso a esas técnicas deja de
aplicarse. La fecundación póstuma de los óvulos por el esperma predicho de su pareja muerta queda
así descartada, ya que la pareja ​per se está extinta; se reconoce el deseo de una viuda tener un hijo
de su esposo muerto, pero se lo coloca fuera de los límites. En segundo lugar, existe una marcada
ambivalencia respecto de las técnicas que involucran gametos donados por un tercero, en
contraposición a los gametos extraídos de la pareja. Aunque un donante puede estar ayudando a
cimentar la relación de una pareja, él o ella también es un intruso, al que se evalúa positiva o
negativamente antes de. Se prefiere que, siempre que sea posible, se usen los gametos de uno o
ambos​ ​miembros​ ​de​ ​la​ ​pareja.

Por lo tanto, el informe se basa en una definición particular de lo que es esencial en el proceso de
reproducción; tolera un amplio alejamiento del modelo de paternidad biológica sin intervenciones,
pero​ ​insiste​ ​en​ ​mantener​ ​el​ ​vínculo​ ​entre​ ​la​ ​gestación​ ​y​ ​el​ ​nacimiento.
Por otro lado, el que una pareja que realice un tratamiento de la infertilidad (con tecnologías de la
reproducción) demuestre un compromiso con una motivación completamente natural de dejar de
ser pareja a ser “familia”, supera los aspectos antinaturales de su concepción. Al igual que el
argumento utilizado en la legalización del aborto, es importante en este discurso que una familia
“desee” tener un hijo, ya que se considera que aquellos que tienen hijos “no deseados” no cumplen
con el ideal de familia. (“wanted child”). Por lo tanto, no se considera antifamiliar abortar en estas
condiciones.

Uno de los cambios legales más llamativos propuestos en el informe es que cuando un niño nace por
fertilización artificial por donante, el marido de la mujer tratada debe registrarse como el padre del
niño en el certificado de nacimiento; las palabras “por donación” pueden agregarse a discreción,
pero de lo contrario no habrá constancia de que él no sea el padre biológico. En el sistema inglés
esto es una innovación particular, ya que desdibuja la distinción entre legitimidad e ilegitimidad que
se aplica a los niños nacidos de cualquier otra manera. Hay un paralelismo con la adopción, donde el
padre adoptivo (o madre) se inscribe en el certificado de nacimiento del niño, pero en ese caso se
guarda un registro separado de los padres biológicos, a los cuales el niño puede reclamar más tarde.
La cuestión es que, para el comité, estos casos están lo suficientemente cerca de una familia natural
para justificar una mentira legal, pero lo suficientemente lejos de ser realmente natural como para
necesitar​ ​esa​ ​mentira.​ ​Esto​ ​refleja​ ​una​ ​ambivalencia​ ​acerca​ ​de​ ​la​ ​naturaleza​ ​de​ ​la​ ​paternidad.

Por un lado, esta ficcionalización de la genealogía es presentada por el informe como tolerable y la
ausencia de un link biológico del niño con los padres puede ser legítimamente excusado. Este
argumento parece reflejar una larga tradición inglesa de una teoría médica y legal equívoca sobre la
importancia del vínculo biológico entre padre e hijo. La cosa de todo esto es que, mientras no se
pruebe​ ​lo​ ​contrario,​ ​para​ ​la​ ​ley​ ​inglesa​ ​un​ ​hombre​ ​es​ ​padre​ ​de​ ​los​ ​hijos​ ​de​ ​su​ ​esposa.

Las suposiciones explícitas e implícitas del informe (la defensa de la pareja y de la paternidad) están
reflejadas en la prohibición de una sola técnica entre todas las posibilidades de reproducción
asistida: el vientre de alquiler. El hecho de que un tercero lleve a un niño para una pareja encargada
puede ajustarse al principio de que un niño debe heredar el material genético de sus padres, ya que
el embrión puede extraerse de la pareja que desea tener el hijo e implantarlo en la mujer que se va a
término. Es en ese sentido lo más cercano al modelo natural como muchas de las otras técnicas; sin
embargo, fue tratado en el informe como problemático y menos natural que los otros medios de
reproducción asistida. La idea invocada para explicar este tratamiento es la del vínculo materno, la
formación durante el embarazo de un vínculo moral y emocional que vincula a la madre con el niño.
Se argumenta que la relación de la madre con el hijo es en sí misma distorsionado por el vientre
alquilado. La mujer se permite quedar embarazada con la intención de abandonar al niño y esta es la
manera incorrecta de abordar el embarazo. El hecho no-natural de tener un hijo en nombre de otra
persona no lo haría terminar bien. Los autores pensaron que las madres sustitutas no podrían
abandonar a sus bebés y que el propósito de fortalecer a la pareja infértil proporcionándoles un hijo
se vería frustrado. Puede ser relevante también que el vientre de alquiler deje sin sentido la idea de
que un hombre es padre de los hijos de su esposa, tanto desde el punto de vista del hombre que lo
comisiona​ ​como​ ​desde​ ​el​ ​punto​ ​de​ ​vista​ ​del​ ​marido​ ​de​ ​la​ ​madre​ ​sustituta.

La mayoría votó para excluir la maternidad de alquiler de la legalización, colocándola en una especie
de estado “fuera de la ley”. Quienes lo hicieran no serían condenados como criminales, pero no se
les otorgaría protección de una estricta licencia de procedimientos, reparación legal y tratamiento
médico.

El​ ​debate​ ​sobre​ ​el​ ​Vientre​ ​de​ ​alquiler​ ​en​ ​la​ ​prensa
Durante 1984 y 1985, la prensa inglesa, tanto la seria como la sensacionalista, se interesó cada vez
más en informar historias sobre el vientre de alquiler. Cuando ocurrió el caso inglés de Kim Cotton
en 1985, News the world puso: "​Boy is Britain's second Rent-a-womb Tot: Se vendió por £ 6,500​”.
Algunas de estas historias promovieron el argumento de que un hijo obtenido por vientre de alquiler
era un hijo especialmente deseado, pero la mayoría consideró que el niño se interpondría entre la
pareja y que era peligroso jugar con el proceso de vinculación materna. Un artículo exigió saber
cómo podría evitar la mujer sustituta ser la “otra mujer” y no amenazar la seguridad conyugal.
Además, se creía que podría traer muchos problemas psicológicos y emocionales para los bebés y
para​ ​los​ ​padres.

El mensaje de la prensa tendía a ser de hostilidad hacia la práctica comercial del vientre de alquiler,
en la que se paga a la madre sustituta por llevar al niño. Todos estuvieron de acuerdo en condenar la
introducción de las transacciones financieras, que algunos escritores comparaban con la compra y
venta de esclavos. Sin embargo, una vez que una madre sustituta no consideró los riesgos aceptados
sólo por el pago, se convino ampliamente en que la práctica podría ser tolerable. En algunas
circunstancias, incluso podría ser plausible. La diversidad de actitudes hacia el vientre de alquiler se
puede ilustrar al contrastar el tratamiento de “subrogación” entre dos hermanas y el famoso caso de
Kim​ ​Cotton.

En primer lugar, se publicó un informe extenso sobre un caso de dos hermanas que realizan un
tratamiento de vientre de alquiler. El esposo de una hermana murió de cáncer a una edad temprana,
mientras él y su esposa estaban tentados a tener un hijo, y él le había legado un suministro de su
semen junto con un último mensaje de que su sueño de tener un hijo se cumpliera póstumamente.
Pero se descubrió que la esposa no podía tener hijos, así que su hermana se ofreció voluntariamente
a usar su propio útero para otorgarle un hijo y así cumplir los deseos del muerto. Este caso despertó,
además de sensacionalismo, una aprobación fuerte y sentimental. No se había mencionado a los
maridos muertos en los casos antes rumorados. Sin más evidencia, es difícil evaluar la importancia
de este aspecto del caso; se especulaba que la muerte del marido disminuía la asociación
potencialmente amenazadora del vientre de alquiler con el adulterio. Además, la concepción del
niño parecía hacer un acto peculiarmente heroico de creación de la familia por las hermanas en
duelo.

En todos estos aspectos, el caso no pudo haber proporcionado un mayor contraste con el de Kim
Cotton, quien en 1985 dio a luz a un bebé concebido con inseminación artificial por donación, para
una pareja estadounidense; el esperma había sido donado por el esposo. El alquiler había sido
organizado comercialmente por una agencia como única rama de un negocio estadounidense más
extenso, y Cotton había recibido una tarifa de $6500. Cuando nació el bebé, el consejo local lo
colocó bajo una orden de cuidado en lo que se interpretó ampliamente como un movimiento de
pánico; sin embargo, en el plazo de un mes, un juez británico ordenó entregarlo a la pareja
estadounidense que lo había encargado tras considerarla como personas sensatas, afectuosas y con
plata.
Sin embargo, el factor más importante a considerar por el juez y por la prensa culiá fue la motivación
de la madre sustituta, pues se le pagó a Cotton, pero permaneció notablemente tranquila durante
todo el asunto y nunca intentó mantener para ella al bebé. Así que, como a la prensa no tienes cómo
darle en el gusto, la criticaron duramente por su actitud no-materna. Pero, Kim contó a la prensa que
luego decidió tener otro hijo para llenar el vacío dejado por la ausencia de aquel niño que vendió, lo
cual suavizó la actitud de la prensa. El vínculo entre la madre y el niño explica en parte por qué la
subrogación de Cotton se sintió tan impactante, particularmente en vista de su aparente frialdad,
que​ ​le​ ​permitió​ ​ser​ ​comparada​ ​con​ ​aquellas​ ​personas​ ​que​ ​abortan.

El caso de alquiler de las hermanas y el de Kim Cotton tienen que ver con la relación entre el dinero y
el parentesco, pero debe notarse que no solamente representan un contraste entre las sustitutas
que aceptan pagos y las que no. También encarnan un contraste entre el comportamiento
adecuado, que en ciertas circunstancias pueden incluir la maternidad subrogada, y el
comportamiento materno inapropiado, incluida la aceptación de pagos por el parto. El tema del
dinero y su supuesta oposición a los valores familiares obviamente también fue importante en el
intento de definir las sustitutas naturales (hermanas) y antinaturales (Cotton) en estas dos historias.
Un punto que emerge con algo de fuerza del asunto Kim Cotton es que no existe una división simple
entre un área de transacciones de parentesco y una de transacciones monetarias. En cambio, hay al
menos tres tipos de personas involucradas en los intercambios de suplicante, el comprador y el
vendedor.

En Inglaterra y EE.UU. el mercado se tiende a considerar una esfera masculina en contraste con la
esfera familiar “privada” y de género femenino. “Estereotípicamente, las mujeres no deben comprar
y vender, sino dar (fuera de las relaciones de mercado) y recibir (como consumidores
económicamente pasivos). Las madres que aparecen en las historias de prensa discutidas aquí son
las dadoras por excelencia, porque dan “el regalo de la vida” a sus hijos. Como madre sustituta
comercial, Kim Cotton confundió estas expectativas al convertirse en un comerciante en un mercado
de vendedores, ejerciendo poder sobre los compradores por su control de un producto raro, el niño.
Al vender su reproductividad, aparentemente logró una inversión de categorías aún más inquietante
que​ ​la​ ​de​ ​las​ ​prostitutas,​ ​que​ ​venden​ ​sexo​ ​por​ ​dinero.

Sin embargo, desde punto de vista del juez, que los padres que compraron el alquiler recibieran al
niños, era visto como algo “bueno” para este, por su nivel socioeconómico. Se vio, al igual que la
compra de sus alimentos, juguetes, educación, etc., como el tipo de gasto aceptable que es
evidencia de cuidado parental y autosacrificio. La intrusión de dinero en las relaciones familiares fue,
literalmente, la intención de “comprar” el sustituto, que de lo contrario estaría vinculado a la pareja
a través de su niño bizarramente compartido. A modo de comparación, vale la pena recordar que
incluso los donantes de esperma (cuyo nombre implica un obsequio) reciben un pago simbólico a
cambio de la entrega de sus gametos para el uso de extraños. En este contexto, es consistente que
los​ ​únicos​ ​“buenos”​ ​sustitutos​ ​deben​ ​ser​ ​sustitutos​ ​hermanos.

En muchos lugares, las hermanas de una mujer muerta han sido tradicionalmente consideradas
buenas madrastras para sus hijos, en gran parte porque la hermana de la esposa muerta está muy
identificada con ella y comparte la misma “sangre” que sus sobrinos y sobrinas; a diferencia de una
madrastra desconocida, ella tendrá los mismos intereses que los huérfanos. En las historias de
prensa sobre la subrogación gemela, la noción de que lo que es realmente natural es la conexión
biológica; la implicación es que la sangre compartida (o genes compartidos) es el único criterio real.
Y, al presentar a las hermanas como sus equivalentes biológicos, estas historias presentan la
integridad natural de la familia como algo que a veces puede recuperarse incluso si la madre de la
familia​ ​es​ ​infértil​ ​o​ ​está​ ​muerta,​ ​simplemente​ ​por​ ​la​ ​prestidigitación​ ​que​ ​la​ ​sustituye.

Gillick

Durante el período de los debates sobre la maternidad de alquiler, se libró una batalla igualmente
feroz en la prensa y los tribunales sobre la campaña Victoria Gillick, que ofrecía una perspectiva
diferente, aunque relacionada, sobre la centralidad de la idea de maternidad en los debates sobre la
familia. Gillick era una autoproclamada “madre católica de diez” (hijos owo), quien luchó, a través de
los tribunales, para evitar que los médicos prescribieran anticonceptivos a menores de 16 años sin el
permiso de sus padres. Los debates sobre la campaña de Gillick se referían principalmente al intento
de trazar una línea entre la sexualidad “ordenada” y “desordenada”; tanto la Sra. Gillick como sus
oponentes​ ​afirmaron​ ​representar​ ​lo​ ​que​ ​era​ ​“natural​ ​y​ ​bueno​ ​para​ ​la​ ​familia”.

Ella objetó los poderes discrecionales de los médicos para dar anticonceptivos a las adolescentes
menores de la edad. Estas facultades han sido ampliamente aceptadas por todas las partes con el
argumento de que eran una medida práctica diseñada para enfrentar una aumento en el número de
madres solteras adolescentes. Detrás de la apelación al pragmatismo, sin embargo, acechaba la
ambigüedad, ya que los médicos reconocían en la práctica que se trataba de la sexualidad de
aquellos legalmente definidos como todavía asexuales. La señora Gillick propuso un arreglo
alternativo, en el que el control estricto de los padres y el autocontrol aseguraría que el
comportamiento sexual de los jóvenes coincidiría con la noción de inocencia juvenil. Además, insistió
en que el sistema actual sería la destrucción de la estructura familiar. Como dijo uno de sus
seguidores después de su eventual derrota, los doctores serán libres de dividir familias y
desembolsar la píldora como bebés gelatinosos. El debate, tal como se desarrolló, se centró en la
cuestión de si tal actividad sexual prematura debería interpretarse como sugirió la señora Gillick, o si
la​ ​actividad​ ​sexual​ ​de​ ​los​ ​jóvenes​ ​podría​ ​de​ ​hecho​ ​verse​ ​de​ ​manera​ ​más​ ​positiva.

Una encuesta realizada reveló la manera en que los médicos habían enfrentado la situación en la
práctica: contrariamente a la creencia aceptada de que el objetivo principal de sus facultades
discrecionales era prevenir los embarazos en la adolescencia, parecía que los médicos de hecho
habían rechazado la píldora a las chicas que decían que querían protección porque tenían, o
probablemente tendrían, encuentros sexuales casuales. En su lugar, estuvieron más dispuestos a
prescribirlo a las niñas que dijeron que ya estaban involucradas en una relación sexual estable con
un novio y que mostraron lo que los médicos describieron como una actitud responsable hacia el
control de la natalidad; estas eran obviamente las chicas en menor riesgo de embarazo. El
razonamiento que los médicos estaban adoptando inconscientemente se basaba evidentemente en
juicios sobre cuán estrechamente las relaciones de sus pacientes adolescentes correspondían a un
modelo conyugal o cuasi-marital. Si la relación encajaba, la niña en cuestión era tratada como si
fuera​ ​más​ ​vieja​ ​de​ ​lo​ ​que​ ​realmente​ ​era.

Por otra parte, se entrevistó a los padres de los adolescentes, planteando la idea de que la reducción
de la edad a la que se formaban las parejas era una parte inevitable del mundo moderno. Por lo
tanto, resultó posible representar la demanda adolescente de la píldora como una variación
benévola y relativamente poco importante en los patrones estables del comportamiento sexual. Sin
embargo, las soluciones de la Sra. Gillick no tenían tal flexibilidad. Sus seguidores imaginaron las
consecuencias de permitir el sexo entre adolescentes en términos espeluznantes (Las niñas de 14
años le dirán a sus padres desafiantemente: “puedo dormir con quien me guste”). La Sra. Gillick fue
apoyada tanto a nivel nacional como en el lobby parlamentario por representantes de los llamados
grupos pro-vida, que se opusieron a todo aborto con el argumento de que cada concepto humano
debe tratarse como un ser humano completo con los derechos de otros seres humanos y debe
protegerse​ ​del​ ​asesinato​ ​en​ ​el​ ​útero.

Los opositores al aborto y la anticoncepción, como los partidarios de la campaña de la Sra. Gillick, se
han referido a una variedad desconcertante de criterios para justificar su posición, pero siempre han
confiado más en un argumento subyacente sobre los efectos malvados de la actividad sexual
“inmoral”. Se dice que las pastillas y el aborto autorizan o fomentan la sexualidad desordenada: la
promiscuidad produce consecuencias malignas, tanto sociales como médicas. Pero, en la línea de
este debate, Harman declaró que las mujeres no recurrían a los abortos (no hacían fila para abortar
porque era legal), ya que “para las mujeres embarazadas, la decisión de abortar o no es agonizante,
y la “agonía” es un indicador importante del apego natural y moral de las mujeres hacia sus hijos por
nacer​ ​y​ ​del​ ​sacrificio​ ​que​ ​se​ ​les​ ​exige,​ ​al​ ​negar​ ​el​ ​vínculo​ ​materno.

Por lo tanto, las conexiones entre la campaña de Gillick y los problemas de la anticoncepción y el
aborto deberían ser evidentes. Si bien la corriente dominante argumentó que el aborto y la
anticoncepción como el sexo adolescente, podrían definirse como normales y morales, quienes se
oponían​ ​a​ ​toda​ ​intervención​ ​en​ ​los​ ​procesos​ ​naturales​ ​los​ ​definían​ ​como​ ​anormales​ ​e​ ​inmorales.

La construcción de historias, por parte de la prensa, sobre reproducción invertida y antinatural


(como la partenogénesis) demostró la dificultad de abandonar la búsqueda de una base irrefutable
de verdad biológica en el parentesco inglés. La partenogénesis contradice la idea de la pareja como
genitores. La noción de niños creados en un entorno mecánico o animal contradice la certeza de que
el proceso de gestación en el útero es un hecho indispensable de la maternidad. Pero si la gestación
en el útero no es una certeza, entonces el proceso de vínculo materno, la creación de la relación que
convierte a una mujer y un feto en una madre y una persona humana, también está en peligro. Las
historias sugieren la posibilidad desagradable de que nuestras madres no nos hagan de la manera
que habíamos asumido. En un clima político cada vez más reaccionario, un proyecto de ley para
regular estas prácticas fue un intento entre muchos para anticiparse a las posibilidades en tales
historias y para prever regular las formas en que los seres humanos se reproducen, por temor a que
de​ ​lo​ ​contrario​ ​dejaremos​ ​de​ ​ser​ ​humanos.

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