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octubre de 2010
Identidad Sacerdotal
10. El sacerdote, según la magnífica definición que de él da el mismo Apóstol, es, sí,
un hombre tomado de entre los hombres, pero constituido en bien de los hombres
cerca de las cosas de Dios; su misión no tiene por objeto las cosas humanas y
transitorias, por altas e importantes que parezcan, sino las cosas divinas y eternas;
cosas que por ignorancia pueden ser objeto de desprecio y de burla, y hasta pueden a
veces ser combatidas con malicia y furor diabólico, como una triste experiencia lo ha
demostrado muchas veces y lo sigue demostrando, pero que ocupan siempre el primer
lugar en las aspiraciones individuales y sociales de la humanidad, de esta humanidad
que irresistiblemente siente en sí cómo ha sido creada para Dios y que no puede
descansar sino en El.
12. El Apóstol de las Gentes compendia en frase lapidaria cuanto se puede decir de la
grandeza, dignidad y oficios del sacerdocio cristiano, por estas palabras:Así nos
considere el hombre cual ministros de Cristo y dispensadores de los misterios de Dios.
El sacerdote es ministro de Jesucristo; por lo tanto, instrumento en la mano del
Redentor divino para continuar su obra redentora en toda su universalidad mundial y
eficacia divina para la construcción de esa obra admirable que transformó el mundo;
más aún, el sacerdote, como suele decirse con mucha razón, es verdaderamente otro
Cristo, porque continúa en cierto modo al mismo Jesucristo: Así como el Padre me
envió a Mí, así os envío Yo a vosotros, prosiguiendo también como El en dar,
conforme al canto angélico, gloria a Dios en lo más alto de los cielos y paz en la
tierra a los hombres de buena voluntad.