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28 ¿PORQUÉ ALGUNAGENTE ESTÁ SANA Y OTRA NO?

conscicncta de su falta de capacidad explicativa- y hallan otra perspec·


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tiva nueva mástnteresantc además de más iluminadora.
Muchos de los «hallazgosanómalos» antes descritos poseen una larga
historia, pero están acumulandose con rapidez nuevas observaciones. Hasta Producir salud, consumir
donde sabemos, este diversoconjunto deobservaciones nunca ha sido
reunidoyexaminado en el seno de un únicomarco coherente. Ylocierto asistencia sanitaria
es que todas parecen ser piezas de unmismo rompecabezas grande ycom-
R. G. EVANS yG.L. STODDART
plejo. Este libro constituye un comienzo para ensamblarlo, apuntando a\.
gunas <le las implicaciones sobre política social del cuadro resultante (to-
davía en boceto).
En el momento actual, debemos admitirlo, estas implicaciones distan
de estar claras. No podemos ofrecer una prescripción detallada de «qué
haccm. yseguimos teniendo mucho que aprender sobre cómo desarrollar
intervenciones eficaces de salud. Sin embargo, laevidencia su~ere un po- Lagentese preocupa por susalud, ytiene poderosasrazones para ello;
tencial de mejoragrande en direcciones que el sistema sanitario conven- de maneras diversas intenta mantenerla, mejorarla o adaptarse asude·
cional noaborda. Yestá surgiendo con rapidez., tanto de las disciplinas chvc. lndividualmentc yen grupos dedistinto nivel - familias, asociacío-
bioló~cas como de las sociales, un conocimiento nuevo relevante paraesa nes, grupos en el centro de trabajo, comunidades y naciones-, las per-
tarea. sonas emprenden una amplla gama de actividades en la creencia de que
contribuirán a su salud. Al mismo tiempo intentan evitar toda actividad
ocircunstancia que les parezca potencialmente dañina. En esta conducta
AGRADECIMIENTOS se hallan implícitas temías- o, para ser más exactos, conjuntos de hipó-
tesis causales vagamente asociadas y a menudo inconsistentes- sobre
Este capítulo introductorio, escrito por R. G. Evans, debe entenderse cuáles son los dctenninantes de la salud.
como un esfuerzo de colaboración, surgido de la investigacióncontinuada Ll!s sociedades modernas dedican en particular, pero sólo como sub-
ylosseminarios del Population líeahh Programme del Canadian1nstilute conjuntodedichas actividades orientadas alasalud. una gran proporción
for Advanced Research. de sus recursoseconómicos aproducir ydisuibuir asistencia sanitaria, una
colección específica de bienes yservicios que se percibe que poseen espe-
cial relacióncon ella. La industria de dicha asistencia sanitaria. encargada

E&, f>wr µL 4~ r1 re. de ensamblar esos recursos convirtiéndolos endiversos bienes y servicios
relacionados con la salud, constituye en todos los Estadosmodernos uno

er~ 1~ c-~r yJ,( i0t: ~~\.


de los mayores conglomerados de actividad económica (Schieber and
Poullicr, 1989: Secretariado de la OECD, 1989) 1• Tan masivosesfuerzos

Reproducido conpermiso de SocialScicnce and Medicine, Vol. 31, no. 12, pp.1347-63.
Copyright© !990 by Elsevicr ScicntiftcLtd., PergamonPress. Reimpreso con una ligera re·

"\,o oh'e~ l'vt,'?' J J .:'1/í~.z.. di )(1..,-k / vi~ón de los amores ylos editores.
· El lenguaje varíade un país a otro. En Canadá, las palabras asiscencfo médica hacen
normalmente referencia alos scnicios de los profesionales de la medicina, en tanto asís/en,
ciu saniwria inclu\'ehospitales, dentistas, fármacos, etc. En EEUU, por contra, se usan de
¡qq~, modo intercambiableasistencla médica yasistencia sanitaria para referir esta últimay más
ampHa gama de actividades, que en Suecia asu vezreciben el nombre de asistencia ala en-
fermedad(sjuhará).

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30 ¿POR QUÉ ALGUNA GENTE ES TÁ SANA Y OTRA NO? PRODUCIR SALUD. CONSUMIR ASISTENCIA SANITARIA 31

refleja n la extendida creencia de que la disponibilidad y uso de la asisten- Más aún. la fo rm ulación de la OMS parece ofrecer únicamente alter-
cia resultan centrales para la salud tanto de los individ uos como de las nativas polares para d efinir la salud. El uso común, por contra. ::.ugiere un
poblaciones. continuo de significados. En un extremo del mismo se halla el bienesta~
Esta concentración de esfuerzo económico ha determinado que las po- en su sentido más amplio, la dc!inición omnicomprensiva de la OMS, casi
líticas públicas o colectivas de salud acaben dominadas por la asistencia u n ideal platónico de lo Bueno. En el otro, la simple ausencia de circuns-
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sanitaria. La provisión asistencial no sólo absorbe la parte del león de los tancias biológicas negativas - enfermedad, dolor, incapacidad o muerte .
recu rsos físicos e imclectuales específicamente identificados como relacio- Pero las circunstancias biológicas que las disciplinas asistenciales iden-
nados con la salud. sino que también ocupa el centro del escenario cuando tifican v clasifican como enfermedades luego son experimentadas por los
el resto de la comunidad se plantea qué hacer al respecto. individ~os y sus familias o grupos sociales como padecimiento~ -sínto-
La asistencia sanitaria, por su parte, es por naturaleza abrumadora- mas perturbadores. La correspondencia entre enfermedad médica Y ma-
mente reactiva; responde a desviaciones percibidas de lo entendido como lestar personal de ningún modo es exac!ª· Por tant?, ~¡ conccpt? que el
salud, e identifica tales desviaciones en términos de conceptos y c.itegorías paciente tiene de la salud como a usencia de padec1m1ento no t1en~ por
clínicas -las enfermedades, definidas p rofesio nalmente. La noción de sa- qué coincidir con la ausencia de enfermedad tal corno la entendena un
lud implícita en (la mayor parte del) comportamiento del sistema asisten- clínico. Más aún. la capacidad funcional del individ uo se verá iníluen-
cial, el conjunto <le personas e instituciones implicados en su provisión. ciada. pero no completamente determinada, por d icha percepció~ d e ma-
es un concepto negativo: la ausencia de enfermedad o lesión. Por eso, a lestar, siendo esa capacidad a su vez un aspecto, pero no la totalidad, del
veces se lo etiqueta como «sistema de enfermedad» 2 • Aunque tal etiqueta bienestar.
es habitualmente aplicada por sus cliticos, no creemos que, si fuera el caso, Que no existan fronteras tajantemente definidas entre los di~ersos
estuviera justificado devaluar la contribución de un sistema así. conceptos de salud en tal continuo no no~ !mpi<le recon?cer _sus diferen-
Lo cierto es que esta defin ición de salud fue específicamente recha- cias. Dichos conceptos no son correctos m incorrect os, sino simplemente
zada por la Organización Mundial de la Salud (OMS) hace más de cua- poseen propósitos y campos de aplicación diferentes. No obs:antc. cual-
renta años. Su formulació n clásica «Salud es un estado de completo bie- qniera que fuese el nivel de definición de salud empleado, es 1m_P?_rtante
nestar fisico , mema! y social, y no sim plemente la ausencia de enfermedad distinguir esto de la cuestión de los determinantes <le {esa definic1on de)
o lesión» expresaba la preocupación general de considerar la salud como la misma (Marmot, 1989). . ..
mucho más que una simple colección de negaciones -el estado de no pa- De nuevo existe aquí una amplia gama de cand1datos, desde ser vicios
decer ningu na situación indeseable concreta. asistenciales concretos a la autoestima y el sentido de adecuación o con-
lJn concepto tan global, sin embargo. corre el riesgo de convertirse en trol personales. pasando por las dotaciones g_e néticas de los _i~~ividuos, el
el objetivo idóneo de (y está ciertamente afectado por) toda la actividad saneamien to ambiental. la adecuación y calidad de la nutnc1on Y el alo-
humana. No d eja espacio para un dominio de actividad idenüficable jamiento, o la tensión y el nivel de apoyo que prove_a el entorno socia~.
apan c, orien tado específicamente a la salud. Es dificil, por tanto, usar la Sobre la base del conocimiento hace tiempo establecido y de una consi-
definició n de la OMS como base para una política de salud, porque in- derable investigación más reciente, parece q ue los factores ~ue af~ctan .ª
cl uye implícitamente que toda política es «de salud». El tributo que se le la salud a todos los niveles de sn de!tnición, incluyen la asistencia sani-
rinde, en consecuencia, es su repetición, pero escasas veces su aplicación. taria pe; se, pero van mucho más allá (Dutton. 198?; Levine a~d Lilien-
feld, 1987; Marm ot, 1986; McKeown, 1979; McKinlay. M cKinlay and
Beaglchole, 1989; Black, Morris, Smith and Townsend. 1982) ..
~ l..a retórica de la <~prevención» ha penetrado en grado significativo al sistema de asis-
Nuestros intentos de avanzar en la comprensión de esta va nada colec-
tencia 5:tnitaria; respuesta, reactivas a desviaciones identificadas de la salud pueden ser eti·
q uetadas como prevcndón secundaria o terciaria, en la medida en q ue impiden un deterioro ción de determinantes a través de la investigación han tendido, como el
posteri or de una ~ituacién ya adversa. Pero incluso cuando los componentes de un sistema
sanitario [)aSlln de una estrategia reactiva a otra de promoción -el screening del colesterol
o la hipenensión. por ejemplo- . las intervenciones siguen consistiendo en identificar des· l La representación de la enfermedad mental e~ siempre problemática_: ¿dónde está la

viaciones respecto de nonnas determinadas clfnicamcme sobre mediciones biológicas par. frontera entre la depresión clínica y la porción hum ana «normal» de mfehc1dad? La dificul-
ticulares. e iniciar in tervenciones terapéuticas. Una medición clevada de la i-ensión anerial o tad de definición pe rsiste, sin emhargo. en todo el conti nuo: la definición <le salud de lo OMS
del c,ikstcrol sérico se identific,m en si como <,enfermcdadc.,». que deben «cura~». no implica bendición perpetu a.
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propio sistema asistendaL a centrar su atención en el concepto más estre- matemáticas.:. Además, la aplicación de esos mísmos métodos a explorar
cho de salud: la ausencia de enfermedad. Tal concepto tiene la significa- los dctcnninantcs de la salud está generando cada vez mayores evidencias
tiva ~entaja de poder representarse a través de fenómenos cuantificables y -en el sentido más restrictivamente científíco- sobre el poderoso papel
med1blcs: la mucne o la supervivencia, y la inridencia o prevalencia de de los factores contribuyentes ubicados fuera del sistema asistencial (House,
c_ondicioncs patológícas concretas. En estas medidas más básicas -nega- Landis and U mberson, 1989: Dantz.er and Kellye. 1989: Bunker, Gomby
tivas- se observa. de hecho, la ínfluencia de una amplia gama de deter- and Kehrer, 1989: Renaud, 1987; Sapolsky, 1990).
mínantcs, de dentro y de más allá del propio sistema sanitario. Simultáneamente, la evaluacíón más rigurosa del propio sistema asis-
La precisión se gana pagando un precio. Las definiciones restringidas tencial ha demostrado que sus prácticas están conectadas con el conoci-
dejan fuera dimensiones menos específicas de la salud que mucha gente miento cíentítico. o cualquier otra modalidad de conocimiento, de forma
consideraría importantes para evaluar sus propias circunstancias o las de mucho más tenue de lo que la retórica oficial sugeriría (Banta. Behney and
sus allegados. Por otra parte, parece al menos plausible que la amplia gama Willcms, 1981; Eisenberg, l 986: Fccny. Guyatt and Tugwell, 1986; Lo-
de determinantes de la salud, cuyos efectos se reflejan en la «mera ausen- mas. 1990a). Y. finalmente, el propio éxito de ese sistema para ocupar el
cia de entcrmedad o lesión», o simple supervivencia, sean también rele- centro de la escena intelectual y polítíca, así como para obtener recursos,
vantes para definiciones más globales de la salud. ha sido construido sobre un conjunto de expectativas sociales extraordi-
El actual resurgir del interés por los detennínantes de salud y por su nariamente altas acerca de su contribución potencial. La consecuencia
conceptualización más amplia signífica retornar a una tradicíón histórica inevitable es cierto grado de decepción y desilusión, con la correspon-
muy antigua -tanto como la propia medicina. El diálogo entre Askle- diente preocupación por justificar la escala de esfuerzos implicados.
pios, el dios de ésta, e Hygieía, la diosa de la salud -la íntervención ex- Existe. pues, un abismo cada vez. mayor entre nuestra comprensión de
terna y la vída bien vivida- se remonta aJ principio. El triunfo de los mo- los determinantes de la salud y el énfasis fundamental de la política sani-
dos «científicos» de estudio en medicina (como en otros aspectos de la taria en la asistencia. Esta creciente discordancia puede ser, en pane, con-
vida) ha dado como resultado el eclipse de Hygieia sólo en el siglo xx. El secuencia de la persistencia en la arena políli<.:a de moddos o marcos in-
conocimiento ha ido progresivamente definiéndose en ténninos de (y sólo telectuales de referencia para conceptualizar los determinantes de la salud
de) lo surgido al poner en acción métodos de investigación reduccionistas, íncompktos y obsoletos. La fonna de enmarcar un problema determina
aplicados en la mayor medida posible en el seno de un marco de referen- los tipos de evidencia a los cuales se concede peso y aquellos otros que no
cia «ncwtoniano» (Reiser, 1978). se toman en cuenta. Cuando el modelo de entidades e interrelaciones im-
El sistema asistencial se ha vuelto después el vehículo co~vencional plícito en la mente de las personas no aporta las categorías en !as cuales
para traducir dicho conocimiimto en mejora de la salud: intervenciones ubicarlos, datos pcrfoctamcntc válidos -observaciones duras con peso di-
cada vez más potentes, guiadas por una ciencia cada vez mejor. Tampoco recto sobre cuestiones importantes- simplemente dejan de ser tomados
sus logros han sido despreciables. La ciencia médica ha perfeccionado en consideración, como si no existiesen.
nuestra capacidad de prevenir algunas enfermedades, curar otras, y aliviar Por ejemplo, existen considerables evidencias sobre un vínculo entre
los síntomas o enlentccer el progreso de muchas más. Hacia mediados de mortalidad y (no) disponibilidad de mecanismos de apoyo social. de una
siglo, los proveedores de asistencia sanitaria habían conseguido un ex- fuerza que House el al. ( 1988) describen como equivalente actualmente a
traordinario dominio ínstítucional -y, lo que es más, intelectual- para la que se tenía a mediados de los cincuenta sobre los efectos del tabaco.
definir qué consideran salud y cómo perseguirla. la OMS era una voz en La jubilación y la muerte de un cónyuge están documentados como fac-
el desierto.
Las corrientes intelectuales han empezado ahora a fluir en la otra di-
rección, sin embargo. La autoridad exclusiva de los métodos positivistas. • Esto no represtmta rechazar los modos racionales de investigación; el universo sigue
clásicamente «científicos», tanto para definir lo conocíble como para de- si<::ndo visto. a algunos niveles. como un sitio comprensible y ordenado. Sin embargo. parece
terminar la manera de llegarlo a conocer, ha generado una creciente in- haber límites. fundamentales a su cümprcnsibilidad -no sólo en nuestra capacidad de cap-
quietud (McCloskey, 1989; Dreyfus and Dreyfus, 1988); dicha inquietud tarlo- y los ronccptos relevantes de orden pueden también ser menos completos de lo que
alguna vez se esperó. Lleve o no ra~ón Nieusche acerca de la muerte de Dios (Hawking,
ha recibido un ímpetu renovado a partir de desarrollos concretos de la fí- 1988). el Demonio de Laplace parece definitivamente difunto (Dreyfus and Dreyfus, 1988;
sica subatómica y. más recientemente, de la inteligencia artificial y las Gleick. J987: llolton, 1988).
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tores de riesgo imponantes. De manera similar, la monalidad está dara- contraste con el proceso (aparentemente) transparente y cíentífico de la
mcnte asociada a algún tipo de correlato o combinación de clase social. asistencia sanitaria~. Al no haber un conjunto de categorías intelectuales
nível de ingresos o educación, y posición de una jerarquia social (Dutton: en las l:uales ensamblar esos datos, se los ignora.
1986: Marmot, 1986). l\"adie niega nada de lo anterior, y, sin embargo. no En este capítulo proponemos un marco de alguna manera más com-
se loman en cuenta esas relaciones a la hora de formular la política (asis- plejo. suficientemente global y flexible, en nuestra opinión, como para dar
tencial) de salud. cabída a una gama mayor de relaciones entre los determinantes de la sa-
En contraste, dicha política es muy sensible a la mera posibilidad de lud. La prueba a superar será la capacidad que demuestre tener para pro-
contri~ución positiva por pane de algún fármaco, trozo de equipamíe~to, porcionar categorías con sentido, en las cuales insertar los distintos tipos
o maniobra díagnósti<:a o terapéutica nuevos. El hecho de que la salud de de evidencias que están surgiendo sobre los diversos detem1inantes de la
alguien pudiese verse sometida a ríesgo por su :iusencia, constituve base salud. y permitir una definicíón de ésta suficientemente amplia como para
¡¡rimafacie para prestarle atención intensa en términos políticos, y, un po- englobar las dimensiones que la gente -proveedores de asistencia, ela-
tente argumento, al menos, para suministrarla. Entre tanto, el hecho egre- boradores de políticas y, en particular. los individuos ordinarios- consi-
gio de haber gente sufriendo, y en algunos casos muriendo, como consc- deran importantes.
cuern:ia de procesos no directamente conectados con la asistencia sanitaria Nuestro propósito no es intentar presentar una revisión global, o si-
no merece ni rechazo ni respuesta. ' quiera a trozos, de las pruebas actualmente disponíbles sobre determinan-
La cxplícacíón no puede ser que cxístan evidencias superiores de la tes de la salud, algunas de las cuales se díscutcn en capítulos posteriores.
1.'f1.Yti,·idad -y muchú menos de la relación coste/efectividad- <le las in- Incluso sugerir una taxonomía de las mismas, clasificando y enumerando
tcrvencíones asistenciales. Es notorio que muchas intervenciones nuevas los principales encabezamientos que debcria tener, constituiría hoy una
se introducen:.Y sohre todo se diseminan, en ausencia de las mismas (Banta tarea investigadora de gran envergadura, de la cual el capítulo 3 aporta un
e~ al.. 1981; bsenberg. l 986: Fecny et al., 1986). Si (algunos) médicos clí- principio. Por contra, proponemos un marco analítico dentro del cual en-
t11cos encuentran plausible que, en circunstancías concretas, determinada cuadrar dicha evidencia, y que ilumine la forma de interactuar, en res-
maniobra podría resultar beneficiosa, probablemente la usarán. Una res- puesta a las distintas conceptualizaciones de la salud, tipos distintos de
puesta a tan bien establecido patrón es la creciente preocupación por lo factores y fuerzas. Un precedente lo constituyó el documento del go-
que se conoce como <<Valoración de la Tecnología» o evaluación cuida- bierno canadiense Una nueva perspectiva sobre la salud de los canadien-
~osa de la, mísm~ antes de diseminarla. Quienes, por miedo a una posible ses (Canadá, 1974 ), que asimismo presentó muy pocas de las evidencias
1~1.ta de electo o mcluso a un efecto nocivo, quisiesen restringir su aplica- reales disponibles sobre los detenninantes de la salud, ofreciendo en cam-
c1on, sm embargo, en seguida arrostrarán la carga de deber demostrarlo bio un marco muy potente y estimulante para ensamblarlas.
rig.urosamc~te. Si la evidenda es incompleta o ambigua, el sesgo invita a Dicho documento apenas indicaba por encima las implicaciones po-
la mtervcnc1ón, en todo caso sometida a los límites impuestos por las res- tenciales de las citadas evidencias sobre las políticas de salud, públicas o
tricciones financieras. privadas. En este libro, por contra, abordamos el tema explícitamente. Las
Este sesgo se ve estimulado cuando se expresan mediante un modelo implicaciones políticas surgen de pruebas reales sobre los determinantes
mecánico sencillo las relaciones causales enfermedad-asistcncia-curnción. de la salud, no del marco per se. Sí el marco es útil, debe facilitar la pre-
La m~q~ina (nosotros) se daña o se rompe, y el médico-mecáníco repara sentación de pruebas de modo que sus implicaciones queden más claras.
(o qu.1z~s reemplaza) la parte rota. Aunque este cuadro mental pueda Por supuesto, las políticas tienen siempre que ver con muchas más cosas,
constituir una burda sohresimplificación de la realidad, es fácil de retener además de con la evidencia; lo más imponante del «ane de lo posible» es
en la m~nte. la percepción de cuáles son los actores claves y cuáles podrían ser sus ob-
En ab~oluto queda claro. por contra, cómo podrían siquiera pensarse jetivos (ver capítulo 10).
la~ conexiones causales entre «tensión» o «baja autoestima», y padeci-
5
miento o muerte -y, mucho menos, cuáles podrían ser las respuestas Las propias intervenciones en sí pueden distar Je ser transparentes; los «milagros mé-
<licos,, constituyen una ocurrencia cotidiana y los procesos &e presentan como más allá de la
adecuadas en términos de políticas. El cuadro se hace aún más difícil de
capacidad o el alcance:: de los monatcs ordinarios. Sin embargo, la aplicación de un alto grado
visionar en los casos con vías causales múltiples (v.er capítulo 3). Todo eJ de ciencia y cualitkación sigue estando dentro del ronccptualmente sencillo marco de un
tema posee un aire de algún modo misterioso, que apela a lo oculto, en modelo mecánico: arregl.1r la parce dailada.
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Necesidad. acceso
Debemos enfatizar, por último, cómo los componentes de nuestro
marco son en sí categorías, dotadas de una rica estructura interna. Para
mostrar sus complejos contenidos, cabe expandir cada celda y epígrafe
(capítulos 4 y 11 ). Conviene, por tanto, cuidar mucho -y en general, evi- ,1,

tar- tratarlas como susceptibles de representación adecuada mediante al- 1

guna variable homogénea sencilla y, mucho menos, someterlas a mani-


pulaciones matemáticas o estadísticas en tanto que variables. Variables Otros
únicas pueden captar ciertos aspectos de una categoría particular, pero no Entermedad
Asistencia
son lo mismo que ella. Más aún, en contextos específicos, podría suceder sanitaria
que lo crítico para la salud de los individuos y las poblaciones fuesen las tacto res
interacciones entre factores de distintas categC'rias de determinantes, así
como su secuencia temporal. En el capítulo siguiente se las discute en más 1

detalle. h

ENFERMEDAD Y ASISTENCIA SANITARIA: Curación. cuidados


UN FUNDAMENTO (DEMASIADO) SENCILLO
Figura 2.1. Modelo de retroalimentación simple entre salud y asistencia sanitaria.
Construiremos nuestro marco componente a componente, de manera
progresiva, añadiéndole complejidad en respuesta a las inadecuaciones
demostradas en la etapa precedente, y en correspondencia aproximaCUI con se ve reflejado explícítamente ni en la Figura 2.1 ni en la mayoría de las
(nuestra interpretación de) la evolución histórica de la base conceptual de políticas de salud 6 • Que La gente responda o no a circunstancias adversas
la política sanitaria a lo largo del último medio siglo. El primer y más sen- contactándolo, buscando el estatus de «paciente», depende de sus percep-
cillo estadio define la salud como ausencia de enfermedad o lesión, con- ciones sobre la severidad del problema y sus expectativas sobre dicho sís-
siderando central la relación entre salud y asistencia sanitaria. La primera tema formal, frente a su propia capacidad de solucionar las cosas y sus
se representa en términos de las categorías y capacídades de la segunda. sistemas de apoyo informales. Tales expectativas y reacciones, pues, están
Tal relación puede expresarse con un modelo de retroalimentación sen- incluidas entre los «otros factores» determinantes del conjunto de pato-
cilla. como el recogido en la Figura 2.1, exactamente análogo a un sistema logías que se presentan. a los cuales el sistema asistencial da respuesta.
de calefacción regido por un termostato. El sistema asistencial combina entonces las funciones de termostato y
En este marco, la gente <<se pone mala» o resulta <<herida>> por razones de caldera, inierpretando su entorno, decidiendo la respuesta idónea, y res-
inespecíficas diversas, representadas por las flechas no etiquetadas que en- pondiendo. El nivel de respuesta viene determinado por el «acceso>> a la
tran por el lado izquierdo. Puede entonces responder presentándose ante asistencia que una sociedad concreta haya provisto para sus miembros.
el sistema asistencial, donde son definidas e interpretadas las enfermeda- Este acceso depende tanto de la combinación de recursos humanos y fí-
des y lesíones resultantes, para dar lugar a «necesidades» de modalidades sicos disponibles -médicos, enfermeras, hospitales, equipo diagnóstico,
asistenciales concretas. Este papel interpretador es crítico, pues la defini- fármacos, etc.- como de los sistemas administrativos y financieros exis-
ción de necesidad depende del estado de la tecnología médica. Las pato-
logías frente a las cuales (se cree que) no cabe hacer nada útil, pueden ser 6 Hasta el punto en que la polilica abicrra reconoce este proceso, tiende a respon<ler cOTI

lamentables y muy perturbadoras, pero no constituyen necesidades de actividades de marketing que:: ~timulan a la gente a solicitar asistencia. Una sorprendente
asistencia. Si bien el paciente siente la perturbación, es el sistema asisten- proporción de la llamada promoción de la salud incluye fonnas diversas de mensajes tipo
«vaya a vc::r a su médico». y sería más c::xacto llamarla «promoción úc:: la enfo,mcdad». Las
cial quien define la necesidad. medidas para estimular el hacer frente a las cosas «de modo infonnal» <leber :n, entre otras.
Sin embargo, las necesidades potenciales de asistencia sanitaria se pre- incluir r~comendacioncs de no contactar ~'On el sistema asistencial en cir<.:un ancias concre-
filtran antes de alcanzar al sistema asistencial, proceso importante que no tas: prácticamente nunca se oyen recomendaciones así.
38 ¿POR OUÉ ALGUNA GENTE ESTÁ SANA Y Ol h A NO? PRODUCIR SALUD, CONSUMIR ASISTENCIA SANITARIA 39

temes, que determinan si un individuo concreto recibirá los servicios de asistencia sanitaria debe ocurrir en un contexto de consideración con el
estos recursos. y bajo qué condiciones 7. confo rt de las personas a las cuales se sirve. No hay excusa para infligir
La flecha de arriba de la Figura 2. 1, por tanto, refleja la respuesta po- gra1uitamente molestias a nadie, y en ningún caso debe hacerse a los pa-
sitiva del sistema asistencial fre nte a la enfennedad: proveer asistencia. Su cientes sentirse peor de lo imprescindible. Ahora bien, sobre los servicios
forma y escala. sin embargo, están influenciadas. mediante una especie de que sólo representan confort, es importante plantearse las siguientes dos
sistema de «dos led as», por la definición profesional de las necesidades cuestiones: 1) ¿por qué profesionalizarlos. asignando a los proveedores
-qué hacer en circunstancias concretas a o por la gente con desviaciones «oficiales» de asistencia sanitaria el privilegiado derecho de prestarlos?, y
de salud concretas- y por la colección completa de instituciones que en 2) ¿por qué conceder a los clientes del sistema el premio de un acceso pri-
cada sociedad movilizan los recursos necesarios para afrontar dichas ne- vilegiado a tales servicios? La vida de mucha gente, que ninguna defini-
cesidades y asegurar el acceso a la asistencia. ción sensata incluiria como en ferma, resultaría, sin embargo, considera-
Au nque esas instituciones organizadoras y financiadoras poseen es- ble mente mejorada con servicios de confort pagados por la colectividad 8.
tructuras muy distintas de una sociedad a otra, sus tareas, al igual que los En este marco conceptual, el nivel de salud de una población es el ne-
problemas y confl ictos que afrontan, son esencialmente similares. Tam- gativo o inverso de la carga de enfermedad. En la Figura 2.1, esta última
bién las tecnologías como tales. además de los roles institucionales y pro- resuharía análoga a la temperatura del aire de una casa, tomando un sis-
fesionales en juego en la asistencia sanitaria, muestran una notable simi- tema de calefacción como modelo. El sistema sanitario diagnostica la en-
litud entre las diversas sociedades modernas. S\'.giriemlo que para pensar fo rmedad y responde con un tratamiento ante ella; el termostato detecta
las relaciones en tre salud y asb1e ncia sanitaria, dichas sociedades compar- en la tem peratura del aire una caída y hace que la caldera empiece a fu n-
ten un marco intelectual común. cionar. El resultado es una reducción de la enfermedad/u n aumento en la
La flecha inferior completa el bucle de la retroalimentación; refleja la temperatura de la habitación. Los factores externos -patógenos. acciden-
pn.:sunción de que la provisión de asistencia reduce el nivel de enferme- tes- <<ca usante!>')> de la enfermedad son análogos a la temperatura exte-
dad, mejorando por tanto la ~alud. La fuerza de esta relación negativa re- rior de la casa; una noche muy fria equivale a una epidemia. Pero las con-
presenta la efectividad asis1encial. Entre los efectos se incluyen restaurar secuencias de tales acontecimientos externos son moderadas por la
y mantener la salud (proveer «curaciones»); prevenir el deterioro adicio- respuesta de los sistemas de calefacción/asistencia sanitaria.
nal: aliviar los síntomas, en particular el dolor; ofrecer ayuda para afron- Dependiendo del grado y la duración de las desviaciones respecto de
tar lo inevitable; y aportar tranquilidad mediante la interpretación auto- la temperatura deseada considerados permisibles, seria posible, por su-
rizada de los hechos. puesto. colocar el termostato para que saltase a diferentes temperaturas,
En este marco cuadra de modo más bien amhiguo el importante rol así como contar con un sistema de control de la caldera más o menos so-
de la asistencia sanitaria de proveer confort al afligido; es fácil entender fisticado. De modo similar, cabe pcnnitir un acceso a la asistencia a dite-
que. entre los servicios claramente identificables como capaces de hacer rentes ni vele~. afrontando distintos grados de «necesidad», y con toleran-
sentirse hien a la gente, pero sin influencia presente o futura sobre su es- cias más restrictivas o relajadas frente a los excesos o los defectos en el
tado de salud, definido como se quiera, se incluye toda una gama de ac- servicio.
tividades no consideradas habitualmente la mayoría de ellas como asis- No obstante, los sistemas son distintos, pues la temperatura de la casa
ti:-ncia sanitaria (Evans, 1984. capitulo 1).
Obviamente. la provisión de servicios reconocidos en general como
• Los proveedores de asisu:ncia, panicularm~nlc: las enfermera, , ~uelen enfatizar sus fun-
cion,:~ L-omu cuidadoras. La cuestión aqui no es rn absoluto que cuidar care zca de impor-
La rxperiencia d~ EELl.: w nsti1uye una <:tara demostración de la disti nción enlre la~ ta ncia o "alor. sino que en modo a lguno cons1i1uye una prerrogativa de los proveedores de
d imensiones «de recursos» y «ad min istrativo-fi nanciera» que tiene el acceso. Los fatados a,isle ncia sanitaria. Más aun . el <<contrato social» por el cual los miembros de una comuni-
Un idos dedican a produci r asistencia sanitaria una fra<x ión mucho mayor de sus recurso.~ dad concreta asumen rcspunsabilidad colectiva (fi nanciera) J)Ot la salud de los demás, defi-
nac-ionales q ue ni nguna otra nacion, y gastan mucho más pcr c:.\µita {Schieber and Po ullier, nida en ti:rminos estric tos. no neccs.ariamcnte se extie nd e a la respo nsabilidad por s.u felici-
J989: OECD Senetaríat. 1989). Aun asi, las peculiaridades de su sistema de financiación ge- dad. «Cuidar». independ ientemente de cualquier <<curación» o al me nos prevención d el
neran un acceso severamente restringido (o incluso negado) a una minoría sustancial de sus de1erioro contempladas. representa extender la «lfnea de produclo&> -e ing· .:sos pOr ven-
óudadanos. Por otra parte, un «accc.~o» nominal mcme univers;il a un sistema con recursos ¡¡¡s- del sistema asislencial. Si los compradores colectivos. de estos ser.·icios_ ,úblicos o pri-
burdamente inadec uados [)O<lría resultar igualmente engañoso.· vados. nunca acordaron <le hecho cs1a extensión. su base ética es en tonces b· tantc débil.
. ¿POR QUÉ ALGUNA GENTE ESTÁ SANA Y OTRA NO? PAOOUCIR SALUD, CONSUMIR ASISTENCIA SANITARIA 41

podría aumentarse más o menos indefinidamente a base de colocar com- seguir resultando «demasiada». Las intervenciones dolorosas que prolon-
bustible en la caldera (o anadiendo más calderas). Por contra, la expan- gan no la vida, sino el morir, son calificadas generalmente de daninas por
sión del sistema asistencial está en principio limitada por la carga de en- quienes se ven forzados a padecerlas. En términos más generales. los efec-
fermedad remediable. Cuando cada individuo hubiese recibido toda la tos colaterales de una terapia «con éxito» pueden en algunos casos resul-
asistencia sanitaria que concebiblemente pudiera beneficiarle, se habría tar para el paciente peores que la enfermedad.
afrontado toda la necesidad y se habría alcanzado la salud, en el sentido En segundo lugar. aun resultando beneficiosa la asistencia para quien
estrecho de ausencia de enfermedad o lesión (remediable). La salud tiene la recibe. en términos tanto de salud como de bienestar, puede seguir
aquí un tope superior; la temperatura del aire, no. Resultase posible o no, siendo «demasiada» si los beneficios que produce son muy pequeños en
lus ocupantes de la casa en la vida real, por supuesto, no querrían una relación a sus costes -las otras oportunídades que el paciente o los demás
temperatura cada vez mayor. Demasiado es tan malo como demasiado pierden. De ser la salud una meta importante en la vida. pero no la única.
pot·o. Por contra. las palabras «demasiado saludable» carecen de signifi- incluso la asistencia sanitaria efectiva puede llegar a resultar «demasiada»
cado obvio. Más es siempre mejor una aproximación más cercana al ideal (Woodward and Stoddart, 1990).
de la salud perfecta, o al menos de la mejor salud conseguible 9• Y, finalmente, un componente importante de la salud es la percepción
Las diferencias, sin embargo, son más aparentes que reales, puesto que, del individuo de su propio estado. Un sentido exagerado de la fragilidad
en la práctica, las necesidades asistenciales profesionales definidas se ajus- no es salud, sino hipocondria. Induso presentado bajo la insignia de la
tan u la capacidad del sistema y a las presiones que éste reciba. El objetivo «promoción de la salud», demasiado énfasis en la cantidad de cosas sus-
de la salud, el espejismo del cual hablaba René Dubos ( 1959), siempre se ceplihlcs de ir mal puede generar ansiedad excesiva y cierto scntído de de-
desvanece al destinar más recursos a la asistencia sanítaria. Cuando ame- pendencia de la asistencia sanitaria -desde el chequeo anual a la moni-
nazan con desaparecer las antiguas formas de enfem1edad o lesión. se de- torización continua. Para la «industria de la asistencia sanitaria» es algo
finen otras nuevas. Siempre hay «necesidades sin 1frontar» 10. muy ventajoso en términos económicos 11 y quizás contribuya en alguna
Más aún. sí bien no es posible estar demasiado sano, las palabras «de- medida a la reducción de la enfermedad. pero no se corresponde con nin-
masiada asistencia sanitaria» sí poseen un significado obvio, al menos a gún concepto más general de la salud (Illich, 1975; Haynes, Sackett, Tay-
tres niveles. En primer lugar, y puesto que las intervenciones potentes son lor, Gibson and Johnson, 1979; Toronto Working Group on Cholesterol
siempre potenciolmente dañinas, demasiada asistencia sanitaria puede dar Policy, 1989).
como resultado dat'lo a la salud entendida en sentido restrictivo -enfer- A di fcrcncía de los sistemas de calefacción, sin embargo, los sistemas
medad yatrogénica. Pero incluso contribuyendo la asistencia a la salud en asistenciales no tienden al equilibrio estable entre mantenimiento de la
tal sentido estrecho -por ejemplo. manteniendo vivo al paciente- puede temperatura y uso del eombustíble. La combinación de la proclama «ética»
de que toda necesidad debe ser afrontada y la regularidad empírica de que,
afrontada una, se descubre otra, aparentemente bosta el infinito, coI'!duce
., La mejor salud conseguible plantea la pregu111a sobre los me<lios de los cuales conse-
en todas las sociedades desarrolladas a una presión progresiva en favor de
guir dicha salud. Lna situacíón hipo!ética en la cual cada miembro de una población hu-
hiesc recibido toda la asi;tencia sanitaria potencialmente beneficiosa podna. pese a iodo, in- expandir los sistemas sanitarios. Es como si ningún nivel de temperatura
c.:luir gente en situación dis1ante de dicha salud cons~guíble, por no haberse considentdo fuese suficientemente alto; siempre hay que añadir más y más combusti-
adecuadamente otras medidas ubicadas fuera del sistema asistencial. ble a la(s) caldera(s) 12•
" La respuesta de la pediatria al colapso del boom de los niños de mediados de los sc-
,enta consti1uye un ejemplo clásico. Jus!o a 1iempo de impedir que apareciera el subempleo.
s~ de-scuhrió la ,mucva pediatiia» -los problemas sociales y emocionales de los adolescen-
kS. En la otra puma del rango de edad de esa especialidad, el progreso en la neonatología 11
La~ r;c,millas son necesarias porque el sistema asis1cncíal, y la gente en su interior, no
asegura una provisión creciente M niño~ de muy bajo peso que sobrevivirán hasta la infan- ~on simplem~n1c una «industria» en el sentido de conjunto de actividades y actores sóio mo·
cia. c.:on su compleja carga de problemas médicos subsidiarios de intervención. La o<lonto- ti vados por consideriKiones económicas. Pero en la medida en que lo son -y es imliscutible
Jogia apona otro ejemplo igualmente dramáüco. La cada vez menor incidencia de caríes dental que. aun no siendo las únicas motivaciones, las consideraciones económicas imponan- es-
ha conducido no al subempleo entre los dentistas generales, sino al surgimiento de nuevas tas observaciones siguen resultando aplicables.
1
formas de cuidar la boca. No estamos sugiriendo que estas respuestas uel sistema sean pro- = Si las compañías de suministro de combustible esLableciesen los estándares medioam-
duc10 de una hlisqueda consciente y deliberada de soluciones 1'.)0r parte de los propios bientales de los edifidos, ¿tendríamos problemas similares con la regulación de los termos-
proveedores:casí con certeza no es asi. Pero el resultado es d que cs. tatos?
42 ¿,POR QUÉ ALGUNA GENTE ESTÁ SANA Y OTRA NO? Ph ~ .JUCIA SALUD, CONSUMIR ASISTENCIA SANITARIA 43

Costes asistencia les crecientes disti ntas, sea en términos absol utos o co mo pro porción de sus ingresos
nacionales (Schieber a nd Poullier, 1989 : OECD Secretariat, 1989).
Gasten poco o mucho. no obstante. en todos esos países existe una
tensión expresa entre las siempre crecientes nl.'cesidade!i y los cada ve"L. más
restringidos recursos. Pese a la clarísima observación de que los recursos
destinados a asistencia sani taria en Estados Unidos son mayores y crecen
Otros
Enfermedad
As iste ncia a más velocidad q ue los de ningún otro país del mundo, incluso allí en-
sanitaria cuentra uno proveedores asistenciales que aducen estar afrontando res-
factores
t ricciones cada vez más ser ias en los recursos puestos a su disposición
(Reinhardt, 1987).
~ucstra interpretación de esta observación es que las percepciones de
Curación, cuidados
crisis en la financiación de la asistencia sanitaria surgen de co nflictos so-

'
bre el nivel de gastos del sector (y, por tanto. por definición , también so-
bre los niveles de ingresos conseguidos con su provisión). Tales coníl ictos
Epidemiología clínica
tiene n lugar siempre q ue las instituciones pagadoras intentan limitar la tasa
Evaluación de la asistencia sanitaria
Investigación d e servicios, e tc. de crecimiento de los recursos q ue fluyen hacía el sistema. Son indepen-
dientes del nivel real de provisión de asistencia sanitaria a la población, o
Figura 2.2. Modelo de re t,oa:irne ntac,ón ae :a expans ión de los s istemas de asis tencia de su gasto, por no hablar siquiera del nivel de salud, en cualquier form a
sanita na .
que se la defi na. Parecen también desarrollarse independientemente del
meca nismo concreto de pago utilizado en el país.
Tampoco importa. como muestra el ejem plo norteamerica no, si los
PREOCUPACIONES ACERCA DEL COSTE, LA EFECTIVIDAD intentos de limitar la escalada de costes tienen éxito. Las percepciones de
Y LA CONTRIBUCIÓN MARGINAL DE LA ASISTENCIA SANITARIA crisis surgen del intento, no del resultado. En consecuencia, no debe es-
perarse encontrar - o, al menos, no entre los países de Europa Occidental
El resultado se muestra en la Figura 2.2, cuya flecha de arriba, acceso y Nonea mérica- conexió n alguna entre la salud de una población y ale-
a la asistern.:ía. se ha ampliado mucho para reflPjar una «crisis de los cos- gacio rn;s de crisis en la fi nanciación de su asistencia sanitaria.
tes de la asistencia sa nitaria» JJ . Comparando la experiencia internacio- En la flec ha inferior, y de manera íntimamente conectada con las per-
nal. se descubre el carácter virtualmente universal de la percepción de di- cepciones de crisis de costes, encontramos una creciente preocup.:1ción por
cha crisis, al menos en Europa Occidental y Norteamérica. Es interesa nte la efectividad con la cual los servicios asistenciales responden a las nece-
señalar. sin embargo, q ue esos países gastan realme nte cantidades muy sidades. El desarrollo y rápida expansión de la epidemiología clínica, por
ejemplo. refleja una preocupación con el hecho de q ue la base científica
su byacente a gra n parte de la asistencia sa nitaria es entre débil y no exis-
' J u:i retórica de la •<c risis dr los costes» ra ras veces, si es que alguna, ret-unoce la extre-
madamente imp?rtamc distinción e ntre gastos, o desembolsos, y el cont-epto que maneja- tente. En términos más generales, el creciente campo de la investigación
mos los economistas de recurso, o coste de opon un idacl. Los gastos en asistencia sanitaria <le .servicios ha acumulado amplias evidencias que no son consistentes co n
pueden crecer (o caer) bien por estar usándose más (o menos) recursos de tiempo, esfuerzo la asunción de q ue la provisión asistencial se halle conectada de ninguna
~- habilidades ~uma nos, equipamien to de capital y materias primas en su p roducción, 0 po r manera sistemática, o sólidamente científica, con las «necesidades» de los
esta r los pro p1etan os de dichos recursos reci biendo mayores (o menores) pagos por e llos
- mayores (menores) salarios, tarifas o precios. La flecha que va de asistencia sanita ria a en- e,
pacientes, ni con resultados demostrables (Banta al.. 1981 ; Eisenberg,
fermedad representa una respuesta, en fo rma de bienes y servicios prestados como tales - re- 1986; Feeny et al., 1986: Lomas, 1990a; Ham, I 988 ; Andersen a:nd Moo-
cu rsos reales. Ahora bien, gran parte del debate público sobre subfinanciación y crisis de coste ney, l 990). En co nsecuencia, se tiene la percepción de que el muy a umen-
versa rea1meme sobre los ingresos relativos de los proveedores de asistencia no sobre la can- tado flujo de recursos haeia la asistencia sanitaria carece de im pacto me-
tidad Yel tipo de ésta prestada. Por ra;,.ones pol!ticas ohvias, las peticiones <le ingresos se pre-
5en1an frccuen1cmente co mo si constituyesen asen o~ sobre lo s niveles asistenciales (Evans.
dible -y, en algunos casos, de todo impacto- sobre el estado de salud.
1984, capítulo !; Rcinhardt. 1987). · Tampoco existe ninguna conexió n demostrable entre las variaciones in-
44
¿POR OUÉ ALGUNA GENTE ESTÁ SANA Y OTRA NO?
PRODUCIR SALUD. CONSUMIR ASISTENCIA SANITARIA 45

ternacionales en el estado de salud y las variaciones en el gasto sanitario


(Culyer, 1988). bastante sensíble a intervenciones y cambios estructurales por fuera del
De haber un impacto medible, los esfuerzos por controlar los costes sistema asistencial.
presumiblemente serian menos intensos (y quizás más concentrados en los Esas preocupaciones y evídencias en modo alguno son nu~vas -se re-
ingresos relativos). «La contención de costes en sí misma no es un obje- montan al menos dos décadas atrás. Pese a todo, la mayona del debate
tivo sensato» (Culyer, 1989). El rápido aumento en el gasto de ordena- público 'y político 'sigue girando en torno a la retórica de las «~emandas
dores no ha generado ninguna llamada en favor de recortarlo. Un sístema no afrontadas» de asistencia sanitaria. En la sabíduria con~enc1onal, po-
asistencial que. por ejemplo, pudiese «cur,!r>> las infecciones respiratorias pular y profesional, se da un curioso ~e~encajc, en. el sentid~ de q~e la
de vías altas -resfriados y catarros- tendría un impacto positivo enorme, extendida preocupación por la efect1 v1dad del sistema as1stenc1al. Y
tanto sobre la productividad económica como sobre la felicidad humana, la aceptación del significado de los factores que suby~cen fuer~ del sis-
y bien valdría un con:siderable gasto extra. [gua! sucedería con la «cura» tema, coexisten bastante confortablemente con las continuas queJas sobre
de la artritis. De ofrecerse esos beneficios, sospechamos que pocas socíe- insuficíencías v subfinanciación.
<lades pondrían pegas a aportar los recursos extra necesarios para produ- La periódi~a «insuficiencia» de enfermeras hospitalaria~ en Canadá Y,
cirlos: tales recursos. ciertamente. rendirían en considerable medida por sí en rigor. en gran parte del mundo industrializado, ~onstituy~ un buen
mismos, en forma de una mayor productividud 14• ejemplo. La «insuficiencia» de personal de enfermena llev? siendo mo-
La combinación de una preocupación virtualmente universal entre tivo de preocupación en nuestro país más de un cuarto de.siglo. Durante
quienes pagan la asistencia sanitaria ante la escalada de costes, con la evi- ese tiempo, no obstante. ha habido entre los ob~e.rva~?res informados u~
dencia creciente en la comunidad investigadora internacional de que una acuerdo virtualmente unifonne sobre que la ut1ltzac1on de camas hosp1-
significativa proporción de la actividad asistencial es inefectiva, inefí- talarías en régimen de ingreso en Canadá es sustancialmen~e mayor.de lo
cíente. ínexplicable o simplemente inevaluada, constituye un juicio ím- necesario, emprendiéndose incluso iniciativas para red~cirla. _Pon_1endo
plícíto de que las «expansivas necesidades» a las cuales responden los ex- ambas cosas jumas, la conclusión seria que existe una «msufic1enc1a» de
pansivos sistemas asistenciales, o bíen no tienen suficientemente alta enfermeras para prestar «asistencia innecesaria>>. .
prioridad como para justificar tal gasto, o sencillamente no están siendo La cuestión signíticativa no es la validez, o cualquier otr~ cosa,_ de ~m-
afrontadas en absoluto. guna de ambas percepciones, sino el que no cuadren entres~. En te~mos
:--io se trata de que no queden necesidades, de que las poblaciones mo- del modelo termostático, la discusión pública sígue consist_iendo casi por
dernas hayan alcanzado un estado óptimo de salud. Obviamente no es eso. completo en la argumentación de los proveedores (con cons1de1:able apoyo
Tampoco está nadíe diciendo que la medicina carezca de efectos sobre la <le la calle) de que la temperatura de la habita~ión no está sufic1entem~nte
salud. Sería asimismo claramente una falsedad. La preocupación resíde alta o corre el peligro de caer. o que se avecma una severa ola de fno ... ,
más bíen en que las insuficiencias que persisten, la carga continua de en- pcr¿ en cualquier caso resulta imperio~o instalar .más y mayores caldcrns
fermedad, incapacidad, tensión y muerte prematura, es cada vez menos inmediatamente. así como comprar mas combustible. Entre tanto, l?s ~a-
sensible a expansiones adicionales de la asistencia sanítaria. Estamos al- gadores -en Canadá, los gobiernos de las regiones, llamados provmc1a-
canzando los límites de la medicina. Crece al misr.;o tiempo la evidencia, les-, con el corazón en un puño a cuenta del tamaño de la factura d~l
tanto cualítatíva como cuantitatíva, de que dicha carga podría resultar combustible y buscando con muy poco apoyo externo formas de hacer mas
eficiente el sistema de calefacción actual.
14 Mejorar la eficiencia del sistema de c~efacción es ciertamente un º.b-
Podn:a. no obstante, seguir habiimdo un interés bastanle justificable en los patrones de
precios e ingresos generados por tal asistencia (ver noca 13). Como ha demostrado el ejemplo
jetívo laudable, aunque resulte .co~prens1ble que los_ ~roveedor~s de asis-
de los ordenadores, un mercado competitivo pui:dc generar presiones intensas que automá- tencia sanitaria. como los prop1etanos de las compamas de summ1stro de
ticamente controlen precios e ingresos. En ningún sitio, sin embargo (ni siquiera en los combustible, puedan concederle menor prioridad que los responsables de
EEUU). se presta la asistencia sanitaria a través de semejante mercado, y no ha sido a.si du- pagar la factura. Sin embargo, existe un~ cuestión ~uc110 más fundamen-
rante al menos cien años. Existen excelentes razones por ello ( ver, por ejemplo, Evans, l 984;
Culyer, 1982), sin que vaya a cambiar la situación de hecho en un fi.¡turo previsible. En con-
tal. Lo importante para la gente que vive en el ?d1~~10 es sob~e todo el
secuencia, para abordar los u:mas <le la distribución de ingresos seguirán siendo necesarios nivel v la estabilidad <le la temperatura de la hab1tac10n, no e_l sistema ?e
otros mecanismos, con su COTTcspondicnte controver.;ia. calefacción en SÍ. Acabarán concentrándose de manera exclus1va en el SIS-
tema de calefacción si perciben que es la úníca forma de controlar la tem-
46 ¿POR QUÉ ALGUNA GENTE ESTÁ SANA Y OTRA NO? PRODUCIR SALUD. CONSUM IR ASISTENCIA SANITARIA 47

peratura de la habitación. Pero como se aprendió en Norteamérica tras el mi nantes de la salud. los burócratas fin ancieros. ta nto públicos como p ri-
shock del petróleo de 1974 (y no era la primera vez), las cosas no son así. vados, han acabado conviniéndose en aliados (con frecuencia bastante
De manera similar, el sistema de asistencia sanitaria no es un fin en sí sospechosos) de los partidarios más tradicionales de estas postu ras (Evans,
mismo para la población general. En un medio para conseguir un fin, el 1982; McKinlay, 1979).
mantenimiento y la mejora de la salud (Evans, 1984). Y aunque poca gente
ha seguido a Ivan Illich (1975) en su teoría de que no tiene ningún efecto
positivo - sino uno ciertamente negativo- sobre la salud de aquellos a EL CONCEPTO DE TERRENO SANITARIO:
q uienes sirve, está creciendo rápidamente tanto en cantidad como en ca- UNA NUEVA PERSPECTIVA
lidad, como a ntes se señaló, la d isponibilidad de evidencias sobre la ü n-
portancia de factores que mejoran la salud pero radican fuera de él. Dicha visión más amplia recibió expresión pa11icularmentc compacta
Pero el marco intelectual reflejado en las Figuras 2.1 y 2.2 empuja es- y bien articulada en el documento político canadiense al cual antes se hizo
tos otros, y quizá más poderosos, determinantes de la salud fuera de la re ferencia, y que apareció - presumiblemente, por pura casualidad- el
escena, hacia el amorfo conglomerado de flechas que p enetran por la iz- mismo año de la primera «crisis energética». Su marco «de c uatro terre-
quierda del diagrama. Por implicación, resultan impredecibles, o al me- nos>> para categorizar los determinantes de la salud era suficientemente
nos incontrolables, con lo cual no tiene mucho sentido gastar d emasiada amplio como para expresar diversas inquietudes de quienes estaban inten-
energía intelectual, n i atención política, en identificarlos o intentar influir tando desplazar la preocupación exclusiva por la asistencia del centro de
so bre ellos. D urante la mayoria del siglo xx, -los rápidos avances en las la política sanitaria. En la Figura 2.3 se superpo ne este m arco sobre el mo-
bases científicas, organizativas y financieras de la asistencia han estimu- delo <<termostato-caldera» de asistencia sanitaria y salud.
lado esta marginación, y se ha n visto a la vez esti mulados por ella. Hemos La Nueva Perspectiva propon ía catcgorizar los detem1inantes del es-
prestado casi toda nuestra atención al responsable de la calefacción y a tado de salud bajo los epígrafe::; «estilos de vida», <<medioambicnte», «bio-
quien nos vendía el combustible. sin tiempo o interés para aislar la casa. logía humana» y «organización de la asistencia sanitaria». Co mo puede
A principio de la década de los setenta, sin embargo, la totalidad de verse en la Figura 2.3, las tres primeras categorias identificaban específi-
las naciones desarrolladas tenían amplios y costosos sistemas asistenciales. camente algunos de los factores, calificados de «otros y no especificados>>.
respaldados por mecanismos de fi nanciación colectiva que p roporciona- que en las Figunts 2.1 y 2.2 entraban por la parte izquierda. Etiquetando
ban acceso a todos (o, en el caso de los Estados Unidos, a la mayoría) sus y categorizando estos factore s, el documen to llamaba la atención sobre
ciudadanos. Aun así, las ganancias en salud resultantes fuero n más mo- ellos y sugería la posibilidad de que su control p udiese contribuir más a la
destas de lo que algunos hubieran p odido anticipar, en tanto seguían sin mejora de la salud humana que continuar expandiendo el sistema asisten-
disminuir las «necesidades no afrontadas», o al menos las presiones para cial. Como mínimo, el marco de los <<cam pos de la salud» enfatizaba el
expandir el sistema. Una simple proyección de las tendencias indicaba que, carácter central de esta última como objetivo, y el hecho de que l.i asisten-
en el relativamente corto plaw de tiempo de unas décadas, los sistemas cia sanitaria era una entre varias maneras de encarar la política pública su
asistenciales de las sociedades modernas a·cabarían necesitando la totali- consecución.
dad de sus economías. Confom1e la preocupación del público pasaba de El citado documento fue recibido de manera muy positiva en Canadá
la expansión hacia la evaluación y el control, comenzó a reafirmarse la y en el extra njero: nadie se atrevió a cuestionar seriamente su mensaje bá-
tradición alternativa. En un entorno así, la respuesta lógica era interesarse sico de que quiénes somos, la manera co mo vivimos y dónde vivimos,
cada vez más por formas alternativas, quizás más efectivas y ojalá que constituyen influencias poderosas sobre nuestro estado de salud. Sin em-
menos caras, de promover la salud. bargo, la res puesta política idónea fu e menos clara, porque el docume nto
El resurgir del interés por formas de mejorar la salud de la población podía ser leido de varias maneras distintas. En un extremo del espectro
distintas a seguir expandiendo los sistemas sanita,-jos, tuvo, por tanto, sus ideológico, fue visto como una apelación en favor de políticas sociales
raices en la preocupación por el crecimiento de los costes y en la obser- m ucho más intervencionistas que, en el esfuerzo por mejorar la salud de
vación de la tozuda persistencia de los procesos patológicos. Como se de- la población canadiense y por aliviar su carga de morbilidad y mortalidad,
talla en los capítulos 8 y 10, ha sido particularmente importante a la hora fu esen más allá de la provisión pública de la asistencia sanitaria per se.
de «reclutar nuevos partida rios>> para la visión más amplia de los detcr- En el otro extremo, por contra, la as unción de q ue los estilos de vida
48 ¿POR OUÉ ALGUNA GENTE ESTÁ SANA Y OTRA NO?
PRODUCIR SALUÓ, CONSUMIR ASISTENCIA SANITARIA 49

Estilo de vida Medioambiente de los procesos que operan sobre la salud a nivel de grupos y poblaciones
Biología (Buck, 1985). El fumar, por ejemplo, era visto como un acto individual
humana
que predispone a enfermedades específicas. Una contaminación atmosfé-
' '
Costes asistenciales crecientes
- rica concreta contribuye a la enfermedad pulmonar. Los defectos genéti-
cos dan como resultado enfermedades genéticas bien definidas. Se pre-
serva la relación tennostática central, en la cual la salud es ausencia de
enfermedad y la asistencia sanitaria, la respuesta a ésta aporrando <<cura>>
n
1 t! r
o aliviando síntomas, individuo a individuo.
Para ilustrar la distinción, pueden formularse políticas de salud para
hacer frente al cáncer mediante un espectro que va desde lo individual a
Otros lo colectivo. Cabe aumentar las instalaciones para tratar pacientes de cán-
- Enfermedad
Asistencia
sanitaria
cer. respuesta completamente individualizada y reactiva. Puede también
tac to res
.. aumentarse la investigación sobre el tratamiento de esu enfermedad, ac-
tividad cuyo único enfoque colectivo radica en que los perceptores con-
cretos de los nuevos tratamientos no serían conocidos con antelación.
Pueden lanzarse campañas antitabaco, intentando inducir a algunos in-
Curación, cuidados 1 dividuos cuyas características son conocidas -fuman- a que cambien

'
voluntariamente su conducta. Dichas campañas, a su vez, pueden ser
Epidemiología clínica completamente individualizadas -pagar o estimular de cualquier otro
Evaluación de la asistencia sanitaria modo a los médicos para que proporcionen consejo, por ejemplo- o
Investigación de servicios. etc.
consistir en publicidad dírígida a la población general. Otra posibilidad
Figura 2.3. Marco de cuatro campos de los determinantes de la salud añadido al modelo. sería intentar límitar la exposición involuntaria, regulando la presencia
de carcínógenos en el medioambicnte, a base de establecer zonas obligato-
y, en menor grado. los entornos en los cuales se vive son elegidos por las rias libres de humos (en hospitales, restaurantes, aviones, lugares de tra-
p~rsonas afectadas, pudo combinarse con el marco del Informe para adu- bajo. etc.), o regulando los procesos industriales.
cir que las personas son ~n gran medida responsables de su propio estado Centrar las cosas en factores de riesgo individuales y enfermedades
de salud -lo han esc.:og1do de hecho. En ese caso, la justificación de la concretas ha tendido a llevarlas no lejos de, sino de vuelta al sistema sa-
rntervención .~olcctiva, incluso en forma de provisión asistencial se hace nitario. Se ofertan intcrveneíones, particularmente dirigidas a estílos de
menos clara -~. Aunque al parecer dista de haber sido ésa la intención de vida personales, en forma de «consejo del proveedor» para dejar de fu-
los_ autores del documento. el marco de la Figura 2.3 se presta a «culpa- mar. utilizar el cinturón de seguridad, o modificar la dieta (American
b1hzar a la víctima». a<lemás de a presentar argumentos en favor de una Council of Lifc lnsurance and Health lnsurance Association of Ameríca,
reforma social más global (Eyans. 1982). 1988; Lewis, 1988). A su vez, se las subsume dentro de otros conjuntos de
Cualquiera que fuese la intención originaria, sin embargo, el docu- intervenciones más generales y en rápido aumento, que intentan modifi-
~ento dio paso a un periodo de análisis detallado de los factores de riesgo car los factore::; de riesgos mediante transacciones entre los médicos clíni-
md1v1duales; esto e~, de los peligros individuales y de las personas indivi- cos y cada paciente individual.
duales como contnhuyentes a la «enfermedad» en el sentido tradicio- De este modo se amplía la «línea de productos» del sistema sanitario
na¡ 16. Q ued.o oscurec1'da, s1. es que no perdida, la significación potencial para cubrir un conjunto de «enfermedades» definidas más ampliamente:

:s "º. inexistente. Ni en la tcoria ética ni en la práctica institucional hay oose alguna para
la propos1c1on. a1Tastrada en el seno de tanta economía normati,a, de que fa elección indi-
visión que presentamos a cominuación, y mucho menos que todos sus intérpretes subsi-
guientes hayan estado tan constreñidos intelectualmente. En nuestra per<.:epción, sin em-
vidual constituya la base ddinitiva, o incluso la única. de obligación (Etzioni 1988) bargo, el principlll impacto del marco de dicho Informe sobre los debates acerca de la polí-
16
:,.¡o quer-:mos con ello implicar qu~ los autores del documento tuvie;en !a limitada tica sanitaria y su <lesarrollo ha estado limitado en la forma que describimos.
50 • ¿POR QUÉ ALGUNA GENTE ESTÁ SANA Y OTRA NO? PROOUCIR SALUD. CONSUMIR ASISTENCIA SANITARIA 51
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las conductas no saludables. Acaba difuminándose la frontera entre, por mienza nom1almente en la infancia. En consecuencia, presumir que los
ejemplo, la enfermedad cardiaca manifestada en sus síntomas, o en me- usuarios «escogen» racional y voluntariamente fumar como un <<estilo de
diciones elevadas del colesterol sérico, o en forma de consumo excesivo vida>> resulta panicularmentc inadecuado. Más aún. la observación de que
de grasas. Todas son «enfermedades» y reflejan una «necesidad» de ínter- la conducta respecto al tabaco presenta una gradación muy marcada se-
\·encíón asístencial. Mediante este proceso de redefinición de la enferme- gún clase socioeconómica, tira por tierra el argumento de que represente
dad, el sistema de asistencia sanítaria convencional ha sido capaz de jus- elección individual alguna, indicando por contra la existencia de una forma
tificar la ampliación de su ámbito y de lanzar programas de screening. asi poderosa de condicionamiento social 17•
como colocar a un número cada vez mayor de personas en régimen con- En parte por estas razones, la política sanitaria canadiense ha ido más
tinuado de terapia fam,acológica y supervisión regular. allá de las campañas educativas de diseminación de información sobre los
El énfasis en los factores de riesgos indíviduales y las enfermedades cfecws nocivos de.:! fum<1r, limitando la publicidad y el marketing de los
concretas ha servido, por tanto, para mantener y proteger a las instítucio- productos del tabaco. La resistencia política a estas limitaciones ha sido
nes y formas de pensar sobre la salud existentes. Los «determinantes más mucho más intensa, lo cual sugiere primajacie que quienes comercian di-
amplíos» eran cuestión de atención para los individuos, quizás consul- chos productos temen la posibilidad de que resulten eficaces. Pero la cues-
tando con sus médicos personales, y apoyados por campanas de la unidad tión más amplia. cuáles son los determinantes sociales del uso del tabaco,
de salud pública local con carteles. Nadie sometía a escrutinio la conducta sürne estando abierta ; 8 .
de las organizaciones grandes y poderosas, o los efectos de las políticas - Por tanto. d marco intelectual del informe Lalondc, al menos como
económicas y sociales. públíc.:as y privadas. Semejante interpretación dd ha sido aplicado y se representa en la Figura 2.3, ha 1..·omplementacio al
documento no sólo encajaba con la zeilgei.w crecientcrncnte conservadora modelo termostático <l<: la salud como ausencia de enfermedad y la asis-
de los últímos setenta y primeros ochenta, sino que protegía e incluso re- tencia sanitaria como respuesta a ella. sin conseguir ir más allá del nicho
saltaba la posición económica de los proveedores de asistencia sanitaria, de su relación. Puesto que, como antes se dijo, define la «enfermedad»
restringícndo mucho a la vez el rango de los determinantes, y sus corres- mediante la interpretación por parte de los proveedores asistencíales de la
pondientes políticas, a lomar en consideración. Con la limitada excepción experiencia individual, quizás no resulte sorprendente que, al presentarlos
de la industria del tabaco. los intereses económicos establecidos no se vie- como determinantes de la enfermedad, el campo «organización de la asis-
ron amenazados. tencial sanitaria>> haya tendido a ocupar grandes partes de los otros tres.
Esta tendencia se vio reforzada por los intentos de estimar la contri-
bución relativa de los cuatro distintos campos o conjuntos de factores a
las alteraciones de la salud. Como señalaron Gunning-Schepers y Hagen AMPLIAR EL MARCO: SALUD Y SUS DETERMINANTES
( 1987), dividir con esa facilidad las fuentes de morcalídad, morbilidad, o BIOLÓGICOS Y DE CONDUCTA
utilización de la asistencia, en cuatro cajas «discretas» es fundamental-
mente plantear mal las cosas. El siguiente capítulo proporciona lln marco Con todo, en los años transcurridos desde la publicación del docu-
más sofisticado y flexible para repartir efectos. Aun así, la «opinión ex- mento Lalonde se ha acumulado una enorme cantidad de pruebas. pro-
perca» sugería que, de los tres campos externos al sistema asistencial, los venientes de muy diversas fuentes, que resultan difíciles o imposibles de
«estilos de vída» poseían el efecto sobre la salud mayor y medible de ma- representar dentro de su marco. El muy amplio conjunto de relaciones
nera menos ambigua. Dichos estilos de vida -la dícta, el ejercicio, el uso englobadas bajo el nombre de «estrés» y los factores que protegen contra
de sustancias- eran también los factores más fácilmente retratables como el mismo (Dantzer and Kelley, 1989: Sapolsky, 1990) han dirigido la
sometidos al control del índivíduo. Y ellos, a su vez, conducían a la polí- mención hacia la importancia de las relaciones sociales, o su ausencia,
tícamcnte inocua. no cara, altamente visible y relativamente ineficaz in-
tervención de las campañas de educacíón para la salud -desarrolladas por
el brazo de salud pública del sistema sanitario.
1
' ~ada de lo cual es nuevo para los .:ncargados de bac<::r marketing del tabaco.
·., Dchc hacers<:: notar, sin embargo, que la muy limitada experien~·ia de los primeros ai"ios
Las campañas antitabaco proporcionan un contraejemplo parcial, que &ctcnta con la publicidad anti-tabaco en la iclcvisión pareció sufkientement.: exi10,a como
ilustra la dificultad de romper el marco intelectual enfef111edad/asistcncía para que las compaüías tabaqueras descasen volunta1iamente abandonar este medio. hus-
sanitaria. El tabaco es no sólo tóxico sino adíctivo, y su adícción co- cando sacar de amena a su «oposición».
52 ¿POR OlJÉ ALGUNA GENTE ESTÁ SANA Y OTRA NO? PRODUCIR SALUD. CONSUMIR ASISTENCIA SANITARIA 53

como correlatos de la enfermedad y la mortalidad. De modo símilar, los cogerlo en mayor medida, y morir antes -incluso ajustando según los
sentimientos de autoestima y autovalía, la posición y el control dentro de efectos de peligros específicos individuales o medioambientales (Marmot,
una jerarquía, o, por contra, la carencia de poder. parecen tener implica- Shiplcy and Rose, 19 84).
ciones en términos de salud, bastante independientemente de los factores Lo anterior sugiere que para entender la relacíón existente entre posi-
de riesgo convcnc.:íonalcs (Dutton, 1986; Mannot, 1986; Housc el al., 1988; ción social o <<tensión» v salud hará falta investígar a un nivel más general
Sapolsky, 1990). que el de la etíología dd enfermedades concretas. Plantea asimismo lapo-
Estos tipos de factores sugieren explicaciones para el universal ha- sibilidad de que las respuestas políticas específicas por enfermedad -a
llazgo, en todas las naciones, de que la mortalidad y (cuando se la puede través del sistema sanitario, o de otra forma- no resulten suficiente-
medir) la morbilidad presentan un gradiente según clase socioeconómica. mente profundas como para conseguir demasiado efecto. Incluso si una
rngrcsos inferiores y estatus social más bajo están asociados con peor «enfermedad» es <<curada», otra ocupará su lugar.
salud 19 • En la Figura 2.4 se intenta ampliar adicionalmente nuestro marco in-
.A.unque frecuentemente se la malinterprete en ese sentido, esta rela- telectual para dar cabida a estas nuevas modalidades de evidencia. Se in-
ción, sin embargo, no indica que existan privaciones en el extremo infe- troducen dos cambios estructurales mayores. En primer lugar, establece-
rior de la escala. En primer lugar, ese gradiente socioeconómico en el es- mos una distinción entre enfem1edad, tal cual se la reconoce y responde
tado de salud ha sido relativamente estable a lo largo del tiempo por parte del sis,ema sanitario, y salud y funcionamiento, en la manera
(Townshend and Davidson, 1Y82), pese a que en todas las sociedades de- que la experimenta cada persona individual. Esta dis,inción nos permite
sarrolladas los nívelcs de ingresos medíos han aumentado notoriamente. considerar, dentro del marco, la observación común de que el padeci-
La proporción de personas con privaciones en las necesidades vitales, en miento experimentado por los individuos (y sus familias u otros grupos
sentido biológico, ha declinado mucho. fnduso más importante. además, soc.:íales relevantes) no necesariamente se corresponde con la enfonnedad
la relación se mantiene a lo largo de todo el espectro socioeconómico. La
gente ubicada en la cima siempre se muestra más sana que la colocada en
el segundo peldaño. incluso estando estos últimos. en términos de ingre-
Medioambiente Medioambien:e Carga
sos. estatus. o c.:uak¡uier otro factor critico considerado. muy por encima genética
social físico
de las medias de la población (Marmot, 1986).
De lo anterior se infiere que los diversamente interpretados determi-
nantes de la salud residentes fuera del sistema sanitario no constituyen
simplemente el problema de una mi noria pobre y sometida a privaciones, Respuesta
individual
cuya sítuación puede ser deplorada e ignorada por el resto de nosotros. De - Conducta
te Jahula narrawr todos to la mayoría} estamos afectados. Y eso, a su vez, -Biología
implica que sus efectos podrian ser cuantitativamente muy significativos
en el estado de salud global de las poblaciones modernas. No se trata de
efectos triviales, de segundo o tercer orden. Salud Asistencia
Más aun, en tanto las principales causas de muerte han cambiado de y Enfermedad sanitaria
función
modo considerable. los gradientes de mortalidad y morbilidad entre clases
socíocconómicas parecen haber sido relativamente estables durante perío-
dos prolongados de tiempo. Ello ímplica que factores subyacentes influ-
yen sobre la susceptibilidad para adquirir toda una gama de enfermeda-
des. Son factores de riesgo gc11cralcs, más que específicos. Esté pasando lo
que esté pasando, la gente en posiciones sociales inferiores tiende a Bienestar

19
Wilkins, !\dams and Branckcr ( I ~89) v Wolfson, Rose. Gemlcman and Tomiak (1990)
aportan datos canadienses recientes. Figura 2.4. Relaciones entre factores individuales y sociales y salud.
54 ¿POR QUÉ ALGUNA GE~TE ESTÁ SANA Y OTRA NO? PAODvulR SALUD, CONSUMIR ASiSTENCIA SANITARIA 55

tal Y ..:orno la c:ntkndc:n los pnw..:c:dores de asistencia. Personas con «la plia que se convierte en el objetivo no sólo de la política sanitaria sino de
misnia,, ..:n_f0nn.·dad. d..:s(k d punto de vista del sistema asistencial -pa- toda actividad humana.
ra1m:1ro~ b1olog1cos, pronosticos e implicaciones terapéuticas similares- El screening y tratamíento de la hipertensión, además de revelar las
pueden expe?mcnt.ar ~iveles muy diferentes de síntomas y d.isconfort, así limitaciones del man:o estático expesado en todas las gráficas presentadas
como muy distintos electos sohre su capacidad de funcionar en los diver- hasta ahora. constituyen un ejemplo claro y concreto de esta distinción.
sos_roles sociales. Como explicamos en el capítulo 4, estas diferencias in- A veces se dice que la hipertensión no te hiere, sino que sólo te mata. El
d1v1?uales surgen, a su ~ez, de los muy diversos entornos culturales que daño a los órganos afectados va produciéndose silenciosamente y sín sín-
gobiernan su 1ntcrpretac1ón de. y la acomodación a, la enfermedad. La ar- tomas: un súbito y posiblemente fatal accidente vascular cerebral anuncia
tritis. Y más generalmente los problemas músculo-esqueléticos, son ejem- tanto la presencía durante mucho tiempo de la patología como <;us con-
pJos noton?s de patologías para las cuales el sentido de malestar del pa- secuencias. Hasta ese punto, d individuo podría no haber tenido padeci-
ciente no uene una relación demasiado cercana con la interpretación de miento. pero un médico que le tomase la tensión arterial le habría iden-
«enfermedad» del médico dínico. tificado la enfermedad.
Ello no quiere dccír q~e una perspectiva sea correcta y la otra equi- Estudios sobre el impacto de programas de 1creening y tratamiento de
v~)c~da: ambos modos de interpretación simplemente tienen propósitos la hipertensión, sín embargo, han dejado claro que el diagnosticar al pa-
de
d_1~unw_s. El concepw_ enfermedad del clínico intenta guiar la aplica- ciente -«etiquetarlo>>- le hace padecer en modos perfectamente medi-
c1on 1donea del conoc11mento y la tecnología médicos disponibles, v está bles sín ambigúedad y con ohjetivídad (Haynes et al., 1979). El trata-
por_ta_nto ~ormulado en esos términos. /\. los pacientes, por contra, 1~ que miento exacerba el padecimícnto, a través de los efectos secundarios de
en uluma instancia les preocupa es el impacto del padecimiento sobre sus los fármacos. sí bien quienes lo siguen pueden sufrir efectos de etiquetado
propias vídas. L~ int~rprctación del médíco clinico puede ser una parte menos severos. Oc este modo. el screening y el tratamiento de la hiperten-
1mpor1ante de dicho impacto. pero en modo alguno constituve el único sión extienden el padecimiento entre los beneficiarios, y reducen su ca-
factor relevante. ' pacidad funcional en un sentido real y literal, incluso alívíando símultá-
Más aún, desde el punto de vista del bienestar y desempeño social ncamentc su enfermedad.
-incluida la productividad económica- del individuo, lo determinante ¡Por supuesto, nadie lleva a cabo un screening por malicia clínica! Las
es su sensación de salud y capacidad funcional. como muestra la Figu. consecuencias de la hipertensión corno enfermedad a largo plazo pueden
ra 2.~. Las «enfermedades» diagnosticadas y tratadas por el sistema a;is- expresarse en formas de padecimiento muy definitivas. induida la muerte.
tenc1al son importantes sólo en la medida en que afecten a dícha sensa- Las consecuencias inmediatas de descubrir y tratar la enfennedad pueden
ción de salud y capacidad -cosa que. por supuesto, hacen. Ahora bien. ser un aumento del malestar; a más largo plazo. sin embargo, para algu-
111cluso según el individuo la interprete, la salud no es la única cosa im- nos de los sometidos a asistencia son su reducción -Y la de formas par-
portante en la vida. La Figura 2.4 introduce la categoría del (<bíenestarn. ticularmente severas del mismo. Existen evidencias sustanciales de que el
la sensación de satisfacción vital del individuo, que es o debe ser (postu- screening y tratamiento de la hipertensión entre moderada y severa han
lamos nosotros) el objetivo último de la política de salud. La prueba dc- reducido muy significativamente tanto la morbilidad como la mortalidad
finítiva de tal política es si añade o no algo al bienestar de la población a por accidente vascular cerebral; mucha gente lo considera una de las ma-
la cual sirve. yores «historias triunfales» de la prevención clínica (Hypertensión Detec-
Volviendo a la definición original de salud de la OMS, estamos rceti- tíon and Follow-Up Program Cooperative Group, 1979). lndt:pendiente-
quetándola como bienestar. Nuestro concepto de salud se define en tér- mentc de su relativa fuerza. sin embargo, el marco estático de la Figura 2.4
minos estrechos pero desde la perspectiva del paciente. como aus~ncia de no refleja este patrón de-movimiento~ inestables en diferente!) periodos de
padecimien_to o lesión, de síntomas que produzcan tensión, o de desajuste tiempo.
en la capacidad. La enfermedad como concepto médico tendrá habitual- Ciertamente. en todas las figuras existe una estructura temporal im-
mente un peso significativo sobre el padecimiento, y por tanto sobre la plícita. Raras ve~es son instantáneas «las curas», con lo que la asistencia
salud, pero no es la mísma cosa. El padecimiento, a su vez, es una ín- sanítaria posee su efecto negativo sobre la enfermedad únicamente tras un
fluencia (negativa) muy importante sobre el bienestar -pero no la única. lapso de tiempo. Los factores de estilos de vida y medioambientales pre-
La amplia definición de salud de la OMS es, como·se dijo antes, tan am- sentados en las Figuras 2.3 y 2.4 tienen sobre el complejo salud/enferme-
56 ~POR QUE ALGU~A GENTE ESTÁ SANA Y OTRA NO? PRODUCIR SALUD. cor.SUMIR ASISTENClA SANITARIA 57

dad efectos a largo plazo y acumulativos. Pero el problema extra de la nuevo padecimíent.o, un deterioro de la «salud y la f~mción» der_íva<lo de
Figura 1.4 surge porque la relación presentada podria revertir con el paso los efectos del etiquetado y etc los efectos secundarios de los farmaco~.
dd tiempo. La asístencía sanitaria puede tener un efecto sobre la salud ne- Como los estudios de hipenensión nos recuerdan, dichos efectos negatl·
gativo a corto plazo. y positivo a más largo plazo 20. vos son reales y concretos, mensurables en vidas de p~rsona.s. Frente a _est~,
La posíbílidad de una «ganancia a largo plazo» puede justíficar el «do- podría haber una reducción en la enfermedad. medida pnmero ~n tennt·
lor a co110 plazo>>, pero no necesariamente lo hace; los analistas y evalua- nos de colesterol sérico y, subsiguicntemente, de enfermedad cardiaca. Esto
dores de programas preventivos son perfectamente conscientes de la ne- último contribuiría luego positivamente a la salud. pero a la hora de va-
cesidad de ponderar entre sí beneficios y costes en téJlTlinos de salud. lJ na lorar su impacto neto sobre el bienestar. es importante ponderar los ~on-
íntervención excesivamente celosa puede producír daño significatívo a las tlictivos efectos de la reducción de la enfermedad -esto es. el detcnoro
personas tratadas, incluso si en alguna fecha posterior pudiera demos- de la salud ahora. para mejorarla después. . .
trarse que ha «salvado vidas» o. para ser más exactos, pospuesto algunas Además de dístinguír explícitamente enfermedad de padec11mento, la
muertes. figura 2.4 amplía la categorización de los de~cr"!1inantes de \~ salud que
Un caso actual dígno de consideración es el debate sobre el screenínx aportaba el marco de Lalonde. Ello nos ~ermne m~orpo~ar a este un am~
del colesterol, y las contradictorias recomendaciones emitidas por los <<ex- plio y rápidamente creciente cuerpo de literatura. investigadora sobre los
pertos» de c.tíferentes jurísdícciones (Toronto Working Group on Choles- determinantes de la salud c¡ue en absoluto encaJa confortablemente en
terol Policy. 1989: Moore. 1989; Anderson, Brinkworth, and Ng, 1989). ninguna de sus categorías. . . . .
La cuestión no es simplemente que haya interpretaciones distintas de la El añadido claw es el concepto de respuesta md1v1dual (del huespcd).
evidencia epídcmiológica disponible, o ponderaciones diferentes de «las que incluye el sentido cpidemiológíco h~bitual del término, per~ va ~ás
vidas y los dólares» -los costes en recursos del programa. frente a los re. allá del mismo. La gama de circunstancias a las cuales el organ.1smo/1~-
sullados en términos de monalídad. La perspectiva de convertir a un dividuo puede responder es también más amplia que la recogida hab1·
cuano de la población norteamericana adulta en <<pacientes» aquejados tualmcnte en la epidemiología (Cassel, 1976). Actualmente en~loba al~u·
de enfermedad cróníca y necesitados de terapia farmacológica continua nos factores o procesos agrupados antes bajo los epígrafes de estilo de vida
hace que al menos algunos clínicos (¡y otro tipo de gente~) se lo piensen y biología humana. .
más de una vez. Las implicaciones de este cambio pueden verse cons1c.lcrando (otr~ vez)
El marco de la Figura 2.4 posibilita y cienamente estimula a tener en la conducta respecto al tabaco. En el marco de Lalon~e, s~ us?. recibe la
(:lienta esta distinción. El screening a gran escala del colesterol; con su te- etiqueta de «estilo de vída», de lo cual puede sacarse la 1mphcac1on d~ que
rapia farmacológica, representaría en este marco una epidemia de un constituve una «elección individual». Ello, a su vez, conduce no solo a
culpar; la víctima, sino también a enfatizar estrategias informativas Y
educativas de control, notoriamente ineficaces. La poderosa reverbera-
.'.o Cabria pumuafüar que eso es v~n\;td para gran par1e de la terapia. Lo típico lle la ci- ción ética de <<ekgírn, con sus conexiones con la «libertad>> Y la «autoe~·
rugía, por ejemplo, es un poderoso electo negativo sobre la salud y la función en la fas.: in-
mediata posterior a la intervención y la recuperación, sí bien (cuando tiene éxito) a cambio presión individual>>. introduce en el proc:so d~ control~: u.na sustancia
de proporcionar m~ioras pos1criores. En el caso de la hipertensión, sin emhargo, se somete adictiva v tóxica confusiones no sólo políucas. smo tamb1en mtelectual~s.
a indi,·i<luos sanos a un malestar prolongado de baja intensidad. al objeto de recibir en un El c~ndicionamicnto a nivel social del uso del tabaco está ampha·
futuro más lejano hendicios mayores, aunque íncier1os. Tal diforencia de grado se convierte mente constatado. En las sociedades modernas, las clasificaci~nes según
en otra de tipo.
Para las personas con horizomcs temporales conos. las intervenciones dolorosas o inca-
ingresos, estatus y prestigio se han vuelto fuerte~:nte c?rrelac1onada~ ~e
pacitames cuyos efectos fuest'n ohtenibles a plazo más largo, podrían no estar justificadas. manera negativa con el tabaco, de modo que el d1tcrencial ?e condu~ta al
Los anciano~ en particular, ~omo parece racional. tienden más a descontar los bcnelic:ios fu- respecto constituye hoy un factor significativo en el grad1cnte.soc1~l de
turos. El hallazgo de que los pacientes de cáncer ancianos tienden a escoger el tratamiento mortalidad. Sin embargo, no fue siempre así; antes de que se diseminase
con radiación fn:me a la cirugía, inclllSO poseyendo esta última mayor tasa de Stlpervivencía generalmente la infom1ación de sus efectos sobre la salud, fumar ~staba
a los cinco años (McNeil, Weich~clbaum and Pauker, J 978) ilustra lo que decimos. El en-
tusiasmo entre los dentistas por proporcionar asistencia oral «óptima» a los ancianos de las posítívamente correlacionado con.~¡ e~ta~u~. Parece claro qu~. leJOS d~
residencias asistidas plantea preocupaciones similares. ¿Acepiaría usted pasar el día en la tratarse simplemente de una clecc1on md1v1dual, fumar co.nstttuye u~a
silla del dentista sí esperase morir mañana?, ¿y la semana próxima?. ¿y el mes que viene'!... actividad adoptada -o no- por grupos de gentes según circunstancias
PRODUCm SALUD. CONSUMIR ASISTENCIA SANITARIA 59
58 ¿POR OUÉ AL.GUNA GENTE ESTÁ SANA Y OTRA NO'

concrerns. Entender por q ué alguna gente fu ma y otra no y, ajortiori, de- La adecuación o inadecuación de la nutrición en la p~mera infancia po-
sarrol lar estrategias idóneas para desestimular est~ conducta autodestruc- dría programar el procesamiento de las grasas de la _d icta en mod~s que
liva. requiere explorar los procesos de dichos grupos y sus circunstancias tendrían consecuencias muy posteriormente en la vida (Barker. \.\1nter:
condic ionantes. fumar o no fumar es obviamente una acción individual. Osmond, Margctts and Simmonds, 1989: Birch, 1.972). Aunque apenas s1
ixro podría no constituir una elección individual. Tratarla así es simple~ empiew a emerge r la gama de posibles vías bioló~1cas. en estos mom:.nt°,s
mente arrojar por la borda la información contenida en el conglomerado aún bastante sometidas a <lebate, parece claro sm embargo que esta d~-
de la conducta. rru mbándose la aguda separación entre biología humana ·y {<las demas
:\o estamos intentando reducir al individuo a la condición de autó- cosas».
mata. ni negando todo papel a la elección individual. Tampoco es el fu- rn consecuencia. en la Figura 2.4 hemos desbro1.ado ese ~ampo. res-
mar la única actividad socialmente condicionada - ni mucho menos. Pero 1ringiénclolo a la dotación genética. Dicha do~ación intera:~1?na lucg?,
el bien definido conglomerado de la conducta fu madora v no fu madorn como se desciibe con mayor detalle en el capnulo 5, con las ml1uenc1as
dentro de una póblación sugiere que constituye también, una forma de de los entornos social. cultural y físico. <.k tem1inando las respuestas b10 -
ló , icas v conductuales del individuo (Baird and Scriver, 1990). Algunas
respuesta del «huésped>> (el fu mador) a un entorno social que promo-
ciona o no promociona el hábito. Una amplia publicidad a favor del ta- d; esta; respucslas serán predominantemente inconscientes -:-pocos de
nos()trüs tenemo~ consciencia J e cómo le va a nuestro siste_ma 111mu ne (a
baco. por cjcmplo. lo promueve. en tanto legislar entornos libres de hu-
mos lo dcsestim ula, bastante aparte de que sea o no una «elección menos que se vea deshordado) y mucho menos podemos afecta:lo de ma-
i 111.l i \'Ícl ual». nera del iberada. Otras respuesta~ serán de tipo conductual - turnar. por
La di námica psicológica del ~status y la clase podrían tener elct·tos aún l'jemplo, 0 abrocharse el cinturón del c~chc. Ar1_1b~s for mas de respu~<:sta,
más poderosos. aunq ue más sutiles. El sent ido de eficacia personal aso- 0
más bien el continuo de las mismas. 1nfl ucnc1ara n la capac1da~ dd in-
ciado a una posición social supe1i or estimula creer tanto en la capacidad dividuo de afrontar retos externos. ya sea resistiendo.el padcc1m1ento, o
~e uno mismo para romper adicciones, como en las consecuencias posi- manteniendo la fu nción a pesar de él. Afectarán también a l_a_carga de en-
t ivas de hacerlo. Las creencias en la efectividad (o falta de efectividad) de ferm edad. di ferenciadamente del padecimiento. La dec1s1on d~ buscar
la propi.i conducta se aprenden y se rcfu en:an con la posición soc.:ial. asistencia. 0 de seguir bien una terapia, así como la rcspue.sta a esta (o al
. Distin~uir entre entorno social y respuesta del huésped nos pcrmik uutocuidado) forman también parte de la re::;pues~a del h_ucsped . .
asurnsmo mcorporar conceptualmeme factores que influencian la.salud en El declive ocurrido en la tuberculosis en el Reino Umdo duran1e et .si-
formas mucho menos directas que el fuma r. Se ha observado que la muerte glo ~asado podría constituir un ejemplo de la. sJgnificaci?n de los camb1~s
de un cónyuge somete al individuo a un mayor riesgo ele enfermar o in- en <lichas respuestas del huésped. Tan dramat1co .cambio en los patrones
cluso morir. Ello puede ser debido a una reducción en la competencia de de mortalidad tuvo lugar antes de desarrollarse mnguna r~spucsta eficaz.
su sistema inmune, aunq ue las vías causales a tra vés de las cuales ocurre ni como medidas de salud pública ni de terapéutica médica_~McKcown.
no están claras, ni mucho menos. Sin embargo, se están acumulando con 1979). El declive no fue , evidentemente, deb(do a una redu~c1on de.ta tasa
rapidez pruebas sobre que los sistemas nervioso e inmune se com unican de exposición al bacilo. puesto que la mayona de la po?lac16n contmuab,a
entre si. sinteti7.ando cada uno hormonas que el otro «lee», de modo que dando resultados positivo::; frente a los anl!~uerpos ant1tubcrculo:os en ~v
el entorno social podría, en pri ncipio, intlucnciar respuestas biológicas a cha tan tardía c,>mo t 940 (Sugan. l 987). S1mplemcn_te. ~~ mento 1~ resis-
través ele sus inputs en el ::;istema nervioso. Los datos de experi mentos tencia tk la población. McKcown ofrece como expltcac1on la mcJora de
animales ha n demostrado el poder de estos electos (Dantzer and Kdlev. la nutrición. pero el tc.:ma parece seguir abierto (McKcown. J 979; Sagan.
L989). . 1987) 2.1 . La cuestión. a los efectos que nos ocupan. es que la respuesta
Las respuestas biológicas del organismo <1 su entorno social no se res- biológica del organismo es maleable.
tringen al sistema inmune. formas de tensión que uno se siente impo-
1ente de rnntrolar - asociadas a la posición jerárquica, por ejemplo- po- z, La e;11pre,ión «mejon> nutric:,on es ambigua. Para p.oblm:io nes ,:m pobr.::cidas Y.s~m~-
drían estar correlacionadas con diferencias en los niveles plasmáticos de
proteínas reactivas. como el fibrinógeno (Markowe et al., l 985), o con ta
tidas a privacionc~. significa si mplemente más y más nutnt,,·a. Para una alta proporc1on de
la~ poblaciones modernas. por contra, signi fi<.:<1 prohabicmente rm:n?~· Yc: n pamcu ~~r, m:~
nos grasa. F.n términos históricos, no está claro cuándo <ctne,tor>> paso para la mayona de l.1s
eficiencia de las respuestas hormonales ante la tensión (Sapolsky, 1990}.
PRODUClíl SALUD. CONSUMIR ASISTENCIA SANITARIA 61
60 ¿POR OUÉ ALGUNA GENTE ESTÁ SANA Y OTRA NO?

tan te del mensaje de l\lich ( 197 5). P or su parte, el inicio de una actuació n
El pro~~so en la genética está asi mismo ampliando, ¿ ertamente la preventiva . o c.lc un tratamiento, podría tener también efectos ,<placebo»
antigua ns10~ de u~a carga genética fija, en la q ue defectos <le un ún,ico positivo, rellejando q uizá un mayor sentido de poder hacer frente a las
gen P:Ovo_c anan enfermedades genéticas bien definidas. Hoy parece que cosas o controlarlas, independientemente <le cualquier evaluación <<obje-
com~1tnac1ones concretas de genes producirían nredisposíción a. 0 resis- tiva>> de la efectividad de tales cambios.
tencia con_tra .. una amplia variedad de enfenncdades nonnalmen.tc no tc- Que las intervenciones médicas puedan tener efectos no intencionados
md~s. en s1 mismas como «genética::,·» (ver capítulo 5). El que tales predis- resulta inevitable. En la !lecha causal que va de la asistencia a la en fer-
pos'.ciones acaben realmente exp_resán~ose como enfermedad , dependerá medad , nuestro marco incluye tanto los efectos placebo como los yatro-
en t1e otras cosas de factores mcd1oamb1entalcs d iversos, fisicos y sociales. génicos. Presumiblemente, sin embargo, cabria también mostrar otro, de
Insertar la respuesta del hospedad or entre los factores medioambien- signo ambiguo, desde la asistencia a la respuesta d el h uésped.
tales Y, por u_na parte la expresión de la enfermedad, y por otra el nivel de El sentido protector de la autoestima o de la capacidad de hacer frente
salu_d Y función, proporciona un conju nto de categorías suficientemente a las cosas podrfa muy bien ser propiedad colectiva, además de indi vi-
f1ex1blcs como para dar _c abida al creciente aunque complejo conjunto de dual. Ser un <{ganador». estar en un «equipo ganador», o simplemente
pruc~as sobre la~ cone>i.1ones entre_ entorno social y enfermedad. El paro, tener relación con el mismo - residir en una ciudad cuyo equipo ha ga-
~-t~r CJemplo. p~cde_ generar pa<lecinuento (bastante aparte de su correla- nado un cam peonato-, todo parece proporcionar una satisfacción co n-
cw~ con las ~nvac1oncs económicas) si el índividuo desempleado acaba sickrable, y podría tener influenci as más objetivamente medibles sobre
socialmente aislado y estigmatizado. Por contra, de existi r redes de apoyo la salud.
para mant~ner los contactos sociales y no socavarse la autoestima. las
consecucnctas para la salud p ueden ser mínimas.
La c_o rrela~ión entre longevidad y estatus en una jerarq uüi podría UNA AMPLIACIÓN MÁS: TRANSACCIONES ECONÓMICAS
~onst1tu1r t_m e.1em plo ?e causalidad inversa: ascienden a la cima los más Y BIENESTAR
'.dóneo~ ñs1camcnte. S:~ embargo, cabe también la posibilidad de q ue la
autoe:mma Y la sensac10n de valerse por sí mismo inducidas por el éxito Pero existe aún otro bucle de retroalimentación que hay que consick-
Y d respeto de los d:i:ná~, generen una <<respuesta del h uésped» en forma rar. La asistencia san itaria . y en general las política~ relacionadas con la
de mc~~ra de la fun c10~ mmune u otro fortalecimiento fisiológico. La vul- salud, poseen costes económicos q ue también afectan al bienestar. Una
nerabilidad o reS1stencia bw lógicas del individuo frente a choques ex.ter- vez am pliado el marco. como en la Figura 2.4, para reflejar el hecho de
n os. P?: tanto, dep ende de sus medioam biemes sociales v físicos. en in- que el objetivo ultimo de la actividad relacionada con la salud no es re-
t~ra:c1on con 1~ dotación genética. Aunq ue, como se ;cñaló, las vias ducir la enfermedad . según la deñne el sistema asistencial, o ni siquiera
b1olog1cas a ~raves de las cuales tal proc.eso tiene lugar apenas si están em - promover la salud y la funcionalidad humanas, sino m ejorar el bienestar,
pezando ~ vislumbrarse, siguen acumulándose las correlaciones observa- se nos plantea otro conjunto de tra nsacciones. que presentamos en la
das. ~a ~igura 2.4 r~coge un marco conceptual dentro del cual expresar Figura 2.5.
ese 1:atr?n de relac1o_nes, entrando el capítulo 3 con mayor detal le en La asistencia sanitaria no es <<gratis»: co mo antes se dijo. la provisión
expl1cac10nes alternativas. como la causalidad inversa. de d ichos servicios constituye en la actualidad la industria singular, o con-
En este 1?1.arco am plia~o. la relación entre asistencia sanitaria y salud j unto de actividades económicas, mayor de todas las sociedades moder-
d_e_ la poblat:1011_ se vuelve incluso más compleja . Es facti ble que la scnsa- nas. Ello representa una dedicación a gran escala de recursos - tiempo,
c1,on_d~ autoesll.ma, la capacidad de hacer fr~nte a las cosas, la potencia, energía y habilidades humanas, materias primas y servicíos de capital-
se v1est::n reforzadas -o _m inadas- por las intervenciones asistenciales. q ue dejan, por tanto, de estar disponibles para otras modalidades de pro-
Los efecros de sentirse etiquetado, por ejemplo. podrían crear en Ja per- ducción. En la m edida en que la asistencia sanitaria contribuya positiva-
sona afecta~a un ~ ay~r sentido de la vulnerabilidad, susceptible a su vez mente a la salud, lo hará asimismo a la felicidad hu mana, tanto directa-
de influenciar su función fisiológica. Este proceso era una parte impor- mente como a través de los beneficios económicos de una mayor
productividad y un mejor funcionamiento.
poblaciunes industri alizadas de signiíicar más o menos. lo cual quiere deci (d· sd . Suele hacerse referencia a este último efecto como «invertir en salud.»;
11,c11va de s·a Jud) que 1a nutmaón
· · . ,
qmza haya empezado a deterioran-e.
r e e una per.~-
l
¿POR QUE ALGUNA GENTE ESTÁ SANA Y OTRA NO? PR ODUCIR SALUD. CONSUMIR ASISTENCIA SANITARIA 63
62

asistencia sanitaria. la existen te entre el proceso de prestarla y su


resultado 21 .
Medioambiente Medioambiente Carga Claro que es muy facil «crear empleo». Siempre cabe la posibilidad de
saciar físico genética contratar gente para hacer agujeros en el suelo y taparlos luego. (Keynes
sugería enterrar botellas llenas de billetes de banco, creando así oportu-
nidades para un autoempleo provechoso.) Generar riqueza, sin embargo.
Respuesta
individual
exige crear puestos de trabajo cuyo producto sea·valorado por el receptor.
- Conducta Es el entendi miento implicito en las referencias a los «empleos reales»,
- -Biotogia frente al dar puestos a la gente, o contratarla únicamente buscando man-
tenerla ocupada - y rem unerada-. En una economía moderna compleja
es posible mantener ocupadas a grandes cantidadc~ de gente, con un em-
Salud
y
Asistencia pleo provechoso en apariencia, pero at'ladicndo poco o nada a la riqueza
sanitaria
función de la población en conjunto 13 .
Esta distinción entre el coste de una actividad. su absorción neta de
recursos productivos, y los beneficios surgidos de ella en forma de bienes
y servicios de valor aumentado , no afecta sólo al campo de la asiste ncia
sanitaria. Es aplicable a cualquier actividad económ ica , como la genera-
Bienestar Prosperidad
lidad de las técnicas de análisis coste-bencfir.:ío rel1eja. La situación d<.' la
asistencia sanitaria es distina, sin t:mbargo. por varias complejas e interre-
lacionadas razones, implícitas en la cadena cte efectos que va de la asisten-
Figura 2.5. Bucle de retroalimentación entre bienestar humano y costes económicos. cia a la reducción de la en fermedad. a la mejora de salud y función, y al
bienesta r. ·
La asistencia sanitaria posee caractcnsticas que la hacen intrínseca-
gastar en asistencia sanitaria podría incluso resultar en sí mismo rentable
por aumentar la capacidad de la población para trabajar y producir rí~
q_ueza. Ahora bien, la creciente concentración de la asistencia en personas :~ La operación fue un éxito, pero el pacien te murió.
H Sin embargo. la idcntifica1.:ión usual de los trabaj~ del sector privado como «reales»
snuadas fuera de la fuena de trabajo, los muy ancianos o crónicamente pc,r ddinición y los del público. como «irreales». constituye ~¡mplcment~ un si nsentido idco-
en(er.mos. ha debilitado severamente esta vinculación concreta. Los bc- lóg.ico -en ambos sectores los hay «reales» e «irreales>>. siempre que la actividad sea lle,·ada
nehc1os de la mayoria de la asistencia sanitaria prestada en la actualidad a caho sín ningún owpul. o sin ningún <1111))111 d~ valo r. Incluye, pero no se r<?stringe a ella,
deben hallarse en el valor de la mejora de salud y funcionamiento resul- la caricatura del burócra ta perezoso u obstruccionista.
Cabe plantear con fuerza el argu mento, por ejemplo, de que la mayoria <le los puestos úe
tante, no en ganancias de productividad. trabajo del ,e1:tor del seguro sanitario privado en EEUU -<:omplejos, pknos tic exigencias
Cualquiera que sea la forma de rendimiento de la asistencia sanitaria. y muy hicn pagado$- no son «reales,>, porque a la hora de la verdad no aportan nada <le
los recursos usados en proveerla constituyen una deducción neta de la ri- valor. y las finant as de to<los los demás sistemas asiste nciales prescinden de ellos. Se trata.
queza comun itaria. El bienestar y el progreso económicos de la sociedad por su puesto. de ot ra histo ria, pero sirve pJra resaltar la no validez de eq uiparar <<trabajos
en sent ido am plio, por tan to, se ven afectados negati vamente por la ex- no rcaleS>> 1.:on (<funcionarios públicos perezoso~>. Uno puede tener val iosas habilidades.
aplicarlas trabajando dura y conciemudamcnie tantn individualmente- corno en grupo, y rc-
tensión como tal del siste.ma asistencial. El falaz argumento, frecuente- ~uluir pese a t0do inútil por compkto, u incluso un eswrbo. No son demasiado ,nadewados
m~nte ~lante~<lo. por los ingenuos en cuestiones económicas, de que la aquí los paralelismos con las bu rocracias pú blicas de las econ omías centrnl mcnte plani fi-
as1Stenc1a samtana, como cualquier otra industria, genera beneficios eco- cadas.
nómicos med iante la creación de puestos de trabajo, se basa en confundir Pa ra el indiv iduo afectado. e l simbolismo d e la expresil'm «trnbajos reales» es extrem a-
dam ente importan!<?. Un gnmjero que s.e harta de trabajar para producir grano o manteca,
el puesto de trabajo en sí -una actividad de uso de recursos, o coste- que acabarán a su vez siendo almacenados a ca~o del erario público. sin venderse. no tiene
con el producto de dicho trabajo, su <<output». Se trata, de hecho de una duda alguna sobre lo difícil y valioso de su esfuerzo. Pero el produclO no pu~de venderse
extensión al ámbito económico general de una confusión com ún en la - can:ce de valor.
64 ¿POR QUÉ ALGUNA GENTE ESTÁ SANA Y OTRA NO? PflODUCIR SALUD. CONSUMIR ASISTENCIA SANITARIA 65

mente díferente de los bienes y servicios «normales» con los cuales seco- actividades de mejora de la salud. podría realmente estar reduciendo la
mcr<:ia en los mercados privados. hecho reflejado en la peculiar v com- salud de su población.
pleja cokccíón de arreglos instítucionales que rodean su provisión.· Como Proceden aquí dos puntos de clarificación y uno de cualificación.
consecuencia de dichas peculiaridades intrínsecas y de las respuestas ins- En prímer lugar, no estamos refiriéndonos a la yatrogénesís, los efec-
titucionales a las mismas, faltan los mecanismos que para la mayoría de tos negativos directos de la asistencia sanitaria sobre la salud. Intervencio-
los bienes mantienen cierta vinculacíón entre costes en términos de recur- nes potentes poseen efectos colaterales potentes; el creciente alcance de la
sos de una mercancía, y su valor para los usuarios. tecnología médica a veces comporta también un creciente potencíal de
En la literatura sobre aspectos económicos de la asistencia sanitaria (por hacer daño 24 • El juicio clínico incluye equilibrar las probabilidades de cau-
ejemplo, Evans, 1984. capítulos 1-5) se discuten en detalle estos proble- sar hien con las de hacer daño -hasta la mejor asistencia a veces funcio-
mas. Lo importante para nuestros propósitos, no obstante, es que la so- nará mal. Más aún. todo sistema humano implica algún grado de error
bree:..pansión del sistema asistencial puede, en rrincipio. tener efectos ne- -de prestar asistencia inapropiada e incompetente. o simplemente de te•
gativos no sólo sobre el bienestar de la población, sino incluso sobre su ner mala suerte. La expansión del sistema asistencial. por tanto, acarrea
salud. En la Figura 2.5 se muestran tales efectos duales. un mayor potencial de causar daño y hacer bien como resultado directo
El posible impacto negalivo del exceso de provisión sobre el hicnes- de la asistencia, pero ése no es el punto que estamos planteantlo.
tar es directo. Como se enfatí1.ó, la provisíón de asistencia sanitaria uti- En segundo lugar. los efectos potenciales que postulamos_ son los que
liza recursos económicos que podrían ser usados para otros fines valio- los economistas conocen como marginales. No hablamos del rmpac.:to glo-
sos. En 1990. los canadienses gastaron cerca del 9 % de su riqueza bal de la asistencia sanitaria sobre la salud, o sobre los recursos disponi-
nacíonal en asistcncía sanitaria. con lo cual dichos recursos dejaron de bles para otras actividades. Quizás [van lllich lleve razón, y el sistema
estar dísponíbles para producir bienes de consumo, como ropa o mue- asistencial posee en su conjunto un impacto negativo neto sobn.! la salud
bles. construir sistemas de comunic.:ación rápidos, mejorar el sistema de la población a la cual sirve. Pero nosotros no lo sabemos. ni conoce-
educativo. etc. Los EECU gastaron al respecto más del 12 % de su ri- mos la manera de llegar a saberlo.
quaa nacional: Japón, por contra, aproximadamente el 6 %. Los japo- Estamos planteando otro punto mucho más limitado. que puede ha-
ne~es, en consecuencía. disponen para otros fines de una fracción mayor cerse evidente en el marco de la Figura 2.5. La salud de individuos Y po·
de su riqueza que los a111erícanos. blaciones se ve afectada por su asistencia sanitaria. pero también por otros
De modo menos obvio. pero implícito en la Figura 2.5, expandir la factores. La expansión del sistema asistencial usa recursos que, de no s~r
asistencia sanitaria detrae recursos de otros usos quízá tamhién dotados así, estarían disponibles para esos otros factores. (El que luego se los utl-
de efectos sobre la salud. En los presupuestos públicos, por ejemplo, los lizase o no, es otra cuestión, que consíderamos en el capítulo 8). En con-
crct'Íentes costes de asistir a los ancianos detraen foudos que dejan con secuencia. la expansión del sistema asistenc.:ial podria tener efectos nega-
ello de estar disponibles para aumentar las pensiones u otras formas dl' tívos sobre la salud. Una política de salud, en contraposición a las políticas
apoyo social: aumentar el déficit podría incluso tener como consecucncia de asistencia sanitaria. tendría en cuenta este equilibrio.
reducir las pensiones. Aumentar la c.:arga impositiva fiscal, o las pólizas de La cualificación, por contra, surge del hecho de que cuando hablamos
los seguros sanitarios privados, reduce los ingresos disponibles de la po- de la salud de una población estamos agregando todos sus individuos. Po-
blacíón trabajadora. Los programas de limpieza medioambiental asi- líticas diferentes. sin embargo, benefician a individuos diferentes. U na de-
mismo. compiten con la provisión de asistencia sanitaria por los es~asos cisión de reasígnar recursos, desde la asistencia sanitaria a otras activida-
recursos disponibles. des mejoradoras de la salud o de la productividad. podría ciertamente dar
Al tiempo que, de cara a limitar la enfermedad y promover la salud. como resultado una población globalmente más sana y más rica. pero en
reconocemos la importancia y potencial contralabilidad de factores dis~
tintos de la asistencia sanitaria, planteamos tamhién considerar explícita-
H Con frecuencia, pero no siempre. Las mejora5 en las 1t:c.:nicas de diagnóstico por ima·
mente que, al competir con otras actívídades de mejora de la salud. los
gen. por ejemplo, han reducido el grado de riesgo y tensión asociado~ las fom1as ¡~rcvias de
efectos directos positivos sobre ésta de la asistencia sanitaria podrían ;erse diagnóstico por imagen: la sustitución de la cirugía renal por la htotnps1a ha remhdo bene-
superados por los negativos. Una sociedad que gasta en asistencia sanita- ficios similares. Como contraposición, se tiende a ofrecer a muchos más pacientes esos pro-
ria tanto como para no poder, o no querer, gastar lo adecuado en otras cedimiento.~ con menor ric~g,o, o meno~ dc5agradable~.
66 ¿POR OUE ALGUNA GENTE ESTÁ SANA Y 01. NO? PRt., • .,CIR SALUD. CONSUMIR ASISTENCI/\ SANITARIA 67

la cual individuos L'oncretos saliesen peor parados. Dicho más clara- nes de los ingresos nacionales más bajas del mundo industrializado. y ha
mente, por supuesto. entre estas últimas se incluirían las personas que o sido rec.:ientemente descrita por un observador americano como un «ana-
bien se ganaban la vida o pensaban ganársela prestando asistencia sanita- cronismo>> en el contexto de la sociedad moderna de ese país (lglchart,
ria. Pero, además, los servicios sanitarios responden a las circunstancias 1988). Además. la imagen externa popular es que la vida allí está llena de
de los individuos identíficados en el presente. Una asignación más limi- aglomeracíoncs. sometida a muchísimo estrés y bastante contaminación.
tada <.le recursos a la asistencia sanitaria podría dejar peor incluso a algu- ¿Cómo entonces explicar sus extraordinarias tendencias en términos de
nos, aunque en el futuro hubiese menos de ellos. espcranla de vida?
lgual son in.evitables esas transacciones entre los intereses de quienes Cn patrón causal, sugerido por la Figura 2.5. nos llevaría de una ex-
se hallan enfermos en la actualidad y quienes pudieran caer enfermos en traordinaria actuación económica al crecimiento rápido en los ingresos
el futuro. En cualquier caso, es importante tenerlas en cuenta como po- personales y en la perspectiva y variedad de la vida, a un sentido muy au-
sibilidad. porque cuando se contempla el marco en términos agregados mentado de la autoestima individual y colectiva, así como de ia esperanza
resultan ocultas. En sentido contrario, debe también señalarse. no obs- en el futuro. Diversos observadores. analizando no estatus comparativos
tante, que no existe ninguna base obvia ética, y mucho menos de pruden- de salud, sino la competitivíc.lad económica internacional, han resaltado
cia. para resolver esta transac.:ción aumentando la asistencia sanitaria. De- el extraordinario sentido de autoconfianza y orgullo de los japoneses, so-
bemos ser daros sobre si, en tanto que comunidad, hemos asumido una bre la base de su rápido progreso hacia el liderazgo económico mundial.
obligación colectiva de preocuparnos y apoyar la salud de los demás, o Individualmente y como nación, se ven a sí mismos como trabajadores
sólo aquellos aspectos de la misma susceprihle!:i de ser mejorados a través m,1s tenaces. más brillantes. más ricos y scncillamcntc- mejores que el resto
de la asistencia sanitaria. En este último caso. igual acabamos siendo una c.lcl mundo. ¿Podría esta actitud estar ríndiéndolcs beneficios también en
sociedad más pobre y menos saludable de lo que podríamos de otra ma- términos de salud?
nera. con lo cual nos replantearíamos los detalles de nuestra (autoim- En dirección opuesta. las antiguas economías planific.:adas central-
puesta) obligación ética. La necesidad de dicho replanteamiento y la ca- mente del este de Europa y la Unión Soviética estuvieron, de a<.·uerdo con
pacidad de actuar al respecto varían mucho de una sociedad a otra. la mayoría de los parámetros del éxito económico, comportándose de
En este contexto, como en tantos otros, la experiencia japonesa resulta forma penosa durante muchos aúos. hasta el punto de acabar deseando
asombrosa y puede constituir uno ilustración del bucle de retroalimenta- sus gobernantes y poblaciones llevar a caho una recstruc1uración política
ción que la Figura 2.5 plantea entre prosperidad y salud. Los extraordi- masiva. e incluso verdaderamente revolucionaria. Correspondiendo a este
narios resultados económicos de la sockdadjaponesa no son ninguna ob- periodo prolongado de declive económico. las medidas de esperanza d<.·
servación novedosa: d fenómeno se remonta cuarenta años atrás v vida en dichas naciones se estancaron. o incluso decayeron, en marcado
ciertamente tuvo como precedente un periodo similar de modernízació;1 contraste con las universales mejoras conseguidas en Europa Occidental
y crecimiento extraordinarios tras la restauración en 1868 de la dinastía ( Hcrtzman. 1990).
:-..ieijí. Lo novedoso es que. en el curso e.le la última década, Japón ha em- Son explicacíom:s citadas de manera común la contaminación am-
pezado a pasar de copiar las mejores innovaciones en cualquier otro lugar biental descontrolada y los estilos de vida poco saludables, y cienamente
del mundo a ocupar cada vez más posiciones de liderazgo en el crecí- constituyen parre de la explicación global. No obstante, tal observación es
miento económico y el cambio tecnológico. como mínimo consistente con la hipótesis de una relación entre autoes-
Durante el mismo periodo, se ha producido un notable crecimiento en tima colectiva y salud -que podria expresarse a través de los estilos de
la espcranzu de vida de sus ciudadanos, que en la década de los ochenta vida no saludables.
primero alcanzó y luego superó a la del resto del mundo desarrollado Los factores subyacentes tras el desplazamiento del liderazgo econó-
(Marmot and Smith. 1989). Como la economía y la riqueza per cápita ja- mico mundial son, sín duda, complejos y diversos. Una de las varias ex-
ponesas, su esperanza media de vida sigue creciendo, con una tendencia plicaciones recurrentes, sin embargo. es la ventaja japonesa en acceder a
significativamente más rápida que la de los restantes países industrializa- capital a largo plazo y de bajo coste, canalízado a su \'ez hacia la investi-
dos. Esta experiencia plantea actualmente nuevos estándares de lo posible gación y el desarrollo, por un lado, y hacia la inversión en plantas y equi-
en poblaciones humanas. pamiento que incorporan la última tecnología, por otro. Este capital de
Por contra, la asistencia sanitaria japonesa absorbe una de las fraccio- bajo coste se genera con las muy altas tasas de ahorro de la población ja-
68 ¿POR QUÉ ALGUNA GENTE ESTÁ SANA Y 01, .. , NO? PRODUCIR SALUD. CONSUMIR ASISTENCIA SANITARIA 69

ponesa. Los EEliU. por contra, p osee n una tasa de ahorro extremada- operarían en plazos m uy largos, con lo c:ual las esperanzas de vida actua-
mente baja, debien do actualmente apoyarse en lo que pide prestado al resto les esta rían re l1ejan do fac tores que operaro n durante los pasados cin -
del mundo - en panicular a Japón. cuenta años. Y en cualquier caso. lo observado es que los japon~scs vi ve n
Para mantener una tasa de aho rro a lta, debe limitarse el crecimiento m ucho tiem po. Que lo hagan de manera relativame nte san::i en otro sen-
de otras peticiones de recursos públicos y privados -<:orno la asistencia tid o más global. es una cuestión diferente. Ahora bien, las mejoras japo-
sanitaria 15 . La diferencia entre las tasas de gasto asistencial japo nesas y nesas en esperan1.a de vida están ocurriendo en la totalidad el espectro de
norteamericanas significa hasta 5 pu ntos d e los ingresos nacionales, y po- edades, teniendo tanto la mortalidad infantil más baja del mundo como
d ría explicar una proporción significativa d e la gran diferencia entre las vidas muy prolongadas entre los ancianos.
tasas de ahorro agregadas de ambos países. (La existente en el gas10 m ili- Sea cual sea la explicación. es evidente que algo muy significativo su-
tar explica otra gran fracción .) cede (o ha sucedido) en Japón - reflej ad o en las tendencias de su espe-
Cabe, entonces, especular que, limita ndo el crecimiento de su sector ra nza ele vida. notorias fre nte a la$ de cualq uier o tra pane d el mundo. Es-
asistencia l, los japoneses han liberado rec ursos, posteriormente dedicados tas observaciones son al menos consistentes con el senci llo cuadro antes
a inversión de capital tamo físico como intelectual. El consiguiente rápido comentado . El tema. parece claro, merece una buena dosis de invest iga-
crecimiento en prosperidad, sobre todo en términos relativos respecto de ción en más detalle.
sus principales competidores, ha a umentado m ucho la (ya bien d esarro- l\o está en nuestro án imo plantear en este d ocumento el «Declive de
llada) a utoestima n acional e individ ual, que a su vez habria contribuido a Occide nte» a pks del sistema sanitario de EEUU. o incluso de los de Nor-
una notable mejora en la salud . teamérica v Luropa Occidental combinados. [':uestra in tención, por con-
Debe enfatizarse q ue Jo anterior só lo constituye un plan teamiento tra. es mostrar que d m :irco presentado en la Figura 2.5 permite someter
sencillo de un posible argumento, no la prescnt.i.cíón de un caso bien de- a consideración la rdación analizada. Su red de vinculaciones entre salud .
sarrollado, ni mucho menos una «prueba» . Existen otras posibles expli- asistencia sanitaria. generación de riqueza y bienestar de la población, sin
caciones de la lo ngevidad japo nesa - la dieta, por ejemplo. o la asistencia abrumar y paralizar con «la dependencia de todo respecto de todo». se
prenata l, o las pec uliares características de su sociedad , que podrían pro- halla suficientemente desarrollada co mo para d arle cabida.
teger contra los efectos nocivos del estrés. (Por contra. allí existen formas
d istintas de estrés. pero el del éxito es m ucho menos amenazador para la
salud q ue el de la frustración y el fracaso.) LOS MARCOS: PRINCIPIOS Y PRÁCTICA
Igualmente problemático es reconocer la existencia de pruebas sólidas
de que los efectos medioambientales sobre la morbilidad y la mortalidad La prueba para este marco scrJ la medida en que otros lo encuentren
útil como conj unto de categorías para retratar patrones causales comple-
jos. La comprensión d e los determi nantes de la salud de una población,
i~ Para una nación. por sup uesto. resultoria bastante posihle mante ner a la vez tasas altas
así como la discusión , formulación y evaluación de las políticas de salud,
de ahorro y un alto gasto en asistencia sanitaria - o en temas militares- simplemente re·
cortando el consumo. faisu:. sin embargo. una fuer1e resistencia. tanto en la mesa <le nego- se han visto en el p asc1do seriamente im pedidas por la perpetuación del
ciaciones t-omo en la urna <le los votos, o reducir el consumo actual, bien mediante impues- incompleto , obsoleto y enga ñoso marco de la F igura 2. l. Existe una ima-
tos mayores o salarios menores. Los ciudada nos no quieren aceptar una reducción en los gen mejor. pero entenderla con mayor clc1r\dad - y en particular, disc u-
estándares de vida presentes para financiar más asistencia saniU1ria. tirla en público de manera más sensible y constructiva- exige desarrollar
Un eco no mista neoclásíco podrá argumentar q ue el estándar de vida no se reduce; lo que
se píerdc en casas más pequeñas. peores carreteras o menos an:ilugi os electrónicos, ~e gana un marco inte lectual más idóneo. Ofrecemos la progresió n hasta la
en más intervenciones de !)y.pass cardiaco. pruebas de laboratorio, resonancias magnéticas Figura 2.S como paso posible en d icho camino.
y meses en hogares de enfermería. Sin embargo, el individuo medio. y con bastante nv.ó n. En este capítulo hemos sugerido varios componentes importantes de
seguir.í síu con venl'ern:. A la asistencia sanitaria. co mo al gasto militar, no se·10~ valora por tal marco. Debe permitir distinguir entre enfermedad según la define y trala
si mismos. ¿Cuáles son. después de todo, las satisfacciones directa~ q ue proporcionan una
el sistema asistencia l; salud y funci onamiento, como los perciben y ex-
a migda!ectomia o un tanque'! L'na y otro constituyen simplemen te un uso lamentable de los
recursos. un servicio del cual no habria necesidad en un mundo mejor. De ahí la tendencia perimenlan los ind ividuos; y bienestar, concepto a ún más a mplio , al cual
a que los incrementos en e l gasto sani1ario salga n de los ahorros, ya sea o través del déficit la salud es un con tri buye nte im porta nte, pero no el ún ico. Debe ser cons-
presupuestario gubcrnament;il o de reducir los ingresos rete nidos por las e mpresas. truido sobre el marco de los campos de la sal ud <.le Lalonde, para permitir
70 ¿POR OUÉ ALGUNA GENTE ESTÁ SANA Y OT~ ;Q?

y estimular una consideración más sutil y compleja de las respuestas con-


ductuaks y biológicas a los entornos sociales y físicos. Por último, debe
reconocer y estimular la identificación explí<.:ita de las transacciones eco-
nómicas implicadas en la asignación de recursos escasos a la asistencia sa-
nitaria. frente a otras actividades valiosas para los individuos y las socic-
·da<lcs que por sí mismas podrían contribuir a la salud y al bienestar.
Hasta la techa. el área de la elaboración de políticas relacionadas con
la :-alud ha estado dominada en la mayoría de las sociedades por la polí-
tica asistencial. dada su mayor inmediatez y su aparentemente más segura
L,ase cíentilica. Es püsihle. en principio. accptar el cuadro de la Figura 2.5
para luegü rnnvertir todas las líneas de causalidad que llegan a «en-
fermedad» y «salud y función» en líneas punteadas delgadas, excepto
una gruesa y negra. saliendo de «asistencia sanitaria». Pese a la creciente
preocupación de los i nvestigadorc~ por la fiabilidad y la primacía de la co-
nexión entre usistenc-ia sanitaria y salud. ése es d c.:uadro de los énfasis ím-
rlícitos en la política actual.
L: na lecci(m que la experiencia internacional de la era post-Lalondl:
11
brinda es que. para reformar en serio la pnlítirn sanitaria. la conceptuali-
zación adecuada de los determinantes de la salud constituye una condi-
ción necesaria, pero no sufícic1rn:. Los marcos intelectuales, incluido el que
aquí se ofrece, son únicamente un principio. Dicho de manera sencilla.
para ser útiles. deben ser usados. Los capítulos de este libro representan
un intento al rcsp<.·cto.

RECONOCIMIENTOS

Queremos dar las gracias a nuestros colegas <lcl CIAR Population


l lealrh Program, del Healtli Polinomics Research Workshvp de la
.\Jc:\4asrcr (.Jnil 1ersiry, y de la llealrh Policy Research Unil de la Unil'er-
sity o( Briti.~h Columbia por sus estimulantes comentarios sobre las ver-
siones previas de este documento. Los errores u omisiones que hayan per-
manecido son responsabilidad nuestra.

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