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TENSIONES ENTRE COSMOPOLITISMO Y NACIONALISMO

EN EL ARTE ARGENTINO EN EL SIGLO XX

SCHIAFFINO, Eduardo. La evolución del gusto artístico en Buenos Aires. Buenos Aires, Bellas Artes, 1982.

CAPÍTULO III: LOS PRECURSORES


MARTÍN A. MALHARRO (pp.109-110)
*…+ “apóstol argentino del impresionismo francés”

CAPÍTULO IV: PRIMEROS RESULTADOS DE LA “ESCUELA ARGENTINA” (pp. 111-11)


“En 1897, durante la administración Uriburu-Bermejo, se dictó un decreto organizando las becas para
estudios artísticos en Europa, por medio de concursos públicos, y subdividiéndolas en becas de pintura, de
escultura, de arquitectura y de música; pero sólo dos años después, bajo la presidencia del general Roca y el
ministerio del doctor Magnasco, fueron aprobados los reglamentos de los concursos, redactados por la
Comisión Nacional de Bellas Artes, que entonces se componía de miembros técnicos, y funcionaba dividida en
cuatro secciones.
[Nombra los miembros técnicos y que los reglamentos fueron hechos…+ “en el sentido más liberal, a fin de
que los jóvenes artistas argentinos, pudieran acabar de formarse en las primeras capitales de Europa y
reflejaran en conjunto, eficazmente las diversas tendencias de la época.
Los concursos funcionaron sin interrupción, pero en 1907, el ministro de Instrucción Pública, doctor Bibiloni,
modificó fundamentalmente la organización de la Comisión Nacional de Bellas Artes; suprimió las secciones
técnicas, excluyó los músicos y sustituyó varios pintores y escultores, con otros tantos doctores en medicina y
leyes, los señores Lagleyze, Semprún, Pardo de Tavera y López.
La Academia Nacional de Bellas Artes, que es el almácigo donde se desarrollan los aspirantes a las becas, y la
organización de concursos periódicos que se realizan con la garantía oficial, y bajo la fiscalización de la Comisión
Nacional de Bellas Artes, constituye para los estudiantes, un poderoso estímulo. La posibilidad de obtener
cuatro años de tranquilidad estudiosa, costeada por la nación, en los principales centros de actividad artística
del mundo, es un aliciente de primer orden para el estudio, y si esta organización pudiera mantenerse al amparo
de la “recomendación” que todo lo destruye, el desenvolvimiento de la “Escuela Argentina”, en el dominio del
arte, puede considerarse asegurado.”

FERNANDO FADER (p. 116)


“Nació en Mendoza, y estudió en Munich (Alemania).
Allí, en aquel ambiente inquieto y revolucionario, donde los postulantes son tan numerosos, que tratan de
tomar por asalto los sitios expectables de las exposiciones y, no desdeñan exagerar sus músculos, atar latas
vacías en la cola de los perros para llamar la atención. Pululan los bocetistas, los jóvenes geniales, de cerebro
ardiente, sin tiempo para madurar sus obras, así las mandan verdes, apenas pintonas, como si temiesen que
fuesen a pudrirse en el caballete.
Este simpático artista, que tiene un innegable temperamento de pintor, condiciones de colorista y de
ejecutante, que acabarán por llevarlo lejos, ha incurrido sin duda por juventud e inducido por el ejemplo de la
ingenua Alemania, en la exageración de creer que los buenos estudios, pueden reemplazar a las obras.”
CAPÍTULO FINAL (pp. 117-8)
“Aquí termina por el momento nuestra tarea: hemos pasado revista a los cultores más interesantes del arte
argentino, y precisamente, la Exposición del Centenario que pronto abrirá sus puertas, agregará un capítulo más
al esfuerzo nacional.
Malgrado la falta de protección a nuestros artistas, a quienes, después de realizados sus estudios y de
adquirida la técnica necesaria para producir, el gobierno y las corporaciones olvidan, en beneficio exclusivo de
colegas extranjeros que las más de las veces, les son inferiores. El progreso alcanzado, es evidente.
La República argentina cuenta con escultores y pintores capaces de ilustrar los fastos de la patria, y de
satisfacer las necesidades de nuestro núcleo social.

CONCLUSIÓN
Digamos para concluir, dos palabras de nuestros coleccionistas de arte. [enumeración]
Junto con el amor a la obra de arte, que no embarga sino a las mentes refinadas, aparece entre nosotros el
sentimiento altruista de querer para los demás, para la masa anónima del pueblo, la posibilidad de levantar el
espíritu en su contemplación y familiaridad; a este grado supremo, se han elevado entre nosotros Adriano E.
Rossi, Juan Benito Sosa, Parmenio Piñero y Ángel Roverano, los generosos donadores de sus respectivas
colecciones, al Museo Nacional de Bellas Artes.
Y este bello gesto, cierra con broche de oro, el primer siglo de la emancipación argentina.”

MALHARRO, Martín. Fragmento de un artículo escrito para la revista Ideas, dirigida por Manuel Gálvez, 1903.
Citado por: MALOSETTI COSTA, Laura. “Las artes plásticas entre el ochenta y el centenario”, BURUCÚA, José
E. Nueva Historia Argentina; arte, sociedad y política. Buenos Aires, Sudamericana, 1999, tomo 1, p.206.

“Para fundamentar la pintura nacional es necesario que olvidemos casi, lo que podamos haber aprendido en
las escuelas europeas. Es preciso que, frente a frente de la naturaleza de nuestro país, imaginemos sus
misterios, explorando, buscando el signo, el medio apropiado a su representación, aunque nos separemos de
todos los preceptos conocidos o adquiridos de tales o cuales maestros, de estas o aquellas maneras.”

MALOSETTI COSTA, Laura. “Las artes plásticas entre el ochenta y el Centenario”. En: BURUCÚA, José E. Nueva
Historia Argentina; arte, sociedad y política. Buenos Aires, Sudamericana, 1999, tomo 1, pp.209-210.

“Es lícito etiquetar a Malharro o a Fader de impresionistas? Parecería que no. Sus innovaciones formales
responden inequívocamente a búsquedas que van más allá de la adhesión formal a una escuela, y que los llevan
a transformar en paisaje una tierra, unos árboles, unos hombres a los que parecían interrogar tratando de
arrancarles el secreto de la tan ansiada identidad nacional.
Hemos visto cómo algunos intelectuales del ’80 percibieron con preocupación un ‘atraso’ en las artes
plásticas en relación con su proyecto de nación.
En el otro extremo del período, cuando los frutos de aquellos proyectos del ’80 son percibidos como un
cosmopolitismo y mercantilismo peligrosos, e intelectuales como Ricardo Rojas o Manuel Gálvez proclaman una
vuelta a las ‘verdaderas raíces’ de la nacionalidad, las miradas se dirigirán al campo que parecía depositario de
esa tradición que se desvanecía en los conventillos, y que a menudo fue evocado como un lugar idílico,
deshistorizado, sin conflictos. Córdoba parece haber sido por entonces la meca de muchos pintores, no sólo
Fader y ‘los nuevos’ sino también Schiaffino, Ballerini, Della Valle y otros que realizaron excursiones pictóricas en
los primeros años del siglo, descubriendo las posibilidades que ofrecían a sus renovados ideales artísticos sus
paisajes serranos.”

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