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Google ya es parte de tu memoria

El uso de las nuevas tecnologías altera la forma de recordar y aprender - El impacto llega a las conexiones
neuronales

Diario El País
11 de julio de 2011

Los psicólogos lo llaman ya el efecto Google: la alteración en el proceso de aprendizaje


y en el desarrollo que se produce cuando una persona -niños, jóvenes o adultos- tiene a
golpe de clic las nuevas tecnologías. Si ya hubo que hacer un esfuerzo hace 40 años
para explicar que saber multiplicar seguía siendo útil aunque existieran calculadoras, la
memoria es la siguiente capacidad que se arriesga al desuso. Porque, ¿para qué
aprenderse las capitales del mundo cuando Internet las da actualizadas en milésimas de
segundo?
Esta nueva manera de enfrentarse a los conocimientos no es ni siquiera consciente.
Cuatro experimentos publicados en la revista Science el 15 de julio demuestran que las
personas están utilizando ya Internet como una extensión de la propia memoria. En los
ensayos se pidió a los voluntarios (estudiantes de las universidades estadounidenses de
Harvard, Columbia y Wisconsin-Madison) que prestaran atención a una serie de
informaciones típicas de revistas de curiosidades, como que el ojo de las ostras es
mayor que su cerebro. Al escucharlas, tenían la opción de teclearlas para incluirlas en un
fichero del ordenador. Y ahí estaba el truco. En los distintos experimentos había varias
posibilidades: que los datos se guardaran, o que el voluntario recibiera la información de
que iban a ser borrados. También había casos en que los datos iban a un archivo
fácilmente accesible, o a otro más complicado de encontrar. Luego se les preguntaba
qué recordaban.
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El resultado es contundente: los que creían que iban a poder consultar fácilmente el
ordenador no se habían tomado la molestia de aprenderse los datos, y los que pensaban
que la información se había borrado se acordaban mejor. En medio estaban los que
pensaban que podrían acceder al contenido de la prueba, pero de una manera más
trabajosa.
No hace falta ser estudiante para haber experimentado este cambio en el uso de la
memoria. Hace 20 años, las personas memorizaban muchos más números de teléfonos
que ahora, por ejemplo. Con las nuevas tecnologías, como los aparatos programables y
otros adminículos, esa capacidad se ha perdido. "Los estudiantes usan Internet como
una memoria externa", afirma Betsy Sparrow, una de las autoras del trabajo. "¿Pero es
eso malo? Yo creo que no", añade Roddy Roediger, de la Universidad de Washington en
San Luis (Misuri).
Bueno o malo, el cambio es patente. O, mejor, habría que decir que el impacto de
Internet en nuestra manera de aprender es bueno y, a la vez, malo. La psicóloga clínica
Beatriz Azagra lo explica así: "Las nuevas tecnologías sirven para desarrollar actitudes
y que los alumnos se interesen por otras cosas. La tecnología se las presenta de una
manera más atractiva que el Larousse", afirma esta profesora del máster de Psicoterapia
Psicoanalítica de la Universidad Complutense de Madrid. "Pero a veces eso va en
detrimento del esfuerzo", añade.
Y es que "las nuevas tecnologías pueden ayudar a conseguir objetivos, y son un buen
soporte en el proceso del aprendizaje", admite Azagra, pero "no se puede sustituir la
relación con el profesor". "Está bien que se use la memoria para otras cosas, y eso está
ahí, pero luego vemos a los niños perdidos porque no saben cuál es la capital que están
visitando".
Centrándose en los niños -un campo que Azagra ha trabajo ampliamente- "es difícil
controlar el acceso" a las nuevas tecnologías, pero "a veces hay tantos estímulos que el
niño se pierde", dice. "Su presencia es inevitable, pero tiene que estar de acuerdo con lo
que el niño pueda asimilar". Y, sobre todo, apunta que "no se debe perder el valor de la
palabra". "A veces los niños -y los que no lo son tanto- están tan acostumbrados a
encontrar todo en Internet que a la hora de expresar un conflicto no saben hacerlo",
afirma la psicóloga clínica.
Haya o no cambios funcionales, lo que está claro es que con las nuevas tecnologías se
ven afectados aspectos del aprendizaje y el comportamiento. Por ejemplo, la psicóloga
clínica Esther Legorgeu indica cuatro aspectos en los que ella cree que se está
produciendo un perjuicio. "El interés por los textos escritos y la capacidad de
comprensión están empeorando", afirma. También cree que la "capacidad de
imaginación está disminuyendo, porque las nuevas tecnologías lo dan todo hecho. Más
que inventar, lo que ahora se hace es planificar la búsqueda de la información. Al leer en
un papel hay que hacer un esfuerzo para relacionar lo escrito con lo que se sabe. Ahora
esas relaciones están ya en la pantalla", dice.
Esta situación implica una segunda merma: el decrecimiento del esfuerzo mental. "En
todo proceso de aprendizaje hay dos tipos de memoria, la de trabajo, que se usa para
obtener datos con los que razonar y obtener conclusiones, y otra a largo plazo, donde
almacenamos conceptos por si en un futuro nos son útiles", dice la psicóloga. "Todo
esto se ve afectado por las nuevas tecnologías -es precisamente lo estudiado por el
efecto Google-, y almacenamos menos. Es parecido a lo que pasó con el cálculo mental
cuando llegaron las calculadoras".
Un tercer aspecto que se ve perjudicado es "la atención a lo verbal". "Acostumbrados a
una información tan rica como la puede dar Internet, los alumnos encuentran una
exposición oral menos interesante, menos atractiva, porque es menos interactiva",
afirma Legorgeu. Esto tiene un impacto claro en la enseñanza: "Los profesores lo tienen
más difícil, porque niños y adolescentes están sobreestimulados".
Pero no todo es negativo. La psicóloga cree que las nuevas tecnologías fomentan "el
autoaprendizaje". "Cuando alguien está motivado, le cuesta menos profundizar", indica.
En este sentido, afirma que se "aprovecha de una información más global, porque hay
mucha más, y eso es bueno". Por último, hay otro aspecto claro: "Hay un desarrollo de
la memoria visual".
El impacto del uso de las nuevas tecnologías es tan grande que incluso hay quien se
plantea que pudiera llegar a afectar al cerebro, que se ha demostrado que es un órgano
con una gran plasticidad que acaba de formarse en la adolescencia (por eso los menores
que beben, por ejemplo, tienen más problemas de pérdida de memoria inmediata cuando
son adultos y beben, de no recordar cómo acabó la borrachera). Aunque hay dudas,
porque una cosa es que, debido al uso de nuevos aparatos o posibilidades, el cerebro
actúe de una manera nueva, y otra, muy distinta, que haya cambios morfológicos. Eso es
lo que opina el psicobiólogo de la Universidad Nacional de Educación a Distancia
(UNED) Ricardo Pellón. "No creo que haya un cambio, y si lo hay, va a ser muy lento.
Es muy pronto que se pueda hablar de conexiones neurológicas específicas", afirma
Pellón.
"Lo que sí que hay es una modificación de los comportamientos, de las prácticas. En la
UNED, donde damos las clases virtualmente, las nuevas tecnologías nos han venido
muy bien, pero al final los contenidos son los mismos. Al final, la estructura no es tan
diferente", dice Pellón.
Lo que está claro es que la incorporación masiva de estas nuevas tecnologías supone
una mejora, aunque también un esfuerzo de adaptación. "Piense en el teléfono o las
calculadoras. Seguro que supusieron un salto tremendo, como toda la tecnología
reciente puede suponer un cambio de hábitos, pero no en el ser de la persona. No creo
que las técnicas de imagen reflejen todavía una modificación, me sorprendería",
concluye el psicobiólogo.
Sin embargo, el cerebro tiene que adaptarse a manejar nuevos aparatos. Al disponer de
nuevos recursos, para bien o, según los más pesimistas, para mal, el ser humano, vago
por naturaleza, puede abandonar habilidades (el caso del cálculo mental hace unos años
con las calculadoras o el de la memoria y este nuevo efecto Google ahora). Y eso tiene
un reflejo en el cerebro.
La psicóloga clínica especialista en infanto-juvenil Esther Legorgeu ilustra este hecho
con un ejemplo: "Se han hecho estudios con taxistas en Londres y se ha visto que
después de un tiempo desarrollan el hipocampo, que es la zona que está relacionada con
la orientación y la planificación".
Como explica el jefe de Neuroimagen de la Fundación Centro de Investigación en
Enfermedades Neurológicas (CIEN), Juan Álvarez-Linera, la clave de todo este asunto
está en la plasticidad del cerebro. "Siempre se había pensado que era un órgano muy
estático, aunque ya Ramón y Cajal opinaba lo contrario. Ahora, con las técnicas de
resonancia magnética funcional y magnetoencefalografía se ha visto que, por el
contrario, es un órgano terriblemente plástico", afirma el neurorradiólogo.
Por eso Legorgeu cree que "como todos los cambios influyen en el cerebro, las nuevas
tecnologías también, igual que en el desarrollo cognitivo". "Que sea más o menos
depende del uso, claro", matiza. Aunque, de momento al menos, "solo se pueden
demostrar cambios cuando hay un uso intensivo".
"El cerebro es como un ordenador muy sofisticado, que puede estar cambiando
continuamente el software", afirma Álvarez-Linera. A nivel funcional esto se traduce en
que cambian las conexiones neuronales. Pero "también hay cambios estructurales, que
afectarían al hardware, a medida que se utiliza de una manera o de otra". De hecho,
"con las técnicas de imagen funcional vemos que el cerebro está continuamente
cambiando sus conexiones", explica el médico. "De alguna manera, en un
entrenamiento intensivo es como si se estuvieran produciendo continuamente
actualizaciones del software".
Al combinar esta capacidad de adaptación del cerebro con las nuevas tecnologías -que
suponen un uso diferente de las capacidades cerebrales a las que se empleaban hasta
ahora- se ve que "el entrenamiento y los hábitos producen cambios en el cerebro, y al
revés". "Es el eterno debate: la función crea el órgano y también el órgano condiciona la
función, las dos cosas son ciertas", señala el neurorradiólogo, quien también es jefe de
Neuroimagen del Ruber Internacional. "A pequeña escala, esto se está probando ya con
muchas habilidades", añade.
Uno de los campos que más se han estudiado es el de qué pasa en el cerebro mientras se
está entrenando con un videojuego. "Estas actividades implican diferentes habilidades,
entre ellas la memoria, y se ha visto que después de un entrenamiento intensivo hay
cambios funcionales y estructurales". Esto quiere decir que "para que haya cambios, el
entrenamiento es fundamental", afirma.
No se trata de un ejercicio teórico. Porque el efecto de la diferente estimulación que
recibe el cerebro por Internet y otras innovaciones "lo estamos pudiendo probar con las
nuevas tecnologías de imagen avanzada", añade el neurorradiólogo.
Un caso claro del efecto del uso del cerebro demostrado en la clínica es la llamada
reserva cognitiva. Esta capacidad se ha visto que es importante en pacientes con
enfermedad de alzhéimer, indica Álvarez-Linera. "Las personas sometidas a un
entrenamiento cerebral prolongado, como el trabajo intelectual, tardan más tiempo en
desarrollar el deterioro propio de la enfermedad. De alguna manera, tienen como un
colchón, la enfermedad tarda más tiempo en dar la cara, ya que tienen más recursos para
compensar esos déficits".
Todo esto tiene un impacto en la vida cotidiana. "Desde que llegaron los móviles ya
nadie se acuerda del número de teléfono de nadie", pone el médico como ejemplo. "Y
esa falta de entrenamiento específico tiene su efecto en la memoria, aunque no tiene por
qué ser necesariamente negativo, porque esa pérdida de la capacidad para recordar
números se compensa con la memoria para saber dónde y cómo los tenemos que ir a
buscar", indica.
En el caso de los niños o los adolescentes el impacto es, si cabe, aún mayor. "Un chico
de 15 años maneja mucha más información hoy día que uno de su misma edad de hace
50. Y para ello tiene que desarrollar otro tipo de habilidades que también implican a la
memoria, como es la gestión de la información (más que saberlo todo, saber cómo
acceder de forma rápida y eficiente a los datos)", explica Álvarez-Linera.
Y esta situación enlaza con el llamado efecto Google y el impacto que puede tener sobre
la memoria el uso de las nuevas tecnologías. "Obviamente hay cosas que ganar y otras
que perder". Lo que hay que hacer entonces es tomar medidas para que los beneficios
sean superiores a los perjuicios. Para ello, la primera recomendación del
neurorradiólogo es "mantener en forma el cerebro, pero no con ejercicios pasivos o
repetitivos. No es bueno dedicarse a tareas monótonas, lo mejor es tener una actividad
cerebral variada", afirma.
Esto incluye trabajar otros tipos de memoria, como la de procedimientos y no olvidar el
ejercicio físico, que sabemos que contribuye a mejorar las conexiones cerebrales. "Hay
actividades, como el golf o la música, que funcionan bien, porque aparte del ejercicio
físico hay que acordarse de las posturas, los movimientos".
Al final, Álvarez-Linera resume que, independientemente del uso de las tecnologías o
no, lo que hay que hacer es "darle vidilla al cerebro".

Los taxistas de Londres tienen más desarrollado el hipocampo

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