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MANUEL ARMAYONES
EL EFECTO
El efecto smartphone
SMARTPHONE
CONECTARSE CON SENTIDO
El efecto smartphone
Manuel Armayones
Director de la colección Manuales (Comunicación): Lluís Pastor
ISBN: 978-84-9116-287-2
Ninguna parte de esta publicación, incluyendo el diseño general y de la cubierta, puede ser copia-
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químico, mecánico, óptico, de grabación, de fotocopia o por otros métodos, sin la autorización
previa por escrito de los titulares del copyright.
Autor
Manuel Armayones
Doctor en Psicología y máster en Drogodependencias por la Universidad
de Barcelona, Manuel Armayones desarrolla su labor académica como
profesor agregado de Psicología y Subdirector Docente de los Estudios
de Psicología y Ciencias de la Educación de la Universitat Oberta de
Catalunya (UOC). Como investigador del Grupo PSiNET (Psicología,
Salud e Internet) de la UOC, centra su trabajo en la salud mental y en
los efectos psicológicos del uso de las tecnologías de la información y
comunicación (TIC). Frente a la «patologización» del uso de las TIC,
la tesis principal del autor es que la educación en el uso de las nuevas
tecnologías permite que estas ofrezcan muchas más ventajas para el
usuario que inconvenientes. Los problemas derivados del uso de las TIC
deben abordarse de un modo crítico y, en los casos en que sea necesario,
hay que intervenir desde una perspectiva amplia que englobe tanto los
aspectos individuales como los sociales y culturales que puedan estar en
la base de dichos problemas.
A mi esposa Lina y a mi hija Laura,
por su amor, comprensión y eterna paciencia
A mi hijo David,
por su presencia eterna en nuestros corazones
© Editorial UOC Índice
Índice
Introducción........................................................................ 11
Referencias bibliográficas............................................ 21
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Introducción
A los que años atrás decían –o decíamos– que las nuevas
tecnologías podían ser la solución a una gran cantidad de
problemas no les hubiera gustado oír que, además de eso,
también podían favorecer la aparición de otros de tipo psi-
cológico, social y hasta cultural con los que tendríamos que
aprender a lidiar en nuestra vida cotidiana.
Comparados con los beneficios indiscutibles de las nue-
vas tecnologías –a las que llamaremos TIC–, los problemas
derivados de su uso se nos antojan leves y asumibles, y así
son realmente en la inmensa mayoría de los casos y para
la inmensa mayoría de las personas. Para otras, en cambio,
es necesaria la intervención de psicólogos, de psiquiatras y
de otros profesionales de la salud mental. En este libro no
vamos a hablar ni de tratamientos ni de casos en los que
alguien pueda precisar de tratamiento especializado, pues-
to que en el mercado son muchos los libros en los que se
detallan estrategias y técnicas de intervención y en los que
se adaptan técnicas bien conocidas en psicología a un mundo
mucho menos conocido, como es el de las adicciones tecno-
lógicas.
Entonces, ¿de qué trata este libro? Pues del resto de pro-
blemas derivados del uso de las TIC, y más concretamente, del
uso de las TIC a través del omnipresente «teléfono inteligen-
te», al que llamaremos de aquí en adelante smartphone.
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Por supuesto que hay riesgos, los inherentes como los hay
en toda actividad humana. Y sí, sabemos y vemos cada día
que la red se utiliza para prácticas ilegales o, si no ilegales, al
menos poco éticas. Siempre habrá desalmados que aprove-
chándose del anonimato, de la posibilidad de localizar a otras
personas, de la candidez de algunas o de la inmadurez o situa-
ción personal de otras, utilicen internet de manera inapropia-
da: amenazando, insultando, acosando, robando, estafando o
cualquier otro tipo de delito inventado o por inventar. Contra
eso existen dos medidas que ya se aplican: legislación y edu-
cación. ¿Se eliminará así el riesgo? Sin duda no, pero seguro
que lo reduciremos, y en caso de que se detecten delitos, se
tomarán las medidas legales adecuadas.
Seamos positivos, más que nada porque la elección ya no
es entre aceptar las TIC o no aceptarlas, entre seguir avan-
zando o volver atrás; porque esto último ya no es posible,
nos guste o no. Ya no se puede estar a favor o en contra de
una tecnología que no solo ha venido para quedarse, sino que
expulsará a aquellos que no la acepten, haciéndoles perder
oportunidades de mejorar y mantener su salud, perjudican-
do la educación de sus hijos y de futuras generaciones, e
impidiendo su participación como ciudadanos, tanto a nivel
personal como laboral y social.
Desengañémonos, la alternativa ya no es posible, y si lo
es, se debe estar dispuesto a pagar un alto precio. Pensemos.
¿Estaríamos dispuestos a contratar en nuestras empresas a
alguien que fuera «anti-TIC»? ¿Que no nos quisiera facilitar
un móvil ni aceptar el de la empresa? ¿Que no aceptase hacer
ninguna gestión online ni utilizar los programas de la empresa
o hacer gestiones por internet? ¿Que nos exigiera cobrar en
un sobre de papel y no aceptase transferencias bancarias?
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Entre la adicción a internet y el efecto
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gías que nadie a estas alturas se atreve a negar que nos están
permitiendo, con sus luces y sus sombras, avanzar en muchos
ámbitos de nuestra vida.
Para concluir este apartado, podemos decir que a la pre-
gunta de si las tecnologías enganchan, o no, podemos respon-
der que en realidad quienes «se enganchan» son las personas,
que, sometidas a todo tipo de vaivenes emocionales –unos
derivados de una sociedad que en algunos temas avanza más
rápido que nuestra capacidad de adaptarnos a ella y otros
relacionados con el desarrollo personal, las predisposiciones
individuales, los aprendizajes y la socialización de cada uno–,
pueden hacer un uso abusivo de las nuevas tecnologías al no
poder autorregular su uso. En estos casos, son los especialis-
tas quienes deben determinar que está pasando y sobre todo
como orientar a cada persona sobre como solucionarlo.
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© Editorial UOC Capítulo II. FoMO (fear of missing out, ¡casi nada!)
Capítulo II
FoMO (fear of missing out, ¡casi nada!)
1. ¿Qué es?
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2. ¿Cómo afecta?
Veamos cómo nos afecta el FoMO, analizando el trabajo
de Przybylski, Murayama, Dehann y Gladwell (2014) en rela-
ción con los aspectos motivacionales, emocionales y compor-
tamentales de esta psicopaTIClogía.
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3. ¿Cómo evitarlo?
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quizás eso solo les pasa a algunos; nada que objetar. Son
nuevos tiempos, nuevas herramientas, y aunque en algunas
personas empieza a haber ya una sensación de empacho
tecnológico-social, tampoco se puede decir demasiado, y
menos, en determinados contextos profesionales... Todo lo
anterior es perfecto, lo malo es que nos quita mucho tiempo.
Un tiempo que no tenemos, un tiempo que si dedicáramos
a crear, producir, pensar, leer o escribir quizás nos sería de
mayor utilidad. O al menos nos haría sentir mejor. Y aquí,
más de uno se encontrará ante un pensamiento automático
que rápidamente le subirá por las meninges: ¿dice este que
para controlar el FoMO, para no perder tiempo –como si el
tiempo se pudiera ganar o perder–, hay que desconectarse?
¡Pues no, claro que no! Pero sí que hay que tener una higiene
de conexión propia, cada cual la que necesite. No es lo mismo
alguien que trabaja en la red, que vive de ella, que alguien para
quien internet es un instrumento más de trabajo y socializa-
ción, lo que nos pasa a la mayoría.
Sí, ya sabemos que hay expertos en gestión del tiempo que
nos recomendarían mil y un programas para filtrar informa-
ción y seleccionarla; así como para gestionar nuestro tiempo.
Pero está llegando un momento en que ni siquiera parece que
tengamos tiempo para dedicar a aprender a utilizar programas
de gestión del idem. Sí, deberíamos tomarnos la molestia de
hacerlo, de estudiarlos, de instalarlos y de cambiar nuestra
manera de filtrar y organizar la información, pero realmente
no parece que estemos en la línea de conseguirlo. Aunque,
obviamente, siempre hay maravillosas excepciones, pero que-
dan lejos del común de los internautas, y sobre todo, de los
que tampoco utilizan la red de un modo profesional, sencilla-
mente porque se dedican a otras cosas.
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Grijalbo.
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© Editorial UOC Capítulo III. Nomofobia (¡no es fobia a los gnomos!)
Capítulo III
Nomofobia (¡no es fobia a los gnomos!)
1. ¿Qué es?
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2. ¿Cómo se manifiesta?
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3. ¿Cómo evitarla?
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© Editorial UOC Capítulo IV. La tenebrosa vibración fantasma
Capítulo IV
La tenebrosa vibración fantasma
1. ¿Qué es?
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2. ¿Cómo se manifiesta?
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3. ¿Cómo evitarla?
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© Editorial UOC Capítulo V. Mente erráTICa
Capítulo V
Mente erráTICa
1. ¿Qué es?
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2. ¿Cómo se manifiesta?
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© Editorial UOC Capítulo VI. El temido efecto Google
Capítulo VI
El temido efecto Google
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© Editorial UOC Capítulo VII. Hacia una conexión con sentido
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Hacia una conexión con sentido
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que nos dejen en un estado de salud tan malo como, por ejem
plo, nos puede dejar el uso continuado de cocaína o heroína.
Si hablamos de los cambios a nivel cerebral, la pregunta suele
ser: ¿internet provoca cambios a nivel cerebral? Y a partir de ahí,
siguiendo con el juego de falacias, podemos acabar argumen
tando que si provoca cambios a nivel cerebral es que es «malo».
Por supuesto que el uso continuado de internet provoca
cambios a nivel cerebral, pero la pregunta sería: ¿hay algo que
no produzca cambios a nivel cerebral? ¿No se producen cam
bios en el cerebro de una persona que toque el violín varias
horas al día? ¿O que aprenda y hable varias lenguas? ¿O que
arregle relojes? ¿Acaso estas actividades no aumentarán las
conexiones sinápticas? ¿No habrá zonas que se especialicen
más en, por ejemplo, una persona que baile como los ángeles?
Por tanto: ¿son también este tipo de «alteraciones cerebrales»
negativas? Pues en mi modesta opinión, no lo son.
Por supuesto que hay alteraciones cerebrales positivas si
alguien aprende a tocar el piano, a escribir a muchísima velo
cidad en un teclado o a bailar. Y por supuesto que hay altera
ciones cerebrales negativas si alguien se pasa doce horas al día
conectado a una red social, consume drogas o simplemente
no se levanta del sofá. Pero las alteraciones cerebrales no son
más que el reflejo de lo que nosotros decidimos hacer con
nuestro órgano más desconocido.
Así que, podemos tomar dos caminos: uno sería dejarnos
llevar por la corriente y considerar que cualquier nueva tec
nología es potencialmente generadora de nuevas adicciones y
objeto de intervención y tratamiento; el otro es dejarnos de
cuentos y tomar el control de nuestras vidas, conectándonos
cuando nos haga falta y presionando el botón off de cualquier
aparato electrónico cuando no nos sirva o no nos aporte nada.
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Pues, bueno, no hace falta ser muy listo para darse cuenta de
que no es la mejor manera de aprovecharnos del regalo que
supone estar vivos, en el aquí y el ahora; pero como decíamos,
allá cada cual con su libertad.
El smartphone no deja de tener un papel de «apéndice de
nuestro yo», como dicen algunos, pero a mí me gusta más la
expresión «comodín tecnológico», ya que nos permite pedir el
«comodín del público», como en aquel concurso tan famoso
de televisión, para cualquier cosa. Es como si pudiéramos
pedir ayuda para solventar cualquier situación que no nos
guste: una compañía, la sensación de no saber algo, un no
saber cómo llegar, una situación social que nos molesta, una
exposición a las miradas de los otros y evitar conversaciones
que no nos apetecen. ¿Qué pasa si decidimos ir por la vida
sin comodín? ¿O utilizándolo de una manera muy contro
lada, solo cuando es realmente necesario? ¿No nos pasa en
ocasiones que nos armamos de valor y nos enfrentamos a
situaciones que no son tan complicadas como pensábamos
y luego nos damos cuenta de que no había para tanto? Pues
eso, quizás, ir en tren cruzando miradas y palabras con otros
viajeros no sea tan mala idea. Quizás, a veces, nos refugiamos
en el smartphone, en la red, huyendo de un mundo que perci
bimos como frío, dominado por la tecnología, individualista,
feroz con el débil, implacable con aquellos que se salen de las
normas o que tienen las suyas propias.
Y a ese mundo frío, individualista, feroz, rápido..., ¿no
estaremos contribuyendo todos nosotros de alguna manera?
Eso cuesta planteárselo, pero pensemos en un momento en
esas personas que vemos cada día, o que nos ven a nosotros,
amarradas al smartphone, levantando apenas la cabeza para
mirar o ser miradas, procurándose una especie de autolimita
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Turkle, S. (2012). Alone Together: Why We Expect More from Technology and
Less from Each Other. New York: Basic books.
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