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Teoría del conocimiento

Sto. Tomás no se ocupó específicamente de desarrollar una teoría del conocimiento, del
modo en que se ocuparán de ello los filósofos modernos. Al igual que para la filosofía
clásica, el problema del conocimiento se suscita en relación a otros problemas en el curso
de los cuales es necesario aclarar en qué consiste conocer. En el caso de santo Tomás esos
problemas serán fundamentalmente teológicos y psicológicos. No obstante, la importancia
que adquirirá el estudio del conocimiento en la filosofía moderna hace aconsejable que le
dediquemos un espacio aparte.

Todo nuestro conocimiento comienza con los sentidos; siguiendo la posición aristotélica al
respecto, santo Tomás, habiendo rechazado las Ideas o formas separadas, estará de acuerdo
con los planteamientos fundamentales del estagirita. El alma, al nacer el hombre, es una
"tabula rasa" en la que no hay contenidos impresos. Los objetos del conocimiento suscitan
la actividad de los órganos de los sentidos, sobre los que actúan, produciendo la sensación,
que es un acto del compuesto humano, del alma y del cuerpo, y no sólo del alma como
pensaba Platón. Para que haya conocimiento es necesario, pues, la acción conjunta de
ambos, por lo que la posibilidad de una intuición intelectual pura, que ponga directamente
en relación el intelecto y el objeto conocido, queda descartada

EL CONOCIMIENTO DEL ALMA POR SÍ MISMA.

El único sentido en el que puede llamarse innatas a las ideas es el de que la mente tiene una
capacidad natural para la abstracción y la formación de ideas; pero por lo que respecta a ideas en
acto. Además, la fuente del conocimiento intelectivo es la percepción sensible, puesto que el alma,
forma del cuerpo, tiene como objeto natural de conocimiento las esencias de los objetos
materiales.

La mente humana no piensa sin la presencia de un fantasma, como está claro a nuestra
introspección, y depende del fantasma, como lo pone de manifiesto el hecho de que una fuerza
desordenada de la imaginación (como la que se da en los locos) perjudica al conocimiento. Y la
razón de tal hecho está en que la capacidad cognoscitiva está proporcionada a su objeto natural.

El alma racional se conoce a si misma solo por medio de sus actos, se aprehende a sí misma no
directamente, en su esencia, sino en el acto por el cual abstrae las especies inteligibles de los
objetos sensibles. El conocimiento del alma por sí misma no constituye, pues, una excepción a la
regla general de que todo nuestro conocimiento comienza por la percepción sensible y depende
de la percepción sensible. Santo Tomás expresa ese hecho diciendo que el entendimiento, cuando
está unido a un cuerpo en la vida presente, nada puede llegar a conocer nisi convertendo se ad
phantasmata .

Si el alma humana se conociera a sí misma por su misma esencia, no en el sentido de ser la esencia
lo que conoce, sino en el sentido de que fuese mediante la esencia que se conociera, entonces el
alma se estaría entendiendo siempre en acto, su esencia sería para ella un per se notum y sería lo
primeramente conocido y el principio del conocimiento de todo lo demás. El alma no se conoce
inmediatamente a sí misma por su esencia, antes necesita recibir a través de la sensibilidad las
formas que actúen su potencia intelectual. Por ello, el alma se conoce a sí misma por sus actos,
tanto en cuanto a su esencia como en cuanto a su existencia.

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