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I. Introducción.
Por último, enuncio las bases para procurar un sistema penal más justo que
responda directamente y de manera eficaz al reclamo social, sin perder de vista
la especial atención que se debe tener en las personas involucradas en el
conflicto.
Este principio es de carácter absoluto toda vez que impide a los agentes del
sistema a disponer de una solución del caso diferente a lo establecido en la ley
y la eventual absolución o condena. Se carece de toda facultad de
discrecionalidad, “se es esclavos de la ley”, como bien lo refería Vélez
Mariconde, en el sentido de que tienen el deber de provocar o solicitar la
actuación correcta de aquélla.
Por otra parte, rige la irretratabilidad, vale decir que una vez promovida la
acción penal su ejercicio no puede suspenderse, interrumpirse ni hacerse
cesar, salvo supuesto previsto expresamente en la ley procesal. En este
sentido, el Ministerio Público no puede transar o negociar el proceso con el
imputado, ni renunciar a la acción penal, ni desistir de la instancia, sino que
debe imperiosamente seguir a rajatabla con los pasos procesales
preestablecidos en la manda legal, ejerciendo un poder puramente formal
excitando la jurisdicción.
Por su parte Hegel, concibe al delito como la negación del derecho y la pena,
como la negación de la negación, como anulación del delito y como
reestablecimiento del derecho, “la vulneración que afecta al delincuente no es
sólo justa en sí, sino que también es un derecho impuesto en el delincuente
mismo, esto es, en su voluntad existente, en su acción” (HEGEL, Georg
Wilhelm Friedrich, Filosofía del Derecho, Ed. Claridad, pág. 108). Como ser
racional, el delincuente es honrado con la pena, que es mantenida como
continente de su derecho particular. Este honor no llega a él si el concepto y la
norma de su pena no se toman de su mismo acto.
La superación del delito es el castigo, es la vulneración de la vulneración, y el
delito tiene una extensión determinada cualitativa y cuantitativamente.
El mal de la pena está justificado por el mal del delito, es concebida como un
mal que debe sufrir el delincuente para compensar el mal causado con su
comportamiento, pensamiento que reconoce como antecedente a la Ley del
Talión. La pena niega o aniquila al delito reestableciendo al derecho, haciendo
una abstracción a si resulta necesaria o beneficiosa para la sociedad, no tiene
finalidad preventiva, ni intimidatoria, ni correctiva, serán pues estos efectos
concomitantes favorables en su aplicación, pero que no tienen nada que ver
con su naturaleza.
En cuanto a la selección de los casos, surge a las claras que la misma se hace
de manera arbitraria en consecuencia, toda vez que de los casos que llegan a
conocimiento de los órganos que lo integran sólo algunos son investigados en
su plenitud, mientras que otros son abandonados, y terminan siendo irresueltos
o bien prescribiendo su acción.
Tengamos en cuenta que ningún sistema penal está capacitado para responder
y atender a todos los hechos delictivos que se producen en una sociedad, ni las
fuerzas de seguridad, ni los órganos jurisdiccionales, ni los establecimientos
carcelarios o de detención serían suficiente, si todos tendrían que ser
investigados, juzgados y sentenciados.
Para esta teoría el objetivo que toda ley debe tener es llevar felicidad a toda la
comunidad y eliminar lo que tienda a sustraerla. Jeremy Bentham decía: “…La
finalidad del derecho es aumentar la felicidad…; y por lo tanto, en primer lugar,
excluir, tan completamente como sea posible, cualquier cosa que tienda a
deteriorar esa felicidad; en otras palabras, excluir lo que es pernicioso…Pero la
pena es un mal. Pero toda pena es perniciosa. Sobre la base del principio de
utilidad, si ella debe ser del todo admitida, sólo debe serlo en la medida en que
ella promete evitar un mal mayor…”.(An Introduction to the Principles of Morals
and Legislation, Bentham, Jeremy)
Para Bentham, la ley penal debe excluir el daño, porque “todo castigo es un
daño, todo castigo es en sí mismo un mal”.
Experiencias Provinciales.
Por último determina (art. 28) con un sentido de amplia flexibilidad procesal que
los criterios de oportunidad pueden solicitarse durante la sustanciación del
proceso o con anterioridad a su inicio.
V. Conclusiones Generales.
Claro está que no es una tarea sencilla, toda vez que el cambio hacia una
nueva política criminal debe radicar fundamentalmente en el cambio de
mentalidad de toda una comunidad, que ha sido formada, a través de los
distintos procesos históricos del país con una cultura inquisitiva, los
funcionarios judiciales, políticos, legisladores, magistrados, abogados,
docentes universitarios, toda la dirigencia académica, empresarial y productiva
de la Argentina, hemos sido formado con esa cultura, con esa idiosincrasia, es
por ello que el desafío es mayor.
Por otra parte, estoy convencido que así como en 1853 fueron las provincias
las que contribuyeron a la fundación de un Estado jurídicamente organizado,
son ahora las mismas las que tienen esa responsabilidad a través de sus
facultades no delegadas a la Nación como la de legislar la norma adjetiva, de
producir cambios fundamentales que contribuyan a la paz social y al bienestar
general.
- BENTHAM, Jeremy (1948) The principles of morals and legislation. Nueva York,
Hafner Press
- BINDER, Alberto M., Introducción al Derecho Procesal Penal, Ed. Ad – Hoc S.R.L.;
- BINDER, Alberto M., Justicia Penal y Estado de Derecho, Ed. Ad – Hoc S.R.L.;
- CLARIA OLMEDO, Jorge A., Derecho Procesal Penal, Tomo I, Ed. Rubinzal –
Culzoni Editores;
- MAIER, Julio J.B., Derecho Procesal Penal Argentino Tomo I, Fundamentos, Ed.
Hammurabi;
- VAZQUEZ ROSSI, Jorge E., Derecho Procesal Penal, Tomo II, Ed. Ed. Rubinzal –
Culzoni Editores
- VELEZ MARICONDE, Alfredo, Derecho Procesal Penal II, Ed. Marcos Lerner.
Notas:
[*] El autor es abogado, Especialista en Derecho Penal, Mediador. Trabajo presentado
en el año 2001 en la Maestría de Ciencias Penales de la Universidad Nacional de la
Patagonia, San Juan Bosco, Trelew – Chubut, publicado en la Revista “El Reporter” de
la Escuela de Capacitación del Poder Judicial de la Provincia del Chubut, Año 4 – Nº 14
–Diciembre de 2004.
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