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Valoremos nuestro privilegio de trabajar con Jehová

“Somos colaboradores de Dios.” (1 COR. 3:9)


JEHOVÁ siempre disfruta de su trabajo (Sal. 135:6; Juan 5:17). Y desea que tanto
ángeles como seres humanos tengan ese mismo sentimiento, así que les encarga
tareas que los llenan de satisfacción.
¿No es emocionante que Jehová haya concedido a seres humanos imperfectos el
honor de ser sus colaboradores? (1 Cor. 3:9.) Quienes construyen Salones de
Asambleas, Salones del Reino y sucursales participan en un programa de
edificación literal, como hicieron Noé y Moisés. Puede que estemos colaborando en
alguna de esas construcciones, sea renovando un Salón del Reino o construyendo
nuestra central mundial en Warwick. Si es así, atesoremos ese privilegio: es un
trabajo sagrado.
La organización de Jehová hace grandes esfuerzos por construir nuestros centros
de reunión. Hay miles de voluntarios que colaboran en su diseño, construcción y
remodelación.
La Biblia dice que los cristianos que más tienen deben ayudar a los que menos
tienen a fin de que haya igualdad entre todos. De acuerdo con ese principio, la
organización ha establecido un programa para construir salones en los lugares
donde más se necesitan (lea 2 Corintios 8:13-15). Sin este programa, muchas
congregaciones nunca hubieran podido pagar su Salón del Reino, pero gracias a él
ahora tienen un hermoso lugar donde reunirse.

QUÉ SIGNIFICA PROGRESAR ESPIRITUALMENTE


(Lea 1 Timoteo 3:1). El verbo griego que se traduce “procurando alcanzar” significa
estirarse para agarrar una cosa, quizás algo que no se puede alcanzar fácilmente.
Al usar esta palabra, el apóstol Pablo subrayó que para progresar espiritualmente
hace falta esfuerzo. Pensemos en un hermano que reflexiona sobre cuál será su
futuro en la congregación. Tal vez todavía no sea siervo ministerial, pero se da
cuenta de que necesita desarrollar cualidades espirituales. Para empezar, se
esfuerza por cumplir con los requisitos para ser siervo ministerial. Más adelante, se
seguirá esforzando por llegar a ser anciano. En ambos casos, hace todo lo posible
por satisfacer los requisitos necesarios para atender más responsabilidades en la
congregación.
EN LA CONGREGACIÓN
En su carta a los Efesios, Pablo habló de la forma en que está organizada la
congregación y recordó la necesidad de crecer “en todas las cosas” (lea Efesios
4:15, 16). ¿Cómo puede cada uno de nosotros alcanzar esa meta? Pablo puso
como ejemplo al cuerpo humano para explicar que la congregación debe trabajar
unida bajo la dirección de la cabeza, Cristo. Dijo que las distintas partes del cuerpo
trabajan en armonía gracias a las coyunturas o articulaciones que las unen.
En nuestro caso, sin importar si somos jóvenes o mayores, fuertes o débiles, ¿qué
podemos hacer para que la congregación se mantenga unida?
Respetar y obedecer a quienes Jesús ha nombrado para que la dirijan: los ancianos
(Heb. 13:7, 17). Esto no siempre es fácil, pero podemos pedirle con confianza a
Jehová que nos guíe. Su espíritu santo nos ayudará a apoyar con entusiasmo las
decisiones que se tomen en la congregación. Así que si alguna vez nos cuesta
obedecer las instrucciones que recibimos, recordemos que nuestra humildad
contribuirá a la unidad de la congregación y a que crezca el cariño que sentimos por
nuestros hermanos.
Los siervos ministeriales también contribuyen con su trabajo a la unidad de la
congregación. Todos agradecemos mucho lo que hacen, tengan la edad que
tengan, y la generosa ayuda que les dan a los ancianos. Por ejemplo, se encargan
de que haya publicaciones para predicar, de la limpieza y mantenimiento del Salón
del Reino, y de darles la bienvenida a quienes nos visitan. Si cooperamos con estos
hermanos, el trabajo en la congregación se hará de manera organizada (compare
con Hechos 6:3-6).
Algunos hermanos han trabajado muy duro a favor de la congregación durante años.
Quizás ahora ya no pueden hacer tanto como antes por culpa de la edad, pero hay
hermanos más jóvenes dispuestos a darles una mano. Aunque no tengan la misma
experiencia, se les puede capacitar para que se encarguen de más
responsabilidades. Nos alegra ver que muchos siervos ministeriales se están
esforzando por llegar a ser ancianos (1 Tim. 3:1, 10). Y también que algunos
ancianos jóvenes hayan progresado hasta el punto de ser superintendentes de
circuito; ahora ayudan a los hermanos de muchas congregaciones. ¿Verdad que
estamos muy agradecidos por el apoyo que nos dan? (Lea Salmo 110:3 y
Eclesiastés 12:1).
El seguir temiendo a Jehová nos mantendrá humildes delante de él y siempre llenos
de aprecio por todo lo que está haciendo para nosotros. Sea que estemos en una
reunión pequeña en un hogar o en una reunión grande de decenas de miles en un
estadio, agradecemos a Jehová el privilegio de estar con nuestros hermanos
cristianos. Mostraremos nuestro agradecimiento al estar presentes allí e incitar a los
demás concurrentes “al amor y a las obras excelentes” por nuestra conversación
edificante y por nuestros comentarios en las reuniones. (Hebreos 10:24, 25.) Si
tenemos el privilegio de encargarnos de alguna parte en las reuniones, evitaremos
dejar la preparación para lo último, y apresurarnos a buscar y juntar algunas ideas.
Nunca trate tales asignaciones como cosa común. Son privilegios sagrados, y el
modo como los atendamos es otra indicación del respeto y el temor que le tenemos
a Jehová.

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