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ISEGORÍA. Revista de Filosofía Moral y Política


N.º 57, julio-diciembre, 2017, 657-672, ISSN: 1130-2097
doi: 10.3989/isegoria.2017.057.12

José Luis Aranguren: Cervantes y el héroe interior*


José Luis Aranguren: Cervantes and the Inner Hero
JOSÉ MANUEL PANEA MÁRQUEZ
Universidad de Sevilla

RESUMEN. La intención de este artículo es des- ABSTRACT. The aim of this essay is to highlight
tacar la importancia de Cervantes en Arangu- the significance of Cervantes in Aranguren.
ren. El filósofo español interpreta el pensa- The Spanish philosopher makes sense of Qui-
miento del Quijote centrándose en la relevancia jote’s thinking, focusing on the hero’s rele-
del héroe y su importancia para la moral, como vance and his importance for the moral, as a
una referencia crítica y ejemplar en tiempos de critic and admonitory reference in times of cri-
crisis y desánimo como los de Cervantes y los sis and despondency, just like those of Cer-
nuestros. vantes and these of us.

Palabras clave: Aranguren; Cervantes; héroe; Key words:Aranguren; Cervantes; Hero; Mo-
crisis moral; entusiasmo; ironía; melancolía; ral Crisis; Enthusiasm; Irony; Melancholy;
utopía. Utopia.

“El hombre, ante el derrumbamiento de todo, puede quedarse a solas con su voz. No es mal
cimiento, para levantar un mundo nuevo, ese poco de aire movido
que es la palabra del hombre. Lo más noble y transparente, lo más hondo, lo más poderoso
que nosotros, hombres de carne y hueso, tenemos es también lo más
efímero y quebradizo, puro soplo y reflejo: mirada y voz.” (Aranguren, 6: 56).

c
*
ORCID iD:http://orcid.org/0000-0001-6261-0582 jmpanea@us.es

Copyright: © 2017 CSIC. Este es un artículo de acceso abierto distribuido bajo los términos de la licencia
de uso y distribución Creative Commons Attribution (CC-by) España 3.0
[Recibido: julio 2015 / Aceptado: octubre 2016] 657
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José Manuel Panea Márquez

¿Qué explica el acercamiento de Arangu- de Cervantes, y que, nos atreveríamos a


ren a Cervantes, y en particular al Quijote? sugerir nosotros, cabría atribuirle de igual
¿Qué puede aportarnos su lectura? ¿Qué modo al mismo Aranguren.
busca y necesita Aranguren entre las en- Cervantes no es fácil. Cuatrocientos
señanzas que le brinda Cervantes, quien, años después, en el aniversario de la se-
como todo el mundo sabe, arrostró una gunda edición del Quijote, hemos sido
vida llena de anhelos y desafíos, peligros, testigos de innumerables estudios y acer-
esperanzas y frustraciones sin cuento? camientos a la obra cervantina de todo
¿Qué le cabe esperar de alguien que con- género y humor, serios y menos serios,
virtió su vida en aventura, y no precisa- obedeciendo, en unos casos, a intereses
mente colmada de éxitos, y que, sin em- históricos, políticos y culturales del mo-
bargo, no se resignó al silencio, sino que, mento, y en otros, a la más pintoresca
ante el derrumbamiento de todo, optó por imaginación, antes que al rigor. Por eso, se
quedarse a solas con su voz, tal vez como ha afirmado con razón que Cervantes no
la última esperanza de levantar un mundo es fácil, sino que, antes al contrario, es de
nuevo? Son éstas preguntas con las que una dificultad suprema, a pesar de su apa-
queremos justificar, al mismo tiempo, rente facilidad y del carácter cómico de su
nuestro acercamiento a Aranguren, refor- personaje fundamental (García López,
mador en tiempos de crisis, como diría P. 2015:12).
Cerezo (Cerezo, 1991). Y, a nuestro en- No en vano Ortega, en sus Meditacio-
tender, Cervantes constituye para Aran- nes del Quijote, llamó la atención sobre la
guren, un referente único de ejemplari- complejidad del tema refiriéndose al
dad moral, del que hay mucho que enigma de Cervantes. Esta dificultad, qué
aprender. Pero, como decíamos, la mirada duda cabe, es la que ha dado pie a todo
sobre Cervantes será también la de quien tipo de interpretaciones sobre el autor y su
busca apoyos, fortalezas para la voluntad, obra. Patrañas sobre el retrato de Cervan-
en un mundo en permanente crisis, cer- tes, adulteraciones de todo tipo, y leyendas
cado por la injusticia, azuzado por la con- sin cuento se han urdido en torno suyo.
ciencia del deber de combatirla, y amena- Así, el cervantismo decimonónico y no-
zado por los peligros que la asolan, vecentista pergeñó una biografía ejemplar
procedentes en no pocas ocasiones del y heroica del autor del Quijote, con histo-
desánimo o desmoralización. De manera rias inventadas, hijas de la ficción, no do-
que la lectura de Cervantes se tornaría cumentadas. Del mismo modo, también el
esencial en la andadura del intelectual cervantismo clásico alentó la idea, pro-
comprometido que siempre fue Aranguren ducto de la imaginación, del ingenio lego
(Panea, 2015). Pero como con gran acierto de Cervantes, quien, como por arte de ma-
ha sabido retratar J. Muguerza, es la de gia, habría escrito una obra sublime. Idea
Cervantes una mirada melancólica (Mu- que encontraba cierto amparo en el con-
guerza, 2010), rasgo éste que, como se texto del genio romántico, pero con la
verá, nos permitirá despejar algunas difi- consecuencia de empequeñecer la figura
cultades en la interpretación aranguniana del autor ante su obra. Imagen ésta de

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Cervantes que encontró cierto microclima teriormente referida del escritor lego. A.
favorable entre la Generación del 98, Castro cuestionaba la tesis de Menéndez
siendo Vida de Don Quijote y Sancho Pelayo de que Cervantes no habría tenido
(1905) de Miguel de Unamuno un claro ni tiempo ni afición para formarse otras
ejemplo. Luego vendría Américo Castro a ideas que no fueran, a lo sumo, vulgares y
aclararnos que ingenio lego hace referen- corrientes (Aranguren, 6: 322). Lo llama-
cia tan sólo a la persona que no es licen- tivo es que Aranguren no entra a valorar si
ciado o doctor por una universidad, obte- las ideas expuestas por Castro eran o no
niendo su formación por otros cauces no propiamente las de Cervantes, y hasta qué
académicos (García López, 2015: 12-16). punto comparte o no todas las ideas verti-
Pues bien, en medio de semejante con- das en su libro. Se limita a destacar la
texto, querríamos destacar la figura de enorme importancia de sus ideas para la
J.L. López Aranguren como lector de Cer- época moderna, algo que sí puede cole-
vantes, y preguntarnos por la actitud que girse a partir de la ruptura con el enfoque
encontramos en él respecto al genio uni- anterior que supuso dicha obra. Es la
versal y su obra. Será necesario que demos nueva perspectiva, de quien ve en Cer-
un breve rodeo, antes de entrar en nuestro vantes no un autor lego, sino a todo un in-
autor y su lectura de Cervantes, para así telectual, con independencia de las ideas
poder apreciar con más criterio su valiosa que podamos atribuirle, lo que resulta
aportación, no exenta de dificultades. Del atractivo a Aranguren. Y por eso, nos dirá,
mismo modo, dejamos formulada la pre- la obra de Castro marcó un nuevo hito en
gunta por el significado que pueda tener su el cervantismo.
acercamiento y su mirada sobre el Quijote, Pues bien, aquí radicará el interés que
significado en términos de actitud moral, justifica el acercamiento de Aranguren a
con la que Aranguren afrontaría también Cervantes: abordar el pensamiento de Cer-
su propia realidad y vida. vantes en el Quijote. Aranguren nos re-
Curiosamente, nos advierte Arangu- cordará, en primer lugar, la polémica en-
ren de que la primera obra en serio sobre tre quijotistas (entre los que se encuentra
Cervantes es la de Américo Castro, El Unamuno) y cervantistas (entre los que
pensamiento de Cervantes, datada en podría contarse al propio Aranguren): “Se-
1925. “Todo lo anterior era ‘cervantismo’, gún Unamuno, sería menester liberar, por
erudición en torno a la vida, en sus por- así decirlo, a don Quijote de Cervantes,
menores, de Cervantes, o investigación del sentido crítico que sujetaba el vuelo
filológica, en el viejo sentido de la palabra, quijotesco, y para eso escribió Vida de
de los textos cervantinos.” (Aranguren, 6: don Quijote y Sancho. Confieso que,
322). A partir de A. Castro se empezó a to- puesto en la disyuntiva, yo figuraría más
mar en serio al hombre de letras Miguel de bien entre los cervantistas que entre los
Cervantes. Obsérvese que Aranguren ha- quijotistas, pero, como ya he declarado,
bla expresamente del hombre de letras, me niego a tomar a don Quijote separado
por lo que considera que estamos ante un del discurso cervantino.” (Aranguren, 6:
estudio que trata de romper con la idea an- 323). Esta última conclusión es más im-

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portante de lo que cabría sospechar, por- mos ahora nosotros), de la contradicción


que con ella Aranguren estaría recono- posible entre lo que creían y lo que decían,
ciendo el valor intelectual y humano del por lo que Aranguren aprecia cierto ana-
loco personaje, y lo estaría integrando en cronismo en el enfoque de A. Castro. Y en
el ser mismo de Cervantes, es decir, en su ello tal vez estribe el que, a la postre, di-
modo de pensar y de sentir, considerando cho problema no le interese a nuestro fi-
a ambos como inseparables, con lo cual lósofo, sino más bien el de qué aportaron
estaría también superando la vieja polé- verdaderamente de nuevo, uno y otro, a la
mica entre los partidarios de don Alonso cultura de su tiempo en los siglos XVI-
Quijano, por un lado, y los de don Miguel XVII (Aranguren, 6: 324).
de Cervantes, por otro, destacando la uni- En efecto, cuando redactó su libro, A.
dad personaje-autor, con todos sus mati- Castro estaba muy vinculado al krau-
ces, superando enfoques parciales. Así, sismo, al círculo de Ramón Menéndez Pi-
entre las filas de los partidarios de Cer- dal, Francisco Giner de los Ríos y José Or-
vantes, más que de don Quijote, contaría- tega y Gasset, por lo que hacía de
mos al mismo Ortega, quien en sus Medi- Cervantes un autor esencialmente laico,
taciones del Quijote se habría preguntado muy crítico con el país de la Inquisición,
por el enigma de Cervantes, no siendo una suerte de intelectual liberal y regene-
Don Quijote personaje enigmático en racionista. Pero años después, tras su exi-
modo alguno (Aranguren, 6: 323). Por lio, A. Castro, mirando al genio universal
otra parte, Américo Castro trató de expli- con los ojos de su presente, nos dibujaría
car el esoterismo que creció en torno a la otro Cervantes, con el perfil de intelectual
sombra del enigma de Cervantes, esote- reconvertido en un “cristiano nuevo”, obli-
rismo que tendía a ver en los autores del gado a una conversión forzosa y a vivir
XVII a personajes de escondida herejía, una vida que no es propiamente la suya.
para precaverse de la Inquisición. Descar- Sin embargo, y como venimos apuntando,
tes y Cervantes habrían sido escritores en- el cervantismo actual ha visto en el enfo-
mascarados. Para Castro la explicación que de Castro motivaciones históricas
sería doble: por un lado, cierta hipocresía muy vinculadas al marco del final de la
estructural de Cervantes, impuesta por la Segunda Guerra Mundial, que reflejarían
España que le tocó vivir; por otro, en Cer- más su propia época que la de los días de
vantes y en Descartes se daría el remoza- Cervantes, sin que haya confirmación do-
miento de la teoría de la doble verdad, la cumental que autorice más que vagos y
verdad del cristianismo, para ganar el equívocos paralelismos (García López,
cielo; la verdad de la ciencia y de la filo- 2015: 22-23). De aquí, según creemos, la
sofía, en el plano de la reflexión (Arangu- originalidad del enfoque de Aranguren, y
ren, 6: 323-324). Pero para Aranguren este su doble mérito. Porque, por un lado, supo
planteamiento no parece el más adecuado, nuestro filósofo reconocer la seriedad e
pues, por una parte, ni Cervantes ni Des- importancia del trabajo de Castro; pero,
cartes fueron propiamente “disimulados”, por otro, fue capaz de virar la mirada y
ni, por otra, eran conscientes (como lo so- distanciarse lo necesario de los contextos

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exteriores de la propia época (de Arangu- Como apuntábamos, en la lectura que


ren), evitando todo anacronismo, y buscar hace Aranguren es Montaigne el punto de
el significado y alcance del Quijote esen- comparación con Cervantes, con el que
cialmente en el propio tiempo de Cervan- encuentra ciertos interesantes paralelis-
tes. Tal es el giro interpretativo que Aran- mos. Pero, nuevamente, la originalidad de
guren protagoniza. su enfoque consistirá en hacer aflorar lo
Aranguren cambia la dirección de su principal también en Cervantes. Así, en
mirada. Si Castro había puesto a Cervan- Montaigne, nos dirá, asistimos no al estu-
tes en relación con la Italia del Renaci- dio del hombre en general –aunque sus ha-
miento, Aranguren lo hará con Montaigne, llazgos filosóficos tengan validez para to-
sin que implique esto que el francés haya dos–, sino a la interiorización, a la voz de
influido más que los italianos en Cervan- la intimidad, como ya lo precedieran san
tes. No es una cuestión de influencias. Lo Agustín, en las Confesiones, o santa Te-
que le interesa a Aranguren es el papel de resa, en Las Moradas. Será la perspectiva
Cervantes en la España de su tiempo, y di- de una intimidad laica en Montaigne la
cho papel se parece más al que representó que lo hace novedoso. Y lo que Montaigne
Montaigne en la Francia del suyo. Ambos, habría hecho en el terreno de la filosofía,
uno como novelista, el otro como ensa- del ensayo, Cervantes lo habría logrado
yista, llevaron a cabo, en opinión de Aran- por primera vez en el de la novela:
guren, una profunda revolución intelec-
tual, muy insuficientemente comprendida “En cualquier caso, lo que Montaigne
en su época (Aranguren, 6: 324). Además, funda es la literatura como expresión
lo interesante en nuestro filósofo es que laica de la intimidad, y de una intimi-
nos acerca a Cervantes no sólo en su pro- dad absolutamente laica. Y esto es fun-
pio marco histórico, sino que realiza un damentalmente moderno, pues las dos
viaje del mundo exterior al interior del notas a la vez nunca se habían dado. La
alma cervantina. Y precisamente hoy, las expresión de la intimidad y la expresión
investigaciones más recientes ven a Cer- laica de una intimidad igualmente laica;
vantes en esta misma línea, a saber, la de he aquí la aportación principal, ya
quien se vale del humor como exigencia como punto de partida, de lo que ha
ética, desarrollando una poética o retó- constituido la obra de Montaigne. (…)
rica de la ficción, un neoescepticismo con Cervantes llevará a cabo el proceso de
el que estaría cuestionando el academi- interiorización laica, contemplativa-
cismo y dogmatismo del humanismo fini- mente, no por la vía del ensayo ni de la
secular (García López, 2015: 152-153; filosofía, sino por la de su creación li-
Márquez Villanueva, F., 1995: 76-77). Y teraria, la novela moderna. Y activa-
también en el caso de Cervantes, como en mente, mediante la creación de su mí-
el de Montaigne, el estilo formaría parte tico héroe.” (Aranguren, 6: 325).
de un modo de pensamiento y una filoso-
fía propias (García López, 2015: 248-251; En suma, es lo que referíamos antes
Canavaggio, J., 2014: 254-277). que ha subrayado el cervantismo más ac-

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tual, la poética o retórica de la ficción, tes reflexivo, recluido en sí mismo, al


cuya expresión más alta lo constituye esa igual que a un Montaigne en su torre de
maestría con la que expresa su ironía en marfil, o a un Descartes encerrado en la
los trabajos de madurez del propio Cer- estufa de sus pensamientos (Aranguren, 6:
vantes, a saber, en la segunda parte del 325). Por ello mismo, todas las historias
Quijote, Las novelas ejemplares, y el Per- noveladas por Cervantes serán pretextos
siles, pues es a través de la ironía como, para dejar correr su ironía, dando así voz
tras un largo proceso de búsqueda, Cer- a su modo de sentir y de pensar:
vantes habría por fin encontrado la forma
expresiva adecuada para explorar las ca- “Cierto que Cervantes no lo hizo para
tegorías morales a partir de las cuales en- discurrir filosóficamente, sino para or-
tendía la vida y el mundo que le tocó vi- ganizar sus imaginaciones, ironía y pa-
vir (García López, 2015: 248). Y en tal rodias, y la actitud ante el mundo im-
sentido, la interpretación aranguniana re- plícita en ellas. Como en Montaigne,
sultará, pues, ser de lo más actual y con- las cosas y los acontecimientos exter-
trastado. nos son en el Quijote meros “pretex-
Volviendo al paralelismo con Mon- tos”, aquí mejor, para emplear la pala-
taigne, nos recordará nuestro filósofo algo bra cervantina, ocasiones, ocasiones
fundamental que emparenta a ambos auto- para que se manifieste, para que se re-
res, a pesar de ser Cervantes algo posterior: alice el modo de ser de cada cual.”
el de haber vivido un tiempo de transición (Aranguren, 6: 325).
entre el ingenuo entusiasmo renacentista y
la exasperación, desesperación y desilu- En efecto, como ha señalado G. López,
sión amarga del barroco, que marcará sus el hallazgo de la ironía como forma ex-
obras; un momento de transición caracteri- presiva no fue ni anecdótico ni surgió por
zado, aún, por una ironía serena: “Ellos, casualidad, sino que acabó siendo el modo
Montaigne, Cervantes, encarnaron un ins- en que el propio Cervantes mejor plasmó
tante histórico de serenidad, de sentido crí- la expresión de sí mismo y del mundo en
tico, de ironía, de comprensión del mundo que le tocó vivir. Cervantes evoluciona
y de soledad ya, pero soledad tranquila despacio y se encuentra a sí mismo muy
aún, anterior a la soledad barroca” (Aran- tarde (cuenta ya con cincuenta y ocho años
guren, 6: 325). cuando publica el primer Quijote), algo
La soledad es, sin duda, clave para en- que acompaña a la prosa de ficción –al
tender a un Cervantes que se ha convertido contrario de la poesía, que es más un arte
en todo un maestro de la ironía, como de- de juventud–, agravado por el método de
cíamos, tras un larguísimo proceso de bús- trabajo de quien reescribe permanente-
queda personal como escritor, y, a su vez, mente, llevado de su perfeccionismo ex-
es lo que estaría también en el origen de presivo, a la vez que de un carácter medi-
todo el movimiento moderno, como ya tativo y metódico (García López, 2015:
habría visto Castro en España en su his- 18). Integrar esa ironía dentro del proceso
toria, donde se nos presenta a un Cervan- intelectual y reflexivo de Cervantes resulta

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fundamental, y una perspectiva muy dis- dad. Cervantes-don Quijote, no. Cer-
tinta de la que, por ejemplo, vio la Gene- vantes vivió antes que nadie, probable-
ración del 98, en obras como Vida de Don mente, la conciencia de la decadencia
Quijote y Sancho (1905), de Unamuno que de España, del acabamiento de sus ha-
le negaba profundidad intelectual al dis- zañas. España no tenía nada que hacer
curso cómico. Sin embargo, Aranguren en el mundo, ya no había lugar para sus
sabe romper con este esquema interpreta- héroes, el mundo aparecía como ce-
tivo, otorgando a la ironía expresada en la rrado, impenetrable al heroísmo clá-
novela de Cervantes el mismo rango inte- sico. (…) En un mundo anti heroico,
lectual que la filosofía de Montaigne. despiadado y malo, convertido en tal
Pero, según nuestro filósofo, las dife- por responsabilidad de la sociedad, la
rencias con Montaigne son notables, y actitud picaresca es cínica, presenta el
aquí se nos presentaría la originalidad de cinismo como la única salida. Pero hay
la propia personalidad de Cervantes. Mon- otras, la evasión a un pasado ideali-
taigne tiene como pasión el autoconoci- zado como en el teatro de Lope de
miento, y aceptar lo que ve en el espejo de Vega; el ilusionismo, la tramoya, el
la autoconciencia. En cambio, en el Qui- gran espectáculo, el teatro barroco por
jote lo que importa no es la autoconcien- antonomasia; la evasión a un tras-
cia del héroe, sino el ánimo esforzado. mundo religioso en los escritores ascé-
Tal ánimo esforzado pretende ser la con- ticos de la época; el pesimismo total, la
testación o refutación del escepticismo desesperación de un Mateo Alemán, de
que se repliega en el autoconocimiento de un Quevedo, de un Gracián. La res-
Montaigne (Aranguren, 6: 326). Y en este puesta de Cervantes es muy otra. Pese
punto estaría, según Aranguren, el rasgo a que en el mundo exterior ya no quepa
esencial y diferenciador de Cervantes, realizar hazañas, éstas pueden seguirse
frente a otros autores de talla. Cervantes, cumpliendo. ¿Dónde? En el interior de
a pesar del mundo decadente que le tocó uno mismo. El proceso que se lleva a
vivir, a pesar de que en dicho universo ya cabo es el de la interiorización del he-
no había lugar para viejas formas de he- roísmo, el de su confinamiento en el
roísmo, aún se las componía para sacar ánimo esforzado, sin proyección exte-
fuerzas de flaqueza, y creer en el héroe in- rior en hazañas ya. Las hazañas podrán
terior: serle arrebatadas a don Quijote, pero el
ánimo esforzado nadie se lo puede qui-
“Montaigne es un pensador cansado - tar.” (Aranguren, 6: 326-327).
cansado de las guerras de religión-, que
trata de buscar una salida a viejas que- No cabe duda de que es éste uno de los
rellas que para él han perdido sentido. textos fundamentales de Aranguren sobre
Predicando con el ejemplo, se desen- su modo de entender a Cervantes. Inter-
tiende de la lucha, se refugia en ese pretación que cuadra perfectamente con la
jardín que va a cultivar mucho antes tesis sostenida por Martín de Riquer al
que Candide, que es su propia intimi- afirmar que el Quijote satiriza los libros de

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caballería y el inverosímil heroísmo de Sin duda, también es éste otro texto


las novelas fabulosas, pero no el heroísmo fundamental que nos revela lo que más in-
real -que tiene que ver con el valor- como teresa a Aranguren de Cervantes. Y cita
el que Cervantes mismo mostró en Le- nuestro filósofo otros pasajes, de los ca-
panto (Martín de Riquer, 1994: 44). Y en pítulos 20 y 26, donde saber con certeza
eso consistiría la invención cervantina, se- hasta qué punto es real o no lo que se le
gún Aranguren: en trasladar el acento del aparece en forma de aventura es lo de me-
heroísmo del mundo exterior de los rela- nos, siendo lo de más la aventura misma
tos fantásticos al interior, al ánimo esfor- o el desafío que se le presenta. En refe-
zado. Y aquí, también, se haría patente la rencia al capítulo 20, escribe a propósito
originalidad de Cervantes, que se adelanta de lo que venimos insistiendo:
a Descartes y a su cuestionamiento de la
realidad externa, pero mirado desde la for- “En la mayor parte de las aventuras
taleza del ánimo que no se desploma, ni don Quijote cree, no sale de su engaño,
pese a sus derrotas y desventuras (Cerezo, lucha contra los rebaños, lucha contra
1997: 138), ni ante el derrumbe del mundo los molinos de viento y, sin embargo,
de afuera: cree que ha luchado contra ejércitos y
contra gigantes, sólo que al final los en-
“Dijimos antes que el pensamiento den- cantadores, arrebatándole la aventura,
tro de una situación histórica de Cer- se los han transmutado en rebaños y
vantes corresponde con el de Mon- molinos. Aquí no. Aquí se da cuenta en
taigne, pero ahora hay que agregar que seguida de que no tenía frente a sí una
adelanta el de Descartes. Pues ¿qué auténtica aventura, pero no importa, ya
hizo Descartes? Descartes puso en que, mientras la creyó tal, se enfrentó
cuestión el mundo exterior para dar la con ella sin que su ánimo flaquease.”
primacía al yo. Tampoco a Cervantes, a (Aranguren, 6: 327-328).
don Quijote, les importa lo que ocurra
en el mundo exterior, sino el ánimo es- Ciertamente, en la segunda parte, don
forzado, que llevamos en nosotros, y Quijote vacilará entre la confianza en el
contra el que nadie puede prevalecer, ánimo y el sentido de lo que está ha-
tampoco los “encantadores”, que jue- ciendo, como se manifiesta en el capítulo
gan aquí un papel figurativo rigurosa- 58; duda que también ha aparecido en
mente paralelo al que en la filosofía de los capítulos 22 al 25. Y sin embargo,
Descartes va a representar el “genio apuntará Aranguren, al igual que en Des-
maligno”. Véase esta cita del capítulo cartes permanecía la conciencia del yo, a
17 de la primera parte, que habla por sí pesar de haber puesto en cuestión el
sola: “¿Hay encantos que valgan contra mundo exterior, en Don Quijote aun
la valentía? Bien podrán los encanta- cuando se produzca la duda de si el
dores quitarme la aventura, pero el es- mundo es realmente una palestra para la
fuerzo y el ánimo será imposible” acción o no, preguntándose sobre el sen-
(Aranguren, 6: 327). tido de lo que hace o le ocurre, también

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José Luis Aranguren: Cervantes y el héroe interior

habrá un indubitable, a saber, el ánimo jotesca del mundo, al proyecto configu-


esforzado, que nunca flaquea: rador de la realidad, como ocasión per-
manente de aventura. La realidad, evi-
“El mundo como palenque de aventu- dentemente, puede cobrar otros sentidos,
ras, el mundo como Tathandlung, se- pero a don Quijote no le importa sino el
gún dirá Fichte, se torna fantasmal, que para sí se inventa. Él marcha por el
evanescente, pero queda algo que es mundo con el implacable ascetismo de
también, como la conciencia de Des- no mirar ni buscar en él otra cosa que no
cartes, indestructible, en don Quijote: la sea la ocasión de aventura. (…) Conti-
voluntad. Las hazañas pueden ser qui- nuando con nuestro actual problema, la
méricas, la voluntad de realizarlas es la interpretación quijotesca del mundo
piedra firme sobre la que se asienta el como ocasión permanente de aventura
ánimo esforzado de don Quijote. Hay se basa en la desconfianza en la mera
pues, como se ve, un idealismo quijo- apariencia y fianza en la imaginación
tesco, un idealismo cervantino, un ide- como legisladora de la realidad.” (Aran-
alismo ético, que es capaz de poner en guren, 6: 329).
cuestión el mundo exterior, no –por
ahora- en cuanto a su realidad, pero sí De manera que Cervantes va más allá
en cuanto a su consistencia suficiente de Descartes y “se aproxima” a Kant, en
para la aventura. Mas lo que importa es la medida en que, como ya hubiera pers-
la voluntad, el esfuerzo puro, indepen- picazmente señalado María Zambrano, la
diente del éxito, siempre aleatorio y realidad acaba coincidiendo con la pre-
contingente, el ánimo hazañoso.” tensión de don Quijote: “Es decir, qui-
(Aranguren, 6: 328-9). tando lo que tiene de juicio de valor, don
Quijote estaba continuamente interpre-
Pero el idealismo ético de don Quijote, tando, configurando la realidad en fun-
apuntará Aranguren, se levanta sobre un ción de su proyecto fundamental: el de la
idealismo metafísico, tal como se aprecia realización de su vida como caballero
en capítulos como el 25 y el 37, en los que andante.” (Aranguren, 6: 330). Para
queda patente que el mundo es interpre- Aranguren, el primado de la imagina-
tado, ante la inseguridad que rodea a todo ción sobre la realidad nos transporta, sin
lo exterior, en clave imaginaria, vinculán- embargo, a un idealismo no ya metafí-
dose la imaginación al proyecto de ser sico, sino poético, como cuando ya no
Caballero: importa decidir si hay Dulcinea o no en
el mundo. (Aranguren, 6: 330). En lo
“Hay una total inseguridad respecto del que quiere insistir nuestro filósofo es en
mundo exterior en cuanto a su conver- que Cervantes deja caer a don Quijote en
sión en palestra. La realidad ya no es la duda, haciendo así aún más valiosa la
dada sin más, sino que es menester in- tensión de su ánimo esforzado, de su vo-
terpretarla y de hecho a lo que asistimos luntad decidida. (Aranguren, VI, 331).
en el Quijote es a la interpretación qui- En efecto, es una duda que planea sobre

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el propio don Quijote: “La duda no ya en “En efecto, casi toda la segunda parte es
cuanto a la posibilidad de realizar sus concebida como un gran espectáculo, en
hazañas, no ya en cuanto a la existencia cuyo escenario se sitúa la figura central
de un mundo, escenario de posibles ha- de don Quijote. (…) En la primera,
zañas, sino hasta la de ser él mismo ca- donde don Quijote es libre y va a la
ballero andante verdadero, y armado aventura, no hay escenario, todo ocurre
para cumplirlas. Lo único que en el en el campo, en el camino, al aire libre y
fondo de esa duda queda es la nuda vo- cuando más en las posadas. Ahora, en la
luntad de quizás imposible realización.” segunda parte, don Quijote está verda-
(Aranguren, 6: 331). deramente enjaulado dentro de la socie-
La realidad transmuta, nos dirá Aran- dad y, con frecuencia, adaptado y
guren, al modo del “juego de reflejos” ajustado a un papel social. En una casa,
que aparece en Las Meninas y en Las Hi- la del Caballero del Verde Gabán, en el
landeras, porque también el Quijote de la palacio de los Duques, comportándose
segunda parte hablará del verdadero, del en su salón como un perfecto cortesano,
de la primera, frente al falso, el de Ave- y después exhibido como espectáculo en
llaneda. En suma, los personajes son re- Barcelona. Antes hablaba del juego de
tratados, se salen de sus retratos, y vuelven espejos y reflejos, pero este juego de es-
a entrar en ellos: “Todo esto, tan típica- pejos y reflejos se da mucho más en la
mente cervantino y tan moderno, es con- segunda que en la primera parte, evi-
secuencia de esa concepción transmutante, dentemente. Antes hablaba de la duda,
“encantada” de la realidad.” (Aranguren, pero esta duda se va apoderando progre-
6: 332). sivamente de don Quijote y se da mucho
Todo se transmuta, y como no podía más, claro, en la segunda parte. El tema
ser menos, también nuestro personaje. Y barroco del engaño y el desengaño com-
por ello mismo, sobre las relaciones en- parecen al final del libro, y la lucha por
tre la primera y la segunda parte, Aran- la fe en la vocación, que subsiste a pesar
guren insistirá en que ambas son muy di- de todo, es un tema teñido de drama-
ferentes, destacando con gran tino su tismo en la segunda parte, donde hay
rasgo esencial, a saber: en la primera, también pesimismo. Un pesimismo, di-
don Quijote sale a la aventura en busca gamos, estructural. Don Quijote es mo-
de aventuras, sin un itinerario trazado; en vido ya por los demás, en vez de hacerlo,
la segunda, sus aventuras no lo son pro- como al principio, espontáneamente.”
piamente, porque están precocinadas por (Aranguren, 6: 332-333).
los Duques, con lo que la aventura se de-
grada, convirtiéndose en mera bufonada Es éste, sin duda, otro texto fundamen-
y circo, reduciendo al valeroso caballero tal para comprender la tensión en la que
en risible cautivo, todo lo cual explicará Aranguren fija su mirada: la duda, el des-
el amargo pesimismo que irá inundando engaño, y, sin embargo, la fe, la permanen-
toda la triste comicidad de esta segunda te entrega a su vocación. Es una
parte: transformación que va en aumento. Por

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José Luis Aranguren: Cervantes y el héroe interior

ello, los cambios entre la primera y la jote. Por eso ese desdoblamiento, esa
segunda parte afectarán incluso a la susti- ironía doblada y desdoblada, esa doblez
tución del ideal moral por los consejos, y a cervantina, no en el sentido de lo que se
la aparición de temas nuevos, como el del pensaba en la época de El pensamiento
dinero, el de la sensualidad, o el de la fama. de Cervantes de Américo Castro, sino en
Para nuestro filósofo, don Quijote en la otro más profundo, metafísico y poético,
segunda parte está ya dentro del barroco, y no moral. (…) El don Quijote de la se-
Cervantes en la frontera (Aranguren, 6: gunda parte es ya, hasta cierto punto, un
333), siendo precisamente el carácter fron- hombre barroco. Cervantes no, porque
terizo de Cervantes lo que le salvaría del don Quijote nunca, en ningún momento
pesimismo. En este contexto, la ironía cer- fue Cervantes. Don Quijote es, ni más, ni
vantina será el último as que le quedará a la tampoco menos, el símbolo, el gran sím-
esperanza, frente al desánimo que irá apo- bolo creado por Cervantes. A través de él,
derándose progresivamente de don Quijote. en cierto modo con él, recorrió el destino
Y por ello Cervantes aún puede reírse, aun- dramático de la España de su tiempo y
que, lastimeramente, de don Quijote, como del hombre de todos los tiempos. Pero
en el episodio de la Cueva de Montesinos. supo tomar este destino “con filosofía”,
Cervantes, en la interpretación de Arangu- como decimos en castellano, es decir,
ren, aparecerá, pues, finalmente, como un con serenidad y sabiduría, penetradas de
gran maestro de la ironía, ejercida con cier- ironía. Ni se aferró al salvavidas de la
to distanciamiento, cercano al sereno espí- glorificación del pasado nacional, como
ritu de la filosofía, que no busca acomodo hizo Lope de Vega, ni cayó en el pesi-
en inexistentes pasados gloriosos, pero que mismo y desengaño de Mateo Alemán,
tampoco se deja arrastrar por el pesimismo de Quevedo, de Gracián, del que don
que irá empañando su hora presente: Quijote a la hora de la muerte está muy
cerca, ni finalmente en las fantasmago-
“Don Quijote está, en la segunda parte, rías escolástico-escenográficas de Cal-
dentro ya del barroco, y Cervantes en su derón. Por eso no está mal, creo, que
linde. Cervantes ha vivido la realidad quien escribe, estudioso de filosofía,
entera de la España de su época. Desde haya dado este giro filosófico a la inter-
la victoria de Lepanto hasta la derrota de pretación del libro que más filosofía y sa-
la Armada Invencible hubo un largo tre- biduría contiene, entre todos los españo-
cho y todo ese trecho lo recorrió él. (…) les, aun cuando su autor fuera menos
Sufrió en sí mismo la decadencia de Es- filosóficamente erudito que otros de
paña y la de sus propios sueños, pero no nuestros grandes autores clásicos.”
se identificó con esa decadencia. ¿Por (Aranguren, 6: 333-334).
qué? Cervantes no es don Quijote, don
Quijote no es Cervantes. Si Flaubert dijo: Don Quijote como símbolo. Don Qui-
“Madam Bobary soy yo”, Cervantes no jote no es Cervantes, claro, porque Cer-
habría podido decir eso de don Quijote. vantes incorpora a don Quijote, y es mu-
Cervantes no se identifica con don Qui- cho más. Es la voz –poética de la ficción-

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que se expresa a través de la amarga co- de Cervantes no la de un pesimista, ni la


micidad de su personaje para hacernos de un irónico cáustico y desesperanzado,
pensar y sentir, lúcidamente, sobre la tam- ni tampoco la de un iluso que fantasea
bién amarga comicidad de un mundo de- gratuitamente, sino la mirada melancó-
cadente. Pero, ¿cómo conciliar, entonces, lica (Muguerza, 2010). Según Muguerza,
el pesimismo estructural, del que habla la utopía y la melancolía serían dos di-
Aranguren, y el ánimo esforzado como mensiones de la condición humana que, en
rasgo fundamental de ese héroe interior el caso de Cervantes-Don Quijote, se com-
que es Don Quijote-Cervantes? Más arriba plementan. Detrás del perfil melancólico
decía Aranguren que Cervantes protago- late la utopía, la conciencia ética, acu-
nizaba una ironía serena, practicada como ciada por el deber moral de no cejar en el
a cierta distancia, “con filosofía”, a la que empeño de perseguir aquello que consi-
acompaña una “soledad tranquila”, ante- dera justo (Muguerza, 2010: 63). Y así,
rior a la soledad barroca (Aranguren, 6: para Muguerza, el primer paso en la in-
325). Sin embargo, a nuestro entender, la terpretación de Cervantes sería apuntar
interpretación aranguniana no está exenta una discrepancia con el modo en que Una-
de cierta dificultad, al afirmar, por un lado, muno aborda la distinción entre el perso-
la idea de que Cervantes y don Quijote naje de Don Quijote y la persona de su au-
formarían una unidad (aunque diferen- tor, Miguel de Cervantes; o, dicho en otros
ciada), y, al mismo tiempo, que el último términos, cuestionar el contraste unamu-
don Quijote personificaría la decepción, niano entre el idealismo quijotesco y el re-
mientras que Cervantes encarnaría la mi- alismo cervantino, exacerbado aquél hasta
rada irónica del que se sabe ya solo frente el paroxismo, que acaba dando la sensa-
al mundo. En tal sentido, nos surge la ción de ceder, aunque sea a trechos, a una
duda de la posibilidad real de encarar el resignación de tintes cínicos ante el inso-
mundo con esa duplicidad –conciencia del portable peso de una realidad aplastante
fracaso y serenidad– sin que se acabe su- (Muguerza, 2010: 65). Para Muguerza, en
cumbiendo al desánimo. A la vez que esa el interior de Cervantes convive Don Qui-
unidad entre el autor y el personaje, de la jote (y Sancho), por lo que ambos parecen
que antes hablaba Aranguren, parece inexorablemente condenados a identifi-
ahora fracturada, colocándose Cervantes carse entre sí, aunque subsistan diferencias
en una posición de superioridad y “dis- importantes, como el que Don Quijote en-
tancia filosófica” frente al desengañado carna un personaje de ficción y Cervantes
Caballero, de la que brotaría una amarga, no, a la vez que éste estaría cuerdo y Don
aunque serena, ironía. Quijote no, por muy inquietante que sea lo
Para salvar esta fractura y estas difi- que eso signifique (Muguerza, 2010: 66).
cultades, que no acaban de dar cuenta de Pero lo que Muguerza está sugiriendo es
la convivencia posible entre el pesimismo que Don Quijote no es un personaje des-
vital estructural y el ánimo esforzado, nos garrado de su autor, que le sirva de guión
parece muy conveniente la lectura que (o símbolo, como veíamos en Aranguren)
propone J. Muguerza, al ver en la mirada para decir cosas sobre el mundo y sus

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gentes, sino que el propio Don Quijote parálisis de la voluntad, y la melancolía


vendría a estar encarnado en el alma de resistente, “lúcidamente consciente de
Don Miguel. Esto mismo nos permitiría todo ello, pero así mismo -y con lucidez
entender que utopía (que no es sinónimo no menor- de que hay esfuerzos cuya in-
de fantasía irrealizable) y melancolía con- utilidad no nos exime del apremio y, lo
viven en un mismo pecho, o como afirma que es más, de la obligación moral de
Muguerza, “que la utopía y la melancolía acometerlos.” (Muguerza, 2010: 78). Esta
de don Quijote resultan indiscernibles, a distinción le parecerá esencial a Muguerza
todos los efectos, de la utopía y la melan- para que podamos entender la melancolía
colía de su inventor Miguel de Cervantes”. cervantina, motivada por lo que de mo-
(Muguerza, 2010: 67). Para Muguerza, en ralmente irrenunciable hay en las causas
aquella España asfixiante, Cervantes se que la promueven, con independencia de
atreve a hacer, en boca de Don Quijote, la perspectiva de éxito. Sólo así se com-
uno de los más hermosos discursos en fa- prende que la melancolía pueda ser no
vor de la justicia, encarnada en la libertad menos subversiva y hasta no menos revo-
y la igualdad (Muguerza, 2010: 73-74). La lucionaria que la utopía. Y también que la
utopía cervantina no sería la ciega fantasía utopía y la melancolía convivan indiso-
del utopista decimonónico que imaginaba ciables (Muguerza, 2010: 78-79). Y, a
poder convertir el agua de los océanos en nuestro juicio, precisamente por no tener
limonada, apunta Muguerza, sino la fan- dicha distinción en cuenta, se ha visto a
tasía del que sabe que aquellos estados de Cervantes como al humanista sensato y
la realidad que nos parecen deseables, bien humorado, capaz de plantar cara a la
unas veces serán viables y otras no. Y pre- melancolía, o incluso burlarse de ella, me-
cisamente, de la incompleta e insuficiente diante la crítica irónica de su héroe, con-
realización brotará la insatisfacción y tam- traponiendo el humor cervantino al entu-
bién la frustración, generando así la uto- siasmo y a la melancolía (Cerezo, 2016:
pía, inevitablemente, esa contrapartida que 510-521). Interpretación ésta que, a nues-
sería la melancolía. “Y eso es, por lo tro juicio, resulta problemática, pues sim-
pronto-afirma Muguerza-, lo que explica plifica en este punto la complejidad del
que el Quijote sea, tanto o más que un li- alma cervantina. Por todo ello, nos parece
bro utópico, un libro melancólico.” (Mu- que la aportación que hace Muguerza al
guerza, 2010: 74). Si, por otra parte, de problema que nos ocupa resulta funda-
acuerdo con J. García Gibert, la melanco- mental, al reclamar y explicar la centrali-
lía vendría a ser la característica más es- dad de dicho concepto de melancolía re-
pecíficamente cervantina (Muguerza, sistente. El humor no se contrapondría a la
2010: 77-78), para la dilucidación de tal melancolía, sino que ésta lo incorpora,
concepto echará mano Muguerza de la apropiándoselo, desde la experiencia del
importante distinción que hace C. Gur- dolor y, al mismo tiempo, sin perder la es-
méndez entre melancolía decadente (la peranza, aunque nunca ingenua. Sólo así
acidia medieval, el spleen modernista, el consideramos que se puede clarificar de
hastío postmoderno), que sucumbiría a la modo creíble la convivencia entre Cer-

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vantes y don Quijote, conciliándose en un Antes al contrario, en la senda de Ortega


mismo pecho, al igual que cabría resolver –que no hemos podido explorar aquí, y
la problemática confrontación que hacía para quien el último rasgo del estilo de
Aranguren entre pesimismo estructural y Cervantes también se llama melancolía
ánimo esforzado. Creemos, pues, que el (Cerezo, 2007: 32-33)-, su mirada es seria
concepto de melancolía está magistral- y penetrante, buscando lo esencial. Y para
mente traído por Muguerza para tratar de ello, como decíamos más arriba, realiza un
comprender esa conflictividad y comple- giro importante: evita, en primera instan-
mentariedad que conviven en el alma cer- cia, mirar a Cervantes con los intereses o
vantina, de la que forman parte tanto don las claves de nuestro tiempo, eludiendo
Quijote como el mismo don Miguel. En anacronismos, aunque luego, en segunda
nuestra opinión, defender, como hace instancia, trate de devolvernos la ense-
Aranguren, la idea de cierta distancia en- ñanza del genio universal, e incorporarla
tre don Quijote y un Cervantes irónico, a nuestro insoslayable quehacer ético, en
que mira a aquél incluso con distancia- la línea de Ortega y de Zubiri (Bonete,
miento, “con filosofía” (y no sólo al 1989: 154-157). Con perspicaz agudeza,
mundo circundante), acabaría, a la postre, Aranguren procurará ver, y que veamos
dando paso a un descreimiento amargo, a con él, a Cervantes desde dentro, con los
una desmoralización tal que terminaría ojos de su tiempo, que son los de sus per-
por horadar todo ánimo esforzado. Sin sonajes, en una mirada interior, cual ci-
embargo, la mirada melancólica no ve rujano que disecciona la realidad al con-
“con distancia” a la conciencia del fra- templarla, lo que convierte a esa mirada en
caso, sino que la asume, apropiándosela y una honda inmersión en las entrañas del
dignificándola, pues permanece imbricada alma cervantina. No obstante, todos esta-
con la conciencia de la obligada resisten- mos de acuerdo en que Cervantes es un
cia, alentando al ánimo para que no ceje en clásico, y ello porque, a pesar del tiempo,
el empeño y no sucumba, definitivamente, aún sigue sabiéndonos decir muchas cosas
al desencanto. que podemos entender en clave de eterno
Por otra parte, pese a las referidas di- presente (Francisco Rico, 2009: 1130). Y
ficultades de la interpretación arangu- por lo mismo, en el camino de vuelta de
niana, es justo reconocer el giro filosófico Cervantes a nosotros, resulta inevitable
que inspiró su lectura del Quijote, y que en admitir que Aranguren, siempre un inte-
este caso, como en otros, supo dejar pa- lectual en busca de una ética (Marina,
tente el necesario y fructífero encuentro 1997), tras su impecable inmersión en
entre literatura y filosofía. En tal sentido, aquélla, trataría, también en un “juego de
Aranguren rehusó lo accidental, evitando reflejos y espejos”, de que entablemos un
alimentar leyendas o contribuir a generar diálogo primero con él mismo, como in-
más hojarasca bibliográfica en torno a pro- térprete de Cervantes, y después con y en-
blemas artificiales, cuando no inventados, tre nosotros, lectores, a su vez, suyos. El
como tantas veces sucede en torno a Cer- juego de espejos, en efecto, también vale
vantes (Márquez Villanueva, 2005: 73). para la interpretación aranguniana del

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José Luis Aranguren: Cervantes y el héroe interior

Quijote. Porque tal vez nuestro filósofo alentado por el compromiso moral con un
encontrara ejemplarmente en don Miguel mundo más justo. Y pudiera ser que en ese
ese ánimo esforzado (más allá de idealis- “juego de espejos”, que se produce en el
mos y de realismos, pero también de ci- acercamiento de Aranguren a Cervantes,
nismos derrotistas y escepticismos deses- nuestro filósofo viera reflejado en la obra
peranzados), que hiciera las veces de luz de aquél su propio rostro de intelectual
y abrigo, tan necesarios en unos tiempos melancólico, teniendo que librar más de
de profundo vacío y desorientación, como una batalla no sólo contra el mundo, sino
los suyos y los nuestros. Melancolía re- contra la propia desmoralización, heroi-
sistente frente a desencanto; esperanza, camente comprometido siempre con su
aunque dolorida, frente a desmoraliza- inquebrantable vocación de intelectual, es
ción: quizá fuera éste el legado que quiso decir, con la sempiterna, aunque dolorosa,
transmitirnos, a propósito de Cervantes, o vocación utópica y nostálgica de su tarea.
con ocasión suya, el maestro Aranguren,
para unos tiempos como los de aquél, Bibliografía
como los del propio Aranguren y como los
nuestros, de profundo desánimo y crisis Aranguren, J.L., (1994-1996), Obras com-
(Cerezo, 1991: 80-106), de esperanzas e pletas, 6 vols. Madrid, Trotta. Ed. de F.
incertidumbres, donde cada día se hace Blázquez.
más necesaria la confianza en el valor de Bonete Perales, E., (1989), Aranguren: la éti-
lo que decimos y hacemos. Y tal vez ello ca entre la religión y la política, Tecnos,
explique, a su vez, el afán aranguniano de Madrid.
encontrar sereno y firme apoyo en el cer- Blázquez, F., (1994), José Luis L. Arangu-
vantino sentido de la ironía (por proble- ren, medio siglo de la historia de Espa-
mática que nos resulte), y en el valeroso ña, Ethos, Madrid.
ánimo esforzado de nuestro entrañable Cerezo, P., (1991), “J.L.L. Aranguren: re-
Caballero. formador moral en época de crisis”. Ma-
Y quizá también podamos ahora res- drid, Isegoría, nº3, pp. 80-106.
ponder a una de las preguntas que al co- Cerezo, P., (1997), “El giro kantiano en la Éti-
mienzo nos hacíamos, a saber, sobre el ca de J.L. Aranguren”, Madrid, Isegoría,
porqué del acercamiento de Aranguren a nº15, pp. 127-143.
Cervantes, y su preocupación por encon- Cerezo, P., (2007), “Cervantes y El Quijo-
trar aliento en él. Porque al fin y al cabo, te en la aurora de la razón vital.”, Madrid,
salvando las diferencias entre uno y otro, Revista de Occidente, nº 312, 5-34.
puede ser que Aranguren recorriera, en Cerezo, P., (2016), El Quijote y la aventu-
cierto modo, un camino personal similar al ra de la libertad. Madrid. Biblioteca Nue-
de Cervantes-Don Quijote: abandonó su va.
refugio interior de la posguerra para Canavaggio, J., (2003), Cervantes. En bus-
abrirse al mundo y, a partir de ahí, entre- ca del perfil perdido. Madrid, Espasa.
garse sin reparos a la aventura intelectual, Canavaggio, J., (2006), Don Quijote, del li-
con sus sabores y reveses, pero siempre bro al mito, Madrid, Espasa.

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José Manuel Panea Márquez

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