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BASES PARA UNA SANA CRÍTICA

Lógica, interpretación, argumentación,


Máximas de la experiencia,
conocimiento científico (un ensayo)

rené david navarro albiña


Bases para una sana crítica.

Lógica, interpretación, argumentación,


máximas de la experiencia, conocimiento científico
RIL editores
bibliodiversidad
René David Navarro Albiña

Bases para una sana crítica


Lógica, interpretación, argumentación,
máximas de la experiencia, conocimiento científico
340.11 Navarro Albiña, René David
N Bases para una sana crítica: lógica, interpretación,
argumentación, máximas de la experiencia, conocimien-
to científico / René David Navarro Albiña, RIL editores,
2014.
176 p. ; 23 cm.

ISBN: 978-956-01-0079-5

1lógica jurídica. 2 filosofía del derecho. 3. meto-


dología jurídica.

Bases para una sana crítica


Lógica, interpretación, argumentación,
máximas de la experiencia, conocimiento científico
Primera edición: abril de 2014

© René David Navarro Albiña, 2014


Registro de Propiedad Intelectual
Nº 236.840

© RIL® editores, 2014


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*NQSFTPFO$IJMFrPrinted in Chile

ISBN 978-956-01-0079-5

Derechos reservados.
Índice

Prólogo .....................................................................................9
Introducción............................................................................17
Exordio ...................................................................................27
§ 1. Generalidades...................................................................29
§ 2. Reglas lógicas básicas.......................................................39
2.1. Identidad....................................................................39
2.2. No contradicción. ......................................................40
2.3. Tercero excluido.........................................................40
2.4. Razón suficiente.........................................................41
§ 3. Formas básicas de inferencia ............................................42
§ 4. Los silogismos ..................................................................47
§ 5. Dilemas, paradojas y navajas............................................57
§6. Las falacias........................................................................59
6.1. Ad baculum ...............................................................62
6.2. Ad verecundiam.........................................................63
6.3. Falacia de ambigüedad...............................................63
6.4. Ad hominem ..............................................................64
6.5. Generalizaciones precipitadas ....................................66
6.6. Falacia del sofisma patético........................................66
6.7. Petitio principi ...........................................................67
6.7. Afirmación gratuita o falacia del énfasis.....................68
6.8. Ad ignorantiam..........................................................68
§ 7. Lógica: lingüística y retórica.............................................72
§ 8. La argumentación en el derecho y la argumentación
«a secas» ..........................................................................82
8.1. Aserción (premisa o tesis)...........................................88
8.2. Evidencia (ground, data). ...........................................89
8.3. Garantía (warrant).....................................................90
8.4. Respaldo o apoyo (backing).......................................91
8.5. Cualificador modal (modal qualifier). ........................92
8.6. Reserva (rebuttal) ......................................................93
§ 9. La lógica de las reglas jurídicas y los
principios jurídicos...........................................................94
§ 10. La lógica y el sistema de interpretación jurídica
en Chile..........................................................................96
10. 1. Generalidades .........................................................96
10.2. Nociones básicas sobre clasificaciones de la
interpretación jurídica en general...........................100
10.3. Interpretación judicial de la ley ..............................101
10.4. Interpretación privada o doctrinal .........................107
§ 11. La lógica y las presunciones en materia jurídica ...........107
§ 12. La lógica y la apreciación de la prueba judicial ................. 110
12.1. Generalidades: sana crítica.....................................111
12.2. Historia fidedigna: sana crítica...............................113
§ 13. Lógica y máximas de la experiencia..............................122
13.1. Sentido natural y obvio ................................................123
13.2. Doctrina acerca de las máximas de la experiencia..............121
13.3. Las máximas de la experiencia como reglas de
la experiencia.........................................................127
13.4. Máximas de la experiencia y sentido común............ 129
13.5. Máximas de experiencia basadas en
el id quod plerumque accidit..................................130
13.6. Máximas de la experiencia como tópoi
o lugares de la argumentación ...............................131
13.7. Máximas de la experiencia en el esquema de
Toulmin (warrant)..................................................133
13.8. Máximas de la experiencia en los fallos de los
tribunales...............................................................134

Epídosis: Conocimiento científicamente afianzado ................141


Bibliografía ...........................................................................159
Prólogo

Al tiempo que esto escribo, René David Navarro Albiña cursa


como alumno regular la carrera de posgrado de Maestría en De-
recho Procesal que dirijo desde antaño en la Facultad de Derecho
de la Universidad Nacional de Rosario, con fuerte y numerosa
presencia de maestrandos procedentes de muy diversas ciudades
de Chile.
Y lo hace con empeño y dedicación, participando en la ela-
boración, concreción y sostenimiento de las ideas de libertad que
allí se pregonan y practican. A tal punto, que desde el comienzo
mismo del curso se destacó por su recurrente participación inteli-
gente e imaginativa respecto de los más variados temas, haciendo
importantes aportes a su tratamiento.
Una de las varias sorpresas que nos deparó en el último módulo de
cursada fue su libro Bases para una sana crítica que presentó allí mismo
y que —a su pedido— he aceptado gustosamente prologar, pues la obra
es útil y viene a llenar un sentido vacío académico en un tema que no
ha sido suficientemente elaborado por la doctrina de Hispanoamérica.
En la tarea ya de hacer este prólogo, y para que el lector pue-
da entender lo que luego afirmaré, debo recordar algo que ya he
sostenido en una anterior obra: el tema se enmarca en el terreno
de la pura política procesal, donde tanta y tanta discrepancia se
advierte hoy al comparar la doctrina de los autores.
Insisto: lo que acá se trata no es de simple técnica procedi-
mental, pues todo lo relativo al tema se vincula con la mayor o
menor confianza que tiene en los jueces quien ejerce el verdadero
poder en lugar y tiempo determinado.
René David Navarro A.

Cuando esa confianza es escasa, el legislador se reserva para sí la fa-


cultad de establecer cuál es el exacto valor probatorio que debe tener cada
medio en particular (tal como ocurrió con la Ley de Partidas y con el Código
Napoleón). De tal modo, así —con las pautas brindadas desde la propia
ley—, y no de otra forma, debe evaluarlo el juez en cada caso concreto.
Cuando la confianza es grande, la ley delega a los jueces la extrema
facultad de apreciar como mejor les parezca cada uno de los medios
aceptados y producidos1.
La circunstancia recién apuntada genera lógica e históricamente dos
sistemas de evaluación de medios probatorios ya producidos: a) el que se
conoce con la denominación de prueba tasada o legal (establecida por el
propio legislador y que los jueces no pueden ignorar); y b) el que se menciona
como sistema de prueba convictiva (que puede analizar el juez según sus
propios parámetros interpretativos, fallando luego a base de lo que real-
mente lo haya convencido para emitir su decisión en determinado sentido)2.
Veamos ahora en qué consiste cada uno de los sistemas señalados.
a) El sistema tasado. En la historia procesal, este método de
evaluación vino a civilizar las pruebas judiciales bárbaras (ordalías),
como resultado de la influencia que los canonistas ejercieron en todo
el orden procesal vigente durante la Edad Media3 y, por supuesto,
estuvo al servicio de la Inquisición, donde logró gran auge. En lo
que interesa a nuestras legislaciones en América, este sistema aparece
normativamente en la Ley de Partidas4 y se repite en casi todos los
ordenamientos posteriores. Para la mejor comprensión del tema debo

1
Cual ocurre en el actual Código Procesal colombiano.
2
Reconozco que esta presentación del tema no es habitual, ya que, al estudiarlo
históricamente, la mayoría de los autores lo muestran como compuesto de distintas
técnicas: la ordálica, la tasada, la libre y la de la sana crítica. Por ahora insisto en que
las ordalías no pueden constituir método alguno de evaluación seria y que tanto la
apreciación libre como la de la sana crítica quedan atrapadas en el método convictivo.
3
Gracias a esto, se adujo por importante doctrina procesal que el antiquísimo
sistema acusatorio, vigente en Europa desde la caída del Imperio romano, fue
bien sustituido por el inquisitivo, viéndose en ello adelantos morales y bondades
legislativas que, a esta altura de los acontecimientos, no pueden aceptarse como
tales. Como consecuencia de ello, se elogió largamente al sistema de tarifa legal.
4
Si bien se mira, lo allí legislado es casi el mismo derecho romano de la recepción
del derecho común. Su importancia parece manifiesta, ya que fue la principal
fuente de las Leyes de Enjuiciamiento Civil españolas de 1855 y de 1881, a su
turno predecesoras directas de la legislación americana de los siglos XIX y XX.

10
Bases para una sana crítica

recordar que la Partida III otorgaba a ciertos medios probatorios un


valor preordenado tal que el juez no podía desconocer.
Partiendo de su concepto de prueba5, estableció que ella podía ser
plena6 o semiplena7. Y a partir de allí, legisló acerca de cuáles eran los
medios que las producían8.
Con estos datos a la vista, veamos ahora en nota algunos ejemplos
de clara tasación del valor de algunos testimonios9.
La situación es diferente en los derechos modernos. En ellos se
encuentran sí ejemplos de preordenación de cierto valor confirmatorio,
caso del art. 993 del Código Civil argentino respecto del contenido de
una escritura pública10 y del art. 166 del CPC de Santa Fe, Argentina11,
en cuanto al valor probatorio definitivo de la confesión judicial.

5
La averiguación que se hace en juicio de una cosa y el medio con que se muestra
y hace patente la verdad o falsedad de alguna cosa.
6
La plena, que también puede llamarse completa o perfecta, es la que manifiesta sin
dejar duda alguna la verdad del hecho controvertido, instruyendo suficientemente al
juez para que en virtud de ella pueda dar sentencia condenatoria o absolutoria. Las
sentencias solo pueden dictarse con este tipo de pruebas, que realmente son las únicas.
7
La semiplena, que también puede llamarse incompleta o imperfecta, es la que por
sí sola no demuestra con claridad el hecho, dejando duda acerca de la verdad de
él y, por consiguiente, no instruye al juez en términos de poder dar sentencia. La
prueba semiplena sirve hoy simplemente para adoptar algún acto procesal (por
ejemplo, medida cautelar), pero no para fundar la sentencia.
8
Producían plena prueba: 1) la confesión de la parte en juicio; 2) la declaración de
dos o más testigos contestes; 3) las escrituras u otros documentos públicos; 4) la
evidencia o inspección ocular del juez, principalmente en las causas de división
o de amojonamiento. Producían semiplena prueba: 1) la deposición de un solo
testigo (de donde la antigua máxima testis unus, testis nullus); 2) la confesión
extrajudicial; 3) el cotejo de letras; 4) la fama pública por sí sola, sin el apoyo de
testigos idóneos; 5) el juramento supletorio; 6) las presunciones.
9
—Dos testigos contestes y mayores, sin tachas, que concuerden en la persona,
hecho o caso, tiempo y lugar donde pasó, bastan para hacer plena prueba— (Ley
32, Título XVI). Pero para —probar el pago de una deuda cuando ésta consta en
escritura pública, son menester cinco testigos llamados y rogados para presenciar
tal pago— (Ídem). «Para probar la falsedad de un instrumento o escritura hecha
ante escribano, son precisos cuatro testigos idóneos, los cuales depongan que la
parte estaba en otro lugar diferente el día en que se otorgó dicho instrumento.
Pero si fuese privado, bastan dos testigos— (Ley 115, Título XVIII), etcétera.
10
—El instrumento público hace plena fe hasta que sea argüido de falsedad por
acción civil o criminal, de la existencia material de los hechos que el oficial pú-
blico hubiese anunciado como cumplidos por él mismo o que han pasado en su
presencia—.
11
—La confesión judicial provocada, aunque sea ante juez incompetente, hace plena
prueba contra el confesante, salvo…».

11
René David Navarro A.

Es indudable que un sistema de valor confirmatorio pleno y pre-


ordenado tiene enorme importancia para el buen desenvolvimiento
del tráfico jurídico: cuando un vendedor entrega al comprador la cosa
vendida y no ha percibido aún su precio, parece obvio –ante la posi-
bilidad de que ello sea negado en el futuro– que desee poder mostrar
eventualmente un documento fehaciente que tenga para un juez pleno
crédito del hecho relativo a la compraventa.
b) El sistema convictivo. El sistema contrario al anteriormente
explicado es el que hace reposar la evaluación de los medios confir-
matorios en la prudencia, el saber y la experiencia del juez para que,
razonando los datos evaluados al momento de sentenciar, logre la
convicción necesaria para aceptar o rechazar la existencia de un hecho
afirmado por una de las partes.
De tal modo, nada le indica el legislador acerca del valor de eficien-
cia que debe dar a cada uno de los medios en particular12. Al referir al
tema, la doctrina apela a las máximas generales de experiencia.
En la mayoría de los casos en los cuales un juzgador cumple la
tarea de juzgar, en orden a las pretensiones y defensas esgrimidas, tiene
cuasi decidido el pleito inmediatamente después de contrastar demanda
y contestación. Cuando le resulta menester el análisis de medios con-
firmatorios producidos en la causa, en tanto los razona mentalmente,
puede ir manteniendo o cambiando su posición originaria según el
grado de convicción que cada medio le produzca, pues no siempre
es sencillo adoptar una solución que sea decisiva en el pleito. Pero en
algún momento ella se logra y es menester emitirla.
Cuando eso ocurre, y el juez se halla ante la inminencia de dictar
sentencia, o: 1) nada habrá de aducir en ella acerca de las razones que
tuvo en cuenta para tomar una decisión y no otra, o: 2) tendrá que
explicarlas con la mayor prolijidad posible por mandato de la ley, para
lograr con ello que quien pierda en definitiva el pleito acepte convencido
la justicia de lo resuelto13.

12
Que es, precisamente lo que hace el método antes descrito.
13
Creo que esto es muy importante de destacar. Parece claro que de nada hay que con-
vencer a quien gana el pleito: lo ganó y punto. Seguramente eso era lo que esperaba, de
modo que el resultado obtenido no le produce sorpresa ni es causa de sus cavilaciones.
El que perdió, en cambio, siempre mirará con desconfianza lo actuado por el juzgador
y, cual ocurre con mayor habitualidad que la deseada, descreerá del sistema y de los

12
Bases para una sana crítica

Y esto es lo que origina dos subsistemas que se encuadran en el


concepto de convicción: el primero, en el cual el juez nada explica, se
conoce como libre convicción (o, también, de íntimo convencimiento
o de convicción moral) y es el que emplean siempre los miembros de
un jurado y los arbitradores en el juicio de arbitramento.
El segundo, en el cual se explica razonadamente el iter del pensa-
miento del juzgador en la tarea de tomar una decisión, se conoce con
la denominación de sana crítica (o de apreciación razonada) y es el que
emplean todos los jueces de derecho y los árbitros en los juicios arbitrales.
El sintagma sana crítica o, mejor aún, su equipolente regla de la
sana crítica, debutó como método de apreciación de testimonios en el
art. 137 de la Ley de Enjuiciamiento Civil española de 1855. Se trataba,
simplemente de eliminar las operaciones aritméticas que debían hacer
los jueces al contar y sumar personas que declaraban en un mismo
sentido y reemplazarlas por operaciones de razonamiento mental ba-
sado en la lógica y en las observaciones que nacen de la experiencia
personal del juez, confirmadas por la realidad.
Con el tiempo, y tal vez por la notable imprecisión del significado
de los conceptos empleados para formar el sintagma14, los autores
primero y las leyes después extendieron estas reglas a la apreciación
de todo medio confirmatorio15, con lo cual puede llegar a instalarse la
arbitrariedad judicial en el sistema.
De donde resulta que, actualmente, el juzgador debe razonar toda
su decisión, aun en la etapa que contenga pura valoración tasada por
el legislador.
De ahí que importante doctrina afirme que la sana crítica exige
que el juzgador piense y describa su razonamiento de modo tal que
permita al perdidoso comprender las razones objetivas y subjetivas

jueces. Y esto es disvalioso, pues cada sentencia no aceptada con buenas ganas por
el perdedor mantendrá latente el estado de conflicto. Y ello no es lo mejor para el
mantenimiento de la paz social, meta última de la actividad jurisdiccional.
14
Adviértase que crítica es el sustantivo que produce la actividad de criticar: cen-
surar o juzgar en forma desfavorable a personas o actos. Y sana significa buena,
con buena salud. Por extensión, sin vicios ni costumbres moral o psicológicamente
reprochables.
15
No obstante, la mayoría de los cuerpos legales vigentes en el continente reservan su
utilización para la sola apreciación de la declaración de testigos: ver, por ejemplo,
en Argentina, CPC Nación, art. 456, y Santa Fe, art. 224.

13
René David Navarro A.

que influyeron en su ánimo al tomar la decisión que le es adversa y,


además, posibilitar al superior igual conocimiento para que pueda
saber lo mismo y, eventualmente, atender los agravios del impugnante.
Se concluye de ello que la valoración conforme con la sana crítica
no es hoy una técnica unitaria exclusiva, sino que es la resultante de
una combinación que reúne desde el valor anticipado de los medios de
acreditamiento a la libre convicción en las declaraciones, para llegar a la
ponderación final de todos los medios de eficiencia llevados al proceso.
Para explicar detenidamente todo lo concerniente a este método
referente a la argumentación razonada, René Navarro Albiña ha dedica-
do largo y notable esfuerzo, definiendo bien el significado del sintagma
sana crítica, estableciendo las reglas que lo integran y, particularmente,
conceptuando en forma adecuada la labor de motivar.
Y esto viene muy bien al actual estado de la jurisprudencia de
muchos de nuestros países, en los que se descubre notable confusión
interna16 apenas un estudioso repara en la entidad de los argumentos
que se reiteran demasiado en las sentencias judiciales.
Y es que a partir de la clásica definición autoral común en toda
Latinoamérica que enseña reiterativamente que reglas de la sana crítica
son las de la lógica y las de la experiencia de un hombre común que
indican al juzgador cómo discernir entre lo verdadero y lo falso, se ha
enseñoreado en todo ámbito judicial la idea de que es plausible aplicar
al caso lo que está prohibido en forma expresa desde la misma Ley de
Partidas: el conocimiento personal del juez17, no solo de las caracte-
rísticas propias y específicas de todo pleito, sino –y esto es de extrema
gravedad– de las que rodean el caso en general18.

16
Y con graves consecuencias para los justiciables.
17
Parece que de eso se trata el aplicar sus propias máximas de experiencia.
18
De donde surgen varias consecuencias: el juez no puede haber sido testigo del
hecho causal y debe ajustar toda su actividad de resolver al contenido del antiguo
brocárdico que le indica que lo que no está en los autos, no está en el mundo.
A partir de allí, a su turno, nacen dos consecuencias que no puede soslayar: le
está prohibida la prueba oficiosa (inclusive por la vía de las medidas para mejor
proveer o resolver) y no puede variar la imputación jurídica efectuada por las
partes respecto de ese mismo hecho litigioso (vía iura novit curiæ).
De la misma forma, no puede extraer conclusiones disvaliosas para una de las
partes a partir de su propia conducta procesal.
Si bien se mira, todo esto es lo que precisamente defiende el garantismo procesal

14
Bases para una sana crítica

Pero, además, ha hecho hincapié en otro problema que ha venido


a desvirtuar, en la práctica, la aplicación lisa, llana y juiciosa de la ley:
hoy se privilegia a la argumentación19 mediante la cual muchas veces el
conocido como decisionismo judicial está abocado actualmente a la tarea
de interpretar o desinterpretar o contrainterpretar la ley para terminar
fallando –claro que a base de argumentos impecables– con un completo
apartamiento de la normativa jurídica vigente. Y para eso el autor –que
muestra su vasta cultura a partir del manejo de la profusa bibliografía
consultada– nos recuerda prolijamente los postulados de la lógica y los
principios que gobiernan la tarea de argumentar jurídicamente. De tal
forma, el libro es útil no solo para la adecuada comprensión del tema,
siempre huérfano de autores, sino también para manejar eficazmente la
mecánica de la argumentación abogadil y judicial.
Bienvenida, entonces, al ámbito literario de la juridicidad americana.

Adolfo Alvarado Velloso


Profesor de derecho Procesal
Rosario, Argentina, enero de 2014
XXXBEPMGPBMWBSBEPDPNBS

que, en homenaje al valor libertad, se enseña, defiende, postula y practica en la


Maestría de la Universidad Nacional de Rosario, Argentina.
19
Cuyo estudio está hoy tan en boga.

15
Introducción

Cum-Vincere. El texto que se ofrece a continuación pretende entregar


herramientas argumentativas para aquellos que amamos el ejercicio
de la profesión de abogado (como litigante, magistrado, funcionario
público o simple ciudadano), tantas veces denostada; y para aquellos
que creemos, más en convencer que, necesariamente, en vencer.
¿Vencer o convencer? Se lo han preguntado muchos, y magistral-
mente lo hace Miguel de Unamuno en Salamanca: «Venceréis, pero no
convenceréis». Así lo recuerda Guibourg, en su obra Provocaciones en
torno del derecho, y se pregunta: ¿importa convencer cuando uno puede
vencer? ¿Vale la pena vencer cuando se puede convencer? El maestro
bonaerense nos recuerda que en un combate, uno vence cuando el otro
cede su posición, cuando «se da por vencido», cuando deja de defender
lo que defendía y entrega lo que su adversario pretendía. Convencer,
cum-vincere, vencer en compañía del oponente. El que persuade no vence
con las armas en la mano, ni con amenazas. Como expresa el filósofo
y jurista trasandino «(el que convence) se dirige a la mente del otro y
le demuestra que, por su propio interés y en el marco de sus propias
pautas de pensamiento, debe cambiar su posición y adherir a la que se
le propone».
Cualquier animal puede vencer a otro, pero el convencimiento es
una obra de la razón. Para convencer, hay que pensar primero –y acota
Guibourg–, pero no basta con pensar. Es preciso, además, ser capaz de
expresar ese pensamiento en palabras y respetar (respicere) al otro lo
suficiente, para dirigirle esas palabras.

17
René David Navarro A.

¿Cómo hacer del derecho y sus «claves» algo más cercano al ciu-
dadano, o por lo menos más cercano al ciudadano informado, y con
mayor razón, a nosotros, los abogados?
Como señalara Bentham, «la jerga jurídica tenía como objetivo
generalmente defender los intereses siniestros de los juristas cuyo
lenguaje y ritos esotéricos constituían una red para atrapar a los co-
munes mortales […]; las opiniones de los hombres de leyes tienen una
propensión peculiar a teñirse de falsedad por obra del interés siniestro
[…] mientras el interés de los ciudadanos conviene una justicia rápida,
al interés siniestro del abogado le conviene una administración de jus-
ticia lenta; si al interés del ciudadano le convienen unas leyes claras y
breves, al hombre de leyes le interesan prolijas y oscuras».
Para convencer a los jueces del siglo XXI, es menester conocer las
reglas de la lógica, las máximas de la experiencia y el conocimiento
científicamente afianzado.
Lo anterior es de toda relevancia, ello porque a juicio personal
«no hay derecho sin sanción, y menos hay derecho sin procesabi-
lidad efectiva».
En este contexto, ¿cómo comprendemos las nociones de Estado
de Derecho y de Garantía(s), sin entender cómo han de convencerse
nuestros jueces; si no entendemos las raíces de nuestra disciplina?
¿Por qué el desarrollo de las demás ciencias es tan abrumador y la del
derecho tan anacrónico?
Sabemos que en geología, las piedras son objeto de estudio, mas en
derecho, esas piedras son casi siempre confundidas con el fenómeno,
con la disciplina, con otras disciplinas, y peor: no con lo que es, sino
con lo que debe ser.
Garantía(s) y Estado de Derecho. En materia jurídica, garantía
refiere a nociones afines en ambas ramas del derecho. Sin embargo, en la
tradición ius–privatista se restringe a los llamados contratos accesorios,
esto es, aquellos que dependiendo de uno principal (i.e., compraventa),
aseguran su cumplimiento (como la hipoteca, la fianza, la prenda, etc.).
En la tradición publicista, se vincula al desarrollo del constitucio-
nalismo y de la noción que se analizará en seguida: la de Estado de
Derecho; y también –incluso– como sinónimo de derechos público-
subjetivos, derechos fundamentales, derechos del ciudadano frente al

18
Bases para una sana crítica

Estado. ¿A qué refiere garantía en el lenguaje? ¿Qué entendemos por


garantía, garantías, garantizar?
Etimológicamente: en francés garant,  y este quizá del fran-
co werênd; y del germánico wërênt, gewähren; en inglés, warrant y
también backing. Las nociones llevan también a entenderla en el sentido
de: librar de cuidado o temor; tranquilizar, infundir confianza; dejar
seguro de la realidad o certeza de algo; afirmar la certeza de lo que se
refiere; preservar o resguardar de daño; dar firmeza o seguridad; apoyo,
sostén, protección, respaldo, báculo, bastón (Cfr. DRAE).
Con todo, la voz garantía tiene un peso empírico insoslayable, i.e.,
tiene que ocurrir lo que se dice que ocurrirá. La noción de garantía ha
llevado incluso a afirmar que si los instrumentos (leyes, constituciones,
etc.) que consagran «derechos» no se «materializan empíricamente»:
no ofrecen garantía.
Dicho de otro modo, la noción de garantía envuelve un componente
más que de validez, de eficacia; lo que conecta al término (garantía) con
el derecho procesal, refiriéndose aquí a la idea de que si un derecho
no tiene un proceso para consolidarlo empíricamente, se convertiría
en una declaración meramente «programática»: no hay derecho(s) si
estos no están garantizados no solo a nivel normativo-declarativo, sino
en el plano de su ejecución práctica, y de la normatividad involucrada
para hacerlo posible. 
No hay derecho(s), sin «debido proceso». La norma general y
abstracta, y los derechos subjetivos que sustente, son (o podrían ser)
mera poesía, música jurídica, o catálogo de buenas intenciones, si no
van acompañadas de efectivas vías jurisdiccionales, de materialización
práctica de las mismas. 
En relación con este punto, cabe preguntarnos: ¿acaso no son estas
las garantías, prendas, fianzas, del contrato social?
La hipótesis (contrafáctica) del llamado contrato social supone el
cumplimiento del mismo; si este (el contrato) no se cumple, lo demás
no tiene sentido. 
Carlos Santiago Nino, haciendo referencia a Hobbes, expresa que
es ineludible un contrato social al que los hombres deben suscribir para
satisfacer su propio autointerés. La vida en el estado de naturaleza
es «cruel, brutal y corta», pero los hombres no pueden salir de ella

19
René David Navarro A.

simplemente por acuerdos mutuos (mera autonomía de la voluntad).


Ellos plantean problemas de acción colectiva –del tipo del que fuera
llamado el «dilema de los prisioneros»–, ya que cada uno desconfía
en que el otro saque ventaja de la violación del acuerdo. De modo que
los hombres deben primero acordar establecer un poder (el del Estado)
que luego los fuerce a cumplir con los otros. 
Ferrajoli expresa que las garantías de los derechos fundamentales
son garantías de la democracia. A primera vista –sin la historia de por
medio, con Santo Oficio de la Inquisición, con Holocausto, apartheid y
otros abusos de la irracionalidad humana–, el sintagma (o frase) Estado
de Derecho referiría a una expresión carente de sentido por tautológica.
Una visión (muy difundida por lo demás) es considerar al Estado
como sinónimo de derecho. No hay Estado sin derecho, y menos,
derecho sin Estado; luego, la referencia a un Estado de Derecho no
distaría a un símil tipo: hemorragia de sangre.
No obstante lo anterior, la voz Estado de Derecho tiene un compo-
nente ideológico fuerte, y un poder axiomático (fundante y fundador)
para concebir cualquier ordenamiento jurídico en la actualidad.
La noción nace para proscribir las eventuales iniquidades del sis-
tema legal y constitucionalmente tramitado; engarzándola aquí con la
noción de garantía; el Estado no es Estado de Derecho si no garantiza
los derechos de sus ciudadanos.
La voz Estado (a secas) evoca no solo a aquellos que lo son (o
fueron) con un territorio establecido, y normas jurídicas aplicadas
dentro de este. Desde esta perspectiva, el Estado del Tercer Reich y la
Sudáfrica preMandela, serían Estados, mas no Estados de Derecho.
La noción Estado de Derecho está vinculada con las de rechtsstaat,
rule of law, limited government, sustantive due process, reasonableness,
equal protection, état droit, y otras más en los diversos sistemas jurídicos,
con lo que se quiere caracterizar un determinado tipo de Estado que con-
tenga un programa de limitación del mismo y que apunta a un orden de
convivencia garantizado por el derecho y basado en la división de poderes.
Los principios del Estado de Derecho constituyen directivas for-
males de una práctica razonable del derecho a nivel de legislación y
jurisdicción: «Expresan la necesidad de que las normas jurídicas sean
sancionadas y aplicadas al margen de la aceptabilidad de sus conteni-

20
Bases para una sana crítica

dos y en consecuencia con los requerimientos de una ‘razonabilidad’


comprendida en términos formales».
Al decir de Ernesto Garzón Valdés: «No es necesario ser filósofo
del derecho o de la política para saber que en todo Estado de Derecho
el principio básico es el del control legal y judicial del poder, justamente
para evitar la impunidad […]. Si estuviéramos gobernados por reyes
filósofos que simplemente descubrieran el derecho a través de su devo-
ción por la verdad y la justicia, y de quienes tuviéramos la seguridad de
que lo aplicarían con una angélica rectitud y una omnisciencia divina,
el Estado de Derecho no plantearía ningún problema. Los actores del
derecho, llamémosles monarcas, legisladores o jueces, estarían libres
tanto de incertidumbres como de los sesgos que animan la política.
Actuarían como meros portavoces de una sabiduría superior, ofreciendo
soluciones infaliblemente justas, capaces de armonizar el interés de los
individuos con el interés público. Obviamente esto es una fantasía; y,
sin embargo, muchas versiones del Estado de Derecho propenden a
abrazarla. Donde radica el peligro es en los gobernantes potencialmente
malos. Depositemos las buenas leyes en la Constitución como reliquias
en un relicario, confiemos su custodia a una casta especial de guardianes
de la ley, y el gobierno de los hombres podrá quedar subordinado al
Estado de Derecho. Por desgracia esta solución incurre en la petición
de principio que subyace en el núcleo del problema. Tal como señalaba
Joseph Raz en un ensayo clásico, «ciertas caracterizaciones del Estado
de Derecho emplean esta expresión como una fórmula donde todo
cabe, apta para justificar cualquier objetivo político deseable que se
quiera ver promulgado».
Historia de la Ciencia y del Derecho. La historia de la ciencia
–y se supone el derecho es una de ellas– es tan ostensiblemente distinta
a la historia del derecho (o de los avances jurídicos), que es preciso
hacer hincapié en ello: no olvidar, en el olvido está el peligro.
La historia del derecho cultivada hasta hoy (salva honrosas excep-
ciones), parece anquilosada en los textos de Galeno (si hacemos una
analogía con la medicina).
El derecho es concebido como una disciplina (ciencia o arte) y
como tal, se la estudia al igual que otras tantas y múltiples carreras
profesionales. La disciplina médica tiene una base cultural y semántica

21
René David Navarro A.

de origen en la tradición griega. Mucha de la terminología médica (y


de varias otras disciplinas) es de origen etimológico griego, esto es, sus
palabras y tecnicismos se nutren de la cultura griega, y no precisamen-
te de la cultura griega del siglo XXI, sino que de la cultura griega de
Hipócrates (c. 460 a.C.) y de Galeno (130 d.C.), entre otros muchísimos
autores científicos, denominados padres de la medicina. Sin duda, los
médicos conocen a Hipócrates y a Galeno, pero (creo) no estudian en
profundidad –ni menos aplican– las técnicas y procedimientos griegos
de entre los siglos IV a.C. al I d.C. Convengamos que daría miedo saber
que se aplicarán técnicas médicas de ese tiempo, solo teniendo presente
que ni Galeno ni Hipócrates conocían ni la anestesia ni la penicilina1.
Las preguntas de Bernard Cohen siguen siendo pertinentes (no solo
en ciencia): ¿qué entendía la gente por fuerza en diferentes épocas?,
¿por qué a fines del siglo XIX, se hizo el intento de escribir una física
que prescindiera de las fuerzas?
Agreguemos nosotros desde «lo jurídico»: ¿por qué seguimos
utilizando las nociones, concepciones, visiones del mundo, la cultura,
la ciencia, la ideología, y los prejuicios del insigne lego don Andrés de
Jesús María y Josef Bello López?
Detrás de cada adelanto de la ciencia, el historiador de la ciencia quiere
ver también al responsable de ello2, y la cultura humana que fue su contexto.
En relación a «cultura» –reza el lema de la Real Academia de la
Lengua: la palabra «limpia, fija y da esplendor»–, etimológicamente
hablando, la voz proviene del latín cultus, que a su vez deriva de la
voz colere, que significa cuidado del campo.
En su Declaración de México de 1982, la United Nations Edu-
cational Scientific and Cultural Organization (en su sigla castellana
Unesco), apartado de la ONU con sede en París (creada en 1945, post
Segunda Guerra Mundial, con el objetivo de contribuir a la paz y a la

1
&O FMEPDUPSFTUBEPVOJEFOTF$SBXGPSE8JMMJBNTPO-POHGVFFMQSJNFSPFO
usar anestesia con éter etílico. Se atribuye a Alexander Fleming el descubrimiento
de la penicilina (1928).
2
Obligar, desde el punto de vista etimológico significa, cercar, sujetar a una persona.
La voz responsabilidad proviene de respondere que significa, inter alia: «prometer»,
«merecer», «pagar». Así, responsalis significa: el que responde. En un sentido más
restringido, responsum (responsable) significa: el obligado a responder de algo o
de alguien. En el lenguaje coloquial, responsable es el que tiene algo que decir.

22
Bases para una sana crítica

seguridad en el mundo mediante la educación, la ciencia, la cultura y


las comunicaciones) expresa:

La cultura da al hombre la capacidad de reflexionar sobre sí mismo.


Es ella la que hace de nosotros seres específicamente humanos,
racionales, críticos y éticamente comprometidos. A través de ella
discernimos los valores y efectuamos opciones. A través de ella
el hombre se expresa, toma conciencia de sí mismo, se reconoce
como un proyecto inacabado, pone en cuestión sus propias rea-
lizaciones, busca incansablemente nuevas significaciones, y crea
obras que lo trascienden.

Dicho lo anterior: ¿tenemos la capacidad de reflexionar sobre noso-


tros mismos?, ¿estamos racional, crítica y éticamente comprometidos?,
¿discernimos los valores y efectuamos opciones?, ¿nos expresamos,
tomamos conciencia de nosotros mismos, nos reconocemos como un
proyecto inacabado?, ¿ponemos en duda nuestras propias realizacio-
nes (u opiniones), buscamos incansablemente nuevas significaciones y
creamos obras que nos trasciendan? Si la respuesta no es afirmativa,
lastimosamente debiéramos concluir con la respuesta que no hemos
hecho cultura según la Unesco.
Solo por dar un ejemplo –aunque suene cacofónico– paradigmáti-
co: la forma de las ideas de Einstein (o cualquiera otro gran científico)
reflejan de algún modo su personalidad, su educación y su reacción al
entorno. Al intentar explorar la matriz cultural en la cual el creador de
las ideas está inserto, la luz en la caverna oscura levemente se amplía.
A comienzos del siglo XIX, ¿Ampère, Faraday y Ohm inventaron
o descubrieron la electricidad? El tema pasa también por la postura
no solo epistemognoseológica, sino que además (a mi entender) teoló-
gica. Nada puede ser inventado si se cree en un Dios; únicamente nos
resta descubrir y maravillarnos con ello. Y recuerda también el fresco
de Rafael: Platón y Aristóteles en el centro, Platón señala con su dedo
índice el cielo, y Aristóteles, con el mismo dedo a la tierra, ¿tabula
rasa o mundo ideal?
Al leer la brillante autodefensa de Sócrates escrita por Platón
(prima face), nos seduce la idea de justamente una idea única, y que

23
René David Navarro A.

en definitiva solo nos queda (en tanto hombres) descubrir,  mas no


inventar. Pero no solo vale el hommo sapiens; también vale el hommo
faber. El hacedor –ese hacedor del humanismo–, ese que cree creer que
es posible inventar, y crear tal como gritaban los griegos: ¡eureka! Si el
hombre es hacedor, entonces se acerca a Dios, o bien, en un momento
dado, descubre o inventa que no lo necesita.
¿Es posible inventar un nuevo conocimiento, o solo tenemos que
conformarnos con confirmar el modelo ejemplar (para–deigma) im-
perante? Quizá un ejemplo histórico nos coloque en la disyuntiva del
descubrir y el inventar, y, en este caso además, ¿quién lo hizo primero?
Leibniz, el abogado y científico, realizó importantes contribuciones en
múltiples áreas del conocimiento. Llegó a descubrir (inventar), por vías
propias, el cálculo infinitesimal que al mismo tiempo descubría (inven-
UBCB
FO*OHMBUFSSB *TBBD/FXUPO-FJCOJ[DPNFUJÓFMFSSPSEFSFDVSSJS
BMB3PZBM4PDJFUZQBSBSFTPMWFSMBEJTQVUBRVFUFOÎBDPO/FXUPO SFT-
pecto de cuál de los dos desarrolló primero el cálculo infinitesimal. El
problema es que la Royal Society estaba presidida en ese entonces por
FMNJTNP/FXUPO FMDVBMOPNCSÓVOBŇDPNJTJÓOJOUFHSBEBQPSBNJHPT
suyos, para resolver esta cuestión. A mayor desgracia, Voltaire (amigo
EF/FXUPO
FTDSJCJÓTVCándido para ridiculizar a Leibniz.
Finalmente, y preguntándole al amable lector de este texto:
¿cuántos juristas, creyéndose científicos del derecho, actuaron como
/FXUPOP'SFVE y$VÃOUBTWFDFT FOMBIJTUPSJBEFMEFSFDIP TFRVJTP
matizar la realidad, para adecuarla a los intereses políticos o religio-
sos de turno? ¿Cuántos amantes de la ciencia y el conocimiento puro
solo eran ególatras que pretendían mantener su séquito, y un derecho
a «su medida»?, o como es tradicional en Chile: ¿en la medida de lo
posible? En marzo de 1914, Sigmund Freud (1856–1939) escribió una
carta del siguiente tenor a uno de sus discípulos, haciendo referencia
a un examigo y colega suyo: «Nos hemos liberado por fin del brutal
santurrón de Jung y sus logros repetidores». 
Luego, los seguidores de Freud dieron la orden de que «no debía
citarse a Jung en ninguna publicación […], que todo psicoanalista que
se acerque a Jung será excomulgado». Posteriormente, Freud expre-
só: «El psicoanálisis es obra mía… nadie puede saber mejor que yo lo
que es el psicoanálisis».

24
Bases para una sana crítica

En las próximas páginas se encontrará un ensayo para proporcio-


nar al lector una mirada, elementos básicos y una relectura: ¿cuáles
son las bases (sostenes, báculos) de una «sana (no enferma) crítica
(razón)»? Siempre con la pretensión de hacer de nuestra disciplina una
que permita algún día ser considerada –con toda la fuerza que tiene la
voz– ciencia. Sana crítica y máximas de la experiencia son frases (con-
ceptos) técnico-jurídicos, que corresponde a los cultores del derecho
aproximar sus definiciones.

RDNA, Octubre–2013

25
Exordio

El gran milagro de las letras: nos dan facultad de hablar con los
ausentes y de escuchar a los sabios antepasados.
Fernán Pérez de Oliva1

Se entiende entonces por qué por una parte Llull [Ramón] dispone
el Ars para hallar, en cada razonamiento posible, el término medio
que le permite realizar un silogismo demostrativo, pero por otro
lado excluye silogismos, por lo demás correctos, aun cuando for-
malmente habría un término medio. Su término medio no es el de
la lógica formal escolástica: es un medio que une los elementos de
la cadena del ser, un medio sustancial y no formal.
Umberto Eco2

No es este el primer texto en que parto señalando lo que sigue.


Desde épocas pretéritas, existe una dicotomía en cuanto a la posibili-
dad de conocer, y a la importancia de su resultado: el conocimiento.
¿Quién puede conocer mejor: el experto o el especialista?
Desde antaño, se han distinguido dos tipos de vida humana: el
homo faber y el homo sapiens. El primero de ellos orientado hacia la
creación práctica de la técnica productiva y el segundo, hacia la re-
flexión contemplativa y la ciencia pura; en otras palabras, ligados el uno
al uso de la mano (experiencia) y el otro al de la inteligencia (lógica).

1
Citado por Rodolfo Mondolfo. Mondolfo, Rodolfo, La infinitud del espíritu y otros
escritos de Córdoba, Editorial Universidad Nacional de Córdoba, Argentina, 2009.
2
Eco, Umberto, En busca de la lengua perfecta, Editorial Crítica, Barcelona, 1994.

27
René David Navarro A.

Sin embargo, desde los tiempos de los siete sabios de Atenas, parece
que esta taxonomía se concibe no solo como distinción o diferenciación,
sino que también como lazo recíproco y como asociación indisoluble
de ambas actividades3.
En los inicios de la modernidad, el abandono de la autoridad aca-
démica y los textos sagrados tiene como telos su sustitución a favor
de un nuevo criterio basado en la experiencia personal. Para Samaja4
(citando a Voltaire)5, esta naciente metodología tiene como única forma
de producir un acuerdo válido sobre los conocimientos, procediendo
(en última instancia) del sentimiento de evidencia que experimenten
los sujetos individuales, al examinar sus propios medios de prueba a
favor o en contra de sus presuntas verdades. Esta nueva manera de
concebir la fuente de validez del conocimiento, agrega Samaja, fue
esencialmente congruente con la prédica de la tolerancia como virtud
cardinal de la nueva cultura política6.
¿Qué es la lógica?, es una pregunta similar a ¿qué es el derecho?,
y esta última, es una de las preguntas más odiosas y de mayor com-
plejidad. Una de sus complejidades estriba en suponer un ser, una
ontología del derecho. Supondría buscar la esencia del derecho, tra-
tando de establecer su género próximo, y sus diferencias específicas7.
Las palabras no son unívocas ni inocentes. Es más, la mayoría de las
veces son ostensiblemente polisémicas, multisémicas, equívocas, he-

3
Platón recuerda que dichos siete sabios lo eran precisamente en su actividad práctica,
añadiendo después Aristóteles que «el hombre nació para dos cosas: para comprender
y para obrar». Giordano Bruno (1548–1600) agrega: «La providencia determinó que
el hombre se halle ocupado en la acción por las manos, y en la contemplación por
el intelecto, de modo tal que no contemple sin acción, ni actúe sin contemplación».
Mondolfo, Rodolfo, Verum factum, Editorial Siglo XXI, Buenos Aires, 1971.
4
Samaja, Juan, Epistemología y metodología. Elementos para una teoría de la
investigación científica, Editorial Eudeba, Buenos Aires, 2004, p. 24.
5
Voltaire, Tratado de la tolerancia, Traducción de Ricardo Zelarayán, Editorial
Losada, Buenos Aires, 2003.
6
El problema epistemológico o, en términos generales, del conocimiento, no es ajeno
a la disciplina jurídica, toda vez que precisamente, las reglas de la lógica se insertan
dentro del sistema, modo o forma de apreciación, valoración o conocimiento que
puede alcanzar el juez de la prueba rendida en juicio (confirmación fáctica de las
afirmaciones de las partes): sana crítica.
7
Desde Sócrates, Platón y Aristóteles, la temática de la definición es «tema». Vide:
Rickert, Heinrich, Teoría de la definición, Centro de Estudios Filosóficos, UNAM,
México, 1960, Cuaderno N° 9, pp. 370 y ss.

28
Bases para una sana crítica

terosignificativas, no unívocas: ¿qué entendemos por lógica cuando


tratamos de definirla?, ¿estamos hablando de lo mismo o estamos en
la Torre de Babel, tratando de alcanzar lo inalcanzable y para colmo
de males en idiomas distintos?
$ÃDFSFT/JFUP QBSBGSBTFBOEPB8JUUHFOTUFJO OPTJOWJUBBTVTUJUVJS
la pregunta ¿qué es el derecho?, por: ¿qué significa la expresión dere-
cho? Así las cosas, podríamos hacer lo mismo, y sustituir la pregunta
¿qué es la sana crítica, la lógica, las máximas de experiencia? por: ¿qué
significa sana crítica, lógica, etcétera? Es más, pueden incluso sustituirse
ambas interrogantes iniciales, vale decir, qué es y qué significa, por la
pregunta: ¿para qué nos puede servir?
Muchas veces he hecho hincapié en la polisemia insoslayable en
cualquier palabra, y siendo «lógica» una palabra, y «sana crítica» un
sintagma compuesto de «palabras», evidentemente –en tanto pala-
bras– no debiera escapar a este fenómeno y (prima face) debiésemos
afirmar que se le han atribuido múltiples significados paralelamente a
la evolución de nuestra cultura y pensamientos.

§ 1. Generalidades
En el ejercicio de la actividad del conocer8, el pensamiento y los
sentidos cumplen un rol primordial. El pensamiento consiste esencial-
mente en resolver un problema, una cuestión (quæstio), una pregunta,
orientado sin duda a la respuesta de problemas concretos y contingen-
tes, sean fácticos, ideales, personales, psicológicos, económicos, afecti-
vos, etcétera. La habilidad de pensar, depende de la facultad humana
de ver las conexiones. El pensamiento reflexivo consiste en ponderar
un conjunto de hechos a fin de deducir sus conexiones: «No pensé»
significa frecuentemente «no pude conectar», es decir, «no reconocí
que, dado aquello, debo tener esto»9.
¿Qué es, qué estudia, para qué sirve la lógica?, ¿hacia qué temas
orienta sus investigaciones?10.

8
Stebbing, Susan, Introducción moderna a la lógica, UNAM, México, 1965.
9
Ibid. pp. 20 y ss.
10
Di Castro, E. (coord.), Conocimientos fundamentales de filosofía. Vol. I, UNAM/
.D(SBXm)JMM .ÊYJDP $PMFDDJÓO$POPDJNJFOUPT'VOEBNFOUBMFT 

29
René David Navarro A.

La palabra lógica proviene del vocablo griego logos, que significa


«pensamiento», aunque también se ha entendido como «palabra»,
«razón» y «ciencia». De acuerdo con su etimología, la lógica sería
una ciencia o tratado del pensamiento. Esta definición (etimológica)
es demasiado amplia para caracterizarla. La lógica se ha concebido
como una disciplina formal porque (originariamente) se ocupa de las
meras formas o estructuras del pensamiento. Así las cosas, se dedicaría
a investigar cómo se encuentra estructurado el pensamiento con el fin
de estudiar las leyes o principios (científicos) que reglamentan la validez
lógica del propio pensamiento.
Cuando la lógica estudia las proposiciones o juicios11, como por
ejemplo, «el pizarrón es verde», no se interesa por lo que se enuncia
o dice de ellas y, en este caso concreto, no se interesa por el objeto
pizarrón ni por el hecho de que sea verde; esto significa que la lógica
centra su atención en la forma lógica que adoptan los pensamientos.
De la misma manera, cuando en la clase de matemática se explica que
«dos naranjas más tres naranjas suman cinco naranjas», no se habla
en sí de las naranjas, sino de la suma: «2 + 3 = 5». En la operación
anterior, se ha abstraído (intelectualizado = números) o eliminado el
contenido (fáctico o empírico = naranjas) para quedarse con la forma.12
La aritmética y la lógica tradicional serían disciplinas que manejan
formas: sumas, símbolos, en el caso de las matemáticas; conceptos,
juicios, razonamientos, símbolos lógicos (como las conectivas lógicas),
en el caso de la lógica.
De esta manera, tanto la lógica (tradicional) como la matemática son
ciencias formales, de acuerdo con la naturaleza de los objetos que estudian.

11
Proposición (Del latín propositƱo, –ǀnis). Acción y efecto de proponer. En filosofía:
expresión de un juicio entre dos términos, sujeto y predicado, que afirma o niega este
de aquel, o incluye o excluye el primero respecto del segundo. En gramática: unidad
lingüística de estructura oracional, esto es, constituida por sujeto y predicado, que se
une mediante coordinación o subordinación a otra u otras proposiciones para formar
una oración compuesta; también palabra o conjunto de palabras con sentido completo.
En matemática: enunciación de una verdad demostrada o que se trata de demostrar. En
retórica: parte del discurso en que se anuncia o expone aquello de que se quiere convencer
y persuadir a los oyentes (DRAE). Juicio (Del latín iudicƱum). En sus acepciones castizas:
facultad del alma, por la que el hombre puede distinguir el bien del mal y lo verdadero
de lo falso; estado de sana razón opuesto a locura o delirio. Está en su juicio. Está fuera
de juicio; opinión, parecer o dictamen; seso, asiento y cordura (DRAE).
12
Di Castro, ob. cit.

30
Bases para una sana crítica

Ahora bien, como disciplina formal, la lógica tiene como tarea construir
lenguajes formales que busquen claridad, precisión y univocidad13.
Por ejemplo: cuando la lógica estudia unas formas de pensamiento
llamadas juicios o enunciados como estos: «Venus es un planeta»; «el oro
es un metal»; «el perro es un mamífero», no se interesa en los contenidos
diversos que cada uno de ellos expresa, pues desde el punto de vista de sus
objetos (o contenidos), estos serían de interés para otras ciencias particu-
lares como la astronomía, la mineralogía y la zoología, respectivamente14.
Para la lógica, estos juicios o enunciados no son más que ejemplos
de una forma de pensamiento que se diferenciaría de otras; verbigracia,
del concepto y del razonamiento. Para obtener la forma de los juicios
nos fijaríamos en los elementos que son comunes a todos ellos: tienen
un sujeto, vale decir, el objeto a que cada uno de ellos se refiere: Venus,
el oro, el perro. Asimismo, todos tienen un predicado, constituido por
aquello que se dice o atribuye de los sujetos, a saber: que es un planeta,
que es metal, que es un mamífero. Por último, en todos encontramos
un término de enlace representado por el verbo ser, que en la lógica
tradicional se conoce con el nombre de cópula, porque sirve para unir,
enlazar el sujeto con el predicado.
Gracias a la cópula (consideran los lógicos tradicionales), el juicio
puede hacer afirmaciones o negaciones: «El pizarrón es verde» (afir-
mación); «El pizarrón no es verde» (negación).
Si quisiéramos representarlos en una fórmula abstracta, eliminando
todo contenido, nos quedaríamos con esta: S es P, donde S son los dis-
tintos sujetos que ya hemos visto (Venus, oro, perro); «es» representa
la cópula (el verbo ser que une al sujeto con el predicado), mientras
que P representa los predicados (planeta, verde, mamífero).
Ahora bien, este esquema nos sirve solo para ilustrar lo que es una
forma o esqueleto lógico, que podría llenarse con todos los sujetos y los
predicados que se desearan, donde la cópula siempre afirmaría, por lo
cual siempre seguirían siendo formas correspondientes a juicios afirma-
tivos; i.e., son moldes (como los de las tortas, las gelatinas, etc.) que no

13
Recordemos que las palabras no son unívocas. Es más, en 99,9% de los casos
son ostensiblemente polisémicas, multisémicas, equívocas, heterosignificativas, no
unívocas.
14
Di Castro, ob. cit.

31
René David Navarro A.

por cambiar los sabores (piña, manzana...) dejarían de tener una forma
que los identifica como tales, en este caso como juicios afirmativos.
Así las cosas, podríamos decir (provisionalmente) que la lógica es
la disciplina que tiene un carácter formal, ya que estudia la estructura
o formas de pensamiento (tales como conceptos, proposiciones) con
el objeto de establecer razonamientos o argumentos válidos o correc-
tamente lógicos.
Una definición que nos puede ayudar a resumir los principales ob-
jetivos de la lógica es la que nos proporciona Gregorio Fingermann.15
Para este autor, la lógica es: «La ciencia de las leyes y de las formas
del pensamiento, que nos da normas para la investigación científica y
nos suministra un criterio de verdad»16.
Kant (1724-1804), uno de los más grandes pensadores de todos
los tiempos, expresa17: «A esta ciencia de las leyes necesarias del en-
tendimiento y de la razón en general o, lo que es lo mismo, de la mera
forma del pensamiento en general, la llamamos ahora lógica».
Agrega el sabio alemán, que la lógica en cuanto ciencia se refiere
a todo pensamiento en general, prescindiendo de los objetos como
materia del pensamiento, y por ello, puede ser considerada como fun-
damento de las demás ciencias y como la propedéutica de todo uso del
entendimiento; pero también (como hace abstracción de los objetos
reales), no puede ser ningún órganon18 de las ciencias. La lógica es el
arte universal de la razón, pero no sirve para la ampliación del cono-
cimiento (nuevos conocimientos), sino solo para el enjuiciamiento y
rectificación de nuestro conocimiento. Las reglas de la lógica no son
contingentes, sino necesarias, vale decir, parafraseando a Kant, no
son reglas que describan cómo pensamos, sino que prescriben cómo
«debemos» pensar19. Expresa también que la lógica se funda en prin-

15
Gregorio Fingermann, psicólogo y escritor argentino.
16
Fingermann, G., Lógica y teoría del conocimiento, El Ateneo, México, 1977, p. 10.
17
Kant, Immanuel, Lógica, Traducción de Carlos Correa, Ediciones Corregidor,
Buenos Aires 2010, pp. 35 y ss.
18
Kant define órganon, haciéndolo sinónimo de método o herramienta de inves-
tigación, señalando: «Entendemos por órganon una instrucción acerca de cómo
debe obtenerse un cierto conocimiento».
19
Kant, Immanuel, Lógica, ob. cit., p. 36.

32
Bases para una sana crítica

cipios a priori20, a partir de los cuales pueden derivarse y demostrarse


todas sus reglas.
Kant entrega como concepto de lógica el siguiente21:

La lógica es una ciencia racional no sólo según la forma, sino según la


materia; una ciencia a priori de las leyes necesarias del pensamiento,
pero no en consideración de objetos particulares, sino de todos los
objetos en general; una ciencia por tanto, del uso correcto del enten-
dimiento y de la razón en general, pero no subjetivamente, es decir,
no según principios empíricos (psicológicos): cómo el entendimiento
piensa; sino objetivamente, es decir, según principios a priori: cómo el
entendimiento debe pensar.

Podríamos vaciar océanos de tinta, tratando de dar una definición


o concepto que entrega cada autor de lógica, y cada uno de ellos daría
para un análisis pormenorizado, un estudio y un curso en particular;
verbigracia, lógicas: aristotélicas, baconeanas, kanteanas, hegeleanas,
fregeanas, peirceanas, etcétera.
Es preciso señalar aquí, que los trabajos de Frege22 en lógica cam-
biaron radicalmente lo que se conocía antes por tal disciplina. La frase
«la revolución fregeana en lógica» puede ser entendida en el mismo
sentido que «la revolución copernicana en astronomía». La revolución
copernicana comenzó con la publicación de De revolutionibus, de
Copérnico23, en 1543. Esta obra inició una serie de cambios funda-

20
Las expresiones a priori («previo a», ex ante) y a posteriori («posterior a», ex post)
se han utilizado para distinguir entre dos tipos de conocimiento. El conocimiento a
priori sería aquel que es independiente de la experiencia. Se basaría en elementos,
principios, estructuras o conocimientos que no tienen un origen empírico, pues
descansan en la naturaleza de la propia razón. El conocimiento a posteriori es
aquel que depende necesariamente de la experiencia fáctica. El conocimiento a
priori se ha asociado con el conocimiento de lo universal y necesario; en cambio,
el conocimiento a posteriori se asocia con lo particular y contingente.
21
Kant, ob. cit., p. 38.
22
'SJFESJDI-VEXJH(PUUMPC'SFHF m
NBUFNÃUJDP MÓHJDPZàMÓTPGPBMF-
mán, precursor de la nueva lógica matemática y de la filosofía analítica. Reconocido
como el mayor lógico desde Aristóteles.
23
Nicolás Copérnico (1473–1543), astrónomo polaco que estudió y desarrolló la
teoría heliocéntrica del sistema solar. Matemático, astrónomo, jurista, físico, clé-
rigo católico, gobernador, administrador, líder militar, diplomático y economista.
El modelo copernicano es considerado una de las teorías más importantes en la
historia de la ciencia occidental.

33
René David Navarro A.

mentales en astronomía, aunque el período revolucionario no culminó


sino hasta la publicación de los Principia, en 1687, y el establecimiento
EFMBTÎOUFTJTOFXUPOJBOB24.
Análogamente, señala Donald Gillies25, la revolución de Frege
(en lógica) comenzó con la publicación, en 1879, del Begriffsschrift
(«escritura conceptual» o «notación conceptual»).
En ambas revoluciones, sus ideas filosóficas han influenciado fuer-
temente desarrollos técnicos. En ambos casos, los avances teóricos han
suministrado aplicaciones prácticas importantes; la nueva astronomía
formó la base de una mejorada navegación, mientras la nueva lógica es
todavía usada para importantes avances en ciencias de la computación.
-BJOáVFODJBEF'SFHFFTOPUPSJBFOTVTTVDFTPSFT3VTTFMM 8IJUFIFBE 
8JUUHFOTUFJO 1FJSDF FUDÊUFSB
En la actualidad se habla, incluso, de una lógica informal que, a
juicio del filósofo mexicano Alejandro Herrera, se propone examinar
la estructura de los razonamientos sobre cuestiones de la vida diaria
y tiene una doble vertiente analítica y evaluativa. Intenta superar el
aspecto mecánico del estudio de la lógica, así como entender y evaluar
los argumentos con sus ámbitos naturales; por ejemplo, el jurídico, el
estético y el ético26.
La historia de la lógica registra una serie de opiniones sobre lo que
«es» «en sí»27 esta ciencia, sus temas y problemáticas:
–«La lógica es la ciencia de la demostración, pues sólo se preocupa

24
*TBBD/FXUPO m
GÎTJDP àMÓTPGPZNBUFNÃUJDPJOHMÊT BVUPSEFMPTPhiloso-
phiæ naturalis principia mathematica, donde describió la ley de gravitación universal
y estableció las bases de la mecánica clásica mediante las leyes que llevan su nombre.
25
Gillies, Donald, «The Fregean Revolution in Logic», en Revolutions in Mathe-
matics, Oxford University Press, Oxford, 1995. Traducción de Marcela del Pilar
Gómez y Ángel Rivera Novoa, Universidad Nacional de Colombia.
26
Herrera, Alejandro, Modus Ponens, Boletín mexicano de lógica, núm. 2, mayo–
agosto, 1996, pp. 2–3.
27
Ya Aristóteles definió la esencia como aquello que hace que la cosa sea lo que es, y
no otra cosa. Esta misma noción de esencia la encontramos en el artículo 1444 del
Código Civil chileno: Art. 1444: «Se distinguen en cada contrato las cosas que son
de su esencia, las que son de su naturaleza, y las puramente accidentales. Son de
la esencia de un contrato aquellas cosas sin las cuales o no produce efecto alguno,
o degenera en otro contrato diferente; son de la naturaleza de un contrato las que
no siendo esenciales en él, se entienden pertenecerle, sin necesidad de una cláusula
especial; y son accidentales a un contrato aquellas que ni esencial ni naturalmente
le pertenecen, y que se le agregan por medio de cláusulas especiales».

34
Bases para una sana crítica

de formular reglas para alcanzar verdades a través de la demostración»


(Aristóteles).
–«La lógica o arte de razonar es la parte de la ciencia que enseña
el método para alcanzar la verdad» (Agustín de Hipona).
–«La lógica es la ciencia de la idea pura, de la idea en el elemento
abstracto del pensamiento» (Hegel).
–«La lógica es la ciencia de las aspiraciones intelectuales que sirven
para estimación de la prueba» (Stuart Mill).
Según las diferentes maneras de concebir o entender la lógica, esta
se ha venido caracterizando como una disciplina teórica. En cuanto es
considerada como una ciencia o un conocimiento que investiga, desa-
rrolla y establece los principios fundamentales, proveyendo los métodos
necesarios para distinguir el razonamiento correcto del incorrecto.
A través de todos estos procesos, la lógica pretendería encontrar
la verdad28.
Muchas veces se ha dicho que la utilidad de la lógica estriba en
que nos enseña a pensar correctamente y que, por ello, más que una
ciencia es un verdadero arte o entrenamiento de nuestras facultades
cognoscitivas. También se ha dicho que la lógica es una gimnasia mental
que nos entrena a usar correctamente nuestro intelecto.
La ciencia –dice Aristóteles– se deriva de principios que son ne-
cesarios y que no necesitan ser demostrados porque son en sí mismos
evidentes (hoy diríamos autoevidentes)29.
De esta manera, la ciencia, el conocimiento mismo, parte de ciertos
principios fundamentales o «puntos de partida», sin los cuales no sería
posible pensar con orden, con sentido y rigor lógico.
La lógica tradicional nos habla de los principios lógicos supremos
que rigen el proceso del pensamiento. Estos principios son de tal am-
plitud, que se aplican a las distintas ciencias particulares (matemática,
física, historia, etcétera).
El campo extraordinariamente amplio de aplicación de las reglas de la

28
Galicia A., Moisés, Introducción a la lógica matemática, .D(SBXm)JMM .ÊYJDP 
1976, p. 11.
29
Axioma: Proposición tan clara y evidente que se admite sin necesidad de demos-
tración. En matemática, cada uno de los principios fundamentales e indemostrables
sobre los que se construye una teoría (DRAE). Apodíctico: Incondicionalmente
cierto, necesariamente válido (DRAE).

35
René David Navarro A.

lógica, se explica por el hecho de que estas leyes reflejan facetas y relaciones
de los objetos del mundo material tan simples que se dan en todas partes.
Como señala el profesor Manuel Correia30, antes de la publicación
en Cambridge del libro Mathematical Analysis of Logic (1847), de
George Boole, la lógica se identificaba con los desarrollos avanzados
por Aristóteles en sus escritos lógicos, y con las extensiones e interpre-
taciones antiguas, medievales y modernas basadas en esa fuente griega
original (Aristóteles).
Básicamente, los textos de Aristóteles referidos a la lógica son:
Categorías, De Interpretatione, Analíticos Primeros y Posteriores.
Luego también Tópicos y Refutaciones sofísticas.
Este es, además, el orden en que los escritos lógicos atribuidos a
Aristóteles se encontraban en los primeros códices31 medievales.
Este orden32 ya estaba establecido en el siglo VI d.C., el siglo de
Boecio. Orden basado no en el criterio del desarrollo de la teoría lógica
de Aristóteles, sino en un criterio de enseñanza útil para los neoplató-
nicos de ese tiempo.
Aristóteles (384–322 a. C.) fue –junto a Sócrates33 y Platón34– uno

30
Correia, Manuel, La lógica de Aristóteles, Ediciones Universidad Católica de
Chile, Santiago, 2003.
31
Originalmente, códice era el soporte material (de madera o papel) en el que se escribía
un texto. Posteriormente libro, y también texto legal orgánico y sistematizado.
32
Correia, Manuel, ob. cit.
33
Sócrates (470–399 a.C.). Filósofo griego. Hijo de una comadrona (partera, ma-
trona), y de un escultor. Pocos antecedentes se tienen con certeza de la biografía de
Sócrates, aparte de que participó como soldado de infantería en batallas griegas de su
tiempo. Su esposa, Xantipa, era famosa por su supuesto mal carácter y por regañar
y reprender permanentemente al famoso sabio ateniense (cabe elucubrar qué sería
de la cultura occidental sin ella). Maestro de Platón. No dejó ningún escrito (¡no ha
faltado el político que ha declarado sentirse influido por los escritos de Sócrates!).
Fue Platón quien lo hizo famoso y reconocido en el curso de la historia. La Apología
de Sócrates, escrita por Platón, es un clásico de la literatura universal.
34
Platón (428–347 a.C.). Se ha dicho que antes de él, solo hubo prehistoria de la
filosofía. Platón fundó en el año 387 la Academia, en un bosque cercano a Atenas
dedicado al héroe Akademos. En 529, el emperador romano–bizantino Justiniano
clausuró la Academia platónica de Atenas, puesto que (según él) era antro de he-
rejes y favorecía la disputa entre los cristianos. Entre muchísimas contribuciones
de Platón a la humanidad, está su Alegoría de la caverna, la que ocupa un lugar
primordial en la cultura occidental. Refiere a una explicación metafórica, realizada
al inicio del VII libro de La República, sobre la situación en que se encuentra el
ser humano respecto del conocimiento. En ella, Platón explica su teoría de cómo
podemos captar la existencia de los dos mundos: el mundo sensible (conocido a

36
Bases para una sana crítica

de los más grandes pensadores de Occidente. Filósofo, lógico y científico


de la Antigua Grecia cuyas ideas han ejercido una enorme influencia
sobre la historia intelectual hasta nuestros días35.
El Liceo fue la escuela fundada por Aristóteles en el año 336 a.C.
en unos terrenos cercanos al templo de Apolo Licio. Su nombre estriba
por su cercanía. Los miembros de esta escuela recibieron también el
nombre de peripatéticos, por acostumbrar dar las clases y recibir las
lecciones, paseando o caminando alrededor o en el perímetro en un
pórtico cubierto, llamado perípatos.
Aristóteles escribió cerca de doscientas obras –de las cuales solo
la humanidad actual conoce 31– sobre una enorme variedad de temas,
incluyendo lógica, filosofía de la ciencia, ética, filosofía política, esté-
tica, retórica, física, astronomía y biología. Aristóteles, quien nació en
Estagira, y fue profesor particular (preceptor) de Alejandro Magno,
sistematizó muchas, si no todas, las áreas del conocimiento. Es reco-
nocido como el padre fundador y sistematizador de la lógica, entre
otras disciplinas. Sus textos originales habrían desaparecido durante
dos siglos. Luego reaparecen en Atenas y después en Roma, donde
Andrónico de Rodas (siglo I d. C.) preparó una edición. Lo que nos
queda de esos textos, por tanto, está determinado por la mano que
preparó esa edición.
La influencia que Aristóteles ha tenido en el mundo es extraordi-
naria. Toda la antigüedad se hace cargo o dueña de su legado, incluido
Tomás de Aquino36.

través de los sentidos) y el mundo inteligible (solo alcanzable mediante el uso ex-
DMVTJWPEFMBSB[ÓO
8IJUFIFBEFYQSFTÓRVFMBIJTUPSJBEFMQFOTBNJFOUPPDDJEFOUBM
no era más que una serie de notas a pie de página de Platón.
35
Jaeger 8FSOFS Aristóteles, Fondo de Cultura Económica, México, 1995.
36
Tomás de Aquino (1224–1274), teólogo, santo y filósofo, es el principal representante
de la tradición escolástica, y fundador de la escuela tomista de teología y filosofía. Es
conocido también como Doctor Angélico o Doctor Común, y es considerado santo
por la Iglesia católica. Su trabajo más conocido es la Summa Teologicæ, tratado en
el cual postula cinco vías para demostrar la existencia de Dios. Canonizado en 1323,
fue declarado Doctor de la Iglesia en 1567 y santo patrón de las universidades y
centros de estudio católicos en 1880. Tomás de Aquino ha sido considerado el pensa-
EPSPDDJEFOUBMNÃTJOáVZFOUFFOUSF4BO"HVTUÎOZ/FXUPO-BHSBODPOUSJCVDJÓOEF
Aquino fue su intento de reconciliar a Aristóteles y al cristianismo; su aristotelización
del cristianismo fue más influyente que su cristianización de Aristóteles. Aquino fue
considerado en su época un radical: su idea era que la vida podía ser disfrutada y
que Aristóteles tenía mucho que decir sobre cómo hacerlo. Esto suponía, de alguna

37
René David Navarro A.

Fueron los árabes37 los que redescubrieron a Aristóteles y a través


de ellos pasó a la filosofía escolástica38.
Sin embargo, cuando hoy hablamos de «lógica» se hace referencia
a una disciplina que ha desarrollado un gran cambio y un avance verti-
ginoso en los últimos 150 años. Este cambio es tan notorio u ostensible,
que se puede justificadamente dudar de si se trata todavía de una y la
misma disciplina, y de si sería posible que un lógico aristotélico hiciera
actualmente una aportación técnica en esta nueva corriente de estudios,
que no fuera una muy secundaria.
Esta situación de cambio drástico se debe, de acuerdo a la opinión
del profesor Correia, por la vocación explícitamente matemática de la
lógica simbólica posterior a los trabajos de A. de Morgan y G. Boole,
vocación que Aristóteles no tenía a pesar de su aptitud para ella, y
también porque la lógica aristotélica (es decir, el desarrollo escolástico
antiguo, medieval y moderno hecho sobre la lógica de Aristóteles) cayó
en dificultades de interpretación hacia fines del siglo XIX.
Como consecuencia, expresa Manuel Correia, la lógica aristotélica
se concibe en nuestros días como la prehistoria de la lógica matemáti-

forma, restar importancia a la otra vida y es claro que ello tendría un enorme efecto
en la Iglesia, cuya autoridad se debilitaría progresivamente (8éüû÷ö, Peter, Historia
intelectual de la humanidad, Editorial Crítica, Barcelona, 2009, pp. 582 y ss.). No
obstante, gracias a Santo Tomás (y a una rancia y duradera visión ultratradicional
de izquierdas y derechas) perduran frases del tipo: «Existe sólo un coito perfecto:
aquél que se da entre un hombre y una mujer con el fin de procrear […]; el varón es
el centro de la creación, la mujer sólo una vasija encargada de recibir la semilla de
su compañero […]. Dios creó a la mujer más imperfecta que al hombre, y por ello
la obligó a obedecerle; al hombre Dios lo dotó de sobreabundancia de sensatez y
razón». Summa Teologicæ (pássim).
37
Avicena (1126–1198), filósofo y médico andalusí, maestro de filosofía y leyes
islámicas, matemáticas, astronomía y medicina. Averroes (980–1037) fue un mé-
dico, filósofo y científico persa. Escribió cerca de 450 libros sobre diferentes temas,
predominantemente de filosofía y medicina.
38
En el Renacimiento, la filosofía de Aristóteles, se ve opacada a raíz de los nuevos
descubrimientos y métodos científicos, y la cercanía a Santo Tomás de Aquino
lo llevan a un segundo plano. Pero su influjo, aunque ya no en la física, seguirá
vigente en el pensamiento filosófico y lógico en todos los grandes pensadores, en
Leibniz, en Hegel, etcétera. Cabe hacer notar, que Aristóteles (en su obra) habría
defendido la legitimidad de la esclavitud y la superioridad de los hombres por
sobre las mujeres. Lo anterior ha sido considerado uno de los peores desaciertos
del estagirita. Rabinovich–Berkman, Ricardo, Principios generales del derecho
latinoamericano, Editorial Astrea, Buenos Aires, 2006, p. 147.

38
Bases para una sana crítica

ca, digna de un apartado en una introducción a esta disciplina, o bien


como una pseudoteoría de la lógica, esto es, una doctrina con claras e
insalvables inconsistencias al interior de su estructura teórica. En esta
situación, la lógica de Aristóteles fue la más perjudicada.
Por «obra lógica de Aristóteles», nos enseña Manuel Correia, en-
tendemos el conjunto de escritos compuestos por los siguientes textos:

Categorías 1–15 Cat


Interpretatione 16–24 Int
Primeros analíticos 24–70 An Pr
Analíticos posteriores 71–100 An Post
Tópicos 100–164 Top
Refutaciones sofísticas 164–184 SE

Correia39 explica (en relación al cuadro anterior) que la primera co-


lumna señala el nombre de la obra; la segunda, las páginas en la edición
de Bekker40; y la tercera, la abreviación casi universal de sus títulos41.

§ 2. Reglas lógicas básicas


Podemos decir que las reglas básicas de la lógica son cuatro: i) La
regla de la identidad; ii) La regla de la no contradicción; iii) La regla
del tercero excluido; y iv) La regla de la razón suficiente.

2.1. IDENTIDAD. Esta regla establece que todo objeto es idéntico a


sí mismo y se simbolizaría: A es A. Decir que una cosa es idéntica a sí

39
Ob. cit., p. 35.
40
En 1831, Immanuel Bekker editó el texto griego de las obras de Aristóteles que
han sobrevivido. August Immanuel Bekker (1785–1871) fue un filólogo y crítico
de lenguas alemán.
41
La mayoría de los técnicos en la materia se refieren a estas obras utilizando esta
abreviación y la numeración de Bekker (por ejemplo: Cat 1–2, significa Categorías,
páginas 1 y 2). Por lo general, cuando las citas son más exactas se utilizan las letras
‘a’ y ‘b’ para indicar las columnas izquierda y derecha, respectivamente, indicando
también las líneas del texto de Bekker (por ejemplo: 1 a 2–2b4, significa desde página
1, columna a, línea 2, hasta página 2, columna b, línea 4). Esta nomenclatura es uni-
versalmente aceptada y seguida en toda buena edición de Aristóteles. Es conveniente
utilizarla siempre que se realice un trabajo sobre este filósofo, ya que ayuda a citar
el texto griego de la edición crítica con exactitud. Correia, ob. cit., p. 35.

39
René David Navarro A.

misma significa que una cosa es una cosa. Podemos decir que una cosa
cambia constantemente; sin embargo, sigue siendo ese mismo objeto,
pues si no fuese así, no podríamos decir que ese objeto ha cambiado.
Todas las cosas, por mucho que cambien, tienen algo que las identi-
fica, un sustrato que nos permite identificarlas en la totalidad de sus
diversas situaciones. Prima facie, cuando formalmente aludimos a la
identidad, nos referimos a los objetos o cosas, por lo cual este sería
un principio de carácter ontológico, porque nos referimos a las cosas
(la ontología estudia el ser)42. Para que fuera una regla estrictamente
lógica tendríamos que aplicarlo o referirlo a los juicios o enunciados,
diciendo, por ejemplo: que «todo enunciado es idéntico a sí mismo»43.

2.2. NO CONTRADICCIÓN. Esta regla se enunciaría diciendo: «Es im-


posible que algo sea y no sea al mismo tiempo y en el mismo sentido».
En forma esquemática se puede simbolizar así: «Es imposible que A sea
B y no sea B». Por ejemplo, no es posible que un objeto sea un libro
y no sea, a la vez, un libro. Es posible pensar que el objeto pueda ser
algo ahora y no ser ese algo después, pero no al mismo tiempo. Así, lo
que antes fue un libro puede ser ahora basura o cenizas. Yo puedo estar
aquí ahora y no estar después, pero no simultáneamente. Así como el
principio de identidad nos dice que una cosa es una cosa, el principio
de no contradicción nos dice que una cosa no es dos cosas a la vez.
En el plano lógico, de los juicios, esta regla de no contradicción nos
dice que dos juicios contradictorios entre sí no pueden ser verdaderos
los dos. Por ejemplo: «Todos los hombres son mortales»; «Algunos
hombres no son mortales».

2.3. TERCERO EXCLUIDO. Esta regla declara que todo tiene que ser
o no ser: «A es B» o «A no es B». Si decimos, por ejemplo, que «el
perro es un mamífero» y que «el perro no es mamífero», no podemos

42
La deontología estudia el deber ser.
43
Es necesario tomar en cuenta esta misma observación al estudiar las demás reglas,
en las cuales advertiremos siempre un plano ontológico (cuando se refieren a objetos
o cosas) y un plano lógico o abstracto (cuando se refieren a formas lógicas, como
los juicios).

40
Bases para una sana crítica

rechazar estas dos proposiciones como falsas, pues no hay una tercera
posibilidad. Tomando en cuenta la regla del tercero excluido, es preciso
reconocer que una alternativa es falsa y otra verdadera, y que no cabría
una tercera posibilidad.

2.4. RAZÓN SUFICIENTE. A diferencia de las anteriores, no fue plantea-


da por Aristóteles, sino por el abogado, matemático y filósofo alemán
Leibniz (1646–1716)44.
La regla de la razón suficiente nos dice que «todo objeto debe te-
ner una razón suficiente que lo explique». Lo que es, «es» por alguna
razón, «nada existe sin una causa o razón determinante».
Dice Leibniz en su Monadología45:

Nuestros razonamientos están fundados sobre dos grandes principios:


el de contradicción, en virtud del cual juzgamos falso lo que implica
contradicción, y verdadero lo que es opuesto o contradictorio a lo
falso [...] y el de razón suficiente, en virtud del cual consideramos que
no podría hallarse ningún hecho verdadero o existente, ni ninguna
enunciación verdadera, sin que haya una razón suficiente para que sea
así y no de otro modo. Aunque estas razones en la mayor parte de las
cosas no pueden ser conocidas por nosotros.

El principio de razón suficiente nos daría la respuesta a una exigencia


natural de nuestra razón, según la cual las cosas no son nada más «porque
sí o porque no», pues todo obedece a una razón. En suma, el principio de
razón justificatoria o suficiente, nos dice: «Todo tiene una razón de ser».

44
Gottfried Leibniz es uno de los grandes pensadores del siglo XVII y XVIII, y se
le ha reconocido como «el último genio universal». Realizó importantes contri-
buciones en las áreas de la metafísica, la epistemología, la lógica, el derecho, la
filosofía de la religión, así como en matemática, física, geología e historia. Aprendió
matemáticas con Huyghens. Hawking, Stephen, Historia del tiempo, Editorial
Crítica, Barcelona, 1988, p. 230.
45
La Monadología (1715) es una de las obras que mejor resume la filosofía de
este autor. Se llama así porque –siguiendo a Marsilio Ficino, Giordano Bruno y
"OOF$POXBZm -FJCOJ[RVJTPSFUPNBSFMOPNCSFmonas del griego, que significa
«unidad»; y logos, «ciencia» o «estudio». La monadología sería el estudio de las
mónadas o la ciencia de la unidad.
IUUQXXXQIJMPTPQIJBDMCJCMJPUFDBMFJCOJ[NPOBEPMPHJBQEG

41
René David Navarro A.

§ 3. FORMAS BÁSICAS DE INFERENCIA46


Ricardo García señala que discurrir (pensar) consiste en establecer
una relación de dependencia convincente entre los datos disponibles y
nuestra conclusión. A esta relación la llamamos inferencia. No basta
con acumular enunciados. Si no se siguen unos de otros, no existe
inferencia. Razonar es inferir y podemos hacerlo, en términos básicos,
por tres caminos: inducción, deducción e hipótesis.
La inferencia inductiva partiría de casos que nos parecen semejantes
en algo para alcanzar conclusiones que generalizan dicha semejanza. Si
usted observa que cada casa de adobe que visita está en el norte de Chile,
podrá generalizar (inducir) que todas las casas de adobe están en el norte.
La inferencia deductiva operaría al revés. Si lo que uno afirma
como conclusión se refiere a un caso dudoso, por ejemplo: Supongo
que la casa de Sebastián está en el norte, podrá sostenerlo buscando
amparo en una regla (generalización) conocida:

Todas las casas de adobe están en el norte


La casa de Sebastián es de adobe
Luego la casa de Sebastián está en el norte

Del contenido de las premisas deducimos la consecuencia. Aquí


no es necesaria la observación. Nos apoyamos en lo conocido. Por
eso, aunque no conozcamos la casa de Sebastián, sabemos que si las
premisas son ciertas, la conclusión ha de serlo también, porque deriva
necesariamente de ellas (está prefigurada en ellas).
La inferencia hipotética trata de explicar los hechos. Por ejemplo:
en pleno verano y tras un feriado largo aparece María en la oficina
con un saludable bronceado.
No sabemos nada más, pero a partir de ese dato (llegó bronceada),
concluimos instantáneamente que ha ido a la playa. Tal vez nos equivo-
quemos, pero amparados en lo que sabemos de María, hemos escogido la
mejor explicación. No es una inducción; tampoco se trata de una deducción.

46
USO DE RAZÓN. LOS CAUCES DEL RAZONAMIENTO. © Ricardo García Damborenea Cfr.:
IUUQQFSTPXBOBEPPFTVTPEFSB[POXFCIUNMDPOUFODBVDFDBVDF$BVDF
marcos.htm
De aquí en adelante en este §, parafrasearemos casi íntegramente este documento.

42
Bases para una sana crítica

Da la impresión de que nos inventamos las cosas, pero si tuvié-


ramos que justificar la conclusión podríamos razonarla: se ha puesto
morena en pocos días, estamos en verano, le gusta Bahía Inglesa...
la explicación más probable para estos datos es que haya estado en
la playa. Por eso concluimos tentativa, hipotética, provisionalmente
(mientras no dispongamos de más información) que María ha pasado
el feriado largo en la playa.
Hemos realizado una hipótesis razonable. Los hechos podrán confir-
marla o no, pero, hasta entonces, es la mejor explicación disponible. La
mayoría de los argumentos que encontramos día a día son hipotéticos47.
Las inferencias pueden ser clasificadas, al decir de Peirce, en sus
primeros escritos, entre analíticas y sintéticas. Las primeras se corres-
ponden con la deducción; las últimas, con la inducción y la hipótesis
(conjetura o abducción).
El cuadro sería48:

{
Analítica o deductiva Deducción

Inferencia

{
Inducción
Sintética Hipótesis
(Abducción)

Hace un siglo que Peirce49 ideó, para estas tres formas de discurrir
(pensar), un buen ejemplo que transcurre en una tienda antigua de aba-
rrotes (él no habla de «porotos», habla de «judías». Nosotros vamos a
hablar de «porotos», para evitar cualquier inconveniente lingüístico):

Si veo que de un saco extraen un puñado de porotos y todos son blan-


cos, induzco que todos los porotos del saco son blancos. Si me dan un
paquete cerrado con porotos que proceden del mismo saco, deduzco, sin

47
Más de algún lector atento podría decir que María fue a esquiar, o simplemente se
«bronceó» en el patio de su casa. Estas últimas también son inferencias hipotéticas.
48
Peirce, Charles, Obra filosófica reunida (1867–1893), Tomo I, trad. Darin Mc-
Nabb, Edición Nathan Houser, Christian Kloesel, Fondo de Cultura Económica,
México DF, 2012.
49
Charles Sanders Peirce (1839–1914), filósofo, lógico y científico estadounidense,
considerado el fundador del pragmatismo y precursor de la semiótica contemporánea.

43
René David Navarro A.

verlos, que son blancos. Si me dan un puñado de porotos y son blancos,


supongo que proceden del conocido saco de los porotos blancos (digo
«supongo» porque tal vez existan otros sacos aunque yo no lo sepa).

 Si escribimos lo mismo que señala Peirce, en forma esquemática


quedaría como sigue:

Inducción:
Cada poroto que sale del saco es blanco.
Luego todos los porotos del saco son blancos.
Deducción:
Todos los porotos de ese saco son blancos.
Este paquete contiene porotos de dicho saco.
Luego los porotos de este paquete son blancos.
Hipótesis (abducción):
Todos los porotos de ese saco son blancos.
Los porotos que me dan son blancos.
Luego puedo presumir que vienen de dicho saco50.
 
En general, los argumentos basados en la experiencia u observación
se expresan mejor inductivamente y se sostienen mostrando los casos
individuales: Se inscriben más vehículos en Copiapó que en el resto de
Atacama: ¡acá están las cifras!
Los argumentos que se amparan en reglas generales, definiciones,
u otros principios ampliamente aceptados, se expresan mejor deduc-
tivamente, mostrando que se puede aplicar la regla o la definición, al
caso de que se trate: Los copiapinos son chilenos, porque Copiapó
está en Chile.

50
Este razonamiento es llamado «hoy» una abducción, es decir, la inferencia de un
caso a partir de una regla general y un resultado. En sus primeros artículos, Peirce
no usa la palabra «abducción» para denominar este tipo de argumento. En su lu-
gar habla de «hipótesis», «conjetura» o «suposición». La inferencia hipotética (o
abducción) no tiene carácter necesario, sino meramente probable, y es también un
tipo de razonamiento sintético o ampliativo. La abducción es el proceso de razo-
namiento mediante el cual se engendran las nuevas ideas, las hipótesis explicativas
y las teorías científicas. No es superfluo decir que la abducción es el primer modo
de inferencia, puesto que si las nuevas ideas son fruto de la abducción, entonces
ella constituye el primer paso en toda investigación.

44
Bases para una sana crítica

Los argumentos que dan cuenta de informaciones fragmentarias


o de signos no tienen mejor camino que la hipótesis, y se defienden
aportando razones que hagan plausibles sus conclusiones: Supuse que
había un incendio, porque vi salir humo por la ventana. Creí que no
habías vuelto, porque estaba la luz apagada.
Es obvio que muchas cosas se pueden argumentar tanto inductiva
como deductivamente. Un niño puede observar que cada vez que se
mete en la tina de baño sube el nivel del agua (¡incluso hasta derra-
marse fuera!). Quien conoce las leyes de Arquímedes51, puede llegar a
la misma conclusión sin recurrir a la experiencia.
Claro está que ello exige que alguien (tal vez Arquímedes) se haya
metido varias veces en la bañera para establecer la ley científico–matemáti-
ca–general que los demás aplicamos, por ejemplo, en el baño de los niños.
Tanto la inducción como la deducción examinan el mismo fenó-
meno (alguien se mete en la bañera) y la misma consecuencia (sube el
nivel del agua). La hipótesis recorre el camino al revés: si sube el nivel
del líquido de la bañera, tal vez sea que alguien se baña.
En las teorías del lenguaje y la comunicación contemporáneas52,
se entiende por inferencia el proceso interpretativo efectuado por el
interlocutor para deducir el significado implícito de un enunciado,
teniendo en cuenta los datos que posee del contexto. Dicho de otro
modo, mediante la inferencia, el destinatario pone en relación lo que
se dice explícitamente y lo que se dice de manera implícita. Por lo
tanto, la inferencia es el proceso que lleva al significado implícito. El
concepto procede de la lógica formal, donde con este nombre se de-
signa un proceso de razonamiento deductivo, de forma que partiendo

51
Arquímedes de Siracusa (287–212 a. C.) fue un matemático griego, físico, inge-
niero, inventor y astrónomo. Dio una aproximación extremadamente precisa del
número ∏ (pi). También definió fórmulas para los volúmenes de las superficies.
Murió durante el sitio de la ciudad de Siracusa, cuando fue asesinado por un sol-
dado romano, a pesar de que existían órdenes de que no se le hiciese ningún daño.
A diferencia de sus inventos, los escritos matemáticos de Arquímedes no fueron
muy conocidos en la antigüedad. Los matemáticos de la Biblioteca de Alejandría
lo leyeron y lo citaron, pero la primera compilación integral de su obra no fue
realizada hasta 530 d.C. por Isidoro de Mileto.
52
Cfr. Diccionario del Centro Virtual Cervantes de términos claves de español como
lengua extranjera: (DCVC)
http://cvc.cervantes.es/ensenanza/biblioteca_ele/diccio_ele/indice.htm#i

45
René David Navarro A.

de unas premisas se llega a una conclusión que se sigue lógicamente


de esas premisas. Sin embargo, la aplicación del término al proceso
comunicativo se debe a H. P. Grice, quien desarrolla el primer modelo
teórico de la comunicación, denominado principio de cooperación,
sobre la base de un proceso inferencial que englobaría:

i) Los implícitos semánticos,  esto es, la información que puede


deducirse semánticamente de un enunciado. Así, en un enunciado
como Ana ha dejado de fumar se deduce que antes Ana fumaba; y
ii) Los implícitos pragmáticos, esto es, la información no dicha,
pero que se comunica, y que puede deducirse por el contexto, bien
sea situacional como cultural, activando el conocimiento del mun-
do que se tiene almacenado en los marcos de conocimiento53. Así,
un enunciado como Me encanta tu reloj, dicho con gesticulación
de entusiasmo, puede ser interpretado como una petición: no seas
malo… ¡regálame tu reloj!

Posteriormente, desde otras corrientes teóricas pragmáticas, se re-


serva el nombre de inferencia solo para el proceso mental que permite
interpretar los implícitos pragmáticos, es decir, los que dependen de
un contexto comunicativo particular.
Desde esta óptica, la única exigencia a la que está sometido el
interlocutor es que movilice un contexto suficientemente pertinente
para que su interpretación sea coherente. Para llevar a cabo este cálculo
inferencial, el destinatario tiene en cuenta las pistas o señales verbales
o no verbales que le ofrece el enunciador, esto es, el comportamiento
ostensivo del emisor (en el último ejemplo citado, las pistas ostensivas
o notorias podrían ser la gesticulación de entusiasmo, la entonación

53
La expresión marcos de conocimiento designa el conjunto de estructuras cogniti-
vas basadas en experiencias pasadas que filtran y dan forma a las percepciones y
cuya función principal consiste en ayudar a procesar, organizar y comprender las
informaciones y experiencias nuevas. Así, el carácter, la riqueza y la estructura de
los conocimientos previos condicionan los nuevos conocimientos y experiencias,
y estos, a su vez, modifican y reestructuran aquellos. Los marcos de conocimiento
son conocidos también como modelos, guiones, esquemas, prototipos (en inglés:
patterns, scripts, schemata, prototypes, respectivamente). Cfr. enlace mencionado
en la nota anterior (DCVC).

46
Bases para una sana crítica

exclamativa, la mirada de súplica, etcétera); además de la información


procedente del contexto y del conocimiento del mundo. 
Por lo tanto, el concepto de inferencia va ligado al de ostensión,
correspondiendo a un modelo pragmático de la comunicación, en
oposición a un modelo basado en la codificación/decodificación.

§ 4. Los silogismos54
¿Qué es un razonamiento? ¿Cuántos tipos de razonamiento hay?
Aristóteles definió el silogismo (que sería su modelo de razona-
miento perfecto) como «un discurso en el que, sentadas ciertas cosas,
se sigue necesariamente algo distinto de lo ya establecido por el “simple
hecho” de darse esas cosas».
Ferrater Mora55 señala que la anterior es una definición muy general
y que bien puede abarcar tanto el razonamiento silogístico como muchos
otros tipos de razonamiento, e incluso a la inferencia deductiva en general.
En un pasaje, Aristóteles llama la atención sobre esta ambigüedad
y la necesidad de precisar: «Hay que hablar del razonamiento antes
que de la demostración por ser el razonamiento más universal que la
demostración; en efecto, la demostración es un cierto ‘tipo de’ razona-
miento pero los razonamientos no son todos demostraciones».
El estagirita opone en muchas ocasiones el silogismo demostra-
tivo o deducción y la inducción o comprobación como dos procesos
del pensamiento completamente diferentes. La deducción iría de lo
universal a lo particular y la inducción de lo particular a lo universal.
No obstante, la inducción suele ser presentada bajo la forma del
silogismo demostrativo. Incluso la refutación es considerada a veces
como un razonamiento que obedece a la forma silogística56.
En un reiterado ejercicio de extrapolación del silogismo, el pre-
ceptor de Alejandro Magno reduce todo tipo de razonamiento a la

54
El presente § se extrae principalmente de Trujillo A., Julián Fernando; Vallejo
Á., Ximena, «Silogismo teórico, razonamiento práctico y raciocinio retórico dia-
léctico», Praxis Filosófica, N° 24, Universidad del Valle, Colombia, enero–junio,
2007, pp. 79–114.
55
Ferrater M., Diccionario de filosofía, Ed. Alianza, Madrid, 1985.
56
La refutación es un silogismo que descubre la contradicción en la conclusión del
silogismo del oponente (Refutaciones sofísticas, Ref. Sof 165ª 1–5).

47
René David Navarro A.

estructura del silogismo, bien sea erístico, dialéctico, retórico o cien-


tífico. En sus palabras:

Un razonamiento es un discurso en el que sentadas ciertas cosas, nece-


sariamente se da a la vez, a través de lo establecido, algo distinto de lo
establecido. Hay demostración cuando el razonamiento parte de cosas
verdaderas y primordiales, o de cosas cuyo conocimiento se origina
a través de cosas primordiales y verdaderas; en cambio, es dialéctico
el razonamiento construido a partir de cosas plausibles. Ahora bien,
son verdaderas y primordiales las cosas que tienen credibilidad no
por otras, sino por sí mismas […]; en cambio, son cosas plausibles las
que parecen bien a todos, o a la mayoría, o a los sabios, y entre estos
últimos, a todos, o la mayoría, o los más conocidos y reputados. Un
razonamiento erístico es el que parte de cosas que parecen plausibles
pero no lo son, y también el que, pareciendo un razonamiento y no
siéndolo, parte de cosas plausibles o de cosas que parecen tales; en
efecto, no todo lo que parece plausible lo es realmente.

Una clasificación semejante es presentada al inicio de sus Refuta-


ciones sofísticas, señalando que hay cuatro géneros de razonamientos
en la discusión: didácticos, dialécticos, críticos y erísticos.
El silogismo es un modelo de inferencia válida. Su doctrina es
que si se aceptan ciertas premisas, se deduce de ellas por necesidad
determinada conclusión. El silogismo encarna una ley lógica y permite
derivar una regla de inferencia.
En muchas obras modernas y contemporáneas se ofrece como
ejemplo de silogismo aristotélico el siguiente:

Todo hombre es mortal


Sócrates es hombre
Sócrates es mortal

-VLBTJFXJD[57 menciona58 que desde tiempos de Sexto Empírico59 se

57
+BO-VLBTJFXJD[ m
NBUFNÃUJDPQPMBDP4VUSBCBKPTFDFOUSÓFOMBMÓHJDB
matemática. También se dedicó a la filosofía, aproximándose a los aspectos humanos
de la creación de la teoría científica con ideas similares a las de Karl Popper.
58
Lukasiewicz, Jan, La silogística de Aristóteles. Desde el punto de vista de la lógica
formal moderna, Editorial Tecnos, Madrid, 1977, p. 13.
59
Sexto Empírico (160–210 d.C.), médico y filósofo griego, representante del

48
Bases para una sana crítica

presentaba este ejemplo como silogismo peripatético; sin embargo, Aris-


tóteles no utiliza términos ni proposiciones singulares como premisas de
silogismos en su filosofía analítica. Otro ejemplo más aristotélico sería:

Todos los hombres son mortales


Todos los griegos son hombres
Por consiguiente, todos los griegos son mortales

Pero esta forma inferencial no es aristotélica, ya que él usaba im-


plicaciones en las que el antecedente es una conjunción de dos premisas
y el consecuente, la conclusión. Un ejemplo adecuado sería:

Si todos los hombres son mortales y todos los griegos son hombres,
entonces todos los griegos son mortales.

-VLBTJFXJD[ TFÒBMB RVF BVO BTÎ OP SFTVMUB TFS BVUÊOUJDBNFOUF


aristotélico. Un silogismo genuino no contempla ningún contenido,
es una pura forma lógica con letras a manera de variables. Además,
Aristóteles coloca siempre el predicado en el primer lugar y el sujeto
en el segundo. No dice «Todo A es B», sino «A es predicado de todo
B» o «A pertenece a todo B», por ejemplo:

Si A es predicado de todo B y B es predicado de todo C, entonces


A es predicado de todo C.

Aristóteles define (en sus Analíticos segundos) el silogismo como:


«Un argumento en el cual habiendo sido concedidas ciertas cosas, al-
gunas otras distintas de aquellas se siguen necesariamente de su verdad,
sin que haya necesidad de ningún otro término exterior».
Un silogismo se compone de tres proposiciones: dos premisas que
comprenden una mayor y una menor, y luego una conclusión. En estas
proposiciones encontramos tres términos: un término mayor, un tér-
mino menor y un término medio. En un silogismo hay que considerar
la figura y el modo. La figura es la manera cómo están dispuestos los

escepticismo pirroniano. Pirrón (360–270 a.C.) fue también filósofo griego, y es


considerado el primer filósofo escéptico, y la inspiración de la escuela conocida
como pirronismo.

49
René David Navarro A.

términos (sujeto, predicado y medio) en las premisas. Existen varias


formas de disponer tales términos y, por lo tanto, varias figuras. Cada
una de ellas se distingue por la posición del término medio.
Aristóteles admitió tres figuras:
La primera es aquella en la que el término medio es sujeto en la
premisa mayor y predicado en la premisa menor.
La segunda figura es aquella en la que el término medio es predi-
cado tanto en la mayor como en la menor.
Y la tercera es aquella en la que el término medio es sujeto tanto
en la premisa mayor como en la menor.
El modo es la forma en que están dispuestas las premisas según la
cantidad y la cualidad.
La cualidad de una proposición es afirmativa o negativa; afirmativa
si afirma de manera completa o parcial y negativa si niega completa o
parcialmente la inclusión de la clase designada por su término sujeto.
La cantidad de una proposición es universal o particular, universal
si se refiere a todos los miembros y particular si se refiere a algunos
miembros de la clase designada por su término sujeto60.
Toda premisa es universal o particular, o indefinida. Una premisa
de la que no puede decirse si es universal o particular se la considera
indefinida.
En los Primeros analíticos no se desarrolla este asunto; conside-
raciones sobre los términos y proposiciones singulares se abordan en
De interpretatione.
Allí se define como genérico a un término que es predicado de
muchos sujetos. Si se hace referencia a la totalidad de la extensión, se
dice que es universal y si se predica de un único sujeto es singular. No
se contempla aquí los términos vacíos o los particulares que son no
universales, aunque tampoco son singulares.
Como ya dijimos, Aristóteles es considerado el padre de la lógica
formal por el uso de variables, leyes, figuras y modos de razonamiento
que funcionan dentro de un sistema cerrado. En sus exposiciones no
usa términos concretos, plantea operaciones lógicas, como la con-

60
Mitchell, David, La tradicional lógica de términos, Editorial Labor, Barcelona,
1968.

50
Bases para una sana crítica

versión y la reducción, aplicadas a esquemas puramente formales


basados en letras.
Nunca contempló términos ni proposiciones singulares dentro de
su sistema lógico y resulta clave para su doctrina del silogismo que el
mismo término pueda ser usado como sujeto y predicado sin ninguna
restricción, pues sería dificultoso operar con proposiciones como «algún
Sócrates es mortal», «todos los mortales son Sócrates», «todo Callias
es hombre» o «algunos hombres son Callias». En las tres figuras del
silogismo que Aristóteles estudió existe siempre un término que aparece
una vez como sujeto y otra como predicado61.
En la primera figura es el término medio, en la segunda el mayor
y en la tercera el menor. Frente a la duda sobre la cantidad de una
proposición, de si se trata de «ningún placer es bueno» o «algún placer
no es bueno», podemos tomarla como «el placer no es bueno», pero
finalmente «placer» y «bueno» son términos genéricos y universales.
4FHÙO-VLBTJFXJD[62, Aristóteles trata en la práctica las premi-
sas indefinidas como particulares sin establecer explícitamente su
equivalencia.
El silogismo aristotélico es una inferencia condicional, cuyo ante-
cedente es una conjunción de dos premisas.
Su forma general es: «Si a y b, entonces c».
Las formas proposicionales, de cuya unión resultan el silogismo,
tienen siempre una de las cuatro formas categóricas: «a conviene a
todo b», «a no conviene a ningún b», «a conviene (al menos) a un b»,
«a no conviene (al menos) a un b».
Desde Boecio63, y durante la Edad Media, se utilizaron las letras
A, E, I, O, para simbolizar las cuatro formas categóricas de las propo-
siciones silogísticas:

61
Lukasiewicz, Jan, La silogística de Aristóteles, ob. cit., pp. 17–18.
62
Ob. cit.
63
Filósofo romano de inicios de la Edad Media. Anicio Manlio Torcuato Severino
Boecio (480–524 d.C.), con el propósito de unificar ambas escuelas filosóficas
(académica y peripatética), se propuso traducir al latín las obras de Platón y
Aristóteles, pero no concluyó su proyecto: solo se conservan su traducción de las
Categorías y del Peri hermeneias de Aristóteles.

51
René David Navarro A.

(A) universal afirmativa (Todo S es P),


(E) universal negativa (Ningún S es P),
(I) particular afirmativa (Algún S es P), y
(O) particular negativa (Algún S no es P).

Estas letras (AEIO) se derivan de las palabras latinas afirmo y


niego, que significan las proposiciones afirmativas y negativas, res-
pectivamente64.
En el siglo II a.C., Crisipo65 bosquejó lo que se conoce como silogis-
mos hipotéticos, en contraposición con los ya mencionados silogismos
categóricos de Aristóteles. Crisipo reconoció los siguientes cinco tipos66:

i) Si p implica q, y p es cierta, entonces q es cierta. (Este silogismo


se conoció en la Edad Media como modus ponens);
ii) Si p implica q, y q es falsa, entonces p es falsa. (Este es el famoso
silogismo bautizado como modus tollens);
iii) Si p y q juntas son falsas, pero p sola es cierta, entonces q es
falsa (o si q es cierta, p es falsa);
iv) Si p o q son ciertas individualmente, pero no ambas, y p es
cierta, entonces q es falsa;
v) Si p o q son ciertas individualmente, pero no ambas, y p es falsa,
entonces q es cierta.

De todos estos cinco tipos, para Ruy Pérez Tamayo, los tres más
importantes en la historia del método científico son el i) modus ponens,
el ii) modus tollens y otro no señalado arriba, que se conoce en medios
filosóficos como la «falacia de afirmar la consecuencia», y que se enun-
cia como: Si p implica q, y q es cierto, entonces p también es cierto.
Este silogismo hipotético, afirma Pérez Tamayo, es de gran tras-
cendencia en la filosofía de la ciencia, porque se refiere a algo que será

64
Ferrater Mora, ob. cit.
65
Crisipo de Soli (281–208 a.C.), filósofo griego, figura máxima de la escuela estoica.
Le llamaban segundo fundador de la Stoa (denominación, en arquitectura griega,
de un pórtico). Los estoicos dividían la lógica en retórica y dialéctica.
66
Pérez T., Ruy, ¿Existe el método científico?, Fondo de Cultura Económica, México,
2010, pp. 33 y ss.

52
Bases para una sana crítica

de capital importancia para el falsacionismo de Popper67, y es que los


datos acumulados en favor de una hipótesis no pueden demostrar que
la hipótesis es válida; también vale la pena decir que modus tollens
significa «forma de eliminar».
Para Aristóteles, hay cuatro formas de oposición de las proposi-
ciones categóricas. Dos proposiciones que tienen términos idénticos
son opuestas entre sí, si difieren en cantidad, en cualidad, o tanto en
cantidad como en cualidad. A y E son contrarias porque son propo-
siciones universales que difieren en cualidad, I y O son subcontrarias
porque son proposiciones particulares que difieren en cualidad. A y E
son, respectivamente, las contradictorias de O e I, porque difieren tanto
en cantidad como en cualidad. I y O son, respectivamente, subalternas
de A y E porque difieren en cantidad.
Tomemos de nuevo la ilustración clásica:

Si todos los hombres son mortales


Y todos los griegos son hombres,
Entonces todos los griegos son mortales

Este ejemplo corresponde a la primera figura. Su forma subyacente sería:

Si todo M es P
y todo S es M,
Entonces todo S es P

La correspondiente forma silogística que ofrece Aristóteles es:

Si A conviene (es predicado, es verdadero, puede ser dicho, atri-


buido o pertenece) a todo B

67
Karl Raimund Popper (1902–1994), filósofo y teórico de la ciencia nacido en
Austria y posteriormente ciudadano británico. El falsacionismo, refutacionismo
o principio de falsabilidad es una corriente epistemológica fundada por Karl
Popper. Para Popper, constatar una teoría significa intentar refutarla mediante un
contraejemplo. Si no es posible refutarla, dicha teoría queda corroborada, pudiendo
ser aceptada provisionalmente, pero nunca verificada. Dentro del falsacionismo
metodológico, se pueden diferenciar el falsacionismo inicial de Popper y el falsa-
cionismo de su obra tardía y la metodología de los programas de investigación de
Imre Lakatos (1922–1974).

53
René David Navarro A.

y B conviene a todo C,
entonces A conviene (tiene que ser predicado…) a todo C

Las variables A, B, C corresponden respectivamente a las letras P,


M, S. Las letras P, M y S designan los términos mayor, medio y menor
del silogismo.
El término medio está en las dos premisas, pero no en la conclu-
sión, por lo menos una vez es tomado universalmente y puede hacer de
término sujeto o predicado. Por oposición al término medio, los otros
dos términos se llaman «extremos». El «tiene que» es el indicador de
la necesidad lógica y es utilizado sistemáticamente por Aristóteles cada
vez que analiza un razonamiento construido con variables y quiere
expresar una ley silogística.
Se trata de una representación visual y diagramática del raciocinio.
Un modelo geométrico del pensamiento: A se encuentra en el extremo
mayor y C en el extremo menor de la figura base del razonamiento.
Así, en nuestro ejemplo, hombres es el término medio. El término
menor es el primero de los términos de la conclusión y el término
mayor es el segundo de los términos de la conclusión. Asimismo, el
término menor o sujeto aparece en la premisa menor y el término
mayor o predicado aparece en la premisa mayor; griegos y mortales
son, respectivamente, los términos menor y mayor en este silogismo.
Se trata de la primera figura porque el término medio es sujeto en
la premisa mayor y predicado en la premisa menor. Y tanto las premisas
mayor y menor como la conclusión son proposiciones universales afir-
mativas, por lo que el silogismo corresponde al modo que la tradición
escolástica68 llamó bArbArA.
Ahora es posible entender a qué nos referimos cuando hablamos de
la forma de un silogismo, siendo precisamente la forma, desde el punto de
vista analítico, su aspecto fundamental. La forma deriva de la figura y el
modo de un silogismo. Por tanto, la validez o invalidez de un razonamien-

68
La escolástica puede ser definida como aquel movimiento filosófico–teológico que
intentó utilizar las raíces grecolatinas clásicas para comprender el cristianismo. Esta
postura fue la dominante del pensamiento medieval (teniendo ribetes inhumanos y
dramáticos con la institución del Santo Oficio de la Inquisición), y se basó (principal-
mente) en un intento de reconciliación entre la fe y la razón, con claro predominio
de la primera, suponiéndose la máxima: «La filosofía es sierva de la teología».

54
Bases para una sana crítica

to silogístico depende tanto de su modo como de su figura, tiene que ver


únicamente con su forma y es independiente de su contenido específico.
Así, el silogismo es válido sin importar cuál sea el tema de que tra-
te, es decir, sin importar los términos que sustituyan las letras S, P, y M
de este silogismo. Aquí hay que reiterar que un silogismo válido es un
silogismo formalmente válido; la validez está determinada por su mera
forma y por ello es independiente de la verdad o falsedad de sus premisas.
Los Analíticos primeros, de Aristóteles, consideran la forma que
debe tener cualquier tipo de razonamiento que pretenda demostrar
algo u ofrecer alguna prueba. Muestra cómo procede (aunque suene
cacofónico) el pensamiento cuando piensa, cuál es su estructura formal.
Cuando afirmamos o negamos algo de otra cosa, es decir, cuando juzga-
mos o formulamos proposiciones no razonamos todavía. Ni tampoco
razonamos al formular una serie de juicios y al clasificar proposiciones
desvinculadas entre sí; por el contrario, cuando pasamos de unos juicios
o proposiciones a otras proposiciones y juicios mediante determinados
nexos causales, y unos funcionan como antecedentes y los otros como
consecuentes, entonces estamos razonando.
El silogismo es precisamente un razonamiento en el que la conclu-
sión a la que se llega es una consecuencia que se sigue necesariamente
de las premisas de partida como su antecedente.
Si las premisas de un silogismo son verdaderas, la conclusión no
puede ser falsa; pero de premisas falsas se sigue tanto lo verdadero
como lo falso.
Peirce69 sostiene que «todo razonamiento necesario es sin excepción
diagramático», se trata de una configuración, imagen o ícono de una
secuencia, nexo o encadenamiento determinado de proposiciones, en
donde unas hacen de premisas y otra de conclusión, y, si aceptamos las
premisas, debemos aceptar necesariamente la conclusión: «Un silogismo
es un argumento simple, completo y válido».
En su artículo «La silogística aristotélica», Peirce afirma que «un
silogismo es una argumentación válida, demostrativa, completa y

69
Para la bibliografía de Peirce, vide la citada por Trujillo A., Julián Fernando;
Vallejo Á., Ximena, «Silogismo teórico, razonamiento práctico y raciocinio
retórico dialéctico», Praxis Filosófica, N° 24, Universidad del Valle, Colombia,
enero–junio, 2007.

55
René David Navarro A.

simplemente eliminativo». Se trata de una argumentación verdadera


para todas sus posibilidades, por tanto necesaria y válida. El carácter
apodíctico70 del silogismo hace lógicamente imposible que las premisas
sean verdaderas mientras que la conclusión sea falsa.
Según este autor norteamericano: «Un argumento completo es
uno que pretende ser no sólo necesario, sino lógicamente necesario».
A la luz de esta interpretación, un silogismo es un razonamiento
eliminativo, en tanto que junta o enlaza dos premisas y suprime el
término medio en la conclusión.
El razonamiento siguiente: Todos los hombres son mortales, y
todos los patriarcas son hombres; Luego, Todos los patriarcas son
mortales; los términos en redonda (término medio) son suprimidos o
eliminados en la conclusión. Desde esta perspectiva aun el silogismo
perfecto es entimemático71, ya que deja implícitos copulaciones y
principios no explícitos. Peirce considera que un sorites72, un epique-
rema73, y cualquier argumentación compleja, son entimemas, en tanto
dejan implícito el principio rector o ley que los rige. El entimema o
argumentación retórica es, para Peirce, un razonamiento probable,
plausible y razonable.
Desde su perspectiva pragmática, Peirce considera la premisa
mayor, la menor y la conclusión como regla, caso y resultado, respec-
tivamente. Un razonamiento es una regularidad que permite aplicar
una regla a un caso y derivar un resultado:

No podemos saber nada a menos que sea una uniformidad […]; un


evento que no tenga ningún orden y que no presente ninguna regu-
laridad no podría de ninguna manera llegar a nuestro conocimiento
[…] la uniformidad es una consecuencia. Todo lo que sabemos es que
de una cosa se sigue otra.

70
Apodíctico: Incondicionalmente cierto, necesariamente válido (DRAE).
71
Entimema: Silogismo abreviado que, por sobrentenderse una de las premisas,
solo consta de dos proposiciones, que se llaman antecedente y consiguiente; por
ejemplo: «el sol alumbra, luego es de día» (DRAE).
72
Sorites: Raciocinio compuesto de muchas proposiciones encadenadas, de modo
que el predicado de la antecedente pasa a ser sujeto de la siguiente, hasta que en
la conclusión se une el sujeto de la primera con el predicado de la última (DRAE).
73
Epiquerema: Silogismo en que una o varias premisas van acompañadas de una
prueba (DRAE).

56
Bases para una sana crítica

Desde el punto de vista de Peirce, se trata de un encadenamiento


indefinido de consecuencias; una de las más simples es: si de A se sigue
B y de B se sigue C, por tanto, de A se sigue C. Un argumento asume
un principio rector y transmite la verdad de premisas a la conclusión.
En este sentido, a diferencia de la demostración que caracteriza el
conocimiento científico (episteme), el silogismo teórico prescinde del
contenido; así, pues, sin ocuparse del contenido material de las pre-
misas, el silogismo teórico pone en evidencia la estructura subyacente
a todo raciocinio.

§ 5. Dilemas, paradojas y navajas


En Alejandría, en el año 391 d.C., el obispo cristiano había des-
truido la Gran Biblioteca del Templo de Serapis. Cuando los árabes
conquistaron la ciudad justo antes de la Navidad del año 640, el
principal bibliotecario suplicó al conquistador Amr ibn al–As, que se
apiadara de la biblioteca. El jefe árabe transmitió la solicitud al califa,
quien comentó74:

Si su contenido está conforme al libro de Alá, podemos prescindir de


ellos, pues en tal caso el libro de Alá es suficiente. Por otro lado, si
contienen asuntos que no se corresponden con el libro de Alá, no hay ne-
cesidad de preservarlos. Por tanto, seguid adelante y destruidlos todos.

Susan Stebbing75 señala que un dilema es esencialmente una forma


de argumento cuyo propósito es mostrar que, de cualquiera de dos
alternativas, se desprende la misma conclusión. También puede definír-
selo como un argumento compuesto que consiste en una premisa en la
que se afirman conjuntivamente dos proposiciones implicativas, y una
premisa en la que cualquiera de los implicantes son alternativamente
afirmados o negados. Si hay tres premisas implicativas, trilema; si hay
cuatro, cuadrilema; si hay más de cuatro, polilema, aunque reciben la
denominación genérica de dilema.

74
8éüû÷ö, Peter, Historia intelectual de la humanidad, Editorial Crítica, Barcelona,
2009, p. 392.
75
Stebbing, Susan, Introducción moderna a la lógica, UNAM, México, 1965, p. 57.

57
René David Navarro A.

Por otro lado, la paradoja es una proposición en apariencia verdadera


que conllevaría a una contradicción para la lógica formal. Para el DRAE,
una paradoja es una idea extraña u opuesta a la común opinión y al sentir
de las personas. También una aserción inverosímil o absurda, que se pre-
senta con apariencias de verdadera. Además, expresa que en retórica, es
una figura de pensamiento que consiste en emplear expresiones o frases
que envuelven contradicción: «Mira al avaro, en sus riquezas, pobre».
«Dijo un copiapino: todos los copiapinos son mentirosos».
La paradoja del mentiroso sería un conjunto de paradojas relacio-
nadas. El ejemplo más simple de la misma surge al considerar la oración:
«Esta oración es falsa». Dado el principio del tercero excluido, dicha
oración debe ser verdadera o falsa. Si suponemos que es verdadera,
entonces todo lo que la oración afirma es falso. Pero la oración afirma
que ella misma es falsa, y eso contradice nuestra suposición original
de que es verdadera. Supongamos, pues, que la oración es falsa. Lue-
go, lo que afirma debe ser falso. Pero esto significa que es falso que
ella misma sea falsa, lo cual vuelve a contradecir nuestra suposición
anterior. De este modo, no es posible asignar un valor de verdad a la
oración sin contradecirse (¡paradójicamente!). A través de los siglos,
el interés por resolver estas y muchas otras paradojas y sus variantes
ha impulsado una enorme cantidad de trabajos en semántica, lógica
y filosofía en general.
La llamada paradoja de Protágoras, que a mi juicio encierra un
dilema, y que es conocida también como paradoja del abogado, es un
antiguo problema lógico–lingüístico y retórico. Se cuenta que Protágo-
ras76 tomó como alumno a Evatlo (o Euatlo) con la condición de que
este no le pagaría hasta que hubiera ganado su primer caso. Algunas
versiones de la historia dicen que Protágoras reclamó su dinero en
cuanto Evatlo completó su educación (otras que esperó hasta que fue
evidente que Evatlo no estaba haciendo ningún esfuerzo para obtener
clientes; incluso otras aseguran que este intentó genuinamente obtener
clientes, pero no consiguió ninguno). Protágoras decidió demandar a
Evatlo por la cantidad adeudada. Protágoras argumentaba que si él
ganaba el caso, Evatlo tendría que pagarle el dinero y que si lo perdía,

76
Protágoras (siglo V a.C.), filósofo griego, es también famoso por su máxima: «El
hombre es la medida de todas las cosas».

58
Bases para una sana crítica

de acuerdo con el contrato original, igualmente tendría que pagarle, ya


que habría ganado su primer caso. Evatlo, por su parte, argumentaba
que si él ganaba el caso, entonces por la decisión del tribunal no tendría
que pagar dinero. Por otra parte, si ganaba Protágoras entonces él no
habría ganado todavía su primer caso y por tanto no tendría que pagar.
Guillermo de Ockham77 será siempre recordado por su aportación
a la lógica, y su famosísima navaja de Ockham, muy utilizada después
por Bertrand Russell78: «La explicación más simple y suficiente es la más
probable, mas no necesariamente la verdadera». Según esta máxima
de Ockham, cuando dos teorías en igualdad de condiciones tienen las
mismas consecuencias, debe preferirse la teoría más simple que la más
compleja. Lo que nos recuerda la frase: «Enseñar en fácil lo difícil, y
no convertir en difícil, lo fácil»79.

§6. Las falacias


Como señala Ricardo García Damborenea80, los argumentos
servirían para sostener la verdad (verosimilitud, conveniencia) de una
conclusión. Con frecuencia, estos son mal construidos, con lo que su
finalidad no se alcanza, o bien se emplean argumentos aparentes con el
fin de engañar, distraer al adversario o descalificarlo. A todas las formas
de argumentación que encierran errores o persiguen fines espurios,
García los llama falacias, término que procede del latín fallatia, que
significaría «engaño», y ha sido utilizado como sinónimo de sofisma,
palabra que acuñaron los griegos para designar el argumento enga-

77
8JMMJBNEF0DLIBN m
GSBJMFGSBODJTDBOPZàMÓTPGPJOHMÊT'VFDJUBEP
a Aviñón en 1324 por el papa Juan XXII acusado de herejía, y pasó cuatro años
allí bajo arresto domiciliario mientras sus enseñanzas y escritos eran investigados.
78
Bertrand Russell (1872–1970), filósofo, matemático y escritor británico. En
matemáticas es autor de los Principia mathematica KVOUPDPO"MGSFE8IJUFIFBE
Conocido pacifista durante la Primera Guerra Mundial. Estuvo en prisión dos
veces: la primera conectada con sus actividades pacifistas durante la gran guerra
y la segunda por participar en una manifestación contra la proliferación de armas
OVDMFBSFT$POUSBKPNBUSJNPOJPDVBUSPWFDFT'VFNBFTUSPEF-VEXJH8JUUHFOTUFJO
79
Menos popular (y no por eso menos importante) es la llamada navaja de Hanlon.
Consistiría en un refrán o máxima que dice: «Nunca le atribuyas a la maldad lo
que puede ser explicado por la estupidez».
80
&OVOFYDFMFOUFEJDDJPOBSJPEJTQPOJCMFHSBUVJUBNFOUFFOMBXFC
$GSIUUQQFSTPXBOBEPPFTVTPEFSB[POXFCIUNMDPOUFOBSDBEJDDJEJDDJIUN

59
René David Navarro A.

ñoso. Ya se ve que la terminología es imprecisa porque mezcla errores


de razonamiento (por ejemplo, una generalización precipitada), con
maniobras extrargumentales (por ejemplo, un ataque personal), e in-
cluye también los falsos argumentos que se emplean con la intención de
engañar o desviar la atención (por ejemplo, la falacia ad ignorantiam,
la pista falsa o las apelaciones emocionales).
Todos tienen en común adoptar la apariencia de un argumento e
inducen a aceptar una proposición que no está debidamente justificada.
 Desde que Aristóteles redactara sus Refutaciones sofísticas hasta
hoy, no han aparecido dos libros sobre esta materia que recogieran el
mismo ordenamiento de las llamadas falacias.  
García atribuye a cuatro fuentes o tipos de error el origen de las
falacias, y estas serían:
i) Abandonar la racionalidad. El abandono de la racionalidad se
produciría de varias maneras:

a) cuando nos negamos a escuchar argumentos que pudieran


obligarnos a modificar una opinión que estimamos irrenunciable,
es decir, cuando no estamos dispuestos a ser convencidos. Así
ocurriría, por ejemplo en la falacia ad baculum y en la falacia ad
verecundiam;
b) cuando disfrazamos la realidad con la ambigüedad o las pre-
guntas múltiples; y
c) cuando tomamos la exigencia de prueba como una cuestión
personal y respondemos desviando la cuestión con un ataque
personal, o una pista falsa.

ii) No discutir la cuestión en disputa. Lo más importante en cual-


quier discusión es saber de qué se discute. Son muy frecuentes los errores
motivados porque se abandona (o permitimos que se abandone) la
cuestión para introducir otro debate. Cuando esto sucede decimos que
se incurre en una falacia de eludir la cuestión. Se trata de una maniobra
que caracteriza el ataque personal, la falacia casuística, la pista falsa
y las apelaciones emocionales del sofisma patético.
iii) No respaldar lo que se afirma. Quien sostiene una afirmación
contrae (argumentalmente) dos obligaciones: no eludir la carga de la

60
Bases para una sana crítica

prueba y aportar razones suficientes. Se incurre en argumentación falaz


tanto cuando no se sostiene lo que se afirma (falacias del non sequitur,
la afirmación gratuita, o la petición de principio) como cuando se tras-
lada la carga de la prueba, que es el caso de la falacia ad ignorantiam.
iv) Olvidos y confusiones. Aquí se agruparían los fallos propiamente
lógicos, aquellos en que olvidamos alternativas o confundimos conceptos.
El olvido de alternativas es la madre de numerosas falacias y se da con
muchísima frecuencia; por ejemplo, en las generalizaciones y disyunciones.
La confusión de conceptos es otra fuente de falacias y deriva de nuestros
errores al diferenciar ideas como esencia y accidente, regla y excepción,
todo y parte, absoluto y relativo, continuo y cambio, de lo que surgen las
falacias del accidente, del secundum quid, de composición y del continuum.
Frente a las falacias, García entrega un catálogo para «enfrentarlas»:

i) La mejor forma de combatir un mal argumento es dejar que se


hunda solo. Para ello lo más sencillo es reconstruirlo en su for-
ma estándar, con lo que sobresaldrán sus contradicciones o sus
carencias;
ii) Lo peor que se puede hacer es utilizar la palabra «falacia» o
emplear frases en latín. A nadie le gusta que lo acusen de falaz. Es
un término casi insultante, que tal vez apague el fuego con ben-
cina, con lo cual, generalmente, provoca un contrataque feroz e
irracional que puede hundir el debate. Es más plausible, limitarse
a señalar el fallo en las premisas, la conclusión o la inferencia;
iii) Siempre son muy eficaces los ejemplos prácticos, especialmente
cuando llevan al absurdo;
iv) Con mucha frecuencia un mismo error puede ser clasificado
en diversos modelos de falacias. Determinado ataque personal,
por ejemplo, pudiera considerarse como falacia ad hominem, ad
consecuentiam, ad verecundiam, ad populum, pista falsa, sofisma
patético o apelación al tu quoque. No tendría sentido enumerarlas.
Lo más eficaz es limitarse a denunciar aquella que parezca más
notoria, ostensible o flagrante, esto es, más comprensible en general.

Conviene destacar que las falacias no se presentan, ni aplican «por-


que sí, o porque no», obedecen a un contexto en el que se producen

61
René David Navarro A.

y emplean. A veces un aparente argumento falaz puede que no lo sea,


y a la inversa, un aparente argumento justificatorio (racional o empí-
rico) puede ser falaz; todo ello –insistimos– depende del contexto y/o
circunstancias de la discusión (tiempo, espacio), de quiénes discuten,
y de lo discutido. 81
A continuación, entregamos un apretado resumen de algunos de
los sofismas o falacias citados precedentemente, y que aparecen en el
diccionario de falacias que entrega García:
6.1. AD BACULUM. También llamado recurso de la fuerza, argumento
ad terrorem, apelación al miedo. La expresión ad baculum significa
«al bastón» y se refiere al intento de apelar a la fuerza, en lugar de
dar razones, para establecer una verdad o inducir una conducta. La
denominación es irónica, puesto que no existe tal argumento: se rem-
plaza la razón por el miedo. Su empleo exige dos requisitos: carecer
de argumentos y detentar poder. Representa, con el insulto, la expre-
sión extrema de la renuncia al uso de cualquier razonamiento. «Mira,
Laura, tú necesitas este empleo y yo necesito una secretaria cariñosa,
así que será mejor que nos entendamos»; «Escuche, ya sé que me he
saltado el disco Pare, pero usted no sabe con quién está hablando.
Me parece que a usted no le gusta mucho su empleo. Yo miraría más
por mi familia. Si usted me saca el parte tendré que hablar con sus
jefes...». Generalmente las amenazas no se expresan literalmente. Son
más eficaces cuanto más veladas. Basta con evocar la posibilidad de
que se produzcan consecuencias desagradables para quien no se deja
convencer. Ahora bien, quien ejerce una autoridad normativa (la del
que manda), no precisa recurrir a razonamientos para hacerse obedecer
porque generalmente está legitimado para castigar la desobediencia
indebida. Tampoco es falaz quien nos advierte de un peligro real ajeno
a su voluntad.

81
García expresa que es mucho más fácil clasificar insectos porque plantean menos
problemas conceptuales y están mejor definidos. Los sofismas o falacias, por el con-
trario, son escurridizos y equívocos: un mismo error puede constituir varios sofismas
a la vez. Exhorto aquí (a quienes dominan el idioma inglés) para que traduzcan al
español la obra de Jeremy Bentham titulada The Book of Fallacies, la cual eviden-
temente no está en nuestro idioma, y que está disponible en Google Books.

62
Bases para una sana crítica

6.2. AD VERECUNDIAM. Apelación a la vergüenza o a la reverencia,


es una falacia en la que, para intimidar al adversario, se apela a una
autoridad que no está bien visto discutir: «El Papa, el propio Padre
Santo ha bendecido hoy al Sr. Corleone. ¿Es usted más listo que el
Papa? (De la película El Padrino III). En esta falacia se produce un
engaño con tintes dogmáticos que cierra el paso a cualquier crítica del
argumento y acaba con la discusión. Es una falacia bautizada por Locke
hace trescientos años, pero llevamos milenios empleándola. Podríamos
llamarla falacia de la autoridad reverenda, entendiendo por tal la que
parece digna de respeto y veneración, esto es, casi infalible y, a todas
luces, indiscutible. Se trataría de una especie de abuso dogmático que
nos deja indefensos, porque cuando uno de los participantes inter-
viene desde las alturas, investido de poder (propio o transferido por
la autoridad que cita), mientras al contrincante se le esposa por los
tobillos, el combate resulta desigual y deja pocas opciones al inferior:
callar, pasar por insolente o parecer imbécil.82 La primera condición
para discutir con libertad es que las autoridades reverendas se despojen
del halo de su cargo y desciendan a la arena sin más padrinos que su
razón. Hace siglos que la autoridad reverente se emplea para erradicar
como herética, traidora o antisocial toda opinión divergente que pu-
diera perjudicar los criterios establecidos.83 Estamos ante un sofisma
sectario, dispuesto para proteger el dogma, para silenciar cuanto pueda
debilitarlo. Es el preferido de los aficionados a rasgarse las vestiduras.
El argumento ad verecundiam buscaría el silencio.

6.3. FALACIA DE AMBIGÜEDAD, del equívoco o de anfibología. Se


produciría si en un mismo argumento se emplean palabras o frases en
más de un sentido, como ocurre en este ejemplo con la palabra igual:
«Los sexos no son iguales, los derechos no pueden ser iguales». No
se habla de la misma igualdad a lo largo del argumento. Primero se
emplea en su acepción de identidad (biológica) y más tarde en su acep-

82
Etimológicamente, imbécil proviene de im (in = «sin») baculi («báculo», «bastón»):
sería aquel que dice cosas sin apoyo, sin bastón, sin sustento.
83
Jung advierte sobre el peligro del misoneísmo o miedo (aversión) a lo nuevo, a
lo que no se conoce, a lo que no es como siempre. Jung, Carl, El hombre y sus
símbolos, Editorial Paidos, Barcelona, 1999, p. 23.

63
René David Navarro A.

ción jurídica (igualdad ante la ley). La ambigüedad utiliza conceptos


diferentes que comparten una expresión común. La lengua está llena de
vocablos polisémicos a los que cada uno puede dar un sentido distinto.
«Toda persona que ocasiona una herida a otra es un delincuente. Todo
cirujano ocasiona heridas a otras personas. Luego todo cirujano es un
delincuente». Confunde la acción de matar o hacer daño y la interven-
ción quirúrgica efectuada con el propósito, enteramente opuesto, de
lograr la curación de un enfermo y salvarle la vida.

6.4. AD HOMINEM, o falacia ad personam. Hay dos argumentos


falaces o pseudoargumentos que atacan directamente al adversario:
la falacia ad hominem y la falacia del muñeco de paja. Son pseudoar-
gumentos porque ninguno refuta las afirmaciones del contrincante. El
primero se limita a descalificarlo como persona y el segundo forja un
oponente imaginario fácil de tumbar. Son también ejemplos de la elu-
sión de la carga de la prueba. En la falacia ad hominem, estamos ante
un ataque dirigido hacia la persona misma, no hacia sus razonamientos,
dichos o argumentos. Es una agresión. Pueden distinguirse dos varieda-
des: el ataque directo y el indirecto: «Es estúpido y como tal no puede
tener una opinión fiable. Es poco cuidadoso con sus afirmaciones, un
exaltado. ¡Claro que lo dice!, ¿qué esperabas de alguien así?». A esta
misma familia pertenecen las tradicionales descalificaciones ideológi-
cas: es comunista, comunacho, es momio, fascista... y todo cuanto, en
este sentido, pueda ser considerado perverso o al menos reprochable
para cierto punto de vista: es católico, ateo, anarquista, capitalista,
etcétera, esto es, gente incapaz de articular ideas respetables. «¿Vas a
creer lo que dice ese cerdo racista? Dice eso porque... es burgués, judío,
yanqui» (o las tres cosas). Clase social, raza, religión, nacionalidad,
antecedentes, o hábitos de vida son irrelevantes a la hora de juzgar
las opiniones ajenas.
Hay quienes emplean esta falacia antes de escuchar el argumento
del contrario, en una maniobra que coloquialmente se llama envenenar
el pozo. No se quiere dejar agua para cuando llegue el contrincante.
Pretende negar que esté cualificado para dar una opinión: «Tú no eres
mujer, así que lo que vayas a decir sobre el aborto no cuenta. ¿Qué

64
Bases para una sana crítica

puede saber un sacerdote sobre los hijos si no ha tenido ninguno?».


Tal vez esté muy cualificado para opinar; tal vez sus consejos sean muy
sensatos. Esta maniobra adelanta que nada de lo que diga se tomará en
consideración. «Los curas no pueden hablar sobre el matrimonio; los
blancos no pueden hablar sobre las minorías de color; los hombres no
pueden hablar sobre las mujeres». Ahora bien, el ataque indirecto no
se dirige abiertamente contra la persona, sino contra las circunstancias
en que se relaciona: sus vínculos, los clubes a los que pertenece, el lugar
donde estudió, quiénes son sus padres, sus intereses, todo aquello que
pueda poner de manifiesto los motivos que le empujan a sostener su
punto de vista. Es la forma de ataque que sufre quien pertenece a un
grupo (político, religioso, cultural, económico) no porque sus ideas
sean despreciables, sino porque se supone que disfraza con argumentos
los intereses de su grupo.
La denuncia de supuestas conspiraciones de la oposición, que tanto
gustan a algunos políticos, adoptan la forma de esta falacia: «Usted
hace las preguntas para perjudicar al gobierno. Detrás de todo esto hay
una estrategia para hundir al presidente. Son tontos útiles, manipulados
por una potencia extranjera».
Se da por sentado que, aunque el oponente sea una bellísima
persona, sus circunstancias le aconsejan ver las cosas de una manera
determinada que le impide ser objetivo. No importa que sus razones
lo sean. Aquí se trata de eludir las razones para, en su lugar, insinuar
que el adversario habla por interés, que es sospechoso de parcialidad
e incluso de mala fe, y, en consecuencia, que no se debe malgastar el
tiempo rebatiéndole. «¡Claro, como a ti no te toca, te parece muy bien
la reforma!».
Se da por supuesto que la opinión es hija del interés y no se con-
sideran sus posibles razones. Un hombre de buenas costumbres puede
albergar opiniones falsas y puede un malvado predicar la verdad
aunque no crea en ella.
Si el razonamiento es bueno, ¿qué importa quién lo presente o por
qué? El valor de una idea no tiene nada que ver con la sinceridad del
hombre que la expresa. Una cosa es ser más escrupuloso y vigilante en
el escrutinio de un argumento y otra dejarse influir en su evaluación
por consideraciones extrargumentales. También, cuando, enfrentados

65
René David Navarro A.

a un razonamiento, lo menospreciamos alegando la inconsistencia del


proponente, estamos ante un caso claro de falacia del tu quoque que es
una variedad de la falacia ad hominem. Si lo empleamos para excusar
una conducta, caemos en una variedad de la falacia ad populum. En
ambos casos utilizamos el recurso al tu quoque, para eludir la cuestión
del debate. Hay situaciones en que la confusión entre los usos legítimo
e ilegítimo se ve favorecida porque coinciden en una misma persona la
autoridad del experto y la autoridad moral. Así ocurre con los médicos,
por ejemplo, en los que nunca está claro qué tipo de autoridad pesa
más. La mayoría de los pacientes no están en condiciones de juzgar la
solidez de los argumentos técnicos. Obedecen porque confían en su
médico. En consecuencia, si mengua la autoridad moral del facultativo,
decae su capacidad como consejero. Lo mismo ocurre en la política, y
en la mayoría de las profesiones.

6.5. GENERALIZACIONES PRECIPITADAS. Si generalizamos desde casos


insuficientes o excepcionales, cometemos una falacia de generalización
precipitada. Si nuestra generalización va más lejos de lo que autorizan
los datos, incurrimos en una falacia de conclusión desmesurada. Si ne-
gamos que las reglas generales tengan excepciones o si aplicamos una
regla general a una excepción, cometemos una falacia de secundum quid.
Si rechazamos una regla general porque existen excepciones, caemos en
una falacia casuística. Si rechazamos la aplicación de una regla apelando
a excepciones infundadas, incurrimos en una falacia del embudo.

6.6. FALACIA DEL SOFISMA PATÉTICO. Llamado así porque apela al


pathos (emoción) y no al logos (razón). Comprende todos los medios
de persuasión no argumentativos que pretenden sostener un punto de
vista despertando las emociones en los oyentes.
No se nos explican las razones por las que debamos hacer o dejar
de hacer algo. Se apela a nuestra sensibilidad para exhortarnos o di-
suadirnos en una acción. No es que hurgar en nuestras emociones esté
mal o sea condenable. Pero si esa es toda la argumentación disponible,
estamos ante una falacia.

66
Bases para una sana crítica

Este tipo de maniobras se emplea ante un auditorio numeroso,


como ocurre en manifestaciones callejeras, mítines políticos o asam-
bleas religiosas, donde triunfa quien mejor manipule las emociones
colectivas, sean estas positivas (lealtad, piedad, solidaridad) o negativas
(miedo, envidia, rencor), ligadas o no a prejuicios sociales o étnicos, o
a cualquier tipo de preconcepciones o prejuicios.
Las falacias patéticas, principal arma del demagogo, representan
el colmo de los malos argumentos. No se pretende justificar una tesis,
sino arrancar un asentimiento emocional. Cuando las razones son
débiles, los afectos son los que gobiernan. Ahora bien, no es que toda
apelación a las emociones sea falaz. Nadie puede prescindir de ellas.
Los razonamientos son capaces de convencer a la mente, pero no
mueven la voluntad. Es preciso conmover, sin duda, pero después de
haber convencido. Una cosa es probar lo que decimos (convencer) y
otra lograr que los convencidos actúen (persuadir). Lo segundo es más
difícil y no basta la razón porque con frecuencia, aunque quien nos
escucha sepa lo que debe hacer, no quiere hacerlo.
El sofisma patético caracteriza a las siguientes falacias: apelación al
miedo, apelación a la piedad (ad misericordiam), apelación a la lealtad,
falacia de la pista falsa. Esta última consiste en distraer la atención del
adversario y de los oyentes hacia un asunto colateral para disimular
la debilidad de la propia posición.

6.7. PETITIO PRINCIPII (afirmación de lo del principio) o falacia de


la petición de principio.

–Este colegio es muy paternalista.


–¿Por qué?
–Porque trata a los estudiantes como niños.

Aquí se utiliza como premisa lo mismo que dice la conclusión. Se


acercan mucho a las tautologías; no tiene sentido decir: una hemorragia
de sangre. Pétition de principe, dicen en francés; begging the question,
en inglés. La idea es que el principio (garantía) de una demostración
no puede apoyarse en la conclusión. Una cosa no puede ser probada

67
René David Navarro A.

por sí misma. Si digo yo que un hombre está borracho y usted me dice


que es debido a que ha bebido mucho, no arreglamos nada. En todo
raciocinio, lo que sirve de fundamento debe ser más claro y conocido
que lo que se quiere probar. Por eso la falacia consiste en postular o
sentar aquello mismo que es preciso demostrar.
Se incurriría en este sofisma de dos maneras: porque se utiliza como
premisa lo mismo que afirma la conclusión o algo cuya verdad depende
de ella; o bien, porque se utiliza como premisa algo cuya verdad no está
probada. —El opio produce sueño porque es soporífero; —¿Por qué es
soporífero?; —Porque induce al sueño. Al emplear una premisa que es
equivalente a la conclusión o dice exactamente lo mismo que ella, caemos
vertiginosamente en el llamado círculo vicioso o prueba en círculo, don-
de ambas proposiciones se amparan recíprocamente, la una en la otra:
Llega tarde, porque viene atrasado. ¿Por qué viene atrasado? Porque no
ha llegado a su hora. Se apoya la conclusión con la premisa; si pedimos
el fundamento de la premisa nos ofrecen la conclusión. Se repiten las
cosas en vez de probarlas. En un círculo vicioso se queda cualquiera tan
en tinieblas con la respuesta como con la pregunta.
6.8. AFIRMACIÓN GRATUITA O FALACIA DEL ÉNFASIS. Como su nombre
indica, se comete aquella cuando no se da razón de las propias afirma-
ciones. Cualquier conversación está plagada de juicios inconsistentes
sin otro apoyo que el énfasis con que se enuncian. Bentham llamó a
este sofisma ipsedixitismo (del latín ipse: «él mismo», y dixit: «dijo»).
Se puede incluir con todo mérito entre las falacias de eludir la carga
de la prueba. Caracteriza a la propaganda y a la publicidad, en cuyos
mensajes importa más la sugestión que las razones.

6.9. AD IGNORANTIAM. Locke84 definió el argumento ad ignorantiam


como aquel que se apoya en la incapacidad de responder por parte

84
John Locke (1632–1704), filósofo y teórico político inglés. En sus Cartas sobre la
tolerancia, Locke hace aún más explícita la noción de libertad. Esta significa para
él: tolerancia. La tolerancia es aquella actitud política, individual o estatal que
permite «la difusión de opiniones aun cuando éstas sean contrarias al gobierno
o a las prácticas de un gobierno. Solamente en un caso debe el Estado ser intole-
rante: siempre que el que actúa lo haga contra la ley natural, es decir, contra la
ley de la razón. Hay que dejar de ser tolerante contra la intolerancia». A la teoría
del conocimiento dedicó Locke sus páginas más brillantes: el Ensayo sobre el

68
Bases para una sana crítica

del adversario. El proponente estima que su afirmación es admisible


–aunque no la pruebe– si nadie puede encontrar un argumento que la
refute. Como nadie puede probar lo contrario, se dice que esta falacia
se ampara en la ignorancia o presunta ignorancia del interlocutor. No
se trata de si uno puede o no aportar tales razones (tal vez ni se ha
detenido a pensarlo). La proposición inicial no ha sido demostrada.
Encuentra esta falacia un terreno muy favorable en todas las
situaciones en que es imposible confirmar o refutar una afirmación:
«A mí déjame de historias: o pruebas que Dios no existe o te callas.
¿Puedes asegurar que no he tenido tres encarnaciones anteriores y que
no volveré a reencarnarme? No puedes probar que los espíritus de los
muertos no regresan a la tierra para comunicarse con los vivos».
Se supone algo como cierto porque es imposible probar su falsedad.
Tal es el caso de los extraterrestres, los fenómenos paranormales, los
duendes y otros. Por ejemplo, se puede afirmar que existen habitantes en
otros planetas porque nadie ha demostrado que no existan. Nadie ha de-
mostrado que los extraterrestres no existan. Debemos concluir que existen.
En sentido inverso se puede argumentar: Nadie ha demostrado
que los extraterrestres existan. Luego no existen. Se ve que nuestra
ignorancia sirve lo mismo para probar una cosa y su contraria.
Nos encontramos en esta falacia ante las situaciones más flagran-
tes de inversión de la carga de la prueba, esa maniobra que traslada
al oponente la responsabilidad de probar la falsedad de lo que uno
afirma. En lugar de aportar argumentos, busca un apoyo falaz en el
desconocimiento ajeno o en la imposibilidad de probar lo contrario.
Lo que de verdad se ignora en la falacia ad ignorantiam es el prin-
cipio que dice: probat qui dicit, non qui negat. «Incumbe la prueba al
que afirma, no al que niega». Quien sostenga que existen extraterrestres
debe probarlo. De otro modo nada se demuestra.
En los tribunales penales, por supuesto, está prohibido el paso
a la falacia ad ignorantiam. Quien acusa en un delito penal (fiscalía)
debe probar su acusación más allá de toda duda razonable, y quien

entendimiento humano. Xirau, Ramón, Introducción a la historia de la filosofía,


UNAM, México, 2002, pp. 256–258.

69
René David Navarro A.

la rechaza no precisa probar nada, porque se le presume inocente. Le


basta con refutar los argumentos de la acusación (teóricamente).
Ahora bien, ¿constituye esta presunción de inocencia una falacia ad
ignorantiam? Aparentemente, sí: El acusado es inocente porque usted no
puede demostrar lo contrario. Sin embargo, no estamos ante una falacia
porque la presunción de inocencia no prueba ni pretende probar la ino-
cencia. Puede muy bien darse el caso de un culpable cuyo delito no se
logre demostrar. Estamos ante una regla constitucional y legal que, para
evitar el castigo injusto de los inocentes, aconseja considerar a todos los
acusados como si fueran inocentes mientras no se demuestre lo contrario.
La mejor manera de combatir la falacia ad ignorantiam consiste en
exigir que se atienda la carga de la prueba, es decir, que quien sostiene
algo o acusa a otra persona, pruebe sus afirmaciones. Cualquier otro
camino nos deja en manos del argumentador falaz.
En las situaciones inverificables o infalsables, es decir, cuando no es
posible ni probar la verdad ni la falsedad de algo, como ocurre con los
extraterrestres, siempre podemos alegar que no sabemos lo suficiente
para formar un juicio ni a favor, ni en contra: ¿cómo se prueba que
Dios existe o que no existe? Nuestra conclusión debiera ser que –a la
luz de la razón científica (empírica)– la cuestión está abierta:

Es cierto que en tiempos recientes, el hombre civilizado adqui-


rió cierta fuerza de voluntad que puede aplicar donde le plazca.
Aprendió a realizar su trabajo eficazmente sin tener que recurrir
a cánticos y tambores que le hipnotizaran dejándole en trance de
actuar. Incluso puede prescindir de la oración diaria para pedir
ayuda divina. Puede realizar lo que se propone y puede llevar, sin
dificultad, sus ideas a la acción, mientras que el hombre primitivo
parece estar trabado a cada paso, en su acción, por miedos, supers-
ticiones y otros obstáculos invisibles. El dicho «querer es poder»
es la superstición del hombre moderno […]; también creemos
en el estado feliz, la paz mundial, la igualdad de los hombres, en
sus eternos derechos humanos, en la justicia, la verdad y (no lo
digamos en voz demasiado alta) en el Reino de Dios en la tierra.
La triste verdad es que la auténtica vida del hombre consiste en
un complejo de oposiciones inexorables: día y noche, nacimiento

70
Bases para una sana crítica

y muerte, felicidad y desgracia, bueno y malo […]. Hay millones


de personas que han perdido la fe en toda clase de religión. Tales
personas ya no entienden su religión. Mientras la vida se desliza
suavemente sin religión, la pérdida permanece tan buena como
inadvertida. Pero cuando llegan los sufrimientos es otra cuestión.
Es cuando la gente comienza a buscar una salida y a reflexionar
acerca del significado de la vida y sus turbadoras y penosas exis-
tencias […]. Como no podemos descubrir con un telescopio el
trono de Dios en el firmamento o establecer (como cierto) que
un padre, o madre, amante está aún por ahí en una forma más o
menos corporal, la gente supone que tales ideas «no son verdad».
Yo más bien diría que «no son suficientemente verdad», pues
son conceptos de cierta clase que acompañaron la vida humana
desde los tiempos prehistóricos y que aún se abren paso hasta la
conciencia con cualquier provocación. El hombre moderno puede
afirmar que él prescinde de tales conceptos y que puede apoyar su
opinión insistiendo en que no hay prueba científica de su veracidad.
O, incluso, puede lamentarse de la pérdida de sus creencias. Pero,
puesto que estamos tratando de cosas invisibles e incognoscibles
(porque Dios está más allá de la comprensión humana y no hay
medio alguno de demostrar la inmortalidad), ¿por qué nos preo-
cupamos de su demostración? Aun cuando no conociéramos con
la razón nuestra necesidad de sal o de alimento, nadie dejaría por
eso de utilizarlos. Podría argumentarse que la utilización de la
sal es una mera ilusión del gusto o una superstición; no obstante,
seguiría contribuyendo a nuestro bienestar. Entonces, ¿por qué
nos privamos de ideas que demostrarían ser útiles en las crisis y
darían sentido a nuestra existencia? ¿Y cómo sabemos que esas
ideas no son verdad? Mucha gente estaría de acuerdo conmigo si
yo afirmara de plano que tales ideas probablemente son ilusiones.
De lo que no se dan cuenta es que la negación es tan imposible de
«demostrar» como la afirmación de la creencia religiosa. Tenemos
plena libertad para elegir qué punto de vista vamos a aceptar; en
todo caso, será una declaración arbitraria. Sin embargo, hay una
poderosa razón empírica en por qué habríamos de fomentar pen-
samientos que jamás pueden ser demostrados. Es que se sabe que

71
René David Navarro A.

son útiles. El hombre, positivamente, necesita ideas y convicciones


generales que le den sentido a su vida y le permitan encontrar un
lugar en el universo. Puede soportar las más increíbles penalidades
cuando está convencido de que sirven para algo; se siente aniquila-
do, cuando en el colmo de todas sus desgracias, tiene que admitir
que está tomando parte en un «cuento contado por un idiota»
[…]. La misión de los símbolos religiosos es dar sentido a la vida
del hombre […]. Una sensación de que la existencia tiene un signifi-
cado más amplio es lo que eleva al hombre más allá del mero ganar
y gastar. Si carece de esa sensación, se siente perdido y desgraciado85.

§ 7. Lógica: lingüística y retórica86


La lengua es un miembro pequeño, y sin embargo, se jacta de grandes cosas.
¡Pues qué gran bosque se incendia con tan pequeño fuego! También la lengua es
un fuego, un mundo de iniquidad. La lengua está puesta entre nuestros miembros,
la cual contamina todo el cuerpo, es encendida por el infierno e inflama el curso
de nuestra vida. Porque toda clase de fieras y de aves, de reptiles y de animales ma-
rinos, se puede domar y ha sido domado por el ser humano, pero ningún hombre
puede domar la lengua. Es un mal turbulento y lleno de veneno mortal. Con ella
bendecimos a nuestro Señor y Padre, y con ella maldecimos a los hombres, que han
sido hechos a la imagen de Dios. De la misma boca proceden bendición y maldi-
ción. ¿Acaso una fuente echa agua dulce y amarga por la misma abertura?87

En cierta ocasión, rabí Baruj tenía como huésped a un hombre erudito, que en
un momento de la conversación le dijo: –¡Por favor, rabí Baruj, déjame escuchar
ya mismo tus enseñanzas! ¡Me encanta lo bien que hablas! Y rabí Baruj, con cierta
tristeza, le respondió: –Si estuviera seguro de que mi virtud consiste sólo en hablar
bien, le pediría al Señor que me enmudeciera para siempre88.

Los infieles se asemejan al que grita a un hombre que no oye más que el sonido de la
voz y el grito (sin distinguir palabras). Sordos, mudos, ciegos, no comprenden nada89.

85
Jung, Carl G., El hombre y sus símbolos, Ediciones Paidós Ibérica, Barcelona,
1999, pp. 83 y ss.
86
Serrano, Sebastià, La lingüística. Su historia y su desarrollo, Editorial Montesinos,
Barcelona, 1999; Saussure, Ferdinand de, Curso de lingüística general, Editorial
Losada, Buenos Aires, 1945, reimpresión de 2007.
87
Tercera Carta del Apóstol Santiago.
88
Shem Tov, y otros, Los mejores cuentos hasídicos, Editorial Longseller, Buenos
Aires, 2004, p. 15.
89
Corán, Sura II, N° 170.

72
Bases para una sana crítica

Ferdinand de Saussure90 es el referente obligado de la moderna


lingüística. Su obra Curso de lingüística general, escrita en 1915 (en
base a sus clases, por sus discípulos Charles Bally y Albert Séchéhaye,
posteriormente a la muerte de Saussure en Ginebra), constituye el pun-
tapié inicial de la llamada disciplina lingüística en términos científicos.
Sebastià Serrano91 expresa (sin equivocarse) que lo más característico de
la vida humana es la omnipresencia del lenguaje. El universo lingüístico nos
envuelve de tal forma que no podemos salir de los límites que nos impone.
No lo podemos observar desde fuera porque el más allá del lenguaje
es impensable. Lo pensable y comunicable lo es desde el lenguaje.92 Toda
actividad artística, científica, cotidiana, es esencialmente lingüística. La
ciencia lingüística está doblemente vinculada al lenguaje y a la ciencia.
Su actividad científica conducirá a la elaboración de teorías (y una
teoría es un constructo lingüístico). Para Serrano, la lingüística (y su
objeto) es el problema central de la lógica y filosofía contemporáneas.93
La lingüística podría definirse como el estudio científico tanto de
la estructura de las lenguas naturales como del conocimiento que los
hablantes poseen de ellas. Saussure emplea las visiones sincrónicas y
diacrónicas del lenguaje y la lengua. Una descripción sincrónica de
una lengua describe a esta tal y cómo es en un momento dado; una
descripción diacrónica se ocupa del desarrollo histórico de la misma y
de los cambios estructurales que han tenido lugar en ella. Aunque en
sus inicios científicos, la lingüística del siglo XIX se interesó ante todo
del cambio lingüístico y la evolución de las lenguas a través del tiempo,
el enfoque moderno se centra en explicar cómo funcionan las lenguas
en un punto dado en el tiempo y cómo los hablantes son capaces de
entenderlas y procesarlas mentalmente. El objetivo de la lingüística
teórica es la construcción de una teoría general de la estructura de la
lengua o de un sistema teórico general para la descripción de las len-
guas; el objetivo de la lingüística aplicada consiste en la utilización de
los descubrimientos y técnicas del estudio científico de la lengua a una

90
Ferdinand de Saussure (1857–1913), antropólogo y filólogo suizo, considerado el
fundador de la lingüística moderna.
91
Sebastià Serrano Farrera (1949– ), matemático, lingüista y escritor español.
92
Serrano, ob. cit., p. 11.
93
Ibid.

73
René David Navarro A.

variedad de tareas básicas como la elaboración de métodos mejorados


de enseñanza de idiomas94.
Jung, poniendo de relieve la importancia del lenguaje, las palabras
y su significado, expresa que nuestras impresiones conscientes, en rea-
lidad, asumen rápidamente un elemento de significado inconsciente
que es de importancia psíquica para nosotros, aunque no nos damos
cuenta consciente de la existencia de ese significado subliminal o de
la forma en que, a la vez, extiende y confunde el significado corriente.
Agrega que cada uno de nosotros recibe toda noción abstracta o general
en el conjunto de su mente individual y, por tanto, lo entendemos y
aplicamos en nuestra forma individual. «Cuando, al conversar, utilizo
palabras tales como ‘estado’, ‘dinero’, ‘salud’ o ‘sociedad’, supongo que
mis oyentes entienden, ‘más o menos’, lo mismo que yo. Pero la frase
‘más o menos’ es el punto que interesa». Cada palabra significa algo
ligeramente distinto para cada persona, aun entre los que comparten
los mismos antecedentes culturales. La causa de esta variación, a juicio
de Jung, estaría en que una noción general es recibida en un conjunto
individual y, por tanto, entendida y aplicada en forma ligeramente in-
dividual. Y la diferencia de significado es naturalmente mayor cuando
la gente difiere mucho en experiencias sociales, políticas, religiosas o
psicológicas. Mientras como conceptos son idénticos a meras palabras,
la variación es casi imperceptible y no desempeña ningún papel prác-
tico. Pero cuando se necesita una definición exacta o una explicación
minuciosa, se pueden descubrir, por casualidad, las más asombrosas va-
riaciones no solo en la comprensión puramente intelectual del término,
sino en especial, en su tono emotivo y su aplicación: «Por regla general,
estas variaciones son subliminales y, por tanto, jamás advertidas»95.
La lingüística comenzó por organizarse en torno a la gramática96,

94
Saussure, Ferdinand de, Curso de lingüística general, Editorial Losada, Buenos
Aires, 1945, reimpresión de 2007.
95
Jung, Carl G., El hombre y sus símbolos, Ediciones Paidós Ibérica, Barcelona,
1999, p. 40.
96
La gramática es la disciplina que estudia los elementos de una lengua y sus
combinaciones; también, el arte de hablar y escribir correctamente una lengua.
Antiguamente, solo se refería al estudio de la lengua latina (DRAE).

74
Bases para una sana crítica

la retórica97 y la lógica. Las primeras investigaciones sobre el lenguaje,


en sentido estricto, las llevaron a cabo los retóricos98.
En general, con los nuevos juicios orales en Chile, renuevan su uti-
lidad la retórica y la lógica, entre otras ciencias y disciplinas auxiliares
de la práctica forense99.
La retórica no es tomada aquí en su acepción peyorativa predo-
minante en nuestro tiempo100, esto es, como un ardid o un mero re-
curso estilístico y hasta pedante, sino que la retórica entendida como
disciplina científica. Las ars o techné de la litigación no son más que
combinaciones de lógica, retórica y lingüística, las cuales –por cierto–
debieran ser cultivadas por los abogados del foro, e incluidas seria,
científica y profesionalmente en los programas de pre y postgrado de
las escuelas de Derecho del país101.

97
Para el DRAE, la retórica es el arte del bien decir, de dar al lenguaje escrito o
hablado eficacia bastante para deleitar, persuadir o conmover; también la teoría
de la composición literaria y de la expresión hablada. En términos despectivos, un
uso impropio o intempestivo de este arte.
98
Serrano, ob. cit., pp. 16 y ss.
99
Foro: Lugar físico de la antigüedad greco–latina, donde se discutía de política y
se llevaban a cabo los pleitos y litigios jurídicos. De ahí las expresiones ciencia
forense, medicina forense, práctica forense. Forense sería sinónimo de la palabra
«jurídico» y/o «legal». La expresión abogado deriva de ad vocatus: el llamado al
foro para la defensa de las partes de un litigio. Logógrafo: Es sinónimo de abogado
aun antes de la Grecia de Pericles. Manfredi, arqueólogo y escritor italiano, nos
hace llegar también la palabra sicofanta. De etimología incierta, designaba –en la
Grecia arcaica– a la persona que oficiaba de «acusador particular» (querellante
diríamos nosotros). Manfredi añade que, este tipo de individuos (los sicofantes) eran
despreciados por todo el mundo, aunque su profesión era lucrativa. Manfredi,
Valerio M., Akropolis, Random House Mondadori, Barcelona, 2005, p. 170. Para
el Diccionario de la Real Academia Española el término sicofanta significa: (Del
lat. sycophanta, y este del gr. ıȣțȠij੺ȞIJȘȢ . 1. m. Impostor, calumniador.
100
Sabemos que Sócrates luchó contra los llamados sofistas, padres de la retórica
clásica (Gorgias y Cía.). De allí, viene su desprestigio, el que (creemos) es infunda-
do. El mismo Sócrates no hubiera podido ser conocido por nosotros, sino gracias
a la brillante retórica que Platón plasmó en sus diálogos, particularmente en la
apología de su maestro.
101
La retórica como disciplina susceptible de ser enseñada como un arte, se desarrolla
en Grecia a partir de las exigencias dialógicas reclamadas por la instauración del
sistema democrático. El profesor Covarrubias en el prólogo de su texto expresa:
«Puesto que en los últimos años ha surgido un creciente interés por los estudios
sobre la persuasión, no solamente en filosofía y lingüística, sino que también en
otras disciplinas como el Derecho –aspecto […] de principal importancia en Chile
con motivo de la […] modificación del procedimiento penal, que sustituye el sistema
escrito por el oral– he estimado oportuno ofrecer este libro». Vide: Covarrubias

75
René David Navarro A.

La palabra era un arma destinada a influir en el pueblo, delante


de un tribunal, una asamblea, etcétera. Un arma decisiva para obtener
la victoria en las luchas donde el discurso era decisivo.
Gorgias (aprox. 485 a.C.) señala: «Quien posee la palabra, po-
see la espada. La misión del retórico era forjar maestros en el arte
de persuadir». Dicho de otra manera, la retórica es la técnica (arte)
que conseguía hacer el discurso consciente de sí mismo y hacía de la
persuasión un fin a alcanzar por medio de una estrategia específica.
Serrano explica que la técnica fundamentada sobre el conocimien-
to de las causas que generan los efectos de la persuasión, concede un
poder indudable a quien la posea: el poder de disponer de las palabras
sin necesidad de las cosas, y de disponer de las personas, al disponer
de las palabras… qué rigurosa actualidad tienen estas consideracio-
nes: quien dispone hoy de los medios de comunicación, en definitiva
dispone de las personas102.
Posteriormente, la lingüística se centró en torno a la filología103. Ya
en Alejandría existía una escuela filológica, pero este término se asocia
TPCSFUPEPDPOFMNPWJNJFOUPDJFOUÎàDPDSFBEPQPS'SJFESJDI8PMG104
a partir de 1777, que continúa hasta nuestros días.
Un evento especial en la lingüística, fue el redescubrimiento del
idioma sánscrito, lo que permitió el nacimiento de la filología com-
parada. En 1816, en una obra titulada Sistema de la conjugación del
sánscrito, Franz Bopp105 estudió las relaciones que unen el sánscrito
con el germánico, el griego, el latín, etcétera, y comprendió que las
relaciones entre lenguas parientes podían convertirse en una ciencia
autónoma. Pero esta escuela, con haber tenido el mérito indisputable
de abrir un campo nuevo y fecundo, no llegó a constituir la verdadera

C., Andrés, Introducción a la retórica clásica. Una teoría de la argumentación


práctica, Ediciones Universidad Católica de Chile, Santiago, 2003.
102
Serrano, Ibidem.
103
La filología (del griego, «amor o interés por las palabras») es la ciencia que se
ocupa del estudio de los textos escritos, a través de los cuales intenta reconstruir,
lo más fielmente posible, los textos originales con el respaldo de la cultura que en
ellos subyace. No entendida como una mera etimología, sino como una disciplina
más comprensiva, que trata de entender el fenómeno del lenguaje en su conjunto,
situado en su correcto momento histórico cultural.
104
'SJFESJDI"VHVTU8PMG m
àMÓMPHPZIFMFOJTUBBMFNÃO
105
Franz Bopp (1791–1867), filólogo y lingüista alemán.

76
Bases para una sana crítica

ciencia lingüística. Nunca se preocupó por determinar la naturaleza


de su objeto de estudio. Y sin tal operación elemental, una ciencia es
incapaz de procurarse un método106.
Hasta la publicación del Curso de lingüística general, de Saussure,
se convierte la lingüística en una ciencia integrada a una disciplina
más amplia, la semiología107, que a su vez forma parte de la psicología
social, y define su objeto de estudio.
La distinción entre lengua (el sistema) y habla (el uso), y la defi-
nición de signo lingüístico (significado y significante) han sido funda-
mentales para el desarrollo posterior de la nueva ciencia. Sin embargo,
su perspectiva –conocida como estructuralista y que podemos calificar,
por oposición a corrientes posteriores, como de corte empirista– será
puesta en cuestión en el momento en que ya había dado la mayor parte
de sus frutos y, por lo tanto, sus limitaciones quedaban más de relieve.
El Círculo Lingüístico de Praga fue un colectivo de investigadores
del lenguaje constituido en torno a Mathesius, Jakobson, Trubetzkoi y
Mukarovsky. Ellos se propusieron poner en práctica el método iniciado
por Saussure108. Donde mejor quedan esbozadas sus ideas (la lengua es
un sistema de medios de expresión apropiados para un fin), se encuentra
en sus célebres Tesis, obra colectiva del Círculo, redactada como con-
tribución a los debates del Primer Congreso de Praga de 1929. Dentro
de este, un concepto clave es el de sistema o estructura, que se aplicará
tanto a los distintos niveles de lenguaje como al análisis lingüístico. El
estructuralismo como método comienza aquí tal como un manifiesto,
incorporándose en un marco funcionalista, permitiendo situar al len-
guaje en relación a los otros hechos de la cultura. El Círculo de Praga

106
Saussure, ob. cit., p. 43.
107
La semiótica (que también ha recibido, entre otros, el nombre de semiología) es
la ciencia que estudia el signo en general; todos los signos que formen lenguajes o
sistemas. Se entiende por signo todo aquello que representa una cosa. Se relaciona
evidentemente con la filosofía del lenguaje. Beuchot, Mauricio, La semiótica. Te-
orías del signo y el lenguaje en la historia, Fondo de Cultura Económica, México,
2009, pp. 7 y ss.
108
«La Praga de los años 1920 reúne condiciones especiales […] confluyen allí una
tradición checa por los problemas de fundamentación de la ciencia y el arte; por
la teoría, una tradición rusa que procede de exiliados a causa de la Revolución,
con una sensibilidad por los problemas lingüísticos, y especialmente por los so-
ciolingüísticos». Serrano, ob. cit., pp. 75 y ss.

77
René David Navarro A.

tuvo serios problemas con el régimen nazi, y se desintegró poco antes


de la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, la llama de Praga se ha
mantenido siempre viva, a través de la obra de Jakobson109.
Si Praga reunía un conjunto de excelentes condiciones para el
desarrollo de la lingüística, lo mismo puede decirse de Copenhague110.
Dicha escuela (1935–1965) tiene como máximo exponente y per-
sonalidad más destacada a Hjelmslev111. Esta se autodenominó como
glosemática, su objetivo era dotar a la lingüística de una teoría del
lenguaje. Al principio, su trabajo se centró en la fonología, pero más
tarde derivó hacia el estructuralismo. El número de miembros del grupo
aumentó rápidamente, dando lugar a un gran número de publicaciones,
incluida una serie de obras notables publicadas de forma irregular bajo
el nombre Trabajos del Círculo Lingüístico de Copenhague. Se creó
un «Boletín», seguido de una revista internacional de investigación
estructuralista, los Acta Lingüística (más tarde llamados Acta Lingüís-
tica Hafniensia). Hjelmslev fue presidente del Círculo, abandonando
el cargo poco antes de su muerte en 1965. La glosemática representa
un esfuerzo teórico y metodológico enorme, y que pondrán en manos
de Chomsky el concepto de gramática generativa. Hjelmslev ya había
usado frecuentemente recursos procedentes de la lógica y la filosofía,
siendo el primer lingüista en usar en forma explícita la distinción entre
lenguaje y metalenguaje que introdujo Russell para disolver algunas
paradojas lógicas, como la del embustero o mentiroso112.
Para la escuela de Copenhague, el concepto de función es funda-
mental en su metodología, en el sentido de relación interdependiente.
En la época de los cincuenta, se abre a la fonética113 y sobre todo a
la semántica, a la que a partir del concepto de isomorfismo114 intenta
aplicar su modelo fonológico115.

109
Roman Jakobson (1896–1982), lingüista, fonólogo y teórico de la literatura ruso.
110
Serrano, ob. cit., pp. 78 y ss.
111
Louis Trolle Hjelmslev (1899–1965), lingüista danés.
112
Dijo un copiapino: «Todos los copiapinos son mentirosos».
113
La fonética (del griego fono, «sonido» o «voz») es el estudio de los sonidos físicos
del discurso humano.
114
El concepto matemático de isomorfismo (del griego iso, «igual», y –morfos, «for-
ma») pretende captar la idea de tener la misma estructura.
115
Serrano, ob. cit., pp. 81 y ss.

78
Bases para una sana crítica

En Estados Unidos, destacan Boas116, Sapir117 8IPSG118. El lingüista


estadounidense que mayor influencia ejerció durante la primera mitad
del siglo pasado (XX), fue Bloomfield119. Según Serrano, solo le faltó
el desarrollo más formal del método axiomático, el que llegará a la
lingüística con el trabajo de Chomsky120.
Para la lingüística, 1957 fue un año importante, ya que mientras
dos teóricos como Skinner121 y Osgood122 publicaban respectivamente
sus trabajos Verbal Behavior (Conducta verbal) y The Measurement
of Meaning (La medición del significado), un joven lingüista llamado
Noam Chomsky ofrecía en su obra Sintactic Structures la presentación
de una metodología que, en muy poco tiempo, llegó a erigirse como
un nuevo paradigma en la investigación lingüística: el de la gramática
generativa123. Kuhn propone considerar que si estamos en presencia de
la aparición de un nuevo paradigma, por consiguiente se puede producir
una revolución científica. El uso de nuevos formalismos introducidos
por Chomsky y la aparición de nuevas interrogantes en lingüística
hacen que se pueda fundamentar que la gramática generativa tiene las
condiciones de ser un acontecimiento científicamente revolucionario124.
La de 1969, fecha en que el hombre llega a la luna, es también una
fecha revolucionaria en lingüística, siguiendo la propuesta de Kuhn.
Es necesario aquí, hacer una breve referencia a Kuhn. Thomas
Samuel Kuhn (1922-1997), en su magistral obra La estructura de las
revoluciones científicas125, después de señalar los motivos del texto y
un cambio en sus planes profesionales, expresa: «De la física a la his-

116
Franz Boas (1858–1942), antropólogo estadounidense de origen judío alemán.
117
&EXBSE4BQJS m
BOUSPQÓMPHPmMJOHÛJTUBFTUBEPVOJEFOTF
118
#FOKBNJO-FF8IPSG m
MJOHÛJTUBFTUBEPVOJEFOTF
119
Leonard Bloomfield (1887– 1949), filólogo y lingüista norteamericano.
120
Serrano, ob. cit., pp. 93 y ss.
121
Que no es el popular director de Escuela Seymour Skinner, de la serie de Matt
Groening, sino que la referencia hace alusión a Burrhus Frederic Skinner; sin
embargo, Groening se habría inspirado en él para el nombre. Burrhus Frederic
Skinner (1904–1990), psicólogo y escritor norteamericano.
122
Charles Egerton Osgood (1916–1991), psicólogo norteamericano.
123
Serrano, Ibid.
124
Avram Noam Chomsky (1928), lingüista, filósofo y activista estadounidense. Es
profesor emérito de lingüística en el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT)
y una de las figuras más destacadas de la lingüística del siglo XX.
125
Kuhn, Thomas, La estructura de las revoluciones científicas, Fondo de Cultura
Económica, Santiago, 2000.

79
René David Navarro A.

toria de la ciencia y, luego, gradualmente, de los problemas históricos


relativamente íntegros a las inquietudes más filosóficas, que me habían
conducido inicialmente hacia la historia». Kuhn fue un filósofo de la
ciencia estadounidense. Profesor en la Universidad de Princeton y desde
1979 en Massachusetts. Influido por el pensamiento de historiadores
como Koyré o filósofos como Quine, consideró que «el estudio histó-
rico es necesario para entender cómo se han desarrollado las teorías
científicas y para conocer por qué en ciertos momentos unas teorías
han sido aceptadas antes que otras».
Para Kuhn, la ciencia es elaborada en el seno de una comunidad
científica y no individualmente; la comunidad sirve de base a los desa-
rrollos científicos mediante la elaboración o asunción de un paradigma
del cual se derivan reglas que fijan las regularidades. El paradigma sería
un contexto de validez respecto al cual la investigación procedería en
una forma similar a la solución de acertijos. Cuando un paradigma ha
sido establecido por el colectivo de científicos al que sirve, los funda-
mentos del mismo nunca son puestos en duda.126 Sin embargo, y dado
que los paradigmas pierden validez históricamente, Kuhn explica que
cuando se multiplican las anomalías (cuando son más los casos en que
no se da lo previsto que aquellos en los que sí se cumple) hasta el punto
de que ya no se las puede obviar, el paradigma queda inservible, de
modo que se hace necesaria una nueva forma de validez. La naturaleza
del conocimiento científico tal y como queda descrito por Kuhn hace
comprensible el hecho de que en determinados momentos históricos
coexistan dos o más paradigmas.
En 1969, John Searle127 publica Actos de habla.128 Su importancia
reside en que se sitúa en la convergencia de las líneas seguidas por
la teoría del lenguaje y la teoría de las formas de comportamiento,
intentando fijar un marco que «abarque al lenguaje simultáneamente

126
Etimológicamente, paradigma proviene del griego parádeigma, que significa
«ejemplo».
127
John Rogers Searle (1932) es profesor de filosofía en la Universidad de California,
Berkeley, y es célebre por sus contribuciones a la filosofía del lenguaje, a la filosofía
de la mente y de la conciencia, a las características de las realidades sociales frente
a las realidades físicas, y al razonamiento práctico.
128
Searle, John, Actos de habla, Ediciones Cátedra, Madrid, 2007, 6ta ed.

80
Bases para una sana crítica

como conocimiento y como acción»129. El trabajo de Searle pretende


incorporar a la tradición lingüística de la filosofía analítica, todos los
resultados esenciales de la gramática generativa. Su libro Actos de habla
constituye un peldaño más de una escalera que tiene peldaños anterio-
SFT RVFGVFSPODPOTUSVJEPTQPS8JUUHFOTUFJO130, Austin131 y Bühler132.
En todos los tratados de semántica, se hace mención a una frase de
8JUUHFOTUFJOMeaning is use («el significado es su uso»). Agrega, «no
preguntéis por el significado, preguntad por el uso […]; la significación
de una palabra es su uso en el lenguaje».
La teoría de los actos de habla fue esbozada primero por Austin
y luego desarrollada por Searle.
Searle propone que al emitir un enunciado, cualquier hablan-
te está realizando característicamente (por lo menos) cuatro actos
distintos: a) emitir palabras (actos de emisión); b) referir y predicar
(actos proposicionales); c) ordenar, prometer, preguntar (actos ilo-
cucionarios); d) intención que busca una consecuencia en el oyente
(acto perlocucionario).
La pragmática o pragmalingüística es un subcampo de la lingüís-
tica, también estudiado por la filosofía del lenguaje y la psicolingüís-
tica o psicología del lenguaje, que se interesa por el modo en que el
contexto influye en la interpretación del significado. El contexto debe
entenderse como situación, ya que puede incluir cualquier aspecto
extralingüístico: situación comunicativa, conocimiento compartido
por los hablantes, relaciones interpersonales, etcétera. La pragmática
toma en consideración los factores extralingüísticos que condicionan

129
Serrano, ob. cit., pp. 136 y ss.
130
-VEXJH+PTFG+PIBOO8JUUHFOTUFJO m
GVFVOàMÓTPGPZMJOHÛJTUBBVTUSÎB-
co, posteriormente nacionalizado británico. En vida publicó solamente un libro:
el Tractatus logico–philosophicus, que influyó en gran medida a los positivistas
lógicos del Círculo de Viena, movimiento del que nunca se consideró miembro.
Tiempo después, el Tractatus GVFTFWFSBNFOUFDSJUJDBEPQPSFMQSPQJP8JUUHFOTUFJO
en Los cuadernos azul y marrón, y en sus Investigaciones filosóficas, ambas obras
póstumas. Fue discípulo de Bertrand Russell en el Trinity College de Cambridge,
donde más tarde también él llegó a ser profesor.
131
+PIO-BOHTIBX"VTUJO m
àMÓTPGPCSJUÃOJDP QSPCBCMFNFOUFMBàHVSB
más relevante en lo que se ha dado en llamar filosofía del lenguaje.
132
Johann Georg Bühler (1837–1898), teólogo, jurista y filólogo alemán.

81
René David Navarro A.

el uso del lenguaje, esto es, todos aquellos factores a los que no se hace
referencia en un estudio puramente formal133.

¿Por qué estudiar el lenguaje? Hay muchas respuestas posibles y si me


centro en unas pocas, no pretendo menoscabar las otras ni cuestionar
su legitimidad. Uno puede, por ejemplo, sentirse sencillamente fasci-
nado por los elementos del lenguaje en sí mismos y querer descubrir
su orden y disposición, su origen en la historia o en el individuo, o
las maneras como se usan en el pensamiento, la ciencia o el arte, o en
el intercambio social cotidiano. Una razón para estudiar el lenguaje
–para mí personalmente la más fuerte– la constituye el hecho de que
es tentador considerar el lenguaje, según reza la expresión tradicional,
como «un espejo de la mente» (Chomsky).

§ 8. La argumentación en el derecho y la
argumentación «a secas»
En este punto, es imposible en habla hispana no seguir la obra134
de Manuel Atienza135.
¿Bajo qué condiciones un argumento puede considerarse justifi-
cado? En términos generales, cabe hablar de una justificación formal
de los argumentos (cuándo un argumento es formalmente correcto)
y de una justificación material (cuándo puede considerarse que un
argumento –en un campo determinado– resulta aceptable). Ello per-
mitiría distinguir entre la lógica formal o deductiva, por un lado, y lo
que a veces se llama lógica material o informal (en donde se incluirían
disciplinas como la tópica o la retórica), por el otro.
La teoría estándar de la argumentación jurídica se sitúa preci-
samente en esta segunda perspectiva, esto es, en el contexto de jus-
tificación de los argumentos y, en general, suele tener pretensiones
tanto descriptivas como prescriptivas. Se trata, por tanto, de teorías

133
DCVC.
134
Atienza, Manuel, Las razones del derecho. Teorías de la argumentación jurídica,
UNAM, México, 2007.
135
Manuel Atienza Rodríguez (1951), jurista y filósofo del derecho español.

82
Bases para una sana crítica

(como las de Alexy136 o MacCormick137) que pretenden mostrar no


únicamente cómo se justifican de hecho las decisiones jurídicas, sino
también cómo se deberían justificar. Parten del hecho de que las deci-
siones jurídicas deben ser y pueden ser justificadas y, en ese sentido, se
oponen tanto al determinismo metodológico (las decisiones jurídicas
no necesitan justificación porque proceden de una autoridad legítima
y/o son el resultado de simples aplicaciones de normas generales) como
al decisionismo metodológico (las decisiones jurídicas no se pueden
justificar porque son puros actos de voluntad). La primera de estas dos
posturas parece insostenible, especialmente en el contexto del derecho
contemporáneo138, en el que la obligación que se establece de motivar
y justificar las decisiones no solo contribuye a hacerlas aceptables (y
esto resulta especialmente relevante en sociedades pluralistas que no
consideran como fuente de legitimidad o de consenso cosas tales como
la tradición o la autoridad), sino asimismo a que el derecho pueda
cumplir su función de guía de la conducta humana139.
La lógica, la lógica deductiva, puede presentarse en forma axio-
mática140 o como un sistema de reglas de inferencia, pero esta segunda
forma de presentación es la que mejor se ajusta a la manera natural
de razonar. Ello es así porque mientras que en el modo axiomático de

136
Robert Alexy (1945) es un filósofo del derecho alemán, profesor de la Universidad
Christian–Albrechts, de Kiel, Alemania.
137
Donald Neil MacCormick (1941–2009) fue un prestigioso filósofo del derecho
escocés y de la teoría política. Regius Profesor en la Universidad de Edimburgo.
138
Verbigracia, en sistemas procesales basados en la modalidad valorativa de la
evidencia judicial, denominada sana crítica.
139
Aunque no es profusamente citado por Atienza, creo de justicia destacar, junto a
las figuras de Alexy y MacCormick, la obra no muy difundida del jurista y filósofo
del derecho Aulis Aarnius. Aulis Arvi Aarnius (1937), jurista y pensador finlandés.
Dentro de sus múltiples contribuciones, destacan: The Rational as Reasonable: A
Treatise on Legal Justification. Reidel, Dordrecht, 1987; Reason and Authority. A
Treatise on the Dynamic Paradigm of Legal Dogmatics. Darthmouth, Aldershot,
1997; Interpreting Statutes (eds. N. MacCormick & R.S. Summers, Darthmouth,
Aldershot, 1991), Interpreting Precedents (eds. N. MacCormick & R.S. Summers,
Ashgate, Aldershot, 1997). En español, existe el texto Lo racional como razonable,
del Centro de Estudios Constitucionales, Madrid, 1997, y «Las reglas en serio»,
en el texto La normatividad del derecho, de Editorial Gedisa, Barcelona, 1997.
140
Axioma: Proposición tan clara y evidente que se admite sin necesidad de demos-
tración. En matemática, cada uno de los principios fundamentales e indemostrables
sobre los que se construye una teoría (DRAE).

83
René David Navarro A.

deducir se parte de enunciados formalmente verdaderos (tautologías141)


y se llega, al cabo de la deducción, a enunciados también formalmente
verdaderos, en el modo natural de hacer inferencias deductivas se puede
partir –y eso es lo más frecuente– de enunciados con valor de verdad
indeterminado o incluso declaradamente falsos, y se llega a enunciados
que pueden ser verdaderos o falsos. Lo único que determina una regla
de inferencia es que si las premisas son verdaderas, entonces igual tiene
que serlo necesariamente la conclusión.
La argumentación jurídica forma hoy por hoy, una disciplina espe-
cial, y de notoria difusión entre los neoespecialistas. Empero, más allá
del adjetivo «jurídico» que demos a la voz argumentación, mal puede
entenderse esta (la argumentación jurídica), si primero no se estudia
–aunque fuere sumariamente– la argumentación a secas.
Como señala Christian Plantin,142 el estudio de la argumentación
puede relacionarse bien con la retórica o la ciencia. Después del Re-
nacimiento, la retórica no ha estado sistemáticamente basada en la
argumentación. Los lazos entre argumentación y ciencia aristotélica
se transformaron profundamente con la aparición de las ciencias ex-
perimentales, cuando la lógica de sentido común perdió todo contacto
con la posteriormente llamada lógica matemática, a finales del siglo
XIX. Tal vez –añade Plantin–, la argumentación ganó una especie de
autonomía, la que se manifiesta en los estudios contemporáneos143.
Plantin144 enseña que el estudio de la argumentación se concibe
como la presentación de (los por él llamados) grandes autores, citando
a Perelman145 en el ámbito francófono. Además, expone un breve pano-
rama de la argumentación desde 1945 hasta nuestros días, entregando
la siguiente taxonomía:

141
Tautología: Definición que no entrega información nueva por encontrarse esta
en su propio enunciado. Para el DRAE, tautología es la repetición de un mismo
pensamiento, expresado de distintas maneras.
142
Christian Plantin (1947), lingüista y estudioso francés. Es director de investigación
del Centre National pour la Recherche Scientifique (CNRS) y forma parte del grupo
de investigación de la Universidad de Lyon–II.
143
Plantin, Christian, La argumentación, Editorial Ariel, Barcelona, 2010, pp. 13 y ss.
144
Ibid., pp. 16 y ss.
145
Chaïm Perelman (1912–1984), filósofo del derecho belga de origen polaco,
iniciador de la llamada «nueva retórica», punto de partida de los teóricos sobre
argumentación en el siglo XX.

84
Bases para una sana crítica

a) Los refundadores de los años cincuenta;


b) Los años setenta: crítica de los paralogismos y lógica no formal; y
c) Tendencias recientes: las pragmáticas de la argumentación.

Curtius146, en 1948, volvió a impulsar la investigación sobre uno


de los conceptos fundamentales de la argumentación, el de lugar (tò-
poi) común, tanto en literatura como en ciencias sociales. A finales de
los años cincuenta, Perelman entrega su Tratado de la argumentación
(1958). El mismo año, es testigo de la obra de Toulmin147, The Uses
of Argument.
Con el libro Fallacies (1970), de Hamblin148, se inicia una nueva
época. En su obra, se expone la primera historia sistemática y crítica
de la noción de argumento falaz, desde Aristóteles hasta sus desarro-
llos recientes. Posteriormente, Blair y Johnson, en 1989, recogieron un
conjunto de textos a través de la idea (que Plantin llama idea-eslogan)
de lógica no formal, marcando una ruptura con una concepción del
análisis argumentativo exclusivamente unido a la lógica elemental.
Bajo la rúbrica de «pragmáticas de la argumentación», Plantin
agrupa las tendencias recientes en la materia, y expone que mientras la
lingüística estudia el sistema de la lengua, la pragmática es una disciplina
que estudia el uso de los enunciados, teniendo en cuenta su contexto.
En esta etapa, se explotan de manera particular la teoría de los actos de
habla de Austin, la obra de Searle, particularmente Actos de habla (al que
ya hicimos referencia precedentemente) y la Teoría de la conversación,
propuesta por Grice149, en 1975. Dentro de este grupo, incluye cinco
direcciones de investigación relacionadas con la pragmática.
La primera, denominada pragmadialéctica, que estudia la argu-
mentación como un tipo de diálogos fuertemente sujetos a normas y
reglas explícitas para el debate argumentativo racional150. La segunda,

146
Ernst Robert Curtius (1886–1956), filósofo y lingüista alemán.
147
Stephen Edelston Toulmin (1922–2009), filósofo inglés, uno de los continuadores
EF-VEXJH8JUUHFOTUFJO
148
Charles Leonard Hamblin (1922–1985), lógico y filósofo australiano.
149
Herbert Paul Grice (1913–1988), filósofo norteamericano de origen inglés.
150
F. H. van Eemeren y R. Grootendorts, 1992, Argumentation, communication and
fallacies, citado por Plantin, ob. cit., p. 20.

85
René David Navarro A.

de origen francés, corresponde a la llamada argumentación y análisis


de la conversación151. Una tercera, denominada pragmática lingüística
«insertada» en la lengua, que se remonta también a Francia de finales
de los años setenta y principios de los ochenta, redefiniendo la noción
misma de argumentación a partir del campo de la lingüística «de la
lengua», especialmente a partir de la obra de Anscombre y Ducrot.152
La cuarta, corresponde a una pragmática sociológica y filosofía de
la «acción comunicativa», atribuida al filósofo Jürgen Habermas,153
en 1981, obra que ha influido (e influye) considerablemente en la
investigación de la argumentación, en el sentido de una ética de la
argumentación154. Finalmente, aparece una lógica pragmática, inclu-
yendo aquí las investigaciones de los lógicos de la argumentación que
tratarían de construir lógicas naturales, prolongando la investigación
de las llamadas ciencias cognitivas155.
A nivel general en Chile, además del aporte del filósofo Andrés
Covarrubias Correa, en su Introducción a la retórica clásica: una teoría
de la argumentación práctica, a la que ya hemos hecho referencia156,
destaca el reciente texto vinculado a la materia157 de Rodrigo Valen-
zuela158. Valenzuela Cori, en un estilo no árido y ciertamente amiga-
ble, en base a tres dimensiones, entrega un valioso estudio (histórico,
filológico, técnico y ameno) para aquellos que nos iniciamos en el ars
de la argumentación, máxime si somos abogados.
Valenzuela explica que, para tratar de convencer y para lograr el
apoyo de terceros que son libres de aceptar o no las razones de quien

151
J. Moeschler, 1985, Argumentation et conversation, ibid. nota anterior.
152
Plantin, ob. cit., p. 21.
153
Jürgen Habermas (1929), filósofo, sociólogo y epistemólogo alemán. Uno de los
pensadores vivos más relevantes de la actualidad. Fuertemente influyente para la
filosofía del derecho occidental.
154
Habermas, Jürgen, Teoría de la acción comunicativa: complementos y estudios
previos, Editorial Cátedra, Madrid, 2001.
155
Vignaux, Georges, 1988, Le discours acteur du monde: J. B. Grize, 1990, Lógique
et langage, citado por Plantin, ob. cit., p. 21.
156
Covarrubias C., Andrés, Introducción a la retórica clásica. Una teoría de la
argumentación práctica, Ediciones Universidad Católica de Chile, Santiago, 2003.
157
Valenzuela C., Rodrigo, Retórica. Un ensayo sobre tres dimensiones de la ar-
gumentación, Editorial Jurídica de Chile, Santiago, 2009.
158
Rodrigo Valenzuela Cori, es abogado (Universidad de Chile), matemático (Uni-
versidad Católica), lógico y metodólogo (Universidad de California).

86
Bases para una sana crítica

argumenta, es menester distinguir tres ámbitos del discurso, a saber:


el técnico, el poético y el polémico159.
El discurso técnico es de aquellos que tienen su oficio, y mueve
a otros con su autoridad. Cuando el técnico habla, lo hace desde su
silla de autoridad. Aunque no constituye la última palabra, el discurso
técnico es instrumental, en el sentido de que toda técnica constituye
un artefacto, un utensilio inventado por el hombre, cuyo peligro (el
del discurso técnico) está en su doble juego: «cual linterna, muestra
poderosamente lo que ilumina, pero oculta lo que no enfoca».
El discurso poético no busca comprender un fundamento (científico
o técnico), sino que pretende revivir un compromiso, evocando memo-
rias colectivas, siendo su marco general no la lógica, sino la metáfora,
y sus fuentes no son los datos, sino la historia o el mito compartido en
una cultura respectiva. Tanto el discurso técnico como el poético serían
monológicos, y en este sentido, Valenzuela nos recuerda que al momento
de argumentar y discutir, es muy difícil «que estemos solos en la cancha».
El discurso polémico, que tiene sus orígenes en el ágora greco-
latino, se refiere a posturas discordantes acerca de qué hacer frente
a un problema, y surge desde las instituciones de debate y discusión.
En palabras de Valenzuela: «No importa las voces discrepantes que
sobrevivan después del combate. Es la cara unificadora del agón que,
si bien denota combate, también denota la disposición unificadora de
la asamblea que presencia el combate»160.
Plantin161, en términos muy didácticos, nos entrega las nociones
claves en la argumentación. Estas son las de argumento, conclusión y
ley de paso, los cuales tienen diferentes estatus de acción y diferentes
estatus lingüísticos y cognitivos.
El argumento tiene el estatus de una creencia (presentada como) com-
partida, de un dato fáctico (presentado como) incontestable. El destinatario
de la argumentación puede rechazar ese dato, pero debe justificar el recha-
zo. En argumentación, la palabra conclusión tiene un sentido específico,

159
Valenzuela, ob. cit., pp. 18 y ss.
160
El agón tiene dos caras fundamentales: una que reafirma el acuerdo comunitario y
la otra que reafirma las diferencias, siempre respetándose el resultado del proceso.
Esta cara de reunión para actuar colectivamente es la que explica la raíz común
de las palabras agón, ágape, ágora. Valenzuela, ob. cit., p. 25.
161
Plantin, ob. cit., pp. 41 y ss.

87
René David Navarro A.

cuya verificación empírica se presenta como muy probable. La ley de paso


tiene la función de transferir a la conclusión la aceptación que se le atri-
buye al argumento, aportando a la premisa su sentido argumentativo.162
Con todo, si a la argumentación nos queremos referir –y pese a que
Plantin lo ubica dentro de la primera etapa de la neoargumentación–,
la obra de Toulmin sigue siendo paradigmática163. Para acercarnos a
Toulmin (y su modelo argumentativo), seguiremos la exposición de la
pedagoga venezolana Luisa Rodríguez Bello164.
Toulmin considera que las argumentaciones cotidianas no siguen
el modelo riguroso del silogismo; para ello crea uno adecuado para
analizar cualquier tipo de argumentación en el marco de los discursos
sociales (conversación, prensa, entrevista, interacción docente-alumno,
médico-paciente, abogado-cliente, etcétera).
Un «argumento» es una estructura compleja de datos que involucra
un movimiento que parte de una evidencia y llega al establecimiento de
una aserción. El movimiento de la evidencia a la aserción es la mayor
prueba de que la línea argumental se ha realizado con efectividad. La
garantía permite la conexión. Los otros tres pasos del modelo son: el
respaldo, el cualificador modal y la reserva.
A partir de una evidencia (datos), se formula una aserción (propo-
sición). Una garantía conecta los datos con la aserción y ofrece su ci-
miento teórico, práctico o experimental: el respaldo. Los cualificadores
modales (ciertamente, sin duda) indican el modo en que se interpreta
la aserción como verdadera, contingente o probable. Finalmente, se
consideran sus posibles reservas u objeciones.

8.1. ASERCIÓN (PREMISA O TESIS). Aserción (claim), es la tesis que se


va a defender, el asunto a debatir, a demostrar o a sostener en forma
oral o escrita. Expresa la conclusión a la que se quiere arribar con la
argumentación, el punto de vista que la persona quiere mantener, la
proposición que se aspira que otro acepte. Indica la posición sobre

162
Ibid., ob. cit., p. 42.
163
Toulmin, Stephen, Los usos de la argumentación, Editorial Península, Barcelona, 2007.
164
Rodríguez B., Luisa, «El modelo argumentativo de Toulmin en la escritura de
artículos de investigación educativa», en Revista Digital Universitaria N° 21,
UNAM, México, 2004.

88
Bases para una sana crítica

determinado asunto o materia. Es el propósito que está detrás de toda


argumentación, su punto crucial o esencia. Representa la conclusión
que se invoca. Una aserción es una propuesta que el argumentador
quiere que sea aceptada, aun cuando exprese un juicio que desafía la
creencia u opinión ya instalada. Por ello, es imprescindible que siempre
esté acompañada de una buena razón (evidencia). Pueden considerarse
(sin agotar la enumeración) cinco clases de aserciones: las factuales, las
valorativas, las políticas, las de causa y las de definición.
Son aserciones factuales, aquellas que infieren acerca de hechos,
condiciones o relaciones pasadas, presentes y futuras. Son aserciones
valorativas, las que establecen el valor o mérito de una idea, objeto o
práctica, de acuerdo con estándares o criterios suministrados por el
argumentador. Los valores son actitudes positivas o negativas hacia
hechos, situaciones o maneras de actuar. Se basan en indicadores como
«bueno vs. malo», «moral vs. inmoral», «positivo vs. negativo». Las
aserciones políticas (también llamadas decisiones a tomar) informan
sobre lo que debería hacerse o no, sobre las decisiones a tomar para
resolver un problema. Las aserciones causales expresan el motivo por
el cual algo ha ocurrido o habrá de ocurrir, y sus efectos. Por último,
las aserciones definitorias tienen como propósito describir algo, res-
pondiendo a las preguntas tales como: ¿qué es?, ¿cómo es?
En general, una aserción debe ser controversial (expresa un punto
que es potencialmente discutible), clara (expresa con claridad y trans-
parencia lo que quiere decir y evita el uso de términos ambiguos),
balanceada (se verbaliza en términos objetivos, neutros, sin revelar
tendencias personales o prejuicios), y debiera ser además desafiante.

8.2. EVIDENCIA (GROUND, DATA) Una aserción sostiene el punto de


vista que un sujeto trata de defender sobre un tema específico. La razón
por la cual ella se mantiene está en la evidencia, constituida por los
datos o hechos de un caso. La evidencia aporta la razón (información)
en la que la aserción se basa. La evidencia está formada por hechos o
condiciones que son observables. Puede ser una creencia o una premi-
sa (conclusión) aceptada como verdadera dentro de una comunidad,
pero no una opinión. Es el argumento que se ofrece para soportar la

89
René David Navarro A.

aserción (premisa o tesis). Dicho en términos más simples, constituye


la «prueba». Existen evidencias estadísticas, de citas, de reportes, de
evidencias físicas, etcétera. Generalmente, constituye la mayor fuente
de credibilidad y deriva también del juicio de expertos, autoridades,
celebridades, amigos o de la propia persona. La evidencia es signifi-
cativa porque establece la base de toda la argumentación. Cualquier
fenómeno, anécdota, puede brindar la pauta. La evidencia puede pro-
venir asimismo de una persona, experta en una materia o diestra en
un oficio. A la hora de buscar más evidencias para ahondar sobre un
fenómeno, se exhorta a trabajar con fuentes primarias. Los números
y las estadísticas ofrecen datos que pueden convertirse en argumentos
férreos. Sin una evidencia, cualquier aserción (tesis) se invalida o refuta
con facilidad. Para el análisis de las fuentes (datos), podríamos plan-
tearnos las siguientes interrogantes: ¿está la información actualizada?
¿La fuente es imparcial? ¿El autor expresa un hecho o una opinión?
¿Cuáles son las credenciales del autor?

Aserción: Harry es un ciudadano británico (Harry is a British


subject); Evidencia: Harry nació en Bermuda (Harry was born
in Bermuda, en palabras del propio Toulmin). Otro ejemplo más
cercano sería: Aserción: José Rojas es chileno. Evidencia: su madre
nació en Chile.

8.3. GARANTÍA (WARRANT) Y si alguien preguntara: ¿y qué tiene


que ver que su madre haya nacido en Chile? ¿Por qué de esos datos
se extrae tal conclusión (aserción)? Porque existe una garantía que
autoriza el paso de los datos a la conclusión basada en un principio o
una ley que establece que los hijos de chilenos son chilenos (art. 10 N°
2 CPR). Como se observa, la aserción y la evidencia no son suficientes
para establecer una argumentación sólida. Faltan otros elementos que
indiquen cómo a partir de una evidencia se obtiene una aserción. Tal
elemento es la garantía, que permite evaluar si la aserción se basa en
la evidencia, siendo el puente del cual ambas dependen. La garantía
refiere a verificar que las bases de la argumentación sean las apropiadas.
Brinda la lógica para la transición de la evidencia a la aserción. Justi-

90
Bases para una sana crítica

fica la importancia de la evidencia. Por ser la garantía una categoría


de la argumentación que establece la relación entre la evidencia y la
aserción, expresa el momento en el que la audiencia puede disentir de
la conclusión a la cual se quiere arribar: la garantía establece cómo
los datos sirven de soporte legítimo a la aserción.
La diferencia entre evidencia y garantía (hechos y reglas) es solo
funcional. La aserción no se presenta derivada de una garantía, sino
de una evidencia (datos). La garantía no es una premisa implícita, sino
más bien actúa como un supuesto implícito que, en la forma de una
regla, sirve tanto a la presente argumentación como a otra para inferir
una aserción a partir de ciertos datos. Obliga a que el oyente reconozca
la razón para que una aserción derive de una evidencia. Su función es
de conexión entre la evidencia y la aserción. La conexión es mental,
implica una rápida reflexión. Hay garantías que son específicas para
un campo particular de conocimientos, conformadas por un conjunto
de leyes, principios, estatutos, fórmulas:

Evidencia: El niño tiene fiebre. Aserción: Tiene una infección.


Garantía: La fiebre es un indicio de infección.

Una garantía se expresa mediante una regla o ley que autorice el


paso de una evidencia a una aserción.

8.4. RESPALDO O APOYO (BACKING). La misma garantía también ne-


cesita de un respaldo o apoyo que puede ser un estudio científico, la
legislación, una estadística, o una creencia firmemente arraigada dentro
de una comunidad. El respaldo es similar a la evidencia en el sentido de
que se expresa por medio de estadísticas, testimonios o ejemplos. Sin
embargo, se distingue en que el respaldo apoya a la garantía, mientras
que la evidencia apoya a la aserción. El respaldo aporta más ejemplos,
hechos y datos que ayudan a probar la validez de la cuestión que se
defiende. El respaldo autoriza la garantía y brinda motivos para la
validez de un argumento. Asume la forma de una declaración cate-
górica de un hecho. Ayuda a que la audiencia comprenda las razones
esgrimidas en la garantía. Es importante porque da credibilidad al

91
René David Navarro A.

argumento. La estadística, los ejemplos y los testimonios sirven de


respaldo y generalmente aparecen combinados.

Aserción: La lectura de textos literarios incrementa la capacidad


argumentativa de los estudiantes. Data: (a) Los alumnos con
buenos hábitos de lectura participan más en discusiones; (b) Las
alumnas que leen poemas de amor siempre dan opiniones diferen-
tes. Garantía: La literatura enseña a pensar (creencia ampliamente
aceptada).165 Respaldo: Los trabajos de………. Investigador de la
Universidad (o Centro) de……….. afirman que la lectura de textos
literarios enseña a resolver problemas y obligan al lector a realizar
inferencias profundas que luego transfieren a sus escritos.

8.5. CUALIFICADOR MODAL (MODAL QUALIFIER). El cualificador modal


especifica el grado de certeza, la fuerza de la aserción, los términos y
las condiciones que la limitan. Es la concesión que se les hace a los
otros. Expresa el medio lingüístico mediante el cual la persona revela
el modo en el que debe interpretarse su enunciado. En efecto, la certeza
con la cual se sostienen los argumentos varía en grado y fuerza, de allí
que se hable de conclusiones probables, posibles o presumibles.
La función de un cualificador modal es establecer la probabilidad.
Los argumentos cotidianos no pueden ser conceptuados como correc-
tos o incorrectos, pues tal calificación depende del punto de vista que
asuma el oyente o lector. De aquí la importancia del cualificador modal
a través del cual se expresa la manera en que el hablante manifiesta la
probabilidad de su aserción a la audiencia.
En la vida diaria es necesario conocer los tipos de frases modales
propias de los diversos tipos de argumentación práctica. Ellos revelan
la fuerza de la tesis. Se expresan generalmente a través de adverbios que
modifican al verbo de la aserción que se discute o a través de adjetivos
que modifican a los sustantivos claves.
Algunos modificadores modales son: quizá, seguramente, típica-
mente, usualmente, algunos, pocos, algunas veces, la mayoría, proba-
blemente, tal vez. El modo del verbo es también un cualificador modal.

165
¿Máxima de la experiencia?

92
Bases para una sana crítica

La mayoría de los razonamientos prácticos se relacionan con la


probabilidad, pues casi siempre hay excepciones, incluso hasta en una
ley científica. Por el hecho de que la fuerza del razonamiento práctico
es relativa, el modificador representa la verbalización de tal fuerza y
establece la seguridad que tiene el autor de la generalidad de su aserción.
De allí que muchas sean introducidas por palabras como sin duda,
probablemente, que caen dentro de las categorías de adverbios y frases
adverbiales con la función de calificar la aserción. En consecuencia, la
aserción no es categórica.

8.6. RESERVA (REBUTTAL). Al argumentar, idealmente el argumenta-


dor debe anticiparse a objeciones que la audiencia le pueda formular.
Debe prever las debilidades y transformarlas en asunto de su propuesta,
con lo cual crecerían significativamente las posibilidades de desarrollo
argumental de la causa (aserción) que se trata de instaurar.
La reserva o refutación es la excepción de la aserción (conclusión)
presentada. En el modelo de Toulmin que se ha expuesto, los argumentos
no se consideran universalmente verdaderos, por ello estos elementos son
claves. Demuestran cómo una aserción puede ser fortalecida por medio
de sus limitaciones. Por existir argumentos que pueden bloquear el paso
de la evidencia a la aserción, se recomienda pensar en argumentos que
puedan contradecir la tesis o punto que se defiende166.
El respaldo contiene el soporte de la garantía que, cuando se basa
en una ley o una teoría, puede contener en sí misma la reserva o la
excepción a la norma. Con ello, se planifica el nivel de aceptabilidad
de la propuesta.
Expresiones como a menos que, a excepción de fluyen por la mente
del lector/oyente cuando se acostumbra a una lectura crítica, pues la

166
Una de las virtudes del aporte de Popper fue justamente relevar el papel en la ciencia
del falsacionismo o refutacionismo, como conditio sine qua non del conocimiento
científico. A Popper le preocupan intensamente los límites del conocimiento y sus
demarcaciones, y en ese plano, nos dice: «El conocimiento, especialmente el conoci-
miento científico, progresa a través de anticipaciones injustificadas (e injustificables)
de presunciones, de soluciones tentativas para nuestros problemas, en suma, de
conjeturas. La crítica de nuestras conjeturas es de importancia decisiva: al poner
de manifiesto nuestros errores, nos hace comprender las dificultades del problema
que estamos tratando de resolver». Popper, Karl, Conjeturas y refutaciones. El
desarrollo del conocimiento científico, Editorial Paidós, Buenos Aires, 1994.

93
René David Navarro A.

argumentación se caracteriza por la discusión de posibles objeciones y


por el encuentro de argumentos contrarios a la aserción que se instaura.

§ 9. La lógica de las reglas jurídicas y los principios jurídicos


En términos básicos, las reglas jurídicas obedecen a una lógica
binaria de cumplimiento (se cumple/no se cumple); en cambio, los
principios admiten un cumplimiento escalonado o gradual (mayor o
menor grado de aplicación, y por ende, cumplimiento) e informan el
actuar de los operadores jurídicos167.
La distinción anterior (entre reglas y principios) es relevante. En
efecto, en todas las ramas del derecho se analizan principios y reglas
presentes en la legislación en general.
Alexy diferencia entre reglas y principios. Ambos son normas,
pero las primeras son normas que solo pueden ser cumplidas o no, a
diferencia de los principios, que son mandatos de optimización, caracte-
rizados por el hecho de que pueden ser cumplidos en distinto grado168.
Ahora bien, la temática de los principios generales del derecho169
es tal vez una de aquellas materias de mayor desarrollo tanto a nivel
doctrinal como jurisprudencial. Se conocen también estos como prin-
cipios a secas, principios jurídicos, espíritu general de la legislación,
principios de equidad, etcétera.
Durante algún tiempo se creó una suerte de confusión entre los
principios generales del derecho, con los adagios, brocardos o aforis-
mos jurídicos. Sin embargo, esta confusión es más bien aparente. Los
aforismos jurídicos, más que principios, tienen carácter propedéutico y

167
Sobrevilla, David, «El modelo jurídico de reglas, principios y procedimientos de
Robert Alexy», Isonomía. Revista de Teoría y Filosofía del Derecho, N° 4 (abril
de 1996), pp. 98–113.
168
Alexy, Robert, Teoría de los derechos fundamentales, Centro de Estudios Cons-
titucionales, Madrid, 2001, pp. 82 y ss.
169
Véase como bibliografía complementaria: Alcalde R., Enrique, Los principios
generales del derecho, Ediciones Universidad Católica de Chile, Santiago, 2003;
Carbonell, Flavia; Coloma, Rodrigo; Letelier, Raúl (coords.), Principios
jurídicos. Análisis y crítica, varios autores, Ediciones Universidad Alberto Hurtado,
LexisNexis/Abeledo Perrot, Santiago, 2011.

94
Bases para una sana crítica

mnemotécnico, en el sentido de que se fueron asentando con los siglos,


con fines de enseñanza170.
Los principios generales del derecho no tienen que ver necesaria-
mente con los aforismos.
Una de las características principales de los principios generales
del derecho sería cumplir una función auxiliadora en el trabajo co-
tidiano de los operadores jurídicos: abogados, jueces, organismos y
funcionarios públicos, policías, etcétera; también cumplen una función
integradora del derecho, vale decir, sin perjuicio que en la mayoría de
los ordenamientos jurídicos existe abundante legislación sobre distintas
materias, siempre cabe la posibilidad de enfrentarnos a los llamados
vacíos o lagunas legales, cumpliendo frente a estas un rol integrador
del derecho171.
Prima face, los principios jurídicos están presentes en la totalidad
de la actividad jurídica172: al legislar, al juzgar, al interpretar, han de
ejercerse estas actividades tomándolos en consideración. Con lo ante-
rior, debemos destacar desde ya, que esta temática es particularmente
compleja, máxime en cuanto a su fundamentación u origen.
Se ha señalado que en nuestro ordenamiento jurídico, los princi-
pios generales del derecho cumplen –a lo menos– dos tareas, a saber:
i) Una primera función de carácter hermenéutico o interpretativo, la
cual se encuentra en el artículo 24 del Código Civil, y que es conocida
como la regla de interpretación sistemática de la ley:

Art. 24: «En los casos a que no pudieren aplicarse las reglas de
interpretación precedentes, se interpretarán los pasajes obscuros

170
Los aforismos jurídicos se estudian como reglas prácticas de interpretación
(y también de integración). Destacan los siguientes: i) Argumento de analogía:
«Donde existe la misma razón, debe existir la misma disposición»; ii) Argumento
de contradicción: A contrario sensu o en sentido contrario; iii) Argumento a for-
tiori: «Quien puede lo más, puede lo menos»; «al que está prohibido lo menos,
no puede lo más»; iv). Argumento de no distinción: «Donde el legislador no ha
distinguido, no corresponde al intérprete hacerlo»; entre otros.
171
Por tal razón, no existirían las lagunas del derecho, solo las lagunas legales, toda
vez que es el propio sistema jurídico el que provee de las herramientas para colmar
tales lagunas legales.
172
Son (ha dicho un autor) como el alcohol en el vino.

95
René David Navarro A.

o contradictorios del modo que más conforme parezca al espíritu


general de la legislación y a la equidad natural».

ii) La segunda función (integradora) la encontramos consagrada


en el artículo 170 Nº 5 del Código de Procedimiento Civil, norma que
se vincula la regla de inexcusabilidad de los jueces, consagrada en los
artículos 76, inciso segundo, de la Constitución Política de la República,
y 10, inciso segundo, del Código Orgánico de Tribunales. Esta función es
claramente de carácter supletoria, vale decir, el juez debe colmar las lagu-
nas o vacíos legales, recurriendo a los principios generales del derecho:

Art. 170 Nº 5 CPC: «Las sentencias definitivas de primera o de


única instancia y las de segunda que modifiquen o revoquen en su
parte dispositiva las de otros tribunales, contendrán:
5.º La enunciación de las leyes, y en su defecto de los principios de
equidad, con arreglo a los cuales se pronuncia el fallo».
Art. 76, inc. 2º, CPR: «Reclamada su intervención en forma legal
y en negocios de su competencia, no podrán excusarse de ejercer
su autoridad, ni aun por falta de ley que resuelva la contienda o
asunto sometidos a su decisión».

§ 10. La lógica y el sistema de interpretación jurídica


en Chile173

10. 1. Generalidades174
¿Qué es más relevante: lo que se dice o lo que se quiere decir?
¿Lo dicho o lo entendido?
¿La intención del autor, del lector o de la obra misma?

173
Navarro A., René, Derecho civil patrimonial, Tomo I, Ediciones Jurídicas de
Chile, Santiago, 2011.
174
Véase como bibliografía complementaria en la presente materia (en términos
jurídico–tradicionales): Quintana B., Fernando, Interpretación y argumentación
jurídica, Editorial Jurídica de Chile, Santiago, 2006; Universidad de Chile–Univer-
sidad Adolfo Ibáñez, Interpretación, integración y razonamiento jurídicos, Edito-
rial Jurídica de Chile, Santiago, 1992; Ducci C., Carlos, Interpretación jurídica,
Editorial Jurídica de Chile, Santiago, 1997.

96
Bases para una sana crítica

Únicamente para efectos pedagógicos, utilizaremos las voces in-


terpretación, hermenéutica y exégesis como sinónimas. Sin embargo,
el profesor Fernando Quintana señala:

Aunque en el uso corriente los términos hermenéutica, exégesis e


interpretación se emplean indistintamente para nombrar las opera-
ciones intelectuales tendientes a aprehender un sentido en cosas que
lo posean, cada uno de ellos significa algo diferente […] hermenéutica
deriva del griego hermeneia y significa en general interpretación. Esta
última, a su vez, deriva de la palabra latina interpretatio, que es la
traducción al latín de aquélla. Por su parte exégesis también deriva
del griego exegesis, con el significado general de interpretación […];
en Cratilio, 408a trata Platón de caracterizar al dios Hermes […]; en
este texto se le asocia primeramente el ser un hermeneuta, o intérprete,
y un mensajero «lo que caracteriza a la versión latina de Hermes, que
es Mercurio». […] Hermenéutica y exégesis representan dos formas
de tratar la interpretación. La primera aborda la teoría, los principios;
la segunda se vuelca hacia la actividad misma de interpretación […];
la hermenéutica en rigor es distinta de la exégesis. Esta última está
dedicada a las actividades mismas de interpretación y, por lo mismo,
cómo se pueden justificar las reglas de interpretación.

En resumen, técnicamente la voz hermenéutica refiere a una teoría


de la interpretación. La voz exégesis refiere a las reglas de interpreta-
ción basadas necesariamente en una teoría de la interpretación, sobre
las nociones generales de la evolución intelectual de los problemas de
la interpretación175.
«Interpretamos, luego existimos»176. Esta es la paráfrasis de Des-
DBSUFTRVFSFBMJ[B8PMGHBOH*TFS m
QBSBEBSDVFOUBEFTV
relevancia. Este autor alemán expresa que durante largo tiempo la
interpretación se consideró una de esas actividades que no parecen
requerir un análisis de sus propios procedimientos; existiendo una
suposición tácita de que se daba de manera natural, en especial porque
(señala el autor) los seres humanos vivimos en una constante inter-
pretación, emitiendo todo el tiempo un montón de signos y señales en

175
Quintana, ob. cit., pp. 9–107.
176
Iser 8PMGHBOH Rutas de la interpretación, Fondo de Cultura Económica, México,
2005, pp. 21 y ss.

97
René David Navarro A.

respuesta a un bombardeo de señales y signos que recibimos de nuestro


entorno177. Toda interpretación transformaría algo en otra cosa, pero
al mismo tiempo implica también una actividad de traducción de algo
desconocido a un «algo» nuevo que tratamos de inteligir, gracias a la
interpretación (traducción)178.
Friedrich D. E. Schleiermacher (1768–1834), para muchos es el
precursor de la hermenéutica contemporánea. Heredero de la tradición
del protestantismo, es considerado uno de los teólogos y pensadores
alemanes más relevantes del siglo XIX. En lugar de evocar una au-
toridad, enfocó su interés en estudiar la «brecha» entre el texto y su
receptor179. Consideremos desde ya, que el interés por el «receptor»
no ha sido necesariamente el interés de nuestros autores jurídicos más
connotados180.
Antes de entrar en materia, preciso es señalar que no solo la ley se
interpreta, sino que cabe la labor interpretativa para cualquier norma
jurídica, máxime las escritas. En este entendido, el Código Civil no
solo entrega reglas o normas acerca de la interpretación judicial de la
ley, sino que también entrega normas o reglas de interpretación de los
contratos (arts. 1560181 a 1566), y también de interpretación del tes-
tamento (art. 1069182). En seguida (ya en otras materias del derecho),

177
Ibid.
178
Sin agotar su origen histórico (lo que daría para un libro completo), la actividad
interpretativa –como se ha llegado a entender en Occidente– surgió de la exégesis
de la Torá en la tradición judía, producto de la canonización de aquellos textos
sagrados; entendiendo el término canonización como un proceso de «elección» de
documentos escritos que se convertirán en «objeto de interpretación», proscrib-
iéndose posteriormente la lectura (e interpretación) de «otros textos». Iser, ob.
cit., pp. 43 y ss.
179
Iser, ob. cit., pp. 93 y ss.
180
Véase como complemento en este punto (sin que esta sugerencia sea taxativa):
Ricoeur, Paul, El conflicto de las interpretaciones, Fondo de Cultura Económica,
Argentina, 2003; Davidson, Donald, De la verdad y de la interpretación, Editorial
Gedisa, Barcelona, 2001; Vattimo, Gianni, Más allá de la interpretación, Paidos,
Madrid, 1995; Eco, Umberto, Los límites de la interpretación, Lumen, Barcelona,
1992; Marmor, Andrei, Interpretación y teoría del derecho, Editorial Gedisa,
Barcelona, 2001.
181
Art. 1560: «Conocida claramente la intención de los contratantes, debe estarse a
ella más que a lo literal de las palabras».
182
Art. 1069: «Sobre las reglas dadas en este título acerca de la inteligencia y efecto
de las disposiciones testamentarias, prevalecerá la voluntad del testador claramente
manifestada, con tal de que no se oponga a los requisitos o prohibiciones legales

98
Bases para una sana crítica

también se interpretan los actos administrativos y las resoluciones


judiciales. En general, entonces, todas las normas jurídicas se interpre-
tan, no solo la ley. Cabe aquí no confundir la labor «interpretativa»,
con la función «integradora». En términos simples, en la primera,
«hay» norma a interpretar; en la segunda, carecemos de «normas», y
por ello recurrimos a herramientas para «colmar los vacíos o lagunas».
La importancia del estudio de la interpretación de las normas
jurídicas radica en que si ella no se maneja, lastimosamente tendríamos que
concluir que no se sabe derecho. Por otra parte, debemos dejar sentado que
la labor interpretativa es de carácter ineludible; por más que se trate de crear
normas que no admitan doble interpretación, necesariamente debemos recu-
rrir a reglas (aunque sean mínimas) de interpretación.183 Creemos que todas
las normas se pueden y deben interpretar, no solo las oscuras o dudosas.
Con todo, la labor interpretativa generará creación del derecho,
derecho aplicable al caso concreto, ya no el derecho de la norma ge-
neral y abstracta (Ley), sino que en el conflicto real. Son los jueces los
llamados asimismo a crear el derecho en sus resoluciones judiciales, con
una sentencia de paz, que ponga fin a las controversias intersubjetivas
promovidas bajo su ministerio y autoridad.
La interpretación jurídica consiste en desentrañar el real sentido y
alcance de la norma, unido a la labor de aplicación de la norma inter-
pretada al caso concreto, en armonía con el ordenamiento jurídico de
la norma interpretada, principalmente con la Constitución. Luego la
«lógica» que sigue la interpretación de las «normas», nada tiene que
ver con la «lógica» utilizada como herramienta de «apreciación» de
los «hechos», como medio de confirmación.

(inciso 1º). Para conocer la voluntad del testador se estará más a la substancia de
las disposiciones que a las palabras de que se haya servido (inc. final)». Pareciera
que en las reglas de interpretación de los contratos y de los testamentos, es más
importante lo que se quiere decir, que lo que se dijo. Versus, las reglas de interpre-
tación judicial de la ley en donde sería más relevante lo que dijo el legislador, más
que lo que quiso decir.
183
No debemos confundir la labor interpretativa con el hecho de forzar el texto de
la ley al antojo o capricho del intérprete.

99
René David Navarro A.

10.2. Nociones básicas sobre clasificaciones de la inter-


pretación jurídica en general
Se conocen diversos tipos de interpretación de las normas jurídi-
cas, y también de la ley (la cual constituye nuestro estudio particular),
dependiendo del criterio bajo el cual se las clasifique.
Si el ordenamiento jurídico entrega reglas o normas al sujeto
llamado a interpretarla (intérprete), esta se clasifica en interpretación
reglada e interpretación no reglada. Los sistemas jurídicos que no
contemplan reglas de interpretación, son conocidos como sistemas
libres de interpretación.
En relación al tipo de norma a interpretar, la interpretación se
clasifica en: interpretación de la ley, interpretación del contrato, in-
terpretación del testamento, interpretación del acto administrativo e
interpretación de las resoluciones judiciales.
Si la interpretación la realiza el propio autor de la norma o el ór-
gano que la creó, la interpretación se denomina auténtica. Así, pues,
existirá una interpretación auténtica de la Constitución, que la hará
el constituyente; interpretación auténtica de la ley, que la realizará el
propio legislador; interpretación auténtica del acto administrativo,
que la efectúa el órgano que lo creó; interpretación auténtica del con-
trato184, que la realizan las partes (art. 1.564, inc. 3º); y también, una
interpretación auténtica de las resoluciones judiciales, que realizan los
jueces, de oficio o a petición de parte185.
En relación a quién efectúa la labor hermenéutica o interpretativa
de la ley, esta se clasifica en: interpretación privada o doctrinal de la
ley, que es realizada por los particulares, especialmente los entendidos
en materias de las ciencias jurídicas, esto es, abogados, profesores de
derecho, especialistas (maestros), magísteres y doctores en derecho;
e interpretación por vía de autoridad. Esta última se subclasifica en:
interpretación judicial de la ley, que es realizada por el juez, en cada
caso concreto, y que en nuestro ordenamiento jurídico se trata de una
interpretación reglada (arts. 19 al 24); e interpretación legal de la ley,
aquella que realiza el propio legislador, a través de una ley interpre-

184
Principio de la aplicación práctica del contrato.
185
El artículo 182 del Código de Procedimiento Civil contempla el recurso de
aclaración, rectificación y enmienda.

100
Bases para una sana crítica

tativa, y que por esta razón se llama también interpretación auténtica


de la ley.

10.3. Interpretación judicial de la ley

A) Generalidades
Nuestro ordenamiento jurídico contempla el sistema reglado de
interpretación judicial de la ley. La interpretación judicial es aquella
que hacen los tribunales de justicia (el juez), al momento de resolver
un conflicto de relevancia jurídica entre partes. En Chile, el alcance de
esta interpretación solo obliga a las partes en conflicto y al juez que
dictó la sentencia, vale decir, tiene efectos relativos.
Este tipo de interpretación es de autoridad y su fuerza vendrá dada
en la sentencia definitiva, la que tiene el efecto de cosa juzgada, institu-
ción que es tributaria del principio de la certeza o seguridad jurídica186.
Decimos que la interpretación judicial de la ley es una interpreta-
ción de tipo reglada, toda vez que el propio legislador es quien entrega
normas (por lo demás obligatorias) para el juez, en los artículos 19 al
24 del Código Civil.
Estas disposiciones consagran cuatro elementos de interpretación,
que son a saber: el gramatical, el histórico, el lógico y el sistemático.
Como señala Ducci187, algunos autores y sentencias han estimado que
en ellos existe una relación de prioridad, en el orden que el Código los
trata, que debe usarse siempre en primer término el elemento gramatical
y los demás sucesivamente, uno a uno, en subsidio de los anteriores.
La afirmación anterior no deja de tener coherencia si tomamos en
consideración que el sistema de interpretación judicial de la ley que
entrega el Código, en el inciso primero del artículo 19188, es diametral-
mente opuesto al sistema de interpretación de los contratos (y también
del testamento)189, siendo el primero más objetivo, en contraposición
al segundo que sería de carácter principalmente subjetivo, no dándole

186
Principio que se ha entendido como el único verdaderamente jurídico.
187
Ducci C., Carlos Interpretación..., ob. cit., p. 92.
188
«Cuando el sentido de la ley es claro, no se desatenderá su tenor literal, a pretexto
de consultar su espíritu».
189
Artículos 1560 y ss., y 1069.

101
René David Navarro A.

tanta relevancia en estos últimos al tenor literal. Pues bien, no es la


misma exigencia que el ordenamiento jurídico hace al legislador mismo,
que a los contratantes, en relación al uso del lenguaje; se supone que
el legislador ha escogido con prolijo detalle las palabras con las cuales
se ha servido para dar contenido a una ley, no así los particulares al
contratar o al testar.
No obstante, y siguiendo las tendencias contemporáneas, una labor
interpretativa completa, rigurosa, teleológica y sistémica ha de cumplir
estándares superiores que incluyan todos los elementos hermenéuticos,
no la exclusión de ellos, sobre todo al interpretar el juez las normas
legales, debiendo tomar en consideración siempre, el ordenamiento
jurídico en su conjunto, sus principios generales, y particularmente la
norma fundante: la Constitución; atendido al hecho de que la potestad
jurisdiccional, y su manifestación concreta «la sentencia definitiva», es
ejercicio de la soberanía, la que tiene como límite el respeto a los dere-
chos esenciales que emanan de la naturaleza humana (DD HH), siendo
además deber de los órganos del Estado (incluido el Poder Judicial)
respetar y promover tales derechos, garantizados por la Constitución,
así como por los tratados internacionales ratificados por Chile y que
se encuentren vigentes (art. 5º, inc. 2º, CPR).
A continuación, seguiremos el esquema de Savigny, que la dogmá-
tica civil chilena, atribuye al Código Civil.

B) Elemento gramatical
El artículo 19, en su inciso primero, señala: «Cuando el sentido de
la ley es claro, no se desatenderá su tenor literal, a pretexto de consultar
su espíritu». Con esta afirmación, quedaría clara la idea de que como
el legislador se ha servido de palabras, el sentido de la misma ley ha
de estar manifestado en su propio texto, texto que en teoría ha sido
elaborado con minucioso detalle y rigor por nuestros legisladores190.

190
Como toda obra humana, la labor del legislador al crear la ley no es perfecta. Hi-
potéticamente sí lo sería, pero en la práctica lastimosamente ello no ocurre. Ya el
propio Bello dijo en el Mensaje del Código Civil, que obras perfectas no salen de
las manos del hombre. Como ejemplo de errores en las palabras de la ley, podemos
citar el artículo 48 letra d), de la Nueva Ley de Matrimonio Civil. El legislador allí
dispone que, cuando la causal de nulidad invocada sea la existencia de un vínculo
matrimonial no disuelto, la acción podrá intentarse «dentro del año siguiente al

102
Bases para una sana crítica

Ahora bien, ¿cuál es el sentido en que deben tomarse las palabras


de la ley?: es allí donde cobran valor las reglas contenidas dentro del
elemento gramatical. Estas reglas son tres, siendo la primera la regla
general, y las segundas, sus excepciones.

a) Sentido natural y obvio de las palabras de la ley


La primera parte del artículo 20 entrega la regla general: «Las
palabras de la ley se entenderán en su sentido natural y obvio, según el
uso general de las mismas palabras». Durante algún tiempo, se sostuvo
por nuestros autores y también por nuestros tribunales superiores191,
que el sentido natural y obvio es el que da a las palabras el Diccionario
de la Real Academia Española de la Lengua (DRAE).
Sin restar mérito a tan prestigioso y útil diccionario, lo cierto es que no
solo allí podemos rescatar el sentido (por lo demás natural y obvio) de las
palabras: es útil cualquier diccionario de relativo prestigio; y también, las
usadas en un medio o círculo especial, dependiendo de las circunstancias.192
Posteriormente, nuestros tribunales193 han señalado que no es obligatorio
el uso de este diccionario, sino que también está permitido recurrir al sig-
nificado que en las circunstancias sociales en que se dictó la ley tienen las
palabras, porque el sentido natural es el que se le atribuye en el medio que
se la emplea194.

b) Palabras definidas por la ley


Establecida la regla general (sentido natural y obvio), la primera
excepción a esta, la constituyen las palabras definidas por la propia ley:

fallecimiento de uno de los cónyuges». Creemos que esta redacción constituye un


profundo desacierto del legislador. En efecto, la lectura de dicha norma nos hace
concluir, de un modo absurdo, que para poder intentar la acción de nulidad por
vínculo matrimonial no disuelto, es menester esperar que uno de los cónyuges fallezca,
puesto que solo puede intentarse «dentro del año siguiente al fallecimiento de uno
de los cónyuges». Una redacción menos confusa, habría sido la siguiente: «cuando
la causal invocada sea la existencia de un vínculo matrimonial no disuelto, la acción
podrá intentarse hasta el año siguiente al fallecimiento de uno de los cónyuges».
191
R.D.J., tomo XXVI, 2ª Parte, Secc. 1ª, p. 101.
192
Alessandri, Somarriva, Vodanovic, Derecho civil. Parte general, Tomo II,
Editorial Ediar Conosur Ltda., Santiago, 1991, p. 174.
193
R.D.J., tomo 66, Secc. 1ª, p. 29.
194
Ducci C., Carlos Interpretación..., ob. cit., p. 117.

103
René David Navarro A.

Art. 20: «Las palabras de la ley se entenderán en su sentido natural


y obvio, según el uso general de las mismas palabras; pero cuando
el legislador las haya definido expresamente para ciertas materias,
se les dará en éstas su significado legal».

El Código Civil y la legislación en general están llenos de definicio-


nes. Ya dijimos que en el título preliminar, el artículo 1º parte justamente
definiendo ley, y entregando además en el § 5º, artículos 25 a 51, un
glosario de definiciones. El párrafo 5º tiene como epígrafe: «Definición
de varias palabras de uso frecuente en las leyes». Las definiciones legales
son criticables muchas veces, pero no podemos perder de vista que son
obligatorias, al estar contenidas en el propio texto legal.

c) Palabras técnicas de alguna ciencia o arte


Cuando el legislador ha utilizado palabras técnicas, propias de
alguna ciencia o arte, son aquellos expertos195 o especialistas196 que
profesan dicha ciencia o arte, los llamados a darles sentido y significado,
a menos que claramente el legislador les haya dado una acepción o sen-
tido diverso. Corresponderá al intérprete (juez) determinar si la palabra
se ha utilizado en su sentido técnico o vulgar, y, en el primer caso, cuál
es ese significado técnico197, pudiendo apoyarse con la prueba pericial.

Art. 21: «Las palabras técnicas de toda ciencia o arte se tomarán


en el sentido que les den los que profesan la misma ciencia o arte;
a menos que aparezca claramente que se han tomado en sentido
diverso».

C) Elemento histórico (historia fidedigna de la ley)


Señala el inciso 2º del artículo 19: «Pero bien se puede, para interpre-
tar una expresión obscura de la ley, recurrir a su intención o espíritu, cla-
ramente manifestados en [...] la historia fidedigna de su establecimiento».

195
Experto, es aquel que tiene trayectoria práctica en alguna actividad científica o
técnica.
196
Especialistas, son aquellos que pueden acreditar, a través de estudios de postgrado
(postítulos, magísteres, doctorados), conocimientos determinados o capacidad
investigativa en alguna ciencia o arte.
197
Ducci C., Carlos, Interpretación..., ob. cit., p. 119.

104
Bases para una sana crítica

¿Cuál es la historia fidedigna del establecimiento de la ley? El


proceso de formación de la ley (reglado en la Constitución) no es una
actividad automática, y en ella intervienen diversas etapas y actores.
Nuestro sistema de creación de la ley es de colegisladores. En este, in-
tervienen el Presidente de la República y ambas cámaras del Congreso
Nacional (Cámara de Diputados y Senado). Pues bien, la historia fide-
digna del establecimiento de la ley puede encontrarse en el Proyecto de
Ley198, en la discusión parlamentaria de ambas Cámaras, plasmadas en
las actas de las sesiones respectivas, y en las actas de las comisiones;
también eventualmente en el veto del Presidente de la República, y en
su caso, en la sentencia del Tribunal Constitucional, cuando este último
interviene en la formación de la respectiva ley.

D) El llamado elemento lógico


El elemento lógico de interpretación igual se ha considerado que
está señalado en el inciso segundo del artículo 19, y además en el inciso
1º del artículo 22:

Art. 19, inc. 2º: «Pero bien se puede, para interpretar una expresión
obscura de la ley, recurrir a su intención o espíritu, claramente
manifestados en ella misma».
Art. 22, inc. 1º: «El contexto de la ley servirá para ilustrar el sentido
de cada una de sus partes, de manera que haya entre todas ellas la
debida correspondencia y armonía».

Utilizando el elemento lógico, el intérprete busca la coherencia y


armonía de la norma dentro de ella misma, dentro de su propio arti-
culado, esto es, estructurándola de tal manera que sus pasajes no sean
contradictorios unos con otros, de modo de establecer su debida co-
rrespondencia y armonía lógica. El sentido de la ley no puede buscarse
aislando una disposición de otra, ni un inciso de un mismo artículo

198
Cuando el proyecto lo remite al Congreso Nacional el Presidente de la República,
se denomina Mensaje Presidencial; en cambio, cuando es obra de algún parlamen-
tario, o grupo de estos, se denomina Moción Parlamentaria. En nuestro sistema de
gobierno, que es de corte presidencialista, el Presidente goza de iniciativa exclusiva
de ley en las materias que determina el artículo 65 de la CPR.

105
René David Navarro A.

de otros, ni –mucho menos– tratándose de una sola regla, separando


una frase de otras199.
Por otra parte, el artículo 23 establece: «Lo favorable u odioso de
una disposición no se tomará en cuenta para ampliar o restringir su
interpretación. La extensión que deba darse a toda ley, se determinará
por su genuino sentido y según las reglas de interpretación precedentes».
Este artículo tendría un fundamento histórico200, en el sentido de que
antiguamente lo odioso se restringía, y lo favorable se ampliaba. Como
esta máxima de antaño se prestó para abusos, Bello la habría abolido
expresamente.

E) Elemento sistemático
El elemento sistemático tradicionalmente se considera similar al
anterior, atendido el hecho de que en este también ha de buscarse la
debida correspondencia y armonía de la norma, pero ahora con todo
el ordenamiento jurídico y sus principios, y no solo con los pasajes de
la misma ley. Dentro de este elemento encontramos:
a) La interpretación analógica
El inciso segundo del artículo 22, consagra el sistema de interpreta-
ción analógica. No se trata aquí de la analogía como método de integra-
ción de la ley, sino que como herramienta de interpretación de esta201.

Art. 22, inc. 2º: «Los pasajes obscuros de una ley pueden ser ilus-
trados por medio de otras leyes, particularmente si versan sobre
el mismo asunto».

En términos simples, la analogía es el razonamiento basado en


la existencia de atributos semejantes en seres o cosas diferentes; en el
caso de la interpretación analógica, diremos que es aquel método de
interpretación de una norma, a través de las razones dadas a propósito
de instituciones similares en normas sobre la misma materia y de la

199
R.D.J., tomo 61, Secc. 2ª, p. 24.
200
Alessandri, Somarriva, Vodanovic, ob. cit., p. 179.
201
Una de las diferencias fundamentales entre la interpretación y la integración radica
que en la primera operación tenemos una ley llamada a interpretarla; en cambio,
en la segunda, estamos frente a un vacío o laguna de la ley, mas no del derecho.

106
Bases para una sana crítica

misma jerarquía (donde existe la misma razón, debe existir la misma


disposición [interpretación]).
b) El espíritu general de la legislación y la equidad natural
Ya analizamos, a propósito de los principios generales del derecho,
que estos y la equidad natural tienen como una de sus funciones servir
de herramienta hermenéutica202.

Art. 24: «En los casos a que no pudieren aplicarse las reglas de
interpretación precedentes, se interpretarán los pasajes obscuros
o contradictorios del modo que más conforme parezca al espíritu
general de la legislación y a la equidad natural».

Como ya nos referimos a los principios generales, diremos bre-


vemente respecto de la equidad, que también cumple las funciones
integradoras del derecho, de morigeración del justo legal abstracto,203
y como regla de interpretación (no es una regla de apreciación de la
prueba, como la sana crítica),204 fundada en una solución razonada y
voluntaria del propio juzgador, proscrita de sí misma la arbitrariedad.

10.4. Interpretación privada o doctrinal


La interpretación privada o doctrinal se manifiesta en el trabajo
de los autores del derecho y quienes cultivan esta disciplina, en sus

202
También cumplen una función integradora del derecho, y una premisa insoslayable
en el actuar de los operadores jurídicos.
203
Summum ius, summum iniuria, el derecho en extremo es agravio. «Lo bueno
moderado, aunque es justo, no es lo justo legal, sino reformación de él. La causa
es que la ley, cualquiera que sea, habla generalmente, y de las cosas particulares
no se puede hablar ni tratar perfectamente en general […] no se pueden reglar
por ley todas las cosas, porque es imposible hacer ley de cada cosa», E 1138ª,
Aristóteles, Ética a Nicómaco I, Ediciones Folio, Barcelona, 1999, p. 177.
204
Hay autores nacionales que dan a la sana crítica una función que no le es propia. Al
parecer, creen que se trata de un modelo de «orientación interpretativa para el juez».
Se ha señalado en referencia al artículo 453 N° 1 del Código del Trabajo [«Cuando el
demandado no contestare la demanda, o de hacerlo no negare en ella algunos de los
hechos contenidos en la demanda, el juez, en la sentencia definitiva, podrá estimarlos
como tácitamente admitidos».] que: «se trata de una facultad para el juez, que siempre
deberá ejercer de conformidad a las reglas de la sana crítica» (sic). Vide: 8éôüíú%ġéĂ,
Rodolfo, Lanata Fuenzalida, Gabriela, Régimen legal del nuevo proceso laboral
chileno, 4ta ed., LegalPublishing, Santiago, 2008, supra p. 192.

107
René David Navarro A.

tratados, estudios, investigaciones, y en la cátedra. La doctrina presta


un servicio innegable al desarrollo y evolución del derecho, orienta e
inspira a jueces y legisladores. Pero la interpretación privada carece de
fuerza obligatoria; solo posee valor moral, cuya intensidad depende
del prestigio del intérprete205.
Respecto al valor de la interpretación doctrinal o científica, el
criterio predominante en nuestro medio es que esta carece en absoluto
de valor vinculante al momento de interpretar la ley. Sin embargo, no
estamos de acuerdo con tal afirmación (siguiendo la propia letra de la
ley), principalmente atendidos los siguientes fundamentos:
Como ya analizamos, las reglas de interpretación judicial de la ley,
en nuestro ordenamiento jurídico, las encontramos en el Código Civil,
específicamente en los artículos 19 a 24 de este cuerpo normativo.
El inciso primero del artículo 19 señala: «Cuando el sentido de la
ley es claro, no se desatenderá su tenor literal, a pretexto de consultar
su espíritu». Entonces, debemos guiarnos por el tenor literal, de la nor-
ma o de la ley a interpretar, y no desatenderlo; siempre que su sentido
sea claro. Para comprender el tenor literal de las palabras que haya
empleado el legislador, el artículo 20, primera parte, nos da la regla
general: «Las palabras de la ley se entenderán en su sentido natural
y obvio, según el uso general de las mismas palabras». No obstante,
hay veces en que el legislador ha definido qué se debe entender por tal
o cual frase o palabra. En este caso, el mismo artículo 20 manda que
se les dé a estas su significado legal.
Por último –y dentro de las reglas para entender el significado de
las palabras que haya empleado el legislador–, el artículo 21 nos da otra
regla particular, que hace excepción a la primera parte del artículo 20:
«Las palabras técnicas de toda ciencia o arte se tomarán en el sentido
que les den los que profesan la misma ciencia o arte».
En este último artículo, es menester detenernos. Si partimos de la
base de que el derecho es una ciencia, y los que profesan tal ciencia
son los abogados, los jueces, los profesores de derecho, y en general,
los estudiosos de esta disciplina, podemos arribar a una conclusión –a
nuestro parecer– novedosa. Consideremos la siguiente situación: en casi
todo nuestro ordenamiento jurídico positivo, y en todas las ramas de

205
Alessandri, Somarriva, Vodanovic, ob. cit., p. 171.

108
Bases para una sana crítica

este, encontramos palabras o frases eminentemente técnicas que no han


sido definidas por el legislador, y que el sentido natural y obvio de las
mismas no da una comprensión cabal de ellas. Podríamos encontrar
un sinnúmero de estas palabras o frases, a nuestro juicio técnico–jurí-
dicas, que no han sido definidas por el legislador; por ejemplo: orden
público, costumbre, bien, vigencia, precontractual, etcétera.
¿Quiénes son los llamados a darle significado a tales palabras?
Como ya señalamos, la mayoría de los autores, cuando se ven enfren-
tados a encontrar el sentido y alcance a una norma jurídica, no dan
a la doctrina más valor que el ser una fuente indirecta (o de hecho)
del derecho, y las interpretaciones a que la jurisprudencia (científica
o judicial) arriba no son –para estos– más que interpretaciones no
vinculantes. Por cierto importantes, pero no vinculantes. Si seguimos
la regla que nos da el Código Civil en su artículo 21, y consideramos
que el derecho es una ciencia y que los juristas, en general, son los que
profesan esta, encontramos una vía que nos da el legislador para que
la interpretación de la doctrina sea vinculante en los términos de dicho
artículo 21: «Las palabras técnicas de toda ciencia o arte se tomarán
en el sentido que les den los que profesan la misma ciencia o arte; a
menos que aparezca claramente que se han tomado en sentido diver-
so». Así las cosas, son los juristas los que están llamados, por el propio
legislador, a darle sentido a esas palabras técnico–jurídicas, puesto que
son ellos quienes profesan la ciencia o arte del derecho.
Las definiciones doctrinales –entendiendo por tales aquellas que
la comunidad jurídica acepta generalmente– serían las aplicables si-
guiendo el razonamiento antes indicado. Tradicionalmente, como se
dijo, a la doctrina –tanto la científica como la judicial– no se le asigna
en los textos clásicos más valor que el ser una fuente moral, aunque
instintivamente todos los actores jurídicos le asignan un valor deter-
minante. Con el argumento del texto señalado, las definiciones doc-
trinales adquieren un valor de herramienta de interpretación, relativa
al elemento gramatical de la ley y específicamente en relación a darle
sentido y alcance a las palabras de carácter técnico–jurídico.

109
René David Navarro A.

§ 11. La lógica y las presunciones en materia jurídica206


La palabra presunción se usa en dos significados:207 i) como me-
dio de convicción judicial o prueba. Son las consecuencias que la ley
o el tribunal deducen de ciertas circunstancias o hechos conocidos; ii)
como objeto que se utiliza para la deducción o indicio. Es todo hecho
conocido que permite llevarnos por vía de inferencia al conocimiento
de otro hecho desconocido.
A partir de un hecho conocido se infiere un hecho desconocido.
Esta inferencia puede ser hecha por la propia ley, o por el tribunal que
conoce del juicio. Las presunciones pueden ser: i) establecidas por la
ley, y ii) presunciones judiciales.
a) Presunciones establecidas en la ley: Las presunciones establecidas
en la ley pueden ser a su vez de dos tipos (art. 47 del Código Civil):

- Presunciones simplemente legales: Son las que deduce expresa-


mente la ley, dando por cierto un hecho, supuestos ciertos ante-
cedentes o circunstancias conocidos. Se caracterizan por admitir
prueba en contrario, vale decir, la presunción simplemente legal
puede ser desvirtuada acreditándose el hecho negativo a través de
otro medio probatorio; y
- Presunciones de derecho: Son las que deduce expresamente la
ley, dando por cierto un hecho, supuestos ciertos antecedentes o
circunstancias conocidos. Se caracterizan por no admitir prueba
en contrario que las pueda desvirtuar.

b) Presunciones judiciales: Son las que infiere el juez de ciertas


circunstancias o antecedentes conocidos, que constan en el proceso
judicial. El juez es libre para emplear como prueba cualquier hecho,
en cuanto la experiencia le consienta deducir de él la existencia o
inexistencia del hecho a probar208.

206
Navarro A., René, Derecho civil patrimonial. Tomo I, Ediciones Jurídicas de
Chile, Santiago, 2011, p. 253.
207
Rodríguez P., Ignacio, Procedimiento civil. Juicio ordinario de mayor cuantía,
Editorial Jurídica de Chile, Santiago, 5ta ed., pp. 210 y ss.
208
Ibid., p. 213.

110
Bases para una sana crítica

§ 12. La lógica y la apreciación de la prueba judicial


12.1. Generalidades: sana crítica209
Alvarado Velloso210 señala que el sistema convictivo judicial tiene
dos subsistemas: el primero del íntimo convencimiento (propio de los
jurados y los arbitradores) y un segundo, en el cual se explica razo-
nadamente el camino o íter del pensamiento del juez en la tarea de
tomar una decisión, el que se conoce como sana crítica o de apreciación
razonada, y lo define como aquel que emplean los jueces de derecho y
los árbitros en los juicios arbitrales.
Agrega que el sintagma «sana crítica» (reglas de la sana crítica)
debutó como método de apreciación de testimonios en el artículo 137
de la Ley de Enjuiciamiento Civil española de 1855 (tomada del anterior
Reglamento de lo Contencioso ante el Consejo de Estado español). En
esa legislación histórica, se trataba de eliminar las operaciones arit-
méticas que debían hacer los jueces al contar y sumar personas que
declaraban en un mismo sentido y reemplazarlas por operaciones de
razonamiento mental basado en la lógica y en las observaciones que
nacen de la experiencia personal del juez, confirmadas por la realidad.
Con el tiempo –explica Alvarado–, los autores primero y las le-
gislaciones después extendieron estas reglas a la apreciación de todo
medio confirmatorio.
En términos simples211, todo juicio civil o penal consiste en una
disputa argumental entre dos partes: dos particulares, o bien el Estado
y un particular, cuyas afirmaciones (premisas) deben ser probadas.
Los «medios de prueba, de confirmación, de convicción, o las
evidencias» –documentos, grabaciones, testigos, informes periciales,
etcétera; es decir, todo aquello que pueda dar cuenta de un hecho– son
presentados durante el juicio para que finalmente el juez decida la
disputa mediante un artefacto argumental llamado «sentencia», que
se expresa por escrito.
La sana crítica –que ha sido definida como las «reglas del correcto

209
Laso C., Jaime, «Lógica y sana crítica». Revista Chilena de Derecho [online].
2009, vol. 36, N° 1, pp. 143–164.
210
Alvarado V., Adolfo, Prueba judicial. Reflexiones críticas sobre la confirmación
procesal, Editorial Juris, Rosario, 2007, pp. 181 y ss.
211
Laso C., Jaime, ob. cit.

111
René David Navarro A.

entendimiento humano»– es un sistema de valoración libre de la prueba,


pues el juez no está constreñido por reglas rígidas que le dicen cuál es
el valor que debe dar a esta, pero tampoco decide únicamente en base a
los dictámenes de su fuero interno. La sana crítica supone al menos los
siguientes elementos para producir un razonamiento aceptable: razones
lógicas, científicas, técnicas y de experiencia. ¿Qué significa cada una
de ellas? Las científicas se refieren a las que una determinada ciencia
o arte acepta como intersubjetivamente válidas o compulsivamente
obligatorias dentro de su área. Se obtienen típicamente de informes
periciales o de expertos en un área determinada. Las técnicas se em-
parentan con las científicas y prácticamente son lo mismo. Se trata de
razones que se apoyan en el conocimiento de personas conocedoras
de alguna materia, aunque esta no sea ciencia en sentido estricto; por
ejemplo, un curador de arte. Las de experiencia se refieren a aquellas
que pertenecen al acervo o conocimiento común de personas normales,
incluyendo las leyes de la naturaleza. Las razones jurídicas se refieren
a la cita de normas legales, de principios o doctrinas generalmente
aceptadas por la comunidad legal, en la medida en que sean aplicables
a lo que se discute. La lógica es el estudio de los métodos y principios
que se usan para distinguir el razonamiento correcto del incorrecto212,
y a ella hemos tratado de referirnos durante todo este trabajo.
Con todo, la sana crítica –dentro de la llamada teoría de la (confir-
mación) prueba– constituye un «sistema o herramienta de apreciación
o valoración de los medios de confirmación». Cosa distinta es aquel
estándar que –dentro del sistema de sana crítica– se ocupe. Verbigracia,
en un proceso penal el «piso o vara» para alcanzar convicción es sin
lugar a dudas muchísimo más alto que en materia civil; ello porque –
con sudor y sangre en la historia– se consagró la presunción no solo legal,
sino «constitucional de inocencia», la que el órgano persecutor penal debe
«derribar», y además, la convictio condenatoria del jurisdictor debe sosla-
yar las llamadas «dudas razonables»213. Si existe(n) duda(s) razonable(s),
no queda más camino al sentenciador penal que absolver214. No alcanza

212
Ibid.
213
Evidentemente, no cualquier duda. Ha de tratarse de dudas de entidad, de peso,
justificadas racional y/o fácticamente.
214
Este tema en profundidad excede los límites del presente trabajo. Vide como
bibliografía recomendada Gascón Abellán, Marina, Los hechos en el derecho.

112
Bases para una sana crítica

con una probabilidad de convicción. En cambio, en cualquier sistema


convictivo civil serio (dispositivo y de orden privado), en donde lo que
interesa es la «verdad que aporten las partes con sus respectivas evi-
dencias», el «piso o estándar» es más laxo, siendo suficiente un juicio
de probabilidad (cumpliéndose con los demás requisitos legales)215.

12.2. Historia fidedigna: sana crítica


Destacamos precedentemente216, la relevancia de la historia fide-
digna a la hora de la exégesis de un instituto. Como el sistema de la
sana crítica, se profundizó en Chile gracias a la Reforma Procesal Pe-
nal, inaugurada comenzando el siglo XXI, rescatamos a continuación
«parte» de la historia fidedigna de la incorporación de este sistema de
apreciación de la prueba judicial.

A) Mensaje presidencial217
Una de las innovaciones fundamentales que el proyecto propone
dice relación con el abandono del sistema de prueba legal original-
mente consagrado en el Código de Procedimiento Penal, así como del
sistema de la apreciación de la prueba en conciencia establecido con
posterioridad para algunos casos.
Se propone la adopción del sistema de la libertad probatoria en
cuanto a la introducción de los medios al juicio, haciéndose expresa
mención a la posibilidad de que se utilicen como medios de prueba
todos aquellos mecanismos modernos por medio de los cuales resulta
posible hacer constar hechos de manera confiable. En cuanto a la
apreciación de la prueba, se propone la adopción del sistema de libre

Bases argumentales de la prueba, 2da ed., Ediciones Marcial Pons, Madrid, 2004,
pp. 157 y ss.
215
«La concepción racionalista de la prueba postula que es necesario dejar atrás el
concepto de certeza o verdad absoluta y utilizar el concepto de probabilidad. Si la
determinación de los hechos no puede fundamentarse en alguna ‘verdad absoluta’,
al menos puede conseguir un sustituto aceptable, constituido por alguna verdad
‘probable».Taruffo, Michele, La prueba de los hechos, Editorial Trotta, Madrid,
2002, pp. 191 y ss.
216
Vide § 10, acápite 10.3, literal C.
217
Proyecto (Mensaje) Presidente Eduardo Frei Ruiz–Tagle Nº 110–331, junio de
1995.

113
René David Navarro A.

valoración de la prueba, único compatible con el reconocimiento de la


autonomía de cada juez para adquirir la convicción sobre los hechos
del caso. Se mantiene la exigencia de convicción del tribunal como
estándar necesario para la condena.
Paralelamente al reconocimiento de la libertad del juez para la
valoración de la prueba, se enfatiza la necesidad de la explicitación de
los razonamientos utilizados para el establecimiento de los hechos a
partir de los diversos medios. Esta fundamentación debe constituirse en
una de las exigencias más rigurosas para los jueces como único modo
de garantizar el posterior control de sus decisiones, tanto por parte de
los tribunales que conozcan de los recursos en contra de la sentencia
como por parte del conjunto de la sociedad.
Se propone también explicitar los límites negativos de la libertad de
valoración con que cuentan los jueces, indicándose que ella no puede
contradecir las reglas de la lógica, los conocimientos científicamente
afianzados ni las máximas de experiencia.

Artículo 205 (Proyecto original año 1995). Libre valoración de la


prueba. Los tribunales apreciarán la prueba con entera libertad.
La valoración de la prueba en la sentencia requerirá de la fun-
damentación de cada uno de los hechos y circunstancias que se
den por probados y el señalamiento de el o los medios de prueba
mediante los cuales se den por acreditados tales hechos y circuns-
tancias. Esta fundamentación deberá permitir la reproducción del
razonamiento utilizado para alcanzar dichas conclusiones. En su
fundamentación el tribunal deberá hacerse cargo de toda la prueba
producida, incluso de aquella que hubiere desestimado, indicando
en tal caso las razones que hubiere tenido en cuenta para hacerlo.
En la valoración de la prueba no se podrán contradecir las reglas de
la lógica, los conocimientos científicamente afianzados ni las máxi-
mas de la experiencia. La existencia de un hecho o circunstancia
podrá ser deducida por medio de indicios, en tanto ellos se funden
en hechos reales y sean múltiples, graves, precisos y concordantes.
Para la prueba indiciaria regirán correspondientemente los incisos
primero y segundo de este artículo.

114
Bases para una sana crítica

B) Primer Informe Comisión de Constitución, Legislación y Justicia


sobre el proyecto de ley que establece un nuevo Código de Procedi-
miento Penal218

En cuanto a la apreciación de la prueba, se propone la adopción


del sistema de libre valoración de la prueba, único compatible con el
reconocimiento de la autonomía de cada juez para adquirir su propia
convicción. Pero, tendrá que emitir su juicio haciendo constar las
pruebas que le han permitido establecer los hechos. En todo caso, las
conclusiones del tribunal, reflejadas en el fallo, no pueden vulnerar las
normas de la lógica, los conocimientos científicamente afianzados ni las
máximas de la experiencia, conjunción de elementos que constituyen
lo que se da en llamar la sana crítica, como sistema de apreciación de
la prueba, expresión que en el Código no se utiliza.
Paralelamente al reconocimiento de la libertad del juez para la
valoración de la prueba, se enfatiza la necesidad de la explicitación de
los razonamientos utilizados para el establecimiento de los hechos a
partir de los diversos medios. Esta fundamentación debe constituirse en
una de las exigencias más rigurosas para los jueces como único modo
de garantizar el posterior control de sus decisiones, tanto por parte de
los tribunales que conozcan de los recursos en contra de la sentencia
como por parte del conjunto de la sociedad.
Se hizo presente que el sistema de la prueba legal o tasada es propio
de la monarquía absoluta, en donde el juez es delegado del monarca,
quien no solo le proporciona las normas que debe aplicar, revisando
todas sus decisiones, sino que, además, le dice el modo específico en
que debe valorar los hechos.
El sistema de prueba tasada es solo coherente con el sistema de
prueba escrito. El juicio oral, por esencia, tiene como objetivo que el
juez pueda apreciar directamente los elementos de prueba y formarse
una convicción por esa vía. Tasar la prueba significa quitar al juez la
posibilidad de reconstituir los hechos a partir de los medios de prueba.
Esto es desconocerle su competencia más elemental. En el pasado, los
medios de prueba eran muchos menos y los medios de acceder a ellos

218
Cámara de Diputados. Cuenta en Sesión N° 23, Legislatura N° 336. Boletín N°
1630–07–1, 6 de enero de 1998.

115
René David Navarro A.

eran más sencillos. Las pruebas más importantes, básicamente, eran


la prueba testimonial y la de confesión.
Cuando se fundamenta el sistema de prueba regulada, aun por la
doctrina, lo que se hace es sostener que se tiene un Poder Judicial que
no está en condiciones de asumir el grado de libertad que se propone
en un sistema de libre valoración de la prueba sobre la base de las
máximas de la experiencia.
En Chile, no hay en la práctica un sistema de prueba legal o tasada.
Es tal el anacronismo del sistema y la imposibilidad de trabajar con él,
que, desde hace mucho tiempo, los legisladores han venido otorgán-
dole mayores libertades al juez, por la vía de ampliar la posibilidad de
aplicar prueba indiciaria, que no estaba considerada en el sistema de
la prueba legal o tasada, que cada vez es más liberal.
Hoy, los estudios indican que la prueba es un ejercicio intelectual
de reconstrucción a partir de indicios, porque la criminalidad es cada
vez más complicada y es más difícil encontrar los testigos que den
cuenta de lo que ocurrió.
Frente a ese sistema de prueba, existen, básicamente, dos alternati-
vas. Una, el sistema de la libertad probatoria, que tiene una versión que
también se llama sana crítica. Otra, el sistema de prueba en conciencia,
por la vía de excluir zonas completas del procedimiento penal, las más
importantes, de la prueba legalizada.
Estos dos sistemas de «vulneración» de la prueba legal o tasada
han derivado en una especie de libertinaje probatorio. Los jueces,
salvo en casos muy excepcionales, por ejemplo, en todo lo que dice
relación al delito contra la propiedad, fallan sin atenerse a las reglas,
pero tampoco dan fundamento ni hay mayor posibilidad de control.
Pero tienen razón para hacerlo, porque fallar en conciencia significa
fallar sin fundamentar, aunque no arbitrariamente. Entonces, ¿cuál es
el sistema de control? A la valoración hecha por el juez de primera
instancia, se le opone otra valoración que hace la Corte. Esta vuelve
a leer el expediente, vuelve a valorar y se hace otro criterio, pero no
controla lo que dice el juez de una instancia. Es decir, hace una segunda
valoración sin mayores restricciones.
En consecuencia, cuando se habla en el proyecto de hacer un sis-
tema de prueba oral libre, no se está innovando fundamentalmente.

116
Bases para una sana crítica

El sistema que se propone es de libertad probatoria, pero hay algunos


controles. Entre los fundamentales, están la fundamentación y la ri-
tualidad de la producción del medio de prueba.
Este es un sistema en el cual la prueba se produce de cierto modo,
que es público, oral y contradictorio; por lo tanto, es necesario regular
la forma en que se reciben las pruebas. No es posible dejar que las
pruebas se reciban de cualquier modo. La importancia de los cinco
medios de prueba tradicionales es que hay toda una tradición que ha
regulado cómo se producen esos medios en el juicio oral.
Sobre la libertad en la apreciación de la prueba, se mencionó que
la proposición tiene un trasfondo, ya que hay una decisión sobre una
política de Estado que definir. Hasta hoy, el Estado y el legislador tu-
vieron a los jueces con una actuación regulada. Hoy, se propone dar
el paso que el Estado de Chile nunca dio, que es la plena libertad de
los jueces para juzgar, sin marco regulatorio. Este tema invita a una
reflexión que no es procesal, no es de procedimiento penal, sino de
estructura del Estado y de los grados de participación del Poder Judicial
en el desarrollo de las actividades del Estado.
Otros señores diputados expresaron que aquí había varios aspectos
en juego. En primer lugar, si la administración de justicia, a través de
los tribunales, constituye o no un Poder del Estado. Aquí se pone en
juego la capacidad de los tribunales de aplicar la norma jurídica a un
caso determinado con libertad e independencia. En gran medida, esta
libertad está en el imperio o en la competencia que tienen para resol-
ver. No es una libertad absoluta, sino que hay cierta reglamentación.
Si bien hubo acuerdo en que haya libertad en la valoración de la
prueba, se expresaron algunas inquietudes sobre qué pasaba en caso
de equivocación o si esa valoración no fuera totalmente fundada.
Como respuesta a esa inquietud, se indicó que ahora se pondrán más
requisitos. Se pasará de un sistema de prueba en conciencia, que se
tiene actualmente, sin fundamentación o con una puramente formal, a
otro que reconoce efectivamente la libertad de los jueces para apreciar
la prueba y a exigirles una fundamentación precisa.
El sistema de fundamentación es tan extraordinariamente exigente
que, de no cumplirse, existe una causal de casación absoluta. Aunque

117
René David Navarro A.

se les está reconociendo a los jueces más libertad, en la práctica se los


está restringiendo.
Se aprobó el artículo por mayoría de votos, con supresión de la
palabra «libre» en el título.

C) Discusión en sala219

Diputado Víctor Pérez: Por último, quiero referirme al artículo 201,


sobre el sistema de apreciación de la prueba. El que se propone presen-
ta, desde luego, grandes beneficios; pero también debe reconocerse que
admite igualmente grandes riesgos. Cada vez que en nuestro país se au-
toriza la apreciación de la prueba, en conciencia o en régimen de la sana
crítica, la práctica judicial relaja las exigencias de fundamentación lógica
de las conclusiones fácticas, otorgando cierto margen a las posibilidades
de arbitrariedad, lo que es, desde luego, extraordinariamente riesgoso
en el procedimiento penal. Tengo en mi poder fallos o resoluciones del
Tribunal Constitucional de España de casos que han ocurrido en ese
país, en donde se han debido establecer ciertos límites mínimos a la
apreciación libre de la prueba. Por ello, me parece fundamental que la
disposición del inciso tercero del artículo 201 se incorpore en el inciso
primero, para demostrar, en forma fehaciente, que se establecen límites
racionales de la libertad en la apreciación probatoria. Sin duda, el tema
es apasionante. Todos y cada uno de los artículos, párrafos y títulos
demuestran que estamos frente a una situación que podríamos calificar
de revolucionaria, pues existe la gran esperanza de que el instrumento
jurídico que se generará mejore sustancialmente el funcionamiento de
nuestra justicia. Con los tres o cuatro aspectos señalados, he querido
demostrar que es posible perfeccionarlo. Pero, reitero, eso fue imposible
para los parlamentarios que no participamos en la Comisión de Cons-
titución, Legislación y Justicia. He dicho.
El señor LAGOS (Secretario): La indicación 180, recaída en el
artículo 201 del primer informe y actual 168, tiene por objeto reem-
plazar este último por el siguiente:

219
Cámara de Diputados, Legislatura 336. Sesión 29. Fecha 21 de enero de 1998.
Discusión particular.

118
Bases para una sana crítica

Artículo 168. Valorización de la prueba. Los Tribunales apreciarán la


prueba conforme a las reglas de la sana crítica. La valorización de la
prueba en la sentencia requerirá de la fundamentación de cada uno de
los hechos que se den por probados y la indicación de los medios de
prueba mediante los cuales se dan por acreditados. En la valorización
de la prueba no se podrán contradecir las reglas de la lógica, los cono-
cimientos científicamente acreditados ni las máximas de experiencia.
La existencia de un hecho o circunstancia podrá ser establecida por
medio de presunciones, en tanto éstas se funden en hechos reales y sean
graves, precisas y concordantes.

El señor DÍEZ: Señor Presidente, nos encontramos aquí con un


problema conceptual, porque el artículo 168 establece que los tribu-
nales apreciarán la prueba con libertad y la indicación propone que
lo hagan de acuerdo con las normas de la sana crítica.
La Comisión, después de analizar el tema, concluyó que esta última
expresión introducía confusiones, porque existían muchas definicio-
nes jurisprudenciales acerca de lo que se entiende por sana crítica. En
cambio, resulta más claro disponer que los hechos sean valorados con
libertad, pero sin que se puedan contradecir los principios de la lógica,
las máximas de la experiencia y los conocimientos científicamente
afianzados. Y se repiten conceptos que, a nuestro juicio, conforman la
sana crítica. De allí la redacción.

Artículo 201. Valoración de la prueba. Los tribunales apreciarán la


prueba con entera libertad. La valoración de la prueba en la sentencia
requerirá de la fundamentación de cada uno de los hechos y circuns-
tancias que se den por probados y el señalamiento de el o los medios
de prueba mediante los cuales se den por acreditados tales hechos y
circunstancias. Esta fundamentación deberá permitir la reproducción
del razonamiento utilizado para alcanzar dichas conclusiones. En su
fundamentación el tribunal deberá hacerse cargo de toda la prueba
producida, incluso de aquella que hubiere desestimado, indicando
en tal caso las razones que hubiere tenido en cuenta para hacerlo. En
la valoración de la prueba no se podrán contradecir las reglas de la
lógica, los conocimientos científicamente afianzados ni las máximas
de la experiencia. La existencia de un hecho o circunstancia podrá ser
deducida por medio de indicios, en tanto ellos se funden en hechos reales
y sean múltiples, graves, precisos y concordantes. (Ref.: Legislación de
Alemania e Italia).

119
René David Navarro A.

D) Segundo Informe Comisión de Legislación Constitución y


Justicia220

En la valoración de la prueba no se podrán contradecir las reglas de


la lógica, los conocimientos científicamente afianzados ni las máximas
de la experiencia. Permite que la existencia de un hecho o circunstancia
sea deducida por medio de indicios, en tanto ellos se funden en hechos
reales y sean múltiples, graves, precisos y concordantes. Este artículo
instaura el sistema de libertad de apreciación de la prueba, en reem-
plazo del sistema del Código de Procedimiento Penal denominado de
prueba «tasada» o «legal», en que es la propia ley la que determina
el valor que debe asignársele a cada medio de prueba. No consagra,
empero, un sistema de libre convicción, que es propia de los jurados,
en que el juzgador puede darle a cada medio probatorio el valor que
estime conveniente, sino que ordena apreciarlos respetando las reglas
de la lógica, la ciencia y la experiencia. Un aspecto distinto de este es-
tatuto para apreciar la prueba es la fundamentación que debe hacerse
en la sentencia, que es en definitiva el mecanismo de control, porque
el tribunal deberá expresar claramente en el fallo los elementos que
consideró para formar su convicción, los cuales, con la excepción de
la prueba anticipada, solamente podrán basarse en pruebas rendidas
durante la audiencia del juicio oral. Es decir, se consagra la libertad
para que aprecie de acuerdo a su percepción, pero deberá justificar su
razonamiento, y allí aparece la posibilidad de control.
Acorde con esos postulados, la Comisión convino en refundir la
primera parte del inciso primero con el inciso tercero, estableciendo
que los tribunales apreciarán la prueba con libertad, pero no podrán
contradecir los principios de la lógica, las máximas de la experiencia
ni los conocimientos científicamente afianzados. De esa forma, acogió
la indicación Nº 181, de los HH. Senadores señores Bombal, Larraín,
Stange y Urenda, que sugiere suprimir el vocablo «entera», porque,
en efecto, la libertad está enmarcada dentro de los límites recién ex-
presados, y las indicaciones Nº 182 y 184, de los mismos HH. señores

220
Boletín del Senado N° 1.630–07 Cfr. IUUQXXXCDODMTJM OVNm

120
Bases para una sana crítica

Senadores, destinada a contemplarlos junto con el criterio básico y


suprimir consiguientemente el inciso tercero.
Por último, la Comisión estimó pertinente suprimir el inciso final,
porque no se compadece con un sistema de libre apreciación, sino que
más bien corresponde al de prueba tasada, en la medida en que le indica
al tribunal la forma en que debe efectuar las deducciones. Esta norma
es un resabio de la prueba de presunciones que elimina este Código,
por cuanto no constituyen propiamente un medio de prueba sino que
un razonamiento, y el solo hecho de consagrar la libre valoración de la
prueba importa que el tribunal deberá hacer un análisis de los hechos
y las pruebas para llegar a las conclusiones. En esa medida, entrar a
regular el razonamiento que debe efectuar el tribunal haría ilusoria la
libertad de apreciación de la prueba.

E) Legislación vigente más relevante relativa a la sana crítica

A continuación transcribimos, las normas vigentes más relevantes


concernientes al sistema de valoración de la prueba, denominado sana
crítica, a saber Código Procesal Penal (año 2000), Ley Tribunales de
Familia (año 2004) y Código del Trabajo (2008):

a) Código Procesal Penal

Art. 297. Valoración de la prueba. Los tribunales apreciarán la


prueba con libertad, pero no podrán contradecir los principios
de la lógica, las máximas de la experiencia y los conocimientos
científicamente afianzados.
El tribunal deberá hacerse cargo en su fundamentación de toda
la prueba producida, incluso de aquélla que hubiere desestimado,
indicando en tal caso las razones que hubiere tenido en cuenta
para hacerlo.
La valoración de la prueba en la sentencia requerirá el seña-
lamiento del o de los medios de prueba mediante los cuales se
dieren por acreditados cada uno de los hechos y circunstancias
que se dieren por probados. Esta fundamentación deberá permi-

121
René David Navarro A.

tir la reproducción del razonamiento utilizado para alcanzar las


conclusiones a que llegare la sentencia.

b) Ley Tribunales de Familia N° 19.968

Art. 32. Valoración de la prueba. Los jueces apreciarán la prueba


de acuerdo a las reglas de la sana crítica. En consecuencia, no
podrán contradecir los principios de la lógica, las máximas de la
experiencia y los conocimientos científicamente afianzados. La
sentencia deberá hacerse cargo en su fundamentación de toda
la prueba rendida, incluso de aquella que hubiere desestimado,
indicando en tal caso las razones tenidas en cuenta para hacerlo.
La valoración de la prueba en la sentencia requerirá el señalamiento
de los medios de prueba mediante los cuales se dieren por acredita-
dos cada uno de los hechos, de modo de contener el razonamiento
utilizado para alcanzar las conclusiones a que llegare la sentencia.

c) Código del Trabajo

Art. 456. El tribunal apreciará la prueba conforme a las reglas de


la sana crítica.
Al hacerlo, el tribunal deberá expresar las razones jurídicas y
las simplemente lógicas, científicas, técnicas o de experiencia, en
cuya virtud les asigne valor o las desestime. En general, tomará
en especial consideración la multiplicidad, gravedad, precisión,
concordancia y conexión de las pruebas o antecedentes del proceso
que utilice, de manera que el examen conduzca lógicamente a la
conclusión que convence al sentenciador.

§ 13. Lógica y máximas de la experiencia


Como vimos, el sistema de apreciación de la prueba llamado sana
crítica no solo se basa en las reglas de la lógica y el conocimiento cien-
tíficamente afianzado. También hace referencia a las llamadas máximas
de la experiencia.

122
Bases para una sana crítica

13.1. Sentido natural y obvio


La palabra máxima proviene del latín medieval y sería sinónimo de
sentencia, de regla. En su primera acepción, el Diccionario de la Lengua
de la Real Academia Española (DRAE) señala que máxima es «una regla,
principio o proposición generalmente admitida por quienes profesan una
facultad o ciencia»; en una segunda, máxima es una «sentencia, apotegma
o doctrina buena para dirigir las acciones morales». La tercera, expresa
que máxima es una «idea, norma o designio a que se ajusta la manera
de obrar». Un apotegma es un dicho breve y sentencioso; dicho feliz,
generalmente el que tiene celebridad por haberlo proferido o escrito
algún hombre ilustre o por cualquier otro concepto.
Por su parte, experiencia, en este orden de ideas, es la «práctica
prolongada que proporciona conocimiento o habilidad para hacer algo»,
y también, el «conocimiento de la vida adquirido por las circunstancias
o situaciones vividas».

13.2. Doctrina acerca de las máximas de la experiencia


Perfecto Andrés Ibáñez221 señala que es imposible hablar de las
máximas de la experiencia, sin hacer referencia a la obra de Stein,
quien las concibió como «definiciones o juicios hipotéticos de conte-
nido general desligados de los hechos concretos que se juzgan en el
proceso, procedentes de la experiencia, pero independientes de los casos
particulares de cuya observación se han inducido y que, por encima de
esos casos, pretenden tener validez para otros nuevos»222.
Andrés Ibáñez cita también a Rosemberg, quien considera el juicio
de hecho como «una conclusión obtenida mediante subsunción de lo
percibido en ciertos conceptos generales o máximas de experiencia como
proposición mayor y formado, por tanto, mediante reglas lógicas»223.

221
Andrés I., Perfecto, «Acerca de la motivación de los hechos en la sentencia penal»,
Doxa. Cuadernos de Filosofía del Derecho Nº 12, Madrid, 1992, pp. 257 y ss.
222
Stein, Friedrich, El conocimiento privado del juez, Traducción de De la Oliva,
Editorial Temis, Bogotá, 1988, p. 27. Cabe hacer notar que Stein escribió esta obra
en Leipzig, en 1893, y fue reimpresa mucho después de su muerte, en la década de
1970, y en sucesivas reimpresiones posteriores. La última traducida al español es
EFEFMB&EJUPSJBM5FNJT'SJFESJDI8JMIFMN7JDUPS"MCFSU4UFJO m

223
Rosemberg, Tratado de derecho procesal civil, Editorial Ejea, Buenos Aires, 1955,
vol. II, p. 210.

123
René David Navarro A.

Andrés Ibáñez afirma que la máxima de experiencia responde al es-


quema de la inducción generalizadora, de las generalizaciones empíricas,
y, en consecuencia, produce únicamente conocimiento probable. Esto no
le priva de valor en la experiencia procesal; al contrario, permite atribuirle
el que realmente puede corresponderle y, en esa misma medida, tal recon-
sideración de su significación se inscribe con toda autenticidad –añade
este autor– en el paradigma de búsqueda de la verdad de los hechos.
Andrés cita también a Foschini, quien expresa:

Percibido el hecho fuente de prueba, éste permanecería absolutamente


carente de significado y mudo, a los fines de la prueba, si no estuviera
referido a la experiencia y, más precisamente, subsumido en una máxi-
ma de experiencia, porque sólo de ese modo resulta posible obtener
el convencimiento acerca de la verdad del hecho diverso que es objeto
de prueba224.

Luis Avilés Mellado225 señala que la máxima de experiencia no es


una ley de modo universal, sino el fruto de una constatación de que
ciertos fenómenos se producen de manera regular. Por ello, aquellas
que gozan de un alto grado de elaboración y consenso no requerirán
prueba; en cambio, otras sí podrán llegar a tener esa obligación porque
cuentan, por ejemplo, con escasos datos empíricos. Avilés agrega: «Las
máximas de experiencia son aquello que une la cadena inferencial del
razonamiento probatorio para ir asentando los hechos que se tienen
por probados; en otras palabras, el juez siempre irá incluyendo en sus
premisas explicativas estas generalizaciones empíricas (máximas)».
Las llamadas máximas de experiencia, Couture las define como
«normas de valor general, independientes del caso específico, pero
como se extraen de la observación de lo que generalmente ocurre en
numerosos casos, son susceptibles de aplicación en todos los otros
casos de la misma especie»226.

224
Foschini, Sistema del diritto processuale penale (I). Giuffrè, Milán, 1965, pp.
414–415.
225
Avilés M., Luis, «Hechos y su fundamentación en la sentencia. Una garantía
constitucional», en Revista de Estudios de la Justicia (REJ), Universidad de Chile,
Nº 4, Santiago, 2004, pp. 177 y ss.
226
Couture, Eduardo, Fundamentos del derecho procesal civil, Ediciones Depalma,
Buenos Aires, 1966, p. 192.

124
Bases para una sana crítica

Calamandrei, por su parte, las conceptualiza como aquellas

extraídas de su patrimonio intelectual [del juez] y de la conciencia


pública […], las máximas de experiencia poseídas por él [juez], por lo
general, le servirán de premisa mayor para sus silogismos (por ejemplo,
la máxima de que la edad avanzada produce en general un debilita-
miento de la memoria, le hará considerar en concreto la deposición de
un testigo viejo menos digna de crédito que la de un testigo todavía
joven)»227.

Para Héctor Oberg228, son elementos comunes de las máximas de


la experiencia, los siguientes:
1° Son juicios, esto es, valoraciones que no están referidas a los
hechos que son materia del proceso, sino que poseen un contenido
general. Tienen un valor propio e independiente, lo que permite darle
a la valoración un carácter lógico.
2° Estos juicios tienen vida propia, se generan de hechos particu-
lares y reiterativos, se nutren de la vida en sociedad, aflorando por el
proceso inductivo del juez que los aplica.
3° No nacen ni fenecen con los hechos, sino que se prolongan más
allá de los mismos, y van a tener validez para otros nuevos.
4° Son razones inductivas acreditadas en la regularidad o norma-
lidad de la vida, y, por lo mismo, implican una regla, susceptible de ser
utilizada por el juez para un hecho similar.
5° Las máximas carecen de universalidad. Están restringidas al medio
físico en que actúa el juez, puesto que ellas nacen de las relaciones de la
vida y comprenden todo lo que el juez tenga como experiencia propia.
Joel González229 expone que –por sus propias características– a
las máximas de experiencia no les rige la prohibición común de no
admitir otros hechos que los probados en el juicio. Añade que «la
máxima quod non est in actis non est in mundo»230 no es aplicable

227
Calamandrei, Piero, Estudios sobre el proceso civil, Editorial Bibliográfica Ar-
gentina, Buenos Aires, 1961, p. 381.
228
Oberg Y., Héctor, «Las máximas de experiencia», en Revista de Derecho Univer-
sidad de Concepción, N° 178, Concepción, 1985, p. 54.
229
González C., Joel, «La fundamentación de las sentencias y la sana crítica»,
Revista Chilena de Derecho, Santiago, vol. 33, Nº 1, abril de 2006.
230
Lo que no está en las actas –o en el expediente, o en el proceso– no está en este mundo.

125
René David Navarro A.

totalmente a ellas, ya que implicaría rechazar juicios o razones que por


su generalidad, notoriedad, reiteración y permanencia en el tiempo se
tienen generalmente por aceptados por la sociedad.
Döhring señala que las máximas de experiencia son aquellas reglas
de la vida y de la cultura general formadas por inducción, mediante
la observación repetida de hechos anteriores a los que son materia de
juzgamiento, que no guardan ningún vínculo con la controversia, pero
de los que pueden extraerse puntos de apoyo sobre cómo sucedió el
hecho que se investiga231.
Taruffo232 ha puesto de manifiesto que –en algunos casos– las
máximas de la experiencia constituyen vulgarizaciones de leyes lógi-
cas o naturales, de modo que al menos teóricamente puede ejercerse
un control sobre su aplicación en la valoración de la prueba; pero en
otros casos expresan únicamente toscas generalizaciones, tendencias
genéricas, opiniones o prejuicios difundidos, en cuya base está la cultura
del sentido común sin convalidación o confirmación alguna de tipo
científico. Incluso, agrega, cuando expresan tendencias, frecuencias o
prevalencias de ciertos fenómenos en determinados contextos, consisten
en indicaciones y criterios muy generalizados y vagos, no cuantificables
de modo aceptable.
Similar visión crítica tiene María Inés Horvitz233, y enfatiza que es
particularmente problemático el caso de las máximas de experiencia, se-
ñalando que su problema radicaría en que ellas, por definición, expresan
nociones de sentido común cuyo único fundamento es el hecho de formar
parte de la cultura del hombre medio en un cierto lugar y en un cierto
momento. Añade que si su significado es incierto o queda liberado a las
preconcepciones del tribunal, se puede llegar al subjetivismo irracional,
impidiéndose el control externo del razonamiento que funda la decisión;
que son débiles como mecanismos generadores de conocimiento. Remata
expresando que su utilización debiera ser muy restrictiva.
No obstante la opinión recién expresada, llama mucho más la aten-

231
Döhring, Erich, La prueba, su práctica y apreciación, Ediciones Jurídicas Euro-
pa–América, Buenos Aires, 1972, pp. 323–324.
232
Taruffo, Michele, La prueba de los hechos, Editorial Trotta, Madrid, 2002, pp.
208 y ss.
233
Horvitz L., María, López M., Julián, Derecho procesal penal chileno, vol. II,
Editorial Jurídica de Chile, Santiago, 2004, p. 336.

126
Bases para una sana crítica

ción que en una obra dedicada al proceso penal (en donde se aplica el
sistema de sana crítica), no se manifieste siquiera una frase en alusión a un
concepto –o al menos una noción– como las máximas de la experiencia.234
Con todo, cabe enfatizar aquí que –aunque no exista «una» defini-
ción única y unánime– las máximas de la experiencia sirven como una
de las reglas a seguir dentro del sintagma de apreciación de la «prueba
judicial» llamado «sana crítica». Ni las máximas de la experiencia, ni
la sana crítica, son institutos para interpretar o integrar el derecho.
No así las reglas de la lógica (ellas sí están presentes –y auxilian– a la
hora de interpretar e integrar el derecho), puesto que la «lógica» es un
órganon utilizable en cualquier actividad humana.
Ya expresamos que hay autores nacionales que le dan a la sana
crítica una función que no le es propia. Al parecer, creen que se trata de
un modelo de «orientación interpretativa para el juez». En referencia
al artículo 453 N° 1 del Código del Trabajo235 han expresado: «Se
trata de una facultad para el juez, que siempre deberá ejercer de con-
formidad a las reglas de la sana crítica» (sic).236 También se ha dicho
(además de recapitular la ya citada obra de Stein) que las máximas
de la experiencia funcionarían también para «interpretar las normas
jurídicas no definidas por el legislador […], no es la única regla de
hermenéutica […], es preciso armonizarla con las otras reglas legales
que rigen sobre el particular» (sic)237.

13.3. Las máximas de la experiencia como reglas de la


experiencia
Michele Taruffo238 expresa que la «regla de la experiencia es una
regla general que se construye inductivamente según la experiencia

234
Maturana Miquel, Cristián, Montero López, Raúl, Derecho procesal penal,
Tomo II, 2da ed., AbeledoPerrot, Santiago, 2012, pp. 781 y ss.
235
«Cuando el demandado no contestare la demanda, o de hacerlo no negare en ella
algunos de los hechos contenidos en la demanda, el juez, en la sentencia definitiva,
podrá estimarlos como tácitamente admitidos».
236
8éôüíú%ġéĂ, Rodolfo, Lanata Fuenzalida, Gabriela, Régimen legal del nuevo
proceso laboral chileno, 4ta ed., LegalPublishing, Santiago, 2008, supra p. 192.
237
Melo Labra, Ma Soledad, Pozo Silva, Nelson, Las leyes del pensamiento en el
derecho, RIL Editores, Santiago, 2013, p. 96.
238
Taruffo, ob. cit., p. 126.

127
René David Navarro A.

relativa a determinados estados de cosas», y puede ser empleada por


el juez para fundamentar sus razonamientos: siendo una regla general,
ella le sirve al juez como premisa mayor de los silogismos en los que
articula su razonamiento. Siguiendo a este autor italiano, Orlando
Enrique Puentes239 señala que la regla de experiencia es un intento
de sistematización de la experiencia, que tiene su base en el sentido
común. Sin embargo, hay una serie de razones que permiten afirmar
que la regla de experiencia, en sentido riguroso, no se ha tenido como
elemento estructurante de la inferencia que hace el operador para fijar
un hecho en el contexto de un proceso judicial. En efecto, señala este
autor colombiano, la noción de regla de experiencia está construida
a partir de la noción inductivista de la filosofía europea de la primera
mitad del siglo XIX, que ha sido superada por nociones inductivas
posteriores como las de Popper o Hempell. De otro lado, se supone
una sociedad homogénea que permite que los distintos datos conflu-
yan en una matriz única que les otorgue sentido, lo que evidentemente
no ocurre en todas las culturas, ni siquiera en personas de la misma
cultura. Además, la inducción fundada en la experiencia no conduce
por sí sola a formular ninguna regla general, pues el dato requiere de
una categorización que es un constructo cultural. Se suma a lo anterior
que la experiencia implica una comprensión inductiva borrosa que no
puede utilizarse como premisa mayor y por ende silogística, sino que
nos enfrentaría a una inferencia probabilística en la que no hay datos
concretos y metódicamente extraídos. La inducción –agrega– solo
genera resultados probables, se hace necesario establecer cuál es el
grado de probabilidad. Las reglas de la experiencia (máximas de la
experiencia las denominan algunos autores) son criterios que ayudan
a fijar el grado de probabilidad de que dado un acontecimiento ocurra
otro evento. La regla de experiencia es un juicio hipotético sobre la
relación existente entre una pluralidad de fenómenos que se ha formu-
lado con fundamento en la observación que de casos particulares que
han realizado de manera directa o que han realizado otras personas.

239
Enrique P., Orlando, La doctrina contemporánea sobre la prueba y su aplicación
en Colombia, Facultad de Derecho Universidad Nacional de Colombia, Bogotá,
2009, pp. 118 y ss.

128
Bases para una sana crítica

Mittermaier240 expresa:

Si nos apoyamos en una serie no interrumpida de experiencias


positivas, parécenos que con toda seguridad podemos concluir
de un hecho que siempre hemos visto rodeado de semejantes cir-
cunstancias a otros hechos que es su correlativo necesario y cuya
inexistencia le haría inexplicable.

La inducción nos permitirá manifestar en relación con una pro-


bable causa, pero no nos da lineamientos seguros para afirmar la
conclusión, pues esta siempre será como máximo probable241.

13.4. Máximas de la experiencia y sentido común242


Según Orlando Enrique Puentes,243 la noción de sentido común es
confusa y difusa, y cita a Taruffo, para expresar que podemos apro-
ximarnos al sentido común bajo la idea de que son «las condiciones
básicas que en la cultura de una época definen lo que se puede decir
y pensar, o sea, aquellas categorías fundamentales de la cultura que
Michel Foucault ha designado con el término episteme»244. Agrega que
el otro aspecto del sentido común está dado por nociones concretas y
variables que una comunidad expresa en las llamadas máximas de la
experiencia. En efecto, Taruffo se refiere a ellas como «nociones más
especificas y contingentes que sin embargo se suelen expresar en formas
de máximas o reglas que se consideran producidas por la experiencia
común». Finalmente, el mismo Taruffo incluye «los datos concretos
de conocimientos que constituyen buena parte del patrimonio cultural

240
Mittermaier, Carl Joseph Antón, Tratado de la prueba en materia criminal,
Editorial Ángel Editor, Bogotá, 2001, p. 311.
241
Enrique, ob. cit., p. 76.
242
Para el DRAE, sentido común es el modo de pensar y proceder tal como lo haría
la generalidad de las personas.
243
Ibid.
244
Taruffo, Michele, Sobre las fronteras. Escritos sobre la justicia civil, Editorial
Temis, Bogotá, 2006, p. 110.

129
René David Navarro A.

que se supone propio del tipo ideal del ‘hombre medio’ en cierto lugar
y contexto social, y en un dado momento histórico»245.

13.5. Máximas de experiencia basadas en el id quod


plerumque accidit
Marina Gascón Abellán246 ha expresado, a propósito de la inducción
como racionalidad del procedimiento probatorio, que en la mayoría de
las ocasiones, la reconstrucción de los hechos de la causa exige echar
mano de leyes que conectan las pruebas existentes, o sea, la informa-
ción disponible, con una hipótesis sobre esos hechos; es decir, leyes que
permiten establecer que, siendo ciertas las pruebas, también lo será la
hipótesis sobre los hechos. Ahora bien, pese a la apariencia deductiva del
razonamiento, en rigor, su naturaleza es inductiva, y ello porque esas leyes
a las que se recurre no son leyes universales, sino simples regularidades
empíricas que establecen solo relaciones de probabilidad; o sea, solo es-
tablecen –de acuerdo con nuestra experiencia pasada– que si las pruebas
son verdaderas, es probable que también lo sea la hipótesis. Si a ello se
añade que en el discurso judicial la mayoría de estas regularidades son
leyes sociales –por tanto, leyes sobre la acción humana «libre»– y, sobre
todo, máximas de experiencia basadas en el id quod plerumque accidit
(«lo que sucede más a menudo»), entonces la naturaleza probabilística de
la implicación se muestra todavía más clara. Cierto que esas regularidades
empíricas pueden estar más o menos afianzadas y que la probabilidad
que expresan puede ser más o menos alta; pero, por más afianzadas que
estén y por más alta que sea la probabilidad que expresen, el resultado
de una inducción no pasa de ser una conjetura, una hipótesis, es decir,
un enunciado que consideramos verdadero aun cuando no sabemos
si lo es o no. Ello no significa, desde luego, que no puedan tratarse las
hipótesis como verdaderas; es más, hay buenas razones para esperar
que el resultado de una inducción rigurosa sea fidedigno. Significa tan

245
Ibid.
246
Gascón A., Marina, La prueba judicial: valoración racional y motivación, Uni-
versidad de Castilla La Mancha, s/f.
Disponible en:
IUUQXXXVDMNFTQPTUHSBEPEFSFDIP@XFCNBUFSJBMFTàMPTPàB1SVFCBQEG

130
Bases para una sana crítica

solo que, dado que el conocimiento inductivo es únicamente probable,


el resultado de la inducción puede ser falso247.

13.6. Máximas de la experiencia como tópoi o lugares de la


argumentación
En este punto del trabajo, seguiremos la obra de Andrés Covarru-
bias . Este autor, luego de analizar el entimema249 y el ejemplo250, como
248

pruebas comunes de persuasión en el campo de la retórica, aplicables


al horizonte de lo razonable, y que, en el caso de la retórica, aproxima
la lógica a los sentimientos del auditorio en vistas de la producción de
discursos adecuados para la persuasión de los oyentes, pretende con-
siderar ahora «el papel que juegan los tópoi o ‘lugares’ en esta teoría
de la argumentación persuasiva»251.
La «tópica» tiene una función central en la retórica y la dialécti-
ca, en cuanto estas son facultades discursivas que toman su punto de
partida en los éndoxa (opiniones establecidas o comúnmente admiti-
das), ya que los «lugares» nos permiten «extraer principios mirando
el singular»252, circunscribiendo de este modo el horizonte adecuado

247
Gascón, ob. cit., p. 7.
248
Covarrubias C., Andrés, Introducción a la retórica clásica. Una teoría de la argumentación
práctica, Ediciones Universidad Católica de Chile, Santiago, 2003, pp. 43 y ss.
249
Entimema: Silogismo abreviado que, por sobrentenderse una de las premisas, solo
consta de dos proposiciones, que se llaman antecedente y consiguiente; i.e., el sol
alumbra, luego es de día. Vid: DRAE.
250
Ya dijimos que el ejemplo (parádeigma) es la inducción retórica, en parte semejante
y en parte diferente de la epagogé dialéctica. La diferencia entre ambas pruebas
inductivas radica en que el parádeigma (ejemplo) no establece una relación de la
parte con el todo, ni del todo con la parte, ni del todo con el todo, sino de una
parte con otra parte, donde una de estas partes es más conocida que la otra. Así
el ejemplo no busca realizar inducciones completas (a diferencia de la epagogé
dialéctica), las que exigen una alta persuasión para ser aceptadas, sino que por el
contrario, el parádeigma (ejemplo) busca producir un vínculo persuasivo, fundado
en la semejanza de los casos indispensables propuestos por el orador, para generar
rápida y claramente una persuasión. Covarrubias, ob. cit., p. 42.
251
Protágoras destacó la utilidad de la persuasión, dado el horizonte ambiguo que
siempre presenta la realidad. Plausiblemente, esto le hace volverse hacia la conside-
ración de los lugares comunes (tópoi–loci). Los tópoi, en cuanto lugares desde donde
atacar y defenderse, posibilitan las argumentaciones contrarias, e incluso permiten
convertir el argumento más débil en uno más fuerte. Covarrubias, ob. cit., p. 23.
252
Nótese la similitud con la noción de máximas de la experiencia: «extraer principios
mirando el singular».

131
René David Navarro A.

para la consolidación de una lógica de la invención (heurística), lo que


implica «una elección de los datos adquiridos y por adquirir».
Aristóteles253 enseña que los lugares lógicos se asemejan a los
lugares conservados en la memoria, y estos a su vez permiten un re-
cuerdo inmediato de las cosas mismas. Esta inmediatez es reconstruida
técnicamente mediante el ordenamiento de argumentos, definiciones,
cosas en que los argumentos inciden más veces y el conocimiento de
memoria de las proposiciones, en vistas al logro de una mayor capaci-
dad de razonar, atendiendo a un número limitado de casos generales.
En virtud de tales mecanismos argumentativos, los éndoxa podrían
ser recuperados «mediante un uso razonable de aquellas proposiciones
verosímiles» que no tienen cabida en el campo de la razón «epistémica»
(regla lógica pura o abstracta), la que se mueve en el ámbito de las
verdades primeras, inmediatas, necesarias y causantes de la conclusión.
Ahora bien, enseña Covarrubias, mientras los tópoi dialécticos se
ocupan –casi exclusivamente– del aspecto lógico–formal en vistas a la
construcción de enunciados convincentes, la retórica amplía sustancial-
mente su función, otorgándoles también la propiedad de la búsqueda
de los materiales adecuados para producir persuasión, integrando para
esto de un modo sistemático los «lugares propios».
En su obra Retórica254, Aristóteles introduce el tratamiento de
los lugares comunes a todos los discursos. Estos tópoi son tres: lo
posible y lo imposible; los hechos (así ha sido, así ha sucedido); y la
magnitud (ampliación y disminución). El estagirita ofrece un listado
de lugares comunes que permiten la construcción de los entimemas, y
luego considera aquellos tópoi que intervienen en la formación de los
entimemas aparentes. Con estos elementos, el preceptor de Alejandro
Magno «integra la actividad retórica dentro del marco de la lógica
y, mediante esta inclusión, consolida a la dialéctica como modelo de
argumentación en el campo de la oratoria»255.
El lugar común es un principio general (obtenido por inferen-
cias inductivas) del cual se obtiene la prueba (demostración) para el

253
Tópicos 163 b, 16 y ss. Citado por Covarrubias.
254
Aristóteles, Retórica, Alianza Editorial, Madrid, 2007, p. 189.
255
Covarrubias, ob. cit., p. 47.

132
Bases para una sana crítica

argumento en el discurso256, similar a lo que la doctrina jurídica ha


entendido como máximas de experiencia, de donde se podrían obtener
los argumentos necesarios para «justificar racional y explícitamente»
el íter o camino tomado por el juez para lograr convencimiento (co-
nocimiento racional y plausible) sobre los hechos.

13.7. Máximas de la experiencia en el esquema de Toulmin


(warrant)
En el § 8 precedente, hicimos un breve resumen del esquema
argumental de Stephen Toulmin257, a propósito de las máximas de la
experiencia, se hizo mención en pie de página acerca de la similitud
de estas con la llamada «garantía» (warrant).
Dijimos, siguiendo a Toulmin, que la aserción y la evidencia no son
suficientes para establecer una argumentación sólida. Faltan otros elemen-
tos que indiquen cómo a partir de una evidencia se obtiene una aserción.
Tal elemento es la garantía, parte esencial del argumento, que per-
mite evaluar si la aserción se basa en la evidencia, siendo el puente del
cual ambas dependen. La garantía refiere a verificar que las bases de la
argumentación sean las apropiadas. Brinda la lógica para la transición
de la evidencia a la aserción. Justifica la importancia de la evidencia.
Por ser la garantía una categoría de la argumentación que establece
la relación entre la evidencia y la aserción, expresa el momento en el
que la audiencia258 puede disentir de la conclusión a la cual se quiere
arribar: la garantía establece cómo los datos sirven de soporte legítimo
a la aserción.
Dijimos también que la diferencia entre evidencia y garantía (he-
chos y reglas) es solo funcional. La aserción no se presenta derivada
de una garantía, sino de una evidencia (datos). La garantía no es una
premisa implícita, sino más bien actúa como un supuesto implícito que,
en la forma de una regla, sirve tanto a la presente argumentación como
a otra para inferir una aserción a partir de ciertos datos. Obliga a que
el oyente259 reconozca la razón para que una aserción derive de una

256
Paráfrasis de la DRAE.
257
Toulmin, Stephen, Los usos de la argumentación, Editorial Península, Barcelona, 2007.
258
En un Estado democrático de Derecho: todos nosotros somos la audiencia.
259
Los justiciables y la opinión pública.

133
René David Navarro A.

evidencia. Su función es de conexión entre la evidencia y la aserción.


La conexión es mental e implica una rápida reflexión. Hay garantías
que son específicas para un campo particular de conocimientos, con-
formadas por un conjunto de leyes, principios, estatutos, fórmulas:

Evidencia: El niño tiene fiebre. Aserción: Tiene una infección.


Garantía: La fiebre es un indicio de infección (máxima de la
experiencia).

Una garantía se expresa mediante una regla o ley (o máxima de


la experiencia) que autorice el paso de una evidencia a una aserción.
Dijimos que la misma garantía también necesita de un respaldo o
apoyo (backing), que puede ser un estudio científico, la legislación, una
estadística, o una creencia firmemente arraigada dentro de una comuni-
dad. El respaldo es similar a la evidencia en el sentido de que se expresa
por medio de estadísticas, testimonios o ejemplos. Sin embargo, se dis-
tingue en que el respaldo apoya a la garantía, mientras que la evidencia
apoya a la aserción. El respaldo aporta más ejemplos, hechos y datos que
ayudan a probar la validez de la cuestión que se defiende. El respaldo
autoriza la garantía y brinda motivos para la validez de un argumento.
Asume la forma de una declaración categórica de un hecho. Ayuda a
que los destinatarios comprendan las razones esgrimidas en la garantía.

Aserción: La lectura de textos literarios incrementa la capacidad


argumentativa de los estudiantes. Data: (a) Los alumnos con
buenos hábitos de lectura participan más en discusiones. (b) Las
alumnas que leen poemas de amor siempre dan opiniones diferen-
tes. Garantía: La literatura enseña a pensar (creencia ampliamente
aceptada o máxima de la experiencia). Respaldo: Los trabajos
de………. Investigador de la Universidad (o Centro) de………..
afirman que la lectura de textos literarios enseña a resolver proble-
mas y obligan al lector a realizar inferencias profundas que luego
transfieren a sus escritos.

13.8. Máximas de la experiencia en los fallos de los tribunales

134
Bases para una sana crítica

Preferimos en este acápite, hablar de «fallos de los tribunales» que


de «jurisprudencia»; habida cuenta de que –creo– no hay jurisprudencia
formada acerca del instituto en comento260.
En efecto, la voz jurisprudencia no escapa a la heterosignificación,
puesto que tiene diversas acepciones, no del todo pacíficas.
Una primera aproximación a la voz jurisprudencia es su origen
etimológico261. Etimológicamente hablando, jurisprudencia viene del
latín iurisprudentia (iuris = «derecho»; prudentia = «sabiduría»), saber
del derecho, ciencia del derecho. Este concepto etimológico todavía es
insuficiente, ya que en él se englobaría tanto a la jurisprudencia judicial
como a la científica (doctrina). Es menester (brevemente) aproximarnos
a las concepciones técnicas de este término262.
Una primera acepción técnica, en sentido amplio, de la voz juris-
prudencia judicial es aquella que señala que correspondería al conjunto
de principios extraídos de la reiteración durante largo tiempo, de fallos
o sentencias pronunciados en un mismo sentido, y por los más altos
tribunales de un Estado (en Chile, Corte Suprema y Cortes de Apelacio-
nes del país). Este concepto es el más conocido por nuestros operadores
jurídicos263. Una segunda acepción, en sentido restringido, señala que la
jurisprudencia tiene que ver con la labor y trabajo práctico de determi-
nados tribunales, cualquiera que sea su jerarquía. Una tercera acepción,
en sentido mínimo, asocia la voz jurisprudencia con el término técnico
sentencia judicial, la cual es una fuente formal particular del derecho, y
obligatoria solo para las partes en conflicto, y el tribunal que la dictó.
En este orden de ideas, en este acápite final relativo a las máximas de la
experiencia, queremos ofrecer los siguientes fallos ilustrativos: «Las máximas
de la experiencia son aquellas que pertenecen al acervo o conocimiento
común de personas normales, incluyendo las leyes de la naturaleza»264.

260
Solo haremos referencia a jurisprudencia de sentido mínimo.
261
Según el DRAE, etimología significa «origen de las palabras, razón de su existencia,
de su significación y de su forma»; y también, «especialidad lingüística que estudia
el origen de las palabras consideradas en dichos aspectos».
262
Navarro, ob. cit., pp. 44 y ss.
263
A título de referencias bibliográficas, y de fuentes de investigación jurídica, destacan
la Revista de Derecho y Jurisprudencia Chilenas (R.D.J.), la Gaceta de los Tribunales
(Gaceta), y los Repertorios de Legislación y Jurisprudencia Chilenas (Rep.).
264
Corte de Apelaciones de Concepción, 07/12/2010, Rol 546–2010. Recurso de
Nulidad (Proceso Penal).

135
René David Navarro A.

Sin explicar qué son, ni cuáles son sus requisitos o características,


se ha expresado por parte de la Exma. Corte Suprema, en sentencia
de fecha 21/09/2009, Rol 5516–2009, en resolución de Recurso de
Nulidad (Proceso Penal):

Las máximas de experiencia llevan a concluir, más allá de toda duda


razonable, que la intención de los acusados esa madrugada y las accio-
nes que realizaron están dirigidas única e inequívocamente a sustraer
especies muebles desde el interior de la casa habitación, ingresando a
la misma por una vía no destinada al efecto, sigilosamente y en horas
de la madrugada, circunstancias que no parecen relacionarse con la
intención de simplemente ocasionar daños, como lo alegó la defensa.

En el mismo sentido, la Corte de Apelaciones de Concepción, en


fallo de fecha 23/03/2009, Rol 9–2009, expresó:

Las máximas de experiencia y las reglas de la lógica demuestran que la


demandante, durante la convivencia conyugal y con motivo de dedicarse
al cuidado de sus hijos y del hogar, redujo su jornada de trabajo, lo
que redundó en un desarrollo laboral realizado en menor medida de
lo que la demandante quería y podía realizar.

Con un «ejemplo», la Corte de Apelaciones de Valparaíso, el


05/10/2007, en Recurso de Nulidad Penal Rol 953–2007, señala:

Una máxima de la experiencia enseña que un delincuente, al caer de-


tenido y percatándose de lo influenciable de la víctima, consigue que
otros miembros de su familia o de su grupo delincuencial se acerquen al
ofendido y le hagan saber las serias consecuencias que le acarrearía su
actitud de sindicar al imputado como hechor del delito. Esto demuestra
que no atenta contra las reglas de la lógica el que una persona que ha
sido violentada verbalmente y que vive en un círculo al que pertenece
el imputado, sienta tanto temor cuando declara en el juicio que preste
declaraciones contradictorias –como sucede cuando ha reconocido
al imputado a través de fotografías, pero no ratifica sus dichos en el
juicio oral–, puesto que se encontraba realmente con pavor al instante
de prestarlas.

Continuando con la «vía ejemplar», la misma Corte de Valparaíso,


en Recurso de Nulidad Penal, Rol 1389–2006, expone:

136
Bases para una sana crítica

Es una máxima de experiencia el hecho de que los contactos físicos


entre dos personas tienen precisos códigos de licitud o de abuso, que
dependen de la edad de los partícipes, de la diferencia de edad que
presenten, de las relaciones parentales o funcionales entre ellos, etc.,
máxima que la mayoría de las personas conoce y comparte.

Con una ostensible mayor amplitud (y referencia doctrinal), se


refiere al tema el mismo tribunal superior precedentemente citado, en
fallo de Recurso de Nulidad en materia penal, de fecha 28/01/2009,
Rol 5–2009, en cuyos párrafos se puede leer lo siguiente:

Es indispensable distinguir el doble papel que cumplen las máximas


de la experiencia en la aplicación de la legislación punitiva. En todo
caso, urge poner de relieve, preliminarmente, que tales máximas no
son nunca toscas generalizaciones basadas en el también rudimentario
sentido común, sino reglas extraídas de la observación sistemática de
los hechos del mundo y la conducta del hombre, cuya única diferen-
cia frente a los conocimientos científicamente afianzados reside en la
fijeza temporal y espacial de estos últimos sujeta, en todo caso, a los
avances de la ciencia, con la consiguiente depuración o superación de
las cogniciones que antes gozaban de predicamento entre los especia-
listas, estabilidad con la que contrasta la contingencia y el margen de
relativismo ingénitos a todo juicio sobre el id quod plerumque accidit,
es decir, el cómo ocurren regularmente las cosas, abstracción que yace
en el fondo de esas máximas. […] En efecto, la primera función de ellas
atañe a una clase particular de los elementos del tipo penal. Se llama
elementos del juicio cognitivo a ciertas características típicas sobre las
que recae un determinado juicio, que ha de formular el juez con arreglo
a la experiencia y a los conocimientos que ésta proporciona (Mezger).
Son de esta clase la calidad de falso de un testimonio, lo grave de una
injuria, la peligrosidad de un determinado objeto, y otros. Semejantes
requisitos, que se hallan entre los normativos y descriptivos de los tipos,
se distinguen de los primeros en que la apreciación de éstos demanda
un juicio de valor, y de los segundos, en que para el establecimiento de
un dato fáctico, como la muerte de un hombre o la apertura de una
correspondencia cerrada, basta la formulación de un juicio asimismo
fáctico. Podría incluso hablarse de un enlace estructural de ingredientes
fácticos y normativos en punto a los elementos del juicio cognitivo,
reserva hecha de que el juicio que los constata no contiene valoraciones
propiamente dichas, sino reglas oriundas de la experiencia, como antes

137
René David Navarro A.

se explicó […]; la segunda función de las máximas de la experiencia


se desarrolla en el proceso penal, en particular, a propósito de la valo-
ración o el examen crítico de la prueba rendida en un pleito, función
semejante, aunque no igual, a la que cumple en el proceso la compro-
bación de los hechos ordenada por los elementos descriptivos de los
tipos (Grunhut). A esto se refiere el plexo normativo que forman los
artículos 374 letra e), 342 letra c), y 297 del Código Procesal Penal. La
libertad en la apreciación de la prueba no es ilimitada; al contrario, su
valoración debe concordar con los principios de la lógica, las máximas
de la experiencia y los conocimientos científicamente afianzados, por
modo que si los omite o vulnera, el fallo está expuesto a ser casado en
sede de nulidad.

La Exma. Corte Suprema, el 25/04/2007, en causa Rol 5638–2005,


señala:

La directriz aludida por la parte de las trabajadoras, constituye una


de las máximas que informan y sustentan la normativa laboral y que
obedecen al ánimo protector con que el legislador ha regulado en este
ámbito dado el desequilibrio que existe entre las partes, tanto al mo-
mento de contratar como al enfrentarse en un procedimiento judicial.
Así, por ejemplo, ante la posibilidad de que el tribunal conozca diversas
interpretaciones de un mismo precepto, debe aplicar la más beneficiosa
para el dependiente, como ocurre con el principio pro operario o de
la norma más beneficiosa. En este contexto, la primacía de la realidad
surge como una herramienta en la tarea de apreciar la prueba, ya que
a la hora de dirimir discrepancias entre lo que ocurre en la práctica y
aquello que surge de documentos o acuerdos de cualquier naturaleza,
el principio obliga al Juez de la instancia a otorgarle prioridad a lo
que se desprenda de los hechos y evitar, de esa forma, darle valor a
instrumentos dirigidos a ocultar o disimular la verdad o a cualquier
elemento que simplemente la distorsione. La primacía explicada impo-
ne, entonces, el deber de hacer imperar la buena fe en el desarrollo de
la actividad contractual y litigiosa de los sujetos de la relación laboral,
como uno de los tantos aspectos de nuestro ordenamiento jurídico en
el que dicha conducta debe concretarse, pues importa una directriz de
carácter general.

Finalmente, la Corte de Apelaciones de Santiago, en Resolución de


Recurso de Nulidad Penal de fecha 25/05/2006, Rol 811–2006 expresa:

138
Bases para una sana crítica

Las máximas de la experiencia aconsejaban actuar con prudencia,


ya que aparte de esta corazonada de la víctima, no habían otros an-
tecedentes en el juicio que involucraran al acusado, toda la prueba
restante es indirecta –salvo que se trataba de un sujeto que tenía
malos antecedentes, que era conocido y temido en el barrio por
sus vecinos y ubicado por los Carabineros del sector. Demasiado
fácil para ser creíble, dirían las máximas de la experiencia, sobre
todo teniendo presente que el estándar de exigencia para condenar
a un sujeto con prueba indiciaria, por lógica, debiera ser más alto.

139
Epídosis:
Conocimiento científicamente afianzado

Hemos dejado para el final, una muy breve exposición acerca del
conocimiento científico, y, como lo llama nuestra ley, del conocimiento
científicamente afianzado, para tratar de vincularlo con las reglas de la
lógica y las máximas de la experiencia, esto es, la tríada de nociones
que entrega el ordenamiento jurídico para el sintagma sana crítica1.
Lo anterior no es menor, toda vez que la sana crítica es el método en
virtud del cual el juez arriba a convencimiento, máxime considerando
la pronta entrada en vigencia del futuro sistema procesal civil. Hasta
hoy, el único procedimiento que queda vinculado al anacrónico siste-
ma de convicción legal o tazada, o tarifa legal, es justamente el civil;
en lo penal, laboral, familia y policía local, la regla es la sana crítica.
Russell, al escribir Human Knowledge: Its Scope and Limits (1948)2,
señala que uno de los propósitos que tuvo para hacerlo, fue tratar de
descubrir los principios mínimos requeridos para justificar las infe-
rencias científicas, las cuales están sujetas a lo que él llama grado de
credibilidad, esto es, el crédito que es racional asignar a una proposición
más o menos incierta3.

1
Nuestro Código del Trabajo (art. 456) habla de razones jurídicas, razones sim-
plemente lógicas, razones científicas, razones técnicas, razones de experiencia.
2
Russell, Bertrand, El conocimiento humano, Ediciones Folio, Barcelona, 2001,
pp. 11 y ss.
3
En el mismo texto, Russell apunta: «La filosofía propiamente dicha trata de asuntos
de interés para el público culto en general, y pierde mucho de su valor si sólo unos
pocos profesionales pueden comprender lo que dicen los filósofos». Russell, ob.
cit., p. 7. La frase de Russell, recuerda la de Jeremías Bentham respecto a la «jerga
jurídica» y el «interés siniestro del hombre de leyes». Vide intro.

141
René David Navarro A.

Humberto Maturana4 ha señalado que el punto de partida de toda


argumentación racional, es el reconocimiento de que somos sistemas
vivos y de que todo lo que hacemos lo hacemos en la realización de
nuestra vida; y agrega:

La separación entre las ciencias y la filosofía es el resultado de una


clasificación artificial, y esta separación de reflexión y acción limita la
comprensión de lo que hacemos como seres humanos en nuestra vida
real y perjudica nuestro entendimiento de los distintos mundos que
generamos en nuestro vivir.

El estudio de una disciplina es distinto de su «objeto». Por ejemplo,


el estudio de las piedras, de la tierra, las rocas, las capas terrestres, se
llama geología. La raíz etimológica de la palabra nos sirve: logos =
«estudio»; geo = «tierra». Aquí es fácil distinguir lo estudiado, «la tie-
rra», del estudio, «la geología». También es fácil percibir que el objeto
de estudio (lo estudiado) es una cosa, esto es, la tierra.
Evidentemente, «el estudio» es una actividad que realizamos los
seres humanos; y cuando este estudio recae sobre cosas, es más objetivo
e imparcial; puesto que el objeto de estudio (las cosas) no es estudiado
por los mismos «entes». En otras palabras, no son las «piedras» las que
estudian la geología; son las personas (los geólogos) los que realizan
esta actividad.
Por otra parte, a los seres humanos no solamente nos interesan
las cosas, los animales, la naturaleza, etcétera, sino que además nos
interesamos por nosotros mismos; por nuestras actividades humanas,
y –por cierto– también las estudiamos. La dificultad estriba aquí en
que lo estudiado (el ser humano, la sociedad) es realizado por el mismo
«ente» a estudiar, vale decir, las personas se estudian a sí mismas; lo que
trae (y ha traído) problemas de «imparcialidad», y también problemas
éticos: ¿podemos experimentar con personas?
Desde que el hombre tiene uso de razón han existido los estudios;
pero solo hace poco (en términos históricos), esos estudios tienen el
«rango de conocimiento científico». El conocimiento científico, tal
como lo conocemos hoy, es fruto de hace menos de 500 años, y mu-

4
Maturana R., Humberto y Pörksen, Bernhard, Del ser al hacer. Los orígenes
de la biología del conocer, Editorial Granica, Buenos Aires, 2010, pp. 25–28.

142
Bases para una sana crítica

chas disciplinas no tienen más de 100 o 200 años. Para complicar las
cosas, no solamente se estudian los objetos a estudiar (las piedras, la
mente humana, los fenómenos de la naturaleza); también se estudia
«el estudio»; también se estudia «el conocimiento».
La epistemología sería el «estudio» del «conocimiento», y en
particular el estudio del conocimiento científico. Se ha dicho que (en-
tre otros factores), para tener conocimiento «científico», es menester
contar con una herramienta especial. Así como para sacar un tornillo
(fin) se requiere de una herramienta (medio a través del cual se logra
el telos–«fin» = destornillador) para lograrlo; asimismo, en el cono-
cimiento científico esa herramienta se llama método científico. Pero
es la herramienta, no es el fin en sí mismo. Solo es «un» camino para
llegar a ese fin.
El método es un camino, una herramienta. Solo eso, nada más. Pero
nada menos. Es el que actualmente la humanidad considera «válido».
Podemos acumular conocimiento, en cantidad o en calidad. Si la acumu-
lación versa o se trata sobre cantidades (y aquí la estadística y los números
ayudan mucho), el método necesariamente tendrá que ser uno de tipo
cuantitativo; si queremos añadir valor agregado, y procurarnos calidad
en ese conocimiento, la herramienta serán los métodos cualitativos5.
Cuando estudiamos algo, lo hacemos porque tenemos dudas e
interrogantes sobre lo que queremos estudiar. Esas dudas, preguntas,
interrogantes se llaman problemas; esas preguntas tienen respuestas
afirmativas o negativas que solucionan las preguntas, a través de una
hipótesis (si es que no está confirmada). Si esa hipótesis (respuesta) se
confirma, podemos lograr una tesis. Pero esa tesis puede ser refutada
por una antítesis, y todo lo anterior ser aunado en una síntesis, pro-
yectando así un conocimiento «dialéctico».

5
Durante el siglo pasado, el debate «metodológico» se focalizó en los conceptos
de cualidad y cantidad, y en relación a la «primacía de uno sobre el otro». La
discrepancia es más de fondo que de forma, y se traduce en la pugna entre los
positivistas y los metodólogos contemporáneos. Ambos métodos persiguen ob-
jetivos cognitivos distintos y tratar problemas de índole diferente. La tarea del
investigador no es aferrarse dogmáticamente a «un» método y erigirlo como «el
mejor». La teoría fundamentada es un ejemplo de «nueva tendencia» en materia
metodológica. Vide: Marradi, Alberto, Archenti, Nélida, Piovani, Juan Ignacio,
Metodología de las ciencias sociales, 2da ed., Editorial Cengage Learning, Buenos
Aires, 2012, pp. 22, 263 y ss.

143
René David Navarro A.

A veces los métodos se confunden con las meras o simples «rece-


tas». Cuando esas recetas están afianzadas y (todos o) la mayoría las
ocupan, logran posicionarse y transformarse en «la» fórmula «única»
de ver el asunto o la cuestión.
Por ejemplo, durante muchos años (siguiendo a Ptolomeo, Aristó-
teles y la Biblia) se creyó que los astros giraban alrededor de la tierra
(visión geocéntrica). Era la «única visión», la única posibilidad. No
había otra forma de ver las cosas. Se daba por sentado (y no se discutía)
que esto tenía que ser de ese modo, que la tierra era el centro de todo
el universo creado por Dios. Esta era la visión, este era el paradigma
que imperaba.
Pero resultó ser que las cosas no eran así: la tierra gira alrededor
del sol y este forma parte de incontables estrellas, y las estrellas forman
parte de infinitas galaxias. «El paradigma cambió». La visión cambió.
La teología ya no fue la respuesta a todas las interrogantes; el telos
ya no era teo.
Para organizar «los estudios», los que estudian, y las instituciones
donde esto se realiza, han ordenado las disciplinas de varias formas, y todas
ellas en la actualidad pretenden ser «conocimiento científico». Todas giran
en torno o alrededor de «la ciencia», la ciencia es hoy «el paradigma».
En términos simples y propedéuticos, las ciencias las clasificaremos
en: ciencias abstractas, ciencias físicas o naturales, y ciencias humanas
o sociales. Dentro de las ciencias abstractas, encontramos a la madre
de todas ellas: la matemática, la geometría, la lógica. Dentro de las
ciencias físicas o naturales, hallamos la medicina, la biología, la física,
la química, la astronomía, etcétera. Dentro de las ciencias humanas o
sociales, a la sociología, la antropología…
La epistemología es la doctrina de los fundamentos y métodos del
conocimiento científico. Por su parte, la gnoseología es también una
epistemología, vale decir, una teoría del conocimiento. Tanto episteme
como gnosis son sinónimos de «conocimiento» en griego, y logos–logía,
de «estudio». La mayoría prefiere utilizar el término epistemología para
referirse a la teoría del conocimiento científico, y la voz gnoseología
para el conocimiento en general, no únicamente científico.
Conocimiento es la acción y efecto de conocer. Es también en-
tendimiento, inteligencia, razón natural. Conocer es averiguar por

144
Bases para una sana crítica

el ejercicio de las facultades intelectuales, la naturaleza, cualidades y


relaciones de las cosas. Aprehender (del latín apprehendere) es coger,
asir, pescar, agarrar, prender a alguien, o bien algo. Aprender es adqui-
rir el conocimiento de algo por medio del estudio o de la experiencia.
En la actividad cognoscitiva, podemos diferenciar entre el que conoce
(sujeto), lo conocido (objeto) y el conocimiento mismo obtenido de
ese proceso (DRAE).
Según el uso común del término científico, este tiene que ver con
las exigencias de precisión y objetividad propias de la metodología
de las ciencias. El conocimiento científicamente afianzado sería aquel
que, siendo preciso y objetivo, cumple con las exigencias dadas por la
metodología científica o de las ciencias, y que además está afianzado,
esto es, asegurado, firme, consolidado, validado, garantizado. Ciencia
es el conjunto de conocimientos obtenidos mediante la observación y el
razonamiento, sistemáticamente estructurados, y de los que se deducen
principios y leyes generales6.
Émile Durkheim7, siete años antes que naciera Karl Popper y casi
cuarenta años antes de su imprescindible criterio de demarcación,
enseñaba que los fenómenos (sociales) merecían ser tratados como
cosas, en calidad de data, punto de partida de la ciencia.8 Enseñaba
también el maestro francés, que si nuestro propósito era seguir un
camino metódico, es menester establecer los primeros cimientos de la
ciencia sobre un terreno firme y no sobre arenas movedizas, exhor-
tando a que solo una vez analizados los datos duros (data), y a través
de trabajos de aproximación progresivos, podría «cercar(se) poco a
poco esta realidad huidiza»9.
Una asentada tradición establece que «la ciencia consiste en la bús-
queda del conocimiento por el conocimiento mismo, en una búsqueda
desinteresada que se rige por un único valor: la verdad»10. Cuando se

6
DRAE.
7
Émile Durkheim (1858–1917), sociólogo francés, creador de esta disciplina en su
país.
8
Durkheim, Émile, Las reglas del método sociológico, Editorial Losada, Buenos
Aires, 2006, p. 70.
9
Durkheim, ob. cit., p. 93.
10
Heler, Mario, La ciencia incierta. La producción social del conocimiento, Editorial
Biblos, Buenos Aires, 2008, p. 13.

145
René David Navarro A.

habla de ciencia moderna, se hace referencia a una forma de saber que


comienza a manifestarse durante el Renacimiento, en las postrimerías
de la Edad Media, y se consolida como tal en el siglo XVIII con las
FMBCPSBDJPOFTEFMBGÎTJDBOFXUPOJBOB&TUBOVFWBGPSNBEFTBCFSDPO-
tinúa desarrollándose hasta nuestros días, y se ha logrado erigir como
el único modo racional de conocimiento11.
El profesor Heler12 –recordando la persecución que sufrieron los
primeros científicos a manos del Santo Oficio de la Inquisición– enseña
que la versión predominante (historia oficial) de la ciencia moderna pue-
de imaginarse en términos de una Cenicienta reivindicada y triunfante:
como ella, sufrió humillación, maltrato y hostigamiento; como ella,
logró convertirse en una reina, la reina de los saberes13. Reina –agrega
Heler– después de haber destronado a la reina vieja; la historia oficial
de la ciencia, se enorgullece de contar su triunfo como un combate
contra sus enemigos: los dogmas, los prejuicios, la arbitrariedad, el
autoritarismo, el oscurantismo, en suma: la irracionalidad.
El conocimiento científico se estructura sobre la base de relaciones
lógicas con referencias empíricas precisas; así se posiciona como un
saber objetivo, y además intersubjetivo, y por sobre todo provisio-
nal; esto es, requiere que la investigación científica no se detenga. La
clave en el llamado conocimiento científico está en su método. Este
se presenta como su única garantía de validez, tanto en un contexto
de descubrimiento de nuevos conocimientos como en un contexto de
justificación de los conocimientos ya adquiridos. La integración del
nivel lógico y empírico define la racionalidad del método científico.
La capacidad de predicción de los conocimientos constituye en la
modernidad el criterio de respaldo de lo científico; gracias a esta los
conocimientos científicos se justifican como válidos, y esta capacidad

11
Serían rasgos distintivos de esta modernidad científica: la secularización; la posición
predominante de la persona humana; la posibilidad de cambiar el mundo, y ponerlo
al servicio del hombre; la pérdida del lugar privilegiado que tuvo el planeta tierra
en la cosmología geocéntrica; los valores de la libertad e igualdad de los seres
humanos; la actitud de reflexividad de aquellos que se dedican al conocimiento;
la idea de progreso de la humanidad; y entre otras, la tolerancia y la libertad de
pensamiento. Heler, ob. cit., pp. 17–22.
12
Mario Heler, filósofo de la ciencia y pensador argentino, fallecido en agosto de
2010.
13
Ibid., p. 23.

146
Bases para una sana crítica

(poder) se traduce en la posibilidad de controlar (y manipular) los fenó-


menos (lo que es ostensible prima face en las ciencias experimentales)14.
Con todo, la ciencia puede que se olvide de sus orígenes y sucumba
ante su propio neodogmatismo e intolerancia15. Frente a esto, parece
obvio que la filosofía de la ciencia debe ocuparse seriamente de la
correcta integración de la ciencia en el conjunto de la vida humana,
sobre todo porque las posturas más conocidas en relación a este tema
no son satisfactorias. Por un lado, la típica mentalidad cientificista
proclama una especie de soberanía de la ciencia sobre la vida y una
pretendida superioridad de la visión científica del mundo. En el otro
extremo, los críticos más radicales han alimentado una mentalidad
anticientífica que tampoco parece justa16. A la vista de la situación,
tenemos la obligación de preguntarnos si no existe un término medio
y mejor entre cientificismo y la anticiencia17.
Feyerabend18 cree que las investigaciones científicas nunca se han
desarrollado siguiendo un método racional. Ergo, el anarquismo debe
reemplazar al racionalismo y el progreso intelectual solo puede alcan-
zarse acentuando la creatividad y los deseos de los científicos, más que
el método. Elípticamente está contradiciendo a Descartes19. ¿Cuál de
estas opiniones parece aceptable?
Previo a esta pregunta, huelga dedicarnos someramente a los per-
sonajes aquí involucrados Descartes vs. Feyerabend.
René Descartes (1596–1650)20. En palabras de Russell:

14
Ibidem, p. 75.
15
«Carmen Díaz es la vidente que colabora con la Armada en la búsqueda de los 17
cuerpos que aún no son encontrados tras la tragedia en Juan Fernández, mientras
que el robot de sondas submarinas Proteus 100 será utilizado para llegar al fondo
marino» (Portal Terra.cl 06/09/2011).
Cfr. http://megagalerias.terra.cl/galerias/actualidad/galeria.cfm?id_galeria=61371
16
Marcos, Alfredo, Ciencia y acción. Una filosofía práctica de la ciencia, Fondo de
Cultura Económica, México, 2010, p. 63.
17
Ibid.
18
Feyerabend, Paul, Tratado contra el método, Editorial Tecnos, Madrid, 2007.
19
Álvarez G., Ariel, Epistemología jurídica, ob. cit., p. 286.
20
«Descartes pertenecía a una familia acomodada (su padre era consejero del Par-
lamento de Bretaña), por lo que nunca tuvo que trabajar para ganarse la vida. Fue
educado durante ocho años en el colegio jesuita de La Fléche y posteriormente
estudió leyes en la Universidad de Poitiers. En 1617, ingresó al ejército holandés,
pero como ese país estaba en paz, disfrutó de dos años para filosofar tranquilo.
En este periodo conoció a Isaac Beekman, un físico que lo estimuló a realizar más

147
René David Navarro A.

Es considerado como el fundador de la filosofía moderna […], con-


serva mucho del escolasticismo, no acepta las bases establecidas por
predecesores, sino que intenta construir un edificio filosófico comple-
to de novo. Esto no ocurría desde Aristóteles y es un signo de la nueva
confianza derivada del progreso de la ciencia. En su trabajo hay una
frescura que no se encuentra en ninguno de los filósofos eminentes
desde Platón.

De la misma manera que Bacon, Descartes concibió a la ciencia


como una pirámide cuya cúspide estaba ocupada por los principios
o leyes más generales de la realidad; pero mientras Bacon llegaba a
esa cúspide por medio de inducciones progresivas, basadas en series
generosas de observaciones y experimentos, Descartes propuso que el
conocimiento científico se inicia en la cumbre y de ahí procede hacia
abajo, siguiendo el camino de la deducción, hasta llegar a la base,
o sea, la naturaleza real. Esa proposición tiene varias implicaciones

estudios matemáticos, de lo que resultó el desarrollo de la geometría analítica.


Con el inicio de la guerra de los Treinta Años, Descartes se alistó en el ejército
de Baviera, en 1619, y fue en el invierno de ese año que, según él mismo cuenta
en su Discours de la méthode, una mañana hacía tanto frío que se metió en una
estufa y se quedó meditando todo el día; cuando por fin salió, su filosofía ya esta-
ba a medio terminar. En 1621, se dio de baja del ejército y después de viajar por
Italia se estableció en París, en 1625. Pero tres años más tarde ya estaba otra vez
en el ejército, esta vez en el que tenía sitiada a La Rochelle, en la campaña contra
los hugonotes. Al terminar este episodio, Descartes se quedó a vivir en Holanda
por veinte años (1629–1649), probablemente para evitar el riesgo de ser acusado
y perseguido por católicos fanáticos, en vista de que compartía las ideas herejes
de Galileo, cuya primera condena había ocurrido en 1616. Por la misma razón,
Descartes no publicó entonces su gran libro Le monde, donde sostenía que la Tie-
rra gira y que el Universo es infinito, dos afirmaciones que lo hubieran llevado de
inmediato ante el Santo Oficio. Sin embargo, ni en Holanda se libró Descartes de
la intolerancia religiosa, ya que los protestantes fanáticos señalaron que sus ideas
favorecían al ateísmo y la Universidad de Leyden prohibió que se le mencionara, en
pro o en contra. Por fortuna, el príncipe de Orange evitó que estas manifestaciones
del oscurantismo afectaran a su ilustre huésped. En septiembre de 1649, Descartes
viajó a Estocolmo, respondiendo a la invitación que le hizo la reina Cristina para
ocupar el cargo de filósofo real; Descartes se enteró demasiado tarde de que tal
posición requería lecciones diarias a la reina, pero como su majestad estaba tan
ocupada, tenían que darse a las 5:00 a.m. Para un filósofo acomodado que casi
nunca se levantaba antes del mediodía, y mucho menos en el crudo invierno sueco,
tal régimen resultó letal y Descartes falleció a principios de 1650». Pérez T., Ruy,
¿Existe el método científico?, Fondo de Cultura Económica, 5ta reimpr., México,
2010, pp. 82 y ss.

148
Bases para una sana crítica

filosóficas fundamentales, pero aquí solo mencionaremos una: que la


certeza en el conocimiento puede alcanzarse a priori, o sea, en ausen-
cia (por ignorancia o por decisión consciente) de la realidad. Todos
conocemos el famoso párrafo en que Descartes encuentra su primer
principio: cogito ergo sum:

A pesar de que quería pensar que todo era falso, era necesario aceptar
que el yo que pensaba era algo; y basado en esta verdad, pienso, luego
existo, tan sólida y tan cierta que ni siquiera las suposiciones más extra-
vagantes de los escépticos podían afectarla, juzgué que podía recibirla
sin escrúpulos como el principio inicial de la filosofía que yo buscaba.21

Al decir de Tomás Abraham22, Descartes lucha «contra la autoridad


que impone la verdad, para hacer de la duda su método, Sartre advierte
que si bien le dice que No al poder, por otro lado le dice Sí a Dios»23.
Mauro Armiño24, en relación a la obra magna de Descartes25, refiere
que con la figura del maestro francés renace la filosofía tal como la
entendían los griegos: «Como una ciencia del pensamiento dirigida a
un objetivo propio, abrir caminos al conocimiento, arrojar luz sobre
las tinieblas».
Descartes resume en la siguiente frase el objetivo de su Discurso
sobre el método: «buscar la verdad». Allí, la razón de su trabajo in-
telectual, cual es la explicación de los modos y métodos a seguir para
alcanzar esa verdad; aniquilando con la «duda» todo, haciendo tabula
rasa, partiendo de cero, y estableciendo como norte:

1) No admitir nada que no sea absolutamente evidente;


2) Dividir cada problema en tantos problemas particulares como
convenga para resolverlos mejor;

21
Ibid.
22
Tomás Abraham es un filósofo y escritor argentino nacido en Timisoara, Rumania,
en 1946.
23
Abraham, Tomás, Prefacio a las obras de René Descartes, Editorial Aguilar, Uru-
guay, 2010, p. 12.
24
Traductor y escritor español, nacido en 1944.
25
El Discurso del método (Le discours de la méthode, en francés), cuyo nombre
completo es Discurso del método para conducir bien la propia razón y buscar la
verdad en las ciencias. Editorial Aguilar, Uruguay, 2010, pp. 21 y ss.

149
René David Navarro A.

3) Dirigir por orden vuestros pensamientos yendo de lo más simple


a lo más complejo; y
4) Enumerar completamente los datos del problema y pasar revista
a cada uno de los elementos de su solución para asegurarse de que
se ha resuelto correctamente.

 Al decir de Pérez Tamayo26, Paul Feyerabend (1924-1994) es una


de las figuras más atractivas y más peligrosas de la filosofía de la ciencia
contemporánea. Sus dos libros principales, Contra el método (Against
method) y La ciencia en un mundo libre (Science in a Free World), son
ya obras clásicas; sus numerosos y extensos artículos (recientemente
editados en dos volúmenes por la Cambridge University Press) son
lectura obligada para todo el que quiere estar bien informado sobre
lo que ocurre hoy en el campo, y su estilo literario es claro, ingenioso
y seductoramente agresivo, sobre todo cuando responde a sus críticos.
De acuerdo con sus notas autobiográficas (incluidas en La ciencia),
Feyerabend nunca estudió formalmente filosofía de la ciencia; sus inte-
reses como estudiante fueron, en orden cronológico y de importancia,
el teatro, la física y la astronomía. Educado en Alemania en los terribles
primeros años de la posguerra, entre 1945 y 1950, fue testigo de la
brutal reacción postnazi (cuyos excesos no eran muy diferentes a los
cometidos por los propios nazis) y conservó un profundo interés en el
análisis de los factores que de una u otra manera pueden contribuir a
limitar la libertad del individuo y la sociedad. Después de la guerra,
Feyerabend disfrutó de una beca del Estado alemán para estudiar en
el Instituto para la Renovación Metodológica del Teatro Alemán, en
8FJNBSMBTDMBTFTDPOTJTUÎBOFOWFSPCSBTUFBUSBMFTZEJTDVUJSMBT"MBÒP
siguiente, Feyerabend fue a Viena a estudiar historia, pero al mismo
tiempo se interesó en la física y la astronomía, así como en la filosofía;
fue miembro fundador del Círculo de Kraft, un club filosófico formado
alrededor de Viktor Kraft, quien había sido miembro del Círculo de
Viena. En esta ciudad también conoció al físico Felix Ehrenhaft, quien
lo impresionó por su capacidad para adoptar posturas iconoclastas y
antiortodoxas, lo que años más tarde se convertiría en la especialidad
de Feyerabend. El primer encuentro con Popper tuvo lugar en 1948,

26
Pérez T., R., ob. cit., pp. 240 y ss.

150
Bases para una sana crítica

en Alpbach, en la época de mayor lustre del falsacionismo; Feyerabend


se impresionó mucho con Popper, pero muy poco con sus teorías. En
1950, Feyerabend trabajó una temporada con Popper en Londres y se
asoció con Lakatos, con el que sostuvo un debate continuo y planearon
escribir un libro juntos sobre «racionalismo»; desafortunadamente,
la muerte prematura de Lakatos suspendió el debate e impidió que
el libro planeado se terminara; lo que al final se publicó fue la parte
«antirracionalista» de Feyerabend, que es Contra el método. 
Además, en ese tiempo Feyerabend fue nombrado conferencista
de filosofía de la ciencia en la Universidad de Bristol, lo que aprovechó
para ampliar sus estudios de mecánica cuántica. Feyerabend fue profe-
sor de filosofía de la ciencia en la Universidad de California (Berkeley)
y al mismo tiempo en la Escuela de Altos Estudios de la Universidad
de Viena27.
Hecha la breve aproximación a los personajes, volvamos a la
pregunta:

Feyerabend cree que las investigaciones científicas nunca se han desa-


rrollado siguiendo un método racional. Ergo, el anarquismo debe reem-
plazar al racionalismo y el progreso intelectual sólo puede alcanzarse
acentuando la creatividad y los deseos de los científicos, más que el
método. Elípticamente está contradiciendo a Descartes. ¿Cuál de estas
opiniones parece aceptable?

Descartes (junto a otros por cierto) es el padre del método. Fe-


yerabend, su «asesino». La ciencia y la filosofía contemporáneas son
deudoras de Descartes, su visión, en su tiempo y en su influjo, ayudó a
cuajar y a aumentar la crítica. No solo Descartes habló del «método»,
sino también se explayó muchísimo respecto de la duda y de la crítica
a sus propias dudas. Feyerabend, tiempo mediante, le dio a Descartes
con su propia medicina. ¿En el fondo, son distintos realmente?, ¿cuál
es el horizonte de ambos?, ¿qué busca cada uno legítimamente?
Cada uno en su trinchera (apertrechado de sus argumentaciones),
entrega una visión respecto al problema (el método), que sin duda es
gnoseológico, y para estar a la altura de los tiempos, debiera decir

27
Ibid.

151
René David Navarro A.

epistemológico, ya que la carga emotivo–religiosa de la palabra gno-


seología podría calificársela de pseudociencia hoy por hoy.
Amartya Sen (1933), premio Nobel de Economía en 1998, en su
última obra traducida al español28 SFTQPOEJÊOEPMFB3BXMT QSPQPOF
una teoría que llamaré holística de la justicia, que pretende superar el
GVOEBNFOUBMJTNPUSBTDFOEFOUBM JOTUJUVDJPOBMLBOUFBOPSBXMTPOFBOP

combinándolo con la filosofía oriental milenaria de su tierra natal, la
India. Quizá deberíamos parafrasear a Sen y decir, que tanto Descartes
como Feyerabend, en realidad son las dos caras de la misma moneda, y
cual yin y yan, estamos exhortados a complementarlos, y no disociarlos
en nuestra personal concepción de método científico: sin matarlo, pero
tampoco endiosándolo.
No obstante la crítica (saludable por cierto), el conocimiento y la
investigación científicos gozan de un estatus de credibilidad superior
a los otros tipos de conocimiento.
Samaja29 explica que la investigación científica es aquello que ha-
cen los científicos, y busca producir conocimiento puro, conocimiento
práctico y estabilidad ideológica30.

La única forma de producir un acuerdo válido sobre los conocimientos


debe proceder, en última instancia, del sentimiento de evidencia que
experimentan los sujetos individuales, al examinar sus propios medios
de prueba a favor o en contra de sus presuntas verdades.
Esa evidencia, experimentada por cada quien, fue concebida
–por la burguesía en ascenso– como el principal criterio para lograr
un acuerdo objetivo, sólido y estable, ya que estaría fundado en una
«libre adhesión o libre rechazo» de las creencias (y no en imposición
sojuzgante de unos sobre otros). Esta nueva manera de concebir la
fuente de validez del conocimiento fue esencialmente congruente con
la prédica de la tolerancia como virtud cardinal de la nueva cultura
política. Sin embargo, este nuevo principio de la experiencia tuvo en la
Europa moderna, dos lecturas diametralmente opuestas; para algunos
sectores la «experiencia» debía ser interpretada como las evidencias
intelectuales que se producen mediante el ejercicio de la libre reflexión

28
Sen, Amartya, La idea de la justicia, Editorial Taurus, Uruguay, 2011.
29
Juan Samaja (1941–2007), epistemólogo y metodólogo argentino.
30
Samaja, Juan, Epistemología y metodología. Elementos para una teoría de la
investigación científica, Editorial Eudeba, Buenos Aires, 2004, pp. 23 y ss.

152
racional; y para otros en cambio, la única experiencia que podía fundar
el libre acuerdo eran las «evidencias sensoriales».
Esta forma de caracterizar a la ciencia como método particular
de examinar, admitir o rechazar las creencias, fue principalmente de-
sarrollada por el pragmatismo norteamericano: en particular […] por
Peirce […]; el método de la investigación científica implica entonces
concebir una realidad objetiva y además racional […]; el método cien-
tífico es el único que admite corrección desde el exterior. Las creencias
que se establecen mediante este método están sometidas al test de una
experiencia regida por ciertas reglas que deben valer para todos los
individuos: reglas que rigen el acuerdo con los datos de la experiencia,
y reglas que rigen la coherencia lógica entre las proposiciones31.

La investigación científica constituiría el método que los integrantes


de las comunidades científicas emplean para cerrar las brechas que se
abren en sus sistemas de creencias, como resultado de la aplicación
de ese mismo método. Con todo, esta visión se refiere a una visión
académica de la investigación y conocimiento científico; a ella cabe
agregar, la visión profesional del hacer de los científicos.
Samaja32 expresa que se sabe que las prácticas profesionales
(cualquiera sea la profesión) necesitan de la ciencia, y se pregunta:
¿no es acaso el ejercicio mismo de esa práctica profesional parte
integrante del proceso de investigación científica?, ¿la ciencia no
es acaso una sistematización conceptual de los logros tecnológicos
(prácticos)?
Con estas preguntas, diferencia al proceso de investigación científica
de la intervención de los profesionales a virtud de los siguientes criterios:

i) Por el objeto o producto;


ii) Por las acciones orientadas al logro (método); y
iii) Por los medios o condiciones de realización.

El (objeto) producto de la investigación científica es el conocimien-


to científico, su comprensión (o explicación) científica, bajo el doble
imperativo de generalizar (leyes científicas) y de comprobar (experi-

31
Samaja, ob. cit., pp. 24–27.
32
Ob. cit., pp. 28 y ss.

153
René David Navarro A.

mentalmente) sus afirmaciones. A la práctica profesional le bastaría


con alcanzar una adecuada eficacia local y particular enfocada en el
problema práctico que trata de resolver dentro de su incumbencia
profesional.
El método es (en la ciencia) el de carácter científico, aceptado por la
comunidad científica de la ciencia de que se trate. Este no necesariamen-
te se refleja en un informe profesional (aunque deontológicamente sí).
Los recursos que manejan los científicos (grupos o comunidades
de) son exorbitantemente mayores que los del profesional en su praxis
cotidiana, sin perjuicio de la simbiosis que genera la industria, máxime
en la alta tecnología; verbigracia, de la información y la comunicación
(TIC), farmacéutica, etcétera.
Existe un grupo de científicos que piensa que si bien en otros tiempos
era posible hablar de un método científico, debido al gran desarrollo
de las ciencias físicas en comparación con las otras ciencias naturales,
actualmente el campo total de la ciencia es tan complejo y heterogéneo
que ya no es posible identificar a un método que sea común a todas ellas.
Ahora ya sabemos que no todos los fenómenos naturales son reducibles
a expresiones matemáticas, que no todos los hechos que constituyen la
realidad son analizables experimentalmente, que no todas las hipótesis
válidas pueden confrontarse con la realidad a la que se refieren, que
al determinismo y mecanicismo que prevalecieron en la física y la as-
tronomía de los siglos XVI a XIX, deben agregarse ahora los procesos
estocásticos, la pluralidad de causas, la organización jerárquica de gran
parte de la naturaleza, la emergencia de propiedades no anticipables
en sistemas complejos, y otros aspectos más, derivados no solo de las
ciencias biológicas, sino también de las sociales, como la economía, la
política y la historia33.
Pérez Tamayo34, luego de revisar la bibliografía pertinente, escrita
por «individuos bien intencionados y de muy distintas profesiones»,
para diferentes especialidades y para niveles muy variables de escola-
ridad, coinciden en los tres puntos siguientes: solo existe un método
científico, las leyes científicas son universales y la observación, los ex-

33
Pérez T., Ruy, ¿Existe el método científico?, Fondo de Cultura Económica, 5ta
reimpr., México, 2010, p. 263.
34
Ruy Pérez Tamayo (1924) es médico, investigador científico y académico mexicano.

154
Bases para una sana crítica

perimentos y su análisis matemático son muy importantes. Agrega que


en ninguno de los textos que comenta, se mencionan la complejidad y
la heterogeneidad de la ciencia contemporánea, el fracaso del reduc-
cionismo del siglo XIX, la naturaleza no cuantitativa (matemática) de
muchos de los conceptos principales de las nuevas ciencias humanas,
el carácter revolucionario de las recientes ciencias humanísticas, y la
creciente irrelevancia de la filosofía de la ciencia para las nuevas ge-
neraciones de científicos35.
Luego se pregunta: ¿para qué le sirve al científico la filosofía de
la ciencia? Y responde:

En contraste con la filosofía, la literatura, la danza, la poesía, la pin-


tura, la música y tantas otras manifestaciones elevadas del espíritu
humano, la ciencia comparte con la política, la industria, la ingeniería,
el metro y el servicio de telégrafos, una obligación fundamental: la de
producir resultados concretos y objetivos, la de funcionar. Al margen
de su inmenso valor cultural y de su enorme contribución al avance
de la civilización, el trabajo científico de Pasteur también sirvió para
establecer un método general de preparación de vacunas, por medio
de gérmenes de virulencia experimentalmente atenuada. Este método
ha funcionado muy bien, ya que siguiendo la idea de Pasteur se han
producido vacunas eficientes para varias enfermedades infecciosas, y
los resultados benéficos obtenidos no pueden considerarse como una
«construcción social», en vista de que las vacunas tienen el mismo
efecto en sociedades tan distintas como los grupos gay de Nueva York
y los indígenas zapotecas de la sierra de Oaxaca. En otras palabras,
el conocimiento que surge de la ciencia no está determinado, como
QPTUVMBO-BUPVSZ8PPMHBS OBEBNÃTTPDJBMNFOUFTVDPOUFOJEPOP
depende en exclusiva de la estructura y el estilo de la sociedad en la que
se desarrolla. Desde tiempo inmemorial, la ciencia también ha depen-
dido, no sólo para definir sus áreas de trabajo sino para enjuiciar sus
resultados, de su contacto con la realidad. Ésta ha sido su fuerza, lo que
explica su enorme influencia como factor transformador de la sociedad
en los últimos cuatro siglos, pero también ha sido su tragedia, porque
progresivamente ha ido dejando fuera muchos de los aspectos que más
nos inquietan y nos interesan a los miembros de la especie H. sapiens.
De todos modos, lo que se debe señalar aquí es que, con toda la
importancia que indudablemente tiene el componente social del cono-

35
Pérez, ob. cit., p. 264.

155
René David Navarro A.

cimiento científico, al final de cuentas este conocimiento también debe


servir para hacer predicciones verificables en la realidad; es importante
que se alcance el máximo consenso entre los expertos, pero es todavía
más importante que exista correspondencia entre los postulados cien-
tíficos y el mundo real.

La ciencia fue por muchísimos años llamada filosofía natural; y


creo que ha sido de manera política explotada en forma aséptica. Para
varios, la ciencia es independiente e «imparcial». Pero la empiria, como
les gusta decir a ellos, los científicos duros, ha demostrado que falta
en todas las áreas, una visión pansófica y holística de los temas. Si no,
basta con citar el ejemplo de Hiroshima y Nagasaki.
¿Para qué reaproximar a la ciencia y la filosofía?
Porque tal vez a la ciencia le faltan los desarrollos argumentati-
vos que entrega la filosofía moral. La ciencia y los científicos se han
conformado solo en ostentar a la comunidad el lado positivo de los
avances científico–tecnológicos, pero a ellos les falta el sustrato social
y político, que solo la reflexión (filosofía) puede dar.
Obviamente, no todos los científicos son asépticos política y moral-
NFOUFIBCMBOEP4POQPDPTMPTWBMJFOUFT)VFMHBBRVÎDJUBSB8JMMJBN
Barret,36 para revitalizar la visión filosófica de cualquier asunto o em-
presa humana, y tanto la lógica como la ciencia no escapan al hecho de
ser herramientas (técnicas) y constructos humanos: «La filosofía debe
tener prioridad: cada técnica se usa para algún fin y este fin se decide
a la luz de uno u otro punto de vista filosófico. La técnica no produce
la filosofía que la rige».
Como señala el profesor de (filosofía) historia de la ciencia chileno
Carlos Pérez Soto:37

No hay ni puede haber tratamientos «neutrales» en materias como estas.


Pero el sesgo debe ser advertido y, como tal, es estrictamente necesario
confrontarlo con otras visiones que, aun en presentaciones meramente
introductorias, puedan aportar más complejidad a la problemática que
representa cada autor y cada postura.

36
Barret 8JMMJBN La ilusión de la técnica. La búsqueda de sentido dentro de una
civilización tecnológica, Cuatro Vientos Editorial, Santiago, 2001, p. 104.
37
Pérez, S., Carlos, Sobre un concepto histórico de la ciencia, 2da ed., Lom Ediciones,
Santiago, 2008, pp. 13 y ss.

156
Bases para una sana crítica

Lo interesante, como señala Fromm, es respetar. Respeto no sig-


nifica temor y sumisa reverencia; denota, de acuerdo con la raíz de la
palabra (respicere = «mirar»), la capacidad de ver a una persona tal
cual es, tener conciencia de su individualidad única38 (de sus opiniones,
pensamientos, etcétera).

38
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papel necesario para su producción, y se aplicaron altos
estándares para la gestión y reciclaje de desechos en
toda la cadena de producción.
E l texto que se ofrece a continuación, pretende entregar
herramientas argumentativas, para aquellos que ama-
mos el ejercicio de la profesión de abogado (como litigante,
magistrado, funcionario público o simple ciudadano), tan-
tas veces denostada; y para aquellos que creemos, más en
convencer que, necesariamente en vencer.

«Los tribunales apreciarán la prueba con libertad, pero


no podrán contradecir los principios de la lógica, las máxi-
mas de la experiencia y los conocimientos científicamente
afianzados».

ISBN 978-956-01-0079-5

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