Escolar Documentos
Profissional Documentos
Cultura Documentos
VISTOS
LOS HECHOS
Con el fin de tener una clara comprensión del contexto geográfico e histórico en
que se dieron los dolorosos acontecimientos de este caso, encuentra la Sala necesario
rememorar que el municipio de Mapiripán es un territorio de 11.400 km 2, ubicado en el
extremo sureste del Departamento del Meta a 530 kilómetros de distancia de
Villavicencio. Para llegar a él, por vía terrestre se requieren aproximadamente nueve
horas desde Villavicencio y un día y medio desde San José del Guaviare; por vía
aérea, se requiere aproximadamente media hora desde este último lugar.
José Vicente Gutiérrez Giraldo, en calidad de autor del delito de concierto para
delinquir;
Piloto Juan Manuel Ortiz Matamoros, en calidad de autor del delito de falsedad
de documento privado y cómplice del delito de concierto para delinquir;
Piloto Jorge Luis Almeira Quiroz, en calidad de autor de los delitos de falsedad
ideológica de documento público y de encubrimiento;
Sargento Segundo Juan Carlos Gamarra Polo, en calidad de autor del delito de
concierto para delinquir, y como cómplice de los delitos de homicidio agravado,
secuestro agravado y terrorismo;
LAS DEMANDAS
Cargo primero.
Alegando la vulneración de los artículos 7º, 9, 12, 21, 22 y 34 del Código Penal
y los artículos 232, 234 y 238 del ordenamiento procesal penal, el demandante
anuncia el desconocimiento del principio de la presunción de inocencia, debido a
equívocos en la apreciación de las pruebas, por errores de hecho consistentes en
falsos juicios de identidad y de existencia, y también errores de derecho por falso juicio
de legalidad.
Segundo cargo.
Tercer cargo.
Segundo cargo. Error de hecho por falso juicio de identidad por mutilación
de la prueba
Aquí alega el censor que del testimonio rendido por el Cabo Enrique Donceys
Sanjuán Rosales, el Tribunal “tomó una mínima parte (tres renglones)”, que
desfavorecían al procesado, sin tener en cuenta que la declaración presenta otros
aspectos favorables al mismo.
Agrega que el citado testigo también manifestó no haber notado nada extraño
en la actitud del Comandante y los soldados en el escaso tiempo que permaneció en el
aeropuerto y que nunca recibido órdenes de sus superiores para omitir el registro de la
llegada de los vuelos.
Por lo tanto, según el censor, con esta declaración se demuestra que la posición
de garante que se le atribuye al procesado, no era exclusiva del Ejército, sino también
de la Policía Nacional, según los apartes que extracta de la misma.
También se dejó de valorar el testimonio del soldado Carlos Ariel Cortés Ruiz
quien afirmó cómo el Sargento URUEÑA DÍAZ se ausentó del Terminal aéreo desde la
una de la tarde y a su regreso, al filo de las cuatro de la tarde, “le preguntó a Montoya
que si había alguna novedad y este contestó que ninguna”.
Agrega que frente a este ilícito tampoco podría hablarse de posición de garante,
porque exige como requisito sine qua non el acuerdo positivo de voluntades y por tanto
siendo la omisión el aspecto negativo de la voluntad se tornaría contradictorio para la
tipicidad.
Dice que la sentencia es violatoria por vía directa de la ley sustancial porque a
pesar de que los falladores reconocieron la ausencia de prueba para condenar bajo la
modalidad positiva o de acción, como se consignó en la acusación, impusieron pena
por los delitos imputados, pero bajo una “inoportuna”, “inapropiada” e ilegal aclaración
de que los delitos fueron cometidos por el sentenciado bajo una modalidad diferente
de la endilgada en la acusación, a saber, por omisión.
Cita algunos apartes del fallo de primera instancia, resaltado aquél en donde se
concluye que “el activar de Lino Sánchez no estuvo enmarcada en una actividad
positiva; su responsabilidad estuvo en la omisión de sus deberes constitucionales”.
Dice que de ese texto se deduce que para el fallador ninguna de las pruebas de cargo
tuvo la suficiente fortaleza para fundamentar un fallo de condena por acción,
conclusión que necesariamente llevaba a proferir una sentencia absolutoria a favor de
LINO HERNANDO SÁNCHEZ PRADO, conforme a los principios y normas
sustanciales que cita, porque el pliego de cargos constituye el marco jurídico del juicio
y no se puede declarar la responsabilidad bajo una modalidad de comportamiento
diferente al allí señalado.
Culmina el cargo diciendo que por esa vía se violó el debido proceso y el
derecho de defensa de su representado, razón por la cual solicita que se case el fallo y
se dicte el de reemplazo que no puede ser diferente al de absolución, porque no se
compadece con los principios de celeridad de la justicia y economía procesal la
declaratoria de la nulidad para que el Juez de instancia proceda a tomar la decisión en
consonancia con la acusación formulada.
Alegando falsos juicios de existencia, dice que se violaron en forma indirecta por
aplicación indebida las normas que tipifican los delitos de Homicidio agravado,
Secuestro Extorsivo Agravado, Concierto para Delinquir y Terrorismo, y por exclusión
evidente las normas de carácter sustancial que si estaban llamadas a regular el caso,
como fueron los artículos 6 (legalidad), 22 (dolo) y 29 (autores) del Código Penal, y así
mismo las disposiciones procesales de efectos sustanciales de los artículos 7
(presunción de inocencia), 9 (actuación procesal), 232 (necesidad de la prueba), 237
(libertad probatoria), 238 (apreciación de las pruebas), 239 (prueba trasladada).
a) Testimoniales
Declaración rendida por el mayor Hernando Orozco Castro, en la que dejó claro
que la responsabilidad del orden público en el sector era del Comandante del Batallón
Joaquín París, bajo la dirección de la VII Brigada, y no de la Brigada Móvil II.
Declaración del señor Marco Vinicio Pérez Bayona, cura párroco de Mapiripán,
quien presenció la llegada del “escuadrón de la muerte” y después la aparición de
algunos cadáveres, pero no avisó a nadie, lo cual demuestra que aparte del juez que
se comunicó con el General Uscátegui y el Comandante Orozco, nadie comunicó a
otra autoridad el hecho.
Declaración del Teniente José Luís Calderón, quien dijo haber informado de los
hechos a la VII Brigada, a la IV División, al Comandante del Batallón Joaquín París,
pero nunca a la Brigada Móvil II, porque no tenía ni fax ni teléfono.
Declaración del Alcalde de Mapiripán Jaime Calderón Moreno, quien dijo que
llegó el 17 de julio y vio hombres vestidos de militar, y oyó “algunos rumores pero nada
serio” y que solo hasta el 20 apareció el primer muerto. Por lo tanto, si este funcionario
no creyó que se tratara de algo serio y no hizo nada, menos lo habría podido hacer el
Comandante SÁNCHEZ PRADO.
Declaración de Norberto Cortes, residente en Mapiripán, quien declaró que
después de advertido de la presencia de los paramilitares se encerró en su casa y
nunca pidió ayuda a nadie, ni comunicó los hechos.
Versión del registrador municipal Fernando Martínez Herrera, quien dijo haber
visto desde el 15 de julio hombres vestidos de camuflados, pero que no podía avisar
porque el pueblo estaba controlado por ellos y que desde enero no existía fuerza
pública en el pueblo.
Testimonio de Nelson Lozano Castrillon, del cual se extrae que si bien las
embarcaciones debían registrarse en el Barrancón, lo hacían ante la Infantería de
Marina, que es la autoridad que ejerce el control fluvial. Y que el paso de las
embarcaciones por el puerto “no fue espectacular ni ostentoso como para llamar la
atención”.
b) Pruebas documentales
Oficios dirigidos a la Procuraduría por el Secretario de Gobierno del Meta, el
Brigadier General Jaime Humberto Uscátegui Ramírez, comandante de la Séptima
Brigada del ejército, el Coronel José Leonardo Gallego Castillo, destacado oficial de la
Policía, y el mayor Hernán Orozco Castro.
“4.- La Brigada Móvil 2 No contaba ni con teléfono ni con fax, como medios de
comunicación con el exterior y dependía para eso del Batallón Joaquín París.
“5.- La Operación CONQUISTA había sido suspendida para dar paso a la preparación
– reentrenamiento – para la OPERACIÓN DESTRUCTOR 2. Por esa razón para la
fecha de los hechos La Brigada Móvil 2 No tenía ni jurisdicción en sector ni menos
mando operacional sobre el batallón Joaquín París.
“6.- LINO HERNANDO SÁNCHEZ como Comandante de la Brigada Móvil 2 no estaba
ejerciendo labores de inteligencia en el sitio para la época de los hechos.
“8.- La Brigada Móvil 2, no estaba obligada, para la fecha de los hechos, a efectuar
rondas o caminatas de inspección ni a apostar retenes ni puestos de control fuera de
su propia sede (local) para la protección de sus hombres ni de la población, primero
porque estaba en una jornada de capacitación y segundo porque la situación de orden
público del sector era de relativa tranquilidad, tanto así que muchos de los pobladores
se declararon extrañados por que el pueblo era tranquilo y pacífico sin requerir fuerza
pública desde 1996.
“9.- La Brigada Móvil 2 estaba a una distancia de 35 minutos del sitio y/o Trocha
Ganadera por donde pasaron los camiones cargados de paramilitares con destino a
Charras.
“10.- La gente del sector si vio llegar aviones a Mapiripán pero nadie aprovechó para
pedir ayuda.
“12.- Al puesto de control de Infantería de Marina llegó una de las lanchas con dos de
los jefes paramilitares uno de los cuales se bajó un momento pero no fue registrado.
Es así como el artículo 51 del Decreto 2790 de 1990, adoptado como legislación
permanente por el Decreto 2271 de 1991, cuyo contenido y fines deben examinarse
con una visión sistemática del ordenamiento jurídico imperante en esa época, radicó
en cabeza del Jefe de la Sección Jurisdiccional la misión de elaborar y suscribir “los
autos de trámite no previstos en el artículo 36 como privativos para su emisión por
parte del Juez”, distribución de funciones que corresponden al propósito de la
mencionada legislación de orden público, y que una vez entró en funcionamiento la
Fiscalía General de la Nación, correspondía ejecutar igualmente al Jefe de la
Secretaría Común acorde con la estructura interna de dicha Entidad.
De otra parte, no puede perderse de vista que el profesional del derecho a quien
otorgó poder el procesado una vez se produjo su captura, solicitó la práctica de
pruebas acorde con la actitud asumida en indagatoria por FLORÉZ GONZÁLEZ,
intervino en la audiencia pública donde solicitó la declaratoria de nulidad por ausencia
de defensa técnica, y de otro lado para fundamentar la ausencia de responsabilidad de
su representado en los hechos objeto de investigación y consecuencialmente su
petición de absolución, desvirtuó la capacidad incriminatoria de la prueba de cargos
obrante en las diligencias, y ante los resultados negativos, apeló de la sentencia de
primera instancia, de manera que no se ajusta a la realidad la afirmación del
demandante acerca de que el acusado careció de defensa técnica en el curso del
juicio.
Y como también señaló que la salida de los camiones se produjo por la salida
habitual para los vehículos que ingresaban a la plataforma del aeropuerto, sitio donde
ejercía vigilancia el ejército, todo esto permite dar mayor pertinencia a las conclusiones
del Tribunal, puesto que si no era normal el tráfico de dos aeronaves de tamaño
considerable y menos que lo hicieran una tras otra, con mayor razón el repudio frente
a cualquier justificación para omitir los controles atribuidos al sargento URUEÑA DÍAZ
y sus hombres.
Señala que los otros errores anunciados por el defensor de FLÓREZ por falso
juicio de existencia en la apreciación probatoria, como también de derecho por falso
juicio de legalidad, no se acompañan de ningún esfuerzo tendiente a acreditar la
configuración de los mismos, pues se limita a una afirmación carente de
fundamentación y así soslaya que cuando del primero de ellos se trata, surge la
obligación de identificar las pruebas regular y legalmente allegadas a la actuación son
excluidas del análisis del juzgador y cual el mérito que les corresponde, como también
la incidencia que de haber sido practicadas tendrían en el sentido del fallo después de
su estimación conjunta con el haz probatorio.
Destaca el Delegado que en el fallo, más que discutir cualquier intento por
ocultar el tránsito de las aeronaves o el registro de su paso, en esencia se reprochó
haber amparado su estadía sin ejercer los controles debidos, pues la criminal
operación fructificó gracias a la imperturbable actitud de los militares tanto en la
terminal aérea como luego en la carretera que conducía al municipio asolado, de tal
manera que las glosas edificadas sobre la valoración de la prueba cuestionada por el
demandante carecen de fundamento.
Destaca que conforme lo dispone el artículo 217 de la Carta Política, las fuerzas
militares, a las que pertenecía el procesado para la época de los hechos, tienen entre
otras finalidades esenciales conservar el orden constitucional y que este a su vez se
contrae principalmente a proteger a todas las personas residentes en el país en sus
derechos y libertades, de acuerdo a lo contemplado en el artículo 2° del mismo
estatuto.
Así mismo, dice, los servidores públicos son responsables por omisión en el
ejercicio de sus funciones, de acuerdo a lo consagrado en el artículo 6° de la Carta
Política, escenario normativo constitucional que permite afirmar la existencia de unos
deberes positivos frente a la amenaza de los bienes jurídicos en materia penal, en
tanto se exige a aquellos que tienen la posición de garantes, en el caso particular, los
miembros de las fuerzas militares como representantes del Estado, asegurar su
protección.
En este caso, para el 12 de julio de 1997 el mando era ejercido por el procesado
URUEÑA y dentro de su deber funcional estaba evitar el paso de los hombres
armados que luego hicieran presencia en el municipio de Mapiripán, teniendo los
medios para hacerlo, pues había por lo menos una decena de efectivos apostados en
el aeropuerto, motivo por el cual se le imputó el resultado que a la postre se conoció.
1
Jesús María Silva Sánchez, El Delito de Omisión, Concepto y Sistema, Editorial B. de F., Montevideo,
2006, pág. 439 y Juan Carlos Forero Ramírez, El delito de Omisión en el Nuevo Código Penal, Editorial
Legis, Bogotá, D.C., 2002, pág. 30.
participación desde la perspectiva de haber dejado transitar libremente los hombres
que después sacrificaron víctimas inocentes.
Por lo tanto, aunque no fue posible hallar prueba que evidenciara de manera
directa que el procesado se hubiera concertado con los miembros del grupo armado al
margen de la ley, sí existe prueba indirecta tal como lo indicó el Tribunal al analizar la
responsabilidad del procesado, ya que de manera clara se conoció la actitud
sistemáticamente omisiva que permitió dar lugar a la masacre.
También omitieron los juzgadores aplicar la sanción de multa prevista para los
delitos de Terrorismo, Secuestro y Concierto para Delinquir por los que fueron
condenados los procesados, pero en virtud del principio de la no reformatio in pejus, la
irregularidad no se podría subsanar.
Respecto de los militares, por la comisión del delito con ocasión del servicio
público, el término de prescripción anterior no se habría cumplido porque éste se
aumenta en una tercera parte, pero sí en relación con los particulares Julio Enrique
Flórez Gonzáles, Helio Ernesto Buitrago León y Juan Manuel Ortiz Matamoros.
En cuanto al procesado Carlos Castaño Gil, por ser un hecho notorio su muerte,
solicita que se allegue la prueba pertinente y consecuentemente se ordene la cesación
de todo procedimiento por este motivo y en relación con todos los delitos por los
cuales fue condenado.
CONSIDERACIONES DE LA CORTE
2
Sentencia de casación del 22 de junio de 2000, radicado No. 12.297
3
Sentencia de casación del 21 de febrero de 2001, radicado No. 14.140
4
Ver, entre otras, sentencia del 29 de agosto de 2002, radicado No. 12.3000
De un lado, observa la Sala que la vinculación mediante indagatoria de FLÓREZ
GONZÁLEZ se dispuso en resolución del 5 de enero de 1998 por un Fiscal de la
Unidad Nacional de Derechos Humanos, misma en la cual se ordenó su captura.
Igualmente, que previo su emplazamiento, en resolución del 17 de abril del mismo año,
junto con Carlos Castaño Gil, se le declaró persona ausente, disponiéndose que “la
Secretaría Común” designe y posesione a los respectivos defensores de oficio, orden
en cumplimiento de la cual el Secretario de la Unidad suscribió acta de posesión con el
abogado Elkin Eduardo Echeverri Orrego como defensor de oficio de los dos
vinculados.
En la actuación penal, ha dicho la Sala 5, por regla general, todos los sujetos
procesales tienen la facultad para controvertir las decisiones emitidas en el curso de la
misma a través de la interposición de los recursos legalmente establecidos; sin
embargo, como los medios de impugnación se erigen en mecanismos concebidos para
corregir los errores de actividad, de lógica jurídica o de valoración probatoria
cometidos por los funcionarios judiciales en cuanto perjudican a una o varias de las
partes, las providencias sólo pueden ser censuradas por quienes derivan de ellas un
concreto agravio, al cual se vincula el interés jurídico para recurrir, por razón del cual la
pretensión del impugnante debe encaminarse a obtener entonces la reparación del
perjuicio causado con el pronunciamiento respectivo.
5
Auto del 11 de febrero de 2003, radicado No. 18.566
la situación del primero.
De todas maneras como el mismo yerro fue propuesto por el defensor del
último, la Sala lo abordará a continuación.
Primer cargo. Error de hecho por falso juicio de identidad por distorsión
de la prueba
6
Sentencia de casación del 3 de mayo de 2001, radicado No. 13.762
llamada telefónica hecha antes de llegar los vuelos, se me identificaron que
era del Batallón JOAQUIN PARÍS que iban a recoger un personal que
llegaría de los vuelos en cuestión y así fue…‟ . Finalmente, concretó que
los camiones „…salieron por la salida normal de vehículos de plataforma
ubicada al costado izquierdo del aeropuerto mirando desde la torre…‟.
“Efectivamente pueda que para el testigo haya sido normal esa actividad;
sin embargo, acorde con la función-deber atribuida a URUEÑA DÍAZ, en la
delicada tarea y por lo mismo, de tanta responsabilidad, como era la
vigilancia del aeropuerto, no era posible que también fuera normal, máxima
cuando llegó bastante personal, cajas pesadas y hasta camiones en la
pista recogiendo los “pasajeros” y la carga. Dados los antecedentes de
orden público presentados en la región, ¿no eran acaso estas actividades
una alerta para efectuar el correspondiente control?” (páginas 75 y 76 de la
sentencia del Tribunal).
Fácil es detectar que la conclusión del Tribunal, según la cual “el arribo de los
aviones al aeropuerto en esa tarde no fue un hecho normal”, provino de un
razonamiento inferencial y, en manera alguna, de una manifestación directa del
testigo, pues en los textos trascritos de su dicho el deponente ciertamente dijo que esa
situación la observó como normal, percepción que no fue acogida por el fallador, para
quien las condiciones precedentes de orden público que presentaba la región y las
circunstancias en que arribaron al aeropuerto un número significativo de personas con
cajas pesadas, permitiéndose la entrada de camiones a la plataforma, no podía
percibirse como normal.
7
Continuación cuaderno original No. 7 A, folios 388 a 396.
irregularidad alguna. Igualmente, al justificar su autorización para el ingreso de los
camiones a la plataforma, dijo haberlo hecho porque fue informado vía telefónica
desde el Batallón Joaquín París de su llegada con el propósito de recoger los
pasajeros de dichas aeronaves, creyéndolos siempre militares.
Por lo tanto, si para el testigo Becerra Pérez la llegada de los aviones, del
personal con la carga y la entrada de los camiones a la plataforma fue “normal”, ese
juicio, como igualmente lo concluye el Procurador Delegado, surgió tras creer que la
operación pertenecía al ejército, más no en razón de la supervisión demandada al
sargento URUEÑA DÍAZ y sus hombres, motivo que refuerza la invalidez de la
censura.
En este mismo cargo, sin desarrollo demostrativo alguno, el censor sostiene que
la condena de su defendido se fundó en la simple responsabilidad objetiva, afirmación
que como lo advierte el Delegado desconoce el contenido de la sentencia y la teoría
plasmada en ella, por cuanto no fue la simple causalidad entre el paso de las
autodefensas por el aeropuerto y los crímenes que luego se cometieron lo que dio
lugar a imputárselos, sino que su responsabilidad se fundó en que en su condición de
sargento activo y comandante en el aeropuerto de San José del Guaviare, omitió
deliberadamente el cumplimiento de sus deberes institucionales, encaminados a
resguardar los bienes jurídicos inscritos en el artículo 217 de la Constitución Política en
concordancia con los previstos en el artículo 2° ibídem.
Sobre esa base, concluyó el Tribunal que cuando se tiene la obligación de evitar
el resultado y no se adelantan las labores de salvamento de los bienes jurídicos a
pesar de contarse con los medios para ello, se configura la comisión del delito por
“omisión” gracias a no ejecutar los deberes positivos que le impone la condición de
garante dentro de su competencia institucional. Y en este caso se halló acreditado que
para el 12 de julio de 1997 el mando era ejercido por el procesado URUEÑA DÍAZ y
dentro de su deber funcional estaba evitar el paso de los hombres armados que luego
hicieran presencia en el municipio de Mapiripán, teniendo los medios para hacerlo,
pues había por lo menos una decena de efectivos apostados en el aeropuerto.
Segundo cargo. Error de hecho por falso juicio de identidad por mutilación
de la prueba
Aquí alega el censor que del testimonio rendido por el Cabo Enrique Donceys
Sanjuán Rosales, el Tribunal “tomó una mínima parte (tres renglones)”, que
desfavorecían al procesado, sin tener en cuenta que la declaración presenta otros
aspectos favorables al mismo, pues de allí se deriva que el sargento URUEÑA no se
encontraba en el aeropuerto el día de los hechos y que la persona encargada de la
revisión de los aviones era el Cabo Primero Montoya Rubiano Leonardo, quien a pesar
de ello no fue vinculado a la investigación. Igualmente, que el arribo de los aviones al
aeropuerto en esa tarde, el descenso de sus ocupantes y el retiro de la carga, fue
normal para él, también que no recibió órdenes de superiores tendientes a la omisión
del registro de los vuelos y que no advirtió actitudes o algo extraño de parte de los
soldados o los comandantes.
Para contestar esta alegación, basta recordar que la pretendida ausencia del
procesado en las instalaciones del aeropuerto para la tarde del 12 de julio de 1997, fue
objeto de amplio análisis por el Tribunal, que después de acudir al contenido de las
distintas versiones allegadas sobre ese punto, reconoce la incertidumbre en torno a
ese aspecto, pero concluye, como lo hizo el Juzgado de primera instancia, que a pesar
de ello no se descartaba el deber jurídico de vigilancia que le correspondía al
procesado URUEÑA en su calidad de militar encargado de controlar el terminal aéreo,
a lo cual arribó tras las siguientes reflexiones:
En este mismo cargo, el censor alega que se dejó de valorar el testimonio del
soldado Carlos Ariel Cortés Ruiz, quien afirmó cómo el Sargento URUEÑA DÍAZ se
ausentó del terminal aéreo desde la una de la tarde y a su regreso, al filo de las cuatro
de la tarde, “le preguntó a Montoya que si había alguna novedad y este contestó que
ninguna”.
“Es sabido que durante todo este proceso el Sargento Miller Ureña (sic) Díaz
manifestó que en la hora en la cual arribaron las aeronaves al aeropuerto no se
encontraba en tal sitio y que por tal razón no se dio cuenta del arribo de las
mismas; de manera contraria el Cabo MONTOYA RUBIANO agente designado
por UREÑA (sic) DÍAZ para la especial seguridad del aeródromo en la fecha,
manifestó que el mismo estuvo allí todo el tiempo; indicando que nunca se dio
cuenta del arribo de los aerodinos.
“De esa manera, a lo largo del proceso estas dos personas han tratado de
inculparse la una a la otra delegando funciones que a uno y otro correspondían,
lo cierto es que al proceso concurrieron varios testigos que fueron enfáticos en
afirmar que hacia la hora del arribo de los aviones el Sargento José Miller Ureña
(sic) se encontraba en un lugar distinto de la base aérea.
“Es sabido que UREÑA (sic) DÍAZ se encontraba en compañía de una dama en
una heladería de la población y que luego de esto se dirigió a una de las
estaciones de servicio para tomar la medida del combustible com o lo hacía de
costumbre, estos hechos son creíbles para el juzgado eran situaciones
desarrolladas de manera periódica dentro de las actividades del sargento, unas
de índole personal y otros de naturaleza laboral, lo cierto de todo esto es que
las funciones encomendadas al mismo son de naturaleza vinculante y no
excluyente como se quiere hacer ver, la presencia o no del sargento MILLER
UREÑA (sic) DÍAZ en el aeropuerto, es circunstancia de lugar que en nada
altera su responsabilidad, lo básico es que estuviere donde fuere la
responsabilidad del mismo cubría las tres funciones asignadas.”
“Por su parte, MARIA OFELIA COLORADO IBARRA, aduce haber estado con el
Sargento Urueña en la tarde del 12 de julio de 1997. Ella fue quien se encargó
de lavar la ropa al procesado durante su permanencia en San José del Guaviare
y esa tarde éste le pagó los servicios prestados y estuvo con ella en una fuente
de soda. Es una eventualidad que puede ser posible, lo que no concuerda con
el sentido común es que éste haya realizado visita con la misma en ese lugar,
sin interesarle la labor primordial de vigilancia que como oficial del ejercito tenía
y, sobre todo, la especifica en el aeropuerto.
“En la versión rendida por LUÍS GONZAGA ACEVEDO VÉLEZ, dueño de una
bomba de gasolina, lejos de corroborar el dicho por el sindicado, deja en duda si
en realidad para el 12 de julio de 1997, este estuvo pasando revista por ese
lugar, así aseveró: „…pues la verdad es que como ahí pasan tantos
comandantes, pero lo que si se es que URUEÑA estuvo ahí de comandante
pero no recuerdo en que fecha‟.
“Primero que todo, la más elemental lógica, enseña que ninguna organización al
margen de la ley, sin las garantías que dispensen un desplazamiento seguro y
libre, va a enviar a docenas de sus hombres en dos aviones llevando armas y
pertrechos en cajas que en condiciones diferentes, necesariamente serían
revisadas por las autoridades existentes en el aeropuerto de destino y
aprehendidos sus portadores.
8
Casación del 7 de marzo de 2007, radicado No. 23.825, entre otros.
Por lo tanto, los militares que así actuaron en este caso, coparticiparon
criminalmente en calidad de coautores por acción, porque al incumplir con sus deberes
permitiendo el paso de los paramilitares en la forma en que lo hicieron, colaboraron
materialmente con la ejecución de la acción criminal de acuerdo al rol que cada uno
desempeñaba, en lo que se vislumbra como una clara división de un trabajo criminal
planificado de antemano o acordado desde su ideación, pues de no ser por esa
cooperación, como se admite en el fallo demandado, nunca se habría logrado el arribo
del grupo criminal a la población de Mapiripán y menos su sometimiento en la forma
como ocurrió.
De allí que aunque la acusación no hizo alusión específica al artículo 21, inciso
2º del Código Penal entonces vigente (Decreto 100 de 1980), el Juez de Primera
instancia y el Tribunal, entendieron que esa forma de participación -“por omisión de
deberes”- se refería a la llamada acción por omisión, y sobre esa base entraron a
dictar la sentencia impugnada.
La Sala comparte esta posición doctrinal, que incluso ha sido avalada por la
jurisprudencia constitucional, que se refirió al punto al resolver la acción de tutela que
se interpuso en relación con el conflicto de competencia que se suscitó en otro
apéndice de este mismo caso, en los siguientes términos:
9
Catedrático de Derecho Penal, Universidad de Valencia, Memorias XX Jornadas Internacionales de
Derecho Penal, Universidad Externado de Colombia, Página 324.
“Los hechos conocidos como la masacre de Mapiripán constituyen uno de los
momentos más tristes de la historia colombiana. La situación de terror a la cual
fue sometida la población de Mapiripán, los actos atroces de tortura general e
individual, degradación de la condición humana y homicidios, son conocidos
por la opinión pública. En los antecedentes de esta sentencia se […] da
cuenta, en forma sintética – más no por ello, carente de suficiente capacidad
descriptiva –, de las conductas realizadas en dicha zona del país, clasificadas
como actos totalmente ajenos a cualquier sentimiento mínimo de humanidad.
10
Sentencia de la Corte Constitucional SU-1184 de 13 de noviembre de 2001.
En consecuencia, no prospera la censura.
En esa lógica, SÁNCHEZ PRADO, al igual que los otros militares involucrados,
coparticipó criminalmente en calidad de coautor por acción, porque al incumplir con
sus deberes permitiendo el tránsito de los paramilitares por la vía que les daba acceso
a la población perseguida, colaboró materialmente con la ejecución de la acción
criminal, en una clara división de un trabajo criminal planificado de antemano o
acordado desde su ideación, pues de no ser por esa cooperación, las tropas de los
armados ilegales no habrían logrado acceder a la indefensa población de Mapiripán y
menos someterla en la forma como lo hicieron.
Reitera la Sala que mediaron en este caso las voluntades concurrentes de todos
los miembros de las fuerzas armadas aquí condenados, quienes intervinieron
materialmente en la ejecución del plan criminal con aportes concretos y necesarios, y
por tanto, son coautores por acción de las conductas ejecutadas y responsables por
sus consecuencias.
Esta precisión, advierte la Sala, no significa la prosperidad del cargo con base
en la causal segunda de casación –Ley 600 de 2000-, pues se reitera que la precisión
terminológica que promueve la Sala en torno a la forma de participación de los
procesados militares en las conductas delictivas que se juzgan, no genera una
violación a la consonancia que debe existir entre la resolución de acusación y el fallo.
Tercer cargo. Violación indirecta por pretermisión de pruebas favorables al
procesado.
“La existencia del Batallón Joaquín París, de una Base Aérea de Antinarcóticos,
la Brigada Móvil No. 2, Infantería de Marina en puerto sobre el Río Guaviare, y
de varios retenes del ejército en la carretera, hablan por sí solos de la fuente de
peligro en grado superlativo existente en esa zona que por demás es calificada
como corredor estratégico para la actividad de dichos protagonista (grupos
armados al margen de la ley y narcotraficantes)”
Desde esa perspectiva, para el Tribunal fue claro que SÁNCHEZ PRADO, tenía
la obligación de protección de la población de Mapiripán, no sólo por razón de la fuente
constitucional propia de su condición de militar y miembro de la fuerza pública, sino,
como lo explicitó:
El Tribunal también encontró debidamente acreditado, con prueba que cita a pie
de página (página 57 del fallo), que para la fecha de los luctuosos acontecimientos el
Comandante de la Brigada Móvil No. 2 contaba con “autoridad, mando y logística” para
la movilización de las tropas a su cargo que neutralizaran cualquier situación de peligro
a cuando menos la previnieran, máxime cuando para esa época se encontraba en
actividades de reentrenamiento en la zona denominada “El Barrancón”, área que por lo
tanto se hallaba bajo su dominio, y por ende debía ejercer el control terrestre y aéreo
de San José del Guaviare a Mapiripán.
Dijo al respecto que el proceso ilustra con claridad que la labor de inteligencia
ejercida por la Brigada a cargo del procesado, le permitía conocer el movimiento de
grupos armados al margen de la ley, y a partir de ello la implementación de estrategias
defensiva-ofensivas para contrarestarlos, destacando que de acuerdo con la prueba
documental obrante, esa labor de inteligencia no estaba limitada a la filtración de un
grupo específico, sino a los movimientos de cualquier grupo criminal, concluyendo que:
Así las cosas, para el fallador, las funciones desarrolladas por el procesado lo
colocaban en la posición de garante de la vida, integridad física y demás bienes de la
población en riesgo, para lo cual contaba con capacidad de acción y estaba en
condiciones de evitar el riesgo, lo cual omitió dolosamente.
Frente a ese amplio, lógico y razonado contexto argumentativo, ninguna razón
asiste a la demandante cuando pretende que a la condena de SÁNCHEZ PRADO se
llegó por el desconocimiento de las pruebas que enuncia, pues aunque el fallador no
las citó de manera concreta, sí confrontó los hechos que de ellas se podían deducir, a
los cuales no les dio las consecuencias que pretende la censora, porque el examen
conjunto de otras evidencias procesales lo llevó a la conclusión de su responsabilidad.
Ahora bien, en todos los casos, las distintas resoluciones de acusación hicieron
claridad de que el delito de concierto para delinquir imputado era el encaminado a
fomentar, promover o dirigir grupos de justicia privada, siendo explícitas las
resoluciones del 7 de abril de 1999, del 22 de diciembre de 2000 y del 16 de
noviembre de 1999, que la conducta era la tipificada y sancionada en el inciso 3º del
artículo 186 del Código Penal de 1980, calificación que en ningún caso fue modificada
en segunda instancia.
“La pena se aumentará del doble al triple para quienes organicen, fomenten,
promuevan, dirijan, encabecen, constituyan o financien el concierto o la
asociación para delinquir” (se ha resaltado).
Aquí no sobra recordar que ya la Sala en auto del pasado 7 de marzo del año
en curso11, señaló que con la expedición de la Ley 1121 de 29 de diciembre de 2006,
publicada al día siguiente en el Diario Oficial N° 46.497, el legislador quiso regular de
una manera más técnica los comportamientos que tienen que ver con la financiación
del terrorismo, con el fin de adaptarlos a las nuevas necesidades y requerimientos
surgidos con ocasión de los compromisos internacionales adquiridos a través de la
aprobación de tratados internacionales como el Convenio para la Represión de la
Financiación del Terrorismo, aprobado mediante Ley 808 de 2003, operándose así un
tránsito legislativo hacia nuevas disposiciones modificativas de las ya existentes, pero
nunca una despenalización de alguna de las conductas consagradas en el citado
apartado de la Ley 599 de 2000 –inciso 2º del artículo 340-.
Del mismo modo, agregó, con el fin de que el hecho de concertar la comisión de
esta específica conducta quedara incluido como agravante del tipo penal descrito en el
artículo 340 de la Ley 599 de 2000 -concierto para delinquir-, se reformó el inciso 2º
del referido precepto, reemplazando las alocuciones “o para organizar, promover,
armar o financiar grupos armados al margen de la ley”, por la modalidad conductual
11
Radicado No. 26.922.
relativa al “financiamiento del terrorismo y administración de recursos relacionados con
actividades terroristas”.
“Resulta necesario introducir un cambio en las agravantes del artículo 340 del
Código Penal, que tipifica la conducta del concierto para delinquir, para ajustarlo
al nuevo tipo de financiamiento del terrorismo y administración de recursos
relacionados con actividades terroristas, toda vez que en la actualidad no existe
el delito de „…organizar, promover, armar o financiar grupos armados al margen
de la ley…‟ Por ello esta expresión se debe modificar por la del tipo penal que se
contempla en el artículo 345 del Código Penal en los siguientes términos:
“Artículo XXXX
“Modifícase el inciso segundo del artículo 340 de la Ley 599 de 2000, modificado
por el artículo 8º de la Ley 733 de 2002, el cual quedará así:
Este fue el resultado que dentro del sistema produjo la reforma introducida a los
artículos 340 y 345 del Código Penal, con la salvedad -aclaró la Sala- que si bien el
verbo rector “armar” incluido en la disposición modificada del artículo 340, no se
contempló expresamente en la descripción comportamental del artículo 16 de la nueva
Ley 1121/06, modificatorio del 345 de la Ley 599/00, esa conducta queda subsumida
en las acciones de proveer, entregar o aportar bienes a la organización armada ilegal.
En primer lugar, se observa que al tasar las penas de prisión para los procesados
Carlos Castaño Gil, JULIO ENRIQUE FLÓREZ GONZÁLEZ -sentencia del 18 de junio
de 2003-, y Luis Hernando Méndez Bedoya -sentencia del 30 de septiembre del mismo
año-, el juez de primera instancia esgrimió en su contra la concurrencia de
circunstancias de agravación o mayor punibilidad que no fueron especificadas con
claridad en los fallos y menos imputadas en la acusación.
La pena a imponer para el primero de los citados, “en razón de sus antecedentes,
se ubica en el cuarto máximo, que lleva al despacho a imponer en su contra, por el
delito base de homicidio agravado en concurso, una pena de CUATROCIENTOS
CINCUENTA MESES, a los cuales se adiciona por la acción concursal de tipos
TREINTA Y CINCO MESES”, lo que arrojó un total de 40 años.
Finalmente, en relación con Méndez Bedoya dijo que se movería “dentro de los
CUARTOS MEDIOS, teniendo en cuenta obviamente la concurrencia de atenuantes y
agravantes, aunado a las graves circunstancias que rodearon los hechos, el juzgado
impondrá cuatrocientos treinta y dos (432) meses de prisión, que equivalen a treinta y
seis (36) años, lo que en razón de las conductas concursales se incrementará hasta
CUARENTA (40) AÑOS DE PRISIÓN”.
El principio de congruencia impone que los jueces sólo pueden dictar sentencia
por los cargos que aparezcan formulados en sus vertientes fácticas y jurídicas en la
resolución de acusación, conforme lo ha reiterado la Corte en los últimos tiempos 12.
En tales condiciones, resulta lesivo de ese principio y, por ende, del derecho a la
defensa, que en la sentencia se haya dosificado la pena a esos tres procesados con
base en circunstancias de agravación o de mayor punibilidad que no se les imputó en
la acusación, situación que por fortuna no se extendió a los demás condenados.
180 meses
12
Casación 21900 del 20 de abril de 2004. Ver también casaciones 18457 del 14 de febrero de 2002,
15787 del 21 de enero de 2004 y 21287 del 4 de agosto de 2004, entre otras.
Cuarto mínimo Dos cuartos medios Cuarto máximo
300 a 345 345 meses y 1 día a 435meses y 1
meses 435 meses día a 480 meses
Por esa razón, la Corte, haciendo uso de las facultades conferidas por el artículo
216 del Código de Procedimiento Penal, casará de oficio y parcialmente la sentencia
en ese sentido.
Por esa vía, a la pena básica de 315 meses obtenida para Castaño Gil, la Sala
hará un aumento de 24 meses y 14 días, que corresponden en la misma proporción a
los 35 meses que se aumentaron por el concurso sobre una pena básica de 450
meses. Se arriba así a una pena total de 339 meses y 14 días.
También omitieron los juzgadores aplicar la sanción de multa prevista para los
delitos de terrorismo, secuestro y concierto para delinquir por los que fueron
condenados los procesados, pero en virtud del principio de la no reformatio in pejus, la
irregularidad no se podría subsanar.
13
Fallo de casación del 8 de junio de 2005, radicado No. 23.491
CASACIÓN PENAL, administrando justicia en nombre de la República y por autoridad
de la ley,
RESUELVE
Secretaria