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Instituto de Formación de Educadores de Jóvenes, Adolescentes y Niños Trabajadores
de América Latina y el Caribe - IFEJANT "Monseñor German
Schmitz"
San Felipe 1048
Lima 34, Perú
Telefax: (51-1)2418475
Telefax: (51-1)4479773
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CONTENIDO
Presentación 7
Objetivos 9
Introducción 11
- Antecedentes.
- Un Largo Camino desde el Anonimato hacia el Protagonismo.
- Los Niños y los jóvenes Trabajadores también somos Pueblo.
- Los Niños y los jóvenes Reivindicando una Identidad Propia.
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- La Acción Social con los NATs: Una Descripción
- Ej emplificativa.
- Los Límites del Empirismo Descriptivo.
- De La Empiria al Concepto, de la Praxis a la Teoría
SÍNTESIS 103
1. Experiencias: Matriz de nuestras Reflexiones.
2. La Reflexión: Condición para la Imaginación Social y Política.
3. Prácticas Sociales con JANTs: Los Retos de toda Intervención.
6
PRESENTACION
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La cuestión de la formación de educadores constituye un punto crítico en las
estrategias de trabajo con JAN. El primer Encuentro Regional, convocado por la
Fundación De Waal en diciembre de 1994, en Quito, y que trató del papel e impacto
de los Centros de Formación y Capacitación en el trabajo con niños y jóvenes en cir-
cunstancias especialmente difíciles, muestra bien la amplia agenda de debate que debe
ser atendida si apuntamos a asegurar la calidad de nuestro trabajo.
Elvira Figueroa S.
Coordinadora
Ifejant
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OBJETIVOS
OBJETIVO GENERAL
Contribuir con elementos teóricos a que los colaboradores puedan analizar políticas
sociales, programas de atención, de promoción con JANTS y ubicar, orientar, evaluar,
rediseñar sus experiencias y prácticas con JANTs y darles seguimiento en la
perspectiva de garantizar su aporte al protagonismo de los JANTs.
OBJETIVOS ESPECIFICOS
Unidad 1: Reconstruir un escenario regional en el que emerjan los nuevos actores
sociales del campo popular así como los diversos enfoques teóricos que
orientan las prácticas y los análisis de las organizaciones de base y de los
movimientos sociales.
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Unidad 4: Dotar a los colaboradores de instrumentos analíticos que les permitan
ubicar y evaluar los presupuestos teóricos y prácticos con los que se
implementan programas de intervención social.
Unidad 5: Lograr que los colaboradores sistematicen los diversos modelos de acción
social y reconozcan los componentes, intencionalidad e implicancias
teóricas y prácticas del paradigma que apunta al cambio y a la transformación.
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INTRODUCCIÓN
E ste texto se propone recoger, de forma sintética pero profunda, algunos de los
elementos que de alguna manera están ya enunciados y/o desarrollados en los
módulos que le han precedido. En efecto, intenta abordar desde la observación y el
análisis teórico las diversas corrientes de lo que se ha dado en llamar «intervención
social»; exige, no fuera sino a grandes pasos, retomar los aspectos que con mayor
evidencia nos describen el escenario de cambios y transformaciones en el que se
inscriben la vida y el quehacer de los JANTs en la Región así como la infinidad de
programas, de proyectos, de acciones que dan cuenta de la voluntad de la sociedad y
del Estado por responder a la situación de los niños, adolescentes y jóvenes trabaja-
dores de nuestros países. En este sentido, este Módulo IV nos invita a refrescar, con la
ayuda del Módulo I, el impacto de los cambios en la situación de los JANTs.
Pero el Módulo IV, a partir de la observación atenta y profunda de lo que son los
diversos modelos prácticos y teóricos de las acciones sociales con JANTs, se detiene,
de manera complementaria, en el tema de los JANTs como sujetos protagónicos. El
protagonismo organizado de los JANTs, siendo tema del Módulo V, aparece aquí como
una clave hermenéutica para analizar propuestas, sugerencias, intenciones, diseños y
resultados de formas concretas de prácticas sociales en los sectores populares y con los
JANTs específicamente.
Pero el estudio de este IV Módulo nos coloca ante otro aspecto de articulación de
temas, problemas y reflexiones de este Curso. Otro ejemplo lo podemos tener en la
referencia a lo que podríamos llamar
11
el rol, la opción, la vocación del colaborador que juega un papel también protagónico
en el trabajo con JANTs. Por allí vemos una evocación coherente del III Módulo en el
que se dedican largas paginas a reflexionar sobre el Colaborador desde la perspectiva de
los ,JANTs y de la Educación Popular.
Concluir un curso como éste no es terminar de formarse. Quizá uno de los frutos
más logrados de este Curso a Distancia sea el que sus participantes renueven consigo
mismos y con los JANTs el compromiso de elevar, sin pausa, la calidad profesional de
su servicio a ellos.
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UNIDAD 1
ACTORES SOCIALES
Y MOVIMIENTOS
POPULARES EN
AMERICA LATINA
No sería posible y conveniente hablar sobre las experiencias de acción social con
niños, adolescentes y jóvenes trabajadores sin previamente analizar el más amplio
contexto de inserción, el horizonte de referencia de aquellas experiencias. Pues, la
labor con los NATs y los jóvenes trabajadores no surge en el vacío, no es un
fenómeno sin ligazón con procesos más generales, no se auto complace en una suerte
de aislamiento auto referencial.
Por el contrario, las experiencias con la infancia y la juventud trabajadoras, así como
se han venido dando en el Continente, sobre todo a lo largo de la década de los '80 y
comienzo de los . '90, se insertan y resultan ser una particular expresión de la emer-
gencia histórica de lo que se ha definido «movimiento popular», el mismo que a su vez
nos obliga a referirnos a los procesos de construcción de los que se ha denominado
nuevos actores o sujetos sociales.
13
LA IRRUPCIÓN DE LOS MOVIMIENTOS DE BASE EN AMÉRICA
LATINA
A partir de los últimos años de los sesenta y con mayor impulso en la década sucesiva
aparecen con siempre mayor fuerza y visibilidad un con) unto de nuevas dinámicas
sociales, las mismas que contribuyen a construir nuevas identidades y nuevas prácticas.
En particular se han producido significativos cambios en la relación del Estado con la
sociedad v en los modelos económicos en aplicación. Sobre todo nos referimos a la
crisis tanto del rnodelo populista así como del rnodelo modernizador de «sustitución de
importaciones». Ambas crisis reducen cl papel del Estado como empleador, disminuyen
el peso social de los actores tradicionales, en particular de los obreros, incrementan aún
más la ya existente informalidad de la estructura productiva v del empleo, obligan a
grandes sectores sociales a buscar otros modos no tradicionales de sobrevivir,
expresarse, organizarse v lograr formas de representación y poder1
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de educación popular, de desarrollo comunitario y organizativo; esfuerzos de variados
tipos de promoción y organización de grupos y comunidades de base; organizaciones
económicas populares de variados tipos; formas cooperativas y autogestionarias;
movimientos poblacionales o de reivindicación indígena; respuestas silenciosas a las
urgencias de la crisis; movimientos de derechos humanos y defensa de la vida, etc., etc.
Se trataba de una compleja y heterogénea realidad y muchos eran los que en ella y en
torno a ella se movían: asociaciones de base, integrantes, instituciones, profesionales,
agentes pastorales, expertos, voluntarios, promotores, etc.
Con todo ello las masas populares en los años '70 y'80 se hicieron más visible que en
los '60. El resultado global de este complejo y muy fragmentado proceso fue, como nos
lo sintetizan Tovar y Zapata, que «en las coyunturas de crisis y polarización social,
contingentes populares y urbanos antes carentes de fisonomía social clara, afloran a la
escena en una coyuntura que los presentaba como actores, como sujetos sociales en
proceso de constitución, cuyo accionar estaba produciendo, además, determinados
efectos en el curso de los acontecimientos, a la par que cristalizando en formas
organizativas con cierto grado de consistencia e institucionalidad».2
Seguramente estos procesos en la Región han conocido en los últimos años una crisis
que llega hasta hoy día y que hace que los movimientos populares pasen por momentos
dificultosos y problemáticos. De hecho, coyunturas recesivas tendieron a desdibujar
aquello que había empezado a esbozarse. La situación histórica no es fácil. El deterioro
de las condiciones de vida por efecto de la crisis ha dejado de ser un factor transitorio
para volverse una base casi permanente de constitución de formas de vida y de
participación social. La «carencia» se convierte en un nuevo motor para la
estructuración de las relaciones sociales e incluso para la reelaboración de nuevas pautas
de valores. Parece dominar lo «urgente» sobre lo «importante»; la perspectiva de
cortísimo plazo más que un proyecto de aliento transformador. A todo ello se añade
cierta adhesión popular a la doctrina neoliberal, ya sea en el vacío de propuestas
alternativas creíbles, ya
2
TOVAR Teresa y ZAPATA Antonio, La ciudad mestiza: vecinos y pobladores en el
`90, en MOVIMIENTOS SOCIALES... op.cit.,p.152
15
sea como ilusoria esperanza de movilidad social a nivel individual frente a la
debilidad de un proyecto de liberación colectiva.
Sin embargo, creemos que, aunque dentro de estas circunstancias nada fáciles, los
sectores populares no sólo resisten sino que no renuncian a una perspectiva de vida,
de desarrollo, de cambio. Toda vía, a pesar de los elementos de crisis antes
mencionados, vale la constatación de que «si colocáramos en el mapa latinoamericano
alfileres de colores para señalar cada uno de los comedores, talleres, comités y
asociaciones que se van creando, día a día, en las minas, comunidades campesinas y
barrios populares, el espacio no alcanzaría» (M. Francke, 1990) 3
Todas estas iniciativas populares han venido dibujando un escenario con espacios
complejos, variados, heterogéneos y hasta contradictorios, tanto que algunos dudan
que la categoría de «sujeto popular» tenga un verdadero sentido, siendo más bien fruto
de una lectura subjetiva e ideologizante. En otras palabras no estaríamos frente a un
conjunto de prácticas de alguna forma unitarias y coherentes, sino ante una
fragmentación sin identidad y lógica propia.4
Sin embargo, tampoco cabe asumir una postura excesivamente crítica y escéptica. El
movimiento popular es un fenómeno en formación y en cuanto tal presenta
elementos ambivalentes, zonas de despliegue organizativo pero también de quiebre de
los intereses particulares, tiempos de desarrollo articulador así como de estancamiento
y retroceso.
3
Para un análisis de conjunto del terna de la crisis ver de Varios Autores,
NEOLIBERALES Y POBRES EL DEBATE CONTINENTAL POR LA JUSTICIA,
CINEP, Santa Fe de Bogotá, 1993.
4
Ver de ROCHABRUN Guillermo Del mito proletario al mito popular, en LO
POPULAR... op.cit.101-116.
16
Dentro de todo ello, creemos posible, sin embargo, individuar algunas características
comunes a las experiencias de promoción popular, las mismas que han venido
construyendo paulatinamente la identidad específica de un tipo de acción social nuevo y
capaz de formular los tradicionales paradigmas interpretativos y las metodologías
operativas:
- Se trata, en primer lugar, de iniciativas que se desarrollan jus-
tamente en los sectores populares, y ello es importante subrayarlo
aunque parezca obvio y casi tautológico. Además, no suelen ser
iniciativas individuales sino que son asumidas por un colectivo, aunque
no siempre por una colectividad.5
- En segundo lugar, hay que destacar el hecho de que en muchos
casos se trata de iniciativas creadas para enfrentar un conjunto de
carencias y necesidades concretas y apremiantes. Todo ello conlleva el
redescubrimiento de la importancia de la vida cotidiana y define nuevos
lugares sociales de construcción de la identidad colectiva, más allá de la
fábrica o el lugar de trabajo, hacia la barriada (la población, la favela la
colonia popular, etc.), la calle, el comedor popular, etc.
- Pero, aunque muchas veces nazcan a partir de un problema
concreto, estas iniciativas se transforman en procesos organizativos, es
decir se constituyen también como prácticas de concientización y
conformación asociativas, ya sea en función pragmática, ya sea cultural
y simbólica, pero también reivindicativa y potencialmente política.
- Del mismo modo, por lo menos en su inspiración originaria, la
promoción popular,
aunque emerja de un interés práctico y muchas veces de sobre
vivencia, implica relaciones y valores solidarios o cuando menos de
reciprocidad.
- Asimismo, se trata de prácticas que quieren ser participativas,
democráticas, autogestionarias y autónomas. Todo ello conlleva
también una actitud de valoración- de la cultura popular.
Claro que no estamos diciendo que todo ello se haya siempre
realizado en cada rnomento y en cada experiencia, pero sí que
5 En este caso por «colectivo" entendemos un grupo numérico que representa simple-
mente una ocasional suma (le individuos sin mayor compenetración entre ellos; por el
contrario una «colectividad” es un grupo que ha fusionado las personas en un conjunto
integrado con propia identidad social y un proyecto común y compartido.
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ha sido un conjunto de valores en los que se han inspirado las
experiencias de promoción popular y, en todo caso, el horizonte de su
intencionalidad social.
- Otra característica de casi todas estas iniciativas es que, aunque
surgiendo de los sectores populares y asumiendo a estos sectores como
protagonistas, son, sin embargo, habitual mente apoyadas por
actividades de promoción, capacitación, asesoría, donación de recursos
materiales, que realizan instituciones religiosas, de voluntariado social,
organizaciones no-gubernamentales, organismos internacionales, y -en
los últimos años- también sectores de la administración local y del
Estado.
Pero, a lo largo de estos años las experiencias prácticas de los sectores populares han
venido también concitando una atención teórica que superara la simple e inmediata
constatación NI descripción empírica, para alcanzar un primer nivel de sistematización
y luego la construcción de nuevos paradigmas interpretativos. En otras palabras, la
práctica popular produjo un incesante y candente debate teórico cuyos supuestos y
cuyos resultados llevaban también a distintas valoraciones y abrían distintas
perspectivas.
Así, de manera muy somera y siguiendo las sugerencias de Mario Alburquerque (6),
podemos distinguir tres versiones, quizás las más recurrentes con las que se ha
intentado interpretar a los movimientos sociales en América Latina:
En su forma más clásica esa versión se asocia al dualismo estructural, por el cual las
sociedades latinoamericanas se interpretan a partir de la oposición entre tradicionalismo
y modernización. La modernización es un proceso que se activa a partir de
modificaciones estructurales tanto en el plano de la base material y económica como en
el plano de la cultura, de las pautas de comportamiento, de valores y de la política, etc.
Los sujetos protagonistas de todo ello son actores institucionalizados o, de todas
maneras, capaces de producir modificaciones
(6)
Ver de este autor el capítulo: Una reflexión sobre la virtualidad política de los (nue-
vos) actores sociales, en LO POPULAR .... op.cit.,p.p.83-100.
18
estructurales, tales como el Estado, élites modernizadoras, aparatos partidarios,
instituciones tanto nacionales como internacionales. En esa perspectiva, la defensa de
lo que son intereses particulares apenas si sólo pueden alterar al proceso
modernizador, vía el ejercicio de la presión social. En consecuencia, a los movimientos
sociales populares no se les otorga mayor «trascendencia en cuanto a su capacidad de
aportar al desarrollo, o simplemente se los consideró con desconfianza».(7)
19
en los aspectos institucionales (estatales) de la acción, dejando de lado aspectos tales
como el significado de esa acción para los participantes, por ejemplo, aquí sólo se
valoran los aspectos de cambio cultural de la acción de los sujetos».(8)
Desde allí brota el interrogante central sobre los emergentes movimientos populares
de estas últimas décadas: ¿se trata tan sólo (le acciones fragmentarias que expresan así
nuevas subjetividades ,y nuevas identidades, pero sin alcanzar tina articulación capaz
de elaborar un proyecto común y una movilización de envergadura global? O al
contrario, ¿estamos frente a verdaderos «movimientos sociales» y a la
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paulatina construcción de un verdadero poder de control del destino (le la sociedad?
Nos permitimos, por último, una advertencia. La alternativa entre una percepción
«optimista» v una «pesimista» respecto a los nuevos actores sociales es muchas veces
una alternativa entre diferentes supuestos teóricos que es necesario aclarar de
antemano.
Si, en una lectura aún fuertemente influenciada por el estructuralismo, el impacto de
los actores sociales debe medirse tomando como punto de referencia su relación con el
Estado, sin duda «las experiencias fragmentarias, descoordinados, centradas en sí mis-
mas, desconfiadas (le la política, de difusos contornos ideológicos, incapaces (le gestar
propuestas alternativas y fuertemente comunitarias que han caracterizado a los actores
sociales en estos últimos años, no pueden revestir mayor interés»:
9
FOUCAUT Michael, MICROFISICA DEL PODER, La Piqueta Editores, Madrid,
1978.
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ENTRE LUCES Y SOMBRAS: UN RÁPIDO BALANCE
A pesar de los muchos límites que tuvieron las iniciativas populares y aunque dentro
de la crisis y del actual deterioro de las dinámicas sociales en su conjunto, nadie podría
negarles a las experiencias de base importantes logros y significativos alcances.
En primer lugar, la iniciativa popular en las dos últimas décadas hizo menos duro el
impacto de la genocida lógica clasista dominante en la esfera económica, social y
política. Sin los miles de comedores populares, de cooperativas, de clubes de madres,
de empresas autogestionarias, de botiquines o enfermerías barriales, de cursillos sobre
salud, sin las luchas para el alumbrado o el desagüe, sin las redes de reciprocidad
ampliada entre los miembros de una comunidad, en fin sin el conjunto de todas
aquellas prácticas, que algunos llaman «estrategias de sobrevivencia», otros «economía
informal» y otros más bien «economía de solidaridad», seguramente la «matanza»
implícita en la práctica neoliberal habría sido mayor. En este sentido la resistencia
popular ha defendido en primer lugar la vida de miles y miles de mujeres, niños,
hombres que una impiadosa razón instrumental consideraba sobrantes y, por ende,
desechables como desperdicios y basura social. Todo ello resulta evidente también si
consideramos el importantísimo papel que las organizaciones populares han jugado no
tan sólo en la construcción de una práctica y de una lógica económicas alternativas,
sino también en la defensa de elementales derechos humanos frente a las sucesivas
oleadas de autoritarismo represivo que ensangrentó América Latina, antes en los años
setenta descaradamente y con abierta cobertura institucional, y luego en los ochenta y
noventa enmascarado bajo el disfraz de democracias con hambre, desocupación y
pobreza.
Sería suficiente este primer resultado de la práctica popular como para justificar una
positiva e históricamente trascendental valoración. Y, sin embargo, hay muchos otros
méritos.
Consideramos, por ejemplo, que han sido justamente las iniciativas de estos nuevos
actores populares las que han permitido replantearse el problema de la democracia y de
su relación con el tema de la justicia social. Ha sido en este espacio social que amplios
sectores postergados, marginalizados, sin representación y, más aún, sin poder han
reivindicado la conquista de status pleno como ciudadanos, acelerando así un proceso
de extensión de la democracia que antes había logrado o querido incluir tan sólo a las
capas sociales
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tradicionales de todas maneras integradas en la formalidad institucional económica y
política. Y al mismo tiempo se ha puesto con fuerza el problema de una profundización
democrática, de una, para decirlo con las palabras de Agries Heller, «radicalización de la
democracia»: recuperación de la vida cotidiana como espacio de ejercicio de la política;
construcción de poder desde abajo y redefinición de la relación entre Estado y sociedad
civil; cuestionamiento crítico de las relaciones de poder en la vida cotidiana y
democratización a partir de las relaciones interpersonales; búsqueda de una simbiosis
entre forma y contenido del proyecto democrático y ligazón entre este último y un
proyecto socialista, es decir, una síntesis del ideal de libertad con el ideal de justicia
social.
En fin, creemos que los nuevos actores sociales hayan tenido un importantísimo
papel en lo que se refiere a lo cultural y a lo simbólico. La tarea no fue y no es nada
sencilla. Se trataba de enfrentar la crisis de los partidos políticos también en cuanto
agencias de producción cultural y de imaginario simbólico colectivo, además de la cre-
ciente hegemonía de la moderna cultura consumista y mas mediológica. En fin, había
que dar respuesta a la emergencia de seudo alternativas culturales, en formas de sectas
religiosas o folklóricos espiritualismos. Cierto, no podemos afirmar que el movimiento
popular haya solucionado todos estos problemas. Pero, sí podemos decir que con las
experiencias populares se ha mantenido viva la memoria, la valoración y la permanente
creación de una cultura de oposición y de lucha, de una identidad crítica y al mismo
tiempo con racionalidad propia de un proyecto societario alternativo fundamentado en
los valores de la equidad y de la solidaridad entre los hombres. Y tal vez sea por ello
que América Latina sigue gestando una cultura popular basada sobre elementos de
libertad, de justicia, de tolerancia, casi diríamos de humanismo integral, mientras en
otras regiones del así llamado tercer mundo la cultura de oposición ha asumido
características no tan sólo violentas sino, sobre todo, regresivas, intolerantes,
autoritarias y dogmáticas.
Pero, es cierto que todo ello se enlaza con muchos límites y problemas pendientes,
los mismos que dejan la apuesta todavía abierta y en la incertidumbre. Aquí todavía no
hay ganadores sino un proceso por muchos aspectos dificultoso y hasta contradictorio.
El pueblo, el movimiento popular no son categorías ideales sino hechos históricos ,y en
cuanto tales suman en sí aciertos y fracasos, pasos adelante y pasos atrás, luces y
sombras, en fin reflejan toda la complejidad, la dureza, la «impureza» de la historia real.
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Entre las cuestiones pendientes de estas experiencias populares, quisiéramos señalar
las siguientes:
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de desarrollo? Es una pregunta que nos planteamos con mucha fuerza y sin retórica,
porque «quienes participan sumergidos en estas experiencias particulares v concretas
sienten que ellas serían un simple paliativo de los problemas sociales, o no irían más
allá de solucionar problemas coyunturales -que incluso podrían ser acusadas desde
cierta ideología de amortiguar conflictos o descomprimir tensiones sociales que de
otro modo podrían acumularse hasta emerger revolucionariamente-, a menos que
cada una de estas distintas organizaciones y experiencias, conscientemente o no, parti-
cipen de hechos en un proceso de conjunto, y sean parte de un proyecto más amplio,
orientado en sentido transformador que les dé sentido, perspectivas y proyección»
(Razzeto).10
Esta misma pregunta tendremos que asumirla también en relación a las experiencias
con niños, adolescentes y jóvenes trabajadores, pues no se trata de otro mundo,
separado del contexto popular, sino de una expresión más de su interna articulación,
complejidad y riqueza.
10
Ver Razzeto Luis, Sobre la inserción y el aporte de la economía de
solidaridad en un proyecto de transformación social, en Varios autores
ESTRATEGIAS Y VIDA EN ELA UTOR SECTOR POPULAR URBANO,
fovida, Lima, 1987, p.211
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UNIDAD 2
LOS NIÑOS Y LOS JÓVENES
TRABAJADORES COMO
NUEVOS SUJETOS DEL
PROTAGONISMO POPULAR
ANTECEDENTES
Es indudable que los nuevos movimientos populares se inician y se desarrollan como
una propuesta de movilización relacionada exclusivamente con los adultos. Es cierto,
por ende, que no fue la categoría de edad la que concitó energías y proyectos, aunque
los niños y los jóvenes se encontraran de vez en cuando en la condición de
beneficiarios de las nuevas prácticas sociales que se iban construyendo.11
Más aún, hay que destacar el hecho de que tampoco el trabajo fue en un comienzo
algo central en las iniciativas de los nuevos sujetos populares, aunque sí se
promovieron todo un conjunto de «estrategias de sobre vivencia» que eran verdaderas
formas de producción de recursos. Pero, no era la condición de trabajador la que
definía la común identidad grupal alrededor de la cual se iban armando las experiencias
populares. Tal vez esta última consideración no valga para los movimientos
campesinos, en donde la experiencia de la labor productiva quedaba como eje central
en la definición de una nueva subjetividad emergente. Pero en la ciudad era más bien la
condición
11
Ver de CUSSIANOVICH Alejandro y SCHIBOTTO Giangi la Unidad de estudio
n. 1: EL niño como sujeto en la educación popular, en TRABAJO SOCIAL Y
EDUCACION POPULAR CON NIÑOS, GELATS, Lima, 1991.
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de «vecino» la que impulsaba en origen la construcción de nuevas identidades así como
de lazos organizativos, demandas reivindicativas y• de representación, proyectos
alternativos.
Así fue que por muchos años aspectos importantes de la problemática y, casi
diríamos, la presencia de los niños, adolescentes y jóvenes trabajadores pasó casi
totalmente desapercibida para el movimiento popular. En cuanto a su condición atarea
los niños y ,jóvenes no eran considerados como un grupo específico, portador de pro-
pias contradicciones y de una propia identidad. Menos aún se los podía pensar como
sujetos potencialmente protagónicos y con capacidad de activar sus propios procesos
organizativos, a raíz de poderosos supuestos adultistas procedentes de la cultura
hegemonista de la clase dominante, pero fuertemente interiorizados y enraizados
también en el medio popular. Pero tampoco se los consideraba en cuanto trabajadores,
ya sea por la asunción de modelos occidentales que estigmatizaban la condición de
trabajador en cuanto referida a un niño o a un adolescente, va sea por que, como
liemos recordado antes, la identidad de los nuevos sujetos populares se iba perfilando
alrededor de otros ejes, dejando al margen la identidad del trabajo.
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enfermos víctimas que necesitaban ser asistidas. Quede claro que con ello no se está
condenando estas experiencias, que, como por ejemplo en el caso del Vaso de Leche o
de las campañas de vacunación, han logrado salvar la vida de miles y miles de hijos del
pueblo. Tan sólo se quiere destacar que tales experiencias no lograron entender toda la
riqueza y potencialidad que se estaba desarrollando en otro sector de la infancia v de la
juventud, y que hubiera impuesto otro tipo de abordaje v hubiera abierto otros
horizontes de proyectualidad, entonces.
El tema de la infancia seguía así siendo copado por unos reducidos sectores de
organizaciones populares, pero sobre todo por instituciones específicas, tanto locales y
nacionales como internacionales que poco tenían que ver con la práctica popular de
base, aunque no faltaron intentos de acercamiento a veces sinceramente motivados, a
veces decididamente instrumentales. El tema de la juventud sufría tal vez (le un
anonimato todavía más pesado, pues había dificultad para tomar conciencia de loa
jóvenes como grupo social propio y con un potencial rol protagónico en la coyuntura
histórica que se estaba viviendo Más bien los jóvenes eran vistos, a veces, en su
desubicación económica v también cultural v afectiva, como desempleados crónicos, en
parte expresión de una cultura violentista, en parte expresión (le un folklore que era una
mezcla de tradicionalismo, rock, rap, fútbol, mitos occidentales v nostalgias
precolombinas.
En este contexto, menos aun se asumía a los niños y los jóvenes trabajadores coito eje
específico de una labor de promoción popular. Hace dos años, por ejemplo una revista
peruana de educación popular, «TAREA», editó un resumen bibliográfico que daba
cuenta de las publicaciones sobre los NATs en los primeros años de los '80 a nivel de
América Latina: tan sólo se encontraba dos o tres títulos, lo que reflejaba no tan sólo
un descuido teórico sino también una escasez (le experiencias prácticas. Situación que
en el último lustro ha cambiado sensiblemente.
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trabajadores, casi todas surgidas desde la base popular, aunque en un comienzo con
una dinámica propia y reivindican-do autonomía frente a las otras organizaciones
populares. A1 mismo tiempo ya no se trata genéricamente de infancia, sino propia-
mente de infancia trabajadora, llegando a una definición más precisa del sujeto de la
intervención.
También hay, que destacar que se abren otros caminos que no sean simplemente los
de tal o cual enmascarado asistencialismo, sino que conduzcan a un discurso de
movilización, de participación, de organización v cambio social.
A todo ello se sumaron otros procesos que ayudaron a una verdadera v real
mutación del escenario.
En primer lugar, hay que destacar la emergencia, en todas las grandes ciudades de la
Región, de los así llamados «niños de la calle», fenómeno que, a pesar de ser
numéricamente menos significativo del más amplio y englobante fenómeno de los
niños y adolescentes trabajadores, sin embargo fue el que concitó la atención tanto de
los operadores sociales, así como de las instituciones, de los mass-media y de la
opinión pública a nivel mundial. Todo ello se tradujo para muchos en una entrada
indirecta al mundo de los NATs, pues pronto se tomó conciencia que los mismos
niños y adolescentes (le la calle eran trabajadores y que, aunque con características
propias, pertenecían al grupo más extenso (le los niños, adolescentes y jóvenes que
iban desarrollando sus propias «estrategias de sobre vivencia».
En segundo lugar, la inmisericorde aplicación de las recetas neo liberales, con sus
secuelas de mayor pobreza y desamparo social, hizo que el fenómeno de los NATs se
volviera siempre más contundente en términos cuantitativos y de visibilidad. Todo ello
casi obligó a que se prestara mayor atención a este grupo social, con el consiguiente
desarrollo de proyectos y experiencias (le promoción.
En fin, la temática del trabajo, que en los inicios de las nuevas experiencias de
promoción popular había quedado al margen de la atención prevaleciente, en particular
en relación a los jóvenes, viene siendo paulatinamente reincorporada, aunque
limpiándola de los viejos escombros obreristas. Este proceso está impulsado, sobre
todo, por la explosión del llamado «sector» informal de la economía, lo que conlleva a
la necesidad de promover proyectos también en este ámbito con una fuerte y dinámica
presencia popular. En otras palabras
30
el trabajo informal se presenta como la nueva y mayoritaria forma de ser trabajador de
los sujetos populares, procediendo de ella ya sea la producción de recursos para la
sobre vivencia como de elementos de identidad, de reivindicación, de cultura, de
organización. Con esta recuperación de la temática del trabajo por parte de las expe-
riencias de promoción popular se abrió paso, para darle mayor espacio también, a la
problemática de los niños, adolescentes y jóvenes trabajadores, que hasta entonces
había sido asumida con menor convencimiento v continuidad por parte también de
ONGs como por las políticas sociales.
A todo ello habría que agregarle también unos cuantos trascendentes eventos a nivel
internacional, como la aprobación en 1989 de la Convención ONU para los derechos
del niño, que reactivó indudablemente cl interés, acerca (le la problemática infantil y de
los adolescentes, no sin una particular atención a los niños y jóvenes trabajadores. 12
No termina, por ejemplo, cierto descuido y hasta sospecha por parte de las
tradicionales organizaciones de base hacia la posibilidad, de un protagonismo infantil y
,juvenil, sustentado en el rol y la identidad de trabajadores. Fuerte es la resistencia de
una cultura adultista que se niega a dernocratizar según un estilo participativo de las
relaciones (le género y, sobre todo, aquellas de edad: muchos son los luchadores
democráticos que al hablarles de niños o de adolescentes, es decir, al hablarles de sus
hijos, se vuelven padres autoritarios v despóticos.13
12
Cfr. el articulo ;S2 (le esta Convención Internacional, justamente sobre el tema (le]
trabajo infantil y juvenil y para un análisis del mismo, ver Ama M. Yánez, Apuntes 5,
ed. R llamen, Lima. 1995.
13 Ver cl acápite La sospecha y el escepticismo del pueblo: luchadores democráticos y
padres autoritarios, en TRABAJO SOCIAL..., op.cit.,p.p. 49-50.
31
A1 mismo tiempo, muchas organizaciones no gubernamentales y, sobre todo, muchas
de las instituciones públicas y de los organismos internacionales todavía no superan
cabalmente un vicio de origen que les hace percibir la problemática infantil como
separada de las experiencias de los nuevos sujetos populares y más bien anclada a una
suerte de amplia temática ética de corte humanístico y relacionada con un general
problema de civilización. Esta concepción tiene su base de legitimidad, pero ello no le
quita evidencia al hecho que mientras tanto las vicisitudes y las «respuestas silenciosas»
de los NATs se insertan en el medio popular y en las prácticas alternativas que en este
medio se han desarrollado. Ello hace que todavía es insuficiente la relación que estas
instituciones tienen con la realidad de los movimientos de base, aunque se registren
muchas y significativas excepciones.
32
elementales. Todo ello amenaza sus posibilidades no sólo de desarrollo sino a veces de
sobre vivencia física, psíquica, afectiva.
Parece, entonces, que nos encontramos en un desierto de sal. Por ello no sorprende
que en los últimos años se empiece a denunciar la moda de cierta lectura casi valorativa
de la pobreza: todavía se sigue viendo a los pobres como personas ricas en valores,
energía, creatividad, pero mientras tanto el deterioro de sus condiciones de vida
conlleva la negación de cualquier posibilidad de desarrollo, de propuestas, de futuro
con aliento estratégico.
33
sus comunidades, en la gestión de un comedor, que dan vida a sus propias
organizaciones que aprenden escribiendo sobre un papel sucio, que juegan con tina
pelota de trapo en los recreos de su trabajo; los niños de la calle, sobrevivientes de una
guerra que mata con pobreza v hambre y también, cuando sea el caso, con balas; estos
niños v adolescentes callejeros, violentos, agresivos, rateros, infractores, antisociales,
como los categorizan, pero con formas de solidaridad sorprendentes, con mecanismos
propios de aprendizaje y códigos afectivos; humanidad viva que demasiadas veces no
descubrirnos por quedarnos a observar la inevitable suciedad de su piel; y, en fin, todos
los jóvenes trabajadores, estudiantes sin esperanza de movilidad social, desempleados,
expulsados de los mecanismos «modernizadores» del capital neoliberal, jalados tanto
por el espejismo revolucionario como por el punk o el rock, «cholos» con sus trajes
andinos al tocar huainos, pasillos, sayas, en algún club paisano de una barriada o en una
peña folklórica, o con sus jeans de segunda mano persiguiendo el sueño de Miami, v,
sin embargo, activos en esta desubicación, en esta suerte de destierro en la propia
patria, inventándose un trabajo, resistiendo a la desesperación, al hundimiento,
organizándose ellos también, luchando por una sociedad distinta que nunca más haga
de esta edad, destinada a ser tan bella y promisora, un calvario para los oprimidos: esta
infancia y esta juventud expresan una voluntad reactiva y propositiva frente al presente
y hacia el futuro. Reconocerla y valorarla no sería un acto de justicia sino un factor de
reconstrucción del tejido social de nuestros países.
Por ello que la historia de las prácticas de y con los JANTs tiene que ser asumida, sin
lugar a dudas, en el espacio del protagonismo popular, y éste es un asunto que
antecede a todo, como una suerte de brújula originaria que nos permita luego
orientarse en el camino analítico y metodológico más específico.
34
imaginarios. La liberación de la actual situación y de las condiciones de hoy vendrá
para el conjunto de la sociedad: en ello, por ello, para ello trabajan y luchan también
los niños y los jóvenes de sectores populares.
Sin embargo, todo lo antedicho no significa que los niños, adolescentes y jóvenes
trabajadores no aporten su propia especificidad al conjunto de las expresiones del
movimiento popular. No se trata de una mezcla sin sabores particulares, de una, para
decirlo con Hegel, «noche en la que todos los gatos son pardos».
¿Cuáles podrían ser, entonces, las peculiaridades de los niños y jóvenes trabajadores
en el más amplio contexto popular? Proponernos un listado provisional de los
aspectos distintivos sobresalientes, casi todos ligados a la condición de edad, la misma
que conlleva muchas consecuencias de relieve y a varios niveles:
35
una continua renovación y creatividad e impide fenómenos de cristalización del
liderazgo y del poder, típicos de otras experiencias organizativas. Sin embargo,
impone el difícil reto de enfrentar la continuidad y la renovación de elementos
importantes; el difícil reto de formación permanente y la exigencia de una muy
fuerte dinamicidad.
− Siempre en el mismo ámbito, los niños, adolescentes y Jóvenes trabajadores
tienen que enfrentar una interna articulación etaria, que puede conducir tanto a
una peligrosa división como a una positiva radicalización de la calidad
democrática del grupo. Se plantea aquí el problema de construir una
organización lo suficientemente elástica e internamente articulada como para
poder representar v valorar las distintas expresiones del protagonismo infantil y
juvenil, no descuidando en particular a los más pequeños y poniendo atención a
que no se incuben y desarrollen fenómenos de conflictos interetarios.
− Uno de los más grandes problemas todavía no solucionado en las nuevas
prácticas populares, ha sido siempre la presencia de agentes externos al medio
popular mismo, llámense promotores, asesores, expertos, educadores,
misioneros o cualquiera otra de las tantas denominaciones. En el caso de las
experiencias con NATs el problema se duplica, pues el «colaborador», además
de no ser en muchos casos un cuadro popular, es siempre un «adulto», lo que
significa «una condición etaria invasiva». En otras palabras, la presencia de los
colaboradores adultos añade otra cuestión delicada y de extrema importancia.
El principio de la democrática auto organización infantil y ,juvenil no se pone
como antitético a la colaboración de los adultos, a condición que ella no
reproduzca el autoritarismo dominante y, más bien, busque concretar la ruptura
de un modelo que sanciona una asimetría relacional, de poder y de roles, entre
niño y adulto. Sin embargo, el problema existe y la presencia de colaboradores
adultos sigue siendo uno de los puntos de más difícil y riesgoso manejo en la
acción social que se desarrolla con los NATs.
− E1 movimiento enfrenta una poderosa hegemonía cultural de corte adultista
que está enraizada en cl mismo medio popular. Desde allí se origina un clima de
descuido, de escepticismo, de desconfianza y hasta de agresividad conflictiva en
contra de cualquier discurso o práctica que quiera
36
cuestionar las tradicionales relaciones de edad. Como, y tal vez más
radicalmente que en el caso del movimiento de las mujeres, la valoración del
niño y joven trabajadores obliga a la crítica de estereotipos, de costumbres, de
prenociones, prácticas difundidas que invaden y enredan el mundo cotidiano.
Todo ello, a veces, obstaculiza y torna problemática la relación con cl mismo
movimiento popular, pues no siempre las organizaciones populares aceptan
una relación democrática con la organización infantil y juvenil.
- Consecuente con todo ello es la costumbre de legitimar acciones de corte
asistencialista o de todas maneras impositivo si es que se trata de NATs. En
este caso juega el supuesto de que no se trata (le sujetos sociales sino tan sólo
de posibles beneficiarios de la acción social. Es por ello que, sobre todo en
relación a la infancia, se desarrolla, aún en el medio popular, la doctrina de la
«protección integral» más que la de la «promoción». Es por ello que los
jóvenes muchas veces también son percibidos sólo corno peligrosos v
movedizos «extremistas sociales» o como improductivos, desubicados,
quejosos, que dan vuelta con sueños v lamentaciones, pero sin propuestas y
capacidad de auténtico protagonismo.
Pero los ,JANTs traen consigo también sus propias potencialidades, que hay que
valorarlas también en la práctica social con ellos.
37
Para ellos no nos encontramos frente al «fin de la historia» sino, más bien, al
«comienzo».
Ellos nos dicen que si donde termina el arco iris no hemos encontrado la olla repleta
de monedas de oro, no es porque no exista sino porque no hemos sabido buscarla
bien.
38
UNIDAD 3
LA ACCION SOCIAL
CON NIÑOS Y JOVENES
TRABAJADORES: UNA
EMERGENCIA EMPIRICA
En los últimos años hubo una verdadera «explosión» de la práctica social con los
NATs. Asistimos a un multiplicarse de acciones, intervenciones, proyectos, planes de
política social en favor de la infancia v de la "juventud trabajadoras.14
La oleada ha invadido todos los niveles y cubierto a los más heterogéneos sujetos. La
experiencia, los actores y agentes de políticas sociales para la infancia y la juventud
trabajadoras en los '90 son de los más variados y siguen multiplicándose cada día.
Muy activas han sido, por ejemplo, las organizaciones sociales de base, que han
venido asumiendo algunos problemas de la infancia y de la, juventud en cuanto
categorías sociales y colocando en los niveles local, regional, nacional e internacional,
la necesidad de otorgar un nuevo tratamiento a esta problemática. Cierto, todavía hay
muchas resistencias por parte del medio popular , ya sea para localizar bien la
problemática de los, JANTs, ya sea para superar actitudes de
14
Ver de SZANTOS BLANC Cristina y colaboradores, NIÑOS DE LA CIUDAD
EN DIFICULTAD: PROBLEMATICAS Y ESTRATEGIAS INNOVATNAS,
Gordón y Breach, 1994.ver también a CARTA Vittorio, Infancia, acción social y
políticas públicas, en la revista NATs, n.1., febrero de 1995.
39
rechazo represivo, sobre todo, contra los así llamados «niños de la calle». Sin embargo,
dentro de estos límites, las organizaciones populares de base han empezado no sólo a
ser más activas en enfrentar los problemas de los niños y jóvenes trabajadores, sino
también a repensar críticamente el rol de la infancia y de la juventud en la comunidad
social.
Otro agente lo constituyen las instituciones, tanto públicas como privadas. A este
nivel cabe destacar no sólo un mayor dinamismo de las instituciones específicamente
orientadas a la labor con niños y jóvenes, sino también una asunción de la
problemática por parte de organismos que hasta hace poco tiempo no la consideraban
como propia. Además, el fenómeno de los niños y jóvenes trabajadores se ha ganado
un espacio casi prioritario, lo que antes no se daba.15
15
Recordamos, por ejemplo, el caso de UNICEF, que en los Últimos :unos se; ha
interesado más activamente a la problemática específica de los NAB, aunque
insistiendo con sus usuales categorías interpretativas, como la de «niños en
circunstancias particularmente difíciles"
40
diaria difusión de los medios de comunicación de masa. El «clímax» de toda esta
movilización se alcanzó con la aprobación de la Convención por los derechos del niño
en 1989.
En fin, otro actor está constituido por los mismos niños, adolescentes v Jóvenes, y
ello tal vez sea el hecho más novedoso de década y media. En efecto, si bien estamos
acostumbrados aún a descuidar justamente a los niños y, muchas veces también, a los
Jóvenes como sujetos activos de acciones y políticas sociales, sin embargo, en los
últimos años la presencia de los NATs ha superado un desordenado inmediatismo
conflictivo para alcanzar formas organizadas de reivindicación y propuesta. Este
proceso hace decididamente insuficiente y superado el esquema paternalista de
considerar a los niños en particular, pero también a los jóvenes, tan sólo como
beneficiarios de las acciones que les conciernen.
41
Estamos en presencia de un caleidoscopio, de un archipiélago, siempre más
entrecruzado y confundido. Pocos parecen saber orientarse, no se cuenta con
brújulas seguras y cada cual tiende a navegar a la vista confiando en su buen sentido
empírico.
Hay experiencias que duran lo que dura una mañana; otras resisten algo más, pero en
estado de permanente asfixia comatosa; algunas se mantienen artificialmente en vida
tan sólo por la abundancia de “inyecciones” financieras, otras que se mueren
injustamente por la escasez de recursos económicos v humanos; acá se abren talleres
productivos, allí un programa educativo para NATs; en un lugar se piensa en la
alimentación, en el otro en la salud; fulano tuvo la excelente idea de hacer jugar
también a los NATs, otro pensó en ayudar a los jóvenes trabajadores con un equipo de
rock o de fútbol; y, luego, un movimiento por los derechos, un programa para la salud
mental, una casa-albergue, un programa de escolarización en la calle, una cooperativa
de producción, una microempresa, tina propuesta organizativa, un campito para los
recreos de los, jóvenes pordioseros, un proyecto de investigación, una campaña de
divulgación en los medios de comunicación de masa, una acción reivindicativa frente a
las instituciones, un nuevo código, la semana del niño, cl día del joven trabajador, un
intercambio con Europa, una ayuda de la solidaridad internacional, etc., etc., etc.
Por ello que se pone como tarea sumamente urgente la de empezar a desenredar esta
compleja telaraña, en aras de ti- construyendo herramientas de orientación crítica que
nos permitan darle un mínimo de ordenamiento a esta, por sí, tan borrosa empiria
histórica.
42
como meta la de alcanzar una imposible exhaustividad informativa v menos aún
estadística, sino más bien el objetivo de individuar unas cuantas líneas de fuerza dcl
fenómeno que nos interesa.
Para todo ello nada mejor que resumir, a nivel descriptivo, toda esta compleja
geografía en unos cuantos ejemplos de acción social con niños, adolescentes y, jóvenes
trabajadores, ejemplos que quieren ser representativos de las prevalecientes y más
significativas tipologías de intervención.
Por supuesto que estos casos constituyen tan sólo un listado provisional y tal vez
condicionado por nuestros propios supuestos conceptuales y también límites
informativos. Pero, de algún lado había que empezar a ponerle mano a esta tarea. Ojalá
que, siendo éste un texto de autoformación, es decir, para el aprendizaje activo, cada
lector se esfuerce por integrar estos ejemplos con otros sacados de su propia
experiencia y conocimiento.
43
que, en este caso, está empujando a la acción; éste es el problema bien preciso,
limitado, concreto que hay que solucionar.
Las acciones en este caso se desarrollan con una perspectiva cortoplazista: al niño
que tiene hambre hay que darle de comer hoy día y mañana será igual. Ello no significa
que estas experiencias no puedan durar un largo tiempo, pero esta duración se debe a
una permanente repetición de las mismas acciones de emergencia, con escasa o nula
capacidad de acumulación y progresión: un almuerzo hoy, otro mariana, otro pasado
mañana, pues cada día se presenta el mismo problema v no se modifican las variables
que concurren a determinarlo.
El blanco de la intervención son sólo por casualidad niños trabajadores, pues lo que
concita la atención, en este caso, más que la condición de trabajador es la de
hambriento, desnutrido, enfermo, sin zapatos, etc. Si hay, una opción específica por
los NATs, ella tiene una valencia más bien negativa, en el sentido que se los escoge
porque sufrirían más que los otros niños las carencias mencionadas precisamente por
ser trabajadores.
Normalmente, a pesar de los evidentes límites de tales acciones, hay en las personas
o instituciones que las promueven una sincera preocupación por aliviar los
sufrimientos y las dificultades diarias de los NATs; pero no faltan ejemplos de
instrumentalización de estas prácticas, como camino más fácil para penetrar en el
medio popular v ganarse legitimación y confianza del grupo beneficiario. A1 mismo
tiempo, también esta adhesión por parte de los NATs puede ser a su vez, instrumental:
siempre habrá mucha concurrencia donde se distribuya comida o ropa, pero todo ello
puede tan sólo significar un pragmático aprovechamiento, con la conciencia, sin
embargo, de la insuficiencia de esta propuesta y con la percepción de su corto aliento
estratégico.
44
Y, sin embargo, teniendo cuidado de no subestimar de antemano cualquier acción de
este tipo. En primer lugar, existen situaciones tan dramáticas y urgentes que pueden
justificar un primer abordaje de corte asistencialista y hasta caritativo, aunque no
legitimen la permanencia en el tiempo de los límites de este estrecho horizonte . En
segundo lugar, muchas veces acciones de este tipo constituyen un primer paso para la
asunción de una problemática que luego logra desarrollar otras dinámicas, permitiendo
y empujando útiles revisiones críticas y dando piso para otros alcances operativos y
teóricos.
Por último, cabe destacar que estas acciones se desarrollan según una metodología no
participativa. Este es un límite no ocasional sino intrínseco, puesto que el blanco de la
intervención viene visto tan sólo en su rol de víctima, como un conjunto acumulativo
de carencias. En consecuencia los niños tan sólo pueden ser beneficiarios de la acción,
es decir, objeto de una dádiva sin posibilidad de expresar su propia, activa y positiva
subjetividad.
45
de teatro, asesoría psicológica, proyectos para la «salud mental» para tal o cual grupo de
niños o Jóvenes, etc.
Con el precedente tipo de acción social, éste que se está analizando comparte un
punto de partida «negativo», en el sentido de que a los niños v Jóvenes trabajadores se
los ve, esencialmente, como sujetos carentes v necesitados; por ende, se requiere una
urgente intervención externa que pueda paliar los estragos de la pobreza v de la
violencia social y política. Una vez más, la idea de fondo es que aplicándose unos
cuantos «parches», en este caso ya no físicos sino esencialmente psicológicos, se pueda
contener el desborde de una situación que, de otra manera, alcanzaría niveles de
deterioro inaceptables.
Sin embargo, este tipo de iniciativa representa, en la mayoría de los casos, un paso
adelante dentro de este horizonte elementalmente, asistencialista
En segundo lugar, justamente por si¡ naturaleza, este tipo de acción conlleva un nivel
participativo mucho más elevado, pues supone adhesión v concurso activo por parte de
los beneficiarios.
En fin, los resultados en muchos casos no solucionan tan sólo "urgencia" sino
también "situaciones y problemas" V pueden así dar paso a otros niveles
cualitativamente superiores. En otras palabras, si simplemente se le da un pan a un niño
hambriento se soluciona de inmediato tina urgencia, pero mañana aquel niño tendrá
otra vez hambre y se reproducirá la misma inalterada situación problemática. Por el
contrario, si se soluciona una carencia psicológica es posible que el sujeto se fortalezca
y que ya no se repita la situación de partida, aunque con el riesgo de que puedan darse
procesos de regresión.
Todo ello ubica estas iniciativas en una suerte de territorio intermedio entre el
asistencialismo y la promoción social. Y, por ende, en el vasto y heterogéneo grupo de
estos programas podemos encontrar de todo: desde acciones decididamente limitadas
por una óptica casi caritativa hasta proyectos abiertos a un discurso de participación, de
crecimiento cualitativo, de movilización social.
46
c) La «Deportación Institucionalizada»
Blanco de este tipo de acción son los niños, adolescentes y jóvenes que se
encuentran en una situación de abandono o de ruptura, en una condición "border-line"
entre la legalidad y la ilegalidad, o aquellos que decididamente ya rompieron con los
esquemas de la normatividad corriente: niños de la calle, vagos, sin familia, rateros,
drogadictos, niños, adolescentes y jóvenes prostituidos o pertenecientes a los círculos
de micro criminalidad urbana, pordioseros, infractores de alguna ley- o simplemente
pidiendo limosna en algún barrio «pituco» o residencial, desplazados por la violencia
política, en fin, todos aquellos que la categorización de UNICEF llama «niños y
,jóvenes en circunstancias particularmente difíciles» y que nosotros preferimos seguir
llamando niños v Jóvenes trabajadores, aunque subrayando la radicalidad extrema y,
muchas veces, sin salida de las estrategias de sobre vivencia que desarrollan, o -mejor
dicho- en las que se encuentran enredados.
16
El esquema reproduce una actitud que se podría llamar de «solidarismo autoritario"
y que está a la base de la que García Méndez llamó la doctrina jurídica «salvacionista»,
como legitimación de la intervención represora del Estado frente a los menores
47
Esta suerte de salvoconducto ideológico conlleva que, en muchos casos, la concreta
y diaria gestión del «forzoso» proceso de institucionalización se caracterice no sólo por
sus aspectos autoritarios, sino también por excesos de agresividad y violencia, des-
bordando en un verdadero internamiento carcelario, propiamente hablando.
Los promotores de este tipo de acción son aparatos estatales que tienen la potestad
jurídica para actuar una institucionalización forzosa. Pero, en muchos casos,
organismos privados están encargados de la gestión operativa de los institutos, con la
evidente irrupción de intereses económicos y también políticos potencialmente
corruptores.
Dos observaciones más. La primera concierne el hecho que, antes de enfrentarse con
sus límites cualitativos, esta experiencia ha chocado con una suerte de impractibilidad
cuantitativa. En una ciudad como San Paulo o ç de Janeiro o Bogotá o Lima, los
NATs, que según este esquema serían potencialmente «institucionalizables», son
decenas y centenares de miles, mientras que ni el presupuesto estatal v, menos aún, los
escasos recursos de los gobiernos locales pueden garantizar infraestructura, personal y
medios financieros para proyectos de este tipo.
Una segunda anotación crítica se refiere al evidente engaño ideológico del supuesto
conceptual y ético en que se fundamenta esta propuesta. Se dice que hay que proteger
a estos niños y Jóvenes trabajadores del medio social que los hiere y los mata. En
realidad, se puede legítimamente abrigar la sospecha de que detrás de ello se juegue
una preocupación de la sociedad por el peligro que estos niños representan para el
orden establecido. En otras palabras, más que proteger y salvar a los niños de la
sociedad, se trata de salvar a la sociedad y en particular, a sus capas privilegiadas de
estos niños, molesta prueba acusatoria de los inhumanos mecanismos de la
marginalización, elemento perturbador- de una pretendida «paz social» que descansa
sobre la injusticia y la explotación y que se reviste <le cinismo.
d) La «Institucionalización Democrática»
También en este caso, blanco principal de la acción son los niños y adolescentes
trabajadores que han roto los lazos familiares y que se encuentran viviendo en las
calles; pero, también, se refiere a todas [ las situaciones de muchachos en
«circunstancias especialmente difíciles”
48
incluyendo entonces también a niños y adolescentes trabajadores que ,¡ven situaciones
familiares deterioradas, carentes o demasiado conflictivas.
49
fuerte impacto psicológico, con la que se intenta recrear lazos emocionales duraderos.17
Cabe señalar que este es un modelo de acción muy difundido en América Latina,
especialmente apreciado y promovido por organismos del Estado en algunos países y
confiadas o promovidas por poderosas congregaciones religiosas, sobre todo católicas
(entre ellas la de los Salesianos), aunque no sin presencia de laicos aconfesionales. La
idea que fundamenta este tipo de propuesta es la de la recuperación de una desviación,
recuperación que puede darse sin necesidad de un cambio societario de conjunto, sino
con la creación de específicos instrumentos substitutivos de la familia y de los
«normales» mecanismos de socialización y educación. El «éxito» individual meritorio no
invalida las reservas de fondo que hemos levantado.
e) Educación en la Calle
17
Ver de LIEI3EL Manfred, MALA ONDA: LA JUVENTUD POPULAR EN
AMERICA LATINA, Nicarao Ediciones, Managua, 1992, p.p. 168 y sig.
50
Una explicación iluminadora es el ejemplo que da el Prof. Andrea Canevaro. Uno de
los episodios históricos más sobresalientes en el campo de la investigación pedagógica
concierne la educación de un muchachito, encontrado en los bosques del Aveyron, en
Francia, en 1799, y acogido luego en París, en la casa de Jean Itard, que pasó a la
historia como el educador del «sauvage», del «salvaje». Hace unos años atrás, Octave
Mannoni, haciendo sus reflexiones sobre aquella lejana historia, pero siempre cercana
en su actualidad, soñaba lo que hubiera pasado si Itard hubiera ido él a los bosques en
donde vivía el joven «sauvage», sin desplazarlo a París, en una casa burguesa.
Así, muchos que operaban con niños, adolescentes y Jóvenes trabajadores empezaron a
preguntarse si era funcional y justificado el sacarlos de la calle en donde vivían y
desarrollaban sus procesos de socialización y organizaban sus estrategias de sobré
vivencias. Empezaron a preguntarse si no hubiera sido mejor asumirlos en su propio
medio, encontrarlos allí donde estaban, allí donde la sociedad los había confinado y en
donde ellos intentaban resistir y salir adelante.
La Educación en la Calle surgió como respuesta al fenómeno del rápido crecimiento del
número de niños trabajadores en la calle y de la calle. La meta prioritaria en un
principio consistió en prevenir, mediante la intervención educativa directa en los
lugares de vida y trabajo de los niños y adolescentes, los riesgos y peligros a que se ven
expuestos en la calle, en una suerte de planteamiento preventivo, sobre todo por lo que
se refiere a los riesgos de enfermarse o de caer en la delincuencia o la drogadicción.
Aunque dentro de los límites de esta primera etapa, se trataba sin lugar a dudas de una
alternativa social y pedagógica no convencional, abierta, diferente a la educación
excluyente y represiva de instituciones cerradas, incomunicadas y aislantes.
51
a los niños algunas oportunidades, desde las actividades colectivas de grupos
deportivos o culturales, pasando por propuestas de asesoría, descanso y recreación,
posibilidades de pernoctar, hasta el establecimiento de escuelas y talleres productivos.
En otra variante se le otorga mucha importancia a una infraestructura propia, que
les ofrezca a los niños una «alternativa a la calle».
La postura más radical, en fin, llega, no sin fundamento, a postular que, siendo los
niños de la calle una necesaria expresión de los mecanismos de marginación de esta
sociedad, mejor no hacerse ilusiones sobre la posibilidad que lleguen a ser reintegrados.
Por ello se quiere fortalecerlos, organizarlos, promoverlos en cuanto niños de la calle,
sin querer borrar de un plumazo su propia identidad y situación de vida.
Así hay quienes libran una batalla, sobre todo jurídica, para mejorar las legislaciones
y los códigos; quienes desarrollan acciones reivindicativas frente a las instituciones
políticas desde los más básicos niveles de los gobiernos locales, pasando por las ins-
tituciones nacionales, hasta los grandes organismos internacionales como la ONU o el
FMI; otros trabajan en particular para movilizar la opinión pública, haciendo campañas
de denuncia y sensibilización, buscando cautivar la atención de los medios de
comunicación de masa; en fin, hay quienes apuntan a modificar el contexto inmediato
de vida de estos niños y jóvenes, desarrollando
52
una labor de promoción con la comunidad, sensibilizando a los adultos, buscando crear
mejores condiciones económicas, ocupacionales y culturales para los padres.
Varias pueden ser las premisas ideológicas que fundamentan esta postura: una
idiosincrasia estructuralista que menosprecia el trabajo con los sujetos sociales v tan
sólo privilegia la labor «política» institucionalizada; cierto corte mental adultista, que se
niega a reconocerles protagonismo a los niños y a los jóvenes; o, más pragmáticamente,
la constatación de que los problemas que sufren los muchachos se originan en lugares
sociales, económicos y políticos que sobrepasan el ámbito de sus concretas experiencias
y vicisitudes diarias.
En muchos casos, además, quienes trabajan en este tipo de proyectos piensan que hay
que articularse con otros que desarrollan una labor de contacto y participación directa
de los NATs. En otras palabras, en muchos hay conciencia de que su acción «en favor»
pero no «con» los niños y ,jóvenes no puede ser exclusiva sino más bien una
articulación más de un proceso de promoción que en algún momento debe
necesariamente involucrar activamente a los sujetos beneficiarios.
Y, sin embargo, no faltan los que piensan que todo se juegue en algunas poderosas
instituciones o en una relación con los adultos responsables de los niños y jóvenes, sean
ellos padres o maestros o promotores o líderes comunitarios. Así que se cierra cualquier
espacio de protagonismo infantil o juvenil, cualquier forma de valoración de la acción
social desde abajo, reapareciendo de esta forma una modalidad vanguardista y
esencialmente elitista de concebir a la política.
53
de los jóvenes, tendría que ser exclusivamente la escuela. 18 Pero, sobre todo en los
últimos años, este rechazo al trabajo infantil ha venido perdiendo poco a poco su
rigidez dogmática, a raíz de la imposibilidad de borrar un fenómeno masivo y que,
además, continúa creciendo exponencialmente en todo el Continente. De allí que han
empezado a armarse proyectos que buscan ofrecer alternativas no tanto al trabajo a
secas sino a los trabajos demasiado peligrosos, explotados, duros, incompatibles con un
mínimo de presencia en la escuela.
Así, hay quienes han organizado quioscos de venta para niños y jóvenes, talleres de
artesanía, pequeñas cooperativas; otros han buscado ofrecerles a los NATs alternativas
ocupacionales más aceptables para su edad y las exigencias de su desarrollo; hasta se ha
logrado tomar contacto con empresarios y gremios sindicales para concordar con ellos
la creación de específicas posibilidades para los muchachos necesitados de trabajar.
Más allá de estos matices empíricos, hay un común supuesto conceptual. El trabajo de
los NATs es en sí negativo, pero hay que ser realistas y considerar que muchas veces no
hay otras salidas para ellos. Entonces, hay por lo menos que seleccionar (realismo
selectivo) y distinguir entre los trabajos malos y los buenos o «los menos malos», es
decir, aquellas ocupaciones que ofrecen ciertas garantías de que no haya
sobreexplotación, violencia, agresividad, y que, además, dejen un tiempo para el
descanso, el juego y también para un proceso, aunque parcial, de escolarización.
Todo ello representa una etapa intermedia, a la espera que se pueda alcanzar la
finalidad última que es la total erradicación del trabajo infantil y adolescencia.
18
Esta es la posición en particular de la OIT, la Organización Internacional del
Trabajo, compartida por otras instituciones internacionales y en parte también por un
sector de ONGs.
54
del sujeto, para que tenga mejores condiciones de integración en el mercado laboral.
De allí que a los más variados niveles se promueven programas, campañas, planes de
acción, proyectos y también pequeñas acciones locales todas orientadas a ofrecerles a
los NATs mejores y más funcionales alternativas educacionales, sobre todo, por lo que
se refiere a la escolarización básica. En esto concuerdan desde mega instituciones
internacionales hasta pequeños organismos de base, que arman programas escolares de
recuperación educacional para los niños v los jóvenes trabajadores, pasando por el
intermedio de unas cuantas iniciativas de las instituciones estatales o de los gobiernos
locales.
19
Es esta en la actualidad la estrategia tanto de UNICEF como de la UNESCO, a la
que se ha recostado también OIT. Ver, entre otros, los últimos escritos y ponencias
de García Méndez como Apuntes 5, ed. R. Barnen, 1995, Lima.
55
En este caso, la educación viene asumida como alternativa a un trabajo infantil que
se considera en gran parte negativo. Hasta hay quienes teorizan que la causa de la
inserción temprana de los niños
En todo caso, hay aquí una jerarquía que le resulta desfavorable a la experiencia
práctica del trabajo y que privilegia el estudio y la escuela como principales e incluso
exclusivos itinerarios de socialización para la infancia, la adolescencia y hasta cierto
punto también para la juventud.
56
pequeña o microempresa, más aún, priorizando el autoempleo mediante la formación
de jóvenes empresarios.
El problema del empleo es, sin lugar a dudas, una de las prioridades a resolver en la
actualidad, especialmente en lo que se refiere a oportunidades para la juventud,
acortando así la «moratoria» laboral a la que los jóvenes son forzados.
Es por ello que a partir de la mitad de los '80 se van desarrollando experiencias sobre
todo con jóvenes del último año de secundaria. A partir de la reflexión de la vocación
y proyecto personal, se plantea un rnodelo de intervención que busca encarar la
situación de un sector de jóvenes en su búsqueda de una adecuada inserción laboral.
Muchos de estos jóvenes, en los sectores populares urbanos, orientan sus aspiraciones
educativas y laborales hacia el trabajo independiente, es decir, la microempresa in-
dividual o en forma de pequeña cooperativa, por lo que pueden generarse en las
entidades promociónales especializadas sistemas concertados de apoyo a estas
iniciativas.
57
j) Hacia el protagonismo y la Organización de los JANTs ,
La promoción social en el medio popular ha sido, casi siempre, asumido como eje
central de su acción, el lema de la participación y el de la organización. Todos los
contenidos concretos del proyecto, sean ellos comedores o cursillos sobre salud,
autoconstrucción de servicios barriales o desarrollo de alternativas ocupacionales,
aparecen sin sentido y sin perspectivas si no ayudan, empujan y viabilizan una activa
participación de los sujetos beneficiarios, dando vida a procesos organizativos que,
mientras autonomizan la acción social frente a los agentes externos y la hacen
autogestionarias, al mismo tiempo contribuyen al surgimiento de un sujeto social con
capacidad de reivindicación, lucha y proyectos de cambio.
Por el contrario, ya desde el final de los '70 con experiencias pioneras y luego con
mayor énfasis en los '80, se desarrollaron experiencias participativas que involucraron
como actores a los mismos niños
20
Ver, entre otros: CUSSIANOVICH Alejandro, Cuando los NATs se organizan... es
porque piedras traen, en NIÑOS TRABAJADORES, CONSTRUYENDO UNA
IDENTI DAD, Ed. IPEC, Lima 1991); LIEBEL Manfred, PROTAGONISMO
58
Claro está que este tipo de acción social supone una verdadera y propia revolución
cultural acerca de la infancia y de la juventud trabajadoras, que rompe con los esquemas
desvalorizantes de la ideología dominante. Los JANTs, a partir de su rol económico y,
por ende, social, aparecen como un grupo que tiene su propia riqueza cultural y
práctica, como una expresión más de la subjetividad popular. A partir de ello se trata de
asumir esta calidad protagonizante también en los procesos de promoción social, con
objetivos de participación, organización y lucha por el cambio social.
Todo ello no significa minusvalorar los problemas concretos y las necesidades diarias
de los niños y de los jóvenes trabajadores. Muchas de las experiencias que estamos
mencionando organizan servicios de salud, de educación, talleres productivos, comedo-
res, etc. Sin embargo, estos servicios para los JANTs se caracterizan, en primer lugar,
por ser autogestionarios, y, luego, por no copar toda la intencionalidad del programa.
Además, en su meollo más auténtico apuntan a fortalecer el prótagonismo infantil y
juvenil. Por ello se le dedica mucho espacio a los momentos de concientización, de
debate, a los talleres participativos, a los procesos de organización, siempre con un
sentido de responsabilidad y solidaridad también con los otros JANTs que todavía no
participan en estos movimientos de base.
El protagonismo infantil no significa, sin embargo, que no haya adultos que apoyen,
estimulen, asesoren y colaboren. Sin embargo, se busca que su presencia se despoje no
sólo de rasgos autoritarios sino también de rasgos paternalistas, es decir, supere aquel
bondadoso y engañoso democraticismo de superficie que concede como una dádiva
una ficción participativa. Los adultos deben estar presentes en una rigurosa simetría
relacional y equilibrio de roles, no olvidando, como decía Rocío, una muchacha
trabajadora peruana, que «el movimiento está en las manos de los niños».
59
LOS LÍMITES DEL EMPIRISMO DESCRIPTIVO
El listado de experiencias como las que se han presentado, resulta, sin embargo,
insuficiente e, incluso, si le agregáramos otros ejemplos de programas con NATs y
jóvenes.
60
y siempre incompleta de un determinado número de casos específicos y sólo hasta
cierto punto representativos, también considerando que en la selección de los mismos
siempre juegan un importante papel los supuestos conceptuales y valorativos del
observador.
Por supuesto que estas categorías y estos modelos no pretenden ser absolutos y
objetivos. Ellos también representan una opción en
61
cierta medida subjetiva, es decir, dependiente del observador. Lo que, sin embargo, no
significa que sean «mentirosos», que trampeen, sino que su validez es funcional y no
metafísica. En otras palabras, una categoría, un enfoque o un modelo más que
verdaderos pueden ser útiles, o sea, no representan la substancia última de la realidad,
pero sí me permiten moverme mejor en ella, manejarla más productivamente, construir
en ella proyectos más eficientes, en fin, transformarla creativamente.
Es por ello que en lo que sigue del módulo se encontrarán dos unidades, digamos,
«teóricas». La primera intentará dar cuenta de las principales categorías o variables
analíticas a emplearse para un trabajo de sistematización de los programas de acción
social con ,JANTs; la segunda quiere esbozar algunos modelos interpretativos que
permitan una clasificación orientativa dentro de la multiplicidad empírica de las
experiencias que estamos considerando.
62
UNIDAD 4
LA ACCION SOCIAL
CON JANTs: VARIABLES
PARA EL ANALISIS Y
LA EVALUACION
E l primer paso para salir de los límites del empirismo descriptivo es dotarse de las
herramientas analíticas que nos permitan un acercamiento capaz de ordenar los datos
de la realidad y profundizar los conocimientos que de ellos podemos sacar.
Para ello, es necesario saber lo que estamos buscando, es decir, enfocar los
problemas que nos interesan, las preguntas que queremos hace¡- v de allí los elementos
o aspectos de la experiencia que nos interesa destacar. De hecho, la experiencia en sí
misma es un poco coquetona, chismosa, te fascina y te distrae, casi te entretiene con
rniles de estímulos, de brillos, de cuchicheos. «Visitando un programa con niños
trabajadores, por ejemplo, encuentro tal o cual muchacho, uno que otro colaborador,
me muestran una linda sala de reuniones, el taller de carpintería; en un encuentro me
relatan toda la historia y los detalles de la experiencia; tomamos un rico cafecito, me
regalan los libritos que han escrito; se quejan de las dificultades financieras y por la
noche recorrimos las calles de la ciudad para encontrar chicos. A1 día siguiente, otras
visitas, reuniones, charlas, materiales de documentación, una comida con los niños,
otro cafecito con los colaboradores... Un sinnúmero de datos, elementos, documentos
que la realidad me transmite con excesiva generosidad y dentro de los cuales me iría
desorientando si no tuviera unas cuantas orientaciones investigativas que me permiten
desde el inicio ordenar, seleccionar, v clasificar las informaciones empíricas», es el
testimonio de un educador.
63
Es necesario conocer de antemano cuáles son los elementos, los aspectos, los nudos
sobresalientes que nos interesa reconstruir y evaluar. En otras palabras, es necesario
enfocar unas cuantas variables a investigarse, variables que constituyen otros tantos
interrogantes específicos y, al mismo tiempo, casi líneas de coagulación interpretativa y
evaluativo de los proyectos. A través de las variables, en otras palabras, es posible
proceder a una clasificación de los datos y, al misrno tiempo, detectar la estructura
significativa de una determinada experiencia. Sin ello tan sólo habría un desordenado
almacenamiento de informaciones desarticuladas y mudas.
Por supuesto que este listado no pretende ser una suerte de abecedario acabado sino
más bien una propuesta abierta a integraciones y enriquecimiento, y para ello se
requiere posibles variables significativas.
Por otro lado, no necesariamente en cada circunstancia hay que emplear todos estos
elementos para el análisis. Ello depende de cuáles son los objetivos de la investigación,
los mismos que pueden sugerir poner mayor énfasis en una u otra variable e incluso la
exclusión de alguna de ellas.
Las que siguen son, entonces, variables que pueden Jugar un papel sobresaliente en el
proceso de investigación y evaluación:
En este caso, tenemos que preguntarnos: «¿A cuál grupo específico de niños o jóvenes
apunta la intervención? ¿Cuál es el grupo contraparte de la acción social que se quiere
desarrollar con él? ¿Cuáles, los muchachos que se van a beneficiar, que van a ser
partícipes del programa que se implementa?
64
− Según la edad, con la delimitación de la intervención a una determinada faja
anagráfica (con niños, con jóvenes, con los de edad de primaria, etc.)
− En base a un criterio de género, con la consiguiente opción entre varones y
mujeres
− Con características logísticas, cuando simplemente se quiere trabajar con niños de
un determinado barrio, zona o comunidad - Optando por los NATs de la ciudad o
del campo,
− Optando por niños y jóvenes con una precisa identidad étnica - En base a las
características del grupo familiar de pertenencia - Centrándose en situaciones
«patológicas» o de todas maneras «de ruptura» (niños y jóvenes afectados por la
guerra o fenómenos de drogadicción, violencia, prostitución, etc.)
− En base a las necesidades de los mismos JANTs (los niños que necesitan comer o
los que tienen problemas educativos o de salud, etc.)
− Según la discriminación de la categoría «niño de la calle»
− Según connotaciones jurídicas, ligadas a la línea demarcatoria entre legalidad e
ilegalidad
− Según criterios ligados a sus condiciones de trabajo. Etc., etc.
En primer lugar, es evidente que estos criterios de conformación del grupo de interés
se pueden cruzar entre ellos, dando lugar a un abanico muy complejo de posibles
combinaciones.
21
En este sentido, justamente, Benno Glauser alertaba sobre el riesgo de que los
«niños de la calle» se volvieran una suerte de «moda», ya que muchas instituciones se
han puesto a trabajar con ellos, simplemente porque todo el mundo habla de ellos,
pero sin ninguna motivada y conciente opción ni, menos aún, un proyecto articulado y
funcional.
65
supuestos ideológicos, de obligaciones institucionales, de limitaciones operativas, de
instrumentalizaciones financieras, etc.?
En fin, sería oportuno hacer una distinción entre usuarios directos y usuarios
indirectos, en el sentido que, por ejemplo, una intervención en favor de los niños
trabajadores podría, sin embargo, directamente beneficiar a los chicos.
¿Quién promueve, quién hace, quién desarrolla la acción social que estamos
analizando? ¿Se trata de personas o grupos totalmente distintos de los llamados
«beneficiarios» de la intervención? o por el contrario ¿los usuarios se vuelven al mismo
tiempo actores, protagonistas, no tan sólo destinatarios de un proyecto sino también
sujetos activos de y dentro de este proyecto?
66
Es cierto que hoy día en la Región casi todos hablan de protagonismo popular y es
difícil encontrar alguien que todavía proponga explícitamente una acción burdamente
centrada en el exclusivo rol de unos cuantos funcionarios externos. Pero, a pesar que
continúan notables resistencias como para transferir todo ello incluso en el campo de
la acción social con niños y adolescentes, es importante también considerar cómo,
sobre qué bases se vienen constituyendo estos sujetos de la acción social participativa.
No es lo mismo pensar que los niños son sujetos en cuanto personas individuales o en
cuanto ejercen un rol económico en la sociedad; no es la misma cosa asumirlos como
sujetos al interior de un genérico liberalismo pedagógico o activismo didáctico o
valorizarlos como sujetos de procesos organizativos que desembocan en la
conformación de movimientos populares que desde los social desbordan en lo
político. En otras palabras, ¿se trata de sujetos esencialmente pedagógicos? ¿Psi-
cológicos? ¿Comportamentales? ¿Sociológicos? ¿Económicos? ¿O patológicos? En fin,
¿se trata de sujetos que se constituyen con referencia a categorías tales como la de
actor social, de sujeto, de movimiento social? o, por el contrario, ¿estamos en
presencia de una definición del sujeto de corte esencialista, personalista o, al límite,
simplemente empírica, ocasional, hecha con muy escaso convencimiento, casi para
responder a una suerte de moda 22o de financiación a justificar?
c) Sectores de intervención
22
Cfr. al respecto el acápite, El niño como sujeto en la educación popular, en
TRABAJO SOCIAL... op.cit.
67
por ejemplo, dos intervenciones pueden asumir ambas, con distintos acentos, como
grupo de interés por las niñas trabajadoras del campo. Una, individua como sujetos de
la acción a los padres de familia, mientras actúa en el sector de la salud, y la otra se
interesa más por la problemática educacional.
Intentamos construir un listado de los más concurridos sectores de acción social por
lo que se refiere a niños, adolescentes y jóvenes trabajadores. Por supuesto que se trata
de un listado provisional y que no pretende ser completo. Más aún, se podría
construirlo según otras lógicas de clasificación, por lo que debe ser asumido sólo como
una propuesta de enumeración orientadora.
− La formación profesional
− La educación no formal
− Los procesos de escolarización
− La recuperación-reinserción social
− La defensoría jurídica
− El apoyo a las familias y a la comunidad
− La salud mental y el apoyo psicológico
− La salud
− La alimentación y, más en general, las respuestas a las necesidades primarias por
la sobre vivencia física
− Juego, deporte, recreo, cultura juvenil y, más en general, respuestas a
necesidades secundarias
− Recuperación de los fenómenos «patológicos»
− Desarrollo de alternativas ocupacionales
− Reivindicación sindical
− Promoción de procesos de auto organización
− Sensibilización y movilización de la opinión pública
− Investigación y divulgación.
68
No hay, entonces, sectores que de antemano se puedan tipificar de asistencialistas o
caritativos y otros, por el contrario, de mayor espesor por lo que se refiere a procesos
de promoción social y política. La alimentación es un sector, por ejemplo, que puede
ser manejado asistencialistamente o no: ello depende de cómo alrededor de la
problemática de la alimentación se entretejen las otras variables del proyecto, las
mismas que tenemos que considerar para llegar a una evaluación de conjunto. Hay en
América Latina comedores para niños trabajadores que son un ejemplo de práctica
participativa y de promoción organizativa, así como los hay qué son expresión de una
mentalidad y de una metodología burdamente asistencialista y piadosa. De la misma
manera también procesos organizativos pueden ser manejados instrumentalmente por
los adultos. En otras palabras, así como no hay sectores que se puedan condenar de
antemano, no hay sectores que por sí nos puedan garantizar cierta calidad de la
intervención.
A pesar de ello, es también cierto que la opción por determinados sectores de acción
asume una significación importante, sobre todo si consideramos el abanico de
conjunto de los sectores en los cuales se involucra un organismo o una institución,
reconstruyendo también la jerarquía de ellos y su modificación en el tiempo. Así,
tomando el ejemplo anterior, en sí el sector de la alimentación no me indica mucho
desde una óptica cualitativa, pero si un organismo trabaja tan sólo en preparar comida,
entonces este hecho sí que puede volverse muy significativo, ser un importante espía
de una identidad de conjunto de la intervención.
d) Ejes de la intervención
69
que tiene como eje la búsqueda de una nueva identidad a través del trabajo.
Una propuesta de clasificación podría detectar cinco ejes posibles en las acciones
sociales con niños y jóvenes trabajadores. Se trata de los ejes de la resistencia, de la
identidad, de la participación, de la modernización o capacitación y del cambio social.23
La identidad, por su parte, aparece como un valor apreciado por parte de los sectores
más desintegrados. Los niños y los jóvenes de los sectores populares tienen hambre de
identidad, hambre de procesos de autoconciencia, de autovaloración, de autoestima, de
sólida y orgánica identificación individual y grupal, pues la pobreza y el deterioro de las
condiciones materiales de vida actúan no tan sólo sobre el físico sino también sobre la
subjetividad de las personas.
23
Retomamos en este párrafo la «matriz de valores educativos básicos" propuesta por
José Bengoa en su planteamiento de una «educación para los movimientos sociales».
Hemos desarrollado esta matriz que nos parece sugerente, agregándole lo que hemos
definido «Eje de la resistencia» y reinterpretándola en relación a la específica proble-
mática infantil Y _juvenil. Ver de BENGOA José, La educación para los movimientos
sociales, en la revista PROPOSICIONES, n. 15, Ediciones Sur, Santiago de Chile,
1937.
70
La modernización o capacitación alude a la adquisición de nuevos conocimientos,
habilidades y competencias. De una acción de promoción se espera aprender algo,
calificarse en tareas y destrezas que permitan enfrentar problemas con eficacia. Cabe
subrayar en este caso que la dicotomía entre capacitación y promoción, la primera
entendida casi como «educación técnica» y la segunda como «formación social»,
representa un planteo erróneo, pues no es posible impulsar procesos promociónales
sino articulándose con procesos de capacitación que apunten a que los grupos se vayan
haciendo capaces de enfrentar las situaciones de carencia en las cuales se les hace vivir.
Y por tratarse de niños, adolescentes y jóvenes no creemos que haya que excluir o
reducir ninguna de estas funciones, y, menos aún, la de la participación o la del cambio
social.
e) Objetivos de la intervención
Esta no es una variable que deba confundirse con la de «eje» o de «finalidad». Estos
últimos representan orientaciones generales, intencionalidades de trasfondo, casi se
diría, una teleología fundacional y estratégica. Los «objetivos» son, más bien, las metas
concretas, tácticas, operacionales. Lo que caracteriza el «objetivo» es su ser tangible, su
visibilidad, su posibilidad de ser medido o por lo menos cuantitativamente evidenciado
a través de indicadores. Así, por ejemplo, eje o finalidad general de dos intervenciones
puede ser la capacitación. Pero, mientras en el primer caso el objetivo concreto es
alfabetizar un cierto número de niños trabajadores, en el segundo es hacer que 50
jóvenes aprendan el oficio de carpintero.
71
Claro está que en este caso no podemos proponer ni siquiera un listado provisional
de objetivos posibles, pues pueden variar sin límite, dependiendo de las específicas y
concretas circunstancias de tal o cual intervención. Subrayamos, de todas maneras, la
necesidad, en el análisis y en la evaluación de las experiencias, de detectar los objetivos
y no quedarse en el espacio, importante, pero por sí sólo gaseoso y abstracto, de las
intenciones generales o del proyecto global.
Asimismo, sería sumamente útil analizar si los objetivos se articulan entre ellos y si
llegan a construir propiamente un verdadero «currículum» de objetivos, es decir, una
secuencia programada en etapas que expresen una lógica tanto de corto como de
mediano y largo plazo en el desarrollo de las acciones.
También será oportuno preguntarse si esta secuencia indica tan sólo una sucesión
cronológica o también una evolución cualitativa. De sucesión cronológica se trataría,
por ejemplo, si el objetivo es abrir un comedor para NATs este año y otro comedor el
próximo año, mientras que evolución cualitativa se daría si luego de abrir el comedor
me propongo llegar a formas de autogestión no dependiente de recursos externos.
Otra importantísima distinción habrá que detectarse entre los que se podría definir
objetivos propios y objetivos instrumentales u oblicuos. Por ejemplo, puedo
encontrarme frente a dos experiencias y en ambas señalar la constitución de grupos
infantiles o juveniles como objetivo visible. Pero en un caso la constitución de estos
grupos es finalizada exclusivamente a un proceso de formación profesional o de
práctica deportiva, mientras que en el otro, la constitución de los grupos es el primer
eslabón de un proceso organizativo que se valoriza como objetivo en sí mismo. En
otras palabras no es suficiente considerar la presencia, aunque concretamente operativa,
de un objetivo sino que hay también que evaluar su autoridad teleológica, es decir, en
palabras sencillas, la importancia que asume en la orientación de todo el proyecto.
72
Otras categorías clasificatorias podrán ayudar a diferenciar entre objetivos de corto,
mediano y largo plazo y también entre objetivos tácticos y estratégicos, diferenciación,
esta última, que no siempre y necesariamente es homóloga a la cronológica, pues un
objetivo puede seguir siendo táctico también en el largo plazo. Se dan, por ejemplo,
experiencias organizativas con niños, adolescentes y jóvenes trabajadores cuyo central
objetivo estratégico son los procesos organizativos de conformación de un sujeto y de
un movimiento social. Sin embargo, ello no significa que estos programas de acción
social descuiden servicios de apoyo y alivio frente a las necesidades materiales de los
JANTs. A1 contrario, a veces es justamente en estas experiencias que encontramos los
más exitosos servicios de alimentación o de salud. Pero, éstos encaran objetivos
tácticos e instrumentales, aunque acompañen en el tiempo el desarrollo de la
experiencia misma.
Por último, cabe señalar la diferenciación entre objetivos que se caracterizan sobre
todo por elementos cuantitativos o de extensión y objetivos que se caracterizan por
elementos cualitativos. Es la diferencia entre quienes apuntan a intervenciones de
amplio grado de convocatoria y cobertura (tal número de comedores, tantos niños
sacados de la calle, etc.) y quienes apuntan a una significatividad, casi se diría,
ejemplificativa, pionera, microexperimental de los objetivos mismos. Así, hay iniciativas
con niños o con jóvenes que tal vez no han logrado, a la fecha, una presencia masiva
pero que indican seguramente un camino y pueden presentarse como experiencias
renovadoras y orientadoras.
Una última consideración a propósito de los objetivos de una intervención social con
niños, adolescentes y jóvenes trabajadores. Existen y están de moda cuadros
taxonómicos que ordenan los objetivos en secuencias formalmente articuladas como
para una programación limpia, lineal y operativamente eficiente. Resulta de ello un
esquema, un modelo tan claro y «científico» que fascina y hechiza. Parece, muchas
veces, haber encontrado la llave para solucionar todos los problemas. Pero, muchas
veces estos esquemas han sido elaborados en contextos bien distintos a la realidad del
trabajo de base en América Latina. La metodología para la programación, la verificación
y la evaluación de los objetivos muchas veces resulta acertada sólo en la teoría y mucho
menos en la práctica. Y ello se debe, sobre todo, a que las condiciones operativas son
en sumo grado informales, no estructuradas e imprevisibles. Hay que saber, en otras
palabras, navegar al ojo y considerar que lo que aparece -como confusión y desorden
73
podría también representar una útil y funcional elasticidad en el trabajo de campo. Es
cierto que ello podría volverse una instrumental coartada como para justificar un
exceso de coyunturalismo operativo y un vacío de orientación en la conducción de la
labor con los muchachos. Pero, de todos modos, hay que evitar, al mismo tiempo, un
exceso de tecnicismo metodológico en la programación de los objetivos. Los niños,
adolescentes y jóvenes trabajadores no son relojes suizos; más bien en la mayoría de los
casos son como los microbuses que andan por las ciudades de América Latina: rutas
improvisadas, llegan cuando pueden, hoy repletos y mañana casi vacíos, siempre con la
posibilidad de que se malogre una llanta o que, simplemente, se paren en pleno viaje.
Así que hay que saber también programar en «itinere» (sobre la marcha), esperar,
empujar, cambiar de microbús, en fin agregarle a las taxonomías académicas la
capacidad práctica de olfatear las situaciones concretas y de moverse en ellas.
f) Actividades y acciones
Por «actividad» usualmente se entiende una práctica que se desarrolla con continuidad
en el tiempo y acompaña de forma estable una iniciativa de promoción social. Por
«acción» se entiende una micro práctica puntual, que se abre y se cierra en un
determinado lapso, usualmente breve, de tiempo y en relación a un preciso y limitado
objetivo muy concreto. Así, por ejemplo, en el ámbito del sector educativo, alrededor
del eje de la capacitación y con el objetivo de escolarizar a un grupo de niños
trabajadores, un determinado programa desarrolla una actividad didáctica de
alfabetización, cuya primera acción ha sido una campaña de promoción para que los
chicos se matriculen.
Muchas de las distinciones que se han hecho al respecto de los objetivos valen
también en relación a las actividades y las acciones, sobre todo la reflexión acerca de
organicidad, coherencia y articulación.
74
proyectos se han multiplicado, diversificado en las tipologías, casi no pasa día en que
algún nuevo profeta no aparezca en el horizonte para anunciar un nuevo milagroso
remedio, una nueva receta ideológica, un pretexto metodológico, la ultimísima
herramienta operativa para la labor social con los chicos. Pero, en muchos casos se
trata de «humo teórico», de «chismorreo académico», de malabarismo verbal. A1 mismo
tiempo, hay que reconocer que incluso organismos seriamente comprometidos en la
labor concreta inflan instrumentalmente su propia imagen en los informes que destinan
a las agencias financieras.
75
y dinámica, en la cual no se logra orientarse con la sola brújula de la relación costo-
beneficio. A veces, será un partido de fulbito en vez de una clase de escritura o una
fiesta folklórica que le toma tiempo a la capacitación profesional o, en fin, una
madrugada charlando de sueldos o de pesadillas con el resultado de ser, el día siguiente,
muy poco «eficientes» por el sueño acumulado: seguramente no podrá ser un modelo
cuantitativo de la relación costo-beneficio que evaluará los resultados de estas acciones,
cuyo valor trasciende el simple dato empírico y alcanza un horizonte justamente
simbólico, afectivo, emocional.
Es bastante sencillo entrever que ni los unos ni los otros tienen toda la razón consigo.
A los «técnicos» hay que recordarles que la vertiente ideológica de la problemática de la
infancia y de la juventud es absolutamente necesaria, pues esta misma problemática está
en la base de los mecanismos sociales y políticos de dominio, discriminación y
exclusión. Abrir comedores, así como hacer campañas de vacunación u organizar
microempresas, son acciones importantes. Pero, si al mismo tiempo, a través de ellas
no crece un sujeto, un movimiento colectivo con capacidad de cuestionar un sistema
que niega y violenta estructuralmente los derechos más elementales de la infancia y de
la juventud populares, ¿qué sentido, qué perspectiva, qué aliento estratégico podrán
tener estas acciones?
Por otro lado, a los «ideólogos» hay que cuestionarles cierto aire de suficiencia, como
si por tener a la mano una «verdad» política no fuera necesario también evaluar la
concreta capacidad operativa, o como si por tener unas cuantas ideas sobre la
organización popular,
76
la liberación, el cambio social no se tuvieran que encarar también las necesidades
concretas e inmediatas con acciones puntuales, metodológicamente acertadas, y con
logros efectivos de corto y mediano plazo.
Ambos riesgos tal vez se ven potenciados en la labor social sobre todo con los niños
trabajadores y de la calle. De hecho es muy fuerte el peligro del «tecnicismo», casi que
la idea misma de infancia se pusiera fuera de la lucha ideológica, como si la labor con
la infancia fuera la última playa para los desilusionados de la política. Al mismo
tiempo, no faltan los que suponen que para trabajar con niños sea suficiente cariño y
buena voluntad, sin necesidad de herramientas operativas específicas, refinadas y
concretamente eficaces, reduciéndolo todo a un asunto de buenos sentimientos y de
empírica improvisación. Es evidente que en ambos casos no se alcanza la capacidad de
integrar aspectos de la promoción social que asumidos cada uno por su cuenta resultan
limitados y equivocados.
g) Metodología
24
Ver al respecto el excelente texto de FONTAN JUBERO Pedro, LA ESCUELA Y
SUS ALTERNATIVAS DE PODER, Ed. CEAC, Barcelos, 1978.
77
se con una metodología totalmente distinta, involucrando a los jóvenes en la
programación y ejecución de las acciones, conformando con ellos equipos
responsables y con progresiva autonomía decisional.
Aunque casi todo el mundo haya por fin entendido que un proyecto desde arriba y
desde afuera está destinado al fracaso, a producir, tarde o temprano, un cortocircuito
antropológico, cultural, operativo, práctico y justamente metodológico, sin embargo,
muchas veces estos alcances negativos parecen olvidarse cuando se trata de niños o,
aunque en menor medida y con menor frecuencia, de jóvenes. El esquema mental
paternalista y adultista, el autoritarismo implícito
25
Un excelente texto de reflexión metodológica nos llega de África Obra Colectiva,
ENFANTS EN RECHERCHE ET EN ACTION, Enda-Editions, Dakar, 1995.
78
en las asimetrías de las relaciones etarias, la antidemocrática cultura dominante sobre la
infancia y la juventud, en fin, la enraizada costumbre de considerar al niño como
objeto y no como sujeto, todo ello impide muchas veces superar concepciones
metodológicas que se fundamentan en la heterodirección, más o menos enmascarada
de buenos modales o brutalmente coactivas, y que siempre terminan con una condena
del niño y del joven trabajador a la ausencia, a la contumacia, al anonimato, a la
desaparición social.
79
Sin embargo, en casi todas las instituciones que hacen trabajo social e inclusive en las
organizaciones de base, hay tareas que por su carácter permanente y profesional
necesitan también de una planilla estable de operadores que se ligan al programa con
un formal contrato de empleo y también reciben un sueldo por su trabajo. Son estas
personas que se les considera como recursos humanos y representan el piso estable de
disponibilidades profesionales para cumplir con las tareas necesarias, por ejemplo, de
administración, de secretaría, de gestión material y diaria de los quehaceres específicos
en el campo de la educación o de la formación profesional o de la salud, etc.
En todo ello nada hay de negativo, así como no hay nada de cuestionable en la
búsqueda de recursos financieros externos, siempre y cuando las agencias
internacionales no pidan a cambio cierto margen de control y de condicionamiento del
programa mismo.
Así, por ejemplo, nadie se escandaliza porque algunas personas reciben un sueldo por
su trabajo social con los JANTs. Pero, sí sería contraproducente que este sueldo fuera
excesivo (peligro cada vez más remoto por los recortes de la cooperación
internacional), como para introducir una lógica de privilegio mercantil y de exclusivo
cálculo económico. Asimismo, es evidente que estas personas se contratan por sus
competencias profesionales; pero, ello no impide que, al mismo tiempo, sean personas
que comparten el espíritu del proyecto y no simples funcionarios indiferentes a la
esfera ética, política, afectiva de lo que se está haciendo.
80
hacen el trabajo con los niños/ as y los jóvenes tienen, a su vez, derecho a mantener su
autonomía decisional y de evaluación. De otra manera, se repetiría una asimétrica
relación de estilo colonial, paradójicamente en un ámbito que quiere ser de solidaridad
e intercambio.
En fin, hay que rescatar v valorar todos los pasos avanzados en el proceso de
integración entre sujetos y recursos humanos y en el proceso de autofinanciación. Hay
en este sentido experiencias pioneras muy interesantes en el caso del trabajo con niños,
adolescentes y jóvenes trabajadores. En unos casos, por ejemplo, los niños y jóvenes
han alcanzado ciertas competencias profesionales y se han vuelto ellos mismos
recursos humanos de su propia organización. Todo ello es sumamente importante y
significativo, pues indica el pase a un superior nivel de capacidad protagónica y
autogestionaria, en donde empieza propiamente a darse una verdadera gerencia por
parte de los JANTs de su propia práctica social.
Una última consideración por lo que se refiere a los recursos financieros. Con
frecuencia una extraordinaria disponibilidad económica, además de introducir
dinámicas conflictivas y de debilitamiento de las motivaciones éticas y políticas,
conduce en muchos casos a errores en la orientación concreta del proyecto.
Consideramos, por ejemplo, el problema de la multiplicabilidad y replicabilidad de la
intervención, en el sentido que una determinada experiencia tendría que poder ser-
asumida por otros grupos de JANTs y reproducida por ellos. Pero, si se arma un taller
de carpintería con costosa maquinaria, planilla de formadores con sueldo, compleja
infraestructura, etc., todo ello podrá ser muy lindo y funcional en sí mismo, pero tan
sólo se podrá reproducir por quienes dispongan de los mismos exigentes recursos
financieros. Es decir, la experiencia se quedará como un caso aislado y no un modelo
posible para otros. Tal vez, mejor hubiera sido armar un tallercito modesto, con
escasos recursos financieros, de pequeña artesanía, seguramente menos llamativo pero,
en primer lugar, más fácilmente manejable por los mismos chicos/ as o jóvenes v,
sobre todo, asumible como posible proyecto también por otros grupos de ,JANTs v,
por ende, multiplicable en forma autogestionaria.26
26
En este sentido, hay que poner cuidado a no dejarse impresionar por las apariencias.
Con la disponibilidad de mucho dinero no es difícil abrir, por ejemplo, escuelas (le
formación profesional lindas, funcionales, eficientes, ejemplares. Pero siempre hay que
preguntarse sobre la posibilidad (le su reproducción en contextos que en muchos
81
i) Grupos de Referencia
Usualmente, los organismos que actúan con los JANTs no están aislados sino que
actúan dentro de una red de grupos de referencia, es decir, con otros organismos o
instituciones con los cuales se sienten cercanos por parentesco ideológico, por
ligazones institucionales o, simplemente, por pertenecer a una misma coordinación,
etc.
Reconstruir en cada país el mapeo de estos grupos de referencia es sumamente
importante, ya sea porque nos permite conocer y reconocer mejor la identidad de un
determinado organismo o movimiento, ya sea porque nos permite entender el
trasfondo, el horizonte y también los límites en que vive y se desarrolla.
Así, por ejemplo, no será inútil saber que una determinada organización está ligada a
organismos internacionales como OIT o UNICEF, que otra más bien se relaciona con
instituciones eclesiales, que esta ONG está ligada al mundo sindical, que tal
movimiento de niños trabajadores se inserta en una red continental de programas
centrados en la autoorganización, que tal experiencia de jóvenes trabajadores tiene
ligazón con el gobierno local o con una determinada institución estatal, etc.
Además, del mapeo de estos grupos de referencia, será importante detectar también
la calidad de las relaciones que establece con los JANTs y los Programas, el organismo
objeto de nuestro análisis. Muchas veces, en efecto, se trata de relaciones de coope-
ración respetuosas de las recíprocas autonomías. Pero, en otros casos, se trata,
lamentablemente, de una relación de dependencia financiera o de sumisión ideológica
y organizativa. Conocer estos contextos relacionales con los grupos de referencia
resulta entonces de fundamental importancia como para entender opciones o rigidez
que de inicio pudieron resultar, tal vez, incomprensibles e injustificadas.
casos parten de premisas mucho más desfavorecidas financieramente. Por ello que,
muchas veces, experiencias más modestas y menos «visibles», pueden contener en sí
mayores elementos como para una propuesta a generalizarse y a asumirse como
modelo.
82
UNIDAD 5
LA ACCIÓN SOCIAL
CON JANTs: MODELOS
INTERPRETATIVOS
Con todos los límites críticos que la moderna epistemología impone a la certidumbre
de las ciencias y, en particular, de las ciencias sociales, sin embargo queda vigente el
imperativo que tiene la investigación de superar el momento descriptivo, el «cuento»
de las experiencias, el diagnóstico simplemente sumatoria de un sinnúmero de
proyectos, para enfrentar la tarea de construir marcos y modelos teóricos de
interpretación. Todo ello representa una necesidad de la que también está consciente la
cultura elaborada en el contexto de la educación y promoción popular, allí donde a
menudo se subraya, como ya lo hemos mencionado, la urgencia de la «sistematización»
como para poder aprovechar el patrimonio de experiencias empíricas que se van
acumulando.
83
En general, un «modelo teórico» alude a un proceso de abstracción que, despejando el
objeto de estudio de todo un conjunto de «accidentes» no esenciales para la finalidad de
la investigación, deja un esqueleto estructural que permite operaciones varias como la
comparación, la clasificación, la articulación analítica, la previsión de comportamientos,
la comprensión de aspectos profundos, la interpretación, etc. En este sentido, un
«modelo» es algo que no existe en la realidad, pues es una operación mental del
observador, pero al mismo tiempo me permite un mayor y mejor entendimiento de la
realidad misma.
Tomemos algunos ejemplos. Si entro en un cuarto puedo ver muchas figuras: una
mesa, las ventanas, libros, platos, cuadros, losetas, etc. Podría enumerar todas estas
figuras así como se presentan empíricamente. Pero, se puede también utilizar aquellos
modelos teóricos que son las figuras geométricas y concluir que hay tantos cuadrados,
tantos rectángulos, tantos triángulos. Todo ello me simplifica y me ordena mi
experiencia, sistematizándola en base a determinados «modelos». De otro lado, no
hubiera sido posible llegar a descubrir el teorema de Pitágoras si de los miles y miles de
triángulos concretos, con sus distintos tamaños, colores, etc. no se hubiera pasado al
«triángulo» teórico, entendido justamente como estructura mental abstracta, pero
sumamente significativa.
Asimismo, aunque con niveles de abstracción menos radicales que en las ciencias
.matemáticas, la historia, la antropología, la psicología, la sociología, y las demás
disciplinas que estudian esencialmente al hombre, trabajan con una realidad ordenada
según «modelos». Categorías interpretativas como feudalismo, capitalismo, animismo,
neurosis, sociedad industrializada, etc. indican otros tantos esquemas de
reestructuración mental de un conjunto de datos, documentales o empíricos, que por sí
solos quedarían mudos y ciegos, sin capacidad de interpretabilidad y previsibilidad.
Por supuesto que los «modelos» no me comunican una verdad absoluta sino tan sólo
actúan en un determinado ámbito de validez operativa, es decir, existen no como
dogmas sino como instrumentos que me pueden ayudar a conseguir un determinado
objetivo de la investigación. En este sentido, hay también que poner particular- cuidado
para que los modelos no sustituyan a la realidad, que sigue siendo el último término de
referencia que no se puede obviar en ninguna acción investigativa.
84
trabajadores, necesitamos de modelos teóricos para poder salir de la rampa de la
enumeración empírica de las experiencias, enumeración que no sólo nunca se podría
acabar sino que quedaría no utilizable como herramienta interpretativa.
Aunque hasta hoy día la elaboración de estos modelos ha sido insuficiente por lo que
se refiere al tema de la labor social con los ,JANTs, sin embargo no faltan algunos
ejemplos de intentos clasificatorios que apuntan hacia este objetivo.
Algunos, por ejemplo, simplemente han aplicado también en este caso las dos
tipologías clásicas de la educación popular, proponiendo una distinción entre
proyectos caracterizados como asistencialistas y proyectos de promoción. A su vez, la
promoción puede clasificarse distintamente como capacitación o concientización u
organización. Se trata de una propuesta interpretativa que puede ser útil en algunos
casos, pero que resulta demasiado simplificadora y sin referencias específicas al tema
de los JANTs.
27
Norma hottier H. y :\. Manrique (;.: TRABAJO SOCIAL Y.. op.cit., Modulo I.
85
− Programa-tendencia sujeto: perspectiva emancipadora participativa;
infancia como parte de la realidad y del desarrollo social; niño y joven como
sujetos; focus sobre un trabajo de concientización y promoción; oferta
educativa; procesos auto organizativos.28
28
Nos referimos al seminario: NUEVOS METODOS DE TRABAJO CON LOS
POBRES, promovido por la doctora Karim Holm del Departamento de Ciencias
Sociales de la Universidad de Dusserdolf, al que participaron también destacados
analistas latinoamericanos.
29 útiles indicaciones sobre estos tres modelos se encuentran también en DALLAPE
86
la acción; esta misma acción, por otro lado, se acaba en el tiempo de satisfacción de la
necesidad misma, sin producir dinámicas que se auto alimenten y apunten a solucionar
los problemas de los cuales surgen las necesidades insatisfechas. En este sentido es
oportuno recordar la distinción entre «necesidad» y «problema»: mientras la «ne-
cesidad» es una manifestación sintomática de una carencia, el «problema» representa el
desequilibrio que en un proceso causal produce carencias y, consiguientemente,
necesidades. El modelo de acción social caritativo-asistencialista se mueve en el plan
de las necesidades encaradas en sus manifestaciones más superficiales y justamente
«sintomáticas», sin llegar a enfrentar los problemas que están por detrás de estas
necesidades.
Es evidente que a esta postura se le podrían levantar muchas objeciones a nivel ético,
pedagógico o político. Pero, es, al mismo tiempo, interesante subrayar que hay un
problema simplemente numérico, cuantitativo, de cobertura posible. Los niños y los
jóvenes trabajadores son millones en América Latina y nunca una acción simplemente
basada en la perspectiva de la caridad, en la práctica de la asistencia, podrá ir más allá
de una pequeña porción de casos individuales. Ello no significa que en algunos casos
locales -numéricamente reducidos- la acción asistencialista no exprese un mínimum de
eficiencia inmediata. Pero, en general resulta insuficiente frente a la amplitud de la
problemática estructural que está por debajo de la visibilidad empírica de un
fenómeno. Más bien, asistimos en este caso a una suerte de distonía sociológica, pues
la acción caritativa involucra de manera ocasional y eventual el comportamiento de
unas . cuantas personas o pequeños grupos, frente a una problemática como la de los
JANTs, que es de naturaleza permanente y macro social, aunque baje y muchas veces
se haga concretamente visible al interior de un escenario cotidiano y en los micro
contextos del barrio o de la calle.
Es interesante anotar que hubo y hay culturas que han asumido la caridad corno
tipología de acción generalizada, llegando casi a una suerte de institucionalización de la
misma, como por ejemplo en la cultura islámica, en donde la limosna ritual es una de
las cinco importantes obligaciones religiosas para los feligreses. Sin embargo, tampoco
en estos casos en que la caridad ha desbordado los límites del comportamiento
individual para volverse casi, diríamos, costumbre de masa; el asistencialismo nunca ha
logrado solucionar problemas sino tan sólo paliar síntomas y mediar contradicciones.
La substancia política de esta postura reconduce el problema estructural de
87
una efectiva redistribución de la renta y de una real justicia social a un asunto de
ocasional dádiva, cuando la conciencia de fulano se siente picada por los dramas de
miles y miles de niños y de jóvenes trabajadores. Lo que significa sustituir el
reconocimiento de un derecho ciudadano con la concesión de una benevolencia hacia
los súbditos.
Por supuesto que en este modelo de acción social no hay espacio para ninguna forma
de efectivo protagonismo de los NATs: ellos tienden, inevitablemente, apercibirse
como objetos, víctimas no tanto de concretas responsabilidades sociales sino de
abstractas y crueles circunstancias, y, por ende, no actores sino beneficiarios de progra-
mas de ayuda y de apoyo totalmente manejados por agentes externos.
Tan evidentes son los límites de este tipo de acción social que hoy día ya nadie en
América Latina abiertamente programa una intervención con estas características, a
menos que no se trate de casos imprevistos y de absoluta emergencia. Algo de la
mentalidad caritativa queda en las esporádicas iniciativas de las clases altas acriolladas,
cuando recogen víveres, ropa o juguetes para los «pobres niñitos» de la calle; o también
en nuestros propios comportamientos individuales, cuando, ya no en nuestro rol de
operadores sociales, paseando por la calle nos da pena el muchacho que pide limosna y
le alcanzamos una moneda. Pero, todo ello representa un residuo marginal, pues el
modelo caritativo-asistencial ya no es el de mayor importancia en América Latina por
lo que se refiere a los niños, adolescentes y jóvenes trabajadores. En este sentido, se
equivocan muchos analistas que siguen dando como central la alternativa y el
antagonismo entre proyectos caritativo-asistencialistas y proyectos orientados hacia el
cambio social. El real antagonismo se da, en nuestra opinión, entre los programas que
apuntan a una «gestión y control de la situación» y los que se orientan a una verdadera
transformación de las estructuras sociales. El escenario simplemente caritativo resulta
bastante reducido, aunque en estos últimos años haya habido algunos rebrotes ya sea
en ocasión de los más dramáticos impactos de los ajustes neoliberales en algunos
países, ya sea en las situaciones de conflictos armados, ya sea, en fin, para enfrentar la
emergencia de unos cuantos eventos de emergencia, como fue, por ejemplo, el caso
del cólera en Perú.
88
por otro lado, que fuentes financieras no están con frecuencia animadas por una
mentalidad tendencialmente caritativa. En los países del Norte muchas veces se pone
mano al bolsillo con una motivación y una intención que no va más allá de la caridad y
de la asistencia: es la peluda piedad de quienes se conmocionan al ver el rostro de un
niñito llorando o la barriga hinchada de un muchacho que esta muriéndose de hambre,
pero que difícilmente pondrán en duda sus propios privilegios estructurales, sus estilos
de vida y las opciones políticas y económicas de los gobiernos que con sus votos han
elegido. Todo ello resulta comprobado si se considera que la modalidad más exitosa
para recoger fondos de la solidaridad internacional resulta ser hoy día la de «las
adopciones a distancia», una forma de fragmentación de un problema colectivo y
estructural en una suma de casos individuales, con la gratificación emocional para los
donantes de haber salvado a un niño con nombre y apellido, con la inconsciente
seguridad y satisfacción de haberse ganado el derecho a un duradero reconocimiento.
Por el contrario, resulta mucho más complicado recoger fondos para proyectos que
apoyen el fortalecimiento de la organización infantil y juvenil.
En este sentido, tal vez podamos decir que el sentir común en América Latina es más
avanzado y maduro que el de Occidente, por lo que se refiere a la superación de estos
estereotipos piadosos y filantrópicos de apoyo social frente a los problemas de los
JANTs.
Sucede también que recursos financieros que se han captado a partir de una
motivación esencialmente asistencialista y centrada en un equivocado sentido cíe
caridad, se utilicen, luego, en un proyecto de auténtica promoción social, orientado a la
transformación social. Todo ello se puede justificar coyunturalmente, pero en
perspectiva hay también que asumir el reto de educar a la opinión pública y a las redes
de solidaridad de los países del Norte, para que superen los límites de posturas
centradas en la ocasional emotividad de la compasión, en favor de una mayor madurez
ética y política.
Es este segundo modelo de acción social con los niños, adolescentes y jóvenes
trabajadores el que encuentra mucha acogida en el Continente, aunque muchas veces
sin una explícita conciencia por parte de los mismos operadores que lo manejan y
hasta lo idearon.
89
La premisa o el supuesto ideológico de este modelo es una lectura «reformista» de la
realidad social y de la problemática que brota de ella. En otras palabras, el sistema de
relaciones económicas, sociales, culturales y políticas vigente, es en su esencia sano y
aceptable. Lo que sí sucede es que se presenta con unas cuantas patologías coyunturales
y transitorias, más o menos extensas, profundas y graves, pero que, en todo caso, no
son expresión de una violencia estructural, no son síntoma de un quiebre sustantivo del
modelo dominante, de una insuficiencia radical del sistema frente a las demandas
emergentes de los nuevos actores y sujetos sociales. Por el contrario, tan sólo se trata
de desarreglos que están por debajo del umbral de la «anomia» aceptable por parte de
cualquiera sociedad, casi desequilibrios naturales, que no requieren un cambio
societario global ni una transformación de los mecanismos generales, por ejemplo de
distribución de la renta, sino unos cuantos parciales ajustes, intervenciones de
contención, para llegar, como dice el título de este acápite, a una mejor «gestión de la
situación que se está encarando.
En este contexto, la acción social no tiene tan sólo una proyección de corto plazo,
como en el caso del modelo caritativo-asistencial, sino que se da una perspectiva
estratégica, cuya finalidad es no tanto resolver el problema desde la raíz, sino, más bien,
hacer que el problema mismo, utilizando oportunos correctivos e instrumentos de
contención, resulte compatible con determinados equilibrios sociales y, por ende, no
amenazante para el orden establecido y, consiguientemente, para los intereses
dominantes.
Este modelo de acción social con los NATs puede presentarse en dos diferentes
modalidades, muy distintas entre ellas en cuanto a estilo, metodología y objetivos
intermedios, pero convergentes en la finalidad general que es justamente la de llegar
a una «gestión de la situación». Se trata del sub modelo «médico», sea por ello,
preventivo
90
o curativo, y del submodelo «policiaco o represor», que se basa no tanto en la terapia
sino en formas de control coactivo.
91
adolescentes en «circunstancias particularmente difíciles», jóvenes desempleados o
jóvenes «en ruptura», representan una enfermedad contingente y marginal, un
desequilibrio que no cuestiona las estructuras societarias globales, sino que evidencia
tan sólo unas cuantas disfunciones en los detalles o simplemente un atraso residual a
superarse mejorando reformísticamente tal o cual aspecto secundario del «status quo».
El otro eje ideológico se caracteriza por una asimilación a crítica de los modelos
dominantes de infancia, adolescencia y ,juventud. El niño y el adolescente sano,
equilibrado, feliz, el niño ideal es aquel que juega y estudia, que vive en una armoniosa
familia, que puede comer todos los días, que no trabaja, que no participa ni de la esfera
económica ni menos aún de la esfera social y política, que vive bien protegido en lo
privado a costa de un pasivo anonimato en la esfera de lo colectivo y de lo público.
Así, el modelo de joven es lo de un ser todavía incompleto, que cursa facultades
universitarias, creativo en el arte y en los juegos de amor, pero poco capaz de asumir
serias y duraderas responsabilidades económicas, sociales y políticas. Entonces,
también los jóvenes tendrían que vivir en una especie de limbo social, en donde a
cambio de unos cuantos privilegios y de ahorrarles responsabilidades, tendrían que
renunciar a formas electivas de participación y liderazgo social, con la consiguiente
marginación de su cultura, desvaloración de su rol, limitación de los potenciales es-
pacios de protagonismo.30
Todos los niños y jóvenes que no responden a estos modelos son percibidos como
desviantes, víctimas o culpables, poco importa, pues la terapia resulta ser la misma:
recuperarlos a los cánones dominantes, es decir, «normalizarlos», lo que significa hacer
que los niños trabajadores no trabajen, sacar de la calle a los adolescentes, reconciliar al
joven son la sociedad y convencerlo u obligarlo a limitar sus expectativas, etc. En otras
palabras, se trata de desestructurar, de destruir identidades supuestamente negativas
para reemplazarlas con identidades homólogas a los modelos dominantes.
30
Para (lar se cuenta de cómo este modelo no corresponde en riada a la realidad de la
juventud latinoamericana (le hoy, ver de RAUL MEJIA Marco, ESCUELA Y JUVEN-
TUD EN SECTORES POPULARES, NUEVOS ACTORES TRANSFORMAN LA
SOCIALZACION, Cinep, Bogota, 1995
92
negado y les sigue negando (una familia, una seguridad económica, posibilidades de
educación y desarrollo, etc.) se sirven de mecanismos substitutivos más «baratos», con
el resultado que una exitosa reintegración social se da sólo en casos limitados y es una
reintegración que coloca los niños y jóvenes «recuperados» en las esferas bajas de la
estratificación de clase.
En este sentido, v sin por ello desvalorizar las buenas intenciones v cl compromiso
de muchos trabajadores sociales que asumen este modelo de intervención, muy pronto
la «gestión de la situación» evidencia peligrosos limites operativos y políticos. No
mirando al cambio social, su máximo aliento puede abrir tan sólo un horizonte tibia y
sectorialmente reformista.
93
De allí que las clases y los poderes dominantes pasan de la benevolencia al miedo que
genera la impotencia y para superarla se activa el círculo de la violencia, pasando de la
modalidad terapéutica a la modalidad represora y hasta a episodios de verdadera y
propia eliminación física.
¿Qué otra cosa son, en este sentido, las verdaderas matanzas de niños trabajadores y
de la calle en Brasil o Colombia o Perú, sino la expresión de que este modelo de
intervención social llega a sus límites y se agota bajo el empuje, el desborde de
poderosos procesos estructurales, empezando por la recesión económica y los inhuma-
nos ajustes neoliberales para terminar con el dramático problema de la explosión
demográfica? No quisiéramos que pasara lo que otras veces ha sucedido: que por un
tiempo se utilice a los trabajadores sociales, educadores, promotores, profesionales o
simplemente almas bondadosas para paliar una situación hasta que ésta no se vuelva
desbordante y amenazante. Entonces, entran en escena policías, jueces, militares o
escuadrones de la muerte.
También en este caso estamos frente a una importación proyectual muy difundida,
por lo menos en las palabras y en las buenas intenciones. Tan difundida que a veces
parece que todo el mundo quisiera apuntar al famoso, pero siempre postergado,
«cambio social».
94
política y no comportamental, objetiva y no subjetiva y eventual de los problemas
que afectan a la infancia y a la juventud de los sectores populares. En consecuencia,
toda acción resulta ser un paliativo, una mediación insuficiente y hasta engañosa si no
tiene un aliento estratégico que se coloque más allá del concreto y tangible resultado
pragmático (tantos niños escolarizados, tantos muchachos sacados de la calle, tantos
jóvenes empleados en cooperativas o microempresas, etc.)
Por ello que en este modelo del «cambio social» las actividades tácticas, que pueden
ser parecidas a las de los anteriores modelos, tales como abrir un comedor, un
programa educativo, un servicio de salud, desarrollar cursos de formación profesional,
crear posibilidades alternativas de empleo, etc., se insertan en un proceso más amplio y
de mayor perspectiva, justamente el proceso de una transformación societaria global
que pueda romper con los mecanismos que están a la base de los problemas que se
quieren enfrentar. En este sentido, este tipo de acción social tiene como horizonte
último una dimensión política que no se puede obviar.
95
entendido quizá como aglutinación sumativa, mecánica, ciega, pasiva, sin identidad y
capacidad de acción, en una actor, en un sujeto social que tomando conciencia de su
propia identidad, de su rol, de sus problemas y, al mismo tiempo, de sus
potencialidades, logre desarrollar una propuesta de transformación y liberación.
Asimismo, con los niños, adolescentes y jóvenes trabajadores no se trata tan sólo de
apoyarlos en sus necesidades diarias de comida, limpieza, salud, empleo, etc. (modelo
caritativo-asistencialista). Ni menos aún se trata de controlarlos para que no
«desborden» los límites aceptables para la sociedad (modelo de «gestión de la
situación»). Todo ello lo encontramos también en las prácticas que apuntan al cambio
social, pues a la espera y preparando la gran transformación no se puede olvidar el
hambre de hoy, la enfermedad de hoy, la necesidad del trabajo hoy y no mañana. Pero,
estas mismas actividades se manejan de forma diferente, pues se califican también y
sobre todo como ocasión de concientización, de capacitación, de reconstrucción de
autoestima e identidad, de participación y organización. Y son estos últimos procesos
los que deciden sobre la validez y la eficacia de la práctica social, pues la finalidad es la
de restituir a la infancia v a la juventud trabajadora su rol protagónico en la
construcción de un mundo distinto. Así relatado, este modelo parece tener entonces
todos los papeles en regla para encontrar el consenso de los trabajadores realmente
comprometidos con la lucha popular por la emancipación social y política.
Sin embargo, hay que poner cuidado en no transformarlo en una coartada ideológica,
en un borroso estereotipo formal sin contenidos precisos y concretos. A veces, esta
categoría del «cambio social» se transforma en un verdadero y real «cajón de sastre» en
donde cada quien le pone lo que más le gusta. Por ello, es oportuno asumir una postura
crítica y analítica, aunque se concordé con la finalidad general y el trastorno cultural y
pragmático de este tipo de propuesta.
96
desarrollar procesos de cambio. No se puede seguir dejando que todo se pretenda
resolver con unas cuantas afirmaciones de principio o con el reconocimiento de
borrosas parentelas políticas por la común oposición al orden establecido. Hay que
bajar de los ciclos de la ideología al terreno de la práctica e interrogarse cómo, a través
de cuáles actividades, en fuerza de qué modelos metodológicos, asumiendo cuáles
objetivos intermedios, modificando qué variables impulsamos, promovemos, hacemos
exitosos, verdaderos y reales procesos de cambio.
En este sentido, lo quieran o no las «nobles y bondadosas almas» que tal vez
esperaban que la infancia fuera la última playa donde
97
encontrar remedio a las desilusiones feroces de la historia, la problemática de los niños
y jóvenes trabajadores nos reconduce justamente a la política, a interrogantes y a
opciones de naturaleza política, frente a las cuales probablemente irá quebrándose (y
no nos quejaremos por ello) el postizo ecumenismo que se ha ido advirtiendo muchas
veces en el ámbito de la labor social con los NATs.
En efecto, hay todavía muchos programas de acción social, sobre todo con los niños
y los adolescentes trabajadores y un poco menos tratándose de jóvenes, que asumen sí
la problemática de la infancia y que sí apuntan al cambio social, pero no asumen a los
mismos muchachos/ as como protagonistas de la práctica que los conciernen. En este
caso, la revolución metodológica y participativa se queda a medias, pues se refiere al
componente adulto del mundo popular, pero no a la niñez y a la adolescencia.
Otra vez nos encontramos, entonces, frente al tema de la participación infantil y
juvenil como elemento sustantivo en la calificación y en la evaluación de los programas
de intervención social de los NATs.
Desde un punto de vista cualitativo, el asumir a los NATs como actores de los
programas de promoción social garantiza no tan sólo
98
una práctica pedagógica democrática, sino también la formación de una conciencia
ciudadana, o sea, la conciencia de derechos y responsabilidades en lugar de la gratitud
por la limosna que una mano distraída de vez en cuando deja caer.
Cierto, todo ello puede crear condiciones para ir progresivamente formando también
un sujeto crítico y conflictivo frente a las injusticias que el sistema social genera. Y
esto, tal vez, no a todos les guste.
Sin ello nos parece que la labor social con los niños, adolescentes y jóvenes
trabajadores quedaría como ciega, privada de una orientación de conjunto,
estratégicamente ineficaz.
Los tres modelos que hemos considerado, no necesariamente deben ser entendidos
como absolutamente antagónicos entre ellos. Claro está que cada uno expresa una
lógica distinta, distintos supuestos ideológicos, intencionalidades que apuntan a
construir distintos escenarios para los niños, adolescentes y jóvenes trabajadores.
Es evidente también que el modelo que apunta al cambio social nos parece el más
avanzado y coherente, el único que en el mediano y largo plazo podrá contribuir a
solucionar efectivamente los problemas que afectan a la infancia y a la juventud de
nuestros pueblos.
En fin, no cabe duda de que hay que rechazar tajantemente y sin compromisos, ya
sea la vertiente burdamente caritativa del modelo asistencialista, así como la vertiente
represora del modelo «de gestión de la situación».
Pero, al mismo tiempo, hay que poner cuidado como para evitar un manejo
demasiado formal e ideológico del modelo que apunta a una acción transformadora de
los mecanismos sociales de la opresión.
99
Lo que queremos decir es que una acción social que mire a la conformación de un
sujeto colectivo para el cambio social, abre horizontes de largo plazo y ello, a su vez,
plantea el problema de la gestión de lo cotidiano, de lo urgente, de los pasos y de 10
objetivos intermedios.
100
está insertado en un proyecto de más amplio aliento, que asume como su sustantiva
finalidad la conformación de un sujeto social con una propuesta, teórica y práctica, de
transformación liberadora.
Para pensar en el desarrollo de los NATs hay también que pensar en su resistencia,
en su «sobre vivencia», en su capacidad de resiliencia. El haber sido reducido muchas
veces al limitado espacio de la sobrevivencia cotidiana, no constituye para los niños y
para los jóvenes una opción propia. Es el resultado de una lógica económica y política
excluyente y antipopular. Ninguno de nosotros defiende este espacio como expresión
de «auténtica» identidad popular; ninguno de nosotros quiere quedarse en ello y, es por
esta razón, es que queremos una acción que apunte al cambio social.
Pero, nos guste o no, allí hoy en día se encuentran nuestros niños v los jóvenes; de
allí partimos.
Se trata, entonces, de asumir este espacio como lugar de experiencias, socialización,
formación de la infancia y de la juventud popular. Asumirlo pero revolucionando la
lógica que el poder externo quiere darle, la lógica de la resignación, de la desesperación,
del fatalismo, de la inmovilidad. Asumirlo, al revés, como escenario en donde los
sectores populares buscan reactivar una presencia activa que lo vaya transformando en
un ámbito de propuestas propias, de reivindicaciones, de lucha.
Como los migrantes a los cuales sólo les queda el desierto arenoso o las faldas de una
colina, al margen extremo de la ciudad. Pero, «el pedregoso territorio no consigue
intimidarlos. Los hombres grises suben, vienen, vuelven hasta cambiar el paisaje. Se
diría que empujan cerros o que conocen los secretos de la despetrificación y que sobre
sus espaldas cobrizas es tan leve el peso de la roca como el de la hoja de un sauce. Van,
sueñan, regresan. Piedra acuñada sobre piedra, rehacen con lentitud su geografía,
suavizando el abismo en escalera v la caída en planicie». (G. THORIVTDIKE, 1991)
Así, nuestros niños y nuestros jóvenes buscan «rehacer con lentitud su geografía»,
intentan guardar y recrear sus emociones, fantasía, inteligencia, identidad, proyectos,
esperanzas. Una infancia y una juventud oprimidas, pero no muertas; sufridas, pero no
enfermas; sitiadas pero no rendidas.
Pensamos que la acción social con los niños, adolescentes y jóvenes trabajadores
necesita de este acercamiento dialéctico, en función de un modelo integrado e integral
de intervención: una rigurosa con ciencia de los problemas, dificultades y dramas que
enfrentan la niñez
101
y la juventud trabajadoras y, entonces, sin ningún menosprecio 0 desvaloración de
acciones concretas, puntuales, «asistenciales»; al mismo tiempo, el descubrimiento y la
valoración de sus riquezas y de sus potencialidades, de su capacidad de reconstruir un
protagonismo social; que, desde el nivel reivindicativo, va paulatinamente hacia la
demanda de representación política y la construcción de una propuesta de cambio.
Tarea en camino, pero, aún primer punto de la agenda social, política y ética también de
los JANTs de la Región.
102
SÍNTESIS
En realidad este es un modulo que recoge de forma novedosa en torno .,a las
experiencias de atención y de promoción a los JANTs los, que podríamos llamar el
armazón conceptual fundamental que sustenta la propuesta global del IFEJANT para
el trabajo CON los niños adolescentes y jóvenes de sectores populares, en particular
los que trabajan.
En la Región son innumeras las experiencias de trabajo con los sectores populares
yen especial con l os jóvenes adolescentes ni y niños. También es un hecho que el
desborde de estas experiencias. inspiradas en la urgencia social y humana de dar
respuesta a la situación, con frecuencia, dramática, de las mayoría no guarda
proporción con la elaboración más sistemática de lo que podría construir un marco
conceptual, una especie de corpus theoricum.
Y es qué las experiencias por mas ricas qué, se presenten en cuanto a vivencias; a
validación de metodologías o de contenidos, o en cuanto a avances en conductas,
actitudes y motivaciones requieren de un trabajo organizado, explícita e
intencionalmente orientado y metodológicamente viable h ara transformarse en
materia prima de la elaboración teórica, de la construcción de categorías, de
producción de nuevos conocimientos. En general, los colaboradores de base
103
suelen ser reticentes a este esfuerzo de reflexión de confrontación con otros saberes,
con enfoques teóricos. La fascinación de 1a practica, no debiera alimentar la sensación
de que la teoría; la elaboración analítica es algo de lo que se pueda prescindir sin
comprometer la calidad y la eficacia de las acciones, la consecución de los objetivos de
un programa social.
Así por ejemplo, ,en el vocabulario cada vez más común a educadores, trabajadores
sociales, maestros, psicólogos, etc., nos encontramos con expresiones al referirse a los
JANTs como: sujetos sociales, protagonismo de los JANTs, sujetos económicos,
actores políticos, expresiones todas que requieren de un riguroso sustento para que
eviten el riesgo de reducirse a una especie de terrorismo verbal incapaz de dar cuenta
de la realidad de los JANTs v de transformarse en fuerza social. F esto de viene igual
mente necesario cuando hablamos del trabajo como factor dé¿ desarrollo de la
104
personalidad, experiencia de construcción de identidad social y personal, incentivo a la
autoestima personal, etc.
Esto que pareciera justificar las acciones de ayuda, de apoyo, de socorro ,asistencia
como gestos de responsabilidad ciudadana, de conciencia cívica, sensibilidad
humanitaria, abre un abanico de posibilidades y de tendencias y proyectos muy
variado y desigualdad peso social, ,consistencia política y valencia transformada.
La historia, incluso mas reciente, registran respuestas que van desde el mas craso
asistencialismo, el que emerge de la caridad o de la filantropía – muchas veces
verdadera “caridad laica” – o el, que resulta paradójicamente de políticas
compulsivamente eficientes y finalmente poca eficaces. Ante el creciente fenómeno
que se observa en mucha ciudades de la región de pandillas, marras, gallados, grupos
de sicarios, barras bravas en los estadios, en casi nuestra sociedad ha reverdecido el
autoritarismo y el recurso rápido a la institucionalización de los infractores como
media expedita, a la rebaja de la edad de la inimputabilidad
En este contexto, los colaboradores de los JANTs que tienen en la promoción del
prótagonismo integral de los JANTs su paradigma conceptual ,y practico, estamos
desafiados a imprimirle a nuestras practicas sociales con ellos, las características
personales, metodológícas, organizativas y axiológicas que dicho paradigma
presupone. Si es que toda “intervención” es u reto a las relaciones interculturales,
intergeneracionales y de genero, la vigilancia por parte del colaborador, llamado ha
105
ejercer su prótagonismo desde el prótagonismo de los JANTs, nunca será superflua si
queremos garantizar un proceso de crecimiento mutuo con la pasión y el entusiasmo
que emandan de la convicción y de la profesionalidad
Esta es una exigencia insoslayable para sortear con éxito la tensión entre atender v
transformar, entre respuesta a plazo inmediato y las de largo aliento Y frente a que al
final del plan para la década del 90 por la infancia se dice refiriéndose a los niños en
circunstancias particularmente difíciles Ofrecer mejor protección a los niños en
circunstancias particularmente difíciles y eliminar la” causas fundamentales que
conduzcan a tales situaciones"
106
NIÑOS EN
BÚSQUEDA
Y EN ACCIÓN
Una alternativa
africana de
animación urbana.
VISIÓN Y MÉTODOS
Fabio dallape *
Cada niño «rehabilitado» deviene un ejemplo para los otros, una vela que ilumina
consumiéndose. El éxito del organismo se mide por el número de «velas» encendidas.
Trabajar con los niños a fin de «rehabilitar la sociedad: esto implica que el objetivo es
modificar el entorno en el que los niños viven y se desenvuelven. El acento no está
puesto sobre el niño víctima, sino sobre la sociedad causa del problema.
107
haber encendido fuego. La fuerza y el poder del fuego permiten evaluar el nivel de
éxito de la organización.
Los objetivos pueden y deben cambiar regularmente, pero la visión no debe cambiar
sino raramente y corno resultado (le un largo intercambio de puntos de vista que
involucre a todos los actores. Nuestros objetivos anuales constituyen etapas del
camino para poner en marcha la «Visión» que siempre hay, que tener en cl espíritu. Las
actividades son estrategias que permiten lograr los objetivos. El método representa el
medio de realizar las actividades. Incluso la manera de definir los objetivos hace parte
del método.
E1 método: nuestra manera (le hacer es cl reflejo de nuestra manera de pensar. Los
que creen tener siempre la razón, son personas autoritarias; los que piensan que
siempre están equivocados son incapaces de tornar decisiones; los que piensan que en
cada «cerebro» existe una parte de realidad creen en las virtudes del diálogo antes de
tornar una decisión; los que piensan que la experiencia es la base del conocimiento
prestan gran atención a las ideas (te las personas que viven una realidad y están
convencidos que son éstos últimos los que están llamados a tomar decisiones sobre
todo lo que ataña esta realidad.
108
PROGRAMA
AFRICANO
DE FORMACIÓN
D E ANIMADORES
URBANOS (PAF)
Kome Djakasidja *
ENFOQUE METODOLOGICO
PRIMERA CONSTATACIÓN:
109
las acciones caritativas se dirigen prioritariamente a ellos. Aunque minoritarios en
relación al conjunto de niños y jóvenes en situación difícil, ellos logran movilizar gran
cantidad de energía gracias a su aspecto exterior y a sus comportamientos que inspiran
inquietud y/ o solicitud.
Desde hace algún tiempo hay un creciente cuestionamiento de estos métodos por
parte (le los servicios mismos que los aplican. En efecto, estos me todos se evidencian
como poco eficaces, sea porque implican cl liso de medios logísticos y financieros de
los que se carece, sea porque comienzan a ser vistos como ajenos al contexto socio-
cultural de los países africanos. Además la noción de inserción nos coloca ante la
cuestión de la norma de referencia.
110
SEGUNDA CONSTATACIÓN:
Aquí se piensa que para ser eficientes y para esperar cambios y profundidad, es
indispensable que los proyectos que se refieren a los jóvenes sea concebidos y
realizados por ellos mismos; o por lo menos con su participación total y efectiva desde
la fase de estudio del proyecto. Esto redefine cl rol de los que hacen un tipo de
intervención y que desde ya se transforman en facilitadores con el aporte de un apoyo
metodológico(metodologías de la investigación-acción) para reforzar a los niños y
jóvenes en las búsquedas de sus soluciones; y no más ya el lanzar soluciones luego de
estudiar el medio y de identificar las necesidades.
111
112
NATS :
PROGRAMAS
ENFOQUES
PARADIGMAS
*
Roberto Benes
Del estudio del trabajo infantil en la realidad peruana y del análisis de las teorías v de
la praxis de interacción en el territorio, se ha desarrollado una reflexión encaminada a
determinar algunos criterios operativos que se veía oportuno considerar al interior de
un sistema de armonización y enlace de intervenciones, de matrices ideológicas
diferentes, para superar situaciones de rígida contraposición corno aquellas que
presentamos.
I. CRITERIOS
Queremos señalar tres criterios centrales en torno a los cuales se han construido
paradigmas de intervención:
a) CRITERIO DE LA EXHAUSTIVIDAD
*
Sociólogo italiano estudioso de los NATs.
113
objetivos estrechamente circunscritos a ella, sino individuar un proyecto societario
global constituido por una valoración de las prioridades complementarias a aquellas
consideradas. En efecto, la eficacia (le una intervención parece estar ligada a un estudio
del relativo impacto en el territorio, a la individuación de las áreas de necesidad, de
alguna forma correlativas a aquella intervención, y al desarrollo (le medidas concretas
para completar e integrar la intervención originaria.
Parecería entonces oportuno integrar la presencia de locales con fines didácticos con
un comedor económico para enfrentar la discontinuidad y la carencia nutricional de
muchos niños trabajado res. Esto permitiría, además, favorecer la socialización entre
ellos y el desarrollo de un sentido de pertenencia a un grupo determinado. Al comedor
parecería oportuno añadir también espacios dedicados a pequeños laboratorios de
actividades manuales, para permitir, lentamente, la progresiva salida del sujeto de la
calle o por lo menos la posibilidad de disponer de un ambiente adecuado para producir
objetos para luego venderlos casi siempre como ambulante. La misma sección,
estrictamente dedicada al aprendizaje parecería tener que modelarse sobre ritmos y
sobre disponibilidades de la infancia trabajadora: horarios rígidos', programas
didácticos excesivamente teóricos y alejados de la realidad de los estudiantes, escasa
participación del cuerpo docente en los problemas cotidianos compartidos por los
niños no favorecen la maduración del centro escolar como referencia motivadora y
solidaria para la infancia trabajadora en zonas urbano
114
marginales. El proyecto inicial de la construcción de una escuela resultaría, por
consiguiente compuesto de micro iniciativas complementarias, pero de fundamental
importancia para permitir el acercamiento de los niños a la institución educativa. Una
escuela modelada con cánones tradicionales difíciles pudieran catalizar el interés de la
infancia local, sin una propuesta positiva mayormente articulada y que responda al
conjunto de sus necesidades. En el caso en el que no haya la disponibilidad de recursos
humanos y económicos para diversificar la intervención, parece necesario un
encuadramiento con acciones de instituciones similares en áreas adyacentes de manera a
articular las respectivas operaciones y alcanzar el empleo máximo de las potenciales
capacidades.
b) CRITERIO DE LA COHERENCIA
115
ningún respeto y consideración por el patrimonio cultural local basándose más, bien en
presupuestos ideológicos y corrientes de opinión diferentes. Por lo que concierne la
valencia "EX POST" ésta se refiere a lo señalado a propósito del criterio de la
exhaustividad v parece necesario que una acción determinada se coloque cohe-
rentemente al interior de un proyecto societario global, en armónica relación con las
experiencias de intervención ya presentes y con las realidades locales. La coherencia
con propuestas, creativas y positivas de intervención implica un esfuerzo y una
atención que apunte a favorecer su inserción armónica en el tejido popular sin romper
el frágil equilibrio que se crea entre las necesidades sociales, las respuestas
institucionales y las soluciones solidarias espontáneas. Por esta razón parece oportuno
señalar la importancia de una acción de coordinación con las otras realidades
presentes, pero también una serie de iniciativas encaminadas a implicar activamente las
instituciones naturales presentes en el medio, desde las mismas familias de los niños
trabajadores hasta las parroquias y las municipalidades.
c) CRITERIO DE LA «MULTIPLICACION» Y DE LA
ACUMULACIÓN
116
redimensionamiento de las áreas de intervención sea desde un punto de vista de la
extensión geográfica, sea desde la consistencia numérica de los usuarios implicados. A
una nueva «cobertura» territorial de la acción pudiera corresponder tina mayor fuerza y
una mayor articulación según el criterio de la exhaustividad. La intervención estaría de
todas maneras en grado de garantizar una real eficacia de base a través de la auto-
generación de ingresos económicos sea por medio (le los usuarios implicados, sea por
medio del desarrollo de actividades productivas que, además de ocupar la infancia tra-
bajadora con finalidades formativas y concretas tendría que lograr asegurar la
supervivencia. Esta metodología se acompaña inevitablemente con una indispensable
subvención por parte de agencias de desarrollo mayormente dotadas de recursos
financieros, que, no obstante cl condicionamiento negativo, son aun la fuente (le
apoyo más relevante
117
II.- ENFOQUES Y PARADIGMAS:
El criterio de participación exige fundar una intervención sobre «la vocación social»
del niño.
Se evidencia tal elemento, afirmando que es la misma persona humana que por sí
misma pide vivir en sociedad en virtud de las perfecciones mismas que le son propias y
que ex¡(,(, la relación con otras personas en razón de sus necesidades.
118
parece pasible sostener la acción de un movimiento para crear un efecto multiplicador
también a nivel del fundamental e imprescindible soporte humano, y no sólo de tipo
económico. En este contexto, el rol de los adultos parecería presuponer una identifica-
ción con las realidades vividas cotidianamente por el niño-adolescente trabajador,
intentando ser efectivos colaboradores en una relación democrática de solidaridad y no
de substitución. Esta indicación concretiza modalidades de acción de un proyecto de
desarrollo «QUE PROVIENE DE ABAJO» nacido y animado por los mismos secto-
res populares y, por ello, garantía de búsqueda de justicia y de real equidad social. En
efecto, el criterio de participación está en la base de todas la iniciativas de parte de los
Movimientos Sociales. Los valores morales del protagonismo infantil, de la
organización y del rol social de la infancia se enlazan estrechamente con la
participación crítica y positiva del niño trabajador en su situación de vida, antes que
con las mismas instancias de intervención.
119
b.- LA PARTICIPACION SOCIO-COMUNITARIA
COMO ALTERNATIVA DE ABORDAJE
ASISTENCIALISTA
120
pasiva no sólo en cada individuo, sino también al interior del sector popular,
impidiendo o retardando notablemente los mecanismos de cambio a nivel global.
Jhon Naisbitt subraya que una ética de participación conlleva el pasaje de una
democracia representativa a la democracia participativa
121
por su capacidad de proyectar en una lógica futura roles y sectores de un nuevo perfil
social. Un abordaje asistencial parece demostrar fuertes límites - en el operar - para la
evolución positiva de una situación de hecho.
122
instancia general y coordinando racionalmente todo cl conjunto de recursos operativos
disponibles. Las intervenciones actualmente presentes llegan a cubrir las necesidades
de los niños trabajadores sólo en pequeñísima parte: esta incapacidad es del todo
desproporcionada al número de programas y a los propósitos formales de grandes y
pequeñas organizaciones que oficialmente, sostienen una acción en éste ámbito. Esta
desintegración institucional se pretende justificar por divergencias en los objetivos de
método y de concepción ideológica; estos elementos parecerían superables a través de
la acción de una autoridad con una suficiente representatividad entre las organi-
zaciones mismas. El propósito prioritario parecería ser la superación de la lógica,
largamente con dividida por la cual el refuerzo de cada intervención correspondería a
mejorar las condiciones de los niños trabajadores implicados olvidando el carácter real
del fenómeno y la posibilidad de abordarlo positivamente con una cooperación
operativa. La difusión de un cierto corporativismo parece entonces implicar la
preocupación de preservar el propio micro-proyecto al alto costo y de muchas
colaboraciones tales para lograr mejores resultados.
123
La propuesta de e nuevos mediadores entre nivel nacional y nivel internacional
introduce un análisis del plan concreto de sistema social global de coordinación
partiendo de una homogeneidad de base a través de la participación de diferentes
movimiento que desarrollan micro-productos y con la participación de niños
trabajadores se enfrentaría en esta manera la coordinación de las acciones locales
evitando conflictos entre las instituciones participantes en las mismas incas y
desarrollando en base a las experiencias más experimentadas metodologías única
Solamente tina realidad de base uniforme, constituida ce micro- experiencias a altísima
valencia representativa y participativa coordinadas y unificadas a nivel nacional en una
única instancia de referencia parece estar en grado de asumir una función de
negociación a nivel nacional e internacional. El rol técnico de las ONG se volvería
entonces el de buscar un consenso entre otras instituciones análogas y de unirlo
después al de los movimiento de base y de niños trabajadores organizados. La
credibilidad que las ONG se han construido en Perú en estos años en frente al estado
y a las Organizaciones Internacionales resultaría muy útil para analizar después tales
instancias a niveles más altos. El nuevo código del Niño y Adolescente y el consenso
que ha tenido a nivel de operadores sociales, parece poder constituir una
homogeneidad ideologías a soporte de una metodologías de acción que quedaría de
todas maneras diferente . A través de una coordinación técnico, tales diferencias
pudieran ser cambiadas en un factor de recíproco enriquecimiento, y no más en
factores de conflictos y de dispersión se vendría entonces a formar una plataforma
operativa fundada sobre una común percepción de la infancia trabajadora y de las áreas
primarias de intervención tal, de estar en grado de poder construir un interlocutor de
confianza de las Organizaciones estatales e Internacionales. A este punto parece
importante subrayar la exigencia de un esfuerzo de acercamientos análogo por parte de
los grandes organismos (ONU, OIT, UNICEF) presente en cl territorio peruano. La
modificación de los actores en el interior del debate sobre la infancia trabajadora y la
creación de instituciones de coordinación implicaría necesariamente un cambio de
roles para estas Organizaciones. Su contrapartida ya no sería constituida por un
puñado de micro experiencias locales, ,Sin un soporte técnico y estructural, divididas y
debilitadas por una rivalidad y por corporativismos de carácter técnico e ideológicos
sino por una base social alineada ideológicamente en la defensa de precisas instancias
conceptuales. Esta situación facilitaría la individuación de pocas contrapartes
confiables y largamente representativas por parte de las Organizaciones
Internacionales abriendo a la actual realidad
124
El rol de las Organizaciones Internacionales se pone como fundamental,
considerando la imposibilidad de las ONG s ,de los movimientos de base de perseguir
objetivos generales y de crear referencias conceptuales globales y bases de consumo
universalmente extensible Parece requerida en el interior de un desarrollo de este tipo
una modificación de las posiciones de las Organizaciones Internacionales con su
realineamiento estructural sobre las realidades locales y buscando soluciones basadas
en una efectiva atención a la base social La persistencia de una actitud rígida
perpetuaría la actual situación de conflictividad llegando a una contraposición más
marcada por la emergencia de un nuevo actor homogéneo y unívoco a nivel de base
La hegenomia ideológica del abordaje abolicionista, en su variante mas rígido parecería
en este caso mayormente contrastada por posiciones que en creciente medida, están
naciendo en Perú y América Latina como las más calificadas. De esta manera se. daría
respuesta concreta a la necesidad evidenciada por GALBRAITH, de reconocer allí
donde se ejerce cl poder de las grandes empresas y de los militares que una efectiva
consolidación de un contrapoder y no la dispersión y la competencia entre muchas
organizaciones es una necesidad primaria mejor, absoluta.
El estado tendría que obrar sobre todo como entidad mediadora: tendría que crear
un movimiento de descentralización progresiva y de descentralizada" de la vida social,
hacia la creación de un nuevo régimen personal y pluralista. La actual dirección
político-económica del estado peruano no parece dejar espacio a una cierta confianza
en una positiva voluntad política al respecto: la puesta en obra eventuales acciones
concretas resolvería por esta razón poco coherente y escasamente creíble se ha querido
trazar un perfil general de una posible dinámica de coordinación y su articulación
pudiera encantar interesantes desarrollos listo en el actual momento histórico
considerando los espacios potenciales de acción y las inéditas oportunidades
propuestas en el nuevo cuadro legislativo nacional e internacional. La búsqueda en el
territorio parece haber evidenciado la urgencia de una mayor racionalización de las
intervenciones en materia de infancia trabajadora y de una auspiciable coordinación:
los elementos presentados de esta parte propositiva se instalan en cl interior de un
esfuerzo general para tratar de evitar también en la praxis en acto el aislamiento y la
dispersión de, las acciones puntuales y la falta de colaboración con Agencias
Internacionales.
Una coherencia de las experiencias de base no parece necesaria solamente pa evitar la
desagregación institucional y para dialogar
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concretamente con Organizaciones que obran a niveles nacionales e internacionales,
pero en particular para oponerse de manera constructiva a la hegemonía ideológica
sobre el trabajo infantil que hoy es propia de la cultura occidental, de hecho expresada
en las actividades de las grandes Organizaciones Internacionales.
126
infantil representa una parte significativa de una dialéctica determinante a nivel mundial
.La consideración positiva y solidaria de la problemática de los niños trabajadores, en
los aspectos y las relaciones implicadas parece trastocar cl ámbito de estudio aunque
fundamentalmente de las condiciones de la infancia en el mundo. El análisis de esta
categoría social v el reto para lograr diferentes y mejores condiciones de vida se enlaza
directamente con las situaciones de los sectores populares y de enteras colectividades
marginadas constituyendo en fin, en una dinámica progresiva, un punto importante
para llegar a una redefinición general de largos recorridos de desarrollo.
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