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Gracia a Vosotros: Desatando la Verdad de Dios, Un Versículo a la Vez

Confesando nuestros pecados


Escritura: Escrituras Seleccionadas
Código: 1387
John MacArthur

En nuestra lección en esta ocasión, continuamos estudiando el tema del crecimiento


espiritual, esta realidad tan esencial de la madurez en la vida cristiana. Y sea que usted sea
un nuevo cristiano, un cristiano que ya ha conocido a Cristo por no mucho tiempo o sea que
usted haya sido cristiano por mucho tiempo, usted realmente nunca deja de estar en el
proceso de madurar espiritualmente. Si no está en ese proceso, claro que esta en una mala
situación.

Pero un cristiano que se ha comprometido con Cristo va a estar en proceso de crecimiento


espiritual. Entonces, estos principios no son sólo los que se relacionan -digamos- únicamente
con un infante espiritual. Sino que cualquier persona que está en el camino de la vida, antes
de estar en la presencia del Señor y haber recibido su perfección instantánea, está realmente
involucrada en un proceso de madurez o crecimiento.

Y entonces, estas verdades que estamos compartiendo en estos estudios, son para toda
persona. Esperamos que bendigan su vida independientemente del punto en el que se
encuentre en su peregrinaje cristiano. Y esperamos que las transmita a alguien más que se
beneficie grandemente de ellas. No porque sean mis pensamientos, el Señor prohíba que así
sea, sino que provienen de la Palabra de Dios.

Ahora, permítame repasar brevemente lo que hemos visto en el pasado. Estamos viendo el
concepto de crecer en Cristo. En 2 Pedro, capítulo 3, versículo 18 Pedro dijo: “Antes bien,
creced en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo.” En 1 Pedro,
capítulo 2, Pedro dice que debemos desear como niños recién nacidos la leche espiritual no
adulterada para que por ella crezcamos. Ahora, Dios nos llama a crecer. Pedro nos dice no
sólo que debemos crecer, sino que también debemos crecer mediante la Palabra. Pablo dice

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en 2 Timoteo 3:16 y17 que toda la Escritura es inspirada por Dios y es útil “para enseñar, para
redargüir, para instruir a fin de que el hombre de Dios sea perfecto.” Y la palabra literalmente
significa maduro. En otras palabras, la idea es que la palabra de Dios, las Escrituras son
dadas para hacernos madurar. Para que seamos maduros.

Entonces, conforme nos acercamos a la Palabra de Dios, mantenemos en mente que es una
herramienta o un agente en el proceso. No estamos buscando unos pensamientos breves
periódicos de la Biblia. No estamos buscando una experiencia aquí y allá. No estamos
buscando una experiencia una vez al mes o una vez a la semana, sino que más bien la
Palabra del de Dios nos es dada como el instrumento para madurar progresivamente.
Entonces, se vuelve importante para nosotros como nuestro alimento. Como dijo Jeremías en
Jeremías 15:16: “Fueron halladas Tus palabras, y yo las comí.” Y lo que estaba diciendo era
que esto era lo que lo sustentaba. Debemos alimentarnos de las verdades de la Palabra de
Dios como un bebé; que nos infundan la energía y el principio de vida que crea el crecimiento.
Entonces, como creyentes, debemos crecer. Se nos ha dado una herramienta para ese
crecimiento, la cual es la Palabra de Dios. Y después, el Espíritu de Dios es colocado en
nosotros para capacitarnos a lo largo del camino del crecimiento.

Ahora, en nuestros estudios en el pasado, hemos quizás buscado ayudar a enfocarnos en los
puntos significativos de crecimiento al recordarles 1 Juan 2, versículos 13 y 14, en los cuales
encontramos tres niveles de crecimiento espiritual: primero bebés, segundo los jóvenes, tercer
lugar los padres. Y eso corresponde con la vida humana. Hay un principio en la infancia en
donde hay un reconocimiento paternal; usted sabe a quién pertenece. Y después está la edad
adulta joven. Éste es el momento en el que usted sabe lo que cree. La madurez espiritual en
el sentido de comprensión doctrinal. Usted tiene comprensión de la Palabra de Dios, tiene sus
pies sobre la tierra, ya no es arrojado de aquí para allá y llevado por todo viento de doctrina.
Finalmente, ser espiritualmente un padre significa que usted no sólo sabe a quién pertenece,
no sólo sabe lo que cree, sino que también sabe, conoce a Aquel en quien usted cree de una
manera madura, profunda y permanente.

Ahora, el proceso de crecimiento espiritual entonces es ascendente en todo momento hacia


esa meta de realmente conocer a Dios. Inclusive el apóstol Pablo, de quien podríamos pensar

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que le quedaba muy poco en el proceso espiritual de crecimiento porque había alcanzado un
nivel tan alto, dijo esto en la cúspide de su vida, cuando había ministrado la mayor parte de su
ministerio (lo cual estaba en el pasado), cuando había alcanzado casi todos sus sueños y
fines, había consumado la mayoría del deseo de su corazón, él dijo esto: “A fin de conocerle.”
En otras palabras, no importa lo lejos o lo adelantado que esté en el camino de crecimiento,
todavía había un anhelo por tener una comprensión más profunda, más vital, más amplia de la
persona misma, del Dios a quien él amaba y a quien él servía.

Ahora, al compartir este pensamiento general, conforme avanzamos a lo largo de esos tres
elementos del crecimiento espiritual, lo hacemos por la Palabra de Dios, el Espíritu de Dios y
en respuesta al mandato de Dios. Y señalamos que la clave para todo esto es vivir para la
gloria de Dios. Sólo crecemos -escuche esto- sólo crecemos cuando estamos viviendo para la
gloria de Dios. Cuando vivimos para nosotros mismos, nos estancamos, nada positivo sucede
en nuestras vidas. El crecimiento únicamente se lleva a cabo en los momentos en los que
somos espirituales, no cuando somos carnales. El crecimiento sólo se lleva a cabo cuando
estamos viviendo para la gloria de Dios, no en ocasiones cuando estamos viviendo para
nosotros mismos.

Ahora, mantenga esto en mente, la mayoría de nosotros cuando somos salvos tenemos una
especie de acto de equilibrio con el que seguimos. De hecho, esta es una realidad de todos
los creyentes, estoy seguro. Tenemos un principio de nueva vida en nosotros. También
tenemos el pecado antiguo que está en nosotros, el pecado que está nuestra carne, aquello
que no es bueno, que es parte del ser humano. Y ahora que somos creyentes, encontramos
que un poco de nuestra vida es dada a Dios y un poco al pecado. Y en cierta manera, lo
equilibramos.

Pero conforme el maduramos, hay una frecuencia creciente de justicia y una frecuencia
decreciente de pecaminosidad. No existe la idea que en algún punto en su vida cristiana usted
deja de ser pecaminoso. Y simplemente es justo. No. Siempre progresa, siempre se está
moviendo. Pablo dice ‘no como si ya lo hubiera alcanzado, sino que posible prosigo a la meta’.
Usted siempre se está moviendo hacia arriba y la evidencia de moverse hacia arriba es la
frecuencia decreciente del pecado.

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Yo me uso como una ilustración. Soy un pecador bien conocido y cuando fui salvo, era una
lucha, una lucha muy grande, una especie de lucha de la que Pablo habla en Romanos 7. Las
cosas que quería hacer, no las hacía. Las cosas que no quería ser, las hacía. Y estaba
luchando contra la carne y todo esto. La lucha es la misma ahora; pero he notado que
conforme he crecido, he crecido para vivir para la gloria de Dios, he crecido para andar en el
Espíritu Santo, he crecido para una vida de obediencia, conforme he madurado en el proceso
espiritual, he visto el decrecimiento de la frecuencia del pecado, de la pecaminosidad, no su
ausencia. Simplemente, no sucede tanto como solía suceder. Y estoy creciendo y alejándome
de eso y acercándome hacia un estándar más justo.

Ahora, glorificar a Dios se convierte en la clave. Segunda de Corintios 3:18 fue nuestro
versículo en eso. Y dijimos que en ese versículo dice ‘mirando a cara descubierta’ -esto es
que ya no hay un velo sobre nosotros como lo había en el Antiguo Testamento. El velo es
quitado y vemos ‘como en un espejo la gloria del Señor’. Alguien preguntó después de la
clase anterior por qué un espejo. Y la razón es que es la gloria del Señor reflejada en
nosotros. En otras palabras, no vemos literalmente la Shekhiná. No vemos literalmente en la
presencia de Dios. De otra manera, seríamos consumidos. ‘Porque ningún hombre puede ver
Mi rostro y vivir,” dice Dios. Entonces, Dios refleja Su gloria a nosotros, ¿y la refleja cómo? A
través de la Palabra. Entonces, conforme nos enfocamos en la Palabra de Dios y conforme
obedecemos sus principios, estamos viendo en esto el espejo de la gloria de Dios. Y después,
Pablo dice, conforme vemos esa gloria nos movemos de un nivel de gloria al siguiente nivel
de gloria, al siguiente nivel de gloria, conformándonos a la imagen misma de Cristo mediante
la obra del Espíritu Santo.

Ahora, el crecimiento espiritual entonces, no sólo es visto en la Biblia como un bebé, un joven
y un padre. Es visto como ir de un nivel de gloria, al siguiente nivel de gloria, al siguiente y eso
sucede cuando nos enfocamos en glorificar a Dios. Ahora, permítame resumir lo que acabo de
decir. Conforme usted y yo vivimos para la gloria de Dios, en esos momentos estamos
creciendo, estamos progresando hacia la semejanza de Cristo. Los tiempos en nuestras vidas
cuando vivimos para nosotros mismos y la carne son las ocasiones cuando eso no sucede.

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Permítame también recordarle que hay algunos principios muy prácticos involucrados en vivir
para la gloria de Dios. Y comenzamos a darlos la última vez y simplemente le voy a recordar
dos de los principales que hemos discutido; y después continuaremos. Si vivir para la gloria de
Dios es la clave para el crecimiento espiritual, si este es el sine qua non, si esta es la
necesidad absoluta, entonces, ¿qué significa vivir para la gloria de Dios? Usted sabe que
hablamos mucho de eso y cantamos ‘A Dios sea la gloria, grandes cosas ha hecho Él’ y
decimos ‘gloria a Dios’ todo el tiempo. Leemos acerca de eso en la Biblia, está en todos lados,
es una frase muy familiar. Pero me temo que no tiene mucho sentido práctico y necesitamos
darle eso.

Lo primero que hemos dicho en nuestro último estudio es que glorificamos a Dios al confesar
a Jesús como Señor. Ahí comienza todo. Filipenses, capítulo 2, dice que todos debemos
confesar a Jesús como Señor para la gloria de Dios. Antes de que usted pueda comenzar a
caminar por el camino del crecimiento espiritual, antes de que usted siquiera pueda comenzar
a progresar hacia la semejanza a Cristo, debe confesarlo como Señor. Ese es el nuevo
nacimiento, esto es nacer en la familia. Antes de que pueda ser un padre espiritual, necesita
ser un bebé espiritual, ¿verdad? Antes de que pueda ser un hombre o una mujer, usted
necesita ser un Infante. Y entonces usted tiene que entrar en la situación. Y entra en ella
cuando confiesa Jesús como Señor, porque de hecho Él es Señor. Y cuando usted hace eso,
entonces está dando gloria a Dios. Porque Dios de hecho ha colocado Su gloria en Cristo de
acuerdo con Juan 1:14.

Ahora, lo segundo que dijimos, y esto es simplemente un breve repaso. Dijimos que si vamos
a vivir para Su gloria debemos no sólo confesarlo como Señor sino que, en segundo lugar,
apuntamos nuestra vida hacia Su gloria. Y mencionamos Primera de Corintios 10:31 que dice:
“Si, pues, coméis o bebéis, o hacéis otra cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios.” Ahora,
que he confesado a Jesús como Señor para la gloria de Dios, voy a apuntar mi vida hacia Su
gloria. Ahora eso es muy básico. ¿Se acuerda lo que dijimos que eso significa? Dijimos que
eso significa que usted está satisfecho con darle gloria a Él sin importar lo que le cueste
personalmente. También dijimos que significa que está sufriendo la misma angustia que Dios
sufre cuando Él es deshonrado.

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En otras palabras, si estoy viviendo para la gloria de Dios no me importa lo que me cueste, no
me importa si viva o muera, no me importa si recibo el crédito por algo, siempre y cuando Él
sea glorificado. No importa cuál sea mi precio, no importa lo que yo tenga que entregar.
Ahora, permítame hablar de eso por un momento. Me parece interesante en la sociedad en la
que vivimos aquí en Estados Unidos de Norteamérica, nuestra sociedad cristiana, que
estamos dando lugar a una generación de personas que no tiene esa mentalidad en absoluto.
Inclusive en el cristianismo es sorprendente que en lugar de tener una actitud de servicio, en
lugar de tener una actitud de humildad, en lugar de tener un espíritu que dice ‘voy a entregar
mi vida para la voluntad de Dios sin importar lo que me cueste, me voy a entregar para su
gloria a toda costa’, nuestra actitud es ‘quiero tener éxito’. Estaba escuchando una cinta de un
pastor y decía que le parece interesante que cuando vamos a una conferencia o cuando
leemos un nuevo libro que acaba de ser escrito, cuando alguien quiere atraer a una gran
multitud de cristianos, siempre es mediante una celebridad. Es la gente hermosa. Cuando
usted ve quien está hablando en una conferencia, es Miss América o algún hombre de
negocios rico o el presidente de una compañía o una persona muy exitosa en Hollywood,
quien ha llegado a la televisión o a las películas, un atleta famoso o un político. Estos son los
que atraen multitudes, los ricos y los famosos y la elite; y, ¿qué es lo que esto está haciendo
en el cristianismo al proveer un modelo para nosotros de éxito, de éxito personal en lugar de
proveernos un servicio? ¿Se da cuenta?

Ahora, cuando con una generación de cristianos que estamos produciendo y estamos
tratando de que lleven el Evangelio de Jesucristo hasta el fin del mundo, va a ser difícil que
ellos hagan eso. Cuando vamos a ellos y les pedimos que entreguen su vida por la causa de
Cristo, va a ser difícil, porque se les ha dicho, sea de manera verbal o no, que la gente que es
parte del cristianismo son los ricos, los famosos, los exitosos y los populares. Y entonces,
estamos produciendo una generación de cristianos que está orientada hacia el éxito personal
mucho más de lo que está hacia el servicio humilde. Y esto es exactamente lo opuesto de vivir
para la gloria de Dios. Vivir para la gloria de Dios no es hacer una carrera para mí mismo; vivir
para la gloria de Dios no es contratar a un agente de prensa para que sea mi representante,
vivir para la gloria de Dios es ser alguien cuya vida es desechable; vivir para la gloria de Dios
es morir, si así necesita ser, para cumplir los fines de Dios.

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Sé que en mi propia vida yo soy desechable. Tal como Pablo dijo, si muero al servicio de
Cristo, una muerte dulce. Si muero o soy ofrecido como sacrificio por Su causa, por la causa
de Su gozo en el Evangelio, moriré con gusto. Soy desechable, soy temporal, soy
reemplazable. Esa es la actitud de alguien que vive para la gloria de Dios. Y lo que estoy
diciendo es que la conclusión es la humildad. Y si usted está apuntando su vida hacia la gloria
de Dios, usted tiene el tipo de humildad que dice ‘Dios, a mí me duele cuando a Ti te duele
algo, mi corazón palpita con Tu corazón y lo único que busco es parte gloria sin importar lo
que me cueste’. Vemos esto inclusive con personas que quieren entrar en el servicio cristiano.
Hay muchas personas que están entrando a seminarios y universidades cristianas y demás.
Ellos quieren servir al Señor, sólo que quieren servir al Señor en sus términos, en el ambiente
perfecto, con todo lo que ellos desean, en sus propios términos. Que todo sea como ellos
quieren. Usted se pregunta dónde están esas personas humildes que están dispuestas a
arriesgar una gran aventura para la gloria de Dios, aún si se pierden en la oscuridad absoluta.
También hablábamos la última vez el hecho de que si usted vive para la gloria de Dios, estará
satisfecho porque alguien más lo sobrepase, alguien más que haga exactamente lo que usted
hace mejor que usted, siempre y cuando Dios sea glorificado.

Ahora, esta es la manera; estas son las primeras dos cosas que necesitamos ver. Si vamos a
crecer espiritualmente, necesitamos perdernos a nosotros mismos. Primero en el Señorío de
Cristo en el momento de la salvación y en segundo lugar en el Señorío de Cristo conforme Él
domina nuestras vidas a partir de aquí. Y conforme obedecemos a Cristo y respondemos a Su
dirección en nuestras vidas, sin pensar en lo que eso significa para nosotros, sin pensar que
vamos hacer exitosos, sin pensar en que esto es cómodo para mí, sino que más bien Él está
siendo glorificado. Entonces, estamos avanzando en una progresión de crecimiento. Ya que
cada vez que hacemos lo que queremos, escogemos lo que nosotros queremos hacer,
buscamos nuestra propia voluntad aún en el asunto del servicio cristiano, si el motivo no es
correcto, nos estancamos y el crecimiento no se lleva a cabo.

Pero avancemos a un tercer punto principal. ¿Cómo glorificamos a Dios? Lo glorificamos en


tercer lugar al confesar pecado. Al confesar pecado. Ahora esto puede parecer extraño, pero
va de la mano con lo que he estado diciendo. La expresión más grande de humildad es
confesar pecado. Pero la mayoría de la gente no hace eso. La mayoría de nosotros, inclusive

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cristianos, en cierta manera, le damos la vuelta al pecado. Estamos demasiado ocupados
como para molestarnos en reconocerlo. En cierta manera, pensamos en que la mayor parte
del tiempo nos portamos bien, no hay sentido de estar exponiendo lo sucio de nuestras vidas.
O culpamos a nuestras circunstancias o nuestro ambiente o a las personas que nos rodean.
Pero tendemos a no confesar el pecado; y de esta manera no glorificamos a Dios.

Ahora en Josué, capítulo 7 hay un versículo muy interesante. Usted recordará que los hijos de
Israel habían entrado a la tierra prometida bajo el liderazgo de Josué, no bajo el liderazgo de
Moisés porque él había pecado al pegarle a la roca con una vara cuando Dios le dijo que le
hablara. Ya que Moisés estaba buscando su propia gloria y quería que todo el mundo pensara
en lo poderoso que él era cuando golpeó la roca; y entonces, perdió su derecho de llevar al
pueblo a la tierra. Pero Josué los guió; y entraron y tuvieron una gran victoria en Jericó.
Cayeron los muros, tomaron la ciudad. Y esa fue la primera de esas ciudades que dominaron,
que conquistaron conforme dominaron la tierra de Canaán. Pero a ellos se les había dicho
una cosa. Que no tomaran nada de esa ciudad. Que no tuvieran ningún remanente de la
sociedad pagana, dijo Dios. No quería que recogieran nada, que arrastraran nada. Que lo
dejaran ahí ya que representaba una sociedad de la cual ellos estaban apartados. Pero hubo
un hombre, ustedes recordarán su nombre si han estudiado la historia. Su nombre era Acán.
Y Acán simplemente anhelaba robar cosas. Así es como yo lo recuerdo. Y él tomó algunas
cosas de la ciudad; y claro, como resultado, fueron derrotados en Hai, la siguiente ciudad. Y
después, Acán confrontado en Josué capítulo 7, versículo 19 por Josué mismo. “Entonces
Josué dijo a Acán: ‘Hijo mío, da gloria a Jehová el Dios de Israel.’” Ahora, ¿cómo va usted a
hacer esto después de lo que ha hecho?, “y dale alabanza, y declárame ahora lo que has
hecho; no me lo encubras.’ Y Acán respondió a Josué diciendo: ‘Verdaderamente yo he
pecado contra Jehová el Dios de Israel, y así y así he hecho.’” Y después procede a describir
cuando vi esto y aquello lo quise, cuando vi esto otro yo lo quise, etcétera.

Ahora escuche, Josué le dice que de gloria al Dios de Israel confesando el pecado. Ahora,
ese versículo dice que usted glorifica a Dios cuando usted confiesa su pecado. Reconocer
que ha pecado es glorificar a Dios. ¿Por qué? Bueno, permítame mostrarle lo que sucedió.
Versículo 24: “Entonces Josué, y todo Israel con él, tomaron a Acán hijo de Zera, el dinero, el
manto, el lingote de oro, sus hijos, sus hijas, sus bueyes, sus asnos, sus ovejas, su tienda y

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todo cuanto tenía, y lo llevaron todo al valle de Acor. Y le dijo Josué: ‘¿Por qué nos has
turbado? Túrbete Jehová en este día.’ Y todos los israelitas los apedrearon y los quemaron
después de apedrearlos.” Noten que a pesar de que él había confesado su pecado, el juicio
estaba por venir. Como puede ver, la confesión no excluye la disciplina. David confesó su
pecado en el Salmo 32 y en el Salmo 51; y Dios lo perdonó y luego lo castigó. Entonces, sólo
porque hay perdón no significa que no habrá disciplina. Él había confesado lo que había en el
pasado, pero Dios lo va a juzgar de cualquier manera. “Y todos los israelitas los apedrearon, y
los quemaron después de apedrearlos. Y levantaron sobre él un gran montón de piedras, que
permanece hasta hoy. Y Jehová se volvió del ardor de Su ira. Y por esto, aquel lugar se llama
el Valle de Acor, hasta hoy.” Y por cierto, Acor significa problema.

Ahora observe, Dios iba a enseñar a Israel una lección. La lección es esta: ‘No me
desobedezcan, si me desobedecen habrá una severa consecuencia’. La consecuencia fue
que Acán y su familia entera, quien evidentemente estaba también implicada en el crimen,
fueron apedreados hasta morir. Ahora escuche, ¿por qué quería que Acán confesara su
pecado? Le voy a decir por qué: porque Dios se habría visto como un ogro cruel si le hubiera
quitado la vida a este hombre y a su familia y nadie hubiera sabido realmente por qué.
Cuando Acán confesó su pecado, él estaba diciendo ‘Dios, Tú eres un Dios santo, justo, que
tiene la libertad de castigarme, que tiene la libertad de disciplinarme sin impunidad contra Tu
naturaleza justa porque yo lo merezco, ¿se da cuenta?

Ahora, quizás usted nunca ha pensado en la confesión de pecados de ese modo, pero eso es
exactamente el corazón del asunto. La razón por la que Dios quiere que Acán confiese su
pecado es para que Dios tenga la libertad de disciplinarlo; y no haya nadie que piense que no
lo merecía. Dios es un Dios santo y Dios reacciona contra el pecado. Dios no puede tolerarlo.
Él no puede dejar que el pecado quede sin ser castigado; si Él fuera así, entonces nunca
hubiera hecho que Jesús muriera. Dios tiene que enfrentar el pecado y Dios se vería injusto a
los ojos de la gente si usted y yo no admitimos que todo lo que Dios hace para castigarnos,
para disciplinarnos, es merecido.

Entonces, en el versículo 20, él dijo “He pecado contra Jehová el Dios de Israel.” Él no culpó a
Dios, él no culpó a las circunstancias, él no culpó a sus influencias. Él aceptó la

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responsabilidad. Usted tiene una situación semejante en la crucifixión de Cristo. El ladrón en
la Cruz había deshonrado a Dios toda su vida. Él había hecho exactamente lo que él quiso
hacer y ahora estaba colgando en una cruz al lado de Jesucristo. Pero en ese momento, en el
último momento de su vida, colgando en una cruz, le dio la gloria a Dios por única vez en su
vida. ¿Y saben lo que él dijo? Él le dijo al otro ladrón en Lucas 23:41: “Nosotros, a la verdad,
justamente padecemos...” En otras palabras, él dijo, ¿de qué te estás quejando? Tú estás
recibiendo exactamente lo que merecemos. En otras palabras, tú no puedes deshonrar a Dios
en estas circunstancias. Nosotros tenemos lo que merecemos. No podemos echarle la culpa a
Dios por esto, lo merecemos.

Ahora amigos, este es realmente el corazón de lo que quiero que entiendan. Cuando usted
excusa su pecado, usted realmente está acusando a Dios. Ahora, usted tiene una ilustración
clásica de esto en el libro de Génesis. Usted recordará que Eva pecó y luego Adán pecó; y
luego vino Dios y le dijo a Adán: “¿por qué hiciste eso?” ¿Y qué dijo él? “La mujer que me
diste.” Y la gente siempre ha pensado que él culpó a Eva. Él no culpó a Eva, él dijo ‘la mujer
que me diste’. ¿A quien culpó? Culpó a Dios. Tú me diste esta mujer. Me fui a dormir soltero,
desperté casado y ¿qué opción tuve yo? Pudiste haber escogido a cualquier mujer, la que Tú
hubieras querido. ¿Por qué ella? Ella no me ayuda. Yo ni siquiera sabía lo que era una mujer
y después aparecí casado con una. Observa, mira este desastre, ¡la mujer que me diste! Al no
estar dispuesto a asumir la responsabilidad, él culpó a Dios y también implicó a la mujer. Y sin
duda, al hacer esto, implicó a la serpiente; pero nunca asumió su responsabilidad.

Ahora, eso es lo opuesto. Darle la gloria a Dios significa que yo voy a aceptar mi
responsabilidad por el pecado; no es la culpa de Dios, no es la culpa de alguien que Dios trajo
a mi vida, no es la culpa de alguna circunstancia. No puede decir ‘bueno, Dios, no tenías que
haber hecho a Satanás, no tenías que haber dejado que él cayera, no tenías que haberme
colocado en esta ciudad en la que vivo, no tenías que haber traído a esta persona a mi vida,
Tú eres soberano. Tú estás en control.’ Y todas estas cosas siempre tratamos de decirlas
para salirnos de la situación. Justificar el pecado culpa a Dios. Si usted pecó, si yo pequé, ¿de
quién es la culpa? Suya y mía únicamente, eso es todo. Entonces, si Dios escoge
disciplinarnos, Él tiene la libertad de hacer eso. No podemos negar la responsabilidad.

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Ahora, creo que realmente esto es parte del crecimiento espiritual. Creo que si usted crece
espiritualmente conforme usted de manera consciente y abierta enfrenta la realidad de su
pecaminosidad y la confiesa, usted va a crecer. ¿Porque, qué es lo que está haciendo
entonces? Está realmente lidiando con el peso muerto que lo arrastra a usted a lo largo del
proceso de crecimiento espiritual. Si el crecimiento es como una carrera, no podemos correr
con pesas, tal como dice Hebreos 12. Eso simplemente nos mantiene atrás, hace que
reduzcamos la velocidad. Necesitamos estar lidiando con el pecado. Ahora, este es un tema
muy importante. Conforme reconocemos nuestro picado, conforme enfrentamos nuestro
pecado, conforme confesamos nuestro pecado, ese peso cae y realmente comenzamos a
crecer. Ahora, permítame mostrarle una ilustración nuevamente de esto en Primera de
Samuel, capítulo 5.

Esta es una parte fascinante de la historia bíblica. Los hijos de Israel le habían puesto poca
atención a Dios durante mucho tiempo. Ellos habían estado buscando sus propios fines.
Todavía eran religiosos en un sentido formal. Todavía estaban involucrados en el ritual. Pero
no había nada en su corazón hacia Dios. Y entonces ahora, se meten en una batalla con los
filisteos. Y tienen un problema con ellos. Básicamente, porque los pueden vencer
militarmente. Y entonces tienen temor; y en su miedo, ellos deciden que si van a defenderse a
sí mismos de los filisteos, más vale que metan a Dios en su ejército. Pero habiendo ignorado
a Dios durante tanto tiempo, de hecho hasta llevan el arca del pacto, la cual era el lugar en el
que la presencia de Dios permanecía y la habían quitado en algún lugar de donde debía estar.
Y entonces, se les dice que vayan por ella. Y entonces comienza el capítulo cuatro, ‘ve a Silo
y trae a Dios. No vamos a entrar en esta batalla sin un sentido de victoria a menos que Dios
esté aquí’. Y entonces regresan con el arca. Llega el arca. Comienzan a suceder cosas
tremendas en el versículo 7 del capítulo 4. “Y los filisteos tuvieron miedo, porque decían: ‘Ha
venido Dios al campamento. Y dijeron: ¡Ay de nosotros! pues antes de ahora no fue así.’”
Como pueden ver, para ellos era simplemente un ídolo. Tenían sus propios ídolos. Vieron esta
pequeña caja con las salas de ángeles en la parte de arriba y varas que atravesaban los
anillos y dijeron ‘Ah, este es su Dios! Y hombre, su Dios es un Dios poderoso. Ay de nosotros!
Este es el Dios, ustedes saben, que los liberó de Egipto, que ahogó a todo el ejército egipcio y
es el Dios que trajo las plagas y no queremos meternos con el Dios de esa pequeña caja.’ Y
entonces, tenían miedo. ¿Pero saben lo que sucedió? No tenían mucha opción, no tenían

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alternativa, tuvieron que pelear. Y entonces, el versículo 10 dice que: “Pelearon, pues, los
filisteos, e Israel fue vencido.”

Ahora espere un momento, ¿qué quiere decir con que Israel fue vencido? Tenían a Dios de su
lado. Bueno, “huyeron cada cual a sus tiendas; y fue hecha muy grande mortandad, pues
cayeron de Israel treinta mil hombres de a pie.” ¿Y sabe que más sucedió? “Y el arca de Dios
fue tomada, y muertos los dos hijos de Elí, Ofni y Finees.” Los hijos de los sacerdotes fueron
asesinados. Treinta mil hombres a pie murieron y los filisteos se fueron con el arca. Ahora,
eso no es exactamente lo que Israel esperaba. Ellos pensaban que Dios era un genio utilitario,
que usted simplemente traía la pequeña botella, Él sale y dice ‘si amo, ¿qué puedo hacer por
usted?’ Pero no era Dios. Dios no es gelatina. No lo metes en tu molde y después lo sacas
para que haga lo que tú quieras cuando tú quieras. Ellos habían ignorado a Dios; y Dios les
iba a mostrar una lección. No pueden hacer eso. Entonces, perdieron la batalla. Bueno, si
usted cree que fue difícil para Israel, fue peor para los filisteos porque ahora tienen a Dios en
sus manos y eso es algo difícil. Se van con esta pequeña caja y el infierno se desata en su
país, créanme. Capítulo 5 dice esto: “Cuando los filisteos capturaron el arca de Dios, la
llevaron desde Eben-ezer a Asdod.”

Ahora, lo que ellos van a hacer es que van a ir a lo largo de varias ciudades filisteas, la cual
por cierto es el nombre primitivo de Palestina, de ahí viene el nombre. “Y tomaron los filisteos
el arca de Dios, y la metieron en la casa de Dagón, y la pusieron junto a Dagón.” Ahora, lo
más obvio que uno va hacer con Dios es colocarlo en la casa de un dios, ¿verdad? Dagón era
su dios, Dagón era un dios que era mitad pez, mitad hombre, en cierta manera era como una
sirena; pero era un hombre. Algo raro. Mitad pez, mitad hombre; pero esto era lo que los
filisteos adoraban. Y tenían un templo y entonces pensaron que bueno, tenemos al Dios de
Israel, lo meteremos en la casa que hemos hecho para nuestro propio dios. Bueno, versículo
3: “Y cuando al siguiente día los de Asdod se levantaron de mañana, he aquí Dagón postrado
en tierra delante del arca de Jehová; y tomaron a Dagón y lo volvieron a su lugar.” Ellos
entraron y ahí estaba su ídolo postrado ante esta caja. Y entonces lo volvieron a colocar en su
lugar. Probablemente pensaron que un temblor o un terremoto local o que algo pasó y cayó y
tenemos que arreglarlo. Lo pusieron de regreso en su lugar. Versículo 4: “Y volviéndose a
levantar de mañana el siguiente día, he aquí que Dagón había caído postrado en tierra

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delante del arca de Jehová; y la cabeza de Dagón y las dos palmas de sus manos estaban
cortadas sobre el umbral, habiéndole quedado a Dagón el tronco solamente.” Y Dios estaba
diciendo que no lo volvieran a levantar, que él estaba en el lugar que pertenece. Dios no va a
tolerar a ningún otro dios; Dios no va a tolerar a ningún ídolo que se ha comparado con Él.

Y bueno, eso no fue todo lo que sucedió, versículos 6: “Y se agravó la mano de Jehová sobre
los de Asdod, y los destruyó y los hirió con tumores en Asdod y en todo su territorio.” Algunas
versiones dicen que los hirió con hemorroides, pero eso es una traducción muy mala. No
fueron heridos con esto. Ese sería un problema malo, pero ese no fue el problema lo que se
encontró aquí. Ahora, una de las versiones antiguas dice emerodes, suena como una flor.
Pero la mejor traducción es tumores. Toda la sociedad de Asdod fue herida con tumores; por
cierto muchos de ellos murieron en una plaga que fue traída por algunos roedores, algo así
como la plaga bubónica; y los que no murieron por causa de los roedores fueron heridos con
estos tumores. Bueno, los hombres de Asdod eran bastante inteligente y no les tomó mucho
tiempo determinar que se habían metido en muchos problemas cuando trajeron el arca de
Dios. Y entonces , dijeron que sacaran ese arca de ahí. Y entonces, versículo 8, dijeron:
“¿Qué haremos del arca del Dios de Israel? Y ellos respondieron: Pásese el arca del Dios de
Israel a Gat. Y pasaron allá el arca del Dios de Israel.”

Ahora Gat, era una ciudad conocida por algunos de ustedes, porque hubo un hombre de gran
tamaño en esa ciudad llamado Goliat, otra ciudad en Filistea. Y entonces, tomaron el arca del
Dios de Israel y la llevaron a Gat, lo cual no fue ningún favor importante para la gente que
vivía ahí. Sucedió lo mismo: gran destrucción, una plaga de ratas, muerte por todos lados. “Y
aconteció que cuando la habían pasado, la mano de Jehová estuvo contra la ciudad con gran
quebrantamiento, y afligió a los hombres de aquella ciudad desde el chico hasta el grande, y
se llenaron de tumores.” Eso significa tumores internos, algunos cánceres por dentro. Y
entonces, ellos dicen que se deshagan de eso, que lo envíen a Ecrón. “Entonces enviaron el
arca de Dios a Ecrón. Y cuando el arca de Dios vino a Ecrón, los ecronitas dieron voces,
diciendo: ‘Han pasado a nosotros el arca del Dios de Israel para matarnos a nosotros y a
nuestro pueblo.’” Donde quiera que va, hay problemas. De hecho, en el versículo 12 dice que:
“Y los que no morían, eran heridos de tumores; y el clamor de la ciudad subía al cielo.” Ahora,
¿qué le están diciendo al cielo? ‘Oye Tú, ¿qué clase de Dios?’, estaban maldiciendo a Dios.

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¿Qué estaban haciendo cuando clamaron al cielo? Dios, ¿por qué estás haciendo esto? Y lo
vemos en el versículo 1 del capítulo 6: “Estuvo el arca de Jehová en la tierra de los filisteos
siete meses. Entonces los filisteos, llamando a los sacerdotes y adivinos,” a los adivinos,
ustedes saben, dijeron qué vamos hacer, cómo nos deshacemos de este desastre. “Ellos
dijeron: ‘Si enviáis el arca del Dios de Israel, no la enviéis vacía,’” no la regresen de la misma
manera que la obtuvieron. Bueno, ¿qué quiere decir? “Sino pagadle la expiación; entonces
seréis sanos, y conoceréis por qué no se apartó de vosotros Su mano.”

Ahora escuche, ¿qué es lo que admite una ofrenda por el pecado? Su pecado. Usted admite
que es su culpa, no la de Dios. Si usted quiere tener paz -y estas personas son mucho más
inteligente que muchas personas, lo sé- usted admite que el Dios a quien usted ha profanado,
el Dios a quien usted a deshonrado, el Dios a quien usted ha difamado, tuvo todo el derecho
de reaccionar del modo que Él lo hizo; y el motivo por el que usted tiene problemas es porque
ha contaminado a este Dios. En otras palabras, usted asume la responsabilidad y presenta
una ofrenda por el pecado.

Bueno, versículo 4 del capítulo 6: “Y ellos dijeron: ¿Y qué será la expiación que le
pagaremos?” Y luego “Ellos respondieron: Conforme al número de los príncipes de los
filisteos, cinco tumores de oro, y cinco ratones de oro, porque una misma plaga ha afligido a
todos vosotros y a vuestros príncipes.” Ahora eso suena un poco raro. Ésa no es una ofrenda
levítica por transgresión. Estos son paganos. Cuando ellos presentaban una ofrenda,
presentaban lo que era una ofrenda de voto. Eran réplicas simbólicas del problema traído por
la profanación del Dios. Por ejemplo, digamos que usted había vivido en esa sociedad y usted
tenía una mano que estaba atrofiada. Y en su manera de pensar pagana, usted suponía que
los dioses le habían dado una mano atrofiada porque usted los había deshonrado. Entonces,
cuando usted iba al templo a adorar a los dioses, usted lo que hacía era formar a partir del
barro la mano. Y cuando colocaba esa mano, ese era el modo mediante el cual usted
reconocía a los dioses que el problema con su mano era debido a que usted los había
deshonrado. Eso eran las ofrendas de voto.

Cuando yo estuve en la ciudad de Corinto fui a un pequeño lugar, un museo en donde habían
recolectado varias ofrendas de voto. Y un hombre tenía la llave -y no dejan que la gente entre

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muy a menudo. Pero pudimos entrar. Y notamos que por todos lados había estas réplicas de
barro de todo órgano posible del cuerpo, externo e interno. Habían llegado a adorar al dios
Asclepio, quien es el dios de la curación. Y cuando venían, traían estas partes del cuerpo,
estos símbolos, sabiendo que de ese modo le estaban diciendo a los dioses que la
enfermedad que tenían era el resultado de no cumplir su voluntad. Y entonces, estos paganos
están haciendo lo que era muy normal, diciendo que los tumores y los ratones son el resultado
de Tu juicio contra nosotros y queremos que sepas que sabemos eso. Muy bien, versículo 5:
“Haréis, pues, figuras de vuestros tumores, y de vuestros ratones que destruyen la tierra, y
daréis gloria al Dios de Israel.” En otras palabras, usted glorifica a Dios cuando reconoce que
tenía todo el derecho de hacer eso, porque usted lo ha contaminado.

Ahora permítame decirle algo. Mientras usted esté haciendo excusas por su pecaminosidad,
usted nunca crecerá espiritualmente. Usted va a crecer espiritualmente cuando humildemente
reconozca su pecado y haga algo al respecto. Como puede ver, si el crecimiento espiritual es
un proceso en el cual hay una frecuencia decreciente de pecado, entonces el crecimiento
espiritual debe incluir que usted enfrenta el pecado, ¿se da cuenta? Usted tiene que estar
enfrentando el pecado; ¿y cómo enfrenta el pecado? Usted reconoce que es responsable por
él, eso lo primero. Es lo primero. Usted no culpa a su circunstancia, no culpa a su esposo, su
esposa, su novio, su novia, su jefe, usted no culpa a sus empleados, usted no culpa al pastor.
Usted se culpa a sí mismo. Usted ni siquiera culpa al diablo -y eso se hizo durante mucho
tiempo; ‘el diablo me hizo hacerlo’. Todavía tenemos cosas así, que la gente cree que los
demonios los hacen hacer todo. Leí un libro escrito por un hombre que inclusive dijo que el
problema con su catarro era el ‘demonio del catarro’. No son los demonios, no es el diablo, no
son las circunstancias, no son sus amigos y demás. Oh, todo ese sistema contribuye al
problema, pero en definitiva, el pecado, cada vez que ocurre, es un acto de la voluntad. Y
usted es responsable.

Y entonces, en primer lugar tiene que reconocer eso. En Nehemías, capítulo 9, versículo 33.
Nehemías dijo lo siguiente. Escuche. “Pero Tú eres justo en todo lo que ha venido sobre
nosotros; porque rectamente has hecho, mas nosotros hemos hecho lo malo.” ¿No es eso
interesante? Eres justo en todo lo que ha venido sobre nosotros. Todo lo que nos has hecho
Dios. Eres justo en haberlo hecho. Cuando el hijo pródigo regresó a casa, a su padre

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amoroso, en Lucas 15 dijo: “Y el hijo le dijo: ‘Padre, he pecado contra el cielo y contra ti, y ya
no soy digno de ser llamado tu hijo.’” Trátame como uno de tus jornaleros. Eso aún sería una
muestra de tu gracia. Él no esperaba nada porque sabía que no merecía nada. Ésa es la
mentalidad, que usted sabe que es un pecador, que no merece nada. Esa es la fuente de
lidiar con el pecado que es el meollo del crecimiento espiritual. Y en el Salmo 51 David dice:
“Contra Ti, contra Ti solo he pecado y he hecho lo malo ante Tus ojos.” Él no culpó a nadie
sino a sí mismo. Y él dijo ‘en efecto, Dios, Tú eres justo en todo lo que has traído a mi vida. Y
ahí comienza la confesión, cuando comienzo a reconocer que el pecado es mi culpa.

Ahora permítame llevarlo paso más adelante. Si usted realmente va a crecer espiritualmente
usted debe confesar su pecado para la gloria de Dios. Eso significa, en primer lugar, que lo ve
como su pecado. En segundo lugar, usted lo reconoce como pecado, lo reconoce como tal.
Este es mi problema y sé que eso es pecaminoso y esta es una ofrenda contra Tú naturaleza
divina. Génesis 41:9: “Entonces el jefe de los coperos habló a Faraón, diciendo: ‘Me acuerdo
hoy de mis faltas.’”. Génesis 44:16: “Entonces dijo Judá: ‘¿Qué diremos a mi señor? ¿Qué
hablaremos, o con qué nos justificaremos? Dios ha hallado la maldad de tus siervos…’” Ese
es el fin de la conversación. Primera de Samuel 15:24: “Entonces Saúl dijo a Samuel: ‘Yo he
pecado; pues he quebrantado el mandamiento de Jehová…” Segunda de Samuel 12:13:
“Entonces dijo David a Natán: ‘Pequé contra Jehová.’” Daniel 9:20, Daniel, el buen Daniel,
piadoso, dice: “Aún estaba hablando y orando, y confesando mi pecado…” Lucas 5:8: “Viendo
esto Simón Pedro, cayó de rodillas ante Jesús, diciendo: ‘Apártate de mí, Señor, porque soy
hombre pecador.” Lucas 18: 13: “Mas el publicano, estando lejos, no quería ni aun alzar los
ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: Dios, sé propicio a mí, pecador.”
Entonces, como puede ver, la confesión de pecado es reconocer que es su problema y es
pecado. Es pecado. Y realmente creo que eso es tan básico para el crecimiento espiritual
porque ahí es en donde usted está enfrentando lo que lo retiene, lo que evita que usted
crezca.

Ahora, permítame añadir algo. La palabra confesar en el griego en el Nuevo Testamento es la


palabra homologeo. Lo veo, de la cual obtenemos logo, significa hablar. Hablamos acerca de
lógica, eso significa una discusión de lo principal. Lógico, hablar, es parte de la palabra. La
otra parte es homo. Cuando decimos que algo es homogéneo o hay que homogeneizar algo,

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queremos decir que es lo mismo. Es lo mismo. Y eso es exactamente lo que la palabra
significa, decir lo mismo. Confesar su pecado, ahora observe esto, no es rogar porque sea
perdonado; simplemente es decir lo mismo acerca de su pecado que Dios está diciendo. ¿Y
qué es lo que Él está diciendo? Es pecado y es tu culpa. ¿Se da cuenta? La confesión no es
un ruego y un ruego por perdón. Es estar de acuerdo con Dios de que su pecado es su
pecado. Eso es todo. Y es muy básico. Cuando yo confieso mi pecado no estoy diciendo ‘oh
Dios, por favor perdóname, te ruego que me perdones, quiero que me perdones’, como solían
decir en algún tipo de reuniones de avivamiento, ‘órelo armaran el, órelo, siga tocando la
puerta y Dios perdonará’. No, no, no. Cuando usted se convirtió en cristiano, ¿cuánto de su
pecado perdono Él? Bueno, la Biblia dice que Él ha perdonado todas sus transgresiones por
causa de Su Nombre, Primera de Juan 2, ¿se da cuenta? Alguien me dice que bueno, que
este fue el pecado en el futuro. Escuche, cuando Cristo murió, todo su pecado fue futuro.
Todo su pecado es perdonado. La confesión no es un tema de perdón, es un tema de estar de
acuerdo con Dios en que usted es pecador y está dispuesto a enfrentar a ese pecado en su
vida. Ya ha sido perdonado. Jesús ya pagó la paga de todo mi pecado, no tiene que volver a
ser pagado. En Efesios, capítulo 4, versículo 32, ese maravilloso versículo dice: “Antes sed
benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os
perdonó a vosotros en Cristo.” Tiempo pasado. Ya es perdonado. Usted no está rogando
perdón. El perdón ya está ahí. Simplemente lo aceptamos. Lo que estamos haciendo es estar
de acuerdo con Dios en que tenemos la culpa.

Ahora, Primera de Juan 1:9 dice -y lo voy a parafrasear- que si somos los que estamos
confesando nuestros pecados, Él es el que es fiel y justo para perdonar nuestros pecados. Y
lo que él está haciendo ahí es caracterizar a un cristiano. Tiene que entender que el
argumento completo de Primera Juan -y si usted toma el curso de primera de Juan
entraremos en esos detalles. Pero el argumento entero de Primera de Juan es la diferencia
entre un cristiano y un no cristiano. Y un no cristiano hace esto: él niega su pecado. Primera
de Juan 1:8 y10. Juan dice: “Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros
mismos, y la verdad no está en nosotros. Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo
para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad. Si decimos que no hemos
pecado, le hacemos a él mentiroso, y su palabra no está en nosotros.” Eso es típico del
hombre no regenerado. Él niega su pecado. Somos los que estamos confesando. Es

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característico de un creyente verdadero estar de acuerdo con Dios por su pecado, esto es: el
pecado es contra Dios, y esa es su culpa. La gente dice ¿estás seguro? ¿No cree usted que
tenemos que en cierta manera lidiar con el pecado cuando nos salvamos y nunca más?

Escuche, ¿fue usted salvo por fe? Sí. Bueno, entonces ¿dónde terminó la fe? Usted dijo
bueno, ahora soy salvo por fe. De aquí en adelante vivo por vista. No, no. Usted fue salvo por
fe y usted continúa por fe. Fue salvo en una confesión de pecado y continúa confesando
pecado en su vida. La marca de un cristiano es una vida constante de fe. La marca de un
cristiano es una vida constante de amor. Eso es lo que dice Primera de Juan dice. La marca
de un cristiano es una vida constante de obediencia. La marca de un cristiano es la vida
constante de separación del mundo. La marca del cristiano es la vida constante de instrucción
en manos del Espíritu Santo en lugar de la sabiduría del mundo. Y otra marca de un cristiano
es una disposición constante y apertura a confesar el pecado. De tal manera, que un cristiano
se caracteriza por ser alguien que confiesa el pecado. Ahora, hay varios grados del mismo,
eso varía. Algunas veces no hacemos una confesión tan completa como debiéramos. Pero
cualquier verdadero creyente tarde o temprano reconocerá su pecado. Eso es primera de
Juan 1:9.

Permítame decirle que cuando usted está diciendo eso fiel y honestamente y de manera
objetiva ante Dios, usted se encontrará a sí mismo en el proceso de crecimiento. Cuando
usted no enfrente su pecado y no lo admite y lo enfrenta y lo trae delante de Dios, usted no
crecerá porque no está listo para soltarlo. Ésa es la clave. Ésa es la razón por la que digo que
no hay cosas tales como la confesión verdadera sin arrepentimiento. Yo me puedo acordar en
mi vida cuando decía ‘Señor, siento tanto estos pecados y te doy gracias porque ya me
perdonaste’. Y eso es todo lo que decía. Y llegué a un punto clave en mi vida cuando
comencé a decir esto: “Señor, gracias por perdonar esos pecados, sé que no te agradaron a
Ti y nunca los quiero volver a cometer.’

Ahora, algunas veces no decimos eso porque queremos volverlos a hacer. Sólo queremos
cubrir el pasado, pero no queremos eliminar el futuro. En ciertas maneras, nos gustan. Y
entonces, lo que estoy diciendo es que esto muestra una falta de madurez espiritual. Cuando
usted enfrenta su pecado, usted reconoce que es suyo y que es contra Dios, usted lo admite y

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se arrepiente. Ese es el corazón, la médula de la verdadera confesión del pecado. Ahora, he
pasado algo de tiempo en esto porque creo que esto es algo muy básico. Aquí estamos
tratando de crecer, y lo que nos retrasa en el crecimiento es el pecado. Aquí estamos tratando
de glorificar a Dios. Si hay algo en el universo que no glorifica a Dios, ¿qué es? El pecado. Y
por ejemplo, si yo he visto la iniquidad en mi corazón, entonces el Señor ni siquiera me va a
¿qué? A oír. No puedo crecer espiritualmente, ni siquiera puedo tener comunión con Dios si
estoy albergando pecado. Entonces, en mi vida debe haber confesión de pecado. Y yo creo
que esto es tan básico. Y conforme usted y yo estamos involucrados en enfrentar la realidad
de nuestro pecado y confesándolo, liberamos a Dios de cualquier impunidad si Él quiere
disciplinarlos, lo aceptamos. Y no decimos ‘bueno, Dios, Tú sabes que de verdad me haces la
vida difícil, ¿por qué me das la parte sucia de la vara?’ Usted sabe y a veces, usted debería
examinar su vida. Usted quizás ésta recibiendo exactamente lo que merece y debe estar
dispuesto a aceptarlo. Entonces, como creyentes, si vamos a crecer, debemos estar
enfrentando aquello que retrasa nuestro crecimiento; y lo que retrasa nuestro crecimiento es
el pecado.

Permítame hacerlo tan práctico como puedo. En algún punto de su vida de oración, como
cuestión de rutina, como cuestión de constancia, debe haber confesión de pecado. Y debe
haber un enfrentamiento abierto y honesto con el pecado y una disposición a aceptar
cualquier tipo de disciplina que Dios traiga porque así es como Él lo mantiene a usted de
volverlo a hacer. A los padres les digo continuamente que si no hay consecuencias por la
mala conducta de sus hijos, sus hijos van a continuar conduciéndose de manera equivocada.
En mi propia vida he dicho esto, inclusive al Señor. Señor, si necesito disciplina para ser
conformado a ti, entonces disciplíname. ¿Se da cuenta? Porque no quiero continuar por el
mismo camino todo el tiempo.

Pero Dios ha colocado en nosotros un sistema de culpabilidad. Y es bueno. Si usted no


sintiera ninguna culpabilidad, estaría viviendo su vida espiritual como la vida física en la que
no sentiría dolor alguno. ¿Se puede imaginar tratar de vivir físicamente en donde usted no
sintiera dolor? Quizás le interesará conocer una simple ilustración. Estudios recientes han
mostrado que la lepra, que es una enfermedad tan terrible, es muy diferente de lo que
originalmente pensaban que era. Ellos pensaban originalmente que la lepra era una

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enfermedad que carcomía la carne, que carcomía el rostro, la nariz, los dedos, el cuerpo. Pero
en estudios recientes descubrieron, y pueden leer acerca de esto en este útil libro de Phil
Yancey, ¿Dónde estás Tú Dios cuando duele? Pero en estos estudios descubrieron que el
problema con la lepra es este: la lepra duerme las extremidades y la gente entonces al no
sentir dolor alguno, se las quita. Hicieron un estudio por ejemplo con un hombre, que usó unos
zapatos que le apretaban y perdió todos sus dedos de una manera grotesca. Supusieron que
era la manera en la que la lepra comía la carne, así como sucedió con otras partes del cuerpo.
Pero lo que pasó es que la fricción de los dedos contra el zapato hizo que sus pies, sus
dedos, se fueran desgastando pero nunca sintió nada. Un leproso que tiene un problema con
su nariz que le irrita va a rascarse y rascarse y rascarse la nariz. Y termina arrancándose la
nariz. Y literalmente no es la lepra que quita la nariz, literalmente se rasca y no sabe que lo
está haciendo, porque no siente nada.

Ahora Dios, ha colocado en nosotros un sistema de dolor. En la lepra se pierde y se lleva a


cabo la destrucción. Ahora, en su vida espiritual Dios ha colocado la culpabilidad. La
culpabilidad es una pequeña campana o un timbre que se prende cuando usted peca.
Entonces, debe llevarlo de manera inmediata al punto de la confesión, en donde hay pecado y
usted siente la culpabilidad y percibe la realidad. Y ése es el modo en el que Dios dice que
esto es dolor para tu alma. Y en ese punto, usted lo confronta. Usted dice ‘Dios, sé que es
pecado, sé que es en contra de Ti. Reconozco que es mi culpa, no quiero volverlo hacer,
dame la fuerza para caminar por otro camino.’ Ahora, conforme usted viva así, usted
descubrirá en usted un tremendo patrón de crecimiento espiritual. Y francamente, nunca va a
crecer de manera espiritual hasta que comience a enfrentar las cosas que detienen su
crecimiento, que retrasan su madurez.

¿Qué hemos aprendido hasta ahora? El crecimiento espiritual es un proceso de dar gloria a
Dios. A medida que vivimos en el marco de darle la gloria, crecemos. Eso significa confesar a
Jesús como Señor. Eso significa a apuntar mi vida hacia Su gloria sin importar lo que me
cueste, sufrir cuando Él sufre y estar satisfecho porque otros que hacen lo mismo que yo, sólo
que lo hacen mejor, estén por encima de mí. Y después, finalmente, para la primera parte de
nuestro estudio, significa que estoy dispuesto a reconocer mi pecado de tal manera que
cuando Dios pueda traer algo a mi vida, Él simplemente lo hace, porque he pecado y Él es

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Santo y justo en Su reacción. Y en estas condiciones, con este marco, comenzaremos a
crecer espiritualmente.

Ahora, créalo o no, sólo hemos cubierto tres de una docena de claves para el crecimiento
espiritual. Las últimas nueve no serán tan extensas como las primeras tres, pero éstas fueron
elementales. Démosle gracias al Señor por nuestro estudio.

Padre, te damos gracias por el tiempo que hemos compartido en esta lección y oramos
porque este cimiento, estas claves nos ayuden y puedan ser tomadas por nuestras manos
para abrir los tesoros de Tu bendición sobre aquellos que son maduros. Ayúdanos conforme
avanzamos también en nuestro estudio, en el nombre de Cristo. Amén.

Disponible sobre el Internet en: www.gracia.org


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