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1
Citamos siempre, utilizando las siglas ya convencionales, por la 5.ª edi-
ción de SAN JUAN DE LA CRUZ, Obras completas, Madrid: Editorial de Espiritua-
lidad, 1993.
2
A. TORRES QUEIRUGA, «La imagen de Dios en la nueva situación cultural»,
en Selecciones de Teología, 170 (2004), p. 111.
3
Cf. 2S 13,4.
4
Cf. 2S 12,6.
5
Cf. 1N 10,5; 1N 9,6; 1N 9,8…
LA «ATENCIÓN AMOROSA» EN CLAVE DE PRESENCIA 255
6
Cf. CRISÓGONO DE JESÚS SACRAMENTADO, San Juan de la Cruz. Su obra
científica, Ávila: Mensajero de Santa Teresa y de San Juan de la Cruz, 1929,
p. 40.
7
Cf. 2S 13,4; 2S 13,6; 2S 13,7; 2S 14,2; 2S 14,6; 2S 14,10; 2S 14,11; 2S
14,12; 2S 14,14; 2S 15,1; 2S 24,4; 3S 33,5; 2N 9,5; 2N 10,1; 2N 18,5; L 3,32;
L 3,34; L 3,43...
8
Cf. D 81 y 87; 2S 12,8; 2S 14,6; 2S 15,5; 1N 10,4; l 3,33; l 3,34; l 3,35...
256 JUAN ANTONIO MARCOS
obra maestra. Así pues, mantente tranquilo» 17. San Juan de la Cruz
habla de ponerse en silencio y escucha, en soledad y ociosidad
interior y olvido. Y es como si en esta experiencia de oración con-
templativa o atención amorosa, se evaporasen nuestros propios pen-
samientos.
Finalmente, en cuanto noticia «oscura», nuestro entendimiento,
nuestra mente, no puede percibirla, verla, aprehenderla. Y cuanto
más «pura y sencilla y perfecta y más espiritual e interior» (2S
14,8), menos la echa de ver y la entiende el entendimiento. Piénsese
que, en sentido metafórico, NO ENTENDER ES NO VER (de ahí expresio-
nes como no lo veo claro o es una materia oscura). Ahora la luz de
nuestro entendimiento ya no nos ilumina, y ha sido sustituida por la
oscura luz espiritual de contemplación 18. Nos situamos así en la
ausencia del pensamiento conceptual. Es el encuentro con Dios no
ya desde la meditación, el discurso o las palabras, sino desde la
atención o la advertencia o la noticia amorosa.
19
Diccionario de Autoridades. Edición facsímil, Madrid: Gredos, 1990,
s.v. ADVERTENCIA.
260 JUAN ANTONIO MARCOS
amorosa es ante todo obra de Dios. De ahí que una de sus notas más
reiteradas por San Juan sea el carácter de pasividad: la cual noticia
amorosa se recibe pasivamente en el alma (cf. L 3,34). Es Dios el
que «da» y el hombre quien «recibe»: Dios, en el modo de «dar»,
trata con el hombre con noticia sencilla amorosa, y también el
hombre trata con Dios en el modo de «recibir» con noticia o adver-
tencia sencilla y amorosa, para que así se junte noticia con noticia
y amor con amor (cf. L 3,34).
Y si es Dios el que anda poniendo en el alma sabiduría y no-
ticia amorosa, entonces, por nuestra parte sólo nos compete andar
con advertencia amorosa a Dios, pasivamente, con la advertencia
amorosa simple y sencilla, como quien abre los ojos con adverten-
cia de amor (cf. L 3,33). Abrir los ojos con advertencia de amor...,
sin más, para hacernos conscientes del amor resucitador de Dios, de
la fuerza de su presencia sanadora. La «noticia» viene siempre de la
parte de Dios; la «advertencia» de dicha noticia de amor (el «caer
en la cuenta») estará siempre de la parte del hombre.
Ese «abrir los ojos» o «caer en la cuenta» hace que la vida toda
se llene de gozosa gratuidad, y que brote una nueva confianza en
Dios. Confianza que «consiste de manera sumamente elemental en
gozarse de la propia existencia. [...] Un hombre que no se goza por
la existencia que se le ha concedido graciosamente, no es «per de-
finitionem» un cristiano» 22. Y es que el anhelo de mística presente
en nuestra cultura moderna y técnica apunta precisamente en la di-
rección de la pura gratuidad de Dios. Dios no es necesario. No entra
en la categoría de lo que necesitamos, sino de lo que anhelamos y
amamos: la pura gratuidad –como cuando alguien nos regala un
ramo de flores y respondemos francamente: «No hacía falta que te
molestaras». Y sin embargo, ésta es la riqueza auténtica de la vida.
El lujo del regalo no necesario de un ramo de flores 23.
Es esta dimensión de gratuidad la que nos permite afirmar que
la experiencia mística es, en ultimidad, una experiencia meta-ética.
22
E. JÜNGEL, El evangelio de la justificación del impío como centro de la
fe cristiana. Estudio teológico en perspectiva ecuménica, Salamanca: Sígueme,
2004, págs. 305-9.
23
Cf. E. SCHILLEBEECKX, Los hombres relato de Dios, Salamanca: Sígueme,
1994, pp. 116-7.
262 JUAN ANTONIO MARCOS
24
«Porque eso me da que una ave esté asida a un hilo delgado que a uno
grueso, porque, aunque sea delgado, tan asida se estará a él como al grueso, en
tanto que no le quebrare para volar. [...] Y así es el alma que tiene asimiento
en alguna cosa, que, aunque más virtud tenga, no llegará a la libertad de la
divina unión» (1S 11,4).
25
E. SCHILLEBEECKX, Los hombres relato de Dios, o.c., p. 119.
LA «ATENCIÓN AMOROSA» EN CLAVE DE PRESENCIA 263
Para que esta noticia amorosa funcione también como una ver-
dadera ecología de interiores, San Juan de la Cruz nos invita a vivir
el «olvido» como terapia. La amnesia como experiencia de sanación
y limpieza interior frente a los residuos contaminantes y contamina-
dos de la memoria. Y por eso insiste en la importancia de «aniquilar
en olvido» (3S 4,1). Y «aniquilar» significa destruir, arruinar, re-
ducir a la nada. «No hacer archivo ni presa», «dejar olvidar», «per-
der en olvido», son algunas de las expresiones con las que San Juan
de la Cruz insiste machaconamente en la importancia del olvido.
Eso sí, se trata de un olvido entendido siempre como terapia, como
puro medio (nunca fin en sí) para curar al psiquismo humano de las
malas pasadas que le juega la memoria 26. Olvido que siempre ha de
ir unido al perdón.
Piénsese que las palabras «rancio» y «rencor», poseen, en cas-
tellano, un origen y significado similar. Y como es sabido, «rancio»
no significa otra cosa que «amargo»: es lo que ocurre con ciertos
comestibles que con el paso del tiempo se echan a perder por guar-
darlos demasiado (v. g., el «tocino»). También nosotros cuando
«guardamos rencor» terminamos por «echarnos a perder», en cierta
manera nos pudrimos interiormente y vivimos amargados. Por eso,
perdonar y olvidar (en contra del dicho popular «yo perdono pero no
olvido») es la única forma de mantener limpio nuestro espacio in-
terior frente a los viejos recuerdos negativos del pasado, esos resi-
duos tóxicos que contaminan nuestra memoria, y que sólo el perdón
y el olvido pueden contribuir a depurar.
El perdón y el olvido poseen un carácter activo, y contribuyen
a mantener limpio nuestro espacio interior. Pero la noticia o asisten-
cia 27 en Dios (2S 14,6) en verdad sólo sana nuestro interior y limpia
nuestro corazón en su dimensión pasiva. Y esto sucede cuando se
queda el alma como en un olvido grande. Y la causa de este olvido
es la sencillez de esta noticia [o «advertencia amorosa en general
26
Cf. A. BORD, Mémoire et espérance chez Jean de la Croix, Paris: Beau-
chesne, 1971, p. 155 y 165.
27
Y «asistencia» es sinónimo de «presencia» según Covarrubias.
264 JUAN ANTONIO MARCOS
la fuerza que nos permite depurar todos los residuos que estaban
contaminando nuestra memoria, nuestro propio interior, nuestra vida.
Y es que todos tenemos viejos rencores que no resultan nada
fáciles de superar. Viejas heridas que siguen supurando a pesar de
nuestro esfuerzo personal por perdonar y olvidar. Heridas aparente-
mente cerradas, pero muchas veces sólo cerradas en falso. Heridas
que sólo Dios puede curarnos con su amor. Pues allí donde el es-
fuerzo humano resulta inútil frente a los viejos rencores del pasado,
será la noche en su dimensión de terapia pasiva quien podrá sanar-
nos. Es decir, sólo el Dios-médico puede ponernos ese drenaje tan
necesario para limpiar y sanear viejas heridas de antaño. Es Dios el
único que, a través de la «advertencia amorosa», puede sanar nues-
tras heridas más profundas y liberarnos así de nuestros rencores.
La atención amorosa pasa, además, por la «atención a lo inte-
rior», como nos recuerda la famosa redondilla sanjuanista 32. Es de-
cir, por cuidar nuestro espacio interior, mantenerlo limpio, limpio el
corazón, limpia la mirada. Y porque el «limpio» de corazón, al decir
de San Juan de la Cruz, en todas las cosas halla noticia de Dios (2S
26,6). La vida cotidiana (ese todas las cosas) convertida así en lugar
privilegiado de la presencia de Dios 33. Cada cosa y cada momento,
vivido como momento de Dios: trabajar, pasear, orar, comer, hacer
el amor o lavarse las manos...
Cuando cada momento de la vida cotidiana es momento de Dios,
se aprende también a saborear el vino, el pan y la amistad de una
manera nueva. Y con ello, se aprende también a disfrutar de cada
instante de la vida con el respeto y la escucha silenciosa del feliz
momento que transcurre. Porque Dios siempre está detrás. Vivimos
habitados. Y cuando nos damos cuenta de ello, comenzamos a per-
cibir la densidad del momento, la densidad del ahora, más allá de los
recuerdos negativos del pasado o de los miedos paralizantes del
32
Olvido de lo criado / memoria del Criador / atención a lo interior / y
estarse amando al Amado.
33
«Dios, como creador que lo determina todo, está inmediatamente presen-
te en toda realidad y en ella a cada sujeto. Puede ser difícil descubrirlo, pero
una vez descubierto, nada se interpone entre Él y nosotros: ninguna otra rea-
lidad puede igualar la inmediatez de su presencia» (A. TORRES QUEIRUGA, «La
experiencia de Dios: posibilidad, estructura, verificabilidad», en Pensamiento,
55 (1999), p. 62).
266 JUAN ANTONIO MARCOS
35
«Beliefs are expressions of faith and as such are distinct from faith. […]
Beliefs may change while faith at its deepest level remains constant, even as
it is modified. Without some such distinction, theology that is both faithful to
a historical norm and free to become inculturated in a variety of historical
forms would be impossible» (HAIGHT, R., Jesus Symbol of God, New York:
Orbis Books, 2002, p. 5).
36
Cf. E. SCHILLEBEECKX, Jesús. La historia de un viviente, Madrid: Cris-
tiandad, 1983, p. 140.
268 JUAN ANTONIO MARCOS
42
A. TORRES QUEIRUGA, Repensar la resurrección. La diferencia cristiana
en la continuidad de las religiones y de la cultura, Madrid: Trota, 2003, p. 101.
43
Ib., p. 312.
44
Cf. L 1,12.
45
A. TORRES QUEIRUGA, Repensar la resurrección, o.c., p. 326.
46
Que no tiemble vuestro corazón, tan solo creed en mí (Jn 14,1).
272 JUAN ANTONIO MARCOS
50
Cf. E. SCHILLEBEECKX, Los hombres relato de Dios, o.c., p. 120.
51
Cf. E. SCHILLEBEECKX, En torno al problema de Jesús. Claves de una
cristología, Madrid: Cristiandad, 1983, p. 158.
274 JUAN ANTONIO MARCOS
pasado Dios por nuestra vida en ese día» (cómo pasa cada día),
porque sin duda alguna, él «ha pasado», «está pasando» siempre. La
cuestión está en saber si nosotros hemos tenido «ojos» para verlo,
o si hemos tenido «oídos» para escucharlo en la oración, en el silen-
cio, en el trabajo, en la calle, en la comida, en los otros...
Dios siempre ha estado y estará presente en nuestras vidas. Iría
en contra de su naturaleza, que sólo está hecha de amor (según las
palabras de San Juan Dios es amor 63) la mera posibilidad de que
Dios pudiera dejar solo a cualquiera de sus hijas e hijos. Y para él,
todos somos sus hijos bienamados 64. Iría en contra de su naturaleza,
que está hecha de fidelidad (y según las palabras de San Pablo
aunque nosotros seamos infieles, él permanece fiel 65) el no perma-
necer a nuestro lado incluso en medio de nuestras infidelidades. Y
es que en realidad, no está lejos de cada uno de nosotros, puesto
que en él vivimos, nos movemos y existimos (Hech 17,28).
Dicen que hay que guardar silencio (para escuchar a Dios —en
la oración—, digamos), pero es sólo para caer en la cuenta de que
en verdad es el silencio de Dios el que nos guarda. Y en silencio
paciente y amoroso, sin querer nunca interrumpirnos, Dios nos está
escuchando desde siempre, y nos invita cotidianamente a que le
contemos nuestra vida. La oración contemplativa es algo así como
un diálogo en el que participan intensamente dos interlocutores,
pero en el que uno de ellos, Dios, estando en plena actividad, pa-
rece, sin embargo, que calla 66:
Todos sabemos que callar es parte del diálogo humano. Ahora
bien, ¿cómo encaja esto en el diálogo entre el hombre y Dios?, ¿qué
es una vida humana —a lo sumo 70, 90 años— ante la eternidad de
Dios? Una partícula en su vida divina; un suspiro, un momento en
el que somos capaces de decir unas pocas palabras a Dios, que
escucha. Por ello, Dios calla y está en silencio durante nuestra vida
63
1Jn 4,8.
64
Las mismas palabras que el evangelista Juan pone en boca de Jesús («Yo
no estoy solo. El Padre está siempre conmigo»), las podemos poner también en
la boca y en los labios, en la mente y en el corazón de cada uno de nosotros
(cf. Jn 8,16).
65
...porque no puede negarse a sí mismo (2Tim 2,13). Sólo Dios es leal
(Rom 3,4b).
66
Cf. E. SCHILLEBEECKX, Los hombres relato de Dios, o.c., p. 120.
278 JUAN ANTONIO MARCOS