Você está na página 1de 50

Dr.

Jorge Salvador Lucena Jiménez


Dr. Miguel Álvarez Blanco
Servicio de C. Ortopédica y Traumatología
H. R. U. Carlos Haya
Málaga
INTRODUCCION

La patología traumatológica, supone un alto porcentaje de las asistencias en el


área de urgencias de cualquier hospital. A su vez, la mayoría de estos pacientes van a
necesitar de algún tipo de inmovilización rígida o elástica, provisional o definitiva. Así,
pues, se colocan un gran número de vendajes, férulas y yesos cada día.

Pero no solo nos enfrentaremos a estas inmovilizaciones en el área de urgencias.


Muchos de estos pacientes van a ser seguidos en el ámbito de la atención primaria,
donde en ocasiones deberán ser retiradas. Además con cierta frecuencia, pacientes con
inmovilizaciones serán ingresados por servicios distintos al de C. Ortopédica y
Traumatología. Por consiguiente, podemos enfrentarnos a pacientes inmovilizados en la
práctica totalidad de los ámbitos sanitarios.

Estas técnicas exigen cierto grado de adiestramiento para su correcta realización,


ya que de ello va a depender en gran medida el éxito del tratamiento y la posterior
recuperación funcional del paciente. Así, pues, debemos ser exigentes en cuanto a la
realización de una inmovilización rígida, elástica, o de cualquier tipo de vendaje. Una
mala técnica puede conducir a un mal resultado final, pero además tiende a aumentar la
demanda asistencial, por molestias, dolor y otras complicaciones mas serias.

El yeso es sulfato cálcico, y se encuentra como tal en la naturaleza, pudiendo


extraerse de explotaciones mineras. Hoy en día, se utiliza en la práctica clínica
impregnando vendas de algodón entrelazado, lo cual permite su fácil manejo y evita que
se pierda la masa de yeso.

La venda enyesada debe hidratarse para que posteriormente, al secarse, fragüe y


adquiera consistencia sólida. Generalmente, se recomienda usar agua tibia (25-35º), y
sumergir la venda enyesada ladeándola oblicuamente hasta que cese el burbujeo, que
suele durar unos 4-5 segundos. Debemos sujetar el extremo libre con la otra mano, para
que no se “pierda” yeso al humedecerlo.

Posteriormente se exprime la venda, eliminando el sobrante de agua, apretándola


suavemente por ambos lados, si repetimos este movimiento en exceso, o lo hacemos
demasiado fuerte, se perderá gran parte del yeso, y el escayolado no conseguiría la
consistencia adecuada.

En el caso de férulas, una vez se saca del agua, se alisará cuidadosa y


rápidamente, comprimiéndose las capas para extraerse las burbujas.

El tiempo de fraguado varía según el tipo de yeso utilizado, así como de la


temperatura del agua (a mayor temperatura, más rápido el fraguado). Además puede
enlentecerse el fraguado añadiendo bórax al agua.
Un carrito de yesos debería contener:
- Materiales protectores, vendas tubulares de maya de algodón, fieltro,
etc.
- Vendas de yeso de distintos tamaños.
- Tijeras de yeso.
- Cizallas de yeso.
- Dobladores de yeso.
- Cuchillos de yeso.
- Lápiz señalador.
- Vendas de algodón de distintos tamaños.
- Cortador de yeso manual y sierra oscilante.
- Esparadrapo.
- Baldes de agua (mínimo 2).
- Vendas de Crepé.
- Vendas de papel.
- Material para lavar.

Las principales indicaciones del uso de los vendajes escayolados son:


- La inmovilización de fracturas y el apoyo a fracturas tratadas
quirúrgicamente.
- La inmovilización de huesos enfermos y articulaciones.
- La corrección de deformidades óseas.
- La prevención de deformidades.
- La confección de moldes negativos, y por último,
- La inmovilización en el tratamiento de quemaduras y lesiones de
tejidos blandos.
Dr. Jorge Salvador Lucena Jiménez
Dr. Miguel Álvarez Blanco
Servicio de C. Ortopédica y Traumatología
H. R. U. Carlos Haya
Málaga

CONSIDERACIONES GENERALES

Generalidades en la colocación de férulas y yesos

El primer paso siempre consistirá en revisar la piel que va a ser cubierta,


descartando lesiones y tratando éstas si aparecen. Se debe retirar todo material extraño
que se encuentre (anillos, pulseras, etc.). También debe retirarse cualquier esmalte de
uñas que encontremos, con el fin de poder valorar adecuadamente el relleno capilar.

Posteriormente se procederá al algodonado mediante vendaje circular con


vendas de algodón de la zona, prestando especial atención a la buena cobertura de
relieves óseos. Después se aplicará un vendaje de papel, que mantendrá el algodón en su
posición adecuada durante el resto del proceso y lo aislará del yeso mojado.

A continuación, se aplicará la venda enyesada, ya sea yeso circular o férula, en


la posición adecuada. Las vendas de yeso o la férula realizada, deben sumergirse en
agua hasta que dejen de aparecer burbujas de aire; a continuación se escurrirán más o
menos, según las preferencias del sanitario y las necesidades puntuales del caso en
concreto.

La férula de yeso consiste en una lámina, formada por varias capas de venda
enyesada, que cubre parcialmente la circunferencia de una región anatómica, quedando
sujeta a la misma por un vendaje elástico.
Generalidades en la colocación de vendajes algodonados

Primero se debe revisar la piel que va a ser cubierta, descartando lesiones y


tratando éstas si aparecen. Se debe retirar todo material extraño que se encuentre
(anillos, pulseras, etc.). También debe retirarse cualquier esmalte de uñas que
encontremos, con el fin de poder valorar adecuadamente el relleno capilar.

Se colocará un vendaje circular de algodón y sobre éste el vendaje con crepé o


venda elástica, dando una ligera tensión, ni muy prieto ni muy floja cada vuelta, y se
pondrá de distal a proximal, para “exprimir” el sistema venoso.

Los vendajes, al igual que los yesos, deben colocarse hasta la raíz de los dedos,
para evitar el edema de ventana, y ser homogéneos en espesor y tensión en todo el
vendaje.

Consideraciones de férulas o yesos concretos

Yesos y férulas braquiales: En el algodonado se debe almohadillar bien la


estiloides del radio y cúbito y la región olecraniana.

En cuanto a la colocación, deben llegar bastante altos en su zona proximal


(axila-hombro). Se debe prestar atención a que no produzcan lesiones cutáneas en la
región axilar, y se evitará que los bordes queden “afilados”.
Distalmente debe llegar a la raíz de los dedos, siendo más corto en la cara
palmar para permitir la flexión completa de los mismos, y en el primer dedo, cubrirá
bien la eminencia ténar. Todo ello con el fin de evitar edemas de ventana.

El codo debe quedar en flexión de 90º, y el antebrazo puede colocarse en


pronación, supinación o prono-supinación media, según el tipo de fractura. La muñeca
se colocará en ligera flexión dorsal. En el caso de férulas braquiales, el doblez del codo
debe recortarse y superponerse, en lugar de arrugarse sobre sí mismo.
Yesos y férulas antebraquiales: Respecto al algodonado, insistir en la protección de
las estiloides radial y cubital.

Proximalmente debe llegar casi hasta la punta del olécranon por la cara
posterior, siendo más corto en la cara anterior para permitir la flexión del codo y
distalmente, igual que en las braquiales.

La muñeca debe quedar en ligera flexión dorsal en general, aunque si se


pretende mantener la reducción de una fractura, esta posición puede cambiar. En el caso
de parálisis radiales debe colocarse en una dorsiflexión mas acentuada.

Yesos y férulas prolongadas a dedos: Los dedos se inmovilizan en semiflexión, con


objeto de evitar rotación en la fractura y de conseguir una posición funcional en caso de
que aparezca una rigidez permanente.

Yeso y férula “de escafoides”: Similar al antebraquial, pero con prolongación al


primer dedo, hasta articulación interfalángica, que puede quedar libre. La posición será
“como coger un vaso”, con la muñeca en ligera flexión dorsal y el primer dedo en
semioposición.

Yesos y férulas inguinopédicas: Se debe tener especial cuidado en almohadillar bien


el relieve de los maleolos tibial y peroneal, así como la región del talón.

Proximalmente deben llegar bastante altos (tanto como permita un aseo


aceptable del paciente) y distalmente llegarán a la raíz de los dedos, para evitar la
aparición de edema de ventana.
Generalmente la rodilla permanecerá en flexión de 10-15º, y el tobillo en ángulo
recto. En el caso de férulas, el doblez del tobillo debe recortarse y superponerse, en
lugar de arrugarse sobre sí mismo.

Se debe proteger bien y no comprimir la zona del cuello del peroné, región en la
que el nervio ciático poplíteo externo queda muy superficial y poco protegido. Se corre
el riesgo de producir paresia e incluso parálisis del mismo.
Si el paciente aqueja dolor continuo en el talón, se recomienda retirar la
inmovilización (si es posible) o recortar la misma y explorar la piel para descartar
lesiones cutáneas que pueden llegar a ser serias.

Yesos y férulas suropédicas: Se debe almohadillar bien el relieve de los maleolos


tibial y peroneal, así como la región del talón.

Proximalmente se debe llegar tan arriba como sea posible permitiendo la flexión
de la rodilla por la cara posterior; en las botas de yeso, por la región anterior se llegará
hasta el polo inferior de rótula. Distalmente, llegar hasta la raíz de dedos, y
generalmente se coloca plantilla de yeso para evitar la retracción en flexión de los
dedos. El tobillo generalmente se inmoviliza a 90º, pero puede convenir colocarlo en
equino en determinadas lesiones.

En el caso de férulas, el doblez del tobillo debe recortarse y superponerse, en


lugar de arrugarse sobre sí mismo.

Calza de Böhler: Yeso inguinomaleolar (también válido para férulas


inguinomaleolares). Se debe algodonar bien la zona del tobillo (es conveniente utilizar
foam adhesivo) para dejar libre la dorsiflexión del tobillo y moldear bien la rótula y
tendón rotuliano. Generalmente la rodilla de deja en extensión (pero no en extensión
forzada o hiperextensión).

Principales complicaciones relacionadas con yesos y férulas


Síndrome compartimental: Una de las complicaciones más temidas, consiste en un
aumento de la presión en una celda fascial de un miembro, lo cual provoca una
disminución de la presión de perfusión capilar, comprometiendo la viabilidad de los
tejidos de dicha celda, y en primer lugar y de manera fundamental, al tejido nervioso lo
que se debe, como es lógico, a una disminución de la distensibilidad del compartimento (al
colocar yesos cerrados, por ejemplo) y/o a importante aumento del contenido del mismo
(por ejemplo en sangrados o edemas por fracturas).
La afectación isquémica del tejido nervioso dará lugar a los síntomas más precoces
del síndrome compartimental: El dolor exagerado y las parestesias, seguidas (si no se evita
el aumento de la presión) de paresias y parálisis. Si se produce necrosis muscular por
isquemia (el músculo es más resistente a ésta que los nervios) el tejido necrosado se
sustituirá por tejido fibroso, provocándose una contractura que será permanente.

La clínica consistirá en: Dolor que aumenta con la extensión pasiva, tensión,
hinchazón, alteraciones sensitivas, disminución de la motilidad, cianosis, y disminución
del pulso de la arteria principal. La ausencia o disminución del pulso será un hallazgo
tardío. Por ello, la presencia de un pulso distal normal no descarta la presencia de
un síndrome compartimental.

El diagnóstico debe ser clínico, de sospecha. Generalmente no se realizan


mediciones de la presión intracompartimental, y ante una sospecha clínica evidente
deberíamos de retirar o abrir vendajes y yesos, y si no se observa una mejoría evidente,
estamos obligados a realizar una fasciotomía de urgencias. Es conveniente que
tengamos siempre presente la posibilidad de desarrollo de un síndrome compartimental
en pacientes fracturados, especialmente si portan yesos cerrados.

Los yesos cerrados en fracturas en las que se supone que se va a producir una
intensa tumefacción (como fracturas-luxaciones, fracturas de calcáneo, etc.) deben
abrirse y permanecer abiertos un mínimo de 3-4 días (hasta pasar el periodo agudo
inflamatorio).

Apertura de un yeso: El yeso debe abrirse totalmente, en todas sus capas, hasta
exponer la piel del paciente en toda la longitud de la inmovilización. Se suele realizar
una leve dilatación del yeso, y a continuación, y para evitar la aparición de un edema de
ventana, se rellena la “falla” de algodón y se coloca un vendaje algodonado. Una vez se
decida cerrar el mismo, basta con aplicar una nueva capa de papel y de yeso.

Escaras por presión: Se producen por la presión mantenida en una zona, que
isquemiza la piel pudiendo provocar la necrosis de la misma. Se localizan sobre todo en
talón o zonas de relieve óseo, como estiloides en muñeca y maleolos en tobillo, y
debutan con dolor o molestias permanentes en la zona, que no se alivian en ningún
momento.

Ante estas situaciones, siempre deberíamos retirar la férula o realizar una


ventana en el yeso para explorar la zona y algodonarla mejor.

Realizar una ventana en un yeso: Se marca la zona deseada y se recorta con


sierra oscilante, retirando después el papel y algodón subyacente. El trozo recortado se
guarda, para mas tarde recolocarlo en su posición, previo algodonado conveniente del
lecho, sujetando este trozo de yeso recortado con un vendaje elástico.

Edema de ventana: Consiste en la tumefacción por alteración del retorno venoso


(edematización) por mala colocación o posterior manipulación de yesos o vendajes.

Estos deben llegar a la raíz de los dedos, pues de lo contrario la zona descubierta
sufrirá una edematización progresiva. El tratamiento del mismo consiste en elevar el
miembro para reducir la tumefacción y posteriormente completar el yeso hasta la altura
adecuada.
CINTURA ESCAPULAR-HOMBRO, BRAZO Y
CODO

Clavícula

Epidemiología y patogenia:

El 94% son secundarias a traumatismo directo sobre el extremo del hombro,


generalmente por caídas de lado o por la transmisión de fuerzas en caídas con la mano
extendida.

Anatomía patológica:

El tipo más habitual es la fractura del tercio medio. En ocasiones el


desplazamiento es escaso, y puede ser necesaria la realización de radiografías
comparadas para el diagnóstico de imagen.

En las fracturas desplazadas, se apreciará una deformidad evidente a la


exploración: El extremo distal “caerá” por el peso del brazo, y el proximal se desplazará
a craneal por acción fundamentalmente de la musculatura esternocleidomastoidea.

Además se producirá una “rotación interna” con acortamiento de la fractura por


acción fundamentalmente del pectoral mayor.

Fisiopatología:

Generalmente la consolidación de las fracturas de clavícula, incluso de aquellas


con desplazamientos de consideración, es rápida. Incluso en el adulto, hay cierta
capacidad de remodelación, si bien no debemos confiar todo el tratamiento a ésta.
Los principales “defectos de consolidación” consisten en:

a) callos hipertróficos, con alteración estética e incluso compromiso cutáneo y,


b) acortamiento de la clavícula.

El acortamiento es la desviación más importante en la que debemos fijarnos. De


hecho, aparte de lesiones neurovasculares o asociaciones a otras fracturas (hombro
flotante), es uno de los criterios de RAFI (reducción abierta y fijación interna), cuando
es mayor de 2 cm.

No se tratará la seudoartrosis de clavícula al no ser el objetivo de este curso.

Diagnóstico:

Se realiza por la historia y exploración, mediante la oportuna Rx: AP de


hombro-clavícula. En ocasiones, es necesario practicar una proyección contralateral
para comparar ambas clavículas y salir de dudas.

Tratamiento:

La inmensa mayoría de las fracturas de clavícula pueden tratarse de manera


conservadora. El objetivo del tratamiento será el alivio sintomático mediante la
inmovilización y el intento de reducción y mantenimiento de la misma. No se debe
pretender conseguir una reducción anatómica por estos medios.

En general, se recomienda la colocación de un vendaje en 8 o un sling


preformado, que permite reducir hasta cierto punto el acortamiento de la clavícula. En
algunos centros se opta por colocar una charpa, que si bien contrarresta el peso del
brazo, es incapaz de actuar contra la principal fuerza de desplazamiento que favorece el
acortamiento. Por ello únicamente recomendamos su uso en fracturas sin
desplazamiento e intrínsecamente estables (tallos verdes, fracturas incompletas) o bien,
en ancianos, que toleran mal la tensión del vendaje y suelen referir alteraciones
neurológicas por compresión axilar.
El “vendaje en 8” debe ponerse con el paciente en bipe o sedestación, pidiéndole
que coloque los hombros hacia atrás (“sacando pecho”) y debe colocarse a tensión.

Cuidados posteriores:

Puede requerir retensado en los días siguientes a la fractura, debiendo instruir a


los familiares para evitar la aparición de parestesias en manos o trastornos de retorno
venoso por compresión axilar. Debe advertirse de ello al paciente y enseñarle a levantar
los brazos ocasionalmente para liberar dicha presión. En pacientes ancianos, con
fragilidad cutánea, es preciso prestar especial atención al estado de la piel, que estará
sometida a presión constante, pudiendo desarrollar escaras por presión.

Articulación acromioclavicular y 1/3 externo de la clavícula

Anatomopatológicamente se comportan igual, y por ello se trataran en el mismo


apartado.

Epidemiología y patogenia:

Suelen ser producidas por caídas sobre el extremo más distal del hombro, al
incrementar el componente escapular de la abducción del hombro, para lo que es
precisa la libertad del movimiento acromioclavicular.

Anatomía patológica:

Con el traumatismo se “fuerza” la articulación acromioclavicular (AAC),


“empujando” el acromion hacia distal, arrastrando con él, el resto de la escápula
(incluida la glena) y el brazo; o lo que es lo mismo, dando lugar a una “elevación
relativa” de la clavícula, tensando y dañando los ligamentos coracoclaviculares (conoide
y trapezoide).
Según la intensidad del traumatismo se establece un gradiente de lesiones, que
va desde el esguince de la AAC (sin interrupción de las fibras ligamentarias), hasta la
luxación de la AAC grado III con rotura completa de los ligamentos
acromioclaviculares y coracoclaviculares (“descolgándose” el miembro superior afecto).

En ocasiones, se produce la incarceración del extremo clavicular tras el


acromion o (muy rara vez) tras el tendón corto del bíceps.

Fisiopatología:

Se debe perseguir la cicatrización de los ligamentos afectos manteniendo su


longitud y función original.

Diagnóstico:

La historia clínica y la exploración son fundamentales, de ahí que ante un


mecanismo lesivo compatible y la existencia de sensibilidad en la AAC, debe plantearse
este diagnostico y tratarse la lesión como si lo fuese, aún con Rx normales (luxación
grado I o esguince AAC).

En lesiones más graves, se apreciará deformidad de la AAC, con prominencia


del extremo clavicular, y las Rx sí mostrarán alteraciones. Así, con rotura del ligamento
acromioclavicular, se apreciará desplazamiento del extremo distal de la clavícula con
respecto al acromion, sin producirse una separación completa (grado II); ante la rotura
de todos los ligamentos se producirá un desplazamiento completo (grado III).

El signo de la tecla es característico de estas lesiones: Se consigue la reducción


momentánea de la luxación, corrigiéndose la deformidad.

Frecuentemente, se precisa realizar Rx AP comparadas de ambos hombros en


estrés (el paciente, en bipe o sedestación sujetará unos 5 Kg con ambos brazos), que
pondrá de manifiesto el alcance real de las lesiones.
Tratamiento:

En los esguinces (lesiones grado I) y en las luxaciones de la AAC grado II el


tratamiento es ortopédico con charpa o vendaje de Robert-Jones.

En las luxaciones grado 3 se puede plantear el tratamiento quirúrgico, si bien


éste no es siempre necesario. Generalmente estas lesiones evolucionan de forma
satisfactoria, quedando frecuentemente solo alteraciones estéticas.

El vendaje de Robert-Jones no es muy recomendable, ya que la tensión


mantenida con esparadrapo o Leucotape suele producir importantes lesiones cutáneas,
que hacen al paciente abandonar el tratamiento. Si se opta por esta opción, debe
protegerse muy bien la piel del paciente y la zona del codo para evitar la lesión del
nervio cubital.

Fracturas de escápula

Generalmente son debidas a traumatismos directos. Suelen suponer un


traumatismo torácico importante, por lo que debe prestarse especial atención al resto del
tórax y descartar lesiones asociadas.

La inmensa mayoría de las fracturas escapulares se tratan de manera ortopédica,


incluso aquellas muy desplazadas. Se coloca charpa e inicio de movilización temprana
(a las 2-3 semanas, según lo permitan los síntomas). El resultado final suele ser bueno.

Luxación glenohumeral

Epidemiología y patogenia:

La luxación de hombro suele ser producida por caídas que provocan una
rotación externa forzada del brazo. Son más frecuentes en jóvenes (18 a 25 años) por
accidentes deportivos, y en ancianos (en los que son frecuentes las caídas y la
estabilidad del hombro puede estar reducida por degeneración muscular).
La alta frecuencia de esta lesión, viene dada por la anatomía de la articulación
glenohumeral, que sacrifica estabilidad por movilidad, ya que la “congruencia ósea” es
pequeña, recayendo gran parte de la congruencia articular en el rodete glenoideo,
fibrocartilaginoso y fácilmente lesionable.

Anatomía patológica:

Las más frecuentes son las luxaciones anteriores. En éstas, la cabeza humeral
rota externamente, saliéndose de la glena, y quedando por delante de la escápula.
Ocasionalmente, sobre todo en ancianos, puede asociarse a arrancamiento (avulsión) del
troquíter, por tracción de la musculatura rotadora externa.

Las luxaciones posteriores son mucho menos frecuentes, y suelen ser debidas a
rotación interna forzada del brazo. En este tipo de luxaciones, la Rx AP puede no
mostrar alteraciones apreciables, siendo muy importante la exploración y sospecha
clínica, así como solicitar proyecciones transtorácica para objetivar la lesión.

Las “luxaciones erectas” son aquellas en las que el brazo queda en abducción.
Las Rx muestran claramente el diagnóstico, y es especialmente importante buscar
signos o síntomas de lesiones neurovasculares asociadas.

Fisiopatología:

El tratamiento irá encaminado a la reducción de la luxación y el mantenimiento


en posición fisiológica para permitir la cicatrización de las lesiones producidas por el
traumatismo.

Diagnóstico:

Clínica: Dolor y deformidad, así como impotencia funcional, del hombro. Signo
de la charretera, a la inspección el hombro se verá “cuadrado” en la visión AP. Muy
importante es explorar el estado neurovascular pre y postreducción.
La Rx simple dará el diagnóstico por imagen. Debemos acordarnos de pedir
proyecciones transtorácica en casos dudosos.

Tratamiento:

Se debe proceder a la reducción de la luxación lo más precozmente posible, pero


una vez confirmado el diagnóstico. Por ello se debe acelerar el proceso diagnóstico y la
atención terapéutica a estos pacientes. Una vez reducido el hombro, se colocará una
charpa (muy importante es colocar el sistema antirrotatorio) y se realizará Rx de
control.

Las avulsiones del troquíter generalmente se reducen al reducirse la articulación;


si no es así y permanece un desplazamiento importante, puede ser necesaria la RAFI.

Fracturas de extremo proximal del húmero

Epidemiología y patogenia:

Son más frecuentes en ancianos. Se producen por caídas de costado, con


traumatismo directo sobre el hombro, o bien por caídas con apoyo sobre la mano en
extensión.

Anatomía patológica:

Generalmente se utiliza la clasificación de Neer para describir estas fracturas que


se basa en el número de fragmentos que constituyen la fractura y la existencia o no de
luxación glenohumeral lo que condiciona el pronóstico y tratamiento.

Diagnóstico:

La clínica suele ser evidente, presentando el paciente una actitud antiálgica. Las
Rx AP y transtorácica podrán de manifiesto la lesión. En lesiones evolucionadas, se
apreciará un extenso hematoma gravitatorio en todo el brazo y el costado: Debemos
informar al paciente para que no se inquiete cuando aparezca.
Fundamental, como en todos los casos, es explorar el estado neurovascular
distal.

Tratamiento:

La mayoría de las fracturas de esta región anatómica evolucionan hacia la


consolidación de manera más o menos rápida. Incluso desplazamientos llamativos
pueden ser tolerables. El tratamiento quirúrgico se reservará para desplazamientos
importantes. Cuando el tratamiento establecido sea conservador, se realizará mediante la
colocación de charpa (muy importante colocar el sistema antirrotatorio) o vendaje de
Velpeau. Ya no se utilizan los yesos en abducción (“aviones”).

En cierto tipo de fracturas, en las que se aprecie cierta angulación, puede optarse
por un cabestrillo tipo “pulsera-collar”, aunque consideramos que es poco recomendable
por su escasa capacidad de inmovilización.

Fracturas de húmero

Epidemiología y patogenia:

Las fracturas diafisarias del húmero no son infrecuentes, y suponen entre el 3 y


el 5% de todas las fracturas. Hay dos picos de incidencia: Entre los 21 y los 30 años
(englobando accidentes deportivos y de tráfico) y entre los 60 y 80 años, por fragilidad
ósea y caídas frecuentes. El mecanismo de producción más frecuente, es la caída de lado
con traumatismo del miembro superior, bien como traumatismo directo o bien
mecanismos indirectos de torsión al quedar el brazo atrapado.

Anatomía patológica:
El desplazamiento de los fragmentos estará en relación con las inserciones
musculares, especialmente la de deltoides y la del pectoral mayor (en el fragmento
proximal), y la musculatura flexora y extensora del codo en el fragmento distal.

Diagnóstico:

La clínica es evidente, y el paciente suele llegar sujetándose la mano para


intentar estabilizar la fractura. De nuevo es de crucial importancia la exploración del
estado neurovascular distal, pues es posible la lesión del nervio radial (principalmente)
y de arterias y venas braquiales.

Tratamiento:

Hoy en día, la mayoría de las fracturas diafisarias de húmero se tratan


quirúrgicamente. Las técnicas de inmovilización son en general un tratamiento
provisional cuya principal función será analgésica y protectora de partes blandas.
.
Férula “en U”: Es el método de elección para la inmovilización provisional de
las fracturas diafisarias de húmero, pues las férulas braquiales normalmente quedarán
“cortas” y con frecuencia, pueden hacer un mecanismo de bisagra en la fractura.
Esta férula “en U” rodeará la cara interna del brazo hasta la axila y la externa
hasta hacer una “hombrera”, dejando el codo relativamente libre. Mientras se coloca es
deseable que el paciente esté en sedestación sujetándose la mano, de manera que el
propio peso del brazo alinee la fractura.

Yeso colgante: Se emplea en fracturas diafisarias poco desplazadas, con amplio


contacto y en pacientes en los que se desestime la cirugía, es una alternativa de
tratamiento. Consiste en colocar un yeso braquiopalmar (que debe llegar muy alto en la
región axilar-hombro), cuyo peso sumado al del miembro mantendrá la fractura
reducida; se complementa con un cabestrillo tipo “pulsera-collar”. Este tratamiento
exige que el paciente sea deambulante, o por lo menos, que pueda sentarse, sin apoyar el
yeso en ningún momento. Se debe mantener el yeso unas 8 semanas (si bien a las 2-3
semanas se podría sustituir por un “brace”) para evitar el consiguiente riesgo de rigidez
de codo.
Luxación de codo

Epidemiología y patogenia:

Mucho menos frecuente que la luxación de hombro por la mayor estabilidad


intrínseca de la articulación del codo. Suele deberse a caídas con apoyo sobre la mano
extendida.

Anatomía patológica:

Generalmente se producen luxaciones póstero-externas. Con relativa frecuencia


se asocian fracturas de la apófisis coronoides del cúbito, así como de cabeza radial.

Diagnóstico:

La deformidad y la impotencia funcional son evidentes. Debe explorarse siempre


el estado neurovascular pre y postreducción, pues existe riesgo de lesión de la arteria
humeral y los nervios cubital y mediano.
La Rx dará el diagnóstico de confirmación, y permite valorar lesiones asociadas,
si bien éstas con frecuencia se aprecian mejor en el control postreducción.

Tratamiento:

Se debe realizar la reducción de la luxación lo más precozmente posible, y para


ello debe agilizarse el proceso diagnóstico y de tratamiento. La reducción se consigue
mediante manipulación manual, en ocasiones bajo anestesia local. Rara vez se precisa la
anestesia general.
Una vez reducida la luxación, debe probarse la estabilidad primaria, pues si el
codo se muestra fácilmente reluxable, debe realizarse tratamiento quirúrgico.
Posteriormente, se coloca férula braquiopalpar con la mano en supinación de 90º.

Fracturas en la región del codo

Este es un apartado que engloba muy diversas lesiones, con varios mecanismos
de producción, distinta complejidad en el tratamiento y diversas expectativas de
recuperación.

Como generalidades podemos decir que debe esperarse (e informarse al


paciente desde el primer momento) limitación funcional de mayor o menor grado en
todos los planos de movimiento, especialmente en los últimos grados de extensión. Nos
vamos a centrar en aquellas lesiones cuyo tratamiento definitivo sea conservador.

Fractura de cabeza y cuello radial:

Generalmente se producen por caída sobre la mano en extensión, por


transmisión de fuerzas hacia el extremo proximal del radio.

La clínica consiste en dolor local, especialmente a la prono-supinación y la


extensión forzada, estando con relativa frecuencia bastante bien conservada la flexo-
extensión. También se puede apreciar tumefacción local y derrame articular.

La Rx dará el diagnóstico, si bien en ocasiones la línea de fractura puede ser


difícil de ver. Por ello se aconseja repetir proyecciones AP en distintos grados de
supinación y pronación o bien, tratar la sospecha y reevaluar clínicamente al paciente a
los 7-10 días. Es imprescindible explorar clínicamente (y ante la duda solicitar Rx) el
resto del antebrazo y la muñeca, para descartar lesiones asociadas.

El tratamiento de las fracturas con nulo o escaso desplazamiento del cuello o la


cabeza radial consiste el colocar una férula o yeso braquiopalmar durante unas 3
semanas. Generalmente se colocará con la mano en supinación, pues se estabiliza así
más esta región anatómica. Posteriormente suele requerirse rehabilitación para recuperar
la movilidad completa. Ante fracturas no desplazadas puede optarse por colocar un
vendaje ligero y una charpa, e iniciar precozmente la movilidad cuando la
sintomatología lo permita.

En fracturas del cuello radial con moderado desplazamiento puede intentarse la


reducción cerrada bajo anestesia local, presionando la cabeza radial mientras se prono-
supina.

Las fracturas muy desplazadas o fracturas conminutas de cabeza radial, el


tratamiento será quirúrgico, colocándose una férula braquiopalmar como inmovilización
provisional.

Fracturas de paleta humeral:

En general son de tratamiento quirúrgico, optándose por medidas conservadoras


únicamente cuando el desplazamiento sea nulo, o en pacientes que no puedan ser
intervenidos por diverso motivo. Como inmovilización provisional se colocará férula
braquiopalmar.

Cabe destacar que una vez más es fundamental la exploración del estado
neurovascular, pues existe riesgo de lesión de la arteria braquial y del nervio mediano y
radial.

ANTEBRAZO-MUÑECA

Fracturas aisladas de cúbito o radio

Epidemiología y patogenia:
Por las características anatómicas del antebrazo (paralelogramo unido, por la
presencia de la membrana interósea, ligamento anular y ligamentos radiocarpianos
distales) las fracturas aisladas de radio o cúbito son poco frecuentes, sobre todo la
fractura aislada de radio. El mecanismo de producción suele ser por traumatismo directo
(“fractura del bastonazo”).

Anatomía patológica:

Anatómicamente radio y cúbito están unidos por diversas estructuras, por lo que
ante una fractura aparentemente aislada de uno de estos huesos debe descartarse clínica
y radiológicamente lesiones asociadas en codo y muñeca.

La prono-supinación completa requiere una biomecánica perfecta del antebrazo,


por lo que se debe perseguir la reducción anatómica de las fracturas en esta región (es el
único caso en que se persigue la reducción anatómica exacta en diáfisis de huesos
largos).

Diagnóstico:

Clínico, presentará dolor selectivo a la palpación y la prono-supinación, así


como impotencia funcional. Como se ha dicho antes, es necesario explorar el resto del
antebrazo, la muñeca y el codo para descartar lesiones asociadas. La Rx dará el
diagnóstico de confirmación.

Tratamiento:

Generalmente las fracturas aisladas de radio presentarán un desplazamiento


importante, y suelen requerir tratamiento quirúrgico. Además debemos tener en cuenta
que en el radio puede aparecer una rotación de su fragmento distal (pronación) por
acción del músculo pronador cuadrado +/- pronador redondo. Las fracturas de cúbito
son con más frecuencia susceptibles de tratamiento ortopédico. Sin embargo, por el fácil
acceso quirúrgico a este hueso, por la escasa morbilidad del tratamiento quirúrgico y
por no ser necesaria posteriormente la inmovilización del codo, puede proponerse
tratamiento mediante RAFI incluso en fracturas no desplazadas.
En fracturas aisladas de cúbito en las que se proponga tratamiento conservador,
se colocará un yeso braquiopalmar (es imprescindible bloquear la prono-supinación)
con la mano en prono-supinación media.

Fracturas del antebrazo

Epidemiología y patogenia:

Generalmente son por traumatismo indirecto, por caída sobre el miembro, sobre
el dorso o la palma de la mano, lo que determinará la angulación.

Anatomía patológica:

Anatómicamente, radio y cúbito están unidos por diversas estructuras, por lo que
ante una fractura aparentemente aislada de uno de estos huesos debe descartarse clínica
y radiológicamente lesiones asociadas en codo y muñeca.

La prono-supinación completa requiere una biomecánica perfecta del antebrazo,


por lo que se debe perseguir la reducción anatómica de las fracturas en esta región (es el
único caso en que se persigue la reducción anatómica exacta en diáfisis de huesos
largos).

Diagnóstico:

Clínico, presentarán dolor selectivo a la palpación y la movilización, así como


impotencia funcional y habitualmente, deformidad evidente. La Rx en 2 proyecciones
dará el diagnóstico de confirmación.

Tratamiento:

Salvo raras excepciones, la fractura doble de antebrazo en el adulto exige un


tratamiento quirúrgico, pues se requiere la reducción anatómica perfecta para mantener
la prono-supinación completa.
Como inmovilizador provisional se colocará una férula braquiopalmar.

Luxofracturas de cúbito-radio

Luxofractura de Monteggia:

La fractura-luxación de Monteggia, supone una luxación de la cabeza del radio


(generalmente anterior) y una fractura asociada del cúbito.

Luxofractura de Galeazzi:

La fractura-luxación de Galeazzi es menos frecuente que la anterior, consiste en


la luxación de la articulación radio-cubital distal y fractura asociada del radio.

Ambas son de tratamiento quirúrgico. Como inmovilización provisional se


colocará una férula braquiopalmar.

Fracturas de muñeca: Fractura del extremo distal del radio

Epidemiología y patogenia:

Es una fractura muy frecuente, y supone aproximadamente una sexta parte de


las fracturas atendidas en urgencias. En general, se trata de fracturas por fragilidad o
poróticas, siendo más frecuentes en mujeres de mediana edad y edad avanzada. El resto
suelen deberse a traumatismos directos durante la práctica deportiva o en el trabajo.

Anatomía patológica:

En la región anatómica de la muñeca nos podemos encontrar diversas formas de


fracturas, de complejidad y pronóstico evolutivo diferente. En general, se afecta la
epífisis-metáfisis distal del radio, con desplazamiento dorsal y radial (además de cierto
componente de rotación e impactación), y no es infrecuente la asociación de fracturas en
la estiloides cubital (traccionado por el fibrocartílago triangular).

Diagnóstico:

Clínicamente se aprecia la deformidad típica “en dorso de tenedor”, y el paciente


mostrará dolor a la palpación del foco fractuario. La Rx AP y L confirmará el
diagnóstico y mostrará detalles importantes en cuanto al pronóstico de la lesión, como
el grado de conminución local y la porosis del hueso.

Tratamiento:

La inmensa mayoría de las fracturas de muñeca se tratan ortopédicamente,


mediante reducción cerrada bajo anestesia local y yeso antebraquial moldeado. Las
fracturas con nulo desplazamiento pueden tratarse con férula antebraquial.

Ya se coloque yeso cerrado o férula, la posición de la misma es fundamental. El


yeso debe estar bien moldeado, siendo deseable colocar poco algodón excepto en los
puntos de relieves óseos. El yeso para las fracturas de radio distal se basa en un “apoyo”
en tres puntos, que mantenga la reducción conseguida; así, debe apoyarse en el lado
dorsal y radial de la mano, en la zona volar en el foco fractuario, y en la zona dorsal del
antebrazo. La mano, pues, quedará en cubitalización y flexión. Si se considera
necesario, por la presencia de conminución o lesión importante de la articulación
radiocubital distal, se prolongará el yeso, haciéndolo braquiopalmar.

El yeso debe permitir la flexión libre de todos los dedos, así como la flexión del
codo, pero debe prolongarse por el borde cubital casi hasta la punta del olécranon.
Debemos evitar que queden zonas “afiladas” en los bordes del yeso que puedan
provocar lesiones cutáneas.

Fracturas de muñeca: Otras fracturas de radio distal

Fractura de Goirand-Smith:
O “de Colles invertida”, es la fractura de la metáfisis distal del radio, desplazada
a palmar. Suele deberse a caídas sobre el dorso de la mano.

Puede optarse por tratamiento conservador, debiendo reducirse al contrario que


las fracturas de Colles.

De igual modo, el yeso debe colocarse con flexión dorsal y cubitalización. La


reducción es difícil de mantener y se requiere la colocación de un yeso braquiopalmar.
Los desplazamientos secundarios son frecuentes.
Fractura de Rhea-Barton:

Solo está afectada la porción anterior (palmar) del radio, “luxándose” el carpo
hacia proximal al perder el tope óseo. La reducción ortopédica más yeso con la muñeca
en extensión suele fracasar.

Fractura aislada de la estiloides radial:

El desplazamiento suele ser escaso. Supone la afectación de la línea articular. El


“yeso de Colles” suele ser satisfactorio como tratamiento, pero si presenta un
desplazamiento importante, debe ser tratada quirúrgicamente.

Fracturas de escafoides

Epidemiología y patogenia:

Generalmente debidas a caídas sobre la mano en extensión. No son


infrecuentes, pero a veces pasan desapercibidas.

Anatomía patológica:

El escafoides desempeña un papel fundamental en la función de la muñeca y el


carpo. La localización más frecuente de las fracturas de escafoides es el cuello (50%),
seguida de 1/3 proximal (38%); las fracturas del polo distal son mucho menos
frecuentes.

Es importante conocer la irrigación del escafoides, ya que de su integridad


dependerá la correcta consolidación de la fractura. La vascularización penetra al
escafoides desde la región distal, por lo que mientras más proximal es la fractura, mayor
riesgo de seudoartrosis y necrosis avascular existe.

Podemos, además, diferenciar entre “fracturas estables” e “inestables” de


escafoides. Las inestables son las que presentan trazo oblicuo, las fracturas desplazadas
del cuello, las fracturas de polo proximal, las fracturas conminutas y las asociadas a
luxaciones del carpo y todas estas presentan peor pronóstico.

Diagnóstico:

La clínica consiste en dolor selectivo a la palpación de la tabaquera anatómica,


así como de los relieves del escafoides en la región volar y dorsal de la muñeca.

La compresión axial del 1er dedo también suele ser dolorosa. Se debe solicitar
“serie de escafoides” en la Rx. La fractura de escafoides puede no verse en las Rx
iniciales.

Tratamiento:

La mayoría de las fracturas de escafoides pueden tratarse de manera


conservadora, por lo menos en inicio. Se aplica un “yeso de escafoides”, que es un yeso
braquiopalmar con prolongación al primer dedo, pudiendo dejar libre la articulación
interfalángica del primer dedo. El yeso debe colocarse con la muñeca en ligera
dorsiflexión y el primer MTC en ligera oposición (posición de “coger un vaso”).

En aquellos casos en los que haya clínica compatible, pero que presenten Rx sin
alteraciones visibles, deben tratarse como si presentaran fractura de escafoides,
mediante un yeso o una férula antebraquial con prolongación al primer dedo. A las dos
semanas, se retirará este yeso y se reevaluará al paciente clínica y radiológicamente.
Si se confirma la fractura, se continuará la inmovilización. Si las Rx siguen
siendo normales, se tratará como un esguince de muñeca, pero se recomienda nueva
evaluación clínico-radiológica a las 2 semanas.

Otras fracturas del carpo

En general serán tratadas con férula antebraquial si no existe desplazamiento de


los fragmentos.
CINTURA PÉLVICA, FÉMUR Y RODILLA

Fracturas pélvicas

Existen múltiples variantes de fracturas pélvicas, clasificadas en general según


su mecanismo de producción y su estabilidad, siendo utilizada la clasificación de Tile.

Se considera la pelvis como un anillo cerrado. Si éste se rompe a dos niveles, la


pelvis queda inestable y puede ascender llevando consigo a la extremidad inferior. Las
lesiones del anillo en un único punto no tienen esta tendencia. Así, pues, las fracturas
estables serán aquellas que rompan el anillo pelviano en un solo punto.

Según el mecanismo de producción, la fractura puede estar producida por


compresión AP (extensión), cizallamiento vertical, o por compresión lateral.

En general, las fracturas complejas de pelvis, especialmente aquellas que


presenten inestabilidad vertical o que desestabilicen hemodinámicamente al paciente,
requerirán tratamiento quirúrgico.

Avulsiones de apófisis pélvicas

Generalmente se afecta la tuberosidad isquiática (inserción de la musculatura


isquiotibial) y la espina ilíaca antero-superior (punto de inserción de la musculatura
flexora de la cadera,); en este último caso, el reposo en férula de Braun aliviará los
síntomas al relajar esta musculatura.

Cuando indiquemos y usemos la férula de Braun debemos prestar especial


atención a que ésta se encuentre muy bien almohadillada, sin presentar bordes duros,
especialmente en la región que alojará la rodilla, en su cara externa, pues con frecuencia
se produce presión mantenida sobre la región del cuello el peroné, pudiendo
comprimirse el nervio ciático poplíteo externo a ese nivel y dando origen a paresias e
incluso parálisis del mismo, que una vez producidas suelen tardar muchos meses en
recuperarse.

Fracturas de ramas pélvicas

Son las más frecuentes de las fracturas pélvicas, y generalmente se producen por
compresión lateral de la pelvis, quedando la articulación sacro-ilíaca intacta. También
pueden deberse a compresión AP.

Son más frecuentes en pacientes ancianos y poróticos. Con frecuencia pasan


desapercibidas. Deben descartarse lesiones vesicales o uretrales asociadas.

El tratamiento consiste en reposo relativo en función del dolor, con


reincorporación a la actividad previa lo más precozmente posible.

Fracturas con afectación del acetábulo; fractura-luxación


central de cadera

Se tratan de fracturas con afectación articular, por lo que con frecuencia


requieren estudio mediante TC para conocer el desplazamiento real de los fragmentos y
establecer el tratamiento correcto. En general, si existen escalones articulares el
tratamiento será quirúrgico. Si se opta por el tratamiento ortopédico o como medida
provisional, se puede colocar una tracción transcondílea (esquelética) o una tracción
cutánea.

Luxación coxofemoral

Epidemiología y patogenia:
Son poco frecuentes, y suelen ocurrir en el contexto de accidentes laborales o,
sobre todo, de tráfico. Pueden ser anteriores (raras, generalmente por accidentes
ocurridos con la cadera en abducción forzada) o posteriores.
Estas últimas suelen darse en accidentes de circulación, en los que la rodilla
choca con el salpicadero, transmitiéndose la fuerza a modo de ariete a la cadera,
luxándose la cabeza femoral a posterior. También pueden producirse en caídas de altura,
si se cae sobre los miembros inferiores.

Anatomía patológica:

La cabeza femoral puede actuar a modo de “ariete” contra la ceja posterior del
cotilo, arrancando la misma. En las luxaciones posteriores de cadera se produce una
rotación interna del fémur, y por consiguiente de todo el miembro inferior. Así mismo
se producirá un acortamiento de la extremidad inferior afecta.

En las luxaciones posteriores, especialmente si se asocian a fracturas del rodete


del acetábulo, existe riesgo de lesión del nervio ciático.

En las luxaciones anteriores se puede lesionar o comprimir el nervio femoral y la


vena y arterias femorales.

Diagnóstico:

La exploración mostrará el miembro acortado y en rotación interna (luxación


posterior) o externa (luxación anterior). Si existe fractura concomitante del fémur, la
rotación no será evidente. Se debe explorar siempre el estado neurovascular distal. Las
Rx de pelvis confirmarán el diagnóstico. Si hay fractura acetabular asociada, puede ser
necesaria la realización de una TC para valorar los fragmentos y establecer la indicación
quirúrgica.

Tratamiento:
Se debe proceder a la reducción lo más precozmente posible de la luxación,
mediante manipulación cerrada. Si la reducción se muestra estable, se colocará una
férula de Braun y una tracción continua.

Fracturas de cadera

Existen muy diversos tipos y clasificaciones de las fracturas de cadera. Aquí se


hablará en general de ellas, y se distinguirán básicamente entre fracturas intra y
extracapsulares.

Epidemiología y patogenia:

La alta frecuencia de estas fracturas, así como su alta morbi-morbilidad hacen de


la fractura de cadera un auténtico problema socio-sanitario, como es bien conocido.
Suelen tratarse de fracturas por fragilidad y ocurren en personas de edad avanzada.
En estos pacientes siempre deben descartarse patologías generales
concomitantes que conduzcan a la caída que romperá la cadera.

Anatomía patológica:

En las fracturas extracapsulares, la vascularización de la cabeza femoral no está


comprometida, por lo que el tratamiento de elección será la síntesis.

En cambio en las fracturas intracapsulares, la irrigación de la cabeza sí puede


estar comprometida, por lo que la decisión de intentar la síntesis o bien realizar una
sustitución protésica va a depender del tipo de fractura en concreto, así como de la edad
del paciente.

Diagnóstico:

La clínica consistirá en impotencia funcional, dolor a la movilización,


acortamiento y rotación externa de la extremidad. En las fracturas intracapsulares,
especialmente en aquellas poco desplazadas, el acortamiento, la rotación, el dolor e
incluso la impotencia funcional serán mucho menores. La Rx dará el diagnóstico de
confirmación. Se solicitará Rx AP de cadera, y si existen dudas, también una
proyección axial.

Tratamiento:

El tratamiento de la fractura de cadera es quirúrgico. Como medida provisional,


y con objeto de estabilizar la misma y aliviar el dolor, se puede colocar una tracción
cutánea con el miembro sobre férula de Braun.

En las fracturas intracapsulares, especialmente en las poco desplazadas, estas


medidas pueden obviarse. En las fracturas complejas e inestables, sobre todo en las
subtrocantéricas, se recomienda la colocación de una tracción transtibial, especialmente
si la cirugía debe demorarse varios días.

Fracturas diafisarias de fémur

Epidemiología y patogenia:

Se tratan de fracturas producidas por alta energía, en su mayoría, generalmente


en el contexto de accidentes laborales o de tráfico, y no es raro verlas en pacientes
politraumatizados.

Anatomía patológica:

La fractura de fémur supone un traumatismo grave en el paciente. En las


fracturas diafisarias de fémur debemos esperar una pérdida hemática de entre ½ y 1 litro
de sangre. Cabe destacar, además, que el fémur está rodeado por grandes masas
musculares, lo que, junto con el hecho de que frecuentemente el traumatismo recibido
es de alta energía, supone riesgo de que aparezca una rabdomiolisis. Además también
puede producir con relativa frecuencia un síndrome de embolia grasa.
El fragmento proximal se desplazará en rotación externa y abducción (por acción
de la musculatura glútea insertada en el trocánter mayor) y en flexión (por acción
fundamentalmente del psoas-ilíaco).
El fragmento distal se desplazará en aducción (por acción de los aductores) y en
flexión (por la potente acción de los isquiotibiales), además de producirse acortamiento
por la musculatura que se origina en pelvis y se inserta en tibia (cuádriceps, sartorio,
psoas e isquiotibiales).

Diagnóstico:

La clínica es evidente. Debemos pensar siempre que nos encontramos ante un


paciente seriamente traumatizado, no sólo ante un fémur roto. Deben descartarse
complicaciones generales como las comentadas con anterioridad, así como la aparición
de un posible shock hipovolémico o vasovagal. La exploración neurovascular distal es
fundamental.

Tratamiento:

Las fracturas de fémur en el adulto exigen un tratamiento quirúrgico. De forma


provisional debemos estabilizar la fractura mediante la colocación de una tracción
transtibial, con la pierna sobre una férula de Braun y realizando tracción en línea con el
fémur. Esto va a conseguir aliviar el dolor, además de contrarrestar hasta cierto punto la
tendencia al acortamiento de la fractura, que hará más dificultoso el tratamiento
quirúrgico.

Fracturas en la región de la rodilla

De nuevo nos encontramos ante muy diversas entidades. La mayoría de ellas


supone afectación de la línea articular de la rodilla, una articulación de carga
fundamental en el miembro inferior, por lo que la mayoría serán subsidiarias de
tratamiento quirúrgico. La inmovilización provisional se realizará mediante la
colocación de férulas inguinopédicas con la rodilla en 10-15º de flexión (lo cual permite
relajar la musculatura isquiotibial y gemelar).

Nos centraremos aquí en aquellas cuyo tratamiento puede ser ortopédico.

Fracturas de meseta tibial:

Aquellas en las que el desplazamiento es mínimo o inexistente, no habiendo


escalón articular, pueden ser tratadas mediante la colocación de un yeso o férula
inguinopédica (mejor el primero) con flexión de rodilla de 10-15 º. Se debe incluir el
pie y tobillo, pues de otra manera no se bloqueará el movimiento de rotación que tiene
la rodilla. En este tipo de inmovilizaciones la principal complicación que podemos
encontrar es la formación de escaras o preescaras por presión en la región del talón, que
a veces también se producen por rozamiento al aflojarse la férula. Por ello debemos
algodonar bien esta zona, y ante pacientes que aquejen dolor continuo en talón se debe
retirar o recortar la férula y explorar.

Aún en estas fracturas sin desplazamiento se debe tener en mente la opción


quirúrgica (mínimamente invasiva) que permitiría no someter a la rodilla a 6-8 semanas
de inmovilización.

Lesiones ligamentarias y meniscales de rodilla

Epidemiología y patogenia:

Son lesiones frecuentes, sobre todo las leves (esguinces de rodilla-


parameniscitis…), generalmente producidas durante la actividad deportiva, en
movimientos bruscos con el pie anclado al suelo, o en caídas de saltos.

Anatomía patológica:

Destacaremos los siguientes puntos:


- El ligamento lateral interno (LLI) es un ligamento acintado, plano,
íntimamente ligado a la cápsula articular. Ello supone que su cicatrización
es relativamente fácil, y que en los desgarros parciales o totales se
producirá sangrado hacia el interior de la articulación pudiendo provocar
hemartros.
- El ligamento lateral externo es un ligamento cordonal (por lo cual su
cicatrización será más difícil. No origina hemartros al romperse.
- Los ligamentos cruzados son prácticamente avasculares, y su potencial de
reparación es prácticamente nulo.
- Los meniscos son avasculares en su zona más periférica, por lo que roturas
en la misma tampoco se repararán de manera espontánea.

Diagnóstico:

El signo clínico común en las lesiones ligamentosas será la inestabilidad de


rodilla, de mayor o menor grado según la gravedad de la lesión y en uno o varios planos
según las estructuras afectas. La lesión de ligamentos cruzados y la de LLI darán
hemartros.

La lesión de LLE y meniscos no, aunque puede haber hidrartros por irritación de
la rodilla. La prueba de imagen de elección es la RMN, aunque siempre deben
solicitarse Rx simples.

Tratamiento:

Hablaremos del momento agudo, en el cual se recomienda la colocación de un


vendaje algodonado y la aplicación de hielo (si se sospechan lesiones meniscales o
lesiones ligamentarias leves, esguinces grado I de LLI, p.ej.) o una férula
inguinomaleolar si se sospechan lesiones ligamentosas importantes. En muchas
ocasiones las lesiones ligamentosas tipo esguince grado II y III pueden tratarse con
inmovilización con férula de yeso, si bien puede ser más cómodo para el paciente el uso
de ortesis estabilizadoras.
Fractura de rótula

Epidemiología y patogenia:

Son fracturas relativamente frecuentes, y suelen deberse a traumatismos directos


(golpe sobre la rodilla).

Anatomía patológica:

El tratamiento de las fracturas de rótula se basará en la integridad o no del


aparato extensor. En estas fracturas debemos tratar dicho aparato extensor en su
conjunto, no únicamente el hueso fracturado.
Los alerones rotulianos interno y externo establecen cierta continuidad entre las
fibras cuadricipitales y el tendón rotuliano, pudiendo mantener la fractura de la rótula
reducida. Si estos alerones se interrumpen, la fuerza del cuádriceps sobre el fragmento
proximal hará que éste ascienda y desplazará la fractura.

Podemos encontrarnos ante fracturas de trazo longitudinal (vertical), si bien son


raras. En este caso el aparato extensor no se ve afectado en absoluto.

Lo más frecuente es encontrarnos ante fracturas transversales (horizontales) de


rótula, desplazadas o no según se hayan o no afectado los alerones rotulianos.

En ocasiones, se produce fragmentación o conminución, incluso “estallido” de la


rótula, quedando el aparato extensor muy comprometido.

Diagnóstico:
Clínico: Dolor, tumefacción, impotencia funcional, hemartros… Se debe
explorar la integridad del aparato extensor, solicitando al paciente que mantenga la
pierna levantada con la rodilla en extensión. La Rx dará el diagnóstico de confirmación,
debiendo solicitarse Rx AP y L de rodilla.

Tratamiento:

En aquellas lesiones que puedan tratarse ortopédicamente se colocará una calza


de Böhler. Consiste en un yeso inguinomaleolar, en extensión (para relajar el
cuádriceps), que deja libre la flexo-extensión del tobillo y permitirá al paciente apoyar.
Las principales quejas que encontramos en pacientes sometidos a esta inmovilización es
el roce del yeso en la zona del tobillo, tanto en la región aquílea como en la región
anterior del mismo a la dorsiflexión. Por ello es importante almohadillar bien la zona
distal de estos yesos, y dejarlos bastante cortos por delante. En ocasiones puede optarse
por colocar ortesis de rodilla en extensión, pero éstas requieren que el paciente sea muy
colaborador.

Luxación de rótula

Tras la reducción (manipulación directa de la rótula hacia su posición original al


tiempo que se extiende la rodilla) se aconseja la colocación de una férula
inguinomaleolar en flexión de 10-15º de rodilla, para permitir la cicatrización del alerón
rotuliano desgarrado. En casos de luxación recidivante, se suele optar por colocar un
vendaje compresivo, y se debe remitir a consultas para estudio.
PIERNA Y TOBILLO

Fracturas de tibia

Epidemiología y patogenia:

Suelen deberse a fuerzas de torsión (sobre todo en actividades deportivas),


traumatismos transmitidos desde los pies (p.ej. caídas de altura o accidentes de tráfico)
y a traumatismos directos.

Anatomía patológica:

La tibia es un hueso que presenta escaso recubrimiento músculo-cutáneo en su


cara antero-interna, por lo que con frecuencia nos encontraremos ante fracturas abiertas.
Además este hecho supone un elevado porcentaje de retrasos de consolidación y
pseudoartrosis.

Diagnóstico:

La deformidad en fracturas desplazadas es evidente. Presentará la característica


tétrada de Celso. La Rx AP y L confirmará el diagnóstico y servirá para indicar el
tratamiento oportuno. Es imprescindible la exploración neurovascular distal, pues existe
peligro de lesión de la arteria poplítea.

Tratamiento:

La mayoría de las fracturas de tibia en adultos son tratadas hoy día


quirúrgicamente, muchas de ellas mediante reducción cerrada y síntesis mínimamente
invasivas. Sin embargo, el tratamiento ortopédico, mediante yeso inguinopédico bien
moldeado, a veces con reducción y yeso bajo anestesia, ha dado buenos resultados en el
pasado.

Hoy día se reserva el tratamiento ortopédico para aquellas fracturas que


presenten un nulo desplazamiento y una amplia superficie de contacto de los
fragmentos. Como método de inmovilización provisional de las fracturas que requieran
tratamiento quirúrgico se colocará una férula suropédica y una tracción transcalcánea.

El yeso inguinopédico debe estar bien moldeado, adaptándose a los relieves


óseos del miembro inferior. Especialmente importante es la adaptación en la región
rotuliana y tendón rotuliano y en los maleolos tibial y peroneo, así como en el borde
tibial anterior.

Se debe prestar especial atención al estado neurovascular distal en los días


siguientes de la fractura y colocación del yeso, pues es de esperar una inflamación
importante y existe riesgo de aparición de síndrome compartimental.

Fracturas aisladas de peroné

Hablaremos de fracturas de diáfisis del peroné, generalmente producidas por


traumatismo directo. La región diafisaria del peroné es únicamente un asiento de
inserciones musculares. La región distal forma parte de la articulación del tobillo y se
tratarán en el capítulo siguiente. Ciertas fracturas en la región del cuello del peroné
pueden dar alteraciones del nervio ciático poplíteo externo, en íntima relación
anatómica con el mismo. Por último, los arrancamientos de la estiloides de la cabeza del
peroné deben considerarse como lesiones ligamentarias del complejo externo de la
rodilla.

Las fracturas diafisarias aisladas de peroné son de tratamiento conservador,


precisando únicamente medidas sintomáticas. Suele ser suficiente con colocar un
vendaje algodonado y realizar reposo en función del dolor. El peroné no soporta carga,
por lo que puede autorizarse la bipedestación. En ocasiones, si el paciente es poco
colaborador o si el dolor es muy intenso, puede colocarse una férula suropédica durante
unos días.

Fracturas de tobillo

Epidemiología y patogenia:

Las fracturas de tobillo son muy frecuentes, y generalmente se producen por


accidentes deportivos o laborales. Los mecanismos lesivos más frecuentes son:
supinación + rotación externa; pronación/abducción; pronación + rotación externa;
supinación/adducción; y pronación + dorsiflexión. No entraremos aquí en profundizar
en las clasificaciones fisiopatológicas de las fracturas de tobillo, aunque la clasificación
Weber sigue siendo la más utilizada.

Anatomía patológica:

El conocimiento de la anatomía de la articulación tibio-peroneo-astragalina será


útil para entender el mecanismo de lesión, así como para comprender los medios
necesarios para su tratamiento. En este curso únicamente vamos a comentar aspectos
esenciales enfocados al tratamiento:

Las fracturas infrasindesmales y transindesmales pueden ser en ocasiones


tratadas ortopédicamente; las fracturas suprasindesmales son por definición de
tratamiento quirúrgico.

Las fracturas de maleolo tibial tienen una alta tendencia a la falta de


consolidación, por interposición del periostio en el foco fractuario. Por ello
generalmente se aconseja el tratamiento quirúrgico de estas lesiones.
Es fundamental explorar el ligamento deltoideo, pues la sospecha de rotura
aconseja la exploración y reparación quirúrgica.

El aspecto fundamental para indicar un tratamiento conservador será el


acortamiento del peroné. Sólo si el acortamiento es inexistente o mínimo será
satisfactorio el tratamiento ortopédico. Y para asegurar ello es imprescindible realizar
proyecciones oblicuas del tobillo.

En las fracturas-luxaciones, es fundamental conseguir la reducción precoz y lo


más perfecta posible de la luxación. Generalmente puede conseguirse bajo anestesia
local.

Diagnóstico:

El diagnóstico clínico de sospecha se confirmará con la Rx AP y L, debiendo


solicitarse además proyecciones oblicuas si se opta por realizar un tratamiento
conservador, con objeto de descartar acortamientos del peroné “ocultos”.

Tratamiento:

Las fracturas subsidiarias de tratamiento ortopédico se tratarán mediante yeso


suropédico bien moldeado, con plantilla que evite la retracción en garra de los dedos,
llegando a la raíz de estos en la cara dorsal y al polo inferior de la rótula, recortándose
en altura en la región poplítea para permitir la flexión de la rodilla. El pie debe quedar
en una flexión dorsal de 90º, y generalmente en pronosupinación neutra. Se recomienda
la apertura del yeso y posterior cierre del mismo tras un mínimo de 3 días, pues es de
esperar gran tumefacción y cabe la posibilidad de que se produzca la aparición de
flictenas e incluso de un síndrome compartimental. Se debe almohadillar bien los
relieves óseos (maleolos) y el talón, para evitar lesiones cutáneas por compresión.

Como inmovilización provisional para las fracturas quirúrgicas, se colocará una


férula suropédica con el tobillo a 90º.
En fracturas-luxaciones, tras la reducción debe colocarse una bota de yeso
abierta, con el tobillo a 90º de flexión, y generalmente en supinación, adducción y
corrigiendo la rotación externa.
Esguinces de tobillo

Epidemiología y patogenia:

Hablaremos del esguince del complejo lateral, que son los más frecuentes.
Generalmente son debidos a lesiones deportivas por inversión forzada del tobillo.

Anatomía patológica:

En los esguinces grado I existe una distensión del ligamento, en los grado II
ocurre un desgarro, generalmente parcial, de mayor o menor entidad, y en los grado III
aparece una rotura completa o una avulsión de la inserción ósea.
El complejo ligamentoso externo está formado por el ligamento peroneo-
astragalino anterior, el ligamento peroneo-calcáneo y el peroneo-astragalino posterior.
Generalmente se van dañando “de adelante atrás”.

Diagnóstico:

La clínica consiste en dolor y tumefacción local. Se suelen solicitar estudios con


Rx AP y L de tobillo para descartar lesiones ocultas (fracturas de tobillo, fracturas
osteocondrales, etc.).

Tratamiento:

Los esguinces grado I pueden tratarse mediante vendaje algodonado o funcional


y reposo articular. Los esguinces de grado II y la mayoría de los grado III se tratarán de
manera ortopédica, mediante la colocación de una férula suropédica con el tobillo a 90º.
De nuevo debemos algodonar bien la zona del talón para evitar lesiones
cutáneas, y ser meticulosos en la adecuación del pliegue de flexión de la férula para que
no moleste en los maleolos.
Roturas del tendón de Aquiles

Epidemiología y patogenia:

Ocurren con relativa frecuencia, en general en pacientes en la tercera-cuarta


décadas y durante la actividad deportiva (pádel, fútbol sala…). Suelen producirse al caer
de saltos o al iniciar el salto o la carrera, ante solicitudes intensas al tendón.

Se debe interrogar siempre al paciente por antecedentes que debiliten los


tendones, como consumo de esteroides o enfermedades sistémicas.

Anatomía patológica:

La mayor parte de las roturas parciales de fibras ocurren en la unión


miotendinosa. Las roturas completas suelen ocurrir a unos 5-10 cm de la inserción
calcánea (punto de menor irrigación).

Diagnóstico:

Ante la historia de sospecha y el dolor selectivo, se debe explorar la capacidad


de flexión plantar activa y la fuerza de la misma. Si el músculo delgado plantar
permanece íntegro (lo cual es frecuente) el paciente puede flexionar activamente el pie,
pero tendrá escasa fuerza. Frecuentemente se puede palpar el “signo del hachazo”, la
interrupción de la continuidad del tendón. Es muy característico el signo de Thompson:
al apretar la masa gemelar no se consigue la flexión plantar del pie.

Tratamiento:
Es quirúrgico, consistiendo en la sutura término-terminal del tendón con o sin
refuerzo con tendón del delgado plantar. Antes y después de la cirugía se colocará yeso
suropédico con tobillo en flexión plantar o equino.

MANO Y PIE, DEDOS

Fracturas del primer metacarpiano

Las fracturas de la base del 1er MTC tienen especial interés por la repercusión
funcional que pueden tener. Las fracturas de la base del 1er MTC que afectan a la línea
articular frecuentemente requieren tratamiento quirúrgico para conseguir una reducción
anatómica; provisionalmente se inmovilizarán con una férula antebraquial con
prolongación al primer dedo.

Las fracturas de la base sin afectación de la articulación suelen poder tratarse


mediante la colocación de un yeso antebraquial con prolongación al 1er dedo (“yeso de
escafoides”), al igual que las fracturas diafisarias no desplazadas. Según el
desplazamiento puede ser necesario forzar la abducción del primer dedo.

Fracturas de los metacarpianos 2º y 5º

En general, pueden tratarse ortopédicamente, siempre y cuando no estemos ante


una ausencia total de contacto. Puede ser necesaria la reducción de angulaciones que
pueden producir relieves cutáneos inestéticos y molestos.

El segundo y tercer metacarpianos son metacarpianos “fijos”, no participando en


el “abrazo” de la prensión. Esto, junto a los potentes ligamentos intermetacarpianos y a
que (gracias a éstos) no se produce rotación de los fragmentos, permite que para el
tratamiento de la fractura de estos huesos no se requiera englobar los dedos 2º y 3º. Así,
las fracturas de estos MTC se tratarán mediante férula o yeso antebraquial
En cambio, el cuarto y quinto metacarpiano son móviles, “abrazando” los
objetos en la prensión. Ello supone más inestabilidad y es necesario inmovilizar 4º y 5º
dedos, que quedarán englobados en la férula; se asegura así, de igual modo, evitar
rotaciones. Así, pues, se colocará yeso o férula antebraquial con prolongación a 4º y 5º
dedos, con estos en flexión.

Atención especial por su frecuencia requiere la fractura del cuello del 5º MTC
o “fractura del boxeador”. Suelen deberse a traumatismo directo sobre el puño cerrado,
que fuerza la flexión del MTC, fracturando éste en el cuello. Si están desplazadas se
deben reducir bajo anestesia local y colocar un yeso o férula antebraquial con
prolongación al 4º y 5º MTC que mantenga la reducción, lo cual se consigue con la
flexión a 90º de la articulación MTC-falángica.

También debemos hacer referencia especial a las fracturas de la base del 4º y 5º


MTC, pues se pueden asociar a luxación de la articulación carpo-metacarpiana, que
exige reducción y mantenimiento de la misma moldeando el yeso.

Fracturas de los dedos de la mano

Fracturas de falange proximal y media:

En general, se pueden tratar de forma conservadora, previa reducción bajo


anestesia local si el desplazamiento lo precisa. Sólo aquellas fracturas con trazo oblicuo
largo o espiroideo, que tienen gran tendencia al acortamiento, o aquellas que afecten
seriamente a las articulaciones, precisan síntesis.

Si el trazo de fractura es autoestable o incompleto es suficiente con colocar una


sindactilia, instruyendo al paciente en sus cuidados y reposición, si fuese necesario.

De no ser así, se recomienda sindactilia con el dedo contiguo (en los dedos
medios elegir el de un lado u otro en función del desplazamiento) más férula
antebraquial con prolongación a dichos dedos, con éstos en flexión.
Es fundamental explorar la posible malrotación de la fractura, pues a la larga
suele ser la deformidad peor tolerada. Para corregirla y evitar que reaparezca de forma
secundaria, se debe inmovilizar los dedos en flexión y en sindactilia.

En general, se desaconseja el uso de férulas metálicas, por su escasa efectividad


para inmovilizar satisfactoriamente.
Fracturas de falange distal:

Prácticamente siempre se tratan de manera ortopédica, mediante vendaje de


protección. Si la uña está intacta, ésta sirve de férula a la fractura.

Avulsiones de inserciones tendinosas:

Exigen la inmovilización de la articulación afecta en una posición que permita la


reducción de la fractura y la relajación del tendón que tracciona. Son más frecuentes los
arrancamientos del tendón extensor (por flexión forzada de un dedo extendido).

Si el desplazamiento es escaso y el fragmento avulsionado no compromete la


estabilidad de la articulación, se pueden tratar con férula de yeso o aluminio del dedo
afecto, o mediante férula de Stack. La mayoría de tratados desaconsejan la
hiperextensión de la articulación para tratar estas lesiones.

Luxaciones interfalángicas y MTC-F

Una vez reducidas suelen mostrarse estables, y generalmente basta con colocar
una sindactilia. Si el dolor es intenso o si se prevé poca colaboración del paciente o si
hay fracturas asociadas, se colocará una férula antebraquial con prolongación al dedo
afecto más una sindactilia de éste con el adyacente.

Esguince de interfalángicas y MTC-F


Se tratarán con sindactilia más frío local. No suele ser necesario el empleo de
férulas de aluminio o yeso. Se recomienda la movilización precoz para evitar rigideces y
articulaciones fusiformes por cicatrización exagerada del ligamento y la cápsula
articular.

Fracturas de calcáneo

Son fracturas graves, que suelen afectar a la articulación subastragalina. Del


grado de afectación de ésta y del consecuente “hundimiento” del subtentaculum tali
dependerá la indicación de cirugía y el resultado final.

En fracturas no desplazadas el tratamiento consistirá en la colocación de una


férula suropédica. Es de esperar una intensa tumefacción local, por lo que se debe estar
atento a la aparición de molestias locales o complicaciones compresivas (síndrome
compartimental).

En las fracturas “en pico de pato” (por avulsión del tendón de Aquiles) se
colocará una férula en flexión plantar, previa al tratamiento quirúrgico.

Fracturas del hueso del tarso y metatarsianos

Generalmente están poco desplazadas y pueden tratarse con férula suropédica.


Sólo las fracturas con desplazamiento importante, con ausencia de contacto o MTC muy
acortados requieren intervención quirúrgica.

Fracturas de la estiloides del 5º MTT:

Merecen mención especial por varios motivos. Es la fractura más frecuente de la


extremidad inferior. Suelen estar producidas por avulsión, al traccionar el músculo
peroneo lateral corto de su inserción, tras sufrir una inversión del tobillo (mecanismo de
esguince de tobillo). Por ello explorar siempre ante un paciente que refiere “haberse
doblado el tobillo”.

El tratamiento es ortopédico en la práctica totalidad de casos. Incluso ante


desplazamientos moderados no se indica la reducción y síntesis de entrada. Es
característico en la evolución de estos pacientes que presenten molestias en la zona tras
varias semanas de la fractura, aún con ésta consolidada.
Fractura de Jones:

Es una fractura de la zona proximal del 5º MTT, pero distal a la articulación de


éste con el 4º MTT. Tienen tendencia al retraso de consolidación y la pseudoartrosis,
por lo que debe vigilarse su evolución.

El tratamiento inicial consistirá en la colocación de una férula suropédica.

Fracturas de las falanges de los dedos de los pies

El tratamiento se siempre conservador, con sindactilia. No se indica la


colocación de férula suropédica, pues ésta no inmovilizará los dedos y no hay motivos
para no autorizar la carga. Se debe instruir al paciente de los cuidados de la sindactilia y
se le debe enseñar a reponerla en caso de que se desprenda.

Você também pode gostar