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ANATOMÍA OCULTA
La iconografía del cuerpo humano
en las ciencias esotéricas
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(Astrología, Autoayuda, Ciencias Ocultas, Artes Marciales, Naturismo,
Espiritualidad, Tradición…) y gustosamente le complaceremos.
ISBN: 978-84-9111-293-8
Depósito legal: B-28.314-2017
Printed in Spain
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ÍNDICE
PRÓLOGO ............................................................................................................................................. 7
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ferentes culturas, geografías e historias. En este sentido, se comprende
cómo el poder de los símbolos es capaz de reconducir a la humanidad
a un único origen común. Origen que se remonta a la manifestación
del espíritu. El pensamiento, como expresión del lado espiritual, pue-
de captar la verdad, pero necesita del lenguaje para poderla traducir y
comunicar. A nivel simbólico, así pues, el hombre siempre ha tratado
de transferir y unir su ser con el Cosmos para sentirse un elemento de
pertenencia a lo creado visible e invisible. Por el contrario, incluso las
maravillas del cielo han sido siempre representadas de un modo antro-
pomórfico.
El término «símbolo» deriva del griego symballein (‘reunir’, ‘juntar’)
y en la Antigüedad se utilizaba para definir dos o más piezas en las que
se descomponía un objeto, el cual, una vez vuelto a montar, permitía
reconocer la identidad de sus portadores. Un ejemplo de esto era la
tarjeta hospitalitatis, es decir, el anillo que estaba dividido en dos par-
tes que, conservadas por dos familias, servían para que sus miembros
comprobaran la hospitalidad dada y recibida. También la tarjeta que los
jueces de Atenas recibían al entrar en el tribunal y que les servía como
identificación para percibir la retribución es otro ejemplo del uso de la
palabra «símbolo» en la Antigüedad. El símbolo religioso es un signo de
reconocimiento, una representación simple que indica o recuerda algo
más complejo e implícito. Por influencia de las religiones mistéricas, el
símbolo se convirtió en algo secreto, una expresión codificada que no
se podía comunicar directamente. Así, el mundo está repleto de sig-
nificados ocultos y de correspondencias secretas. El simbolismo tiene
principios y leyes precisas que emanan del mundo de los arquetipos.
¿Qué es el arquetipo? Conocido por los esoteristas y los psicoanalistas,
el arquetipo es el prototipo ideal de las cosas, es una idea que actúa
como modelo para otros modelos. Cada símbolo es una especie de re-
velación, y la meditación realizada al respecto pone de manifiesto un
determinado centro de la conciencia y su respectivo arquetipo, vibrando
al unísono. Los símbolos son las llaves para abrir las puertas del infinito,
que convierten en sensibles y reales de un modo terrenal todo concepto
inteligible, y que permiten pasar de lo sensible a lo inteligible.
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Como afirma Palamidessi:
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cuales está el mapa de la anatomía oculta que se analiza en el presente
tratado.
Teniendo en cuenta lo anterior, podemos decir con franqueza que
este libro y este mapa deben considerarse como una exposición históri-
ca, un viaje entre las teorías y filosofías que se pierden en las brumas del
tiempo. Ciertamente no como una imposición, y mucho menos como
una verdad que debiera ser establecida como un dogma irrefutable que
no puede ser desmentido. El objetivo de este tratado es la investigación
filosófica de las diversas facetas del saber que han otorgado una visión
del cuerpo humano a caballo entre la ciencia y el simbolismo herméti-
co. Tal conocimiento también podría ser útil para perfeccionarse en las
emociones, los pensamientos, las obras y las palabras haciendo propias
las antiguas enseñanzas sobre la extraordinaria relación entre el cuerpo
(microcosmos) y el universo (macrocosmos) cuando están en sintonía.
El hombre es una unidad completa, hecha a imagen y semejanza de
su Creador. Como tal, contiene todos los elementos del Creador y
de la creación; por esta razón es una tarea muy delicada describir su
constitución. Hay diferentes escuelas de pensamiento que describen
la conformación del hombre. No se puede afirmar que una sea más o
menos correcta que las demás porque, probablemente, todas podrían
contener un fondo de verdad.
El fascinante dibujo objeto de nuestro análisis es una compleja
representación del Adam Kadmon, el hombre primordial, en el que
convergen en síntesis buena parte de las tradiciones esotéricas que se
relacionan con el cuerpo humano. La Cábala, la alquimia, la astrolo-
gía, el hermetismo y las tradiciones orientales traman en este dibujo
una densa red de correspondencias que tienen por objeto sintetizar
estas antiguas doctrinas. La investigación se ha llevado a cabo median-
te la separación de las distintas corrientes de este conocimiento para
analizarlas de forma individual, con el fin de aclarar al lector la visión
global de la anatomía oculta.
El origen de la tabla está envuelto en misterio, y no se sabe exactamen-
te quién la dibujó. La datación se remonta a 1719, pero hay detalles que
no cuadran, como, por ejemplo, la cita de los campos electromagnéticos
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asociados a las partes anatómicas. El primero en introducir el electro-
magnetismo en lo oculto fue Francis Barrett, que nació mucho tiempo
después de esa fecha. Su obra más famosa, El mago, fue publicada en
1801. Lo que es seguro es que la reedición se debe (probablemente
también con algunos errores de copia, como por ejemplo Sefirah Iesod
repetido dos veces en lugar de Maljut) a un artista y filósofo de la
República Bolivariana de Venezuela llamado Ismael Díaz Noguera. De
hecho, el mapa fue revisado en 1970 y en 1982.
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I
ANTROPOLOGÍA
DEL CUERPO HUMANO
Nunca hay que mover el alma
sin el cuerpo,
ni el cuerpo sin el alma,
porque, defendiéndose
el uno con la otra,
estas dos partes mantendrán
su equilibrio y su salud.
PLATÓN
LA ANTIGÜEDAD CLÁSICA:
LOS PITAGÓRICOS, PLATÓN
Y LOS ESTOICOS
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y puro. Los únicos instrumentos para liberarse de este vínculo pri-
mordial, al igual que en el cristianismo, eran el sufrimiento físico y
la lucha contra las pasiones, entendida como renuncia de los aspectos
superfluos e innecesarios para el objetivo del recorrido catártico.
Más tarde, Platón retomó y profundizó en los discursos pitagóricos
(definidos por su dinamismo) en los diálogos realizados después de
la fundación de su Academia (por ejemplo, el Fedón) y en los que
pertenecen a la etapa de madurez (por ejemplo, el Timeo).
En el Fedón, el personaje de Sócrates desarrolla una tesis según la
cual el alma no tiene posibilidad alguna de alcanzar la pureza mien-
tras esté vinculada al cuerpo. En consecuencia, sólo la muerte puede
permitir que el espíritu se libere del vínculo material, en tanto que
impuro, del cuerpo y evolucione hacia la perfección que es inherente
a su naturaleza. Así, el hombre vivo sólo puede iniciarse en el camino
de la separación del alma del cuerpo alejándose de las pasiones y de
los placeres:
El filósofo desata el alma, tanto como puede, del comercio del cuerpo…
no debe prestar ninguna atención a los placeres de los que el cuerpo es
instrumento. (Fedón, 64e).
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las ideas) el equilibrio entre estas dos formas, eliminando la acepción
de límite y reemplazándola por la de completitud y compensación.
En 300 a. C., los estoicos dan un paso atrás con respecto a esta
última visión.
Esta corriente filosófica ateniense tiene como objetivo alcanzar la
ataraxia, o un estado del ser que contempla el total desapego de las cosas
terrenales y, especialmente, de los sentimientos, los cuales son interpre-
tados como limitaciones para la integridad moral y la pureza del alma.
Encontramos algunos ejemplos de estoicismo en Epicteto, quien
compara el cuerpo a un asno por su incompatibilidad con el pensa-
miento lógico, en Séneca y en Marco Aurelio. Este último, uno de los
exponentes tardíos de la corriente, llama la atención por sus reflexio-
nes, muy similares a las del pensamiento de la Edad Media:
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mismo medio, la separación del cuerpo del alma, quieren alcanzar dos
propósitos diferentes: los cristianos la salvación del alma, los filósofos
paganos el logro de la perfección espiritual y, por lo tanto, del cono-
cimiento.
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¡Que me bese con los besos de su boca!
Sí, mejor que el vino es tu amor.
Embriagadores son tus perfumes por la fragancia,
aroma que se propaga es tu nombre:
por eso las jóvenes se enamoran de ti.
¡Arrástrame contigo, corramos!
Me meta el rey en sus estancias:
gozaremos y nos alegraremos por ti,
recordaremos tu amor más que el vino.
¡Por ti nos enamora!
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del cuerpo como imagen del Creador, pero al mismo tiempo condena
la contaminación debida al placer sexual que lo hace impuro y templo
del pecado.
¿O es que no sabéis que el que se une con una ramera forma con ella un
solo cuerpo? Los dos serán, como se ha dicho, un solo cuerpo. Pero quien
se une al Señor forma con él un solo espíritu. (1 Cor. 6:15-17).
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pecaminosa, del cuerpo y del espíritu. El más antiguo y eficaz de éstos
es el sistema de los vicios capitales, erróneamente llamados pecados,
redactado por primera vez por el asceta Evagrio Póntico, quien en su
libro Sobre los ocho espíritus malvados (pneumata o logismoi), clasifica
ocho tipos de vicios, en este orden: gula, lujuria, avaricia, ira, tristeza,
pereza, vanidad y soberbia.
Pero fue su discípulo Giovanni Cassiano quien identificó la dife-
renciación fundamental entre estos vicios, separando los relacionados
con el cuerpo de los relacionados con el espíritu.
Los vicios carnales son aquellos ligados al placer del cuerpo y que
únicamente se pueden disfrutar a través de éste: la gula y la lujuria. El
alma no puede más que ser una espectadora pasiva de la consuma-
ción de estos placeres que contaminan la carne: «El cuerpo recibe
satisfacción y deleite hasta arrastrar al alma a consentir sus apetitos».
Son impulsos profundamente vinculados a la naturaleza biológica
del cuerpo, existen y reaccionan de forma independiente a la volun-
tad del alma y causan sufrimiento.
La única cura para estos vicios consiste en la abstinencia y la repre-
sión de los instintos.
Los espirituales, por el contrario, alimentan exclusivamente al alma
y sus sentimientos, satisfaciéndola en diferentes estadios: avaricia, ira,
tristeza, pereza, vanidad, soberbia. El alma, en su gratificación, para
saciarse se olvida del cuerpo, hasta someterlo a sufrimientos y conse-
cuencias terribles. En este caso el cuerpo es el que se muestra indefenso
ante la corrupción del alma.
INTERPRETACIÓN PATRÍSTICA:
IRENEO Y TERTULIANO
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La filosofía patrística representa el pensamiento de los padres de la
religión cristiana, que tuvieron que hacer frente a la ardua tarea de di-
vulgar la palabra en un período histórico en el que la influencia de las
grandes escuelas de origen griego, como el estoicismo y el neoplatonis-
mo, todavía era muy fuerte.
El problema principal era enfrentarse y competir con las filoso-
fías estructuradas y teorizadas en doctrinas muy bien definidas. Por
esta razón, el credo religioso de los padres tuvo necesariamente que
evolucionar en pensamiento filosófico, en busca de un punto de con-
tacto y de continuidad con la tradición helénica. Primero fue necesario
crear una identidad clara y definida de los propios dogmas y preceptos,
de modo que resultara identificable a ojos de los nuevos adeptos y de
los profanos. Más tarde, debido al fuerte elemento de ruptura con el
pasado, la filosofía patrística, para moderar el impacto cultural y de
costumbres, se estructuró como una continuación de la búsqueda del
ser de la filosofía clásica, hasta proclamarse como verdad definitiva.
También en este caso, la búsqueda del estado del ser, entendido
ahora como Dios y su imagen, se divide en el dualismo alma-cuerpo.
Varias tesis de la filosofía patrística tienden hacia ambas posiciones.
Algunos, como Tertuliano y Teófilo de Alejandría, se declaran a
favor del cuerpo como imagen modelada por Dios a su imagen y seme-
janza plena de su espíritu.
Ireneo, autorizado teólogo cristiano nacido en Asia Menor en el
siglo II d. C., en sus textos Contra haereses escribe:
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es un hombre espiritual, sino el espíritu del hombre o el espíritu de Dios.
Cuando, en cambio, este Espíritu mezclado con el alma se une a la obra
moldeada, gracias a la efusión del Espíritu, se llega al hombre espiritual y
perfecto, y éste es el hombre creado a imagen y semejanza de Dios. Pero,
cuando al alma le falta el Espíritu, un hombre así, animal y carnal, será
imperfecto, porque tiene la imagen de Dios, pero no ha recibido la simili-
tud por medio del Espíritu. Ahora bien, como este hombre es imperfecto,
entonces, de nuevo, si se elimina la imagen y se rechaza la obra plasmada,
no se puede considerar al hombre, o una parte del hombre, como hemos
dicho antes, o cualquier otra cosa que no es el hombre. En realidad, ni la
carne moldeada es en sí misma hombre perfecto, sino cuerpo del hombre
y parte del hombre, ni el alma es en sí misma hombre, sino alma del hom-
bre y parte del hombre, ni el Espíritu es hombre, porque se llama Espíritu
y no hombre. Ahora bien, la mezcla y la unión de todas estas cosas consti-
tuye el hombre perfecto.2
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es iluminada por el Espíritu, es la carne la que se alimenta del cuerpo y de
la sangre de Cristo, para que también el alma pueda ser alimentada por
Dios. Así, no se pueden separar de la recompensa a aquellos que están
unidos por las obras.3
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para alcanzar el mundo creado por el Demiurgo, se convierte en ma-
teria en la figura de Jesús.
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Para ayudar a los hombres a vencer los vínculos y las tentaciones
de Satanás, Dios envió un ángel a la Tierra, un guía para mostrarles
el sendero de la salvación. Para poder descender al plano terrenal, el
ángel se hizo hombre y se convirtió en Jesús.
Los cátaros no tenían profetas y no produjeron textos sagrados pro-
pios. Las escrituras de referencia, reelaboradas según su visión, eran los
dos Testamentos cristianos y algunos textos apócrifos (por ejemplo,
la Visio Isaiae). La interpretación cátara es en algunos aspectos muy
similar a la ortodoxa, pero difiere en un punto clave muy importante:
si, para los primeros, el mundo y las cosas materiales fueron generadas
por el Dios malvado, Satanás; para los segundos, existe sólo un único
Dios, creador de todas las cosas, espirituales y materiales.
Una importante contribución a la interpretación cátara de las es-
crituras se debe a Orígenes de Alejandría, quien sostiene que las Escri-
turas tienen un origen divino y por lo tanto son interpretables desde
tres perspectivas diferentes: literal, espiritual y escatológica (el estudio
a través de la filosofía del destino del hombre como una entidad).
Debido a su amplia difusión, la religión cátara se convirtió en objeto
de una brutal persecución por parte de la Iglesia católica y, además, fue
una de las principales causas del nacimiento de la Santa Inquisición.
Muchos textos y tratados fueron destruidos. Entre los que han llegado
hasta nosotros, es digna de mención La cena secreta, del que se deducen
importantes revelaciones acerca de los orígenes del mundo, de la rivali-
dad entre Dios y Satanás y de la creación del hombre. Evidentemente,
es importante recordar que el desarrollo de las filosofías religiosas en la
Baja Edad Media está fuertemente influenciado, en primer lugar, por
los problemas lingüísticos y semánticos de la traducción de los textos y,
en segundo lugar, por la dispersión geográfica de la divulgación. Por eso
hoy en día tenemos diferentes versiones de las mismas doctrinas.
En los capítulos relativos a la teoría cosmológica se cuenta cómo
Satanás, que fue derrotado por el Dios bueno, fue arrojado del cielo
con sus ángeles seguidores. Después, gracias a la Divina Misericordia,
que no conoce el odio, se le permitió crear el mundo material y todas
las formas de vida que lo habitan.
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En los capítulos relativos al nacimiento del hombre, es decir, a la
creación del cuerpo y de la carne, se encuentran revelaciones impor-
tantes y originales:
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fueron condenados a muerte». Y yo, Juan, todavía le pregunté al Señor:
«¿Cómo el hombre nace en Espíritu en el cuerpo de carne?». Y el Señor me
respondió: «Viniendo de los ángeles caídos del cielo, los hombres entran
en los cuerpos de las mujeres y reciben la carne de la concupiscencia de la
carne; el espíritu nace del espíritu y la carne de la carne, y así el reino de
Satanás se cumple en este mundo y en todas las naciones».4
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Debido a su naturaleza espiritual los ángeles encarnados se negaron
a procrear entre sí, porque el origen de su alma ya era eterno y per-
fecto. Entonces Satanás, gracias a su astucia, tentó al ángel que tenía
forma de mujer con la codicia y la empujó al acto sexual: «Esparció
en ella la concupiscencia de los pecados y desahogó su concupiscencia
con Eva mediante la cola de la serpiente». Del mismo modo hizo con
el hombre, a su vez también él tentado por la lujuria de la mujer:
«Entonces el diablo esparció en el ángel que estaba en Adán el propio
veneno y la propia concupiscencia».
Los pasajes de La cena secreta, a pesar de mantener intactos a los
sujetos, distorsionan las acciones del Génesis tradicional y crean una
importante separación de los orígenes del cuerpo y del alma: la carne,
la muerte y, en consecuencia, la procreación y todos los pecados son de
origen diabólico, mientras que el espíritu y el alma son emanaciones
directas del Divino.
El hombre es el fruto de la unión forzada y violenta del bien y del
mal, que, una vez más, en los seres humanos coexisten, pero no coin-
ciden.
Por esta razón los cátaros creían en la resurrección del alma creada
por Dios, pero no en la del cuerpo, en cuanto creación del maligno
y, por consiguiente, perecedera y no eterna.
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dades. La concepción humanista-renacentista del hombre obviamente
influyó también en el modo de concebir el cuerpo. Finalmente, en el
Renacimiento se alcanza el equilibrio entre la materia y el espíritu.
En efecto, de acuerdo con el humanismo, el hombre es como un dios
terrenal, señor del mundo. Una especie de microcosmos; a saber: una
parte del mundo que refleja en sí misma la armonía y la perfección del
macrocosmos, es decir, del universo completo.
Esto da lugar a una revalorización de los valores laicos y terrena-
les y de las posibilidades cognoscitivas del hombre, y un comporta-
miento especulativo más libre y desprejuiciado. Colapsada la rígida y
sistemática visión del mundo ligada a la escolástica y al aristotelismo,
resultan privilegiadas las investigaciones concretas e inmediatamente
utilizables. Se añade una concepción más activa y dinámica de la na-
turaleza, que deja de ser un ente pasivo, y es vista más bien como vida
en movimiento conectada por miles de hilos a la existencia humana.
La difusión del pitagorismo matemático, que ve relaciones numéricas,
misteriosas simetrías y proporciones armoniosas en todos los aspectos
del universo, y el descubrimiento del hermetismo griego, que teoriza
prácticas mágicas y la influencia de las estrellas en el mundo natural y
humano, contribuyen a alimentar un interés por la realidad física en
el que las necesidades científicas y las tendencias místicas e irracionales
están estrechamente conectadas. La exigencia de conocer los secretos
de la naturaleza, las leyes que la gobiernan y de doblegarla bajo el
propio poder, es la base de la difusión, en el siglo XIV, de la magia, la
alquimia y la astrología que fueron vistas como disciplinas destinadas
a la manipulación del mundo natural.
Paracelso (Filipo Aureolus Theophrastus Bombastus von Hohen-
heim, 1493-1541) fue una de las figuras más representativas del Re-
nacimiento. Médico, alquimista, astrólogo, filósofo, mago, Paracelso
se une al crisol de mentes y espíritus revolucionarios que permitirán
que el hombre, como tal, recupere su importancia y vuelva al principio
y centro de todo. En su Astronomía Magna (escrito en 1537) insistió
en la relación entre el macrocosmos y el microcosmos. Este médico
proclama la santidad de la naturaleza, defensora de la voluntad de
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Dios, por la que las plantas, los árboles y las piedras preciosas son las
letras de la creación en la escuela del firmamento; las intenciones de
esta naturaleza se evidencian mediante señales, siendo el universo al
hombre lo que la esfera es a su centro, en un todo:
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físico a través del cual el yo propio se manifiesta. Es una acción que se
llevaría a cabo en la inconsciencia más profunda precisamente porque
se explicaría a nivel de las células y/o los agregados celulares.
Las mismas cualidades anímico-espirituales que, en sus manifesta-
ciones en la conciencia, en la vida interior del hombre, experimenta-
mos cómo pensar, sentir o desear, bajo otro aspecto son las fuerzas que
suscitan y regulan los procesos fisiológicos en los órganos del cuerpo.
De acuerdo con esta visión global del hombre, concebido como
vector de fuerzas físicas, mentales y espirituales, el yo proporcionaría a
la fabricación de la proteína humana una función análoga a la del Sol
en el macrocosmos, central y organizador.
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II
METAFÍSICA DEL ALMA
BHAGAVAD GITA