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Peter Fonagy.
Quizás más que otros problemas de los niños y adolescentes, los problemas de conducta
(PC) están en el ojo del beholder. Sus conductas “actino out” van desde las irritantes
(gritar, lloriquear, berrinches) a la amenazante e incluso aterrorizante (destructividad
física, agresión interpersonal, incluso el asesinato). No obstante lo heterogéneo de la
categoría, las conductas no ocurren en aislamiento, sin que parecen ser parte de un
complejo síndrome. Evidencia epidemiológica acumulada por algunos años, por
ejemplo, la desobediencia y argumentación, son precursores del desarrollo a formas más
serias de conducta anti-social en la adolescencia. El entendimiento del desarrollo de este
grupo de adolescentes es el objetivo de este artículo.
Temperamento.
La progresión desarrollistica del comienzo temprano (91) o comienzo-en-la-infancia de
los PC ilustran estas interacciones. Estos niños parecen progresar desde PC menos
serios como la desobediencia y berrinches a otras más serias – agresión, robar y mal uso
de sustancias. Conductas manifiestas como desafiar y pelear aparecen más temprano
que conductas cubiertas como mentir y robar, pero las últimas complican más que
reemplazan los problemas tempranos. (94). La impulsividad, hiperactividad e
irritabilidad en la infancia han sido reportados en el comienzo infantil de los PC (93),
aunque el temperamento en sí mismos tienen poca asociación con los PC en la
adolescencia (95). Por tanto, parece que el temperamento difícil es parte de un problema
transaccional en la relación padre-hijo en el marco de la teoría del apego.
Cognición social.
Interacciones padre-hijo.
Estudios más recientes han comenzado a dar respuestas preliminares a la pregunta obvia
de por qué algunos padres tienen dificultades en imponer estrategias de manejo
apropiadas. Tales padres son más probables de mal interpretar la conducta del niño,
tener expectativas negativas sobre el niño y la familia, ver los PC del niño como
deliberado, y sienten una pérdida de control en su rol parental (62; 96; 92; 92; 90). La
insensibilidad de los padres a los estados mentales de sus niños aumenta el riesgo tanto
de PC como de apego. De hecho, existe una fuerte similitud entre descripciones de
padres con niños con PC y padres de niños cuyo patrón de apego es desorganizado.