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Sobre esta base, podemos formular ahora uno de los objetivos principales de la
CRP: ¿Es posible la metafísica como ciencia? Para responder a esta pregunta
debemos, por una parte, determinar las condiciones que hacen verdaderos los
enunciados científicos, y, por otra, definir convenientemente el concepto de metafísica,
posicionándolo frente a los modelos metafísicos propuestos por los filósofos anteriores.
Los juicios sintéticos, por su parte, amplían el campo de la experiencia, pero por
sí solos no son capaces de proporcionar a ésta la necesidad y universalidad exigidas por
el criterio kantiano de verdad. Los juicios sintéticos producen un conocimiento
contingente, como Hume y el empirismo habían mostrado, desembocando de ese modo
en el escepticismo. Según Kant, este conocimiento está basado en meras
generalizaciones empíricas, y debe ser complementado de algún modo para ser aceptado
como modelo de conocimiento científico.
A PRIORI Y A POSTERIORI
• Son empíricas, solo podemos proponer un fin como bueno y unas normas para
alcanzarlos tras tener experiencia de ello.
• Presentan imperativos hipotéticos, las normas propuestas solo valen si se acepta
el fin propuesto.
• Son heterónomas, la razón no se da a si misma las normas, le vienen impuestas.
La solución a las éticas materiales es proponer una ética formal, una ética vacía de
contenido, que no proponga ningún bien supremo, ni dicte normas concretas. Una ética
así no expresara lo que se debe hacer sino como se debe obrar; se centrara en la forma
de la acción, no en su contenido. No tendrá los defectos de los materiales, pues esta
ética formal:
Ahora bien ¿qué significa actuar por deber? El deber es un imperativo. Un imperativo
sin condiciones, un imperativo absoluto o categórico. Sin embargo, no nos lo impone ni
la sociedad, ni una autoridad externa, ni Dios, ni nuestras propias inclinaciones o
creencias: nos lo imponemos nosotros mismos en tanto que seres racionales. Actuar por
deber es obedecer la voz de la razón que hay en nosotros. La persona que escucha y se
guía por la razón actúa como corresponde a un ser racional, Para nosotros, humanos, la
voz de la razón se nos impone como un deber porque somos seres racionales
imperfectos. Y somos imperfectos porque estamos dotados de deseos e inclinaciones
que nos impulsan en sentido distinto al de la razón. Si fuésemos seres racionales
perfectos, dotados solamente de razón, la voz de la razón no nos parecería un deber,
sino que la seguiríamos espontáneamente.
¿Y cuál es la voz de la razón? ¿Cuál es el deber que la razón nos impone, que nos
imponemos en tanto que seres racionales? Según Kant, la razón prescribe la ley según la
cual han de vivir los seres racionales: la ley moral. Y esta ley moral, que se dirige a los
mismos seres racionales que la dictan, ha de ser tan formal- tan universal y racional,
diríamos- que no contenga referencia alguna a circunstancias particulares- a deseos o
inclinaciones, por ejemplo. Es como si la razón dijera: "Actúa solo según una máxima
(norma o regla) tal que puedas al mismo tiempo querer que se convierta en ley
universal". Kant denomina a este imperativo de la razón, del cual ofrece hasta cuatro
formulaciones distintas, "imperativo categórico". Otra formulación interesante es la
siguiente: "Actúa de tal modo que trates a la humanidad, tanto en tu persona como en la
persona de cualquier otro, siempre y al mismo tiempo como fin, nunca simplemente
como medio". Actuar correctamente nos obliga a no tratar a las personas- incluso a uno
mismo- sólo como medios, sino como fines en sí mismas: las personas merecen respeto.
Kant supone que las normas morales al ser universalizables no admiten excepciones.
Eso significa, en primer lugar, que obligan a todo ser racional y, por tanto, nadie es
excepcional y, en segundo lugar, significa que han de cumplirse en toda circunstancia so
excepción, sean cuales sean las consecuencias: nada cambia si, en un caso determinado,
tendría mejores consecuencias no decir la verdad.
Con todo, según Kant, el valor moral de una acción no es sólo la conformidad con las
normas morales que constituyen el deber. Una acción conforme al deber es simplemente
una acción correcta. Su valor moral depende del motivo por el cual ha sido realizada. Y
el único motivo que otorga valor moral a una acción es realizarla por respeto al deber.
El tendero que no pide un precio excesivo al comprador inexperto actúa honradamente,
de conformidad con el deber, pero dado que el motivo de esta acción podría ser o la
inclinación- querer aumentar la clientela, por ejemplo- o el deber- querer cumplir el
deber-, solo tendrá valor moral, si su motivo ha sido este último. En definitiva, lo único
que da valor moral a una acción es la intención: actuar por respeto al deber. Esto es la
buena voluntad.
Los críticos han objetado a Kant el carácter absolutista de su teoría, es decir, que no
atienda a las circunstancias particulares de cada caso y, por tanto, que los deberes
morales no tengan nunca en cuenta las consecuencias de las acciones. Si el deber obliga
a no mentir, las consecuencias de que una persona que esconde en la buhardilla a una
familia judía diga la verdad a una patrulla nazi pueden ser tan perjudiciales que
parecería una inmoralidad confesar la verdad.
Otra objeción es que la teoría kantiana no parece que pueda resolver el problema del
conflicto de normas. Si algunos deberes, como los deberes perfectos, no admiten ser
limitados por otros deberes, y esto significa que se han de cumplir en toda circunstancia,
muchos dilemas pueden resultar irresolubles. Si por cumplir una promesa no se puede
salvar una vida, se incumple este deber. La alternativa es salvar una vida, pero
incumplir la promesa. Se haga lo que se haga parece que algún deber no se puede
cumplir.
Por último, los objetores consideran que la universalizabilidad no es el fundamento
adecuado de las normas morales. Por una parte, no parece necesaria, porque puede
haber normas morales que no sean universalizables (amar a los enemigos). Por otra
parte, la universalizabilidad no es suficiente, porque hay normas universalizables que no
son morales (poner una flor en el balcón) e incluso que son un deber moral no cumplir
(ser cruel: una persona racional a quien no importara vivir en un mundo cruel y padecer
la crueldad de los demás podría universalizarla).
En cuanto ser dotado de razón y voluntad libre, el ser humano es un fin en sí mismo,
que, a su vez, puede proponerse fines. Es un ser capaz de hacerse preguntas morales, de
discernir entre lo justo y lo injusto, de distinguir entre acciones morales e inmorales, y
de obrar según principios morales, es decir, de obrar de forma responsable. Los seres
moralmente imputables son fines en sí mismos, esto es, son seres autónomos y merecen
un respeto incondicionado. El valor de la persona no remite al mercado ni a
apreciaciones meramente subjetivas (de conveniencia, de utilidad, etcétera), sino que
proviene de la dignidad que le es inherente a los seres racionales libres y autónomos.
La dignidad es una atribución propia de todo ser humano, no en tanto que individuo de
la especie humana, sino en tanto que miembro de la comunidad de seres morales. La
dignidad es una instancia moral que distingue al ser humano de los animales "y lo
ennoblece ante todas las demás criaturas. Nuestra obligación con nosotros mismos es no
negar la dignidad de la humanidad en nuestra propia persona" (Kant, I.1964: a 119). En
tal sentido, en la medida que niego o lesiono la dignidad del otro afecto también a la
humanidad en mi persona, esto es mi propia dignidad moral como ser humano.
También la idea de que el fundamento del respeto absoluto que se les debe a las
personas radica en la moralidad, esto es: proviene de la pertenencia de las mismas a la
comunidad de seres morales.
Sin embargo, hay diversas cuestiones que tendrían que ser repensadas toda vez que se
acude al pensamiento kantiano para dar respuesta a la idea de dignidad humana, a saber:
en la actualidad -y más allá de los aportes realizados por su concepción negativa de la
dignidad humana, en el sentido de la no-instrumentalización de las personas- surgen
interpretaciones que exigen hacer también consideraciones positivas respecto del
concepto de dignidad humana, las cuales quedan ejemplificadas cuando se habla, por
ejemplo, de exigencias relacionadas con una "vida digna" o una "muerte digna".