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Pero la historia no es tan corta, pues pasados más de veinte años que
nos conocimos, me tranquiliza recordar que yo reaccione con firmeza ante el
momento decepcionante, decidí alejarme cambiando mi ruta del trabajo a mi
casa, sin embargo el destino tiene fuerzas oscuras, y desde otras calles es
entonces cuando la madre de Ana María comienza a ganar protagonismo en
mi vida, no solo me intercepta, me busca y elabora ideas para tener momentos
conmigo y vaya que los tuvo, compartíamos cervezas y chichas juntos, nos
tomábamos fotos, reíamos hasta que entre tanto entendimiento los besos se
fueron intensificando hasta que terminamos durmiendo juntos, a veces
sospecho que Gladys Maeda Correa lo calculó todo con premeditación y
alevosía el hecho es que al regresar a la casa de los abuelos de Ana María
como el nuevo romance de su madre no me resultó complicado puesto que no
fui yo quien fallé ni tampoco fue un acto de venganza, simplemente sucedió,
sin embargo a solas abordaba en mí, la nostalgia al recordar los innumerables
momentos compartidos cuando todo me parecía amor, con toda mi
experiencia la preparé para su postulación a Srta. Ferreñafe, 1995
representando al Bar "Los Compadres", fue finalista en la disputa por un
cetro que al final alcanzó Vanessa Salcedo García, siempre estuve apoyándola,
juntos recibíamos el Año Nuevo quemando el año viejo prendiendo un
muñeco de paja al cual ella le colocaba una tuza en el pantalón y se echaba a
reír, en la grabadora sonaba un vallenato colombiano y el baile no se hacía.
Esperar, y muchas cosas más sin comprender porque mató mi ilusión tan
bruscamente y utilizando a un tipo que ni quería, cuando Pedro Villar se la
robó ya Ana María significaba una herida abierta para mí que Gladys cerraba
con sus locuras, pasión y ternura, no tardó en llegar nuestra hija Hilda Solís,
solo seis meses después Ana María alumbraba a su primera hija: Anaís Villar
Plaza, en otras palabras marcamos dos rumbos distintos y para siempre.
Para mí lo más importante como siempre es que Ana María sea feliz,
lucha para salir adelante, educando a sus hijos, mi expresión de cariño está
siempre, le obsequio los libros que publico, frecuento cada vez que puedo su
Bar restaurant "Doña Anita" y hasta compartimos momentos en familia, ya
mis años no tienen espacio para la ilusión, solo para el trabajo y el esfuerzo,
su padre Giovani Plaza Castillo que viene más frecuentemente al pueblo, debe
sentirse orgulloso de tener una hija así: trabajadora con ideas propias,
aprendiendo de los errores y aquilatando las experiencias, en cuanto a mi
Estado Civil es confuso, soy casado porque un papel así lo dice cuando en
realidad experimento la soledad y el desamor con mucha frecuencia, Gladys
siempre asumió su papel de esposa con egoísmo y deportivamente y sus
errores siguen siendo el merecido castigo por mis faltas en el pasado, un
pasado borrascoso que aun parece pesar en mis hombros y lo admito, lo que
jamás toleraré es que otra mujer o inclusive la madre de mi hija pretenda
burlarse de mí, la hija de Ana María, y la mía: Anaís e Hilda son bellas
jovencitas cursando ciclos universitarios en esa etapa tan hermosa, a Ana le
corresponde orientar y comunicarse con su hija ante su relación matrimonial,
mientras que yo siento desde mi soledad y nostalgia que nuestra amistad
debe durar para siempre, no sé porque.