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Bohórquez & Mazabuel 1

UNIVERSIDAD NACIONAL DE COLOMBIA – Sede Bogotá


SFC – Problemas Filosóficos Contemporáneos I
Luis Ángel Mazabuel García & Andrés Felipe Bohórquez Castro
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La aristocracia como expresión del devenir de la naturaleza
Nietzsche, en los últimos parágrafos de su “Anticristo” (§52-62)1, concluye con una
serie de críticas que pretenden sacar a la luz la maldición que supone de suyo la cultura
cristiana. Esta maldición, en términos generales, es presentada como la expresión directa de
un tipo de nihilismo, el cual se caracteriza en esta última sección, por lo demás, como el
instinto hacia la (auto)destrucción, negación e impedimento de todo lo fuerte y creador.
Estas críticas, sin embargo, no son el único tema que ocupa al autor a lo largo de su
texto. En medio de todo su discurrir argumentativo, Nietzsche presenta ante sus lectores una
“forma” de vida que se contrapone a la que lleva consigo la maldición. Esta nueva postura es
considerada la más valiosa y la única capaz de superar el No-valor o el nihilismo de la vida
cristiana.
Así, los parágrafos a tratar acá los hemos catalogado bajo dos grandes temáticas2: I)
el tratamiento del No-valor o del nihilismo de la cultura cristiana y II) la propuesta
nietzscheana del hombre y sociedad que han de tomarse como valiosos. Por un lado, el primer
tema puede ser dividido en dos grandes argumentos: la crítica al hombre de convicciones y
el argumento histórico con el cual se demuestra la finalidad belicosa y destructiva del
judeocristianismo contra todo lo ascendente y valioso. En segundo lugar, la propuesta
nietzscheana ha de ser dividida, a su vez, bajo dos aspectos: el papel del espíritu escéptico en
la tarea de la transvaloración de los valores, y la expresión de la jerarquía natural en una
sociedad aristocrática.
Estos dos últimos aspectos referentes a la propuesta de Nietzsche dan cabida a una
tensión palpable. Tal parece que la postura nietzscheana de una vida y una sociedad
ascendente está fundamentada en conceptos que se utilizan a lo largo de su obra, tales como:
instintos, naturaleza, vida y Voluntad de poder; sin embargo, al hacer la caracterización del
espíritu escéptico como aquel único portador del derecho de hablar acerca de lo que tiene o
no tiene valor “Los grandes espíritus son escéptico. Zaratustra es un escéptico” (Anticristo, §54,
p. 103), Nietzsche parece entrar en una aporía de la siguiente manera:
¿Cómo es posible que su tratamiento acerca de los valores en general esté siempre
sujeta a afirmaciones como “El orden de castas, que es la ley suprema, dominante, es solo la
sanción de un orden natural, de una legalidad natural de primer rango” (§57, p. 110), cuando
el escepticismo rechazaría de entrada afirmaciones de este carácter? Dicho de otra manera:

1
Inclúyase aquí Ley contra el cristianismo.
2
No debe entenderse por esto que hay dos bloques argumentativos independientes, sino que el conjunto
de estos dos temas es aquello que unifica el texto de Nietzsche en su totalidad.
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Si un espíritu escéptico no se comprometería con este tipo de afirmaciones, al parecer


metafísicas, ¿cómo es que Nietzsche pretende ligarlos?
Partiendo del supuesto de que es ligera la interpretación según la cual Nietzsche se
contradice, en la última sección de nuestra ponencia intentaremos mostrar distintos puntos
de vista a partir de los cuales sería posible abordar este problema.
La crítica de Nietzsche a la valoración hecha por la historia maldita
Tal como lo dijimos arriba, esta primera sección está dividida en dos argumentos cuyo
objetivo es mostrar el nihilismo que se encuentra en el corazón del cristianismo. El modo de
proceder de Nietzsche se da de la siguiente manera: primero, muestra cómo el valor del
cristianismo no debe darse en función de si es una verdad o una mentira (crítica al hombre
de convicciones), sino a las finalidades que fundamentan esta valoración; segundo, muestra
cómo esas finalidades están viciadas por el instinto de venganza, destrucción y negación de
toda creación y fuerza realizadas y por realizar (argumento histórico).
-Crítica al hombre de convicciones
Para Nietzsche el hombre de convicciones se caracteriza por una actitud fundamental:
el des-simismamiento de sí. Ello significa, en un sentido general, una incapacidad en el
hombre de determinar interna y propiamente el valor de las cosas; que por ende necesita
atarse a un regulador externo que determine lo que vale y lo que no. Esta actitud está presente
en tres figuras del cristianismo: el Mártir, el pietista y el teólogo; quienes comparten una
característica rasteable hasta ese des-simismarse: la fe. Commented [C1]: Creo que eso no aplicaría para el
teólogo.
Nietzsche, define la fe como el “no-querer-saber lo que es verdadero” (§52, 100).
Esto tiene dos sentidos: por un lado, pone de manifiesto la falta de libertad (voluntad) para Commented [C2]: Libertad no es voluntad en Nietzsche!
decidir lo verdadero o lo falso en cuanto que todo tiene que referirse a un gran “meta-relato”
que da significado a los hechos; mientras que, por otro lado, se refiere a la cuasi necesidad
de interpretar todo aspecto del mundo bajo una lectura divinizada, pretensiosa, de algo
providencial como la Verdad que aguarda tras cualquier hecho.
Dar cuenta de cada una de estas tres figuras del cristianismo puede ayudar a
comprender lo que el autor entiende por el hombre de convicciones y su respectiva crítica a
este:
- El pietista es el hombre al que solo el hecho de considerar lo que es verdadero o
falso le supone una contradicción, puesto que en él se demuestra el fanatismo, es
decir, la actitud frente a la vida según la cual todo tiene sentido a partir de una
determinada fe, y, por ende, dudar de ella constituye una negación del sentido
mismo de su vida.
- El mártir, en cambio, es una persona que llega a entregar su vida por una Verdad;
esto significa que hay una pérdida de importancia de todo lo que le es propio: su
vida, en vista de algo más valioso: una vida supra-mundana y una idea de honor
alimentada por cómo es visto ese acto.
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- Por último, el teólogo, es aquel que desarrolla una interpretación a la ligera de Commented [C3]: A la ligera, pero no desligada de lo que
todo acontecimiento del mundo. Interpretación siempre mediada por la Idea de la él es!
divina providencia, que no es otra cosa sino el Ente dador de sentido y significado
al mundo
Hay un argumento inmediato que recoge lo que se critica en los hombres de fe: el
silogismo del sacerdote. Dice Nietzsche:
“El hombre no puede saber por sí que es bueno y que es malvado, por ello Dios le ha enseñado
su voluntad… Moraleja: el sacerdote no miente, - la cuestión «verdadero» o «no- verdadero»,
en aquellas cosas de que los sacerdotes hablan, no permite en modo alguno mentir.” (§55, p.
106).

En síntesis, la crítica de Nietzsche apunta a la idea de que la sustentación de la vida


cristiana a partir de la fe está al margen del ámbito de lo verdadero o de lo falso. Así lo
demuestran los hombres de fe; ninguno expone pruebas del gran “meta-relato” con el cual le
dan sentido a sus vidas. Para el pietista es auto contradictoria la pregunta acerca de la verdad;
el mártir intenta legitimar la verdad a partir de acciones y no de razones; y el teólogo vicia
sus interpretaciones con la idea de la divina providencia. La revelación se presenta como el
paradigma para justificar la convicción contenida en el cristianismo; por ende, hace notar que
su valor debe pensarse al margen del ámbito de las verdades.
-La finalidad del cristianismo como principio de su valoración
El análisis nietzscheano hasta acá ha considerado la imposibilidad de hablar acerca
del valor del cristianismo en términos de lo verdadero y de lo falso; sus bases están
determinadas por la convicción en la revelación, insustentable en términos de verdad o
mentira. El hecho de que la vida cristiana se escape de este examen, significa para Nietzsche
que el valor del cristianismo ha de ser encontrado ya no en sus contenidos, sino en su
finalidad. Por lo cual, adentrarse en la búsqueda de la finalidad del cristianismo es la labor
que emprenderá Nietzsche ahora, haciendo un examen de la historia. Este examen es aquello
que des-oculta el nihilismo inherente a la cultura cristiana, y que termina por identificarlo
con el instinto destructivo, que a su vez desemboca inevitablemente en la negación e
impedimento del surgimiento de su contraparte, todo lo fuerte y valeroso.
Para ejemplificar lo que se quiere decir, Nietzsche trae a la memoria lo sucedido en
la influencia judeocristiana sobre el imperio romano y sobre el movimiento renacentista
emergente, igualmente viciado por las creencias negadoras representadas por Lutero.
En el primer caso, Nietzsche lamenta sobremanera el impulso que llevaba el curso
histórico, fértil y con los “métodos necesarios” para el crecimiento de una sociedad
prometedora, puesto que se vio inmediatamente frenado por la influencia del ideal cristiano
emergente sobre roma. Se encuentra acá, la atadura histórica en el crecimiento y surgimiento
de algo provechoso, mitigado o, mejor dicho, negado, por el dominio del ideal cristiano en
la sociedad occidental. El segundo caso, además penoso para Nietzsche por hacer parte de la
historia misma de su cultura, es significativo por haber tenido la ligera oportunidad de librarse
de los valores cristianos de destrucción e impedimento de todo lo fuerte.
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Así, el cristianismo es revelado en su intención y finalidad de destruir todo lo que por


naturaleza es fuerte, y a su vez como el impedimento de la posibilidad de que exista un
resurgimiento de una cultura creadora. La sentencia que dicta Nietzsche es, entonces, que la
cultura y los valores cristianos tienen, en realidad, solamente un valor negativo, decadente,
el cual expresa el nihilismo inspirado por el instinto de destrucción, de venganza y
resentimiento por todo lo valioso por naturaleza.
La postura nietzscheana acerca de la vida que es valiosa
Como se dijo en la introducción, la postura propuesta por Nietzsche no es
cronológicamente posterior a la crítica de la valoración cristiana, sino que atraviesa
transversalmente toda su argumentación. Dicha postura puede entenderse bajo la siguiente
división:
-El escepticismo como actitud legítima del valorar:
El espíritu escéptico tiene un lugar muy importante en el planteamiento nietzscheano
de los valores, pues, tal y como él afirma:
“La fortaleza, la libertad nacida de la fuerza y del exceso de fuerza del espíritu se prueba
mediante el escepticismo. A los hombres de convicción no se los ha de tener en cuenta en
nada de lo fundamental referente al valor y al no-valor […] Para tener derecho a hablar del
valor y del no-valor hay que ser capaz de ver quinientas convicciones debajo de sí, - por
detrás de sí” (§54, p. 103).

Acerca de cualquier valoración sensata del mundo, de cualquier tratamiento del valor
y del no-valor, solo tiene derecho a hablar aquel cuya disposición es la misma de Zaratustra,
es decir, un espíritu escéptico. Pero ¿Qué se está entendiendo por escepticismo? Existen dos
términos con los cuales Nietzsche caracteriza el escepticismo: la «honestidad intelectual», y
la «libertad de pensamiento». Por un lado, el espíritu escéptico no está mediado ni
comprometido con ninguna verdad universal, y menos aún con cualquier tipo de fe o
convicción; de tal manera que goza de una libertad en su pensamiento. Por otro lado, el
espíritu escéptico parece reconocer el lugar de la valoración humana como no-más que eso:
una simple perspectiva ante el mundo entre otras varias y distintas; además, rechaza todo tipo
de Verdad absoluta en cuanto estas presupongan conceptos e imágenes del mundo que van
más allá de la vida misma, de la interpretación propia y, por lo tanto, creadora, etc., lo cual
reivindica un sentido de honestidad y de aquella “percepción sin filtros” que encuentra
perdida en el cristianismo.
El escepticismo tiene, por lo demás, un lugar decisivo a la hora de enfrentarse a las
valoraciones negadoras, destructivas, decadentes. El espíritu escéptico representa la
indiferencia necesaria frente a cualquier tipo de meta-relato o de Gran Verdad (es siempre
honesto), es la fuerza faltante de la interpretación no-viciada (libertad de pensamiento).
-La sociedad aristocrática como la expresión del devenir de la naturaleza
La vida ascendente y creadora, mencionada bajo la figura del hombre hiperbóreo en
los primeros pasajes es vista ahora desde otro aspecto, uno más extenso, más propositivo: el
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aspecto social. En esta última sección no se habla de una vida expresada ya solamente en la
figura de un “tipo” hombre, sino en la figura de una sociedad. La sociedad aristocrática es
entendida por Nietzsche como la organización social que demuestra el carácter propio de la
naturaleza. La preponderancia del valor de esta sociedad en específico radica en el hecho de
que en ella se expresa de la manera más clara y más propia el desarrollo de unas jerarquías
naturales: seres naturalmente dotados como fuertes. Pero esta fortaleza no radica netamente
en una fortaleza corporal, del músculo y de la carne, sino en una fortaleza que va más allá y
se comprende ahora desde un plano espiritual, es decir: una postura frente a la vida, una
determinada forma de ver, una determinada forma de ser.
Entender esta sociedad como un tipo de despliegue natural no puede desligarse de dos
ideas desarrolladas por Nietzsche al mencionar esta sociedad: 1) la idea de que hay una cierta
inconciencia o inocencia en que los hombres se organicen de ese modo y 2) es una
organización que revela lo que un individuo es.
1) Esta inocencia en el organizarse aristocráticamente se ve reflejada en el hecho de que
no es algo premeditado o dispuesto de esa manera para cumplir una finalidad; no hay
decisión alguna que pretenda una organización tal. En contraposición a la cultura
cristiana, este es un tipo de sociedad que reconoce jerarquías, no como medios para
cumplir un gran engranaje, es decir, fundamentalmente para responder a una
finalidad, y en ese sentido representa el devenir de la naturaleza misma.
2) En estrecha conexión con la anterior idea, la forma en que la sociedad aristocrática
revela lo que cada individuo es, no se entiende bajo ninguna decisión subjetiva, en el
sentido de que el individuo no es un sujeto que decide si ser de una manera o no,
según determinadas facultades; sino como la expresión de los instintos o impulsos
propios de un cuerpo -un cuerpo interpretativo, un cuerpo vivo-.
Pertenecer a cualquiera de los estamentos jerárquicos de la organización aristocrática
no permite ver en ello ningún tipo de posicionamiento astuto, pretensioso y en últimas
ilegítimo; pues siempre la naturaleza determina el lugar de cada individuo dándole una
constitución espiritual y corporal en específico, propia para desarrollar unas funciones
determinadas dentro del sistema.
Posibles puntos de vista frente a la aparente aporía en la que cae Nietzsche
A partir de lo que hemos desarrollado hasta el momento se pueden derivar distintos
caminos interpretativos para reconciliar la idea de escepticismo entendida por Nietzsche con
su propuesta afirmadora de la vida según lo que es natural.
Una primera alternativa se encuentra al enfocar nuestra atención sobre el término de
escepticismo y considerarlo desde un punto de vista débil. Ya que puede ser que este no sea
un escepticismo que niegue cualquier tipo de conocimiento, sino que solamente es un
presupuesto de honestidad y libertad del pensamiento para la investigación de lo que vale o
no-vale; es decir, que no se trata de una postura normativa, sino más bien de una actitud que
no se compromete fuertemente con ninguna verdad o falsedad. De esta manera, la falta de
compromiso del escepticismo así entendido no entra en controversia con la disposición
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natural, la preponderancia de los instintos o la idea de la Voluntad de Poder desarrollada por


Nietzsche; no da cabida a aseveraciones de este nivel y solamente constituye un punto más
de los que hay en medio de toda la propuesta nietzscheana.
Por otro lado, si centramos nuestra atención hacia la idea de lo que es naturalmente,
con la cual Nietzsche construye su idea de una sociedad aristocrática, caeremos en la cuenta
de que el sentido con el que se habla de lo que es la naturaleza no tiene ningún pretende en
ningún momento aseverar algo metafísicamente, sino que solamente es una manera de
expresar aquel despliegue de fuerzas interpretativas que se hallan en cada individuo y no
debe ser entendida jamás como un fundamento causal (metafísico) de dicho despliegue de
fuerzas.
Una lectura metafísica de Nietzsche, desde los fragmentos analizados acá, es muy
difícil de sostener, además de que parece ser una lectura muy ligera. Persuadidos de esta idea,
intentamos defender un par de alternativas que en nada se comprometen con una lectura tal,
sino que proponen, por su lado, un escepticismo coherente con la propuesta aristocrática
nietzscheana en función de un sentido patológico, esencialmente en su sentido etimológico
[pathos].

Bibliografía
- Nietzsche, F. Anticristo. Maldición contra el cristianismo. Edición de Andrés
Sanchez Pascual. Madrid: Alianza Editorial, 1973.

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