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ALIENACIÓN Y SUJETO
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Alienación y sujeto Jesús Romero Sánchez
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sino aparentes. Permítasenos la siguiente cita: “la apropiación del ser objetivo
enajenado o la superación de la objetividad bajo la determinación de la
enajenación (que ha de progresar desde la extrañeza indiferente hasta el real
extrañamiento hostil) tiene para Hegel igualmente, o incluso principalmente,
el significado de superar la objetividad, porque en el extrañamiento lo
chocante para la autoconciencia no es el carácter determinado del objeto, sino
su carácter objetivo. El objeto es por eso un negativo, algo que se supera a sí
mismo, una negatividad. Esta negatividad del mismo no tiene para la
conciencia un significado negativo sino positivo, pues esa negatividad del
objeto es precisamente la autoconfirmación de la no-objetividad, de la
abstracción de él mismo. Para la conciencia misma, la negatividad del objeto
tiene un significado positivo porque ella conoce esta negatividad, el ser
objetivo, como su autoenajenación; porque sabe que sólo es mediante su
autoenajenación".4
El desenmascaramiento de Marx.
a Dios todas las características humanas que le pueden permitir ser dueños de
sí mismos y de su destino. Esta proyección supone un proceso de
autoalienación que queda definido al situar en lo trascendente todas aquellas
cualidades y valores que pueden permitir al hombre la plasmación de una
concepción emancipatoria de su esencia, enmarcado en un proyecto de
liberación colectiva e individual. Lo que para Hegel es autoenajenación de
Dios, para Feuerbach es autoenajenación del hombre. Esta autoenajenación
lleva al hombre a impedirle realizar todas aquellas cualidades que son
proyectadas en la divinidad. El hombre queda así privado de lo mejor de sí
mismo, y sólo puede liberarse si lo hace de la idea de Dios, recuperando su
propia esencia.
Marx reivindica al hombre de la misma manera que lo hacía Feuerbach
y muestra su admiración por la labor crítica que realiza al idealismo hegeliano:
“ ¿Pero quién ha desvelado el misterio del sistema? Feuerbach. ¿Quién ha
aniquilado, pues, a la dialéctica de las ideas, a la guerra de los dioses
únicamente conocida por los filósofos? ¿Quién ha puesto, pues, “la
importancia del hombre” - ¡como si el hombre tuviera otra importancia que la
del ser hombre! -, o al menos al hombre en el lugar del viejo fárrago, hasta a la
“conciencia infinita del yo”? Feuerbach y sólo Feuerbach”.5
Para Marx, sólo podemos desmitificar el concepto de alienación
siempre y cuando seamos capaces de reconducir este fenómeno al campo de
su plasmación real como pérdida del ser del hombre en su efectiva relación
social.
La alienación, para el marxismo, no es propia del carácter ontológico de
la existencia humana, sino sólo un momento dado de la historia (de ahí la
constante acusación que el marxismo hace al existencialismo de reificar
5
Marx, C. y Engels, F.: La Sagrada Familia, Madrid, Akal, 1981, pág. 108.
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8
Marx, C.: El Capital, I, Akal, Madrid, 1976, pág. 413.
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Ibídem, pág. 109.
13
Marx, C. y Engels, F.: La ideología alemana, pág. 30.
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14
Marx, C.: Manuscritos: Economía y Filosofía, pág. 169.
15
Ibídem, pág. 175.
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La desalienación.
16
Engels, F.: El Anti-Dühring, Avant, Barcelona, 1987, pág. 294.
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Esta claro que, si tanto la alienación como la desalienación son algo más
que simples palabras, se exigen dos claras y precisas condiciones: por un lado,
que la alienación sea el resultado de una coerción real, es decir, exterior, que
se ejercita sobre el hombre, sobre lo que es conscientemente finito; por otro
lado, que la desalienación sea el resultado de la actuación de un proyecto de
transformación real – dirigido al mundo externo (natural y social) – a
iniciativa de lo finito. Así podemos establecer que la teorización de la
alienación, desde el punto de vista de lo finito, exige la admisión de algo
transfinito, que ejerce sobre lo finito una coerción real y, sin embargo,
eliminable a iniciativa de lo finito.
Hegel ha concebido al Espíritu, al Infinito, como el principio tanto de la
alienación como de la desalienación; pero lo ha hecho desde el punto de vista
de lo Infinito, es decir, de modo mistificador para la finito, puesto que la
renovación de la alienación coincide con la anulación de lo finito mismo.
La tesis fundamental del marxismo y de toda acción política que se
autodefina como transformadora, pasa por mantener una única relación con el
tema de la alienación: su posibilidad de eliminación, lo que conlleva una
autentica praxis revolucionaria enmarcada en el exigente proyecto de devolver
al hombre su humanidad. Por mucho que el estado de alienación sea duro,
consolidado en el tiempo, y en instituciones basadas en la violencia o en la
mistificación, permanece siempre como un estado, es decir, como una
determinación histórica de la situación humana, que incluye en su misma
estructura la posibilidad de una iniciativa de remoción.
Lo que es cierto, es que la desalienación, contemplada como el
resultado de la remoción de un determinado estado de la alienación, que se
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produce por la iniciativa de una concreta actuación humana que posee una
estructura tal que siempre es posible la recaída en el mismo estado de
alienación o la caída en otro, que tal vez es peor.
Pero la abolición de la propiedad privada solamente podría inaugurar un
sistema social completamente nuevo, si los individuos libres, y no la sociedad,
se hacen dueños de los medios de producción socializados. Marx previene
contra esta cosificación de la sociedad: “Hay que evitar ante todo el hacer de
nuevo de la sociedad una abstracción frente al individuo. El individuo es el ser
social. Su exteriorización vital (aunque no aparezca en la forma inmediata de
una exteriorización vital comunitaria, cumplida en unión de otros) es así una
exteriorización y afirmación de la vida social”.17
La doctrina de la eliminabildad de la alienación se inscribe en una
concepción de la historia como proceso de liberación, de “autoproducción” de
la realidad humana.
Una vez eliminada la alienación, ¿qué ocurre con la historia? La
respuesta de Hegel es que la historia se cierra. Parece que es difícil encontrar
un momento exacto en el que Hegel expresase claramente esta idea en
ninguno de sus escritos, pero lo que parece evidente es que “la lógica del
sistema de Hegel en su totalidad la exige prácticamente en cuanto conclusión,
como tampoco cabe duda acerca de que hay suficiente evidencia para pensar
que la asume en varios apartes de su obra”. 18 Para poder ejemplificar lo que
Hegel pensaba de la historia y de su posible meta, no se puede encontrar
mejor cita que las frases con las cuales Hegel finaliza su Fenomenología del
Espíritu: “La meta, el saber absoluto o el espíritu que se sabe a sí mismo como
espíritu tiene como su camino el recuerdo de los espíritus como son ellos
17
Marx, C.: Manuscritos: Economía y Filosofía, pág. 146.
18
Anderson, P.: Los fines de la historia, Anagrama, Barcelona, 1996, pág. 17.
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Hegel, G.W.F.: Fenomenología del Espíritu, Fondo de Cultura Económica, Madrid, 1999, pág. 473.
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Anderson, P.: op. cit., pág. 21.
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El nuevo sujeto.
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del progreso no puede ser más bellamente demoledora 22. Benjamin critica
aquellas teorías que identifican el progreso con el objetivo de la humanidad,
tal y como lo ha hecho la cultura de la izquierda política de su tiempo, en vez
de ser la humanidad entera el objetivo del progreso; de manera que la idea de
sujeto va perdiendo una responsabilidad en la historia, que va a ir recayendo
en unos oscuros mecanismos deterministas. Ya Benjamin era consciente del
daño que estaban haciendo estas interpretaciones del materialismo histórico,
que quitaba el protagonismo al sujeto histórico para otorgárselo a unas
supuestas leyes de la naturaleza.
Desde muchas opciones se viene defendiendo la necesidad de recuperar
un nuevo sentido al concepto de sujeto emancipatorio. Todas ellas pueden ser
agrupadas o en la intención de recuperar un concepto débil o, por otro lado, la
recuperación de un concepto fuerte de sujeto emancipatorio. Ambas posturas
pueden ser ejemplificadas por Habermas y Negri, respectivamente.
Habermas
22
Benjamin, W.: Discursos Interrumpidos, Taurus, Madrid, 1973.
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23
Habermas, J.: Teoría de la acción comunicativa, I, Taurus, Madrid, 1999, pág. 104.
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Negri
modelo del socialismo real, sino que también lo ha hecho este capitalismo que
se encuentra en una perpetua crisis que cada día parece más irresoluble (será
porque ya no puede proyectar la culpabilidad y la responsabilidad) y siempre
está reformándose. El proyecto capitalista también se observa impotente,
imposible de realizarse ya que no tiene posibilidad alguna de reflejar la
realidad. El capitalismo da vueltas en círculos sin poder llegar a nada nuevo.
El capitalismo deviene nuevamente hacia el individualismo posesivo del
mercantilismo original, nuevamente la sociedad entera está al servicio del
beneficio, en un nuevo proceso de acumulación originaria.
Del estrechamiento del cerco al sujeto renace un nuevo pensamiento
revolucionario, utópico, con un trasfondo ético que nos pone ante nuevos
atisbos de esperanzas transformadoras y emancipatorias: “Y es que el
desarrollo de la subjetividad permanece como tal incluso si este desarrollo es
contenido completamente, casi confundido, dentro de las condiciones
objetivas, ya sean materiales (y con ello entendemos la organización del
trabajo, elementos de contenido, etc.) ya formales (o sea las fuerzas que
activan estos conjuntos). Por ello, por esta entereza de la pulsión subjetiva
incluso cuando es aplastada por condiciones estructurales es por lo que el
pensamiento de la revolución y la instancia utópica, no sólo son posibles sino
presentes. Y cada vez más eficaces. Parece una paradoja, pero no lo es,
cuando por ejemplo decimos: mientras la lógica del capital es impelida a
desembocar en estructuras asfixiantes, la dimensión obrera se hace ética. Lo
cual quiere decir que ésta se ha sustraído a la lógica estructural del capital y
que, en el momento de esta sustracción, ha mostrado superar el capitalismo.
De forma que el capital persigue una ética: una ética obrera, una ética de
rechazo, una ética múltiple de subjetividades que quiere destruir el capital.
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Ibídem, pág. 68.
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