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ericano James Polk despertó por primera vez el discurso de Monroe en su alocución del 2 de

diciembre de 1845 con la finalidad de apoyar las pretensiones norteamericanas sobre Texas y
el territorio de Oregón, así como para oponerse a supuestas maquinaciones británicas con
relación a California, que en aquel entonces era una provincia mexicana.

En 1850 también se tomó el pronunciamiento del entonces expresidente Monroe en ocasión


de la rivalidad entre británicos y norteamericanos en Centroamérica.

El postulado de Monroe adquirió el título de doctrina en los años 1850 y siguientes. Sobre el
particular, Don Pedro Mir nos observa —siguiendo al historiador Perkins— que para 1954 la
Doctrina Monroe no era conocida oficialmente con ese nombre y añade que «para esa fecha
los principios de Monroe...eran calificados de “doctrina” en artículos periodísticos y de manera
retórica en debates de las Cámaras” y que “por su parte, las potencias coloniales la
denominaban así en despachos secretos...pero jamás admitían públicamente, no sólo el
nombre sino su misma existencia».

Para robustecer lo que acabamos de expresar —citando a Don Pedro Mir— resulta oportuno
transcribir parte de una comunicación emanada de un ministro español a propósito de una
propuesta de anexión de la República Dominicana a España. El documento dice «....Al dar
conocimiento a V. E. de este negocio, creo de mi deber manifestarle que tengo por seguro al
protectorado de la España en Santo Domingo se opondrían los Estados Unidos y muy
especialmente el partido democrático que hoy se haya al frente del Gobierno de la Federación,
el cual es sostenedor de la máxima política conocida en aquel país con el nombre de The
Monroe Doctrine a saber, que no se debe consentir la Confederación americana que ninguna
nación de Europa o cualquiera de América tenga más dominio que el que ejerza en la
actualidad».

Digamos, incidentalmente, que si bien ese era el parecer español en 1854, más tarde hubo un
cambio de opinión debido principalmente a la insistencia de algunos agentes de España en
Santo Domingo y de los gobernadores de Puerto Rico y Cuba, lo cual conllevó a la anexión de la
República Dominicana a España.

Pero antes de la anexión el Gobierno norteamericano, a través de un aventurero de nombre


William Leslie Cazneau, había dado manifestaciones de tener pretensiones sobre una parte de
la Bahía de Samaná. En tal sentido, el Secretario de Estado Mercy le hacía llegar a su enviado
las siguientes instrucciones “el más poderoso incentivo para reconocer a la República
Dominicana e instrumentar un Tratado con ella es la adquisición de las ventajas que los
Estados Unidos esperan derivar de la posesión y control de una porción del territorio de la
Bahía de Samaná... Nuestro propósito no es otro que ese territorio sea cedido completamente:
para las conveniencias que los Estados Unidos aspiran a obtener bastaría con una sola milla
cuadrada”.
El proyecto norteamericano, contó, naturalmente, con la oposición de las potencias europeas
que se emplearon a fondo en intrigas diplomáticas y hasta en amenazas navales, para hacerlo
fracasar.

Sin embargo, con apoyo u omisión de Estados Unidos, después de la adopción de la doctrina
Monroe se produjeron intervenciones europeas en países americanos. Entre ellas se cuenta la
ocupación de las islas Malvinas por parte de Gran Bretaña en 1833, el bloqueo de barcos
franceses a los puertos argentinos entre 1839 y 1840, el bloqueo anglo-francés del río de la
Plata de 1845 a 1850, la invasión española a la República Dominicana entre 1861 y 1865, la
intervención francesa en México entre 1862 y 1865, la ocupación inglesa de la costa de los
Mosquitos (Nicaragua) y la ocupación de la Guayana Esequiba (Venezuela) por Gran Bretaña
en 1855.

Corolario Rutherford Hayes[editar]

En 1880 de conformidad con la idea de que el Caribe y Centroamérica formaban parte de la


"esfera de influencia exclusiva" de los Estados Unidos, el presidente Rutherford Hayes enunció
un corolario a la Doctrina Monroe: «Para evitar la injerencia de imperialismos extra
continentales en América, los Estados Unidos debían ejercer el control exclusivo sobre
cualquier canal interoceánico que se construyese'». Dejaban así las bases de la posterior
apropiación del canal de Panamá cuya construcción había sido abandonada por el francés
Ferdinand de Lesseps en 1888, y excluían a poderes europeos que pudieran competir por los
mercados del Caribe y Centroamérica, aprovechando la cercanía de Estados Unidos a la zona.

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