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Notas
Alarcos pone en duda el valor monofonemático de /kw, gw/, aunque otros lo admiten.
/h/ desapareció pronto
Este sistema comienza a transformarse rápidamente por las modificaciones que sufren
sus fonemas, aunque la cronología de los cambios es difícil de precisar.
Tenía su origen en una pronunciación fricativa labiovelar. Sufre las siguientes modificaciones:
1. En la mayoría de los casos, se refuerza pasando a ser un verdadero bilabial. A partir del
siglo I d. de J.C. comienzan a aparecer transcripciones con b en lugar de u [w]: baliat
por valeat (el signo v transcribía [u] o [w]). Así, llegan a confundirse b y v [w]. Esta
confusión no se produce en algunos romances en posición inicial. En posición
intervocálica, el –v- latino [-w-] aumenta su acción labial hacia el siglo IV,
pronunciándose [β]. Por lo tanto, el latín vulgar ya no conoce diferencia alguna entre las
grafías –v- y –b- latinas, que se pronunciarán como [β].
Esta bilabial [-β-] se convirtió en la labiodental /v/ en la mayoría de los países románicos
sobre el siglo II (salvo en una zona meridional, incluido el español), con excepción de su
ocurrencia en posición inicial, donde se restableció /b/. Para Alarcos, hay indicios de
una confluencia /b/ = /v/, pues se supone que:
/v/ se realizó [β]
/b/ se articuló oclusivo [b] tras pausa y consonante y fricativo [β] tras vocal.
En este último contexto, la distinción /b/-/v/ era imposible.
Si /v/ se debilitó en [β], es probable que los otros fonemas de su serie /d/ y /g/ sufrieran
en los mismos contextos intervocálicos análogo debilitamiento y se articularan [δ], [γ]
Esta nueva bilabial sonora [β] se integra muy bien en el sistema consonántico como
correlato sonoro de /f/.
2. Cuando [w] se encuentra en posición interior delante de las vocales o, u tiende a
desaparecer: avus >aus. También desaparece en las desinencias del perfecto de la
cuarta conjugación: audīvī >audīī (audī)
Grupos /dj,gj/
Las primeras palatalizaciones son las de los grupos /dj, gj/, cuyo proceso se fija en el siglo I.
Esta debió producirse en principio en posición intervocálica, dando una geminada oclusiva
palatal del tipo [dd ] [ŷŷ]. Su palatalización queda manifiesta por la confusión gráfica con /j/
(i consonántica) (Aiutor por Adiūtor). Luego aparece la grafía di y, a mitad del siglo II, la grafía
z.
Para evitar la confusión entre [k’¬e], >[k’¬i] y las realizaciones palatales de /kj/ [k’¬], se
produce un nuevo adelantamiento del lugar de articulación de las segundas, así:
/kj/ > [k’] >[k’ ¬] > [t’] (7)
Resumen
Por lo expuesto anteriormente, /tj/ y /kj/ acaban confluyendo en /t’/, que sería,
aproximadamente, una consonante africada (oclusiva) dentoalveolar, como [ts].
/k + e,i/ a través de las evoluciones señaladas se convierte en una palatal [k], que
adelanta su lugar de articulación hasta convertirse en una africada prepalatal o
alveoloprepalatal [t]. Así sería toda su evolución:
1
A partir de aquí se explica el proceso sólo con la sorda /k/; las sonoras se explican en el epígrafe 3.
/k/ +/e,i/ > [k’e, k’i] > [k’¬e], [k’¬i] > [k] > [t].
Al producirse simultáneamente la sonorización de las sordas intervocálicas, [t’]
procedente de /tj/, /kj/ se sonoriza en posición intervocálica y se conserva sorda tras
consonante.
También la [t] procedente de /k + e,i/ se sonoriza en posición intervocálica y
permanece sorda tras consonante o en posición inicial.
(4) consonante + k + e, i
[t ]
pausa + k + e, i (VINCERE >vençer; DULCE >dulçe)
[d’] [t’]
[dz] [ts]
[ d ] [t]
3.- El caso de las sonoras fue más sencillo: /gj/, /dj/ confluyeron con /j/ (/i/ consonántica) en el
mismo latín, realizándose como [yy] o como africada geminada [ddy]. /g + e, i/ se realizó
como [y]. La evolución en las lenguas románicas fue diferente, pero mantuvieron la
distinción: unas conservaron la geminación (italiano), otras la simplificaron y perdieron [y]
(español).
Algunos autores afirman que la palatalización es debida a una asimilación del lugar de
articulación de una consonante velar, alveodental o alveolar al de una vocal palatal o al de una
yod siguientes, favorecida por un acento débil.
Para Straka, esto no es suficiente para provocar una palatalización. Afirma que esta se
debe principalmente a la energía y firmeza articulatorias.
Las dos influencias, la asimiladora de las articulaciones palatales y la de la energía articulatoria
de la consonante, van a la par y se completan. Ambas actúan en el mismo sentido: desplazando
y elevando el dorso de la lengua hacia la cima de la bóveda palatina. Las palatalizaciones de la
yod, que son las más antiguas en latín, habían sido precedidas por la consonantificación de la i,
lo cual ya suponía un aumento del esfuerzo articulatorio que luego recae sobre la consonante
precedente. Por otra parte, sabemos que después de la consonantificación de i en y se encuentra
en latín vulgar la reduplicación de la consonante precedente, que testifica a favor de un refuerzo
articulatorio que va a la par con la consonantificación de i y que llega a ser el factor principal de
la palatalización.
Como vemos en el siguiente cuadro, entre las consonantes no palatales y las palatales se
encuentran una gama de estados intermedios, por los que han pasado las consonantes no
palatales hasta convertirse en palatales:
PALATALIZACIÓN PALATALIZACIÓN
2
Por /d/ representamos el resultado de /j, gj, dj, g + e, i/ que se realizaría como africada (oclusiva)
alveoloprepalatal, con un lugar de articulación inmediatamente posterior al de las realizaciones de /t/
3
Por /t/ representamos el resultado de /tj,kj, ke + e,i/ en posición inicial y tras consonante como [ts] y en posición
intervocálica como [dz]
Pero, ¿cuál es el límite entre las palatalizadas y las palatales?
Si observamos diversos palatogramas6, desde las sordas [t, k] y sonoras [d, g] no palatalizadas,
hasta las realizaciones totalmente palatales, pasando por las palatatalizadas, veremos la distinta
superficie de contacto de la lengua contra el paladar, duro o blando.
4
Es importante observar las figuras de las muestras articulatorias de perfil y de palatogramas de la figura 2, página
122 del manual de Quilis.
5
Ver figura 3, página 123, manual de Quilis.
6
Ver figura 4, página 124, manual de Quilis.
7
Ver figura 5, página 125, manual de Quilis