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ENSAYO: Nuevas perspectivas metodológicas para la

investigación en Comunicación

CANDIDATO: Juan Ramos Martín

“La investigación científica de la comunicación ha experimentado una


formidable expansión en el último cuarto de siglo” (Martínez y Vicente, 2016).
Dentro de la renovada fortaleza del campo de la comunicación al interior de las
ciencias sociales, existe además una importante tendencia internacional,
identificada por autores como Martínez Nicolás y Saperas (2016) -para el caso
de España, pero asumible también en el plano internacional (Fuentes, 2016)-,
por la que durante las últimas décadas se viene produciendo un importante
incremento de la diversidad temática y metodológica de la investigación en
comunicación. Dicho crecimiento viene producido, según los autores, debido
específicamente a dos factores fundamentales: 1) la multiplicación de
facultades y titulaciones sobre comunicación que se produce durante las
décadas de los 90 y 2000, lo cual abre una ventana de oportunidades que
incide en el crecimiento exponencial de una comunidad científica de
investigadores en comunicación; 2) el establecimiento de requisitos
institucionales para el acceso a las diferentes figuras docentes, más asentado
en algunos países pero con plena vigencia en la mayor parte del mundo, de
criterios de indexación y calidad para su acreditación, lo cual fomentó el
incremento sobre todo de las publicaciones en revistas indexadas, tanto en los
diferentes escenarios nacionales como específicamente en los internacionales,
debido al mayor número de publicaciones con criterios de acreditación en el
ámbito internacional.

En este nuevo escenario en el que nos situamos, autores como Carrasco y


Saperas (2016) hablan de una tercera etapa o mayoría de edad de la
investigación comunicacional internacional, en la que, desde finales de los
años 80, y a través de la relevancia del proceso editorial-evaluativo, se han
constituido nuevas tendencias metodológicas hegemónicas consistentes en
cuatro ejes: 1) la mundialización de los flujos comunicativos, homogeneización
y estandarización como razones del auge del audiovisual como arquetipo
internacional de cultura; 2) innovación tecnológica, que de manera paralela a la
consolidación de la cultura audiovisual, especialmente a partir de la difusión de
la world wide web, determinando el rediseño en la aplicación de la
investigación comunicativa; 3) transformación del sistema comunicativo y
globalización neoliberal, por la que los procesos de concentración y
convergencia, tanto en los servicios como en las plataformas de interacción,
hacen cada vez más etéreas las fronteras entre canales y formatos,
desarrollando nuevas formas de interacción con las realidades globales
incipientes (caso de las narrativas transmedia); 4) neoliberalismo,
multilateralismo político internacional y diversidad (aparente) en la investigación
comunicativa, por las que, al igual que en el escenario geopolítico global se da
una suerte de multipolaridad en la emergencia de actores, dentro de un
sistema único de relación económico-política “que conjuga múltiples realidades
con un único modelo general de intercambio” (Carrasco y Saperas, 2016: p.7),
algo similar ocurre en el campo de la investigación comunicacional, por la que
se advierte una fuerte tendencia de institucionalización en internacionalización
investigadora dominante bajo la que se abre un amplio abanico de objetos de
estudio.

Una ‘internacionalización desintegrada’ (Fuentes, 2016) en los procesos


metodológicos y epistemológicos que, no obstante al incremento del valor
cuantitativo de las investigaciones, algunos autores como Goyanes (2015)
identifican de manera crítica en un proceso de homogeneización de la
investigación en comunicación, en tanto dichas ‘nuevas’ formas y metodologías
responden más a criterios burocráticos que meramente científicos-sociales.
“Este tipo de organización del saber privilegia la diseminación del conocimiento
incremental mediante la utilización de la técnica (a través de una aproximación
hipotético-deductiva) y el reduccionismo que implica la diseminación del
conocimiento en un formato de entre 6.000 y 8.000 palabras: el journal”
(Goyanes, 2015: p. 86).

Esta apuesta por criterios de corte normativo-funcionalista, dentro de la


denominada sociología positivista, hace que se privilegien sus criterios y
formas de investigación por sobre otros, los cuales, unidos al incremento y
acceso a grandes paquetes de datos (la conocida como investigación de big
data) derivados de los grandes procesos de digitalización de información
pública y las aparentemente inagotables fuentes que suponen las redes
sociales digitales, ofrecen un escenario de hegemonía, también en la
investigación comunicacional, propicio al incremento de metodologías
cuantitativas de corte estructural-funcionalista dedicadas al estudio de los
contenidos y comportamientos discursivos de las redes. En su complejo
manual de teorías de la comunicación, Fortner y Fackler (2015) identifican
como identidad propia la investigación en ‘nuevas tecnologías’, dentro de las
cuales el social networking y las nuevas formas de consumo capitalizan el
debate internacional.

Por todo lo anterior, es comprensible el incremento actual de metodologías que


pretenden hacen hincapié en el procesamiento y análisis de grandes paquetes
de datos informativos-discursivos, los cuales pasan por un procesamiento
estadístico-regresivo, sea manual (para paquetes menores) o computarizado
(para grandes conjuntos de datos).

Desde la asunción de una de las técnicas más utilizadas en el ámbito de la


comunicación –el análisis de contenido-, y asumiendo una perspectiva de
análisis estructural y discursivo, el análisis de redes sociales se ha convertido
en uno de los ejes principales en la innovación metodológica hegemónica en el
sector a partir de la explotación del data mining, o procesamiento de datos
masivos. Desde el Análisis de Redes Sociales vinculado a las formaciones
estructurales y la teoría de grafos -proveniente del estructuralismo sociológico-,
más presente en el análisis de interacciones de redes sociales físicas, al
procesamiento de grandes paquetes de datos por regresiones y análisis de
contenido automatizados, ya sea a través de software especializado como
Atlas.ti, Gephi o Iramuteq- como herramientas de análisis de discursos
textuales, hasta herramientas más sofisticadas en el análisis del proceso
predictivo o deep learning, en al detección de la polarización (opinion mining) o
el reconocimiento de las emociones (sentiment analysis) (Arcila, Barbosa y
Cabezuelo, 2016).

No obstante a su preeminencia, existen fuertes y acertadas críticas al


acercamiento algorítmico de la realidad social vivida (Lazer, Kennedy, King y
Vespignani, 2014), tanto en los fallos presentes en los análisis predictivos,
como en el cuestionamiento epistemológico de una institucionalización acrítica
(Srinivasan, 2012), presente siempre en las múltiples formas de funcionalismo.

De manera paralela, pero también como reactivo a las grandes tendencias


establecidas por la hegemonía del ‘big data’, se ha generado a su vez un
exponencial incremento de las metodologías derivadas de las aproximaciones
críticas.

Por tanto, nos encontramos hoy en día en un escenario propositivo y altamente


atractivo de confrontación de paradigmas, retoma de problemas irresueltos y
de nuevos sujetos y objetos que hacen de la comunicación un campo más
amplio e interesante visto desde la lectura metodológica crítica.

Ya sea desde la reaparición y apropiación de metodologías presentes desde la


renovación de la teoría crítica durante las décadas de los años 70 y 80, o por la
generación de nuevas conciencias y necesidades, gran parte de lo que Fortner
y Fackler (2015) han identificado como nuevos acercamientos a la
investigación en comunicación y reconsideraciones pasan por la adaptación de
mecanismos y herramientas que permitan el análisis desde posiciones
presentes en la teoría feminista, las poscolonialidades, el imperialismo cultural,
la cultura de la no-violencia y la discusión sobre las políticas de comunicación.
Algunos autores han pretendido identificar bajo la etiqueta de ‘small data’
(Lindstrom, 2016) todas estas metodologías que, en definitiva, suponen la
necesidad de abarcar la importancia de la comprensión humana, la importancia
de las subjetividades.

Desde este punto de partida epistemológica, podemos incluir metodologías


referentes al análisis crítico estructural planteado por metodologías de ARS –
básicamente a través de la herramienta UCINET-, como identificadoras de
dinamizadores y nodos comportamentales de comunidades sociales (Ramos,
2014), a la utilización del análisis cartográfico –a partir de herramientas de
código abierto como Open Street Maps y Crowdmap)- como generadoras de
metodologías de mapeo sociocrítico que permitan identificar dinámicas y
denuncias de comportamientos sociales. A su vez, reconocer la renovada
importancia del media literacy, como un proceso referencial heredero de las
formas de educomunicación y concientización freiriana en un nuevo entorno de
prosumidores y culturas digitales.

Desde la economía política crítica, también es interesante el repunte de


investigaciones acerca de los procesos de policy-making y la participación de
redes y policy networks ciudadanos como formas de democratización certera
del derecho a la comunicación. Tendencialmente, es interesante también la
aplicación de técnicas de astroturfing en el reconocimiento de lo que Bachrach
y Baratz (1962) denominaron para la ciencia política como las teorías de la no
decisión, en la aparición de sujetos enfrentados y camuflados en dichos
procesos relacionales.

Por otra parte, desde el renovado interés por las subjetividades, la sociología
de las emociones ha ofrecido elementos de interés metodológico para la
investigación comunicacional, especialmente en el acercamiento crítico a lo
que Jasper (2011) y Gould (2004) denominaron como ‘choque moral’, presente
en el análisis crítico de las grandes movilizaciones en red en el escenario
internacional (15-M, Occupy Wall Street, Yo Soy 132,…) como explicación
profunda de las razones de la movilización rizomática. En ese sentido, la
importancia del lugar como elemento de construcción identitaria y cultural-
política (De Certeau, 1986) recobra un efecto de relevancia biopolítica, dado el
interés correlacional entre la construcción de contrahegemonías y el desarrollo
de la alteridad comunicativa (Howley, 2010) en la comprensión de dichas redes
de medios y movimientos desde un abordaje sistémico como rizoma, a la
manera propuesta por Carpentier, Lie y Servaes (2007).

Por último para este somero repaso, la aparición reciente de monográficos


dedicados a la aplicación de las Epistemologías del Sur a la investigación
comunicacional (Sierra, 2016) y la ‘desoccidentalización’ de los estudios
comunicacionales (Waisbord y Mellado, 2014) ponen de manifiesto la fortaleza
y presencia de las teorías del sur como forma de resistencia a los elementos
centrales del denominado capitalismo cognitivo, pensada la resistencia desde
los ámbitos decoloniales y poscoloniales en la asunción de las subalternidades
y la comprensión de la materialidad de las subjetividades para el desarrollo de
las culturas y las estructuras de mediación (Berger y Neuhaus, 1996) como
formas de apropiación-liberación. En ese sentido, los medios de comunicación
indígena y comunitarios, más allá de su reconocimiento clásico, podrían
pensarse tanto desde sus ausencias como desde sus emergencias (Sousa
Santos y Meneses, 2014) como piezas fundamentales en el debate de la
colonialidad-capitalismo y las epistemologías del sur (Sousa Santos y
Meneses, 2014), como un espacio presente y central en la tensión generada
entre ese reconocimiento en disputa, entre la institucionalidad y las formas de
organización social paralelas, subalternas (Spivak, 2003), cómodos en su
indefinición, en el territorio alegórico, fantasmal (en un sentido derridiano), que
los coloca tan dentro como fuera de las estructuras de formalización. En la
diatriba de comprender, o no, a los medios indígenas-comunitarios como una
formación social abigarrada (Zavaleta, 1986), entendida esta como lucha por la
apropiación y el uso del excedente económico social o como elemento ch’ixi
(Rivera, 2010) en su utilización dialéctica como reconocimiento paralelo de
antagonismos y complementariedades de elementos identitarios en disputa, y
en detrimento del discurso pluri-multicultural, que pretende negar la etnicidad
de poblaciones ya aculturadas.

Desde este punto de vista, el renovado interés por la Investigación Acción


Participativa de Fals Borda (1987) y sus múltiples acercamientos
metodológicos –caso de la recuperación crítica de la historia- es el súmmum
del debate en la deriva actual de las metodologías críticas, los cuales son
reapropiados por dichas formas metodológicas en un intento por reinstaurar
metodologías decoloniales que pasan por la pedagogía de la liberación (Freire,
1969), la IAP como metodología liberadora (Fals Borda, 1987) o la antropología
visual y el etnodiálogo (Rouch, 2003) como partes de un renovado diálogo de
saberes propio de la disciplina, una sociología de la imagen y la cultura que
pretende tener en cuenta los múltiples elementos que nos caracterizan como
sociedad híbrida, ch’ixi (Rivera, 2010), barroca (Echevarría, 1994), bastarda
(Rincón, 2013) en la sensibilidad por las propias formas de organización y
representación (étnicas, genéricas, sexuales) presentes en nuestras
sociedades.
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