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LA FRAGILIDAD

De Anahí Ribeiro

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Bruno
Odell
Ilse

Durante la entrada del público, se escucha una música de chelo.


La escena apenas iluminada, nos insinúa una habitación caótica: una cantidad de
libros y papeles escritos y dibujados desparramados en la escena.

Lentamente se va la luz, y la música. La habitación de Bruno queda a oscuras.

Se escuchan pasos, y un murmullo que se hace se hace cada vez mas claro.
Una luz proveniente de una lámpara de mano llega desde la oscuridad.
Entra Odell portando una lámpara de aceite, seguida por Ilse.

Odell – Bruno… Bruno… (Odell mueve la lámpara, no ve nada) Es extraño que no


este, no acostumbra a salir. Deberá darse mañana para poder acomodar la
habitación. El bao a encierro es constante, pero se acostumbrará con el tiempo.
¿Sufre de alguna alergia?
Ilse – No.
Odell - Es importante que sea saludable, la luz entra rara vez y eso mantiene el
lugar un tanto húmedo. Mi hermano aún ve algunas sombras, por eso detesta la
luz; no le gustan las sombras. Puede ser imposible la mayor parte del tiempo, no se
lo voy a negar, pero supongo que si usted ha podido con los cinco de Mampa podrá
también con él. Deberíamos abrir las cortinas.

Ilse va hacia la ventana. Desde la oscuridad y camuflado entre trapos y libros Bruno
aparece de repente, gritando, como si fuera un monstruo y enarbolando su bastón.

Bruno - ¡¡Ah!!!

Odell cae para atrás sobre el piso muerta del susto. Bruno ríe a carcajadas. Ilse a
penas se inmuta.

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Odell – ¡Maldito! ¡Nos vas a matar de un susto! (Ilse la ayuda a levantarse)
Bruno – ¡Te dije mil veces que no te metas con mis cortinas!
Odell – ¡Esas no son cortinas, son harapos!
Bruno – Y son míos ¡Deja de entrometerte!
Odell – No me dejas opciones.
(Intenta pasar y él interpone su bastón)
Bruno - ¿Qué es ese olor?
Odell – Este lugar me tapa las fosas nasales, ya no siento nada.
Bruno – (Lleva la nariz en dirección a Ilse como si fuese un animal) Es
extremadamente intoxicante.
Odell – ¡Basta Bruno! (A Ilse) No le haga caso, solo esta bromeando.
Bruno – ¿Y desde cuando yo bromeo? Por favor, no confundas a la señora.
Ilse – Señorita.
Bruno – ¡Ah! ¡Y habla! ¡Que suerte tenemos, habla! Alguien en esta habitación con
un sentido bien colocado.
Odell – ¡No seas descortés! La señorita Himmel es tu nueva asistente.
Bruno – ¡Asistente! ¡Oh una asistente que habla! ¡Odell, te has esmerado mucho
esta vez!
Odell – ¡No seas insolente! La señorita Himmel no necesita escuchar tus tonterías.
Bruno – Ah bueno si, es importante que nos ocupemos de lo que necesita la
señorita Himmel.
Odell – (A Ilse) Allí esta la sala de baño, el aseo personal se encarga el señor
Hoover.
Bruno – Ahh hace tanto que no se nada de él.
Odell – Su cuarto esta al lado. Sus cosas ya están ahí. (Odell va a la ventana, Bruno
intenta detenerla con su bastón, pero ella logra zafarse) ¡Basta por Dios! … Venga,
ayúdeme (Ilse pasa al costado de Bruno, este interpone el bastón, Ilse se detiene sin
inmutarse, Bruno lo baja e Ilse se adelanta a ayudar a Odell a decolgar la tela que
cubre la ventana; por entre los maderos que ofician de tapia entran unos hilos de luz)
Así esta mejor, un poco de luz no matará a nadie, mandaré a traer una lámpara
más. Muy bien, los dejaré solos para que le des a la señorita Himmel las
indicaciones de su trabajo.
Bruno – Creí que ya lo habías hecho por mi, es tu especialidad.

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Odell – (Odell le hecha una mirada furtiva. A Ilse) La veo en la cena.
Ilse – Si señora.
Odell – Por favor, dígame Odell. (Ilse asiente, Odell se va)

Ilse y Bruno solos sin decir palabra por un momento.

Bruno – Una niñera para encargarse de mí. Mi hermana afila sus lanzas.
Igualmente, representa un buen antecedente haber criado a los cinco hijos de la
Condesa de Mampa, dicen que son el demonio en persona.
Ilse – Ningún niño es malo.
Bruno – Pero si crueles.
Ilse - Solo se requiere paciencia.
Bruno – Impracticable conmigo, se lo advierto solo para evitarle una frustración.
(Silencio) Descarto que sepa leer y escribir.
Ilse – Si.
Bruno – ¡Excelente! ¿Escribe?
Ilse – Si, acabo de decirle que...
Bruno – Quiero decir que si escribe asiduamente, un diario íntimo, por ejemplo.
Ilse – No.
Bruno - Cartas.
Ilse – No.
Bruno – ¿No escribe porque no quiere, o porque no tiene nada que contar?
Ilse – Simplemente no escribo.
Bruno – ¿A Nadie?
Ilse – No.
(Silencio)
Bruno – Cante.
Ilse - ¿Perdón?
Bruno – Le pido que cante. Cualquier cosa, no soy exquisito.
Ilse – No canto.
Bruno – ¿No canta porque no quiere, o porque no puede, o porque no le da la
gana?
Ilse – No se cantar.

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Bruno – Todos los huérfanos saben cantar (Ilse lo mira de reojo. Silencio) ¿No es lo
primero que les enseñan para pedir limosna?
Ilse – No sabría decirle.
Bruno – “No sabría decirle”… Dios! es una mujer bendecida con el don de la
orfandad y la única respuesta que se le ocurre es “no sabría decirle señor”.
Ilse – No podría llamarlo una bendición señor.
Bruno – Créame que lo es.
Ilse – Si usted lo dice… ¿Cómo supo…?
Bruno – Por su voz. Su voz tiene total ausencia de apego. Es típico de su clase. No
se ha afectado por nada de lo que ha sucedido en esta habitación. La envidio.
Ilse – No es una elección.
Bruno – Claro que lo es. No puede evitar ser hija de nadie, pero puede elegir sentir
señorita…
Ilse – Himmel.
Bruno – Mmm... (Cambiando la conversación) Dígame, ¿como me veo?
Ilse – ¡Perdón!
Bruno – Tengo una cierta idea por las cosas que Odell me dice, pero quisiera una
segunda opinión. Vamos, dígame cómo me veo.
Ilse – ¿Honestamente?
Bruno – No existe otra manera.
Ilse – Mal.
Bruno – Mal… mal no es nada. Es una descripción demasiado escuálida.
Ilse - Como el diablo. Se ve como el diablo, desagradable, y ciertamente inmundo si
también quiere que me refiera a su higiene personal.

Bruno hace un silencio, y estalla en una carcajada. Ilse lo observa sin inmutarse.

Bruno – Usted y yo podríamos ser una gran pareja. A ninguno de los dos nos
importa el otro, es un milagro. Hagamos un pacto de caballeros. Yo le prometo no
entrometerme en su trabajo mientras que usted no se meta en mi camino. ¿Qué le
parece?
Ilse – Brillante.
Bruno – Además de brutal veo que también puede ser impertinente.

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Ilse – No fue mi intensión.
Bruno – No me hable si no es estrictamente necesario, me agotan las
conversaciones que no van a ninguna parte; los libros que ve en esta habitación se
quedan aquí, no los lleve a la biblioteca, acomode los manuscritos por fecha, cada
uno la tiene y si no es así, me pregunta. Quiero que transcriba todos a un cuaderno
con letra clara y prolija. ¿Es diestra?
Ilse – Si.
Bruno - Déme su mano. (Ilse extiende su mano, Bruno la toma y examina sus dedos)
Su cayo es pequeño, le sugiero que se ponga a ritmo y escriba, cualquier cosa, es la
única forma de tomar velocidad. ¿Dibuja?
Ilse – No tengo el don.
Bruno – Eso se resuelve con práctica. Se puede morir de aburrimiento en este
lugar. Practique. No tengo más que decirle.
Ilse – Muy bien.
(Ilse intenta sacar la mano de entre las de Bruno quien sonríe sabiendo que la
incomoda, y le suelta la mano)
Bruno - Empieza mañana temprano.
(Ella se queda parada, él le hace un gesto de que se vaya)
Ilse - Si, buenas noches.
Bruno – Señorita Himmel, a mí si dígame señor.
Ilse – Si, señor (Ilse se retira).

Día.
La escena esta atestada de libros y papeles tirados por todos lados con escritos y
dibujos de figuras femeninas desnudas, rostros, todos similares.
Bruno esta echado sobre un colchón que esta tirado en el piso, con sábanas tan sucias
como la ropa de Bruno. Ilse acomoda ordena y clasifica papeles.

Bruno – ¡Dios se me parte la cabeza! (Bruno se incorpora y se mueve por la


habitación molesto. Se choca con Ilse, a quien se le caen los libros de la mano) ¡Tenga
cuidado! Esos libros valen más que usted… (Ilse junta los libros que cayeron a los
pies de Bruno) No me ronde, no me gusta que me ronden, me marea que me
ronden. (Ilse se aleja) ¡Ordénelos por abecedario! Supongo que no será problema

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para usted, yo mismo podría hacerlo con los ojos cerrados (Ríe)… ¡Dios me cortaría
la cabeza si tuviera un hacha! (Ilse sirve agua en un vaso, le agrega un polvo blanco,
lo revuelve y se lo acerca a la boca)
Ilse – (Bruno vacila y toma un sorbo) Todo, tome todo. (Bruno se termina el vaso y
se lo entrega. Ilse sigue con sus tareas como si nada. Silencio)
Bruno – No distinguir la prosa de la poesía es indignante; limitarse a lo que rima
porque es más fácil recordar algo que rima es de mentes limitadas. (Silencio. Busca
sus utensilios y se dispone a dibujar) Venga, deje todo y venga (Ilse obedece)
Inclínese (Ilse se inclina hacia él) Un poco mas (Ilse se inclina hasta que su rostro
queda a la altura del de Bruno) Y no se mueva. (Sus rostros quedan casi pegados, la
examina un instante y dibuja, Ilse no se mueve. Bruno se contraria) No se ponga
tanto perfume, tengo un olfato sensible y me hace mal. Las colonias baratas
tienden a ser confusas ; no hay belleza en la confusión, no se puede lograr una
pieza maestra en el caos, es imposible reconocer un sentimiento fiel y verdadero
en medio de la maraña, es estructuralmente decadente un poema sin armonía. Los
buenos perfumes siempre tienen una esencia madre definida, no es su caso (Algo
exaltado, levanta la voz) ¡Es de mala educación no responder cuando se le esta
hablando! ¡Le estoy hablando de su perfume! ¡No logro distinguir la esencia
madre!
Ilse – (Sin dejar de mirarlo) Yo no uso perfume señor.

Entra Odell a la habitación.

Odell – Bueno, este lugar comienza ser habitable.


Ilse – Permiso (Sale)
Bruno – No me gusta.
Odell – No te gusta porque no podes apreciar lo cómodo que es caminar sin
tropezarse con todo.
Bruno – Ella, ella no me gusta.
Odell – No tiene nada de malo.
Bruno – Es insoportable.
Odell – Es la persona ideal para este trabajo.
Bruno – Lo mismo dijiste la última vez.

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(Silencio incómodo entre ellos)
Odell – No te tiene miedo.
Bruno – Debería.
Odell – A ella le da lo mismo. Creo que si dejaras de respirar, se persignaría por el
bien de tu alma y luego pediría una carta de recomendación.
Bruno – O sea que una despiadada es la mejor persona para cuidarme.
Odell – Los piadosos no hemos tenido mucha suerte que digamos.
Bruno – (Irónico) Los piadosos. Te mataría con mis propias manos.
(Silencio)
Odell – ¿Estas durmiendo mejor?
Bruno – Sabes que no duermo. ¿Otis?
Odell – En la ciudad.
Bruno – ¿Se cansó de tus berrinches?
Odell – Mis berrinches tienen un nombre la mayor parte del tiempo.
Bruno – ¿Es un reproche?
Odell – Vos preguntaste.
Bruno – Tu marido tiene una extraña tendencia a la soledad.
Odell – Otis tiene asuntos importantes que atender.
Bruno – Cualquier asunto que Otis tenga en cualquier parte será más importante
que estar en esta casa.
Odell – No es verdad.
Bruno – Ni siquiera la muerte de su hijo lo conmovió.
Odell – ¡Basta!
Bruno – Ni siquiera vino al entierro.
Odell – ¡Te dije que basta!
Bruno – No soporto que lo justifiques con tanta mansedumbre. Tu idiotez me saca
de mis casillas.
Odell – (Repentina y enérgica) ¡Ilse! ¡Ilse!
Bruno – ¡Ahí estas! (Burlándose) Ilse Ilse! Sálveme.
Odell – (Entra Ilse) Ilse, hay que hacer algo para renovar el aire de este cuarto, no
se puede ni respirar del olor a podrido. Por favor cambie las sábanas, y a estas,
quémelas. (Ilse enfría la mirada) ¿Hay algún problema?
Ilse – No voy a cambiar las sábanas hasta que el señor no se bañe.

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Bruno – (Ríe) Y la señorita pone condiciones para hacer su trabajo. El cielo cae
sobre mi cabeza.
Odell – Me parece justo.
Bruno – ¡Justo! Ella habla de justicia…
Odell – Que el señor Hoover prepare el baño y usted deshágase de toda esta
mugre.
Ilse – Si señora.
Bruno – ¡Sobre mi cadáver inmundo!
Odell – Entonces mátelo si es necesario.
Bruno – Podrías hacerlo vos, tenes buenas manos para esos asuntos.
Odell le lanza una mirada inyectada, se controla Ilse observa la situación; Odell sale
del cuarto, Ilse la sigue. Bruno apacigua su enojo, y empieza a rascarse.
Baja la luz.

Noche.
Bruno tirado en la cama, dormido, delirando.
Bruno – “Na trubul mire yakha te dikhav”.. Zita... Zita
Oscuro.

Día.
Bruno esta tirado en su cama mientra Ilse copia textos a un cuaderno. A lo lejos los
gritos y risas de un niño.
Bruno – No soporto los gritos, se me parte la cabeza. ¡Haga que se calle!
Ilse – (Ilse mira por una hendija de la ventana) Son los hijos de la señora Elga.
Bruno – ¿Qué hacen los hijos de la cocinera en esta casa?
(Ilse sirve agua en un vaso, abre un frasco, con una pequeña cuchara toma dos
porciones de un polvo blanco que mezcla en el agua).
Ilse – Acaba de quedar viuda y su hermana le permitió traerlos con ella. (Le da el
vaso) Tóme.
Bruno – ¿Como se que no quiere envenenarme?
Ilse – No lo sabe… Tóme. (Bruno bebe)
Bruno – Odell y su alma gentil.
Ilse – La señora Elga no tiene donde ir.

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Bruno – No es ayuda, es narcisismo. Lo único que le importa es que todos digan
que es una buena samaritana.
Ilse – Dicen que Agnes se le parece en carácter, y que además es muy hermosa.
Bruno – Tiene una belleza rústica.
Ilse – Y que vive con su tía a la ciudad.
Bruno – La jugada maestra de una niña precoz. Siempre fue un poco arpía.
Ilse – Sin embargo dicen que Pepin era un niño muy dulce.
Bruno – Poco habría hecho con su dulzura cuando ninguno de nosotros existiera.
Ilse – Y que murió mientras dormía.
Bruno – ¿Y quienes dicen? Debería dejar de escuchar a la servidumbre (Silencio)
Ilse – Quizás la señora lo extraña.
Bruno - Odell no estaba destinada a la maternidad, debería haberse conformado
con una hija sana.
Ilse – Quizás no busque conformarse.
Bruno – Una mujer que acepta a un hombre que se casa con ella por dinero, se
conforma. Y su lengua esta demasiado suelta hoy.
Ilse – Discúlpeme.
Bruno - (Silencio) ¿Y usted? …
Ilse – ¿Señor?
Bruno – ¿Se conforma?
Ilse – Si señor.
Bruno – ¡Embustera!
Ilse – ¿Porque cree que le miento?
Bruno – Porque miente mal.
Ilse – Le aseguro que no miento.
Bruno – Pero no jura, no jura que no miente.
Ilse – Jurar es pecado.
Bruno – Solo si se miente. Y usted miente, por eso no jura.
Ilse - ¡No le miento!
Bruno – Pero se ofusca.
Ilse - ¡Usted me ofusca!
Bruno – Al menos le genero algo.
Ilse - No me considero de espíritu aventurero.

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Bruno – No creo que haya nada de malo en usted.
Ilse – ¡Por supuesto que no!
Bruno – Mentirosa y presuntuosa.
Ilse – No, no lo soy.
Bruno – (Ríe) Su vanidad la salvará señorita Himmel, créame. ¿Tiene deseos?
Ilse – Ninguno del que merezca la pena vanagloriarme.
Bruno – Pero los tiene.
Ilse – (Silencio)
Bruno – Es… excitante…
Ilse – Que no tenga deseos.
Bruno – (Niega) Su silencio, su silencio es excitante.
Ilse – Es solo silencio.
Silencio.
Bruno – Le voy a ordenar una tarea.
Ilse – Señor.
Bruno – Encuentre un deseo.
Ilse – ¿Como?
Bruno – Busque un deseo y vaya por el aunque la aleje de su propia alma.
Ilse – ¿Me esta ordenando desear?
Bruno – ¿Le parece descabellado?
Ilse – Extraño en todo caso. Yo no tengo deseos.
Bruno – Todo el mundo tiene deseos.
Ilse – ¿Incluso usted?
Bruno – No somos todos iguales.
Ilse – Iguales y perfectos ante los ojos de Dios, si.
Bruno – Dios, siempre en medio de todos los asuntos. No existe el ser humano
perfecto. Y si lo encuentra, desconfíe inmediatamente.
Ilse – Iguales, solo diferenciados por la intrascendencia de un simple nombre.
Bruno – Nuestros nombres son mucho más que una intrascendencia. Nos marcan,
nos determinan. Fíjese en mí por ejemplo, Bruno significa “oscuridad”. No podría
haber estado más predestinado. Usted sin embargo es una bendición en si misma.
Ilse, “Juramento de Dios”. ¿Lo ve? ¡Usted esta bendita, mademoiselle! Sin embargo
yo, no soy más que una noche oscura. Algo poético si pensamos en la suerte de mi

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hermana, cuyo nombre significa “nutria”. (Ilse exhala una pequeña sonrisa. Bruno
sonríe tibiamente) Hágalo mas seguido…
Ilse – ¿Señor?
Bruno – Sonreír (Silencio. Ilse lo mira) Dígale al señor Hoover que mañana lo voy a
necesitar.
Ilse – Si señor. (Ilse se lo queda mirando)
Bruno - Dígale, dígale…
Ilse – Si (Sale)

Noche.
Bruno delira mientras duerme
Bruno – Zita… Zita… Zita
Ilse aparece en la habitación y lo escucha, pero no se atreve a acercarse.
Oscuro.

Día.
Ilse entra en la habitación, destiende, y tiende nuevamente el colchón con sábanas
limpias. En un momento, escucha a Bruno tararear desde el cuarto de baño; se acerca
unos pasos y vuelve rápidamente a sus tareas; Bruno entra en escena, lleva el pelo
mojado, zapatos y pantalón limpio y la misma camisa de siempre. Ilse lo mira
complacida. Bruno percibe su presencia y agudiza la poca vista que le queda.

Bruno – ¿Ilse?
Ilse – Si señor.
Bruno – ¿Qué me dice? ¡Puro como el niño Jesús!
Ilse – Lo felicito, pero de nada sirve si no se cambia la ropa.
Bruno – (Oliendo la camisa) Debo haberme vestido rápido, tiene que haber una
camisa limpia al costado en algún lugar. (Ilse va hacia el baño. Bruno se quita la
camisa. Ilse entra con la camisa limpia y ve su torso desnudo, se queda mirándolo)
¿La encontró?
Ilse – (Reaccionando) Si señor, acá tiene. (Bruno toma la camisa y se la pone al
revés) Permítame… (Ilse le da vuelta la camisa y le guía la mano)
Bruno - ¿Ahí?

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Ilse – Mucho mejor.
Bruno – Ahora si, queme todo.
Odell – (Entrando) ¡Bruno, estas visible! (Lo ve) ¡Ah Dios mío! Cuando el señor
Hoover me dijo que le habías ordenado sus servicios entre en pánico.
Bruno – No seas ridícula, lo irónico no te queda bien.
Odell – (A Ilse) La llamo si la necesito
Ilse – Si señora, permiso. (Abolla las sábanas y la camisa y sale)
Odell - (Anudándole el lazo de la camisola) Estas muy guapo. Me gusta verte así.
Bruno – ¿Así como?
Odell – Así, hermoso, limpio, hecho un señor. Como…
Bruno – ¿Como antes?
(Silencio)
Odell – ¿Podrías soportar que te abrace?
Bruno – No.
(Bruno se acomoda para continuar con sus dibujos)
Odell – Hace mucho tiempo que no dibujabas. (Mira algunos viejo dibujos y vuelve a
mirar el papel sobre el que Bruno dibuja) Veo cierta variación en la figura.
Bruno – ¿Necesitás algo mas?
Odell – Si, me preguntaba si podrías estar algunos días sin Ilse?
Bruno – (Categórico) No. Necesito que termine las transcripciones.
Odell – Bueno, pero no es urgente; no irán más que al fondo de un cajón. Estoy
organizando una reunión y necesito que ella haga unas diligencias por mí.
Bruno – No podrá ser. Pienso enviar los manuscritos a la imprenta y editar un
libro con una colección de mis cuentos.
Odell – ¡Ah pero eso es maravilloso! ¡Me parece una gran idea! Siendo así no se
hable más. Haré uso de Ilse cuando termines con tus cosas.
Bruno – No creo que sea pronto, es mucho lo que hay que hacer.
Odell – Muy bien entonces, no le pediré nada a menos que a ella le parezca
entretenido ir a la ciudad unos días. Estoy convencida de que podría ser una gran
experiencia para ella. Siempre es bueno cambiar de aire. Es muy joven y tampoco
es bueno que viva encerrada. Hasta creo que seria muy generoso de nuestra parte
ayudarla a colocarse en un matrimonio conveniente, o al menos asegurar su
próximo destino, ¿no te parece?

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Bruno – ¿A caso le preguntaste si quiere casarse convenientemente con alguien?
Odell – No es necesario, es algo que debería hacer, después de todo no estará con
nosotros para siempre, no deberíamos ser tan acaparadores.
(Bruno no responde, Odell se va. Bruno rompe su dibujo con violencia)

Noche.
Bruno duerme y delira, como afiebrado, habla entrecortado y su cuerpo se contornea.
Bruno – Zita… Zita… Zita
Ilse aparece en la habitación, se acerca a Bruno e intenta calmarlo, él le toma su
mano y de repente la refriega en su entrepierna. Ilse logra zafarse y sale corriendo de
la habitación.
Baja la luz.

Día.
Odell en la habitación subida a un banquito tratando de descubrir las ventanas.
Ilse entra.
Ilse – Señora que hace?
Odell – (Emocionada) ¡Vamos, ayúdeme! tiene que ver esto…
Entre las dos sacan algunos tablones de las ventanas.
La luz del día entra en la habitación. Odell arrastra a Ilse hasta la ventana...
Odell – ¡Mire! ¡Es un milagro!... Ya casi no recuerdo cuando fue la última vez que
salio de esta cueva. ¡No es increíble! ¡Dios finalmente escucho mis rezos! Solo era
cuestión de tiempo, estaba segura.
Ilse – Señora…
Odell – Mírelo, con el rostro al sol, se lo ve bien (Solloza) ¡Dios! Yo sabía…
Ilse – Señora Odell ¿Puedo hacerle una pregunta?
Odell – (Sin quitar la mirada de la ventana) Si si querida...
Ilse - ¿Quién es Zita?
Odell – (Desconcertada) ¿Zita?... (Cambiando de semblante) Mi hermano sonríe Ilse,
mi hermano ha salido de esta casa por primera vez en mucho tiempo, mis ojos
lloran de alegría por una vez y usted tiene el poco tacto de interrumpir este
momento con una pregunta completamente fuera de lugar.
Ilse – Discúlpeme señora, tiene razón.

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(Silencio. Se vuelve hacia la ventana, pero su semblante no es el mismo)
Odell – ¿Él se la mencionó?
Ilse - No, simplemente la nombró entre sueños.
Odell – Que extraño.
Ilse – Que la mencione…
Odell – No, que duerma. Hace mucho tiempo que no duerme.
Ilse – Y no es la primera vez. Estaba muy agobiado, la llamaba, decía algo que no
logré comprender…
Odell – ¿Que decía?
Ilse – Algo como … Na tul yaka…
Odell – “Na trubul mire yakha te dikhav”
Ilse – (Sorprendida) Si…
Odell – ¡Dios, hace tanto que no duerme! (Silencio. Piensa. Mira a Ilse un instante)
Esa mujer, Zita, vivió en esta casa; estaba a su servicio; fue la única que ha logrado
apaciguarlo. Tenía una belleza singular. Era tan ignorante, que no saber leer ni
escribir era lo menor de sus limitaciones. Y eso fue un desafío para él, se lo tomó
personal.
Ilse - ¿Cómo era?
Odell – Usted la conoce, convive con ella.
(Ilse no comprende. Odell agarra un dibujo y se lo da)
Odell - Los meses que esa mujer estuvo en esta casa fue la única porción de tiempo
que todos estuvimos en paz.
Ilse - ¿Qué pasó con ella?
Odell – (Sórdida) Ojalá hubiese muerto. Hubiera sido mejor saberla muerta que
perdida. Vino su gente a buscarla.
Ilse – ¿Su gente?
Odell – Gitanos. Un hombre la reclamaba. Se la llevaron a la rastra y entre gritos.
gritaba “Na trubul mire yakha te dikhav” una y otra vez hasta que su voz
desapareció. Tuvieron que sostenerla entre varios, su cuerpo corcoveaba como un
caballo, repelía con las piernas, los ojos y los dientes. Nunca vi a una mujer en tal
estado. Confieso que la admiré por un instante. Algo de toda esa ferocidad me dio
envidia. La certeza de su muerte hubiera sido un mayor consuelo, Bruno enfermó

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después de eso, le llevó mucho tiempo reponerse. Esperaba que solo fuera un
recuerdo, pero es un fantasma que sigue atormentando. (Silencio)
Ilse – ¿Y que significa?
Odell – Él nunca quiso averiguarlo.
Ilse - El y ella …?
Odell – ¿Cómo esta llevando su trabajo?
Ilse – Logramos llevar un buen trato.
Odell – Bien, muy bien… (Piensa) ¿Cree poder lidiar con él sin mí?
Ilse - ¿Qué quiere decir?
Odell – Quiero visitar a Agnes, no la veo desde el entierro. Necesito ver a mi hija.
Ilse – Claro señora.
Odell – Mi cuñada insiste en que deberíamos presentarla en sociedad y el baile de
los Bernabé sería la ocasión perfecta. Es importante para ella. Para todos.
Ilse – Debe extrañarla mucho también.
Odell – Me conformo con que sepa que la amo, aunque Agnes se parece a Bruno, se
ama a si misma mucho mas de lo que jamás podrá amar a nadie. (Volviendo en si)
No la molesto mas, siga con lo suyo (Antes de salir mira a Ilse directo a los ojos,
piensa, asiente para sí, como si hubiese resuelto una incógnita y sale)
(Ilse toma uno de tantos dibujos y de repente lo hace trizas)

Noche
Bruno dicta, Ilse escribe.
Bruno – Con su rostro eclipsado por el somnoliente… por un somnoliente… a ver,
lea lo que tenemos hasta ahora.
Ilse – (Con mala gana) Con su rostro eclipsado por un somnoliente…
Bruno – Siga..
Ilse – Es la única frase parcial que no me ha pedido que tire a la basura.
Bruno – Detecto cierto reproche en su tono. (Silencio) Parece que puedo leer sus
pensamientos.
Ilse – No lo creo señor.
Bruno – ¡O sea que hay un pensamiento! Eso es un gran avance. (Silencio)
Silencio… Ajá! Esto debe ser por mí. En algún sentido he cometido algún crimen del
cual se me declarado culpable. A ver ¿qué podrá ser? … ¿Algo que he dicho? … No

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creo, no tenemos grandes conversaciones y mayormente nos limitamos a mis
escritos, por lo que puedo suponer que quizás sea que no le gustan mis cuentos,
que me cree un escritor mediocre y por ende he perdido su respeto.
Ilse – Sus cuentos están bien señor.
Bruno - ¡Bien! Hubiera preferido un puñal en el pecho antes que una critica tan
pobre…. (Silencio) Bien, entonces será que me prefiere sucio a limpio, taciturno a
comunicativo, bárbaro a civilizado…
Ilse - ¡Zita!
Bruno – (Silencio. Furioso) ¡Odell! ¡Odell! ¡Esa maldita perra! ¡Odell!
Ilse – ¡Es usted quien la nombra por las noches!
Bruno – ¡Eso es imposible!
Ilse – Usted la nombra y la llama entre sueños.
Bruno – ¡He dicho que es imposible!
Ilse – (Casi reclamándole) ¡Usted duerme, y la sueña y grita “Na trubul mire yakha
te dikhav”!
Bruno – (Enojado) ¡No se le paga para espiarme!
Ilse – ¡Duerme para soñarla!!!
Bruno – ¿¡Y eso la tiene de mal humor?!
Ilse – ¡¡Usted duerme para ella!!!
Bruno - ¡No se meta en lo que no le importa! ¡No hable de lo que desconoce! ¡Usted
no tiene idea! (Furioso) ¿Con cuantos hombres se acostado? (Furioso, va hacia ella y
la toma por detrás violento, la rodea con uno brazo por la cintura y con el otro le
toma fuertemente el rostro) ¿A cuantos les ha abierto las piernas? Vamos dígame…
Ilse – (Asustada y furiosa) ¡Suélteme!
Bruno –¿Cuantos hombres la han poseído señorita Himmel bendición del cielo?
(Ilse impávida e impotente) ¡Silencio! ¡Siempre silencio! ¡Son tantos que ni siquiera
los recuerda…!
Ilse – Ninguno.
Bruno – ¿Ninguno de sus señores o ninguno de los de su clase?
Ilse – (Furiosa) ¡Ninguno al que yo haya decidido amar!
(Bruno la suelta y cae al piso)
Bruno – (Le grita) ¡Entonces usted no sabe nada! ¡Nada! (Ilse intenta pararse con
dificultad. Antes de salir) No le dije que se fuera. (Ilse se detiene y lo mira fijamente)

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Me clava la mirada, lo se, no haga el esfuerzo, no tiene ningún efecto en mi. ¿Se
considera atractiva? (Ilse se desconcierta) Le hice una pregunta!
Ilse - No sabría decirle.
Bruno – Mas vale que sepa, porque es la única que puede dar una opinión.
Ilse – No.
Bruno – ¿No lo es, o no cree que lo sea?
Ilse – Es lo mismo.
Bruno – ¡No es lo mismo! Si usted cree que no es atractiva, es diferente a no serlo.
Y ahí no la puedo ayudar a deliberar el asunto. Descríbase.
Ilse – No se burle de mí.
Bruno – No lo hago. Descríbase, por favor… ¡Descríbase!
Ilse – Soy extremadamente ordinaria, lo aburriría.
Bruno – Deje que yo lo decida.
Ilse – Mis ojos son marrones.
Bruno – ¡Verdes! sus ojos son verdes del color del musgo. Si empieza con una
mentira ¿hasta donde será capaz de llegar?
Ilse – (Ilse lo mira y se decide) Tengo brazos fuertes de muñecas finas, y manos
pequeñas. A veces puedo verme las venas a simple vista. Tengo el cuello corto, al
igual que el mentón; y mis dientes tienen un color saludable. No tengo la cintura de
una dama.
Bruno – ¿Me gustaría saber en que mas se diferencia de ellas? Siempre me sentí
atraído por el dibujo que las venas hacen en el cuerpo, como un mapa de viaje que
nace en su cuello corto bajando por sus brazos fuertes para afinarse en sus frágiles
muñecas apenas cubiertas por la puntilla de su vestido impecable pero viejo que le
cubre su parte mas interesante (Silencio) Acérquese ¡Aquí! (Ilse se acerca y se para
frente a él. Ambos se quedan un instante junto al otro. Bruno pasa sutilmente los
dedos por la tela de la falda de Ilse) ¿Que me dice de sus tobillos?
Ilse – Finos…
(Bruno se agacha y lleva sus manos a uno de los tobillos de Ilse, los toma entre sus
manos, los recorre)
Bruno - ¿Y sus piernas?
Ilse – (Conteniendo la respiración) También son fuertes… (Bruno comienza a subir
ambas manos por debajo de la pollera)

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Bruno – Y suaves..
(Bruno arremete sus manos dentro de la falda y la trae hacia él, pone su rostro en la
pelvis. Ilse gime tratando de contener un alarido mientras Bruno le acaricia los
muslos apretándola fuerte contra él)
Odell – (Desde afuera) Ilse! Ilse! (Ilse cae al piso, y simula atar los cordones de los
zapatos de Bruno, que se ha quedado estoico) ¡Ahí estas querida! Ya llegaron los
invitados y están todos muy entusiasmados por conocerla.
Ilse – Señora, es muy amable, pero no tengo nada acorde señora.
Odell – La Condesa insiste, solo Dios sabe porque pero insiste. (Ilse la mira, asiente
y sale) ¿Que le hiciste? No tenes cura...
Bruno – ¡No, no lo tengo, así que deja de intentar remediar lo imposible!
Odell – ¡No me grites… por favor, no me grites! (poniéndole la mano en la frente)
¿Estas bien? Estas un poco caliente, no quisiera que vuelvas a tener fiebre.
Bruno – (Bruno le saca la mano) Estoy bien… ¿Y cuales son los méritos de Ilse para
ser parte de tu grupo tan selecto?
Odell - La condesa no deja de hablar sobre ella, y ha generado curiosidad. ¿Quien
lo diría no?
Bruno – Quizás nuestra pequeña Ilse tenga un método efectivo que desconocemos.
Odell – Es posible. Quizás nuestra “pequeña Ilse” sabe lidiar con fuerzas ocultas.
Bruno – Deberías tener cuidado de no morderte la lengua.
Odell – No es mi lengua la que debería preocuparte.
Bruno – No seas desagradable, no es tu estilo.
Odell – ¿Y cual es mi estilo?
Bruno – El cordero degollado te sienta mejor. Eva Muller debe querer verme, en
un tiempo estaba determinada a casarme, cazarme con zeta. Bajaré en un
momento. (Odell lo mira sin saber que decir. Bruno ríe a carcajadas) Daría un día
de mi vida por ver tu cara. Es una broma. Además mantenerme oculto le da cierto
aire macabro al evento. Mañana serás el centro de todos los chismes. Un
verdadero éxito.
Odell – No seas tonto… (Odell lo observa) Ilse sabrá como manejarse ¡No te
preocupes!
Bruno – ¡Quien se preocupa!
(Odell sonríe con cierta amargura y sale)

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(Bruno queda en la habitación con los restos de excitación que le dejo el momento
con Ilse)
Oscuro.

Día.
Ilse y Bruno en la habitación. Bruno dibuja mientras Ilse posa su rostro y le sirve de
modelo.
Ilse – Y la viuda de Simsky dos lugares a la izquierda, el señor Egel al lado de Sofía,
la hija de los Bauer, el padre se pasó la noche entera vigilándola; igualmente Egel
con unas copas de mas se le insinuó varias veces…
Bruno – No se mueva.
Ilse - Al señor Otis lo invitaron a cazar el mes que viene a los campos de la condesa.
Bruno – La condesa siempre tan caritativa con los hombres ajenos.
Ilse – Conmigo fue una buena mujer.
Bruno – No se mueva (La mira un instante) ¿Cual es su secreto? Odell cree que
para poder lidiar con esos cinco soldados del demonio usted debe entender las
fuerzas oscuras.
Ilse – ¡Es una estupidez!
Bruno – (Sorprendido) Es lo mas interesante que ha salido de su boca.
Ilse – Lo lamento.
Bruno – No lo haga, al menos no por mí… Hijos? (Ilse lo mira y sutilmente los ojos se
llenan de lágrimas) Quiere tener hijos?
Ilse – No.
Bruno – No?
Ilse – No.
Bruno – Pero se dedica a educar hijos ajenos.
Ilse – Es solo una manera de ganarme la visa… (Silencio) La señora Odell esta
equivocada, no existe un secreto, son solo criaturas que…
Bruno – … que solo necesitan atención.
Ilse – Simplemente he sido rigurosa sin sentimentalismo, eso en general debilita la
mano dura a la hora de necesitarla.
Bruno – ¿Y la necesitó?
Ilse – Pocas veces.

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Bruno – Muy interesante… ¿Y cuando toda la palabrería no le funcionó?
Ilse – (Animándose) Les dije que la próxima vez que me desobedecieran pondría
veneno en la comida de su madre, y que si lo decían lo negaría con tanta firmeza
que ellos serian encerrados de por vida por mentirosos y locos.
(Bruno e Ilse ríen a carcajadas)
Bruno - ¿Sabe lo que me gusta de usted?
Ilse - ¿Qué?
Bruno - Que tiene la fragilidad de un monasterio medieval.
(El rostro de Ilse se entristece. La risa se va apagando. Silencio)
Bruno – Zita era una prostituta. Tan sutil y delicada como un puerco espín, hija de
una gitana y un mal amor que las abandonó a su suerte. Odell la trajo para que yo
pudiera saciarme a mi antojo con alguien que no se sintiera ultrajada en su
decencia, ni ella en su conciencia. (Ríe) Pensó que no me daría cuenta. Mal de
males, la subestimación. A Zita la habían comprometido de niña con un animal que
tiro la puerta a patadas cuando vino a buscarla. A los gritos, a los empujones. La
arrastró por la galería de los pelos, mientras ella gritaba mi nombre y algo más que
no puedo olvidar pero que no comprendo.
Ilse – “No necesito mis ojos para verte”
Bruno - Nadie pudo hacer nada. Yo no hice nada. Me quedé quieto, inmovil, muerto
de miedo, por ella. Nunca más supe de ella, como si se la hubiese tragado la tierra.
A veces la imagino feliz y rodeada de niños, pero dudo que ese haya sido su
destino. Era una salvaje y eso era lo que mas me gustaba de ella. Zita no le temía a
mi cuerpo de hombre, o lo desafiaba, o lo incitaba o lo ignoraba por completo, pero
no le temía. Yo con mi cultura y mi dinero, no tuve como devolverle lo que ella me
entregó. Era una puta y lo disfrutaba, y por eso era buena, porque solo le
importaba su placer, solo eso, y yo era un medio, un instrumento, un espectador de
lujo adorando a su meretriz. Ella dominaba toda mi existencia, se aprovechaba, me
exprimía hasta la última gota y me deseaba tanto como un animal desea a otro
como alimento. Y yo, me dejaba devorar. Me entregaba como quien vende el alma
al diablo por un instante de muerte deliciosa. Ella hervía y yo moría un poco con
cada uno de sus pujos, con cada uno de sus estremecimientos… extraño sus
estremecimientos sobre mí, tanto como sus pechos blandos entre mis dedos… (Se

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detiene, percibe) Ha dejado de respirar. (Ilse retoma la respiración. Bruno, lleva la
punta de sus dedos hasta el lóbulo de la oreja de Ilse ) ¿Le incomoda?
Ilse – No.
Bruno – (Baja por el cuello y el pecho y llegando hasta el pezón) No me pareció lo
mismo el otro día. Lo lamento (Pone su boca en el cuello y la huele)
Ilse – No tiene porque.
(Ilse cierra los ojos y se pierde en el erotismo que la situación propone. Bruno la mira
y la abandona en la silla)
Bruno – Todo el mundo abandona esta casa.
Ilse – Yo no.
Bruno – Todos lo hacen en algún momento.
Ilse – “No necesito mis ojos para verte” (Silencio) es lo que significa “Na trubul
mire yakha te dikhav”. Y yo tampoco.
(Desde entra Odell y rompe el hechizo en el solo Ilse se encuentra)
Odell – ¡Bruno querido, nos vamos!
Ilse – Muy bien.
Odell – (Tratando de ser graciosa) Ilse esta autorizada a azotarte si es necesario.
Bruno – Seré bueno, no quisiera que termines envenenada.
(Ilse sonríe a penas)
Odell – Dios! ¿Y eso?
Bruno – Una broma.
Odell – Negra.
Bruno – No conozco otras.
Odell – ¡Ay mi Dios! Es hora de irme, no quiero llegar de noche, estoy segura que
Agnes debe haber preparado una gran cena para recibirme, mandó a decir que
tenía una noticia que darme. ¿Me veo bien? (Ilse asiente con una sonrisa)
Bruno – ¡A mi no me preguntes! (Intenta una sonrisa pero el rostro de Bruno esta en
sombras)
Odell – Estas bien?
Bruno – Perfectamente.
Odell – Muy bien. Dejé órdenes de que me manden a buscar si me necesitan.
Ilse – Si señora.
Odell – (Algo contrariada) Mande un mensajero inmediatamente ¿entendió?

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Bruno – Es mejor que te vayas.
Odell – (Indecisa) Quizás no sea buena idea irme en este momento. Debería
posponer el viaje…
Bruno – He vivido con vos toda mi vida y sobreviví, unos días en tu ausencia no me
harán nada.
(Odell se los queda mirando)
Odell – No quisiera que me necesitaras y no estar.
Bruno – (Seco) No te voy a necesitar.
Ilse – Yo me ocuparé de todo.
Odell – (La mira intentando ocultar sentirse desplazada) ¡Bueno muy bien! Solo son
un par de días. El apocalipsis podrá esperar unos días.
Bruno – (Intentando ser festivo) ¡Sale la caravana de gitanos! (Odell lo mira
fulminante)
Ilse – Que tengan buen viaje señora.
Odell – (Seca) Gracias (Acaricia el rostro de Bruno) ¡Hasta pronto mi corazón!
(Odell se va. Ilse y Bruno quedan en la habitación solos, en silencio, Ilse va hasta la
ventana. Observa, sonríe)
Ilse – La señora se ve contenta.
Bruno – Les toco buen día para el viaje.
Ilse – Si, muy buen tiempo, el sol brilla muy arriba.
Bruno – (Silencio) Me hubiera gustado ver por última vez el sol brillar.
Ilse – Si no deben ser mas de las… (Se da cuenta. Ilse se acerca, pasa una mano
delante de sus ojos y reconoce que Bruno ya no ve. Ilse corre a la puerta) ¡Señora!
Bruno – ¡No, no!
Ilse – Su hermana acaba de salir, podemos alcanzarla...
Bruno – ¡No, no!... No, por favor.
Ilse – (Con los ojos húmedos) Pero señor…
Bruno - No. Déjela. Déjela por favor. No llame a nadie. (La siente) ¿Llora señorita
Himmel? Que decepción.
Ilse - (Conteniendo) No señor. No lloro.
Bruno – (Cálido) Mejor así. (Silencio) Dejemos que se vaya, démosle un respiro.
(Bruno extiende su mano, Ilse le da la suya y ambos se quedan en silencio)
Bruno – Oh.. Ese aroma suyo… sigo sin poder descubrir la esencia…

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Ilse – Son gardenias. (Bruno sonríe complacido)
Pase de tiempo. Música instrumental.
La luz cambia lentamente del día hacia la noche, ninguno se ha movido.
La luz llega a blackout y vuelve a subir, vemos a Bruno echado sobre la cama.

Noche.
Bruno da vueltas en la cama. Balbucea, delira en sueños.
Ilse aparece en la habitación enfundada en un largo camisón, lo observa.

Bruno – (Entre balbuceos) Ilse… Ilse…

Ilse se conmociona, con paso tímido pero firme se acerca a la cama, le acaricia
suavemente el cabello. Bruno se despierta y se incorpora, Ilse se queda petrificada,
pero él la percibe y se deja llevar.
Ilse – Mis ojos son iguales a los de mi madre, grandes y con las pestañas tupidas, de
ella me queda cierto aroma que cada tanto vuelve como un viento salvador que me
recuerda que alguna vez no estuve sola. Las ojeras vienen de mi padre, a él no lo
recuerdo. Mi contextura es proporcionalmente pequeña, (Ilse va hacia él, toma sus
manos y los apoya en su cadera), con las caderas anchas. El hueso de mi nariz es
causa de un golpe. Llevo el pelo corto (Bruno entrelaza sus dedos en el pelo de Ilse)
cambié mi cabellera por comida hace mucho tiempo, y no ha vuelto a crecer (Bruno
la jala sobre él, y la monta en su entrepierna; ella se deja arrastrar) Mis labios tienen
dos cicatrices (Ilse lleva los dedos de Bruno sobre sus labios) Tengo tres lunares en
el pecho como la punta de una flecha (Lleva los dedos hacia el pecho; Bruno le
acaricia el cuello, el pecho, y con un delicado movimiento desprende la pechera del
camisón dejando el torso de Ilse desnudo) Y mi piel… mi piel hace tiempo que esta
muerta…
(Bruno tira el rostro de Ilse hacia atrás con un leve movimiento, y besa su garganta,
baja besándola hasta hundir su rostro en el pecho, sus manos aprentan fuerte sobre
la espalda desnuda de Ilse. Bruno la toma fuerte por las nalgas, juntos comienzan a
moverse. Con un solo movimiento suave desata su camisón dejando su torso desnudo
sobre él. Bruno e Ilse hacen el amor mientras la luz baja lentamente hacia la
oscuridad total)

DNDA: 4991606 24
Con una transición de luces vemos el paso de las horas, dando sensación de que han
pasado juntos varias noches. La luz cae.

Amanecer – Día.
Ilse se despierta sola en la cama. Bruno no esta. Odell esta parada frente a la
ventana.
Ilse – (Exaltada) Señora!
Odell – No quise despertarla. Dormía como un ángel.
Ilse – ¿Bruno?
Odell – Afuera. Caminar sobre la escarcha siempre ha sido su paseo favorito.
Ilse – Sería mejor traerlo de vuelta, esta haciendo mucho frío.
Odell – Sería mejor que se cubra. (Ilse se acomoda el camisón) Es increíble como
Los chismes que verdaderamente importan nunca llegan en el momento indicado
¿no le parece?. No tenía la menor idea de que la Condesa tenía otro hijo. No quise
preguntar porque no me gusta entrometerme, pero no recuerdo haberla visto más
gorda. Cualquiera se hubiera dado cuenta. Siempre ha sido tan exagerada con la
maternidad. Tan exhibicionista. ¿Ud lo sabía?
Ilse – Si.
Odell – Y no me lo dijo..
Ilse – No pensé que sería algo que debía contar.
Odell – No lo mencionó en la cena, no dijo una sola palabra al respecto. Y sin
embargo en la ciudad el niño era prácticamente el centro de su atención. No le
parece realmente curioso? (Ilse la mira fijamente) No recuerdo su nombre.
Ilse – Ivan
Odell – Ivan. Tan tranquilo y juicioso. Absolutamente encantador. Definitivamente
no debe ser hijo de la condesa, esa clase de templanza no esta en sus genes. ¿Usted
que piensa?
Ilse – Nada.
Odell – Nada?
Ilse – Ivan es un niño hermoso.

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Odell – Eso si. Muy hermoso. De piel muy blanca, ojos grandes y brillantes. (Ambas
se miran) Definitivamente se parece a su madre. Supongo. A la verdadera quiero
decir.
Ilse – No sabría decirle.
Odell – ¿A no?
Ilse – No.
Odell – Sería un crimen desprenderse de un ser tan adorable. O quizás la madre no
tuvo alternativa. Ojalá sea eso y no estemos hablando de una mujer sin corazón.
¿Pero como podremos saberlo? ¿Como saber si sus intensiones fueron buenas?
¿Como podemos saber si es una mujer de confianza? Mi madre hizo un escándalo
de proporciones cuando Bruno dijo su primer palabra, creía que mejor que los
demás niños. Apuntaba su dedito a cualquier cosa, le decían como se llamaba y él
repetía, y jamás olvidaba la palabra. También adoraba jugar con los destellos de luz
que se colaban por las ventanas. Él era todo para ella, la perfección absoluta, y por
eso él la amó intensamente, y la odió de la misma forma cuando ella no pudo
sobrellevar su “defecto”, como solía decir. De tal modo que tuve que suplirla en su
rol maternal, no tuve alternativa. Él realmente era un joven brillante, creativo,
apasionado, vivía cada momento como si fuese el último, o el único, o el más
importante. Se devoraba la vida, como la luz se devora la noche. Hasta que la
noche fue más fuerte. (Silencio) A veces creo que si hubiera perdido la vista de
golpe, solo por orgullo, se hubiera sobrepuesto. Eso le hubiera dado un impulso
arrasador, quizás lo hubiera obligado a resistir, a no romperse. Pero perdió su
alma en proceso y el resto de nosotros no pudimos hacer más que sentarnos a
contemplarlo (Silencio) ¿Usted cree en los cuentos?
Ilse – Señora…
Odell - En los cuentos ¿cree en ellos? ¿En la magia? ¿En las hadas? ¿En los
hechizos? (Ilse baja la mirada) No, no cree. Ya somos dos.
Ilse – Creo que hay que tener fe en las personas.
Odell – Usted y yo vivimos en un mundo real la mayor parte del tiempo, y ambas
sabemos que no hay besos mágicos que cambien el estado de las cosas.
(Reflexionando) Yo he sido una mujer tan atractiva, como el dinero de mi familia ha
podido hacerme. Cuando Agnes nació era tan hermosa que la gente murmuraba en
los salones que seguramente era hija de Otis y alguna de sus amantes. Pero era

DNDA: 4991606 26
mía, de este pedazo de carbón, salió un diamante. Un diamante único, maravilloso,
que se me fue de las manos como la arena, que ni siquiera consideró importante
que estuviera a su lado en su fiesta de pedido de compromiso. Dicen que fue todo
muy emotivo y hermoso, y que ella se veía radiante. Dios! Como me hubiera
gustado poder elegir la tela de su vestido. “Tenes muchas cosas que atender en
casa” me dijo “no quise molestarte” (Cambiando el tono) Ya ve Ilse, por más fe que
pongamos en nuestros rezos y por más poderosos que sean nuestros deseos, a
veces simplemente no es suficiente. A veces amar profundamente a alguien implica
perder el amor de otros. (Reponiéndose) Pero no todo es tristeza, tengo buenas
noticias para usted.
Ilse – No entiendo…
Odell – Nuestra amiga la Condesa, últimamente pasa por una etapa culposa a cerca
de su fortuna, culpa que tiene mas que ver con un amante de poca monta, que con
una verdadera vocación de servicio. Y en esa culpa en busca de sosiego, es donde
enterré una semilla que dio sus frutos.
Ilse – Señora, discúlpeme pero sigo sin entenderla…
Odell - La Condesa ha decidido patrocinar la iglesia y la escuela para los niños del
campo que hace tiempo había cerrado por falta de interesados en los cargos; ha
conseguido a un sacerdote joven con muchas ganas de cristianizar, y lo único que
le falta es una maestra.
Ilse – Señora…
Odell – Será maestra y regente por el mismo sueldo, tendrá una pequeña casa para
usted y acordamos que se le asignará un ama de llaves para que pueda dedicarse
solo a los niños. ¡No le parece maravilloso!
Ilse – (La mira)
Odell – No parece complacida.
Ilse – Su generosidad me deja sin palabras…
Odell – ¿Pero?
Ilse – Pero no quisiera abandonar al señor Bruno.
Odell – Abandonar… no lo digamos de esa forma.
Ilse – El cuenta conmigo para…
Odell – Todo esta ordenado para resolverlo en familia.
Ilse – Estoy dispuesta a quedarme sin recibir mensualidad, podría hasta incluso…

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Odell – (Cortante) Mi hermano ya no la necesita, ni yo tampoco. (Ilse intenta
ocultar su angustia) Realmente nos ha sido de gran ayuda, pero no hay nada más
que usted pueda hacer en esta casa. Y como me siento en deuda…
Ilse – (Intentando controlar su angustia) Usted no me debe nada, pero si desea
compensarme, hágalo permitiendo que me quede.
Odell – Ilse…
Ilse – Toda mi vida he cerrado los ojos cada noche con la única esperanza de que la
muerte me alcanzara en paz, hasta ahora. Lo único verdadero que he tenido son las
paredes de esta habitación. La tierra se ha abierto bajo mis pies y ya no se como
equilibrar mi espíritu. Deseo quedarme señora, lo deseo tan profundamente que
no me importa rogarle si es necesario. Estoy más allá de mi alma, solo le pido que
no me obligue a abandonarlo.
Odell – (Firme, imperativa y distante) La Condesa y yo cerramos un trato de damas,
e incumplirlo sería contraproducente, para usted. En estas zonas los rumores mal
intencionados corren como reguero. (Ilse comprende la amenaza solapada) ¿Quien
podría darle trabajo teniendo en cuenta un evento tan confuso?
Ilse – Lo que me pide es un sacrificio.
Odell – No si piensa en que podrá asegurarse una pensión, que es mucho más de lo
que cualquier mujer de su condición puede pedir.
Ilse – Tiene razón, es mucho mas de lo que alguien como yo podría pedir.
Odell – ¡Muy bien! Prepare sus cosas, sale de inmediato. (Ilse la mira fijamente)
Ilse – Quisiera despedirme.
Odell – Prefiero que no, nunca ha sido bueno para las despedidas.
Ilse – Pensará que lo abandono.
Odell – Preferible eso a saber que le ha mentido. (Ilse se dispone a salir) La Condesa
accedió a que Ivan asista a la escuela con los otros niños, la hace sentir progresista.
(Ilse la mira con los ojos llorosos) Dios actúa de formas misteriosas ¿no le parece?
Ilse – Dios no tiene nada que ver en esto. (Sale)

Las luces van a black out.


Odell – ¡Tráiganlo! ¡Rápido! ¡Llamen a un médico! ¡Llamen a un médico!! ¡Bruno!
¡Bruno!!

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LAS ESCENAS SIGUIENTES SERAN CON FONDO MUSICAL

Día
Bruno tiembla de fiebre sobre la cama, inconciente de su estado. Odell a su lado pone
paños fríos e intenta contenerlo.

Tarde
Odell esta sentada en el banco al lado de la cama, tiene un libro entre las manos
caído sobre la falda que a duras penas lee. Se despabila de repente, le pone la mano
en la frente, ve que Bruno no tenga fiebre. Retoma el libro y sigue leyendo.

Noche
Odell lava el cuello y el torso de Bruno con un paño mojado. Lo pasa por sus manos y
sus muñecas. Toma sus manos, las aprieta contra su frente y llora. Bruno se mueve y
balbucea mientras trata de incorporarse aún inconciente.
Bruno – Ilse! Ilse!
Bruno se desploma en la cama, y Odell parada a su lado lo mira con los ojos
inyectados.
Cae la luz.

Día.
Suenan los pájaros del amanecer. Odell dormida a un costado, su mano toca la mano
de Bruno. En un instante, como si volviera de la muerte, Bruno se incorpora
repentinamente con una exhalación. Odell se despierta exaltada.

Odell – (Bruno se ahoga con el propio aire) Tranquilo amor mío, acá estoy, acá
estoy, como siempre, acá estoy...
Bruno – (A penas) Ilse… (El cuerpo de Bruno cae en los brazos de Odell)
Odell - ¡Respira mi ángel! ¡Respira despacio! Tranquilo querido, estoy acá,
tranquilo.
(Bruno recupera el aliento de a poco, pero esta desorientado)
Bruno – (A penas) Agua…

DNDA: 4991606 29
(Odell llena un vaso con agua y se lo da, Bruno se lo bebe de un sorbo, se atraganta, el
agua se le escurre por los labios)
Odell – Despacio mi amor… de a sorbos (Bruno se detiene un momento, respira y
bebe lo que queda del vaso) ¿Más?
(Bruno niega con la cabeza. Esta exhausto)
Odell – Pensé que me habías abandonado… Me arden las rodillas de rogarle a
Dios… (Ríe entre sollozos) ¡Pero estas bien!
Bruno – ¿Qué? ¿Qué pasó?
Odell – (Entre sollozando y riendo) ¡No lo sabes! ¡Dios mío no lo sabe!
Bruno – ¡Basta con Dios! No entiendo lo que estas diciendo.
Odell - (Reacciona) Te desplomaste en el campo, el señor Hoover te trajo sobre
sus espaldas. Tuviste fiebre por días, cerraste los ojos y ya no te despertaste.
(Bruno no comprende, Odell se arrodilla frente a él y le acaricia el rostro) El doctor
no me daba respuesta, no sabía… creí que… que no… pasaban los días y no… (Odell
rompe en llanto, se lleva las manos al rostro y deja caer su frente sobre las rodillas de
Bruno) ¡Ah creí tantas cosas! No me moví de tu lado. Ni un solo instante. ¡Dios!
¡Pensé que te había perdido!
Bruno - ¿Ilse?
Odell – Hasta te leí tus horribles poemas favoritos (Ríe conmovida)
Bruno – ¡Odell! Donde esta Ilse?
(Silencio)
Odell – Ilse se fue querido.
Bruno – ¿Qué?
Odell - La Condesa le ofreció un nuevo trabajo como maestra y ella aceptó.
Bruno – No es posible…
Odell – Ilse es mucho más útil allá.
Bruno – ¡No es algo que vos podías decidir!
Odell – ¡Y quien mas si no yo! ¡Ilse se fue! ¡Como era de esperar, como se fueron las
otras, como se van todos de esta casa!
Bruno – ¡Ella nunca se hubiese ido por su cuenta!
Odell – ¡Hablas como si la conocieras!
Bruno – ¡Ilse nunca me hubiera abandonado!
Odell – ¡Hablas como si te amara! O lo que es peor, hablas como si la amaras.

DNDA: 4991606 30
Bruno – Ella jamás me hubiera abandonado.
Odell - ¡Pero lo hizo! Lo hizo sin remordimientos y con la misma piedad de un gato
salvaje.
Bruno – (Yendo sobre ella) ¡Que le dijiste!? ¡Que le dijiste Odell!?
Odell – ¿Qué podría decirle que ella no supiera ya? ¿De que podría haberla
convencido? ¡Ambos sabemos que sos incapaz de amar a nadie!
Bruno – ¡Maldita nutria rencorosa!
Odell – Maldecirme no resuelve el asunto.
Bruno – ¡Una arpía incapaz de pensar en nadie más que en sus propios intereses!
Odell – (Furiosa) ¡Y vos sos uno de ellos! He velado por tu bienestar a costa del mío
propio, te mantuve con vida cuando lo único que se respiraba a tu alrededor era el
hedor de la muerte. Yo limpié tus vómitos y soporté tus insultos día tras día,
rogándole a Dios que en algún momento llegue a tu alma un ápice de piedad y
vuelvas a ser un ser humano, o que…
Bruno – (Grita) ¿O que? ¿O que?
Odell - Nunca pedí nada a cambio de darte todo, a costa de mi familia y de mi
propia felicidad.
Bruno – (Irónico) ¡Tu felicidad!
Odell – ¡Si! Esa de la que nunca fui merecedora. Esa felicidad a la que habría
renunciado con mi alma si eso hubiera traído paz a tu corazón. Si al menos ese
sacrifico hubiera bastado…
Bruno – ¡Nunca te pedí sacrificios!
Odell – ¡Pero los hice! Y volvería a hacerlos, una y mil veces. No quiero culparte,
quiero quererte como antes, como siempre, pero es necesario que se termine, lo
único que quiero es que se termine…
Bruno – ¿Y crees que yo no? Tengo el alma envenenada de desear la muerte. He
articulado en mi cabeza planes perfectos de cómo terminar con mi propia miseria,
planes que fallan una y otra vez. (Mientras busca un arma que guarda debajo del
colchón) Ya no me quedan fuerzas, ya no puedo seguir luchando contra mis propios
demonios. Ni siquiera puedo pegarme un tiro con mi propia arma.
Odell – Pero podría hacerlo yo.
(Silencio)
Bruno – Te temblarían las manos.

DNDA: 4991606 31
Odell – No. No si realmente crees que es tu única oportunidad para estar en paz.
Bruno – ¿Tanto es tu odio?
Odell – Tanto es mi amor. Tanto es lo que mi alma puede darte. O lo único que le
queda. Lo último que le queda.
Bruno – (Cayendo al piso en llanto) Odell! (Bruno se arrastra hasta llegar a sus pies,
sube por sus piernas hasta rodear la cintura con sus brazos, hunde su rostro en la
falda de Odell. Deja caer la pistola)
Odell – Todo se desmoronó como un castillo de cartas sin que pudiera hacer nada.
Te apagaste tan pronto como el fuego de una vela vieja. Te convertiste en un
fantasma, en el monstruo de la torre. Mi amor nunca alcanzó, ni mi amor, ni mis
sacrificios. (Se quiebra) Era tan pequeño. Tan inocente. Sus ojos me miraban
pidiendo auxilio con tanto sufrimiento. Una noche me dijo, mamá, ya no quiero
despertar cada día, estoy cansado, muy cansado para espera la muerte. Le dije que
eso nunca no sucedería y él sonrió. Estas mintiendo, me dijo, se te nota en el seño
de la frente, te pusiste triste. Doble la dosis de su calmante para que durmiera
profundamente, le besé la frente, le besé los labios y puse una almohada sobre su
rostro pálido y brillante. Apreté suavemente mis manos sobre ella. Podía sentir el
dibujo de su nariz a través de las plumas. Fue un instante. Solo un instante en que
él dejó de sufrir y yo me fui al infierno. La muerte al menos es algo definitivo.
(Bruno la abraza aún mas fuerte, y Odell se arrodilla ante él. Bruno apoya sus manos
en las mejillas de Odell y le recorre el rostro)
Bruno - ¡Dios!
Odell – Los años han pasado para todos.
Bruno - Sigues siendo tan hermosa. (La besa en la frente)
Odell – Jamás fui hermosa y jamás he dejado de amarte.
Bruno – Lo se. Odell…
Odell – Si.
Bruno – Yo también estoy cansado.
Odell – (Odell lo mira y comprende) ¡No!
Bruno – También me pesa esperar la muerte cada dia.
Odell – ¡No!
Bruno – Solo te tengo a vos. Mi única constante eterna.
Odell – (Aterrada) ¡No me lo pidas Bruno!

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Bruno – ¡Entonces te lo ruego! ¡Te lo imploro como un ciervo pecador! ¡Te lo imploro
como se lo imploraría al mismísimo diablo si fuera necesario! Liberame de esta espera
agotadora y veneosa. Liberate de mi, de este odio que me roe y me vacía por dentro,
liberate de mi insoportable necesidad de dejar de existir. Odell te lo pido por Dios.
Odell – (Con los ojos inyectados de lagrimas) Dijo que estaba “mas allá de su alma”
(Bruno la mira sin comprender) Ilse, dijo que estaba mas allá de su alma ¿Significa algo
para vos?
Bruno – ¿Salio de su boca?
Odell – Me rogo quedarse, no queria abandonarte. Yo no se lo permití.
Bruno – Odell.
Odell – Culpame, una vez mas, no me importa tu desprecio. Ya no.
Bruno – No te desprecio.
Odell – Hice lo mejor que pude.
Bruno – Ya lo se.
Odell – Y hubiera hecho cualquier cosa.
Bruno – También lo se.
Odell – Pero ya no.
Bruno – (Asiente, la entiende) ¿Donde está?
Odell – Las personas cambian porque aprendieron demasiado o porque han sufrido lo
suficiente. ¿Y vos? Necesito saber si existe en tu alma un poco de luz que lo acerque a
la vida? (Bruno sonríe entre lágrimas, Odell también) Si salen ahora mismo llegarías
por la mañana. El señor Hoover podrá llevarte. Estoy segura que le vas a dar una gran
sorpresa o un gran susto.
Bruno – ¡Odell! ¿Y si no me quiere?
Odell – ¡Pero Bruno, eso es imposible! Sabe Dios que no tengo la menor idea de
porque, pero esa mujer te ha querido desde el día que entró en esta casa. Vamos, arregla
un poco tu aspecto o terminarás espantándola.
(Bruno se acomoda la ropa mientras Odell busca un abrigo y le acomoda el pelo. Llora
sin sonido)
Bruno – La voy a traer. Vamos a vivir todos juntos, como antes, como cuando éramos
chicos y la casa se llenaba de invitados que pasaban con nosotros sus días de fiesta, con
cenas y bailes. Estoy seguro que Ilse nunca ha ido a un baile. Podré sentir su hermoso
vestido de encaje cuando apoye mi mano en su cintura. Nunca voy a abandonarte Odell.
Nunca voy a dejarte.

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(Bruno esta listo)
Odell – Así viste un caballero. ¡Vamos! ¡No pierdas tiempo! (Bruno besa a Odell en la
frente) No te detengas, no piensen en mí ¿me escuchastes?, no pienses en mi. (Bruno
sale. Odell a grito vivo) ¡Señor Hoover! ¡Prepare los caballos que el señor por fin nos
abandona!!! Abra las ventanas, que suene la música, que el señor Otis vista su traje de
gala y Agnes su vestido blanco de novia. Prepare la merienda, que mi adorado Pepin
juega en el jardín y vendrá corriendo a los brazos de su madre en busca de fruta fresca.
Vamos señor Hoover… (Odell mira hacia abajo y ve la pistola, la recoge) que todos
regresan, que esta casa vuelve a llenarse de vida (La luz comienza a bajar y antes del
apagón, escucha un disparo y el cuerpo de Odell que cae desplomada en el piso)

Música

Apagón

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