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La Regulación Emocional en el Aprendizaje: Educación emocional en el

aula

Clase 3: El manejo de las emociones con impacto negativo


en el aprendizaje
Bienvenidos a una nueva clase de este curso. En esta oportunidad les proponemos abordar aquellas
emociones que tienen un impacto negativo, no solamente en el rendimiento académico de los
alumnos, sino también en su bienestar general.

Comenzaremos revisando las emociones básicas primarias que están en todos nosotros al nacer: el
placer/alegría, el enojo, el disgusto/asco, el miedo, la sorpresa y la tristeza. Como vemos, hay más
emociones “negativas” que “positivas” aunque en la literatura científica, los expertos suelen
resaltar que las emociones son todas necesarias para nuestra vida y que no sería justo decir que
son negativas. Lo que es negativo, es el impacto que pueden tener en nosotros, según cómo
manejemos y gestionemos cada una de ellas.

Abordaremos los siguientes temas:

● El miedo, la tristeza y el enojo


● El estrés en el aula: posibles factores de impacto
● Alumnos reactivos o alumnos pensantes

Veamos entonces algunas de estas emociones…

El miedo
Es una emoción básica que se encuentra presente tanto en los animales como en los humanos y
está al servicio de la supervivencia. Esto quiere decir que el miedo se dispara ante una situación de
peligro o amenaza, permitiendo de esta manera reaccionar para defenderse. En la época de los
hombres de las cavernas, los peligros eran los animales peligrosos, pero en nuestra época actual,
tenemos otros peligros a los cuales estamos siempre en alerta: inseguridad, enfermedades, daño
físico o psicológico (como el hostigamiento o intimidación), el acoso, etc. El miedo a la oscuridad,
que es característico en los niños pequeños o el miedo a volar son ejemplos de la gran cantidad de
miedos que podemos adquirir durante nuestro desarrollo, algunos infundados y otros no.

Ya hemos visto que las emociones son alteraciones del ánimo, intensas o pasajeras, agradables o
penosas, que van siempre acompañadas de una expresión somática. En el miedo, el flujo sanguíneo
va a los músculos de las piernas, preparando el cuerpo para huir. Además, hay una expresión facial

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característica del miedo y solemos buscar algún tipo de protección (taparnos la cara, escondernos,
etc.). Esta emoción es por lo tanto universal, ya que todos sentimos miedo y, además, todos
podemos reconocer esta emoción en otros.

“De la emoción básica del miedo se desprenden un conjunto de emociones relacionadas que
constituyen una “gran familia”: temor, terror, pánico, pavor, horror, preocupación, susto, espanto,
nerviosismo, tensión, aprensión, recelo, fobia, ansiedad, etc. Estos son matices dentro del miedo, a
veces de mayor o menor intensidad” (Bisquerra, 2011).

La tristeza
Es otra de las emociones primarias o básicas y surge cuando experimentamos la pérdida (real o
posible) de algo o alguien que valoramos. El vínculo afectivo que desarrolla el recién nacido con sus
padres o cuidadores, es necesario para la supervivencia. A medida que el niño va creciendo,
alrededor de los 10 meses, van apareciendo conductas de angustia ante el alejamiento de los
padres o ante las personas extrañas. Estas conductas marcan un hecho fundante en el proceso de
socialización: el sentido del apego que ya está formado, sienta las bases para los futuros vínculos
afectivos y sociales. El vínculo afectivo pues, está en la base de la tristeza. La “gran familia” de la
tristeza abarca emociones tales como decepción, desconsuelo, consternación, abatimiento,
depresión, desaliento, desesperación, miseria, agonía y aflicción. La tristeza es una de las
emociones que tiene mayor duración en el tiempo y tiene una expresión facial y movimientos
corporales característicos. El sufrimiento se expresa en los gestos, en el llanto, en los gritos de
agonía y en el cuerpo retraído en busca de quietud y soledad. Una de las funciones de expresión de
la tristeza es pedir ayuda, provocando una reacción en otra persona para poder recibir consuelo y
así reducir la miseria sentida (Ekman, 2007).

El enojo
Es otra de las emociones primarias o básicas que vienen nosotros al nacer y está vinculado con la
supervivencia. El enojo se dispara en situaciones que consideramos injustas: cuando alguien nos
quiere hacer daño, al sentir frustración por algo, cuando alguien interfiere con nuestro propósito o
meta, cuando recibimos un insulto, cuando somos rechazados por una persona que amamos, o
cuando estamos frente a otra persona violenta o iracunda. Estos son algunas situaciones de la vida
cotidiana y en el aula, todos los días, hay diferentes situaciones que pueden provocar la reacción de
enojo en nuestros alumnos (y en nosotros mismos). La palabra enojo cubre un rango de diferentes
experiencias que podrían ir del enojo tranquilo a la furia y exaltación, que comprenden una
variación en intensidad como en maneras de sentir ese enojo: la indignación, exasperación y la
venganza tienen características particulares en cada una. El enojo es una de las emociones más
peligrosas pues podríamos querer dañar a quien nos esté causando esa emoción. En el enojo, el
flujo sanguíneo va a los brazos, preparando el cuerpo para defenderse, para pegar. En los niños

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pequeños, vemos conductas como morder, pegar y patear ante situaciones que interfieren con lo
que desean obtener. Estas conductas se van superando y controlando alrededor de los dos años,
cuando el niño, con ayuda de un adulto, aprende a inhibir esa respuesta, encontrando otras
alternativas socialmente aceptables.

La ira o enojo está presente en nuestra vida diaria al igual que ocurre con todas las
emociones. Con la ira aprendemos a defendernos de lo que nos puede hacer daño.
Pero la ira mal regulada puede provocar estragos en la persona que la siente y en
su entorno más inmediato (Bisquerra, 2011, 106)

El ciclo del enojo


Cuando una situación de injusticia, por ejemplo, dispara nuestro enojo comienza lo que llamaremos
“el ciclo del enojo”, donde la emoción invade nuestro cuerpo y sentimos que la intensidad del
enojo va aumentando y aumentando hasta llegar un punto de máxima intensidad o crisis. En este
punto, nuestro corazón palpita aceleradamente, hay tensión en el cuerpo y “estallamos”, diciendo
algo inapropiado a la persona que disparó nuestro enojo, pegando, gritando, golpeando algún
objeto, etc. Este estado emocional “al rojo vivo” consume mucha energía y por eso luego de unos
minutos, la intensidad del enojo comienza a disminuir hasta desaparecer. Pueden ocurrir otras
irrupciones del enojo en la etapa de bajada del enojo, pero suelen ser cada vez menos frecuentes y
de menor intensidad. Cuando el ciclo del enojo llega a su fin, generalmente quedamos agotados, sin
fuerzas ni energía. Los niños, suelen quedarse dormidos luego de un episodio de enojo intenso.

Una de las capacidades más importantes, a nuestro entender, es poder regular el enojo porque si
no lo hacemos, podemos herir o dañar a otras personas con exabruptos, frases lapidarias y
agresiones, y esto no es sano ni para la otra persona, ni para nosotros mismos. La clave es tener
registro de aquello que nos puede disparar el enojo y reconocer en nuestro cuerpo los síntomas del
enojo, para poder “parar y pensar” en nuestras opciones y tomar la mejor decisión posible.

El impacto en el aprendizaje
Ahora que hemos visto las características de estas tres emociones básicas podemos empezar a
comprender por qué tienen un impacto negativo en el aprendizaje cuando no están bien
controladas.

En situaciones de miedo, tristeza o enojo, el cerebro racional, pensante, no puede ejecutar


eficazmente los procesos cognitivos, dificultando el razonamiento eficaz, y el procesamiento de la
información. Cuando estamos en situaciones de enojo, miedo, tristeza o estrés, es más dificultoso

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aprender ya que estamos en modo reactivo y no pensante, ya que el cerebro necesita ocuparse de
aquellas situaciones que nos pueden provocar daño para lograr volver así al estado de equilibrio
emocional.

La atención, la percepción, la memoria de trabajo, el juicio, la toma de decisiones y el razonamiento


se afectan con las emociones negativas y las investigaciones hoy nos están aportando
conocimientos acerca del impacto de las emociones “negativas” sobre un número importante de
dificultades de aprendizaje. Por otro lado, ya está también ampliamente investigado que altos
niveles de regulación de la conducta, impactan en las habilidades académicas.

Queremos compartir con ustedes una frase del Dr. en Psicología Marshall
Rosenberg: “La violencia es la expresión más trágica de las necesidades humanas
insatisfechas” (en W. de Fox, 2014) y les pedimos que piensen en cuáles podrían
ser esas necesidades insatisfechas en aquellos alumnos que tienen conductas
disruptivas, y que manifiestan conductas de violencia o agresión.

Enojo y agresión
Es el momento apropiado entonces para hacer una distinción entre el enojo y la agresión. El enojo
como ya hemos visto, es una emoción que todos tenemos y responde a una necesidad de
supervivencia. Por otro lado, la agresión es una conducta que tiene la intención de ejercer daño en
otro o en un objeto. Esto, no debe aceptarse en el aula, ya que atenta contra la integridad de la
persona. Esta diferenciación es clave y muy importante para trabajar con los alumnos ya que
necesitamos enseñar modos posibles para regular el enojo para poder responder correctamente
(asertivamente) una vez regulada la ira o el enojo. En la clase 5, veremos diferentes estrategias
posibles para la regulación del enojo, pero para aquellos que quieran seguir leyendo acerca del
control del enojo, sugerimos un material interesante de lectura de la psicóloga infantil Laia Delriu,
(2017), llamado Claves para controlar impulsos agresivos en niños.

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Todos nos enojamos, pero no todos agredimos. La agresión es la manifestación de
la falta de estrategias de regulación del enojo. “Aprender a tomar conciencia de
nuestras emociones para regularlas de manera apropiada puede contribuir a
prevenir trastornos emocionales y potenciar el bienestar (Bisquerra, 2011)”.

El problema con el enojo es que, si no logramos darnos cuenta a tiempo de que vamos a enojarnos
y hacemos algo para manejar nuestro enojo, este sigue escalando cada vez con mayor intensidad
hasta un punto de máxima crisis. Llegado este momento, cuando la persona frente a nosotros está
en este estado emocional, no debemos intentar dialogar o hacerlo/la “entrar en razón”. Habrá que
esperar hasta que se calme, para intentar conversar más adelante y así nos pueda escuchar.

Uno de los mayores problemas que enfrentamos cuando tratamos con un niño enojado tiene que
ver con las emociones y sentimientos que provoca esta situación en nosotros.

Es importante reconocer que no es frecuente que nos enseñen a tratar con el enojo como parte de
la vida. Generalmente, fuimos educados a pensar que el enojo es negativo y a sentirnos culpables
por sentir y expresar enojo. Si empezamos por despojarnos de esta creencia, nos será más fácil
acercarnos al niño enojado.

Nuestra meta no será entonces reprimir o anular los sentimientos de enojo en los
niños, o en nosotros, sino aceptar la emoción y ayudar a canalizar y dirigir el enojo
a finales constructivos. Como docentes, debemos permitir que los niños sientan
todas sus emociones y desarrollar estrategias para mostrarles diversas maneras de
expresarlas.

Las emociones fuertes no pueden ser negadas y los arranques de enojo o furia no siempre son
síntomas de serios problemas: deben ser reconocidos y tratados con respeto.

Para responder efectivamente a conductas agresivas, tenemos que tener alguna idea de porqué esa
conducta fue disparada. El enojo puede ser una reacción defensiva ante una situación de mucha
angustia o dolor, una respuesta asociada a la frustración o fracaso, baja autoestima, sentimiento de

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aislamiento, rechazo, o puede ser una reacción ante no poder controlar alguna situación.

Las conductas desafiantes también pueden estar asociadas a sentimientos de dependencia, y el


enojo asociado a la tristeza y depresión. En los niños, el enojo y la tristeza están muy próximos, y es
importante tener presente que lo que el adulto expresa como tristeza, el niño lo puede expresar
como enojo.

Continuaremos ahora abordando un conjunto de reacciones que tienen un impacto negativo en


nosotros que son denominadas estrés. Si bien hay autores que hacen referencia al estrés como una
emoción, preferimos abordar al mismo como un conjunto de reacciones fisiológicas que preparan a
nuestro organismo para la acción y que generan diferentes emociones. (Manes, F., 2015)

El estrés en el aula: posibles factores de impacto


El estrés, el mal de nuestros tiempos, también genera emociones que impactan negativamente en
nuestro rendimiento académico, pero también en nuestra salud física y emocional y en nuestro
bienestar. Si bien el estudio del estrés lleva más de cien años en el campo de la Medicina y más
recientemente en la Psicología, nuestra mirada será exclusivamente sobre el estrés como factor de
impacto en la escuela.

Antes de continuar, les proponemos detenernos a definir el estrés como una


respuesta psicoorgánica global del individuo ante un estímulo externo o interno,
biológico, químico, psicológico, real o imaginario, que supera por su intensidad o
duración, la capacidad personal y actual de adaptación, y da como resultado un
proceso patológico (Dr. Horacio Antonetti, Sociedad Argentina de Medicina del
Estrés, en W. de Fox, 2014)

La respuesta del organismo al estrés, tiene como propósito restablecer la homeostasis o equilibrio,
por medio de adaptaciones rápidas para enfrentar los desafíos que se presentan. Esto demanda
una enorme carga de energía y la liberación de hormonas tales como la oxitocina y el cortisol. La
exposición crónica o prolongada a los estresores, junto a la dificultad para superarlos, produce
daños en nuestro equilibrio mente-cuerpo- conducta.

Podemos entonces diferenciar el estrés benigno que produce un estado de desafío y motivación en
el alumno por aprender del estrés que es perjudicial, que sentimos cuando no podemos hacer
frente a los estresores que provocan ansiedad y sensación de pérdida de control.

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El estrés es necesario para la vida y para el crecimiento integral de la persona,
pero muy poco o demasiado estrés son perjudiciales. El distrés, o estrés
patológico, perdura en el tiempo y afecta nuestra salud.

“Si bien los enfoques fisiológicos y bioquímicos se centran en las respuestas orgánicas que se
generan en la persona cuando se enfrenta a una situación percibida como amenazante, los
enfoques psicosociales hacen énfasis en factores externos; es decir, en los estímulos y eventos
productores de estrés. Por su lado, los enfoques con una orientación cognitiva subrayan que el
estrés surge a partir de la evaluación cognitiva que la persona realiza tomando en cuenta tanto
aspectos internos como aquellos propios del ambiente. Por otra parte, los enfoques más
integradores consideran que el estrés debe comprenderse desde una perspectiva más amplia, por
cuanto en este convergen e interactúan muchas variables (Oblitas (2004) en Naranjo Pereira, 2009)”
Tomando entonces este enfoque integrador, podemos pensar en el estrés como un conjunto de
reacciones dinámicas entre la persona y el entorno, siendo el aula, uno de ellos.

Si bien en el aula, hay diferentes variables que interactúan en forma permanente y dinámica, no
gustaría mencionar dos fuentes posibles de estrés: los conflictos sociales y los que están
relacionados con los aspectos académicos. Es por eso que, como docentes, debemos estar muy
atentos a los vínculos interpersonales entre los alumnos, al tipo de vínculo que puedan tener con
los adultos en la escuela, al tipo de vínculo que pueda tener la familia con la escuela, etc. Son
muchos los estresores o factores posibles de estrés en la escuela, pero, como docentes, varios de
ellos son, en parte, nuestra responsabilidad y están bajo nuestra posibilidad cambiarlos.

Algunas situaciones posibles de estrés


Veamos ahora algunas situaciones posibles de estrés en los niños y jóvenes en la escuela
relacionados más con los aspectos académicos:

1. Tener que completar una tarea escolar que está por encima del nivel de comprensión o
capacidad.

2. Instrucciones, consignas poco claras; instrucciones y consignas que no son repetidas y no están
disponibles si es que no se entendió la primera vez que fueron dadas.

3. No tener asistencia o ayuda ante dificultades.

4. No tener recursos, guía, personas o informantes disponibles en caso de necesidad para poder
completar una tarea.

5. No tener suficiente tiempo para completar un trabajo; fechas límite irreales.

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6. No tener suficiente tiempo para pensar una pregunta o tiempo para procesar nueva información.

7. Dificultad para hablar la lengua.

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situación que nos afecta.

9. No ser tomado seriamente, ser ignorado, rechazado o burlado.

10. Aplicación rígida de reglas y consecuencias punitivas (castigos).

11. Tener una dificultad de comprensión o dificultad para comunicar ideas o pensamientos, lo cual
es interpretado como apatía o desgano.

12. Sensación de impotencia o falta de poder para modificar una situación incómoda; inhabilidad
para encontrar una solución al problema.

Esta selección de factores posibles de estrés forman parte de 59 factores que menciona la
investigadora Jane Bluestein (2001) en su libro “Creating Emotionally Safe Schools”, citado en W.de
Fox, 2014.

Como hemos dicho anteriormente, no todos nosotros reaccionamos de la misma manera ante el
mismo estímulo y no todos hemos adquirido durante nuestro desarrollo las mismas capacidades
para hacer frente a las situaciones difíciles y desafiantes que se nos presentan. Pero tengamos
siempre presente que:

Las emociones sostienen los procesos cognitivos cuando están bien reguladas,
pero Interfieren cuando están mal controladas.

Por eso es tan importante que nuestros niños y jóvenes puedan aprender estas capacidades en la
escuela, a fin de adquirirlas, practicarlas y sostenerlas a lo largo de la escolaridad y la vida. Cuando
esto no sucede, caemos trágicamente en situaciones de peligro y amenaza para nuestro bienestar,
como se expone en la película “Relatos Salvajes”.

La película argentina “Relatos salvajes” es una antología y comedia negra-drama de 2014, escrita y
dirigida por Damián Szifron, que revela con dureza, a nuestro entender, la falta de regulación
emocional en nuestra sociedad. Según las palabras del director, la conexión temática de los relatos

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se refiere a «la difusa frontera que separa a la civilización de la barbarie, del vértigo de perder los
estribos y del innegable placer de perder el control» (Consultado en
https://es.wikipedia.org/wiki/Relatos_salvajes)

Hemos visto entonces que hay emociones y estados emocionales como el estrés que pueden
afectar la buena salud física y el bienestar mental y pueden interferir para que el cuerpo en su
conjunto adquiera y desarrolle su máximo potencial. En condiciones favorables, nuestros alumnos
pueden pensar, sentir y comportarse en forma adaptativa a las condiciones del aula, adquiriendo
los conocimientos y socializando con los demás. Sin embargo, los docentes de todos los niveles
educativos se desvelan y preocupan por aquellos alumnos que manifiestan impedimento para
responder de forma adecuada a situaciones cotidianas, con estrategias de confrontación o
evitación, reaccionando de manera desmedida y descontrolada, poniendo en jaque su bienestar
propio y el de los demás.

Veamos entonces estas maneras de reaccionar en el aula: una adaptativa que favorece el
aprendizaje y el vínculo con los demás y otra que plantea un desafío y preocupación al docente.

Alumnos reactivos o alumnos pensantes


Todas nuestras capacidades o habilidades están respaldadas por estructuras cerebrales bien
específicas. Cuando la acción que debemos ejecutar es el pensamiento, interviene la corteza
cerebral y el hipocampo (estructura que procesa la memoria). Cuando la función es del orden de las
emociones, entran en acción las estructuras cerebrales del sistema límbico (entre ellas, la amígdala
cerebral llamada también “centinela emocional”) y el área prefrontal (zona que se encuentra detrás
de nuestra frente y que procesa las funciones ejecutivas). Tanto las áreas del cerebro que procesan
las emociones como las funciones ejecutivas racionales como la atención, memoria y toma de
decisiones están interconectados y trabajan en red, pero las diferentes situaciones y estímulos que
recibimos y a los que estamos expuestos, sumado a nuestra capacidad o no de manejar las
diferentes situaciones, hace que cada uno de nosotros pueda reaccionar de diferente manera.

Frente a un mismo estímulo, no todas las personas reaccionan de la misma manera y esto depende
de:

● nuestro patrón genético

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● nuestras experiencias de vida
● la valoración que hagamos de la situación
Veamos entonces dos maneras posibles de manejarnos frente a las diferentes situaciones que nos
suceden: reaccionando impulsivamente, “salvajemente”, o reaccionando de manera calmada,
pensante, tomando la mejor decisión para nosotros mismos y los demás.

Modo reactivo, impulsivo Modo reflexivo, pensante

Frente a una situación de amenaza, peligro o Frente a una situación de amenaza, peligro o
estrés el estímulo dispara una reacción estrés, la persona puede parar y pensar en el
impulsiva, sin pensar en las opciones para mejor modo de reaccionar.
responder.

Reacciones: me enfrento o ataco- huyo- “me Reacción: puedo parar mi conducta impulsiva y
congelo” pensar en la mejor manera de comportarme
para abordar la situación.
En el aula: alumnos que agreden verbal o
físicamente, que se “escapan del aula”, faltan o En el aula: alumnos que logran resolver las
piden ser retirados en forma recurrente por situaciones conflictivas recurriendo al diálogo, al
dolencias físicas, y alumnos que parecen “estar apoyo de otros compañeros o del adulto.
en otro lado”, que están desconectados con lo
que sucede en el aula.

Para enseñar modos reflexivos de conducta en el aula, necesitamos incorporar diferentes


estrategias de afrontamiento para el aula que detallaremos en la Clase 5, pero también
necesitamos asegurarnos que las necesidades básicas de nuestros alumnos estén satisfechas. Entre
ellas, podemos mencionar el buen descanso, la alimentación sana, el abrigo y la importancia de
tomar tiempo para la recreación, de preferencia al aire libre y en contacto con la naturaleza.

Si bien nuestra mirada ha sido puesta en los alumnos, hemos mencionado que existe una dinámica
de interrelaciones en el aula, siendo el docente parte del mismo. Nuestra reflexión constante sobre
nosotros mismos y nuestra práctica permitirá analizar las situaciones que surgen con una nueva
mirada y mayor apertura para ejercer nuestra vocación con empatía, comprensión y
profesionalismo. A modo de ejemplo, les acercamos algunas preguntas y reflexiones que se pueden
hacer los docentes: ¿Por qué reaccioné tan mal al comentario de algún alumno? ¿Cómo puedo
hacer para no enojarme siempre que Federico interrumpe? Estoy muy enojada porque cuando esta
mañana volqué el café sobre los trabajos de los alumnos… ¿Qué puedo hacer cuándo entro

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irritado/a al aula? ¿Disfruto entrar al aula?

Para ir cerrando, puede decirse que, en el entorno educativo, son muchas las fuentes de emociones
negativas y estrés que pueden afectar a los alumnos (y a nosotros mismos) y pueden provocar
frustración, desmotivación y ansiedad, lo cual tiene un impacto emocional, cognitivo, conductual y
fisiológico negativo en los niños y jóvenes, y que repercute en la eficiencia de su aprendizaje y en
los logros en su rendimiento académico. Esperamos que ahora puedan tener presentes estos
factores para lograr la prevención y el afrontamiento de los mismos, con el propósito de fortalecer
y garantizar el bienestar de los alumnos.

Actividad obligatoria
Con la intención de contribuir al reconocimiento de las emociones negativas o situaciones de
estrés, la propuesta es analizar el caso de un docente de Nivel Secundario, teniendo en cuenta las
emociones con impacto negativo que surgen en el relato.

Caso de Emilio:
El profesor Emilio tuvo un comienzo de día difícil ya que el micro de pasajeros que lo conducía a la
escuela se descompuso en medio de la ruta, en una zona descampada. Eran las 7 a.m. y no había
muchas opciones más que esperar. Emilio ya sabía que llegaría tarde al trabajo y comenzó a
imaginar posibles situaciones con las que se encontraría. Al llegar finalmente a la escuela gracias a
la generosidad de un conductor desconocido, Emilio entra a su aula donde se encontraba el
director. El intercambio de miradas entre ellos fue un indicador claro de lo que le esperaba al
finalizar el día. El director se retira y Emilio comienza con la clase, entregando las evaluaciones de
Matemática corregidas, expresando su decepción por algunos resultados obtenidos. Seguidamente,
el alumno Mario se para y comienza a protestar y criticar al profesor por la nota que le puso
diciendo frases como “Usted es injusto, siempre me pone malas notas, la evaluación era muy difícil,
etc.” Mario exige además que la corrección fuera revisada por el director. Otros alumnos también
manifiestan su disconformidad con las notas recibidas. Emilio eleva su voz, se acerca en forma
amenazante a Mario y le dice, ante la mirada de todos los compañeros que es un irresponsable y un
impertinente y que no va a tolerar este tipo de actitud en clase. Con un gesto de su mano le indica
que se retire del aula, advirtiéndole que será severamente sancionado. Emilio continúa con la clase,
sintiendo que su corazón está a punto de estallar.

Luego de este relato, y poniéndose en el lugar de Emilio, les pedimos responder a las siguientes
preguntas:

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● ¿Cuáles fueron las diferentes emociones sentidas por Emilio a lo largo del día? Les pedimos
que las secuencien a medida que fueron surgiendo.
● ¿Cuáles fueron las posibles emociones sentidas por el alumno Mario?
● ¿Qué fue lo más difícil para Emilio en esa situación o en qué momento se sintió peor?
● ¿Cuál fue la reacción de Emilio en el aula y las consecuencias de esa reacción en él, en Mario
y en los demás alumnos?
● ¿Qué aspectos de la situación destaca como negativos?
● En su opinión, ¿qué podría haber hecho Emilio para que el desenlace fuera diferente?
Proponga ideas o sugerencias para Emilio y fundamente su respuesta.

Actividad optativa
Escriba el relato de un “día de furia”, real o ficticio, que dé cuenta de las diferentes situaciones y
emociones que dieron lugar a una reacción de enojo descontrolado en usted. Deberán incluir las
sensaciones corporales, los pensamientos, acciones y la secuencia de emociones desde el inicio del
enojo hasta su finalización. El relato puede estar referido al trabajo en la escuela o a alguna
situación de la vida cotidiana. Como reflexión final deberán responder a la pregunta: ¿Qué hubieran
hecho diferente para controlar la escalada del enojo?

Material de lectura obligatorio


● Bisquerra Alzina, R. y Pérez Escoda, Núria, Educación emocional: estrategias para su puesta
en práctica, Revista de la Asociación de Inspectores de Educación de España, España,
Disponible en: https://avances.adide.org/index.php/ase/article/view/502/342
● Delriu, Laia (2017), Claves para controlar impulsos agresivos en niños, FAROS Sant Joan de
Déu, España, Disponible en: http://faros.hsjdbcn.org/es/articulo/claves-controlar-impulsos-
agresivos-ninos
● Bisquerra Alsina, R., Pérez Escoda, N., Las competencias emocionales, Facultad de
Educación. UNED Educación XX1. 10, 2007, pp. 61-82 disponible en: http://e-
spacio.uned.es/fez/eserv/bibliuned:EducacionXXI-2007numero10-823/Documento.pdf

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Recurso on-line
Manes, F. (2015), ¿Cuáles son las áreas del cerebro que afecta el estrés, Cerebros en Red,
Disponible en: https://www.youtube.com/watch?v=htP96GRsu6Y

Bibliografía de referencia
● Casassus, J. (2006) El aprendizaje depende de las emociones en Revista de Educación No.
322, pág. 18-20, Ministerio de Educación de Chile disponible en:
https://live.v1.udesa.edu.ar/files/programas/NEUROCIENCIAS/El_aprendizaje_depende_de
_las_emociones_Casassus.pdf
● de Andrés Viloria, C., (2005) La educación emocional en edades tempranas y el interés de su
aplicación en la escuela. Programas de educación emocional, nuevo reto en la formación de
los profesores, Universidad Autónoma de Madrid, lOS- Tendencias Pedagógicas 10.
● Ekman (2007), Emotions Revealed, New York: Henry Holt and Company LLC.
● G.T. de Podestá, M.E., Rattazzi, A., W. de Fox, S., Peire, J. (comp.), (2013), El Cerebro que
Aprende, una mirada a la educación desde las neurociencias, Cap. 1, Editorial Aique, Buenos
Aires.
● Williams de Fox, S. (2014) Las emociones en la escuela, El estrés en la escuela, Cap. 8,
Buenos Aires: Aique

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Créditos

Autores: Williams de Fox, Sonia y Jarvis, Diana

Cómo citar este texto:

Williams de Fox, Sonia y Jarvis, Diana (2017). Clase 3: El manejo de las emociones con impacto
negativo en el aprendizaje. Curso: La Regulación Emocional en el Aprendizaje. Educación emocional
en el aula. Buenos Aires: Ministerio de Educación y Deportes de la Nación.

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