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3.

5 FORMAS DE EVALUACIÓN DE LOS DAÑOS


Es el registro cuantitativo y cualitativo de los daños que ha ocasionado un evento
adverso o un desastre.

Finalidad

Tener la información necesaria para determinar las necesidades y tomar


decisiones oportunas y adecuadas.

Características

• Objetiva: debe registrar los daños realmente ocurridos.


• Oficial: debe ser la voz del Comité de Defensa Civil.
• Dinámica: es necesario proyectar los posibles daños secundarios y las
probables necesidades que estos generen a fin de anticiparnos a sus
efectos para la toma eficaz de decisiones.

Tipos de Evaluación

• Preliminar: primera apreciación del desastre en forma cuantitativa y


cualitativa, basada en una aproximación de lo ocurrido (se elabora en lo
posible las primeras 08 horas), permite: Apreciar parcialmente las
consecuencias del evento. Hacer un primer análisis de necesidades.
Proponer acciones prioritarias dentro de la mayor objetividad posible. Se
reajusta permanentemente.

• Complementaria: Evaluación posterior a la inicial, (se elabora en lo posible


en las primeras 72 horas), permite: Apreciar con mayor precisión las
consecuencias del evento. Identifica puntos críticos Señala daños a los
servicios básicos y agricultura Complementar el análisis de necesidades.

• Final: elaborada por INDECI, como resultado de la recopilación de la


información en detalle proporcionada por los sectores e instituciones
integrantes del SINADECI, permite: Informar a los organismos del estado.
Cuantificar económicamente los daños Herramienta útil para las labores de
rehabilitación y reconstrucción.

Como organizar una evaluación

Dependerá de la información que se necesite, se debe tomar en cuenta tres


factores:

• Tiempo
• Geografía
• Especialidad o sectorialidad

Estos aspectos dependerán de la economía, la logística y los recursos humanos.

Conformación de los grupos de evaluación

• 4 a 8 miembros.
• b. personal debe ser de la localidad, contando con apoyo técnico del nivel
regional o nacional.
• c. Con anticipación se debe conformar los grupos, funciones, capacitación,
entrenamiento e implementación.
• d. Se deben conformar tantos grupos como sea necesario.

Técnicas de Recolección de Datos

• Vuelos de reconocimiento a baja altura: se realiza desde aviones,


helicópteros o globos aerostáticos, permite:
. Rápida cobertura de la zona afectada
. Identificar los daños
. Poblaciones aisladas
. Vías de evacuación o acceso de las organizaciones de socorro
. Desventaja: No se utiliza de noche o en climas adversos, es costoso y de
baja disponibilidad.
• Evaluación terrestre: el desplazamiento de los evaluadores es por la
superficie, permite: . Apreciación cualitativa y cuantitativa de los daños
. Brindar recomendaciones a la población afectada
. Evaluación económica
. Utilizable en cualquier momento y en condiciones adversas
. Desventaja: Dificultad de cubrir amplias zonas geográficas no se puede
apreciar la magnitud del desastre.

• Encuestas por muestreo sobre el terreno: se utilizan técnicas de muestreo


para la cuantificación del daño midiéndose a partir de pequeña muestra, se
registra datos a través de la entrevista y encuestas a personas directamente
afectadas, permite:

. Valoración rápida de daños globales

. Menos costos en recursos

. Desventaja: Utilizar técnicas elaboradas no siempre disponibles, su resultado es


una aproximación.
• Informes de personas directamente afectadas o autoridades locales: se
reciben datos de personas afectadas y especialmente de autoridades, permite:

. Conocer con rapidez la situación

. Desventaja: La información No es confiable, con regularidad las autoridades


sobredimensionan los daños para adquirir recursos que nunca han obtenido.

• Otras técnicas: aerofotografía, imágenes satelitales y sistemas de


sensores remotos.

Elementos necesarios para la evaluación

• Mapa del área o región afectada, si es posible también mapa de riesgos.


• Información previa de la zona afectada: Población (estructura, distribución
geográfica) Condiciones climáticas (temperatura, lluvias, altitud)
Condiciones (enfermedades prevalecientes, epidemias)
Antecedentes sociopolíticos
Idiosincrasia (costumbres, tradiciones, etc.)
Recursos disponibles (instituciones de respuesta, seguridad, salud etc.)
Infraestructura de servicios (agua, energía, vías de comunicación,
telecomunicaciones etc.) Historia de desastres ocurridos en la región
Directorio de los posibles contactos en la zona
• Formatos de evaluación
• Listas de verificación, tablas y ayudas.
• Útiles de escritorio: lápices, borradores, regla etc.
• Equipo básico: linterna, botiquín, comunicaciones, ropa adecuada etc.)

Datos a identificar y registrar

• Localización: región, provincia, distrito, poblado, manzana.


• Vías de acceso
• Evento destructor (descripción general del suceso)
• Día y hora de la ocurrencia
• Efectos adversos (daños)
 Salud
 Servicios básicos
 Vivienda y edificaciones públicas
 Infraestructura productiva
 Propiedades de tipo logístico
 Otras prioridades
4.1 BIOMASA COMO FUENTE DE ENERGÍA
Con el nombre de biomasa se designa a un conjunto heterogéneo de materias
orgánicas, tanto por su origen como por su naturaleza y composición, que puede
emplearse para obtener energía. Esta fuente energética se basa en la utilización
de la materia orgánica formada por vía biológica en un pasado inmediato o en los
productos derivados de esta. En consecuencia, también tiene consideración de
biomasa la materia orgánica de las aguas residuales, los lodos de depuradora y la
fracción orgánica biodegradable de los residuos sólidos urbanos, aunque dadas
las características específicas de estos residuos se suelen considerar como un
grupo aparte.

La biomasa como materia orgánica originada en un proceso biológico,


espontáneo o provocado, tiene carácter de energía renovable porque su contenido
energético procede en última instancia de la energía solar fijada por los vegetales
en el proceso fotosintético.

Al romper los enlaces de los compuestos orgánicos, por combustión directa de


biomasa o por combustión de productos obtenidos de ella mediante
transformaciones físicas o químicas, para dar dióxido de carbono y agua como
productos finales, se libera energía. La biomasa puede proporcionar energía
mediante su transformación en materiales sólidos, líquidos y gaseosos.

Los productos procedentes de la biomasa que se utilizan para fines energéticos


se denominan, en general, biocombustibles y específicamente, a todos aquellos,
generalmente sólidos y gases, que se aplican con fines térmicos y eléctricos.

El nombre de biocarburantes se reserva para los productos, normalmente


líquidos, que proceden de la biomasa y se destinan a la automoción. Este tipo de
productos tienen una importancia especial debido al gran consumo de carburantes
derivados del petróleo para el transporte. Los actuales motores, Diesel y Otto,
requieren combustibles líquidos cuyo comportamiento sea similar al del gasóleo y
al de la gasolina.

Se utilizan diferentes criterios para clasificar los biocombustibles que pueden


obtenerse a partir de la biomasa. Considerando el proceso de transformación de la
biomasa en biocombustible, existen varias opciones como las que se comentan en
los siguientes ejemplos.

Únicamente transformaciones físicas antes de la combustión, caso de la madera,


de la paja o de residuos procedentes de otras actividades que emplean biomasa
(poda de árboles, restos de carpintería, etc.). Fermentación anaeróbica de una
mezcla de azúcares y agua para obtener una mezcla de alcohol y agua con
emisión de dióxido de carbono. Esta mezcla se destila para eliminar el agua y
obtener el alcohol con la concentración de agua que exige su empleo como
carburante.

Transesterificación de los triglicéridos procedentes de aceites vegetales y grasas


animales con metanol para obtener una mezcla de ésteres, previa separación de
la glicerina, cuyo comportamiento como carburante es similar al diesel procedente
del petróleo.

Metanización de residuos orgánicos para obtener biogás y un sólido que puede


utilizarse como abono de los suelos. Otro criterio clasifica los biocarburantes en
generaciones lo que permite incluir en cada una de ellas varios elementos para
establecer diferencias entre los distintos productos.

Los biocarburantes de primera generación utilizan materias primas de uso


alimentario (caña de azúcar, maíz, soja, girasol) y fermentación (para obtener
etanol) o transesterificación (para biodisel) como tecnologías de proceso. Los de
segunda generación utilizan materias primas de tipo herbáceo o leñoso (celulosa)
en el caso de etanol y semillas oleaginosas no comestibles (jatrofa, cardo), algas y
aceites usados para biodiesel, que se diferencian de la primera generación porque
esta biomasa no tiene usos en alimentación.

Los procesos empleados son la fermentación, la transesterificación, ambos


adaptados a las nuevas materias primas, y métodos termoquímicos para la
obtención de biocombustibles sintéticos líquidos. A los carburantes obtenidos a
partir de cultivos bioenergéticos, cultivos específicamente dise- ñados o
“adaptados” (técnicas de biología molecular) para mejorar la conversión de
biomasa (p.e. árboles de menor contenido en lignina) en biocarburantes, se les
denomina de tercera generación.

Cuando a estos objetivos se suma la capacidad, tanto de la materia prima como


del proceso de transformación, de mejorar la captura y almacenamiento de dióxido
de carbono, se considera que los carburantes son de cuarta generación.

Ante la crisis de la energía fósil —carestía del petróleo, vulnerabilidad del


suministro de estas materia primas o amenazas del calentamiento global— el
empleo de la biomasa como fuente de energía aporta una serie de posibles
ventajas como el balance positivo CO2 y de energía, la utilidad de suelos
anteriormente no productivos, la creación de empleo rural o las mejoras en la
balanza de pagos de los países deficitarios en energía.

Cuando las emisiones de CO2 (y las de otros gases de efecto invernadero)


producidas como consecuencia del empleo de los biocombustibles con fines
energé- ticos equivalen al carbono que previamente habían absorbido en el
proceso de fotosíntesis, se igualan la retención y la liberación de dióxido de
carbono equivalente. El uso de biomasa o de sus derivados puede considerarse
neutro en términos de emisiones sólo si se emplea en cantidades a lo sumo
iguales a la producción neta de biomasa del ecosistema que se explota.

Tal es el caso de los usos tradicionales (uso de los restos de poda como leña,
cocinas, calefacción, etc.) si no se supera la capacidad de carga del territorio.

En los procesos industriales, puesto que resulta inevitable el empleo de otras


fuentes de energía (en la construcción de la maquinaria, en el transporte de
materiales, en el empleo de maquinaria agrícola durante el cultivo de materia
prima, en la fabricación de fertilizantes y pesticidas, en las operaciones necesarias
para las transformaciones, etc.), hay que contabilizar las emisiones producidas por
cada una de ellas. Además, puede producirse la emisión de otros gases de efecto
invernadero como óxido nitroso o metano, en cuyo caso hay que incluir su
contribución como CO2 equivale a las emisiones de este gas.

El balance neto de energía (BNE) de los biocombustibles, relación entre el


contenido energético del producto y energía gastada en su producción, es muy
variable e inferior al de los combustibles fósiles (valores de 50). Mientras que esta
relación es elevada cuando se obtiene energía directamente de la biomasa
(valores superiores a 10), disminuye significativamente cuando se trata de
biodiesel (valores próximos a 2) y bioalcohol. Todos estos valores son orientativos
porque dependen de la materia prima y de la tecnología empleada. Por ejemplo, el
bioalcohol puede tener valores de 1,5 si procede de maíz, de 12 si se obtiene de
caña de azúcar y superiores si procede de los azucares fermentables liberados de
la pared celular.

El análisis de emisiones de CO2 y del balance energético de los biocombustibles


puede ampliarse a otros efectos ambientales como el impacto sobre la
biodiversidad, el funcionamiento hidrológico o la protección del suelo. Debido a las
dificultades e incertidumbres de estos estudios, existe una gran disparidad de
conclusiones sobre el comportamiento ambiental de la biomasa.

Las siguientes referencias (Fargione, 2008 y Searchienger, 2008) muestran


resultados del balance energético y de los efectos ambientales del
aprovechamiento de distintos tipos de biomasa. La biomasa natural, leña
procedente de árboles crecidos espontáneamente en tierras no cultivadas, ha sido
utilizada tradicionalmente por el hombre para calentarse y cocinar. Sin embargo,
este tipo de biomasa no es la más adecuada para su aprovechamiento energético
masivo ya que es una reserva de valor incalculable para la humanidad. Al ser esta
biomasa natural la base del consumo energético de muchos pueblos en vías de
desarrollo, se produce un aumento de la presión sobre los ecosistemas naturales,
llegando, al aumentar su población y demanda de energía, a un sobreconsumo
que puede ocasionar situaciones de desertización. En su lugar se pueden
aprovechar, manteniendo el equilibrio y la estabilidad de los ecosistemas, los
residuos de las partes muertas o los restos de podas y aclareos- evitando,
además, posibles incendios de las masas forestales.

Cualquier proceso que utilice biomasa para obtener productos destinados al


consumo generara biomasa residual. Las explotaciones agrícolas, forestales o
ganaderas, industrias de productos vegetales y núcleos urbanos son generadores
de biomasa residual. Su utilización es atractiva pero limitada; en general, en el
tratamiento de estos materiales es más importante el efecto ambiental que implica
su gestión que su valorización energética. A pesar de ello, las instalaciones que
aprovechan la energía de sus propios residuos tales como granjas, industrias
papeleras, serrerías o depuradoras urbanas, pueden ser energéticamente
autosuficientes.

Los cultivos energéticos, realizados con la finalidad de producir biomasa en lugar


de producir alimentos (como ha sido la actividad tradicional de la agricultura) son
una realidad en países como Brasil y Estados Unidos. Brasil orienta la producción
de caña de azúcar hacia la obtención de bioetanol mientras que Estados Unidos
cumple el mismo objetivo con el maíz. En Europa, el etanol procedente de
remolacha o de cereales y los ésteres derivados de aceites de colza o de girasol
constituyen los biocarburantes de mayor desarrollo. El excedente de tierras de
cultivo hace atractiva una actividad agraria, adicional a la que tradicionalmente se
destina a fines alimentarios, dedicada a la producción de energía. Los cultivos más
prometedores a corto plazo son los de mayor productividad de biomasa
lignocelulósica, eucaliptos, acacias, chopos, ciertas variedades de cardos, etc.
También los excedentes de algunos productos agrícolas se destinan a su
transformación en biocarburantes, aunque sólo por razones sociales o
estratégicas o por el elevado precio de los carburantes, es rentable su empleo con
fines energéticos.

A pesar de la gran variedad de materias primas que pueden emplearse para


fabricar estos carburantes, la tecnología actual sólo los obtiene a partir de
productos vegetales que también se utilizan en alimentación. Esta peculiaridad
hace que la comercialización de los biocarburantes participe en dos mercados,
cada uno de ellos suficientemente complejo, el agrícola y el energético.

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