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DEL FÚTBOL A LAS CARRETAS: BRASIL HUELE A REVOLUCIÓN

JONATHAS DE ANDRADE Y SU PRIMERA CARRERA DE CABALLOS

El juego es la inmediatez de la revolución.

John Jordan

Cuando los mexicanos pensamos en Brasil, casi siempre pensamos en carne, millones de
cuerpos semidesnudos moviéndose al ritmo de la samba, caipiriñas infestando el paladar y
rodizios donde, otra vez carne, vemos circular de mesa en mesa los cortes bovinos como si
se tratara de un eterno festín: carnaval, es la palabra que resume un poco nuestro
imaginario. Pero casi nunca pensamos en la gente real que habita ese país, ni en las
similitudes que tenemos con ellos, pues tanto México como Brasil, se encuentran
actualmente viviendo un proceso de gentrificación, que significa, una modernización a
ultranza de sus ciudadanos, renovación en términos de arquitectura, limpieza urbana e
inversión en centros económicos, comerciales y habitacionales de vanguardia, que, por otro
lado, significan también, desalojo de las personas que antes habitaban ese espacio;
Reforma, por ejemplo, con sus millones de lujosísimos e impagables departamentos, es una
excelente muestra de este proceso, pero muchas otras colonias mexicanas también, donde a
cada rato se derriban casas para construir departamentos que el citadino común no podrá
costear, viéndose forzado a emigrar a los márgenes de la ciudad. Pues bien, en Brasil ocurre
desde hace varios años un fenómeno muy parecido, al parecer los políticos hacen grandes
esfuerzos por aparecer como ciudades cosmopolitas, por lucir al unísono de las tiendas de
moda y la tecnología de vanguardia, aunque en ello se les vaya la mayor parte del
presupuesto, que bien podría ocuparse en labores tan banales como servicios públicos, en
fin… que lo que el mundial ha venido a mostrar al mundo, no ha sido al final, que el fútbol
nos une, sino que los problemas del ciudadano actual, son globales, las mismas cámaras
que retratan a las estrellas del fútbol, se han visto obligadas ahora a retratar a los
manifestantes, que son muy parecidos a los ocupa, de cualquier ciudad; y sin embargo, a
diferencia de nosotros: “pueblo agachón”, Brasil huele a revolución, al menos a una lucha
consistente y, como lo estético casi siempre se engarza, de algún modo, con lo político, la
obra de Jonathas de Andrade que se encuentra actualmente exhibida en el Museo de
Zapopan, nos interpela desde un lugar mucho menos obvio que el estadio y balompié; nos
llama desde los caballos y carretas de los campesinos, que son evidencia absoluta del
desfase entre políticos y ciudadanos.

La obra de Jonathas de Andrede comienza con un brasileño maduro de piel dorada que nos
mira fijamente para advertir la revuelta, un aboiador1 que nos interpela con sus ojos
nubosos: “Voy a traer a la gente a la ciudad, ¿entiendes?. Cuando ellos llegaron, nadie daba
nada por ellos. Ya se instalaron, pero no saben quién es el enemigo, están todos
desorganizados, no saben qué hay que hacer. Así que yo voy a hacer la lucha para
organizar…Cuando acabe este verso es cuando ellos entran a invadir”. Un alarido entonces
sale de su boca, un grito primigenio, un sonido gutural que reconocemos como un llamado
originario de lucha que nos invita a congregarnos a nosotros “los condenados de la tierra2”;
entonces los caballos aparecen, una estampida de feroces potros se abre paso entre las
calles, su relinchar, sus cascos y su presencia insólita entre los edificios nos conmueve,
comandados por sus dueños arrastran las carretas viejas; llenos de gente, tumultuosos y
alegres, han llenado las calles, se siente su fuerza, su brío; acompañados por el canto del
aboiador, su andar toma fuerza, los gritos se convierten en versadas consignas, en un canto
hermosamente perturbador. Un canto que contiene el canto de los viejos campesinos, hace
mella en nuestra propia garganta, uno siente en esa voz de sangre el paso de los años, de las
luchas, las manos rajadas y el olvido, el canto nos recuerda que hay cuentas pendientes: “Vi
lo que no tenía y qué voy a hacer ahora, ensillé mi caballo, de puerta en puerta ahora, voy a
convidar a mis amigos, para la capital con memoria, traer todo y viajar, y ver nuestras
historias, no nos vamos a quedar así, queremos todo aquí y ahora…”3 La canción
acompaña la travesía entera de los caballos, una carrera veloz, un avanzar entre el asfalto
como jinetes alborozados, una revuelta campesina que se adueña de las calles, esas calles
burguesas, llenas de edificios atroces que nada tienen que ver con la realidad de sus
pobladores. Esa solemnidad de las ciudades modernas se pone en pausa con el triunfo de
ese carnaval, la gente se mezcla, ríe, se convierte en una sola fuerza estridente que

1
Un aboiador es un cantor popular del noreste de Brasil, que improvisa versos cuando es desafiado por el
público. Este hombre llegó de improviso a la Carrera de Caballo y Jonathas de Andrade le pidió improvisar un
canto para la carrera.
2
En referencia al texto de Frantz Fanon.
3
Fragmento extraído del video “Primera Carrera de Caballos” de Jonathas de Andrade, 2012.
cuestiona todas las costumbres y lugares de confort del citadino, como si lo salvaje, lo
dionisiaco, regresaran a reclamar su territorio. Once minutos de un video que recoge la obra
del joven artista brasileño Jonathas de Andrade: Primera carrera de caballos, un acto
estético-político organizado por él en 2012 y presentado en este mes en el Museo de Arte
de Zapopan. Obra que nos confronta con las polaridades del capitalismo, tal como lo
describe Samir Amin, uno que convierte a la mayoría de la población en seres marginales,
obligándolos a emigrar de su propio territorio4. Capitalismo avanzado que arrasa con la
realidad de los habitantes de los países en desarrollo, una condición que no es exclusiva de
Brasil, sino un problema común entre los latinoamericanos, quizá por esa condición que
vivimos de ser sujetos colonizados, una colonización que ya no sólo se nos impone de
manera externa, sino desde el interior, incluso desde lo psicológico, como lo analiza Frantz
Fanon en su libro Piel Negra, Máscaras Blancas.5 Una neurosis colectiva que nos impide
rebelarnos.

La obra de Jonathas de Andrade, se realiza en el año 2012 en su ciudad natal brasileña


Recife. Una ciudad que en los últimos años se ha convertido en un espacio con grandes
complejos turísticos, con una puja comercial poderosa, y que se conoce además como un
“Porto Digital” por poseer el mayor parque tecnológico de Brasil. Frente a este aire de
ciudad cosmopolita, hipermoderna e innovadora, encontramos, sin embargo, a un gran
número de personas que han sido desplazadas de este espacio al que ya no corresponden,
incluso, las leyes de la ciudad han prohibido el tránsito de ganado y animales rurales por la
calles, bajo la pretensión de protección del espacio público, algo que Rosalyn Deutsche
criticaba ya desde los años 80, al identificar este tipo de discursos que pretenden
salvaguardar lo público, limpiándolo de conflicto, cuando el origen de todo espacio urbano
es, precisamente, como Rosalyn propone, el conflicto el que aviva la democracia.6

Jonathas de Andrade despliega esta gran Carrera de Caballos en la que los individuos se
adueñan de las calles, la rehabitan y con ello se empoderan, descubren el júbilo e incitan al

4
Samir Amin, “Introducción Frantz Fanon en África y Ásia” en Fanon Frantz, Piel Negra, Máscaras Blancas,
Madrid, Akal, 2009,p.6.
5
Cfr. Fanon, Frantz, Piel Negra, Máscaras Blancas, Madrid, Akal, 2009.
6
Rosalyn Deutsche, “Agorafobia” en Blanco Paloma et al, Modos de hacer: Arte crítico, esfera pública y
acción directa, Salamanca.p.302
transeúnte tradicional a cuestionar el uso de ese espacio. En el video una voz en off nos
narra:

Fue preciso organizar una carrera para reunir un grupo de 50 carreros, para
hacer que su presencia en la ciudad resultara indiscutiblemente existente, fue
preciso hacer una carrera para entender que las herraduras resbalan en el
asfalto, que los caballos tropiezan en las curvas, que una rueda choca con la
otra y las carretas se voltean, para ver una yegua preñada corriendo, para ver
que un animal maltratado llega con un hombre-bestia maltratado, para
entender que mucha de esa pobreza es libertad dentro de la opresión misma,
que hay carretas que atraviesan la ciudad a carrera tendida, con un racimo de
chiquillos encima, el enorme placer de salir corriendo por la ciudad...7

Brasil, que se encuentra en proceso de modernización, también presenta actualmente una


serie de conflictos que se hacen evidentes en las numerosas marchas contra el Mundial, en
la gran cantidad de intervenciones de grupos ocupa y en la politización de sus artistas.

Así vemos como la Carrera de caballos, de Jonathas de Andrade busca oponerse a eso que
Alexander Kluge nombraba como esfera pública burguesa, pues según él, no hay una esfera
pública simplemente, sino que esta se ha construido ligada a una ideología; es decir, la
esfera pública, tiene un modo de ser, que es burgués y excluye cualquier otro tipo de
imaginario.8 Esto se hace evidente en la Carrera de Caballos de Jonathas de Andrade, el
espacio público de Recife se ha convertido en un espacio público burgués que impide a los
campesinos pasear en la ciudad con sus animales, muestra que el carácter público está
construido sobre una sola noción de vida ligada al capitalismo y al consumo, torres de 45
metros habitadas por extranjeros (cualquier parecido con la realidad mexicana no es mera
coincidencia), estadios de fútbol en los que no han podido participar los brasileños,
efectivamente, notamos que lo público en Brasil, ha sido pretexto para instaurar los valores
del capitalismo y el consumo . Sin embargo, en la Carrera de caballos, lo que sucede es
que el espacio urbano se ocupa de un modo distinto, rompiendo con ello la ficción burguesa
de lo público.

7
Del video, Primera Carrera de Caballos.Ibidem.
8
Idem,p. 232
“ Desde el punto de vista de la legalidad, no es posible tener animales en el
perímetro urbano rural. Recife es considerado oficialmente como una ciudad
totalmente urbana... En este sentido, todo lo que presento es el circuito ilegal:
las carretas, caballos, ferias, todo tiene que ser invisible a los ojos del gobierno
y, como absolutamente concreto, existen en los márgenes y en cierto pacto de
cinismo… Es decir, se entiende silenciosamente que las leyes no tienen por qué
ser seguidos exactamente, pero están ahí para recordar quién es el verdadero
dueño de la tierra, y la falsa fachada de democracia y legitimidad”9

Para poder realizar la obra Jonathas de Andrade, tuvo que pretextar la filmación de una
película, y aunque realmente realizó dicha filmación que ha quedado como registro de la
obra, el verdadero interés era lograr insertar a estas personas desplazadas en el ambiente de
la ciudad como una manera de cuestionar esta construcción de lo público. Jonathas
continúa describiendo:

“los carreteros y sus caballos son muy fuertes ecos de la ruralidad que rastrea
los orígenes de esta región. Poco a poco me fui dando cuenta de que los
camioneros son sólo un circuito de lastre de un mucho mayor ruralidad, que se
extiende por toda la ciudad y lleva un proyecto civilizatorio con el apoyo de
otro paradigma para la civilización rural coexistiendo en el Recife como
neopotencia subdesenvolvimentista proto- urbana”10.

Vemos en la Primera Carrera de Caballos, a grupo de campesinos que recorre estridente y


gozosamente esas calles de asfalto de las que normalmente se ven impelidos para el
tránsito. Hay empoderamiento entonces, hay un júbilo que proviene de saberse observados,
de reinsertarse en la trama de ese espacio, en el cuestionamiento que su sola aparición
produce en el espectador. La voz en off del video nos indica:

9
Entrevista a Jonathas de Andrade, “ Cinema Sao Luiz filme sobre a Corrida de Carrocas do Centro do Recife
Revista en línea Pernambuco.”, 18 de Junio de 2014.
http://www.pernambuco.com/app/noticia/divirtase/45,28,46,61/2014/05/18/internas_viver,504456/cinem
a-sao-luiz-exibe-filme-sobre-a-corrida-de-carrocas-do-centro-do-recife.shtml

10
Ibidem.
“Es preciso entender que la transformación política pasa por una conciencia del
cuerpo, que la clase se considera clase fuerte, cuando pasa por una catarsis
colectiva, por una experiencia de deseo, un trance que desgarre la ciudad entera,
que festeja la disidencia de este cuerpo colectivo, a través de un desgarramiento
por la ciudad, y es cuando la bosta cae al suelo, la pata golpea el suelo, el pie
gigantesco sale disparado en una carrera por el territorio, cuando la ciudad
observa estupefacta pero feliz, porque entiende que lo sublime proviene de sí
misma, y no de las torres de cuarenta pisos que vienen de cualquier parte. Que
una maldita revolución que nadie sabe cómo hacer, y a la que la gente se refiere
todo el tiempo, pasa por el deseo, y el desmadre que esa ciudad sabe sacar de
dentro de sí misma y de su propia sabiduría…”11

La experiencia pública no burguesa requiere agrupación, Alexander Kluge explica la


necesidad de la proximidad física, para él se trata de “la inversión del aislamiento de los
individuos en sus puestos de trabajo.”12 Frente al confinamiento de la esfera pública
burguesa, se presenta la congregación, la intromisión del cuerpo y los sentidos, el júbilo de
la cercanía, Kluge continúa: “la necesidad de percibir la solidaridad con los sentidos es, al
mismo tiempo, la reacción ante la invisibilidad del oponente.”13 Ante ese monstruo de
torres hipermodernas, los campesinos solo pueden oponer resistencia en la comunidad, la
misma que todo el tiempo se trata de negar mediante la imposición del individualismo, por
eso la agrupación es subversiva, se opone a ese modelo de egoísmo, por otro lado, las
carretas en esta obra, no eran sólo un medio de transporte, sino que hacían las veces de
banderas, se convirtieron en símbolos revolucionarios.

Otro aspecto a resaltar de esta ocupación es el júbilo de esas carretas llenas de gente: “El
carnaval y la revolución tienen objetivos idénticos: invertir el orden social mediante la
entrega al disfrute, celebrando nuestro indestructible deseo de vivir, un deseo de vida que el
capitalismo pugna por destruir con su monótona espiral de trabajo y consumo.”14

11
Jonathas de Andrade, Ibidem.
12
Kluge, Idem, p.263
13
Ibidem.
14
Jordan John, “Reclaim the Streets”, en Blanco Paloma et al, Modos de hacer: Arte crítico, esfera pública y
acción directa, Salamanca, Ediciones, Universidad de Salamanca, 2001,p.379
Las carrozas rurales en la ciudad mostraban a los transeúntes nuevas formas de ocupar ese
espacio, una función que John Jordan ubica como representacional; que permite que se
proyecte una conciencia entre los expectadores, pues estos, al ver la carrera, participan en el
diálogo abierto sobre estas problemáticas, el carnaval, por otro lado, cumple además con
una función ritual que “se cifra en el riesgo, la excitación, el peligro, inherentes a la acción,
que contribuye a crear un momento donde se concentra la magia, una experiencia álgida
donde el tiempo real repentinamente se detiene y algún tipo de desplazamiento en la
conciencia puede ocurrir.” 15
Jordan entiende que la revolución no es un acto sino un
proceso, para él el carnaval nos prepara para tal proceso: “cambia nuestra mente y nuestros
comportamientos, inspira nuestras pasiones y enciende nuestra imaginación, nuestra
creencia y esperanza en que todo puede cambiar y cambiará permanentemente. El carnaval
es imprescindible como lo es la Historia”16.

En la obra de Jonathas se aprecia la alegría, el regocijo de los conductores de carrozas, de


los que miran en la calle también, Jordan, propone que este es un elemento altamente
político, pues los carnavales revolucionarios nos recuerdan:

“que podemos comprender y transformar nuestra propia historia, que podemos


imaginar y crear otros mundos, mientras disfrutamos haciéndolo. La sociedad
liberada de la que estos carnavales nos ofrecen una imagen, se basa en la
diversidad, el disfrute, la pasión, la espontaneidad, la generosidad. Las reglas
rígidas, las odiosas jerarquías, la uniformidad monótona del capitalismo se van
a derretir por el intenso calor que desprenden los carnavales revolucionarios”17.

¿Qué significa que en un ambiente de hipermodernidad, de capitalismo avanzado dominado


aun por la ideología desencantada de lo posmoderno, aparezcan jóvenes artistas como
Jonathas de Andrade, que reutilizan técnicas estéticas y políticas de los 80’s como el
carnaval al estilo Reclaim the streets?. Creo que precisamente, los grandes retos a los que
nos enfrentamos como sociedad, nos hacen observar la urgencia de convertirnos en agentes
políticos, cuestionadores de nuestra realidad. Sin duda, encuentro en la obra de Jonathas de
Andrade ecos de aquel utopista mesiánico que fue Joseph Beuys. El proyecto de Jonathas

15
Jordan,Idem, p.372
16
Idem,p.380
17
Ibidem.
recoge el aliento utópico que parece oponerse a que todo esté hecho y dicho, desde lo
común de la experiencia, construye una obra conmovedora que cuestiona cómo se
construye lo público, en un momento histórico muy importante para Brasil, en el que la
gentrificación está minando la experiencia de sus ciudadanos. Su ocupación jubilosa de la
ciudad mediante los caballos, nos recuerda de algún modo a Helio Oiticia y sus Parangolés.
En ambas obras la risa, el amor, la fraternidad, se nos presentan como aspectos disidentes,
porque cuestionan el modo de vida del capitalismo avanzado. Es realmente inspirador como
la gente responde a un llamado simple como el de Jonathas de Andrade, los premios a los
ganadores, que fueron becerros y cosas parecidas, no eran lo importante, la gente fue a
divertirse, de un modo distinto al que les es posible en su vida cotidiana, así vemos que el
bullicio no consumista es revolucionario. La obra nos muestra esta necesidad que tenemos
de oponernos a los modelos alienantes de vida, sólo hace falta un pretexto, un pequeño
llamado, eso es lo que percibimos en esta obra. Me pregunto cómo podríamos hacer algo
similar en México. Queda la tarea para nuestros artistas, que quizá, siguiendo el ejemplo de
Jonathas, cualquier día salgan a la calle en mulas u organicen una carrera de tamaleros entre
los elegantes edificios de Santa Fe.

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