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Para precisar aún más el concepto, vale la pena añadir la distinción que los

economistas del siglo XIX, basándose en las ideas del teórico inglés Jeremy
Bentham, establecieron en torno a la utilidad de un producto o bien:
Utilidad total, se refiere a aquella que proporciona toda la cantidad consumida de
un producto; es decir, esa pieza del producto en concreto. Esta utilidad es parcial y no
está relacionada con ningún otro concepto.
Volvamos al ejemplo del agua para ilustrar los dos tipos de utilidad. En el primer
caso, la utilidad total es la que tiene cada vaso de agua por separado. En cambio, la
utilidad marginal habla del valor que el consumidor le otorga a los vasos de agua que
consume gradualmente. El primero de ellos tendrá un valor especial, pues en ese
momento la necesidad de saciar su sed es acuciante. Sin embargo, el valor del
segundo, el tercero y el cuarto vaso será menor: mientras más agua consuma, más
cerca estará de haber saciado su necesidad.
Los tipos de utilidad marginal, en función de esta definición, los expertos han
establecido tres tipos básicos de utilidad marginal que pueden ser apreciados en
cualquier mercado: Positiva: cuando el consumo de cada unidad adicional, antes que
disminuir, eleva el grado de utilidad marginal. Es decir, cada nueva pieza adquirida
aumenta el interés y las expectativas del cliente o consumidor; Negativa: por el
contrario, cuando el valor de cada nueva unidad es menor (como sucede con el
ejemplo del vaso de agua); y Neutra: cuando el consumo de nuevas unidades no tiene
ninguna injerencia en el valor de la utilidad total de un producto; simplemente se
mantiene estable.
La utilidad marginal de un bien depende el gusto y capricho del consumidor, lo
que hace que matemáticamente sea difícil medirla con exactitud. En el caso del agua
que es valorada de forma distinta por dos usuarios diferentes. Se considera que la
utilidad de cada bien adicional que se posea, disminuye en la medida en que se
adquiere o agrega una unidad adicional. Seguramente a un consumidor le gustará
mucho consumir una porción de pollo, o tal vez dos o tres, pero de seguro que la
cuarta, quinta o sexta porción de pollo ya no le interesa, no tiene ningún valor para él.
La utilidad marginal de la porción de pollo ha disminuido o quizás desaparecido.
Parece que en lo único que no se cumple esta teoría es en le dinero, puesto que
según la teoría de la utilidad marginal, entre más dinero se tiene, menor es el valor
que se le debe dar, pero en este caso sucede todo lo contrario, y entre más dinero se
tiene más se quiere ganar.
Adam Smith en el siglo XVIII, denominó la paradoja del agua y los diamantes,
los diamantes, cuya utilidad real para la vida es nula y sirven únicamente en su
condición de joya, se vende a precios altísimos. El razonamiento continúa así: las
personas pueden sobrevivir sin diamantes, pero si estuvieran en medio del desierto
durante tres días, valorarían un vaso de agua más que todos los diamantes del mundo.
Lo que ocurre es que los diamantes tienen precios elevados debido a una cierta
utilidad (o satisfacción) alta que se relaciona con su limitada existencia. La utilidad
del bien no es lo que explica sus precios sino que éstos responden a la escasez.
No obstante, el hecho de que un bien sea escaso no asegura que tenga un precio
alto. Un cuadro pintado por un mal pintor puede ser sumamente escaso, digamos que
una pieza única, pero no ello no va a determinar que tenga un gran precio, si las
personas no obtienen satisfacción de su contemplación. Las dos condiciones, utilidad
y escasez, contribuyen a la explicación de los diferentes precios que tienen los bienes.
Otro aspecto de esta paradoja se expresa en el hecho de que si aumenta la oferta
del bien, caeteris paribus, el comportamiento de su “valor de cambio” total respecto al
resto de la riqueza social no aumenta sino que, paradójicamente, se mantiene o
disminuye; y ninguna de estas posibilidades va a depender del pan “en sí mismo”: se
duplica la oferta de pan, por ejemplo, pero no se va a duplicar su valor de cambio
total, sino que ahora tenemos más pan que ´vale´ lo mismo, si se demanda
completamente; o, menos, si su demanda estaba satisfecha: obviamente, el precio
unitario, por kilo, por unidad, como quieran, va a disminuir. Son paradojas que Adam
Smith notó, pero no explicó. Después de Smith vendría David Ricardo y, para irnos a
la sustancia, llegó Carlos Marx. Nos va a interesar saber qué hicieron con este
problema.
Entonces, “la palabra valor expresa dos significados diferentes”: uno, utilidad
particular y concreta que se expresa en una capacidad de uso: “valor de uso”; y, dos,
capacidad de comprar otros bienes: “valor de cambio”. Estas capacidades estarían
potencialmente en todo bien y luego, claro, el valor de cambio daría lugar a la forma
dinero que consigo traería otras implicaciones y fenómenos que no consideraremos en
este momento.
Quedan con la doble noción de valor, nota que los bienes en cuanto valores de
uso serán inigualables, pues responderán siempre cada uno a su propiedad específica.
Pero, en cuanto valores de cambio, hay que reconocer que si se intercambian, en ese
acto de cambio, se “reconocen” como comparables y, si son comparables, son
igualables.

Crisbeli De Oliviera C.I. 26.005.595


Prof. Blas Menda
Sección: 5CM10

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