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EL CASO DE OLIVERIO CASTAÑEDA PALACIOS

LEON, NICARGUA DE LOS AÑOS 30s.


Hijo de José Ricardo Castañeda Paz y Lucila Albertina Palacios
Hermano de Gustavo Castañeda Palacios y Ricardo Castañeda Palacios
Oliverio Castañeda Palacios, nació en Zacapa república de Guatemala, el 18 de febrero de
1908, y murió en León, Nicaragua el 7 de julio de 1936 a la edad de 28 años.
De su niñez y pubertad no se tienen muchos datos, solamente que estudió el bachillerato en
el Instituto de Occidente en Chiquimula, y que en una ocasión lo expulsaron por encabezar
unos desordenes que culminaron en huelga. Su destino fue tan cruel que el día que obtuvo
su título de bachiller, falleció su madre doña Luz Palacios de Castañeda, de quien se dice
sin confirmación que por sufrir de dolores agudos producto de un cáncer incurable, su hijo
(Oliverio) con el fin liberarla del cruel sufrimiento y mal entendiendo su decisión como “amor”,
le dio a tomar capsulas de estricnina que le ocasionaron con mayor prontitud la muerte.
Posteriormente siguió la carrera de Magisterio la que termino a corta edad. Fue llamado a
trabajar como asistente del Secretario de Instrucción Pública, quien al morir inesperada y
súbitamente, fue sustituido en el cargo por Castañeda.
Oliverio Castañeda es el único asesino en serie que se ha registrado en la historia de
Nicaragua. El joven Castañeda de origen guatemalteco incursiona en el país por razones de
estudio e inicia su estadía en León Nicaragua con su esposa Martha en 1931 ya que dos
años antes (en 1929) residió un tiempo en Managua por asuntos diplomáticos, porque
pertenecía a la Legación de Guatemala.
En 1930 se casó en Guatemala con Martha Jerez. Instalado el matrimonio, Oliverio
comienza a hacer vida social y conoce a la familia de don Enrique Gurdián Herdocia y son
invitados a alojarse en su residencia.
Don Enrique Gurdián Herdocia fue un ciudadano ejemplar y notable hombre de empresa. El
abogado Ernesto Castellón Barreto en su obra "El Proceso Castañeda" comenta la historia
de la imprenta de la familia de la que don Enrique fue gerente desde 1908 hasta su muerte
y recoge los testimonios de su honradez, honorabilidad y competencia que se publicaron
con ocasión de su muerte.
Oliverio era un hombre ostentoso, así que buscaba tener buena vida como fuera y se dice
que por esa razón se casó con Martha, ya que ella venia de una familia muy adinerada, pero
al llegar a Nicaragua conoció a la familia Gurdian, que tenían aún más dinero.
Oliverio era un joven apuesto, elegante, atractivo inteligente, educado, refinado y el sueño
de toda mujer de la época, así que enamoradas no le hacían falta y entre ella estaban las
mujeres de la familia Guardian.
El joven Castañeda enamoró a las dos hijas mujeres de la familia Gurdian y para cumplir su
objetivo de quedarse con la fortuna Gurdian tuvo que envenenar a Martha su esposa con
estricnina y la fecha exacta fue el 13 de febrero de 1933.
En febrero de 1933 fallece doña Martha, quejándose de fuertes dolores en el estómago.
Después de estar Oliverio en Guatemala, regresa a Nicaragua y de nuevo habita con la
familia Gurdián.
Don Enrique y su hija Marina Alicia (conocida como Enna) Gurdián Castro murieron
envenenados con estricnina por el abogado Oliverio Castañeda Palacios, guatemalteco, que
unos meses antes había dado muerte en iguales circunstancias a su esposa Marta Jerez de
León, también guatemalteca. Por considerarlo de interés histórico y porque fueron víctimas
dos descendientes de don José Cástulo Gurdián Sevilla, nos detendremos para hacer una
breve reseña del caso.
La cadena de los crímenes de Oliverio se inició con el asesinato de Marta Jerez de León, su
esposa guatemalteca, envenenada el 13 de febrero de 1933, continuó con el asesinato de
Marina Alicia (conocida como Enna) Gurdián Castro envenenada el 3 de octubre de 1933 y
concluyó con el asesinato de don Enrique Gurdián Herdocia envenenado el 9 de octubre de
1933. La cadena hubiera continuado de no haberla detenido las autoridades de León.
Es el caso más notable de la historia penal de Nicaragua y ha dado origen a numerosas
narraciones tanto históricas como literarias. Para exculparse el asesino inventó una versión
calumniosa y procaz con la que quiso empañar el honor de la familia Gurdián Castro y el de
otros miembros de la sociedad leonesa, misma que lo había acogido de forma tan
hospitalaria.
El Juez Mariano Fiallos Gil, ordena realizar la autopsia de los cadáveres de Enrique y Enna.
Los médicos encuentran restos de estricninas.
El juicio de Oliverio Castañeda apasionó a la ciudadanía leonesa, fue presidido por el doctor
Iván Argüello Gil. Entre los testigos que rindieron declaración estuvieron:
Julio Argüello Barreto, Filiberto Herdocia Adams, Alí Vanegas, Alejandro Sequeira Rivas,
Esteban Duquestrada, Ulises Terán, doña Lidia Gurdián de Balladares y Evenor Gurdián
Herdocia. Varios de ellos están sepultados en el Cementerio de Guadalupe.
Ernesto Castellón Barreto en su libro "El Proceso Castañeda" copia el fallo de la Corte de
Apelaciones de León que dice:
1. Se confirma la sentencia (de muerte) contra Oliverio Castañeda Palacios, de veinte y seis
años de edad, viudo, abogado, natural de la República de Guatemala y domiciliado en esta
ciudad, por el delito de parricidio cometido en la que fue su esposa Martha Jerez de León.
2. Se condena a Oliverio Castañeda Palacios a la pena de muerte por el asesinato atroz
cometido en la señorita Marina Alicia (conocida como Enna) Gurdián Castro.
3. Se condena a Oliverio Castañeda Palacios a la misma pena de muerte por el asesinato
atroz cometido en don Enrique Gurdián Herdocia.
Oliverio Castaneda Palacios se defendió solo, agregando mayor espectacularidad al juicio.
Después de oír los últimos alegatos la Corte Suprema de Justicia condenó a Castañeda a
cadena perpetua (posiblemente como en agosto de 1935).
Un años más tarde escapó de la cárcel “La Veintiuno” pero fue apresado en el barrio de
Subtiaba. La patrulla de la Guardia Nacional que lo capturó lo trasladó a las inmediaciones
del Cementerio de San Felipe. Un militar de la Guardia Nacional, vinculado a la familia
Gurdián, (se menciona al capitán Anastasio J. Ortiz Ramírez) al mando de una patrulla le
aplicó la llamada “Ley fuga” , es muerto a balazos cerca del Cementerio de San Felipe
Con el tiempo surgió una leyenda negra, atribuyéndose a Castañeda varias muertes por
envenenamiento, incluyendo su madre Lucila y su esposa Martha.
Dice Ernesto Castellón Barreto que Sebastián (conocido como Pichel) Salinas Salazar, joven
militar en aquellos días y miembro de la patrulla, le contó que Oliverio ya herido de muerte,
le confió estas últimas palabras: -yo no tengo la culpa- con lo que, según Salinas, atribuía
haber cometido los crímenes a no haber podido sustraerse a sus impulsos. Oliverio murió el
7 de julio de 1936 a la edad de 28 años. Fue sepultado, al igual que sus víctimas, en el
Cementerio de Guadalupe de León.
Al lado sur-este del Cementerio de Guadalupe, casi oculta está una pequeña tumba, en la
que se lee el nombre de Oliverio Castañeda, una fecha del mes de Junio de 1936 y y un
versículo: “Mía es la venganza”. Hebreos 10:30.
Este año (2016) Oliverio Castañeda cumplió 80 años de haber muerto, luego que le
practicaron la denominada ley fuga. El caso continúa generando controversia y tratándose
desde diferentes perspectivas según la clase social.
Hay quienes aseguran que los restos de Castañeda ya no descansan en la tumba que yo
visité (Matilde Córdoba), la misma que visitó Sergio Ramírez en 2010 junto con el escritor
puertorriqueño Edgardo Rodríguez Juliá y muchos tantos más que se acercan embobados
con la historia de una mujer que la visita y enflora. Dicen que unos familiares se los llevaron
a Guatemala.
Su recuerdo está tan presente que sirvió de tema al escritor Sergio Ramírez Mercado para
su novella de nombre Castigo Divino.
“Abundan en el expediente las declaraciones fabricadas con pobre imaginación para tratar
de pintarme con los aterradores colores de un psicópata, de un enfermo sexual, de un vil
calumniador, de un mentiroso profesional; se me pone como dueño de un cerebro
desquiciado, y todo lo bueno que se dice de mí, cuando se dice, mi don de gente, mis finas
maneras, mis gracias y cortesías sociales, mi simpatía y talento, sirven a mis detractores
solo para afirmar que tras esas cualidades se esconde la ponzoña del más vituperable de
los asesinos…”.
Extracto de una declaración rendida por Castañeda, página 384 de Castigo Divino.

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