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hasta donde llega su potencia, y todo lo que hace un hombre (¿la mujer
también?) siguiendo las leyes de su propia naturaleza, lo hace en virtud
de un derecho de naturaleza soberano, y tiene por naturaleza un
derecho igual al de su potencia.
Si la naturaleza humana estuviera dispuesta de tal modo que los
hombres vivieran siguiendo únicamente las prescripciones de la razón,
y si sus esfuerzos tendieran a ello solamente, el derecho de naturaleza,
mientras fuera considerado propio del género humano, estaría
determinado únicamente por la potencia de la razón. Pero a los
hombres los conduce más bien el deseo ciego que la razón, y por lo
tanto la potencia natural de los hombres (embracing women?), es decir,
su derecho natural debe ser definido no por la razón sino por los
apetitos que los determinan a actuar y por medio de los cuales se
esfuerzan en conservarse. Reconozco que esos deseos, no originados
en la razón, son no tanto acciones como pasiones humanas... unas y
otras son efectos de la naturaleza y manifiestan la fuerza natural con la
que el hombre se esfuerza por perseverar en su ser. Sabio o insensato,
el hombre es siempre una parte de la naturaleza, y todo aquello con lo
que decide actuar debe ser adjudicado a la potencia de la naturaleza...
Sin embargo, se cree generalmente que los insensatos trastornan el
orden de la naturaleza en lugar e seguirlo, y se concibe a los hombres
dentro de la naturaleza como a un imperio dentro de otro imperio. Se
considera por lo común que el alma humana, lejos de ser producida por
causas naturales, es creada inmediatamente por Dios, y que es
independiente del resto del mundo hasta el punto que posee poder
absoluto de determinarse por sí misma y de usar rectamente la razón.
Pero la experiencia enseña abundantemente, que tan poco poder
tenemos de tener el alma sana como de poseer un cuerpo sano.”
Para las cosas finitas, existir implica, como vimos, una infinidad de
partes extensivas en una relación de movimiento y reposo provocada
por causas exteriores, pero dura y tiende a perseverar, es decir, a
mantener las partes en una relación característica, en la medida en que
las causas exteriores no den lugar a otro tipo de relaciones.
Spinoza muestra la identidad ontológica entre lo infinito y lo finito,
y destaca que la necesidad de la esencia divina en cuanto es potencia
no resta singularidad al mundo, sino que se ofrece como fundante de la
singularidad de este. El carácter absoluto de lo divino es revelado por
medio del mundo, en su pluralidad singular.
“Entiendo por cosas singulares las cosas que son finitas y tienen
una existencia limitada; y si varios individuos cooperan a una sola
acción
de tal manera que todos sean a la vez causa de un solo efecto, los
considero a todos ellos, en este aspecto, como una sola cosa singular."
“Dado que los cuerpos humanos son aptos para muchas cosas, no
es dudoso que pueden ser de tal naturaleza que se refieran a almas que
tengan un gran conocimiento de sí mismas y de Dios, y cuya mayor o
principal parte sea eterna, no temiendo por tanto a la muerte. Mas para
que esto se entienda con mayor claridad, debe observarse aquí que
vivimos sometidos a continuas variaciones, y según cambiamos a mejor
o a peor, así se dice que somos dichosos o desgraciados. En efecto se
dice que es desdichado el que de niño pasa a ser cadáver, y, por el
contrario, se considera una dicha haber podido recorrer el espacio de
una vida entera con un alma sana y un cuerpo sano. Y es cierto que
quien , como el niño, tiene un cuerpo apto para muy pocas cosas, y
dependiente en el más alto grado de las causas exteriores, tiene un
alma que considerada en sí sola, apenas posee conciencia alguna de sí
misma, ni de Dios, ni de las cosas; y por el contrario, quien tiene un
cuerpo apto para muchísimas cosas, tiene un alma que considerada en
sí sola, posee una gran conciencia de sí misma, de Dios y de las cosas.
Así, pues, en esta vida nos esforzamos ante todo en que el cuerpo de
nuestra infancia se cambié en otro —cuando su naturaleza lo permita y
a él le convenga— que sea apto para muchísimas cosas, y referido a un
alma que posea una amplia conciencia de sí misma, de Dios y de las
cosas, de tal modo que todo lo que se refiere a su memoria y su
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Para concluir yo a mi vez este texto, sólo me cabe aclarar una vez
más el papel de la alegría y la tristeza. La alegría, la fuerza mayor,
expande nuestra potencia pues establece encuentros que conjugan
nuestra potencia con las de otros. Favorece el desarrollo de la
imaginación para encontrar un sin número de causas de alegría. Esto
da lugar al ¿superhombre?
La tristeza expresa el riesgo de descomposición presente
constantemente en nuestra precaria unidad. La frase con la que
empece y que traía del encuentro anterior pone de manifiesto que la
vida es lucha. No existe el “yo quiero vivir tranquilo y los otros no me
dejan”. No pudo evitar el esforzarme en destruir lo que me produce
tristeza, pues no me conviene, me es nocivo. Y esto es parte de mi
derecho natural.