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DÍA II: GUERRA CIVIL Y POLÍTICA

LEÓN TROTSKY
PROBLEMAS DE LA GUERRA CIVIL
(CONFERENCIAS PRONUNCIADAS EN LA SOCIEDAD DE CIENCIAS MILITARES DE MOSCÚ
DURANTE EL MES DE JULIO DE 1924)

Los problemas de la guerra civil medios de que se dispone, de su concentración y


empleo con el móvil de la victoria. También es un
Es un hecho que hasta ahora nadie se ha preo- arte la insurrección. En un sentido estrictamente
cupado de hacer el cómputo de las enseñanzas que práctico, o sea, lindando hasta cierto punto con los
emana la experiencia de la guerra civil, de la nues- reglamentos militares, se puede y se debe planear
tra como la de los demás países. Y sin embargo, una teoría de ella a su vez.
práctica e ideológicamente, responde a una necesi- Evidentemente, se tropezará de buenas a pri-
dad imperiosa un trabajo de esta índole. A lo largo meras con los equívocos y las críticas de quienes
de la historia de la humanidad, la guerra civil ha no dejarán de conceptuar pura utopía burocrática la
desempeñado un papel particularísimo. De 1871 a idea de escribir el reglamento de la insurrección,
1914, se figuraban los reformistas que había termi- máxime el de la guerra civil. Es probable que aún
nado para la Europa occidental este papel. Pero la se diga que pretendemos militarizar la historia, que
guerra imperialista volvió a poner la guerra civil a no se reglamenta el proceso revolucionario, que en
la orden del día. Por nuestra cuenta lo sabemos y lo cada país tiene la revolución sus particularidades o
comprendemos. La hemos incluido en nuestro su originalidad, que en tiempos de revolución se
programa. Sin embargo, carecemos casi por com- modifica la situación a cada momento, y que resul-
pleto de un concepto científico de ella, con sus ta quimérico pretender fabricar en serie cañamazos
fases, sus aspectos y sus métodos. Observamos para dirigir revoluciones o dictar, al igual que un
inclusive formidables lagunas en la simple descrip- sargento, un montón de prescripciones intangibles
ción de los acontecimientos que se han sucedido e imponer su estricta observancia.
dentro de este dominio durante los diez años últi- Sería de lo más ridículo quien se propusiera
mos. realizar algo de este género. Pero, en el fondo,
(…) Deberá adaptarse a diferentes tipos de cabría argüir otro tanto respecto a nuestros regla-
aquella. Por un lado, tenemos países donde el pro- mentos militares. Toda guerra se desenvuelve en
letariado constituye la mayoría de la población, y una situación y en condiciones que no pueden pre-
por otro lado países donde es una ínfima minoría verse muy de antemano. Sin embargo, no sería
de la población aldeana. Entre estos dos polos, se menos pueril querer dirigir un ejército, lo mismo
sitúan los países de tipo intermedio. Por ende, he- en tiempos de paz que en tiempos de guerra, pres-
mos de basarnos, para nuestro estudio, en tres ti- cindiendo del auxilio de reglamentos que compen-
pos: industriales, agrarios e intermedios. Del pro- dien los datos de la experiencia militar. El antiguo
pio modo, en el capítulo preliminar, consagrado a adagio que reza: “No te agarres al reglamento co-
los postulados y condiciones revolucionarias nece- mo un ciego a una tapia”, en modo alguno dismi-
sarios para la toma del poder, se describirá la ca- nuye la importancia de los reglamentos militares,
racterística de las particularidades de cada uno de igual que la dialéctica no disminuye la importancia
estos tipos de países, desde el punto de vista de la de la lógica formal o de las reglas aritméticas.
guerra civil. Sin duda, en la guerra civil son infinitamente
Consideramos la insurrección de dos maneras: más raros que en las guerras entre ejércitos “nacio-
primero, como una etapa determinada del proceso nales” los elementos necesarios al establecimiento
histórico, como una refracción de las leyes objeti- de planes, a la organización, a las disposiciones a
vas de la lucha de clases; luego, bajo un aspecto tomar. Durante la guerra civil se mezcla la política
objetivo y práctico, con miras a saber cómo prepa- con las acciones militares de manera más honda,
rarla y ejecutarla para asegurar más su éxito. A este más íntima, que durante la guerra “nacional”. Por
respecto, la guerra nos brinda una analogía enor- consiguiente, en vano traspondríamos los mismos
me. Porque también es producto de ciertas condi- métodos de un orden a otro. Pero de esto no se
ciones históricas, resultado de un conflicto de in- desprende que esté vedado fundamentalmente en la
tereses. Al mismo tiempo es un arte. La teoría de la experiencia adquirida extraer de ella los métodos,
guerra supone un estudio de las fuerzas y de los los procedimientos; las indicaciones, las directri-
ces, las sugerencias que tengan una significación do por una parte, por las teorías marxistas y, por la
precisa y convertirlas en reglas generales suscepti- otra, por los datos de la ciencia militar.
bles de encajar dentro de un reglamento de la gue- Sabido es que los reglamentos militares no
rra civil. tratan sino del método, o dicho en otros términos,
Por supuesto, se mencionará en el total de es- no dan sino directrices generales sin corroborarlas
tas reglas la necesidad de subordinar estrictamente con ejemplos precisos o con explicaciones detalla-
las acciones puramente militares a la línea política das. ¿Podremos adoptar el mismo método para
general, de llevar rigurosa cuenta del conjunto de enunciar el reglamento de la guerra civil? No es
la situación y del estado de ánimo de las masas. En seguro. Es muy posible que nos veamos obligados
cualquier caso, antes de tachar de utopía una obra a citar, a título de ilustración, en el reglamento
de este género, conviene decidir, tras un examen mismo, o en un capítulo anexo, cierto número de
profundo de la cuestión, si existen reglas generales hechos históricos, o al menos, a referirnos a ellos.
que condicionen o faciliten la victoria en período Quizá esto suponga una excelente manera de evitar
de guerra civil. Sólo gracias a un examen de tal el exceso de esquematismo.
índole podrá definirse dónde terminan las indica-
ciones precisas, útiles, que disciplinen el trabajo a La insurrección y la fijación del “momento”
efectuar, y dónde comienza la fantasía burocrática.
Procuremos abordar la revolución partiendo ¿De qué se trata? ¿De un reglamento de la in-
de este punto de vista. Su fase suprema es la insu- surrección? Entiendo que, de adoptar la palabra
rrección, que decide acerca del poder. Va esta pre- reglamento, se trata, ante todo, de uno de la guerra
cedida siempre de un período organizativo y prepa- civil.
ratorio sobre la base de una campaña política de- Se dice que algunos compañeros han formula-
terminada. Como regla general, el momento de la do objeciones a este respecto y han dado la impre-
insurrección es breve pero decisivo en el transcur- sión de confundir la guerra civil con la lucha de
so de una revolución. Si se adquiere la victoria, le clases y la insurrección con la guerra civil. La ver-
sigue un período que comprende la consolidación dad es que esta constituye una etapa determinada
de aquella por medio del aplastamiento de las últi- de la lucha de clases cuando, rompiendo las trabas
mas fuerzas enemigas y la organización del nuevo de la legalidad, va a situarse en el plano de un reto
poder y de las fuerzas revolucionarias encargadas público y con cierta medida física de las fuerzas
de su defensa. opuestas. Concebida de tal modo, abarca las insu-
Dadas estas circunstancias, el reglamento de rrecciones espontáneas determinadas por causas
la guerra civil deberá componerse de tres capítulos locales, las intervenciones sanguinarias de las hor-
por lo menos: preparación de la insurrección, insu- das contrarrevolucionarias, la huelga general revo-
rrección, y por último, consolidación de la victoria. lucionaria, la insurrección por la conquista del
Así, pues, además de la introducción de principio a poder y el período de liquidación de las tentativas
que antes nos referíamos al hablar de característi- de sublevación contrarrevolucionaria. Todo ello
cas en forma abreviada de reglas generales o en entra en el terreno de la noción de la una guerra
forma de directrices, postulados y condiciones civil; todo ello resulta más amplio que la insurrec-
revolucionarias, nuestro reglamento deberá ence- ción y, sin embargo, infinitamente más estrecho
rrar tres capítulos que engloben por orden sucesivo que la noción de la lucha de clases, la cual campea
las tres etapas de la guerra civil. Tal será la arqui- a través la historia entera de la humanidad. Si se
tectura estratégica de la obra. El problema estraté- estima la insurrección como una tarea por realizar,
gico que tenemos que resolver consiste precisa- conviene hablar de ella a sabiendas y no defor-
mente en combinar con lógica todas las fuerzas y mándola, según suele hacerse al confundirla con
todos los medios revolucionarios a fin de alcanzar una revolución. Debemos librar de semejante con-
el móvil principal: la conquista y la defensa del fusión a los demás y empezar por desecharla noso-
poder. Es evidente que cada aspecto de esta estra- tros.
tegia provoca múltiples problemas tácticos particu- La insurrección comporta por doquiera y
lares, como la formación de centurias de fábrica, la siempre una tarea precisa que ha de realizarse. Con
organización de puestos de mando en las ciudades este propósito repartimos los respectivos papeles,
y en las vías férreas, y la preparación minuciosa de confiamos a cada cual su misión, distribuimos
los procedimientos para apoderarse de los puntos armas, escogemos el momento, asestamos golpes y
vitales urbanos. (…) tomamos el poder… si no se nos aplasta antes.
Porque es evidente que no tiende nuestra in- Debe ejecutarse con arreglo a un plan preconcebi-
tención a forjar un reglamento que constituya un do.
simple producto del espíritu, sino un reglamento Es una etapa determinada de la revolución. La
inspirado por la experiencia, aclarado y enriqueci- conquista del poder no remata la guerra civil sino
que la hace cambiar de carácter. Así, pues, se trata momento de la lucha para apoderarse del poder,
de un reglamento de la guerra civil, en efecto, y no luego de conquistarlo, pueden ser causa de graves
de un reglamento de la insurrección. peligros susceptibles de quebrantar el Estado revo-
Hemos aludido a los peligros del esquematis- lucionario en formación. Entonces debe procederse
mo. Veamos a la luz de un ejemplo en qué pueden a la organización de un “ejército rojo” regular.
consistir. Con frecuencia he tenido ocasión de ob- La fijación del momento insurreccional se re-
servar una de las más peligrosas manifestaciones laciona mucho con las medidas que acabamos de
esquemáticas en la manera como nuestros jóvenes examinar. Claro que no hay por qué designar arbi-
oficiales del Estado Mayor abordan las cuestiones trariamente, con independencia de los aconteci-
militares de la revolución. Echando una ojeada a mientos, la fecha fija e irrevocable de la insurrec-
las tres etapas que hemos distinguido en la guerra ción. Eso sería, en verdad, formarse una idea harto
civil, notamos que reviste un carácter particular en simplista del carácter de la revolución y de su
cada uno de los tres períodos el trabajo militar del desarrollo. Marxistas como somos, debemos saber
partido revolucionario dirigente. y comprender que no basta querer la insurrección
En el período de preparación revolucionaria, para llevarla a cabo. Cuando la hagan posible las
chocamos con el escollo obligado de las fuerzas condiciones objetivas, se impone ejecutarla, pues
(policía, ejército) de la clase dominante. Durante no se ejecuta sola. Y a tal fin, antes de desencade-
este momento, las nueve décimas partes del trabajo narla ha de tener listo su plan el estado mayor re-
militar del partido consisten en disgregar al ejército volucionario.
enemigo, en dislocarlo desde dentro, y sólo una El plan insurreccional dará una orientación de
décima parte en congregar y preparar las fuerzas tiempo y de lugar. Se tomarán en cuenta de la ma-
revolucionarias. Huelga añadir que están calcula- nera más minuciosa todos los factores y elementos
das de un modo arbitrario las proporciones aritmé- de la insurrección, con el golpe de vista justo para
ticas que indico; pero, aun así, dan idea de lo que determinar su dinamismo, para definir la distancia
debe ser en realidad el trabajo militar clandestino que la vanguardia revolucionaria deba mantener
del partido revolucionario. entre ella y la clase obrera con objeto de no aislarse
Cuanto más se aproxime el momento de la in- y, al mismo tiempo, se dará el salto decisivo. Uno
surrección, más debe intensificarse el esfuerzo para de los elementos necesarios de esta orientación es
formar organismos de combate. Entonces ya pro- el de fijar el momento oportuno. Se fijará de ante-
cede temer ciertos peligros esquemáticos. Es evi- mano, en cuanto aparezcan claras las señales de la
dente que no pueden tener una fisonomía muy insurrección. Por supuesto, no se divulgará a cual-
definida las formaciones de combate con cuya quiera el plazo marcado, y al revés, se disimulará
ayuda se apresta el partido revolucionario a llevar lo más posible al enemigo, sin inducir a error, em-
la insurrección a cabo, y se concibe menos aún que pero, al propio partido ni a las masas que lo sigan.
correspondan a unidades militares como la brigada, El trabajo de este se subordinará en todos los do-
la división o el cuerpo de ejército. A los encarga- minios a la fecha marcada, debiendo estar todo
dos de dirigir la insurrección no les dispensa lo dispuesto el día fijado. De engañar los cálculos,
anterior de hacer penetrar en ella el orden y el mé- podrá demorarse el momento aunque siempre esta
todo. Pero no se basa el plan de la misma sobre una eventualidad comporta graves inconvenientes y
dirección centralizada de las tropas revoluciona- numerosos peligros.
rias, sino, por el contrario, sobre la máxima inicia- Reconozcamos que consideran exento de im-
tiva de cada destacamento al cual se habrá asigna- portancia el plazo de la insurrección muchos co-
do de antemano con toda precisión la tarea que le munistas occidentales, quienes no han desechado
incumbe. En general, el insurrecto combate si- en absoluto su manera fatalista y pasiva de abordar
guiendo los métodos de la guerrilla, es decir, por los principales problemas revolucionarios. Todavía
medio de destacamentos de partidarios o semipar- constituye su tipo más expresivo y lúcido Rosa
tidarios mucho más cimentados por la disciplina Luxemburgo. Desde el punto de vista psicológico,
política y por la clara conciencia de la unidad de la se comprende sin esfuerzo. Ella se formó, digá-
meta propuesta que por no importa qué disciplina moslo así, en la lucha contra el aparato burocrático
jerárquica. de la socialdemocracia y de los sindicatos alema-
Después de la toma del poder, se modifica nes. Demostró incansablemente cómo este aparato
completamente la situación. La lucha de la revolu- ahogaba la iniciativa del proletariado. No veía
ción victoriosa por asegurar su defensa y su desa- salvación ni salida para ello sino en un irresistible
rrollo se transforma inmediatamente en lucha por empuje de las masas que arrollara todas las barre-
la organización del aparato gubernamental centra- ras y defensas edificadas por la burocracia social-
lizado. Los destacamentos de partidarios, cuya demócrata. Para Rosa Luxemburgo, la huelga ge-
aparición era tan inevitable como necesaria en el neral revolucionaria, desbordando todas las orillas
de la sociedad burguesa, se había convertido en ciertos extremos dedicados a las grandes atmósfe-
sinónimo de revolución proletaria. Sin embargo, ras obreras; pero ante todo, se dirigirá a los jefes.
cualquiera que sea su potencia, la huelga general (…)
no resuelve el problema del poder, no hace más
que plantearlo. Para apoderarse del poder, se re- ¿En qué momento se debe comenzar?
quiere organizar la insurrección, apoyándose en la
huelga general. Toda la evolución de Rosa Luxem- La catástrofe alemana de 1923 ha decidido a
burgo lleva a pensar que hubiera acabado por ad- la Internacional Comunista a ocuparse de los mé-
mitirla. Pero cuando fue arrancada de la lucha to- todos organizativos de la revolución, y particular-
davía no había dicho su última ni su penúltima mente de la insurrección revolucionaria. Sobre este
palabra. extremo ha adquirido una importancia de principio
No obstante, hace poco aún existía en el Par- la fijación del momento insurreccional, puesto que
tido Comunista alemán una acusada corriente hacia se ha demostrado de modo notorio que tal cuestión
el fatalismo revolucionario. “Se acerca la revolu- es la piedra de escándalo en la cual convergen
ción, que traerá la insurrección y nos dará el poder todos los problemas relativos a la organización del
[decían los representantes de tal tendencia]. En lo movimiento revolucionario.
que atañe al partido, en este momento reduce su La socialdemocracia ha adoptado acerca de la
papel a provocar la agitación revolucionaria y a revolución la actitud que caracteriza a la burguesía
esperar sus efectos.” En tales condiciones, plantear liberal en su período de lucha por el poder contra el
concretamente la cuestión del plazo insurreccional feudalismo y la monarquía. La burguesía liberal
es sacar de la pasividad y del fatalismo al partido, especula con la revolución; pero se guarda mucho
es ponerlo frente a los principales problemas revo- de asumir su responsabilidad. En el instante propi-
lucionarios, entre ellos y sobre todo, el de la orga- cio de la lucha, echa en la balanza su riqueza, su
nización consciente de la insurrección para echar instrucción y los demás medios de influencia de su
del poder al enemigo. clase para tomar a manos llenas el poder. En 1918
Por eso en el reglamento de la guerra civil de- desempeñó un papel de este género la socialdemo-
be tratarse la cuestión del momento insurreccional. cracia alemana. En el fondo, constituía esta el apa-
Así facilitaremos la preparación del partido para rato político que transmitió a la burguesía el poder
insurreccionarse o, cuando menos, la preparación decaído de los Hohenzollern. Semejante política de
de sus cuadros. especulación pasiva es incompatible en absoluto
Conviene considerar que el paso más difícil con el comunismo, dado que se asigna el móvil de
que un partido comunista tendrá que franquear será apoderarse del poder en nombre y por interés del
el tránsito del trabajo preparatorio revolucionario, proletariado.
forzosamente largo, a la lucha directa por la toma La revolución proletaria supone una revolu-
del poder. No se dará este caso sin provocar crisis, ción de masas sin organizar en su conjunto. En el
y crisis graves. El único procedimiento para debili- movimiento desempeña un papel considerable el
tar su alcance y facilitar la agrupación de los ele- ciego empuje de estas masas. No puede adquirirse
mentos dirigentes más resueltos consiste en per- la victoria más que por un partido comunista que
suadir a los cuadros del partido para meditar y se adjudique como objetivo preciso la conquista
ahondar de antemano las cuestiones derivadas de la del poder, que con un cuidado minucioso medite,
insurrección revolucionaria, y con un sentido tanto forje y reúna los medios de alcanzar el móvil per-
más concreto cuanto más próximos estén los acon- seguido, y que, apoyándose en la insurrección de
tecimientos. las masas, realice sus designios. Con su centraliza-
(…) ción, su resolución y su manera metódica de abor-
¿A quién destinaremos el reglamento de la dar la insurrección, el partido comunista aporta al
guerra civil? “A los obreros [han respondido cier- proletario, en la lucha por el poder, las ventajas
tos compañeros], con objeto de que sepa cada cuál que la burguesía lleva consigo a causa de su posi-
de ellos cómo comportarse.” Sin duda, sólo habría ción económica. Sobre este particular no es un
motivos para alabarse de que “todo” obrero supiera simple detalle técnico la cuestión del momento
lo que le corresponde hacer. Pero ello traspone la insurreccional. Por el contrario, demuestra de la
cuestión a una escala sobrada, amplia y, por tanto, manera más clara y precisa hasta qué punto se está
utópica. De cualquier modo, no es por esta finali- preparado para abordar la insurrección con todas
dad por donde hay que empezar. En primer lugar, las reglas del arte militar.
debe destinarse nuestro reglamento a los cuadros Es innegable que, cuando se trata de fijar el
del partido, a los caudillos de la revolución. Natu- momento de la insurrección, no puede uno basar
ralmente, en él se vulgarizarán ciertos capítulos y sus cálculos sobre la experiencia meramente mili-
tar. Disponiendo de suficientes fuerzas armadas, un
Estado logra desencadenar la guerra a su antojo. de Soviets. Pero pueden transcurrir tres o cuatro
Por otra parte, durante la guerra, el alto mando semanas antes de que se celebre. Ahora bien: es de
decide la ofensiva después de haber pesado todos toda evidencia que este Congreso, en una situación
los datos de la situación. Resulta, empero, más así, ha de consagrar la conquista del poder, so pena
fácil analizar una situación militar que una situa- de exponerse a la represión. Dicho de otro modo,
ción revolucionaria. El mando militar ha de habér- el poder de hecho debe hallarse en manos del pro-
selas con unidades combatientes organizadas, cuyo letariado al llegar el momento de reunirse el Con-
enlace entre sí se ha estudiado con esmero y com- greso.
binado con antelación, merced a lo cual sus direc- Por consiguiente, el plazo que se marque para
tores tienen, digámoslo así, a los ejércitos entre preparar la insurrección será de dos meses a dos y
manos. No es menos innegable que, durante una medio. Este lapso de tiempo, deducido del análisis
revolución, ocurre algo muy distinto. Ya no están general que se haya hecho de la situación política y
separadas de las masas obreras las formaciones de de su desarrollo ulterior, define el carácter y el
combate, las cuales no consiguen aumentar la vio- aspecto que se requiere imprimir al trabajo militar
lencia del choque que deban producir sino ligadas revolucionario con miras a la desorganización del
con el movimiento ofensivo de aquellas. De ahí ejército burgués, a la incautación de la red ferro-
que incumba al mando revolucionario discernir el viaria, a la formación y al armamento de los desta-
ritmo de ese movimiento para fijar a ciencia cierta camentos obreros y demás pormenores. Asignamos
el instante de ejecutarse la ofensiva decisiva. una tarea bien definida al mando clandestino de la
(…) ciudad por conquistar: adopción de tal o cual me-
Veamos un ejemplo. Los postulados políticos dida durante las cuatro primeras semanas; puntua-
indispensables al éxito de la insurrección residen lización de cada disposición e intensificación de
en el quebrantamiento de la máquina gubernamen- los preparativos en el curso de las dos semanas
tal y en el apoyo que a la vanguardia revoluciona- siguientes, de suerte que esté todo dispuesto para la
ria preste la mayoría de los trabajadores de los acción dentro de los quince días posteriores. De
principales centros y regiones del país. esta manera, realizando faenas de carácter limita-
Admitamos que las cosas no hayan llegado do, aunque claramente definido, se ejecuta el traba-
todavía a tanto, sino que estén cerca de llegar. jo militar revolucionario sin salirse de los límites
Aumentan con rapidez las fuerzas del partido revo- del plazo impuesto. Así se evitará caer en el desor-
lucionario; pero es dificultoso comprobar si tiene den y la pasividad, que pueden ser fatales, obte-
tras sí una mayoría suficiente de trabajadores. En- niendo, por el contrario, la fusión necesaria de
tretanto, como cada vez se hace más grave la situa- esfuerzos, a la par que más resolución en todos los
ción, se plantea prácticamente el problema insu- jefes del movimiento. Al mismo tiempo, debe lle-
rreccional. ¿Qué debe hacer la dirección del parti- varse a fondo el trabajo político. La revolución
do? Supongamos que razona de la manera siguien- sigue su curso lógico. Un mes después, ya estamos
te: en condiciones de comprobar si de veras ha logra-
1º. Puesto que en el transcurso de las últimas do el partido captarse a la mayoría de los obreros
semanas se ha acrecentado con rapidez la influen- en los principales centros industriales del país.
cia del partido, cabe presumir que esté a punto de Cabe hacer tal comprobación por medio de un
seguirnos la mayoría obrera de tales o cuales cen- “referéndum” cualquiera, de una gestión de los
tros principales del país. En estas condiciones, sindicatos o de manifestaciones en la calle, y hasta
concentremos sobre estos puntos decisivos las con una combinación de todos estos medios.
mejores fuerzas afiliadas y calculemos que necesi- Cuando adquirimos la certeza de haber fran-
taremos alrededor de un mes para captarnos la queado, según teníamos previsto, la primera etapa
mayoría. que nos trazáramos, con ello se refuerza de modo
2º. Desde el momento en que está con noso- singular el término fijado para la insurrección. En
tros la mayor parte de los principales centros del cambio, si se denota que seguimos sin tener junto a
país, podemos llamar a los trabajadores para que nosotros a la mayoría de los obreros, por mucho
constituyan soviets de diputados obreros, a condi- que haya aumentado nuestra influencia durante el
ción, por supuesto, de que prosiga la desorganiza- mes transcurrido, es prudente aplazar el momento
ción del aparato gubernamental. Calculemos que la de la insurrección. (…)
constitución de los soviets en los principales cen- Claro que es meramente hipotético el ejemplo
tros y regiones del país exija todavía dos semanas. que antecede; pero comporta una notable ilustra-
3º. Puesto que están organizándose soviets en ción de la idea que debe uno formarse de la prepa-
las principales aglomeraciones y regiones del país ración insurreccional. No se trata de jugar a ciegas
bajo la dirección del partido, se impone, natural- con las fechas sino de determinar el momento de la
mente, la convocatoria de un Congreso Nacional insurrección basándose en la marcha misma de los
acontecimientos, de comprobar su justeza en el muy cerca de creer que no ofrece otro sentido en el
transcurso de las etapas sucesivas del movimiento, momento de una revolución.
y de fijar el término al cual ha de subordinarse todo Durante el curso de un período definido, au-
el trabajo de preparación revolucionaria. menta la combatividad del proletariado y toma las
(…) más diversas formas: huelgas, manifestaciones,
colisiones con la policía. Empiezan las masas a
La calma antes de la tempestad tener conciencia de su fuerza. Basta, para darles
una satisfacción política, la amplitud progresiva
Queda aún cierta cuestión, de valor conside- del movimiento. Acrecen su entusiasmo cualquier
rable para la inteligencia del desarrollo de la guerra manifestación nueva y cualquier éxito en el domi-
civil, que debe tratarse de una u otra manera en nio, político y económico. Pero pronto se extingue
nuestro futuro reglamento. este período. La experiencia de las multitudes se
Quien estuviese al corriente de las discusiones enriquece a la vez que su organización se desarro-
que han seguido a los acontecimientos de Alema- lla. En el campo opuesto, también el enemigo evi-
nia en 1923 observará, seguro, la explicación que dencia que no está decidido a ceder el puesto sin
se ha dado de la derrota. “Su principal causa [se ha combate. De ahí resulta que se torna más crítico,
dicho] es que, en el momento decisivo, carecía más profundo, más angustioso el estado de ánimo
totalmente de ardor combativo el proletariado ale- revolucionario de las masas. Buscan estas, sobre
mán. Las masas no quisieron batirse, y la mejor todo si han notado faltas y sufrido reveses, una
prueba de ello está en que ni por asomo reacciona- dirección segura; quieren poseer la certidumbre de
ron ante la ofensiva fascista. De modo que, dada que van a batirse, de que se sabrá conducirlas y de
esta actitud, ¿qué podía hacer el partido?...” Tal fue que en la batalla decisiva pueden descontar la vic-
la conclusión lanzada a vuelo por nuestros compa- toria. Este tránsito del optimismo casi ciego a una
ñeros Brandler, Talheimer y otros. conciencia más precisa de las dificultades por sal-
De primera intención, parece irrefutable el ar- var es lo que engendra esa pausa revolucionaria,
gumento. Sin embargo, el “momento decisivo” de que corresponde, hasta cierto punto, a una crisis en
1923 no se acordó de un día al siguiente. Fue resul- el estado de ánimo de las masas.
tado de todo el período anterior de luchas cuya Siempre que el resto de la situación se preste a
violencia iba constantemente agravándose. Carac- ello, sólo el partido político puede disipar semejan-
terizan de un extremo a otro el año en cuestión las te crisis, máxime por la impresión que produzca de
batallas que tuvo que librar el proletariado alemán. estar decidido en verdad a dirigir la insurrección.
Entonces, ¿cómo perdió de pronto la clase obrera Entretanto, la grandeza histórica del objetivo por
alemana toda su combatividad en vísperas de su alcanzar, que comporta la conquista del poder,
octubre? No se explica. Asimismo no se puede por suscita inevitables vacilaciones dentro del partido
menos de preguntarse si es exacto que los obreros inclusive, especialmente entre sus esferas directi-
alemanes no quisieran batirse. vas, sobre las cuales se concentrará en seguida la
Esta pregunta nos retrotrae a nuestra propia responsabilidad del acto. De modo que constituyen
experiencia de octubre. Releyendo los periódicos, dos fenómenos simultáneos: el retraimiento de las
el período que precedió a la revolución de aquel masas antes de la batalla y el titubeo de los caudi-
mes, aunque no sean más que los del partido mis- llos. Por eso se oye decir que no aspiran ellas a
mo, vemos a los compañeros que impugnaban la pelear, que sus disposiciones son más bien pasivas,
idea de la insurrección argüir precisamente el poco y que en tales condiciones implica una aventura
entusiasmo de la clase obrera por la batalla. Hoy empujarlas a la insurrección. Huelga añadir que
casi se antoja increíble esto. Sin embargo, tal fue el cuando prepondera semejante estado de ánimo, no
principal argumento que invocaban. Así pues, nos puede por menos de quedar vencida una revolu-
encontrábamos en una situación análoga. Durante ción. Y después de la derrota, provocada por el
todo el año 1917 había estado en la brecha el prole- propio partido, nadie impide contarle a todo el
tariado ruso; pero cuando se planteó la cuestión de mundo que era imposible la insurrección porque no
tomar el poder, se elevaron voces afirmando que la querían las masas.
no querían batirse las masas obreras. Y efectiva- Debe examinarse esta cuestión a fondo. Fun-
mente, en vísperas de octubre se había atenuado un damentándose en la experiencia adquirida, convie-
poco el movimiento. ¿Por obra del azar? ¿No con- ne aprender a aprovechar el momento en que el
vendrá mejor discernir en ello determinada “ley” proletariado se diga a sí mismo: “Ya no cabe espe-
histórica? A mi juicio, no cabe duda de que un rar nada de las huelgas, de las manifestaciones y
fenómeno de este género debe de tener ciertas cau- otras protestas. Ahora se trata de batirse. Estoy
sas generales. En la naturaleza se llama este fenó- presto a hacerlo, porque no tiene más salida la
meno “la calma que precede a la tempestad”. Estoy situación; pero, puesto que se impone la batalla,
hay que librarla con el concurso de todas nuestras de que se insurreccionase este centro obrero. Huel-
fuerzas y bajo una dirección segura...”. En este ga añadir que no se puede zanjar seriamente una
instante ofrece la situación una gravedad extrema. cuestión de tal género sino sobre la base de datos
Es el desequilibrio más completo: una bola en el precisos y reales. La maniobra militar no dispone
vértice de un cono. El menor choque puede hacerla de estos datos, puesto que todo es convencional en
caer a un lado o a otro. Merced a la firmeza y a la ella. Pero en principio se concretaba la controver-
resolución de la dirección del partido, en Rusia la sia a dos medidas de tiempo, relativas a la guerra y
bola ha seguido la línea que conducía a la victoria. otra a la política revolucionaria. ¿Cuál de ambas
En Alemania, la política del partido ha derribado la medidas, en igualdad de condiciones, se impone
bola en el sentido de la derrota. durante la guerra? La de la guerra. Dicho de otro
modo: era dudoso que se sublevara Bielostok en el
La política y la actividad militar transcurso de unos días, y aun admitiendo que se
efectuase la sublevación, restaba por saber qué
¿Qué carácter infundiremos a esta obra: polí- haría el proletariado insurrecto sin armas ni prepa-
tico o militar? La haremos a partir del punto en que ración militar; pero era muy posible que se diezma-
la política se torna una cuestión de actividad mili- ran dos o tres divisiones en los dos o tres días que
tar, y la enfocará bajo tal aspecto. A primera vista, permanecieran dentro de posiciones insostenibles a
puede ello parecer contradictorio, porque no es la la espera de una insurrección que, hasta en el caso
política la que está al servicio de la insurrección, de producirse, muy bien podría no modificar de
sino la insurrección al servicio de aquella. En modo radical la situación militar.
realidad, no hay contradicciones. La insurrección Sabido es que la mayoría del Comité Central
sirve en conjunto, sin duda, a los móviles principa- del Partido Comunista ruso, y yo con ella, había
les de la política proletaria. Pero cuando se ha des- adoptado, contra la minoría, a cuya cabeza se ha-
encadenado la insurrección, debe subordinársele llaba el compañero Lenin, la decisión de no con-
toda la política del momento. certar la paz, aunque corriéramos riesgo de ver a
(…) los alemanes pasar a la ofensiva. ¿Qué sentido
Repetimos aún que la lucha civil no es la con- tenía esta decisión? Algunos compañeros espera-
tinuación violenta de la lucha de clases. En cuanto ban utópicamente una guerra revolucionaria. Otros,
a la insurrección, es la continuación de la política entre los cuales me contaba yo, estimaban necesa-
por otros medios. De ahí que no quepa compren- rio tantear al obrero alemán, con el objeto de saber
derla sino con arreglo a sus medios. No hay posibi- si se opondría al káiser en la hipótesis de que ata-
lidad de medir la política con la vara de la guerra, cara a la revolución este último. ¿En qué consistía
lo mismo que no la hay de medir la guerra con la el error que cometíamos? En el riesgo excesivo que
vara única de la política, aunque no sea más que corríamos. Para sacudir la apatía del obrero ale-
por lo que al tiempo atañe. Comporta esta una mán, se habrían requerido semanas, meses inclusi-
cuestión especial que vale la pena de que la trate en ve, en tanto que los ejércitos alemanes no necesita-
serio nuestro futuro reglamento de la guerra civil. rían sino unos días para avanzar hasta Dwinsk,
Durante el período de preparación revolucionaria, Minsk y Moscú.
medimos el tiempo con la vara política, es decir, Larga es la medida de la política revoluciona-
por años, meses o semanas. Durante el período de ria, mientras que la medida de la guerra es corta.
insurrección, lo medimos por horas o días. No en Quien no se penetre de esta verdad tras de estudiar,
balde se arguye que en época de guerra, un mes y a meditar y profundizar previamente la experiencia
veces un solo día equivalen a un año. En abril de pasada, se arriesga a cometer muchas faltas por lo
1917, Lenin aconsejaba: “Pacientemente, infatiga- que respecta a la conjunción de la política revolu-
blemente, explicar a los obreros…”. Y a fines de cionaria y la actividad militar, o sea a lo que nos
octubre no quedaba ya tiempo de dar explicaciones confiere mayor superioridad sobre el enemigo.
a quien no hubiese comprendido todavía. Era me-
nester pasar a la ofensiva, poniéndose al frente de Necesidad de plantear los problemas de la
quienes se hubiesen percatado. En octubre, la pér- guerra civil con una claridad máxima
dida de una sola jornada habría podido reducir a
cero el trabajo de varios meses, incluso de años de Un compañero nos ha retrotraído a la cuestión
preparación revolucionaria. de saber qué género de reglamento planeamos, si
Recuerdo un tema de maniobra que dimos ha- de la insurrección o de la guerra civil. “No debe-
ce algún tiempo en nuestra Academia Militar. Se mos apuntar demasiado lejos (nos ha dicho este
trataba de resolver si debíamos evacuar en seguida compañero), porque entonces se limitaría nuestra
la región de Bielostok, cuya posición la hacía in- tarea a coincidir en general con las tareas de la
sostenible, o mantenernos en ella con la esperanza Internacional Comunista.” Nada menos cierto, y
quien se expresa demuestra que confunde la guerra utopía que, de pretender infundirle cuerpo y vida,
civil, en la acepción propia del término, con la estaría en peligro de resultar falsa.
lucha de clases. Cuando con el auxilio de un organismo militar
Si tomamos el de Alemania como caso de es- clandestino tengo que apoderarme de una ciudad
tudio, podemos, por ejemplo, comenzar examinan- (móvil parcial del conjunto de un plan para la toma
do con provecho los acontecimientos de marzo de del poder en el país), divido mi tarea en objetivos
1921. Luego viene el largo período de reagrupa- particulares (ocupación de edificios gubernamenta-
ción de fuerzas bajo las consignas del frente único. les, estaciones, correo, telégrafo, imprentas) y con-
Es evidente que ningún reglamento de guerra civil fío la ejecución de cada una de estas misiones a los
corresponde a este período. A partir de enero de jefes de los pequeños destacamentos iniciados de
1923 y de la ocupación del Ruhr, aparece otra vez antemano en los fines que se les han asignado. No
una situación revolucionaria que se agrava brus- debe contar cada destacamento más que consigo
camente en junio del mismo año, cuando se de- mismo, debiendo poseer su propia intendencia,
rrumba la política de resistencia pasiva practicada puesto que si no podría ocurrir que, después de
por la burguesía alemana y cruje por todas partes el haberse apoderado de la casa de correos, por ejem-
aparato estatal burgués. Este nuevo período es el plo, careciera totalmente de víveres.
que debemos estudiar de modo minucioso, pues Cualquier tentativa de centralizar y jerarquizar
por un lado nos da un ejemplo clásico de la manera estos destacamentos llevaría de manera ineluctable
como se desarrolla y madura una situación revolu- a la burocratización, que en época de guerra es el
cionaria y, por otro lado, un ejemplo no menos doble de temible que en época normal: primero,
clásico de una revolución abortada. porque haría creer con engaño a los jefes de desta-
En 1923 tuvo Alemania su guerra civil; pero camentos que es forzoso que los mande alguien,
no sobrevino la insurrección que debía coronarla y cuando, por el contrario, conviene inculcarles la
resolverla. El resultado fue una situación revolu- seguridad de que disponen de la más amplia liber-
cionaria verdaderamente excepcional, irremedia- tad de acción y de la mayor iniciativa; segundo,
blemente comprometida, y una burguesía quebran- porque la burocratización, ligada al sistema jerár-
tada, consolidada de nuevo en el poder. ¿Por qué? quico, quitaría a los destacamentos sus elementos
Porque en el momento propicio no se continuó la mejores, en función de las necesidades de los esta-
política por los medios insurreccionales que impo- dos mayores. Desde el primer momento insurrec-
nía la lógica. (…) cional, quedarían estos suspensos entre cielo y
Un compañero ha impugnado la observación tierra, mientras los destacamentos, aguardando
que yo había hecho acerca del organismo militar órdenes superiores, estarían condenados a la inac-
del partido en período de preparación revoluciona- tividad y a pérdidas de tiempo que harían seguro el
ria durante la insurrección y después de la conquis- fracaso de la insurrección. Tales son las razones
ta del poder. Según este compañero, no debiera por las cuales debe condenarse como un prejuicio
tolerarse la existencia de destacamentos de partida- antirrealista el desdén de los militares profesiona-
rios, siendo necesarias sólo las formaciones milita- les hacia las organizaciones “caóticas” de partida-
res regulares. “Los destacamentos de partidarios rios.
(nos ha dicho) son organizaciones caóticas...”. Al Asimismo, después de la toma del poder en
oír estas palabras, poco me ha faltado para deses- los principales centros del país, pueden los desta-
perar. Porque, ¿a qué conduce tal arrogancia doc- camentos de partidarios desempeñar un papel efi-
trinaria? Si los destacamentos de partidarios son cacísimo en campaña ordinaria. Basta recordar el
organizaciones caóticas, hay que reconocer que, apoyo que prestaron al Ejército Rojo y a la revolu-
desde el mismo punto de vista meramente formal, ción operando a la zaga de las tropas alemanas en
también la revolución es un caos. Ucrania y a la zaga de las tropas de Koltchak en
No obstante, en el primer período revolucio- Siberia. Sin embargo, queda sentado como regla,
nario estamos obligados de modo ineludible a apo- en definitiva, que al punto pone el poder revolu-
yarnos exclusivamente en destacamentos de esta cionario manos a la obra para incorporar los mejo-
índole. Se nos objeta que estos destacamentos de- res destacamentos de partidarios y sus elementos
ben disciplinarse. Estamos en absoluto de acuerdo más seguros al sistema de un organismo militar
si con ello se quiere decir que en la guerra de par- regular. De otro modo, sin duda se tornarían estos
tidarios no debe desdeñarse ninguno de los ele- destacamentos factores de desorden susceptibles de
mentos de orden y de método accesibles a tal géne- degenerar en bandas armadas al servicio de los
ro de guerra. Pero soñar con un organismo militar elementos de la pequeña burguesía anarquizante e
jerarquizado, centralizado y constituido antes de insubordinados contra el Estado proletario. De ello
que se efectúe la insurrección, es entregarse a una tenemos no pocos ejemplos.
Bien es verdad que también hubo héroes entre continuo. Al parecer, esta conducta se asemeja de
los partidarios rebeldes al organismo militar regu- un modo extraño a la dialéctica, y a la postre se la
lar. Se han citado los nombres de Siverss y Kikvi- toma por tal de buena gana. En realidad, no lo es ni
dsé. Por mi parte, podría enumerar otros muchos. por asomo. El pensamiento dialéctico equivale a un
Siverss y Kikvidsé combatieron y murieron heroi- resorte, y los resortes están hechos de acero tem-
camente. Y hoy, aureolados por el resplandor de plado. Nada en absoluto deciden ni enseñan las
sus inmensos méritos, ante la mirada de la revolu- dudas y las reservas. Cuando se pone de relieve
ción, palidecen hasta el punto de desaparecer tales con luminosidad la idea esencial, pueden por lógi-
o cuales aspectos negativos de su actividad de par- ca agruparse alrededor suyo las reservas y las res-
tidarios. Pero en aquel momento era indispensable tricciones. Ateniéndose únicamente a las reservas,
proceder contra todo lo que de negativo hubiera en el resultado, en teoría, será la confusión, y en la
ellos. Sólo a tal costa podíamos llegar a organizar práctica, el caos. Pero confusión y caos no tienen
el Ejército Rojo y a ponerlo en condiciones de la menor concomitancia con la dialéctica. Por lo
alcanzar victorias decisivas. general, una pseudo dialéctica de esta índole suele
Una vez más aconsejo prevenirse contra cierta ocultar sentimientos socialdemócratas o estúpidos
confusión terminológica, pues de ordinario disimu- con respecto a la revolución, cual si se tratara de
la cierta confusión de nociones. Al mismo tiempo, algo que se lleva a cabo fuera de nosotros. En tales
aconsejo prevenirse contra los errores que puedan circunstancias, no hay posibilidad de concebir la
cometerse negándose a plantear la cuestión insu- insurrección como un arte. Y queremos estudiar la
rreccional de manera franca y valerosa, con el pre- teoría de ese arte precisamente.
texto de que la situación varía y se modifica de (…)

ROBERTO SÁENZ
CIENCIA Y ARTE DE LA POLÍTICA REVOLUCIONARIA

2. ¿QUÉ ES LA POLÍTICA REVOLUCIONARIA?


Queremos comenzar respondiendo al interro- manifiestan, se trate de una simple reivindicación
gante que preside este material y es su disparador salarial, o que la clase capitalista quiera imponer
primero y más general: ¿qué es la política revolu- determinado régimen de explotación del trabajo, o
cionaria? En nuestra visión, la política revolucio- que los burgueses agrarios defiendan determinado
naria no es otra cosa que un resorte de la acción; régimen de propiedad de la tierra, o que un go-
un instrumento de intervención sobre un campo de bierno legisle sobre una inversión extranjera, una
las relaciones sociales: la política, la afirmación de ley electoral o lo que sea, en todos los casos lo que
los intereses propios como “generales”. Su especi- está ocurriendo es una acción en el campo político
ficidad es cómo se verbalizan o traducen a ese que hace a la defensa –directa o indirecta, abierta o
plano (sea mediante reivindicaciones, consignas, embozada– de determinados intereses de clase (sea
programas o por intermedio del instrumento que este interés económico, social, específicamente
corresponda), determinados intereses de clase. político o, incluso más allá, en el terreno de las
Dicho de otra manera: la política revolucionaria es relaciones entre estados). Porque la política es,
una acción para hacer valer, en cada caso, los in- justamente, esa explicitación: la búsqueda de hacer
tereses inmediatos e históricos de la clase trabaja- valer determinados intereses sociales mediante una
dora precisamente en el campo en que esos inte- intervención en el ámbito de generalización de
reses expresan su pugna, el campo de la política1 . esos intereses.
En las más diversas circunstancias en las cua- Señalemos, además, que el campo de la políti-
les las clases sociales o las fracciones de clase se ca posee instituciones que le son propias y que son
las que explicitan, “traducen” o defienden estos
1
intereses de las clases en pugna: los partidos políti-
La política, por definición, es un terreno de represen- cos, sean burgueses u obreros; el Estado, que de-
tación de intereses sociales, pero como esta representa- fiende los intereses generales de la clase capitalista
ción no siempre habla en su propio nombre sino de
manera disfrazada, Marx solía asemejar el terreno de la
mediante uno u otro gobierno; los sindicatos (aun-
política a un teatro. que aparezcan circunscriptos sólo a las relaciones
“económicas” entre obreros y patrones); el parla- son determinados intereses de clase. De ahí que
mento y la justicia; las fuerzas armadas; los medios Lenin hable de la política como economía concen-
de comunicación, tan importantes hoy, y otras. trada.
Estas instituciones en general defienden los inte- Sin embargo, nunca se puede perder de vista
reses de la clase capitalista y sus diversas fraccio- que la política tiene su propia especificidad, sus
nes (aunque nombramos aquí también a los sindi- propias leyes de funcionamiento; si así no fuera, no
catos, que de uno u otro modo son expresión o se justificaría como plano delimitado de la realidad
“representativos” de la clase trabajadora). social, no tendría razón de ser o existir. Porque es
Como digresión, recordemos que, en la tradi- la propia realidad social escindida y fetichizada
ción del marxismo, el ámbito jurídico-político es el bajo el capitalismo la que hace de la política un
de una “superestructura” que corresponde de ma- campo dialécticamente “separado”. Pero un campo
nera que no es nunca mecánica a determinaciones donde, en el fondo, se afirman intereses sociales y
que provienen de la estructura económico-social de de clase; donde estos intereses se traducen y ad-
la sociedad (relaciones materiales que son las que quieren voz y generalización. En suma, un campo
fijan, finalmente, el contenido y los límites de cada que opera mediante desplazamientos y formacio-
superestructura), pero que deben proyectarse a ese nes complejas que no se reducen a una mera “me-
ámbito para manifestarse y hacerse valer. En la cánica” proveniente de la economía, aunque sea
práctica, ambas “esferas” del todo social se en- ella la que, en último análisis, termine dando el
cuentran “fusionadas”: no existe una sin la otra. contenido a las cosas. Lo que no es más que decir
Sin embargo, esta totalidad dialéctica supone una que en general las formas políticas, los partidos, las
“división de tareas” que hace justamente a la polí- políticas de las cuales se trate, no se presentan
tica, el ámbito para la afirmación y generalización realmente en su propio nombre (referido a los in-
de los intereses de las distintas clases. tereses de clase que realmente defienden), sino
Volviendo a nuestro argumento, señalamos mediante algún tipo de enmascaramiento.
que la política revolucionaria es, precisamente, el Sucede que bajo el capitalismo el de la políti-
instrumento que se da una determinada vanguardia ca es un terreno que aparece fetichizado o inverti-
o sector de los trabajadores, organizada por lo ge- do, disimulando intereses particulares como si
neral en partido (o en algún tipo de organización), fueran generales. Afirma, por ejemplo, que “la
para intervenir en un sentido u otro en ese campo soberanía reside en el pueblo”, cuando este mismo
de delimitación de intereses sociales. En definitiva, “pueblo” no decide nada, sino solamente quién ha
la política revolucionaria es un resorte de la acción de ser su verdugo cada tantos años (como afirmara
sobre el campo político de los intereses de las cla- Lenin en “El Estado y la revolución” respecto de
ses en pugna llevada adelante por algún colectivo las elecciones en la democracia burguesa).
de los trabajadores, mayormente bajo la forma Por esto mismo, una de las tareas de la revo-
partido. lución y la auténtica transición socialista es la de
acabar con este desdoblamiento y tender a reabsor-
La política como economía concentrada ber la política, el manejo de los asuntos generales,
en el cuerpo social. De ahí la conocida frase de
Esto nos transporta, inmediatamente, a la co- Engels cuando definía que en el comunismo se
nocida definición leninista de la política como pasaría del “gobierno de las personas a la adminis-
“economía concentrada”. Se trata de una forma tración de las cosas”, dando a entender que la polí-
brillante y sintética de esclarecer el punto. Lenin tica como instancia separada desaparecería en el
quiere subrayar que la política, como concepto, se contexto de una administración común de los asun-
mueve entre dos límites. Por un lado, afirma que la tos por parte de una sociedad de iguales y autoor-
política o, más precisamente, las superestructuras ganizada, sin una instancia separada de la sociedad
jurídicas, políticas e ideológicas, no es terreno como es hoy el aparato de Estado.
independiente que se mueva en las nubes del feti- En todo caso, necesariamente bajo el capita-
chismo o la religión; se trata de un concepto lismo, y también en la transición al socialismo, la
“subordinado”, determinado dialécticamente por política opera bajo una serie de leyes de condensa-
las relaciones económico-sociales que le dan su ción (por oposición a la dispersión) que le son
contenido material. En definitiva, todo partido propias y que hacen de la intervención en el te-
político, todo gobierno o incluso toda religión (en
este último caso, de manera mucho más compleja e capitalismo en su despliegue de una concepción de
indrec-ta2), lo que reflejan, expresan o defienden, moral cristiana más adecuada al nuevo orden social que
la de la Iglesia Católica. La ética protestante y el espíri-
tu del capitalismo, el clásico de Max Weber, sigue sien-
2
Ejemplo típico al respecto es el movimiento de la do, aun en su matriz relativamente idealista, una de las
Reforma en Europa, que fue funcional al desarrollo del más brillantes explicaciones del fenómeno.
rreno político una tarea obligatoria e imprescindi- un mero proceder inconsciente (e inconsistente)
ble para los revolucionarios. A este respecto, es sobre las cosas mismas, en general condenado al
importante entender que la política se refiere, en fracaso. Pero, al mismo tiempo, la política tiene
definitiva, al Estado, que en el capitalismo aparece elementos de apreciación de las cosas a la primera
como instancia centralizadora, con un poder de ojeada. Es un terreno en el cual la intuición se
condensación que plantea las más importantes mueve a sus anchas, porque la dinámica de la
cuestiones en el centro de la escena, por oposición realidad muchas veces deja poco margen temporal
a la fragmentación de la miríada de conflictos en el para la reflexión razonada. Gramsci define la intui-
terreno estrictamente económico o de la “sociedad ción como “la rapidez con que se relacionan he-
civil”. De allí que la imprescindible intervención chos aparentemente ajenos entre sí”. En este te-
en el terreno político tenga el objetivo de ayudar a rreno además, inevitablemente, operan tanto el azar
formular reivindicaciones generales, de conjunto. como una lógica de probabilidades. Es decir, la
La acción política debe ser entendida como la dimensión artística y no una determinación mecá-
intervención en el ámbito de los asuntos generales, nica de los procesos. En esa dimensión artística o
de los programas, de las perspectivas de conjunto. intuitiva tiene enorme peso la experiencia anterior,
Tal es la tarea propia de los revolucionarios, en el haber pasado varias veces por circunstancias
contraste con la fragmentación y parcialidad a la similares. La intuición no es una iluminación mís-
que están sometidos los explotados en las luchas tica, sino que se forja a partir de una acumulación
cotidianas (el mero terreno económico). De ahí que de experiencias, aunque esas experiencias no estén
Lenin hablara de la necesidad de “elevarse a la expresamente razonadas. Es el subproducto de una
pelea política de conjunto”, a un campo que tras- experiencia que queda internalizada y que no
cendiera la mera lucha reivindicativa entre obreros siempre se asume conscientemente, sino que se
y patrones (que, sin embargo, es el punto de parti- hace valer a modo de reflejo.
da en la mayoría de los casos). La combinación de estos rasgos científicos e
Esta dialéctica hace que la clase obrera deba intuitivos, de esta ciencia y este arte de la política,
elevarse plenamente al plano político antes de que hacen a las características del “genio político”
por intermedio de la revolución socialista y la tran- (Clausewitz hablaba, agudamente, del “genio”
sición pueda abolir la política como ámbito sepa- guerrero); es decir, la capacidad de lograr la apre-
rado (y este aspecto nos separa de los anarquistas y ciación justa de las circunstancias. Rasgo que sólo
las corrientes “antipolítica”). Y esta elevación polí- se obtiene mediante la combinación del estudio y
tica revolucionaria es imprescindible porque el la experiencia, que no es otra cosa que el concepto
campo político es una esfera objetiva de la realidad de praxis que pedía Marx.
social, la esfera de la generalización de los inte- En resumen: la política revolucionaria como
reses de clase. Y la clase obrera debe elevarse a ese aplicación “subjetiva” (en el sentido de hecha por
plano: batallar en el plano de los “intereses genera- un sujeto) a un campo de determinaciones objeti-
les” para, con su política revolucionaria, hacerse vas puede mover montañas en la medida en que
valer y ganar hegemonía sobre el resto de las capas adquiera terrenalidad deduciéndose lógicamente de
explotadas y oprimidas. sus mismas premisas; o, como pidiera Lenin en sus
“Notas filosóficas a Hegel”, atrapar los eslabones
La política revolucionaria como ciencia y arte más débiles de la cadena de la realidad. De ahí el
lugar central que la política tiene en la acción de
Como la insurrección o como la guerra mis- los socialistas revolucionarios y que desde nuestra
ma, la política revolucionaria es, y no puede dejar corriente queremos reivindicar en el centro de
de ser, una ciencia y un arte. Como lo señalara nuestra actividad: hacer política revolucionaria
Lenin y antes que él el militar prusiano “hege- como centro de la actividad para transformar la
liano” Clausewitz -en los hechos, porque nunca realidad tomando como referencia no nuestro pro-
alcanzó a leer a Hegel-, toda acción humana sobre pio ombligo (como hacen muchas sectas que con-
un objeto determinado requiere de capacidades de funden sus deseos con la realidad, un autoengaño
ciencia y de arte, de conocimiento e intuición, las demagógico del que terminan siendo la primera
dotes del científico y el creador. Y la política y las víctima3), sino las determinaciones más profundas
guerras acaso más que ninguna otra. y objetivas de las tendencias sociales y políticas.
La dimensión científica tiene que ver con el
estudio, el análisis, los principios elementales y las
leyes que rigen el fenómeno de que se trate. Sin 3
“Los propios deseos y las propias pasiones bajas e
esta investigación, sin este estudio previo, sin los inmediatas son la causa del error, en la medida en que
principios generales de la ciencia particular a la sustituyen el análisis objetivo e imparcial, y esto no
que se refiera, la acción sería un puro empirismo, como ‘medio’ consciente para estimular la acción sino
como autoengaño. También en este caso la serpiente
Historia y política

En Gramsci es muy aguda la afirmación de la


política como momento creador, transformador;
como historia considerada como acontecimiento
que se desarrolla en el momento mismo en que está
acaeciendo. Gramsci recupera la dimensión de la
política no como algo meramente pasivo, sino co-
mo verdadera acción creadora de la realidad histó-
rica a partir de determinadas circunstancias. De ahí
que cuando habla del príncipe moderno (en alusión
a Maquiavelo) viera encarnado éste en el partido
político revolucionario como actor, a la cabeza de
la clase obrera, de esa política creadora de la histo-
ria. Es parado desde ahí que considera a la política
como la “única historia en acto, la única filosofía
en acto, la única política”.
La contemporaneidad de la historia no debe
ser vista como algo puramente “objetivo” que ocu-
rre paralelamente a nosotros, sino como un queha-
cer que, aunque parta de circunstancias determina-
das heredadas de las generaciones anteriores, nos
implica, implica a las clases fundamentales y su
política, implica a la acción que los sujetos sociales
llevan adelante en el campo de la lucha de clases y
transforma, para mal o para bien, la realidad de las
cosas.
De ahí que Gramsci tuviera en altísima estima
a la política revolucionaria (y al partido político
como su instrumento por excelencia) y la concibie-
ra como el instrumento de transformación de la
realidad dada. De ahí también que desprendiera
una concepción particular de la historia en el senti-
do no de algo que ocurre a pesar nuestro o librado
a la inexorabilidad de las cosas (o mero estudio del
pasado), sino que viera en la historia contemporá-
nea, en la historia que se desarrolla bajo nuestros
ojos, un campo para la intervención revolucionaria,
para transformar el curso de las cosas en el sentido
de la emancipación de los explotados y oprimidos.

muerde al charlatán, o sea que el demagogo es la prime-


ra víctima de su demagogia” (Gramsci, cit., p. 110).
ANEXO

ROBERTO SÁENZ
CIENCIA Y ARTE DE LA POLÍTICA REVOLUCIONARIA

7. GUERRA Y POLÍTICA
Desde Clausewitz, guerra y política son esfe- Esto no quiere decir que la guerra no tenga
ras estrechamente relacionadas. Lenin y Trotsky sus propias especificidades, sus propias leyes, que
retomaron esta definición del gran estratega militar requieren de un análisis científico de sus determi-
alemán de comienzos del siglo XIX a lo largo de naciones y características. Desde la Revolución
su obra. Se apoyaron en Engels, que ya a mediados Francesa, pasando por las dos guerras mundiales y
del siglo XIX le había comentado a Marx el agudo las revoluciones del siglo XX, la ciencia y el arte
“sentido común” de los escritos de Clausewitz. de la guerra se enriquecieron enormemente.
También Franz Mehring, historiador de la social- Tenemos en mente las guerras bajo el capita-
democracia alemana y uno de los aliados de Rosa lismo industrializado o sociedades poscapitalistas
Luxemburgo, se había interesado en su momento como la ex URSS y el constante revolucionamien-
por la historia militar y reivindicaba a Clausewitz. to de la ciencia y la técnica guerrera. Las relacio-
Por otra parte, hacia finales de la II Guerra Mun- nes entre técnica y guerra son de gran importan-
dial, en el pináculo de su prestigio, Stalin rechazó a cia4; ya Marx había señalado que muchos desarro-
Clausewitz con el argumento de que la opinión llos de las fuerzas productivas ocurren primero en
favorable de Lenin se debía a que éste “no era es- el terreno de la guerra y se generalizan después a la
pecialista en temas militares”. Pierre Naville señala economía civil. Las dos guerras mundiales fueron
muy bien en una introducción a los textos del teó- subproducto del capitalismo industrial contempo-
rico militar alemán que el Frente Oriental y el ráneo, la puesta en marcha de medios de destruc-
triunfo militar del Ejército Rojo sobre la Wehrma- ción masivos, el involucramiento de las más gran-
cht había confirmado la tesis contraria: la validez des masas, la aplicación de los últimos desarrollos
de Clausewitz y lo central de sus intuiciones mili- de la ciencia y la técnica a la producción industrial
tares (entre otras, la importancia de las estrategias y a las estrategias de combate. Dieron lugar a toda
defensivas en la guerra). la variedad imaginable en guerra de posiciones y
de maniobra, con cambios de frente permanentes y
La guerra como continuidad de la política de magnitud, con la aparición de la aviación, los
por otros medios (y a la inversa) medios acorazados, los submarinos, la guerra quí-
mica y nuclear y un largo etcétera, del que quere-
Según su famosa definición, para Clausewitz mos destacar la experiencia del Frente Oriental en
la guerra era la continuación de la política por la II Guerra Mundial. Y como conclusión, cabe
otros medios; medios violentos, precisaba Lenin. volver a recordar lo señalado por Trotsky a partir
Quedaba así establecida una relación entre guerra y de su experiencia en la guerra civil: no hay que
política que el marxismo hizo suya. La guerra es atarse a ninguna táctica; la ofensiva y la defensa
una forma de las relaciones sociales, cuya lógica o son características que dependen de las circunstan-
contenido está inscripta en las relaciones entre los cias y, en su generalidad, la experiencia de la gue-
estados, pero que el marxismo ubicó, por carácter rra ha consagrado la vigencia de las enseñanzas
transitivo, en la formación de clase de la sociedad. de Clausewitz en la materia, que merecen un estu-
La guerra, decía Clausewitz, debe ser contemplada dio profundo de la nueva generación militante.
como parte de un todo, y ese todo es la política, Ahora bien, si la guerra es la continuidad de la
cuyo contenido, para el marxismo, es la lucha de política por otros medios, a esta fórmula le cabe
clases. Con agudeza, el teórico militar alemán sos- cierta reversibilidad. De ahí que muchos de los
tenía que la guerra debía ser vista como un “ele- conceptos de la guerra se vean aplicados a la polí-
mento de la contextura social”, que es otra forma tica, ya que ésta es, como la guerra, un campo para
de designar un conflicto de intereses solucionado
de manera sangrienta, a diferencia de los demás 4
conflictos. Entre muchos otros, en sus Memorias, Albert Speer,
ministro de industria militar en los últimos años del
gobierno de Hitler, destaca lo propio una y otra vez.
hacer valer determinadas relaciones de fuerza. Sin sólo como “momento transitorio entre dos gue-
duda, las relaciones de fuerza políticas se hacen rras”.
valer mediante un complejo de relaciones mayor y En esa apelación a la “guerra total”, las masas
más rico que el de la violencia desnuda, pero en el (el Volk) eran vistas sólo como un instrumento
fondo en el terreno político también se trata de pasivo, pura carne de cañón en la contienda, y no
quebrar la resistencia del oponente. más. Pero lo cierto es lo contrario: si la guerra no
En todo caso, la política como arte ofrece más es más que la continuidad de la política por medios
pliegues, sutilezas y complejidades que la guerra, violentos, la segunda fija los objetivos de la prime-
como señalara Trotsky, que además denunciaba el ra: “En el siglo XVIII aún predominaba la concep-
antihumanismo de la guerra en general5. De allí ción primitiva según la cual la guerra es algo inde-
que se pueda definir metafóricamente a la política pendiente, sin vinculación alguna con la política, e
como continuidad de la guerra cotidiana entre las inclusive se concebía la guerra como lo primario,
clases sociales explotada y explotadora. Así, la considerando la política más bien como un medio
política es una manifestación de la guerra de clases de la guerra; tal es el caso de un estadista y jefe de
que recorre de arriba abajo la realidad social bajo campo como fue el rey Federico II de Prusia. Y en
la explotación capitalista. Esta figura puede ayudar lo que se refiere a los epígonos del militarismo
a apreciar la densidad de lo que está en juego, su- alemán, los Ludendorff y Hitler, con su concepción
perando la mirada a veces ingenua de las nuevas de la ‘guerra total’, simplemente invirtieron la
generaciones. Nada de esto significa que tengamos teoría de Clausewitz en su contrario antagónico”
una concepción militarista de las cosas. Todo lo (AA.VV., “Clausewitz en el pensamiento marxis-
contrario: el militarismo es una concepción reduc- ta”, p. 44).
cionista que pierde de vista todo el espesor de la En esta suerte de analogía entre la política y
política revolucionaria y que deja de lado a las la guerra, buscamos dar cuenta de la íntima con-
grandes masas (reemplazadas por la técnica y el flictividad de la acción política, superando toda
herramental de guerra) a la hora de los eventos visión ingenua o parlamentarista. La política es un
históricos. Es característico del militarismo hacer terreno de disputa excluyente donde se afirman los
primar la guerra sobre la política, algo común tanto intereses de la burguesía o de la clase obrera. No
a las políticas de potencias imperialistas como a las hay conciliación posible entre las clases en sentido
formaciones guerrilleras pequeño-burguesas típicas último, y esto confiere todos los rasgos de guerra
de los años 70 en Latinoamérica: pierden de vista a implacable a la lucha política.
las grandes masas como actores y protagonistas de La política revolucionaria, no la reformista u
la historia. Tal era, por ejemplo, la posición del electoralista, tiene esa base material: la oposición
famoso general alemán de la I Guerra Mundial irreconciliable entre las clases, como destacara
Erich von Ludendorff, autor de “La guerra total”, Lenin. Lo que no obsta para que los revoluciona-
donde criticaba a Clausewitz desde una posición rios tengamos la obligación de utilizar la palestra
reduccionista que ponía en el centro de las deter- parlamentaria, hacer concesiones y pactar com-
minaciones la categoría de “guerra total”, a la que promisos, como ya hemos visto. Pero la utilización
independizaba de la política, y negaba el concepto del parlamento, o el uso de las maniobras, debe
de Clausewitz de “guerra absoluta”, que necesa- estar presidida por una concepción clara acerca de
riamente se veía limitado por las determinaciones ese carácter irreconciliable de los intereses de cla-
políticas. Para Ludendorff y los posteriores teóri- se, so pena de una visión edulcorada de la política,
cos del nazismo, lo “originario” era el “estado de emparentada no con las experiencias de las grandes
guerra permanente” y la política solamente uno de revoluciones históricas, sino con los tiempos pos-
sus instrumentos; de ahí que se considerara la paz modernos y destilados de la democracia burguesa y
el “fin de la historia” de las últimas décadas.

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Sustituismo, lucha de masas y el balance de
Trotsky decía que la guerra, y, sobre todo, la guerra
las revoluciones del siglo XX
civil (donde quedan suspendidos los lazos morales entre
las clases), como su forma más cruenta, debía ser pelea-
da ajustándose a sus propias leyes so pena de sucumbir, En todo caso, el criterio principista de tipo es-
como veremos luego. En todo caso, señalaba que la tratégico es que todas las tácticas y estrategias
guerra es lo más antihumano que hay, independiente- deben estar al servicio de la autodeterminación
mente de que hay guerras justas e injustas. Las que se revolucionaria de la clase obrera, de su emancipa-
originan en las necesidades e intereses de los explotados ción. En este sentido, y sobre la base de las leccio-
y oprimidos son guerras justas, inevitables si que quiere nes del siglo XX, debe ser condenado el sustituis-
acabar con la explotación del hombre por el hombre; de mo social de la clase obrera como estrategia y mé-
ahí que el socialismo revolucionario no predique el todo para lograr los objetivos emancipatorios del
pacifismo abstracto.
proletariado. El sustituismo como estrategia sim- tácticas de los revolucionarios es el de la indepen-
plemente no es admisible para los socialistas revo- dencia de clase de los trabajadores y su organiza-
lucionarios. Toda la experiencia del siglo XX ates- ción independiente; el criterio de la autodetermina-
tigua que si no está presente la clase obrera, su ción y centralidad de la clase obrera a la hora de la
vanguardia, sus organismos de lucha y poder, sus revolución social es un principio innegociable. Y
programas y partidos, si no es la clase obrera con no sólo un principio: hace a la estrategia misma de
sus organizaciones la que toma el poder, la revolu- los socialistas revolucionarios en toda su acción.
ción no puede progresar de manera socialista, ni la Otra cosa es que las relaciones entre masas,
transición al socialismo logra comenzar realmente; partidos y vanguardia sean complejas y no admitan
queda congelada en el estadio de la estatización de mecanicismos. Habitualmente los factores activos
los medios de producción, lo que, a la postre, no son la amplia vanguardia y las corrientes políticas,
sirve a los objetivos de la acumulación socialista mientras que las grandes masas se mantienen en
sino la de la burocracia. general pasivas y sólo entran en liza cuando se
Un ejemplo vivido por los bolcheviques a producen grandes conmociones, algo que, como
comienzos de 1920 fue la respuesta al ataque desde decía Trotsky, era signo inequívoco de toda verda-
Polonia a la revolución –en el marco de la guerra dera revolución.
civil–, que desató una contraofensiva del poder Hay una inevitable dialéctica de sectores ade-
rojo tan poderosa que atravesó la frontera rusa y lantados y atrasados en el seno de la clase obrera, y
llegó hasta Varsovia. Durante unas semanas domi- los revolucionarios, a la hora de su acción política,
nó el entusiasmo de que “desde arriba”, militar- no deben buscar un mínimo común denominador
mente, se podía extender la revolución. Uno de los para adaptarse a los sectores más atrasados, sino,
principales actores de este empuje era el talentoso por el contrario, ganar la confianza de los sectores
general Tujachevsky, asesinado por Stalin en las más avanzados de la clase obrera para empujar
purgas de los años 30. Sin embargo, esta acción juntos a los más atrasados. Incluso más: puede
fue vista y explotada por la dictadura polaca de haber circunstancias de descenso en las luchas del
Pilsudsky como “avasallamiento de los derechos proletariado, y el partido (más aún si está en el
nacionales polacos” y no logró ganar el favor de poder) verse obligado a ser una suerte de nexo o
las masas obreras y mucho menos campesinas, por “puente” entre el momento actual de pasividad y
lo que terminó en un redondo fracaso. Trotsky, que un eventual resurgimiento de las luchas de la
con buen tino se había opuesto a esta acción, sacó clase obrera en un período próximo. En ese mo-
la conclusión de que en todo caso una intervención mento no tendrá otra alternativa que “sustituir”
militar en un país extranjero desde un estado obre- transitoriamente la acción de la clase obrera en
ro sólo puede ser un punto de apoyo secundario a defensa de sus intereses inmediatos e históricos.
un proceso de revolucionamiento real de ese país Algo de esto decía Trotsky que le había pasado al
por parte de sus masas explotadas y oprimidas, bolchevismo al comienzo de los años 20, luego de
nunca el instrumento transformador fundamental: que la clase obrera y las masas quedaran exhaustas
“En la gran guerra de clases actual, la intervención a la salida de la guerra civil. Pero, en todo caso,
militar desde afuera puede cumplir un papel con- aquí el criterio es que aun “sustituyéndola” se de-
comitante, cooperativo, secundario. La interven- ben defender los intereses inmediatos e históricos
ción militar puede acelerar el desenlace y hacer de la clase obrera, y esta “sustitución” sólo puede
más fácil la victoria, pero sólo cuando las condi- ser una situación impuesta por las circunstancias,
ciones sociales y la conciencia política están madu- nunca elegida y, además, por un período relativa-
ras para la revolución. La intervención militar tiene mente breve y transitorio, so pena de transformarse
el mismo efecto que los fórceps de un médico; si se casi inmediatamente en otra cosa.
usan en el momento indicado, pueden acortar los La teorización del sustituismo social de la cla-
dolores del parto, pero si se usan en forma prema- se obrera en la revolución socialista ya pone las
tura, simplemente provocarán un aborto” (en E. cosas en otro plano: es una justificación de la ac-
Wollenberg, El Ejército Rojo, p. 103). ción de una dirección burocrática o pequeñobur-
De ahí que toda la política, la estrategia y las guesa que, si bien puede terminar yendo más lejos
tácticas de los revolucionarios deban estar al servi- de lo que ella misma preveía en el camino del anti-
cio de la organización, politización y elevación de capitalismo, nunca podría sustituir a la clase obrera
la clase obrera como clase dominante, y que no sea al frente del poder, so pena de que se terminen
admisible su sustitución a la hora de la revolución imponiendo (como ocurrió en la segunda mitad del
social por otras capas explotadas y oprimidas aje- siglo XX) los intereses de esa burocracia y no los
nas a la misma clase (otra cosa son las alianzas de de la clase obrera.
clases explotadas y oprimidas imprescindibles para Con este balance en la mano, la pelea contra
tal empresa). El criterio principal para todas las el sustituismo social de la clase obrera es absolu-
tamente estratégica y de principios, una de las túan en sustitución de la clase obrera y los métodos
grandes líneas maestras de los revolucionarios, de lucha de las masas como el terrorismo indivi-
centro fundamental de nuestra teoría de la revolu- dual, por las mismas razones. Pero debemos dejar a
ción socialista a partir de las enseñanzas del siglo salvo no sólo la formación de ejércitos revolucio-
pasado y que nos delimita de prácticamente todas narios, como el Ejército Rojo, sino incluso expe-
las demás corrientes trotskistas que carecen de ese riencias como la formación de milicias obreras y
balance. populares, o las dependientes de las organizaciones
revolucionarias. Tal fue la experiencia del POUM
El armamento popular y los anarquistas en la guerra civil española, más
allá del centrismo u oportunismo de su política, y
De ahí se desprende otra cuestión: la apela- podrían darse circunstancias similares en el futuro
ción a los métodos de lucha de la clase obrera en que puedan ser englobadas bajo la orientación de
contra del terrorismo individual, o de las minorías armamento popular, que si hoy parece lejana, po-
que empuñan las armas en falsa representación del dría ponerse a la orden del día en caso de reingre-
conjunto de los explotados y oprimidos. Desde este sar efectivamente en una época de crisis, guerras y
punto de vista, en el pasado siglo ha habido mu- revoluciones.
chas experiencias: el caso de las formaciones gue- Agreguemos algo más vinculado a la guerra
rrilleras latinoamericanas y del propio Che Gueva- de guerrillas. En Latinoamérica, en la década del
ra, que excluía, por definición, los métodos de 70, las formaciones foquistas o guerrilleras, rurales
lucha de masas en beneficio de los “cojones”, he- o urbanas, reemplazaban con sus “acciones” la
rramienta central de la revolución porque la clase lucha política revolucionaria, las acciones de ma-
obrera estaba supuestamente “aburguesada”. Un sas y la construcción de partidos de la clase obrera.
caso similar fue el del PCCh bajo Mao. Sin embargo, este rechazo a la guerra de guerrillas
La pelea contra el sustituismo social también como estrategia política no significa descartarla
hace a que los revolucionarios no inventamos nada, como táctica militar. Si es verdad que, habitual-
no pretendemos crear artificialmente los métodos mente, se trata de un método de lucha vinculado a
de la lucha y los organismos que las propias masas sectores provenientes del campesinado o más o
se dan. Más bien ocurre lo contrario: partimos de menos desclasados, bajo condiciones extremas de
sus experiencias de lucha, de sus métodos y orga- ocupación del país por fuerzas imperialistas o ex-
nismos y, en todo caso, buscamos hacer consciente tranjeras no se puede descartar la eventualidad de
su acción, generalizar estas experiencias e incorpo- poner en pie formaciones de este tipo, en todo caso
rarlas al acervo de enseñanzas de la clase obrera en íntimamente ligadas a la propia clase trabajadora,
lucha. Ésta era una preocupación característica de con un carácter de fuerza auxiliar similar a una
Rosa Luxemburgo, que insistía en la necesidad de suerte de milicia obrera, y siempre subordinadas al
aprender de la experiencia real de lucha de la clase método principal de lucha, que es la lucha de ma-
obrera, contra el conservadurismo pedante y de sas.
aparato de la vieja socialdemocracia6. También es En suma, el siglo XX ha dado lugar a un sin-
valiosa la ubicación de Lenin cuando, por creación número de ricas experiencias militares en el te-
de las masas, surgen los soviets. Los “bolcheviques rreno de la revolución, que requieren de un estudio
de comité”, demasiado habituados a prácticas sec- ulterior.
tarias y hasta conservadoras, se negaban a entrar en
el Soviet de Petrogrado porque éstos “no se decla- La ciencia y el arte de la insurrección
raban bolcheviques”... Lenin insistía que la orien-
tación debía ser “Soviets y partido”, y no contra- Pasemos ahora a las alianzas de clases y la
poner de manera pedante y ultimatista unos y hegemonía que debe alcanzar la clase obrera a la
otros. hora de la revolución. Si la centralidad social en la
Sobre la cuestión del armamento popular, re- revolución corresponde a la clase obrera, debe
chazamos tanto las formaciones militares que ac- tender puentes hacia el resto de los sectores explo-
tados y oprimidos. Para que la revolución triunfe,
6
Al respecto se puede ver su conocido folleto Huelga debe transformarse en una abrumadora mayoría
de masas, sindicatos y partido, que se puede poner en social. Y esto se logra cuando la clase obrera logra
interesante diálogo con el texto de Trotsky Clase, parti- elevarse a los intereses generales y a tomar en sus
do y dirección. Si Rosa enfatizaba el valor creativo de manos las necesidades de los demás sectores ex-
la acción de masas contra el conservadurismo de la plotados y oprimidos. Es aquí donde el concepto
socialdemocracia, Trotsky destacaba cómo en la guerra de alianza de clases explotadas y oprimidas se
civil las masas explotadas españolas lo habían dado transforma en un concepto análogo: hegemonía. La
todo, y la responsabilidad recaía enteramente en la tra- hegemonía de la clase obrera a la hora de la revo-
dición de la dirección
lución socialista corresponde al convencimiento de
los sectores más atrasados (incluso de la propia
clase obrera), de las capas medias, del campesina-
do, de que la salida a la crisis de la sociedad ya no
puede venir de la mano de la burguesía, sino sola-
mente del proletariado.
Este problema es clásico a toda gran revolu-
ción. Si la revolución francesa de 1789 logró triun-
far es porque desde su centro excluyente, París,
logró arrastrar tras de sí al resto del país. Algo que
no logró la Comuna de París casi cien años des-
pués, lo que determinó su derrota. Lo propio ocu-
rrió en el levantamiento espartaquista de enero de
1919, derrotado a sangre y fuego porque el interior
campesino de Alemania no logró ser arrastrado.
Multitudinarias movilizaciones de masas ocurrían
en Berlín, enfervorizando a sus dirigentes (sobre
todo a Karl Liebknecht; Rosa era consciente de que
se iba al desastre), mientras que en el interior el
ejército alemán se iba reforzando y fortaleciendo
con el apoyo del campesinado y demás sectores
conservadores7.
Precisamente en esa apreciación fundaba Le-
nin la ciencia y el arte de la insurrección: en una
previsión que debía responder a un análisis lo más
científico posible, pero también, inevitablemente, a
elementos intuitivos acerca de qué pasaría una vez
que el proletariado se levantase en las ciudades. El
proletariado se pone de pie y toma el poder en la
ciudad capital. Pero la clave de la insurrección, y la
revolución misma en ese momento, reside en si
logra arrastrar activamente, o, al menos, logra un
apoyo pasivo, tácito o, incluso, la “neutralidad
amistosa” (Trotsky) de las otras clases explotadas
y oprimidas del interior del país, siempre más atra-
sado desde todo punto de vista que el centro y las
grandes urbes. De ahí que alianza de clases, hege-
monía y ciencia y arte de la insurrección tengan un
punto de encuentro en el logro de la mayoría social
de la clase obrera y sus organizaciones y partidos a
la hora de la toma del poder. Una apreciación que
requerirá de todas las capacidades de la organiza-
ción revolucionaria en el momento decisivo, y que
es la mayor prueba a la que se puede ver sometido
un partido revolucionario digno de tal nombre.

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Ambos protagonizaron una gesta heroica, aunque Rosa
tuvo más agudeza al percibir que las condiciones no
daban, mientras que Liebknecht se dejaba llevar por los
acontecimientos. Ambos fueron asesinados promedian-
do enero de 1919 por el gobierno de la socialdemocra-
cia, cuando Luxemburgo se negó a abandonar Berlín
para no dejar a su suerte a los trabajadores derrotados.

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