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II
The librarian © André M. De Barros
FERIA
DEL LIBRO
DE
RAMALLO
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II FERIA DEL LIBRO DE RAMALLO
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Mario, Roberto, Juan, Diego y Lucas armando la escena. Un bloque de mármol como signo de una inspiración vacía.
Un escultor desesperado que está a punto de sorprenderse. Algo comienza a tomar forma...
REPORTAJE FOTOGRAFICO
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Equipo de mate made in Ramallo en primer plano. Una mujer deseosa por salir de su encierro.
La denuncia de la incomprensión y el abandono... Que concluye con el encuentro de los dos amantes.
En otro momento, Laura introducía a Alberto Trinckler... Que presentaba su primer libro recién impreso.
Detalle de la monumental pintura de bienvenida. Laura hizo gestiones para que el libro llegara a tiempo al estreno.
Esta es la última vez que vengo a trabajar un Domingo... Y ahora le toca el turno a Elisabeth.
REPORTAJE FOTOGRAFICO
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Quien leyó algunos textos... E interceptó el correspondiente diploma para ADN CreadoreS.
Andrés y y la poeta Vanesa Viola atendiendo el kiosco de ADN. Alberto, padre orgulloso de su logro.
La feliz pareja con la obra cúlmine. Juan Romero hizo un largo viaje para sumarse a la Feria.
Alberto, vos que sabés: ¿Dónde queda la gloria? A ver, pibe, mirá, creo que es esa que va allá...
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Viernes 6 de Junio. Presentación del libro de la ONG Acuerdo Apertura del Sábado 7 de Junio.
Ambiental, “De acuerdo con Astul, vuelo de raíces”. Taller Municipal de expresión corporal de adultas.
Lucas, Vanesa y Roberto: misión cumplida. Postal carmeña final junto a las organizadoras.
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TRASLACION EROTICA
POR MARIO CESAR LOBOS
(MAYO- JUNIO 2008)
Comencé a abrirme paso entre los últimos invitados de una fiesta que, como cualquier otra,
prometía ser la tertulia para el estreno a una nueva posibilidad, al encuentro de otros rumbos
y, porque no, al hechizo de algún encanto que salvara las nostalgias a estas horas de la
madrugada, donde todo empezaba a gastarse y a esfumarse, incluso yo.
Con la idea ya resuelta de irme, crucé el jardín buscando la salida. La vi recostada sobre una
columna con una copa vacía en la mano, y la mirada perdida, como si una fuerte razón la
hubiera desterrado de su mente quien sabe a que distancia…
Me pregunté de donde habría salido aquella mujer, que siquiera percibí durante el transcurso
de toda la noche. Una luz del jardín destacaba su figura cual puesta teatral… y entonces
pensé que solo un actor, sin equivocar sus líneas, podría acercarse a ella y aplacar su
aparente soledad.
Yo, de actor, nada tenía. Solo llevaba encima la resaca puesta, abotonada con el desgaste de
aquellas horas, luego de un evento aburrido y desafortunado y la misma sensación de
siempre… No volver solo a casa. Mientras me acercaba a ella, fui poniendo en marcha mi
mejor plan de abordaje. Sin poder resistir al imán que me producía su imagen, vi que movía
su cabeza de un lado a otro de una manera tan suave y angelada, que solo pude inspirarme
para lo que finalmente dije:
- Solo nos falta música. Música digna de acompañar la danza de tus movimientos y
armonizar junto a ella tus pensamientos, uno a uno.
- No veo que traigas música o instrumento alguno.
- Es verdad… la música la improvisaremos modulando las palabras mas hermosas.
- Mi música, en este momento, tiene algunas notas fallidas y mis cuerdas vocales
necesitan de una copa de vino. Por qué no vas por una?
Sus palabras me instalaron en un vuelo fugaz, del que pensaba regresar tan pronto como
pudiese, con aquella copa de vino que jugaría a ser la sortija atrapada por sus dedos
pequeños.
Volví al lugar donde ella esperaría, pero ya no estaba ahí. La luz que antes envolvía su figura,
ahora se reía de mí y empezaba a enfrentarme a lo que tanto temía… volver solo a casa.
(SE APAGAN LAS LUCES)
Su figura me era esquiva. ¿Cómo cincelar la música en palabras que no compusimos, la sed,
el deseo, la ofensa… todo en uno? Llegué hasta pensar que no era real, que al cruzar el jardín,
las luces, la atmósfera cargada de una vaga esperanza, el vino y el hastío a no ser compartido,
me habían jugado una mala pasada, se habían complotado contra la realidad de mis
pensamientos, e inventaron aquella hermosa mujer que desaparecería de repente, para no
enloquecerme. Nuestras palabras sueltas ampliaban mi confusión, zigzagueando por mi
mente: música, instrumento, notas fallidas, cuerdas vocales…
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Un escultor famoso dijo: “Solo quita las partes sobrantes de la piedra, la figura ya está
cincelada en su interior”. ¡Qué ocurrencia…! Con actitud irónica me propuse desafiar dicha
certeza y como una apuesta incierta de golpes desmesurados, puse en juego aquel método,
en el que cada golpe sufría una suerte de telón que al abrirse, dejaba ver un hombro, un
pulgar, una mano entera y luego la otra, apoyada en un seno. Dos golpes circulares y ya habré
conseguido las formas del otro. ¡Sí! Raspemos un poco y aparecerá un gracioso ombligo
sobre el mar sereno de su vientre. ¡Quitar lo que sobra, de eso se trata! Ahora un golpe
transversal para el fruto jugoso de su boca y algunos golpes suaves para la delicadeza de su
nariz y la picardía de sus ojos.
Sin perder el ritmo, el compás y la brújula de aquella idea inquietante, me entregaba a cada
golpe furtivo de mi pasión alocada. Con algunos impactos del cincel, escalonados, esculpí su
cabello rizado… ¡¿Cómo sería el cabello de aquella mujer en el jardín?! En verdad, no lo
recordaba…
Los griegos ponían tanta sensualidad y belleza en sus esculturas, que si uno tocara bajo los
pliegues de piedra, se encontraría con la piel húmeda y perfumada. Pensé en el asombro que
ellos me producían, sin dejar de repetirme: ¡Quitar todo lo que sobra!
Al enfrentarme a mi escultura, observé sus pies como tenedores, que sostenían sus piernas
cual patas de una mesa y los hachazos mal dados de un leñador, jugando a inventar su pelvis
desprolija. En su cara, la sensación de verla cubierta por una máscara grotesca e insensible.
Bueno, dije. Finalmente la figura está tallada en su interior. Tiro la masa, el cincel, y pegando
un golpe a la piedra, la dejo bajo una tela y me voy hacia otra habitación. Me sentía derrotado,
ridículo… Cansado.
MUSICA
La firme intención de continuar con mi trabajo, me hizo regresar y, mientras daba vueltas
alrededor de la piedra, notaba un aire diferente, liviano, sugerente, alentador… Alguien dijo
que es la hembra la que gana en los menesteres de seducir, ya que es ella la que devora al
macho, que entristece viendo agotado su fin mientras que ella, responde al triunfo de la
especie y se colma. Enredado con aquella filosofía y con mejores ánimos para esculpir, tomo
el cincel y quito la tela que cubre al bloque…
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