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En mi recién publicada biografía de la reina doña Castilla, había celebrado unas solemnísimas cortes en
Berenguela (Berenguela la Grande y su época, 1180-1246, Carrión de los Condes durante las cuales entregó por es-
Madrid: Ediciones Polifemo, 2012, 929 págs) presento un posa a la mayor de sus hijas, la infanta doña Berenguela,
minucioso estudio sobre una mujer de poder en pleno si- niña de ocho años, al príncipe alemán Conrado de
glo XIII, el gran siglo cruzado, cuyos protagonistas fue- Hohenstaufen, duque de Rothenburg, hijo del emperador
ron hombres, rudos guerreros, al mando de feroces del Sacro Romano Imperio Romano-Germánico, Federico I
mesnadas ávidas de sangre y de botín, que entendían sólo Barbarroja (1152-1190) y de Beatriz de Borgoña. Un mes
el lenguaje de las armas. En este contexto, la presencia de antes de este solemne acontecimiento, allí mismo en Carrión,
una mujer, que por naturaleza se consideraba débil, en ple- Alfonso VIII había celebrado una curia regia durante la
no control del poder, parecería una paradoja; y sin embar- cual había armado caballero a su primo Alfonso IX de León
go, Berenguela llegó al poder sin violencia ni sangre. Nu- y éste, rodilla en tierra, le había besado la mano en señal de
merosos estudiosos de nuestros días se han ocupado de sumisión y vasallaje. Fue un acto que, por sus implicaciones
la feminidad de Berenguela como madre, educadora y so- políticas, dejó pasmados a todos los presentes.
bre todo como mujer de gobierno, frecuentemente dejan- ¿Qué hacía Alfonso IX en aquella curia de la corte de
do de lado cómo se hizo con el poder y sobre todo de qué Castilla? Es posible que la razón de su presencia en Carrión,
medios se sirvió para mantenerlo y ejercerlo sin violencias además de la búsqueda del apoyo de su primo castellano y
ni esparcimiento de sangre. En mi obra, por el contrario, el motivo de hacerse armar caballero, fuese también pro-
pongo de relieve cuáles fueron los métodos y las estrate- movida por los estrategas de la política leonesa como una
gias empleadas por Berenguela y otras mujeres de poder, buena oportunidad para hallar esposa para su rey, ocasión
como fueron su madre y su abuela, todas ellas adornadas nada despreciable dado el gran concurso de la nobleza
de la sabiduría y la prudencia. La prudencia es una virtud europea más selecta, para cuyo objetivo los buenos ofi-
racional con la que los cronistas medievales tradicional- cios de Alfonso VIII, entonces en la cresta de la onda, eran
mente adornaron a las reinas y a las mujeres de poder; una buena palanca. A esta conjetura podemos llegar sólo
pero en el caso de Berenguela, tanto don Lucas de Tuy indirectamente, apoyados en algunas crónicas de la épo-
como don Rodrigo Jiménez de Rada, a la prudencia aña- ca. Aunque no deje de tener mucho sentido político pen-
dieron la sabiduría, ésta tradicionalmente asociada con sar que dicha discusión sobre una esposa para el joven
los varones, reyes y héroes, que iba acompañada de la rey leonés, entre las infantas e hijas de nobles que se ha-
sagacidad y la perspicacia, el tacto y la diplomacia, cua- llaban allí tuviese lugar, a la vista de los resultados, tene-
lidades humanas imprescindibles para percibir los proble- mos que pensar que la conversación entre los dos primos
mas en el momento oportuno y hallar una solución ade- se centró más bien en un posible matrimonio con una de
cuada, justa y razonable. Estas virtudes, según el canon las hijas del rey de Castilla, porque tal unión, desde la
aristotélico, se adquieren con tesón y sin ellas ningún perspectiva de los consejeros leoneses significaba la paz,
gobernante puede ser digno del puesto que ocupa. en lugar de la rivalidad y los conflictos armados que, aun-
No es mi intención, sin embargo, hablar aquí de las cua- que hasta aquel momento no se habían dado, se preveían
lidades morales, el perfil político, o la filosofía de gobierno como inevitables dada la actitud agresiva del rey de Castilla
de doña Berenguela, sino de cómo llegó al trono de León, y la apropiación de castillos y villas en el reino de León
exponiendo cómo el 17 de noviembre de 1197 la infanta de tras la muerte de Fernando II (1188).
Castilla se convirtió en reina de León en virtud de su matri- El mayor problema de un posible matrimonio entre Al-
monio con Alfonso IX, gracias a la intrepidez y el arrojo de fonso IX de León y una de las hijas de Alfonso VIII era la
otra mujer prudente y sagaz, su madre, doña Leonor consanguinidad. Alfonso VIII de Castilla y Alfonso IX de
Plantagenet, reina de Castilla. León eran nietos de Alfonso VII y, por tanto, primos carna-
El matrimonio de Alfonso IX con Berenguela es un he- les entre sí. Las infantas castellanas eran, pues, sobrinas
cho bien conocido; pero lo que no es tan conocido es qué del rey de León y a todas luces consanguíneas en las lí-
fue lo que llevó a aquel enlace contra el cual, se puede neas prohibidas por el derecho canónico. Sin embargo, el
decir, estaban el cielo, la tierra y el abismo, valga la hipér- bien informado autor de la Crónica Latina de los Reyes de
bole. Nueve años antes, en 1188, Alfonso VIII, rey de Castilla nos asegura que efectivamente un tal acuerdo
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mente durante la curia de Carrión en 1188, cuando su pa- cimiento en un asunto tan político como era un matrimo-
dre le ciñó el cinturón de caballero; pero entonces ella nio, era muy ardua para una mujer medieval que frecuente-
tenía apenas ocho años y, desde la perspectiva del pre- mente no tenía más palanca que la de su poder de persua-
sente (1197), debía parecerle un acontecimiento muy leja- sión en el ámbito de la cámara matrimonial, asunto del cual
no, parecido a las fábulas de príncipes y princesas que oía hablo más adelante. Sin embargo, don Rodrigo Jiménez de
cantar a los juglares y trovadores que comparecían en la Rada no puede ser más claro: fue la reina la que, ante la
corte. Seguramente lo volvió a ver en Toledo, cuando el reticencia de su marido, «dio por esposa a la citada hija al
joven rey de León fue a ver a su padre después de la derro- rey de León». El insigne arzobispo de Toledo sabía perfec-
ta de Alarcos (1195), entrevista que a la adolescente tamente que el fin, la paz del reino, no podía justificar los
Berenguela, allí presente, le debió causar una pésima im- medios, el incesto; pero el gran historiador, acostumbrado
presión por la arrogancia y el mal humor en avanzar sus a intrigas palaciegas y diplomáticas, mientras, por un lado,
pretensiones. Para ella, el recuerdo de estas dos visiones tal vez esté descargando de culpa al rey, por otro, no tiene
del rey de León, que en su mente asociaba con dos instan- ni una sola palabra de reproche para la reina a la que con-
tes infelices de su vida, acaso tuviese las connotaciones sidera «sumamente juiciosa [que] calibraba con claro y
de una pesadilla que preferiría no recordar, pues, de haber- profundo discernimiento el riesgo de la situación, que po-
se verificado aquel acuerdo matrimonial con el príncipe día solucionarse con un enlace tal».
alemán, hubiese tenido que separarse de su querida madre Don Rodrigo no nos dice de qué medios se sirvió la
y de sus hermanos, que adoraba; o con la crueldad del reina para llevar a cabo su proyecto matrimonial; pero Al-
agresivo rey de León que salió del encuentro con su padre fonso X en su Estoria de España nos consignó detallada-
dando un portazo como un forajido, diciendo que se ale- mente cómo su bisabuela, usando un ardid impensable en
graba de aquella derrota que casi había acabado con su una mujer de la época, se atrevió a manipular el poder del
vida. Por tanto, la imagen que tenía de su futuro esposo pueblo para presionar a su marido, a los reticentes de la
iba asociada con circunstancias personales muy negati- corte y a la misma jerarquía de la Iglesia, reuniéndose con
vas que conservaba vívidamente en su mente como si se los representantes de los concejos de Castilla y planteán-
tratase de un maleficio. No sabemos si se había vuelto a doles el dilema en que se hallaba el reino. Los representan-
encontrar con él en los dos últimos años, cuando la guerra tes de los concejos, como se sabe, eran parte integrante de
y los conflictos habían hecho del rey de León un facinero- las Cortes, por lo cual su parecer no iba a ser tomado a la
so, odiado por todos en Castilla, contra el cual la Iglesia ligera por los otros poderes constituidos, el rey, la nobleza
había declarado una cruzada para deponerlo. Todo lo que y la jerarquía de Iglesia, cuando llegase el momento de
sabía de él se lo debía a su madre y a los cuchicheos de las decidir.
damas de cámara, entre las que circularían chascarrillos Del texto alfonsí que vamos a ver enseguida se des-
sobre la vida libertina del rey de León. Su padre, si algo le prende que sólo la reina Leonor, «mujer muy entendida y
comunicó sobre el carácter del rey de León, no pudo ser muy sagaz», tuvo la fuerza de ánimo para tomar una deci-
más que negativo. sión tan radical, celebrando personalmente y a espaldas
En momentos de reflexión solitaria y en conversaciones de su marido una reunión con los «hombres buenos» para
con su madre, Berenguela no dejaría de expresar sus sen- discutir la cuestión y pedir su parecer. Ante aquella asam-
timientos de duda y de aprensión ante un futuro incierto blea de castellanos la reina expuso su propuesta con una
con aquel hombre agreste, excomulgado y aparentemente lógica que nos deja pasmados aún hoy día.
sin escrúpulos morales cuando se trataba de defender su El Rey Sabio, hombre de gobierno y habilísimo historia-
reino y con una vida personal desordenada, ya por enton- dor, que aprueba entusiasmado la decisión de su bisabue-
ces cargada con ocho o nueve hijos naturales tenidos con la, diciendo que en la balanza pesaba más el bienestar de
tres o cuatro amantes. Alfonso no era su príncipe azul des- los dos reinos que la violación de unas normas canónicas,
crito en las fábulas de los trovadores, sino su némesis. sin embargo, para salvaguardar la integridad moral y el
Cuando doña Leonor propuso la idea del matrimonio a decoro de su bisabuela, introduce en su relato un protago-
su marido éste no se entusiasmó demasiado, por la senci- nista colectivo sobre el que descarga la responsabilidad
lla razón de que, consciente del parentesco, desconfiaba moral de aquel matrimonio anticanónico: el pueblo caste-
que el papa estuviese dispuesto a dispensar el impedi- llano, «los hombres buenos», que tenían por oficio velar
mento canónico. Si esto no sucedía, debió pensar Alfonso por la paz del reino.
VIII, su hija quedaría moral y políticamente destruida para He aquí, pues, un breve fragmento en castellano moder-
siempre, no quedándole otra alternativa más que el mo- no de este quasi-maquiavélico razonamiento que los «hom-
nasterio, y él sería desvergonzado y humillado por haber bres buenos» de Castilla, tras haberles sido expuesto el
consentido en la celebración de un matrimonio que la Igle- dilema, hicieron a doña Leonor para justificar el matrimo-
sia consideraba incestuoso, desvirtuando a los descen- nio:
dientes de toda posibilidad de sucesión. Desde la pers-
pectiva política, el matrimonio era, pues, un riesgo muy ... Y a pesar de que el rey de Castilla rechazase el consejo [del
grande para Castilla, por lo cual el sueño pacifista de su matrimonio] porque él y el rey de León eran parientes, [los
esposa, al hábil político que era el rey Noble, le pareció castellanos] esperaban que la reina doña Leonor, mujer del
imprudente y, por tanto, irrealizable. noble rey don Alfonso de Castilla, que era una mujer muy
sabia y muy entendida y muy perspicaz y entendía los peli-
Doña Leonor, sin embargo, no se dio por vencida. Como
gros de las cosas y las muertes de las gentes que vendrían por
buena Plantagenet, no era mujer que cediese fácilmente este desamor y se podrían evitar si se hiciese este casamiento,
ante una causa que consideraba justa. La vía del conven-
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