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su interior, no bastándole todo lo sabido y aprendido tras atuendo de caminante tan esperado por aquella voz que
los altos muros que lo albergaron durante tanto tiempo. susurrante le instaba a ver el mundo por primera vez.
En su pecho una extraña sensación le producía, día Cerró la puerta, apoyó la espalda en ella y esperó.
tras día un enorme deseo de asomarse al exterior para
indagar por sí mismo la causa de su creciente anhelo, y Una serena noche de luna marcaba con mágico color
así una mañana, después de la primera oración, sus cui la senda a seguir. Sus viejas piernas titubearon al dar el
tas al padre prior le reveló. El afán de andar por los primer paso. Cerró los ojos, dando gracias a Dios por
caminos cuyo comienzo se hallaba al otro lado de la aquel momento tan esperado y apoyó el bastón en el
puerta del monasterio, dejó de ser una secreta carga para suelo empezando el andar de un largo camino.
su inquieto espíritu.
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La Tentación
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Subiendo en la barca se sentó el anciano en un extre -Un hombre bien está en el lugar donde nace, donde
mo abrigándose las piernas con su capa, desde allí obser trabaja, ama o se refugia. Todo cambio de lugar es perju
vó al barquero que de pié delante de él, hincaba la larga dicial, no es natural. Un hombre lejos de su casa da vuel
pértiga en el agua apartando la barca de la ribera con tas al igual que el mundo en el espacio, perdiendo con
tanta destreza, que sin hacer el más leve vaivén se alejó tanto giro la orientación de su vida, su horizonte. Anhe
de la orilla en busca de la opuesta. lando, cuando irremediablemente perdió el camino, vol
ver al punto de partida, a sus raíces, mas entonces ya no
El barquero, hombre alto, delgado y muy viejo, le existe el retorno, sólo halla la amargura.
habló al anciano de esta manera:
-Creame señor, al vivir en el río no tengo orilla a la
-¿Sabéis qué hay en la otra orilla?. Pues exactamente cual escoger, pues las dos son idénticas. Continuamente
lo mismo que en esta que acabáis de abandonar. Las voy de una a la otra por abundar en el mundo gente insa
mismas gentes, los mismos campos, los mismos bosques, tisfecha, personas disconformes, caprichosas, sin di
el mismo cielo, el mismo sol. Los mismos defectos con rección fija que tomar. Cogen caminos que no conocen
las mismas virtudes. Nada cambia, todo es idéntico. ni saben a dónde van. Recelosos, lleno su corazón de
temor, a todo aquél que encuentran en el camino pregun
- Créame señor, soy barquero desde que nací. En mi tan si allí venden la verdad, si son felices, si hay pan sin
larga vida a miles de personas trasladé de una orilla a sudor.
otra creyendo encontrar en la opuesta todo aquello de lo
que su tierra carecía: dinero, trabajo, ciencia, virtud, es -Tarde es cuando contemplan la triste verdad, que fue
peranza... Cientos de quimeras atraían a sus calenturien ron sueños irreales lo que forjó su imprudencia. Abati
tas mentes raudas hacia el fracaso. Creían ver horizontes dos, con la cabeza inclinada sobre el pecho, sin pronun
plagados de verdades donde no había más que las mis ciar palabra, los devuelvo de nuevo a la tierra de la cual
mas verdades o las mismas mentiras. nunca debieron marchar.
-Señor -preguntó el barquero-. Si queréis volver aún -Señor -preguntó de nuevo el barquero-. Si queréis
estáis a tiempo. volver aún estáis a tiempo.
Al silencio del anciano, el hombre prosiguió su hablar. El hombre prosiguió al silencio del anciano.
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-Cuando mi pértiga detenga la barca comenzaréis un
andar por un mundo nuevo plagado de lo mismo que
ayer. Al alejaros del hogar olvidaréis con el tiempo el
camino de vuelta, no sabréis retornar pues el viento bo
rrará las huellas. Quizás perezcáis en el intento y vues
tros huesos serán enterrados en tierra extraña. Nadie re
zará una oración por un alma desconocida, ni una cruz
indicará vuestro reposo eterno, todos ignorarán vuestro
nombre, la soledad a vuestro lado vivirá eternamente.
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súbita enfermedad en las piernas me impide dar un solo
paso. Si alguno de vosotros dos quisiérame prestar ayuda
pagaría el favor con la generosidad que solo un rey sabe
dispensar.
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dijo al mozo mientras le daba con los tacones unos gol
pes en los costados.
-¡Por el de la derecha!.
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-Sé lo que busco -dijo el anciano-, pero no sé al lugar
donde me dirijo.
-Entonces...
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los segundos, una sensación de libertad, de ancho cielo ella, y al posarme sobre su hombro, con mi pico besar
por recorrer, aflora de un ignorado rincón de mi ser, sus mejillas y acariciar con mis alas sus dorados cabe
rompiendo las enormes cadenas que sin saberlo me ata llos. Sin temor ni vergüenza alguna, dejaría que sus deli
ban fuertemente a una loca fantasía. Me da la impresión cados dedos recorrieran mi cuerpecillo y que sus manos
de haber salido de un lúgubre calabozo, de una realidad se convirtieran en cuna para mi felicidad soñada.
espantosamente cierta.
-Fué tanto mi anhelo, que aquella noche Dios realizó
-Todo mi infortunio empezó, señor, por enamorarme en mi dormir el sueño tan deseado.
locamente de la niña más bonita de todos los pueblos
que llenan este delicioso valle. Ella se merece por el me -M e vi volar por encima de los tejados buscando con
ro hecho de sonreir las mejores cosas del mundo. Su sem ahinco la casa de mi niña adorada. Mis pequeñas alas
blante angelical despierta en todo aquel que la contempla, cruzaron el cielo en un instante, posándome alegremente
un aprecio y ternura libre de cualquier mal pensamiento; y juguetón en su hombro con la suavidad de un pájaro
tanta es su bondad, que el señor cura en uno de los ser enamorado. En pocos segundos todos mis deseos se cum
mones dominicales, dijo que Dios alegra nuestras vidas plieron. Mil veces la besé y a todas ellas fui correspondi
aquí en la tierra con tan lindos mensajeros del amor. do, y mi cuerpecillo fué dulcemente acariciado por sus
amorosas y blancas manos. Yo, señor, no cabía de gozo.
-S i viera usted con qué delicadeza trata a todo aquel
que le habla y conoce, con qué mimo acaricia y cuida a -Pasados unos minutos, noté que poco a poco apretaba
los animalitos que se acercan a ella atraídos por su dul mi diminuto cuello casi al punto de asfixiarme. Lo atri
zura, se daría perfecta cuenta de mis palabras. buí a su miedo de perderme y quedarse sola sin su dis
tracción favorita, pero al contemplar sus ojos, vi en ellos
-Señor, yo soy tímido por naturaleza y la timidez hace una extraña mirada que jamás olvidaré así pasen mil años.
distintos a los hombres, por lo tanto, sufría al verla siem
pre acompañada por aquellos que libres de tontos temo -D e improviso su dulzura se convirtió en maldad y
res, disfutaban con plenitud de su agradable compañía. más notaba ésta cuando más apretaba mis frágiles huese-
cillos. Un rictus siniestro se le marcó en su nacarada
-Una noche me acosté deseando de corazón convertir boca, mostrando una crueldad escondida e ignorada por
me en un pequeño gorrión para volar libremente hacia todos hasta hoy.
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-E l miedo, la impotencia, el dolor y la desesperación El anciano accediendo al deseo del muchacho le bajó
se apoderaron de mí, y fué en este preciso momento la capa quedando al descubierto tres plumas de gorrión
cuando desperté. Con el alma aun dormida y aterroriza clavadas en la piel. De un tirón se las arrancó, lanzándo
da, salí de casa y corriendo alocadamente cruzé campos, las al suelo sin que el joven se diera cuenta.
huertas y caminos hasta que el cansancio dominó mi
angustia y la luz de un nuevo día me trajo el deseo de -¿Qué fué eso? -preguntó el muchacho.
seguir viviendo, a pesar de sentir mi corazón vacío de
aquel amor que un día creí perfecto. -Tres púas de un mal sueño sin importancia -le con
testó el anciano, que dándole los buenos días se alejó del
-Ahora, señor, después de este esclarecedor sueño, he lugar.
aprendido que sólo el paso de los años será el maestro
que me enseñe a vislumbrar el verdadero amor, sin los
falsos espejismos con que la juventud y la inexperiencia
nos embaucan.
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La Búsqueda de Uno Mismo
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Entró el hombre cargado con varios troncos que amon en la ciudad. Pero tantas fueron mis negativas y por últi
tonó en un rincón, y sentándose al lado del anciano atizó mo tan tajantes, que desistieron en su empeño, esperando
con un palo los leños en llamas. que el tiempo realizara su tarea.
-Dios bendiga al hijo que ayuda al padre en su vejez -L o acumulado de joven me sirvió junto a un pequeño
-habló el anciano. huerto para vivir hasta hoy sin estrecheces. Solo la vi
sión de los campos olvidados con la tierra apretada por
-N o es mi hijo -contestó el hombre sin dejar de re las lluvias y el sol, hacíame brotar amargas lágrimas, y
mover el fuego con destreza-, pero como si lo fuera y sólo entonces las palabras de mis familiares me parecían
Dios lo sabe mejor que nadie. Nunca tuve mujer, fui la cuerdas.
excepción de los seis hermanos que nacieron después de
mí y, que al correr los años, se marcharon con sus espo -Señor, si la voluntad de residir en la casa donde nací
sas e hijos a la ciudad, en busca de nuevos oficios y pre no me abandonaba, era porque creía firmemente que al
tensiones. guien vendría de lejos, y voltearía con esfuerzo y alegría
aquella tierra que dormitaba bajo la hierba sin nombre.
-Y o solo, cuidé de los campos durante largos años, re La fe ciega en un sueño nunca soñado me obligaba a
cogiendo si el tiempo lo permitía buenas cosechas, aho estar de pie, oteando el horizonte, esperando en cual
rrando hasta la última moneda gracias a mi sencillo quier momento ver realizados mis desvelos.
modo de vida.
- ¡Y por fin llegó!.
-Cuando los años fueron acumulándose sobre mis
hombros, tierras cada vez mayores dejaba sin cultivar, -Una mañana, un joven estudiante de una lejana uni
viendo con tristeza cómo la hierba cubría unos campos versidad, vino a pedirme alojamiento para unos meses.
que antes tanto fruto dieron. Necesitaba un lugar tranquilo para estudiar a fondo la
preparación de unos exámenes, los cuales, decidirían una
-M is hermanos con sus numerosos hijos, todos ellos carrera de capital importancia para la buena marcha del
con oficios de limpias manos y camisas blancas, me in progreso. Accedí a sus deseos y al cabo de varios días,
sistían año tras año, en que vendiese unas tierras ya esté un carro lleno de libros y papeles todos ellos escritos,
riles, y en que cambiase mi soledad por su compañía allá llenaron la casa.
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-Con ahinco, el joven se puso a estudiar sin conocer el humildes, vino una tarde en busca del carro que siempre
día ni la noche. Al principio ni siquiera hablaba, su con le prestaba para sus labores. Al ver con extrañeza cómo
centración la dedicaba exclusivamente a su tarea harto las hojas de un libro servían para encender el fuego,
de provecho y gloria para una sociedad lejana y descono brotó de pronto en él un desmedido interés en aprender.
cida. Pero al paso de los días, fue dejando de hojear sus Todos los libros se los llevó en continuas visitas, mas lo
libros para contemplar los crepúsculos y amaneceres, que mi hijo adoptivo le dictaba de memoria por pura
para respirar el frescor de la tarde y escuchar el suave ru distracción.
mor de la lluvia estival sobre las piedras del padio; para
darse cuenta de las innumerables estrellas que se contem -Ahora, pasados varios años, aquel joven humilde es
plan en las noches campestres y oir el croar de las ranas un gran hombre de mucho poder y dicen que también de
allá en la lejana charca cubierta de lirios y equisetos. saber. Siempre a esta hora se pasea sobre un caballo de
los muchos que posee su afamada cuadra.
-¡Qué más le puedo a usted decir, señor caminante, de
lo que el campo encierra en bellezas y esplendores!. -V ive en la mejor casa de la comarca y muchísimos
campos, bosques y montañas son de su propiedad. Sus
-Recuerdo con satisfacción el momento de su desper padres antaño pastores de ovejas, viven con el mismo
tar de una vida sin sentido. Fue cuando interesado por el boato imitando a los grandes señores, no hablando con
pan que comía, quiso por distracción él mismo elaborar nadie del pueblo, sino únicamente con las múltiples visi
lo. Con la hogaza de pan en sus manos después de hor tas que diariamente reciben de gente adinerada.
nearla convenientemente, la miró extasiado durante tanto
tiempo que a los dos nos pareció eterno. Cuando salió de -Mire, señor! -le señaló el hombre a un jinete que por
su embeleso me dió las gracias con los ojos llenos de lá el camino veíase pasar-. ¡El es!. De un pobre muchacho
grimas, no subiendo ya más a la habitación de los libros. pasó a ser un rico hacendado.
Ya no los necesitaba.
El anciano se levantó para observarlo mejor. Apoyado
-Se quedó el joven a vivir conmigo aprendiendo con en el quicio de la puerta, contempló al arrogante jinete
rapidez lo que antes ignoraba. El polvo que antaño cu pasar despacio junto al joven labrador sin dirigirle una
bría las herramientas de labor se posó sobre los libros, mirada, ni tan siquiera un gesto de saludo.
hasta que un joven del pueblo vecino de padres muy
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Este, recostado en la herramienta, bajó sonriendo la
cabeza y prosiguió con su tarea.
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Absorto estaba el anciano con sus pensamientos, cuan
do de pronto un hombre irrumpió en el reducido lugar;
era un hombre alto, de aspecto fornido y cara pensativa,
casi triste, que muy pronto empezó a cortar el ramaje
más próximo con una pequeña hacha muy bien afilada.
Las Apariencias
Se le veía muy diestro, pues pronto tuvo un gran mon
tón a sus pies. Sin demora, le prendió fuego originando
en el acto una espesa humareda, a causa de su verdor. El
anciano dedujo que debía ser su deseo.
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El día anterior había llovido copiosamente. El estrecho
camino era un barrizal salpicado por abundantes charcos,
en los cuales se reflejaban retazos de un cielo azul, sere
no y calmo.
Parecía increíble que ni una sola vez sus pies perdie -En la vida sólo se mancha quien quiere.
ran la estabilidad en tan difícil terreno. ¿Estaría acostum
brado a él? Y prosiguieron su camino con paso sereno, siguió de
leitándose con el frescor matinal, con la mirada puesta
El anciano y su acompañante detuvieron su andar apar en el horizonte esperanzador de cada día.
tándose a un lado del estrecho camino, pues el hombre
todo lo abarcaba.
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Fe
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de un árbol, mientras señalaba con la mano a un lejano
para aprender algo en la vida tiene uno que hablar y
puente de piedra.
mucho, ya que los demás no acostumbran a decir más
que sandeces.
En aquel breve espacio de silencio, pudo por fin oir el
anciano el alegre piar de los múltiples pajaritos que re -Verá usted, señor, de eso hace ya tantos años, tantos,
voloteaban juguetones por el ancho cielo.
que sucedió en aquella época cuando Dios se paseaba
por estos lugares, hablando y aconsejando a todo aquel
-V e usted el puente de piedra -dijo al fin el tabernero que encontraba.
de carrillos colorados- Aquel que se ve allá a lo lejos, en
tre esos dos árboles sin hojas. Por él cruzaremos dentro -En una noche ventosa de otoño, el puente se desplo
de unos minutos el barranco llamado FALTO DE FE, nom mó al vacío. Cual sería la sorpresa al día siguiente al
bre que según la leyenda le viene como anillo al dedo. hallar el leñero el barranco sin puente.
-Tiene usted que saber, señor caminante, que este sen -Estuvo el hombre maldiciendo una y mil veces a las
cillo puente de piedra tiene muchísima importancia en causas del desastre, pues como le dije, el otro camino
toda la comarca al unir las dos orillas del profundo ba daba un inmenso rodeo.
rranco, pues gracias a él acorta largas jornadas de penoso
andar por caminos estrechos y pedregosos. Cuando cayó -Tirando y recogiendo del suelo su sombrero con ra
el antiguo puente hecho de gruesos troncos de pino, va bia ptrra volverlo a tirar de nuevo, estaba el leñero, cuan
rios pueblos estuvieron prácticamente incomunicados du do vió pasar por el otro lado del barranco al mismísimo
rante algunos años. Señor Dios. Viendo en él su salvación lo llamó.
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Hijo mío, súbete al carro, azuza suavemente a los bue en la cintura y mirando al suelo durante unos minutos,
meneó la cabeza de un lado a otro muy pensativo.
yes y ven hacia mí. No temas, no correrás peligro algu
no, un puente invisible haré para tí evitando que caigas
-Señor Dios -dijo al fin- Yo creo en vos como buen
al abismo.
creyente que soy, pero comprended a mis bueyes, los po
bres no tienen el juicio necesario para entender vuestras
El leñero al oir las palabras de Dios se rascó la cabeza
palabras llenas de verdad. Ellos quieren hechos, algo ma
un tanto preocupado y al ratito dijo:
terial bajo sus patas, pues otra cosa que no sea esto há-
celes retroceder atemorizados, por lo tanto, me sacrificaré
-¿ Y si con vuestro poder, Señor Dios, arrancáseis va
en dar este enorme rodeo aunque me cueste dos días ente
rios árboles y los pusiérais en forma de puente?. Mis
ros de incesante sufrir, para llegar sano y salvo a mi hogar.
animales al tener algo seguro debajo de sus pezuñas, no
tendrían ningún temor.
Y con su carro lleno de leña, se alejó tambaleándose
sin cesar a causa del mal terreno, muy enfadado.
-Los árboles están bien donde están -díjole Dios son
riendo. Ven, haz lo que te digo, hijo mío, y no temas.
A partir de aquel día, ya nunca más apareció Dios por
Ven hacia mí.
estos pueblos y campos. Creyó que nadie le necesitaba.
Pero el hombre no lo veía nada claro y siguiendo con
-Pasaron muchos años y tanta era la importancia del
su rascar de cabeza le dijo de nuevo.
camino, que varios reyes quisieron construir el puente,
-Señor Dios, nada os costaría con vuestro gran poder, pero inexplicablemente, todos caían al abismo. Unos de
mover aquellas enormes piedras y llenar el barranco aun cían que era de difícil construcción y otros que era casti
que fuera solo un trocito, lo justo para pasar. go de Dios por no confiar en él.
-Las piedras están bien donde están -díjole Dios son -¿ Y quién entonces construyó este hermoso puente?
riendo. Ven, haz lo que te digo, hijo mío, y no temas. -preguntó el anciano.
Ven hacia mí.
-Este puente -le contestó el tabernero sentándose en
El leñero dejó de rascarse la cabeza. Puso sus manos una de sus barandas de piedra muy fatigado- fue obra
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del Diablo, sólo él puede ir contra Dios, aunque sea rea-
lizando con perfección un trabajo.
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Acostumbrados al campo, a las bien soportadas pe
nurias que los malos tiempos traían desde años, sus co
razones habíanse transformado de viento en brisa. No era
necesario un huracán para llenar sus pulmones, ni una
mesa bien surtida para saciar su hambre, con poco sen
tíanse bien pagados, su resignación hacía que transcu
Comprensión rrieran los días en paz y sin amargor en sus sencillas
almas.
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cerca, la humilde cabaña de madera y barro ofrecería un -O quizás un rayo perdido que al cobijarse en casa la
agradable calor y nuevas esperanzas para comenzar un quemó sin querer -dijo el niño con inocente voz.
nuevo día.
-S í, -aseguró el hombre- Fue sin duda sin querer que
De súbito, apareció en el camino un hombre con as hoy ha nacido en esta hermosa noche de invierno, una
pecto de llevar mucha prisa. Sudaba por todos los poros diminuta estrella en la tierra.
de su cuerpo debido a su apresurado andar. Con la grue
sa chaqueta bajo el brazo, se apretaba con las dos manos El anciano, apoyado en su bastón sonreía en silencio al
la cintura intentando dominar un daño que le aflijía. oir las palabras de aquel par de almas limpias de rencor.
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Cuando el Alumno Está Dispuesto,
Aparece el Maestro
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muy diligente cumplió con rapidez. Una taza de leche en lo primero, dióme cuatro monedas de plata solucio
caliente y varios bollos recién sacados del horno, pronto nando por varios días mi penosa situación.
tuvo el anciano frente a sí, el cual saboreó con apetito,
halagando con franqueza los exquisitos dulces. -Aquel donativo hizo que recobrara la serenidad per
dida y aumentaran mis ansias de búsqueda a pesar de ser
El hombre reía feliz y contento a cada bocado del sa infructuosos todos mis esfuerzos.
tisfecho y sonriente anciano.
-Pasaron los días y otra vez volví a estar falto de dine
-Sí, son muy buenos -dijo el hombre, mientras llenaba ro. Me acordé del buen tendero y muy a pesar mío me
una bandeja de bollos lista para hornear-. Y no hay nin dirigí hacia su casa recibiendo cuatro monedas más.
gún secreto en ellos -añadió complacido-. Harina, hue
vos, miel, leche, mantequilla, canela y mucha voluntad. -A los pocos días, abatido por mi desgracia, tuve que
volver por tercera vez a la única persona que nos ayuda
-Permítame le cuente a usted la historia de estos estu ba a vencer el hambre. Al llegar frente a la puerta la
pendos bollos, pues aunque le cueste creerlo, no somos vergüenza hízome detener. Me veía roto, fracasado. Nau
familia de antiguos pasteleros ni nunca se nos pasó por fragaba ya en el mar de la desesperación, sin tabla algu
la cabeza serlo. Es este un nuevo oficio que nos da para na donde asirme. La falta de familia, la escasez de ami
subsistir, puesto que el viejo que aprendí de mi padre de gos, de consuelo, de un apoyo que mantuviese a flote la
poco me sirvió. dignidad de un hombre que sólo ambicionaba trabajo,
hacíame ir a la deriva como barca sin vela ni timón en
-Todo empezó hace varios años, cuando de súbito me mitad de un océano tormentoso.
quedé sin trabajo y con seis hijos que mantener. Lo estu
ve buscando con apremio todo el día sin hallar un lugar -E l buen hombre, desde el interior, observaba mi vaci
donde ganarme unas monedas. En casa la situación llegó lar. Estaba a punto de marcharme cuando me invitó a
a ser tan desesperada, que ocultando la vergüenza pedí entrar, entregándome un paquete que sacó de detrás del
limosna y trabajo a un tiempo por calles y plazas. mostrador que contenía harina, miel, mantequilla, hue
vos y leche, y mientras ponía en mi bolsillo cuatro mo
-Una mañana entré en una tienda a por trabajo si había nedas de plata, me dijo:
y limosna después. El dueño, no pudiendo complacerme
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- “Siento en el alma no poder ayudarlo en lo sucesivo, quedaba en el cesto, todo lo había vendido durante el
necesita usted más dinero para el mantenimiento de su fa trayecto.
milia del que yo le puedo dar. Vaya a su casa, y con la re
ceta que encontrará dentro del paquete, haga los bollos -Sin nada que hacer en la ciudad, regresé henchido de
y véndalos, no dude que en su mano está su porvenir” . esperanza con mil ideas nuevas en la cabeza.
-Muy ilusionado por la idea, estuve toda la noche tra -L o primero fue comprar al amigo tendero todo cuan
bajando sin descanso y al día siguiente, con un cesto de to necesitaba al por mayor, luego compré otro cesto y
mimbre lleno de esponjosos bollos, me dirigí muy tem desde entonces cada mañana, vendo uno en el vaporcito
prano al puerto, y cual sería mi sorpresa que al mediodía y otro en la vecina ciudad. Gracias a este trabajo salimos
regresaba a casa cantando y riendo con el cesto vacío de la miseria que nos envolvía sin remedio.
puesto por sombrero y el bolsillo lleno de tintineantes
monedas de cobre. -Siento, señor, tener que dejarlo -dijo el hombre enca
minándose hacia la puerta con dos cestos repletos de fra
-Con las ganancias que obtuve compré más harina, gantes bollos. No tome a mal si mis hijos le llenan su
huevos, miel, mantequilla, leche y una pizca de canela. zurrón de bollos, acéptelo, por favor, de buen grado, se
Esta vez mi mujer me ayudó, pues la cantidad era tres los obsequia de todo corazón una familia, que un buen
veces mayor. día nada tuvo y se siente agradecida de su destino.
-Decidí entonces venderlos en la ciudad que está al Y se alejó el hombre calle abajo en dirección al puer
otro lado de la bahía. En una ciudad mayor siempre hay to, perdiéndose el sonido de sus pisadas y su alegre tara
más posibilidades de éxito, y muy temprano me embar rear, por entre las estrechas calles iluminadas por un sol
qué en el vaporcito mezclándome entre la gente que allí brillante y cálido.
tienen su trabajo.
58 59
Fe
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La mar absorbe todo pensamiento solo con mirarla. -M i padre al construírmela cuando yo aún no llegaba
Eterna habladora de mil saberes opuestos, conocedora a los remos, me dijo: “Ponle el nombre de FE y con ella
del origen de la vida y de la muerte, atrae con su eterno y nunca en la vida te faltará amor, trabajo, valor ni fuerzas.
mágico cántico, a los hombres que viven junto a ella. Cuídala y será ella quién te mantenga, quiérela y te lle
nará de paz, hazla trabajar y ello te convertirá en hom
El anciano con sólo prestar un poco de atención, oía bre. Defiéndela con valentía, no la pierdas jamás ni en la
dentro de sí su susurrante voz hablándole de cien pue noche ni en la tempestad, pues con ella arribarás siempre
blos distintos en cien lenguas complejas. Le contaba el ir a puerto sano y salvo.
y venir de la espuma resbalando por la ardiente arena de
cálidos países, y el estrellar con fuerza su cuerpo contra -V e usted, señor, a la mujer que allá a lo lejos junto a la
las endebles rocas prontas a ser desmenuzadas, para con escalinata de la iglesia, la del vestido oscuro con el sayo
vertirse en polvo con que llenar su fondo. color tierra quemada y pañuelo en la cabeza; pues bien,
vino hace un montón de días aquí, al pueblo, buscando
El tañir de las campanas de la blanca iglesia del pue remedio a un tremendo mal que le corroía cuerpo y alma.
blo devolvió a su lugar al muy distante espíritu del an
ciano. Vio cómo la barca relucía toda de azul a los te -Es de tierra adentro, de allí donde nacen los ríos al
nues rayos del sol otoñal y al viejo marinero que sentado pie de grandes montañas, donde dicen hay campos in
en el mismo lugar por donde había empezado, pintaba en mensos, llanos como la palma de la mano cubiertos de
proa con letras blancas, muy grandes y al revés, el nom trigo, de allí donde el sol se esconde para volver a salir
bre de la embarcación borrado por el nuevo color. al día siguiente sobre las aguas del mar. Un día se sintió
muy enferma, tanto le preocupó su dolencia que al médi
Dos letras bastaron: FE. co fue, y éste le recomendó para solucionar su mal el
buscar palos de barca, cocerlos y beber su jugo.
-¿Siempre se llamó así su barca? -le preguntó el an
ciano. -¿Dónde encontraré yo estos palos? -preguntó la bue
na mujer.
-Siempre -respondió el viejo marinero admirando con
satisfacción la obra realizada por sus temblorosas manos -En el mar -le respondió el galeno-. Coge un camino
debido a su avanzada edad. que a él te conduzca y allí pregunta a los pescadores,
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ellos sabrán darte tu curación. ayuda, me levanté y le di unos viejos palos enmohecidos,
empapados de sal, de agua y sol, de años pasados.
-L a pobre mujer obedeció. El remedio estaba a su al
cance y fue en su busca. Anduvo durante muchos días -Toma, -le dije- Eso es lo que tanto deseas. Lávalos
preguntando en cada pueblo el camino hacia el mar, has y luego ve hacia aquella casa, dile a la mujer que halles,
ta que un día topó con él. Muy contenta pidió a todo te dé todo cuanto necesitas. Sé bienvenida tú y tu cura
pescador que se le cruzaba los ingredientes tan necesa ción.
rios para su curación, pero de nada sirvieron sus buenas
palabras ni el ofrecimiento de un escaso dinero guardado -abrazó los palos con fuerza contra su pecho y llena
para ese fin, ni las súplicas y explicación de su terrible de alegría se adentró en el mar. Con su vestido restregó
enfermedad. Nadie entendía nada. las maderas, partiendo en loca carrera hacia la casa sin
percatarse de la pérdida de una de sus viejas sandalias
-N o por ello flaquearon sus fuerzas, a nuevo pueblo, a que recogí al regresar, para verla sentada delante de la
nueva negativa, un nuevo remedio tan anhelado, le aflo lumbre tarareando una canción, mientras removía con
raba en su firme esperanza. una cuchara la olla llena de palos de barca.
-Un niño de este pueblo al ser preguntado por la mu -Casi dos meses estuvo con nosotros. Mi mujer creía a
jer, le aconsejó se dirigiera a mí, que por ser tan viejo veces que por fin tenía a una hija a quien querer. Yo le
todo lo sabía. proporcionaba los palos de barca y ella los hervía be
biendo su jugo. También daba largos paseos por la playa
-¡Qué ocurrencia! -se rió el marinero-. Lo cierto es o simplemente descansaba sobre la ardiente arena a la
que la mujer vino en mi busca, y aquí mismo, arrodillada sombra de las barcas, con los ojos cerrados y la mente
sobre la arena, me contó toda su inquietud, todo su do despierta.
lor. Nada se calló, nada se le olvidó.
-Esta misma mañana se despidió de todos con afecto y
-Y o la escuché sin apenas mirarla; con solo oir su voz agradecimiento. El tratamiento la curó por completo.
se le adivinaba su cara, su cuerpo, sus gestos, su sencillo
espíritu exento de malicia y rebosante de fe. Cuando -Cuando quiso darme las gracias, le intenté hacer com
calló esperando una respuesta al torrente de ruegos, de prender lo mucho hecho por ella y lo poco por nuestra
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parte. La mujer negaba con la cabeza, sonriendo con sus
ojos grandes y llenos de lágrimas, mientras nos acaricia
ba las manos con cariño.
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Tenía el cabello alborotado color castaño claro al igual
que la cola de una ardilla traviesa. Su cara, redonda y
blanca como la luna de enero, se veía salpicada por mon
tones de pecas rojizas unas, castaño oscuro otras. La na
riz, grande y larga, le sobresalía en demasía por entre
dos ojos negros y profundos, captadores de los mil mati
La Inocencia ces de su entorno.
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Amor Imposible
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recuerda con exactitud quién fue primero, él o la campa -A Dios gracias tenía la grata compañía de una herma
na de la nueva iglesia. na casi de mi misma edad, la cual alegraba tan dura exis
tencia. Era tan grande su hermosura que relucía toda ella
Conocedor de los montes y buenos prados, pronto los como los rayos del sol sobre un campo de trigo. De su
aldeanos le confiaron sus ovejas, cabras y vacas. El pas piel blanca como las flores del perfumado cerezo que
tor nunca se afanó en pedir ni alabar, fue sin duda su crecía al lado del molino, brotábale idéntico dulzor de
buena planta, sus ojos grandes y profundos, llenos de las madreselvas que llenaban las paredes del viejo pozo,
una extraña fuerza, lo que rompió la muralla de descon y sus ojos, aquellos ojos claros al igual que el agua del
fianza con que las gentes del campo se protegen a sí arroyo que ayer fue nieve, me miraban con tanta ternura
mismas de su desmedido don de ofrecer, todo cuanto que me hacían olvidar el sufrimiento diario al lado de mi
poseen al primero que cruza el umbral de su casa. padre.
-Señor, -dijo el viejo pastor con suave voz-, perdonad -Sus cabellos de color entre castaño y rubios, llenos
si rompo vuestros pensamientos. No es mi intención que de rizos, la asemejaban al ángel de la guarda que madre
de mí os llevéis mal recuerdo, pues si como observo no guardaba con devoción en el arcón de su alcoba.
os asombráis de mi habla, mal no os sabrá que os cuente
mi historia. Desahogaré en vos mi callado corazón ro El viejo pastor llenó ruidosamente sus pulmones del
gando me escuchéis y comprendáis el por qué de mi tibio airecillo de aquella tarde en declive. Parecía que al
silencio durante tantos años. recordar sus tiempos mozos al lado de su hermana, le
faltara el aliento necesario debido a la emoción que
-N ací y me crié lejos de aquí, bajo el severo régimen sentía.
de un padre que me imponía tareas que para mi edad
eran de enorme dureza. Si algún vecino hacíale observar -Sí, -dijo el hombre con la mirada puesta en la leja
su fuerte decisión, respondía que el esfuerzo no era en su nía-. Escenas de casi sesenta años, las revivo aún hoy
beneficio, sino en el mío, pues a su muerte, heredaría las con perfecta nitidez. A veces el sopor de la vejez me
muy buenas y trabajadas tierras; y muy seguro de sus pa hace cerrar los ojos y sueño casi despierto con aquellos
labras añadía: “ Quiero que sus manos estén preparadas pa momentos tan felices de antaño, que señor, nunca más
ra afrontar la falta de las mías, diestras deben de ser para volverán.
manejar su hacienda y la que en matrimonio le tocaren”.
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-Cuando crecimos y dejamos de ser niños, día a día remordimientos y deseos nada honrados hacia mi queri
una extraña sensación se apoderaba de mí. Sentía en lo da hermana.
más profundo de mi ser unos enormes deseos de aca
riciar, besar y estrechar su cuerpo con el mío. Para -V acié en unos momentos en persona extraña mi cora
romper estos pensamientos deshonestos, fui en busca de zón de penas y sinsabores, de vacilaciones, de dudas, de
otras mozas las cuales en nada supieron ayudar. Al ver- amores imposibles, llorando como llora un niño cuando
las, hacía una breve e inconsciente comparación con mi le arrebatan su más preciado tesoro, cuando pide una
hermana, viendo en ellas todos los defectos que ella no quimera, cuando observa en la madre un gesto de poco
tuvo jamás. amor.
-Esta situación de angustia fue en aumento al paso de -El sacerdote queriendo salvar mi alma del pecado,
los años. Quería estar a su lado todo el tiempo posible, habló a mi padre de ello con sutil e indiferente palabra,
pero a la vez la rechazaba. A veces, cuando me hallaba provocando en el acto una rápida e inhumana reacción.
solo en los campos, buscaba desesperadamente la solu Sin importarle ruegos ni protestas, padre casó con rapi
ción a tan espinoso problema, suplicando a Dios me die dez a su hija con el primero que pisó la hacienda en
ra la suficiente serenidad para afrontarlo. busca de mujer y de generosa dote. Dote rápidamente
malgastada y tras esperar una nueva ayuda que jamás
-Cuando al anochecer regresaba a la casa, veíala siem recibió de su inflexible suegro, se marchó con mi herma
pre cabizbaja, con la mirada puesta en la lejanía, como si na a un lugar lejano, perseguidos por la miseria.
también ella buscase con ansiedad, una idéntica solución
al mismo problema. Sus ojos se llenaban de lágrimas con -L a oculta despedida entre mi hermana y yo fue de
asiduidad, y cuando me miraba una voz en mi interior gran dolor. Solo en unos apresurados instantes nos diji
me decía: ¡Llora por ti! mos todo cuanto dos enamorados puedan decirse en
años. Con su vestido azul claro de encajes blancos deste
-Mientras tanto, nuestra madre de todo cuenta se daba, ñido por el uso, y su chaqueta de lana color paja raída
pero callaba. por la escasez, la contemplé por última vez cogida por
los hombros allá entre los olivos, y fue en aquel día, se
ñor, cuando nos dimos un único y largo beso en la boca
-M i corto entendimiento o quizás fuera mi destino ya
repleto de amor sin avergonzarnos jamás de ello.
trazado, hízome contar en acto de confesión todos mis
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sonrisa-. No les guardo rencor a mis padres por su modo
de actuar. Comprendo que cada cual tiene sus razones,
que todos cometemos errores.
-A mi marido -le contestó ella. -N o lo creo yo así, buen anciano -le respondió la jo
ven-. Mi marido y yo mucho nos queremos y juntos de
-¿Tiene él que pasar por aquí? seamos seguir aún después de la muerte. El anda por un
camino el cual a mí se me truncó de golpe, ahora mi
-Sí, por aquel camino que está frente a mí. amor háceme que ruege a Dios a cada instante para que
sus fuertes piernas no se detengan ni su mente se distraiga
El anciano oteó el horizonte en aquella dirección. por otros senderos, los cuales retardarían nuestra unión.
El camino señalado por la joven se internaba por cam -El viene, lo sé. Mi corazón no miente. ¿Qué mejor
pos de labor y por desiertos. Atravesaba ríos turbulentos puedo hacer sino esperarlo con los brazos abiertos?.
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-Que Dios te dé toda la fortaleza que precises -le de
seó el anciano.
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El, un simple fraile anciano, poco hablador, enamora
do del estudio y de la soledad con Dios, de sus largos pa
seos por entre las vides y olivares, carpintero de nidos
para los alegres pájaros de primavera, alimentador de los
pececillos del estanque, entusiasta panadero, catador del
sinfín de caldos repletos del aroma otoñal y jardinero de
fragantes rosas, sentía ahora satisfecho aquel inconteni
El Regreso
ble deseo de aprender pese a su avanzada edad y necesi
taba volver al lugar de donde partió.
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Los días, los sucesos ocurridos en el largo caminar, se salpicaba de ignorancia a sus semejantes, al que voló con
asemejaban al sueño de una sola noche. las alas de la ilusión hacia un falso amor, al viejo pastor
y a la mujer que esperaba con amor a su amor.
Nada le pareció alterado, todo seguía igual. Las rosas
eran las mismas como así el ancho cielo que se divisaba. Levantó la mirada al cielo dando las gracias a Dios
Se respiraba la misma fragancia de los bellos atardece por los maravillosos días que transcurrieron entre agra
res, la comprensión del padre prior, el susurro del agua dables y también maravillosas gentes.
de la centenaria fuente, el movimiento de los curiosos
cipreses mirando por encima de los tejados, el ulular del Cuando la menguante luna iluminó la torre, bañando
hermano buho en alguna cercana rama... Sólo él se nota de plateada luz su blanco hábito, se sentó en el suelo y
ba distinto, transformado. con los ojos puestos en el firmamento, apoyó el anciano
la espalda en la pared de blanca piedra y tras rezar en
Las gentes conocidas por los caminos mucho le dieron silencio una corta, oración aprendida de niño, se durmió
que pensar. De labios humildes oyó frases que le hacían en el acto con su eterna sonrisa en los labios.
detener su marcha para recapacitar y asimilar la lección.
Habló con gente varia, en casas distintas reposó su fati
gado cuerpo y por cientos de caminos dejó tras de sí,
muy lentamente, un peso casi asfixiante acumulado du
rante largos años.
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Indice
La Búsqueda de la Verdad................................................. . 7
La Tentación ................................................................... 11
Las Jerarquías ................................................................. 16
La Falsa Ilusión................................................................ 20
La Búsqueda de Uno Mismo............................................. 27
Las Apariencias................................................................ 34
Egoísmo........................................................................... 39
F e .................................................................................... 43
Comprensión................................................................... 50
Cuando el Alumno Está Dispuesto, Aparece el Maestro 55
F e .................................................................................... 61
La Inocencia..................................................................... 68
Amor Imposible................................................................ 73
La Espera......................................................................... 82
El Regreso..................................................................... 86
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