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DEFINICIÓN TIPOLÓGICA.
ALBERTO BELLUCCI
HUGO PO NTO RIERO
Hugo Pontoriero Licenciado en Museología (UMSA).jefe del Departamento de Museología del Museo
Nacional de Arte Decorativo. Profesor adjunto de Mj todología de la Investigación e Historia de las Artes
Decorativas de la UM SA.
/
Nacido y crecido a la sombra del grand hotel particulier parisino, el hermano mayor que lo
súperaba en magnitud, pretensiones y prestigio -cuyo transplante a Buenos Aires se ha tra-
tado en el capítulo anterior, "Palacios, palacetes, grandes residencias"- el petit-hótel se
abrió camino sin pausa por los nuevos barrios residenciales urbanos que la clase media alta
porteña ocupó progresivamente en los últimos años del siglo XIX y las primeras décadas
del XX. El desarrollo de ambas tipologías se centró sin duda en Buenos Aires, la flamante
capital que creáa inconteniblemente y se alimentaba, como se sabe, de los aportes técnicos
y formales que llegaban de Europa. Por inevitable carácter transitivo, también germinó en
importantes ciudades del interior, como Córdoba, Mendoza y, sobre todo, en Rosario.
Su nicho geográfico por excelencia fue el Barrio Norte de Buenos Aires, y su período his-
tórico de validez tipológica se desarrolló durante la última década del siglo XIX y las dos
primeras del siglo XX.
PETIT HOTEL: HACIA UNA DEFINICIÓN TIPOLÓGICA
Alberto Be lluc ci 1 Hug o Pontori e ro
Descripción tipológica
En realidad el petit-hótel responde a una composición formal compleja y a una
estructura funcional diversificada: una suerte de jibarización del palacio urbano
o del grand hotel. La causa es simple y radica en su necesaria adaptación a recur-
sos económicos no tan pródigos, y al agotamiento de los terrenos libres en los
nuevos espacios urbanos (Plaza San Martín~ Avenida Alvear) que se habrían
abierto para recibir la tipología palaciega, lo que determinó que estos terrenos ex-
cepcionales ya no estuvieran disponibles p r suma alguna. Esta circunstancia li-
mitó la elección del terreno, la cantidad de metros cuadrados posibles y, muchas
veces -no siempre-, la suma destinada al profesional responsable (lo cual tam-
bién condicionó las opciones y los resultados).
Caracterizada como el nuevo tipo de vivienda familiar de las clases acomodadas,
el petit-hótel reemplazó el ordenamiento de habitaciones "en hilera" -en la casa
chorizo, con la secuencia de locales de usos más o menos indiscriminados- por
una composición "en racimo", con ambientes de funciones más específicas y
mucho mejor definidas. La casa, hasta entonces tendida en horizontal en forma
de peine sobre el terreno, se concentra y asciende, más o menos arracimada al-
rededor del núcleo de circulación de la escalera principal de un solo piso, en
tanto una segunda escalera, a veces en caracol e invariablemente oculta, casi po-
dríamos decir clandestina, vincula todos los niveles.
Memorias testimoniales
Luego de esta excursión específica y necesaria por los dominios propios del arqui-
tecto, es conveniente extender nuestras observaciones e incluir puntos de vista y
opiniones de los que han sido usuarios y testigos de estas arquitecturas. Para
comprender las vivencias reales - y a veces contradictorias- que los moradores te-
nían de estos petit-hotels, resulta ilustrativo transcribir aquí fragmentos de tres re-
latos contrapuestos que, con toda la subjetividad que arrastran, nos transmiten
recuerdos vivos del "paisaje" interior que se experimentaba en este tipo de vivien-
das. El primero es el colorido hilván de recuerdos con que Firia Eberle revive las
memorias "placenteras" que conservaba de su niñez en el petit-hótel de Serrano
2647, una mansión de 1895, cerca de Plaza Italia, que los padres de Jorge Luis
Borges habían cedido a su amigo, el Dr. Eberle, y a su familia, en 1914.J
"Una puerta de hierro por la que trepábamos para alcanzar el timbre. Nos parecía que Figura 1: Petit· Hotel
había que esperar mucho hasta que llegara Rosa con la llave, pues el camino desde la Av. Córdoba 1056
cocina era largo. Adelante había un patio con canteros y !a puerta al vestíbulo con vi- Figura 2: Entrada principal.
trales al frente. Ahí estaba la gran escalera de madera alfombrada por la que se subía Figura 3: Entrada y pasaje de
al primer piso; lo lindo era el pasamanos porque por e'l bajábamos montadas(. ..] Al ves- servicio.
tíbulo y al frente daba la sala donde Madre reunía a sus amigas los segundos y cuartos
martes de cada mes, como indicaban sus taljetas de recibo (. .. ] El té se tomaba en la
misma sala, acompañado de masitas y bizcochos, muy apreciados y ponderados porque
los había preparado Madre. [... ] A la sala le seguía el escritorio de Padre, con ventana
al jardín. Gran escritorio, sofá y sillones de cuero. Lugar un tanto lúgubre, al que
nunca entrábamos. Dos grandes bibliotecas, repletas de libros de Derecho, atlas y dic-
cionarios y la enciclopedia Meyer, en alemán, que siempre se consultaba(. ..] El comedor
atravesaba la casa. Tenia un gran ventanal al jardín. Los muebles eran de roble oscuro,
mesa amplia con carpeta de terciopelo rojo, doce sillas, aparador y trinchante donde
se guardaba la porcelana, los cristales, manteles y cubiertos. En el comedor estaba la
salamandra con sus ventanitas de mica, única calefacción para toda la casa, que se ali-
mentaba con antracita que se guardaba en un galpón atrás, en el lavadero. La puerta
de la izquierda daba a un patio grande, al antecomedor donde amenazaban man-
damos si no terminábamos la comida a tiempo. Tenía un gran armario de tres cuer-
pos, la despensa, un pequeño lavatorio, una mesita para apoyar la bandeja con la
comida y una heladerita que se enfriaba con un cuarto de barra de hielo que todas las
mañanas llevaban envuelta en arpillera. En medio de la habitación había una tapa
en el piso; al levantarla se descubría una excavación donde se guardaban los vinos
finos . Esta pieza daba al patio, a través del cual había que pasar con la comida desde
la cocina hasta el comedor ¡No sé cómo se harí9- para que la comida llegara caliente!
La cocina era muy amplia, con grandes muebles de madera de pino natural, una eco-
nómica de hierro con dos hornos, una prusialfl. y una gran plancha con homallas cerra-
das por aros de hierro que se retiraban de a uno para adaptar el agujero al tamaño de
la olla(. .. ] Se calentaba a quebracho que traían por toneladas y que también se guardaba
atrás, en el lavadero. Tenia una serpentina que pasaba cerca del Juego para el agua ca-
liente. Muchos años después instalaron el gas natural pero en casa se -puso solamente
una plancha con dos homallas y calefón en el baño. El patio, que era grande, tenia es-
tantes y macetas con plantas finas que se entraban a la jardinera de la sala los días de
recibo(. ..] En el fondo había un bañito y una pieza que daba al jardín donde dormía Ge-
rardo, el jardinero, y un corredorcito a lo largo, por el que siempre corría un chiflón".
Y sobre la intimidad familiar del primer piso recordaba: "Nuestros padres dormían
al frente, con balconcito al patio de entrada. Al lado, en el cuarto de vestir con chaise
longue, había un ropero de tres cuerpos y una mesita de vestir con tres altos espejos. En
el dormitorio, dos grandes camas juntas, dos mesas de luz y una gran cómoda. Sobre
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(Figura 4) (Figura 5)
también revividas y experimentar la rica y escurridiza sustancia vital que esa ar- Figura 4: Biblioteca.
quitectura era capaz de contener (Figura 1). Figura 5: Vestíbulo.
Desde la experiencia contemporánea advertimos fácilmente la desmesura de los Figura 6: Vestíbulo.
estrechos corredores, la falta de iluminación suficiente y de ventilación adecuada, Figura 7' Vestíbulo Alto.
la tortuosidad de los perímetros, la acumulación visual y los excesos ornamen- Figura 8: Dormitorio al
tales y protocolares que ritmaban la cotidianeidad de esa Belle Epoque destinada Frente.
a desaparecer (Figuras 2, J, 4· 5· 6, 7· 8 y 9).
Vista desde la óptica de aquel fin de siglo, no cabe duda de que la distribución fun-
cional diferenciada, los ingredientes tecnológicos de electricidad, montacargas, ca-
ñerías de alimentación y descarga incorporados, y los elementos de contemplación
natural y estética que estimulaban los sentidos, fueron vehículo de un adelanto
significativo en la calidad de vida de la familia (Figuras 10, 11, 12 y IJ).
Recurrieron a los mejores artesanos locales, aunque debemos tener en cuenta s/ Para ampliar el tema véase
que en la época, las crisis golpeaban duramente en Europa, por lo que estu- j. M. Borthagaray, "Demoler,
vieron disponibles también los mejores artesanos parisinos, alemanes, geno- conservar, reciclar, restaurar",
veses, turineses y otros, algunos de los cuales aportaron herrerías, tallas, Rev1sta de la CPAU N° 6, pu-
parquets, vitrales y esculturas hechos en sus talleres. o faltaron los que vinie- blicación
ron especialmente para realizar los trabajos. donde se asociaron con artesanos del Consejo Profesional de
locales, casaron con sus hijas y luego se radicaron definitivamente. Arquitectura y Urbanismo,
No fueron pocos los ejemplos del tipo que se liquidaron por el valor del te- p.p. 17-20, ISSN: 0327-3997,
rreno, con total desprecio por las joyas artesanales que contenían. Hoy, el pro- junio, 2009, Buenos Aires,
ceso de exterminio parece haberse detenido, pues resulta casi igualmente Argentma.
rentable aprovechar la superficie construida, que demoler y construir una casa
de departamentos en altura de una superficie no mucho mayor. Numerosas
instituciones han cedido a la tentación de adquirir un coqueto edificio para su
sede, y los que han sobrevivido parecen haber alcanzado una situación estable.
Otros han encontrado nueva vida a través de remodelaciones mas o menos
drásticas de sus interiores, que han permitido que sus fachadas sigan cualifi-
cando nuestra calles.
Desgraciadamente, no todos los ejemplos del tipo salieron airosos de las in-
tervenciones; un caso penoso ha sido el de Avenida Alvear 1750 (Alejandro
Bustillo, c. 1924) (FiguraD, ver apertura de capítulo) , adquirido por la firma
Armani, que restauró perfectamente su fachada, demolió los interiores y los
remodeló de manera que presentan una fiesta de luz y color visible desde la
calle, para luego venderlo y dejarlo librado a un destino que hoy parece in-
cierto. Los petit-hotels sobrevivientes están sometidos a riesgos tan graves
como el de demolición,5 cuando alojan usos que no les dan nueva vida, renta-
bilidad o mantenimiento sostenido en eltiempo. En estos casos , pueden con-
vertirse en necrosis urbanas cuyos ef1ctos deletéreos se contagian a sus
linderos.