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PETIT-HOTEL: HACIA UNA

DEFINICIÓN TIPOLÓGICA.

ALBERTO BELLUCCI
HUGO PO NTO RIERO

A. Fachada actual del antiguo Petit-hótel en Avenida Alvear.


Sobrevive prácticamente intacto, porque ha tenido la
fortuna de encontrar un nuevo uso como tienda insignia,
de prestigio, de una marca de indumentaria masculina.

B. La desmesura de los estrechos corredores, la falta de


iluminación suficiente y de ventilación adecuada, la
tortuosidad de los perimetros, la acumulación visual y
los excesos ornamentales y protocolares que ritmaban la
cotidianeidad de una belle époque destinada a desaparecer.

C. Dos ejemplares contiguos en la calle Montevideo.


Sus interiores han sufrido intervenciones reiteradas
que han dejado muy poco del sentido y características
originales. Sin embargo, estas profundas alteraciones
les han permitido sobrevivir a la lógica de la implacable
renovación inmobiliaria, al iniciar un nuevo ciclo de
uso como sede de la Sociedad Central de Arquitectos de
la Ciudad de Buenos Aires.

D. Fachada de la residencia del Señor Luis A. Duhau, en


la Avenida Alvear. Escaneo del dibujo original del arqui-
tecto Horacio Bus tillo. Sobrevive solamente como telón
de fachada; el resto fue totalmente demolido durante el
breve lapso en que funcionó como tienda insignia de la
firma Armani.
B
Alberto Bellucci Arquitecto, UBA 1965. Director del Museo Nacional de Arte Decorativo. Académico de
Bellas Artes. Prqfesor de Historia y Arquitectura (FADU). Profesor de Apreciación Artística en la Ude SA.

Hugo Pontoriero Licenciado en Museología (UMSA).jefe del Departamento de Museología del Museo
Nacional de Arte Decorativo. Profesor adjunto de Mj todología de la Investigación e Historia de las Artes
Decorativas de la UM SA.
/

Nacido y crecido a la sombra del grand hotel particulier parisino, el hermano mayor que lo
súperaba en magnitud, pretensiones y prestigio -cuyo transplante a Buenos Aires se ha tra-
tado en el capítulo anterior, "Palacios, palacetes, grandes residencias"- el petit-hótel se
abrió camino sin pausa por los nuevos barrios residenciales urbanos que la clase media alta
porteña ocupó progresivamente en los últimos años del siglo XIX y las primeras décadas
del XX. El desarrollo de ambas tipologías se centró sin duda en Buenos Aires, la flamante
capital que creáa inconteniblemente y se alimentaba, como se sabe, de los aportes técnicos
y formales que llegaban de Europa. Por inevitable carácter transitivo, también germinó en
importantes ciudades del interior, como Córdoba, Mendoza y, sobre todo, en Rosario.
Su nicho geográfico por excelencia fue el Barrio Norte de Buenos Aires, y su período his-
tórico de validez tipológica se desarrolló durante la última década del siglo XIX y las dos
primeras del siglo XX.
PETIT HOTEL: HACIA UNA DEFINICIÓN TIPOLÓGICA
Alberto Be lluc ci 1 Hug o Pontori e ro

Período histórico de validez del tipo


Podemos fijar el período característico del petit-hótel entre los años 1890 y 1920.
Antes de eso nos encontramos con el monopolio casi exclusivo de la arquitectura
doméstica italianizante, la casa baja criolla porteña de patios -descrita en el ca-
pítulo "La ciudad construida. La ciudad de los patios"- que habría de devenir en
la exitosa "casa chorizo" (que debiera llamarse en rigor "casa peine"), o la emer-
gente casa de dos plantas en sus versiones independiente y apareada. A su vez,
después de 1920, el petit-hótel desaparece como tipología o se eleva en "casas de
altura", que mantienen en sus fachadas varios de los elementos estilísticos, aun-
que sus interiores, cada vez más ortogonales y despojados, acusan su pertenencia
a otros tipos y a otra época. La introducción de innovaciones tecnológicas como
las estructuras portantes (de acero, en primer término; de hormigón armado,
después) y del ascensor, hicieron posible una explotación mucho mas intensa del
suelo urbano en las ubicaciones mas codiciadas, en los lotes hasta entonces ocu-
pados por los petit-hotels. Estas posibilidades dieron pie a que se presionara, y
lograra, que las normas de edificación permitiesen las alturas que estas innova-
ciones tecnológicas habían hecho posibles. Se asistió, entonces, a un proceso de
exterminio del tipo, y su reemplazo por casas de departamentos en altura, con
alrededor de ocho pisos en las etapas iniciales.
Los mejores ejemplares del tipo petit-hótel habían sido construidos por pa-
triarcas, que se pensaron como fundadores de dinastías. Pero el país vivió
una profunda y veloz reforma agraria producida en parte por el Código Civil
-que manda repartir las herencias en parte iguales entre todos los hijos- y en
parte por las profundas convicciones católicas de la mayoría de estas familias ,
que determinó que tuviesen proles numerosas . Las dinastías que debían sos-
tener la vida en los petit-hotels , ya no estuvieron en condiciones de hacerlo
en la generación de los hijos y, muy raramente llegaron a conseguirlo en la
de los nietos .

Descripción tipológica
En realidad el petit-hótel responde a una composición formal compleja y a una
estructura funcional diversificada: una suerte de jibarización del palacio urbano
o del grand hotel. La causa es simple y radica en su necesaria adaptación a recur-
sos económicos no tan pródigos, y al agotamiento de los terrenos libres en los
nuevos espacios urbanos (Plaza San Martín~ Avenida Alvear) que se habrían
abierto para recibir la tipología palaciega, lo que determinó que estos terrenos ex-
cepcionales ya no estuvieran disponibles p r suma alguna. Esta circunstancia li-
mitó la elección del terreno, la cantidad de metros cuadrados posibles y, muchas
veces -no siempre-, la suma destinada al profesional responsable (lo cual tam-
bién condicionó las opciones y los resultados).
Caracterizada como el nuevo tipo de vivienda familiar de las clases acomodadas,
el petit-hótel reemplazó el ordenamiento de habitaciones "en hilera" -en la casa
chorizo, con la secuencia de locales de usos más o menos indiscriminados- por
una composición "en racimo", con ambientes de funciones más específicas y
mucho mejor definidas. La casa, hasta entonces tendida en horizontal en forma
de peine sobre el terreno, se concentra y asciende, más o menos arracimada al-
rededor del núcleo de circulación de la escalera principal de un solo piso, en
tanto una segunda escalera, a veces en caracol e invariablemente oculta, casi po-
dríamos decir clandestina, vincula todos los niveles.

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En la gran mayoría de los casos, el petit-hótel se articula en cuatro plantas: un se-
misótano de servicios e instalaciones, la planta baja noble, el primer piso de uso
familiar, y un entretecho para la servidumbre. El ascensor empieza a incorpo-
rarse lentamente al programa hacia 1915 pero, en todo caso, queda todavía en
posición lateral, subalterna.
Despojado del pabellón de portería y la cour d ñonneur, propios de los palacetes
residenciales, el petit-hótel centraba su énfasis en la fachada y en la imagen es-
pacial y decorativa del veshbulo elevado y el arranque de la escalera principal.
Desde ese corazón ceremonial de la casa, el "piano nobile" desplegaba los salones
de recibo y el <;omedor, a veces adelantados en algún volumen curvo o prolon-
gado en la terraza posterior. Mientras que en el piso alto se disponían los dormi-
torios y los baños, éstos últimos cada vez más accesibles y mejor equipados.
Según las posibilidades del caso, se ubicaban en este piso el escritorio privado,
un salón de costura y la habitación de retreo para los niños (el ')ugario'J. El ser-
vicio se repartía en los niveles extremes del edificio: en el semisótano, la cocina,
lavadero y sala de plancha, bodega-despensa y recinto de caldera central; todo
con acceso independiente desde la calle o -en el caso más habitual- desde una
pequeña puerta lateral baja, abierta en el rellano de la escalera de entrada. En el
ático se instalaban los dormitorios y baños del personal doméstico.
Por lo que acabamos de exponer, proponemos sintetizar las características que
definen la tipología del petit-hótel en seis parámetros básicos:
• Vivienda unifamiliar.
• Contexto urbano (ubicación habitual entre medianeras).
• Distribución funcional compacta, con centro en la escalera ceremonial.
• Resolución en cuatro niveles: semisótano, dos pisos "familiares" y ático.
• Fachada resuelta en dos o tres módulos verticales, y hasta ocho en lotes esquineros.
• Estilo afrancesado, en sus versiones académica y antiacadémica.
Para fijar mejor nuestra propuesta, intentaremos una sucinta recorrida de reco-
nocimiento por algunos ejemplos significativos o, mejor dicho, por los cada vez
más dispersos y mutilados fragmentos de obras que quedan en pie, junto con los
parciales testimonios documentales que hemos podido consultar.' Es lamentable
comprobar la escasa vida útil que tuvieron estas residencias, caídas en su gran
mayoría bajo la piqueta demoledora dentro de plazos promedio de cuarenta años,
y, aún más, el estado de los vestigios éoncretos de sus arquitecturas (en muchos
casos bastardeadas con remodelaciones sin respeto). Hoy debemos estudiarlos
en base a los planos y registros fotográficos que se han salvado del moho, la po-
lilla y la despreocupación de los poseedores, y revivirlos acaso en la memoria es-
quiva de los descendientes y en la fértil imaginación de los escritores. Porque,
como sucede frente al incontenible avance de lo que alguna vez se llamó "pro-
greso", el petit-hótel no tuvo entidad ni vitalidad suficientes para detener la avi-
dez inmobiliaria y gozar de los salvoconductos que consiguió un reducido grupo
de sus hermanos mayores, esos contados palacetes y grandes residencias donde
se habilitaron embajadas o museos que guardan la imagen y la memoria cultural
de aquellos tiempos.

Recorriendo proyectos y realizaciones


Hemos dicho que las características del lote afectaron la mayor o menor holgura
en el diseño, la forma y dimensiones de las habitaciones del petit-hótel. La ma-
yoría de los lotes, con sus estrechos frentes "rivadavianos" de ro varas, y longi-
tudes cuatro veces mayores, obligaron a cegar uno o dos de sus posibles frentes,
que se transformaron en muros divisorios (medianeras), y posibilitaron sólo la
apertura hacia la calle y hacia el jardín de fondo. Tal fue la imagen introvertida
de la casa tradicional, pariente lejana del "impluvium" romano.
Pero esta introversión y la austeridad planirnétrica heredada de España e Italia,
predominante durante todo el siglo XIX, viró con la cultura afrancesada delftaneur;
es decir, el paseante despreocupado, hacia la exhibición de una fachada plástica

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modelada con llenos y vacíos, roleos, molduras, techos en mansarda y hasta -en 1/ Dejamos constancia del
los casos esquineros- con alguna torre aguzada festoneada con orioles. A través mérito de la tarea de releva-
de la fachada, rostro maquillado, reluciente y lleno de ojos-ventanas (aunque tu- miento y conservación docu-
viera sus párpados-cortinas generalmente cerrados , lo que acentuaba, sin duda, mental realizada por el
el interés y la curiosidad del paseante) la casa se convirtió así en un organismo Centro de Documentación de
apto para mirar la ciudad y ser mirado por ella. En general, ese "rostro frontal" Arquitectura Latinoamericana
era una pantalla más o menos extendida según el ancho del lote. Para casos entre (Cedodal) varias de cuyas pu-
medianeras, el ordenamiento se hacía en base a composiciones verticales bipar- blicaciones han serv1do como
titas o tripartitas. Las primeras, para frentes de ro varas. Y las útlimas -las más fuente de consulta para este
frecuentes-, para fachadas de ro a r5 metros de largo, obtenidas por parcela- trabajo.·
rnientos no subdivididos o por unificación de dos parcelas mínimas. 2/ En este caso, la real orde-
Ejemplos de divisiones bipartitas en lotes estrechos fueron el proyecto temprano nación bipartita se convierte
-no construido-- de Edouard Le Monnier y Carlos Altgelt, en Guido 172 (r9or, en tripartita a nivel de planta
que en realidad fue pensado para dos familias) ; la casa Femández Poblet, de Jun- baja, deb1do al desdobla-
cal r452 (r9o6); la casa Tavazza, de Juncal r720 (r9o8); e, incluso, la curiosa de miento de accesos residencial
Paraguay r565 -las tres del mismo Le Monnier- ,• y la casa de Leopoldo Díaz, en y de serviCIO, que Monnier en-
Córdoba r750 (Alfredo Massüe, c.r9r3). Los casos de resolución tripartita fueron fatiza con su continuación a
más abundantes, como las de Salvador Mírate (r9ro); la espléndida casa de Le través de una aventanamiento
Monnier para Bartolomé Ginocchio, en Lima r638, que mereció el premio mu- en el piso doble.
nicipal de fachada de r903; la casa de Antonio Lanusse, en Suipacha rr36, por
Louis Dubois (r909); y el petit-hótel de Vicente Peralta Alvear, en Callao r332, di-
señado por Alejandro Christophersen, hacia r9r5.
Para los casos de petit-hotels esquineros -cuyos terrenos ofrecían formas más
cuadradas y profundidades menores- las fachadas se desarrollaban en series
horizontales de tres o cuatro tramos de ventanas por frente y uno en la ochava.
Este último permitía implantar una torre esquinera, que actuaba como flecha
identificatoria de prestigio familiar (o institucional, en el caso de otras tipolo-
gías residenciales o comerciales) y, al mismo tiempo, daba legibilidad e imagen
a la convergencia de las calles de esa grilla urbana, que se compactaba volumé-
tricamente al mismo tiempo que se extendía a ritmo acelerado. Ejemplos de
esta variante se daban en los petit-hotels esquineros de Quintana y Callao (Le
Monnier, r907, sin mansarda ni torre); en el muy académico de Quintana y Pa-
rera (Louis Martín, r9ro); en la casa de Irene H. de Moreno, en Cerrito y Juncal
(A. Massüe, r9o3) -aquí sí con mansarda y torre que corona un lote de gran
desarrollo longitudinal, pero dentro de una transición tipológica hacia el pala-
cete- ; y en la residencia de Tomás Devoto, en Callao y Marcelo T. de Alvear (A
Christophersen, c.r9oo).
En la metrópoli que crecía ávidamente y que, como Cronos, devoraba a sus pro-
pios hijos, las esquinas fueron un alimento muy apetecible debido a la rentabi-
lidad que ofrecían. No sólo la relación numérica habitual entre superficies de
los lotes de esquina y los centrales era de 3 a 5, y sus formas mucho más conve-
nientes, sino que la apertura a dos calles duplicaba las posibilidades de abrir lo-
cales a la luz y ubicar comercios y casas de renta. Ese pingüe valor inmobiliario
abrió paso a las sucesivas demoliciones qu' diezmaron los ejemplos esquineros
existentes. Un caso especialmente lamentable fue el de la casa Egusquiza, de Li-
bertad r394, también de Edouard Le Monnier, y merecedora del Premio Muni-
cipal de Fachada, de r9o6. El terreno era un triángulo rectángulo con obligados
muros ciegos en la hipotenusa y uno de sus catetos. El arquitecto no sólo apro-
vechó estupendamente las restricciones del lote en el diseño interior e hizo de
la necesidad virtud, sino que dividió la fachada sobre Libertad en tres líneas de
ventanas partidas con coronaciones "a la Blois", y plantó en el vértice una torre
circular que oficiaba de bisagra, anunciaba una continuidad urbana que no era,
y que sólo se alcanzó luego de demoler la casa y unificar los linderos. ¡Singular
forma de martirio que privó a Buenos Aires de una obra maestra de un arquitecto
excepcional! Esta demolición permitió, sin embargo, erigir el magnífico edificio
racionalista diseñado por Pablo Pater y Alberto Morea, en r937.

LAS MANZANAS. LOS LOTES y LAS CASAS . 77


Podemos citar también la residencia que Alejandro Christophersen construyó
hacia 1912, en Zavala y Juramento, en Belgrano, la ciudad "independiente" del
siglo XIX, que comenzaba a ser un barrio del Buenos Aires del siglo XX. En este
caso se advierte la exitosa negociación que Christophersen logró entre la difícil
parcela trapezoidal, la ortodoxia compositiva de simetría bilateral y la necesaria
reducción tipológica de "grand hOtel" a petit-hótel. Pero este ejemplo nos coloca
en el umbral de transición hacia la "villa" suburbana, tema que se aleja de los lí-
mites tipológicos de este capítulo.
En un orden de consideraciones que hace al registro estilístico en que se movió
el tipo petit-hótel, cabe señalar que los diseños dependían de las raíces y el gusto
de comitentes y profesionales europeos, o descendientes directos de familias del
Viejo Continente. Esta circunstancia -junto con las restricciones impuest'!s por
los terrenos, antes anotadas- otorgó a los -petit-hotels una variedad estilística
mayor y más original que la que solía encorsetar a la arquitectura bastante más
académica de las grandes residenciaS. Pero dentro de perfiles más pintorescos
que los de su hermano mayor, el petit-hótel se mantuvo fiel a la tendencia gene-
ral de afrancesamiento que impregnaba a la sociedad urbana de entonces. Esta
transculturación no resultaba anómala, sino altamente estimulante para la visión
cultural de entonces que aquí, como en tantas otras capitales del mundo occiden-
tal, actuaba encandilada por el brillo de París, la "Ciudad Luz". A un siglo de dis-
tancia, la fascinación que experimentamos por otros focos, venidos del norte de
América, o de otros centros del mundo globalizado, quizás nos ayude a entender
-si no a justificar-la seducción de este tipo de deslumbramientos.
Durante la última década del siglo XIX y la primera del siglo XX, la avidez deco-
rativa se manifestó en la creciente presencia de detalles ornamentales como aris-
tas y molduras redondeadas, lucamas, rejas y balcones encrespados, coronación
de cupulines y faldones de mansardas, cresteria, guarniciones y flechas de anti-
monio. Cabe citar la casa de Antonio Robirosa, en Parera n9 (L. Dubois, 1905),
y la residencia de Ernesto Castelhum, en Callao 920 (V. Jaeschké, 1908). Poste-
riormente, esa profusión fue aquietándose en función de concepciones de diseño
más serenas y unitarias, hasta desembocar en paramentos bastante más compac-
tos y austeros, afines a la serenidad neoclásica de los modelos borbónicos. Por
ejemplo la residencia Seré, actual embajada de Rusia, en Rodríguez Peña 1741
(E. Lanús, 1923).
Ahora bien, si el exterior de todo edificio urbano es el rostro visible que se abre a
la sociedad, aquella imagen por la cual se lo reconoce públicamente, y que comu-
nica abiertamente su identidad personal, es en el nivel de integración entre estruc-
tura, apariencia y distribución funcional donde se aprecia la bondad
arquitectónica del resultado. Y es, precisamente, en este punto en el que la escasez
de documentación sobreviviente dificulta el análisis y entorpece la rotundez de ese
juicio critico definitivo, que establece la calidad propia de la obra de arquitectura.

El petit-hotel en la escena urbana


Muchas veces estuvo retirado de la línea de vereda, de la que se separó con una
reja transparente. Y hasta ostentó algún que otro árbol en esos pequeños retiros.
Estos gestos, aunque módicos, dieron más aire al espacio público. Cuando fue-
ron linderos con el tipo preexistente -las casonas criollas bajas- la emergencia
de sus medianeras, por diferencia de alturas edificadas no fue tanta que no es-
tuviese al alcance de enredadera, con lo que sumó follaje al arbolado urbano y al
del retiro, cuando lo hubo, tal como muestra el ejemplo particularmente feliz de
Avenida Quintana 174. La profundidad de planta entre frente y contrafrente, or-
ganizada en tomo del gran hall central, no podía pasar de cierto límite sin que
este se desproporcionara, lo que dió lugar a jardines de fondo que configuraron
corazones de manzana muy interesantes. Un ejemplo es el edificio de Libertad
1264/1270, actual sede del Circo!o Italiano. Por lo demás, su moderada altura,
que no llegaba a los 20 metros, no destruyó el esquema espacial ni el asolea-

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miento de las calles ni de sus vecinos preexistentes. En base a todo lo antedicho,
podemos concluir que el petit-hótel se insertó en la escena urbana preexistente
con muy buenos modales.
A costa de las injusticias y omisiones que derivan de una investigación siempre
sumaria e incompleta sobre un tema tan vasto, quisiéramos destacar aquí, sin
embargo, el carácter excepcional de los proyectos de Edouard Le Monnier (r873-
193I), un profesional tan fértil cuanto original en el tratamiento de esta y otras
tipologías arquitectónicas en las que trabajó. Sin duda, la resolución de la resi-
dencia de la familia Fernández Anchorena, de 1907 (actual sede de la Nunciatura
Apostólica) es su obra maestra de arquitectura dentro de la tipología canónica del
grand hOtel particulier. Pero también lo es la que formuló para la más modesta re-
sidencia del doctor Félix Egusquiza, que encaja decididamente en la del petit-
hótel. Anteriormente nos referimos al terreno triangular y a la fachada resultante
de esta casa de 1905. Pero lo más importante es que esos componentes de la
casa "para mirar" se integran perfectamente con los de la casa "para habitar" -
estructura sencilla, distribución circulatoria y funcional clara, tamaños relativos
generosos- de lo que resulta un producto arquitectónico inobjetable. La compo-
sición demuestra un afinado oficio académico: la escalera ceremonial se ubica
acertadamente en el punto medio de la hipotenusa ciega, y la irregularidad de su
perímetro permite que los ambientes de la casa se ordenen ortogonalmente en án-
gulo recto a su alrededor. Asimismo, hace maravillas para dar luz a los locales
desde el único frente posible para ello, además de abrir como con sacabocado un
patio en el vértice sudoeste. Las pocas curvas del diseño están magníficamente co-
locadas, sea para animar la planimetría de la fachada, como para suavizar el agudo
remate de las salas esquineras, en tanto las plantas de dormitorios y baños de los
dueños y del servicio podrían resistir muy bien las sofisticadas demandas actuales.
Algo menos lograda resulta la casa de Carolina Ortega de Benítez, levantada dos
años después de la de Egusquiza. Carece de ático (cocina y habitaciones de ser-
vicio se ubican en el semisótano) lo cual la despoja de uno de los parámetros
que consideramos propios de la tipología que analizamos, pero en el resto de
sus características es un petit-hótel hecho y derecho. La construcción tiene un
FOS del 100%, lo que agravia la iluminación y ventilación de varios locales, a
pesar de haber cegado la parte interior del subsuelo e incluido dos patios míni-
mos de aire y luz en el piso alto. Lo que importa resaltar aquí es la distribución
canónica de los ambientes, hecha a partir de una disposición casi palladiana: ac-
ceso en bisectriz por la ochava, y núcleo ceremonial oval en el centro, con des-
arrollo de los salones alrededor. Desconocemos los detalles de la relación del
arquitecto con la familia comitente, pero pareciera que el objetivo dominante
fue asegurar, ante todo, un edificio ceremonial y estilísticamente irreprochable,
lo que explicaría el resultado mucho menos origínal, más sosegado que el resto
de la producción de Le Monnier, y bastante más próximo a lo que sería la moda
borbónica de la segunda década del siglo. /

Diversidades estilísticas y de escala, llentro una misma tipología


Tal corp.o se expresa más arriba, fueron varias las vertientes académicas afran-
cesadas a las que se echó mano en el diseño de los petit-hotels. La mayoría de los
que se levantaron a principios del nuevo siglo responden al empaque decidida-
mente prestigioso del estilo Beaux Arts, con sus volúmenes macizos surgiendo
de basamentos de piedra parís, y coronamientos de pizarras y lucarnas curvas en
el ático, paramentos de revoque símil piedra, modelados con buñas horizontales,
interrumpido en varios casos por secas pilastras de orden gigante en paños cen-
trales y esquineros, coronadas con frentes de capiteles de guirnaldas, y aberturas
cada vez más generosas, con rejas de elaborada factura decorativa . Pertenecen a
este sistema varias residencias urbanas de Alejandro Christophersen, tales como
la de Máximo Castro, en Ayacucho 1556 (ex sede de Radio Nacional, demolida en
1995); la de Josefina Unzué de Cobo, en Suipacha y Juncal (demolida c. r96o) ;

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3/ Incluido en: "Reflexiones la de Adela Unzué de Leloir, en Libertad 1270 (sede del actual Circolo Italiano,
sobre el mobiliario del 900", con su ondulada marquesina muy cercana al art nouveau) y la de Fernando Es-
Virginia Carreña. ("Los Días trugamou, en Callao y Arenales (demolida c.I970). Las cuatro datan de la se-
del Centenario de Mayo" , gunda década del siglo XX. Dentro del mismo repertorio, se ubica la que fue
Academia de Ciencias y Artes casa de Julio Peña (actual sede de la Sociedad Rural, en Florida 460, obra del
de San Isidro, 2000). belga Jules Dormal, fechada en 1905, que dentro de su academicismo formal os-
tenta algunos rasgos art nouveau). La presencia de este estilo antiacadémico -si
es que así podemos denominar al art nouveau- es mucho más evidente en el di-
námico frente y en las rejas de la residencia de Avenida Alvear 1780, actual sede
de Ralph Lauren, en donde las ondulaciones propias del junco o del látigo triun-
fan sobre las demás curvas de la fachada, académicamente ortodoxas y continuas.
Curiosamente, el autor es también Alejandro Christophersen, si bien la obra se
construyó hacia 1914 (Figura A, ver apertura de capítulo).
Encontramos también un diseño de eqtilibrado academicismo en tres obras del
arquitecto Carlos Nordmann, proyectadas y construidas hacia 1910: ellas son la
vivienda para Ernesto Tornquist, en la esquina de Florida al 900 (demolida); la
casa de Ayacucho al 1500 y la de Las Heras 1749. actual Escuela Nacional de Be-
llas Artes Prilidiano Pueyrredon.
Similar a la última obra de Christophersen antes mencionada, la residencia de
Jorge Mitre (Alvear 1790, actual sede de la Academia Nacional de Cieii.cjas Econó-
micas) es obra del arquitecto Bilbao (1900) y manifiesta un sereno eclecticismo his-
toricista, buen exponente del gusto finisecular que ya empezaba a ser remanente.
Este es, además, un ejemplo canónico de petit-hótel, con todos sus elementos ti-
pológicos, excepto la mansarda (si bien algunas habitaciones de servicio se ubican,
recedidas, sobre la terraza) e incluye una capilla-oratorio anexa al gran hall de re-
cepción, y un estrecho e insólito patio azulejado español, a un lado del mismo.
Otros ejemplos conservan rasgos de las raíces europeas de su autor, tales como
las influencias delliberty milanés del petit-hótel de la familia Gigena Seeber, en
Tucumán 1961, del italiano Virginia Colombo (hacia 1909) , o las derivaciones
de inspiración tudor de Melo 2120 (arquitecto C. E. Medhurst Thomas, hacia
1916). Por su parte,la residencia que perteneciera a la familia Firpo, en Avenida
Córdoba al 1500 (obra de de Carlos Agote, en 1915) se entronca decididamente
en el neogótico inglés.
Por último, cabe citar cuatro ejemplos de la producción -en clave borbónica- de
los arquitectos locales Eduardo Lanús y Pablo Hary, todas ellas del período
1905/1925, galardonadas con el Premio Municipal de Fachadas. Son las residen-
cias de la condesa de Sena, en Montevideo 1576 (demolida); la de Eduardo Lanús,
en Aguado 2868/70 -actual Embajada de Polonia-; la de la familia Séré, en Ro-
dríguez Peña 1741 -actual Embajada de Rusia-; y la de los MihurajMolina An-
chorena, en Las Heras 1725. Algunos de estos casos se ubican en la transición
entre el petit-hótel y el hOtel particulier. Algo mayores o menores fueron, en de-
finitiva, hermanos de leche y de sangre, miembros de una misma familia y de
la misma generación

Memorias testimoniales
Luego de esta excursión específica y necesaria por los dominios propios del arqui-
tecto, es conveniente extender nuestras observaciones e incluir puntos de vista y
opiniones de los que han sido usuarios y testigos de estas arquitecturas. Para
comprender las vivencias reales - y a veces contradictorias- que los moradores te-
nían de estos petit-hotels, resulta ilustrativo transcribir aquí fragmentos de tres re-
latos contrapuestos que, con toda la subjetividad que arrastran, nos transmiten
recuerdos vivos del "paisaje" interior que se experimentaba en este tipo de vivien-
das. El primero es el colorido hilván de recuerdos con que Firia Eberle revive las
memorias "placenteras" que conservaba de su niñez en el petit-hótel de Serrano
2647, una mansión de 1895, cerca de Plaza Italia, que los padres de Jorge Luis
Borges habían cedido a su amigo, el Dr. Eberle, y a su familia, en 1914.J

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(Figura 1} (Figura 2} (Figura JI

"Una puerta de hierro por la que trepábamos para alcanzar el timbre. Nos parecía que Figura 1: Petit· Hotel
había que esperar mucho hasta que llegara Rosa con la llave, pues el camino desde la Av. Córdoba 1056
cocina era largo. Adelante había un patio con canteros y !a puerta al vestíbulo con vi- Figura 2: Entrada principal.
trales al frente. Ahí estaba la gran escalera de madera alfombrada por la que se subía Figura 3: Entrada y pasaje de
al primer piso; lo lindo era el pasamanos porque por e'l bajábamos montadas(. ..] Al ves- servicio.
tíbulo y al frente daba la sala donde Madre reunía a sus amigas los segundos y cuartos
martes de cada mes, como indicaban sus taljetas de recibo (. .. ] El té se tomaba en la
misma sala, acompañado de masitas y bizcochos, muy apreciados y ponderados porque
los había preparado Madre. [... ] A la sala le seguía el escritorio de Padre, con ventana
al jardín. Gran escritorio, sofá y sillones de cuero. Lugar un tanto lúgubre, al que
nunca entrábamos. Dos grandes bibliotecas, repletas de libros de Derecho, atlas y dic-
cionarios y la enciclopedia Meyer, en alemán, que siempre se consultaba(. ..] El comedor
atravesaba la casa. Tenia un gran ventanal al jardín. Los muebles eran de roble oscuro,
mesa amplia con carpeta de terciopelo rojo, doce sillas, aparador y trinchante donde
se guardaba la porcelana, los cristales, manteles y cubiertos. En el comedor estaba la
salamandra con sus ventanitas de mica, única calefacción para toda la casa, que se ali-
mentaba con antracita que se guardaba en un galpón atrás, en el lavadero. La puerta
de la izquierda daba a un patio grande, al antecomedor donde amenazaban man-
damos si no terminábamos la comida a tiempo. Tenía un gran armario de tres cuer-
pos, la despensa, un pequeño lavatorio, una mesita para apoyar la bandeja con la
comida y una heladerita que se enfriaba con un cuarto de barra de hielo que todas las
mañanas llevaban envuelta en arpillera. En medio de la habitación había una tapa
en el piso; al levantarla se descubría una excavación donde se guardaban los vinos
finos . Esta pieza daba al patio, a través del cual había que pasar con la comida desde
la cocina hasta el comedor ¡No sé cómo se harí9- para que la comida llegara caliente!
La cocina era muy amplia, con grandes muebles de madera de pino natural, una eco-
nómica de hierro con dos hornos, una prusialfl. y una gran plancha con homallas cerra-
das por aros de hierro que se retiraban de a uno para adaptar el agujero al tamaño de
la olla(. .. ] Se calentaba a quebracho que traían por toneladas y que también se guardaba
atrás, en el lavadero. Tenia una serpentina que pasaba cerca del Juego para el agua ca-
liente. Muchos años después instalaron el gas natural pero en casa se -puso solamente
una plancha con dos homallas y calefón en el baño. El patio, que era grande, tenia es-
tantes y macetas con plantas finas que se entraban a la jardinera de la sala los días de
recibo(. ..] En el fondo había un bañito y una pieza que daba al jardín donde dormía Ge-
rardo, el jardinero, y un corredorcito a lo largo, por el que siempre corría un chiflón".
Y sobre la intimidad familiar del primer piso recordaba: "Nuestros padres dormían
al frente, con balconcito al patio de entrada. Al lado, en el cuarto de vestir con chaise
longue, había un ropero de tres cuerpos y una mesita de vestir con tres altos espejos. En
el dormitorio, dos grandes camas juntas, dos mesas de luz y una gran cómoda. Sobre

LAS MANZANAS. LOS LOTES y LAS CASAS 81


el mármol el juego de lavatorio: una gran palangana con su jarra, polvera, varias va-
sU as para cepillo de dientes, peines, cepillos para diferentes menesteres y hasta un
abrochador de botones para botines o botitas como se usaban antes. Todo en plata
cincelada; el juego de dormitorio era de caoba. Delmia -la hermana mayor- tenía
su dormitorio y pieza de vestir en los cuartos que daban al fondo. Los muebles eran
de citronnier. En el medio, una amplia pieza que llamábamos 'jugaría" donde había
varios roperos -hoy serían placards- y un sofá cama donde dormía la abuela cuando
se quedaba en casa". ·
Finalmente, "el jardín era el lugar de nuestras fantasías, exploraciones, competencia,
circo[. .. ) Teníamos un gimnasio con hamaca, trapecio, argollas y escalenta. Un gran
cuadrado de arena, un sube y baja [. .. ] muchos canteros, cada uno con una palmera
de distinta clase. La palmera más grande era la de los gorriones [. .. ] estaba muy cerca
del tapial que separaba nuestro jardín del Ratio de la casa vecina que también perte-
necía a los Borges. Allí vivía la familia Munilla, con la que hicimos gran amistad.
Nos trepábamos por el tronco de la palmera para charlar por encima del tapial".
Tales son los recuerdos de una niña que habitó un petit-hótel en los primeros
años del siglo XX, y que ilustra acabadamente sobre el tejido vital que era capaz
de florecer sobre la urdimbre que proveía la arquitectura de entonces. Euardo
Wilde y Manuel Mujica Láinez nos han dejado muy valiosos registros literarios
de este tipo residencial, pero ninguno como el que nos legó el propio Borges,
ya maduro y en la plenitud de su talento. En su obra maestra "El Aleph" nos
ofrece una descripción insuperable de un petit-hótel en el barrio de Constitu-
ción, que había sido morada de su imaginaria novia muerta. Borges pretende,
en el cuento, que visita esta casa, en cuyo sótano había encontrado el libro por-
tentoso, en los aniversarios de la muerte de su novia. La descripción que hace
de la casa y de su mobiliario es insuperable. Sólo nos arruina la fiesta la feroci-
dad del snobismo con el que el genial escritor se burla del medio pelo de su
frustrado futuro cuñado.4
Si bien desprovisto de gran parte del equipamiento objetual y de la presencia
de sus moradores , un minucioso registro fotográfico de los distintos ambien-
tes del petit-hótel que estuvo en Avenida Córdoba al 10oo, de propietarios y
autor ignotos (c.1900) nos permite conocer objetivamente los distintos recin-
tos de la casa tal como se veían en la época en que funcionó como tal. Con un
mínimo de imaginación -al modo de lo que logró Alexander Sokurov con el
film "El arca rusa"- se pueden recorrer e imaginar vivencias similares a las
evocadas por la niña Eberle o el nostalgioso Manucho. Como si, fantasmas de
un tiempo ido, nos propusiéramos no sólo indagar las particularidades de la
cáscara arquitectónica que envolvía las rutinas domésticas de entonces, sino

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(Figura 4) (Figura 5)

82 HA BITAR BUENOS AIR ES


(Figura 6) (Figura 7) (Figura 8)

también revividas y experimentar la rica y escurridiza sustancia vital que esa ar- Figura 4: Biblioteca.
quitectura era capaz de contener (Figura 1). Figura 5: Vestíbulo.
Desde la experiencia contemporánea advertimos fácilmente la desmesura de los Figura 6: Vestíbulo.
estrechos corredores, la falta de iluminación suficiente y de ventilación adecuada, Figura 7' Vestíbulo Alto.
la tortuosidad de los perímetros, la acumulación visual y los excesos ornamen- Figura 8: Dormitorio al
tales y protocolares que ritmaban la cotidianeidad de esa Belle Epoque destinada Frente.
a desaparecer (Figuras 2, J, 4· 5· 6, 7· 8 y 9).
Vista desde la óptica de aquel fin de siglo, no cabe duda de que la distribución fun-
cional diferenciada, los ingredientes tecnológicos de electricidad, montacargas, ca-
ñerías de alimentación y descarga incorporados, y los elementos de contemplación
natural y estética que estimulaban los sentidos, fueron vehículo de un adelanto
significativo en la calidad de vida de la familia (Figuras 10, 11, 12 y IJ).

La organización espacial interna del tipo


Básicamente el petit-hótel es una vivienda en dúplex, de planta baja o social que
se corresponde con un piano nobile, y una planta alta o íntima, que se corres-
ponde con un primer piso. Este dúplex está organizado como un anillo en torno
de un gran hall central en doble altura, que queda en el corazón de las plantas,
iluminado a través de las puertas vidriadas de los locales que lo rodean en planta
baja, y por una claraboya en su cielorraso. Toda función que menoscabase la lim-
pieza prístina de este dúplex fue relegada a las plantas auxiliares del "basa-
mento" , que albergó consultorio médico, oficina, garage, calderas, depósitos,
bodega y paso al jardín, sin pisotear alfombras ni Parquets. La planta del "ático"
alojó las habitaciones y baños del personal~ el lavadero con cuarto de plancha y
la cocina, con óptima ventilación, para garantizar el máximo alejamiento del olor
a fritanga, a ajos y cebolla, y minimizartl riesgo de incendios.

En cuanto al dúplex principal


En el nivel bajo, o piano nobile, rodean al hall por el lado del frente, la escalera,
que salva el desnivel respecto de la calle -necesario para desarrollar el basa-
::nento-, una sala principal con ventanas al frente, y otra sala recostada sobre
:ma medianera, que comunica con puertas vidriadas de varias hojas, tanto con
sala del frente como con el hall central, con los que puede funcionar tanto
como un espacio continuo como de manera independieqte. Por el lado del
- ndo, rodean el hall, el comedor principal y otro auxiliar mas pequeño, ambos
n salida al jardín y, a veces, a la cocina, o una sucursal de la misma: un office.
- cuarto lado -o sea, el de la otra medianera-, está ocupado por la escalera prin-
l que lleva a la planta alta del íntimo. Esta escalera, junto con el gran hall

_ - MANZANAS. LOS LOTES y LAS CASAS 83


F~gura 9: Donnitorio al constituye la pieza arquitectónica clave, que dará valor -D no-, al petit-hótel, y re-
Frtnte. presentan el espacio donde el arquitecto deberá extremar el dominio de su arte. En
Figura 10: Lavadero. algún repliegue arquitectónico del área de la escalera deberán resolverse el guar-
Figura 11: Cocina. darropas y el toilette, de manera que pasen totalmente inadvertidos. El conjunto
Figura 12 : Baño Principal. de locales de esta planta, con sus puertas vidriadas de varias hojas , se aproxima
Figura 1]' jardin. a una planta libre, que puede funcionar como un gran local social integrado.
La situación es diametralmente opuesta en la planta alta, donde el frente y el
contrafrente contienen los dormitorios, aventanados a la calle o al jardín. El sec-
tor ciego sobre la medianera se destina a baños y cuartos de roperos. La planta
tiene un gran hueco en el centro, que la conecta con el gran hall. Un balcón, al
que llega la escalera principal, recorre todo el perímetro de este hueco.

Fin del tipo


La descripción anterior se corresponte casi exactamente con la de los hoteles
que hoy alojan al Centro Argentino de Ingenieros (Cerrito 1250, Alejandro
Christophersen, 1906) y a la tienda de indumentaria masculina Ralph Lauren
(Avenida Alvear I776f8o, año r9r4) (Figura A, ver apertura de capitulo). Con-
viene detenerse un instante en este afortunado ejemplo: como la política de la
firma es crear la ilusión de que comprar una prenda de su marca significa per-
tenecer a la clase alta, la residencia se mantiene en todo su esplendor, como si
estuviese habitada por la familia que la hizo construir, con sus alfombras, sus
maderas y bronces perfectamente lustrados, y las prendas exhibidas en mue-
bles de época, sin ninguna instalación de estanterías ni iluminación comer-
ciales. El gran hall es de dimensiones y proporciones impecables , con una
bellísima escalera principal que se recorta delante de un vitraux excepcional.
Esta es una situación casi única, de la que recuerdo solamente otro ejemplo,
que se dio cuando el chef Carlos "Gato" Dumas, instaló su primer restaurante
en el local donde había funcionado la histórica tienda de indumentaria "The
Brighton", cuyos mostradores, vitrinas y carteles conservó intactos.
Si bien el tipo prosperó en terrenos más anchos que el habitual de 8,66 m.,
aún en estos tuvo lugar la insensata aventura de pretender acomodar el pro-
grama de un palacio, como vemos en los dos ejemplares gemelos -y ahora
unidos- que son sede de nuestra Sociedad Central de Arquitectos (Figura C,
ver apertura de capitulo). Corresponden a un subtipo de menor categoría, sin
basamento, con entrada cochera y escalera principal, que arranca desde esta,
a nivel vereda, hasta un primer piso, donde se interrumpe. Muchos de los pre-
tendidos fundadores de dinastías no escatimaron recursos para edificar estas
sedes familiares .

(Figura 9) (Figura 10)

84 HABITAR BUENOS AIRES


(Figura u ) (Figura 12) (Figura 13)

Recurrieron a los mejores artesanos locales, aunque debemos tener en cuenta s/ Para ampliar el tema véase
que en la época, las crisis golpeaban duramente en Europa, por lo que estu- j. M. Borthagaray, "Demoler,
vieron disponibles también los mejores artesanos parisinos, alemanes, geno- conservar, reciclar, restaurar",
veses, turineses y otros, algunos de los cuales aportaron herrerías, tallas, Rev1sta de la CPAU N° 6, pu-
parquets, vitrales y esculturas hechos en sus talleres. o faltaron los que vinie- blicación
ron especialmente para realizar los trabajos. donde se asociaron con artesanos del Consejo Profesional de
locales, casaron con sus hijas y luego se radicaron definitivamente. Arquitectura y Urbanismo,
No fueron pocos los ejemplos del tipo que se liquidaron por el valor del te- p.p. 17-20, ISSN: 0327-3997,
rreno, con total desprecio por las joyas artesanales que contenían. Hoy, el pro- junio, 2009, Buenos Aires,
ceso de exterminio parece haberse detenido, pues resulta casi igualmente Argentma.
rentable aprovechar la superficie construida, que demoler y construir una casa
de departamentos en altura de una superficie no mucho mayor. Numerosas
instituciones han cedido a la tentación de adquirir un coqueto edificio para su
sede, y los que han sobrevivido parecen haber alcanzado una situación estable.
Otros han encontrado nueva vida a través de remodelaciones mas o menos
drásticas de sus interiores, que han permitido que sus fachadas sigan cualifi-
cando nuestra calles.
Desgraciadamente, no todos los ejemplos del tipo salieron airosos de las in-
tervenciones; un caso penoso ha sido el de Avenida Alvear 1750 (Alejandro
Bustillo, c. 1924) (FiguraD, ver apertura de capítulo) , adquirido por la firma
Armani, que restauró perfectamente su fachada, demolió los interiores y los
remodeló de manera que presentan una fiesta de luz y color visible desde la
calle, para luego venderlo y dejarlo librado a un destino que hoy parece in-
cierto. Los petit-hotels sobrevivientes están sometidos a riesgos tan graves
como el de demolición,5 cuando alojan usos que no les dan nueva vida, renta-
bilidad o mantenimiento sostenido en eltiempo. En estos casos , pueden con-
vertirse en necrosis urbanas cuyos ef1ctos deletéreos se contagian a sus
linderos.

LAS MANZANAS. LOS LOTES y LAS CASAS 85

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