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arte griego

El Arte de la antigua Grecia marca un referente para la civilización occidental que perdurará hasta
nuestros días. Los modelos griegos de la antigüedad son tenidos como clásicos, los cánones
escultóricos y los estilos arquitectónicos han sido recreados una y otra vez a lo largo de la historia
de Occidente.

El arte de la Grecia arcaica (VIII-VI)


El periodo arcaico se inicia a finales del siglo VIII a. C. y abarca hasta comienzos del siglo
V a. C. En este periodo se produce una expansión de la polis griega, instaurándose un nuevo
orden ciudadano, con la tiranía como marco político principal, sistema que pronto
desaparecerá frente al ideal igualitario de ciudadanía del siglo V a. C. La legitimación de este
tipo de mandato ciudadano supone la promoción de grandes obras públicas, representativas
del prestigio del tirano, quien apoya la creación de edificios civiles y religiosos en las ciudades
donde gobierna, para lo cual manda remodelar su entramado urbano. Esta actuación tuvo
como objeto otorgar a cada urbe una identidad propia, al tiempo que mostrar su
preponderancia sobre el resto de ellas. Consecuentemente, el arte desempeña en esta etapa
un nuevo papel propagandístico de la tiranía, cuyos gobernantes lo utilizan para justificar su
poder escasamente legitimado. A partir del siglo VI a. C. el centro político de la polis se
convierte en un lugar de gran relevancia artística, convirtiéndose la plaza pública o ágora en el
corazón de las actividades cívicas de la sociedad. Entre todas ellas sobresale la de la ciudad
de Atenas, impulsada por el legislador Solón y monumentalizada en la época de
los Pisistrátidas.
Arquitectura
La arquitectura griega fijó las formas del templo, que se fue desarrollando en
las acrópolis (ακρόπολις) o ciudadelas elevadas de cada ciudad; así como en los santuarios
panhelénicos. Los propiamente panhellénikós (πανελληνικός -"de todos los griegos"-),
celebraban juegos (agónes αγώνες -"contienda", "desafío", "disputa"-), donde competían
atletas y aurigas en representación de sus polis, en una sublimación de la violencia en lo
sagrado que convertía a los vencedores en héroes o semidioses, por lo que adquirían el
derecho a ser representados en estatuas; y acumulaban riquísimas ofrendas, guardadas en
lujosos edificios, levantados a costa de cada polis (los thesaurós θησαυρός). Aunque había
muchos otros juegos en honor de otras divinidades o en otras polis (como los Panatenaicos de
Atenas), se destacaban cuatro, no por el premio ofrecido (unas olivas, o una corona de hojas
de laurel), sino por el prestigio que daba la concurrencia periódica (cada dos o cuatro años) de
gentes de toda la Hélade: el de Apolo en Delfos (donde se celebraban los oráculo de Dodona),
el de santuario de Olimpia Zeus en Olimpia (del que sólo quedan ruinas, donde se celebraban
los Juegos Olímpicos), el de Poseidón2 en Istmia (del que sólo quedan los cimientos, donde se
celebraban los Juegos Ístmicos) y el de Zeus3 en Nemea (del que quedan unos restos de
época helenística, donde se celebraban los Juegos Nemeos).

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