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El machismo es una expresión derivada de la palabra macho, definido como aquella actitud o
manera de pensar de quien sostiene que el varón es por naturaleza superior a la mujer.
El machismo es una ideología que engloba el conjunto de actitudes, conductas, prácticas sociales y
creencias destinadas a promover la negación de la mujer como sujeto indiferentemente de
la cultura, tradición, folclore o contexto.[cita requerida] Para referirse a tal negación del sujeto, existen
distintas variantes que dependen del ámbito que se refiera, algunos son familiares (estructuras
familiares patriarcales, es decir dominación masculina), sexuales (promoción de la inferioridad de
la sexualidad femenina como sujeto pasivo o negación del deseo femenino), económicas
(infravaloración de la actividad laboral, trabajadoras de segunda fila), legislativas (no
representación de la mujer en las leyes y por tanto, no legitimación de su condición de ciudadanas,
leyes que no promuevan la protección de la mujer ni sus necesidades), intelectuales (inferioridad
en inteligencia, en capacidad matemática, en capacidad objetiva, en lógica, en análisis y tratada
como astucia, maldad, subjetiva, poco coeficiente intelectual), anatómicas (poca importancia
al parto, poco papel en la reproductividad biológica), lingüísticas (no representación de la mujer en
el lenguaje), históricas (ocultación de mujeres importantes dentro de la historia de la humanidad),
culturales (representación de la mujer en los medios de comunicación como un cuerpo haciendo
de ella misma un objeto en vez de un ser humano, espectaculación), académicas (poca
importancia a estudios de género, no reconocimiento de la importancia del tocado feminismo),
etc.
Algunos críticos consideran también machismo la discriminación contra otros grupos sociales,
como en el caso de varones homosexuales, como no "masculino".1 Esto podría considerarse como
una actitud misógina ya que implica un rechazo de todo aquello que no sea lo considerado
masculino.
Una definición de algunos movimientos feministas lo define como "el conjunto de actitudes y
prácticas aprendidas sexistas llevadas a cabo en pro del mantenimiento de órdenes sociales en
que las mujeres son sometidas o discriminadas".2
También existe una rica tradición literaria que prolifera la imagen machista mediante el desdén o
maltrato de las mujeres como en las diversas obras del tema de Don Juan Tenorio.
En América Latina hay autores que identifican el machismo con la "otra cara del marianismo".4
No obstante todo lo anterior, es de señalar que en la cultura náhuatl la expresión Macho (que no
tiene nada que ver este uso con la derivación del latín "mascŭlus" y del significado de la
palabra macho en español), quiere decir, traducido al castellano, ejemplar, es decir, digno de ser
imitado, de allí que en México se preste a confusión el uso de aquella palabra si no va
acompañada de mayores precisiones.5 La etimología de la palabra macho en castellano proviene
del latín "mascŭlus" y es un diminutivo que se aplicaba a los cachorros de sexo masculino. En latín
vulgar, este diminutivo se convirtió en masclu, "mascŭlus", que tenía el sentido de ‘pequeño
macho’ o ‘machito’ en el español de hoy.
Índice
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1Concepto
2Elementos
3Véase también
4Referencias
5Bibliografía adicional
6Enlaces externos
Concepto[editar]
En ese sentido, se considera que es fruto del machismo que el trabajo menos reconocido o menos
fatigoso sea asignado a las mujeres. También es parte del machismo el uso de cualquier tipo
de violencia de género con el fin de mantener un control jerárquico sobre ellas. De hecho, el
machismo es considerado como una forma de coacción no necesariamente física, sino también
psicológica, siendo esta forma de expresión protectora una discriminación, ya que se ven
subestimadas las capacidades de las mujeres alegando una mayor debilidad. La violencia tanto
física como psicológica contra las mujeres se considera un acto histérico o sintomático de
represión de la mujer ante su emancipación, es decir es una reacción por continuar manteniendo
la dominación masculina cada vez más fragmentada y en crisis. No obstante, la situación es más
complicada de lo que pinta a priori, ya que la identidad masculina está íntimamente ligada a la
inferioridad de las mujeres es decir, la educación inculca que la única manera de reafirmar una
identidad en caso de haber nacido varón, es dominando a las mujeres y nunca siendo igual que
ellas, ya que el estatus de ella es considerado inferior. De aquí surge el conflicto de género que
lleva latente desde los años 70, debido a que la identidad femenina que se construye actualmente
durante su educación o que llega a ser por la edad o maduración de la mujer, tiene que ver con ser
un sujeto activo con pleno de derecho como ciudadana de primera y única clase emancipada de
los hombres y alejándose de cualquier intrusión de éstos en la formación de su identidad cultural o
en su integridad como persona. Esto provoca una contradicción social muy fuerte y es el motivo de
ser de los conflictos de género ya que una identidad masculina plena no puede autorealizarse sin
una demostración de su potencia o productividad utilizando a las mujeres, algo que actualmente
la mujer rechaza y no contribuye de manera consciente o voluntaria, es decir a no ser que se
ejerza sobre ella cualquier tipo de violencia o presión.
Educación machista desde las escuelas y la propia familia, por el cual el proceso de
enculturación trata de justificar y continuar el orden social existente. Eso incluye
consideración de valores positivos la sumisión al marido, el matrimonio y la procreación
como una forma preferente de autorrealización. Hasta los movimientos de emancipación
femenina del siglo XX las universidades y academias de ciencias no admitían mujeres. No
fue hasta la segunda mitad del siglo XX que les fue permitido a las mujeres el uso de
pantalones en lugares públicos.
División sexista del trabajo, por el cual se prefieren a otros hombres en puestos
decisorios. Originalmente la división sexista se fundamentó en la diferente capacidad física
y muscular, en la que los hombres tenían ventaja comparativa. En cambio, en la sociedad
actual la fuerza física perdió importancia, mientras que las capacidades intelectivas y las
habilidades sociales fueron ganándola, lo que ha contribuido a la incorporación de muchas
mujeres al trabajo asalariado.[2] El comportamiento sexista se debe a los prejuicios
cognitivos de efecto Halo respecto a la fuerza, efecto de carro ganador, y a otros efectos
como falsa vivencia por parte de los que quieren mantenerlo, que más tarde se convierten
en falacias de apelar a la tradición, falacia por asociación y generalizaciones apresuradas.
El machismo es una vertiente del sexismo o prejuicio sexual, que se expresa por lo regular, de
manera inconsciente en la mayoría de las sociedades humanas. Este sistema de creencias o
ideología clasifica por grados de superioridad e inferioridad a los seres humanos según el grado en
que actúan; esta clasificación se hace de acuerdo a las expectativas supuestamente “esenciales”,
“naturales” o “biológicas” de lo que representa ser un “verdadero hombre” o una “verdadera
mujer”.
Las personas son vistas y juzgadas en base a las características del grupo sexual al que pertenecen
(hombres = masculinos o mujeres = femeninas), sin tener en cuenta las diferencias que puedan
darse entre ellos y dentro de ellos.
También se le llama androcentrismo (el varón como centro), y se manifiesta con una actitud de
desprecio y discriminación hacia la mujer. Ideológicamente sostiene que el varón es superior y la
mujer debe estar sometida al mundo masculino. No hay base sostenible para dicha idea; por lo
tanto, se trata de una construcción cultural.
En los grupos sociales que han luchado por la discriminación contra la mujer, el machismo se
expresa en actitudes más sutiles, como pagar mejores salarios a los varones por desempeñar
funciones similares o iguales a las de las mujeres, o conceder a los hombres los mejores accesos a
puestos de responsabilidad gerencial, política o religiosa. También se observa en mensajes
publicitarios que de un modo u otro denigran a la mujer o la relegan a funciones como el hogar y
la familia.
Desde una edad temprana, los varones son llevados a estar conscientes de su conducta que puede
hacer que otros sospechen que ellos no son “hombres verdaderos”. Esta conciencia puede hacerse
casi de una forma paranoica hacia los adolescentes varones que no cumplen las normas. Esa
conciencia es producto de un proceso orientado hacia la construcción de un varón dominante. Los
padres temen fuertemente que sus hijos varones eventualmente pudieran exhibir características
consideradas femeninas e indeseables para su propia imagen social. Por ello, la madre tiende a
conducirse como la guardiana de la sexualidad del hijo, probablemente para evitar cualquier
posible cuestionamiento de la misma masculinidad del padre. De esta forma, los varones
dominicanos son criados en un ambiente fuertemente restrictivo y prohibitivo, que seguramente
deteriora su espontaneidad, autenticidad y alegría, produciendo mucha hipocresía y neurosis.
Las conductas machistas no son producto de un solo factor, sino de una combinación de
situaciones que, mantenidas en el tiempo, promueven esta situación como:
– Educación sexista: por mucho tiempo se “educó” sólo a varones, por considerar que las mujeres
no eran aptas para aprender. Sin embargo, aunque hoy no se practica dicho modelo en la mayoría
de los países, aún se privilegian modelos de enseñanza donde el centro es el varón.
– Enseñanzas religiosas sexistas: la religión es uno de los aspectos formativos y culturales más
importantes a la hora de fomentar el machismo. Muchas religiones promueven interpretaciones
de la realidad donde la mujer es vista como “la mala” o “la pecadora” que tienta al hombre y
contamina el universo, y otras expresiones que sólo sirven para denigrarla.
– Leyes discriminatorias: votar, tener propiedades, decidir sobre sus propios cuerpos o su
educación ha sido una lucha ardua, porque en muchos sentidos las leyes han favorecido un
entorno de discriminación que beneficia a los varones. Por ejemplo, aún hay países donde la
violación de la mujer no es penada por ley.
– División del trabajo: históricamente se ha considerado que el trabajo de la casa y los hijos
pertenecen a la mujer y, por ende, el manejo del dinero y el trabajo fuera del hogar son tareas del
varón. En la práctica, este modelo permite la discriminación y mantiene el machismo.
– Medios de comunicación: los medios de comunicación de masas (cine, televisión, música y radio)
contribuyen en gran medida a mantener algunos de los estereotipos del machismo.
Si. Hoy en día se reconoce que el machismo puede afectar tanto a hombres como a mujeres, y que
de una manera u otra, todos somos más o menos machistas en una sociedad que toma al hombre
como medida para todas las cosas, como prototipo del ser humano. Tanto las relaciones sociales
de los hombres con otros hombres, y de las mujeres con otras mujeres, pueden estar marcadas
por el machismo.
En la medida que un hombre humilla, abusa, maltrata o explota a otro por parecer a sus ojos más
masculino, está siendo guiado por el machismo. El machismo ha sido un elemento de control
social y explotación sexista en muchas culturas porque castiga, por ejemplo, cualquier
comportamiento que se considere femenino en los varones, lo que es la base de la homofobia,
que entendemos como temor a adquirir las propiedades de la mujer. Este temor a convertirse en
mujer, de “degenerarse”, ayuda a construir la heterosexualidad obligada del varón.
La relación social entre hombres parece tener una clasificación de acuerdo a sus características y
conductas. Establece quién es más hombre que quién, y quién ejercerá el rol dominante y el
dominado. En nuestro país, podemos pensar en cuatro categorías de poder para jerarquizar las
relaciones sociales entre los hombres.
3. Los hombres subordinados bisexuales: son los que tienen una aparente atracción hacia parejas
de uno y otro sexo, y un presunto interés en “someter” o “ser sometido” por otro hombre.
4. Los hombres marginales homosexuales: sufren del estigma contra la homosexualidad masculina
que resulta parcialmente en la percepción de este rol como femenino, débil, y carente de poder.
– Violencia de género. Existe cuando las mujeres les exigen o los violentan para que no se
comporten como “mujercitas” o “afeminados”, cuando se interesan en aspectos que no son
tolerados por los “machos de la manada”. Esto favorece, entre otras prácticas, la homofobia.
– Poca inteligencia emocional. Se les enseña a los varones a no expresar de una manera abierta y
asertiva sus emociones, sino a callarlas, anularlas o negarlas, por considerar que ciertas
manifestaciones emocionales son propias de mujeres: llorar, tener miedo, sentirse inseguro,
interesarse en el arte.
– Educación sexista. Se los educa para comportarse como machos y para tratar a las mujeres como
seres inferiores, provocando con eso serias distorsiones en su desarrollo e identidad personal.
– Fracasos matrimoniales. Muchos varones machistas se topan con que su conducta los lleva a
fracasar en ambientes en los que no están preparados para manejarse bien, como el matrimonio,
considerado dominio de la mujer (la palabra “matrimonio” viene de la expresión latina matri-
madre, y monio-dominio).
Se entiende hoy que el machismo atenta contra el desarrollo humano de hombres y mujeres,
reduciendo su espontaneidad y autenticidad. Este impide la relación solidaria entre los hombres,
de los hombres con las mujeres, y de las mujeres entre sí. Las mujeres sometidas al trato machista
tienden a creer desde pequeñas que son inferiores. Tienen menos oportunidades de acceso a la
educación pública o superior. Más mujeres son maltratadas en contextos machistas que en otros
ambientes más favorables a la integración de los sexos. Muchas religiones pueden validar la
discriminación y la poca importancia de la mujer. La mujer puede ser tratada como objeto sexual
para la exclusiva satisfacción del hombre, atropellando así su dignidad y sus derechos.
Se llama “misoginia” al desprecio, la aversión o el odio a las mujeres por ser mujeres, y a todo lo
considerado como femenino. Consiste en pensar que el hombre debe liberarse de cualquier tipo
de dependencia del género femenino. No sólo es practicada por hombres, sino también por
mujeres contra otras mujeres y contra ellas mismas.
Conclusión
El machismo en las sociedades en las que el hombre es el centro del universo, y se toma como
medida de todas las cosas, es un fenómeno complejo que cambia constantemente de forma, para
no cambiar en su esencia discriminatoria. Como los demás mitos, unen el pasado con el presente y
el futuro. Son “transhistóricos”.
La generación de jóvenes actual, entre 15 y 29 años, se reirá y le costará trabajo creer los niveles
de machismo que existían hace unos 50 años en la sociedad dominicana. Por ejemplo, cualquier
joven consideraría hoy el colmo del machismo creer que un varón no debería saludar a otro varón
más de una vez al día, por temor a ser tachado de homosexual. Sin embargo, cuando los nietos de
esa generación lleguen a tener la misma edad, igualmente se reirán y les costará trabajo creer los
niveles de machismo que existían en los tiempos de sus abuelos. Por ejemplo, que colocar a un
bebé varón en una bañera plástica rosada, supuesto “color de lo femenino, podría marcarlo de por
vida.