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C. 84.

494
En la ciudad de La Plata, a los   8  días del mes de febrero de dos mil dieciocho,
reunidos en Acuerdo Ordinario los Señores Jueces de la Sala Quinta del Tribunal de
Casación Penal de la Provincia de Buenos Aires, doctores Martín Manuel Ordoqui y
Jorge Hugo Celesia, bajo la presidencia del primero de los nombrados, con el objeto
de resolver en la presente causa nº 84.494, caratulada “Flores, Diego Walter s/
Recurso de casación interpuesto por particular damnificado”. Practicado el
sorteo de ley, resultó que en la votación debía observarse el orden siguiente:
ORDOQUI- CELESIA.
                                       
ANTECEDENTES
El Tribunal en lo Criminal Nº 4 del Departamento Judicial La Plata, en fecha 11 de
abril de 2017, dictó veredicto absolutorio para el imputado Diego Walter Flores por el
hecho acaecido en La Plata en fecha 15 de febrero de 2013.
 Contra dicho resolutorio, los particulares damnificados, señores Sandra Elizabeth
Gómez y Milton Gustavo Cigarán Cruz, con el patrocinio letrado de los doctores
María del Carmen Verdú, Sofía Ballesteros y Pedro Auzmendi, interpusieron el
recurso de casación obrante a fojas 74/109 de este legajo.
Cumplidos los trámites de rigor, y encontrándose la presente en condiciones de ser
resuelta, el Tribunal decidió tratar y votar las siguientes:
 
CUESTIONES
Primera: ¿Resulta admisible el recurso de casación?
Segunda: ¿Resulta procedente el recurso de casación?
A la primera cuestión planteada, el Juez Ordoqui dijo:
I.- Se hallan reunidos los requisitos de tiempo y forma exigidos normativamente a
los fines de otorgar legitimidad al acto de interposición del remedio casatorio, como
así también los elementos que hacen a la impugnabilidad objetiva y subjetiva, en
tanto se trata de una resolución pasible de ser recurrida en los términos del artículo
448 del Código Procesal Penal.
II.- Los recurrentes se encuentran legitimados para hacer uso del recurso
interpuesto a tenor de lo establecido en los artículos 423 y 453 -en función del 452
incisos 1 y 4- del Código de forma, por lo cual ante la expectativa de que la
sentencia acoja la pretensión de esa parte, entiendo que el recurso de casación
interpuesto resulta admisible.
Por tanto, debe así declarárselo y proceder el Tribunal a decidir sobre los
fundamentos de los motivos que lo sustentan.
III.- No obstante lo expuesto en orden a la admisibilidad formal –a ello se limita esta
cuestión-, debo advertir que sólo resulta posible en esta instancia alterar las
conclusiones alcanzadas por los jueces de mérito en los casos de presentarse
defectos en el cumplimiento del desarrollo escrito de las razones que llevaron a la
convicción declarada y su logicidad. Como asimismo, y a todo evento, corregir los
casos en que resulte una arbitrariedad o un absurdo intolerable al principio
republicano de gobierno por ausencia de fundamentos.
En caso de que en la sentencia recurrida se haya efectuado una valoración
conforme a los parámetros de la sana crítica, el Tribunal de Alzada, deberá respetar
y validar la decisión tomada por el tribunal de mérito.
IV.- En definitiva, el marco del recurso cuya admisibilidad se declara se limita a
verificar si existe una exposición razonada de los fundamentos que le dan sustento
a las conclusiones arribadas –cuando lo denunciado sea la violación a las formas
esenciales del procedimiento o resolución- o si la ley fue aplicada correctamente o
no –cuando se denuncie violación a la ley sustantiva-.
No obstante, cuando resulte inevitable para la logicidad de la construcción del
razonamiento sentencial, será factible el análisis de las cuestiones fácticas y del
material probatorio ponderado en el fallo.
V.- Con dichos alcances, respondo afirmativamente a esta cuestión (artículos 423,
448 inciso primero, y 453 -en función del 452, incisos primero y cuarto, del Código
Procesal Penal).
Así lo voto.
A la misma primera cuestión planteada, el señor Juez doctor Celesia dijo:    
Adhiero al voto del Sr. Juez Dr. Ordoqui, en igual sentido y por los mismos
fundamentos.
Así lo voto.
A la segunda cuestión planteada, el Juez Ordoqui dijo:
I.- Que contra el decisorio arriba referenciado los impugnantes formulan una serie
de reclamos, centrando su recurso en los siguientes ejes, a saber:
Alegan, en primer lugar, que han existido –en el voto de la mayoría de los miembros
del tribunal a quo- una “larga serie de arbitrariedades en la valoración de la prueba”,
como asimismo omisiones en dicha tarea (fs. 77vta.).
Señalan que se ha verificado una errónea interpretación de los requisitos previstos
en los incisos 4, 6 y 7 del artículo 34 del CP, citando doctrina autoral (D’Alessio) y
judicial que estiman en apoyo de su tesitura (fs. 78 y vta.).
Ponen de resalto que la constatación de una causal de legítima defensa, cuando
interviene un agente del Estado, debe hacerse de manera estricta, citando
jurisprudencia de la CIDH (fs. 79 y vta.).
Aducen arbitrariedad en la determinación de la materialidad ilícita transcribiendo
segmentos de la primera cuestión del veredicto dictado -tanto de los emanados de
la mayoría como de la minoría del tribunal (fs. 80/81)- y sostienen que la efectuada
por el juez que representó la última postura “se ajusta de una manera más
adecuada a las pruebas colectadas en el proceso y a los testimonios oídos en las
audiencias de debate oral” (fs. 81, segundo párrafo).
Pasan seguidamente a analizar la secuencia fáctica que tuvo por comprobada la
mayoría del mencionado órgano judicial. Refieren que el testimonio de Palacios “no
sirve precisamente para avalar la versión del imputado” (fs. 82vta.).
Indican lo que consideran contradicciones entre las declaraciones de éste y los
deponentes Palacios y Junquera. Aseveran que los jueces realizaron “recortes y
omisiones caprichosas” en la descripción de la materialidad infraccionaria. Extractan
fragmentos de las mentadas declaraciones (fs. 83) y del voto minoritario (fs. 83vta.).
Consideran que existen afirmaciones contenidas en el voto mayoritario que no
cuentan con respaldo probatorio (fs 85 y vta.) y señalan errónea valoración de la
prueba introducida por lectura al debate. Aluden al “espíritu de cuerpo que
caracteriza el accionar de las fuerzas policiales” (fs. 86, texto recuadrado en el
original) y a la “probada enemistad de los integrantes de la Comisaría Segunda […]
para con Omar Cigarán” (fs. 86vta.).
Transcriben nuevos fragmentos del decisorio que cuestionan. Denuncian
tergiversación de lo testimoniado por la perito Picone y señalan una “[i]nverosímil
versión de los hechos a fin de justificar la trayectoria del disparo” (fs. 87vta./88).
Afirman que “Flores miente cuando dice que disparó desde adentro del auto” (fs.
88vta., último párrafo).
Alegan arbitraria valoración de los dichos de Palacios y Junquera (fs. 90 y
siguientes) y continúan transcribiendo extractos del veredicto. Refieren una “insólita
explicación” del segundo testigo mencionado (fs. 91vta., último párrafo).
Aseveran la existencia de notorias contradicciones en punto a con cuál de sus
manos “habría apuntado Omar [Cigarán] contra Junquera y luego contra Flores” (fs.
96) y reiteran críticas a la labor de los magistrados. Consideran que no se valoraron
en su completitud las declaraciones de Marchisio y de Nuñez (fs. 97).
Finalizan denunciando errónea aplicación de doctrina legal y de criterios de la
CSJN. Transcriben jurisprudencia de la provincia de Tucumán (fs. 99 y vta.).
Señalan errónea aplicación e interpretación de los incisos 4, 6 y 7 del artículo 34 del
CP (fs. 100vta. y siguientes).
Afirman que en el debate no se ha acreditado que la conducta desplegada por
Flores haya sido la menos lesiva posible, sino todo lo contrario (fs. 104). Indican que
no se presentó una agresión ilegítima, ni racionalidad del medio empleado ni
provocación suficiente (fs. 105). Citan fragmentos del voto de la minoría (fs.
105vta.). Requieren se deseche también la hipótesis del cumplimiento de deber (fs.
106vta.).
Reiteran sus consideraciones en torno a la arbitrariedad del pronunciamiento y
concluyen formulando reserva del caso federal (fs. 109).
II.- Por su parte, el señor letrado defensor del imputado, Dr. Fernando Ariel
Pedersoli, a fs. 123/134vta., adjunta su pieza requiriendo el rechazo del recurso
impetrado por su antagonista procesal. Formula, asimismo, la reserva del caso
previsto en el art. 14 de la ley 48.
III.- En fecha 7 de septiembre del 2017, con la asistencia de las partes, se llevó a
cabo la audiencia de informe oral, cuya acta luce a fs. 144/145vta.
IV.- Adelanto que el recurso sólo puede prosperar en mínima parte.
1.- En efecto, decidido el marco que cabe otorgar a los cuestionamientos contenidos
en el remedio impetrado por los particulares damnificados, debo decir que, en
relación al caso aquí tratado, el Tribunal en lo Criminal N° 4 de La Plata dictó
veredicto absolutorio a Diego Walter Flores en orden al hecho acontecido en fecha
15 de febrero de 2013, en el que resultara muerto Omar Cigarán.
Para así decidir, la mayoría de los integrantes del órgano a quo consideraron que
concurrían en la especie causales eximentes de responsabilidad, a saber: las
previstas en los incisos 4, 6 y 7 del CP (v. tercera cuestión tratada, especialmente fs.
36vta./58vta.). 
2.- Es en punto a ello que, como adelantara, el remedio impetrado por la acusación
particular se revela mayoritariamente improcedente, pues los fundamentos dados
por el a quo para considerar la conducta desplegada por el encartado Flores en los
términos de las dos últimas normas de fondo citadas lucen sólidos y consistentes.
Deliberadamente postergo para el final de mi voto lo atinente a la consideración de
la causal que se pretendió fundar en el cumplimiento de un deber (artículo 34 inciso
4 del CP), dado que –según entiendo- la misma no debe ser homologada. De todos
modos, la solución que aquí se auspiciará mantiene enhiesta la decisión de los
juzgadores anteriores en punto a las restantes causales.
3.- En efecto obsérvese que, de acuerdo al razonamiento explicitado por los jueces
de la instancia anterior, la conducta desplegada por aquél se halló encuadrada en la
justificante prevista en los incisos 6 y 7 del mentado artículo 34 del CP.
De esta forma, el magistrado que lideró la votación, tras analizar de manera
detenida la concurrencia de todos y cada uno de los requisitos exigidos por las
citadas cláusulas del digesto de fondo,  sintetizó el tema diciendo: “…cuando
FLORES fue apuntado por el agresor con su arma de fuego (luego de la alerta
previa del ‘Alto Policía’ en la búsqueda de la cesación del acto ilícito que perpetraba
el asaltante) las circunstancias cambian, y nace allí una manifiesta ‘agresión
ilegítima’, con palmario riesgo de vida para el propio […] funcionario policial
(principalmente, atendiendo a la proximidad en la que se hallaba); y sin que haya
mediado –claro está- provocación suficiente […] Por fin, no cabe duda alguna que el
medio empleado en la coyuntura (arma de fuego) atento las claras circunstancias
del caso, devino racional para impedir-repeler la agresión…” (fs. 57vta./58,
subrayados en el original).
4.- Esa motivación, apoyada en doctrina es, asimismo, coherente con la prueba
producida en el debate y la adunada por lectura al mismo, tal como surge del
análisis efectuado por el a quo de todos los elementos relevados, entre otros, las
declaraciones de Leandro Martín Junquera –víctima del intento de robo de su
motocicleta por parte del abatido Cigarán-, quien fue contundente en manifestar que
había sido tomado del cuello por el atacante y le fue colocada un arma en esa parte
del cuerpo (“…me pone un fierro…y me decía: ‘dame la moto o te mato!!!,
corré...porque te tiro!!!”) [fs. 619 y vta. de los autos principales que tengo a la
vista, resaltados en el original).
En este orden de ideas, Junquera brindó detalles acerca de la existencia y
características del adminículo ofensivo que portaba Cigarán, con el cual le
apuntaba: “…me puso un revólver plateado que tenía tambor [...] creo que es un
revólver, por el tambor [...] Era brilloso, chiquito y plateado [...] yo vi la
empuñadora, vi el tambor...” (sic, fs. 619vta., último párrafo, y 620, primer párrafo,
foliatura de los principales, subrayados originales).
Como último dato de interés, cabe apuntar que el testigo confirmó haber oído “un
grito de: Alto!!!” escuchando luego la detonación.    
5.- Los magistrados de juicio ponderaron también lo declarado en la audiencia oral y
pública por Susana Beatriz Palacios, calificada como testigo presencial del hecho
(fs. 621 del expediente principal).
La mencionada deponente fue sometida a interrogatorio por la acusación particular y
refirió la secuencia por ella observada de una manera sustancialmente similar a lo
narrado por Junquera. Así, Palacios recordó que uno de los asaltantes “le apoyo [al
dueño de la moto] un arma, le apuntaba. El chico de la moto, levantó las manos,
como para darle la moto y él le seguía apuntando”.
Avanzando en su declaración manifestó de manera precisa “yo veo el arma
cuando uno de ellos se la puso en el cuello” y “yo veía bien a los chicos que le
apoyaban en el cuello al de la moto [Junqueras] que estaba delante mío” (fs.
621vta., foliatura de los principales, resaltados originales; a fs. 622 reitera: “sí veo
que tenían arma”). Asimismo, refirió la escucha del “¡Alto Policía!!” (fs. cit.). 
6.- El a quo abordó también el análisis objetivo del relato brindado por el imputado
Walter Diego Flores en oportunidad de declarar a tenor del artículo 308 del CPP,
pieza en la que manifestó haber visto a “una persona que tenía del cuello a un
joven, apuntándole con un revólver, era de color plateado” (fs. 46, último
párrafo, destacados originales). Obsérvese, en este punto, la concordancia con lo
expresado por los testigos Palacios y la víctima del robo Junquera.
Flores consignó, asimismo, haber dado la advertencia del “alto policía”, a lo que el
atacante hizo caso omiso, arrojando la moto que había sustraído contra el auto del
policía, circunstancias en que “me apunta, y yo ahí le disparé” (sic, fs. 47,
segundo párrafo).
Más adelante, los judicantes expresaron que lo narrado por el acusado ratifica la
interpretación sobre el tópico efectuada líneas arriba (fs. 48), lo que no hace más
que revelar la tarea de ponderación integral de los datos disponibles del proceso,
criticando, enlazando y sopesando éstos.     
7.- Los magistrados asentaron, en distintos pasajes del voto mayoritario, que el
relato brindado por Junquera resultaba totalmente creíble, coherente con la
demás probanza existente en autos (sic, fs. 39vta. de este legajo casatorio, los
resaltados me pertenecen).
De la misma manera, se ocuparon de poner de relieve que “[q]ueda claro que no se
observan –en lo absoluto- graves e insalvables discordancias entre los dichos de
JUNQUERA y PALACIOS, antes bien todo lo contrario. Resultan contestes en
circunstancias de lugar, tiempo y modo” (fs. 41vta., primer párrafo, los resaltados me
pertenecen).
8.- Debe recordarse aquí que, por regla, el acceso directo que tiene el tribunal de
juicio respecto de las manifestaciones producidas ante su presencia en el debate
oral y público, brindan al a quo un valor de percepción único e intransferible (v.
TCPBA, Sala V, causa nº 72.833, “Martínez, Jonathan Gustavo s/ Recurso de
Casación” y causa nº 74.442, “Rodríguez, Sergio Jonathan s/ Recurso de
Casación”, entre muchas otras).
Obsérvese también, en relación a lo que venimos relatando, que ambos testigos
concordaron en recordar haber escuchado la advertencia lanzada por el imputado
Flores al gritar ¡Alto! o ¡Alto Policía! (fs. 42). Por otro lado, quedó debidamente
acreditado que Flores llevaba en esa ocasión su uniforme reglamentario.
9.- Además, considero que los sentenciantes efectuaron la labor de sopesamiento
de todos los elementos producidos en el marco de la audiencia de debate –y los
incorporados a ésta-, indicando, concretamente el valor que les asignaban; así, v. gr.
en el caso de los testimonios brindados por Elena Beatriz Nuñez y Ricardo Alberto
Marchisio, cuyas respectivas síntesis lucen relevadas a fs. 23/24, dejando sentado
que –en orden a lo debatido en la tercera cuestión del veredicto- nada pueden
aportar sobre los tópicos específicos en tratamiento (v. fs. 45vta.).
Por mi parte, debo hacer notar aquí que, pese a los reiterados reclamos de la parte,
en el sentido de asignar mayor relevancia a lo que surge de las mentadas
declaraciones (fs. 97 y siguientes), una atenta lectura de las mismas no hace
sino corroborar el aserto de los jueces anteriores; repárese, por caso, en las
afirmaciones del declarante Marchisio cuando refiere “[y]o no escuché nada, porque
veníamos charlando...‘Yo no vi quien efectuó el disparo’” (fs. 24), las que claramente
justifican la minusvalía asignada –para este tema- por los magistrados.
Asimismo, es oportuno apuntar que varios testigos propuestos por la acusación
particular (v. fs. 484vta./485vta.) que depusieron en la audiencia de debate (v. gr. la
doctora María Elia Klapenbach –Defensora Oficial del Fuero de Responsabilidad
Penal Juvenil, o la doctora Carola Bianco –docente universitaria-) poco pudieron
aportar a la cuestión medular debatida en autos.
En este orden de ideas, la propia lectura del acta revela que se asentó, respecto de
la última, que manifestó “no fui testigo del hecho” (fs. 609vta. de los actuados
principales).
En cuanto a la declaración de la funcionaria judicial, el a quo dejó asentadas su
narración de la actividad desplegada en oportunidad de ser anoticiada del hecho por
la madre de Cigarán y las conjeturas elaboradas (“A FLORES […] no lo conozco.
Sí sospecho de la comisaría segunda”, v. fs. 31 del presente legajo, resaltados
originales), las que no pasan de ser simples elucubraciones sin respaldo probatorio
alguno.
10.- Por último, el tribunal de juicio analizó el planteo de la acusación particular en
relación a las posturas [corporales] relativas tanto de Flores como de Cigarán, y al
mérito de lo manifestado por la Dra. María Florencia Picone (médica de la Asesoría
Pericial Departamental encargada de practicar la autopsia, v. fs. 605 de los
principales), dando respuesta negativa a la tesitura enarbolada por la parte (fs. 48 y
vta. del legajo casatorio).
Por lo mencionado, resulta claro que -más allá de las pretensiones del recurso-, el
tribunal abordó efectivamente el análisis de los distintos elementos que surgieron
en la vista de causa así como los incorporados a ésta, y dio cuenta del valor
circunstanciado que asignaba a cada uno, lo que aleja al decisorio de las tachas que
la impugnación le endilga, especialmente en sus apartados V; VI.1.1; VI.1.2; VI.1.3;
VI.1.4; VI.1.5; VI.1.6; VI.1.7; VI.2; VI.3; VI.4.2 (se han citado los acápites de modo
ordenado, aunque no aparezcan así, necesariamente, en el escrito recursivo bajo
estudio).
Se observa, en este sentido, que las quejas de los esforzados letrados de la
acusación particular en orden –sobre todo- a las declaraciones testimoniales
consideradas elementos capitales por los juzgadores (principalmente, las brindadas
por Susana Palacios y Leandro Martín Junqueras), se hallan desprovistas de un
claro señalamiento de las falencias que se denuncian. De esta forma, dichos
cuestionamientos pierden efectividad y deben ser rechazados.
11.- Entre otros aspectos, en la mentada reconstrucción fáctica llevada a cabo al
tratar la tercera cuestión del veredicto, se determinó la actitud del asaltante al ser
advertido de la presencia policial mediante la ya varias veces referida expresión del
uniformado Flores: “el agresor [Cigarán], lejos de amilanarse y desistir del robo
que estaba perpetrando, o en su caso huir del lugar, se desplazó dos pasos y
apuntó a FLORES en inequívoco acto de enfrentamiento a la actitud del policía, lo
que no podía sino interpretarse por éste, como que iba a recibir un disparo por parte
del agresor”, lo que permitía tener por abastecidas las exigencias de las letras “a”,
“b” y “c” del inciso 6to. del artículo 34 del digesto de fondo (fs. 58, los resaltados me
pertenecen), razonamiento claro, preciso y lineal que debe homologarse a la luz de
los mencionados datos.
12.- En efecto, la situación fáctica –suficientemente descripta- encuadra en el tipo
permisivo de la legítima defensa (primero de un tercero, y luego la propia), pues se
configuran los elementos conformantes de la misma, a saber: la agresión ilegítima
por parte del occiso, la necesidad racional del medio empleado y la falta de
provocación del imputado en torno a dicha agresión.
13.- Entonces, el cúmulo de evidencias colectadas y valoradas le permitió a los
jueces reconstruir el acontecimiento en el que perdiera la vida Omar Cigarán
dejando clarificados varios puntos que autorizaban la aplicación al caso de las
causales de justificación previstas en los incisos 6 y 7 del artículo 34 del CP, dado
que –según asentaron- no se encontró en autos evidencia objetiva contraria a dicha
postura, por lo que propiciaron la lisa y llana aplicación del magno Principio de
Inocencia, emergente de las normas superiores que allí se citan (fs. 56). 
14.- En este mismo orden de ideas, y a propósito de la invocación efectuada por el a
quo del mentado principio, es oportuno traer a colación el voto de mi distinguido
colega de Sala, Dr. Celesia, in re “González” (causa nro. 36.179, RDS nro.
1090/2009, de la antigua Sala II de este Tribunal de Casación Penal).
En efecto, se dijo allí que: “…Debo aclarar en este punto que no resultan admisibles,
desde mi punto de vista, aquellas posiciones extremadamente limitativas que
circunscriben la aplicación del principio in dubio pro reo a las cuestiones
relacionadas con la tipicidad de la conducta, excluyéndolo respecto de las que
versan sobre su antijuridicidad.
Con independencia del lugar sistemático que ocupen estas cuestiones, según la
corriente que se adopte en el marco de la teoría del delito, no existen dudas de que
el principio constitucional de inocencia, así como el in dubio pro reo, que es una de
sus principales derivaciones, se refieren a todos los extremos probatorios en general
y no admiten ninguna limitación basada en categorías dogmáticas…”
“…la extensión del principio in dubio pro reo a la prueba sobre la inexistencia de una
causa de justificación o de inculpabilidad no implica imponer a la parte acusadora la
carga extra de demostrar que un hecho es inexistente, cuando menos si no existen
elementos objetivos que permitan suponer que ese hecho verdaderamente existió.
Es decir que si del relato de los hechos de la acusación que se tienen por probados
no se desprende que haya existido alguna causa de justificación o de inculpabilidad,
ello significa que la prueba misma de la acusación alcanza para demostrar la
inexistencia de tales extremos.
En cambio, cuando de la prueba en la que se sustenta la acusación o de la que se
invoca en contra de ella surge con alguna verosimilitud la posible existencia de una
causa de justificación o de inculpabilidad, ello hace nacer en la parte acusadora la
necesidad de desvirtuar esos extremos fácticos, sobre los cuales recaen las mismas
exigencias probatorias que para la tipicidad…”.
Me permito apuntar, asimismo, que la mentada doctrina ha sido reiterada en tiempos
más próximos en la causa de esta Sala V, número 79.185, “López, Silvia Noemí s/
Recurso de casación interpuesto por Agente Fiscal”.
15.- En consecuencia, aún cuando la prueba existente resulte suficiente para
tener por verificada la concurrencia de las causales de justificación, digamos
que -por vía hipotética y resultando de aplicación el principio in dubio pro reo- no
cabría sino concluir que de los elementos recabados surge la probabilidad de que el
encartado haya obrado en virtud de la existencia de una amenaza ilegítima por parte
de la víctima, defendiéndose justificadamente lo mismo que respecto a Junquera, y
sin que las razones aportadas por los particulares damnificados permitan excluir
dicha posibilidad fáctica, como tampoco ha demostrado el absurdo del a quo en la
valoración de la prueba.
Lo expuesto alcanza para rechazar el núcleo de la queja en cuestión, especialmente
los acápites VI.3; VI.4.1; VI.4.2; VI.4.3 del remedio impetrado (fs. 99/106vta.).
16.- Ad abundantiam, debo decir que se observa de la pieza recursiva de los
particulares damnificados que ninguno de los embates presentados logran
conmover, ni aún en mínima forma, la estructura del raciocinio enarbolado por los
judicantes para arribar a la mentada conclusión.
No otra cosa se desprende de la lectura de las elucubraciones desarrolladas entre
fs. 81/96, mediante las que la parte entiende criticar la valoración probatoria, cuando
-en rigor- sólo se vislumbran meras discrepancia con la ponderación de los datos
disponibles en el proceso efectuada por los juzgadores de la instancia (v., al
respecto, doctrina de TCPBA, Sala V, causa nº 72.867, “Huaranca, Stephanie Melisa
y Tolosa, Nadia Vanesa s/ Recurso de casación interpuesto por Agente Fiscal”, entre
muchas otras).
17.- Es que, más allá de la debida fundamentación que ostenta el pronunciamiento
en discusión, entiendo que el planteo de la parte recurrente sólo evidencia su
disconformidad con el referido proceso de valoración de las pruebas, pero no
alcanza, ciertamente, a desestructurar la decisión, ni demostrar algún vicio en el
razonamiento desplegado por los magistrados (TCPBA, Sala V, causa nº 84.011,
“Fernández, Alan s/ Recurso de casación interpuesto por Agente Fiscal”).
18.- En definitiva, los argumentos desarrollados por los esforzados letrados de los
particulares damnificados imposibilitan considerar que se esté ante un caso de una
sentencia inmotivada; por el contrario, el fallo atacado cuenta con los fundamentos
jurídicos necesarios y suficientes que impiden su descalificación como acto
jurisdiccional válido, pues de su lectura resulta claramente reconocible el
razonamiento de los jueces, lo cual, por todo lo expuesto, sella la improcedencia del
recurso de casación interpuesto por aquél en su mayor parte (v. TCPBA, Sala V,
causa nº 81.621, “Galván, Julio César s/ Recurso de casación interpuesto por
Fiscal”).
19.- Reitero, entonces, que el decisorio puesto en crisis presenta una adecuada y
completa argumentación explicativa de lo que se sometió a su conocimiento y
resolución, con aplicación racional del ordenamiento jurídico, en especial de lo
consagrado en las cláusulas de los arts. 210, 371 inciso 3, 373 sigtes. y
concordantes del CPP y 34 incisos 6 y 7 del CP (v. fs. 58vta.).
20.- Debo consignar también, dado que ha sido reiteradamente citado en el recurso
traído, que el voto minoritario –si bien correctamente estructurado en su
argumentación y acompañado de un enjundioso estudio tanto de los aspectos
dogmáticos (v. gr. fs. 60/61) cuanto de los procesales involucrados- se asienta sobre
puntos de partida diferentes de los tenidos en miras en el sufragio vencedor.
Ahora bien, esos diversos puntos de partida para el razonamiento reconocen por
base, en puridad, la diversa ponderación de los mismos elementos probatorios
valorados por los jueces de la mayoría. Es decir, los argumentos que las dos
posiciones expusieron se relacionan con el distinto valor que asignaron a idénticos
datos.
Así, a fs. 64vta. se lee: “[c]laro que el relato de PALACIOS [Susana Beatriz Palacios,
testigo presencial] no sirve precisamente para avalar la versión del imputado
FLORES”; y en la foja siguiente: “El testimonio de JUNQUERA tampoco armoniza
exactamente con lo referido por FLORES en su indagatoria…” (el destacado me
pertenece).
21.- Empero, como lo han puesto de resalto los colegas del magistrado que votó en
minoría, fueron esas declaraciones –ambas prestadas en condiciones de plena
oralidad e inmediación- las que permiten estructurar la recreación de lo ocurrido, en
aspectos centrales como v. gr. la advertencia lanzada por Flores al identificarse
como personal policial uniformado y portando su arma reglamentaria.
22.- Por otro lado, parece un exceso requerir que los elementos concuerden
exactamente (cito deliberadamente el adverbio utilizado por el distinguido
magistrado de la instancia en el fragmento arriba citado) entre sí cual términos de
una fórmula matemática, pues en realidad la tarea del juez es de ponderación
integral en el análisis de los datos disponibles en el proceso bajo las reglas de la
sana crítica racional, incluyendo -claro está- las de la lógica, la experiencia y el
sentido común y ajeno a arbitrio alguno, respetándose lo prescripto en los artículos
210 y 373 del Código Procesal Penal (v. TCPBA, Sala V, causa nº 73.883,
“Pandiani, Mario Marcelino s/ Recurso de Casación” y su acumulada causa nº
73.884, “Maradei, Marcelo Fabián s/ Recurso de Casación”).
Faena ésta que –como ya dijera- los miembros del tribunal que concurrieron a
formar mayoría cumplimentaron de modo suficiente.
23.- Como se adelantara en el punto 2, segundo párrafo, de este sufragio, el único
tramo del decisorio que no puede homologarse es el relativo a la concurrencia de la
causal establecida en el inciso 4 del artículo 34 del CP, cuya errónea aplicación ha
denunciado la parte en el acápite VI.4.4 del escrito recursivo (fs. 106vta/107).
Ello así por cuanto el digesto punitivo prohíbe a toda persona disparar a otro sin que
se den los requisitos de la legítima defensa, lo cual es receptado a su vez por la
normativa que rige la actividad policial en cuanto sólo se autoriza al personal a
esgrimir sus armas de fuego reglamentarias contra las vías de hecho cuando se
deba asegurar la defensa oportuna de las personas o los derechos de terceros o
propios, lo que implica la actuación dentro del marco de la legítima defensa o el
estado de necesidad según el caso (doct. de C. Nac. Crim. y Corr., Sala 1ra.,
“Coitinho, Marcelo A.”, del 25 de febrero de 1993, JA Repertorio General, 1994, p.
538, ref. 51).
24.- Empero, como ya se dijera, la solución que aquí se auspicia sostiene la
decisión de los juzgadores anteriores en punto a las restantes causales (art. 34
incisos 6 y 7), lo que permite el mantenimiento del veredicto dictado con la sola
exclusión de lo previsto en el inciso 4 de la mentada cláusula de fondo.   
25.- En función de todo lo expuesto, a esta segunda cuestión voto por la afirmativa,
sólo en cuanto a la exclusión de la causal prevista en el artículo 34 inciso 4 del
CP. En cuanto al resto del recurso de casación impetrado por los particulares
damnificados a fs. 74/109 del presente legajo, debe ser RECHAZADO, por
improcedente, sin costas.
A la misma segunda cuestión planteada, el señor Juez doctor Celesia  dijo:    
Adhiero al voto del Sr. Juez Dr. Martín Manuel Ordoqui en igual sentido y por los
mismos fundamentos.
Así lo voto.
Con lo que terminó el acuerdo, dictándose la siguiente
SENTENCIA
 
Vista la forma como han quedado resueltas las cuestiones planteadas en el
Acuerdo que antecede, la Sala V del Tribunal
R E S U E L V E:
I.- DECLARAR FORMALMENTE ADMISIBLE el recurso interpuesto a fojas 74/109
del presente legajo por los particulares damnificados, señores Sandra Elizabeth
Gómez y Milton Gustavo Cigarán Cruz, con el patrocinio letrado de los doctores
María del Carmen Verdú, Sofía Ballesteros y Pedro Auzmendi.
II.- HACER LUGAR al mismo sólo en lo referente a la exclusión de la causal
prevista en el artículo 34 inciso 4 del CP y RECHAZAR, por improcedente, el
resto del remedio casatorio impetrado, sin costas.
III.- TENER PRESENTE la reserva del caso federal efectuada a fs. 108vta.
Artículos 18 de la CN; 34 incisos 4 a contrario sensu, 6 y 7 del CP; 1, 106, 210, 371
inciso 3, 373, 423, 448 inciso primero, y 453 -en función del 452, incisos primero y
cuarto-, 460, 530 y 531 del C.P.P
     Regístrese, notifíquese y, oportunamente, devuélvase.
 
Ante mí:
 

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