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REINALDO ARENAS

Lazarillo de Tormes

2003: ¡10 años de Eloísa cartonera!

Lazarillo de Tormes 1
2 Reinaldo Arenas
Al lector

Una obra sólo merece el calificativo de clásica -y El La-


zarillo de Tormes lo es- cuando sobrevive al momento en que
se escribe y mantiene intactas su novedad, su profundidad
y su vigencia.
Y el mejor objetivo -quizás el único- de la versión
moderna de un clásico es estimular y facilitar al lector
el acceso al texto original. Ojalá esta versión logre ese
propósito.

Reinaldo Arenas

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EDICIONES ELOÍSA CARTONERA
¡Mucho más que libros!
ALGUNOS TÍTULOS DE LA COLECCIÓN:
César Aira... Mil Gotas/El Todo que surca La Nada/El cerebro musical
Alan Pauls... Malarma Mario Bellatin (México)... Salón de belleza
Oswaldo Reynoso (Perú)... Cara de Ángel Gabriela Bejerman... Pendejo
Cucurto... Néstor vive (relato)/ 1999 (poesía) / Cuentos para chicos
cumbianteros Ricardo Piña... La Bicicleta
Ricardo Piglia... El pianista Néstor Perlongher... Evita vive
Haroldo de Campos (Brasil)... El Ángel izquierdo de la poesía
Gonzalo Millán (Chile)... Seudónimos de la muerte
Glauco Mattoso... Delirios líricos/ El queso del quéchua
Douglas Diegues (Brasil)... El astronauta paraguayo
Enrique Lihn (Chile)... La Aparición de la Virgen (y otros)
Dalia Rosetti... Sueños y pesadillas Leónidas Lamborghini... Comedieta
Jorge Mautner (Brasil)... Susi Martín Gambarotta... Punctum
Víctor Hugo Vizcarra (Bolivia)... Borracho estaba, pero me acuerdo
Manuel Alemián... 23 cuentitos Dani Umpi... Aun soltera
Víctor Gaviria (Colombia) El rey de los espantos
Paulo Lemiski (Brasil)... Desastre de una idea
Martín Adán (Perú)... La casa de cartón Cuqui... Masturbación
Juan Calzadilla (Venezuela)... Manual para inconformistas
Diana Bellessi... Crucero ecuatorial Ramón Paz... Pornosonetos
Fabián Casas...Veteranos del pánico Tomás Eloy Martinez... Bazán
Ernesto Camilli... Tachero de mi vida Alberto Sarlo... Pura Vida
Luis Luchi... El obelisco Cristian Aliaga... Espíritu de los peones
Raúl Zurita (Chile)...Tu vida derrumbándose
Salvadora Medina Onrubia... Gaby y el amor Fabián Casas... Boedo
Pedro Lemebel... Bésame de nuevo forastero Cucurto... 1999
PARA NIÑOS: Ernesto Camilli... Las casas del viento
Ricardo Zelarayán... Traveseando
Carmen Iriondo... Animalitos del cielo y del infierno
Horacio Quiroga... La Tortuga gigante
María José Lopez... No me gustan las princesas
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Vivió e exilio en Nueva York, donde en 1987 le fue diagnosticado
el virus del sida. Presentación
El 7 de diciembre de 1990, Arenas se suicidó. Envió a la prensa
y a sus amigos una sentida carta de despedida, en la que culpaba
a Fidel Castro de todos los sufrimientos que padeció en el exilio.
La historia de un niño huérfano que no quiere morirse
Algunos de sus hermosos libros son: Celestino antes del alba (1967),
El mundo alucinante (1969), Otra vez el mar (1982), La loma del ángel de hambre—aunque todo conspira para que así sea -es,
(1987), El portero (1989), Antes que anochezca (1992) aparentemente, el tema fundamental de esta obra del siglo
XVI que marca el nacimiento de la novela contemporánea:
el antecedente más ilustre de El ingenioso Hidalgo don Quijote
de La Mancha, de Miguel de Cervantes.
El Lazarillo de Tormes se publica en 1554 en tres edi-
ciones simultáneas -en Burgos y Alcalá, España y en
Amberes, que es hoy ciudad belga. Por la maestría con que
el libro está escrito, es posible suponer que su autor era un
hombre ilustrado, tal vez ilustre y hasta famoso en aquel
tiempo. Pero las críticas que en el libro se hacen la Iglesia
Católica, así como a los representantes más destacados
-curas, jueces, caballeros, arciprestes- de la sociedad
española del siglo XVI, parecen haber determinado que el
autor prefiriese permanecer en el anonimato. Así evitaba
problemas con la Inquisición -entiéndase “justicia”-, muy
activa en ese tiempo.
La obra, además de crear un género literario -el de la
novela picaresca-, es un fresco de toda una sociedad y
de todo un siglo, y es también un espejo de la condición
humana. Lazarillo se asombra ante la falta de bondad de
muchas de las personas que encuentra en su camino. A pesar
de las vicisitudes y trabajos que sufre, de la picardía de que
tiene que hacer uso para sobrevivir dentro de una sociedad
en crisis. Lazarillo nunca se desprende de una ingenuidad y
un candor naturales que lo salvan, mostrándose como un
joven travieso y astuto, pero noble.

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La estructura aparentemente sencilla de esta obra, sin
embargo, es insólita en aquellos tiempos. La historia se
cuenta a una segunda persona, con la cual supuestamente
se conversa o se le rinde un informe. El lenguaje está
desprovisto de toda retórica: ni sentencioso ni rebuscado,
ni vulgar ni académico, ni pobre ni inflado. La ironía el
sarcasmo y hasta la exageración, trazan con mano maestra
situaciones y personajes que se nos hacen inolvidables
desde nuestra primera lectura.
Es fácil identificar en nuestros días los equivalentes
a Lazarillo y a los demás personajes de la obra, tal su
universalidad. Encontremos también en ella lo que es
patrimonio del genio: la recreación de un instante, de una
vida, de un tiempo, de un mundo. Todo ello pudo haber
quedado en la simple crónica o el trabajo sociológico, pero
la ficción lo ha rescatado para siempre de un modo más
vivo y permanente.

Reinaldo Arenas
Reinaldo Arenas nació en el campo, en Aguas Claras, el 16
de julio de 1943 (en la parte norte de la provincia de Oriente,
Cuba), más tarde su familia se mudó a Holguín. Su adolescencia
estuvo marcada por el manifiesto enfrentamiento a la dictadura
de Batista. Colaboró con la revolución cubana, hasta que, debido
a la exclusión a que fue sometido, optó por la disidencia.
En toda su vida, Arenas sólo pudo publicar un libro en Cuba:
Celestino antes del alba.
En 1980 salió del país cuando Fidel Castro autorizó un éxodo
masivo de disidentes y otras personas consideradas indeseables
por el régimen a través de Mariel.

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criticaban y a quienes le habían aconsejado que se casase 1
conmigo, hombre de poca fe que atendía cualquier
comentario callejero. Lázaro cuenta su nacimiento y su vida hasta conocer a
Tanto mi señor como yo le rogamos que nos per- un ciego
donase, y le aseguramos que ninguno de los dos creíamos
en tales comentarios. Ella entonces dejó de llorar y yo le Estaba una noche mí madre en el molino del río donde
prometí que jamás volvería a mencionarle aquel tema y que trabajaba mi padre y allí me parió. Pues sepa usted que
me parecía bien que ella entrase o saliese de noche o de en verdad puedo decir que yo he nacido en el río, y no,
día de casa de mi amo, pues de la bondad de ambos estaba como dicen muchos, en el arroyo. Y me llaman Lázaro de
seguro. Tormes porque nací dentro del río Tormes, que me dio su
Los tres quedamos muy conformes, y hasta el día de nombre.
hoy nadie nos ha vuelto a oír discutir ni pelear. No viví con mi padre mucho tiempo, pues siendo yo
Y cuando alguien quiere hacerme algún comentario niño de ocho años, él fue acusado de hacer unas malas
sobre mi mujer, le detengo diciéndole: sangrías. El confesó y fue preso, y de la misma cárcel fue
-Mira, si eres mi amigo querrás verme feliz, y si quieres enviado a un ejército contra los moros y allá murió.
verme feliz no puedes tener interés en decirme cosas que Mi madre, sin marido y sin protección, se fue a vivir al
puedan entristecerme; sobre lodo si de quien me vas a pueblo, donde comenzó a cocinar para ciertos estudiantes,
hablar es de mi mujer, que es la cosa en el mundo que más a lavarles la ropa a ciertos jóvenes de a caballo —de manera
yo quiero, tanto como ella a mí. Puedo asegurarte que es que frecuentaba mucho las caballerías. En los establos
la mujer más casta de cuantas viven dentro de las puertas conoció a un negro que curaba las bestias. Este venía a
de la ciudad. Y si alguien viene a decirme lo contrario, yo veces a nuestra casa y se iba al otro día. Yo, al principio, le
estoy dispuesto a matar y a morir. tenía mucho miedo por su color y su figura, pero cuando
De esta manera no me dicen nada y yo tengo paz en vi que con sus visitas mejoraba la comida, le fui tomando
mi casa. Ahora gozo de plena prosperidad y estoy en la aprecio. Siempre traía leña, pan y hasta pedazos de carne.
cumbre de mi fortuna y puede estar usted seguro de que Al poco tiempo mi madre me dio un negrito muy bonito
todo lo que en adelante me suceda se lo comunicaré. con el que yo jugaba y a quien ayudaba a callar.
Me acuerdo que estando el negro jugando con su hijo,
viéndonos el niño a mi y a mi madre blancos y a su padre
no, huía de él con miedo y señalándole con el dedo decía:
“Mamá, coco, coco”.
Pero no duró mucho nuestra buena suerte. Se descubrió
que mi padrastro robaba el alimento de los caballos, las

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mantas y hasta la leña, para alimentar a mi hermano. preferida.
Cuando no había otra, desherraba las bestias y vendía las Y me casé con ella. De lo cual, hasta ahora, estoy muy
herraduras. contento. Porque además de ser mi mujer hermosa y
A él lo azotaron y fue preso. Mi madre también tuvo servicial, gozo también de la amistad del Arcipreste, quien
que cumplir sentencia. por las Pascuas nos hace excelentes regalos, incluyendo
Cuando ella salió comenzó a trabajar en un mesón. Allí hasta las ropas que ya no usa. ¡Y hasta alquiló una casita
se acabó de criar mi hermano y yo crecí ayudando a los para nosotros cerca de la suya! Y los domingos y días de
huéspedes, sirviendo el vino, trayéndoles fuego, o en lo fiesta nos invita a comer en su residencia.
que me mandasen. Pero las malas lenguas, que nunca faltan ni faltarán,
Cierto día pasó por el mesón un ciego, el cual pensó que andan diciendo por ahí que yo no sé qué, que sí sé qué,
yo podría servirle de guía. Me pidió a mi madre, quien le que... ¡qué sé yo!... porque mi mujer suele hacerle la cama
rogó que me tratase bien, pues yo era huérfano. y prepararle de comer... Y aunque algunas veces me deja
El respondió que así lo haría y que me trataría no como esperándola, no puedo quejarme de ella. Ni mucho menos
a un sirviente sino como a un hijo. de mi amo, que un día delante de mi mujer me habló y me
Pero las cosas fueron muy diferentes. dijo:
Nos quedamos en el pueblo algunos días y pareciéndole -Lázaro de Tormes: quien oye chismes no tiene paz ni
al ciego que allí no eran muchas las limosnas, decidió irse. llega a nada en la vida. Te digo todo eso porque no me
Yo fui a ver a mi madre y, mientras llorábamos, me dio su extrañaría que las malas gentes hicieran ciertos comentarios,
bendición y me dijo: viendo a tu mujer entrar y salir de mi casa. Pero quiero que
-Hijo: ya sé que no te veré más. Sé bueno y que Dios te sepas que ella entra muy a tu honra y a la suya, y que como
ayude. a una hermana la trato. Y te prometo que siempre será así.
Y me fui con mi amo, que esperándome estaba. Por lo tanto no mires a lo que puedan decir por ahí, sino a
Fuera del pueblo, al pasar por un puente donde hay un lo que te importa y es de tu provecho.
animal de piedra, el ciego me dijo: -Señor -dije yo-, yo no tengo quejas de usted, que tan
-Lázaro, pon tu oído junto a ese toro de piedra y oirás bondadoso ha sido con nosotros. Es verdad que he oído
dentro un gran ruido. algunos comentarios no muy buenos acerca de mi mujer,
Puse la cabeza junto a la piedra y el ciego, que estaba a incluso me han dicho que antes de casarse conmigo ya
mi lado, me dio un golpe tan fuerte contra ella que el dolor había tenido varios hijos, y que me perdone ella, que ahí
me duró tres días está delante, por esta confesión.
-Tonto -me dijo él-, aprende, que para ser mozo de Entonces mi mujer me juró que era una mujer honrada
ciego debes ser más listo. y dio tantas voces que temí la casa se iba a venir abajo...
En aquel momento desperté de mi inocencia en la que Ella se echó entonces a llorar, maldiciendo a quienes la

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Pero para no cansarle con las historias de mis trabajos, como niño dormido estaba, y me dije:
le diré que siendo ya mozuelo conocí a un anciano que -En verdad debo andar siempre alerta, pues solo estoy.
era canónigo, y amante de los asnos, quien me dio uno, Pronto el ciego me enseñó las maneras y el lenguaje que
más cuatro cántaros y un látigo, y me puso a vender agua debía utilizar en aquel mundo. Y puedo decirle a usted que,
por las calles. aunque ciego, iluminó mucho mi camino.
Este fue el primer paso que di para llegar a una vida El sabía oraciones para todas las enfermedades. Para las
acomodada. mujeres que no parían, para las que estaban de parto para
Cada día le daba al canónigo treinta monedas y el resto las que no querían parir, para las malcasadas, para las que
para mí. También todo lo que hacía los sábados era mío. buscaban marido y no lo encontraban… En fin que detrás
Al cabo de cuatro años, tuve suficiente dinero para de mi iba todo el mundo.
comprarme un traje decente de los que se venden ya
usados. “Coja esta yerba, y esta raíz, y este pedazo de hoja, y
Espléndidamente ataviado, hasta con una espada aquella planta”, decía él con mucha dignidad.
(también de segunda mano), le devolví al canónigo su Pero también quiero informarle a usted que aunque
asno y me fui e busca de otros oficios. era el ciego un hombre muy sabio, era aún más miserable,
Y con la ayuda de Dios, y de mis amigos y conocidos, tanto, que me mataba de hambre. Traía el pan y las demás
comencé a desempeñar un empleo que debo llamar cosas de comer dentro de un saco, con la boca cerrada por
verdaderamente real. Y de ese maravilloso oficio vivo hasta un candado de hierro.
hoy día, para servicio de Dios y de usted. Después que él cerraba el candado, yo descosía un lado
El oficio que tengo es el de pregonar los vinos y otras del saco y sacaba un pedazo de pan y algún tocino, y volvía
mercancías que en esta ciudad se venden, así como las luego a coser el hueco sin que el ciego notase la ausencia.
cosas que se han perdido y que alguien tiene interés en Acostumbraba mi señor a tomar vino durante su comida
rescatar y pagar por ello, además de otros muchos asuntos -que la mía no existía. Y yo, silenciosamente, tomaba
en los cuales hay algunas personas interesadas en conocer y algunos sorbos de su jarro. Pero pronto el astuto ciego se
otras en dar a la publicidad. Pregonero soy, señor, hablando dio cuenta y desde entonces no desamparaba su jarro, sino
claramente. que lo tapaba con las dos manos
Y si en esta ciudad Lázaro de Tormes no pregona algún Yo entonces me busque una larga paja hueca que
vino o cualquier producto, puede estar usted seguro de que cuidadosamente metía entre sus dedos y el jarro, y así iba
nadie lo comprará. sorbiendo el vino.
Así, viendo mi habilidad para vivir, se interesó por Maldiciendo sin saber qué era lo que pasaba, el ciego
mí el mismísimo Arcipreste de San Salvador, y como yo tapaba entonces completamente la boca del jarro y lo
le pregonaba sus vinos, decidió casarme con su criada ponía entre sus piernas.

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Pero yo, que ya no podía vivir sin el vino, hice un agujerito IV
en el fondo de la vasija y lo tapaba con cera. A la hora de la
comida, diciendo que tenía mucho frío, me abrigaba entre Últimas aventuras de Lázaro y cómo se casó con la
las piernas del ciego, junto al fuego. Y mientras el calor
criada de un arcipreste
derretía la cera, el jarro comenzaba a soltar el vino que caía
en mi boca sin que se perdiera ni una gota.
Las calamidades que tuve que sufrir fueron muchas al
Enfurecido, el ciego volvía a maldecir sin poder sa-
verme otra vez en la calle y sin nada que llevarme a la boca.
ber cuál era la causa de que su vino desapareciese sin el
El hambre parecía ser mi eterna compañera. Pero, poco a
beberlo. Finalmente descubrió la burla, aunque simuló no
poco, mi suerte iba a cambiar.
haberse dado cuenta.
Serví a un fraile caminante quien me regaló el primer
Un día me siento en la misma posición y comienzo a
par de zapatos que tuve en mi vida y que poco me duraron,
beber aquellos dulces sorbos de vino, con mi cara puesta
pues aquel hombre no se detenía ni un momento, pidiendo
hacia el cielo, los ojos semicerrados para gustar mejor el
limosna en cuanta casa encontraba. Iba por los campos
sabroso licor... Entonces el ciego comprendió que era el
sacudiendo cuanto árbol había en el camino y me hacía
momento de su venganza. Alzando las dos manos con
cargar las frutas. Hasta las piedras levantaba por ver si algo
toda su fuerza, me golpeó con el jarro en la boca.
valioso allí abajo se podía hallar.
Tan duro fue el golpe que perdí el sentido; los pedazos
Por eso y por otras cosas que callo, lo abandoné.
del jarro se metieron en mi boca y me rompieron todos los
Trabajé después para un pintor de iglesia que me hacía
dientes, sin los cuales hasta hoy día me he quedado.
subir día y noche a enormes andamios, llevándole vasijas
Después, el ciego me lavó las heridas con vino y trató
llenas de colores. Serví a un alguacil que me hacía correr
de curarme. Pero yo desde entonces le empecé a odiar. Y
noche y día detrás de los que, según él, había que llevar
aunque a veces quería perdonarle, los golpes que me daba
a la cárcel. Trabajé también para un capellán quien me
no me lo permitían.
mantenía también en continuo movimiento, avisándoles
Por eso siempre le llevaba por los peores caminos. Si
a los familiares la ejecución de algún condenado. Trabajé
había piedras, por sobre ellas; si un lodazal, por lo más
también para un juez, pero con él duré poco pues su
hondo. Aunque él, aun siendo ciego, sospechaba de mí y
oficio es muy peligroso; en varias ocasiones nos corrieron
atinaba siempre a darme con su bastón en el centro de la
a pedradas por las calles, hasta que una noche mi amo
Cabeza, la cual tenía ya muy pelada.
quedó tendido en el suelo, aunque a mí, por fortuna, no
Y para que sepa usted qué astuto era aquel hombre, le
me alcanzaron… También serví a muchos hombres de
contaré lo siguiente:
mundo que me tenían de un lado para otro, buscándoles
Sucedió que llegando a un lugar que llaman Almorox
ya esto o ya aquello… En fin, que con ninguno me faltó
en el tiempo en que se recogen las uvas, alguien le regaló
trabajo, mas sí siempre sustento.

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alegan que nada van a pagar porque nada han recuperado. un racimo de ellas. Y, quizás porque las frutas se le caían
La autoridad responde que eso no le importa y que, por del racimo, o tal vez porque ese día mi amo me había dado
atender este caso, han perdido otros más importantes. muchos golpes y quería contentarme, acordó hacer con
Se formó allí tal escándalo que hasta de mi persona y de ellas un banquete, y sentándose dijo:
mi amo se olvidaron. -Lázaro, tú sabes que soy muy liberal, así que los dos
Después de muchos gritos, la vieja y el dueño de la casa comeremos a partes iguales de este racimo. Una vez te toca
cargaron con la cama y la manta. Allá fueron los cuatro a ti y otra a mí. Pero has de prometerme que, igual que yo,
dando voces calle arriba, hasta perderse de vista. tornarás sólo una uva cada vez.
De esta manera, como le he contado, me dejó mi pobre Hecho así el contrato, comenzamos. Mas en seguida el
y tercer amo, con lo que acabé de conocer mi desgracia. traidor empezó a tomar las uvas de dos en dos, pensando
Pues todo me salía tan al revés que, siendo los mozos que yo hacía lo mismo, Pero yo, cuando vi que él no cumplía
quienes huyen de sus señores, en mi caso era mi señor el acuerdo, las tomaba de tres en tres y me las echaba en
quien salió huyendo de mí. la boca como podía. Acabado el racimo, el ciego me dijo:
-Lázaro, me has engañado. Te has comido las uvas de
tres en tres.
-¡No señor! -juré yo-. Pero ¿por qué sospecha usted eso?
A lo cual él respondió:
-¿Sabes por qué sé que las comías de tres en tres? Porque
yo las tomaba de dos en dos y tú callabas.
“Más sabe el Diablo por viejo…”, pensé yo sin responderle,
y seguimos caminando hasta llegar a la puerta de una
taberna donde ojalá nunca hubiésemos entrado.
Ya allí, mi amo sacó una longaniza de la bolsa para
asarla y me dio una moneda para que le buscase un jarro
de vino. Junto al fuego había un nabo seco. Yo, que me
moría de hambre, tomé la longaniza que ya el ciego había
puesto en el asador y puse en su lugar el nabo... Salí en
busca del vino mientras mi amo daba vueltas en el fuego al
nabo queriendo asar a quien por sus deméritos ni siquiera
había sido cocido.
Despaché la longaniza y regresé con el vino. En ese
momento el ciego tenía el nabo entre dos pedazos de pan.

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Mordió, pensando disfrutar de la longaniza, y hallóse en guntaban, aunque no lo supiera.
frío con el todavía frío nabo. -Habla -dijeron entonces ellos.
-¿Qué es esto, Lazarillo? -me gritó enfurecido. -Pues, señores, -dije yo- mi amo dice tener muchas
-¡Desdichado de mí! -exclamé- ¿Cómo puedo yo tierras que serían de gran valor si no hubiesen desaparecido
saberlo? ¿Acaso no acabo de llegar con el vino? Alguien de en una inundación. También es dueño de muchas casas que
por aquí le habrá hecho esa burla. valdrían una fortuna si no estuviesen ahora en el suelo, y de
-No, no, -dijo él- que yo no he soltado el asador. muchos palomares que han sido derrumbados, y de ricos
Yo juraba y volvía a jurar que nada tenía que ver con colmenares que la sequía, ha destruido. Esa es, señores, la
aquel cambio. Pero de nada me sirvió. El astuto ciego se fortuna de mi señor.
levantó, me tomó por la cabeza y comenzó a olerme. Y Ellos se enfurecieron aún más y no sabían si creerme o
como algún perfume de la dulce longaniza aun me quedaba apretarme más el cuello.
encima, me abrió con las dos manos la boca y metió en -Bien -dijo por último el juez-, por poco que valgan esas
ella su enorme nariz, la cual tenía muy larga y afilada, ruinas, alguna utilidad les podremos sacar. ¿Y en qué parte
llegándome hasta la garganta. Así, antes de que el malvado de la ciudad están esas propiedades?
ciego sacase de mi boca su trompa se alteraron mis tripas, -En un lugar cercano a Castilla la Vieja, me dijo él que
se revolvió mi estómago y soltó lo que con tanto trabajo estaban...
había conseguido. La gigantesca nariz y los pedazos de la -¡Pues bueno está el negocio! -gritaban el secretario y
longaniza salieron a un tiempo de mi boca. el juez sin que, por otra parte, dejaran de reírse ante mis
¡Oh gran Dios, ojalá en aquel momento yo hubiese referencias.
estado ya sepultado, que muerto ya estaba! El ciego, armó Pero la vieja y el dueño de la casa insistieron en que yo
tal escándalo mientras me golpeaba, que acudió casi todo debía quedar preso hasta que diese señas más concretas de
el pueblo y, gracias a ello, salvé la vida. la fortuna de mi señor.
Contaba el malvado a cuantos allí estaban mis crímenes: Por suerte, las vecinas, que estaban presentes, in-
lo del vino, las uvas, la longaniza. Y en verdad que lo hacía tervinieron a mi favor.
con tanta gracia, que aunque yo era el maltratado y estaba -Señores –dijeron-, este es un niño inocente. Hace sólo
llorando, de vez en cuando, para hacerle justicia, tenía que unos días que llegó a esta casa y nada sabe de su señor,
reírme. quien ni siquiera le daba de comer. Él se ha llegado hasta
Pero a la vez me maldecía a mí mismo por mi cobardía, aquí y nosotras somos quienes le hemos mantenido por
que consistió en no dejarle sin nariz. Pues ya tenía la mitad amor de Dios, tened piedad, pues es una criatura inocente.
del camino andado y sólo con haber apretado los dientes, Vista pues mi inocencia, me dejaron en libertad.
él se hubiese quedado sin su trompa y yo, con mí longaniza. Pero entonces el juez y el secretario le dicen a la vieja y al
Otra vez el ciego me volvió a curar las heridas con el dueño de la casa que tienen que pagarles sus servicios. Estos

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de la cama. La suma era de unos quince reales, dinero que vino, mientras decía:
mi señor en un año no podría conseguir. -Más vino me gasta este muchacho en sus curas que
Él se las arregló para darles una buena respuesta: Iría el que bebo yo en un año. En verdad, Lázaro, que el vino
a la plaza a cambiar una gruesa pieza de oro y en seguida ha sido más importante para tu vida que tu propio padre,
regresaría. Rogando que lo esperaran, salió. Pero jamás porque él sólo te dio la vida una vez, mas el vino te la ha
volvió. dado muchas veces.
Al atardecer volvieron la vieja y el dueño de la casa. Les Y reía mientras me curaba.
dije que mí señor aún no había regresado. Yo viendo como me maltrataba y se burlaba de mí,
Como tenía miedo de quedarme en aquella casa, me fui decidí abandonarlo.
a dormir con mis vecinas, a las que les conté el caso. Un día que llovía mucho salimos a pedir limosna por
Bien temprano están el hombre y la vieja tocando con todo el pueblo. El ciego, para no mojarse, iba diciendo sus
mucho ruido la puerta de mi amo. Mis vecinas salieron y oraciones en los portales. Ya anocheciendo me dijo:
les dijeron: -Lázaro, vámonos para la posada, porque no va a dejar
-Aquí está el muchacho y la llave de la casa, pero el de llover.
señor no ha vuelto. Para llegar hasta allá había que pasar por un arroyo que,
Ellos me volvieron a preguntar por él, y yo les dije que con tanta agua, estaba muy ancho. Yo le dije al ciego:
nada sabía. Fueron entonces por un juez y un secretario... -Tío, el arroyo va muy ancho, busquemos un lugar
Ahora con grandes voces me llaman y, tomándome como donde se estreche para poder saltarlo.
testigo, abren la casa para embargar todo lo que dentro -Listo eres, por eso te quiero bien -dijo él. Llévame pues
tuviera mi amo y satisfacer así sus deudas. hasta ese lugar, que en invierno no es agradable andar con
Pero anduvieron por toda la casa y nada encontraron. los pies mojados.
-¿Qué ha hecho tu señor con sus propiedades me Yo vi mi venganza a la medida de mis deseos. Lo saqué
preguntan? ¿Dónde están sus muebles, sus joyas, sus trajes, de los portales y lo conduje derecho a un pilar de piedra
sus armas y sus piezas de cocina? que en la plaza estaba, sosteniendo los techos de muchas
-Nunca nada de eso he visto yo aquí- dije la verdad. casas.
Pero el juez, que no me creyó, me agarró por el cuello -Tío -dije-, este es el paso más estrecho que hay en el
y me dijo: arroyo.
-Mira, muchacho, te quedarás preso hasta que digas Como llovía mucho y estábamos apurados, y, sobre
dónde están las pertenencias de tu amo. todo, porque Dios quiso ayudarme en la venganza, el ciego
Yo, que nunca me había visto en tal situación -que me creyó y dijo:
cogido por el cuello sí me había visto muchas veces-,
empecé a llorar de miedo y prometí decir lo que me pre- -Ponme bien derecho y salta tú primero el arroyo.

32 Reinaldo Arenas Lazarillo de Tormes 13


Yo le puse frente al poste. Di un salto y me coloqué estuvo sin poder hablar. Mientras, yo echaba las cerraduras
detrás. y pegaba mi hombro a la puerta… Pasó la gente con su
-Salte todo lo que pueda, para que no se vaya a mojar muerto, y todavía yo desconfiaba de que nos lo metieran
-grité. en la casa,
Apenas acababa de decirlo, cuando él se abalanzó -Verdad es, Lázaro -dijo entonces mi amo- que según lo
con toda su fuerza, dando hasta un paso atrás para coger que va diciendo la viuda, tú has razonado muy bien. Pero
impulso. Dio en el poste con la cabeza, que sonó como ya ves, puedes abrir la puerta e ir a buscar de comer.
si se rompiera una gran calabaza, y cayó para atrás medio -Déjelos, señor, que terminen de pasar -dije yo.
muerto. Aquel día comimos muy bien, aunque yo no le pude
-¡Cómo! ¿Y oliste antes la longaniza y no has podido coger el gusto. Mi amo, sin embargo, no dejaba de reírse. Y
oler ahora el poste? luego me contó parte de su vida.
Y lo dejé en poder de mucha gente que había ido a Me dijo que era de Castilla la Vieja, de una ciudad que
ayudarle, y salí corriendo. Antes de que llegara la noche, ya había abandonado porque en ella vivía un caballero que no
estaba en Torrijos. se quitaba el sombrero cuando él pasaba, y que su honra no
No supe nada más de lo que Dios hizo con aquel ciego. podía tolerar tal humillación... Todo eso a mí me pareció
Ni me importó saberlo tampoco. ridículo, más cuando en mi caso no tenía que preocuparme
por quitarme o ponerme el sombrero cuando alguien me
saludara, pues nunca he usado esa prenda.
Me contó que tenía unas tierras que podrían valer
mucho si no fuese porque habían desaparecido bajo el
agua y ya sólo quedaban las piedras. También me aseguró
tener un solar con muchas casas que sin duda valdrían una
fortuna si no fuera porque se habían derrumbado. Ah,
también tenía un gran palomar muy valioso de no haber
sido destruido por una tormenta, y grandes colmenares
que desgraciadamente una sequía había hecho desaparecer.
Por último me dijo que había venido a este pueblo
pensando hallar alguna manera de vivir, pero hasta ahora
sólo había encontrado gente de iglesia y no hombres de
bien.
En ese momento entraron por la puerta un hombre y
una vieja. El hombre le pide el alquiler de la casa; la vieja, el

14 Reinaldo Arenas Lazarillo de Tormes 31


el paso tranquilo como quien acabase de abandonar un II
banquete. Y me quedaba en la puerta, esperando por si iba
a dar al suelo. Cómo Lázaro trabajó para un clérigo y lo que con éste
Un día llegó, sin embargo, muy alegre. Había con- le aconteció
seguido (¡quién sabe cómo!) un real.
-Toma, Lázaro -me dijo-, que ya Dios va abriendo su Al otro día, para estar más seguro, seguí corriendo y
mano. Ve a la plaza y trae de comer y beber. llegué hasta un lugar que llaman Maqueda, donde conocí
Tomé el real, el jarro para el vino, y salí volando. a un clérigo al que le pedí limosna. El me preguntó si yo
Pensando en qué manera emplearía mejor el dinero sabía ayudar en la misa.
a la vez que trataba de no ser descubierto por los del Dije que sí, lo cual era verdad porque me lo había
Ayuntamiento, vino a mi encuentro un muerto, que por la enseñado el ciego. Y desde ese momento me recibió como
calle muchos curas y gente de luto traían. suyo.
Me arrimé a la pared mientras pasaba la caravana. Puedo decirle a usted que escapé del trueno y di con el
Una mujer vestida de negro iba llorando, y con grandes relámpago. Porque si el ciego era miserable, este clérigo era
voces decía: la mismísima miseria.
-Marido y señor mío, ¡adonde te llevan! ¡A la casa triste Guardaba la comida en un arca vieja, cerrada con una
y desdichada, a la casa lóbrega y oscura, a la casa donde llave de la que no se separaba nunca. En toda la casa no
nunca se come ni se bebe! había ninguna otra cosa de comer. Sólo un racimo de
Cuando yo oí aquello, el cielo se me juntó con la tierra. cebollas también encerradas que colgaban de lo alto del
“¡Oh, desdichado de mí -dije-, para mi casa llevan al techo. Y de esas cebollas me tocaba una cada cuatro días.
muerto!” Y aun cuando le pedía la llave para ir por ella, si alguien
Corriendo regresé, cerré la puerta y empecé a pedirle estaba presente, el mísero clérigo me daba la llave diciendo:
auxilio a mi amo. El, alterado, mientras tomaba la espada -Ve, ve y come. Pero sin reventar, ¡Como si allá arriba
me preguntaba qué ocurría. estuvieran encerradas todas las conservas de Valencia y no
-¡Oh, señor -le dije yo-, ayúdeme con la puerta que para otra cosa que unas cebollas colgadas de un clavo, las cuales
acá nos traen un muerto! además tenía contadas!... Y si cogía una de más, cara me
-¿Cómo así? -exclamó él. costaba.
-Allá en la calle lo encontré y venía diciendo su mujer: Así que me moría de hambre. Cuando él comía carne
“¡Marido y señor mío! ¡Adónde te llevan! ¡A la casa triste me daba el caldo; cuando comía carnero me daba los
y desdichada, a la casa lóbrega y oscura, a la casa donde huesos. Y siempre me decía: “Toma, come, que mejor vida
nunca se come ni se bebe!”. ¡Acá, señor, nos lo traen! no se da ni el Papa.”
Mi amo se rió tanto cuando me oyó que por un rato -”Tal te la dé Dios a ti”, decía yo para mí.

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Al cabo de una semana estaba yo tan flaco que no podía Así pasaron muchos días: yo saliendo a la calle a pedir
mantenerme en pie. limosna, mientras mi señor parecía irse a cortar tajadas de aire
Muchas veces pensaba en abandonar a aquel mezquino con su espada.
amo. Pero por dos cosas no lo dejaba. La primera, porque Y mientras tocaba en todas las puertas, meditaba yo
me traía tan muerto de hambre que no tenía fuerzas para ir en mi fortuna: escapando de amos ruines que apenas si
muy lejos: la otra, porque si cuando dejé a mi primer señor me daban de comer, vine a toparme con uno a quien yo
tropecé con algo peor, ¿qué me podría esperar ahora? mismo tenía que mantener.
Y no me atrevía ni a moverme. Con todo esto le quería bien, porque él, en verdad nada
Estando un día así, a punto de morir, parece que Dios podía darme, mientras los otros, aunque mucho tenían,
vino en mi ayuda enviándome a un cerrajero, el cual creo poco me daban.
que era un ángel llegado del mismo cielo. Me preguntó si Y muchas veces pasé yo hambre para que mi amo no
tenía alguna cerradura que arreglar. la sufriese.
-Tío -le dije-, he perdido la llave de esa arca, y si mi amo Desde entonces cuando me he tropezado con algún
lo sabe seguramente me azota. ¿Podría usted, por mi vida, caballero muy bien ataviado, haciendo sonar la espada y
hacer una igual? pisando fuertemente, le he cogido lástima y me he dicho:
El ángel, digo, el cerrajero, comenzó a probar de un quizás todo ese ruido sea para evitar que la gente oiga el
collar de llaves que traía, y yo a ayudarle con mis oraciones. que hacen sus tripas vacías.
De pronto, el arca con todos sus panes estaba abierta, y era Pero quiso mi mala fortuna que aún mi suerte fuera
como si las mismas puertas del cielo se abriesen. peor: sucedió que en aquel año hubo tal sequía y tal falta
-No tengo dinero para pagarle la llave -le dije. Pero de pan que los del Ayuntamiento acordaron que todos
tome de esa arca su pago. los extranjeros pobres se fuesen de la ciudad. Y se anun-
El cogió un pan de los más grandes, me dio la llave y se ció que de allí en adelante el pobre que encontrasen en la
fue muy contento. calle sería azotado y luego encarcelado. A los cuatro días
Yo abría y cerraba el arca, tocaba y volvía a tocar los de haberse pregonado la ley, vi llevar a una procesión de
panes, pero no los comía. Con la alegría, hasta el hambre pobres azotados, lo cual me causó tal espanto que no me
se me había ido. Además, temía que mi amo notara la atrevía a salir, ni mucho menos a pedir limosnas. Así nos
ausencia… Llegó él, y por suerte no se dio cuenta del pan pasábamos mi amo y yo hasta cuatro y seis días sin probar
que el cerrajero se había llevado. bocado.
Al otro día, en cuanto mí amo salió, abrí mi paraíso de Sobreviví gracias a unas mujercitas costureras que vivían
pan. Tomé un pan entre las manos y de dos mordiscos lo cerca de nosotros y con las cuales yo tenía amistad, Pero
hice invisible... Cerré el arca y comencé a barrer la casa con sentía mucha tristeza por mi amo. Todos los días lo veía
mucha alegría. salir calle abajo; el cuerpo estirado, la espada a la cintura,

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-Señor, hasta las dos le esperé, mas como vi que usted Pero al tercer día, tarde en la noche, veo a mi amo
no llegaba me encomendé a las buenas gentes y mire usted contando y volviendo a contar los panes; yo, simulando
todo lo que me han dado. que dormía, rezaba y decía: “¡San Juan, ciégale!”
Le enseñé la comida y a él se le iluminó el rostro. Después que el clérigo estuvo mucho rato contando los
-Pues yo te he esperado para comer, y como no venías, panes y sacando cuentas con los dedos, dijo:
comí –me dijo-. Pero hiciste bien, que más vale pedir que -Si no fuera porque siempre tengo el arca bien ce-
robar. Más, óyeme, a nadie, le digas lo que has hecho, que rrada, yo diría que me han robado algunos panes. Pero de
eso perjudicaría mi honra en este pueblo. ahora en adelante, para evitar cualquier sospecha, llevaré
-Pierda cuidado que nadie vendrá a pedirme cuentas, ni bien clara la cuenta: Nueve quedan y un pedazo. Nueve
a nadie tengo yo que dárselas. desgracias te dé Dios -dije yo en voz baja.
Me senté y comencé a echaren mis tripas, que clamaban, El salió, y mi estómago comenzó a retorcerse de
las tripas cocidas y el pan. Disimuladamente miraba al infeliz hambre.
de mi señor, quien no le quitaba los ojos a la comida. Tanta Para consolarme, abrí el arca y comencé a tocar los panes.
lástima me daba, quizás por haber pasado por la misma Los conté y hallé que la cuenta era desafortunadamente
experiencia, que sentía deseos de invitarle, pero temía que exacta. Les di mil besos, los más delicados que pude. Por
ello le ofendiera. Más el mismo se ayudó. último, tomé un pedazo del que estaba partido; y, aunque
-Me parece, Lázaro que comes tú con tanta gracia que no tan alegre como los otros, pasé ese día.
le despiertas el apetito al que no lo tiene. Pero el hambre siguió creciendo y, como yo tenía ya
“Y mucho que tienes tú”, me dije yo, y como vi que él acostumbrado el estómago a más pan, no podía soportarla.
mismo se ayudaba, le dije: Abría y cerraba el arca, contemplando aquella cara de Dios
-Señor, este pan es sabrosísimo y la uña de vaca está convertida en panes, como le dicen a los niños, Y creo que el
muy bien cocida. mismo Dios, viéndome tan triste, me trajo algún remedio.
¿Uña de vaca es?... Te digo Lázaro, que no hay mejor Entonces me dije: “Esta arca está vieja y rota por algunas
bocado en el mundo. partes, aunque con pequeños agujeros. Alguien puede
-Pues pruebe y verá que así es. pensar que los ratones han entrado y se han comido parte
Él se sentó a mi lado y comenzó a comer con tal gana del pan”.
que hacía desaparecer hasta los mismos huesos. Y comencé a cortar del pan pequeños pedazos, de una
-Por Dios -dijo cuando terminó-, que me ha gustado y otra pieza, como si los ratones lo hubieran hecho. Y eso
tanto como si hoy no hubiese probado bocado. algo me consoló.
“Y así es”, me dije yo para mí mientras iba por el jarro Cuando el clérigo vino a comer y abrió el arca, me llamó
de agua. Se lo di. Él bebió. Y los dos muy contentos nos diciéndome:
fuimos esa noche a dormir. -¡Lázaro, mira la calamidad que ha caído sobre nuestro

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pan! con llave y deja la llave en el quicio por si vengo antes que
Yo me hice el inocente y pregunté qué sería aquello. tú.
-Qué ha de ser, -dijo él-: ¡ratones! Y salió calle arriba, caminando con tanto orgullo y
Empezamos a comer y todavía quiso Dios que mi suerte elegancia que nadie podía pensar que se estaba muriendo
fuera mejor aún, pues el clérigo cortó la parte del pan que de hambre.
creyó mordida por los ratones y me la dio diciendo: Entré en la casa. Rápidamente la anduve toda y nada
-Cómete eso, hijo, que el ratón cosa limpia es. encontré. Hice la negra y dura cama, tome el jarro y fui
Así es que aquel día, añadiendo lo que habían hecho mis para el río.
manos a lo que hicieron mis uñas, terminé de comer. Antes de regresar vi a mi amo, conversando con dos
Pero en seguida me vino otra preocupación, y es que el hermosas mujeres, de ésas que salen a la calle a ver quién
clérigo comenzó a recoger clavos de las paredes y pedazos las invita a comer y beber... Mi señor les decía mil dulzuras.
de madera, y con ellos cerraba todos los agujeros del arca. Ellas, viendo que ya él estaba enternecido, le pidieron que
-Ahora no habrá ratón que entre aquí -dijo- y salió de les pagara el almuerzo.
la casa. Mi amo se puso colorado, tartamudeó y empezó a dar
Yo revisé el arca y vi que no podía entrar ni un mos- mil excusas que no tenían sentido. Ellas, viendo que nada
quito. La abrí, pues, con mi llave y de los panes cortados le iban a sacar, le abandonaron en seguida.
raspé un poquito, con lo cual ese día no morí de hambre. Yo, que masticaba unos pedazos de yerbas con los que
Pero al día siguiente mis tripas me gritaban que abriese me desayunaba, volví a la casa sin que mi amo me viese.
el arca y, como no lo hice, por la noche no podía dormir. Pensé en ponerme a barrer, pero no hallé con qué.
Oyendo los ronquidos de mi amo, que eran unos enormes Sin saber qué hacer, me senté a esperar a mi amo con
resoplidos, me levanté y, cogiendo un viejo cuchillo que la esperanza de que trajese algo de comer. Pero mi espera
por allí estaba, me llegué hasta el arca. Le hice algunos fue en vano. Al ver que eran las dos y él aún no regresaba,
huecos y luego con la llave la abrí, tomé algunos pedazos escondí la llave y salía a la calle. Con voz baja y enfermiza,
del bendito pan, la cerré y me eché a dormir. inclinándome hasta tocar el suelo, comencé a pedir limosna
En cuanto se levantó, mi amo lo descubrió y empezó a ante las puertas. Y como ese era mi oficio, que bien lo
maldecir. Decía que hasta ahora nunca había habido ratones había aprendido con el ciego, a las cuatro ya tenía otras
en su casa. Y sin duda era verdad, porque si en alguna casa tantas libras de pan escondidas por todo el cuerpo y hasta
no podía vivir un ratón -ni siquiera una hormiga- era en una uña de vaca y muchas tripas cocidas que unas buenas
aquélla, que ningún ser vivo puede habitar donde no hay mujeres me regalaron.
qué comer. Cuando llegué a la casa, ya mi amo había regresado.
Volvió a buscar clavos, tablas y cerró todos los huecos. Cuidadosamente doblaba su capa mientras se paseaba por
Llegada la noche y los ronquidos, yo hice otra vez mi obra. el patio. Me preguntó que de dónde venía.

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tomarme la que había en el jarro. Así, aunque mucha prisa se daba él cerrando el arca,
Llegada la noche mi amo me ordenó hacer la cama, más me daba yo abriéndola, aplicando aquel proverbio que
en la cual había poco que hacer: no era más que una sá- dice: “cuando una puerta se cierra, otra se abre... Parecía
bana negra con un colchón aún más negro y una manta como si tuviéramos a destajo la tela de Penélope: todo lo
negrísima. que él tejía de día, yo de noche lo destejía. En poco tiempo
-Lázaro -me dijo él entonces-, ya es tarde y de aquí a la el arca era un amasijo lleno de clavos y remiendos que daba
plaza es muy lejos y en esta ciudad hay muchos ladrones. pena mirarla.
Pasemos la noche como podamos y llegando el día Hasta que un día el clérigo, viendo que nada resolvía
comeremos, que yo, por vivir solo, no tengo aquí ningún con su trabajo, dijo:
alimento. -Esta arca ya está muy vieja y maltratada- Mejor es que
-Señor, no se preocupe usted -dije yo-, que sé pasar una arme dentro de ella algunas ratoneras.
noche, y aún muchas, sin comer. Buscó prestadas algunas trampas y con cortezas de
-Vivirás más sano y feliz -me respondió-, que lo mejor queso que a los vecinos les pedía, las dejó armadas dentro
para vivir mucho es comer poco, del arca.
“Si es así”, dije para mí, “¡nunca yo moriré!” El resultado fue mejor para mí: ahora comía pan con
El se acostó, poniendo la capa como almohada y me queso.
ordenó que me echase a sus pies. Así lo hice. Pero no podía Como él notase que el pan y el queso desaparecían,
dormir. La dureza del colchón y la de mis huesos, que en pero ningún ratón caía en la trampa, maldecía al mismo
nada estaban ya envueltos de flaco que estaba, no me Diablo y le preguntaba a los vecinos cómo era posible que
dejaban pegar los ojos. Mil veces maldije mi desgraciada eso sucediera.
vida y pedí la muerte; me maldije a mí mismo y a mi amo. Acordaron los vecinos que no podían ser ratones
Y todo esto sin poder moverme para no molestarle. quienes se comían el queso. Uno de ellos dijo:
Bien temprano él se levantó, se vistió, tomó la espada -Yo me acuerdo que en esta casa solía andar una
y, mientras se ejercitaba con ella haciendo mil acrobacias, culebra. Debe ser ella, sin duda, ya que como es larga,
decía: puede escaparse aunque la coja la trampa.
-Esta pieza no la doy yo por ningún precio, con ella Esta noticia alteró aún más a mi amo, quien ya no
puedo cortar en el aire hasta un copo de lana. dormía en paz. Cualquier gusano de la madera que de
-Y yo, un pan de cuatro libras -dije. noche sonaba, él pensaba que era la culebra que le estaba
Mi amo se ciñó la espada, y volvió a contemplarse. Muy comiendo el queso. Se ponía entonces de pie y con un palo
derecho salió por la puerta, diciéndome: le daba grandes golpes al arca, pensando espantar así al
-Lázaro, cuida la casa, que yo voy a oír misa. Haz la animal.
cama, ve por agua al río que allá abajo está. Cierra la puerta Todos los vecinos se despertaban con aquel escándalo y

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yo tampoco podía dormir. con otro amo peor podía aún tropezar. Allí pues lloré mi
Llegaba también hasta mis pajas que hacían de cama y desdichada vida pasada y mi cercana muerte venidera.
las revolvía con el palo, imaginando espantar a la culebra. Pero tuve que disimular y controlarme, así que le
Porque decían los vecinos que de noche ella iba a dormir respondí:
junto a los animales, buscando calor, y solía aparecer a -Señor, joven soy y no me preocupa mucho el comer.
veces debajo de los niños y aun morderlos y hacerles daño. -Virtud es ésa -dijo él- y por eso te querré más, porque el
Yo me hacía el dormido mientras sentía al clérigo hartarse es de los cerdos y el comer poco, de los hombres
revolver en mi cama. Al otro día me decía: de bien.
-¿Y anoche no sentiste la culebra? Pensé que había ido “Bien te he entendido”, me dije yo. “Maldita tanta
para tu cama, pues son muy frías y buscan calor. medicina y bondad la que halla mi amo en el hambre”.
-¡Ruego a Dios que no me muerda! -decía yo-, que le Me senté en la esquina de un quicio y saqué un pedazo
tengo mucho miedo. de pan de tres que tenía escondidos.
Así estaba él tan preocupado que ya ni dormía. Y la Mi señor me vio, y me dijo:
pobre culebra -o culebro, mejor dicho- no podía comerse -Ven acá, muchacho, ¿qué comes?
el queso ni el pan del arca... Pero mientras él andaba por la Yo le enseñé los panes. El en seguida tomó el pedazo
iglesia, yo me daba el banquete. más grande, exclamando:
El, cada vez más enfurecido con la culebra, dejaba a -¡Por vida que parece éste buen pan!
veces la misa sin terminar, salía corriendo de la iglesia con -¡Cómo! -dije yo- ¿Ahora es bueno?
el palo que ya llevaba hasta el mismo altar y comenzaba a -¡Muy bueno! -dijo él- ¿Dónde lo conseguiste? ¿Habrá
golpear el arca. Mas la culebra ya había desaparecido. sido hecho por manos limpias?
Pero yo tenía miedo de que con aquellas idas y venidas, -No sé nada de eso, señor. Y poco me importa.
y aquel constante registrar y revolver todo con el palo, él Pero él, sin esperar más explicaciones, llevóse a la boca
diese con la llave. Y pensé que lo más seguro era guardarla el pan y de un mordisco lo hizo desaparecer.
por la noche dentro de mi boca, que ya desde que vivía -¡Muy bueno está!- dijo.
-o moría- con el ciego la tenía tan preparada para guardar Por lo que yo, viendo cuál era su debilidad, me tragué
cosas, que no había bolsa que la igualara: en ella cargaba (casi enteros) los dos panes que quedaban.
a veces más de treinta monedas, varios crucifijos, algunas Mi amo cogió un jarro que por allí estaba y bebió,
medallas con su cadenas y otras cosillas sin que en nada me invitándome luego.
estorbasen para comer. Yo, por hacerme el bueno, le dije:
Todas las noches me metía la llave en la boca y me dormía -Señor, no bebo vino.
seguro de que mi mezquino amo no la iba a encontrar. -Agua es- respondió él.
Pero cuando la desgracia viene hacía nosotros, no hay Y aunque de agua no tenía ningún deseo, tuve que

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decía yo, diligencia que la detenga.
Así anduvimos hasta que dieron las once. El entró en la Una noche, mientras dormía, la punta de la llave se salió
iglesia mayor y estuvo en la misa hasta que salió la última por la boca abierta. En esa situación, y como el aire que yo
persona. respiraba salía por el hueco de la llave, emitía un silbido
Otra vez en la calle, caminando tras él, pensé que si no tan fuerte que mi amo, sobresaltado, creyó sin duda haber
había comprado nada de comer era seguramente porque descubierto la culebra.
la comida estaría lista en su casa, esperándonos. En ese Con el palo ya en la mano, se levantó.
momento el reloj dio la una del día. Llegamos a una puerta El silbido le llevó directamente hasta mi cama. En plena
frente a la cual mi amo se detuvo y, quitándose con mucha oscuridad, pensó que el animal estaba debajo de las pajas
elegancia la capa, sacó una llave y entramos. y, con el fin de matarlo, levantó el palo y descargó tal golpe
Era una casa oscura, con un patio pequeño y grandes que me abrió la cabeza.
habitaciones en las que no se veía ni un mueble. Nos Quedé descalabrado y sin sentido.
sentamos en el suelo y el señor me pregunté cómo había El, al ver que el herido (o muerto) era yo y no la culebra,
llegado yo a aquella ciudad y de dónde era. Yo le respondía comenzó a llamar con grandes voces. Descubriendo con
rápido, pensando que lo más importante era que me sus manos la mucha sangre que de mi cabeza salía, fue a
ordenase servir la comida. buscar lumbre. Cuando volvió, me halló casi agonizando y
En eso dieron las tres de la tarde y yo no veía la menor quejándome, pero aún con mi llave en la boca, que nunca
señal de que íbamos a comer. En realidad, todo lo que hasta la desamparé.
ahora había visto eran paredes. Ni una silla, ni un banco, ni Espantado el matador de culebras al ver aquella enorme
una mesa, ni siquiera el arca miserable del miserable clérigo. llave que salía de mi boca, la tomó y, aún más espantado,
Aquella casa parecía encantada. Finalmente, mi amo me comprobó que era una copia de la que abría su arca.
dijo: -Tú, mozo, ¿has comido? Seguramente debió decir: “El ratón y la culebra que me
-¡No, señor! -dije yo- que aún no eran las ocho cuando hacían tanto daño, juntos los he encontrado”.
con usted me encontré. De lo que sucedió en los tres días siguientes nada le
-Pues aunque era muy temprano, yo ya había almorzado puedo decir porque estuve en el vientre de la ballena, esto
-me respondió-. Así que espera hasta la noche, que después es: entre la vida y la muerte. Lo que le he contado lo oí
cenaremos. muchas veces de boca de mi amo, que a todo el que venía
Créame usted que, cuando él dijo eso, tanto yo como a enterarse de mi salud le contaba la historia.
mis tripas estuvimos apunto de soltar un grito. Al cabo de los tres días recobré el sentido. Me vi echado
En ese momento volví a recordar mis fatigas, volví a entre aquellas pajas con la cabeza llena de sangre, hojas,
recordar mis trabajos; allí me vino a la memoria lo que aceites, ungüentos; todo envuelto en un trapo. -¡Qué es
me decía a mí mismo cuando quería dejar al clérigo: que esto!- dije espantado. Me respondió el cruel clérigo:

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-A fe mía que los ratones y la culebra que tanto me III
perjudicaban ya los he cazado. Me miré y me vi tan
maltrecho que al momento sospeché cuál era la causa. Lo que le sucedió a Lázaro con un caballero
En ese momento entró una vieja curandera y medio
bruja con un grupo de vecinos y comenzó a quitarme el Estaba otra vez en la calle, ahora enfermo y como
trapo de la cabeza y a curarme el golpe. Vieron que ya había siempre, muerto de hambre. Tuve que sacar fuerzas de
yo recuperado el sentido y, alegrándose mucho, dijeron: donde no las tenía, y poco a poco, con ayuda de las buenas
-No es nada. Dios lo ha amparado. Y volvieron otra vez gentes de la ciudad de Toledo donde al cabo de quince días
a contar mis calamidades y a reírse mientras yo lloraba. Por se me cerró la herida de la cabeza; pero, ay, se me abrió
fin me dieron de comer, que el hambre ya me mataba más más la del estómago. Mientras estaba enfermo, alguien me
que la herida, daba alguna limosna con qué comer, mas después, la gente
A los quince días me pude levantar sin peligro, mas no me decía ¡“Vete por ahí, vagabundo y busca por ahí algún
sin hambre: estaba medio sano. trabajo!”.
El malvado cura me tomó de la mano fuertemente y me “Y dónde lo voy a encontrar”, me decía yo.
llevó hasta la puerta. Ya en la calle, me dijo: Andando así, más muerto que vivo, me tropecé con un
-Lázaro, desde hoy eres más tuyo que mío. Busca, otro caballero, muy bien vestido y peinado, que por la calle se
amo y vete con Dios, que yo no quiero en mi compañía paseaba con paso sereno. Lo miré. El también me miró, y
a un servidor como tú. Bien se ve que has sido mozo de me dijo:
ciego. -Muchacho, ¿buscas amo?
Y persignándose, como si yo fuera el mismo demonio, -Sí, señor-, le dije,
entró en su casa y cerró la puerta con violencia. -Pues ven conmigo -me respondió- que Dios te ha
concedido la suerte de que me encuentres. Alguna buena
oración rezaste hoy. Y aunque en verdad no había rezado,
ahí mismo empecé a dar gracias, pues, por el porte y las
ropas que ostentaba, el caballero parecía ser lo que yo
necesitaba.
Era muy de mañana cuando encontré a éste, mi tercer
señor,
Caminamos por toda la ciudad. Pasamos por las plazas
donde había toda clase de provisiones. Yo pensaba que en
aquellos mercados compraría alimentos y me cargaría con
ellos. Pero él seguía caminando... Será en otro lugar, me

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