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Llamamos aguas residuales a las aguas que resultan después de haber sido utilizadas en
nuestros domicilios, en las fábricas, en actividades ganaderas, etc.
Agua potable: Es agua que puede ser consumida por personas y animales sin riesgo de
contraer enfermedades.
El agua pura es un recurso renovable, sin embargo puede llegar a estar tan contaminada
por las actividades humanas, que ya no sea útil, sino más bien nocivo. Las principales
fuentes de contaminación del agua son:
Desechos que requieren oxígeno: Los desechos orgánicos pueden ser descompuestos
por bacterias que usan oxígeno para biodegradarlos. Si hay poblaciones grandes de estas
bacterias, pueden agotar el oxígeno del agua, matando así las formas de vida acuáticas.
Por lo tanto, los contaminantes se pueden clasificar por su tipo, ya sea físicos, químicos o
biológicos.
Físicos: estos aparecen por episodios de contaminación (Aspecto, color, olor, turbidez,
sabor, temperatura, conductividad).
Biológicos: esta tipo de contaminación es por los microorganismos que están en el agua.
Estos pueden ser patógenos, inocuos o de gran utilidad para la autodepuración.
El tratamiento de las aguas residuales es una práctica que, si bien se lleva realizando
desde la antigüedad, hoy por hoy resulta algo fundamental para mantener nuestra calidad
de vida. Son muchas las técnicas de tratamiento con larga tradición y, evidentemente, se
ha mejorado mucho en el conocimiento y diseño de las mismas a lo largo de los años.
Pero no por eso han dejado de ser técnicas imprescindibles a la hora de tratar aguas
residuales, y son las que, de una forma rápida, se pretenden exponer en el presente
trabajo.