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La seguridad jurídica es un principio del derecho, universalmente reconocido, que se basa en

la «certeza del derecho», tanto en el ámbito de su publicidad como en su aplicación, y que


significa la seguridad de que se conoce, o puede conocerse, lo previsto como prohibido,
ordenado o permitido por el poder público.
La palabra seguridad proviene de la palabra latina, la cual deriva del adjetivo (de secura) que
significa estar seguros de algo y libres de cuidados. El Estado, como máximo exponente
del poder público y primer regulador de las relaciones en sociedad, no sólo establece (o debe
establecer) las disposiciones legales a seguir, sino que en un sentido más amplio tiene la
obligación de crear un ámbito general de "seguridad jurídica" al ejercer el poder político, jurídico
y legislativo.
La seguridad jurídica es, en el fondo, la garantía dada al individuo por el Estado de modo que
su persona, sus bienes y sus derechos no serán violentados o que, si esto último llegara a
producirse, le serán asegurados por la sociedad, la protección y reparación de los mismos. En
resumen, la seguridad jurídica es la «certeza del derecho» que tiene el individuo de modo que
su situación jurídica no será modificada más que por procedimientos regulares y conductos
legales establecidos, previa y debidamente publicados.

Al respecto, en un entendimiento coherente con el presente razonamiento, este


Tribunal en la SC 0070/2010-R de 3 de mayo, señaló que: 'la seguridad jurídica
como principio emergente y dentro de un Estado de Derecho, implica la
protección constitucional de la actuación arbitraria estatal; por lo tanto, la
relación Estado-ciudadano (a) debe sujetarse a reglas claras, precisas y
determinadas, en especial a las leyes, que deben desarrollar los mandatos de la
Constitución Política del Estado, buscando en su contenido la materialización de
los derechos y garantías fundamentales previstos en la Ley Fundamental, es decir,
que sea previsible para la sociedad la actuación estatal; este entendimiento está
acorde con el nuevo texto constitucional, que en su art. 178 dispone que la
potestad de impartir justicia emana del pueblo boliviano y se sustenta, entre
otros, en los principios de independencia, imparcialidad, seguridad jurídica,
probidad y celeridad '.
Defecto que hace a la capacidad procesal, y a la representación voluntaria o necesaria
de las partes, impidiendo una relación procesal válida.
Su naturaleza es esencialmente procesal y tiene por objeto evitar que se tramite un
juicio nulo por falta de presupuesto procesal: la capacidad.
SALA CIVIL

Auto Supremo: 583/ 2014


Sucre: 10 de octubre 2014
Expediente: SC – 95 – 14 – A
Partes: Aníbal Leitón Soliz. c/ Eduardo Zamora Zabala.
Proceso: Rendición de cuentas.
Distrito: Santa Cruz.

EN EL FONDO.-
1.- Tomando en cuenta que la resolución de primera instancia recurrida que ha
dado lugar al conocimiento de la presente resolución resulta ser una excepción en
la que cuestiona la legitimación de las partes, sobre la misma se pasará a exponer
lo siguiente:
Para evaluar la polémica presente, corresponde señalar que el tema de la
representación siempre ha traído conflictos en los operadores de justicia, para la
misma se pasa a establecer una diferencia entre la legitimación “ad procesum” y la
legitimación “ad causam”.

Sobre la legitimación “ad procesum”, empezaremos diciendo que diferentes


procesalistas ente ellos Eduardo Couture, señala: “la legitimación procesal es la
aptitud o idoneidad para actuar en un proceso, en el ejercicio de un derecho propio o
en representación de otro”, esto quiere decir que la legitimación en el proceso
comprende tanto a la capacidad procesal, como la aptitud que tienen las personas
que actúan en calidad de representantes de otras (por carencia de capacidad
procesal o por representación voluntaria).

Carlos Arellano García, en su obra TEORÍA GENERAL DEL PROCESO, Edit, Porrua
México 2001 página 214, señala lo siguiente: “dentro de nuestro mundo forense, se
alude a personalidad y falta de personalidad, o personalidad acreditada, cuando
aparece que en el proceso se ha tenido el derecho de intervenir como parte o como
tercero, o como representante de una parte o de un tercero, cuando se han aportado
elementos de prueba para demostrar que se es parte o tercero o que se tiene la
calidad de representantes de una parte o de un tercero”, de acuerdo al criterio
expuesto, corregiremos el término de “personalidad” por el de personería, porque
refiere a la situación de representación.

Así diremos que la legitimación en el proceso, se identifica con la falta de personería


o capacidad en el actor, que se encuentra referida a un presupuesto procesal,
necesario para el ejercicio del derecho de acción que pretenda hacer valer quien se
encuentre facultado para actuar en el proceso como actor, demandado o tercero;
la falta de personería se refiere a la capacidad, potestad o facultad de una persona
física o moral, para comparecer en juicio, a nombre o en representación de otra
persona, esta falta de legitimación ad procesum se encuentra establecida como la
excepción de impersonería en nuestro Código de Procedimiento Civil.
Ahora sobre la legitimación “Ad causam”, diremos que es la condición particular
y concreta de las partes, que se deriva en su vinculación con el objeto del litigio,
así podemos citar el criterio de Hernando Devis Echandía, quien en su obra TEORÍA
GENERAL DEL PROCESO, 2da Edición Buenos Aires Edit. Universidad 1997
página 269, señala: “Tener legitimación en la causa consiste en ser la persona que,
de conformidad con la ley sustancial, puede formular o contradecir las pretensiones
contenidas en la demanda o en la imputación penal, por ser sujeto activo o pasivo de
la relación jurídica sustancial pretendida o del ilícito penal imputado, que deben ser
objeto de la decisión del Juez…”

Esto quiere decir que la legitimación en la causa es un elemento esencial de la


acción que presupone o implica la necesidad de que la demanda sea presentada
por quien tenga la titularidad del derecho que se cuestiona, esto es, que la acción
sea entablada por aquella persona que la ley considera como particularmente
idónea para estimular en el caso concreto la función jurisdiccional.

En el Código de Procedimiento Civil, tan solo se encuentra descrita la excepción de


falta de personería en el demandante o en el apoderado, sobre la base de la misma
se puede cuestionar la capacidad de obrar del demandante o del apoderado, para
la prosecución del proceso; así también habrá falta de personería en el apoderado
de una persona jurídica (sociedad), cuando no se haya transcrito los documentos
inherentes a la existencia de esa persona jurídica, o que las facultades del
apoderado se encuentren cuestionadas por ser limitativas, como lo describen los
arts. 52 a 56 del Código de Procedimiento Civil, sobre estas en base a nuestro
Código establecidas en el art. 336 num. 2) del Código de Procedimiento Civil, la
doctrina las describe como legitimación Ad procesum.

En cambio la falta de legitimación propiamente dicha (legitimación ad causam),


cuestiona si la parte resulta ser el titular de la relación jurídica sustantiva (el titular
del derecho litigado que es el nexo entre el actor y demandado), cuando se
cuestiona ese aspecto, el mundo litigante generalmente la impugna por la
excepción de “falta de acción y derecho”, cuando dicha invocación es errada, pues
el derecho de acción, es entendida como el derecho público subjetivo que tiene toda
persona natural o jurídica para acudir al órgano jurisdiccional con el objeto de que
se atienda su pretensión, muy al margen de considerar si la pretensión se
encuentra amparada por el derecho; en cambio por la falta de derecho, se entiende
si la pretensión deducida por el actor (al que se lo reconoce como el titular de la
relación jurídica) se encuentra amparado por la legislación. Como se podrá ver
ambos institutos resultan ser diferentes ya que en la falta de legitimación
propiamente dicha (legitimación ad causam), se cuestiona si el actor es el titular
de la relación jurídica sustantiva.

Para orientar la legitimación ad causam o legitimación propiamente dicha, se tiene


los ejemplos siguientes: si A demanda a B la reivindicación, sin ser el propietario
del bien, habrá falta de legitimación en el demandante, porque no es el titular del
bien que se pretende reivindicar; otro ejemplo de falta de legitimación radica en
que: si A demanda la usucapión de un bien inmueble a B, sin que B sea el
propietario del inmueble, habrá falta de legitimación en el demandado.
Ahora si la parte llega a advertir que su oponente carece de personería o la
capacidad de obrar se encuentra cuestionada, puede oponer la excepción previa de
impersonería en el demandante.

También podrá oponer la excepción previa de impersonería, cuando a prima facie


logra advertir que su oponente no es el titular del derecho litigado y evidenciando
prueba preconstituida, podrá oponer la excepción previa de impersonería en el
actor por la falta de legitimación (legitimación ad causam), o sea por la falta de
titularidad del objeto de la pretensión (falta de titularidad de la relación jurídica
sustancial), pues si consta en antecedentes ese extremo al Juez le corresponderá
extinguir la causa por advertir la falta de titularidad del derecho en una de las
partes, ya que si de acuerdo a los antecedentes logra evidenciar ese extremo (falta
de legitimación), sería innecesario continuar todo el proceso para que al finalizar
deba de asumir el único criterio para extinguir la pretensión resulta ser la falta de
legitimación, criterio asumido en base al aporte doctrinario de Roberto Berizonce,
quien postula la teoría de la desformalización burocrática de los procedimientos,
esta excepción previa de falta de legitimación en caso de ser probada suspende
todo proceso posterior porque excluye a la parte del proceso; diferente a la de
impersonería en la que solo se advierte algún defecto para la prosecución del
proceso; por otra parte se dirá que si la falta de legitimación ad causam, debe ser
probado en el proceso, se deberá oponer la excepción perentoria de falta de
legitimación ad causam y probarse la misma en el desarrollo del proceso.

2.1.- Se ha acusado la violación del valor de la igualdad previsto en el art. 8


parágrafo II y los derechos fundamentales previstos en el art. 14-III y las garantías
constitucionales previstas por los arts. 15-I y II, 119-I y 120-I todos del texto
Constitucional, aludiendo vulneración del principio de igualdad, sin embargo de
ello diremos que en el recurso de apelación de fs. 1619 a 1620 y vlta., tan solo se
ha hecho referencia que los fallos recurridos lo hubieran incapacitado de hecho,
declarándolo interdicto, en franca denegación de justicia, por equidad y en aras del
principio de igualdad debió nombrársele un tutor para ejercer sus derechos, ese
argumento prácticamente no resulta ser agravio sino una especie de reflexión,
entonces más puede decir que dicho extremo hubiera sido expuesto en recurso de
apelación, para que sobre dicho reclamo se habilite el recurso de casación, sin
embargo de ello diremos que la Sentencia Constitucional Nº 0553/2011-R de 29
de abril, estableció lo siguiente: “El principio a la igualdad representa uno de los
pilares básicos de una sociedad organizada y de todo Estado Constitucional, impone
al Estado el deber de tratar a los individuos de tal modo que las cargas y las ventajas
sociales se distribuyan equitativamente. El derecho a la igualdad presupone el
reconocimiento legal de la igualdad como valor fundamental que inspira tanto en
sentido u orientación general de todo el sistema jurídico, como el contenido y alcance
efectivo de los derechos concretos y la interpretación y aplicación efectiva de los
mismos. Supone no sólo el reconocimiento del valor igualdad como valor supremo
del ordenamiento jurídico, sino además su necesaria coordinación y armonización
con los demás valores superiores, de tal manera que forman, entre sí una unidad
sistemática. El contenido de este derecho consiste, en igualdad de condiciones en la
obtención de un trato análogo, haciendo obligatorio que supuestos fácticos iguales
aparezcan idénticamente tratados en sus situaciones jurídicas”.
2.2.- Ahora en cuanto a la denegación de justicia, diremos que el art. 115-I de la
Constitución Política del Estado, señala lo siguiente: “I. Toda persona será
protegida oportuna y efectivamente por los jueces y tribunales en el ejercicio de sus
derechos e intereses legítimos”, como se podrá apreciar, la norma constitucional
describe la defensa de los derechos y los intereses legítimos de las personas, debe
ser protegida por los operadores judiciales, consiguientemente, la norma activa la
función jurisdiccional, siempre y cuando se trate de los intereses legítimos, para
ello nos remitimos a la teorización de la falta de legitimación en el demandante
como para fundar una nulidad de declaratoria de herederos de un tercero, en lo
demás, para la protección de su derecho propietario que alega ser afectado, el
mismo tiene la vía legal para resguardar su derecho de propiedad, sea por
reivindicación o por un mejor derecho de propiedad, de acuerdo a la naturaleza de
los actos jurídicos suscitados entre los herederos del vendedor y el demandante,
para los cuales si tiene la legitimación activa.
2.3.- En cuanto a la violación del art. 451-II del Código Civil, cuya norma fuera
aplicable a todo acto jurídico, salvo que tenga un régimen de nulidad propio,
corresponde señalar que dicha disposición tiene el siguiente texto: “Son aplicables
también, en cuanto sean compatibles y siempre que no existan disposiciones
legales contrarias, a los actos unilaterales de contenido patrimonial que se
celebran entre vivos así como a los actos jurídicos en general” (el subrayado y
negrillas son nuestros), la norma en cuestión señala que la aplicación de las normas
generales de los contratos a actos jurídicos unilaterales de contenido patrimonial,
siempre que no existan disposiciones legales contrarias; ahora corresponde revisar
si la sucesión hereditaria, y en lo particular para el caso concreto, la regla general
para una aceptación de la herencia (declaratoria de herederos) es su
irrevocabilidad, la misma que se encuentra contenida en el art. 1021 del Código
Civil “…(Irrevocabilidad o impugnación) I. La aceptación y la renuncia de la herencia
son irrevocables, pero podrán ser impugnadas por terceros interesados. II. Los
acreedores podrán demandar la nulidad de la aceptación de una sucesión
insolvente, o pedir al juez les autorice para aceptar la herencia en lugar del
renunciante; en este caso la renuncia sólo se anula a favor de los acreedores y hasta
la concurrencia de sus créditos, pero no favorece al renunciante…”; por otra parte
en cuanto a la nulidad o anulabilidad como señala el art. 1018 y 1020 del mismo
cuerpo legal, refieren las causales como para solicitar la nulidad o anulabilidad de
una aceptación de una herencia, deduciendo que la norma en cuestión no se
encuentra abierta para la aplicación supletoria de las causales de nulidad previstas
para los contratos.
Sobre la misma diremos que mediante Auto Supremo Nº 364/2012 de 25 de
septiembre, este Tribunal, tomando en cuenta la naturaleza de las cuestiones
planteadas, referente a una pretensión de nulidad de declaratoria de herederos ha
desarrollado jurisprudencia, exponiendo lo siguiente: “Finalmente, debió tomarse
en cuenta que se puede anular la declaratoria de herederos: 1) cuando el heredero
no esta incluido a la sucesión llamada por ley; y 2) cuando se ha falsificado
documentos para acreditar una filiación que le permite entrar de manera fraudulenta
dentro la orden de llamamiento para la sucesión del de cujus. Siendo esos los dos
presupuestos, por los cuales se puede admitir y sustanciar una demanda de nulidad
de declaratoria de herederos, aspecto que en el caso en concreto no acontece”, por
lo que al margen de lo previsto en el art. 1018 del Código Civil, tan solo queda la
causal de anular una aceptación de una herencia de una sucesión insolvente a
requerimiento de los acreedores, fuera de ello no resulta ser aplicable las normas
contenidas para invalidar los contratos, por expresa disposición del segundo
parágrafo del art. 451 del Código Civil, cuya norma condiciona su aplicación a los
actos jurídicos en general, cuando la norma que regula los actos no sea
contradictoria, y en la especie el propio art. 1021, señala la calidad de su
irrevocabilidad y describe los límites para su impugnación, por vía de nulidad, en
ese sentido no se evidencia haberse violado el art. 451-II del Código Civil y como
efecto de la misma menos se advierte interpretación errónea o aplicación indebida
de los numerales 6) y 5) de los arts. 554 y 549 del Código Civil, en forma respectiva.
Para finalizar este punto diremos que, en la fundamentación del recurso de
casación sobre lo analizado, ha referido que el mismo tiene el interés de invalidar
la declaratoria de herederos de Genoveva Martha y Carmen Teresa Santa Cruz
Salazar la posesión y registro desprendido del patrimonio de su causante, que se
hubiera efectuado sobre la propiedad del demandante y que el causante le hubiera
vendido dicho predio, aspecto que le causaría perjuicio, al respecto corresponde
aclarar que, cuando el causante en vida hubiera efectuado actos de disposición de
su patrimonio y fallece, esos derechos y obligaciones emergentes de dicho acto
jurídico subsisten para los sucesores, sin embargo de ello la misma no puede servir
de fundamento como para invocar una nulidad de declaratoria de herederos, sino
que el recurrente debe activar la vía correcta para la defensa de su patrimonio, de
acuerdo a la naturaleza de su título de propiedad.
3.- Señala que el A quo en su Resolución hubiera manifestado que el demandante
no tendría la legitimación activa como para pretender desconocer vía nulidad
sustantiva la calidad de declaratoria de herederas de las demandadas, para
manifestar la posición doctrinaria de Hernando Devis Echandía en cuanto al
instituto de la legitimación en la causa, sin embargo corresponde señalar que de
las aportaciones doctrinarias, tal como señala el doctrinario citado, este Tribunal,
ha emitido la línea jurisprudencial contenida en el Auto Supremo Nº 153/2013 de
8 de abril, razonando lo siguiente: “El art. 252 del Código de Procedimiento Civil,
permite a este Tribunal de Casación, revisar si el proceso se ha desarrollado de
acuerdo a normativa legal vigente y que el mismo no atente el orden público, como
es la improponibilidad objetiva y/o subjetiva de una pretensión.
Para el entendimiento de este fallo es necesario recurrir a la doctrina, al efecto
corresponde citar a Lino E. Palacio quien en su obra "Derecho Procesal Civil" Ed.
Abeledo Perrot, Tomo I, págs. 405 a 406 al teorizar los requisitos intrínsecos de
admisibilidad de la pretensión señala lo siguiente: "Para que el juez se encuentre en
condiciones de examinar la pretensión procesal en cuanto al fondo es preciso que
quienes de hecho intervienen en el proceso como partes (actora o demandada), sean
quienes deban figurar en ese proceso concreto asumiendo tal calidad. Estas últimas
son las "justas partes" o las "partes legítimas", y la aptitud jurídica que permite
caracterizarlas mediante esos términos se denomina legitimación para obrar o
legitimación procesal. Cabe, pues, definir a la legitimación para obrar o procesal,
como aquel requisito en cuya virtud debe mediar una coincidencia entre las personas
que efectivamente actúan en el proceso y las personas a las que la ley habilita
especialmente para pretender (legitimación activa) y para contradecir (legitimación
pasiva) respecto de la materia sobre la cual el proceso versa...", por ello se deduce
que la legitimación es un requisito que afecta tanto al actor como al demandado. La
pretensión, en efecto, debe ser deducida por y frente a una persona procesalmente
legitimada, por lo que se entenderá que la ausencia de legitimación, sea activa o
pasiva, torna admisible la llamada defensa de "falta de legitimación".
La jurisprudencia venezolana en distintos fallos alude al aporte doctrinario de Rafael
Ortiz-Ortiz, cuya obra titulada "Teoría General de la Acción Procesal en la Tutela de
los Intereses Jurídicos", desglosando que en dicha obra señala que tradicionalmente
la improponibilidad manifiesta, se centra en el objeto de la pretensión, en la
idoneidad de la relación jurídico sustancial presentada en el proceso y la aptitud que
tiene esa pretensión de ser actuada en derecho, entendiendo que la improponibilidad
puede presentarse como: 1) Improponibilidad Objetiva: Cuyo radio de evaluación
analiza los efectos jurídicos materiales de la pretensión y la falta de aptitud jurídica
del objeto para ser juzgado en derecho. Se trata de los que se pretende, no puede ser
juzgado absolutamente, alguna veces a esto le llaman rechazo in limine de la
demanda o improponibilidad manifiesta de la pretensión, y 2) Improponibilidad
Subjetiva: que analiza en las condiciones subjetivas, personales necesarias para
interponer la pretensión, estamos en el caso específico de la falta de interés
sustancial en el actor para proponer la pretensión.
Por otra parte, diremos que en la legislación peruana, también se ha avanzado con
la teoría de la improponibilidad de una pretensión, así se cita a Cristian Angeludis
Tomassini, quien señala en su ponencia "¿Qué significado tiene y cuáles son los
alcances de la calificación de la demanda in limine?", alude que: "Existen tres
supuestos de improponibilidad jurídica de la demanda: a) Improponibilidad
subjetiva o falta de legitimación.- (...) Se ha resuelto que el juez tiene
facultades oficiosas para decidir, antes de dar traslado de la demanda, si
las partes tienen legitimación sustancial para demandar o ser demandadas,
cuando esta carencia sea manifiesta, pudiendo en consecuencia, rechazar
in limine la demanda, b) Falta de Interés.- Corresponde en tal situación la misma
solución anteriormente señalada. Los jueces no hacen declaraciones abstractas, por
tanto, quienes interponen una pretensión o quienes se oponen a ella, deben tener
interés para litigar y c) Improponibilidad Objetiva.- Cuando surge en forma
manifiesta que la pretensión carece de sustento legal o porque la demanda tiene un
objeto inmoral o prohibido (...). En todos estos casos, la demanda puede rechazarse
in limine por carecer de algún requisito de fundabilidad y ésta ser manifiesta. Por su
parte, el jurista Argentino Jorge Peyrano, señala que hemos empleado la locución
"rechazo sin trámite completo", en lugar de la habitual fórmula "rechazo in limine de
la demanda". Ello no es gratuito ni producto de una inadvertencia. El asunto (...) tiene
íntima conexión con la oportunidad en la cual el Tribunal puede repeler in limine una
demanda (rectius, "pretensión"). Expresado de otro modo: luego de admitida la
demanda y tras haberse sustanciado un tramo del proceso respectivo creemos que,
todavía, el juez interviniente (advertido de la improponibilidad objetiva de la
pretensión en cuestión) está en condiciones de desestimarla sin estar obligado a
tramitar toda la causa y a aguardar el momento del dictado de una sentencia de
mérito, es decir, en cualquier estado del proceso".
Conforme a la amplia gama de los aportes doctrinarios y la evolución de la
jurisprudencia, corresponde señalar que el juicio de improponibilidad supone un
análisis de la pretensión que concluye con un pronunciamiento sobre el fondo de la
misma. Se trata entonces de un juicio general que se funda en el hecho de que la
pretensión no puede plantearse en modo alguno ante ningún órgano jurisdiccional,
ya que existe un defecto absoluto en la facultad de otorgar la tutela o derecho, porque
el interés que se busca ser tutelado no es amparado por el ordenamiento legal
vigente, por lo que al pronunciarse sobre el mérito jurídico de la pretensión, genera
cosa juzgada formal y material.
Así concluiremos diciendo que la improponibilidad puede ser objetiva: cuando el
juicio se centra en analizar los efectos jurídicos materiales de la pretensión y la falta
de aptitud jurídica del objeto para ser juzgado en derecho, lo que hace posible que el
Juez rechace in limine la litis, tal pretensión por ser manifiestamente improponible,
por estar inmersa en los supuestos de ser manifiesta y evidentemente contraria a
las buenas costumbres o al orden público, al lado de la misma se presenta la
improponibilidad desde el punto de vista subjetivo, la cual se centra en el juicio que
hace el Juez, pero sobre la falta evidente de interés sustancial en el actor para
proponer la pretensión.
Consiguientemente conforme al art. 333 del Código de Procedimiento Civil, que
textualmente señala: "(Demanda defectuosa).- Cuando la demanda no se ajuste a
las reglas establecidas podrá el juez ordenar de oficio se subsanen los defectos
dentro del plazo prudencial que fije y bajo apercibimiento de que si no se subsanaren
se la tendrá por no presentada...", correspondía al Juez analizar si la pretensión
contenía los requisitos intrínsecos establecidos en el art. 327 del Código de
Procedimiento Civil, al que se suma la legitimación activa del demandante para
formular la acción, y los aspectos extrínsecos como los de fundabilidad, o
proponibilidad objetiva de la pretensión, ya que se entiende por falta de legitimación,
la falta evidente de interés sustancial en el actor para proponer la pretensión o falta
de titularidad del derecho.
Artículo 14. I. Todo ser humano tiene personalidad y capacidad jurídica con arreglo a las leyes y
goza de los derechos reconocidos por esta Constitución, sin distinción alguna.

III.1. Sobre la falta de legitimación del abogado -apoderado del SIN


para interponer recurso de apelación restringida.

En este acápite, el recurrente denuncia la falta de legitimación del abogado y


apoderado del Servicio de Impuestos Nacionales, para interponer el recurso
de apelación restringida; señalando que el Tribunal de alzada sobre esta
temática contradijo a los Autos Supremos 177 de 27 de mayo de 2005 y
262/2012-RA de 19 de octubre; correspondiendo su análisis para realizar la
labor de contraste conforme determina el art. 419 del CPP.

El Auto Supremo 177 de 27 de mayo de 2005, estableció que: “Existe


violación al Derecho, a la Seguridad Jurídica, al Debido Proceso, al principio
de legalidad, probidad y justicia proclamados en la Constitución Política del
Estado cuando, al emitir resoluciones judiciales, no se respeta el orden
jurídico constituido, constituyéndose tales resoluciones en ilegales, contrarias
a normas procesales de orden público y de cumplimiento obligatorio, no
siendo posible ni admisible atentar contra la firmeza y certeza de situaciones
jurídicas establecidas por ley.

De acuerdo a lo establecido por el artículo 31 de la Constitución Política del


Estado, son nulas las actuaciones de los tribunales que usurpen funciones que
no les competen, así como los actos de los que ejerzan jurisdicción o potestad
que no emane de la ley o actúen sin competencia, tal el caso de autoridades
que actúen procesalmente sin tomar en cuenta la existencia de resoluciones
firmes, ejecutoriadas con autoridad de cosa juzgada, las
mismas que constituyen verdad jurídica inalterable con los efectos previstos
en el artículo 39 del Código de Procedimiento Penal.

El derecho a la impugnación se encuentra limitado a las partes


legitimadas en el proceso que pueden ejercitarlo, y a la extensión de
la revisión de la sentencia que puede disponer el tribunal de alzada. Es
limitado en cuanto a las sentencias que se pueden recurrir, puesto que no
siempre la ley, con respecto a cualquiera de ellas, consagra la posibilidad de
impugnarlas cuando, por ejemplo, han sido interpuestas fuera del plazo
establecido por ley y por tercero o impetrante ajeno, que no hubiese
sido debidamente legitimado”.

El Auto Supremo que precede, en lo pertinente a este recurso, establece un


entendimiento sobre el derecho de impugnación, precisando que el mismo
está limitado a las partes legitimadas en el proceso, no pudiendo ejercer el
mismo un tercero o un impetrante ajeno que no hubiese sido debidamente
legitimado. Esta doctrina fue establecida al constarse que SLS, al interponer
el recurso de apelación restringida, no acreditó poder especial bastante y
suficiente para actuar en nombre y representación de la Asamblea
Permanente de Derechos Humanos, omitiendo presentar estatutos que
determinen su constitución, principios, fines y objetivos, por lo que carecía de
legitimación activa para accionar penalmente en representación de la
institución, al no haber intervenido en el proceso como sujeto activo, ni
pasivo, victima ni denunciante, no fue parte, no contaba la institución, ni el
presunto representante, con Personería jurídico legal para ser parte del
proceso y tampoco para impugnar ninguna resolución.

El Auto Supremo 262/2012-RA de 19 de octubre, estableció el siguiente


entendimiento: “El derecho a la impugnación en materia penal es de carácter
personalísimo, el cual debe ser ejercido por quien tenga legitimidad activa,
conforme se entiende de lo dispuesto por el segundo párrafo del art. 394 del
CPP, cuando señala en forma precisa que: ’El derecho de recurrir
corresponderá a quién le sea expresamente permitido por ley.’; de esta
manera se infiere que tiene legitimación activa para recurrir de una
resolución judicial dictada en un juicio penal, el sujeto procesal que
hubiera sufrido algún agravio, entre estos están el imputado, la
parte acusadora, la víctima y en su caso el defensor público quien no
requiere de mandato conforme dispone el art. 109 del CPP, por ello
corresponde precisar que el abogado patrocinador particular carece de
facultad para interponer recursos en representación de su defendido, esto
porque la defensa materia penal es personalísima”.
Si bien el Auto Supremo que precede, constituye una Resolución de
admisibilidad de un recurso de casación, pero en este fallo con la finalidad de
resolver la admisión o no del recurso planteado por un abogado particular, se
estableció un entendimiento, por el que se precisó que el abogado
particular carece de legitimación activa para interponer recursos en
representación del imputado, esto por no ser el directamente afectado
con los supuestos agravios que contendría la resolución recurrida.

Identificados los precedentes citados por la parte imputada en calidad de


contradictorios, se tiene respecto a esta primera problemática, relativa a la
supuesta falta de legitimación del abogado-apoderado para interponer
recurso de apelación restringida; que la denuncia refiere que el abogado
apoderado del SIN, interpuso recurso de apelación sin tener legitimación,
pues el poder otorgado por la representante legal de dicha institución, era
insuficiente, ya que no autorizaba la interposición de recursos, observación
que realizó al contestar la apelación y en la audiencia de fundamentación,
misma que no fue respondida por el Tribunal de alzada; contradiciendo el
entendimiento asumido por los Autos Supremos 177 de 27 de mayo de 2005
y 262/2012-RA de 19 de octubre.

Para dilucidar este reclamo, en principio es menester hacer referencia a la


representación convencional dispuesto por el párrafo primero del art. 81 del
CPP, que señala “la querella podrá ser iniciada y proseguida por el mandatario
con poder especial, que cumpla con los requisitos legales”; de esta norma
claramente se puede colegir que el querellante puede actuar en el proceso
mediante apoderado con poder especial, sin ninguna restricción más que la
establecida en el propio mandato.
Ahora bien, de los antecedentes, se establece que Jesús Saramani Estrada
por memorial de fs. 211, adjuntando poder notarial se apersonó ante el
Tribunal de Sentencia, el que en forma expresa admitió el apersonamiento
(fs. 211 vta.); ahora bien, del poder notarial (fs. 209 a 210 vta.), se advierte
que Mayra Ninoska Mercado Michel en su condición de representante del
Servicio de Impuestos Nacionales Distrital Santa Cruz, amparada en lo
dispuesto por el art. 81 del CPP, otorgó a favor de Jesús Saramani Estrada y
otra, poder especial para que en su representación, asuma defensa y prosiga
hasta su conclusión en todos sus grados e instancias el proceso penal seguido
por el Ministerio Público a querella del SIN, haciendo constar que dicho poder
se extendía para hacer uso de todos los medios y recursos legales que
permitan el mejor éxito del mandato; en consecuencia el
abogado– apoderado, al haber interpuesto el recurso de apelación
restringida, lo hizo con plena personería, por ello, la supuesta contradicción
con los precedentes invocados no es evidente, pues a diferencia de la
problemática resuelta por el Auto Supremo 177 de 27 de mayo de 2005, en
el caso se tiene acreditada la existencia de un poder que permitió válidamente
al apelante ejercer el derecho de impugnar la sentencia en representante de
su mandante; y, sin que la situación resuelta por el Auto Supremo 262/2012-
RA de 19 de octubre sea similar a la presente.

n conclusión, se tiene que al haberse desarrollado el presente proceso con


demandados que carecían de legitimación pasiva para ingresar al proceso y peor
aún, cuando en el proceso es evidente que en obrados se ha reclamado en
reiteradas oportunidades respecto a identificar a los legitimados, habiendo
incluso el Juez de la causa dispuesto por Auto de fs. 508 a 509 vta., que se dirija
la demanda contra la Federación Nacional de Relocalizados Mineros
Metalurgistas y Desocupados de Bolivia, decisión que fue revocada por el
Tribunal de segunda instancia, quienes de manera equivocada dispusieron que el
proceso continúe, centrando su análisis en el poder con que el apoderado de los
actores interpuso su demanda, dejando de lado el análisis en cuanto a la
legitimación pasiva que vulnera un derecho fundamental de toda persona y del
debido proceso como es el derecho a la defensa, que ahora genera la nulidad de
obrados que resulta trascendente por los efectos de la Sentencia confirmada por
el Auto de Vista recurrido, por lo que se concluye que en el proceso no existió
legitimación pasiva y que el Ad quem no ejerció su papel de director del proceso,
al no disponer la integración del verdadero legitimado pasivo en el proceso,
siendo evidente que en el proceso existen defectos absolutos, que atentan
contra el derecho a la defensa, al debido proceso; se debe anular obrados a
efectos de sanear el proceso y reparar la indefensión que se generó contra la
Federación Nacional de Relocalizados Mineros Metalurgistas y Desocupados de
Bolivia, debiendo los actores dirigir su demanda contra los actuales dirigentes de
la mencionada federación y subsanar los defectos de imprecisión en el poder de
su representante a efectos de evitar posteriores reclamos sobre dicho aspecto,
toda vez que el mismo limita su facultad para accionar contra determinadas
personas entre las que no figura la Federación Nacional de Relocalizados Mineros
Metalurgistas y Desocupados de Bolivia; que en obrados la parte actora sostuvo
aquel aspecto referido a la legitimación pasiva.

III.2. Sobre los derechos invocados

III.2.1. Debido proceso

Por disposición constitucional, el debido proceso configura una triple dimensión,


como un principio, una garantía y un derecho fundamental, en los arts. 115, 119
y 13, que la jurisprudencia precisó de la siguiente manera: “Como instituto
jurídico y mecanismo de protección dentro de un proceso administrativo o
judicial, garantiza un trámite justo, exento de posibles abusos originados en
actuaciones u omisiones procesales o en decisiones que diriman determinada
situación jurídica o administrativa. Constituye un instrumento de sujeción a las
normas prescritas en el ordenamiento jurídico y en el medio de protección de
otros derechos contenidos en la economía procesal.

Reconocido por la CPE, en su tripe dimensión, como una garantía en los arts.
115.II y 117.I; como un derecho fundamental en el art. 137 y principio procesal
en el art. 180; por el cual, el Estado garantiza al ciudadano que su poder
sancionador no se aplicará arbitrariamente, sino dentro de un proceso, con el
fin de evitar la imposición de una sanción o la afectación de un derecho sin el
cumplimiento de un proceso previo.

En el bloque de constitucionalidad, se instituye como un derecho humano


contenido en los arts. 10 y 11 de la Declaración Universal de Derechos Humanos
(DUDH) de 10 de diciembre de 1948; XXVI de la Declaración Americana de los
Derechos y Deberes del Hombre; 8 y 9 de la Convención Americana sobre
Derechos Humanos, al referir que toda persona tiene derecho a ser oída con las
debidas garantías por un Juez o Tribunal competente previo a la imposición de
una sanción. (SC 0674/2011-R de 16 de mayo).

III.2.2. Derecho de defensa

El derecho a la defensa, considerado uno de los componentes esenciales de la


garantía jurisdiccional del debido proceso, que se hace efectivo en juicio, según
dispone el art. 8.d, e y f, de la Convención Americana sobre Derechos Humanos
o Pacto de San José de Costa Rica y los art. 115.II y 119.II de la CPE, que la SC
0674/2011-R, definió como: “…un derecho fundamental, en el entendido que
toda persona que intervenga en un proceso que defina sus derechos o intereses
legítimos, tiene derecho a ser escuchada previamente a la emisión del fallo o
determinación; los arts. 115. II y 119.II de la CPE, garantizan su ejercicio y
respeto por parte de los órganos de administración de justicia y de los entes
administrativos.

La SC 1821/2010-R de 25 de octubre, reiterando el razonamiento asumido por la


uniforme jurisprudencia constitucional, indicó que el derecho a la defensa es:
“`…potestad inviolable del individuo a ser escuchado en juicio presentando las
pruebas que estime convenientes en su descargo, haciendo uso efectivo de los
recursos que la ley le franquea. Asimismo, implica la observancia del conjunto
de requisitos de cada instancia procesal en las mismas condiciones con quien
lo procesa, a fin de que las personas puedan defenderse adecuadamente ante
cualquier tipo de acto emanado del Estado que pueda afectar sus derechos'.

Es decir, que el derecho a la defensa se extienda: i) Al derecho a ser escuchado


en el proceso; ii) Al derecho a presentar prueba; iii) Al derecho a hacer uso de
los recursos; y, iv) Al derecho a la observancia de los requisitos de cada instancia
procesal …” (el resaltado y el subrayado nos pertenece).

III.2.3. “Seguridad jurídica”

El art. 178 de la CPE, reconoce a la seguridad jurídica como un principio


constitucional y no como un “derecho” fundamental, que pueda ser tutelado
por la acción de amparo constitucional, conforme el Tribunal Constitucional, en
la reiterada jurisprudencia estableció. En ese sentido, la SC 0312/2011-R de 1 de
abril, refirió: “…la SC 0163/2010-R 17 de mayo señaló que: '…si bien la
Constitución Política del Estado abrogada, en el catálogo de derechos
fundamentales contenidos en su art. 7 inc. a), establecía que toda persona tiene
el derecho: 'A la vida, la salud y la seguridad', a partir de lo cual, la
jurisprudencia del Tribunal Constitucional estableció la consagración del
'derecho a la seguridad jurídica' como derecho fundamental, y en su mérito,
ante la constatación de su vulneración, en repetidas ocasiones otorgó la tutela
del amparo. No obstante, al presente, y en vigencia de la Constitución Política
del Estado promulgada el 7 de febrero de 2009, la seguridad jurídica, no se
encuentra consagrada como derecho fundamental, sino como un principio que
sustenta la potestad de impartir justicia emanada del pueblo (art. 178 de la
CPE); y por otro lado, como un principio articulador de la economía plural en el
modelo económico boliviano (art. 306.III de la CPE). (…).'se debe tener
claramente establecido que «la seguridad jurídica» al ser un principio, no puede
ser tutelado por el recurso o acción de amparo constitucional que tiene por
finalidad proteger derechos fundamentales -no principios-, reconocidos por la
Constitución, las normas internacionales de derechos humanos reconocidos y/o
ratificados por el país (que conforman el bloque de constitucionalidad) y las
leyes; sin embargo, por su reconocimiento constitucional, no puede ser
inobservado por las autoridades jurisdiccionales y/o administrativas, a
momento de conocer y resolver un caso concreto sometido a su competencia,
por tanto es de inexcusable cumplimiento De tal manera que cuando se viola un
derecho fundamental en esa instancia procesal sea judicial o administrativa,
deviene en la inobservancia a este principio de orden general y procesal, es
decir, es un efecto o consecuencia; más sin embargo ello no implica que sea
tutelable, precisamente y como se tiene explicado, por no ser un derecho
autónomo, como sostuvo la pasada jurisprudencia de este Tribunal. Por ello,
cuando se exigía la tutela en su generalidad se lo hacía unido a otros derechos
como lógica consecuencia, no así de manera independiente'. Al respecto, en un
entendimiento coherente con el presente razonamiento, este Tribunal en la SC
0070/2010-R de 3 de mayo, señaló que: '…la seguridad jurídica como principio
emergente y dentro de un Estado de Derecho, implica la protección
constitucional de la actuación arbitraria estatal; por lo tanto, la relación Estado-
ciudadano (a) debe sujetarse a reglas claras, precisas y determinadas, en
especial a las leyes, que deben desarrollar los mandatos de la Constitución
Política del Estado, buscando en su contenido la materialización de los derechos
y garantías fundamentales previstos en la Ley Fundamental, es decir, que sea
previsible para la sociedad la actuación estatal; este entendimiento está acorde
con el nuevo texto constitucional, que en su art. 178 dispone que la potestad de
impartir justicia emana del pueblo bolivianIo y se sustenta, entre otros, en los
principios de independencia, imparcialidad, seguridad jurídica, probidad y
celeridad" (negrillas y subrayado añadidos).

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