Você está na página 1de 11
EVUGME ANDER tT I MBERT Un Cuento de Borges: “La Casa de Asterién” Jorge Luis Borges (Argentina; 1899), que hace pocos afos era un ¢s- critor de minorfas, apenas lefdo en su propio pais, ha venido conquistando un piblico cada vez mis vasto hasta colocar su obra en el foco de la aten- cién internacional. Hoy se reconoce a Borges como uno de los escritores mis interesantes de nuestro tiempo, traducido y estudiado en-varias lenguas. Este éxito, que es un merecido premio a su talento, prueba también que aun fa literatura més dificil puede convertirse en popular cuando halage Ia necesidad deportiva de novedad. Todos agradecemos al escritor que nos excita con una continua sucesién de imprevistos cambios. Nuestra existen- cia fluye en el tiempo. Si nuestra conciencia temporal se nos vacia, caemos en el aburrimiento. Nos divierte, por el contrario, toda experiencia que nos obliga a esperar. Y cuando un cuento, pongamos por caso, va activando nuestra mente con tensiones y distensiones, ocultamientos y revelaciones, Preguntas y respuestas, problemas y soluciones, sentimos que ese cuento tiene la forma interior de un pasatiempo. Aceptamos el desafio y nos po- nemos a la expectativa. La fruicién de un cuento aumenta, pues, con el anilisis de su estructura, En Borges es tan imperiosa la voluntad de ju- gar con el lector a acertijos de leyes estrictas que’en Ia relectura es cuando mis se lo disfruta. Si no el mis leido, es sin duda uno de los escritores mis relefdos de nuestra literatura, Nos proponemos a continuacién, ana- lizar uno de sus cuentos. No es el mejor de Borges. Ni siquiera es uno de los diez mejores. Pero, por ser breve, se presta a que podamos escu- drifiarlo en los limites de un breve ensayo. Antes leimoslo: 34 RevisTaA IBEROAMERICANA LA CASA DE ASTERION “Y Ja reina dio a luz un hijo que se Hlamé Asteria”. Apolodoro: Biblioteca, Il, 1 $é que me acusan de soberbia, y tal vez de misantropia, y tal vez de ocura, Tales acusaciones (que yo castigaré a su debido tiempo) son isri- sorias. Es verdad que no salgo de mi casa, pero también es verdad que sus puertas (cuyo niimero es iafinito) 3 estén abiertas dia y noche 2 los hom- bres y también a los animales. Que entre el que quiera, No hallaré pompas mujeriles aqui ni el bizarro aparato de los palacios pero si Ja quietud y la soledad. Asimismo hallaré waa casa como no hay otra en la faz de la tierra. (Mienten los que declaran que en Egipto hay una parccida), Hasta mis detractores admiten que no hay un solo mueble en-la casa, Otra especie ri- dicula es que yo, Asterién, soy un prisioncro. gRepetiré que no hay una puerta cerrada, afiadiré que no hay cerradura? Por lo demés, algiin atardecer he pisado a calle; si antes de a noche volvi, lo hice por el temor que me jinfundieron las caras de la plebe, caras descoloridas y aplanadas como 1a mano abierta. Ya se habja puesto el sol, pero el desvalido Hanto de un nif y las toscas plegatias de 1a grey dijeron que me habian reconocido. La: gente oraba, hufa, se prosternaba; unos se encaramaban al estilébato del templo de las Hachas, otros juntaban piedras, Alguno creo, se oculté bajo el mar. No en ‘vano fue una reina mi madre; no puedo“confundirme con el vulgo, aunque mi modestia lo quiera. El hecho es que soy dinico. No me interesa Jo que un hombre pueda transmitir a otros hombres; como el fil6sofo, pienso que nada es comunica- ble por ef arte de la escritura, Las enojosas y triviales minucias no tienen cabida en mi espiritu, que esté capacitado para lo grande; jamas he retenido Ia diferencia entre una letra y otra. Cierta impaciencia generosa no ha con sentido que yo aprendiera a leer. A veces lo deploro, porque las noches y los dias son largos. Claro que no me faltan distracciones. Semejante al camero que va 2 embestie, corto por las galerias de piedra hasta rodar al suelo, mareado. Me fagazapo a la sombra de un aljibe o a la vuelta de un corredor y juego a que me buscan. Hay szoteas desde las que me dejo caer, hasta ensangrentarme, ‘A cualquier hora puedo jugar a estar dormido, con los ojos cerrados y la ses- pitacién poderosa. (A veces me duermo realmente, a veces ha cambiado ‘el color del dia cuando he abierto los ojos). Pero de tantos juegos el que pre- fiero es el de otro Asterién. Finjo que viene a visitarme y que yo le mues- tro la casa, Con grandes reverencias le digo: Ahora volvemos a la encruci- jada anterior 0 Abora desembocamos en otro patio 0 Bien decia yo que te (gustaria la canalera 0 Abora verds una cisterna que se Wend de arena 0 Ya verds edmo el soto $e bifurea. A veces me equivoco y nus reimos bucna- mente los dos. 2 El original dice catorce, pero subran motivos para inferir que, en boca de Astetién, ese adjetivo numeral vale por infinitos. Estuprios 35 No sélo he imaginado esos juegos; también he meditado sobre Ia casa. Todas las partes de la casa estin muchas veces, cualquier lugar es otro lugar. No hay un aljibe, un patio, un abrevadero, un pesebre; son catorce (son in finitos) los pescbres, abrevaderos, patios, aljibes. La cxsa es del tamafio del mundo; mejor dicho, ¢s el mundo. Sin embargo a fuerza de fatigar patios con un aljibe y polvorientas galerias de piedra gris he alcanzado la calle y he vis to el templo de las Hachas y cl mar. Eso no lo entendi hasta que una visién de la noche me reveld que también son catorce (son infinitos) los mares y Jos templos. Todo esté muchas veces, catorce veces, pero dos cosas hay en ‘el mundo que parecen estar una sola vez: atriba, el intrincado sol; abajo, AS- terién, Quizé yo he creado las estrellas y el sol y In enorme casa, pero ya no me acuerdo, Cada nueve aios entran en Ja casa nueve hombres para que yo 10s libre de todo mal. Oigo sus pasos 0 su vor en el fondo de las galerias de piedra y corro alegremente a buscarlos. La ceremonia dura pocos minutos. Uno tras otro caén sin que yo me ensangriente las manos. Donde cayeron, quedan y los cadiveres ayudan a distinguic una galeria de las otras. Ignoro quiénes son, pero sé que uno de ellos profetiz6, en la hora de su muerte, que alguna vee llegaria mi redentor. Desde entonces no me duele la soledad, porque sé que vive mi redentor y al fin se levantard sobre el polvo. Si mi ofdo alcanzara todos Jos rumores del mundo, yo percibiria sus pasos. Ojali me Hleve a un lugar con menos galerias y menos puertas. ¢Cémo seri mi reden- tor2, me pregunto. Seri un toro o un hombre?

Você também pode gostar