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Introducción
La obra de Franz Hinkelammert fue para nosotros un literal parte aguas en este
intento de pensar esta complejidad de la realidad, porque gracias a la forma como
él desarrolla la teoría del fetichismo en Marx es que se nos pudo hacer pensable,
no solo lógica o racionalmente, sino críticamente, la realidad que estamos
pensando, a saber cómo ir más allá de la modernidad, ya no solo como
racionalidad, sino como forma de vida.
Volver a la obra de Marx con este marco categorial, pero a su vez con este nuevo
horizonte problemático nos está permitiendo hacer un diálogo fructífero con su
obra, diálogo en el cual estamos no solo descubriendo que Marx tematizó esta
realidad que nos incumbe, sino que nos está permitiendo construir conceptos y
categorías con las cuales hacer inteligible a la conciencia ávida de trascendencia, la
realidad que se le fue de las manos a la izquierda y al pensamiento crítico del siglo
XX.
Sin embargo, el problema del pensar de otro modo la realidad, o sino, de ejercer
de otra manera lo que se llama la razón, sigue evidente ahí en frente nuestro.
¿Cómo entonces hacer este pasaje de una idea, noción, o concepción de la razón
hacia Otra Razón? No es nomás hablar de “la razón del otro”, o de “razones
otras”, sino que paralelamente hay que mostrar cuál es su contenido. Aquí es
cuando nos apareció con fuerza el problema del más allá de la razón: ¿qué es lo
que está más allá en concreto del logos moderno? O sino; ¿qué es lo que está más
allá del Ser que presupone la razón moderna?, indistintamente de si aparece como
allende o como aquende (como más allá, o como más acá). Lo que nos apareció fue
inmediatamente la dimensión mítica de la realidad, o si se quiere, el mito. De
hecho la modernidad, al igual que la Grecia clásica, se define a sí misma como el
pasaje del mito al logos. Supuestamente antes de la modernidad la humanidad
vivía sometida al mito. El logos como ejercicio racional de una nueva humanidad
era concebida como la superación y a su vez, liberación del mito, o de lo mítico.
Esto es, en la modernidad viviríamos en el logos, y no así en el mito. Estaríamos en
la edad secular y no así en una realidad mítica, mágica o divina.
La crítica a esta idea o concepción secular de la realidad, empezó con Marx (con
su teoría del fetichismo) y Benjamin (con su crítica al capitalismo en términos de
religión), pero quien le dio una forma acabada fue la obra de Hinkelammert, en la
cual sostiene que en la modernidad no vivimos ninguna superación del mito, sino
que hicimos el pasaje de mitos medievales a mitos modernos, o si se quiere, de
dioses celestes a dioses terrestres. El último Dussel de hecho desarrolla su
argumentación poniendo en crisis el Mito de la Modernidad. Esto es, la modernidad
también tiene mitos, al igual que cualquier estadio cultural o civilizatorio de la
humanidad, porque el mito “es” conditio humana. Lo que sucede es que no todo
mito es irracional o malo. Así como hay mitos de dominación, los hay también de
liberación. De hecho el mito es una forma de ejercer la racionalidad, porque
cumple no sólo funciones existenciales, como grandes cosmovisiones
orientadoras de sentido, sino también cognitivas, porque permiten conocer la
realidad de tal o cual modo. Los griegos ya se habían dado cuenta de ello. En este
sentido uno de los mitos de la modernidad consiste en “creer” que vivimos más
allá del mito, o sino, literalmente sin mitos. Es decir, concebir una realidad sin
mitos, es también un mito.
Esta reflexión nos llevó a tematizar con mucha seriedad el modo del pasaje de los
modernos de la edad o era medieval a la moderna, es decir, ¿cómo la hicieron?
Haciendo una revisión de la historia de la ciencia nos dimos cuenta que lo
hicieron recurriendo a otros mitos, a los cuales ya no les llamaban tales, sino
modelos ideales, o principios de imposibilidad. Esto es, siendo mitos, ya no
aparecían como tales, sino de modo secular, como si fueran argumentaciones
racionales en sí. No solo porque ya no se referían a ningún dios en particular,
sino porque al igual que la realidad de los demás dioses, es imposible probar o no
su existencia, porque no se someten a la verificación empírica. En el mito se
“cree” o no, así de simple. Y cuando se “cree” (o no), hasta las razones o
argumentos están de más. Con el modelo ideal, o principio de imposibilidad, es
igual. Si uno cree en el mito o modelo ideal, puede ingresar al interior de su
horizonte de comprensión y entender los sentidos que se deducen de él, de lo
contrario está fuera y se convierte en ininteligible la realidad a la cual se refiere.
Además de que todos los creyentes en tal o cual mito, siempre argumentan, es
decir, siempre hacen uso de una idea de la razón, para hacer racional o sea
inteligible al mito en cuestión. Esto es, los medievales no eran meros creyentes,
sino que también tuvieron su propia ciencia y filosofía, además de teología. Y a
partir de ellas tenían sus propios criterios de demarcación científica y de
verificación empírica, igual que otras culturas y civilizaciones.
Si esto es así, esto quiere decir que mientras sigamos consumiendo o sea
subjetivando la producción capitalista, las ideas que vienen a la razón, o sino,
dicho en lenguaje levinasiano, lo que viene a la idea, no serán ideas de-coloniales,
trans-modernas y post-occidentales, sino seguirán siendo en última instancia, lo
mismo que la modernidad, que es lo que criticamos y queremos superar. Es decir,
ya no basta con cuestionar a la modernidad y su racionalidad, sino que hay que
dejar de ejercer el contenido de su idea de razón. Y este ya no es un proceso
lógico, o solo argumentativo, sino que ahora es esencialmente existencial. Y esto
empieza por la toma de autoconciencia de que la reproducción de la materialidad
de nuestra subjetividad, no puede seguir siendo producida por el consumo de la
producción moderna. La cual produce sólo ideas acordes o pertinentes a la
modernidad-colonialidad.
Sólo cuando hacemos este giro existencial, es cuando por primera vez aparece
ante nosotros las intuiciones con las cuales podemos ahora arribar a la
meditación. Si el logos busca el conocimiento. La meditación busca la sabiduría.
El logos moderno como conocimiento, se ha vuelto instrumental. Da lo mismo
si sirve al gran capital, las burocracias privadas, a las transnacionales, el
pentágono o la CIA. En cambio, la sabiduría es siempre para la vida, por ello la
meditación no busca al logos, sino que, busca a la vida. Si en el principio la
filosofía fue amor a la sabiduría, en la modernidad no lo fue nunca. Siempre fue
amor al logos, o sea al conocimiento, pero formal. Por ello despojó a la razón de
toda forma de sensibilidad y de materialidad. Al purificarse la razón moderna de
toda sensibilidad y de toda materialidad, se deshumanizó, porque la humanidad es
inteligencia sentiente, y lo es, porque “es” viviente. Después de cinco siglos de
modernidad, ahora sabemos que la razón pura moderna, no sirve para la vida,
porque no es sabiduría.
La razón moderna cree que ella puede seguir ejerciendo de modo factible in the
long run, prescindiendo en su tematización de la materialidad de la corporalidad
humana. Esta concepción de la razón no solo ha producido una razón
esquizofrénica, sino, suicida. Al prescindir de la realidad material que la precede y
le da siempre soporte y consistencia, ha devenido ella en una logología que lo
mismo puede operar o pensar con o sin realidad. Por ello es que hoy muchas
discusiones, congresos y coloquios filosóficos pueden hacer abstracción casi por
completo de la cruda realidad en la cual vive gran parte de la humanidad.
Por ello decimos que ahora es “nuestro tiempo”, el tiempo ahora de Benjamin, el
tiempo del Pachakuti andino, el tiempo del Sexto sol maya. Es decir, el tiempo
del pensar moderno, está dejando lugar ahora, al tiempo de unas meditaciones
transmodernas, en la cual lo nuevo, no solo pueda ser imaginado o concebido,
sino inteligido, o captado por otro tipo de inteligencia sentiente, por otro tipo de
sensibilidad, de idealidad y de racionalidad, que haga inteligible y cognoscible ese
más allá que la propia modernidad ha negado siempre desde el principio. Y que
tiene una existencia mucho más antigua que la moderna.