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EL CAMBIO DE PARADIGMA EN LA CRÍTICA POLÍTICA DEL

PENSAMIENTO DE ROUSSEAU

Rousseau, en su “Discurso sobre la desigualdad entre los hombres”,


planteó la tesis del pacto político entre desiguales, como un acto que en
términos sociojurídicos sería asimilable a la convención, y que realmente
legitimó la dominación de los poderosos sobre los débiles mediante dos
mecanismos de sujeción que mutaron de lo sociológico a lo jurídico con
unas características bien marcadas y diferenciadas.

A partir de la institución del pacto político, el poderoso transforma su


fuerza en derecho y el débil o desposeído su obediencia en deber.1 Así, el
poder y la ley son usados para pacificar el conflicto y armonizar las fuerzas
desiguales2, lectura de la cual se podría deducir que el papel del Estado
corresponde al de un regulador de fenómenos sociopolíticos, con una
finalidad formal de lograr el bien común, pero que en la práctica se limita
a garantizar un statu quo, es decir, la permanencia con ribetes de legalidad
y orden de la situación de desigualdad entre los asociados.

Ello llevó a que en su momento Rousseau fuere considerado como el


destructor del orden social, de una parte, y así mismo al que influyó
positivamente la teoría de la manipulación que se atribuye a los regímenes
totalitarios del Siglo XX,3 al tenor de críticos como J. de Maístre, De
Bonald, o Chateaubriand

Así, “Los primeros -J. de Maístre, De Bonald, Chateaubriand, por ejemplo,


consideran que el «orden social» que hay que preservar es el garantizado por
la monarquía absoluta, cuyo poder es de origen divino, es decir, el sistema
que aleja al pueblo de toda participación en el poder, esto es, la sociedad del
Ancien Régime; por ello la noción de contrato social, que abre a tal
participación, no es sino un sofisma, una máquina de destrucción4” que hay
que aniquilar a cualquier precio. No en vano el conde De Maistre constituye
una de las fuentes de inspiración del tradicionalismo religioso y político.

1 BARREIRO S. Ricardo, Ensayos de sociedad y política, Universidad Libre de Colombia,


primera edición, Bogotá D.C., 1992, p. 127
2 BARREIRO S., ibídem.
3BELLO Eduardo, Rousseau político, Revista de filosofía moral y política, (online) No. 2, 1990 p. 9.
Disponible en: http://isegoria.revistas.csic.es/index.php/isegoria/article/view/393/394.
4 De Maistre J (1796): Considérations sur la France, éd. de J.L. Darcel, Ginebra, 1980
(traducido en Tecnos, 1990, con prólogo de A. Truyol y Serta). Chateaubriand, Essai sur
les révolutions (1797). Citados en BELLO Eduardo, op. cit., p. 9.
Aun cuando se ha disipado la nube del cataclismo reeleccionista que fue
superado en virtud de la prohibición de reelección presidencial, en primer
lugar por lo dispuesto en la Corte Constitucional en sentencia C-141 de
2010, -que declaro inexequible la Ley 1354 de 2009, por la cual se
convocaba a un referendo constitucional y se sometía al pueblo un
proyecto de reforma constitucional- y en el proyecto de ley de “Reforma de
equilibrio de poderes”, subsiste aún en el imaginario colectivo y político
una figura que es necesario abordar en este ensayo para reafirmar o negar
el legado de la obra de Rousseau en la política actual, particularmente en
Colombia. Se trata de la figura del Estado de Opinión.

Frente a la arquitectura constitucional del Estado Social de Derecho


consagrado en la Constitución Política de 1991, se propuso –y se propone
aún- el Estado de Opinión, como una fase superior de Estado. Se trata,
como su nombre lo indica, de un modelo que apela a la opinión del pueblo,
esencialmente al querer de las mayorías. Así se puede ver desde una
primera mirada como un modelo eminentemente democrático, que
deposita ahora no el poder en la ley, que unos poco redactan en
representación de todos, sino en las decisiones que toman la mayoría de la
población.5

Pues bien, descendiendo al pensamiento de Rousseau, éste buscaba


potenciar la dimensión comunitaria de la sociedad, mediante la creación
de un nuevo orden político y educativo. Fundó una nueva tradición
democrática participativa basada en el principio de la soberanía popular,
diferente a la de John Locke, y su concepción elitista y representativa.

Esta supera, a la vez, las limitaciones de la democracia exclusivamente


representativa y también de la directa, que no es posible en una sociedad
moderna, por lo que Rousseau se considera como un referente clásico.
Asimismo, su concepto de perfectibilidad proporcionó el fundamento para
la creación y desenvolvimiento de la corriente del liberalismo del
autodesarrollo de John Stuart Mill, John Dewey y otros.6

Luego, de una lectura superflua del ideal de democracia planteado por


Rousseau, se podría afirmar que el Estado de Opinión es la forma de

5 GUIO ESPAÑOL Armando, El estado de opinión, ¿qué hay detrás de esto? Relatores temáticos
Facultad de Derecho Universidad de los Andes (online). Disponible en:
https://relatorestematicos.uniandes.edu.co/index.php/practicas-democraticas/relatoria/260-el-
estado-de-opinion-ique-hay-detras-de-esto.html
6 VERGARA ESTEVEZ, Jorge, Democracia y participación en Jean Jacques Rousseau, Rev.

filos. [online]. 2012, vol.68 [citado 2016-05-15], pp. 29-52. Disponible en:
http://dx.doi.org/10.4067/S0718-43602012000100004.
asociación más cercana a ideal político, en la medida que supera las
barreras propias de la democracia representativa –que no es democracia
para él–, pero trasciende además de la utopía que representa la
democracia directa.

No obstante, el Estado de Opinión, como opuesto a la forma de Estado de


Derecho o que busca superarlo, no es el arquetipo de forma de asociación
al que pretendía Rousseau, en primer lugar porque desvanece el ideal de
autodesarrollo del individuo por él propuesto y en vez de reafirmar lo
público lo reduce a través de la publicidad y la propaganda que persigue el
disenso y la confrontación ideológica.7

Dicho lo anterior se plantea un nuevo paradigma, y es que precisamente la


forma en que más se puede asociar la teoría de Jean-Jacques Rousseau
con los temas políticos de actualidad, sobre todo en nuestro país, es que
no se ha encontrado el ideal de asociación que supere los vacíos
intrínsecos a la democracia representativa y directa.

7 TY Jourti, Estado de opinión: ¿información, comunicación y lenguaje públicos? Rev, Signo


y Pensamiento (online), volumen VL, p. 62.,
http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=86020052004

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