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NOVIEMBRE

DON QUIJOTE DE LA MANCHA

5. CARÁCTER DE SANCHO PANZA

La presencia de Sancho Panza en el libro se inicia en la segunda salida del protagonista,


cuando este cae en la cuenta de que todo buen caballero andante necesita de un
escudero. Decide entonces convencer a "un labrador vecino suyo, hombre de bien
[Ð...], pero de muy poca sal en la mollera" de que lo acompañe en sus aventuras. Para
ello le promete que le concederá una ínsula que podrá gobernar (Primera parte, capítulo
VII).

Sancho Panza, a diferencia de su señor, es un hombre realista y práctico que lo seguirá


fielmente en un jumento, a pesar de que no entiende sus idealismos. La figura
entrañable de Sancho Panza es el complemento que necesita D Quijote. Sancho es un
rústico labrador, miedoso, glotón e ignorante. Su carácter oscila entre la simplicidad y la
agudeza, el miedo y la dignidad, la codicia y la generosidad. Es un hombre bueno,
moralmente sano y sensato. El anhelo de alcanzar la ínsula que D Quijote le tiene
prometida lo lanza a los caminos en busca de aventuras. En un principio se persuade de
que su amo está loco, pues no entiende el extraño comportamiento de su idealista amo.
Intenta convencer a D Quijote de sus errores de percepción pero no solo no lo consigue
sino que poco a poco se irá contagiando de la locura de su amo. En la primera parte el
realismo simple con que concibe Sancho la vida, choca de lleno con las fantasías de D
Quijote. Parece que su encaje es imposible, sin embargo ambos se necesitan y se acaban
complementando. La distancia que los separa por formación y estilos de vida no será un
problema a la hora de ir aceptando sus personalidades. A lo largo de los días y noches
de convivencia, aventuras y conversaciones, irá naciendo entre ambos una profunda
amistad que conservarán hasta el final.

La rusticidad de Sancho queda reflejada por el uso continuado de refranes y dichos


populares así como el mal uso del lenguaje. Este estilo contrasta con el tono elevado y
el lenguaje retórico que utiliza D Quijote. Los frecuentes equívocos y malentendidos
que se producen entre ambos ayudan a potenciar la comicidad de las situaciones.

En la segunda parte, el distanciamiento entre el idealismo de D Quijote y el realismo de


Sancho se suaviza. Sancho parece que va ganando en juicio y experiencia, ya no es el
ignorante labrador que sale por primera vez a correr aventuras. Lo cierto es que los dos
personajes se acaban influyendo mútuamente. Sancho hace un esfuerzo por entender el
mundo fantástico de D Quijote y ya, en el episodio donde finge haberse entrevistado
con Dulcinea recrea el encuentro de manera que resulte creíble para D Quijote. Sancho,
a partir de ese momento, no tendrá problemas para modificar la realidad a su antojo. Ese
juego que Sancho comienza como una manera de salir de un aprieto acaba atrapándolo.
Sancho cree al final que quizás las visiones de su amo sean ciertas. A ese acercamiento
a las tesis de su amo se le ha llamado “la quijotización de Sancho”.
En la segunda parte del libro, la presencia de Sancho cobra especial relevancia, sobre
todo en su papel de gobernador de la ínsula Barataria. Allí tendrá ocasión de demostrar
su sensatez y sentido de la justicia. Resuelve con un gran sentido práctico todos los
problemas que los habitantes de la ínsula le van exponiendo. El propio D Quijote le pide
consejo en alguna ocasión. Después de esta experiencia Sancho sale transformado; se
vuelve más serio y reflexivo. En el útimo viaje de regreso al pueblo de ambos, Sancho
reconoce que se ha acostumbrado a la vida de aventuras y al final pide a su amo volver a
salir a los caminos a socorrer a doncellas en apuros y a intervenir en favor de los
desvalidos.

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