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Traducido por Roxana Difundido por y para Libros Gratis Magui Respetar los Créditos

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Traducido por Roxana Difundido por y para Libros Gratis Magui Respetar los Créditos

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Contenido Página

Capítulo 1: Los hombres desorientados son engañados... todo el tiempo... 4 Pág.

Capítulo 2: Al mercado, al mercado, a comprar… ¿un cerdo chovinista? 9 Pág.

Capítulo 3: Y así, comienza el problema... 15 Pág.

Capítulo 4: ¿Qué hiciste qué cosa con mi miel? 20 Pág.

Capítulo 5: ¡Oh, bebé! 29 Pág.

Capítulo 6: Tengan cuidado con los pícaros con caras de ángel... 41 Pág.

Capítulo 7: Hoy ciertamente estamos contestadores... 52 Pág.

Capítulo 8: ¡Hombres despistados creerán cualquier cosa cuando se trata de sexo! 63 Pág.

Capítulo 9: Se podría decir que ella era un vikingo... 73 Pág.

Capítulo 10: En la batalla de los sexos, los hombres rara vez ganan... 82 Pág.

Capítulo 11: A veces las mejores comidas no implican ningún alimento... 93 Pág.

Capítulo 12: La distancia más corta entre dos personas es una sonrisa... 104 Pág.

Capítulo 13: El terrible problema llegó... 115 Pág.

Capítulo 14: Se podría decir que fue una cura sexual... 130 Pág.

Capítulo 15: Él nunca le prometió un jardín de rosas... 141 Pág.

Capítulo 16: No hubo nada dulce en esta dolorosa separación... 155 Pág.

Capítulo 17: Hace un millar de años, los hombres tampoco tenían ni idea... 164 Pág.

Capítulo 18: Ni siquiera lo dejaron lamerse las heridas en paz... 176 Pág.

Capítulo 19: La esperanza florece... 190 Pág.

Capítulo 20: Algunos hombres se golpean la cabeza contra una pared, otros golpean... 202 Pág.

Capítulo 21: Un hombre puede ser empujado sólo un tiempo... 214 Pág.

Capítulo 22: Les gustaban las fiestas desde antes de que fueran inventadas... 223 Pág.
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Capítulo 1

Hawk’s Lair

Northumbria, 970 dc.

Los hombres desorientados son engañados todo el tiempo.

La miel era muy parecida a una mujer. Dulce cuando tienes hambre, y pegajosa cuando te saciaste.

John de Hawk’s Lair, hizo una mueca ante su gracioso pensamiento. Él era un guerrero al servicio de su rey
sajón, un buen amo para sus diversas propiedades, pero más que nada un estudiante solitario de... sí, de la
miel.

No se dio cuenta de que había hablado en voz alta hasta que su visitante de las Norselands, Hamr Egilsson,
dio un resoplido y dijo: "¡Ah! Olvídate de la miel, cuando la savia de un hombre se acumula en exceso, lo
único que necesita es un cálido nido femenino".

¿Nido femenino? ¡Señor ayúdame!

Hamr de Vestfold, el vikingo más salvaje que jamás haya navegado un barco vikingo, mojó un dedo en una
de las decenas de pequeñas jarras de cerámica con las que John estaba experimentando, cada una marcada
con un letrero de identificación, tal como "trébol" o "Flor de cerezo", y lamió la miel con aprecio. Hamr era
el sobrino, de tercera generación, del padrastro nórdico de John, Lord Eirik de Ravenshire. Los vikingos
tenían en cuenta incluso los lazos familiares más lejanos, John, aunque Sajón, se inclinaba a hacer lo mismo.

John golpeó su mano. "Esa es para investigación. Ten cuidado de no chorrear nada encima de mis notas".

Mientras lady Eadyth de Ravenshire, la madre de John, era una apicultora muy famosa por su aguamiel y sus
velas de cera, John estaba más interesado en las propiedades medicinales. Su paciencia se estaba agotando
con su huésped molesto, que estaba inquietándolo demasiado, tan sólo tres días después de haber llegado a
las salvajes tierras de Northumbria. John dudaba que pudiera soportarlo durante mucho más tiempo. No es
que Hamr pensara regresar a su tierra natal a corto plazo ya que había sido exiliado recientemente por el
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jefe Vestfold Althing, por haberse metido en la cama equivocada... precisamente en la de la esposa del alto
jefe. Con suerte, sería un corto exilio.

"¿No puedes ir en busca de un país para saquear, Hamr?"

"Ya lo hice."

"¿Cacería pirata?"

"También. De hecho, estoy pensando en convertirme en un pirata".

"¿Acaso no te alcanza con la fama de proscrito? ¿Tienes que agregar la piratería a tus pecados?"

"Me parece que sería un buen pirata. Yo le daría a la piratería un nombre respetable".

"No reconocerías algo respetable aunque te golpeara en la cara." John inspiró para mantener la paciencia.
"¿Prácticas de espada, entonces?"

"Ya lo hice."

"¿Visitar un burdel?"

"Ya lo hice también”.

“¿Ir a explorar las tierras más allá de Islandia?”

“Hace demasiado frío."

"¿Unirte a la guardia de Varangian en Bizancio?"

"Demasiado trabajo."

"¿Construir un nuevo barco?"

"Tengo demasiados ya. Bah, más bien, mi padre los tiene".

John hizo un sonido de disgusto.

"Lord Gravely, eres bastante sombrío y carente de imaginación", continuó Hamr.

John frunció el ceño ante el atrevimiento del bribón por usar ese nombre. John tenía derecho a usar el título
de Lord Gravely, un título que él despreciaba por causa de su difunto, maldito, y sin duda demente padre.
Por esa razón, nunca engendraría hijos propios. El riesgo de heredarles la locura de su progenitor era
demasiado grande. "Llámame Hawk, o John, pero no me llames Gravely", le advirtió.
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Hamr cruzó su mirada con la de John. A veces se comportaba como un niño de pañales, a pesar de haber
vivido los mismos treinta y un inviernos.

Levantándose de la banqueta con un largo suspiro de aburrimiento, Hamr finalmente se dirigió a la puerta,
justo antes de que el caballerizo Graeme golpeara.

"¿Hay algún problema, Graeme? ¿Acaso se trata de uno de los caballos?"

Graeme retorció la gorra entre las manos. "No, mi Lord los caballos están bien. Pero mi hombría no lo está".

“¡Por la santa cruz! ¿Y ahora qué pasó?

Las orejas de Hamr se pararon y, en vez de irse, se volvió a escuchar la conversación.

"Sé que nos pagas a mí y mi esposa por untarnos miel en nuestras partes íntimas y para intentar dejar de
producir bebés, pero…"

"Ya te puedes ir, Hamr", dijo John.

"¿Estás loco? Esto promete ser lo más divertido que ha pasado desde que llegué aquí." Hamr se sentó en su
taburete, una vez más.

John estaba a punto de decirle a Graeme que volviera más tarde, pero él siguió diciendo, "¡Por todos los
santos! Estaba con María follando en uno de los establos vacíos de los caballos anoche, y todavía estoy
sacándome la paja de mis cojones y de la raja del culo. María dice que ella tiene paja en su grieta, y que le
pica horriblemente".

Le había dado más detalles de los que John quería o necesitaba. Hamr tenía una mano sobre su boca.
Riéndose, sin duda.

"Tenemos un enjambre de moscas revoloteando alrededor de nuestras partes privadas". Graeme estaba
imparable ahora. "¿Qué debemos hacer, Señor Hawk?"

"Podrían tomar un baño", sugirió.

Graeme lo miró con horror. Un baño al año era su costumbre, adivinó John. O dos veces al año, en el mejor
de los casos.

"Tengo una idea", dijo Hamr con una sonrisa.

"Cierra tu boca, tonto." Aconsejó John. Entonces le dijo a su caballerizo, "¿Quieres abandonar el proyecto,
Graeme?" John tenía doce parejas en edad fértil que participaban en sus experimentos para evitar la
concepción. Uno menos no sería fatal para la investigación.
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"¡No!" Respondió Graeme. "Necesitamos el dinero."

"¡Tengo una idea! ¿Nadie quiere oír mi sugerencia?" Hamr agitaba su mano para llamar la atención. "Se
podría eliminar la miel de María lamiendo sus pliegues inferiores."

La expresión de Graeme revelaba su renuencia. "Y ella podría quitarte la tuya chupándote la polla."

Los ojos de Graeme se iluminaron de alegría. "Buena idea", dijo. "Voy a contarle a María sobre las órdenes
de Lord Hawk."

John gimió. Pero no tuvo tiempo para lamentarse de su dilema. Efrim el Leñador llegó, con un trapo
ensangrentado envuelto en la mano izquierda, que había sido cortada casi hasta el hueso dos meses antes.
La herida aún supuraba. "Maude, la fregona, dijo que le pusiste miel caliente en la ampolla de su marido
Harry y sanó."

Miel en una ampolla era una cosa, una herida abierta, otra muy distinta. A continuación, su pueblo
esperaría que él curara la lepra con miel.

John lavó la herida de Efrim, y luego le untó miel, haciendo hincapié en la importancia de mantener la herida
abierta y limpia y no cubierta con trapos sucios.

"Muchas gracias, milord. No tengo dinero, pero mi Essie os enviaré algo de su queso de cabra especial".

Argumentar que no tenía necesidad de ninguna paga, no le había servido de nada a John en el pasado, así
que, se limitó a asentir. "Aprecio el buen queso de cabra." Odiaba el queso de cabra.

"¿Haces esto todo el tiempo?" Inquirió Hamr una vez que Efrim partió.

"No pretendo ser un sanador, pero un buen número de gente viene a mí como un último recurso cuando
todo lo demás falla."

"¿Y pagan por tus servicios con queso?"

"Y con huevos, pescado, carne de venado, pollos vivos, un cerdo, lana, estiércol... sí, como abono para los
jardines. Incluso un barril de anguilas".

Hamr abrió los ojos. "Tal vez podrías insinuar que una mujer de grandes pechos sería un pago mejor."

John decidió que lo mejor era ignorarlo.

Esa noche, un jinete solitario avanzó por los portones de entrada. Un hombre de unos cincuenta años, con
barba canosa, pelo largo al estilo vikingo, y un parche sobre un ojo. Oh, ¡Dios mío! Era Bolthor, el peor

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trovador del mundo, que rápidamente le dijo a John que había sido enviado por su madre para hacerle
compañía. Una madre a la que iba a estrangular si no dejaba de interferir en su vida.

John sabía por experiencia propia que al caer la noche iba a oír un poema sobre lamer la miel y las curas
milagrosas.

Y allí estaba.

Esa noche, en el gran salón, donde la mala calidad de la comida era evidente debido al reciente
fallecimiento de la cocinera de toda la vida en Hawk’s Lair, un brillo rojizo se percibía en el único ojo de
Bolthor... un signo seguro de que su estado de ánimo era óptimo para recitar sus versos. Sin más, Bolthor
anunció: "Esta es la saga de John de Hawk’s Lair. Yo lo llamo 'Miel de Halcón'" No importó que John gimiera
y rogara a Bolthor que no recitara su saga en voz alta, o que Hamr riera tan fuerte que se cayera de su
asiento. Bolthor consideraba que era su deber difundir la sabiduría poética que le habían dado los dioses.

“En la tierra de los sajones, Un caballero audaz nació. Día y noche él pasaba suspirando por la miel. Pero, por
desgracia ¡Ay!, el tiempo pasó, y no se dio cuenta de que el hielo se estaba apoderando de su corazón. Lo
que es peor, las telarañas estaban creciendo en su virilidad. Y la miel más importante faltaba en su vida. Tal
vez la miel se transformó en una pesadilla con el tiempo. Tal vez el hombre necesitó un poco de amargura
para compensar tanta dulzura. Tal vez el halcón debe volar en lugar de descansar sobre su culo plumoso.

Mientras todo el mundo se reía y aplaudía con reconocimiento, se oyó a John murmurar: "Tal vez alguien
debería meter un calzón sucio en la boca de un conocido trovador."

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Capítulo 2

Al mercado, al mercado, a comprar… ¿un cerdo chovinista?

Ingrith Sigrundottir caminó a través de las concurridas calles de Jorvik con cinco jóvenes huérfanos detrás de
ella.

Dirigiéndose a Ubbi, su "guardia" personal de edad avanzada, susurró, "me siento como una gallina con sus
polluelos."

"Mejor no te contonees, mi señora. Más de un hombre lascivo aquí en la ciudad podría tomarlo como una
invitación."

"¡Ubbi! Tengo casi treinta y un años. Ya ha pasado la época en la que los hombres se mostraban lascivos y
babeaban en mi presencia".

"La edad no cuenta cuando la savia de un hombre se acumula", dijo Ubbi, "pero no debéis preocuparos. Yo
te protegeré".

Lo cual era ridículo en verdad. Ubbi... con setenta años, sino más... no era más alto que el niño de diez años
de edad, Godwyn, quien le precedía. Si alguien se contoneaba, era él en sus piernas cortas y arqueadas. El
hombrecillo llevaba una lanza en su mano nudosa, pero la usaba más como bastón. No importaba. Ingrith
estaba bien armada con puñales afilados en su tobillo, y sabía cómo usarlos.

A decir verdad, Ingrith seguía siendo una mujer atractiva. Era su personalidad iracunda, en lugar de su
apariencia, lo que repelía a la mayoría de los hombres, que preferían las mujeres dóciles. Ella era feliz
cuando estaba organizando la cocina y algunos decían que era como un comandante militar. Y satisfacía sus
impulsos maternales cuidando de los huérfanos de Rainstead, un orfanato situado fuera de Jorvik.

Con el cabello rubio trenzado y envuelto en una corona apretada encima de su cabeza, Ingrith hacía todo lo
posible para ocultar su altura, y con una modesta túnica, de manga larga bajo un delantal abierto por los
lados trataba de disimular su vergonzosamente voluptuosa figura. Caminaba con su habitual expresión
remilgada en el rostro.

"Como sabes" Ubbi seguía parloteando mientras ella estaba pensando en las musarañas "de que el
comandante Sajón, Leo de Loncaster, está, sin duda enamorado de ti."
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Ingrith hizo una mueca de desagrado al recordar al soldado, que persistía, a pesar de sus desaires continuos.
Últimamente, aunque ella no lo veía con frecuencia, se había vuelto vil con sus atenciones.

"¿Podríamos continuar?" Instó Ingrith, nerviosa de repente.

No era que la zona del mercado fuera peligrosa, especialmente durante las horas de luz, pero estaba lleno. Y
había hombres malvados que se aprovechaban de los niños pequeños para el comercio de esclavos sexuales.
Esos mismos hombres resentidos ofrecían refugio a lo que consideraban una mercancía. Además, la ciudad
era el hogar de numerosos ladrones capaces de extraer una bolsa de monedas de los cinturones de las
personas sin que se dieran cuenta. Godwyn había perfeccionado ese talento particular, antes de ser
"rescatado".

Jorvik, en la confluencia de los ríos Ouse y Foss, que desembocaban en el Mar del Norte, una vez fue la
ciudad romana Eburacum, o lo que los sajones llamaban todavía Eoforwic. Había sido establecida como la
capital de Northumbria por los vikingos en los últimos dos siglos, más recientemente hacía diez años, cuando
el rey nórdico Eric Bloodaxe los había expulsado. Por el momento, los condes sajones gobernaban en lugar
del rey Edgar, y el pisar fuerte de las botas de los soldados de la guarnición se escuchaban mientras
patrullaban las calles en grupos.

"No te alejes. Dame la mano", advirtió mientras se acercaban al Monasterio, donde dos jóvenes monjes iban
lanzando trozos de pan a los indigentes que asistían todas las mañanas.

"¿Por qué las cabezas de los monjes son calvas sólo en la parte superior?", preguntó Breaca de cinco años de
edad.

"Se llama tonsura", explicó Ubbi. “Escucha las campanas. Es como la música de los ángeles. ¿Recuerdan la
historia de San Miguel Arcángel?" Mientras tanto, Breaca charlaba como una urraca.

"Me gustaría ver a un ángel algún día." Arthur de siete años de edad, suspiró y asintió con la cabeza a los
otros niños.

"No me gustaría ser sacerdote", afirmó Godwyn. "No pueden solazarse con las mujeres."

"¡Godwyn!" Exclamó Ingrith.

"¿Qué? Es verdad."

"El pequeño dio en el blanco.", acordó Ubbi con una carcajada, pero golpeando suavemente a Godwyn en el
hombro con su lanza.

"¿Qué es solazarse?", preguntó Emma.

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"Es cuando…" empezó a decir Godwyn. Pero Ingrith lo interrumpió con otro "¡Godwyn!"

Agachó la cabeza con timidez, pero sabiendo que probablemente compartiría con los otros niños más tarde
la información.

Haciendo señas con la mano, Ingrith les animó a todos a ponerse detrás de ella.

La ciudad, que albergaba a diez mil personas en el interior de sus murallas, se dividía en una cuadrícula
ordenada de calles, denominadas como puertas en el idioma nórdico, como Petergate, Stonegate, y
Goodramgate. La sección Coppergate, adonde se dirigían ahora, acogía a decenas y decenas de artesanos,
mercaderes y comerciantes, muchos de los cuales vivían en pequeñas casas horizontales de madera o casas
de adobe y barro con patios delanteros donde armaban carpas y mesas para ofrecer sus servicios y
productos. Las cabezas de los niños se balanceaban de izquierda a derecha, con las bocas abiertas por el
asombro. Joyeros, herreros, curtidores, zapateros, sopladores de vidrio, talladores de madera, cuchillos y
tijeras, barberos, alfareros, orfebres, tejedores de seda, fabricantes de velas, y muchos más, incluso las
mujeres que practican el arte de transformar el oro y la plata en hilos para entretejer con bandas de seda. A
veces, las mujeres entretejían mechones de su propio pelo como regalo especial para un amante.

En verdad, los artículos ofrecidos eran tan variados que uno podía encontrar lo que buscara, desde piezas de
tela a gruesos tornillos, prendas de vestir confeccionadas en brocado de seda y lana fina de Northumbria,
como ropa tosca de lino áspero. Herraduras, espadas y cuchillos. Brazaletes y amuletos. Dedales de todos los
tamaños y materiales. Animales vivos: vacas, cabras, caballos y cerdos. Aves de corral y huevos. Las reliquias
de Tierra Santa... algunas de ellas extravagantes, tales como las uñas de los pies de la Virgen María. Muchas
variedades de pescado fresco, incluyendo ostras y mejillones. Carne recién despostada, todavía goteando
sangre. Quesos ricos, tanto duros como blandos. Aguamiel, vino y velas.

Los ruidos estridentes no eran desagradables al oído, ya fueran comerciantes anunciando sus productos, los
rebuznos, balidos y gruñidos de animales, las conversaciones de los transeúntes, las campanas de la
catedral, o las conversaciones en una docena de idiomas diferentes. Los olores eran fuertes, aunque algunos
de los olores eran suficientes para anestesiar a una rata, como el stand de cuero al que se acercaban, con la
curtiduría al fondo. También estaban las plataformas de subastas de esclavos sobre la línea de los muelles,
un sitio que Ingrith siempre evitaba.

"¿Qué puedo hacer por vos, milady?", Preguntó el zapatero.

"Necesito zapatos para cada uno de estos niños... botines de cuero. Además, varias tiras de correas de cuero
para los cordones."

"Qué niños más guapos poseéis, señora," dijo el zapatero, frotándose las manos con anticipación por las
monedas que pronto recibiría. "Se parecen a tí."

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Ella se rió por esa observación, sobre todo porque Kavil era nubio, con la piel color ébano.

Kavil le llamó la atención y le devolvió la sonrisa, una sonrisa que no llegó a sus ojos marrones. Nunca lo
hacía.

¡Qué chico más adorable! Demasiado bonito para su desgracia, y por esa razón había sido utilizado por los
sodomitas a quien su amo esclavo le había alquilado. Su espíritu y su cuerpo estaban doblegados la primera
vez que lo vio. Después de un año, todavía no estaba totalmente curado.

A partir de ahí, todo el grupo se detuvo en varios locales para comprar especias de tierras lejanas, una nueva
caldera, cucharas talladas, y paños para prensar el queso. Para los treinta niños de edades entre uno a
catorce años que acogía actualmente el orfanato, había dos vacas de la que obtenían leche para la
mantequilla y el queso, así como gallinas que producían un gran número de huevos, una cabra y varias
ovejas. Aun así, había elementos esenciales que necesitan comprar. Afortunadamente el orfanato era
mantenido por generosos benefactores.

Una vendedora de cerámica atrajo su atención ahora. Detrás de la mesa, había una mujer pequeña con pelo
negro y brillantes ojos azules. Aunque mayor que Ingrith, ella era más que preciosa.

"¿Está usted interesado en algún cuenco milady?" sonrió la mujer.

"Sí, lo estoy."

"Mi nombre es Joanna. Siéntase libre de examinar mis productos." Con la mano, indicó sus artículos a la
venta, tanto los de una mesa larga, como los de los estantes de detrás de ella. Es de suponer que ella viviera
en la casa de madera ubicada en la parte trasera. Ingrith vio un horno en el lateral. "Si estos no son de su
agrado, puedo proporcionarle el recipiente del tamaño o forma que quieras."

"Hmmm." Había ollas de cerámica roja de todos los tamaños y formas, esmaltadas y no esmaltadas. Jarras
también. Los más interesantes eran los que habían sido decorados con flores y otros diseños. "Hace años, yo
estuve en Jorvik. Si no recuerdo mal, solía haber un hombre de pelo rojo atendiendo este lugar".

"Ese sería mi marido, Gerald, quien fue un maestro alfarero. Murió hace tres años."

"Mis condolencias. Usted es afortunada de haber encontrado otro proveedor para sus mercancías".

"Yo las hago", reveló, levantando la barbilla con orgullo. "Gerald me enseñó el oficio, pero fue mi idea añadir
la decoración."

"Son preciosas."

Joanna se ruborizó. "Gracias, mi señora."


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"Necesito algunos recipientes grandes para almacenar quesos blandos". Ella señaló dos de los cuencos con
bocas anchas y tapas. "Y ese de allá sería un regalo maravilloso para mi hermana Drifa. Ella ama las flores."
Era una urna, decorada con rosas trepadoras.

Después de que pagó la mercancía con una moneda de plata, y mientras la mujer envolvía sus compras en
tela áspera, Ingrith inició una conversación por cortesía. "¿Tienes un negocio próspero aquí?"

Joanna se encogió de hombros. "El puesto trabaja bien durante la feria de verano, pero se mantiene cerrado
durante el invierno. Tengo pedidos regulares de algunos clientes, hay un apicultor en uno de los condados
del norte que encuentra el tamaño de mis recipientes perfecto para guardar panales enteros."

"¿Esa es Lady Eadyth de Ravenshire?"

Los ojos azules de Joanna se iluminaron. "Sí. ¿La conoces?"

"Mi familia está muy familiarizada con la suya."

Joanna siguió envolviendo los cuencos, luego pareció dudar antes de preguntar: "¿Conoces, al hijo de Lady
Eadyth, John?"

¿John? ¿Ella se refería a él por su nombre de pila? "¿Te refieres a Hawk? ¿John de Hawk’s Lair?"

El rostro de Joanna se puso carmesí de vergüenza. Esto sólo podía significar que conocía a John
íntimamente. ¿Sería su amante? Ingrith había oído que los hombres solían buscar viudas como amantes,
especialmente a las de clase inferior. Los hombres vikingos tenían esposas o concubinas adicionales. ¿Ese
sería el caso de John? ¡Oh, por los dioses! ¿Por qué debería importarme?

Joanna tomó una pequeña olla de arcilla esmaltada del tamaño de su puño y le acarició los bordes de una
manera amorosa. "Lord Gravely", dijo utilizando su nombre formal ahora, después de haberse dado cuenta
de su error al llamarlo John "compra numerosos cuencos de este tamaño para sus experimentos con la
miel."

Bueno, esa puede ser una de las razones por la que lo conoces, pero estás bien enamorada del pícaro, o
estás compartiendo su lecho.

¡Ahí voy otra vez! Meditando sobre temas que no son asunto mío.

"El tamaño de esta olla es bueno para guardar la sal de mesa, o para almacenar especias. Me gusta
experimentar con diferentes condimentos en mi cocina", explicó Ingrith. "¿Podría darme seis de ellas?"

Después de completar su transacción, le sonrió a Joanna y dijo: "Dale mis saludos a Hawk cuando lo veas."

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"Oh, no. Yo no... El no…"

Ingrith agitó la mano a modo de despedida. "Gracias por mis nuevas ollas. Te voy a recomendar a mis amigos
y familiares".

Con esas palabras, comenzó a reunir a los niños para regresar al orfanato, a pesar de sus protestas de que
querían ver a los pájaros cantores en sus jaulas doradas. Mientras se abría paso entre la multitud, no podía
dejar de pensar en Hawk... John, como estaba más acostumbrada a llamarlo... y Joanna. ¿Amaba a la mujer
hermosa, o sólo era una amante conveniente?

Ingrith se preguntaba si alguna vez volvería a encontrar un amor para ella. A su edad, probablemente no.

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Capítulo 3

Y así, comienza el problema...

Ingrith había dado sólo unos pasos cuando se detuvo en seco mirando al Comandante Loncaster, que estaba
ceñudo.

"¿Dónde está?"

"¿Quién?"

"Sabes muy bien quién. Ese bastardo real de Henry. Sé de buena fuente que le diste refugio al mocoso...
después de que específicamente ordené que lo enviaras a mí apenas lo vieras."

"Recuerdo vagamente esa conversación. Fue el día que pusiste tus manos en mi trasero." Y, sí, ella conocía al
joven Henry. El deseo en el lecho de muerte de la madre de Henry era que su hijo de cinco años de edad,
encontrara protección en Rainstead.

Ingrith contempló al comandante mientras trataba de decidir cómo proceder. Tenía que admitir que él
realmente era un hombre guapo, con los dientes blancos y parejos. Era grande. Muy grande. Por todos
lados. Aunque nunca le había hecho daño físico, sospechaba que podía ser cruel y vengativo. Un hombre
para no cruzar en una pelea.

Sonrió de repente. "¿No puedes recordar mi advertencia sobre el niño, pero recuerdas mis manos en tu
grupa?"

Ella apenas se contuvo de hacerle tragar la arrogante sonrisa. "Dime otra vez... ¿por qué buscáis el chico?"

"Yo no. El rey Edgar desea verlo. Al parecer, él es uno de sus hijos bastardos".

"¿El rey Edgar lo reconocerá como su sangre?" Eso era nuevo para ella.

"Lo dudo, a menos que tenga el pelo rubio y los ojos azul claro."

¡Exactamente! "¿Entonces por qué?... oh, entiendo." Más de un personaje real había acabado con los
herederos al trono que pudieran poner en peligro el linaje legítimo. El vikingo Eric Bloodaxe, por ejemplo, se
decía que había matado a sus doce hermanos, los hijos del rey Harald. "Dígame, comandante, ¿el rey Edgar
le dijo que matara al niño?"

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Él se encogió de hombros. Su silencio hablaba. "Iré al orfanato para inspeccionarlo. Espérame en un plazo de
tres días."

Ingrith se estremeció por dentro. No sólo iba a encontrar a Henry, cuyo cabello y ojos daban fe de su
parentesco con el rey Edgar, sino que varios niños tenían razones para temer a los soldados, a pesar de su
corta edad.

"Yo podría quedarme un día o dos, si una mujer fuera... agradable." Pasó un dedo por encima de su manga a
lo largo de su brazo desde el hombro hasta la muñeca. Había un mensaje explícito en su gesto, dado que
estaba en un lugar tan público. "Estoy cansado de esperarte, mi señora." ¿Eso era una amenaza con palabras
dulces y una mano serpenteante posada en su cadera? Agradable, ¿significaba que estuviera de acuerdo en
acoplarse con él?

"Comandante, yo…"

"Me llaman Leo."

"Leo, soy de familia noble. Una princesa." Esa vez. Ingrith encontró conveniente mencionar su título. "Mi
padre enviaría un 1hird de guerreros para matar a cualquier hombre que me mancillara antes de la boda."

"Bueno, entonces, podría ofrecerte matrimonio, supongo." Él sonrió como si eso fuera un gran cumplido y le
apretó la cadera y una parte de su nalga con su mano grande. Su comprensión de pinza probablemente
dejaría un moretón. "Y no me digas que estoy por debajo de tu rango. A tu avanzada edad, no se puede ser
demasiado exigente".

Si pensaba ganar su simpatía con esas palabras, estaba muy equivocado. "A mi edad avanzada", aseveró: "Yo
soy capaz de tomar mis propias decisiones. Tal vez usted debería dirigir sus atenciones a otra parte. Una
mujer que no sea tan vieja como yo."

Él se rio y la apretó de nuevo, más en la nalga que en la cadera ahora. "Tú eres mía."

¡Oh, el descaro de este hombre! "Nunca he indicado que fuera tuya." Le dijo Ingrith con más franqueza de la
que solía emplear, pero sus palabras insultantes desafiaban la diplomacia.

"Mi señora, no te excedas", advirtió. "El hecho de que yo te haya marcado como mi mujer, no te da licencia
para calumniarme, ya sea a través del matrimonio o de otra manera." Con esas palabras, y antes de que
pudiera protestar, él la levantó por la cintura y la llevó detrás de un edificio, donde la apoyó contra la pared,
con los pies colgando sobre el suelo.

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El hird, en la historia de Noruega, era un séquito informal de compañeros de armas durante la Edad Media,

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A medida que sus hombres se reían detrás de ellos, diciendo en voz alta burlas obscenas, comenzó a bajar la
cabeza. Trató de empujar contra su enorme pecho, en vano, entonces gritó: "¡Eres un cerdo! Déjame en el
suelo o me vas…"

Sus palabras fueron cortadas cuando dijo entre dientes, "¡Oink, oink!" Y cerró sus labios sobre los de ella,
pellizcándole el labio inferior, y luego metiendo su lengua en su boca. Necesitaba gritar, pero no podía
respirar. El rugido en sus oídos presagiaba que iba a desmayarse, algo que nunca había hecho.

De pronto, se echó hacia atrás exclamando: "¿Qué demonios?"

Era Ubbi, golpeando la espalda de Loncaster con la parte de madera de la lanza. Los niños corrían hacia ella
desde una dirección, y una media docena de hombres de Leo iban contra ellos desde la otra dirección.
Mientras tanto, Leo había levantado a Ubbi por el cuello y lo estaba sacudiendo como un trapo.

"No, no, lo lastimes." dijo tirando de la túnica de Loncaster. "Sólo me estaba protegiendo."

"¿De unos besos?" le gruñó Loncaster. "Atacar a un soldado de la guardia del rey es un delito que se paga
con la horca".

"Por favor, Leo, te lo ruego. Déjalo, y voy a... Voy a darte la bienvenida en tu visita a Rainstead". Hizo una
pausa.

"¡Ja! Quiero mucho más que un maldito ‘Bienvenido Leo' de ti."

"Entiendo", dijo en voz tan baja que sólo él pudo oír.

Dejó caer a Ubbi al suelo, y luego la miró con frialdad. "Prepárate entonces, moza." Dijo moza como un
insulto deliberado. "Mi apetito es enorme y no se sacia fácilmente."

Con esas palabras ominosas, Loncaster reunió a sus soldados, y se fue riendo de alguna broma procaz de sus
hombres.

Los niños lloraban, a excepción de Godwyn, que parecía lo suficientemente feroz para la batalla, mientras
ayudaba a un Ubbi avergonzado a ponerse de pie.

"¡Oh, Ubbi, estamos en problemas!"

"¿Nosotros?"

"Todo el mundo en Rainstead. Debemos cerrar el orfanato por un tiempo".

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"Te ruego que me perdones señora, pero no podemos echar a treinta niños que no pueden defenderse por
sí mismos. Tal vez usted podría irse a las Norselands un corto período de tiempo, o visitar a una de sus
hermanas en Northumbria."

"Lo haría, excepto que no soy la única que debe enfrentar problemas en Rainstead. Eres consciente de que
el rey Edgar quiere a Henry... para algún propósito infame, me temo. Ahora se ha vuelto más insistente.
Además, sabes que las chicas jóvenes que albergamos fueron sacadas de un burdel. Más que eso, los
soldados sajones bajo el rey Edgar necesitan pocas excusas para aniquilar todo lo relacionado con los
vikingos, y Rainstead es claramente un orfanato vikingo fundado en tierras sajonas".

"Es cierto. Trabajamos por el sufrimiento de los sajones, pero creo que hemos llegado hasta…".

"Antes de que Rainstead atraiga su atención” reflexionó Ingrith por un momento. "Podríamos cerrarlo por
un corto tiempo 'hasta que el peligro pase’." Ella se tocó la barbilla, pensativa. "Hay cuatro adultos en
Rainstead, incluidos nosotros dos, y treinta niños. Cada uno de nosotros podría tomar siete o más niños y
buscar refugio en diferentes lugares de la región".

"¿Por cuánto tiempo tendríamos que desaparecer?"

"No lo sé. El rey Edgar usualmente pasa los meses de invierno en Winchester. Sería lógico que Leo, como
hirdsman jefe de la guardia del rey, viajaría con él".

Ubbi gimió. "Esos serían seis meses a partir de ahora." Sacaron pajas esa noche para decidir quién iría a
dónde. Ingrith iría a Briarstead, una finca vikinga en Northumbria.

Así fue que al amanecer del día siguiente, después que las otras mujeres ya habían partido. Ingrith se puso
calzas de hombre y, escondió el pelo bajo un sombrero de ala ancha, mientras se preparaba para conducir
una carretada de huérfanos desde Jorvik hacia el norte. Junto a ella estaban Godwyn, Kavil, Arthur, Breaca y
Signe, junto con dos hermanas de catorce años que habían sido rescatadas de un burdel a la edad de diez
años, y Henry, el bendito bastardo real, que ahora tenía el cabello verde gracias a su fallido intento de
teñirse el pelo marrón. Y Ubbi, su protector autoproclamada.

"Tú eres el muchacho más lamentable a la vista", declaró a Ubbi a Ingrith. "Tal vez deberías practicar
escupiendo y rascándote las partes bajas si alguien te detiene en el camino."

"También podrías eructar", dijo Godwyn. "Yo podría enseñarte cómo hacerlo." Él soltó un sonoro eructo
demostrárselo. "También podría enseñarle la manera de echar gases."

"No. Pero gracias igual", dijo rápidamente. Pero los planes de Ingrith cambiaron cuando se detuvo en
Ravenshire más tarde ese día en su camino hacia Briarstead. Lord y Lady Ravenshire les dieron la bienvenida,

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18
pero Ingrith fue informada de que no había nadie en la residencia de Briarstead por el momento, Toste
Ivarsson y su esposa, Helga, estaban en las Norselands, visitando a su familia.

"No te preocupes," Le aseguró Lady Eadyth a Ingrith una vez que se acomodaron para la cena. "Puedes ir a
Hawk’s Lair, que no está tan lejos. Mi hijo John disfrutará de tu compañía".

Ingrith no estaba tan segura de eso, teniendo en cuenta a la bella Joanna, y a la mirada maliciosa en los ojos
de lady Eadyth.

"John siempre necesita ayuda con sus experimentos de miel, y me ahorrarás enviarle a uno de nuestros
hombres que tenía que llevarle más abejas. Se trata de una nueva especie que traje de tierras árabes.
Además, Hawk’s Lair perdió recientemente a su cocinera de toda la vida. Tal vez podrías ayudar a entrenar a
una nueva." Lady Eadyth la miró parpadeando con aparente inocencia.

Todo sonaba lógico e Ingrith quería ser útil.

¿Por qué entonces, tenía ese presentimiento, como si algo importante fuera a suceder?

"Así se hará entonces," concluyó Lady Eadyth.

Todo lo que Ingrith pudo decir fue: "¡Dioses ayúdenme!"

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Capítulo 4

¿Qué hiciste que cosa con mi miel?

John había llevado a sus dos invitados a los confines de su finca, junto con una pequeña parte de sus
hombres, a cazar jabalí. La verdadera razón era para aliviar el aburrimiento, un jabalí para el aburrimiento de
Hamr, bromeó para sí, en una clara señal de que sus nervios estaban destrozados. Y esperaba cansar a
Bolthor para evitar que compusiera más poemas ridículos y por favor Dios, que volvieran a sus casas.

Eso no sucedió.

De hecho, John estaba pensando seriamente en cortarle las lenguas. ¿Ellos nunca dejaban de hablar? Puyas,
puyas, y más puyas. Hamr casi los mata a todos cuando hizo una sugerencia obscena para que una de las
esposas de los cazadores vinieron a cocinar su comida en una fogata, una afrenta abierta que, por cierto,
John había temido que todo su bosque ardiera en llamas por la confrontación.

Y nunca vieron un solo jabalí. Los cerdos salvajes, y cualquier otro animal que tuviera sentido común,
probablemente se habían puesto a cubierto cuando escucharon toda la charla.

Todo lo que John quería era paz y tranquilidad. Mientras regresaban a la torre del homenaje en sus caballos,
sus hirdsmen iban delante, y Hamr le comentó a Bolthor: "Entonces, usted se casó tarde en la vida, ¿verdad?
¿Y tienes una esposa y una bandada de niños?"

"Lo hice, precisamente así. Katherine, mi querida. Tenemos un niño, y cuatro hijastros de sus tres primeros
matrimonios".

"Uh... ¿no deberías estar en tu hogar cuidando de tu familia?" preguntó John, y luego se apresuró a añadir:
"Lo siento. No era mi intención ofenderte".

Bolthor se encogió de hombros. "No me has ofendido. Tenemos un próspero negocio avícola en Wickshire
Manor, como habrás oído. Santo Thor, debemos tener los gallos más lujuriosos y las gallinas más fértiles del
mundo, porque, os digo, hay gallinas en todas partes. Cientos de huevo. ¡Y una tonelada de mierda de pollo!
¡Uf! Por no mencionar el hecho de que soy el encargado de cortarles la cabeza, sacarles las vísceras, y

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desplumarlas para presentarlas en el mercado. ¿Qué vikingo que se precie cría pollos en vez de salir de
incursiones, me pregunto?"

John y Hamr intercambiaron sonrisas.

"¿Así que es por eso que vienes de visita?" le preguntó John con la mayor cortesía que pudo reunir. Los
vikingos se enorgullecían de su hospitalidad, y John lo había aprendido de su padrastro vikingo.

"En realidad, no es por eso." Bolthor suspiró profundamente. "Escribí un poema elogioso sobre los pechos
de Katherine".

"Oh, ¡Dios mío!" exclamó John. No quería herir los sentimientos de Bolthor, pero ¡Dios mío!

"¡Me encanta!" Hamr se acercó y dio una palmada en el hombro a Bolthor. "Continua".

"Era una buena saga. Al menos, eso pensé. Pero Katherine estaba tan enojada, que te juro que había humo
saliendo de sus orejas. No entiendo. Katherine tiene muy bonitos pechos. Fue un cumplido. ¿Querrían
escucharlo?"

"¡No!", Dijo John.

"Absolutamente", dijo Hamr.

Ese fue todo el ánimo que el trovador necesitaba. "Este es el poema que yo llamo 'Oda a los pechos de
Katherine'."

John gimió.

‘Había una señora en Wickshire, con unos pechos que había que admirar. Grandes y rosados que cuando se
movían, ponían a un hombre por sus favores a saltar. Las ubres grandes de las mujeres son sin duda
necesarios bebés bonitos amamantar, y para darle a un hombre algo a que aferrarse para fornicar’.

John estaba demasiado aturdido como para hablar. Pero no Hamr. "Bien hecho, Bolthor."

Estaban casi de vuelta en la torre del homenaje para entonces, ¡Gracias a Dios!

"Parece que tienes visitantes" señaló Hamr. "Con un montón de niños. ¿Podrían ser tu familia, Bolthor?"

Bolthor entrecerró el ojo bueno, luego sacudió la cabeza. "No. No son los míos."

Desde ese lugar, se podía ver el interior de las empalizadas, así como los campos de los alrededores. John
estaba consternado por lo que veía.

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Había dos chicas jóvenes dando vueltas en el jardín de flores silvestres que había plantado específicamente
para una colonia de sus abejas.

Dos niños, uno de ellos con el pelo color verde, estaban persiguiendo a la barbuda e intratable cabra
Wilfred, uno de los muchos regalos no deseados de su madre. Wilfred, sin duda, pronto les toparía el trasero
si continuaban persiguiéndolo.

Un niño del tamaño de un cubo estaba inclinado sobre el borde del pozo y había dos adolescentes, uno de
ellos un nubio, de piel negra, acercándose a una de las colmenas de abejas que había colocadas en lugares
estratégicos alrededor de su finca, la más cercana a la torre del homenaje. Cientos de miles de abejas
residían en Hawk’s Lair para sus estudios. No era un campo de juego para los niños. Seguramente les
picarían si tocaban alguna, o incluso si les pasaban cerca.

¡Y un gnomo! Un gnomo estaba conduciendo un carro a través de su patio trasero.

Su caballo levantó la testuz mientras galopaba sobre el puente levadizo de madera hacia patio interior,
donde se apeó rápidamente, preguntándole a Graeme el Caballerizo: "¿Quién en nombre de todos los
santos es responsable de estos niños?"

Graeme tartamudeó, "El ama... quiero decir Lady... ¡eh, oh, no!" dijo antes de salir corriendo para sacar a un
niño que con un palo intentaba meter un caballo en un establo cercano, Graeme señaló las puertas dobles
abiertas a su Amo.

John cruzó a través de su gran salón, hasta el solar de la planta baja, pasando entre la servidumbre
sorprendida, hacia la cocina, desde donde salían los olores más maravillosas. Pan fresco, carne asada, y
compota de manzana suponía. Probablemente habían encontrado un nuevo cocinero.

Pero eso no importaba en la actualidad. Lo que importaba era encontrar quién tuvo la osadía de invadir su
casa y crear tal caos.

Él hizo un alto a la entrada de la cocina. Inclinada sobre el horno frente a un ardiente fuego del hogar, donde
había un pequeño animal, probablemente un cordero, cubierto con una especie de salsa roja girando en un
espetón, había una figura alta vestida con ajustados pantalones y una túnica corta. Era una mujer. Lo sabía
por el largo cabello rubio que se escapaba de una trenza que le caía por la espalda hasta la cintura, y por el
culo en forma de corazón deliciosamente delineado por el tejido tenso de sus pantalones.

Su mente se quedó en blanco. Su ira se estancó. Su corazón se aceleró, el bombeo de la sangre se dirigió a
ese otro órgano importante, a quién al parecer le gustaba el culo en forma de corazón y estaba hambriento
de llamarle la atención.

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Justo en ese momento, el chillido de una de las criadas alertó a la mujer malvada, que se interrumpió por la
sorpresa, con sus ojos brillando como el zafiro de color claro que había visto una vez en un mercado oriental.
Ella le sonrió como si fuera un hecho cotidiano que estuviera en su casa, sin haber sido invitada y con una
manada de niños.

La conocía, por supuesto. Era Ingrith. Es decir la princesa Ingrith. Una de las hijas del rey Thorvald. No es que
John estaba llegando a todas estas conclusiones lógicas de una sola vez. Su cerebro todavía estaba
congelado por la visión de una mujer de buena cuna vestida como un chico en su cocina.

"Hawk" Ella sonrió felizmente, poniendo una bandeja de galletas de avena sobre la mesa de madera.
"¡Buenas noticias, John!"

Es bueno verte, también. Especialmente desde atrás. Y desde el frente no era tan malo, tampoco. "¡Lady
Ingrith! ¡Qué agradable sorpresa!" ¡¿No?!

Sin reticencias, ella se acercó y le dio un caluroso abrazo. Olía a harina de cebada y a mujer... y a... oh, Dios, a
miel.

Con las manos en sus brazos, le preguntó, vacilante: "¿Por qué hueles a miel?"

"Por las galletas de avena. Tengo una receta especial que requiere mucha, mucha miel. ¿Te gustaría probar
una?" Con mucho cuidado, cogió una de las tortas calientes con un trozo de tela y se la ofreció.

Haciendo caso omiso del manjar que le ofrecía, le preguntó con toda la calma que pudo reunir, "¿De dónde
obtuviste la miel, mi señora?"

"Uh... del cobertizo de la miel."

Sus ojos se cruzaron por la frustración. Respiró y pegó sus manos a los costados. No sacudas a la mujer
estúpida. No patees a la mujer enloquecida en su culo en forma de corazón. No pienses en cómo se ve con
esas prendas de hombre. "La miel que puede ser utilizada para cocinar se almacena en el sótano."

"Oh."

Eso fue todo lo que dijo. Oh. Como si eso excusara su acto atroz.

"Y todos esos niños corriendo alrededor, arruinando mis campos de abejas, que perturban las colmenas, y
en peligro de caer en un pozo, o ser atacados por una cabra... ¿son tus hijos, Lady Ingrith?"

"No. No estoy casada".

Él se la quedó mirando.

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Ella le lanzó una mirada que decía, ¡Qué zoquete!

Que pregunta tonta. Se habían visto varias veces en los últimos años y no tenía hijos, entonces. ¿Cómo iba a
imaginar que los había producido en tan poco tiempo?

"Son los huérfanos de Rainstead. ¿No son adorables?"

Dijo una palabrota en voz baja. "¿Cuántos niños son?"

"Ocho".

"¡Ocho!" Maldijo de nuevo. "¿Y el gnomo?"

"¿Eh? Ah, te refieres a Ubbi. Él no es un gnomo. Él es mi guardaespaldas".

Puso los ojos en blanco.

"¡Uh oh! Tu madre me dijo que seríamos bienvenidos aquí... yo y los huérfanos, pero tengo la sensación de
que no estás dispuesto a recibirnos".

"Le tengo alergia a los niños", le espetó... y podría haberse pateado a sí mismo. ¡Qué cosa más estúpida para
decir!

Por un momento ella lo miró como si hubiera perdido la cabeza. Luego, continuó, "Y tu madre dice que
necesitas una cocinera, o a alguien para entrenar a una nueva cocinera."

¡Madre mía! ¡Debería haberlo sabido!

"Hay unas nuevas especies de abejas traídas de las tierras árabes en enjambres que tu madre me pidió que
te entregara. Tu agradecimiento no es necesario." Su ingenio mordaz no le divertía.

Frunció el ceño y miró hacia la pared del fondo, donde se apilaban varias cajas rectangulares con lados
rotulados. "Gracias", murmuró sin emoción.

"Yo soy una cocinera maravillosa," dijo ella de repente. ¡Como si la buena comida valiera la pena la molestia
que causaba! "Ya lo verás."

No, no lo haré.

"Sólo espera."

Preferiría no hacerlo.

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"Le diré a Godwyn que reúna a los niños y haga que se comporten. Ni siquiera te darás cuenta de que
estamos aquí".

Lo dudo. Decidió intentar una táctica diferente. "No es apropiado que trabajes en la cocina, como ayudante
de un cocinero."

"Me encanta cocinar y experimentar con diferentes comidas y salsas y especias. Tu valoras tus estudios
sobre la miel, ¿por qué no mis estudios sobre los alimentos?"

Volvió a poner tablas con él. Pero no por mucho tiempo. "No quiero ser grosero, pero ¿por qué aquí y
cuánto tiempo piensas quedarte?"

El rostro de Ingrith, previamente calentado por los hornos, se volvió más brillante. Ella realmente era una
mujer de buen aspecto, a pesar de su edad y altura. Su figura era nada menos que espectacular, como lo
mostraba abiertamente su atuendo masculino.

No es que nada de eso importara. Mucho.

"Estamos aquí por un corto tiempo para evitar a un soldado sajón que está empeñado en acostarse
conmigo."

No me importaría ocupar su lugar. ¡No, no, no! No pensé eso. Me pregunto si ella ha pasado los años
fértiles. Probablemente no. Tiene casi la misma edad que yo.

Treinta y uno. Las mujeres seguían teniendo hijos a esa edad avanzada, ¿no?

¡Cielo santo! Yo no puedo estar pensando en solazarme con una princesa vikinga sin ofender a un rey
nórdico, un ejército, mi madre y mi padrastro, por no hablar de su gnomo guardaespaldas.

Pero espera, sus ojos estaban mirando de derecha a izquierda, como si evadieran la verdad.

Sus ojos se estrecharon.

Ella estaba mintiendo, o no le decía toda la verdad. "Para evitar ser seducida, dices, pero eso no explica por
qué todos estos huérfanos están aquí. ¿Y por qué no fuiste a lo de una de tus hermanas?"

La barbilla de Ingrith se alzó. "Loncaster me buscaría allí, en primer lugar."

"¿Loncaster? El comandante de la guarnición del rey en Jorvik?"

Ella asintió con la cabeza con tristeza.

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"¿Podrías haber elegido a un hombre de rango más alto? Loncaster no es conocido como el Carnicero de
Sajonia por nada. Él preferiría beber sangre de su espada antes que ale, por lo sanguinario que es".

Ahora ella realmente se erizó. "Yo no lo elegí, créeme."

Él no pudo evitar sonreír ante su indignación. Por todos los santos, la mujer era increíblemente atractiva
cuando se enojaba. Como una rubia Valkiria, de hecho lo era.

"¿Encuentras divertida mi situación? No esperaba tal acto de crueldad en el hijo de Lady Eadyth".

"Culpable otra vez, mi señora."

"Nos iremos enseguida. Siento mucho haberte molestado." La expresión de desdén en su rostro desmentía
su disculpa.

"¿A dónde vas a ir?" Incluso él sabía lo mal que sonaba y lamentó sus palabras precipitadas casi de
inmediato.

"No tengo ni idea, pero por otra parte no es de tu interés... patán." Saliendo por la puerta exterior que
conducía al patio trasero, ella gritó, lo suficientemente alto para que los oídos de John sangraran "Godwyn,
recoge a los niños. Tenemos que salir de inmediato. Y Ubbi, engancha los caballos a la carreta. Kavil, pídele
al mozo de cuadra que ensille los otros caballos".

"No seas ridícula", dijo John, sin duda sintiéndose culpable ahora. Su estratagema, si eso era lo que era,
había funcionado. "No necesitas irte de inmediato."

"¡Qué generoso de tu parte! Muchas gracias, pero no nos quedaremos dónde no somos bienvenidos".

"Nunca dije que no eras bienvenida." Ella arqueó las cejas ante él.

"Estaba sorprendido", dijo a la defensiva, y luego añadió con más vigor, "no me gusta que la miel de mis
estudios sea manipulada".

"Hagamos un acuerdo entonces. No voy a interferir con tus estudios sobre la miel, y tú no interfieres en mi
cocina".

¿Su cocina? No le gustaba como sonó eso. "¡Ejem!"

Justo en ese momento se dio cuenta de que Hamr y Bolthor se encontraban apoyados en el marco de la
puerta, sonriendo como idiotas. Él levantó las manos en señal de rendición, luego empujándolos a un lado,
se dirigió a la gran sala y se sentó frente al tonel de cerveza. A mitad de camino, se detuvo y se volvió.
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Clavando el dedo en el pecho de Bolthor, dijo, "Si te atreves a inventar una maldito saga sobre mí y la
invasión por parte de una mujer hermosa y una tribu de gente diminuta, juro que estarás en la olla antes de
mañana."

"¿Hermosa?" Ingrith lo miró fijamente, con los ojos abiertos. "¿Yo?"

Giró sobre sus talones y no pudo decidir si ir a por el hidromiel en su sala, o ir a su dormitorio y enterrar la
cabeza bajo las pieles una semana o dos.

Fue entonces cuando oyó a Bolthor decir en un susurro a Hamr: "Yo estaba pensando más en una oda a los
culos en forma de corazón."

John, por su parte, ya no quería pensar más.

Por otro lado...

El trabajo de una mujer nunca termina...

Ingrith se esforzó con todo lo que hizo ese día para complacer al señor molesto de Hawk’s Lair, pero fue en
vano. En el momento en que la cena estaba lista para ser servida, ella podría haberse quedado dormida de
pie en la cocina bulliciosa.

Ubbi amenazaba con cortarle la garganta si él se quejaba una vez más. A lo que John había amenazado con
colgar al "gnomo molesto" de las vigas si no salía de su camino. Hamr, el forajido Vikingo, se quedó de nuevo
disfrutando del caos. Y Bolthor, el gigante de un solo ojo, estaba componiendo saga tras saga acerca de los
hechos en Hawk’s Lair, que sin duda ponían en evidencia a todos y cada uno, si los títulos eran una
indicación de ello. "Cuando los halcones tartamudean." "La Princesa y el halcón." "Oda a la miel de Mujer" y
lo que eso significaba. "Cuando las mujeres nórdicas buscan un Vikingo".

Hawk’s Lair era una pequeña torre del homenaje, con sólo un centenar de 2housecarls para cuidar sus
fronteras y otros cincuenta funcionarios o trabajadores del campo. La finca podría alimentar, con facilidad, a
más de quinientos soldados de la finca de su padre en los Norselands. Al parecer, la mayoría de los 3hersirs y
hirds soldados de John se alojaban en Gravely, la herencia de su difunto padre, que estaba a un día de
distancia.

2
Los housecarls o huscarles fueron una tropa especial encargada de la defensa personal de los reyes escandinavos durante la Edad
Antigua y el Medievo, análoga a las guardias reales de otros lugares, como los pretorianos en la Antigua Roma.
3
Un hersir era un comandante militar de un hundred de comprometida alianza con un hold, jarl, caudillo o rey. También aspiraban
a ser terratenientes y, como la clase media en muchas sociedades feudales, apoyaban a la monarquía en su centralización de
poder. Originalmente, eran los responsables de organizar el leidang (milicia) y encabezar el mando cuando se les requería. Era un
rango de carácter hereditario.
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27
Los niños ya se habían bañado, sin protestar, en las maravillosas aguas termales de casa de baños. Era de
esperar que se durmieran, después de haber comido. Los chicos estaban en una cabina limpia, y las chicas
en los dormitorios de la parte de atrás de la gran sala.

Ahora, mientras se sentaba a supervisar, veía los platos y cuencos de comida que eran llevados por los
funcionarios de cocina hacia el gran salón, por no hablar de las jarras de cerámica de cerveza, hidromiel y
leche. Ingrith trabajó hasta el cansancio para preparar una comida que complacería a los paladares más
exquisitos. Dudaba recibir las gracias de Hawk ceño fruncido. Había hecho patente su malestar por su
presencia más que evidente.

Nunca había conocido a un hombre más exasperante. Podía mostrar el disgusto más extremo con sólo
arquear una ceja. Sin siquiera decirles que no eran bienvenidos, dejó en claro lo inconveniente que era su
presencia. Ella le habría dicho en términos muy claros lo que podía hacer con su bienvenida si la seguridad
de los niños no hubiera estado en riesgo.

Así las cosas, Ubbi, finalmente, fue desterrado a la lechería por haber pateado a John en las espinillas. Dos
veces. Por los delitos verbales percibidos contra Ingrith.

Toda la situación era un desastre.

Ella no tenía la energía para levantarse y dirigirse al dormitorio que había sido reservado para ella en el
segundo piso. Pero entonces recordó la casa de baños de aguas termales en la que podía aliviar sus
músculos doloridos. Por suerte, cuando llegó a la sección de mujeres, estaba vacío, todo el mundo ya debía
estar cenando, o sirviendo la cena.

Era el paraíso, tal como había supuesto, su padre tenía un recurso natural similar en Stoneheim. Mucho
después de bañarse, siguió sumergida en el agua tibia hasta que su piel se arrugó, y se sintió mejor. Cuando
empezó a salir, oyó una voz masculina que decía desde afuera, gritando: "¿Dónde está ella? Te lo juro, si
está escondiéndose de mí, mejor que tenga cuidado. No me divierte." Sonaba como John. ¿Quién más?

La puerta de la caseta de baño se abrió antes que Ingrith tuviera oportunidad de reaccionar. Habiendo salido
de la tina, frente a la entrada, se quedó inmóvil en su lugar.

Un señor de Hawk’s Lair aturdido, sin palabras, por una vez, cerró la puerta con una patada. "Tú... tú..."
farfulló.

Demasiado tarde se dio cuenta que estaba desnuda... ¡Santo Thor! ¿Cómo pude haber olvidado algo tan
importante?... Se volvió bruscamente y tomó un paño de secado. Luego, miró por encima del hombro para
ver por qué John estaba tan callado.

Estaba mirando su trasero desnudo. Embobado, más bien.


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28
Capítulo 5

¡Oh, bebé!

Hirviendo de furia, John abrió la puerta de la casa de baño... y casi tuvo un desmayo por lo que vio.

Ingrith acababa de subir por las escaleras de la pequeña tina, su cuerpo chorreando agua, y ella estaba
desnuda, como un bebé. En toda su gloria. Y gloriosa. Y... ¡Gracias, Dios!... No era en absoluto un bebé.

Era alta para ser mujer, pero a diferencia de la mayoría de las mujeres de su altura, no era esbelta, sin duda
debido a su forma de cocinar en exceso. Oh, no era gorda, tampoco. Era suave... y redondeada. Voluptuosa,
esa era la mejor palabra para describirla. De pechos altos y maduros a su pequeña cintura y sus caderas
amplias. Sus pequeños pezones y aureolas eran del más pálido matiz, casi del color carne de los propios
senos.

Todo esto se dio cuenta en el mero momento antes de que se diera la vuelta para agarrar un paño de
secado.

Ahora le presentó su glorioso trasero.

Con el corazón latiendo como un caballo de guerra, vio como ella se agachaba para recoger un paño de
secado.

¿Se estaba convirtiendo en un pervertido ahora?

Maldita sea, no podía haber dejado de mirar aunque le arrancaran sus globos oculares.

"Realmente es en forma de corazón", comentó antes de poder morderse la lengua traidora.

"¿Quéeee?" Ella se dio la vuelta para mirarlo de nuevo, esta vez un poco cubierta con un pedazo de tela que
apenas ocultaba sus pechos y sus rizos de oro, de un tono más oscuro que el pelo rubio se su cabeza.

¡Increíble los detalles que un hombre puede notar cuando le da un vistazo a las partes íntimas de una
hembra!

"¿Por qué me miras?"

"¿Bromeas?"

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29
Ella hizo un sonido de disgusto. "¿Qué estás haciendo aquí en el baño de mujeres?" Preguntó, y luego gritó:
"¡Fuera!"

"Voy a esperar fuera hasta que estés vestida", dijo con toda la dignidad que pudo reunir, avergonzado como
estaba al darse cuenta de que ni siquiera se le había ocurrido pensar que estaba entrando en la sección
reservada para las mujeres. En su defensa, añadió, "Por tu culpa estoy aquí."

"¡Aaarrgh!"

Esa fue la interjección para "Me estás volviendo loca."

Bueno, ella lo estaba volviendo loco, demasiado, pensó mientras cerraba la puerta y oyó un objeto duro
golpeando la puerta detrás de él. Probablemente, una pastilla de jabón.

Momentos después ella salió, completamente vestida con una túnica de manga larga roja. "¿Qué? ¿Qué es
tan importante que tuviste que invadir las habitaciones privadas de las mujeres? ¿A quién estás buscando?"

"A ti".

"¿A mí?"

"¡Sí, a ti bruja astuta! ¿Estás tratando de hacerme sentir culpable para dejar que te quedes aquí? Porque
Dios sabe que tus acciones están teniendo el efecto contrario".

"¿De qué diablos estás hablando? Al menos podrías dejarme terminar el baño antes de acosarme".

"Yo no te acosé. Créeme, si yo estuviera acosándote, lo sabrías." ¿He perdido el dominio de mi mente? "Y,
por cierto, ¿crees que corresponde a una dama de tu posición utilizar ese lenguaje?"

Ella dijo una palabra que era aún más grosera. "¡Qué vergüenza, Ingrith!" Curiosamente, John descubrió que
lo estaba disfrutando. Debe ser mi cerebro que se está derritiendo por falta de sexo.

"¡Oh, por favor! Tú has dicho cosas mucho peores."

"Yo soy un hombre." ¡Si supieras!

"Y eso hace la diferencia... ¿cómo?"

¡Si supieras! "No trates de distraerme con este parloteo sin sentido". Me pregunto si sus pezones estaban
erectos unos momentos atrás.

Ella inhaló y exhaló por la impaciencia. "¿Cuál es el problema, John?"

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30
El problema es que no he tenido una mujer en meses. El problema es que tienes un cuerpo tentador. El
problema es que quiero ir a la cama contigo. El problema es que no puedo.

"Deja de mirarme así."

"¿Cómo?"

"Cómo cuando me viste desnuda."

Él sonrió entonces, una lenta sonrisa que acompañó un escrutinio de la cabeza a los pies. "La imagen está
incrustada en mi cerebro. No puedo descartarla."

Ella cruzó los brazos sobre su pecho, lo que llamó la atención sobre su plenitud rebosante. Y, por la cruz, su
vestido húmedo se aferraba en algunos lugares muy interesantes.

"Todo el mundo está esperándote para que te sientes de manera que la cena pueda comenzar."

"¿Qué?" Ella casi gritó. "La comida estará fría."

Él se encogió de hombros.

"¿Por qué mi presencia es necesaria?"

"Debido a que cada persona residente en ésta finca me está castigando por la forma en que te traté. La
última queja es que yo ahora estoy condenándote a morir de hambre".

"Y ellos ni siquiera saben que invadiste mi baño privado. ¡Ja! Espera a que lo añada a tu lista de
transgresiones".

Él ignoró su comentario sarcástico. "Ellos dicen que yo te he obligado a realizar trabajos de baja categoría
como pago por la hospitalidad aquí. Ellos dicen que yo te he tratado con falta de respeto." Empezó a
esgrimir la invasión a su baño privado de nuevo, pero él continuó antes de que pudiera hablar. "Ellos dicen
que empapaste de llanto tu almohada porque mendigaste un poco de miel. Ellos dicen…"

"Ellos dicen. Dicen. ¿Qué te importa lo que dicen?"

"Bueno, por una cosa, Bolthor está componiendo un poema sobre eso, mientras hablamos."

"¿Bolthor? ¿El trovador?"

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Él asintió con la cabeza. "El peor 4skald del mundo." Él agarró su mano y comenzó a arrastrarla por el pasillo
hacia el gran salón.

"¡Espera! No puedo ir a cenar con esta ropa. Mi túnica está húmeda por el baño".

"Me di cuenta."

"¿Qué?"

"No importa."

"Por lo menos voy a buscar un delantal."

Ahora sabía por qué las mujeres vikingas llevaban esos largos delantales abiertos a los lados. Escondían los
tesoros femeninos. Por otro lado, no le importaría ver a Ingrith con uno de esos delantales... sin nada
debajo. Ahora había otra imagen incrustada en su cerebro lujurioso.

Con un bufido de disgusto, dijo, "Tu vestimenta tendrá que esperar por ahora. La comida se echará a perder
si tenemos que esperar tanto tiempo". Él la arrastró más duramente ahora. De hecho, puso una mano en la
parte superior del brazo y la otra en la parte posterior de la cintura, empujándola hacia adelante.

"Estás siendo un bruto."

Se detuvo de pronto y tiró de ella hasta detenerla junto a él. Estaban a las afueras de la gran sala, donde el
murmullo de las conversaciones sonaba apagado. Él se alegró de ver que sus hombres y algunas mujeres, ya
habían empezado a comer... y estaban disfrutando inmensamente de la comida.

"Tienes razón, Ingrith. He sido brutal. Vamos a empezar de nuevo".

Ella asintió con la cabeza. "Entiendo que llegamos a tu torre del homenaje sin invitación y que nuestra
presencia aquí es... inconveniente".

¿Inconveniente? Esa era una explicación tan buena como cualquier otra. "Tiendo a ser solitario," trató de
explicar. "Y yo atesoro mis estudios de la miel."

Ella le puso una mano en el antebrazo, que podía jurar le había causado un cosquilleo que le recorrió el
brazo, el pecho, y llegó hasta sus partes más íntimas. Así distraído estaba, que en un principio no se dio
cuenta que estaba hablando.

4
Especie de Trovadores: Los escaldos (del skald) son poetas guerreros vikingos que pertenecían a la corte de los reyes
escandinavos durante la Edad Media, ensalzando a los monarcas en composiciones poéticas como los drápar que principalmente
tenían la función de exaltar su generosidad o el heroísmo que mostraron en alguna batalla.

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"...Y por lo que voy a hacer mi mejor esfuerzo para encontrar otro lugar para que nos quedemos hasta que
pase el peligro. Mientras tanto, te prometo que yo y los niños permaneceremos fuera de tu camino".

"¡Oh, Ingrith! ¡Debes pensar que soy un patán! Puedes quedarte todo el tiempo que quieras."

Ella le sonrió como si él le hubiera entregado una olla de oro... o en su caso, un bote de especias raras de
cocina.

De inmediato se arrepintió de haber emitido una bienvenida tan radical, pero ahora ya estaba.

Al pasar a través de un pasillo que conducía a la tarima, varios de los hombres de John llamaron a Ingrith.

"Mi señora, la 5nekkesan está sabrosa," dijo Cyril, su jefe de arqueros.

"¿Eh?" John lo miró.

"Pudín de Pavo", le tradujo. Gilbert, comentó: " El lucio escalfado con salsa de mostaza es el mejor que he
probado."

¡Hah! Gilbert no sabría distinguir habichuelas de cucarachas. Miró a Ingrith de nuevo.

"Eres impresionante."

Mentalmente se limpió el sudor de la frente. "¿Qué son todos estos platos? ¿Vamos a tener una fiesta? ¿La
visita de algún dignatario? ¿Acaso es el día de nacimiento de un santo?"

"¡No! Esta es la forma que se debe cocinar todos los días".

Él gimió.

"No debes preocuparte. No tiene un costo mayor que el habitual. No voy a agotar tu despensa".

"No es eso lo que me preocupa. Pero perjudicarás a mi pueblo, en verdad. Ellos nunca aceptarán otra
cocinera".

Ella se sonrojó, porque no tenía intención de encontrar una nueva cocinera por un buen tiempo todavía.

Una vez sentados en la mesa principal con Bolthor a un lado y Hamr por el otro, se quedó estupefacto,
cuando ella nombró cada uno de los platos colocados delante de ellos.

5
Nekkesan: Pudding de cuello de Pavo o Cisne

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Carne de cerdo con salsa de frambuesa. Eso debía ser lo que había visto antes en el asador. Pero también
había costillas de cerdo condimentadas con puré de nueces y vino. Carpa al jengibre. Sopa de anguila y
almendras, y pollo dorado con cardamomo.

Por no hablar de una ensalada de escarola silvestre, puerro, repollo, zanahorias, manzanas y miel servido en
gelatina.

Me pregunto de dónde sacó la miel en esta ocasión. No se atrevía a protestar por la miel de nuevo, teniendo
en cuenta el efecto de su primer reclamo. "No tenía ni idea de que teníamos tantas especias diferentes aquí
en Hawk’s Lair", comentó.

"No las tenías. Yo las traje propio conmigo." Ella hizo ese anuncio de una forma que no tuvo más remedio
que hacerle un cumplido.

"¡Qué maravilla!"

Lo miró fijamente. "¿Estás siendo sarcástico?"

"¿Quién? ¿Yo? Por supuesto que no." Hizo una pausa. "Tal vez un poco."

Luego estaban las verduras: crema de nabos, rábanos, pepinos en vinagre, remolacha con hierbas, repollo
con carne de cerdo y un puré de verduras.

"No me gusta el repollo", dijo. ¡Otra observación desafortunada!

"Entonces no comas el repollo", dijo pacientemente, como si fuera un adolescente caprichoso.

Y los dulces: las galletas de avena que había visto hornear, además de tartas de arándanos, peras estofadas,
y pudín de fresas.

¡Santos sálvenme! La cena duraría horas. Sólo Dios sabía cuánto tiempo llevaría desmantelar las mesas de
caballete y que la gente se retirara a sus bancos para dormir. Disfrutaba de una fiesta de vez en cuando,
pero si ella planeaba repetirlo cada noche... bueno, podría muy bien comenzar su ayuno.

Sin embargo, a nadie parecía importarle, excepto a él. Había mucho ruido de gente masticando, y
exclamaciones y suspiros de placer. Al paso que iba, no habría comida de sobra para el desayuno de la
mañana.

"No estás comiendo, mi señor", comentó. Se quedó mirando el plato trinchero que compartían, en la que
había servido un poco de todos los platos.

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"Toma, prueba esto", dijo ella, recogiendo una porción de carne de cerdo con salsa roja con los dedos y
colocándosela en los labios.

Él abrió obedientemente la boca, como si fuera un adolescente, pero la sensación que se disparó hasta su
virilidad al sentir sus dedos en los labios fue cualquier cosa menos infantil. Sin pensarlo, le agarró por la
muñeca cuando ella estaba a punto de retirarse y lamió el resto de la salsa de los dedos, de uno a la vez.

"¡Mi señor!", Exclamó.

Sabía exactamente lo que quería decirle, lo reconociera o no. Así que la abrasión táctil de su áspera lengua
sobre su piel suave le hizo querer mucho más. En verdad, el chuparle los dedos, le había causado un deseo
que se esparció como una tormenta de fuego a través de su cuerpo. Tratando de ocultar su excitación, él
comentó, "me doy cuenta de que soy tu Señor solamente cuando lo dispones. Otras veces soy Hawk o John.
Decídete".

"Milord", enfatizó. "¿Qué estás haciendo?"

"¿Limpiando tu mano?" Le dio una última lamida que abarcó la palma también. Pero lo que realmente
quería lamer era...

Ella apartó la mano. "¿Qué opinas…?"

"¿Eh?"

"¿El sabor?"

"¿De tu piel?"

"No, no de mi piel. De la salsa de frambuesa en el cerdo. ¿Piensas que es demasiado dulce?"

Él tomó otro pedazo del plato trinchero y lo masticó lentamente. "Un poco dulce", concluyó. Entonces le
sonrió. "¿Te gustaría lamer mis dedos?"

"¿Por qué querría hacer eso?"

Virgen... ella debe ser virgen. ¡A su edad! ¡Pobrecita!

"Háblame de la apicultura, John," lo instó a continuación. "¿Por qué te fascina tanto?"

"No sé si es fascinación por las abejas. Más bien es por la miel y lo qué se puede hacer con ella. Yo no soy la
primera persona en descubrir sus propiedades medicinales. Incluso los antiguos romanos sabían que podría
ayudar a curar heridas, curar la tos y ese tipo de cosas. Pero creo que hay otros usos que se le pueden dar,

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como..." Se detuvo y la miró fijamente. "Te estoy aburriendo. Mis disculpas, mi señora. Me dejo llevar por el
tema".

"No me estaba aburriendo. Es refrescante escuchar a un hombre que es un apasionado de algo que no sea...
bueno, la pasión". Ella le sonrió.

La pasión no era una palabra que necesitaba oír de sus labios en ese momento. Era hora de cambiar de
tema. "Dime, Ingrith," comenzó, a picotear la comida delante de él tanto con el cuchillo como con la cuchara
de madera. "¿Por qué nunca te casaste?"

Ella cruzó los ojos. "Todo el mundo le pregunta eso a las mujeres, una vez que llegan a cierta edad. ¿Hacen
lo mismo con los hombres? Yo creo que no".

"De hecho, lo hacen. Sobre todo mi madre."

Ella le sonrió, y ¡Diantres! Sintió otro estremecimiento muy abajo en el vientre. ¿Qué era lo que le estaba
pasando? Conocí a Ingrith en el pasado y nunca he experimentado esta abrumadora atracción.

"Eres una mujer atractiva, Ingrith. Es una pregunta lógica."

"Tal vez. No me he casado porque el hombre adecuado nunca me lo pidió".

"¿Hay un "hombre adecuado", en particular, que perdió su oportunidad contigo?"

"¡Qué gentil eres con tus palabras! Quiero decir que no pude imaginar pasar el resto de mi vida con ninguno
de los zoquetes que me ofreció matrimonio. Quiero amar al hombre con el que me case".

"¿Todavía esperas casarte?"

"No, ya no. Tengo casi treinta y un años, se ha pasado mi cuarto de hora”.

"¿Todavía puedes engendrar hijos?", preguntó repentinamente esperanzado.

"Por supuesto," dijo ella sintiéndose ofendida. "Tampoco soy una vieja desdentada."

Sus esperanzas se desinflaron.

"Pero eso no significa que vaya a tener hijos propios", añadió.

"¿Es por eso que trabajas en el orfanato?"

"En parte. La razón principal por la que vine a Inglaterra fue para escapar de los absurdos esfuerzos
matrimoniales de mi padre".
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"¿Absurdos?"

"En los últimos años, una triste colección de hombres se presentó ante mí y Drifa, la única hermana soltera
que queda. Olaf Nariz partida. Vikar el Vicioso. Hakon el caballo, de quién se rumorea que tiene dos falos,
aunque no puedo creer que sea cierto el motivo de su jactancia y tampoco pienso que eso pudiera
beneficiar a ninguna mujer en la cama".

"Yo podría pensar en varios beneficios", dijo Hamr desde el otro lado de Ingrith. "¿Quieres que te lo
explique?"

"¡No!", dijeron Él e Ingrith al mismo tiempo.

No podía creer que una mujer de la nobleza hubiera sacado un tema como ese en compañía mixta. En
verdad, su lengua suelta lo fascinaba tanto como le repelía.

"Luego estaba el piadoso y apuesto Finn Cabello fino" continuó Ingrith "que sería aceptable si no fuera tan
vanidoso que adornaba su barba y las trenzas de guerra que enmarcan su rostro con cuentas y plumas de
colores. Es como un pavo real".

"Mi padrastro habla a menudo de un vikingo muy famoso que insistió en que lo enterraran boca abajo
cuando murió," dijo John, "para que el mundo pudiera besarle el culo."

Ingrith sonrió, pero al mismo tiempo, negó con la cabeza, sin duda, por su crudeza. "El peor fue Eyvor el
Danés. Él era el campeón de los concursos de cabezazos en las Norselands. No era sorprendente que
babeara mucho y con frecuencia pareciera aturdido".

El sentido de humor de Ingrith sorprendió y agradó a John.

"Conozco a Finn Cabello fino" intervino Hamr. "¿Sabes que peina sus vellos del pecho y recorta los pelos que
rodean su miembro?"

"Shhh", advirtió John a Hamr, haciendo un gesto con la mirada hacia Bolthor, que estaba conversando con
su mayordomo. Al skald sin duda le encantaría componer una saga sobre esos temas escandalosos.

Los hombres de doble pene y los vikingos vanidosos.

"¿Y tú, John?" Ingrith se limpió la boca con un paño de lino que luego puso sobre la mesa, después de haber
terminado de comer. Luego se volvió en su asiento para darle toda su atención. "¿Por qué no te casaste?
Tienes aproximadamente la misma edad que yo, creo".

"No tengo intención alguna de casarme", dijo.

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Sus ojos azules... hermosos, extraordinariamente sombreadas, por cierto... se abrieron con sorpresa. "Todos
los hombres de tu rango tienen la necesidad de casarse para engendrar herederos."

"Yo no. No quiero hijos de mi sangre. Hawk’s Lair pasará a mi hermanastra Larise y su segundo marido, Sir
Garreth de Sussex".

"¿Y Gravely?"

John se enfadó, molesto por su insistencia sobre sus asuntos personales, pero luego se reprendió a sí mismo
por haber iniciado este tema de conversación. "Espero un heredero varón. Una de mis hermanastras está
obligada a tener algún día un niño. Mientras tanto, otro de mis cuñados, Andrew, actúa como mi 6castellan".

"Ah, ese debe ser el motivo por el que son tan reacios a los huérfanos aquí. Te disgustan los niños".

"Eso es ridículo. Me gustan los niños tanto como a cualquier persona, siempre y cuando sean tranquilos y
razonablemente bien educados".

Ingrith inclinó la cabeza hacia un lado, estudiándolo. "¿Es el porque no estás interesado en las mujeres?…
No, eso no puede ser. He conocido a tu amante”

Al principio, John se indignó porque Ingrith cuestionó su hombría. "Yo no soy un sodomita."

"Me di cuenta cuando recordé a tu amante. Lo siento, si te he ofendido".

"¡Ja! Me has ofendido a diestra y siniestra desde que llegaste. ¿Qué amante?"

"¿Tienes más de una?"

"¿Qué amante?", Repitió. Debería haber seguido mi instinto original, encerrarme en mi habitación, y enterrar
la cabeza bajo la almohada hasta que esta plaga de mujer salga de mi casa.

Hamr se reía en silencio.

Las orejas de Bolthor se habían reanimado, y en cualquier momento se abocaría a lo esencial de esta
conversación absurda.

6
Un castellan era el gobernador o capitán de un Castellany (un distrito administrado por el antes nombrado) y un castillo. Viene
de la raíz del latín Castellanus, derivada del castellum "castle"(castillo). También conocido como agente, gobernador distrito del
Castillo o capitán.

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"Joanna", dijo Ingrith y le agradeció a una de las chicas que estaba quitando los platos trincheras sucios y
colocando los platos dulces en frente de ellos. Las mitades de melocotón rodeados de crema batida se
asemejaban a un pezón en un pecho cremoso.

Podía sentir el calor en su cara. "¿Qué sabes de Joanna?"

"La conocí en su negocio en Jorvik. Ella es hermosa, John. Muy hermosa."

Se necesita una belleza para reconocer otra belleza. "Joanna no es mi amante."

Ella hizo un sonido burlón de incredulidad.

"Una amante implica a un hombre que se relaciona con una mujer a cambio de favores sexuales. Un acuerdo
a largo plazo, que incluye una casa, regalos, un subsidio. Yo no le doy nada de eso a Joanna".

"¿Quieres decir que lo hace de forma gratuita?"

Sí, lo hace, pero no porque yo se lo pida. "Es inapropiado discutir este tema conmigo, Ingrith."

"¡Pfff! Esas reglas sólo se aplican a los jóvenes, a adolescentes impresionables. ¿Por qué no la desposas?"

John acababa de tomar un trago de hidromiel y comenzó a ahogarse.

"Sí, John, ¿por qué no te casas con Joanna la vendedora de feria?" preguntó Hamr.

Le lanzó una mirada furiosa a Hamr y levantó una mano para detener a Ingrith. "¡No más! No voy a hablar
de Joanna ni de cualquier otra mujer contigo."

Ella abrió la boca, a punto de hablar, luego cerró la boca en una mueca de disgusto.

Metió la cuchara en el plato con la mezcla de duraznos y crema y, sí, miel de nuevo, e irrumpió en su lengua
el exquisito sabor. "Realmente eres una buena cocinera", admitió.

"Te lo dije". Ella se echó a reír con deleite. En ese momento miró a su lado, y luego rápidamente miró de
nuevo. Bolthor se estaba levantando de su silla, y tenía esa expresión soñadora en su cara que presagiaba
una saga a punto de ser contada.

"¡No!" Saltó tan rápidamente que golpeó su silla, y luego tropezó contra Bolthor, quien cayó de espaldas y se
golpeó fuertemente contra la tarima, con John encima de él. Probablemente deberían sustituir algunas
tablas del suelo a la mañana siguiente.

"¿Mi señor?" preguntó Bolthor, enfocando hacia él con el ojo bueno.

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"Lo siento", murmuró y se levantó, extendiendo una mano para ayudar al skald. "Tropecé".

"Y los caballos pueden volar." rio Hamr detrás de él.

"¿Está demente?" Oyó que Ingrith le preguntaba a Hamr. Estaba casi seguro de que ella se refería a él, no a
Bolthor.

"Absolutamente", respondió Hamr.

"No hay problema", dijo Bolthor. "Yo estaba a punto de recitar un poema nuevo. ¿Estás bien mi señor?"

¿Qué podía decir?

"Oh, por favor," lo animó Hamr.

"Sí, me encantaría escuchar uno de tus poemas", dijo Ingrith.

¿Así que te gusta interferir moza? Te servirá de escarmiento escuchar lo que Bolthor tiene para decir. ¡Que
así sea!

Después de enderezar la silla, John se sentó y puso su rostro entre las manos.

"Esta es la historia de John de Hawk’s Lair." Bolthor se aclaró la garganta y comenzó:

‘En la tierra de los sajones, un noble caballero reinaba. Luego vino una muchacha vikinga que un culo en
forma de corazón ostentaba...

El chillido de horror de Ingrith se oyó probablemente hasta en Jorvik.

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Capítulo 6

Ten cuidado con los pícaros con cara de ángel...

Ingrith era una princesa vikinga criada en un torreón con quinientos hombres, algunos de los cuales estaban
al límite de la locura, con un padre al que alguna vez le habían perforado la cabeza, por decisión propia. Ella
y sus cuatro hermanas princesas, una vez mataron a un conde sajón, por decisión propia. Ella estaba
huyendo con el hijo ilegítimo de pelo verde del rey por toda Gran Bretaña.

Pero esto... esta situación en Hawk’s Lair estaba más allá de lo grotesco. Un poeta vikingo hablando de su
trasero ante una sala llena en su mayoría por hombres.

Pero Ingrith se dejó caer en su asiento cuando John tiró de su brazo y le susurró: "Es mejor dejarlo terminar.
Sólo lo incentivarás a que recite poemas aún peores. Créeme, lo sé".

Debido a que había sido interrumpido en medio de un pensamiento, Bolthor comenzó de nuevo.

‘En la tierra de los sajones, un noble caballero reinaba. Luego vino una muchacha vikinga que un culo en
forma de corazón ostentaba. Le gustaba cocinar. Le gustaban las abejas y ambos se dejaban por la miel
fascinar. Pero lo que no se dieron cuenta, fue que la miel más amena, no se encontraba en una colmena.’

"Muy bien", dijo Hamr, aplaudiendo a un Bolthor radiante.

"No entendí", le susurró a John.

"No querrías entender", le aseguró apenas ahogando una sonrisa.

Se dio cuenta de que Hamr y muchos de los hombres en la sala sonreían también.

Con el ceño fruncido por la confusión, una idea vino espontáneamente a ella. "Seguramente, Bolthor no
quiso dar a entender que..."

John asintió. "Sí lo hizo."

De repente, la perspectiva de ella y John como pareja le produjo una sensación extraña. Él era aún más
apuesto de lo que ella recordaba. Cabello negro largo al estilo normando. Un cuerpo musculoso, esculpido
por sus antiguas actividades guerreras. Y una cara que los ángeles de Dios envidiarían. Pero no debería ser
ninguna sorpresa. Su madre, Lady Eadyth, había sido conocida como la joya de plata de Northumbria por su
belleza.
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Aun así, ¿Bolthor estaba dando a entender que ella y John eran amantes potenciales? "Es una atrocidad."

"Eso es, pero Bolthor no quiere ofenderte. Él realmente cree que ningún tema está prohibido. ¿Por qué
crees que está aquí y no en su casa con su familia?"

"¿Por qué?" Preguntó vacilante, no muy seguro de querer saberlo.

"Porque escribió una oda a los pechos de su esposa."

Ella puso una mano sobre su boca, pero su risa se escapó igual.

“Eres atractiva, incluso con tu atuendo de muchacho, pero cuando sonríes, Ingrith, eres aún más bonita."

"¡Yo no lo soy!"

"Puedo entender por qué Loncaster te persigue."

"Persigue es la palabra clave. Yo nunca le he animado a hacerlo".

"¿Por qué? Si no recuerdo mal, él es un hombre al que las mujeres encuentran guapo. Oh, es cierto que
tiene una reputación de crueldad, pero no es peor que muchos soldados. Y él se ubicó en un puesto
realmente alto en la corte del rey".

"Él es cruel, como dices, pero no sólo en la vida militar. Su agresión me repugna".

"¿Qué ha hecho? Seguramente, él no te ha maltratado. Si es así, voy a llevar su caso ante el rey".

Ella sacudió la cabeza bruscamente. "Todo menos maltrato físico, y eso es todo lo que diré sobre el tema."

“¿Crees que vendrá aquí?"

"Por desgracia, lo hará. Y deja de mirarme así... como si te preguntaras cuales son mis atractivos ocultos
para atraer a un hombre así".

"Ya conozco tus atractivos ocultos", señaló, y luego miró hacia abajo, notando los puños apretados sobre la
mesa. "Tú quieres pegarme, ¿verdad?"

"Si no crease una escena, lo haría."

"Hagamos un trato, Ingrith. Puedo defenderte de Loncaster, pero debes dejarme manejarlo a mi manera, sin
interferencia".

"Pero, tú no sabes..."

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"Así, o deberás irte." Este sería el momento para decirle a John que la lujuria no era la única razón por la que
Loncaster la buscaba. Debería informarle sobre la identidad de Henry. Y cómo se las habían arreglado para
rescatar a las chicas del burdel. Y la historia de Kavil, también.

Pero mantuvo su silencio, rezando para que se hubieran ido antes de que John supiera la verdad. Esa noche
escribiría una misiva a su hermana Tyra, pidiéndole que mandara un 7drakkar para escoltarlos a las
Norselands.

Tendría que aguantar las maquinaciones de su padre por el bien de los huérfanos.

Chuparse los dedos...

A la mañana siguiente, Ingrith decidió que tenía que hacer algo con el pelo de Henry. En verdad, rubio o
verde llamaría la atención de la misma manera.

Se le ocurrió una idea. Afeitaría la cabeza de Henry. Pero entonces la cabeza calva de Henry se destacaría
entre todas las demás. Por lo tanto, Ingrith decidió que iba a afeitar a todos los muchachos.

¿Deberé pedir el permiso de John? No, entonces tendría que explicar por qué. Además, las cabezas calvas de
los adolescentes podrían crear una nueva moda.

Ella estaba deshuesando palomas esa tarde, cuando John irrumpió en la cocina, empujando una media
docena de muchachos calvos ante él. "¿Cuál es el significado de esto?", Exigió.

"¿Piojos?" dijo ella.

"¿Tenemos una epidemia de piojos en la Hawk’s Lair?"

"No es una epidemia. Más bien una gran cantidad de niños pequeños".

"¡Que Dios me ayude! No le afeitarás las cabezas también a las niñas, ¿verdad?"

"No. Sólo los chicos jóvenes se infectaron".

Él entrecerró los ojos. "¿Por qué tienes ese tic nervioso en un ojo? Mi hermana Emma siempre tiene un tic
cuando dice una mentira."

"Porque acabo de pelar cebollas." Podía sentir el tic un poco más acentuado.

7
Un drakkar o långskip es una embarcación de casco trincado que data del período comprendido entre los años 700 y 1000. Fue
utilizada por los escandinavos, sajones y vikingos en sus incursiones guerreras tanto costeras como del interior.

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Miró a su alrededor con intención. Pero no había una cebolla a la vista.

"¿Cómo van los estudios de las abejas hoy, mi señor? ¿Puedo ayudarte?"

"Tú no puede ayudar. La mejor manera de ayudar es mantener a los niños alejados de la caseta de la miel. Y,
por cierto, Emma también me dice milord cuando tiene algo que ocultar."

Con esas palabras, salió de la cocina. ¡Gracias a los dioses! A ella le gustaría llamarlo milord de nuevo... para
azotarlo con su cucharón de sopa.

El resto del día fue más tranquilo que el día anterior ya que todos ellos se encontraban a gusto. Pensó que
tendrían por lo menos un par de días antes de que Loncaster sospechara que ella se había ido y comenzara a
buscarla. Tal vez tuviera noticias de Tyra en el ínterin.

Ubbi había protestado porque lo había enviado con algunos de los niños mayores a recolectar bayas, muy a
su pesar. "Los guardias no actúan como cuidadores de niños", se quejó. Pero Ingrith necesitaba a Ubbi fuera
del camino por un rato ya que él recurría al insulto para pinchar a John y obligarlo a reaccionar.

Caía la tarde cuando Breaca se le acercó y le dijo que no podía encontrar a Henry. Ingrith se lavó la harina de
las manos y empezó a buscarlo. En todos lados. Fue sólo cuando llegó a la caseta donde se almacenaba la
miel de John, que ella se detuvo en seco.

Henry, de aspecto adorable con la cabeza rapada, estaba sentado sobre las rodillas de John, que a su vez
estaba ubicado en un taburete alto delante de una mesa repleta de tarros de miel. Estaba explicándole algo
acerca de la miel al niño. En el otro extremo de la habitación, Kavil, también con la cabeza calva, estaba
examinando una serie de panales seccionados transversalmente para mostrar las distintas etapas de la
producción. Más tarde, ella los examinaría más de cerca para su propia instrucción.

"¿Qué es esto?" Preguntó Kavil, después de haber movido una caja larga, rectangular con pequeños
cubículos con particiones que contenía docenas de abejas muertas de todos los tamaños y colores.

"Esas son las especies de abejas de todo el mundo", dijo John. "Hay cientos, Tal vez miles, de especies, todas
diferentes. Las más grandes son las abejas reina. Los otros son los zánganos y las obreras".

"¿Qué es miles?" quiso saber Henry. John se rio. "Bueno, supongamos que estuvieras cubierto de pies a
cabeza por abejas, probablemente tendrías mil en tu piel".

Henry se estremeció con repugnancia.

"Cada día la abeja reina pone de dos a tres mil huevos para formar nuevas abejas." Dejó que la información
se filtrara tanto en Henry como en Kavil, que escuchaba con atención, a pesar de la distancia.

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Probablemente estaban imaginando a Henry cubierto de abejas. "Lo más sorprendente es que en una sola
colmena, puede haber más de cincuenta mil abejas."

"¿Cincuenta?", Dijo Henry con asombro. Ingrith sabía que el niño había entendido cincuenta, porque ella
había estado practicando sus números con él hasta el cien. Una vez más, él y Kavil probablemente
imaginaran cincuenta abejas cubriendo a Henry.

Ingrith se impresionó con la paciencia de John y su capacidad para enseñarles a los niños una lección al nivel
de su comprensión.

"No me gustan las abejas," declaró Kavil repentinamente, dando un paso atrás del panal de abejas que había
estado estudiando. "Pican".

"En realidad, las abejas sólo atacan cuando se sienten amenazadas. Si no te mueves bruscamente,
probablemente te eviten".

Kavil no parecía muy convencido, y de hecho, Ingrith se sorprendió de que el niño incluso permaneciera en
una habitación con un hombre extraño. A causa de su abuso del pasado, por lo general evitaba el contacto
con los hombres adultos. Ubbi era la excepción.

"Debes saber, Kavil, que las abejas son muy limpias. Ellas nunca hacen sus necesidades dentro de la
colmena. De hecho, en el invierno, cuando veas pequeños chorritos de color amarillo en la nieve, es
probable que sea orina de abeja. O a veces se ve en la ropa de color claro que se pone a secar al sol."

"¡Usted bromea!" Dijo Kavil, premiando a John con una de sus raras sonrisas.

John le devolvió la sonrisa, luego se volvió hacia Henry. "Extiende tu mano, Samuel," dijo John, al mismo
tiempo pidiéndole a Kavil que se acercara. Samuel era el nombre falso que habían dado a Henry.

Henry le tendió las dos manos, con la palma hacia arriba. John sacudió una flor sobre ambas, y un polvo fino
de color amarillo se posó en la piel.

"Eso es polen. No siempre tiene el mismo aspecto, pero todas las flores lo tienen. Cuando veas una abeja
sentada en una flor, está recolectando el polen para llevar a la colmena".

Henry arrugó su nariz por la confusión. "Lo gracioso, Samuel es que... la abeja come el polen y luego lo
vomita al volver a la colmena. Con el tiempo eso es lo que se convierte en miel".

"¡No!" El bribón palmeó a John en el brazo con el puño. "Me está haciendo una broma."

John puso una mano sobre su corazón. "Te lo juro." Henry se bajó de su regazo y corrió hacia la puerta.

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Sin duda, para informar a todos los otros niños que habían estado comiendo vómito de abeja y vistiendo
ropa rociada con caca de abeja. Kavil lo siguió de mala gana. Probablemente se habría quedado atrás, pero
no lo haría solo.

John la miró y ella dijo entonces. "Eres increíble".

"Lo sé," respondió, y le guiñó un ojo.

No quería pensar en lo que el mero guiño le hizo a su control.

"¿Querías algo, Ingrith, que invades mis dominios?"

No muy segura de sí estaba bromeando o no, ella se acercó. "Lo siento si te estaban molestando. No me di
cuenta que se habían ido".

"Yo estaba listo para un descanso."

"Te gusta compartir tus conocimientos acerca de las abejas, ¿no?"

Él se encogió de hombros. "A veces. Por ejemplo, las abejas son muy parecidas a los hombres y mujeres a la
hora de aparearse, ¿sabías?"

El brillo en sus ojos azules le dijo que él estaba a punto de transmitir algún mensaje inapropiado. "En primer
lugar, sólo los zánganos, más saludables y viriles pueden aparearse con la abeja reina."

"¿Al igual que los hombres, la virilidad sigue siendo apreciada, supongo?"

"Exactamente. La cosa es que, una vez que el apareamiento es completo, mata al zángano. ¿No sucede eso
con una mujer? Permite que un hombre se aparee con ella, y lo apuñala en el corazón a la primera
oportunidad".

"Tú conoces el tipo equivocado de mujer, me parece."

"Por lo menos, cuando ves las abejas revoloteando cerca del suelo, sabes que son probablemente zánganos
viriles que buscan una mujer para aparearse."

"Tienes habilidad con las palabras. No creo que haya oído jamás sobre el apareamiento de una abeja antes".

"Hay otro hecho interesante, mi señora." Si los ojos podían bailar, los suyos lo estaban haciendo ahora. Y era
un espectáculo agradable. "Hay un lenguaje que las abejas tienen entre ellas. Es llamada la danza del meneo
de cola. Por cierto una abeja menea la grupa... un determinado número de veces, en una cierta dirección...
Eso es lo que indica a las demás abejas la distancia de la colmena o una fuente de alimentación".

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Esperó, con los brazos cruzados sobre su pecho, la provocación. No tardó mucho tiempo en llegar.

"Al igual que la mujer. Ella sacude su trasero y balancea las caderas para enviar a los hombres ciertos
mensajes".

"Nunca he sacudido ninguna parte de mi cuerpo."

"Oh, sacudirse, está bien", afirmó con una sonrisa.

Con el rostro encendido, ella caminó hasta una segunda mesa larga donde muchas jarras de cerámica y
algunos envases de vidrio estaban dispuestos de manera ordenada. "Los colores de la miel son tan
diferentes. ¿Cómo puedes distinguirlos?"

Ella se sorprendió al ver que no le decía que se fuera. En cambio, se dio la vuelta en su taburete, y
respondió: "Debido a los largos años de estudio. En primer lugar, en las rodillas de mi madre. Sabes que ella
es una apicultora entusiasta. Después desarrollé mis propias investigaciones. Cuando fui a Frankland hace
años a luchar por mi rey, me di cuenta de que la miel era diferente allí. Como lo es en los países árabes, o
incluso en las Norselands".

"¡Pero los colores! Ninguno de ellos es el mismo."

"La miel puede ser clara como el agua u oscura como el ámbar.Todo depende de las flores. A menos que las
abejas sean apartadas de determinadas plantas, reúnen polen de muchas flores diferentes, produciendo lo
que llamamos miel milflores. Como puedes imaginar, de esa manera no hay diferencia en el sabor o el color
de una cosecha a otra, o de una colmena a otra. Ese es el tipo de miel que la mayoría de la gente consume."
Él la miró, y luego hizo una mueca. "Mi lengua se pierde en la charla cuando se trata de las abejas y la miel".

"Yo sé que estudias las propiedades curativas de la miel, pero me pregunto si diferentes tipos de miel serían
particularmente adecuado para ciertos platos."

"Con certeza. La miel de arándanos, por ejemplo, es rica y densa. Si la dejas reposar en la boca antes de
tragar, se puede degustar en realidad el sabor a bayas. Aquí, pruébala." Puso una pequeña cantidad de una
miel de color ámbar oscuro en una pequeña cuchara de madera y se la llevó a la boca.

Ella dejó que reposara en su lengua, como le indicó, pero lo único en lo que podía pensar era: ‘podría
haberme dado a probar con en el dedo para que yo pudiera lamerlo. Al igual que lo hizo ayer con mis dedos.
¡Qué sensación increíble que fue! Oh, mis dioses y diosas, me estoy volviendo lujuriosa con este hombre, y no
con cualquier hombre. Un hombre que tiene una bella amante. Ella comenzó a ahogarse, y John la golpeó en
la espalda.

"¿No te gustó?"

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"Me encantó", dijo ella, sintiéndose tonta por sus pensamientos errantes. "¿Estas jarras de cerámica fueron
hechas por tu amante?"

Agitó un dedo. "Te dije que Joanna no es mi amante. Y, sí, ella hizo la mayor parte de éstas." Se fue al final
de la mesa y hundió la cuchara en una miel de color ámbar medio. Cada frasco tenía su propia cuchara. "Mi
favorita es esta miel rara. Proviene de la acedera, un árbol que una amiga me trajo de una tierra más allá de
Islandia. El árbol tiene flores que crecen en racimos colgantes, como el lirio del valle." Le entregó la cuchara
pequeña para que ella degustara.

Alzó los ojos con sorpresa. "Tiene un sabor anisado. Definitivamente ácida, pero no desagradable."

"Al igual que tú."

"¿Yo? Ah, te refieres a lo ácida que soy... cuando me provocan".

Él sonrió, complacido de que estuviera de acuerdo con su evaluación, supuso.

Después de sustituir la cuchara, él se volvió hacia ella. "Tienes miel en el labio. Justo ahí". Le limpió la
comisura de la boca con el dedo índice.

Ingrith se olvidó de respirar. ¿Cómo podría el mero toque de un dedo causarle tanta... tanta inestabilidad?
Fue como la noche anterior, cuando había lamido los dedos. Inquietante.

Entonces ella hizo algo tan fuera de lugar que la sorprendió aún más que a él. Cuando estaba a punto de
retirar su dedo índice, lo agarró de la muñeca y lo mantuvo en su lugar mientras se lo metía en la boca. Y lo
chupaba.

¡Por el amor de Frigg! Ella estaba chupándole la punta del dedo a un hombre, y no tenía nada que ver con la
miel.

Su garganta se secó y extrañas emociones se arremolinaron a través de su cuerpo mientras lo miraba y veía
la lujuria cruda en los ojos azules del pícaro.

"Ingrith", susurró.

Al mismo tiempo, ella dijo, "John". Todo pensamiento huyó cuando su mano abandonó la boca y él tiró de
ella hacia delante para pararla entre sus muslos extendidos ya que todavía estaba sentado en el taburete
alto. Tocó los bordes de su cabello, y luego le agarró la cara con ambas manos antes de colocar sus labios
sobre los de ella. "Esta es una mala idea", dijo con voz ronca.

"Definitivamente es una mala idea", ella estuvo de acuerdo... y envolvió sus brazos alrededor de sus
hombros.
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¡Oh, la felicidad pura! ¿Quién hubiera... dicho que un beso pudiera ser tan... maravilloso y confuso? Podía
decir que había una parte de su cuerpo presionando contra ella que era cualquier cosa menos confusa.

"Respira, Ingrith ", la instó, sonriendo contra su boca.

Ella no se había dado cuenta de que estaba conteniendo la respiración. Con una risa ahogada, exhaló en su
boca, que la estaba devorando con besos hambrientos. Esto le dio la oportunidad de deslizar su lengua y
comenzar un asalto sensual que hizo que sus pechos le dolieran y la humedad se acumulara en sus partes
íntimas.

Una vez, Loncaster le había metido la lengua casi hasta la garganta, y había sido repugnante. Lo que John
estaba haciendo era todo lo contrario. Emocionante, eso es lo que era.

Así concentrada estaba en devolverle el beso a John que tarde se dio cuenta de que estaba de pie, invirtió
sus posiciones de modo que ella se sentó en el taburete con sus muslos abiertos bajo su túnica, y él se
quedó apretado contra su femineidad. La dureza del miembro atrapado en sus calzas acariciaba una parte
extra-sensible de su región inferior.

Ella gimió. Y acercó su trasero al borde de la banqueta.

Incluso a través de las capas de ropa, sentía como su cuerpo le sacaba una respuesta al de ella. Un acorde de
éxtasis sublime fue ondulando desde ese punto hacia el exterior y haciéndola vibrar, como las cuerdas de un
arpa.

Cuando los besos y la fusión de caderas fueron acompañados por sus dedos acariciándole los pechos bajo el
delantal, ella arqueó la espalda, echando los pechos hacia adelante y dejó escapar un gemido sensual,
"¡Aaaaaahhhhh!" Su cuerpo fue alcanzado por los espasmos más contundentes, por un placer tan intenso
que rayaba en el dolor.

Después de varios minutos, y una oleada tras otra de sensaciones líquidas, ella se tambaleó. Con su cara
perdida en el hueco de su cuello, suspiró y probó su piel salada.

Sólo entonces regresó a la cordura.

¿Qué he hecho?

"¿Qué me hiciste?" Preguntó, empujándolo y saltando del taburete. Se le había deshecho la mitad de su
trenza. Su delantal había sido corrido a un lado y su túnica estaba arrugada por encima de sus rodillas.

"¿Qué te he hecho?" Aunque ella trató de alejarse, él se rio y señaló una mancha de humedad en la
entrepierna de sus calzas.

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"¿Yo hice eso?" Preguntó ella, horrorizada.

"No, tú eres la responsable de que yo haya hecho eso. Yo no había acabado en mis pantalones desde que
era un adolescente inexperto".

Le tomó un momento entender. Cuando lo hizo, se tomó la cara caliente entre sus manos. "Estoy tan
avergonzada. Nunca he hecho esto antes. ¿Había algo en la miel que me diste?"

"¡Ojalá! Si así fuera, podría cambiarla por oro en cualquier mercado del mundo."

"¡Has puesto algo en la miel para seducirme!", acusó.

"¿Te he seducido?" Esa sonrisa burlona era casi su perdición. Una vez más.

"No, pero me duelen los pechos y mi región inferior está toda mojada," dijo ella con todo el sarcasmo que
pudo reunir. "¡Imbécil!"

Sus ojos se abrieron. "Tu tosquedad no conoce límites, mi señora. ¡Y me encanta!"

"Estás riéndote de mí."

"Me estoy riendo de nosotros."

"¿Qué pensaría tu amante?"

"¡Joanna de nuevo! ¿He mencionado anteriormente que deseo darte nalgadas?"

"No creas que por lo que pasó voy a ir corriendo a meterme en tu cama".

Se dio cuenta de que esa posibilidad no se le había ocurrido. Hasta ahora. "No puedo recordar la última vez
que una mujer corrió a meterse en mi cama."

Le dijo con disgusto. "Es imposible hablar contigo." Cuando salió de la caseta de la miel, casi atropelló a
Ubbi.

"¿Mi señora, el ogro te hizo atacar por sus abejas?"

"¿Eh? No. ¿Por qué lo preguntas?"

"Debido a que tus labios están rojos por las picaduras de abeja."

Se puso las yemas de los dedos en los labios hinchados por los besos. Era verdad... sus labios estaban
irritados por la tórrida actividad.

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¿Y ahora qué?

Algo más llamó la atención de Ubbi. Estaba mirando por encima del hombro. Se volvió a ver a John apoyado
contra la puerta abierta.

"Parece que al ogro también lo picaron las abejas", comentó Ubbi.

"Oh, Ingriiith," John la llamó cuando estaba a mitad de camino de regreso a la torre del homenaje, "mejor
que te cuides de que te vea Bolthor en ese estado, o serás el tema de su poema esta noche también."

"¡Oh no!", Exclamó, mirándolo por encima del hombro.

John sólo se encogió de hombros, pero tenía una sonrisa maligna en su rostro demasiado hermoso.

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Capítulo 7

Hoy ciertamente estamos contestadores...

Los chismes corrían en cualquier castillo como polvo en el viento.

Al menos, esa fue la excusa que le dio a Ingrith por todos los comentarios en voz baja que escucharon
mientras se dirigían a cenar esa noche. No había formas de asegurarle sin que sonara disparatado, que nadie
la acusaría de compartir la cama de un libertino, cuando el libertino era él mismo.

"Te aseguro Ingrith, que la mitad de los peces del lago deben estar deseosos de ocupar un lugar en las mesas
esta noche." Sacudió la cabeza con consternación fingida. "La otra mitad se dirigirá a mar abierto para
escapar de tus pasiones culinarias."

Y, sí, él se preguntaba si las pasiones de Ingrith se extenderían a los juegos de cama. Después de ver su
desnudez y luego sentirla chupando su dedo, por el amor de Dios, se le habían originado algunas fantasías
privadas interesantes.

En vez de insultarlo, bromeó de nuevo. "He oído que los cerdos han huido. Y no hay un ciervo que se
encuentre dentro del radio de alcance de la Hawk’s Lair".

"¿Qué es esa bazofia verde?", preguntó, señalando un plato de puré inconsistente. "Se parece a lo que suele
depositarse en los pañales de un bebé."

Ella le golpeó el brazo. "Es sopa verde. Espinacas con puerros, huevos, crema, y varias especias."

"No me gusta la espinaca."

"Pensé que odiabas la col."

"La espinaca y la col."

Ella negó con la cabeza hacia él, como si fuera un caso perdido. "Mañana voy a hacerte sopa de ortiga."

"Oh, ¡eso es maravilloso! ¿Por qué no me haces comer las uñas?"

"Te va a encantar."

"Lo dudo".
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"¡Shhh! Debes tener una mente abierta. Las ortigas no son espinosas, una vez cocidas, y son bastante
deliciosas cuando se combina con todos mis otros ingredientes. ¿Qué piensas de los testículos de jabalí?"

Se atragantó con el aguamiel que acababa de tomar. Se aclaró la garganta, y dijo: "Creo que son peludos.
¿Por qué?"

"Necesito unos pocos." Él arqueó las cejas.

"Para cocinar. Fritos en mantequilla con cebolla, son deliciosos. Mejor aún, en una pasta de cerveza".

La boca de John se abrió, pero se salvó de tener que comentar porque Bolthor se puso de pie y se inclinó
hacia ellos. John ni siquiera trató de frenar al skald esa noche. Ingrith parecía haber abandonado la lucha
también.

‘La miel es muy parecida a una mujer. Pero dolor en el culo has de obtener. Por la dulzura que te dio, ¿vale
la pena el aguijón? Tal vez sólo un rito de primavera Cuando otra clase de picadura te espera. Las
mordeduras del amor, durante una placentera noche de pasión. La próxima vez que vea un labio hinchado.
No culparé a las abejas, es obra de un pene excitado.

Todos en la sala se volvieron para mirar a John y a Ingrith.

Él sólo le guiñó un ojo y se inclinó en agradecimiento. Ingrith le dio un codazo en el costado.

Hamr se puso de pie y aplaudió vigorosamente. Ingrith le dio un codazo a Hamr, también.

"¿Cuándo se va?" Murmuró para John.

"¿Bolthor o Hamr?"

"Ambos".

Él se encogió de hombros. "Capaz, que cuando tú lo hagas."

Se humedeció los labios con nerviosismo. Lo que por supuesto le recordó otra lamida. ¡Dios mío! Había
estado excitado todo el día sólo de pensar en la bruja. Le asombraba que, aunque había visto a Ingrith en
ocasiones anteriores, no se había percatado de su encanto. Debía haber estado ciego.

"¿Eres virgen?", Le preguntó de repente. Ella se volvió, muy lentamente, para mirarlo directamente. Asumió
la frialdad de su reacción a que todavía era una doncella.

"Esa pregunta es inapropiada."


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"No quise ofenderte. En verdad que no".

"¿Es por mi edad? ¿Es por eso que lo preguntas?"

Él negó con la cabeza. "Estoy perplejo de que no te hayas casado con lo sensual que eres".

Ella se quedó sin aliento. "¡Estás loco! ¿Crees que soy una libertina sólo porque…?"

"¡Shhh! Ser sensual es algo maravilloso. De hecho, todo hombre desea que su esposa sea desenfrenada en la
cama".

"Pero yo no estoy casada."

"Justamente por eso".

Ella le enseñó los dientes, pero él sólo le puso atención a sus labios.

"Tus labios están hinchados por los besos. ¿Te hice daño?"

"No. ¿Y yo a ti?" espetó, sin duda con la esperanza de avergonzarlo.

¡Ni hablar de eso! "Sólo un poco, pero es un dolor agradable, si me entiendes." Dijo moviendo las cejas.

"¿Qué es lo que te pasa, John? Se supone que eres serio y melancólico, interesado sólo en tus estudios sobre
la miel".

"Tú me pasaste."

"Oh, claro. La culpa es mía. Tal vez necesitas visitar a tu amante".

"Juro que si mencionas a mi amante una vez más, te voy a poner encima de mis rodillas y azotaré tu culo con
forma de corazón."

Eso resultó para acallarla, pero sólo por un momento.

Pero había habido un lapso momentáneo en el cual se había detenido la conversación, y parecía que todo el
mundo había oído las palabras de John.

Se volvió hacia Ingrith, que estaba ceñuda mirándolo. "No querrás pegarme, ¿verdad?"

"Quiero hacer algo más que eso", dijo. "¿Te he contado alguna vez cómo mis hermanas y yo matamos a un
hombre?"

Probablemente estaba bromeando.


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No puedo creer que él dijera... ESO…

Dos cosas ocurrieron al día siguiente para desencadenar el caos en Hawk`s Lair.

1. La familia de Bolthor llegó. Su esposa, Katherine, y sus cinco hijos, en edades que iban desde los cuatro
hasta los quince años. A John le iba a dar un ataque en cualquier momento.

2. Acompañando a Katherine y su séquito venía un mensajero con misivas ominosas de Lady Eadyth. John
estaba furioso.

Mientras sus hombres estaban haciendo ejercicios militares en el patio exterior, John se había llevado sus
estudios sobre las abejas al campo. Para estudiar y meditar sobre ellos, le había dicho. Ingrith sospechaba
que sólo quería escapar de la torre del homenaje... y de ella.

Pero la fuga no le había funcionado, porque Henry y algunos de los otros niños le habían rogado que los
llevara, y él había aceptado de mala gana.

"¿Puedo obtener mi propio panal de abeja?" Quiso saber Henry.

"Quiero ver a las abejas apareándose en el aire," añadió Kavil, recordando las palabras de John.

"¿Puedo recoger algunas flores?" Preguntó Breaca, llevando una gran cesta con ella.

"¿Cómo se forma una nueva colmena?", preguntó Godwyn. "Mi padre una vez me lo dijo, antes de que se
muriera."

John escuchó cada una de las solicitudes y asintió con la cabeza, aunque a regañadientes. Uno tenía que
amar a un hombre cuyo corazón se ablandaba por los niños. No es que ella amara a John. Y, además, él
estaba más a menudo de mal humor que de buenas con los niños. Esta sólo era una excepción, en su
opinión.

Pero incluso había permitido que Ubbi los acompañara, a pesar de que el hombrecito había dicho: "Voy a
vigilar al ogro por ti, mi señora."

John había tenido la última palabra cuando le había advertido a Ubbi, "Cuídate de no molestarme, gnomo, o
sentaré tu culo pequeño en la parte superior de una colmena. No serás capaz de sentarte por una semana".

Incluso Bolthor y Hamr acompañaron a John, para su disgusto. "Esto se está convirtiendo en una maldita
multitud." se había quejado.
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"¡Oh, bueno!" había dicho Hamr. "Tal vez Ingrith puede preparar una cesta de comida para nosotros. Pan,
queso, fruta, sobras de jabalí, galletas de avena. Sólo un par de cosas."

Ingrith le había echado una mirada de disgusto. "Y varios frascos de aguamiel," había añadido Bolthor. Por lo
tanto, Ingrith estaba sola cuando el grupo de Katherine llegó en dos carros con varios jinetes solitarios.

"Yo soy Katherine de Wickshire Manor", dijo la mujer, presentándose a sí misma, haciendo un gesto a sus
hijos para que se reunieran a sus espaldas. Ingrith pudo ver que estaban ansiosos de recorrer el lugar.

Katherine había visto por lo menos cuarenta inviernos, sino más. Estaba un poco entrada en carnes y tenía
algunas hebras de plata entre su pelo negro, pero seguía siendo una mujer atractiva.

"Lady Katherine," saludó Ingrith, y estaba a punto de presentarse cuando lady Katherine espetó " ¿Eres tú la
dueña de Hawk’s Lair? No me enteré que Hawk se había casado".

"¡Oh, No! Soy Ingrith de Stoneheim, en las Norselands. Sólo estoy visitando..."

"Conocí a su padre, el rey Thorvald, una vez en Sussex. Eso significa que... ¿eres una princesa?"

Ingrith asintió.

"Bueno, princesa Ingrith, ¿dónde está el patán?", preguntó Katherine con rostro sombrío.

"¿Qué patán?"

"¿Conoces muchos por aquí?"

"Varios".

"Me refiero a mi marido, Bolthor. ¿Sabías que el imbécil escribió un poema sobre mis pechos?"

"Hey, escribió uno sobre mi trasero."

Los ojos de Katherine se abrieron, y luego se echó a reír. "Me gustas".

"Su esposo es un hombre muy agradable. Mi padre dijo que era un guerrero feroz, un soldado a quién le
daría la bienvenida cualquier día".

"Sí, él es un buen hombre", Katherine estuvo de acuerdo. "Yo lo reprendí por escribir ese maldito poema,
pero mi intención no era que se fuera. Y ciertamente no durante dos semanas. El hombre es doce años
mayor que yo, pero te juro que se comporta como un adolescente".

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"Bueno, él está en el campo de abejas con Lord Hawk en este momento, pero creo que estará de regreso
pronto. Yo sé que él y Hamr tenían la intención de viajar a Jorvik esta tarde".

"¡Ja! Él no irá a ninguna parte después que hable conmigo", dijo Katherine, entrando en el gran salón al lado
de Ingrith. Luego suavizó sus palabras con un guiño.

Fue entonces cuando Ingrith notó el mensajero con librea de Ravenshire. Llevaba cartas para ella y para
John. Después que Katherine se fue con el administrador para instalarse en dos cuartos, Ingrith tomó la
misiva y salió al jardín de hierbas, donde había un banco en el que sentarse.

Mi queridísima Ingrith,

Espero que todo esté bien contigo en Hawk’s Lair. El Comandante Loncaster estuvo aquí hoy, buscando al
chico. Y a ti. Desde aquí, salió para la casa de tu hermana en Hawkshire. Si puedes llegar a Jorvik sin
problemas, Eirik les proporcionará un drakkar para que lleves a los niños a la casa de tu padre en las
Norselands. De lo contrario, me permito sugerirte que finjas un compromiso con mi hijo para desalentar la
demanda de Loncaster. Y, sobre todo, oculta a Henry lo mejor que puedas.

Que Dios te acompañe. Eadyth de Ravenshire.

¿Un compromiso con John? ¡Santo Thor! John se caería de la risa. Ya había dejado más que claro que nunca
se casaría... ni tendría hijos. Además, en comparación con sus otras mujeres... si la bella Joanna era una
muestra... Ingrith ni siquiera podía empezar a competir.

Peor aún, ella sospechaba que Lady Eadyth había sugerido lo mismo a John en la misiva dirigida a él. Tuvo la
tentación de destruirla, pero sólo por un momento. Su perfidia no llega hasta ahí.

¡Oh, No! Hay algo aún peor, se dio cuenta. John tendría que ser informado acerca de Henry.

¿Debería esperar hasta que volviera? ¿O debía ir a buscarlo ahora?

Mientras le duraba el coraje, decidió que lo mejor sería confesarle la verdadera razón de su visita.
Conociendo a John, bien podría dejarla caer en una colmena.

Ella comenzó a caminar en dirección a dónde John y los demás se habían dirigido. Después de un rato, se
encontró con todo el grupo, a excepción de John, que volvían en el carro.

"Dijo que Bolthor y yo regresáramos a la torre del homenaje y ayudemos a entrenar sus tropas", dijo Hamr.

"Dijo malas palabras cuando Breaca persiguió mariposas en los macizos de flores," reveló Godwyn. "¿Sabías
que las flores tienen camas? ¡Ja, ja, ja!"

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"Regañó a Kavil cuando él dio un manotazo a un enjambre de abejas", le dijo Ubbi. "¿Qué se puede esperar
de un ogro?"

"Hay comida fría en la cocina por si todavía tienen hambre." Dijo al darse cuenta de que la canasta estaba
vacía. "Ah, y se me olvidó. Bolthor, su esposa y sus hijos han llegado".

Al principio, el skald sonrió, luego la preocupación le hizo fruncir el ceño. "¿Todavía está enojada?"

"Creo que si le das una disculpa sincera, ella está dispuesta a perdonarte," dijo Ingrith con una sonrisa.

Le tomó más tiempo de lo que esperaba encontrar a John donde estaba trabajando con una de sus
colmenas. Llevaba una vestimenta amplia tejida, casi transparente, que lo cubría de la cabeza a los pies, a
excepción de las aberturas en los ojos, nariz y boca. Por no hablar de las ranuras donde sus manos podían
surgir, cuando era necesario.

Así cubierto, su reacción pasó desapercibida. "¿Y ahora qué?" Se quejó.

¡No tan desapercibida! "Tengo que hablar contigo.".

"No te acerques sin protección", advirtió.

Retrocedió unos pasos. "¿No podías esperar hasta mi regreso?"

"No seas tan gruñón."

Él se rió entre dientes.

"¿Qué estás haciendo?"

"Separé una colmena de otra, que estaban hacinadas, y la traje aquí. Estoy revisando para ver si prospera".

"Eso es lo que le pediste a Kavil que haga, ¿no es así?"

Él asintió con la cabeza. "No debería habérselo pedido."

"Tienes que saber que Kavil ha tenido un pasado trágico". Ella le explicó cómo el niño había sido objeto de
abusos sexuales y de cómo por lo general se asustaba con los hombres.

John maldijo entre dientes, algo sobre los malditos sodomitas y cortar sus partes íntimas.

Ese era un tema demasiado serio. Necesitaba ablandarlo un poco antes de que le diera la noticia. "Y esos
campos de flores... Parece como si todos estuvieran alfombrados con la misma flor."

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"Lo están. Yo trato de situar las colmenas tan distantes como sea posible para obtener una miel consistente.
Éste es el brezo".

Ella frunció el ceño. "¿Y las abejas no van a dónde quieren?"

Él negó con la cabeza. "A las abejas por lo general no les gusta ir muy lejos de la colmena... no más que el
equivalente de ciento veinticinco pasos más o menos."

"Realmente eres un experto en todo lo que tiene que ver con respecto a las abejas. Pero debes necesitar
ayuda para mantener todos estos campos".

"Tengo cuatro jardineros."

Se alejó bastante, se sentó en el suelo, y luego se recostó apoyada sobre los codos. Siguió mirándola cada
pocos segundos, probablemente para comprobar que no estaba manipulando sus flores preciosas o sus
abejas. O tal vez estaba nervioso. Ella sabía que lo estaba.

Finalmente, tomó el traje de apicultura y lo dobló cuidadosamente, poniéndolo sobre el tocón de un árbol
que también sostenía un diario encuadernado en cuero, una pluma y un pequeño bote de tinta.

Mirándola, le dijo: "Te ves bonita, acostada allí."

"¿Es un elogio? Tengo la sensación de un que un "pero" se acerca." Él sonrió.

"Pero no deberías estar aquí sola conmigo".

"¿Por qué? ¿Tiene planes de atacarme?"

"Es posible." Y por la expresión seria en su cara, en realidad podría hacerlo, sin embargo, sospechaba que el
ataque podría ser de carácter irresistible.

Se sentó junto a ella, también apoyándose en los codos. Luego suspiró con satisfacción mientras
inspeccionaba sus dominios. Era una zona muy bonita y bien cuidada.

"Así que viniste a traerme noticias”.

"La primera noticia es que la esposa de Bolthor ha llegado."

"¡Uh, oh!"

"Con sus hijos."

"¿Cuántos?"
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"Cinco."

Él la miró aturdido. "Cinco más los ocho que tú trajiste. Estoy siendo invadido". Luego soltó una palabra
grosera.

"No he traído ocho niños. Dos de las chicas son mujeres jóvenes, de catorce años".

"Y hablando de esas dos chicas... ¿por qué niñas de esa edad están en un orfanato?"

"Ummm." ¿Para salvarlas de un burdel? No, yo no le puedo decir eso. Todavía no.

"Hamr dijo que parecen muy... experimentadas."

"¡Sólo tienen catorce años!"

"¿Tu opinión mi señora?"

"No tiene sentido", resopló. Mentiras, estoy revolcándome en la mentira.

"Pero dijiste 'primera noticia'. Por favor, Dios, haz que la otra noticia sea mejor que esta."

"¡Ojalá!" Ella se sentó y metió la mano en el bolsillo lateral de su túnica, sacando dos hojas de pergamino
dobladas. Se incorporó, también, y le entregó la que todavía estaba sellada y llevaba su nombre.

La expresión de su cara se puso más dura. Pareció leerla dos veces antes de que le entregara el segundo
pergamino. "Éste estaba dirigido a mí. Supongo que es similar al tuyo".

Cuando terminó de leer dijo, "Yo no puedo casarme contigo, Ingrith."

Ella se quedó sin aliento. "Yo nunca te lo pedí. Sólo quería hacerte saber el estado de la búsqueda de
Loncaster. Y no finjas que no puedes casarte conmigo. Vamos, por lo menos seamos honestos el uno con el
otro. Debes ser más preciso, no quieres hacerlo".

"No es cierto. Si las circunstancias fueran diferentes, serías la esposa perfecta para mí."

"¡Ah!" Entonces no pudo resistirse a preguntar, "¿Perfecta en qué sentido?"

"Sabes cocinar, y tienes pasión y lujuria suficiente como para mantener un fuego encendido de por vida."

"¡Oh, tú!" Ella le dio un manotazo en el brazo. Él frunció el ceño con confusión entonces.

"¿Quién es Henry? No recuerdo que ninguno de los huérfanos se llame Henry. ¿O es un amante?"

"No seas ridículo. Henry es Samuel."


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"¿El chico de pelo verde?"

"Exactamente".

Le contó que Henry era hijo ilegítimo del rey, y que su madre quería que él creciera en el orfanato. Le dijo
que estaba escondiendo al chico porque temía que el rey le quisiera para propósitos nefastos.

"¿Nefastos? ¿Cómo cuáles?"

"Sospecho que lo van a matar para eliminar otro heredero al trono, esa es la amenaza que Henry
representa."

"¡Oh, Dios mío! Es por eso que afeitaste las cabezas de los muchachos".

Ella asintió con la cabeza.

Él respiró hondo. "¿Y tú hablas de honestidad? ¡Pfff!", Dijo, con frialdad en su voz. "Continúa con tu
confesión, y tratar de atenerte a la verdad por una vez."

Cuando terminó, John consideró todo lo que ella había dicho y no respondió por un largo tiempo. Cuando lo
hizo, se dio cuenta de que estaba furioso. "Cuando trajiste esa horda de niños huérfanos a mi fortaleza, me
dijiste que tratabas de escapar de las intenciones lascivas de Loncaster".

"Es verdad. Esa parte es cierta."

Resopló su opinión.

Se puso de pie y se alejó un poco, tratando de disimular las lágrimas que brotaban de sus ojos.

Se puso de pie, también, y la siguió. "Con lágrimas no vas a ganar nada, criatura retorcida. Te atreviste a
ocultar al hijo del rey en mi casa, sabiendo que iba a ser juzgado culpable cuando fuera descubierto. ¿Cómo
pudiste?"

"No tenía otra opción."

"Tenías muchas opciones. Y maldita tu lengua mentirosa por involucrar a mi madre en este asunto también."
Se pasó los dedos por el pelo con frustración. Entonces sus ojos la paralizaron cuando se le ocurrió algo.
"Has intentado seducirme como parte de tu trama".

"¿Estás loco? No sabría cómo seducir a un hombre, aunque quisiera. Yo no tengo con qué." Ella hizo un
gesto con la mano para indicar su cara y su cuerpo.

"Oh, claro que tienes con qué. Es probable que chupes los dedos de todos tus hombres."
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"¿Todos mis hombres?" Balbuceó. Entonces se puso rígida. "Voy a irme ahora y reuniré a los niños. Tal vez si
viajamos por la noche podamos llegar a Jorvik sin ser detectados, y encontrar la nave de tu padrastro”.

"Tú no te vas a ninguna parte."

Se puso las manos en las caderas y replicó. "¿Y cómo vas a detenerme?"

"Tal vez te ate a mi cama. Desnuda. De esa manera, cuando Loncaster llegue, como seguramente lo hará, al
menos aseguraremos esa parte de tu historia."

"Tú eres un patán detestable. ¡Cómo puedes sugerir algo tan desagradable!"

Una sonrisa tembló en sus labios. "¿Pero muy tentador, no es así?"

La dejó aturdida. Y tentada. "Pero aun así no me casaré contigo", dijo por encima del hombro.

Ella hizo un gesto grosero que una vez había visto hacer al jefe hirdsman de su padre a un sajón que pasaba.

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Capítulo 8

¡Los hombres despistados creerán cualquier cosa cuando se trata de sexo!

John le explicó la situación a Hamr, Bolthor y Ordulf, su jefe hersir, esa tarde, cuando fueron a la casa de
baños después de varias sesiones vigorosas de esgrima en los campos de entrenamiento. Todos estaban
empapados, y no sólo por el esfuerzo muscular en la práctica con espadas. El vapor vigorizante llenaba la
habitación.

"Esto se debe mantener entre nosotros", advirtió John. "Nadie tiene que saber que el hijo del rey está aquí. "

Los tres hombres asintieron.

"¿Debo enviar a Gravely por más tropas?", preguntó Ordulf, manoseando su impresionante bigote que hacía
juego con su barba bien recortada. Era un hombre tan alto y grande como Bolthor, pero unos buenos veinte
años más joven.

"No. Todavía no. Demasiados hombres de guerra a la vista podrían hacer que Loncaster sospechara". John
no quería que todos empezar a buscar posibles culpables. Esa era otra razón para mantener en secreto la
identidad del niño.

"Puede que todo sea un ardid para atraparte," sugirió Hamr a John.

"¿Atraparme a mí? ¿Cómo?"

"En el matrimonio."

"¡Pfff! No, la historia de Lady Ingrith es verdad. Todos sabemos que el rey Edgar se folla cualquier cosa que
tenga pechos. Sus bastardos desparramados por el mundo deben ser innumerables".

"Sí, es cierto. Y recuerdo cómo Eric Bloodaxe mató a una docena de sus hermanos para allanar el camino de
su ascenso al trono, una vez en poder de su padre, Harald I," relacionó Bolthor. "De hecho, el padre de su
padrastro, Thork, otro de los hijos de Harald, escapó del terror de Eric sólo porque renunció a cualquier
reclamo."

"Los hombres por el poder hacen cosas extremas", estuvo de acuerdo John.

"Ah, es por eso que afeitaron a los niños." Dijo Bolthor.

John asintió, y todos se rieron ante la ingenuidad de Ingrith por la idea de hacer pasar a Henry por Samuel,
con ese color de cabello único.
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"Creo que voy a afeitarme la cabeza ", dijo Hamr.

"¿Quéeee?" Exclamó el resto de ellos. "Ayudaría a reforzar el cuento de los piojos que inventó Lady Ingrith."
Hamr miró a cada uno de ellos, viendo que necesitaba ser aún más convincente. "Además, he oído que las
mujeres adoran a los hombres calvos. Tiene algo que ver con juegos perversos en la cama".

Todos quedaron en silencio y luego, pensando exactamente lo que esos juegos amorosos podrían implicar.

"Ordulf, se vería particularmente guapo con una cabeza calva, pero manteniendo el bigote y la barba."
Cuando Hamr tenía una idea, la seguía hasta la muerte.

"¿De verdad lo crees así?"

"Las mujeres sin duda te echarán una segunda mirada," sostuvo Hamr. "Sobre todo tu esposa."

"Ahora que lo pienso," dijo Ordulf golpeándose ligeramente la barbilla pensativo, "Balki el Calvo, un
8
Berserker danés, afirmó que podía satisfacer a una mujer cinco veces en una sola revolcada."

"También afirmó que podía cortar tres cabezas enemigas con un solo golpe de su hacha de combate," se
burló John.

"No entiendo." La frente de Bolthor se frunció por la confusión. "¿Cómo puede una cabeza calva ayudar en
los escarceos amorosos?"

"Tiene algo que ver con una mujer que monta un caballo calvo, me parece", dijo Hamr, justo antes de
sumergirse en el agua, donde permaneció durante un largo rato. Cuando regresó a la superficie con un
chapoteo, llevaba su largo cabello aferrado en un puño y los encontró a todos riendo.

Y cuando salieron de la casa de baños un largo tiempo después, todos estaban calvos.

Era una situación peluda...

Ingrith estaba en la cocina enseñándole a Ardith, la mujer que estaba entrenando para ocupar el cargo de
cocinera, cómo preparar una salmuera de puerro y eneldo para peces de agua dulce cuando Katherine corrió
a la cocina y le dijo: "Ven. Rápidamente. Debes ver esto."

8
Los berserker (también ulfhednar) eran guerreros vikingos que combatían semidesnudos, cubiertos de pieles. Entraban en
combate bajo cierto trance de perfil psicótico, casi insensibles al dolor, fuertes como osos o toros, y llegaban a morder sus escudos
y no había fuego ni acero que los detuviera.

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Ingrith se limpió las manos en un trapo y siguió a Katherine a la puerta de atrás. Viniendo de la casa de
baños, con zancadas amplias y seguras, había cuatro hombres grandes. Todos ellos tan calvos como el
trasero de un bebé.

Y uno de ellos era John.

"¿No son el espectáculo más hermoso que haya visto jamás?" suspiró Katherine. "Me parece que voy a
perdonar a mi marido esta misma noche."

Los ojos de Ingrith se llenaron de lágrimas, y se puso una mano sobre su corazón. Ella sabía por qué lo
habían hecho, y se conmovió profundamente. Y, sí, John se veía tan guapo como el pecado.

"¿Qué? ¿Estás llorando?" dijo John cuando se acercó. "¿Me veo tan mal?"

"No, te ves tan bien." Y era la verdad. Su cabeza sin pelo, sólo resaltaba la belleza de sus rasgos esculpidos y
sus convincentes ojos azules.

John negó con la cabeza hacia ella. "¡Ingrith, Ingrith, Ingrith! No debes decirme eso".

"¿Por qué?" dijo secándose sus mejillas mojadas con el borde de su delantal.

"Porque me gusta mucho."

"Miren", dijo Hamr dando codazos a John. Bolthor y Katherine estaban en estrecha conversación. Muy cerca.
Y Ordulf estaba rodeado de varias jóvenes doncellas, todas queriendo tocar su cabeza, pero su mujer se
acercó y se lo llevó de la oreja, lo que permitió que le susurrara algo al oído. Algo travieso, si el rubor de su
esposa era una indicación de ello.

Llevando a John a un costado Ingrith dijo, "Tú no tenías que hacer esto."

"Lo sé."

"Pero estoy eternamente agradecida de que lo hayas hecho."

"¿Cuán agradecida?"

"¡Mhhhh! Me das tantas señales confusas, John. Me tientas, luego me repeles".

"Estoy confundido en mi interior, es por eso." Él le dirigió una mirada tan caliente que sintió como si sus
entrañas estuvieran derritiéndose. "Pero aún no puedo casarme contigo."

Ella le dio una palmada en el pecho por hacer esa declaración. Una vez más. "He tenido tanto miedo. Sentía
como si una carga muy pesada me estuviera tirando hacia abajo".
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"Eres demasiado independiente. Tal vez necesitas dar un paso al costado y por una vez pedir ayuda".

"Yo soy la única en la que realmente puedo confiar."

"No es cierto. Tienes una familia. Amigos". Hizo una pausa. "A mi".

Ella lo miró, todavía llorosa, luego se lanzó hacia él, abrazándolo con fuerza con los brazos envueltos
firmemente alrededor de sus hombros, su cuerpo apretado contra el suyo, desde el pecho hasta las rodillas.
Así sorprendido fue que él la envolvió en un abrazo, para evitar que se cayera, sin duda, pero pronto le
estuvo acariciando la espalda, ya sea intencional o no. Y se sentía bien.

Contra el oscuro hueco de su cuello, ella respiró hondo el perfume de su piel almizclado y limpio y susurró:
"Gracias."

Él se rió y extendió sus manos por la espalda hasta las nalgas y de nuevo las depositó en su cintura.

Estremecimientos y olas de calor siguieron su estela.

"El placer es mío, mi señora. Sin duda, mi placer".

Cuando sus emociones durante este último giro de los acontecimientos se calmaron, Ingrith se dio cuenta de
algo sorprendente... y no del todo desagradable. John la quería. Como un hombre quería a una mujer. Ella
podía afirmarlo por la dureza de su erección presionando contra su vientre y por el rápido latido de su
corazón todavía apretado contra su pecho.

Aun manteniéndose abrazada a sus hombros, ella se echó hacia atrás para estudiarlo. No se veía feliz.

"Esto no puede ocurrir entre nosotros, Ingrith."

"¿Por qué?" ¡Santo Thor! Ella no podía creer que hubiera hecho esa pregunta.

"Debido a que no puedo ofrecerte un final honorable."

"¡El matrimonio de nuevo! ¿Por qué sigues insistiendo sobre ese tema? Yo nunca te pedí que te casaras
conmigo."

"Ah, pero tú y yo sabemos que algo está chisporroteando entre nosotros. Si no nos detenemos
terminaremos en la cama, tan seguro como la sal. Durante quince días, al menos si no nos interrumpen."

¿Qué haríamos durante quince días? La perspectiva le perturbó la mente... y otras partes del cuerpo. Ella
sonrió, una sonrisa lasciva y malvada que ni siquiera sabía que era capaz de hacer.

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"¡Ingrith!" Gimió y la abrazó con fuerza de nuevo, besando su cuello, luego murmurando en su oído. "¡Te
deseo tanto!"

"Yo también te deseo." Por primera vez en su vida, comprendió que era verdad lo que sus hermanas decían,
que las mujeres podían sentir lujuria, también.

Para su decepción, sin embargo, él la alejó poniendo sus manos en sus brazos. "¡Basta!"

"¡Cobarde!"

"Tienes razón maldita sea, soy cobarde. Tu padre pondría mi cabeza en una bandeja".

"No, si no se entera." ¡Por todos los dioses, ella estaba rogándole a un hombre! ¿Qué tan lamentable era
eso?

"Eso no va a suceder." se alejó de ella, sin esperar su respuesta.

Si hubiera esperado, la habría oído decir, "¿Querrías apostar una moneda sajona, milord Hawk?"

Una vez que a Ingrith se le metía una idea en la cabeza, la seguía hasta el amargo final. Excepto que el final
que ella tenía en mente ahora no sería amargo en absoluto.

No eran los únicos que estaban despistados...

John miró con consternación delante de él. Hamr había viajado hacía poco tiempo hacia Jorvik con una
media docena de housecarls para ver qué podía averiguar sobre Loncaster y verificar la disponibilidad del
drakkar para viajar a Ravenshire. En su afán de difundir sus cuentos sobre el éxito sexual de los calvos, Hamr
había dejado al menos otros veinticinco hombres con la cabeza rapada, y algunos de ellos con heridas
sangrientas y parches peludos en la espalda. Incluso Ubbi se había afeitado su pequeña cabeza y ahora
verdaderamente parecía un gnomo. Los pocos hombres del norte en sus filas eran conocidos por su
vanidad... y habían hecho un arte del afeitado. Algunos con las cabezas calvas excepto las trenzas de guerra,
algunos de ellos con sólo la parte posterior y los lados afeitados, algunos con sólo una estrecha franja de
pelo a la izquierda desde la frente a la nuca.

Estaban creando una nueva moda entre los hombres de Hawk’s Lair, la noticia se difundiría por todas partes.
Justo lo que quería. ¡Más atención dirigida hacia su casa!

"¿No es agradable ver que tantos hombres se preocupen por la protección del niño?" le susurró Ingrith
desde su asiento en la mesa principal.

"¿Eh? Nadie sabe de Henry, excepto tú, yo, Bolthor, Hamr y Ordulf. El resto han sido llevados a creer que
una cabeza calva equivale a tener mejor sexo".
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"Oh", dijo ella, como si entendiera, cuando en realidad no podía entender.

Mientras que pasaba el tema de la moda, pensó, ¿tenía Ingrith que verse tan bien? En lugar de su túnica
nórdica y su delantal, ella llevaba un vestido verde jade al estilo sajón, su brillo contrastaba con el azul de
sus ojos. El vestido era de cuello alto con mangas y largo hasta los pies, pero lo suficientemente fino como
para que él pudiera imaginar lo que estaba debajo con todo detalle. Su pelo, que por lo general llevaba
trenzado en una corona sobre su cabeza, estaba suelto esta noche, en ondas colgando hasta la cintura pero
despejado de la cara y asegurado detrás de las orejas con una diadema de plata fina.

Si ella supiera lo mucho que quería lamer el pequeño lóbulo expuesto, trazando las vueltas con la punta de
la lengua, respirando su pasión en el oído.

Pero entonces con consternación observó lo que se presentó ante él. Una lubina del tamaño de una
pequeña ballena estaba asentado en lo que debía ser una zanjadora construida especialmente. ¿Cómo había
obtenido un pez de agua salada si el mar estaba tan lejos de allí? Rellena con sólo Dios sabía qué, nadando
en una salsa que se parecía a la leche cuajada, con una gran manzana en la boca. El plato probablemente
tenía un sabor delicioso, pero ¿qué demonios estaba pasando en su vida que iba a tener una comida fuera
de lo común todos los días de su vida?

"¿Qué opinas?" Preguntó Ingrith.

"Increíble," fue lo mejor que se le puso ocurrir.

"Gracias."

No había querido que sonara como un cumplido. "Ingrith, mis hombres van a engordar si sigues
alimentándolos de esta manera."

"Parece que les gusta mi comida." se erizó.

¿Sabría que cuando ella se ponía rígida como ahora sus pechos sobresalían tentadoramente hacia afuera?
Pero, ¿qué fue lo que dijo? Algo acerca de que a sus hombres les gustaba su comida. "Por supuesto que sí.
Lo que no me gusta es el costo de tanta maravilla" Lo intentó pero no pudo controlar el sarcasmo de su voz.

"¿Estás de mal humor de nuevo? ¡Zoquete! Tu mal humor no se debe a la comida, ¿verdad? ¿Quieres que
me marche?".

"Sabes que eso no es cierto." Y ese es el problema. Yo quiero que te quedes demasiado. De hecho, Lo deseo,
y punto.

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"Lo que sé es que estás ocultando tus emociones detrás de alguna pared." Ella echó la cabeza para atrás
volviendo el cabello a su espalda. La luz de las antorchas atrapó los tonos dorados y captó el olor de algo...
¿hidromiel?

Tonterías, tonterías, tonterías. Ahora ella va a analizar mis sentimientos. Me pregunto qué haría si me
inclinara y oliese su pelo. "No me acuses de cobarde de nuevo, te lo advierto."

"Lo que sé es que te privas de lo que quieres por alguna nobleza fuera de lugar."

"La nobleza es la última cosa que aprecio." Definitivamente era hidromiel.

"Lo que sé es que estoy harta de tus idas y vueltas."

"Tú no sabea nada, Ingrith. Nada en absoluto", escupió, luego cedió a sus inclinaciones y puso la cara junto a
su pelo, aspirando profundamente. "¿Por qué hueles a hidromiel? ¿Acaso te bañas en la bebida?"

"Yo enjuago mi cabello con cerveza... o ale... o hidromiel. Esto hace que sea más suave".

Él le acarició el pelo. Definitivamente suave. "Juro, mujer que vas a agotar mi reserva de miel, y también la
de aguamiel." Y harás puré todas mis buenas intenciones.

"¿Lamentas la pérdida de una taza de hidromiel?"

"Sólo si se desperdicia en el pelo. A menos que... ¿puedo beberlo después?"

"¡Qué idiota!"

"Me parece que podría tener que investigar más a fondo. Acaso tenga que quitarte tu vestido, en mi alcoba,
para que pueda comprobar si tienes esencia de hidromiel en otros lugares", bromeó.

Pero ella no pareció apreciar su broma. "¡Idiota libidinoso!" dijo alejándose y mirándolo con tal expresión de
repugnancia que él se estremeció. ¡Es una reacción exagerada! Yo no soy lujurioso... ni idiota. ¿Lo soy? Ella
se habría ido de la sala si Bolthor no hubiera estado observándolos en ese momento y tosió para llamarle la
atención.

John le puso una mano en la rodilla obligándola a sentarse otra vez.

Ella le dio una palmada en la mano.

"Esta es una oda a los hombres despistados" anunció Bolthor.

"Esta es una maravillosa maldición," murmuró John.

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"¿Hombres despistados? ¡Apoyo eso!", Dijo Ingrith, mirando por encima de Katherine, que estaba sonriendo
como un gato que se había tragado toda la crema en la torre del homenaje. Ella y Bolthor habían tomado
una siesta esa tarde y no habían salido hasta la hora de la cena. Dieron prueba de que el sexo no se apaga ni
siquiera en la mediana edad considerando que Katherine estaba en sus cuarenta y pocos años, y Bolthor
ciertamente había visto más de cincuenta inviernos.

Los hombres son muy despistados, sean vikingos, sajones o escoceses.

‘Nuestras damas obtenemos, como a las abejas en celo. Con regalos bonitos, fuertes abrazos, joyas valiosas,
o palabras hermosas. Las convencemos y las engatusamos, pero a sus pies siempre estamos. Sabemos que
pedir y mendigar. Pero, ¿quién podía saber que la mente de una mujer encerraba un misterio de tanta
simpleza? encontrar que todo lo que necesita en un hombre es una calva cabeza. Y así, sólo así tenerla en la
cama será una certeza’.

Todo el mundo aplaudió, incluyendo a John, agradecido de que por una vez no llevara la peor parte en las
sagas de Bolthor. También agradecía que hubiera distraído a Ingrith de su disgusto con él.

"Yo quiero pedirte un favor", dijo Ingrith en su oído.

No tan distraída, pensó con un gemido interior. Podía decir por la expresión de su cara que iba a ser un gran
favor. Él sacudió la cabeza negando vigorosamente.

"¿Cómo puedes negarte antes de escuchar lo que voy a pedirte?"

"Sea lo que sea, no voy a hacerlo".

"Quiero que me hagas el amor."

Su boca se abrió, y casi se cae de su asiento. Sus palabras le hicieron cosquillas en sus cojones y por lo tanto
causó que su polla se alzara hasta saludar al cielo. "¿Te has vuelto loca?"

"No. Tampoco he perdido mi virginidad, pero quiero hacerlo".

"¡Ingrith!" Su parte favorita del cuerpo casi estaba bailando una giga. ¡Abajo, polla, abajo!

"Me han dicho que las mujeres se ven diferentes después de haber sido desvirgadas. ¿No sería eso una
prueba más para Loncaster de que tenemos una relación amorosa?"

Concéntrate, John. No pienses en follar o en cómo se vería desnuda, o en cuánto te va a gustar concederle
ese favor. Debes ser caballeroso. "Pensé que la historia de la epidemia de piojos y las cabezas calvas eran
suficiente para convencerlo."

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"Eso también."

"Tu padre y doscientos guerreros estarían aquí en un santiamén, todos buscando mi cabeza."

"Él nunca se enterará."

Oh, lo dudo. Los padres tienen una forma de detectar estas cosas. "Tú misma dijiste que las mujeres se ven
diferentes. Tu padre lo sabría".

"No trates de confundir la cuestión."

¿Confundir? Yo no soy el que está confundido. Bueno, yo no soy el único confundido.

"Simplemente no me quieres."

Si te quisiera más, estaríamos dándole un espectáculo a mis tropas revolcándonos sobre la mesa, ¡AHORA!

"Si me pareciese a Joanna, seguro que estarías de acuerdo." Ella chasqueó los dedos. "Ella es mayor que yo,
así que, allí debe radicar mi falta de encanto."

Este tema está empezando a molestarme. Tengo que salir y... hacer algo. "Ingrith. Tú tienes atractivos en
abundancia. Esto no tiene nada que ver con Joanna o cómo te ves."

"Tengo casi treinta y un años. Hay pocas posibilidades de que me case. Me parece que me merezco la
experiencia de hacer el amor al menos una vez".

"¿Crees que si hacemos el amor, yo sería capaz de detenerme después de una vez?"

"Bueno, dos veces."

"¿Qué te parecen veinte o cincuenta años...?" Y alrededor de un centenar de posiciones y lugares diferentes.

"Bromeas."

Él se la quedó mirando.

Pero la bruja astuta tenía más recursos que él. Colocó una mano sobre su ombligo, y le dijo: "Haces que mi
vientre se moje todo el tiempo."

Contó hasta diez en silencio.

"¿Qué tiene Joanna que yo no tenga? ¿Estás enamorado de ella?"

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Él levantó la mano para tirar de su propio cabello antes de que se diera cuenta de que no tenía nada para
tirar. Al menos, su persistencia había disminuido su incómoda erección. A mitad de camino. "Joanna es una
comodidad para mí, y yo lo soy para ella. Tiene algo que yo necesito. Además, los hijos mayores de su primer
marido la han hostigado para quitarle el puesto de Coppergate, y yo la ayudo a ejercer sus derechos de
dominio absoluto. Soy un compañero para ella... un compañero sexual en ocasiones, cuando es conveniente
para los dos. Eso es todo".

Su ceño estaba fruncido por la concentración. "Algo falta aquí."

Mucho falta aquí, pero no estoy dispuesto a revelarte todos mis secretos gato curioso. Él inhaló y exhaló
varias veces. "No voy a casarme, y no voy a hacer el amor contigo. ¿Queda claro?"

"Como el agua." Dijo, y colocó sus manos sobre la mesa, pensativa. Sólo Dios sabía lo que pasaba por su
cabeza ahora.

"¿Entonces estás de acuerdo con lo que te he dicho?" preguntó Finalmente.

"Por supuesto que no. Estoy pensando en la forma de convencerte".

Eso es lo que él temía. ¡Y al diablo con la caballerosidad!

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Capítulo 9

Se podría decir que ella era un vikingo...

Ingrith estaba bastante segura de que estaba bajo un hechizo. En sus casi treinta y un años nunca se había
excitado con sólo mirar a un hombre. De hecho, no estaba segura de haberse excitado alguna vez.

Él la miró, y ella se derritió.

Se lamió los labios, y ella se derritió. La rozó al pasar, y ella se derritió. Él batió sus pecaminosamente largas
pestañas, y ella se derritió. La miró fijamente cuando pensó que no se daría cuenta, y ella se derritió. Incluso
la excitaba su estúpida cabeza calva.

"¿Cómo se puede deshacer un hechizo de amor?", le preguntó a Katherine, que estaba sentada junto a ella
en la cocina, mientras limpiaban guindas para hacer una tarta. Ardith, la nueva cocinera en formación, se
encontraba en el otro extremo de la larga mesa preparando una docena de testículos de capones para ser
asados para la cena, bajo la supervisión de Ingrith.

Katherine la miró antes de hablar. "¿9El halcón te tiene bajo su hechizo?"

"Bueno, no es precisamente su hechizo. Si por él fuera, ya habría desaparecido. Yo, por otro lado, he
desarrollado una atracción extraña hacia el patán".

"¿Extraña en qué sentido?"

"Cuando él me mira, siento que las chispas se encienden dentro de mí y me queman."

Katherine asintió con la cabeza. "¿El calor se inicia en tu horno?"

"¿Mi horno?" chilló Ingrith, y luego se rió. "Se podría decir que sí."

"Me casé y enterré tres maridos antes de conocer a Bolthor, todos ellos eran unos cerdos. Juré que no
volvería a casarme de nuevo, a pesar de los esfuerzos del rey Edgar, y mucho menos con un vikingo. Crecí en
tierras sajonas, temiendo y odiando a los invasores nórdicos. Pero cuando conocí a Bolthor, me sentí
perdida. Y, sí, con la madurez, a veces todo lo que se necesita es una mirada ardiente".

9
Acá hace referencia a un juego de palabras, ya que habla de The Hawk,, apodo de John y su traducción es “el halcón”

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"Tengo casi treinta y un años. Yo crecí en una casa Noble rodeada de guerreros, muchos de ellos demasiado
viriles para su propio bien. Más de una veintena de hombres me han pedido en matrimonio, varias decenas,
a decir verdad, y no todos ellos eran inaceptables. Sin embargo ni una sola vez me han hecho sentir lo que
me inspira Lord Hawk".

Katherine se encogió de hombros. "Los hombres sabios de todas las épocas han tratado de entender este
concepto de la atracción masculina/femenina. Me parece que Dios, o los dioses, nos diseñaron para desear
al hombre de nuestros sueños, como una manera de continuar la procreación. De lo contrario, deberíamos
enviar a los imbéciles al demonio".

"Pero a ver, ese es el problema. John me dice que no se casará jamás. Y él no quiere tener hijos, nunca."

"Hmmmm. Ahora sí que suena extraño. Aun así, si realmente lo quieres, no hay manera de que pueda
resistirse".

"¡Ja! Eso es precisamente lo que está haciendo. Resistiéndose. Debo confesarte que le pregunté si quería
hacer el amor conmigo... sin el beneficio del matrimonio... y se negó."

Los ojos de Katherine se agrandaron por la sorpresa. Dejó el cuchillo y empujó el plato de cerezas a un lado.
"Sólo necesitas un plan."

"¿Un plan?"

"Un plan para tentarlo."

"¡Oh, mi dios!"

"¿Te interesa?"

"¡Oh, mi dios!" dijo y luego agregó. "Por supuesto."

"Debes pensar en ti misma como una araña, y en Lord John como una mosca desventurada. Lo que debes
hacer es atraer al hombre a tu red".

Ella gimió ante la perspectiva. Sería una red de engaño.

"Esto es lo que debes hacer," le aconsejó Katherine: "Primero..." Comenzó a detallar una serie de
estratagemas que Ingrith debía poner en práctica para atraer a John a su lecho.

Cuando Katherine llegó al Número Doce, la mandíbula de Ingrith casi tocaba su pecho.

"¿Crees que eres capaz?" preguntó Katherine. "¿Aceptas el desafío?"

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Ingrith le dio una respuesta inmediata. "Mi padre siempre decía: 'Un vikingo siempre acepta un desafío.' Y yo
soy vikinga hasta la médula."

"Lord Hawk no tiene la menor oportunidad" declaró Katherine con una carcajada.

Ingrith sólo tenía que esperar.

¡Oh, cariño!

Fue recién a finales de la tarde del día siguiente cuando Ingrith pudo poner en práctica su plan.

Había tenido que solucionar varias situaciones caóticas antes de eso. Henry estaba cada vez más perturbado
al darse cuenta de que estaba en peligro. Él era demasiado pequeño, a sus cinco años, como para entender
los asuntos de los reyes y los juegos de poder, pero alguien le debía haber dicho que los hombres malos
querían matarlo. Como resultado, se estaba comportando de una manera que sólo llamaría la atención
sobre sí mismo cuando Loncaster finalmente llegara.

Y Hamr ya había mandado a decir que el comandante sajón estaría allí en cuestión de días. Actualmente
Loncaster estaba acosando a los habitantes de Larkspur en el extremo norte, donde la hermana de Ingrith,
Breanne residía con su marido, Caedmon.

Después de la explicación más suave y paciente, Henry se sentó. Él y los otros niños entendieron lo
importante que era que guardaran el secreto, y que incluía a las dos chicas del burdel, que habían estado
llamando la atención sobre sí mismas en su trato con algunos de los hombres.

Luego estaba Ubbi. En realidad, el pequeño hombre se estaba volviendo más protector, no sólo de los niños
sino también de Ingrith.

"Observo que Lord Hawk te mira como si fueras un dulce. Debes alejarte del ogro.", aconsejó Ubbi, dándose
aires de importancia.

"¿Qué es lo que tienes contra Lord Hawk?" Le había preguntado, lo que había sido un error. Sólo le dio la
oportunidad de lanzarse a una diatriba.

"El ogro está lleno de sí mismo. Todas esas tonterías sobre las abejas son para encubrir su naturaleza
licenciosa".

No tan licenciosa si no quiere aceptar mi oferta. "¡Realmente, Ubbi! ¿Cómo puedes asegurar eso?"

"Nosotros los hombres tenemos forma de saberlo", le aseguró. "En todo caso, debes saber que algunos de
su pueblo participan en actos sexuales perversos, todos están involucrados en experimentos para evitar que
nazcan los bebés."
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"¿Qué? Nunca he oído hablar de algo así, es indignante."

"Es cierto." Ubbi asentía con la cabeza con convicción. "Él tiene a estas parejas follando como conejos, con
las pollas de los hombres untadas de miel."

"¡Ubbi!"

"Perdona mis palabras groseras, mi señora, pero es la verdad. Lord Hawk los hace untar con miel para evitar
que la simiente de un hombre arraigue en su compañera de cama, pero yo digo que eso es algo malvado."

Ubbi esperaba que ella se indignara, pero Ingrith se preguntaba si habría una conexión entre estos
experimentos y su afirmación de que él no podía, o no quería, tener hijos. De hecho, ella veía los cargos de
Ubbi como una pieza más de ese rompecabezas que era John de Hawk’s Lair. La única pregunta era por qué.

Finalmente, quedó libre para seguir al pícaro. Ella sabía que John solía trabajar en los campos de ejercicio
con sus hombres en la mañana... practicando con la espada, tiro con arco, lanzamiento de lanza. Por las
tardes, trabajaba en su cobertizo de miel, investigando las propiedades de la miel y atendiendo a algunos de
los sirvientes con los tratamientos de miel para diversas dolencias.

Para la primera parte de su plan de tentación, Ingrith modificó un vestido que había poseído durante años.
Era carmesí, de una lana tan suave que parecía tener pelos, como un gatito. Era de estilo modesto, con un
cuello redondo y manga larga, pero debido al material, se moldeaba a las curvas de su cuerpo. No usaría
delantal hoy, eso era seguro.

Cuando llegó a la caseta de la miel, entró, pero luego se puso de pie junto a la puerta abierta contra la
pared. En el otro extremo, había varias personas en fila esperando la ayuda de su amo.

La primera era una joven que tenía su túnica levantada hasta las rodillas. Parecía tener una erupción en sus
extremidades, que se habían irritado. La piel era de color rojo y en algunos lugares estaba en carne viva.

"Se trata de una mezcla de miel y vinagre y otros ingredientes hasta formar una pasta," estaba explicando
John mientras aplicaba el ungüento sobre sus piernas. "Debe aliviar el dolor y comenzar el proceso de
curación, pero no debes rascarte. Si lo haces, la erupción se hará peor y se extenderá, también."

La chica suspiró con alivio cuando, dándole palmaditas en la cabeza mientras le entregaba un cono de
pergamino engrasado lleno de crema.

"Mi madre dijo que te diga que va a enviarte algunos nabos de nuestro jardín como pago."

"Bueno. Nunca tengo suficientes nabos", respondió John, apenas ocultando una mueca. Ingrith sospechaba
que no le gustaban los nabos. Ni la col ni la espinaca.

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La siguiente era una mujer con un bebé que tosía. "Ah, pequeña, ¿cuál es el problema?" John tomó al bebé
recostándolo sobre el brazo derecho mientras usaba su mano libre para quitarle las mantas y los pañales.

"Herbert ha estado tosiendo por tres días", dijo su madre, con lágrimas en los ojos exhaustos.

"Deberías haber venido antes, Mary. Ahora, Herbie, veamos cuál es el problema." Usó un dedo mojado en
miel, para que su intrusión fuera más aceptable, examinó la boca y la garganta del niño. Pronto, estaba
entregándole a la madre un jarabe de miel y bayas para aliviar la tos. "No olvides poner un poco de
hidromiel en tu pezón cuando amamantes al bebé. El niño va a dormir más tranquilamente".

María le regaló una manta de lana tejida a mano.

Tres personas más fueron atendidas por John y sus artes " curativas ", mientras Ingrith esperaba. El pago de
estos servicios fue una jarra de vino franco, varias varas de tela transparente que utilizaba para la apicultura,
y un beso en la mejilla por una joven criada de pechos erguidos, con promesa de más si estaba interesado,
cosa que él no parecía estar.

Ingrith no pudo evitar sentirse impresionada por su conocimiento y compasión. Si no estaba ya medio
enamorada del hombre, lo estaría ahora.

Por último, se enderezó y lanzó una exhalación de alivio. Fue entonces cuando se dio cuenta de que ella
estaba allí de pie.

"¡Oh, No! ¡No tú! ¡Una vez más!"

No era un comienzo muy alentador para su plan. "¿Me estás acechando?"

"¿No puede una mujer buscar a un hombre para hablar?"

"¡No, no, no! No quiero escuchar más tu clase de charla. La última vez que me hablaste me preguntaste...
bueno, basta con decir que me tomó mucho tiempo recuperarme".

¡Bueno! Debo afectarlo, después de todo. Con una sonrisa, se acercó más. Ven aquí, mosca. Te voy a
enseñar mi telaraña.

Su mirada recorrió su cuerpo, envuelto en el material adherente. Podía sentir sus pezones erectos y se
preguntó si él los vería.

La respuesta se la dio cuando pasó la vista por encima de su pecho.

Sí, él los vio.

Aun así, se resistió. "No me vas a doblegar a tu voluntad, Ingrith. Ni siquiera lo intentes".
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"Yo no sé cómo podría hacerlo". Ya podía ver los hilos de su tela llegando hasta él.

"¡Ja! Ese vestido habla por sí solo de tu intención." Ella no trató de negar su acusación, pero se encogió de
hombros. Su corazón martilleaba contra las costillas mientras iniciaba su seducción.

"No te acerques, Ingrith."

"¿Por qué estás mirando mis labios?"

El borde de su boca se arqueó, pero luego su rostro se puso sombrío mientras repetía lo que era ahora una
frase conocida, "no voy a casarme contigo."

Estaba desconcertada y fascinada por esa confusión, que aparecía y desaparecía en su cara. ¿Qué era lo que
le preocupaba?

Al mismo tiempo, con sus cuerpos casi tocándose, ella podía sentir su calor y su excitación, como una nube
erótica rozándola. Sus pómulos, enrojecieron, como banderas de rendición. Para ella, al menos.

"Te sientes atraído por mí", insistió.

"Por supuesto que sí. Yo soy un hombre con sangre en las venas, pero tú eres peligrosa en todos los
sentidos".

"Tú curas a tu gente de todos sus males. ¿Por qué no a mí?"

Eso le arrancó una sonrisa. ¡Si supiera lo que sus sonrisas le hacían!

"¿Y cuál es tu enfermedad en particular, mi señora?" preguntó con un acento perezoso.

"Me duele".

Él arqueó las cejas.

"Aquí", dijo, y se llevó una mano a su bajo vientre.

"Que Dios me ayude", dijo en un gemido, luego abrió sus brazos hacia ella.

Las arañas no cogen moscas...

John cerró los ojos y se estremeció mientras abrazaba fuertemente a Ingrith. ¿Cómo puede algo tan malo
sentirse tan bien?

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Así excitada se sentía desorientada, se estremeció con sus esfuerzos por mantener el control. La persistencia
de Ingrith lo excitaba, sin duda realzado por su largo período de auto - negación. Pero él tenía que poner fin
a esta tentación.

"Ingrith. Dulzura". Trató de alejarla de él, pero sus brazos se aferraban con tanta fuerza en su cuello, como
si fueran esposas, y... ¡Dios mío! Ella estaba frotando sus senos contra su pecho y haciendo eróticos sonidos
de satisfacción. Tendría que estar al tanto de su miembro entusiasmado pulsando en su abdomen.

"¡Alto!" Dijo con firmeza, haciendo palanca para arrancarla de su cuello y obligándola a pararse a un brazo
de distancia. Con las manos en los hombros, la hizo detenerse. "Esto no debe suceder."

"¿Por qué?" gimió.

Con un profundo suspiro de rendición, le dijo, "Yo te diré por qué. Que Dios me ayude, pero voy a decirte
por qué." Bajó las manos hasta la cintura y la levantó para sentarse en su taburete.

Se alejó un poco, sin poder hablar ante la mirada de pasión, y decepción en su cara.

"Tú sabes que yo soy el hijo ilegítimo del conde de Gravely."

Ella asintió con la cabeza. "¿Qué tiene que ver eso…" detuvo sus palabras con una mano levantada.

"Mi nacimiento es el resultado de la violación de Steven de Gravely a mi madre."

Ella se quedó sin aliento. "No lo sabía."

"No mucha gente lo sabe. Steven era un hombre malvado, Ingrith. Insano, si quieres saberlo. Y yo llevo la
misma sangre".

"Oh, John, yo llevo la misma sangre de mi padre, que es arrogante hasta no creer. Y cruel en la batalla, según
me han dicho. ¿Y lujurioso?" Ella puso los ojos en blanco. "No hace falta comprobarlo... cinco esposas hablan
por sí solas."

John sonrió con tristeza. "Esto es diferente. Las cosas despreciables que mi padre hizo en su corta vida son
evidencia de una locura que tengo dificultad para describirla, y no fue sólo en la batalla. La violación es el
menor de sus pecados. El asesinato, incluso de niños y mujeres inocentes. La tortura. La sodomía. Sólo Dios
sabe qué más. Su hermano Elwinus se internó en una orden de clausura con los monjes cuando era un niño,
debido a las cosas que vio en la finca Gravely. Tal vez él experimentó la locura personalmente".

"¿Qué es lo que estás tratando de decirme?"

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"Te estoy diciendo que la locura corre en mi sangre, y me niego... Me niego... a traer un niño a este mundo
con esa perspectiva pendiendo sobre su cabeza."

Las lágrimas brotaron de sus ojos. Lástima, sin duda. Le tenía lástima. Un sentimiento del que podía
prescindir. Se puso rígido y levantó la barbilla desafiante. "Es por eso que me reúno con Joanna en alguna
ocasión. Ella es estéril".

"¿Por qué no te casaste con ella? Por lo menos, podrías aliviar tu cuerpo sin repercusiones cada vez que tu
savia entra en ebullición".

"Mi... mi savia?"

"¿Es porque ella es de una clase inferior?"

"Todavía estoy atrapado en la ‘savia en ebullición’"

"No finjas que no entiendes. Es cuando la virilidad de un hombre se pone tan llena de savia que debe
encontrar alivio o reventar".

Ella no puede ser tan crédula. ¿O sí? "Yo nunca he oído tu teoría antes, sobre todo la referencia a la
ebullición."

Ella entrecerró los ojos, tratando de determinar si se estaba burlando.

Mantuvo el rostro serio, aunque en realidad se moría de risa por dentro.

"No has respondido a mi pregunta. ¿Por qué no te casaste con Joanna?"

"Le pedí matrimonio pero Joanna no aceptó."

Ella se estremeció y cerró los ojos por un momento, como si él la hubiera golpeado.

"Joanna prefiere su vida independiente en Jorvik. Y se niega a abandonar el comercio de su esposo en manos
de sus hijos codiciosos".

"Lo siento... por ti."

"No tengas pena por mí", espetó. "Cómo te he dicho, lo nuestro es simplemente un asunto práctico."

"¿No sienten nada el uno por el otro?"

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Sonrió. "Nada en absoluto." La tristeza se reflejó en su cara. "No quiero hacerte daño, Ingrith. Pero parece
que la franqueza es la única manera en que puedo hacerte entender".

"Todavía no entiendo, tonto." Ella se limpió los ojos y se bajó del taburete. "¿Alguna vez has lastimado a un
niño? ¿Alguna vez has violado a una mujer? ¿Sientes ganas de hacer cosas pervertidas?"

"Sólo contigo", dijo, y de inmediato se arrepintió de su ligereza.

"No puedo aceptar que tengas sangre mala. Simplemente no puedo".

"Pregúntale al esposo de tu hermana Tyra. Adam el Sanador. Su padrastro Selik sufrió duramente la mano
de mi padre. No sólo violó a la primera esposa de Selik, sino que también clavó la cabeza de su hijo pequeño
en una pica".

La repugnancia finalmente se filtró en la cabeza de Ingrith, y casi se desmayó a sus pies. Puso sus manos
sobre sus brazos para ayudarla a mantener el equilibrio.

"Ahora ves por qué no puedo estar contigo. No puedo correr el riesgo de embarazarte. No quiero que
llegues a amarme."

"Me temo que es demasiado tarde", dijo ella, recogiendo la falda en una mano. Cuando se volvió para irse,
replicó: "Ya estoy enamorada de ti."

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Capítulo 10

En la batalla de los sexos, los hombres rara vez ganan...

Ya hacía dos días que John evitaba hablar, acercarse o tocar a Ingrith. Se mantenía alejado de la muchacha
demasiado tentadora como de un mal sarpullido.

Pero estaba decidido a ello. De hecho, estaba empezando a referirse a ella en su mente como "la pegajosa"
debido a que se pegaba a alguien o algo, hasta que conseguía lo que quería. ¿Por qué sino él había
terminado albergando una manada de huérfanos, entre ellos el hijo ilegítimo del rey? Por la pegajosa,
seguro que sí.

Bolthor probablemente podría crear una gran saga con ese título, pensó haciendo una mueca.

Pero ella lo encontró, finalmente... bueno, lo atrapó mejor dicho... en el pasillo fuera de su dormitorio
cuando estaba a punto de bajar para la cena, luego de haber pasado toda la tarde inmiscuido en sus labores
con las abejas. El trabajo era su salvación.

Él casi saltó por la impresión. "¡Ingrith! ¿Por qué estás abalanzándote furtivamente sobre mí?"

"Yo no me abalancé. Simplemente esperé en las sombras hasta que saliste." Debía haber visitado la casa de
baños, porque la trenza estaba húmeda y los zarcillos enmarcaban su rostro sonrojado. Se retorcía las
manos nerviosamente.

Él no quería pensar en por qué su cara estaba enrojecida o por qué la mujer generalmente inquebrantable
ahora se mostraba tan nerviosa. Sin duda, eso no presagiaba nada bueno para él.

"Si yo me hubiera abalanzado, habría irrumpido en tu dormitorio."

¡Ahora, rápido, una respuesta a eso! "¿No podías esperar hasta que bajara a cenar?"

"No. Me estás evitando".

"¿Y eso no te dice algo?" Como... ¡aléjate de mí! "¿Dónde está tu dama de compañía?"

"¿Mi dama de compañía?"

"El gnomo. Por lo general se esconde en tu sombra, para protegerte de mis intenciones lascivas. Lo que no
sabe el cerebro de mosquito que soy yo el que necesita protección".

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Sus manos se retorcían tanto que ahora estaban en puños. ¡Por todos los santos! Era divertido irritar a esta
mujer.

"Estás siendo malo conmigo."

"¿Funciona?"

"No. Tengo que decirte algo importante... algo que acabo de saber, que es posible que no sepas. Con
certeza, no creo que..."

Su cabeza se alzó. "¿Loncaster está aquí?"

"Por supuesto que no. Tus guardias habrían dado la alarma. Además, Ordulf habría venido corriendo."

"¿No será otro secreto que te olvidaste de compartir conmigo? No, eso no puede ser. Tu ojo no está
titilando." Suspiró profundamente. "¿Qué pasa ahora?"

"¿Cómo puedo decírtelo si me sigues interrumpiendo? Esto es personal".

"¡Uh, oh!"

"Debemos entrar a tu alcoba para discutirlo."

"Definitivamente no tenemos que entrar en mi habitación." Ahora sería el momento de echar a correr.
Rápido.

"¿Por qué? ¿Me tienes miedo?"

"Terror." ¡Corre, Hawk, corre!

"¡Basta de bromas!"

"¿Quién está bromeando?" Si ella se lame los labios una vez más, yo podría...

Lo rodeó para abrir la puerta del dormitorio. Luego se volvió para mirarlo en el medio del pasillo. "¿Y bien?
¿Entras?"

"¿Tengo que hacerlo?"

Ella cogió su brazo y lo arrastró adentro, luego cerró la puerta tras ellos.

En circunstancias normales, sería divertido, pero Ingrith estaba yendo demasiado lejos. Ser desobediente era
una cosa, forzar su atención era otra muy distinta. Se apoyó contra la puerta cerrada, con los brazos

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cruzados sobre el pecho. "Manos a la obra, Ingrith. Tengo hambre y quiero comer. ¿Qué menú tenemos esta
noche, por cierto?"

Ella ignoró su sarcasmo mientras se paseaba por la pequeña habitación, parecía estar luchando por
encontrar las palabras adecuadas. "Yo estaba hablando con Katherine, y ella me dijo que hay maneras de
prevenir la concepción."

"¿Qué?", Gritó. Apenas se contuvo para no sacudir a esa mujer problemática. "Te atreviste a hablarle de mi
problema a la esposa de Bolthor. ¡Maldita seas! El skald estará componiendo una oda sobre los hombres
célibes".

"Por supuesto que no le dije nada a Katherine. Estábamos hablando de que en general las mujeres cargan
con demasiados niños, hasta el punto de la muerte, y lo conveniente que sería si pudieran impedir que la
simiente de un hombre se arraigara, por lo menos de vez en cuando". Ella lanzó una exhalación luego de su
diatriba.

"Nunca en toda mi vida tuve este tipo de conversación con una mujer." Puso su rostro entre las manos y
contó hasta diez, luego la enfrentó. "Soy consciente de esos remedios a base de hierbas. Pueden o no
pueden funcionar, por lo general no lo hacen. Y yo no correría el riesgo".

Su rostro se ensombreció por la decepción.

"Este es mi problema, no el tuyo." Trató de ser amable con sus palabras cuando en realidad preferiría
estrangular a la muchacha por su interferencia.

"Es mi problema cuando te impide hacer el amor conmigo."

Oh, Dios mío, volvimos al tema prohibido.

"Y si dices que no te vas a casar conmigo otra vez, creo que me pondré a gritar."

Casi sonrió... hasta que ella salió con otra de sus sugerencias extravagantes.

"A veces en el orfanato rescatamos chicas de los burdeles. Nos han contado ciertas... cosas".

"¿Qué tipo de cosas?"

"Los actos sexuales que no implican... hummm, penetración," dijo ella rápidamente, como si necesitara valor
para no vacilar.

Cada parte del cuerpo de John se puso en alerta. Alerta sexual. Del tipo que espesa la sangre y endurece las
partes esenciales. Podía jurar que oyó un zumbido en sus oídos... un zumbido que presagiaba rendición. Esta

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mujer lo enojaba tanto... y lo excitaba. Un hombre normal no podría soportarlo.

"¡Que así sea!", Dijo. "¿Quieres hacer el amor, sin tener relaciones sexuales? Lo haremos, pero sólo bajo mis
condiciones."

"¿Qué condiciones?" Preguntó ella, vacilante. Pero su vacilación había llegado demasiado tarde.

"Vas a hacer todo lo que te ordene. Todo. Sin lugar a dudas".

"Pero…"

"Y una vez que hayas aceptado, no habrá vuelta atrás."

"Pero…"

"Todo está permitido. No importa si es grosero, húmedo, ruidoso, descarado, o sin sentido. Juego sexual...
el juego sexual... no es para los débiles de corazón."

"¿Quéeeee? John, sabes que soy una mujer que necesita tener el control sobre todas las cosas. Sería casi
imposible para mí hacer este tipo de cosas sin preguntar".

Él se encogió de hombros. "Eso es precisamente lo que te pido que me entregues. El control. Sólo en los
juegos sexuales. Puedes tener el control de la cocina y manejarla como quieras, hacer todo lo que quieras,
pero en mi alcoba las reglas son mías, el control es mío".

Su barbilla se levantó con altivez. No había manera de que esta mujer orgullosa le otorgara ese poder.

"De acuerdo."

"¿Qué?" Se ahogó. "Ingrith, te ofrezco una última oportunidad para escapar. Has nacido en una cuna noble.
Las mujeres de clase no se involucran en tales actividades."

"¿Las mujeres nobles no se involucran en relaciones ilícitas?" Primero la savia en ebullición, ahora relaciones
ilícitas. ¿De dónde saca esta información? "¡No cuando son vírgenes!" Él la miró fijamente durante un largo
momento. "Sé que ya te lo pregunté antes, pero eres virgen, ¿no es así?"

"Sí, lo soy. ¡Una virgen de treinta y un años de edad! Y ya estoy cansada de serlo, ¡maldita sea! Molesta
como un grano es mi virginidad".

Él se habría echado a reír, pero esta situación se estaba tornando casi ridícula, y no de una forma
humorística. ¡Suficiente! Tiempo para asustar a la moza. Obligarla a detener esta tontería.

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Él juntó los dedos y le inmovilizó la cara con una mirada deliberadamente lujuriosa.

Ella no se movió. ¡Bruja voluntariosa! "A pesar de todas las precauciones, tu virtud podría perderse".

"¡Oh, por favor! ¡Manos a la obra!"

¡La mujer pegajosa se había vuelto loca! Si pensaba que llevaría las riendas durante este paseo, estaba
completamente equivocada.

"Muy bien. Quítate la ropa. Toda. Poco a poco".

Se mordió el labio inferior para no sonreír, y se preguntó qué tan rápido iba a salir corriendo, llamándolo de
cualquier manera con su extenso vocabulario.

En cambio, se sorprendió al observarla. Lentamente, muy lentamente, se quitó toda la ropa, incluyendo
zapatos y medias. Se puso de pie delante de él en toda su gloria desnuda con un rubor que le cubría todo el
cuerpo y firme como un soldado. Una sirena camino a la guerra… sexual.

Era alta... con una cintura pequeña y piernas largas, con muchas curvas interesantes para ablandar los
huesos. Pequeñas colinas y valles que pedían exploración. Sus pechos eran altos y de un inusual color rosa
pálido, del color de la carne. Sus nalgas eran firmes... no caían en absoluto, lo cual resulta sorprendente para
una mujer de su edad. Pero no había tenido ningún hijo que por lo general era la causa de que los vientres
mostraran curvas y la parte inferior se expandiera. En su experiencia, y desafiando su entender, los hombres
felizmente casados amaban esas marcas en sus mujeres.

"Suéltate el cabello y déjalo caer." Ella hizo lo que le pedía, esa postura hizo que sus pechos se alzaran
atractivamente. Cuando terminó, Ingrith lo miró nerviosa, esperando su respuesta.

¿Cómo podía decirle ahora que todo era una broma? Su táctica demostraba lo inadecuado que era para
hacer ese tipo de maldades.

En cambio, el afectado era él.

Luchó una batalla silenciosa que ser caballeroso... y perdió. Era incapaz de resistir la intensa atracción que
había entre ellos, como había sido desde el principio.

"¿Y bien? ¿Vas a quedarte ahí como un nabo?" Preguntó ella, con las manos en las caderas. "¿Te rindes?"

El calor lo encendió, y luego se diseminó por su cuerpo frío. Nunca supo que la rendición podría ser una
quemadura tan dulce.

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Ella era un rápido aprendiz...

Por primera vez en su vida, la princesa Ingrith de Stoneheim, una mujer sensata... algunos podrían decir
mojigata por naturaleza, se paraba delante de un hombre, desnuda.

Y le gustaba.

Le gustaba la forma en que sus fosas nasales se dilataron mientras fingía que no le afectaba.

Le gustaban esas cosas que le había dicho acerca de que los juegos sexuales eran para los insensibles y no
para los débiles de corazón.

Le gustaba el hecho de que por fin... por fin... entendería lo que decían sus hermanas acerca del éxtasis y la
felicidad, aunque no llevara aparejada la penetración.

Y, que los dioses le ayudaran, le gustaba John.

Sin mirar hacia abajo, sabía que sus pezones estaban erectos, y sus pliegues inferiores estaban mojados con
el rocío de su excitación. Una nueva y extraña emoción interior la inquietaba y la ponía ansiosa por
comenzar el juego.

Oh, sabía que la orden de John de desvestirse lentamente era un descarado intento de humillarla para que
se retirase de su acuerdo renuente. Pero no le importó.

Él sonrió como un lobo y movió sus dedos, en un gesto para molestarla. "Voltéate".

Ella arqueó una ceja.

"Para que pueda examinar la mercancía."

A ella le gustaría mostrarle la mercancía... con un mazo justo en la cabeza. "Para que lo sepas... voy a estar
examinando tus mercancías después, también."

La risa que brotó de sus labios tenía un dejo de picardía. "No puedo esperar de la emoción."

Movió los dedos de nuevo.

Apretó los dientes y se volvió lentamente, al punto de partida, esperando que no tuviera en cuenta que su
trasero se balanceaba un poco o que tenía los pies grandes.

"Una vez más", dijo en un susurro ahogado.

Con una palabra grosera murmurada, ella giró de nuevo, esta vez más rápido. "¿Tengo tu aprobación?"
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"La tienes."

Su labio superior se curvó. "Entonces, ¿qué me falta en comparación con Joanna?"

"¿Por qué sigues hablando de Joanna? Ella no tiene nada que ver con nosotros." Dijo inhalando y exhalando,
como para darse tiempo para sus siguientes palabras. "Tú eres lo que eres, Ingrith. Hermosa."

Su corazón se aligeró. Oh, sabía que no era hermosa, pero al menos la encontraba pasable.

Pero luego agregó: "Es una bendición que no tengas hoyuelos en las nalgas ya que las mujeres de tu edad
suelen tenerlos."

Sus ojos lo fulminaron. ¿Se estaba burlando? ¿O realmente la veía como una mujer de edad avanzada?

Su rostro no dejaba traslucir nada mientras se acercaba a una silla y se sentaba. "Ven aquí, Ingrith."

Cuando ella se acercó, él la ayudó a sentarse sobre sus muslos extendidos.

Bajo su escrutinio constante, apenas podía pensar. "Esto no se ve bien", dijo ella, "yo desnuda y tú vestido."

"¿Ya estás renegando de nuestro acuerdo?"

"Eso te gustaría, ¿no es así?"

"En realidad, Ingrith, no, no me gustaría privarme de ti".

"¿Qué tengo que hacer?"

La expresión de su rostro era hambrienta y lujuriosa.

Estaba extrañamente complacida de poder tentar a un hombre así.

Él levantó sus pechos y le tocó los pezones ya erectos con los pulgares.

"¡Ohhh!" Podía haberle advertido que iba a hacer eso. Le dolían los pechos y podía jurar que sentía un pulso,
como un latido del corazón, entre sus piernas.

"¿Te gusta eso, dulzura?"

¡Imbécil! "No. Mis rodillas tiemblan así todo el tiempo".

"No temas. Yo te sujetaré".

"¿Es necesario hablar?" Pasemos a lo bueno.


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"¿Te has dado placer alguna vez acariciando tus senos?"

¿Eh? "Por supuesto que no." No sabía que podía. Él pasó una cantidad excesiva de tiempo con sus pechos a
continuación. Sobándolos. Masajeándolos. Apretando sus pezones. Una y otra vez, continuó la dichosa
tortura, hasta que le arrancó un maullido de satisfacción. Sólo entonces tomó un pezón en la boca y
comenzó a chuparlo profundamente.

"¡Aaaaaaahhhhh!" gimió. ¿Existía un placer comparable en este mundo? Con cada lamida y cada caricia, se
erizaron los vellos de su cuerpo, incluso en el cuero cabelludo. El pulso entre sus piernas era ahora
espasmódico.

"Sabes a maravillas", murmuró, abriendo la boca, contra su pecho. "¿Te gusta que te toque los pechos?"

"¿Saltan las ranas?" Hablar, hablar, hablar. El hombre se está convirtiendo en un charlatán.

Ahogó una carcajada, y luego reanudó su deliciosa tortura. De un pecho al otro, alternando sus atenciones. Y
entonces se detuvo.

Sus ojos azules estaban vidriosos y entrecerrados. Sus labios separados en un jadeo suave. "Tenemos que
reducir la velocidad."

¿Está loco? "No. Tenemos que darnos prisa", insistió, guiándole las manos a sus pechos de nuevo.

"Estoy comandando la nave, Ingrith", dijo, y retiró sus manos, pero casi de inmediato la levantó por la
cintura, para que pudiera colocar sus piernas a horcajadas sobre sus muslos.

¡Oh, Dioses! "Esto es escandaloso", protestó, tratando de juntar las rodillas para cubrir sus partes inferiores
expuestas.

"Sí, lo es," estuvo de acuerdo. "¿No es maravilloso?"

Balbuceó una protesta más, pero él separó sus muslos, abriendo los de ella aún más. Ingrith se remitió al
mutismo.

Pero luego llevó una mano a la nuca para acercarla a sus labios, su mano masajeó los tendones tensos en la
parte posterior de su cuello. Al mismo tiempo, la otra mano se movió sobre su espalda y acarició sus
caderas. Sus labios se movieron sobre los de ella de un lado a otro, como si buscara el ajuste perfecto. Y
entonces la besó con fervor.

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Asediada por las sensaciones, quería hacer una pausa en el beso, o en las caricias que la distraían, para
poder concentrarse en una cosa a la vez. Era demasiado. Y sin embargo no era suficiente. ¿Cómo iba a saber
lo que le gustaba, si todo le sucedía al mismo tiempo?

Y entonces se detuvo una vez más.

Perpleja y muy excitada, lo miró boquiabierta. Tenía los ojos cerrados y la cabeza echada hacia atrás.

Podía ver el latido salvaje del pulso en su cuello. Aunque aparentemente parecía estar bajo control,
mientras la miraba perezosamente a través de los ojos entrecerrados.

"Me parece que ya es hora de ir a cenar," dijo.

"¡Bromeas!"

"No, Siempre es mejor prolongar la anticipación de los juegos sexuales."

"¿Mejor para quién?"

"Para las dos partes."

Ella le dio un golpe en el pecho y trató de saltar de su regazo. Había sentido sólo una punzada de humillación
de pie, desnuda ante él. Pero ahora sentía la humillación en toda regla sentaba ante él abierta como un
melocotón maduro listo para comer, mientras él permanecía fresco y conforme tanto si seguían con el juego
o no.

Bueno, el juego había terminado para ella.

"Déjame ir," exigió, luchando contra sus brazos. "Esta disposición ha terminado. Nunca se me hubiera
ocurrido que los juegos sexuales fueran de esta manera. ¿Te satisface dejarme sin aliento y con ganas
mientras tú sigues siendo un observador indiferente?"

"¡Ingrith! ¿Es eso lo que piensas?" Él se rió. Ella lo golpeó de nuevo.

Él tomó una de sus manos y la colocó sobre el gran bulto en sus calzones. "Mira lo indiferente que soy ante
ti, dulzura."

"Entonces, ¿por qué te detuviste?"

"Debido a que Katherine está llamando a la puerta."

"¿Qué?" Chilló. "¿Cuánto tiempo ha estado llamando?"

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Él sonrió.

"¡Imbécil!" Esta vez la dejó bajarse de su regazo. Agarrando su túnica, la sostuvo delante de ella y abrió un
poco la puerta. "Katherine, lo siento, No te había oído antes. ¿Pasa algo malo?"

"Nada malo, excepto que consideres que un budín de higos chamuscado sea un problema." Dijo Katherine
sonriendo con complicidad.

"Voy enseguida", dijo. "Mientras tanto, retíralo del fuego y sírvelo en varios cuencos. Ten cuidado de no
raspar el fondo quemado".

Cuando cerró la puerta y estaba a punto de darse la vuelta, notó que John estaba mirando con interés su
culo desnudo. ¡Hombres!

"Debo irme de prisa. La cena se arruinó." Él seguía repantigado en la silla, sonriendo.

"Pensé que tú estabas preparando a una nueva cocinera".

"Lo estoy, pero ella es lenta para aprender. Oh, ¿dónde está mi sobre túnica? Ya la encontré. Debajo de la
cama".

"Déjame ayudarte a vestir."

Ella levantó una ceja ante eso.

Para su asombro... aunque pronto comprendió por qué... John prefería que se pusiera la túnica roja que
había llevado algunos días atrás, el que se le pegaba al cuerpo como una segunda piel. Su vestido estaba
ayudándolo a percibir, con todos sus detalles, las partes que presumiblemente pasaban inadvertidas. E
insistió en que no usara nada debajo.

"¿Por qué?" quiso saber. "¿Por qué sin ropa interior?"

"Por la anticipación. Recuerda lo que te dije. Prolongar la anticipación puede garantizar un intenso placer
como resultado final".

"Yo nunca he oído que la espera complazca a un hombre. Por ningún motivo".

"¿Ves? Estoy enseñándote cosas nuevas", dijo, y puso el dorso de sus dedos sobre ambos pechos de modo
que los pezones se destacaron, incluso debajo de la tela. "¿Ves?" Le dijo con una sonrisa de exagerada
arrogancia masculina. "Otra cosa nueva. Ahora, cuando camines y la túnica se frote contra tus pezones
erectos, vas a pensar en lo que está por venir".

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"Sí, lo veo", le dijo ella, imitando su sonrisa de exagerada arrogancia. Y puso el dorso de los dedos de una
mano sobre el frente de sus calzas.

Si su gemido era una indicación, serían combatientes parejos en la batalla sexual.

"He cambiado de opinión", dijo John de repente. "Quítate la ropa otra vez." Ya se había quitado el cinturón y
se levantaba la túnica por la cabeza.

"¿Qué estás haciendo?"

En lugar de contestar, él sacó su túnica por encima del hombro y se sentó en el borde de la cama. "Ayúdame
a quitarme las botas."

"Dijiste que prolongar la anticipación nos daría más placer."

Él se encogió de hombros. "El mejor guerrero sabe que cambiar de táctica hace que la batalla progrese."

"¿Esto es una guerra?"

"Definitivamente".

"Siempre he pensado que sería un buen soldado."

Él negó con la cabeza ante su insistencia en querer competir, incluso en la cama.

"En realidad, deberíamos ir a cenar," dijo ella.

"En realidad no deberíamos."

"Pensé que tenías hambre."

"Lo tengo. De hecho estoy hambriento." Dijo recorriéndola con su mirada ardiente. "pero no de comida".

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Capítulo 11

A veces las mejores comidas no implican ningún alimento...

John permitió que Ingrith estudiara su cuerpo desnudo con su erección rampante por un largo momento.
Esperaba no asustarla demasiado.

"He visto a muchos hombres desnudos", comenzó. Tal vez no estaba tan asustada. "Pero ninguno de ellos
me apuntó con ‘esa vara’." Dijo sonriendo.

¡Qué moza descarada! ¿Tendría algún un hueso tímido en su cuerpo? "Por lo tanto, eres una experta en
anatomía masculina, ¿verdad?"

"¡Tsk -tsk-tsk! Mi padre alberga a cientos de guerreros en su residencia. No tienen reparos en exponer sus
partes privadas ante las mujeres, incluso ante cinco princesas vikingas. Hubo un tiempo en el que incluso
practicaban sus ejercicios de batalla con el torso desnudo, como los berserkers".

"¿Y cómo me veo en comparación?" No puedo creer que haya hecho una pregunta tan lamentable.

Ella se tocó la barbilla y fingió estudiar su cuerpo una vez más. Bueno, en realidad, parecía comérselo con los
ojos. "A decir verdad, John, tú eres un hombre hermoso, incluso con la cabeza rapada."

"Muchas gracias, mi señora." Se inclinó hacia ella, lo que probablemente fue un espectáculo ridículo con su
miembro bamboleándose, "Te mostraré más adelante lo que puedo hacer con esta cabeza rapada... y con
esta ‘vara’".

Su cabeza se disparó... ella había estado dándole a su "vara" atención extra, volviendo la cabeza una y otra
vez a esa parte de su cuerpo. No cabía ninguna duda de que se habría arrodillado en el suelo para examinar
su parte inferior si él no hubiera hablado.

John la quería en la cama ahora, estaba absolutamente seguro. Se había tomado un tiempo
deliberadamente largo para abrocharle el vestido a Ingrith, pero sólo en un abrir y cerrar de ojos se lo quitó.
Cuando estuvieron los dos desnudos, la arrojó pataleando y chillando en el medio de la cama. Luego, con
un grito de guerra triunfante, se subió sobre ella. Sólo podía imaginar lo que estaban pensando escaleras
abajo de ese ruido.

"Voy a comerte como a uno de tus deliciosos pasteles de miel", prometió.

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Ella sonrió, incómoda. "Yo no soy tan apetecible."

"No estoy de acuerdo, dulzura. Déjame ver. En primer lugar, voy a lamerte. Por todos lados, tal como chupo
el jugo de tus pasteles." Se lo demostró al darle a su oído una lámina húmeda. Entonces se puso a soplar
para secárselo. Después de eso, le lamió los labios. La piel interior de su codo. Su esternón.

Ella se estremeció, ansiosa. "¿Estás diciendo que yo rezumo jugo?"

"Sólo si tengo suerte."

"¿Y ahora qué?" dijo impaciente. "Me refiero a las tortas de miel."

"Me gusta mordisquearle los bordes." Mordió suavemente el borde de su barbilla obstinada, la curva de su
hombro, y la aureola de un seno. "¡Mmm!", Dijo.

"¿Se me permite participar de esta comida?" Preguntó con docilidad fingida.

Esta mujer nunca había sido dócil. Sin duda, salió gritando desde el vientre de su madre, tratando de
organizar la sala de partos. En verdad, su entusiasmo lo excitaba y lo asustaba al mismo tiempo porque no
estaba seguro de si podría realmente resistirse a ella. "Por supuesto. Más tarde." Se sentó a horcajadas le
abrió las rodillas y puso su rostro sobre su monte de venus. "En especial quiero comerte aquí." Metió un
dedo en su interior, que salió mojado. "¿Sabías que a esto lo llaman miel de mujer?"

Sus pies se encogieron y agitó los brazos, casi lo tiró de la cama. "¡Aléjate de ahí, palurdo pervertido!"

Se reía tan fuerte que apenas podía hablar mientras se movió hasta recostarse sobre su costado, con una
pierna cruzada sobre su vientre sujetándola a la cama. Mejor no darle la oportunidad de escapar. "Pensé
que ibas a dejarme hacer lo que quisiera."

"Estipulaste cosas lascivas, no perversiones."

¿Estipulaste? ¿De dónde saca todo eso? "Besar tu sexo no es una perversión".

"¿No lo es?"

Tal vez un poco. Él negó con la cabeza. "Pero quién sabe si no es demasiado pronto en nuestro acuerdo. Te
daré más tiempo".

"Eres demasiado generoso."

"Uh, uh, uh!" La regañó. "El sarcasmo no tiene lugar en los juegos sexuales".

"Me parece que inventas las reglas a medida que avanzas."


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"Abre las piernas, Ingrith."

"No lo haré si piensas poner tu boca allí de nuevo." Se alejó un poco de él, pero no pudo ir muy lejos debido
a su pierna cruzada sobre ella.

Él la golpeó ligeramente en el trasero. "Haz lo que te digo."

Sorprendentemente, se recostó de nuevo y abrió sus muslos un poco.

"Más".

Con una maldición entre dientes, amplió el espacio para que pudiera acomodarse y poner su polla en el nido
que ansiaba.

Cuando lo sintió allí, un estremecimiento la recorrió a través de su cuerpo haciéndola temblar


violentamente. "¡Oh dios!" Fue todo lo que pudo decir. "Pensé que los hombres tenían algo parecido a un
gusano allí, pero el tuyo es indudablemente una serpiente."

Primero tenía una vara, ahora una serpiente. ¿Y luego qué? "Tiemblas Ingrith. ¿Tiene miedo… de mi
serpiente?"

Ella negó con la cabeza. "Tiemblo por la anticipación... ", respondió utilizando sus propias palabras.

"Va a ser tan divertido jugar contigo", murmuró contra sus labios entreabiertos.

"¡Perfecto!" dijo en un susurro. "No he jugado desde que era adolescente."

"No es un juego para adolescentes el que tengo en mente." Luego la silenció con un beso. Ella se sorprendió
y disfrutó de cada instante. Cuando John le metió la lengua dentro y fuera de su boca imitando el ritmo del
sexo que no podrían disfrutar, Ingrith lo aprendió tan pronto que comenzó a imitar sus acciones. La primera
vez que le introdujo la lengua dentro de su boca, gimió y comenzó a acariciarlo con ella, hasta casi alcanzar
la culminación.

Demasiado pronto aún.

Le dio la vuelta sobre el estómago, y le besó, acarició y examinó cada pedacito de piel desde la nuca hasta
sus pies, incluyendo sus nalgas. "Tus pies grandes son muy cosquillosos", le dijo.

"Mis pies grandes son perfectos." le dijo con un dejo de disgusto.

Le estaba tomando el pelo. Ella tenía pies largos, pero a él le gustaban. Incluyendo los dedos delgados, el
arco alto, y las brillantes uñas de los pies.

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"Si no dejas de mirar mis pies, me voy a dormir", pronunció.

Él lamió su empeine.

Ella habría saltado si John no tuviera la palma de su mano en la espalda. "No te duermes ahora, ¿verdad,
cariño?"

"Patán", murmuró.

"Un patán Tal vez, pero un patán amante", corrigió, dándole interminables besos. Suave y duro. Suave y con
hambre. Persuasivo y exigentes. Dóciles y dominantes.

"Sabes como las cerezas", dijo.

"Katherine y yo hicimos tartas de cereza. ¿Te gustan las tartas de cereza?"

¡Oh Dios! Ahora vamos a hablar de la comida. "Me gusta tu lengua con sabor a tarta de cerezas."

Ella golpeó su hombro. "¿Se supone que debemos hablar al hacer... esto?"

"Si queremos." Pero sólo sobre sexo. "No hay reglas fijas, Ingrith. Al igual que en tus recetas. Seguramente,
hay docenas de maneras de hacer una tarta." ¡Ahora yo soy el que trae los alimentos en nuestra charla
cama!

"Esto es divertido", dijo ella, frotando sus pechos contra el vello de su pecho.

Él vio las estrellas detrás de sus párpados. "Y pensar que recién hemos comenzado."

"¡Por las runas! Mi interior se está derritiendo, siento la humedad entre mis piernas. Pronto tendremos una
inundación".

Se echó a reír y no pudo parar para su disgusto. "Realmente eres impagable," le dijo cuándo finalmente
recuperó el control. Luego subió por su cuerpo hasta sus pechos y dijo: "Vamos a ver qué más tenemos en
esta cena. Ah, tazones de crema cubiertos por diminutas fresas".

"¿Qué?"

"Hey, si vamos a hablar de la comida, lo haré a mi manera. Ahora, ¿por dónde debo empezar?"

"¿Crema? ¡Santo cielo!" Agarró la cabeza afeitada y tiró de él para que su boca cayera sobre uno de sus
pechos... el pezón, la aureola, y la mitad de su pecho desapareció dentro de su boca abierta. "Ahí es donde
debes comenzar", le dijo ella

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Nunca podría decir que Ingrith era una alumna tímida.

Levantó la cabeza, a pesar de sus intentos por impedírselo. "¡Ingrith! Déjame tomar la iniciativa aunque sea
por una vez."

Humildemente le soltó la cabeza y dejó que examinara sus senos en detalle. Estaba fascinado con el
contraste entre firmeza y suavidad. La suavidad de su piel. Sus pezones perfectos. Pero lo que más amaba
era su reacción a sus caricias.

"Tus pechos son muy sensibles, ¿no es cierto?"

"¿Cómo voy a saberlo?" Le espetó. "Si eso significa que incluso la más ligera de tus caricias me hace
humedecer, entonces, sí, lo soy. Si te refieres a que me encanta que me los chupes, entonces, sí, lo soy. Si te
refieres a que tu sola respiración sobre mis senos puede hacer que me desmaye, entonces, sí, lo soy".

"Una sola respuesta habría sido suficiente," se quejó, a pesar de que estaba muy contento.

"¿Cuándo podremos llegar a la parte en la que me haces ver las estrellas?"

"¡Jesús, María y José! ¿Vas a dejar de intentar guiar esta nave?"

"¡Como quieras!" Su fingida sumisión no lo engañó, ni un poquito.

Él recuperó el control de nuevo rápidamente cuando le succionó un pecho profundamente y movió una
mano hacia sus pliegues inferiores, acariciándola con astucia.

Casi inmediatamente, ella arqueó sus caderas, pidiendo más, gimiendo y balanceando la cabeza de lado a
lado con el aumento de la pasión. "Por favor, por favor, por favor," suplicaba por el alivio, a pesar de que
probablemente no estaba segura de cómo llegaría.

¡Él lo sabía! Y la tocaba ahora con toda la experiencia que había perfeccionado a lo largo de los años. Le
lamió y chupó sus pezones al mismo tiempo que le tocaba y luego presionaba con el dedo la perla de su
pasión que se destacaba entre los resbaladizos pliegues como testimonio de su… ¿Cómo había denominado?
Savia en ebullición. Ella estaba cerca de la cima, podía decirlo por la rigidez de las piernas y el crispamiento
de sus manos. Con el dedo medio insertado dentro de su cuerpo y el dedo pulgar presionando contra su
clítoris, pudo sentir los espasmos que se iniciaron dentro y que luego se sucedieron en espiral hacia afuera.
Él no necesitó oírla gritar... aunque, sí gritó... para saber que había alcanzado su clímax.

Su habilidad para complacerla le provocó un orgullo desmedido a John. Había contemplado el orgasmo
femenino más veces de las que podía contar. Después de todo, él había tenido su primera mujer hacía
dieciséis años, cuando sólo tenía quince. Pero se sentía como en su primera vez aquí con Ingrith.

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Ella lo miró, asombrada.

"¿Puedo aliviarme contigo ahora, Ingrith?"

Ella asintió con la cabeza. "¿Cómo?"

"No te preocupes, dulzura. No habrá penetración." Se acercó a buscar un paño seco del lavabo y volvió para
poner la tela debajo de sus nalgas.

"Yo no... ¡eeeeh! ¿Realmente entra esa cosa dentro de una mujer? Es enorme".

Él se rio entre dientes, y sí, el hombre que era, se complació enormemente por el cumplido. Se acomodó
sobre ella con su polla apoyada en el canal femenino y con las rodillas acunando sus caderas. Con los brazos
apoyados a ambos lados de la cabeza, comenzó a moverse con pasadas lentas que lo conducirían a su
satisfacción. No dentro, aunque por supuesto lo preferiría, pero debería bastarle con eso.

Él perdió su control entonces sin tener idea de cómo reaccionaría a sus embestidas, excepto que debía estar
golpeando su punto sensible, porque ella comenzó a gemir con el aumento de la pasión, de nuevo.

Luego explotó. Podía ver y sentir las ondulaciones espasmódicas de su vientre.

Al mismo tiempo, alcanzó su culminación también. Echó la cabeza hacia atrás en éxtasis, y su pene se
presionó firmemente a lo largo de su canal, pero se derramó sobre la tela debajo de ella. No era la mejor
manera de terminar el juego sexual, pero igual de satisfactorio. Más que satisfactorio en verdad.

Por un momento, sus respiraciones fueron ásperas y desiguales. Ella estaba extrañamente silenciosa debajo
de él. Cuando finalmente fue capaz de levantarse, vio que las lágrimas corrían por sus ojos.

"¡Ingrith!", Dijo con preocupación, quitando la humedad de sus ojos con sus pulgares. "¿Te he hecho daño?"

Ella negó con la cabeza. "No, es sólo que fue tan maravilloso. ¿Fue maravilloso para ti también?"

"Lo fue", dijo besando su frente.

"¿Pero sería mejor si... ya sabes... terminaras dentro mío?"

"Por supuesto."

"¿No veo cómo podrías hacerlo? En primer lugar, no entras".

"Entro, Ingrith, nunca dudes de eso." Ella frunció el ceño, tratando de averiguar cómo.

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"Si yo estuviera dentro de ti, mi polla crecería incluso más, y tus músculos internos se amoldarían para
acomodar el tamaño de mi ‘vara’. Sentiría tu calor, y tú sentirías el mío. Como el satén y el acero. La manera
en que Dios hizo nuestros cuerpos para que se contengan. Has llegado a la cima ahora, pero si estuviera
dentro de ti, sería un clímax diferente".

Ella escuchó atentamente su explicación. "¿Uno mejor?"

"Diferente".

Ella se encogió de hombros. "¿Podemos hacerlo de nuevo?"

Él se rió. "Si me das un poco de tiempo para recobrar mi entusiasmo otra vez."

Ella puso la mano entre sus cuerpos y tomó su polla entre sus dedos.

Inmediatamente, la traidora comenzó a hincharse, lo que la impulsó a apretar.

"¡Aaarrgh!" dijo entre dientes. Tuvo que hacer palanca con los dedos con mucho cuidado para soltarse.

"¿Estás entusiasmado ahora?"

"Me estoy empezando a entusiasmar."

"¿Esta vez puedo ser yo quien te torture con mis caricias?"

Su corazón dio un vuelco, luego pareció expandirse retomando el aliento. Le tomó unos momentos
responder. "Si insistes."

Era un nuevo papel para ella... y no se trataba de comida...

Ingrith no era ninguna tonta. Sabía que sólo estaba a medio camino en este tipo de juegos sexuales, como
comer una masa de tarta sin el relleno. O sopa sin sal.

Sin embargo, había disfrutado de las cosas shoqueantes que John había hecho con ella. Y quería más. Si
tenía que contentarse con la mitad de un pastel, tendría que ser suficiente, porque entendía su
preocupación acerca de heredarle la locura a un niño indefenso.

Habían tenido un niño en el orfanato que siempre tenía ataques y echaba espuma por la boca, mutilaba
animales, golpeaba a otros niños, pero nada parecía ayudarlo con su tormento interior. Cuando tenía doce
años, peleó con un adolescente mayor y fue asesinado. ¡Una lástima, de verdad!

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John quitó el paño húmedo de la cama y se acercó a la jarra y el cuenco, donde procedió a lavar su falo.
Todavía muy sensible. Pero cuando regresó a la cama con otro paño húmedo y trató de limpiar sus partes
íntimas, ella le dio un manotazo. "Puedo hacerlo yo misma."

"Déjame a mí", insistió.

Y lo hizo, se estaba convirtiendo en una tonta enamorada.

Eso era real, ¿como si no se explicaría que estuviera tirada en la cama con su estupendo culo al aire,
esperando tan tranquila su siguiente jugada? ¿Desde cuándo se había vuelto tan dócil?

Cuando él volvió a acostarse, se echó sobre su espalda y casi la arrojó fuera de la cama. Con los brazos
extendidos en una actitud de rendición, sonrió, y ella sintió que estaba más que enamorada. Estaba loca de
amor por ese hombre. Una situación imposible que sólo podía conducirla al sufrimiento. Pero, ¿quién podría
detener esta avalancha de emociones?

"¿Y bien? Estoy esperando", bromeó.

"¿Para qué?"

"Para que me toques a tu manera."

"Eres un canalla", dijo ella, volviéndose a su lado para comenzar su propio juego. Una perspectiva tentadora.

"¿Es eso un cumplido?"

"Definitivamente", dijo frotando su cabeza con una mano. "Te está creciendo el pelo. ¿Vas a afeitarte de
nuevo?"

Él asintió con la cabeza. "Hasta que Loncaster se vaya definitivamente. Además, tengo una idea de cómo
podrías disfrutar con la fricción de esos pelos duros en mi cabeza".

Intentó pero no pudo imaginar de qué forma. "¿Cómo?"

Lo tomó de la barbilla jugando. "Entonces que sea sorpresa."

"Tal vez yo tenga alguna sorpresa para ti, también."

"Cuento con ello."

Ingrith se inclinó para darle un beso, y él le rodeó con sus brazos la cintura para abrazarla. Ella le puso las
manos a un lado y le dijo: "No. Necesito concentrarme. Tú me distraes cuando me besas y me tocas y me
haces cosquillas."
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Él se rió entre dientes y le preguntó, "¿Puedo darte un beso a cambio?"

Ella reflexionó un momento. "Sí, siempre y cuando me sigas el ritmo. Yo soy la que lleva el control... esta
vez".

Él se rió de nuevo, y ella pudo sentir el estruendo de su risa en el pecho, debajo de sus senos. Eso, también,
era como una caricia.

"Besar es una experiencia nueva para mí", le dijo ella.

"¿En verdad?"

"No es que no me hayan besado en el pasado. Por supuesto que sí. Después de todo tengo casi treinta y un
años de edad".

"Una anciana, realmente."

Ella golpeó su hombro. "Pero los hombres fueron siempre los agresores en todos los casos. Ahora tengo la
oportunidad de hacer lo que quiera, y es una perspectiva embriagadora".

Sus ardientes ojos le dijeron que él estaba contento de que así fuera.

Se lamió los labios primero, y luego lamió los suyos. Suavemente como un gatito con crema fresca. Él
murmuró algo entre dientes que sonó como: "¡Ayúdame Jesús!"

Una vez que lo humedeció, amoldó sus labios con los de él hasta que consiguió el ajuste perfecto. Entonces
abrió la boca y casi lo engulle, ladeando la cabeza a un lado, dando a los besos hambrientos diferentes
matices. Y luego metiéndole la lengua dentro, tal como le había enseñado. No necesitó mirar hacia abajo
para ver que estaba excitado. Podía sentir su excitación por la forma en que él le devolvía los besos, por el
rápido aumento de los latidos de su corazón, por sus gemidos suaves. En verdad, la hacía estremecer.

No estaba del todo convencida de estar satisfecha con los besos, pero no tenía más territorio a cubrir, y no
estaba segura de cuánto tiempo más le permitiría asumir el control. Deslizándose hacia abajo, tocó sus
chatos pezones masculinos con la punta de los dedos. "¿Se siente bien cuando te toco aquí?"

"Muy bien."

Ella puso su boca en los pezones y los chupó. No tanto por su gemido, sino más bien por su fuerte
inhalación, determinó que estaba haciendo las cosas bien.

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Bajó aún más, mientras examinaba su falo en detalle, hipnotizada por la forma en que la piel estaba suelta y
flexible en el exterior y dura como una barra de mármol en el interior. La cabeza en forma de hongo filtraba
una gota de simiente, semejante a un líquido lechoso. "¿Te duele?" Preguntó.

"¿Qué? ¿Te refieres a cuando me tocas? No, se siente maravilloso, pero sé amable conmigo, dulzura. Tengo
mucha sensibilidad allí".

Ella asintió con la cabeza. "Quiero decir, ¿te duele cuando se pone duro?"

Ahogó una carcajada. "Sólo un dolor agradable."

Frunció el ceño con confusión, preguntándose cómo el dolor podía ser placentero, pero su mente ya estaba
maquinando nuevas actividades. Abrió sus rodillas e inclinándose hacia delante puso las manos sobre sus
hombros, a horcajadas sobre él y acomodando su canal femenino de modo que la punta bulbosa rozara el
recién descubierto botón de placer. "¿Lo estoy haciendo bien?"

Él hizo un sonido ahogado, y sus ojos azules estaban brumosos por la pasión.

Trató de moverse para dar a ambos más placer, pero al ver lo incómodo que era para ella, le puso las manos
en las caderas y le mostró un ritmo y una posición que benefició a los dos. Esta vez, acabaron al mismo
tiempo. Ingrith no podía imaginar cuánto más intensa podía ser la pasión con penetración sexual, cuando
esta actividad en particular le daba tanta satisfacción.

Mientras descansaba sus brazos después, murmuró dulces cumplidos y respondió a sus preguntas.

"¿Quieres ir a la cocina conmigo y buscar algo de comida?" dijo John.

"No, no querría encontrarme con alguien que seguramente preguntaría de dónde venimos y lo que
estábamos haciendo. Mañana habrá tiempo para eso."

"Nadie te lo preguntará," le aseguró. "Ellos sólo lo pensarán."

"Oh, eso me hace sentir mejor." Pero no podía arrepentirse de lo que había hecho. Bostezó y se quedó
dormida. Pero ese no iba a ser el final de su juego sexual.

En el medio de la noche, ella supuso que era la medianoche ya que las velas se habían extinguido, se
despertó para encontrar a la bestia con su cara entre sus muslos y sus piernas sobre los hombros. "¿Te has
vuelto…? ¡aaaahhhhh!" Él estaba usando su lengua y los dientes de la manera más extraordinaria. "Esto
tiene que ser perverso."

"Perversamente bueno", él estuvo de acuerdo. Después de introducir su lengua dentro de su cuerpo, utilizó
el dedo medio para tocar su clítoris. Cómo había hecho para lograr colocarla de esa manera, sólo podía
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imaginarlo y la palma de su mano libre estaba sobre su estómago para sujetarla. Una y otra y otra vez, la
llevó casi al éxtasis. Entonces se detenía. Y reanudaba. Y se detenía. Y reanudaba. Su creciente urgencia era
tan intensa que cuando su liberación llegó por fin, lo hizo con poderosas convulsiones, una ola tras otra del
más puro placer que casi la hizo desmayarse.

"Yo nunca hubiera imaginado…", dijo cuándo su corazón recuperó el ritmo normal.

"Yo tampoco", dijo, besándola con voracidad. ¿Cómo podía este hombre ser tan voraz cuando ella se sentía
tan saciada? Ah, no había alcanzado su culminación, se dio cuenta.

John se dio la vuelta sobre su espalda y le dijo, "¡Ahora me toca a mí!"

"¿Cómo?"

Y le mostró las formas ancestrales de dar placer a un hombre con su boca. ¡Benditos dioses y diosas, que la
hicieron tan buena aprendiz!

A la mañana siguiente, Ingrith tuvo especial cuidado al trenzarse el pelo, escoger una bata cerrada, y tratar
de cubrir la irritación en su cuello por los roces de la cabeza afeitada.

Cuando se puso de pie en la entrada de la cocina, sola, Ubbi le echó una mirada y le dijo: "Voy a matar al
troll."

Y Katherine gritó hacia la puerta abierta del patio "Bolthor, querido, tienes que venir y ver esto."

Lo bueno era que Hamr aún no había regresado de Jorvik. Él, sin duda, daría su cordial aprobación.

"No es lo que piensas," mintió. "Tuve problemas para dormir la noche anterior y la paja del colchón me irritó
la piel."

Ubbi resopló, y Katherine soltó una risita. En nada ayudó que John se acercara por detrás y la besara en la
parte posterior del cuello, acariciándole la espalda, desde los hombros hasta las nalgas, como un amante.
Pero entonces miró alrededor y se percató de su público.

"¡Uh oh!", Dijo.

Ella sólo gemía. ¿Qué otra cosa podía hacer?

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Capítulo 12

La distancia más corta entre dos personas es una sonrisa...

John volvió a sus deberes normales como Lord de Hawk’s Lair. Ejercitó duro en el campo de entrenamiento
con sus hombres. Supervisó sus colmenas y campos de flores. Discutió sobre el proyecto de control de la
natalidad con sus participantes e hizo una lista con su mayordomo de los artículos necesarios para comprar
en el mercado.

Pero había algo extraordinario en la forma en que John se sentía. No podía dejar de sonreír.

Cuando erró su blanco tres veces en el campo de tiro con arco, y sonrió, Ordulf comentó: "Me parece que tu
cabeza calva hace que tu cerebro se derrita.

"¡Pfff!", Dijo.

Pero Bolthor no estuvo de acuerdo. "Es otra parte de su cuerpo la que se está derritiendo. Su corazón".

"¡Pfff!", Dijo de nuevo.

"Es lo que se le ha puesto duro lo que me molesta." Otra persona había entrado en la conversación. John
miró hacia abajo para ver que Ubbi se había acercado, y no se veía precisamente feliz.

"¡Fuera!" le dijo John, moviendo la mano como si fuera un bicho molesto.

Ubbi sacudió sus pequeños pantalones y enderezó su encorvada espalda. "Yo no me voy a ir. Vine para
advertirte, troll. Mancilla la reputación de mi señora, y voy a tener quinientos Vikingos aquí, dirigidos por su
padre. Y entonces perder tu hombría amputada por un hacha vikinga será el menor de los males." Con esas
palabras, se encaminó hacia la torre del homenaje.

John, Bolthor y Ordulf intercambiaron miradas de asombro. Acababa de ser insultado por un enano.

"¿Qué hay de mi reputación?", Gritó a la espalda de Ubbi.

Ubbi siguió caminando, pero hizo un gesto grosero por encima del hombro, uno que era común entre los
vikingos y los sajones.

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Ese incidente no obstaculizó el buen humor de John en absoluto.

Al contestar una misiva de su madre, que estaba preocupada por el bienestar de los niños y "la dulce
princesa vikinga soltera," no hizo mención de lo que ella seguramente esperaba saber. En cambio, fue suave
al decirle que se metiera en sus asuntos, y sonrió mientras lo hacía. Ni siquiera maldijo cuando la tinta
manchó el pergamino, dando la impresión de que una lágrima había borroneado la escritura.

Lo siguiente que esperaba de su madre era que acudiera a rescatar a su lloroso y melancólico, hijo soltero.
Peor aún, pronto Bolthor estaría escribiendo un poema sobre él. "Lágrimas de caballero", o alguna tontería
similar.

Aún así, él sonrió.

Resistió hasta el mediodía su deseo irresistible de rastrear la fuente de todas sus sonrisas, la mujer que lo
había complacido durante toda la noche. Se sentía salvaje y depredador en su deseo de correr tras ella, pero
no pudo evitarlo. La encontró en una despensa subterránea. Como era de esperar, estaba organizando los
suministros de los estantes.

Levantó la vista hacia donde él se encontraba, y sonrió.

Él le devolvió la sonrisa, se estaba convirtiendo en un idiota.

Llevaba el traje tradicional vikingo hoy. Con su pelo trenzado en una corona sobre su cabeza. Y un delantal
largo, abierto por un lado sobre un vestido púrpura largo hasta los tobillos. Incluso olía a lavanda, debido a
su jabón sin duda. Broches de oro con forma de dragones aseguraban las correas del delantal sobre sus
hombros. Sus labios todavía se veían irritados por sus besos y probablemente los suyos lucieran igual. Se
enorgullecía desmesuradamente por la marca de sus dientes en el cuello. También tenía una en el vientre.

"¿Sabes lo que me gustaría que llevaras puesto?", preguntó mientras se acercaba y tomaba el tarro de
especias de sus manos y lo colocaba en el estante. Clavo de olor, pensó.

"¿Qué? ¿Un vestido de brocado de seda bordado con hilos de plata? ¿Una corona de piedras preciosas?
¿Una cinta de marfil?" dijo mirando sus labios. No podía dejar de pensar lo que esos labios habían hecho con
ella.

"Me gustaría verte usar ese delantal... y nada más."

"¿Sí?" Sus ojos azules brillaron con picardía. "¿Sabes lo que me gustaría verte llevar?"

"Nada", supuso.

"Eso, también," dijo ella. "No, estaba pensando en ti con ese velo de apicultura... y nada más."
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"Tal vez se cumplan nuestros deseos ", murmuró contra su cuello, tirándola en sus brazos, a lo que ella no
se resistió, ¡gracias a los santos! Tomando su cara entre las manos, estudió su rostro. "Eres hermosa".

"Es la lujuria quién habla por ti", respondió ella, enlazando sus brazos alrededor de su cuello. "Pero gracias
de todos modos."

No estaba claro dónde radicaba su inseguridad sobre su aspecto, pero se equivocaba si creía que no era
hermosa. "Gracias por una de las noches más memorables de mi vida."

"¿En verdad?" Le besó la comisura de la boca con cuidado y estaba a punto de retirarse cuando él tiró de ella
hacia atrás por un beso más profundo. Dios, amaba besarla. Cada vez que descubría una faceta que no
había esperado se llevaba una sorpresa, eso es lo que era. Una sorpresa sexual.

"En verdad," respondió finalmente.

"¿Incluso sin...?"

"¿Relación sexual?"

Ella asintió con la cabeza.

"No voy a negar que podría ser mucho más agradable, pero me diste un inmenso placer. Me gustaría poder
darte más".

"No me puedo imaginar más", dijo. "¿Fui demasiado... desenfrenada?"

Él se rió entre dientes. "El desenfreno de una mujer es el deleite de un hombre", le aseguró.

Durante todo el tiempo que estaban hablando, fue desatándole el delantal, que quedó arrugado a sus pies, y
levantándole el dobladillo de su túnica.

Amasando sus nalgas desnudas, susurró, "Envuelve tus piernas alrededor de mis caderas." Entonces, incluso
mientras la besaba con avidez, se acercó a una pared del fondo, donde la apoyó. Con los pantalones flojos
sobre sus rodillas, ubicó su polla ahora expuesta a lo largo de su hendidura.

"Estás mojada", dijo, levantando la cabeza con sorpresa.

"He estado pensando en ti toda la mañana", confesó, con manchas escarlata en ambas mejillas. Después de
todo lo que habían hecho, todavía podía ruborizarse. ¡Increíble!

"¡Ah, Ingrith!" Suspiró, comenzando a empujar entre sus pliegues resbaladizos. Al mismo tiempo, con una
mano la sostenía por la cintura y con la otra masajeaba un pecho sobre la tela de su vestido de lana, la besó
profunda y completamente, como si pudiera hundirse en ella, fundiéndose en uno.
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106
Entonces se detuvo y tomó su polla con la mano para acariciar con la cabeza el capullo erguido en la parte
superior de su canal.

Ella comenzó a suplicar: "Por favor, por favor, por favor..." Reanudó sus embestidas entonces, empujando al
mismo ritmo que la lengua, y ambos alcanzaron su punto máximo al mismo tiempo. Para su vergüenza, no
se había alejado lo suficientemente rápido, y había manchado la parte de atrás de su vestido.

"Lo siento", dijo.

Ella puso un dedo a la boca. "Shhh. Me ocuparé de mi delantal en un momento. En verdad, no hay
problema".

Él parpadeó ante la repentina quemazón en sus ojos. "Yo me sentía como un lisiado, Ingrith. Tú me haces
sentir completo".

Ella había comenzado a enderezar su ropa, pero se detuvo y acunó su rostro con una mano. "Yo soy quién
vivía a medias, sin darme cuenta de lo que me había estado perdiendo. Por primera vez en mi vida, me
siento como una mujer".

Se miraron el uno al otro durante mucho tiempo mientras algo aterrador chisporroteaba entre ellos.

"Me gustaría poder darte más."

Ella se encogió de hombros. "Ojalá pudieras."

"Todavía no me casaré contigo", dijo, y podría haberse mordido la lengua.

Ella se estremeció, y se alejó.

Incluso siendo verdad, no necesitaba decirlo en voz alta. No en este momento. Se sentía inferior a la meada
de un dragón. ¿Cómo podría hacer las paces con ella?

Los cabeza rapadas no son todos malos...

Ingrith estaba en su dormitorio, cambiando su túnica, cuando oyó un crujido bajo la cama. Al principio,
pensó que podrían ser ratones entre los juncos, pero pronto descubrió que era Henry.

Su rostro surcado de lágrimas asomó cuando ella lo arrastró fuera.

"¿Qué estás haciendo ahí abajo?" Preguntó mientras le secaba las mejillas mojadas con el borde de su
delantal y lo acunaba en su regazo.

"Yo no quiero que me corten la cabeza."


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107
"¿Qué?"

"Escuché hablar a Lord Hawk y Ordulf. Dicen que mi padre quiere matarme."

"Eso no es cierto, Henry. Él quiere conocerte, pero los hombres que lo rodean pueden hacerte daño. Es por
eso que estamos ocultándonos por el momento. Pero vamos a protegerte. No dudes de eso. "

"Pero ¿qué pasa si...?"

Ella negó con la cabeza. "Te prometo que estarás a salvo, siempre y cuando hagas lo que te dicen. Debes
simular ser Samuel, y debemos mantener el cabello rapado. Pero sólo por un poco de tiempo, hasta que las
cosas se resuelvan. ¿Entiendes?"

Él asintió con la cabeza, pero ella se dio cuenta de que todavía estaba asustado. Por lo tanto, no lo castigaría
cuando le mordisqueara los talones durante el resto del día. Y, a decir verdad, necesitaba una distracción
para no pensar en las palabras odiosas que había dicho John en su última despedida.

Oh, sabía que no lo haría... en su mente, no podía... casarse con ella, pero su comentario justo en ese
momento había sido cruel. ¿No podría al menos fingir afecto por ella?

Le gustaría pensar que podría resistirse ahora. Que podía detener el juego sexual. Pero se conocía a sí misma
demasiado bien. Ahora que sabía lo que implicaba hacer el amor, quería experimentarlo todo. Aunque fuera
sólo por un corto tiempo.

Así que, esa noche en la cena, cuando se sentó junto a John, y él trató de disculparse, ella levantó una mano
vacilante y dijo: "No. No te disculpes. Sabía que no iba a ser permanente. Si piensas que me estás usando, no
lo hagas. Yo estoy usándote a ti".

"¿Qué?"

"Para el momento que abandone Hawk’s Lair, espero estar bien versada en las artes del amor. Tal vez pueda
ser más receptiva a las atenciones de los hombres ahora que sé lo que estaba perdiéndome. Tal vez incluso
uno de los pretendientes que mi padre me ha presentado sirva para tal fin. O si no podría convertirme en
una cortesana. Una cortesana vikinga. Me gusta cómo suena".

"¡No puedes hacer eso!"

Ella frunció el ceño. "¿Por qué no?"

"Porque... porque no sería justo."

"¿Cómo lo sabes?"

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"Lo que estoy enseñándote es exclusivo entre nosotros."

Si se tratara de cualquier otro hombre, ella hubiera jurado que estaba celoso. ¿Sería eso posible? Hmmm.
Decidió probar las aguas. "El único hombre que puede hacer tal demanda es mi marido, y tú nunca lo serás
tal como lo has afirmado tantas veces." Le acarició la mano, que descansaba sobre la mesa. "No temas. Voy
a ir a tu dormitorio esta noche. Tengo mucho que aprender todavía".

Su rostro enrojeció. Incluso su cabeza rapada se tiñó de color. Él está celoso, concluyó Ingrith, y sonrió para
sus adentros. Decidiría más adelante cómo usar mejor la información.

"¿Crees que es gracioso, ¿verdad?" John se preparó para ponerse de pie, pero Bolthor le puso una mano en
el hombro y volvió a sentar.

"Espera. Debes escuchar mi más reciente creación," insistió Bolthor.

Katherine, inclinándose hacia adelante para que Ingrith pudiera observar a Bolthor y a John, señaló a su
marido, y luego a John, y le guiñó un ojo.

¡Oh, por todos los dioses! ¿Qué iba a decir el skald ahora?

"Esta saga se llamará 'Oda a las cabezas afeitadas’."

Ah, eso no era tan malo. John iba a tener la peor parte del humor retorcido de Bolthor. Ella se había salvado.

O al menos eso pensó.

‘Los hombres son vanas criaturas, conscientes de su hermosura, ¿ojos hermosos? ¿Muslos vigorosos? ¿Un
miembro de inmenso tamaño? ¿Una lengua romántica para tener una mujer en su escaño? ¿Qué pasa si
pierden su pelo? ¿En los juegos sexuales las cabezas calvas causan anhelo? ¿Las doncellas al verlo se
espantan? ¿O esas cabezas desnudas las empujan a las mantas? Cuéntennos si es cierto, Ingrith y Katherine,
¿quieren que las cabezas calvas adoren su santuario? ¿O las sintieron pinchudas como un puercoespín?’

"Todo esto es tu culpa", le dijo a John, y se levantó.

"¿Yo? Yo soy tan víctima aquí como tú."

"Ya utilizas miel para tus experimentos. Yo he decidido que no quiero ser uno más de tus ensayos".

"¿Ensayos?"

"Para tus experimentos sexuales."

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"¡Ingrith! ¿De dónde sacas esas ideas? Tú sabes que yo... oh, ¿qué diablos? ¡Vete si tienes que hacerlo! Yo
no te necesito".

Su corazón se quebró un poco ante esas palabras hirientes. "Has sido muy claro desde el principio."

Mientras yacía en su cama solitaria esa noche, ella se preguntaba si esto era lo que significaba sufrir en
carne propia. Excepto que no era su carne la que estaba sufriendo, se refería a su orgullo. Sí, perder el
orgullo se había vuelto demasiado importante para ella.

Hundió la cabeza debajo de la almohada y trató de dormir. Olvídate de contar ovejas. Contó abejas.

¿Te gustaría ver mí... jardín?

John resistió sus inclinaciones hasta la tarde siguiente.

Después de una noche de insomnio insatisfactoria, después de una mañana en la que sus hombres se
reían a sus espaldas, después de una hora en su cobertizo de miel, donde fue incapaz de concentrarse,
irrumpió en la cocina, sorprendiendo a Ingrith, Katherine, y a media docena de doncellas, entre ellas la
mujer a quien Ingrith presumiblemente estaba preparando como cocinera de reemplazo. ¡Oh, sí el pudiera
preparar una amante de reemplazo! Pero, ¡ay de él, nunca podría encontrar otra como Ingrith! Algo que
estaba descubriendo rápidamente.

"¿Qué estás haciendo?" preguntó Ingrith rellenando un pájaro... una paloma o un pollo pequeño, no
podría asegurarlo. ¡No importaba!

Ella se secó las manos en un paño húmedo y lo siguió en su paso por la cocina hacia la despensa.

Estaba lanzando varios elementos en una alforja de cuero. Una tajada de queso duro. Una pieza de pan. Un
trozo de jamón ahumado. Dos manzanas. Una jarra de vino

"John, te pregunté qué estás haciendo."

Se volvió para enfrentarse a ella. "¿Te importa?"

"¿Importarme qué? ¿Qué desordenes todos mis estantes?"

¿Sus estantes? Él sonrió y procedió a mostrarle lo que era un desorden en toda la regla, tirando fruta, tarros,
especias y otros alimentos sobre una mesa en el medio de la habitación. "Vamos a dar una vuelta."

"¿Nosotros?"

"Tú y yo"

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"¿Por qué?"

"Tengo algo que mostrarte."

"Me parece que ya lo he visto."

"No es lo que imaginas, dulzura."

"No me llames dulzura."

"¿Por qué... dulzura?"

Ella le enseñó los dientes y le gruñó.

"Estas mejorando mucho en eso."

Ella dejó escapar un suspiro de frustración. "¿En qué estoy mejorando "

"En cómo me gruñes." Entre otras cosas. Él le pasó un brazo sobre los hombros. "¿Quieres venir conmigo por
una hora o dos? Me gustaría mostrarte un lugar especial de Hawk’s Lair. Allí tendremos privacidad para
hablar".

Ella vaciló, luego asintió. "Siempre y cuando charlar sea todo lo que tienes en mente."

"Por supuesto." ¡Ja, ja, ja!

Con Ingrith montada sobre el caballo delante de él, John tuvo la oportunidad de soslayarse a su antojo. Un
toque de antebrazo contra el seno. Una mano descuidada apoyada en sus muslos. Su entusiasmo furioso
presionando contra las nalgas femeninas.

Él había tomado como un signo de receptividad el que ella no protestase... hasta que levantó su trasero y se
sentó con fuerza sobre su abultado entusiasmo, que al instante dejó de palpitar. "Oops," fue todo lo que
dijo. Fue suficiente.

Finalmente llegaron a destino, y la ayudó a desmontar.

"¡Oh! Huele fantástico aquí. ¿Qué es?" dijo olfateando el aire. "Ya lo sé. Rosas".

Él le sonrió asintiendo. Ató el caballo y extrajo la alforja y la manta y le dijo: "ven." Con sus dedos
entrelazados, la llevó hasta la cima de una loma.

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Ella se quedó sin aliento al ver el espectáculo frente a sus ojos. Miles y miles de rosas de todos los colores,
del blanco al rojo más oscuro, una imagen espectacular en más de una hectárea de tierra. Seis colmenas
estaban ubicadas en el medio.

Dirigiéndose a él, dijo: "Es como una pintura. Casi demasiado bonito para creerlo".

"Traigo esquejes de dondequiera que viaje, incluso de dónde estuve luchando por mi rey en tierras muy
lejanas. Los miembros de mi familia hacen lo mismo. No todas las rosas prosperan en este clima, pero
muchas lo hacen."

Se acercó a uno de los arbustos más cercanos y uso el cuchillo para cortar el tallo de una y quitarle las
espinas.

Cuando se la entregó, el rubor le encendió el rostro, parecía abrumada por la emoción. "Gracias por
compartir este lugar conmigo."

"¿Estoy perdonado?"

Ella pretendió asimilar la idea, pero entonces le apretó la mano. "Por supuesto. Me comporté como una loca
al perder los estribos de esa manera".

Extendió la manta y sacó la comida de la alforja, entregándole la jarra de vino que vertió en dos pequeñas
tazas. Se reclinó apoyándose en los codos desde donde podía ver los campos de flores y tomó un sorbo de
vino tinto, entonces la miró, instalada en una posición similar.

"Te extrañé anoche", le dijo.

Ella se volvió de lado para poder observarlo mejor. "Yo también te extrañé."

"Tenía toda la intención de seducirte hoy aquí, pero he cambiado de opinión. No voy a hacerte el amor".

"¡Oh, por favor! No comiences con ese sin sentido de '¡No voy a casarme contigo' de nuevo!"

Él sonrió y le dio un golpecito juguetón en la barbilla. "Eso no es lo que iba a decir. Sólo quiero probarte que
tú eres más que sexo para mí. No eres un experimento, como has dicho."

"Y al no hacerlo, ¿a quién estás castigando? ¿A mí o a ti?"

Él se rió entre dientes. "No es un castigo, moza voluntariosa. Si te hubiera seducido, habrías protestado por
eso también".

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Comieron y bebieron el vino y hablaron de cosas sin importancia. Sus objetivos con los experimentos con
miel. Sus planes para el orfanato. Historias divertidas sobra su vida entre sajones, tratando de mantener su
esencia vikinga. La historia divertida de sus cinco hermanas huyendo después de matar a un conde malvado.

No hubo ni siquiera un beso o una caricia. Aun así, John sabía que transitaba un territorio peligroso. Estaba
enamorándose de una princesa vikinga.

Cuando él bostezó ampliamente, y ella hizo lo mismo, se tumbó sobre su espalda y la atrajo a su lado
apoyándole la mejilla en su pecho y poniéndole un brazo alrededor de los hombros. Bajo el cálido sol de
verano, la agitada noche anterior tuvo su efecto, y se quedaron dormidos.

En su sueño, John estaba haciéndole el amor a Ingrith. Realmente le hacia el amor. Y fue maravilloso.
Excepto...

¡Tos, tos, tos!

Estaba a punto de arrancarlo de su sueño. ¡Tos, tos, tos!

Poco a poco se dio cuenta de que no era la tos de Ingrith ni la de él. Lentamente abrió los ojos para ver a
Hamr divertido parado delante de ellos.

Inmediatamente, apartó a Ingrith y se puso de pie. "Estás de vuelta."

"Obviamente".

"¿Y?"

"Loncaster viene pisándome los talones. Espero que esté aquí antes del anochecer."

"¿Queeeeee?" gritó Ingrith, poniéndose de pie a su lado. Abordó a Hamr, y lo regañó, "Te quedas ahí
parado perdiendo el tiempo. ¿No reconoces el peligro?"

"Todo está bien en la torre del homenaje. Bolthor y Ordulf tienen a los niños bajo control. Ellos fingen que
todo está normal. Y ustedes dos... bueno, no habrá ninguna duda en la mente de Loncaster que tus afectos
sobre Lady Ingrith son reales." Él miró significativamente la marca en el cuello y la ropa arrugada.

Cuando regresaron a la torre del homenaje, todo estaba sorprendentemente tranquilo. Se apearon en los
establos, Ingrith estaba a punto de salir corriendo cuando John la agarró del brazo, tirando de ella
para abrazarla.

En contra de su oído, le susurró, "Loncaster no te hará daño. Eso te lo prometo".

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Ella se echó hacia atrás para mirarlo. Con lágrimas en los ojos, lo sorprendió diciéndole: "Te amo" Una vez
que la mujer pronunció esa declaración, fue el principio del fin para él... "Ingrith", fustigó. "Nos pusimos de
acuerdo."

Ella agitó una mano con desdén. "Oh, no te vuelvas loco. Además, ya te lo había dicho... ummmm, antes."

"No, no me dijiste eso. Lo que dijiste fue: 'Creo que me he enamorado de ti'. Hay una gran diferencia."

"¿Te has vuelto loco?" Probablemente. "Esas palabras se me escaparon. Olvida que las dije".

¡Hah! No es muy probable. "Esas son palabras que no se pueden olvidar."

"Déjame modificarlas entonces. Te quiero."

"Yo también te quiero." Más de lo que te imaginas. "¿Eso quiere decir que vas a permitirme hacerte eso que
te conté que hacen en los países árabes? Lo de la varita de mármol".

"Estás siendo innecesariamente grosero. Permíteme modificar mis palabras una vez más. Yo no te quiero. De
hecho, desearía nunca haber venido aquí. Vete. Tengo mejores cosas que hacer que parlotear contigo." Le
tiró la rosa que le había dado en el pecho.

Podría haber manejado eso mejor. Antes de que pudiera responder, y no es que tuviera algo que decir, ella
estaba organizando el mundo, o al menos su castillo. Uno tenía que amar a una mujer así.

Él sólo deseaba permitirse hacerlo.

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Capítulo 13

El terrible problema llegó...

Soy lamentable

Ingrith llegó a esa conclusión inmediatamente después de haber soltado las dos palabras que habían
sorprendido a John y lo habían dejado sin habla. Había tenido más que claro desde el principio que sus
muestras de afecto no serían bienvenidas, así que, él debía haber visto su declaración como un acto
traicionero.

En su defensa, podía decir que había sido incapaz de contenerse, por primera vez en su vida estaba
enamorada. ¿Quién hubiera podido callar, después de la visita al jardín de rosas? Pero, si lo hubiera pensado
por un segundo debería haber mantenido su boca cerrada.

Él no me quiere, y tengo que aceptarlo, se decía una y otra vez mientras se dirigía a la torre del homenaje
para instruir a los niños sobre su comportamiento una vez que llegara Loncaster, sobre todo para que no
dijeran nada.

Ella dio a varios de ellos, incluyendo a Henry, una última afeitada de cabeza. En total había quince
adolescentes y veintidós hombres con las cabezas rapadas. Henry se pegaría a la esposa de Ordulf, Anne, y a
su hija Beth; Anne estaba esperando un bebé, y simularían que Henry era el hijo de Anne y de Ordulf. Por
suerte, Anne tenía los ojos azules, al igual que Henry.

Tal vez yo podría convencer a John para que cambiara de idea, discutía con sí misma, mirándolo desde el
otro lado de la sala mientras se ponía una calza debajo de un sobretodo negro. ¡Qué imagen tan diferente a
la del hombre que sólo quería trabajar con las abejas! Lucía una espada envainada a un lado de su cintura y
un largo cuchillo en la otra. Sus hombres estaban formados a lo largo de la torre del homenaje y el
patio exhibiendo deliberadamente sus brazos musculosos. Loncaster comprendería que iba a ingresar en
un ambiente hostil.

Pero, incluso si tuviera la habilidad de persuadirlo, la renuencia de John no se modificaría a cambio de una
vida sexual satisfactoria. John tenía una buena razón para no casarse. Para él, el matrimonio implicaba niños.
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Cuando le dijo te amo, vio su mirada y supo que estaba satisfecho con su declaración. Tal vez estaba
teniendo los mismos pensamientos preocupantes que ella.

Caminando hacia ella le preguntó: "¿Estás lista?"

Ella asintió con la cabeza. Tal vez si le prometiera que nunca tendría hijos... No, eso no funcionaría. No
podríamos pasar ni un mes, por no hablar de toda una vida, compartiendo la cama sin consumar.
Eventualmente, él encontraría una mujer con la que pudiera completar el acto sexual. Una mujer que no
pudiera concebir.

"¿Por qué estás tan triste?"

¿Podría realmente ser tan obtuso? "Me temo que Loncaster querrá verme a solas."

"Yo me quedaré siempre cerca tuyo si puedo. De lo contrario, Hamr lo hará en mi lugar".

Ella asintió de nuevo. Tengo que enfrentar los hechos. Alguien como Joanna es más adecuada. "John, en
cuanto a lo que dije antes. No era en serio. Fue una broma."

"¡No, no, no! Esas palabras no fueron en broma".

¿Qué? ¿Está tratando de decir que le gustaron mis palabras? ¿O es que se está burlando de mis
sentimientos? "Bueno, no te preocupes, igual no espero que hagas nada al respecto."

"¿Nada cómo qué? ¡Tengo una idea!" Sonrió y le guiñó un ojo.

Y sólo por esa contracción de sus labios y su guiño pícaro, ella se llenó de esperanza. Tal vez tuvieran una
oportunidad después de todo.

"¿Puedes venir a mi habitación esta noche? ¡Te voy a mostrar la varita de mármol!"

No tan esperanzada después de todo. Todo se reducía al juego amoroso. Juego amoroso maravilloso en su
opinión, si abarcaba todo lo que había experimentado hasta el momento. ¿Por qué no puedo estar contenta

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con eso?

No hubo oportunidad de profundizar en el tema, ya que el sonido de los cascos de los caballos sobre el
puente levadizo de madera resonó a través de las dobles puertas abiertas de la sala.

John le apretó la mano y fue a reunirse con algunos de sus hombres que esperaban afuera. Una especie de
bienvenida, por así decirlo.

Ella se acercó a la puerta y vio como Loncaster y una docena de hombres armados desmontaban.
Inmediatamente John se acercó a Loncaster, y empezaron a discutir.

Las tropas de Loncaster tenían sus manos sobre las empuñaduras de sus espadas. Un momento de tensión,
por decir lo menos.

Loncaster la vio parada junto a la puerta. Su cara se puso roja de ira, y estaba a punto de caminar para
pararse frente a ella cuando John le puso una mano en su hombro y lo detuvo. Intercambiaron más palabras
enojadas. Sin embargo, los dos hombres comenzaron a avanzar junto a Ordulf, Hamr y los hombres de
Loncaster hacia los establos.

"¡Lady Ingrith! Usted desafió mis órdenes dejando Rainstead", dijo Loncaster girándose, señalando con el
dedo bruscamente en su dirección. "Me parece que usted es tonta o no tiene conocimiento de que mis
órdenes representan la autoridad del rey."

"No se me ordenó permanecer en Rainstead. Usted sólo dijo que iba a venir a visitarme alguna vez." Ella
retrocedió un poco, y John se apresuró a ponerse a su lado. Colocando un brazo alrededor de sus hombros,
la atrajo contra él en una pose que revelaba una estrecha relación.

"¿Qué está pasando aquí?" Los ojos penetrantes de Loncaster repararon en la posición del brazo de John, así
como la marca en el cuello de Ingrith, que ella se había asegurado que estuviera expuesta arreglando su
cabello trenzado encima de su cabeza.

"Vigila tus palabras al dirigirte a mi prometida", advirtió John.

Ingrith tuvo que morderse el labio para no decir: ¿Quéeeeee?

"¿Desde cuándo?" Preguntó Loncaster. John hizo señas a una criada para que sirviera cerveza, y llevo a
Loncaster hasta una mesa cercana. Se dio cuenta de que allí cerca estaba Bolthor con un hacha en la mano
junto con varios de los housecarls de John. Algunos de los hirds de Loncaster habían entrado en la torre del
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homenaje, también, a la espera de sus órdenes.
Después de que se hubieran sentado, ella y John en un lado y Loncaster en el otro, John respondió: "Ingrith y
yo nos conocemos desde hace años. Me hubiera casado con ella hace mucho tiempo, pero se resistió a mis
propuestas. ¿Verdad corazón?" John le dirigió una mirada apasionada que habría engañado a cualquiera.

"¿Por qué me coqueteaste entonces?" Preguntó Loncaster a Ingrith.

"Yo no te coquetee," dijo ella de mal humor. "Además, no estaba comprometida la última vez que nos
vimos."

"Tú no me engañas con esta estratagema, Hawk, y no te saldrás con la tuya. El Rey Edgar me prometió a esta
muchacha, y voy a tenerla."

Ingrith gimió para sus adentros. Oh, esto era malo. Muy malo. ¿Cómo se atrevía el rey a tomar una decisión
acerca de su vida? La respuesta: porque podía. Resido en las Norselands.

"La 'muchacha' es una dama," le recordó John a Loncaster. "Habla con ella con respeto, o no le hables en
absoluto."

Por una vez, Ingrith se mostró satisfecha de que hablara por ella.

Loncaster dejo que su mirada grosera la recorriera. "¿De repente se ha quedado muda?"

John sonrió y le apretó el hombro. "No, imposible. Esa es una de las cosas que más amo de ella."

¿Dijo 'amo'? Es probable que no lo dijera en serio. Pero, oh, dioses, ¡qué bien sonaba!
"¿Y qué está pasando con todas esas cabezas rapadas?" Loncaster miró las cabezas calvas de John y Bolthor
con disgusto.

"Piojos", dijo John con disgusto. "Tuvimos un gran problema con los piojos aquí en Hawk’s Lair. Los bichos
estaban en las orejas y en el pelo de la nariz, también. Ten cuidado donde te apoyas, que no haya alguno
todavía".

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"¡Basta de juegos! ¿Dónde está el niño?"

"¿Qué niño?" Preguntó Ingrith.

Loncaster gruñó. En realidad gruñó. Si John no estuviera sentado a su lado, probablemente la habría
estrangulado. "El hijo del rey. Henry. Tengo instrucciones de regresar con el niño a Winchester." Dijo
golpeando un pergamino doblado con el sello real en la mesa entre ellos.

Mientras ella y John leían, Loncaster levantó su copa y la vació de un largo trago. Inmediatamente, una
criada se apresuró a darle una dosis adicional, por la que ni siquiera hizo un gesto de agradecimiento. En
lugar de ello, continuó frunciendo el ceño.

John le devolvió la carta a Loncaster e Ingrith dijo: "El muchacho no está aquí."

"Mientes, milady. Ten cuidado. Si yo no te creo, eso significa que el rey no te creerá"

Los ojos oscuros de Loncaster miraron acusadores a Ingrith. Él podría ser un matón, pero era inteligente.

"Ese maldito orfanato de Jorvik fue vaciado más rápido que la orina de una vejiga cuando se supo que iba a
ir por el niño. Un orfanato que, por cierto, ahora ha sido reducido a cenizas".

Ingrith jadeó con horror, y pudo sentir la tensión de John a su lado.

"¿Querrías explicar el motivo de tu salida tan apresurada?"

"Siempre es bueno salir de la ciudad durante los meses de verano. El calor, las moscas y todo eso".

"¡Pfff! "Se burló. "O me entregas a Henry, o te atienes a las consecuencias."

"¿Por qué es tan importante el niño?" Preguntó John.

Loncaster se encogió de hombros. "Cada sucesión al trono durante el siglo pasado ha sido impugnada. Edgar
tiene dos hijos legítimos, Edward y Ethelred, quienes son muy jóvenes. Si algo le sucediera al rey, habría una
oleada de ratas como tú tratando de imponer quien accede al trono y quién será el tutor. El Arzobispo
Dunstan, por ejemplo, o la segunda esposa de Edgar, Elfrida. ¿La has conocido?"

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John asintió. "Una gran belleza."

"¡Ja! No pensarías así si tuvieras que soportarla durante algún tiempo. La mujer estimula la ambición de su
hijo Ethelred envenenándolo contra su padre. Cualquier controversia a sus reclamos te asegura una mordida
ponzoñosa".

"¿Qué tiene que ver Henry con esto?", Preguntó Ingrith. "Hay dos herederos legítimos... y Edgar es joven
aún... sólo tiene veintisiete años, creo. Él puede tener otros hijos".

"Mi señora, usted no entiende la política de la corte. Con el fin de asegurar el trono, todos los posibles
herederos... y me refiero a todos, deben ser eliminados. Edgar es un buen rey, en muchos aspectos, pero
tiene el apetito sexual de un sátiro. Sólo Dios sabe cuántos hijos perdidos por la comarca llevan su sangre. Al
igual que Henry. Todos se consideran amenazas. Incluso la hija que nació en el convento Wilton producto de
su violación a la abadesa".

"Entonces ahí tienes tu respuesta, queríamos proteger a Henry", dijo Ingrith. "Su vida está en peligro."

"No si el rey o Dunstan, lo toman bajo su cuidado."

"¿Y si Henry renuncia a cualquier derecho al trono? El padre de mi padrastro, Thork, el hijo del rey
Haraldsson, lo hizo. ¿No sería eso suficiente?" Preguntó John.

Loncaster negó con la cabeza. "Tal vez si fuera mayor. Pero la palabra de un niño de cinco años no
cuenta. Debes entregarme al niño, y yo se lo llevaré al rey."

"¿Me garantizas que nada va a pasar con él?" Ingrith devolvió la mirada sombría de Loncaster.

"Mientras que esté bajo mi protección, él estará seguro," prometió Loncaster.

"Y cuando Edgar, o Dunstan, lo tomen a su cuidado, supongo que el chico encontrará algún amigo en la
corte", dijo John.

"Sin duda," dijo Loncaster. "Pero ese no es mi problema."

Pero es el mío, pensó Ingrith, y repitió su mentira, "El chico no está aquí. Usted puede buscar, si no me cree".
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"Oh, usted puede estar segura de que voy a buscarlo. Y no creo que nuestro asunto haya terminado mi lady.
Voy a volver con una orden del rey inmediatamente. Mejor que no se celebre ningún matrimonio, mientras
tanto".

Por desgracia, eso no sucedería.

Durante las siguientes horas, Loncaster y sus hombres examinaron todos los rincones de la torre del
homenaje, las cuadras y otras dependencias, incluso las letrinas. Había jinetes cabalgando en cuatro
direcciones para ver si el chico estaba oculto en algún lugar de la finca.

Ingrith se obligó a permanecer en la cocina preparando una comida fría para que Loncaster y sus hombres
tomaran... antes de partir. John, Ordulf, Hamr, Bolthor, e incluso Ubbi se quedaron en lugares estratégicos,
supervisando la búsqueda de los hombres. Fue sólo a través de un susurro furtivo de Katherine que supo
cómo le había ido a Henry. Muy bien, sobre todo porque no había dicho una palabra, y se había abrazado a
las piernas de su "madre".

Ella acababa de entrar en el cuarto de lavado, que se encontraba en un edificio independiente unido por una
pasarela cubierta, cuando Loncaster la atrapó, sola. Arrastrándola al interior, la golpeó contra la pared de
madera y la mantuvo allí en un doloroso apretujón.

"¿Dónde está el niño?" Escupió.

"No lo sé", balbuceó castañeteando los dientes.

"¡Usted miente puta!" Gritó, mientras la apretaba entre sus brazos con tanta fuerza que su corona trenzada
comenzó a desmoronarse. "¿Dónde está el niño?"

Tomó todo su valor para levantar la barbilla. "No lo sé."

Su atención se fijó en la marca de amor en su cuello. "Otra cosa... me habría casado contigo, antes, pero
ahora que has dado tus favores libremente a otro, te haré mi puta. No dudes de mis palabras. Edgar me
debe mucho, me concederá el don de tu cuerpo".

"¡Nunca! Usted nunca me tendrá, bruto."

"Desafíame, y te encontrarás viviendo en el infierno. Voy a matar a cualquiera que se interponga en mi


camino. Tu amante, el primero de todos."

"No podría matar a John", preguntó ella con voz trémula. "Tal vez usted no es consciente de que tiene
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amigos en las altas esferas. Incluyendo su padrastro, que está en el 10witan del rey".

Loncaster se encogió de hombros. "Una puñalada por la espalda en un pasillo oscuro. Una flecha al corazón
cuando esté investigando sus abejas. Una caída por un precipicio. ¿Quién podría decir quién fue el
culpable?"

"¿Qué daño te ha hecho?"

"Él te tuvo y además protege al bastardo del rey. Edgar me lo agradecerá".

Justo en ese momento, la puerta se abrió de golpe, y John irrumpió empujando a Loncaster lejos de Ingrith.
"¡Tú hijo de puta de mierda! Te dije que no tocaras a mi lady".

"No le hice ningún daño. ¿Verdad, mi lady?" La miró fijamente desafiándola a que le contara a John lo que
había hecho y dicho, y asegurándole con su actitud que John estaría muerto. Si no ahora, en algún momento
del futuro cercano, cuando menos lo esperase.

Ella negó con la cabeza para indicar que estaba ilesa. Fue sólo más tarde, cuando Loncaster y sus hombres se
habían ido que John la tomó del brazo para conducirla a la sala para la cena, y ella se estremeció de dolor.

"¿Qué sucede?", preguntó.

"Nada. Una corriente de aire."

"No hay ninguna corriente. ¿Qué pasó?"

"No hagas un escándalo por nada."

Negándose a aceptar sus palabras, le tomó la mano y la llevó a un solar, donde se deshizo de los broches de
su delantal y bajó el escote de su túnica, tirándola hacia abajo hasta los codos. Había dos cordones negros y
azules en sus brazos, que pronto se tornarían amarillos. Loncaster casi había roto sus huesos, de tan duro
que la había apretado.

"Voy a matar a ese hombre," dijo John llevándola a su cobertizo para ponerle una cataplasma de miel tibia
sobre la zona afectada. Besó un brazo, luego el otro.

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Deriva de la institución política llamada Witenagemot, que significa asamblea de hombres sabios ("witan", sabio o consejero;
"gemot", asamblea). Era la herencia de las antiguas asambleas tribales que después se convirtieron en consejos, donde se reunían
las personas más importantes de la zona, entre las cuales se encontraban obispos abades, nobles y consejeros del rey.

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No, si él te mata primero, pensó. Incluso aunque John insistiera en un revolcón rápido, no podía quedarse y
poner en peligro su vida. Henry y Loncaster eran sus problemas, no los de John.

Por suerte, o por desgracia, él no trató de hacer el amor con ella. O saciar su lujuria, se corrigió. De cualquier
manera, tenía cosas más importantes que hacer en la torre del homenaje.

A primera hora de la mañana, se marcharía de Hawk’s Lair

Valía la pena el riesgo, después de todo...

Al menos una docena de sus hombres se quejaron de la comida de la noche. No es que fuera mala, pero
había sido preparada por la nueva cocinera, que era bastante mediocre. ¿Dónde estaba Ingrith?

Fue entonces cuando descubrió la horrible verdad. Ella tenía la intención de abandonar Hawk’s Lair.

Los niños estaban llorando, la cocinera se quejaba de que el trabajo era demasiado para ella, Bolthor y
Katherine le lanzaban miradas acusadoras. Y Hamr sólo sonreía como si supiera algo que John desconocía.

Habría ido por ella de inmediato, pero Bolthor insistió en que escuchara su última creación: "La lección que
deja el Peligro"

‘El peligro siempre se esconde cuando el hombre está cerca. La crueldad abunda y hace que todos teman. Los
niños sufren cuando la codicia los alcanza. Pero algo bueno logra cuando una amenaza de muerte pasa. Le
recuerda a los hombres algo que nunca deben olvidar: Aprecien lo más importante que la vida les puede dar.
La buena salud, un techo sobre la cabeza. Un barco robusto, una buena cerveza. La familia y los buenos
amigos, pero sobre todo, cuando la vida está en peligro, lo más valioso es el amor de una mujer. En verdad es
un regalo para agradecer. El sabio lo atesora cuando puede. No hay peligro que el amor no supere’.

En cuanto el poema de Bolthor concluyó, John le dijo que había sido muy bueno, a lo que Bolthor respondió:
"Entonces presta atención al mensaje tonto, ahora que tu amor se ha ido."

"¿Qué amor?"

Bolthor se limitó a sacudir la cabeza.

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Fue sólo más tarde, cuando una persona tras otra se apartan de su camino en cuanto se les acercaba, que
finalmente descubrió la razón por la que todos rehuían de él. La razón por la que la nueva cocinera había
preparado la comida... la razón por la que Ingrith no estuvo en la mesa durante la cena... no se debía a la
migraña que había afirmado tener. Ella estaba haciendo las maletas para irse en la mañana.

"¿Dónde está?" le preguntó a Ubbi después de encontrar la alcoba vacía.

El pequeño hombre, que estaba comiendo en la cocina, ni siquiera levantó la vista.

"Te hice una pregunta, gnomo, ¿dónde está tu señora?" dijo entre dientes.

"Vete. Mi ama no necesita un troll en su vida."

Pero yo sí la necesito. Cogió a Ubbi por la piel del cuello y lo sacudió. "Dime dónde está o todo mi sustento
será un gnomo asado en la mañana."

Ubbi escupió una serie de malas palabras, pero la nueva cocinera, Ardith, intercedió por él. "Ella está en el
establo cargando los baúles. Planea dormir allí esta noche para estar lista para partir antes del amanecer".

"Oh, es lo que planea, ¿verdad?" Marchó hacia la puerta de atrás y se volvió en el último momento para
señalar con el dedo a Ubbi, que se frotaba la piel de su cuello. "Quédate aquí sí valoras tu vida."

Vistiendo la túnica y las calzas con las que había llegado hacía apenas una semana, estaba subida en el
carro, organizando varias bolsas de cuero y mantas, junto con un montón de pan y otros alimentos para
llevar en el viaje a donde quiera que planeara ir. El carro estaba cubierto con paja, sin duda para hacer
camas para que los niños durmieran en el camino.

A la luz de dos antorchas de pared, podía ver cada acción en el granero oscuro. Hizo una pausa, disfrutando
de la visión. Ahora, ella se inclinaba, exponiendo bajo la tela de sus calzas una de las mejores partes de su
cuerpo. Estaba envolviendo una espada con una tela, sólo Dios sabía cómo pensaba usar el arma.

"Vas a alguna parte, Ingrith?" Le preguntó con toda la calma que pudo, a pesar de que la furia hacía hervir su
sangre.

"Uh." La culpa floreció como el fuego en sus mejillas. Alzó la mano y la dejó caer. Estaba demasiado
sorprendida por su llegada como para protestar.

"¿Te ibas sin mi permiso?" Él se acercó a ella... de una manera amenazante, tuvo que admitir.

Ingrith se enfadó y puso distancia a su proximidad.

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¡Como si él pensara dejarla escapar!

"No necesito tu permiso. No eres mi marido".


"Permíteme decirlo de otra manera. ¿Te ibas sin siquiera decir adiós?" Se acercó de nuevo.

Retrocedió más. "Es mejor así."

"¿Mejor para quién?" Vio un pesebre vacío detrás de ella con paja fresca y una manta. Su cama para pasar la
noche, supuso. Sería una cama de hecho, pero no para dormir.

Esta vez, cuando se dio cuenta hacia dónde se dirigía su mirada el pánico llenó sus ojos azules.

¿Por qué el pánico? "Tú no tienes que temerme, Ingrith, sólo deseo desnudarte y acariciarte hasta oír tus
gritos de éxtasis, no existe ningún peligro al que debas temer. Tengo la intención de castigarte por esta
transgresión, pero de una manera que en última instancia disfrutarás." Esa no había sido su intención
original cuando salió en su busca. Por lo menos, no había sido consciente de tal intención.

"Yo no quiero esto."

"¡Mentirosa!"

Las lágrimas llenaron sus ojos. "Lo quiero demasiado, entonces."

No necesito llorar ahora. Las lágrimas humedecerán su entusiasmo.

"¿Y es por eso que te vas?"

Ella asintió con la cabeza, mirándolo fijamente mientras se quitaba el largo sobretodo, la túnica y el cinturón,
colgándolos sobre la puerta, que se cerró tras ellos. Mientras se sacaba una bota, y luego la otra, ella
empezó a hablar.

"No puedo quedarme aquí, John. Es demasiado peligroso".

Te diré lo que es peligroso, mi lady. Tratar de hablar con un hombre furioso y excitado. "¿Y crees que viajar
por un camino desierto con sólo un gnomo para protegerte no es peligroso?" Él respiró hondo para recobrar
la paciencia. "¿Dónde ibas, por cierto?"

"A Jorvik. Para encontrar el drakkar de tu padrastro y navegar hasta Stoneheim".

"¡Jorvik!" Maldijo por lo bajo. "¿Y Loncaster? ¿No has pensado que está vigilando la ruta desde aquí a
Jorvik?"

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"Tenía planeado acampar en el bosque que se encuentra a unas horas de aquí, y luego viajar por la noche."

"¡Dios de los cielos!" Se quitó las calzas y se arrancó las medias.

"¡Dios de los cielos!" Exclamó ella, pero no estaba comentando sobre la idiotez de sus planes, como lo había
hecho él. Estaba mirando su virilidad erguida que la señalaba como un dedo acusador. Un dedo acusador
gigante, si cabía mencionarlo.

Sólo cuando empezó a quitarle el delantal y aflojar los lazos del cuello de la túnica Ingrith empezó a luchar,
le puso las manos en sus hombros para detenerlo. "Espera," dijo. "Realmente tengo que irme. Abrir los
muslos para ti sólo hará las cosas más difíciles cuando me vaya".

"Las cosas ya son difíciles, si quieres saberlo," murmuró, en voz alta, dijo: "Mencionar la apertura de tus
muslos no ayuda a la causa."

"¡Tsk-tsk-tsk!" desestimó lo que había querido decir. "Loncaster te va a matar si me quedo. Él me lo dijo".

Hizo una pausa en su intento de desnudar su cuerpo retorciéndose e inclinó la cabeza hacia un lado. "Él no
me puede matar cuando tengo un ejército detrás de mí, y, créeme, las fuerzas combinadas de Hawk’s Lair y
Gravely componen un ejército".

Ella sacudió la cabeza negando y se agachó bajo el brazo, que se había empeñado en desenmarañar las
trenzas enroscadas sobre su cabeza y peinarlas con sus dedos hasta dejarlas reposar sobre sus hombros. Él
la agarró por el cuello de la túnica cuando intentó abrir la puerta. La prenda se rasgó justo en el centro de la
espalda, tanto para su sorpresa como la de ella.

Se volvió y lo miró parpadeando con consternación y se apoyó en el establo para mantener la parte de atrás
de la túnica en su lugar. Esfuerzo absolutamente inútil. Él simplemente dio un tirón en las mangas, le sacó la
prenda y la acostó sobre la paja antes de que pudiera hablar. Y habló. A esa mujer le gustaba hablar, cosa
que estaría bien en otras circunstancias, pero en ese momento él tenía otros planes para su boca.

"Loncaster no usará un medio obvio para ejercer su maldad. Encontrará una manera de apuñalarte por la
espalda cuando menos te lo esperas".

Por un momento, él no entendió, su cerebro quedó paralizado a la vista de sus pechos perfectamente
redondos con sus pálidos pezones rosa. Quería probarlos y tocarlos y llevarla al éxtasis besándoselos. Pero
¿qué había dicho sobre Loncaster? John se pasó una mano por la boca, estudiándola. Había genuina
preocupación en sus ojos. Preocupación y, sí, también amor, un amor que él no quería. ¿No lo quería? No, a
menos que significara que ella le daría su cuerpo libremente y sin inhibiciones.

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"¿Ibas a arriesgar tu vida por mí?" Su corazón latía tan rápido que apenas podía respirar.

"Sí, pero no sólo por ti. Loncaster iría por mi después de que otros me... no importa, también por Ubbi, y los
huérfanos. Mira lo que le hizo al orfanato por despecho. Un hombre así no se detendría ante nada".

La mujer se arriesgaba a todo por mí. No importa lo que diga. Para protegerme, se iba a exponer a sí misma
ya los niños a la amenaza de Loncaster. "¿Cómo puedes pensar que me gustaría esconderme detrás de una
mujer? ¿Qué hay de honorable en eso? Me parece que la muerte sería mejor que perder la hombría".

"Eso es una estupidez. La muerte es la muerte. El orgullo no tiene por qué ser tu perdición".
"Tú eres mi perdición, Ingrith, pero no debido a un comandante militar malandrín." Él tocó la punta de sus
senos con sus manos, e hizo florecer los puntos duros de su excitación.

"¿Qué... qué quieres decir?"

"Tú y yo tenemos asuntos pendientes." Cuando se quitó el resto de su ropa, ella le dio la respuesta con un
gemido de rendición. "¿Por qué haces esto, John? Sabes que es mejor para todos nosotros si no estoy. Lo
has dicho más de una vez".

"¿No puede un hombre cambiar de opinión? ¿No puede un hombre decir cosas equivocadas sin que tengas
que recordárselas una y otra vez?"

"¿Eh?"

Él le sonrió y vio la forma en que sus labios se separaron en un suspiro. Ella le había dicho más de una vez
que su sonrisa la derretía. Sólo podía rezar para que lo hiciera ahora. Con esto en mente, sonrió un poco
más, embobado como estaba.

"Vamos a hacer el amor, Ingrith."

"¿Realmente hacer el amor?"

Él podía decir que sonaba escéptica. "Así es."

"¿Quieres decir...? ¡oh! Pero ¿por qué ahora? ¿Qué es diferente ahora de lo que era... digamos, ayer?"

Tonterías tonterías, tonterías. Si no tengo cuidado, vamos a terminar hablando de nuestro despertar a la
muerte. "Esta noche Bolthor me hizo meditar en lo fugaz que puede ser la vida. El peligro acecha en todas
partes. Mejor tomemos cada día como viene." ¡Eso fue bueno! No me di cuenta que podía ser tan poético.
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"¿Estás poniendo en práctica un consejo de Bolthor ahora?"

Sonrió. "Increíble, ¿no?"

Él estaba bajando su boca a la de ella cuando lo detuvo de nuevo. "¿Vas a utilizar ese método con la miel?"

"¿Miel?" Me pregunto si mis ojos se cruzarán por la frustración.

"El método que utiliza la gente en sus experimentos de control de natalidad"

Eso lo detuvo en seco. Ella sabe de eso. En verdad, mi gente no puede mantener un secreto. "No. Una de las
mujeres del experimento está embarazada, lo que significa que la pasta de miel no es infalible. Además, me
parece que tu virginidad no podría soportar la miel endurecida". Él acarició su canal femenino con los dedos
y se rió entre dientes. "Después de haberte tocado aquí y comprobado qué tan caliente está, puedo
asegurarte que tu calor derretiría una piedra, ni hablar de una costra de miel."

Ella se sonrojó y trató de cubrir sus pechos con un brazo y sus partes bajas con el otro, pero él tomó ambas
manos y las colocó a cada lado de su cabeza, una posición que hizo que sus pechos se presentaran de la
manera más tentadora.

"Y antes de que te ofendas, debes saber que una mujer ardiente es algo muy bueno."

La besó en el hombro desnudo y lamió primero un pezón y luego el otro, satisfecho con el gemido que
produjo. "Me retiraré antes de derramar mi semilla. Todavía hay un riesgo, pero no tan grande."

"¿Eso es un riesgo que realmente quieres tomar? Podemos hacer... ya sabes... lo que hicimos antes. ¡Oh, mi
dios! Haz eso otra vez."

Acababa de frotar los pelos del tórax hacia atrás y adelante a través de sus pechos.

"Feliz de hacerlo." Y él lo hizo. Pero se detuvo para responder su pregunta: "Corazón, tú estabas dispuesta a
arriesgar tu vida por mí. ¿Cómo puedo hacer menos yo?"
"No quiero que me devuelvas el favor. ¿No ves que…"

"¡Shhhh!" Él estaba explorando las espirales internas de su oído ahora con la punta de la lengua, una
actividad que ella parecía disfrutar enormemente. Él también. "Esto iba a suceder con el tiempo. Los dos
sabemos eso. De esta manera, puedo al menos tener un poco de precaución".

Y así comenzó una experiencia sexual como nunca había experimentado, no desde que se había enterado de
la extensión de la locura de su padre a la edad de catorce años. Sólo esperaba que esta vez no terminara en
tragedia.
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Capítulo 14

Se podría decir que era un cura sexual...

Ingrith todavía tenía la intención de dejar Hawk’s Lair en la mañana, como estaba previsto, pero cuando los
dioses dejaron un regalo en su regazo, no pudo decir que no. Y hacer el amor con John, realmente hacer el
amor, era un regalo, estaba segura.

Tenía casi treinta y uno, y era una mujer fuerte, acostumbrada a vivir en soledad. Se haría fuerte otra vez, a
pesar de las heridas del alma que estaba obligada a llevar, pero no por nada iba a negarse a sí misma esta
noche de felicidad.

Por ahora, estaba acostada sobre su espalda en la paja, mirando a John quien a su vez la observaba. Luego,
se apoyó sobre los codos y empujando las rodillas separadas, se acomodó sobre ella. Levantando los ojos,
vio el escaneo de su cara, con atención.

"Te quiero." Su voz era como una caricia de terciopelo.

Era una sensación embriagadora, que este hombre en particular la quisiera. "Me haces sentir hermosa y
especial."

"Eres hermosa y especial."

Al principio, sus labios buscaron una reacción en ella. Un beso persuasivo, eso es lo que era. Poco sabía que
ella ya estaba convencida.

Con sus manos agarrando sus hombros, abrió la boca para él, dándole la bienvenida a las estocadas de su
lengua. Podía oler el almizcle de la excitación en su piel.

Cuando sus besos se dirigieron a su cuello y hombros, suspiró. "Debería avergonzarme por rendirme tan
fácilmente a ti."

"¡Nunca! Tu ardor es un placer. Seguramente Dios espera esto de dos personas que comparten su cuerpo.
¿Por qué si no iba a hacerlo tan emocionante?"

"Me parece que Adam le dijo lo mismo a Eva."

"O Eva se lo dijo a Adán, ya que fue quien lo tentó con la manzana prohibida" corrigió.

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Se sonrieron el uno al otro, compartiendo el humor y la intensa conciencia física que siempre estallaba entre
ellos, más aun ahora. Se retorció un poco, disfrutando de la sensación de la piel sobre la piel, de hombre a
mujer, áspero y suave.

"Tentadora ", la reprendió, y rodó sobre su espalda poniéndola encima.

Al principio, se sintió avergonzada, pero se las arregló para acomodar sus piernas arrodillándose a
horcajadas de su vientre, con su erección ubicada contra el pliegue de las nalgas. "Oh, yo no sé nada de
esto", protestó.

"Por mí, Ingrith" la engatusó. "Hazlo por mí."

Con un suspiro de rendición, acomodó en su trasero la tibieza de su miembro. "No sé qué hacer,
precisamente."

"Yo te voy a enseñar. ¿Recuerdas cuando te enseñé a cabalgar contra mi dedo? Debes hacer lo mismo con
mi... miembro".

Si ella no se hubiera ruborizado antes, lo habría hecho ahora, recordando esa actividad perversa.

"Pero eso vendrá después", dijo. "Tenemos un largo trecho que recorrer antes de llegar a ese destino."

Su primera parada en ese camino eran sus pechos, que parecían fascinarlo.

"No son muy grandes."

"Son perfectos”.

Masajeó sus pechos en forma circular, y pudo sentir las puntas endurecidas. Cuando tocó sus pezones
apretándolos entre el dedo índice y el pulgar, ella trató de volver a ponerse sobre la espalda, pero él la
agarró por las caderas y la mantuvo en su lugar. "No trates de escapar ahora, dulzura."

¡Como si pudiera! ¡Como si quisiera hacerlo!

Él continuó acariciando las puntas de sus pechos, haciendo que crecieran más, y provocando un aleteo entre
sus piernas. De hecho, podía sentir la humedad filtrándose desde su canal femenino.

Con un gemido que era partes iguales de vergüenza y éxtasis, cerró los ojos.

"No, no quiero que escondas tus reacciones de mí. Abre los ojos, Ingrith. Quiero ver tu pasión. Saber lo que
te agrada. ¿Te gusta esto, por ejemplo?" tiró de ella hacia delante un poco y se inclinó hacia arriba para
poder besar cada pezón tenso. Luego su boca se cerró sobre un pecho que había levantado, mientras que
amasaba el otro.
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"¡Yiiiiiiiiiiiii!" Chilló.

Levantó la boca de su pecho, miró hacia arriba. "¿Eso significa que te gusta?"

"¿Estás loco?"

"Lo tomo como un sí." Se rió entre dientes, e incluso su aliento caliente en la aureola le hizo estremecer su
vientre. "Si te gusta eso, me parece que te encantará esto." Y comenzó a succionarlo. Duro, luego suave.
Alternando con lamidas de su lengua y pellizcos de sus dientes, pronto la tuvo casi en agonía por el éxtasis. Y
luego, ¡Santo Valhalla! Comenzó a hacer lo mismo con el otro. Pronto estaba escalando un inminente
orgasmo, que no quería explotar en esa posición. Trató, inútilmente, de frenarlo, y sus muslos se tensaron,
luchando contra la explosión de sensaciones intensas.

"Relájate, querida", dijo, mirándola fijamente.

"¿Relajarme? Realmente eres demente. ¿Disfrutas torturándome así?"

"Una tortura delicioso, espero, al menos así lo es para mí." Riendo, la hizo sentarse en posición vertical sobre
él, aunque ella se esforzaba por ocultar su rostro en su pecho. Él hizo algo escandaloso entonces. Tomando
sus nalgas, la levantó ligeramente, y sus dedos expertos le acariciaron los pliegues resbaladizos por detrás.

"Déjate ir", instó.

Y lo hizo. Ola tras ola golpearon sobre ella, estremeciéndola y sonrojándola por todas partes. Sus pechos se
habían hinchado y le dolían. Sentía su rocío de mujer brotando como jarabe caliente debido a los espasmos
de placer.

Cuando terminó su orgasmo, ella abrió los ojos, sin haber tomado en cuenta cuando es que los había
cerrado. La mirada en los ojos de John bien valía la vergüenza. ¡Y Santo Thor! ¿En qué momento había
rodado para ponerse sobre ella?

"¿Estás lista?"

"Mi señor, he estado lista desde hace años."

Él se rió y palmeó su nalga. "Eso es por llamarme ‘mi señor’". Luego se puso serio. Ubicado entre sus piernas,
levantó las rodillas y las separó más ampliamente. Luego entrelazó sus dedos con los de ella y levantó sus
manos sobre la cabeza. Poco a poco, tan lentamente que quería gritar, fue introduciendo su falo justo
dentro de su canal de mujer. Para su vergüenza, sintió que se deshacía en un orgasmo de bienvenida.

"¡Jesús, María y José!" Murmuró. "Lo siento," dijo ella.

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"No te disculpes por darme más placer del que he tenido desde... desde siempre." Gotas de sudor se
destacaron en la frente mientras empujaba un poco más, entonces se retiró. Ella quería agarrarse a él e
introducirlo de nuevo. En cambio, él se tomó un respiro y luego reincidió. Dentro. Fuera. Una y otra vez, sus
músculos internos le apretaron en un intento de impedir su fuga. La fricción era insoportable y placentera al
mismo tiempo.

Finalmente, fue llenándola. Estirando su vientre, lo cual era un milagro para ella. Nunca nadie le había dicho
que el canal de la mujer se expandía lo suficiente como para acomodar el tamaño de un hombre. ¿O que la
plenitud de un hombre era una alegría por sí misma? Había una unidad en el acto sexual que tenía un
aspecto celestial. Dos personas que se hacían una.

"¿Estás bien?", preguntó.

Ella asintió con la cabeza. "Sólo sentí un pellizco por un momento."

"Te siento como el más apretado, y más cálido guante alrededor de mi pene", le dijo.

"Te siento como acero caliente. Como si tu miembro tuviera una mente propia".

"Así es. Créeme, la tiene."

Casi deseaba que se quedara inmóvil dentro de ella. Hacer lo contrario sería romper el hechizo, pensó hasta
que él empezó a moverse, y entró en otro nivel de paraíso. "¡Oh, Dios!", Fue todo lo que dijo.

"Estoy de acuerdo", coincidió.

Entonces comenzó la verdadera danza del sexo. Al igual que la espada que era. Estoque, luego retirarse.
Estoque, luego retirarse. Primeros toques largos y lentos. Después más corto y más rápido.

Le susurró palabras y promesas perversas en su oído.

Ella se retorcía de un lado a otro con súplicas incoherentes por alivio. Sus manos impacientes estaban por
todas partes, descubriendo todos sus lugares eróticos ocultos. ¿Quién hubiera imaginado que el dorso de
sus rodillas fuera tan sensible como sus pechos? La dejó sin secretos.

Todo era demasiado nuevo e increíble para Ingrith, descubrió placeres físicos más allá de cualquier fantasía
que jamás podría haber imaginado y que la asaltaban desde todos lados. Y John estaba igualmente
afectado. Podía asegurarlo por el temblor violento que sacudía todo su cuerpo.

Su mundo se redujo al olor y el tacto de su amante. Los únicos sonidos eran los de su respiración jadeante y
el perfume erótico y húmedo de las partes sexuales. Sólo de vez en cuando percibía algún ruido procedente
de un caballo en el pesebre más cercano.
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Y luego echó atrás la cabeza y parecía estar contando en silencio. Pero se dio cuenta que estaba esperando
que acabara primero, cosa que ella hizo rápidamente. Con las crecientes tensiones, sus entrañas se
contrajeron como un ovillo de lana, y luego ¡Gracias a los dioses! Explotó, enviando chispas de alivio a cada
parte de su cuerpo, especialmente al zumbido entre sus piernas.

Sólo entonces John lanzó un rugido de satisfacción mientras se retiraba y derramaba su semilla en la paja.
Podía sentir su pecho subiendo y bajando mientras yacía pesadamente sobre ella, con la cara hundida en el
hueco de su cuello.

Instintivamente, le acarició la espalda hasta la cintura, uno de los lugares favoritos de su cuerpo.

Ingrith desesperadamente quería decirle a John que lo amaba porque, por supuesto, era lo que sentía. Pero
había aprendido la lección de una vez. Esas no eran las palabras que quería escuchar de ella. Ingrith se lo
había demostrado, sin embargo, a través de su amor. Si lo dijera, probablemente echaría a correr por las
colinas.

Cuando levantó la cabeza, finalmente, pensó que iba a sonreír y hacer una observación divertida y sin
sentido. O algún comentario hiriente sobre cómo no iba a casarse con ella.

En cambio, a pesar de que la tristeza silenciosa había desaparecido de sus ojos, su expresión seguía siendo
grave. Mientras recorría suavemente sus labios con los dedos, él dijo: "Dios me ayude, Ingrith, pero me
siento como si hubiera estado enfermo durante mucho tiempo, y ahora estuviera curado."

Primero ella batió su mantequilla, luego ordeñó su...

John no podía creer que se hubiera revelado de manera tan patética. Se puso de costado y estudió su rostro.
Para su alivio, no vio piedad allí. Sólo una saciedad maravillosa, de la que se sentía orgullosamente
responsable.

Él levantó su muslo para que descansara sobre su cadera. Después de lo que acababan de compartir, no
había manera de que la dejara escapar ahora.

"Yo siento lo mismo", dijo.

Nadie puede sentir lo mismo que yo en estos momentos. Yo soy un dios. Soy Adán antes de comer la
manzana. Yo soy el Rey Salomón y el Rey David combinados. Soy un idiota. "¿Lo mismo?"

"Lo que dijiste acerca de sentirte curado."

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Posiblemente no podía saber lo que se sentía al llevar la locura en la sangre. Siempre atento a que
finalmente se manifestara. "Sin ánimo de ofender, mi señora, pero tú eres saludable como un caballo de
primera en días de carreras." Deliberadamente bromeó para aligerar la conversación, y además, ¿qué
necesidad había de conversar cuando estaba desnudo, y ella estaba desnuda, y...?

"La soledad es un tipo de enfermedad. A pesar de que a menudo estoy rodeada de gente. Crecí con mis
hermanas. En una finca regia rebosante de guerreros vikingos, pasadores, y sirvientes. Luego todos los niños
del orfanato y aún así, me sentía sola y no me daba cuenta. No fue sino hasta que viví todo esto" hizo un
gesto con la mano entre ellos dos "que me di cuenta de lo que me faltaba".

"¿Todo esto?" Sonrió.

"Ya lo sabes." Ella trató de golpearlo en el pecho por sus bromas.

Le agarró la mano antes de que pudiera hacer ningún daño y le besó los nudillos en su lugar. "No. Dime".

"Me siento realizada como mujer. Quiero... quiero decir… en realidad... ¿Esto te satisface?"

¿No grité mi satisfacción allí en el final? ¿No estoy yo ahora tan flojo como una zanahoria rancia en
invierno?" A diferencia de ti, soy perfectamente consciente de lo que falta en nuestra unión, pero aún así es
bueno, Ingrith. Mucho más que bueno. "No me puedo imaginar cómo serás una vez que ganes un poco de
experiencia. Podría morir de satisfacción entonces.

"¿Yo... hice las cosas bien?"

"Más que bien. Pero..." Es hora de poner fin a toda esta palabrería.

Cuando se dio la vuelta y no respondió de inmediato, ella lo pinchó, "¿Pero...?"

"Pero tengo una necesidad." ¿Accederá a mi juego? "Un anhelo, un antojo en verdad." Tal vez debería batir
mis pestañas. "Deseo..."

Ella se apoyó en un codo y se inclinó sobre él. "Tus deseos son órdenes para mí, mi señor."

¡Gracias, Dios! "Ooooh, Ingrith, no deberías hacer tales declaraciones a un hombre."

"Dentro de lo razonable", se corrigió.

"Yo quiero que me toques." Dejando la broma a un lado, esa es la verdad. Me agobia la necesidad, necesito
su toque.

"¿En dónde?"

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"Por todos lados." Por favor, por favor, por favor.

Ella le guiñó un ojo con picardía. "Eso lo puedo hacer. En verdad, yo también he anhelado tocarte".

¡Oh, Ingrith! No podrías haber dicho nada que me gustara más.

"En todas las formas en que me has tocado." Todas las partes de su cuerpo saciado despertaron por la
excitación.

"Una exploración, en realidad, ya que eres el primer hombre que he visto desnudo de cerca".

Primero sonó como si hubiera habido más. Por alguna razón eso le molestaba. Pero no podía sentirse
demasiado molesto. La mujer le había prometido que le tocaría. Íntimamente.

Antes de que comenzara, su pene ya había crecido por el entusiasmo. En el momento en que lo hizo, la
excitación había florecido plenamente. Tranquila, tranquila, tranquila polla ansiosa. ¡Y, oh, bienvenido
placer!

"Recuéstate, caballero, boca abajo.", le ordenó con un rigor exagerado.

Él hizo lo que le pidió, con mucho gusto, y cruzó sus brazos detrás de la cabeza. De esa manera disimuló su
sonrisa de satisfacción.

"Para ser un apicultor, tienes un cuerpo musculoso", comentó.

"Debo mantener mi forma para ser un guerrero para mi rey, también. 'Es la ley’", explicó. "¿Te gusta mi
cuerpo?" ¡Soy patético! Ahora estoy reducido a mendigar elogios.

Ella se echó a reír. "Sabes que me gusta"

¿Lo sé? "Muéstramelo."

Así comenzó una aventura tortuosa empezando con una sensación de humedad en el hombro. ¿Estaba
lamiendo su piel? ¡Por todos los santos! Lo estaba haciendo. Ahora sentía como si estuviera raspando
suavemente la superficie con sus uñas.

Lo que siguió, cumplió con todas sus expectativas y anhelos de caricias. Le prodigó caricias desde su espalda
hasta sus tobillos. Masajes profundos que calmaron sus dolores musculares. Besos en la parte baja de la
espalda y la parte de atrás de sus rodillas. Cuando ella le chupó un dedo del pie, y gracias a Dios me bañé
esta noche, ya había tenido suficiente de su tortura y se volvió sobre su espalda.

"Me parece que necesitas un nuevo territorio para explorar", dijo él con voz ronca, "pero no por debajo de
la cintura. No quiero que debido a mi entusiasmo desmedido termine arruinado este momento".
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Esto debería ser un ejercicio particularmente agradable, ya que no sólo podía experimentar el placer de su
toque, sino además verla haciéndolo. Los hombres eran sensibles a las imágenes visuales. Les gustaba ver lo
que le estaban haciendo.

Pero volvamos a Ingrith. Sus ojos estaban fijos en su falo erecto. "Me parece que tu ‘nuevo territorio’ tiene
una idea diferente."

¡Hah! Ideas que ni te imaginas, dulzura.

Antes de que pudiera detenerla, ella levantó su polla y se asomó por debajo observando sus cojones como si
fueran objetos maravillosos.

No lo hagas. No acabes, se ordenó a sí mismo, y se refería a no derramar su semilla, nada fácil debido a lo
que le estaba haciendo. No lo hagas. No. No acabes. No. No acabes.

"Son como melocotones, con esa pelusa tan suave."

¡Melocotones! ¡Eso era nuevo! Trató de reír, pero le salió un gorgoteo. "Basta ya de este ‘territorio’ por
ahora", le dijo y levantó su cuerpo hacia arriba de modo que la puso a la altura de su cara. Estaba a punto
de besarla cuando ella tocó sus labios con un dedo. "¡Uh-uh! Yo estoy liderando esta expedición".

¿Estoy en el Valhalla? ¿Es ella una valquiria que viene a conceder todos mis deseos? Pero espera, no soy un
vikingo. Yo soy cristiano. Ella debe ser un ángel. ¿Un ángel caído?

Ella se inclinó para tocar con la punta de la lengua uno de sus pezones planos, era muy agradable, y no tan
peligroso como su incursión en sus partes viriles.

"¿Son tus pezones tan sensibles como los míos?" Preguntó.

Él parpadeó a través de la bruma de su excitación. "Parece que sí."

"Bien," dijo ella. Y pasó una cantidad excesiva de tiempo jugando con ellos.

A continuación, el vello que bajaba desde el pecho en forma de V hacia su entrepierna la fascinaba, con
algunos remolinos en su camino al ombligo. "No me gusta un hombre peludo. Tú sólo tienes lo necesario",
declaró. "Vi a un hombre que tenía mucho vello corporal que se parecía a un oso. Mi padre dijo que le
mantiene caliente en invierno. ¡Hah! Olía como un oso, si te interesa saberlo."

John no podía creer que una mujer desnuda con sus pechos rozando su vientre estuviera discutiendo el olor
corporal de un hombre Vikingo. "¿Podrías continuar, Ingrith? ¿Por favor?".

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Ella saltó por encima de sus partes más importantes, que lucían igual de bien, teniendo en cuenta el estado
de su excitación, y se fue a sus pies una vez más.

"No me succiones los dedos del pie," le advirtió.

"Eres delicado", dijo ella con alegría. Entonces, mientras lamía y besaba su camino hasta la pierna y el
muslo, lo miró y le preguntó con su franqueza habitual. "¿Estás tan excitado como yo?"

Ahogó una carcajada y agitó una mano hacia su erguida virilidad. "¿Cómo puedes dudarlo? Ven aquí,
dulzura. Vamos a tener que continuar esta exploración en otra oportunidad."

La tumbó encima de él, en una insoportablemente deliciosa posición, con sus senos acariciando los pelos de
su pecho y su monte de Venus rizado tocando la punta de su polla. "¿Arriba o abajo?" Le preguntó sobre sus
labios entreabiertos.

"Las dos cosas."

"¡Eres una moza codiciosa!" La ayudó a levantarse y luego la asentó sobre su polla. Cuando estuvo
sumergida hasta la empuñadura, y cada gota de sangre en su cuerpo había desaparecido de su cerebro
febril, ella se levantó sobre sus rodillas y le dirigió una sonrisa tan tentadora que su corazón dio un vuelco.

Meneó su trasero incluso estando empalada, para conseguir un mejor ajuste.

¡Maldita sea! Cerró los ojos. Estaba bastante seguro de que sus globos oculares se saldrían de las órbitas.

Antes de que pudiera recuperar el aliento, comenzó a moverse sobre él. No sabía dónde mirar. A ella que se
deslizaba hacia arriba y abajo por su polla. A sus pechos balanceándose con un rebote enérgico. O a su pelo
glorioso que caía por su espalda en ondas brillantes, sobre sus hombros, y rozando su pecho cuando se
inclinaba hacia delante.

"Esto es divertido", dijo.

Diversión sería una gran subestimación. "Mira, cuando yo extiendo mis rodillas, y me inclino un poco, puedo
frotar ese botón sensible contra tu polla. ¿Puedes verlo?"

"Ya veo. Ya veo." Dijo él con voz ronca.

"¿Cómo lo estoy haciendo?"

Estoy en el cielo. "Bastante bien."

"Oh. Pensé que querías que fuera suave. Supongo que será mejor que me esfuerce más."

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"Yo sólo... oh, ¡Dios mío! ¿Qué estás haciendo?" La sangre le latía en todo su cuerpo, corriendo densamente
a esa parte que Ingrith estaba usando como su propia mantequera personal. "Tranquila, querida, tranquila."

De repente se detuvo, y sus ojos se abrieron con asombro al sentir sus paredes internas contraerse y
ordeñarlo, como si un millón de manos estuvieran drenándole su esencia, ¡por el amor de todos los santos!
Su polla se preparó para un orgasmo aparentemente interminable. "¡Oops!", Dijo, cuando se detuvo, pero
no se preocupó, ya que estaba reanudando su rebote.

¿Preocuparse? ¡Hah! ¡Basta ya de esta tortura! "Hasta el fondo", dijo, poniendo sus manos sobre sus
caderas para mantenerse dentro de su canal, y luego se dio la vuelta. Él la miró fijamente mientras se
acomodaba mejor, ahuecando sus nalgas y levantándolas a su embate.

Apoyado en los brazos extendidos, comenzó a bombear con fuerza. No podía evitarlo. Para su sorpresa, sus
espasmos internos reanudaron, y sentía como si se estuviera hundiendo en un puño apretado.

Fue la experiencia sexual más increíble de su vida.

Y no había terminado aún.

Los temblores le alcanzaron. Lo que es peor, sus emociones estaban fuera de control. Él nunca había tenido
la intención de dejarse caer bajo el hechizo de Ingrith, pero todas sus buenas intenciones fueron en vano
debido a su deseo por ella.

¿Qué pasó con el hombre en su sano juicio, razonable y cauteloso del mes anterior?

¿Y a quién demonios le importaba?

Su cabeza y sus hombros se echaron hacia atrás al sentir que sus cojones se contraían, presagiando un
orgasmo inminente. Quería desesperadamente mantenerse dentro Ingrith, para impulsar su semilla hasta su
vientre, no para criar hijos, sino por el puro placer de la culminación natural del acto sexual. Pero eso no era
posible.

Salió rápidamente y derramó su esencia a un lado. Luego se alejó de Ingrith, porque no quería que lo viera
en este estado. Pero sintiendo su angustia, ella curvó su cuerpo junto al suyo, rodilla con rodilla, pecho con
pecho. Con un brazo alrededor de su cintura, ella besó su hombro. "¿Remordimientos?"

"¿No debería esa ser mi pregunta? Soy un bastardo egoísta, Ingrith, he tomado tu virginidad".

"Tú no has tomado nada, idiota. Yo te la di."

"Para responder a tu pregunta. ¿Cómo podría lamentarme de semejante experiencia? Gracias".

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"Sé que no quieres oír esto, John, pero tengo que decírtelo. Te quiero. No, no, no," dijo mientras empezaba
a girar, "quédate donde estás".

Lo cual le vino muy bien. Él no quería que ella viera su rostro cuando estaba indefenso.

"No espero que devuelvas mis sentimientos. Estás a salvo".

Era tan imbécil que no dijo nada, y pronto sintió la respiración pausada contra su espalda. Puso su mano
sobre la de ella, que estaba apoyada en su cintura.

Sólo entonces pudo susurrar lo que no se atrevía a gritar, sabiendo que no podía escucharlo. "Yo te amo
también. Que Dios me ayude, pero yo te amo también".

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Capítulo 15

Él nunca le prometió un jardín de rosas...

Cuando Ingrith era joven, le gustaba trepar a los árboles. Una vez se había colgado de una rama quedando
sujeta sólo por sus rodillas y su túnica había caído hasta cubrir su rostro, y la cálida brisa de verano
acariciaba sus partes bajas.

Pero sólo era una niña, y no podía recordar la última vez que había subido a algo más alto que un arbusto.
Aun así, ahora estaba colgando de sus piernas, y…

Abrió los ojos, y vio gracias a la luz de las antorchas que John yacía entre sus piernas. Corrección. John
estaba de rodillas entre sus piernas y sus rodillas estaban en una vergonzosa posición colgando de sus
hombros desnudos.

"¿Qué…?" chilló. "Eso es sin duda algo pervertido. No trates de convencerme de lo contrario. Bájame las
piernas, tu... patán lascivo".

"Shhh. No despiertes a los caballos. Sólo estoy explorando un poco por mi cuenta." Sopló su aliento tibio
contra su hendidura expuesta.

Se dio cuenta entonces de donde precedía la brisa que había sentido en sueños. El patán resoplaba en sus
partes más íntimas.

"Sin duda. Esta cueva pide a gritos que la exploren. Pero primero un explorador experto debe desafiar el
canal de agua que protege la entrada de la cueva".

Quería protestar por sus acciones, e intentar colocar sus piernas en una posición modesta, pero en lugar de
eso se echó a reír. Nunca hubiera pensado que el sexo podía ser tan divertido. Por lo menos, hasta que la
lengua del explorador dio un largo lamido a sus pliegues húmedos. Definitivamente no se estaba riendo
ahora. "Oooooh", gimió.

"¿Te gusta eso, verdad?"

Ella se negó a responder, disfrutando simplemente de las habilidades eróticas de su lengua y, sí, de sus
dientes también.

"¡Oh! Veo peligro más adelante. Una pequeña roca".

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"¿Una qué?"

Separó sus pliegues con los dedos, y luego acarició el botón de placer que ella sólo había descubierto bajo la
tutela de John. Oh, ‘esa’ roca. Ella estaba a punto de maravillarse de que con casi treinta y un años, recién
ahora descubriera ciertas partes de su cuerpo, cuando él empezó a chupar suavemente el brote de placer al
tiempo que ponía un largo dedo dentro de ella.

¡Santo Thor! ¡Un orgasmo instantáneo! "¡Oops!" Dijo ella, mortalmente avergonzada por su apresurada
respuesta.

"¡Oops en verdad!" Sonrió. "Ahora, mi querida, algo que he querido hacer desde que me obligaste a
afeitarme la cabeza."

"Como si pudiera obligarte a hacer... ¡aaarrgh! Saca tu cabeza de allí".

Frotaba la cabeza rapada contra sus resbaladizos pliegues y el brote erecto. Las cerdas cortas causaban la
fricción más increíble. Para su sorpresa, alcanzó otra vez su punto máximo. Una vez más. ¿Había una grieta
en la tierra donde pudiera meterse?

Él se rió entre dientes y se puso de rodillas. Había una humedad embarazosa sobre su cabeza.

Sí, una ancha grieta grande donde pueda ocultar mi vergüenza durante un mes más o menos. "¿Dónde
aprendiste esas cosas?"

"Por necesidad," dijo. "Cuando no puedes tener hijos, estás obligado a ser creativo."

"Pero, ¿cómo…" Su pregunta fue cortada. De hecho, se olvidó de lo que quería preguntar cuando ahuecó sus
nalgas y deslizó su falo erecto en su canal apretado, quien le dio la bienvenida en su forma habitual. Con sus
músculos le aferró como si fuera una prensa caliente. ¿Había algún placer en el mundo, para una mujer, que
coincidiera con esa plenitud... esa sensación de ser uno con el hombre que amas? No puedo creer que mis
hermanas nunca me lo hayan dicho. Todo lo que alguna vez mencionaron fueron piezas sueltas sobre
hombres que se apartan en cuestión de segundos. Yo tengo unas palabras para ellas, cuando las vea.

Él lanzó un silbido entre dientes, que asumió significaba que estaba igual de excitado. "Eres increíble."

"¿Yo?" Quería participar en este apareamiento, pero no pudo hacerlo con las piernas abiertas y las rodillas
aún plantadas sobre sus hombros. Era una posición vulnerable, y que la obligaba a renunciar a todo control.
No le gustaba ni un poco.

¡Mentirosa! su conciencia de inmediato la reprendió. Le estaba gustando demasiado. "Libera mis piernas
para que pueda participar", exigió.

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"Participa todo lo que quieras, pero no bajes tus piernas. Toca tus senos mientras te follo, Ingrith".

¿Realmente quiere decir...? "¿Qué? No, no lo haré."

A pesar de que seguía enterrado dentro de ella, le tomó las manos y la animó a jugar con sus propios
pechos. Ella no se había dado cuenta de que podía prodigarse placer a sí misma de esta manera.

"Así es, muy bien, dulzura."

¡Increíble! Ingrith sentía como si estuviera flotando por encima de su propio cuerpo y no podía creer la
criatura salvaje y sin inhibiciones que era.

Mientras examinaba sus pezones con dedos tentativos, John la azotó a continuación con deliberadamente
largas y lentas embestidas, más profundas que antes, debido a la inclinación de su cuerpo, asumió. "Es difícil
concentrarse en dos asuntos a la vez, bruto. Detente y déjame tocarte".

"¡Asuntos!" Se echó a reír, un sonido alegre viniendo de un hombre que tenía tan poco humor en su vida.
"No te concentres entonces. Simplemente deja que suceda."

"En otras palabras, cede el control," y se quedó sin aliento.

"Exactamente".

Mientras John ejercía sus golpes mágicos en ella, se dedicó a admirar su cuerpo, acariciando sus anchos
hombros. Sus pechos sensibles. Las duras aristas de su abdomen. Los músculos bien definidos de sus brazos
que estaban apoyadas a ambos lados de su cabeza. Sus ojos azules tormentosos debido a la excitación. Su
deliciosa boca entreabierta mientras jadeaba de emoción.

Esta vez, ella se enfrentaba a un orgasmo aún mayor y permitió que todas las sensaciones la invadieran. Un
rubor tibio la cubría desde la frente hasta los pies. La sangre espesa se precipitó a sus partes femeninas. Los
pechos se hincharon y entonces, cuando sus embestidas se volvieron más cortas y más duras, ella se arqueó,
exhalando pequeños gritos de agonía... una agonía sensual. Apenas podía ver a John a través de la bruma de
su necesidad.

Y entonces... entonces llegó con una rotura salvaje. El calor abrasador provino desde el lugar donde estaban
unidos, y se propagó a sus extremidades. Debía haberse desmayado, porque cuando recobró la conciencia,
estaba acostada de lado entre sus brazos, y él la sostenía.

"¿Has eyaculado?", preguntó.

Él se rió y besó la parte superior de su cabeza. "Sí, lo hice."

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"¿En la paja?"

"Por supuesto."

Ingrith podría no saber exactamente lo que era completar el acto sexual, pero sus instintos femeninos lo
sabían y se lamentaba no sentir que se derramara dentro de su cuerpo. ¿Cuánto debería sentirlo por él?
"¡Oh, John!" Empezó a decir.

Al mismo tiempo, él dijo, "Sobre lo que dijiste antes..."

Ella sabía que se refería a su declaración de amor, una revelación que debería haber mantenido oculta a un
hombre que rechazaba tal emoción.

"¡Ejem!"

Ambos se vieron sacudidos ante la visión de Hamr inclinado sobre la barandilla del pesebre. La luz del
amanecer entraba en el establo. Rápidamente agarró la manta, casi tirando a John en su intento por
cubrirse. Cuando estuvo a resguardo, agachó la cabeza con vergüenza. ¿Cuánto tiempo había estado parado
el pícaro allí? Temía saber la respuesta.

John ya se había levantado y estaba luciendo sus calzas. "¿Cómo me has encontrado aquí? ¿Y que es tan
malditamente urgente que tuviste que molestarme?"

"Te encontré porque todos los mozos de cuadra están durmiendo en el establo de las vacas después de que
los echaras del establo anoche. Y, sí, es algo urgente".

"¡Oh, mi dios! ¿Es Henry?"

"No," le aseguró Hamr. "Pero Loncaster ha dado su golpe."

Ella se tensó por el pavor. "¿Ustedes conocen el jardín de rosas que está al límite sur de la finca?"

Ella y John intercambiaron miradas.

"Sí, ¿y qué?", Preguntó John. Ya había tirado la túnica por su cabeza y se abrochaba el cinturón trenzado.

"Fue reducido a cenizas."

Se podría decir que él era el marqués de Hawk...

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Durante los últimos tres días, Ingrith se había convertido en una regadera, goteando lágrimas por todo el
lugar. El arruinado jardín de rosas era todo por culpa suya.

"Ingrith, sólo eran flores. Puede ser reemplazado. Nadie resultó herido. Debemos sentirnos agradecidos por
ello." Le decía mientras se arrodillaba en el campo de flores quemado junto con dos jardineros. Podando las
plantas para ver si podrían salvarse.

Algunas pudieron.

La mayoría no pudo.

En realidad, este acto condenable de Loncaster lo enfureció. Y no había duda en su mente que el
comandante Sajón había cometido el crimen, o al menos sus hombres lo habían hecho. ¿Cómo se atreve a
destruir mi propiedad personal? Peor aún, ¿qué o quién será su próximo objetivo? Pero él era un hombre
metódico. No actuaba impulsivamente... bueno, por lo general no, pensó, su único acto de imprudencia
estaba mirándolo con esos hermosos ojos azules.

"Pero tú mismo me dijiste que te tomó años reunir estas rosas, y que algunas de ellas son muy raras. Debes
estar devastado".

¡Maldita sea! Está llorando por mí. Él se encogió de hombros. "No es decoroso que estés arrodillada cavando
en la tierra como un obrero."

"¡Pfff! Seguramente tú has plantado algunas de ellas".

Él le diría que era diferente para un hombre, pero había perdido con ese argumento antes. "Vuelve a la torre
del homenaje, Ingrith. Un centenar de mis hombres han llegado provenientes de Gravely, y la nueva
cocinera está amenazando con una revuelta de la cocina".

"Oh," dijo alegremente, mientras se ponía de pie y se frotaba las manos sucias en su delantal. Si había algo
para ganar su atención, era un desafío... mejor aún, un desafío de cocina.

Ella era una mujer notable en muchos aspectos. ¿Cómo podía no haberlo visto en el pasado? Su pelo rubio
colgaba en una sola trenza por la espalda. Unas nuevas pecas salpicaban su nariz por estar en el sol. Su piel
brillaba saludable. En esencia, se veía bella más allá de la razón para él, sobre todo porque conocía lo que
estaba oculto debajo de sus prendas.

"Yo traje mi propio caballo." Señaló una yegua atada a una estaca en el suelo.

Se acercó y ensilló el caballo para ella. Antes de ayudarla a subir a su montura, él la tomó en sus brazos e
inhaló su dulce aroma. Aun así, dijo, "Hueles a tierra."

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"Hueles a caballo."

Le pellizcó el trasero juguetonamente. ¿Juguetonamente? ¡Por todos los demonios! ¿Cuándo me volví
juguetón?

Ella le pellizcó de nuevo... en el trasero, que muchacha impertinente que era.

Se sonrieron el uno al otro.

Se inclinó entonces, sólo para darle un beso rápido, pero su suavidad le atrajo, y él no tardó en besarla con
fervor. Y ella le estaba devolviendo el favor, bendiga su alma vikinga.

Fue sólo la conciencia de que estaban siendo observados por los dos jardineros que les hizo parar, por fin.
"Te extrañé", dijo, poniendo distancia de él. Y, Dios le ayudara, estaba mirándolo con pasión vidriosa en sus
ojos azules. ¡Cómo disfrutaba de su rápido despertar!

"¿Cómo puedes echarme de menos? Te fuiste de mi cama en la madrugada, y es escaso el mediodía de hoy."

Extendió las manos ahuecadas para ayudarla a montar su caballo. Ella montó a horcajadas, con su túnica
apretada entre las piernas. Nunca podría decirse que Ingrith hacía cosas a la usanza femenina.

"No puedo tener suficiente de ti, y tú lo sabes", respondió. "Me parece que tú y yo necesitamos un mes o
dos en la cama sin perturbaciones."

"¿Y entonces tendrás suficiente de mí y me alejarás de tu vida?" podría jurar que lamentaba haber dicho
impulsivamente esa pregunta antes de que ella añadiera: "Olvida que pregunté eso."

John vio el breve destello de dolor en el rostro de Ingrith. Ella fingió que su resistencia al matrimonio no
tenía importancia, pero la tenía. Debería dejarla ir. Dejar que encontrara un hombre que pudiera ofrecerle
matrimonio, darle sus hijos. Pero no podía. Él simplemente no podía.

Por otro lado, Ingrith había dicho en más de una ocasión que se había resignado a no tener hijos, que a su
edad ya no esperaba casarse. Tal vez pudieran llegar a un acuerdo. Tal vez ella podría conformarse con su
colección de huérfanos. Tal vez el matrimonio no era imposible. Tal vez…

"Te ves muy serio", dijo, cabalgando a su lado.

"Tengo muchas cosas en mi mente. Ahora que tenemos hombres adicionales aquí, puedo salir más seguro".

"¿Qué vas a hacer cuando te encuentres con Loncaster?"

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"Me gustaría matarlo directamente, pero él es el hombre del rey. En el mejor de los casos, podemos
capturarlo y llevarlo a la Witan para el juicio. Si eso no funciona, vamos a tomar el asunto en nuestras
propias manos. De cualquier manera, será castigado".

"Estoy dividida en mis pensamientos sobre el destino de Loncaster. Por un lado, ser descuartizado parece un
castigo perfecto para él. Por otro lado, me gustaría que pudiéramos dejar que se vaya. Yo sé que él quemó el
orfanato y tu campo de rosas, pero ahora que sabemos lo peligroso que es, podemos estar mejor
preparados. La defensa es la mejor arma. Por otra parte, una espada en su corazón no vendría mal".

Se dio cuenta de la frecuencia con la que usaba la palabra "nosotros", y curiosamente, no le importó.

"Y yo siempre puedo ir a las Norselands con los niños. Henry estaría a salvo allí." Ella hizo esta oferta con
labios temblorosos.

Era su momento para decir que él no quería que se fuera, pero una vez más la culpa martilló en él, y su
cerebro confundido vaciló.

Si Ingrith pensó que estaba dividida en sus pensamientos, debería mirar dentro de su cabeza confusa.

¿Podía una mujer realmente aceptar el tipo de matrimonio que podía ofrecer? Lo dudaba. Eventualmente
sería agobiante. O cuando contemplaba toda una vida haciendo el amor con una mujer, sobre todo con una
tan sensible como Ingrith, podía haber un momento en que estuviera tan abrumado por la excitación que no
pudiera retirarse a tiempo. Las probabilidades no estaban a su favor.

Estaba tan confundido, pero ahora no era el momento para ello. "Henry es un problema que debo resolver",
le dijo. "Él es el hijo del rey, y un hombre tiene derecho a su propia sangre. No me vengas con esa mirada
enojada. No estoy sugiriendo que entregues el chico a Loncaster, pero 'secuestro' no es la respuesta
tampoco, y creo que llevar a un niño real fuera del país sería considerado un crimen". Además de eso, yo no
quiero que te vayas. Por lo menos, todavía no.

"¿Qué sugieres? No voy a entregar Henry mientras no esté segura de que no hay ningún peligro para él. No
me importa lo que digas. No lo haré."

"¡Aguarda Ingrith! Me preocupo por Henry, también. ¿Sabías que ha estado ayudándome a recolectar los
panales? Y él come sólo la mitad de lo que cosecha."

Ella asintió con la cabeza y sonrió temblorosamente hacia él. "Confía en mí. Vamos a resolver esta situación.
Y Loncaster pagará".

"¿Cuándo vas a viajar?"

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"Espero noticias de mi padrastro. Esperemos que en los próximos días. Él está tratando de establecer una
reunión de emergencia del Witan. Cuando me vaya, dejaré a Bolthor y Ordulf aquí para tu protección."

"Pero…"

"Tú te quedarás", dijo enfáticamente, sintiendo su resistencia.

"La espera es dura para mí. Mi inclinación es perseguir al canalla y aniquilarlo en cuanto lo tenga a la vista."

Él sabía muy bien eso. Ya la veía haciéndole frente con la espada y una cuchara de sopa en la mano. "Un
hombre sabio me dijo una vez que en la batalla de mayor éxito no se derramó nada de sangre."

Ella frunció el ceño, perpleja.

"Más se puede lograr a través de medios diplomáticos, legales", explicó.

"Me gustaría clavar una espada en el corazón de Loncaster tanto como a tí, y todavía puedo hacerlo. Pero él
está actuando bajo las órdenes del rey. Déjame tratar esto con mi padrastro y el Witan. Lo más importante
es la defensa en estos momentos. La protección de Hawk`s Lair, dentro y fuera, incluyendo a Henry." Y a ti.

"No hay honor en matar, lo sé" persistió Ingrith. "Tal vez habla mi sangre nórdica, pero algunos hombres
sólo necesitan matar."

"¿Estás cuestionando mi honor, Ingrith?" Dijo bruscamente.

"Por supuesto que no. Sólo tus métodos." Al ver su creciente ira, rápidamente añadió: "Pero yo confío en ti,
y estoy dispuesta a acceder a tus deseos."

Sin decirlas, las palabras fueron claramente evidentes ahora.

"¿Está segura?"

"Sí," dijo ella vacilante.

¡Muchacha tonta! Ella nunca debería hacer una oferta tan abierta a un hombre. Sobre todo un hombre con
un entusiasmo creciente. No podía creer que esta dama tan seria hubiera sido la lujuriosa cortesana que
había estado en sus brazos toda la noche. Tampoco podía creer que el placer de tener relaciones sexuales
con ella, incluso con las terminaciones interrumpidas fuera tan perfecto.

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Inclinándose hacia adelante le susurró al oído: "Mi deseo es que subas a tu dormitorio y te quites toda la
ropa. A continuación que te acuestes en la cama con los brazos levantados por encima de la cabeza y
levantes una rodilla".

Su rostro floreció de color rosa. "No puedes estar hablando en serio. Todavía es de día".

"Estoy dispuesta a acceder a tus deseos", repitió sus palabras. "¿Así de rápido te desdices de tus palabras?
Ah, bueno, quién sabe si el juego sexual es demasiado salvaje para una mujer dócil como tú."

Ella alzó la barbilla desafiante. "Yo puedo ser tan salvaje como desees".

Oh, Dios, eso espero. "Una cosa más. Lleva una madeja de hilo pesado contigo."

"¿Eh? ¿Estás pensando en tejer?"

Sólo una red para atraerte. "No, yo sólo tenía una idea para nuevos juegos de cama".

"Me parece que tienes un exceso de ideas para los juegos de cama."

No tienes ni idea. "Sí, así lo creo. Es uno de mis mejores rasgos".

John la miró alejarse con lo que parecía ser un movimiento exagerado de sus caderas. ¡La bruja! Sonrió.
Entonces se dio cuenta de que Hamr, Bolthor y Ordulf lo miraban fijamente como si le hubieran crecido dos
cabezas.

"¿Qué?"

"Estás sonriendo," observó Hamr.

"¿Y?"

"Casi nunca sonríes", agregó Ordulf.

"Me parece que..." comenzó Bolthor.

John se alejó antes de que Bolthor pudiera componer un poema sobre un bobo caballero sonriente. Sin
embargo, estaba sonriendo mientras lo hacía. Estaba feliz, realizado. Sus campos de rosas ya no existían.
Tenía una mujer fastidiosa y un rebaño de niños para sustentar. Loncaster estaba demostrando ser más que
una molestia. ¿Y él? Estaba endemoniadamente feliz.

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149
Más feliz aun cuando llegó a la habitación de Ingrith y vio que ella había cumplido sus deseos... y algo más.
De alguna manera, había encontrado uno de sus velos de apicultura y se las había arreglado para envolverlo
alrededor de su cuerpo como un pareo que una vez había visto en la hurí de un califa, excepto que esos
tenía campanitas en él. Se preguntó si... no importaba.

"¿Te gusta?"

"¿Los dragones rugen?"

Ella hizo un pequeño baile a su alrededor mientras se quitaba la ropa. Todos sus movimientos fueron
frenados por el espectáculo que estaba poniendo para él.

"Pensé que eras demasiado tímida para hacer el amor durante el día", dijo, tratando de agarrarla, pero ella
se las arregló para alejarse bailando.

"Yo también lo pensé. ¡Sorpresa, sorpresa!" Él le daría una sorpresa. Una gran sorpresa.

Lanzándose sobre ella, los llevó a los dos a la cama. "Ahora, ¿vas a posar para mí, dulzura?"

"Solo si haces lo mismo por mí más tarde."

"Con mucho gusto".

Se puso de pie, muy consciente de que su virilidad estaba más allá del punto de ser entusiasta y rayando en
el éxtasis. Era consciente, también, de si el brillo seductor en sus ojos azules era indicación de algo.

Ella se echó hacia atrás el pelo suelto, extendiéndolo sobre la almohada y sobre los hombros. Con sus manos
aferrándose a los barrotes de la cabecera, recogió la rodilla, como él había pedido. Mirándolo, se lamió los
labios. Y esperó.

De alguna manera, la tela transparente era casi más erótico que la piel desnuda. Casi.

Él la desenvolvió como un regalo, tomándose mucho tiempo para poder disfrutar de todas las partes buenas
en el transcurso. Cuando terminó, se acostó de lado, inclinado sobre ella, sus pequeños pezones estaban
perlados y respiraba con dificultad. Él apostaría que ya estaba húmeda para él.

"Ahora que te he tenido, de verdad te he tenido, no siento que sea suficiente", admitió con una voz ronca
que apenas reconoció.

"Yo siento lo mismo. Voy a matar a mis hermanas la próxima vez que nos encontremos por no decirme lo
bueno que el sexo podría ser".

"Uh, no creo que sea una buena idea hablar de lo que hemos estado haciendo."
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"¿Por qué? Yo no me avergüenzo. ¿Y tú?"

Se sentía culpable, pero no lo suficiente para detenerse. "Hay tantas cosas que quiero hacer contigo. Cientos
de diferentes maneras de tener sexo. Muchas que he probado, y muchas que no. Seremos vírgenes en el
sexo juntos."

Ella se echó a reír. "¿Cosas pervertidas?"

"Algunas".

"Bueno."

Él tuvo que abrazarla con gran alegría por su falta de inhibiciones. Que ella nunca cambiara, pensó, pero hizo
una mueca cuando se dio cuenta de que probablemente no estaría cerca para apreciar su evolución.

"Ahora, ¿trajiste el hilo, como te he sugerido?" Hizo un gesto hacia el lavabo. Se levantó, y tomó un cuchillo
pequeño, para cortar el hilo rojo en cuatro longitudes de brazo. Acercándose a la cama, les hizo girar en una
mano. "Este se llama el juego de la cuerda", le dijo.

"Esa no es una cuerda. Es hilo".

"Es lo mismo. ¿Cuán aventurera eres, Ingrith?"

"Nunca dije que fuera aventurera."

"Eres aventurera, lo sé. La cuestión es ¿hasta qué punto? Y si de verdad confías en mí."

"¿Estamos de nuevo con la cuestión de la confianza?"

"Lo estamos. ¿Confías en mí lo suficiente como para jugar a este juego?"

Resulta que ella lo hacía.

Ingrith miró como John la amarraba con el hilo a los cuatro postes de la cama. No había bromeando cuando
dijo que sería pervertido. Mientras estaba atando los nudos, la acariciaba de paso y le decía en voz baja
todas las cosas que le gustaría hacer con ella. Se excitó con sólo oír sus palabras.

"Tus pechos son tan bonitos. Los pezones parecen pequeñas perlas".

"¿Llora tu vellón para mí?"

"Sólo mirarte se me pone duro".

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"Lámete los labios, dulzura. Así". Pero aún había más.

Ella no se había dado cuenta de que había llevado un cofre tallado a la habitación con él, similar al que
algunas señoras de alta alcurnia utilizaban para guardar joyas.

"Mi tío Tykir me dio esto hace años, pero nunca tuve la oportunidad de explorar su contenido."

"¡Por Odín! ¿Vas a explorar de nuevo?"

"Sí, pero esta va a ser un tipo diferente de exploración."

"Me imagino que eso es lo que dicen todos los hombres."

Él le dio un manotazo en broma sobre el muslo mientras se sentaba en el borde de la cama junto a su cuerpo
amarrado.

"¿Tienes idea de lo depravado que se siente mantener una conversación con un hombre desnudo
apuntando su miembro hacia mí?"

Él movió las cejas. "¿No sientes curiosidad por saber que hay en el cofre?"

Oooh, no me gusta ese brillo en sus ojos. "Más bien parece sospechoso."

Con una llave pequeña, abrió el cofre. Para su sorpresa, en el interior no había joyas, sino plumas. Plumas de
todo tipo, desde plumas de pollo a rígidas plumas de pavo real.

Estaba confundida.

"Implementos de tortura.", explicó. "Tortura erótica."

"¡Oh! Bueno. ¡Dioses!"

"¿Te gustaría estar con los ojos vendados, o no?"

"¡Oh! Bueno. ¡Dioses!"

"Lo tomo como un no. Me han dicho que aumenta el placer. Tal vez la próxima vez".

Ingrith podría haber protestado todas estas perversiones, excepto que no parecían pervertidas mientras
John le sonreía. ¿Dónde estaba el melancólico, triste hombre solitario? Si su ‘confinamiento’ podía aligerar
su estado de ánimo, ¿cómo iba a negarse? Además, John había tenido razón. A ella le gustaba la aventura.

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Así comenzó lo que parecieron horas, pero probablemente fueron treinta minutos de " exploración " de su
torturador. Comenzó con una pluma de origen indeterminado, sus penachos eran como un millar de hilos
sedosos. La utilizó para "acariciar" su cuerpo. Por todos lados. Incluso el interior de sus muslos y las plantas
de sus pies.

En el momento en que llegó a las plumas más rígidas, era un sólo gemido, retorciéndose en una masa de
nervios sensibles. Él usó la pluma más dura para chasquear en sus pezones hinchados y en el brote dolorido
entre sus piernas. No tenía ni idea de que sus labios eran una zona erótica, pero sus puntos de placer fueron
sensibilizados por el trazo de la pluma dura.

"¡Suficiente, John!" exigió.

"Pero aún no he terminado."

Se quedó mirando fijamente la gota de su semilla asomándose desde la punta de su falo duro como el
mármol. "Yo creo que sí."

Él se rió y comenzó a deshacer las ataduras. Apenas quedó libre saltó sobre él, atrapándolo con la guardia
baja. Cayó sobre su cuerpo. "Bésame", exigió, ahuecando la cara y atrayéndolo hacia ella.

Ahogó una carcajada ante la usurpación de control del juego, pero luego, efectivamente, la besó. ¡Y cómo! El
hombre sabía cómo besar. Odiaba pensar de dónde había sacado toda esa experiencia besando y con quién.
Pero salía beneficiada, y eso era lo más importante.

Pronto, ella cambió sus demandas. "Chúpame." susurró ella, y agregó: "Me resulta difícil creer que tengo el
descaro de decir esa palabra en voz alta. ¡Qué lasciva me has vuelto!"

"¡Qué suerte la mía!" respondió John mientras su boca se abría sobre un pezón y la aureola y comenzó a
succionar con fuerza y rítmicamente, al mismo tiempo que sus dedos ahondaron con astucia hacia abajo.

Ella gritó su felicidad cuando alcanzó su punto máximo, una y otra y otra vez en oleadas de placer casi
insoportable. Él observó con atención, sin escatimar sus emociones más profundas.

"No puedo esperar", dijo John y se acomodó entre sus muslos abiertos. Mientras la penetraba, volvió a caer
en éxtasis, la plenitud en sí misma era un afrodisíaco irresistible. "Oh dulzura, lo bien que se siente. En
verdad, eres la vaina perfecta para mi polla".

Ella trató de reír, pero se ahogó con su comentario poco romántico.

Después de eso, no tuvo necesidad ni de reír ni de ahogarse mientras comenzaba sus movimientos con
embates que seguramente se estrellaron contra su vientre. Envolviendo sus brazos alrededor de sus
hombros, se inclinó para besarlo mientras él realizaba su magia abajo. Alcanzaron la cima al mismo tiempo,
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con él derramándose fuera de su cuerpo, y las secuelas ondulantes fueron casi tan poderosas como el propio
acto sexual.

Poco tiempo después, mientras ella estaba en sus brazos, con la cara apoyada en su pecho jadeante, lo miró
y dijo: "¿Ahora es mi turno para atarte?"

Él se rio y le dio un beso rápido. "Ingrith, eres un tesoro."

Él la hacía sentirse de esa manera. Realmente lo hacía. De hecho, permanecieron allí el resto del día y la
noche, sin bajar a comer. A medida que fueron saciados y saciados y saciados, hacer el amor se transformó
casi en desesperación, consciente de que pronto se separarían.

Fue un momento de amor especial para Ingrith, uno que nunca olvidaría. De alguna manera sentía que
nunca podría ser igualado por otro hombre. Era como si un resplandor de amor tácito les rodeara.

Todas las cosas cambiaron cuando bajaron a la gran sala, poco después de amanecer, hambrientos, pero de
comida. Una breve misiva con el sello de Loncaster había llegado durante la noche y John la leyó en voz alta.

Mi Lord Hawk:

Por favor, ven a visitarme a Winchester, donde he tomado a mi última amante. Joanna de Jorvik. Trae a
Henry.

Leo de Loncaster Comandante de la Guarnición de Jorvik.

Vasallo del rey Edgar.

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Capítulo 16

No hubo nada dulce en esta dolorosa separación...

"¿Qué dice?" preguntó Hamr cuando entró a la sala con Bolthor y Ordulf y vio a John arrugando el
pergamino. Su rostro se había puesto ceniciento por el horror.

"Loncaster tiene a Joanna." Se apartó de Ingrith. "Hamr, reúne a las tropas de inmediato. Nos vamos a
Winchester. Ordulf, ya sabes qué hacer para asegurar Hawk’s Lair. Bolthor, cerciórate de que las mujeres y
los niños se mantengan dentro de la torre del homenaje".

"Lo siento," dijo ella, pero John ya estaba en modo líder, ordenando que un escudero llevara su armadura,
casco de cuero, guantes, calzas, dos espadas, y una lanza.

"Partiremos dentro de una hora", les dijo a todos. "Un centenar de hombres me acompañarán. Un centenar
custodiará Gravely, y el resto se quedará aquí en Hawk’s Lair ."

"¿Por lo tanto es a Winchester dónde vamos entonces?" Preguntó Hamr.

John asintió mientras maldecía en voz baja. El miedo pululaba sobre Ingrith. Winchester era la residencia
principal del rey. ¿Cómo podía John, incluso con un centenar de hombres, tener la esperanza de prevalecer
en ese entorno?

"Espera," dijo Ingrith, tirándole de la manga. "No estás pensando con claridad. Necesitas un plan".

"Lo que yo necesito, Ingrith, es que te reúnas con el resto de las mujeres y me dejas hacer lo que estoy
capacitado para hacer." Dijo liberando su mano.

Ella se estremeció como si la hubiera abofeteado. Estaba demasiado preocupado como para notar su
reacción.

En su defensa, podía decirse que tenía demasiado en su mente como para prestarle atención. Aun así, tenía
sus sentimientos, y le molestaba que pudiera despedirla tan fácilmente.

Y, aunque estaba tan horrorizada como él por esta última atrocidad, aunque admitía que Joanna estaba en
peligro por causas ajenas a su propia conducta, una pequeña parte de Ingrith estaba celosa. ¿Por qué John
acudía tan presuroso al rescate de su amante, o como fuese que la llamara, mientras que había estado
dispuesto a esperar a que el Witan dictaminara hacía apenas unas horas?

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¿Acaso la misiva de Loncaster le había despertado las emociones dormidas de John? ¿Amaba a Joanna
después de todo?

Se odiaba por éstos pensamientos poco honorables.

"¿Qué puedo hacer yo?" le preguntó a Bolthor. Pero John la oyó y se volvió. "Permanece en el interior del
castillo. El puente estará levantado y no se permitirá la entrada a nadie que no cuente con la aprobación de
Bolthor. Cuida de Henry".

"Tal vez podría ir contigo"

"¡No!", Gritó, apuntándola con el dedo. "Escúchame, por una vez. No me puedo concentrar en rescatar a
Joanna y si tengo que ocuparme de ti al mismo tiempo".

Ella se puso rígida ante su tono. ¿Dónde estaba el hombre amable de la noche anterior? "Lo que iba a decir
antes de que me interrumpieras es que lamento haberte involucrado en esta situación, y que yo debería ser
la encargada de ayudarte a solucionarlo."

"¿Cómo podrías ayudarme?, dímelo por favor ", preguntó con las manos en las caderas.

Oh, me gustaría pegarte. "El sarcasmo no te queda mi Lord", replicó ella. "Loncaster podría considerar la
posibilidad de un trueque. Yo por Joanna".

Su rostro, pálido, estaba rojo ahora. Incluso su calva tenía resplandecía por la furia. "¿Has perdido la maldita
cabeza?" El dedo que señala estaba en acción de nuevo. "Tú te vas a quedar aquí, así tenga que atarte a mi
cama."

"Ya has hecho eso."

Él levantó las manos con frustración.

"No armes tanto alboroto. Si no quieres mi ayuda, que así sea". Giró sobre sus talones y comenzó a alejarse
porque no quería que él viera las lágrimas en sus ojos. Además, después de todo, John iba tras Loncaster,
enfrentando el peligro. Odiaba que se despidieran gritándose palabras de enojo.

Sólo se había apartado unos pasos, cuando él la agarró del brazo, casi arrancándola del suelo. Enmarcando
su rostro con las dos manos le dijo: "Espérame. Tenemos mucho de qué hablar cuando regrese".

Antes de que ella pudiera responder, la besó rápidamente y se marchó.

Ingrith mucho temía no volver a verlo jamás.

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El primer corte es el más profundo...

Durante dos días, Ingrith recorría Hawk’s Lair sin ninguna noticia de John, Loncaster, o cualquier otra
persona. Sintió la fría salida de John como un corte en frío a su corazón.

Bolthor compuso un poema, probablemente para aligerar su humor.

El amor duele. El amor cura. El amor alivia. El amor excita. El amor es la miel de la vida. El amor es la hiel de
la vida. Convierte a los hombres en gelatina. El amor convierte a las mujeres en lujuriosas salvajes. Los dioses
crearon a los seres humanos para que les encante estar juntos. No hay espada ni lanza que pongan a los
hombres y mujeres de rodillas, mientras que el amor todo lo vence.

Ingrith dijo: "Es muy bello, Bolthor," pero en su interior pensaba que el amor era un dolor en el culo.

"Katherine, tengo que salir de Hawk’s Lair ", dijo más tarde, mientras estaba en la cocina ayudando a
preparar la cena. "¿Sabes guardar un secreto?"

"Oh, no, no me digas cosas que no puedo compartir con mi marido. ¿Y no le prometiste a Lord Hawk que te
quedarías aquí hasta que volviera?"

"No, nunca hice ninguna promesa. Él me dijo que esperara, pero yo no estoy de acuerdo".

"Me parece que estás torciendo las palabras."se encogió de hombros.

"Esto es lo que pienso. Yo armé este lío en Hawk’s Lair repudiando la orden de Loncaster y ocultando al hijo
ilegítimo del rey. Debo ser quien ponga fin a la situación".

"Temo preguntar, pero ¿cómo lo harás?"

"En primer lugar, voy a viajar a Jorvik con Henry y pondré al niño en un drakkar directo a las Norselands. Mi
padre no tiene miedo del rey de Sajonia".

"¿Y te irás con Henry?"

"No. Después de que esté seguro, voy a ir a Winchester y ofrecerme a cambio de Joanna".

"¿Acaso Lord Hawk no te dijo que no deseaba hacer el trueque?"

"Lo hizo, pero él no es mi amo ni mi marido. John y su padrastro pueden seguir negociando a través del
Witan, o pueden librar una batalla 'hasta que todos estén muertos’, pero mi conciencia no me permite dejar
que otra mujer sufra por mi culpa".

Katherine suspiró con cansancio. "¿Qué quieres que haga?"


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"Que cuides de los huérfanos y no le digas a nadie de mi partida hasta mañana."

"¿Vas a salir esta noche?"

Ingrith asintió. "Voy a tomar un caballo y Henry cabalgará conmigo. Ubbi vendrá con nosotros como
protección".

Katherine resopló su opinión.

"Créeme, voy a tener cuidado, y conozco el camino de regreso a Jorvik."

Katherine gimió y puso su rostro entre las manos.

"Una cosa más. John me ha dicho en repetidas ocasiones que nunca se casará conmigo. Él nunca ha dicho
que me quería. Su deseo de rescatar a Joanna con tanta rapidez habla del afecto que le tiene. De esta
manera voy a facilitarles las cosas a John para que pueda regresar sin necesidad de tener que mirarme a la
cara. Por lo que sé, él va a traer Joanna aquí".

La "otra mujer " fue un factor decisivo para Katherine. "Puedo ver por qué te quieres ir en esta circunstancia.
¿Enviarás por los otros huérfanos después?"

"Eso depende de lo que me pase. Si no soy capaz de enviar por ellos, alguien de Rainstead lo hará. Ya está
siendo reconstruido".

Katherine la abrazó y se ahogó sobre sus lágrimas, "Eres la mujer más valiente que conozco."

Ingrith negó con la cabeza. "Por el contrario, si yo fuera más valiente, me quedaría y lucharía por el hombre
que amo."

Era la calma antes de la tormenta...

Dos semanas habían pasado y él todavía estaba en la corte del rey Edgar en Winchester. Había tantos
rumores y murmuraciones que el enclave real realmente se parecía a la boca de la serpiente con la que a
menudo se le comparaba.

John quería volver a su casa donde la gente era honesta, donde su investigación apícola le esperaba, donde
Ingrith aguardaba por él y porque tenía una importante cuestión que preguntarle, por no hablar de un
entusiasmo exagerado por lograr satisfacción. En primer lugar debía matar a alguien, preferiblemente a Leo
Loncaster, pero el rey iba a lamentarlo también.

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No es que él y Loncaster no habían estado en contacto. A pesar de haber pasado diez días, John todavía
tenía un labio hinchado y un corte de espada sobre su abdomen que había necesitado costura. Loncaster
lucía una fractura en el brazo, una puñalada dirigida a su corazón que se había desviado a su hombro, y una
cojera, que por desgracia no sería permanente. Uno de ellos habría terminado muerto si arzobispo Dunstan
no hubiera intervenido y ordenado que mantuvieran distancia entre ellos hasta que el Witan dictaminara.
Mientras tanto, el hombre santo, si podía llamarse así, había recaudado grandes penitencias por sus
‘pecados’, especialmente las relacionadas con las rodillas en el suelo de la capilla y orando. John no había
sido capaz de encontrar la capilla aún en el laberinto de Winchester. Al menos esa era su excusa.

Lo único que había logrado hasta el momento era la liberación de Joanna en su custodia por orden de
Dunstan, pero se le prohibió salir con ella hasta que la reunión de la Witan pudiera celebrarse... una reunión
que se había retrasado, y retrasado, y retrasado, hasta que cada uno de los miembros pudo estar presente.
Su padrastro, Eirik de Ravenshire, un 11ealdorman del Witan había llegado hacía días, y se había enfurecido
por los retrasos. Si todo esto no fuera suficiente, su guarnición de un centenar de soldados se había visto
obligado a acampar fuera de los terrenos del castillo, o bien renunciar a sus armas para acompañarlo en su
interior.

Winchester era la sede del gobierno Inglés, el hogar favorito de los reyes sajones. Hartos de las constantes
invasiones de los vikingos, el rey Alfredo, casi cien años antes, había implementado un sistema de defensa
en toda Gran Bretaña, con una fortaleza o guarnición, o en algunos casos un castillo, que se encontraba en
un radio de veinte millas de cada pueblo.

Había planes para expandir el castillo de Winchester, convertir un castillo de madera en una fortaleza lujosa
hecha de piedra, pero eso podría llevar décadas, incluso un siglo, si los avances logrados eran una referencia.
En serio, ¿quién podía tomar en serio una mesa redonda colgando del techo? ¿O un gran salón en forma de
cubo? Mientras tanto, el martilleo y cincelado de los trabajos de construcción se añadían al caos judicial
habitual.

"Bueno, por fin tenemos una fecha para nuestra audiencia. Mañana por la tarde", dijo Eirik, uniéndose a él y
Joanna, sentados en el gran salón, muy por debajo de la mesa principal. El lujo, la cantidad de platos... no
tan deliciosos como los de Ingrith... habían estado servidos durante horas. Al momento de comer, la comida
estaba fría.

"¿Voy a tener que hablar ante el consejo del rey?", preguntó Joanna.

11
Ealdorman deriva de “elder man” es un termino usado para nombrar a un oficial real del alto mando y prior magistrado de un
condado Anglo Sajón.

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Aunque ella no quiso revelar detalles, Joanna había sido raptada por Loncaster. Esa era una de las razones
de la lucha a espada de John, y una de las razones por las que Dunstan se había disgustado con Loncaster,
haber llamado la atención de John.

"Tendrás que estar presente, pero dudo que será necesario tu testimonio. La cuestión que dirimirá el Witan
es Henry", explicó Eirik.

"Me aseguraré de que tu horno y tu taller sean reparados," añadió John, apretando su mano que
descansaba sobre la mesa. El gesto no escapó a la atención de su padrastro.

"Te lo agradezco", dijo Joanna, apretándole la mano. No se había dado cuenta de que aún estaba
sujetándola.

"Si no me voy pronto, Eadyth aparecerá aquí tratando de vengar mi honor, debe suponer que alguien
aprovechará para sacar partido de mi visita aquí".

"¿Ha tratado de seducirte a ti también?" preguntó John.

"¡Ja! Elfrida fornicaría con un troll si pensara que con eso aseguraría el ascenso de su hijo al trono".

"Ella es increíblemente hermosa," dijo Joanna.

"Sólo su exterior", dijeron John y su padrastro al mismo tiempo.

"Igualdad de pensamiento", comentó Eirik e intercambiaron sonrisas.

"¿Crees que ella está detrás de los intentos de traer a Henry aquí?", preguntó Joanna.

John negó con la cabeza. "No, pero sólo porque no se le ha ocurrido. Es Edgar, con el respaldo de Dunstan,
quién quiere ver al niño".

"Cuanto más viejo me hago, más entiendo el rechazo de mi padre al trono nórdico", dijo Eirik con una
sacudida de cabeza.

"En verdad, ¿el niño estaría en peligro?" dijo Joanna, a quién como muchas mujeres de buen corazón, le
resultaba difícil creer que un niño podía ser asesinado por motivos políticos.

"Sí, pero no más que los hijos legítimos del rey", le dijo Eirik.

"Por lo que sabemos, el rey desea tenerlo aquí, tal vez no considere a Henry como una amenaza, pero
¿quién puede decirlo? Y lo que hoy es una certeza, mañana podría ser peligroso, ya que los cambios políticos
son constantes", añadió John.

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"¿Y qué sucedió con la mujer que llevó al niño a Hawk’s Lair?", preguntó Joanna. "La princesa Ingrith, creo
que así se llama. Loncaster me dijo que está prometida contigo".

John se dio cuenta de que su padrastro se puso alerta, esa información era una novedad para él.

No quería hablar de Ingrith y su relación, sobre todo, no hasta que hubiera tenido la oportunidad de discutir
una cuestión importante con ella... una que tenía múltiples ramificaciones. Así que le dijo a Joanna, "Hemos
pretendido un compromiso para conseguir que Loncaster la dejara en paz."

Vio una expresión de alivio en el rostro de Joanna que lo confundió. "Conocí a la Princesa Ingrith una vez.
Ella es muy hermosa".

"Ella dijo lo mismo de ti", dijo John. ¡Eso era una conversación de locos! ¿Podía realmente discutir sobre una
mujer con otra, cuando ambas lo habían compartido sexualmente?

Justo en ese momento, Joanna se volvió en el banco para mirarlo directamente. Se lamió los labios varias
veces como si tratara de reunir coraje. "John, me preguntaste hace varios años si quería casarme contigo, y
rechacé tu propuesta por lo que en ese momento me pareció una buena razón. Me pregunto... bueno, he
cambiado de opinión. Me gustaría casarme contigo".

¿Queeeeeeé? Él estaba tan sorprendido que no podía hablar.

"A menos que hayas cambiado de opinión, por supuesto." Ella bajó los ojos tímidamente.

Su instinto le decía que Joanna estaba asustada y hacía esa sugerencia no por amor, ni por lujuria, sino a
causa de temor por su bienestar una vez que regresara a Jorvik. Él aseguraría su bienestar, y se lo diría una
vez que estuvieran solos, pero no, él no quería casarse con Joanna. Tenía otros planes.

Pero esos planes se frustraron cuando una voz femenina detrás de él dijo, "Un compromiso matrimonial.
¡Qué maravilla! Leo, llama a un criado para que traiga vino para el brindis".

Los tres... John, Joanna, y Eirik, quedaron mirando fijamente, boquiabiertos, a Elfrida de pie con la mano en
el brazo sano de Loncaster, quien sonrió a John.

"¿Qué? ¿Otro compromiso matrimonial? ¡Qué conveniente!" Dijo Loncaster y Elfrida rió, golpeando al
comandante juguetonamente en el pecho.

"Yo... yo... yo... " tartamudeó.

Por el brillo malicioso en los ojos de la reina, John sintió que ella sabía que lo estaba poniendo en una
situación imposible. Pronto, él y Joanna estaban brindando con vino tinto francés y siendo felicitados por la

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reina, Loncaster, y todo el mundo que los rodeaba. Si no tenían cuidado, Edgar estaría bajando del estrado
para unirse a ellos.

Así dadas las cosas, John hizo su salida lo más rápido que pudo. Él y Eirik escoltaron a Joanna a su habitación,
y luego se dirigieron hacia la habitación que compartían. Él no había aclarado con Joanna la cuestión del
compromiso, pensando que habría tiempo suficiente después de la reunión del Witan al día siguiente.

"Por la mueca en tu cara, puedo considerar que las felicitaciones no son realmente bien recibidas", dijo su
padrastro con restos de humor temblando en sus labios"

“No me causa ninguna gracia”.

"¿Pero en realidad se anunció un compromiso con Ingrith, la hija del rey Thorvald? ¿Una princesa con
linaje?"

Podía sentir el calor de su cara. "Parecía ser lo más conveniente en ese momento."

"¿Con-ve-nien-te?" Eirik repitió la palabra deslizándola en su lengua como si fuera una extraña sustancia.

"Si estoy comprometido con Ingrith o Joanna o con nadie en absoluto no es algo que voy a discutir aquí.
Estoy acá por Henry, por los ultrajes que Loncaster ha causado hasta el momento, y por las continuas
amenazas a cualquier persona relacionada con este caso".

"Con suerte, eso será resuelto mañana por la Witan. Debo advertirte... la reina paseando del brazo de
Loncaster es un mal presagio... si la reina, así como el rey están apoyando a Loncaster..." Se encogió de
hombros.

"Pero te tengo a mis espaldas."

"Eso siempre", dijo Eirik, poniendo un brazo sobre los hombros de John, cuando llegaron a la alcoba
designada, luego puso la cama contra la puerta cerrada con llave una vez dentro. No querían correr el riesgo
de una visita sorpresa durante la noche.

John luchó contra el insomnio más tarde esa noche, se preguntaba qué estaría haciendo Ingrith. ¿Estaría
experimentando con nuevas recetas en su cocina? ¿Estaría jugando con los niños dentro de la torre del
homenaje, como él había ordenado? ¿Estaría plantando rosales, en contra de sus órdenes? ¿Le estaría
echando de menos?

Él habría enviado una carta informándole de los avances en el caso, pero no había nada que pudiera escribir
todavía.

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Una vez que todo este lío hubiera terminado, John planeaba pasar una cantidad considerable de tiempo con
Ingrith. Quizás toda la vida.

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Capítulo 17

Hace un millar de años, los hombres tampoco tenían ni idea...

"¡Malditas mujeres! ¡Los dioses se apiaden de mí! ¡Estúpido régimen sangriento! Debiste quedarte en la
maldita cocina del castillo".

"Deja de maldecir, " dijo Ingrith a Rafn, su cuñado, mientras caminaban por uno de los muchos corredores
del Palacio de Winchester, en dirección a la sala del consejo. Estaban rodeados por cuatro de los housecarls
del rey. "No sé cómo Vana te soporta."

"Tengo talentos ocultos", dijo meneando las cejas.

Rafn era un hombre muy atractivo, Vikingo hasta la médula. De hecho, en un tiempo lo llamaban Rafn el
despiadado, antes de que su hermana lo domara... o lo domesticara tanto como cualquier vikingo podría ser
domesticado.

"Si eres tan talentoso, ¿cómo es que estamos aquí en el palacio del rey sin espada ni cuchillo para
protegernos?" resopló Ubbi con disgusto. "Pude haber fingido que necesitaba mi espada como apoyo para
caminar".

Rafn, que era extraordinariamente alto, incluso para ser Vikingo, fulminó con la mirada a Ubbi, cuya cabeza
apenas llegaba a su pecho. "¡Como si alguien hubiera creído esa historia!" se burló Rafn. "Te hubieran dado
una patada en el culo enviándote de nuevo con las tropas."

"Mi pequeño culo ha cuidado a Lady Ingrith muy bien."

"Es por eso que los dos estaban paseando por los muelles de Jorvik, en busca de cualquier drakkar que se
dirigiera a las Norselands. ¿Podrían haber sido más visibles?"

Casi inmediatamente después de llegar a Jorvik con Ubbi y Henry, Ingrith había tenido la suerte de
encontrarse con Rafn, que estaba descargando uno de los buques mercantes de su padre. Después de que
ella le explicó la situación calamitosa, Rafn puso al niño en su drakkar. Había querido que Ingrith y Ubbi
partieran en el mismo barco en el acto y se fueran de prisa a la fortaleza de su padre, pero se habían
negado. No podía permitir que John o los otros continuaran sufriendo a causa de los conflictos en los que los
había involucrado.
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"A tu padre le dará un ataque al corazón cuando sepa noticias acerca de esto," había argumentado Rafn.

"Es lo único honorable que puedo hacer. Ofrecerme como rehén en lugar de Joanna".

"Tú honor se irá al diablo cuando mueras como un insecto aplastado."

"Voy a Winchester", había insistido. "Acaba de descargar tu maldita nave y lleva a Henry a Stoneheim."

Rafn suspiró profundamente. "Bueno, entonces, voy a tener que acompañarte."

"¿Pero Henry...?"

"Henry estará a salvo con Bjorn. El remero tiene cinco hijos. El niño se sentirá cómodo con él hasta que
regresemos".

Así fue que Ingrith se encontró con un gigante y un enano como protectores en el castillo de Winchester,
donde les habían dicho a su llegada que el Witan estaba a punto de dirimir la cuestión. Se dio cuenta de que
mientras que su mente había estado a la deriva, Rafn había continuado su diatriba acerca de que ella y Ubbi
viajaran solos desde Hawk’s Lair hasta Jorvik. "Entre los dos, no hay suficiente cerebro para llenar la cabeza
de una paloma."

"Me ofendiste."

"¡Oféndete todo lo que quieras! Este plan tuyo es una locura, y tú lo sabes. Lord Gravely tenía razón al
ordenarte que permanecieras en Hawk’s Lair ".

"Amenazó con atarla a la cama," dijo Ubbi a Rafn, "pero Lady Ingrith dijo que ya lo había hecho antes."

Rafn se detuvo, y ella y Ubbi también, junto con sus cuatro guardias de ceño fruncido. Rafn se volvió, muy
lentamente, mirándola fijamente. Una de sus cejas se elevó interrogante. Sólo una. Era una habilidad
particularmente suya.

"Ubbi, hablas demasiado", dijo Ingrith y siguió caminando, dejando a los dos idiotas detrás con los guardias
confusos, que no estaban seguros si quedarse con ellos o seguirla. "¿Dónde queda la sala del consejo?"

Una criada que estaba hablando con ella le dijo: "A la vuelta de la siguiente curva, mi señora."

Ingrith asintió en agradecimiento.

Rafn y Ubbi se encontraron con ella. "Así que ¿has estado compartiendo la cama del sajón?" preguntó Rafn
con la sutileza de un elefante.

"Eso no es de tu incumbencia"
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"Sí lo es", replicó Ubbi.

Ella miró al hombrecito que se defendió. "¿Qué? No era un secreto, ¿no es cierto?"

Por supuesto que se trataba de un secreto. ¿De verdad cree que yo quería que todos se enteraran de mis
actividades lujuriosas?

"¡Ingrith! ¡Qué vergüenza!"

"Oh, no me vengas con esas tonterías, Rafn. Tú y Vana no fueron célibes antes de la boda, que yo sepa."

"Ah, pero estábamos prometidos. Hay una diferencia".

"Lady Ingrith está prometida", dijo Ubbi.

"¿Podrías tratar de mantener tu lengua callada?" reprendió a Ubbi.

"Yo sólo trato de ser útil." La cara arrugada de Ubbi se puso rígida por la afrenta.

"¿Un compromiso matrimonial? No tenía ni idea Ingrith. Espera a que tu padre se entere de esto. Él ha
estado tratando de deshacerse... Es decir, tratando de que te casases por muchos años".

"¡Qué bueno oírte hablar de mis defectos!"

"En verdad, él estaba quedando sin maridos potenciales para ti. Lo último que supe fue que estaba trayendo
daneses de sangre nueva a sus tierras. De hecho…"

"Eso fue suficiente, Rafn," dijo, observando una sonrisa que le crispaba los labios. Él había estado
bromeando, por supuesto.

Finalmente, llegaron a la sala del consejo. Después de que Ingrith y su partido se identificaron, uno de los
dos guardias de librea real abrió una de las puertas dobles para permitirles entrar, dejando a los cuatro
housecarls atrás. Una discusión tenía lugar en la parte delantera de la sala, donde doce hombres, junto con
el rey Edgar y el arzobispo Dunstan, se hallaban sentados en sillas curvas. Había bancos planos ubicados
debajo del estrado, todos ocupados por al menos tres docenas de personas, hombres y mujeres.

El padrastro de John, Eirik de Ravenshire, era uno de los miembros del Witan y se hallaba arriba en el
estrado. El Witan o Witenagemot, era el consejo asesor del rey, un órgano político de gran alcance que tenía
el poder de seleccionar nuevos reyes. Los miembros eran nombrados de por vida, de modo que el rey tenía
que ser diplomático en la forma en que los trataba.

En la primera fila, de espaldas a Ingrith, estaban John y Joanna. John tenía un brazo alrededor de los
hombros de Joanna, abrazándola.
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Joanna llevaba un vestido color lila precioso de brocado de seda, con pliegues invertidos de encaje violeta,
del mismo color que la puntilla que bordeaba las mangas y el corpiño. Su cabello negro estaba sujeto sobre
su cabeza por peinetas de amatista.

Ataviados con más esplendor del que Ingrith había visto en su vida, John llevaba un manto forrado de piel,
que se prendía en el hombro con un broche de oro de intrincado diseño. Lucía una túnica y calzas, todos de
la mejor lana suave en un tono azul oscuro. Un cinturón de oro ceñía la túnica en la cintura.

El corazón de Ingrith se sentía como si estuviera siendo exprimido dentro de su pecho. Probablemente no
era nada. Joanna tenía que sentirse perturbada. Él sólo estaba consolándola.

Una mujer vestida con ropa de la nobleza estaba de pie junto a ella, e Ingrith susurró, "¿Qué ha pasado
hasta ahora?"

"No mucho. Están a punto de escuchar a Lord Gravely presentar su caso. Es el hombre guapo que está al
frente", señaló a John. "El que tiene su brazo alrededor de su prometida".

"¿Su prometida?" balbuceó Ingrith.

"Sí. Su compromiso fue anunciado ayer. La Reina Elfrida elevó un brindis en su honor".

"¿Estás seguro de que era John... quiero decir Lord Gravely?"

"Sí. ¿Lo conoces?"

"Creía conocerlo." Abatida, estudió a la pareja. "He oído que la señora Joanna, había sido raptada por el
comandante del rey."

"¿Loncaster?" La nueva amiga de Ingrith curvó su labio superior con disgusto. "Sí, él tenía a la mujer, pero se
le ordenó liberarla bajo la protección de su prometido... hasta que el Witan se expidiera." La expresión de
Ingrith debía haber desmentido su asombro porque la mujer supiera tanto porque añadió, "Mi esposo,
ealdorman Ormley, es miembro del Witan de Sussex." señaló un corpulento caballero en el centro, que al
parecer dirigía esta reunión en particular.

"¿Está hablando sobre el hombre que te arruinó?" Rafn preguntó desde el otro lado. Su voz estaba plagada
de furia.

"Yo no estoy arruinada, pero sí, parece que John pertenece a otra persona ahora. Tal vez él siempre le
perteneció." Había oído que las mujeres enamoradas no podían ver la verdadera naturaleza de los hombres.
¿Cómo podía haber pensado que era la excepción?

"Bueno, por lo menos no tendrás que ofrecerte a cambio de la libertad de Joanna."


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Al parecer, incluso Rafn, que estaba locamente enamorado de su hermana, se quedó impresionado con la
belleza de Joanna.

"Pero en cuanto al señor de Hawk’s Lair, lo mataré por ti."

"No, no lo harás. Me lo tienes que prometer, Rafn. Que no vas a hacerle nada a John".

De mala gana, Rafn se lo prometió, aunque no estaba segura de poder confiar en esa promesa. Los vikingos
se sentían ofendidos cuando veían comprometidas a sus mujeres, y para la mente de Rafn, Ingrith había sido
más que comprometida.

En defensa de John, él le había dicho una y otra vez que nunca se casaría con ella. No le había hecho ninguna
promesa. Era sólo que ella había sentido que él correspondía fuertemente a sus sentimientos.

Ingrith no tuvo oportunidad de padecer el dolor en su corazón. Ya habría tiempo más tarde... toda una
vida... para lamer sus heridas. Justo en ese momento, el arzobispo Dunstan comenzó la reunión con una
bendición. "Nos reunimos aquí para decidir asuntos importantes del Estado. Que Dios nos conceda la
sabiduría para actuar de manera justa, de acuerdo a los dictados de la Iglesia y las de la ley del hombre. Así
como fue en el tiempo antes de Adán, que lo sea hoy. Amén".

John y Loncaster, que tenía un brazo en cabestrillo, fueron llamados al frente para comparecer ante el
Witan.

Loncaster habló primero. "Rey Edgar yo buscaba a un niño llamado Henry hijo de Evelyn de Jorvik, una
tejedora de profesión, quien murió recientemente".

El Rey Edgar asintió a los miembros del Witan, confirmando que Loncaster decía la verdad. Hasta el
momento, por lo menos.

"Estoy convencido de que el niño fue llevado a Rainstead, un orfanato en Jorvik. Le comenté a Lady Ingrith
de Stoneheim, que estaba encargada del orfanato, que iba a ir por el niño. Pero, cuando llegué, me encontré
con que el orfanato había sido abandonado y sus habitantes se habían dispersado por todo el reino. Después
de mucho buscar, localicé a Lady Ingrith en Hawk’s Lair, donde creo que ella y el niño estaban siendo
albergados, en contra de los deseos de mi rey".

"¿Es cierta la exposición del Comandante Loncaster?" preguntó Lord Ravenshire a su hijastro.

"Es cierto, excepto que hay muchos hechos pertinentes que faltan. Cuando el Comandante Loncaster le dijo
a Lady Ingrith que iba a ir por el niño, dio a entender que la vida del niño corría peligro, posiblemente en sus
manos. Lady Ingrith y los que dirigían el orfanato en Rainstead tenían razones para huir. Si hubiera alguna
duda sobre este hecho, consideremos las cosas que Loncaster hizo posteriormente. Quemó el orfanato

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hasta los cimientos. Prendió fuego a los campos de flores y las colmenas en Hawk’s Lair. Lanzó amenazas a
Lady Ingrith. Violó y raptó a Joanna de Jorvik cuyo único crimen era haber tenido una relación conmigo. Su
casa fue arrasada y el horno que necesita para su negocio de alfarería fue destruido".

"Usted no tiene ninguna prueba de que yo sea responsable de ninguna de esas cosas," sostuvo Loncaster.

John indicó con un movimiento de su cabeza que Joanna era prueba suficiente.

"Yo digo que la puta vino a mí por voluntad propia. Su palabra no significa nada." Loncaster sonrió a Joanna.

Dos guardias sujetaron a John cuando trató de atacar a Loncaster.

"Él insulta a una mujer inocente."

Por no decir a su futura esposa, pensó Ingrith.

"¿Cuál es la relación de la mujer con usted?" Preguntó el arzobispo Dunstan.

"¿Qué mujer?" respondió John con la cara roja.

"Tenga cuidado Lord Gravely", dijo Dunstan."No está bien parado ante este consejo. Usted haría bien en ser
cooperativo".

"Me dijo que estaba comprometido en matrimonio con lady Ingrith, una princesa nórdica," agregó
Loncaster.

"Y a mí me dijo que se comprometió con esa señora", dijo la reina Elfrida desde su asiento en una silla
lateral, justo al lado de la tarima. Ella estaba señalando a Joanna.

"Mi relación con cualquiera de esas mujeres no es de incumbencia de nadie, salvo la mí", afirmó John.

"No estoy de acuerdo", dijo Dunstan fríamente. "La bigamia es un delito para la iglesia."

Lord Ravenshire puso su rostro entre las manos, y luego se dirigió a los otros miembros del consejo, "Mi
hijastro, John de Hawk’s Lair, no es un bígamo y no tiene intención de convertirse en uno. La cuestión aquí
es el hijo del rey, si es que lo es. Tengo una propuesta. Dadme la tutela del niño. Lo voy a presentar ante el
rey, y le protegeré de todos los demás peligros externos".

Ingrith tuvo que admirar la habilidad diplomática de Lord Ravenshire. Él no había dicho exactamente que el
niño estaría en peligro junto al rey.

El rey, la reina Elfrida, Loncaster, y varios otros comenzaron a hablar a la vez.

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"¡Silencio!" Gritó el ealdorman Ormley, de pie con las manos en alto. "Llevaremos a cabo esta reunión con
decoro. Ahora, Lord Gravely, déjame preguntarte esto: ¿Dónde está la mujer que empezó todo esto? ¿Lady
Ingrith? ¿Por qué no está aquí para hablar en su propio nombre?"

Escalofríos corrieron por la espalda de Ingrith.

Rafn le apretó el brazo en muestra de apoyo.

"Lady Ingrith está…" empezó a decir John.

"Aquí", terminó Ingrith por él. Dio un paso hacia adelante, y Rafn y Ubbi la siguieron, negándose a
abandonarla. ¡Benditos sean!

Una emoción tras otra recorrió el rostro de John. En primer lugar, el choque. Luego, la ira. Después el dolor,
al fijar la mirada en el brazo que Rafn le había colocado protectoramente sobre los hombros. John nunca
había conocido a Rafn. Debía pensar que Rafn era su amante. Bueno, pensó. Tal vez pueda conservar una
pizca de orgullo.

"Me gustaría hablar con Lady Ingrith en privado antes de que sea interrogada por el consejo", dijo John.

"Solicitud denegada", declaró Dunstan, a pesar de que podía hablar en nombre de todo el Witan. "¿Quiénes
son?", preguntó a continuación, agitando una mano para indicar a Ubbi y Rafn.

"Mi nombre es Rafn... Rafn el Despiadado" dijo antes de que pudiera responder. "Yo represento al Rey
Thorvald de Stoneheim, el padre de la princesa Ingrith."

Sus credenciales parecieron impresionar al consejo, y su apariencia impresionó a algunas de las mujeres en
la habitación, incluyendo a la reina Elfrida, que suspiró su agradecimiento. Para alivio del orgullo de Ingrith,
Rafn no mencionó que él estaba casado con su hermana Vana, viuda del conde de Havenshire.

El rostro de John estaba rojo ahora, por la furia o la vergüenza, no estaba segura. Pero él estaba mirando el
brazo que todavía descansaba familiarmente en el hombro.

"Y yo soy Ubbi, guardia de la princesa Ingrith." Una risita recorrió la cámara.

"Nunca fue mi intención negarle al niño al padre que le corresponde", comenzó, "sino protegerlo de
aquellos que quieren hacerle daño."

"¿Y quiénes podrían ser?" preguntó fríamente el Rey Edgar.

"Nadie en particular, aunque el comandante Loncaster me dijo que iba a matar al niño él mismo si se le
ordenaba hacerlo."

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"¡Mentirosa!" gritó Loncaster y se habría arrojado sobre ella si Rafn no hubiera intervenido. John también
había acudido en su ayuda. Sus ojos se encontraron por un momento, los de ella, sin duda, con anhelo, los
de John como si preguntara, "¿Cómo pudiste?"

"Dado que Loncaster es Jefe de mi guarnición en Jorvik, ¿estás insinuando que yo querría muerto el niño?" El
Rey Edgar no estaba contento con ella, eso estaba claro.

"No tengo ni idea a quién debe lealtad Loncaster señor, o si cambia con las circunstancias."

"¡Perra!" gritó Loncaster. "Nunca he dicho o hecho algo que pudiera indicar que soy otra cosa que leal al
rey."

"¿Estás diciendo que el rey te ordenó la quema de un orfanato y los campos de un noble, o la violación de
una mujer inocente?" Ingrith preguntó Loncaster.

"Yo... yo..." farfulló Loncaster.

"¿Dónde está el niño?" Preguntó el ealdorman Ormley.

"En Hawk’s Lair ", respondió John.

"Uh," dijo ella. "Ya no."

Las manos de John cayeron a sus costados y su boca se apretó con desagrado.

"Está bajo nuestra protección", dijo Rafn. "Nosotros lo entregaremos a la tutela de Lord Ravenshire, si el
Consejo lo aprueba." Rafn la miró, y ella asintió.

El rey, la reina, y varios miembros del Witan querían que el niño se entregara al rey en Winchester, pero al
final, fue aceptada la propuesta de Lord Ravenshire. Después de una rápida consulta con Ingrith, Lord
Ravenshire, quien les pidió que lo llamaran Eirik, se comprometió a acompañar al niño durante una visita a
Winchester en una semana. Loncaster miró a Ingrith con una mirada que prometía venganza.

Después de que el Witan concluyó su sesión, la gente comenzó a salir de la cámara, en dirección a la gran
sala, donde una comida estaba a punto de ser servida. John se acercó a ella entonces.

"Ingrith, quiero hablar contigo en privado." Rafn, que había estado conversando con Eirik, puso una mano
sobre su hombro. "Tú no tienes que hablar con el sinvergüenza si no quieres."

"¡Imbécil!" John la miró. "¿Qué has estado diciéndole a este vikingo... imbécil?"

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Antes de que los dos hombres pudieran llegar a las manos, interpuso entre ellos. "Puedes dejarme, Rafn. Y
tú también, Ubbi. Me reuniré con vosotros en los establos. No tengo ningún deseo de comer en la mesa del
rey."

Cuando se fueron, John la cogió del brazo y la condujo a una pequeña antesala.

En un primer momento se quedó mirándola, estudiándola. Se había vestido para la ocasión, llevaba un
vestido escarlata de cuello al estilo sajón de seda bordada con hilos de oro en un diseño nórdico. Su cabello
estaba adornado con una tiara de cuentas de cristal entrelazadas en lo alto de la cabeza. Aros de rubíes
colgaban de sus orejas.

"Parece que Loncaster escapará al castigo por todos sus delitos", comentó en voz baja, mientras que por
dentro estaba aullando. Yo te he echado mucho de menos. ¿No me has extrañado en absoluto?

"Él va a pagar, comenzando con la pérdida de su puesto como comandante de la guarnición de Jorvik.
Dunstan nos ha asegurado eso."

Ella asintió con la cabeza. "Gracias por todas las cartas que enviaste a Hawk’s Lair informándonos sobre los
resultados de la búsqueda de Loncaster."

Hizo caso omiso de su sarcasmo y en su lugar dirigió su propio ataque. "¿Por qué... por qué desobedeciste
mis órdenes de permanecer en Hawk’s Lair?"

¿Por qué está insistiendo en esos detalles sin importancia? "¿Tus órdenes? ¿Te refieres a la orden de que me
ocupara de "los trabajos de mujeres" y dejara las decisiones importantes para ustedes los hombres?"

"Nunca he dicho eso."

"Sí lo hiciste."

Se ruborizó, pero no se disculpó. "Tenía la intención de escribir…"

"¿Intención? Es un consuelo que tuvieras la intención de hacerlo."

Él frunció el ceño ante su interrupción, "pero no había nada para informar".

"¿Qué tal si nos informabas si estabas vivo o muerto? ¿O que habías encontrado Loncaster?" O que me
extrañabas. "No tienes derecho a darme órdenes, John. No en ese momento, y desde luego no ahora."

"¿Qué significa eso?"

Ella se encogió de hombros. "¿Dónde está Joanna?" ¿Y por qué me has traicionado con ella?

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"Empacando".

Se le ocurrió entonces que toda la ropa de Joanna habría sido destruida por Loncaster. Por lo tanto, sus
hermosos vestidos y joyas deben haber sido comprados por su amante. Ingrith se retorció las manos
nerviosamente. "¿Empacando para viajar a dónde?"

Él se movió incómodo, luego levantó la barbilla desafiante. "La voy a llevar a Hawk’s Lair hasta que su casa y
su horno de cerámica sean reparados. Es lo menos que puedo hacer por ella".

A Hawk’s Lair. Bueno, eso daba por tierra cualquier esperanza que Ingrith aún podría haber conservado. En
definitiva, ya no hay esperanzas para mí.

"No tenías ninguna confianza en mí, ¿verdad? Dejaste Hawk’s Lair con el niño, exponiéndolos a ambos al
peligro, porque no me considerabas capaz".

Después de todo, el bruto le echaba la culpa a ella. "Eso no es cierto. ¡Por las runas! Yo sólo quería ayudar".

"Soy un hombre que no necesita tu ayuda. Los hombres protegen a las mujeres. Las mujeres aceptan la
protección. Algunas incluso la aprecian. Así funciona el mundo... excepto el mundo independiente en el que
vives."

"Tal vez si hubieras tenido la deferencia de compartir tus planes para la tutela de Henry conmigo, yo habría
tenido más confianza, pero no, eso habría sido menos varonil".

"¿Y ahora qué?", preguntó. "¿Vas a venir de nuevo a Hawk’s Lair?" Hubo una expresión extraña, casi
vulnerable en su cara que ocultó rápidamente.

"¿Por qué habría de hacerlo?" Pídeme que vuelva contigo, rogó ella por dentro. "Tendrás a tu amante para
saciar tus instintos brutales."

"Tú no los considerabas tan brutales, por lo que recuerdo."

Ella se sonrojó de vergüenza. ¿Cómo puede sacar ese tema ahora? ¿No me ha hecho ya suficiente daño?

"¿Por qué sigues diciendo eso, Ingrith? Ya te he dicho que Joanna no es mi amante".

"¿En serio? ¿Tu prometida, entonces?"

"¿Te importaría si lo fuera?"

Más de lo que puedo decir. "Mi opinión no importa ya que me has dicho más de una vez que no tengo un
lugar permanente en tu vida. Les deseo toda la felicidad que se merecen". ¡Bah! No les deseo nada de eso.
Les deseo un mal apareamiento. Le deseo mala salud. Ojalá les salgan verrugas. Ojalá…
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"Por lo tanto, ¿es el matrimonio o nada?"

Ella vaciló. "Sí, lo es."

"Por cierto, ¿quién es Rafn para ti?"

Esa pregunta salió de la nada. ¿Estaba celoso? Eso esperaba. "Baste con decir que mi padre lo considera un
buen yerno."

Él hizo una mueca. "¿Y yo no lo sería?"

Ella suspiró. "Estoy agradecida por todo lo que hiciste por mí y los niños, que dicho sea de paso regresarán
una vez que Rainstead se haya reconstruido. En verdad, te obligamos a albergarnos, y fuiste muy atento al
ofrecernos hospitalidad y protección".

"No quiero tu agradecimiento. ¿Por qué lloras?"

Se limpió los ojos. "Me emociono al decir adiós."

"¿Esto es un adiós?"

"Parece que sí." Aun así, ella esperó que le pidiera que se quedara, que la quisiera en su vida como algo más
que un jugueteo en la cama. Pero el no dijo nada.

Justo en ese momento Rafn apareció en la puerta. "Ingrith, debemos irnos pronto si queremos llegar a Jorvik
el viernes."

Aun ahora, ella podría haberle dicho a John que iría a Hawk’s Lair o a cualquier otro lugar con él, si
realmente la quería. Pero Joanna apareció al lado de Rafn, sonriéndole tímidamente.

Ingrith asintió con aceptación y luego le habría dado un abrazo de despedida a John pero temía perder el
valor si lo tocaba otra vez. En cambio, dijo, "Una vez más, John, gracias por todo lo que has hecho."

Su cara estaba congelada en una máscara de ira. Mientras se alejaba, la acusó diciendo, "Dijiste que me
amabas".

Ella vaciló sólo un segundo antes de responder: "Pero tú no lo hiciste, patán detestable. Ese es el quid de la
cuestión."

Con esas palabras, se marchó.

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Capítulo 18

Ni siquiera lo dejaron lamerse las heridas en paz...

John dejó Winchester ese mismo día. De hecho, después de varias horas de ignorar cualquier intento de
conversación, dejó a Joanna a cargo de Hamr para avanzar a un ritmo más lento con sus tropas, y él se
adelantó, a solas. Como iba a pasar el resto de sus días.

Estaba siendo demasiado sensiblero, lo sabía. Después de todo, se las había arreglado bien estando solo
antes de Ingrith. Pero, bendito Señor, ¿cómo iba a contar los acontecimientos a partir de ahora? ¿Antes y
Después de Ingrith?

No ayudó en nada el que el instante en que entró en Hawk’s Lair, Bolthor preguntara: "¿Dónde está Ingrith?"

Lo peor fue cuando Katherine se enfrentó a él. "Bueno, he oído que la dejaste escapar. Obtendrás el premio
al imbécil del año".

"Yo no la dejé escapar. Se fue por su propia cuenta... con un hombre, debo añadir. Su amante vikingo".

"Usted está muy equivocado si cree eso. La mujer estaba locamente enamorada de ti".

"Loca puede ser, pero no por mí."

"Hay que ir tras ella entonces."

"Tú debes ocuparte de tus propios asuntos."

"Irritable, ¿verdad? El amor le provoca eso a un hombre con el tiempo."

Él gruñó su opinión acerca del asunto y se fue a ahogar sus penas con un tonel del mejor aguamiel de su
madre, y continuaba haciéndolo cuando Hamr y Joanna llegaron más tarde ese día.

Joanna apareció más tarde esa noche en su dormitorio.

"¿Mi señor?" Ella dio un paso tentativo en la habitación, cerrando la puerta detrás de ella. Llevaba sólo una
delgada camisa de dormir.

"¿Qué?", Preguntó, como si su vestimenta no lo dijera todo.

"Me gustaría aliviar tu dolor."

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No necesitaba agravar la situación ahora, y ¿no decía que él consideraba una oferta de sexo como un
agravante? Ni siquiera podía utilizar la embriaguez como una excusa. A pesar de la gran cantidad de
aguamiel que había bebido, estaba sobrio como una piedra fría. "¿Qué dolor?", preguntó, y quiso morderse
la lengua precipitada.

"El de tu corazón, mi señor." Se puso de pie al lado de la cama, mientras él yacía de espaldas, con un brazo
sobre la frente.

"¿El de mi corazón?" Él resopló con disgusto. Y, realmente, ¿cómo podía acostarse con una mujer que lo
llamaba mi señor una y otra vez? Se sentiría como si estuviera tomando ventaja de una sierva, cosa que
Joanna no era. "Yo no estoy de humor, Joanna", dijo.

"No tienes que amarme ni ofrecerme matrimonio... fue tonto de mi parte presumir que... quiero decir..."

"Joanna, te invito a permanecer aquí el tiempo que sea necesario, mientras que tu casa se está
reconstruyendo, pero no me debes nada por eso. Yo soy el que está en deuda por todo el dolor que has
sufrido".

"Ese no es el motivo por el que vine a ti."

"Lo sé." Él suspiró, y tan suavemente como pudo, rechazó sus avances. "Tal vez otra noche. Pero no esta
noche."

Asintiendo, en silencio salió de la habitación.

Y esperaba que no acudiera más a su habitación. Ahora no sólo tenía la locura en su sangre, sino que
también se estaba convirtiendo en un eunuco, pensó con disgusto.

Hacía unos días, le había dejado claro a Joanna que no iba a ser su esposa ni su compañera de cama, ni
ahora ni en el futuro. Por lo tanto, no se sorprendió cuando encontró a ella y a Hamr compartiendo la cama.
Se disculparon profusamente, pero él hizo un gesto con la mano para que continuasen con lo que habían
estado haciendo antes de su interrupción. Y no le importó.

Llegó la noche antes de que Bolthor y Katherine finalmente pusieran fin a su larga visita a Hawk’s Lair y
regresaran a su casa. Hamr tomaría a Joanna y la llevaría a Jorvik al día siguiente, ya que su hogar y el
comercio habían sido restaurados.

Antes de sentarse a cenar, Joanna le dio un beso en la mejilla y sonrió. "Es cierto entonces. El poderoso
halcón ha caído".

Él habría discutido con ella... para salvar su orgullo, ¿pero qué sentido tenía?

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"Debes ir tras ella," le aconsejó Joanna, haciéndose eco de las palabras de Katherine. No era de
sorprenderse ya que las dos se habían convertido en muy buenas amigas.

"Ella tiene a otro en su vida” le dijo a Joanna. "El hombre que la acompañó a Winchester."

Joanna frunció el ceño. "Eso no tiene sentido. Vi cómo te miraba. Apostaría mi mejor bote a que Ingrith te
ama".

"Has confundido su mirada, pero gracias de todas formas."

Se veía lamentable, y todo el mundo debía pensar así, aunque fue Bolthor quien pronto lo resumió con
notable perspicacia:

Las palabras más tristes en la mente humana Las que destruyen la paz interna no son ‘lo siento mucho’ O ‘no
te amo más’ O ‘No hay más cerveza’ O ‘eres demasiado viejo para amar’ No, las palabras más tristes son:
‘¿Qué hubiera pasado si...’ ¿Qué hubiera pasado si nunca le hubieras hablado con palabras hirientes? ¿Qué
hubiera pasado si hubieras aprovechado esa oportunidad? ¿Y si hubieras devuelto el amor de esa mujer? ¿Y
si te hubieras casado? ¿Y si te hubieras dado cuenta antes de que fuera demasiado tarde que la vida te había
dado un regalo? ¿Y si...? y si... ¿qué pasaría y si…?

Después que todos se habían ido a la mañana siguiente, John tomó una determinación. Tenía que
enderezarse y recuperar su vida. Así que, con esa idea en su mente se dirigió al cobertizo de la miel para
reanudar sus estudios.

Sin embargo, no iba a ser posible, porque apenas había afilado la pluma y sacado su diario, uno de sus
housecarls vino a anunciar visitas.

En un primer momento, su corazón se esperanzó. Quizá Ingrith había regresado, después de todo.

No fue así. Eran su madre y su padrastro. Habían venido a rescatarlo.

De sí mismo.

Los secretos tienen una manera de volverse en tu contra...

Lady Eadyth de Ravenshire, una vez Lady de Hawk’s Lair, miró a su hijo y sintió ganas de llorar.

Eadyth, John y Eirik se habían acomodado en un pequeño solar fuera de la gran sala, que estaba iluminado
por el sol de verano que entraba a raudales a través de varias ventanas sin postigos. Estas no tenían
cristales, un producto demasiado caro que su hijo aún no se había permitido, a pesar de que sin duda tenía
los medios como para hacerlo. Pero eso era un asunto que podría discutir con él en otro momento. Ahora,
estaba preocupada por su apariencia.
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Se había afeitado la cabeza en algún momento, y el cuero cabelludo estaba ahora cubierto por una alfombra
áspera de pelos erizados. Había perdido peso, y sus pómulos sobresalían por su delgadez. Eirik le había
hablado de la cabeza afeitada de John al regresar de la reunión del Witan, pero oír y ver eran dos cosas
diferentes.

Además, por la forma en que parpadeaba ante los rayos de sol y se encogía, sospechaba que sufría de
resaca, posiblemente una larga resaca, y él era un hombre que rara vez se emborrachaba.

"Te ves cómo el infierno." Aunque su comentario fue directo y amigable, Eirik en verdad se preocupaba por
su hijastro.

"Gracias por esa observación tan inoportuna. ¿Han venido aquí a acosarme, o sólo para molestar?",
preguntó de mala gana.

"¿Qué es lo que te pasa John?" Preguntó ella, poniéndose de pie en señal de advertencia. Definitivamente
algo estaba mal con su precioso hijo. Él podría tener treinta y un años, pero siempre sería su único hijo.

Presintió que estaba a punto de decirles que nada pasaba, pero en cambio, se repantigó en su silla y esperó
hasta que una doncella les sirvió aguamiel que había traído con ella, lo último que John necesitaba, junto
con una bandeja de galletas de avena, que le causaron nauseas sólo con verlas.

Cuando tomó un sorbo de su aguamiel y no probó ni un mordisco de comida, ella sacudió la cabeza con
disgusto. "Escuché que estabas comprometido."

"¿En serio? ¿También habrás oído que me abandonaron? ¿O que estaba comprometido con dos mujeres a la
vez? ¿O es que tu amado esposo se contuvo de largarte todo el chisme?"

"¡Pfff!", Dijo Eirik.

"Te conozco demasiado bien, John. Estás sufriendo". Tomó una de sus manos entre las suyas. "¿Qué pasó?"

"He hecho un lío de mi vida, si quieres saberlo." Se mordió el labio inferior, como si lamentara su admisión
apresurada. John siempre había sido un chico tranquilo, y como hombre sus emociones habían estado
invariablemente bajo control.

"Parecías feliz, o al menos tranquilo, la última vez que te vi, hace tres meses. ¿Qué ha pasado desde
entonces?"

"Ingrith", respondió de manera sucinta. "Todavía debo estar borracho", murmuró en voz baja, "o de lo
contrario mi lengua habla más de la cuenta."

"Ingrith", repitió ella, ponderando los significados ocultos en esa única palabra. "¿La quieres?"
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Él se encogió de hombros. "No importa. Ya tiene otro hombre ahora".

"¿Ella tiene otro hombre?" Eirik pareció desconcertado. "¿Cómo sabes eso, si estás encerrado aquí en
Hawk’s Lair , hibernando como un maldito ermitaño?"

John miró a su padrastro con el ceño fruncido. "Tú estabas allí. La viste con su nuevo amante."

"¿Nuevo amante?" Eadyth se enfocó al pronunciar esa palabra. Nuevo implicaba que había tenido un
amante anterior, lo que sólo podía significar...

"¡John! ¿Tomaste la virtud de Ingrith? ¡Una princesa real, por el amor de Odín!"

"Yo no tomé nada. Ella me la dio".

Intentó razonar con él sobre ese punto discutible. "El Rey Thorvald no vería la diferencia."

"¡Woww! Ya me acuerdo", dijo Eirik con el ceño fruncido de perplejidad sigue surcando su frente. "¿Te
refieres al hombre con el que vimos a Ingrith?"

"El zoquete vikingo que la acompañó a la reunión del Witan," explicó John.

"¿Ubbi?" Eirik pareció desconcertado.

"Por supuesto que no. El vikingo gigante, ese patán engreído".

"¿Rafn?" Eirik soltó una carcajada."Rafn es su cuñado, felizmente casado con la hermana de Ingrith."

El rostro de John se iluminó por un momento cuando por fin comprendió lo que su padrastro le había dicho.
Luego se enfureció. "¿Por qué me mentiría?"

"¿Realmente te dijo que Rafn era su amante?" John se llevó el puño cerrado a la boca, y luego admitió: "No
exactamente. Ahora que lo pienso, cuando le pregunté sobre Rafn, vi que el tic se manifestaba en ella".

"¿Eh?" Eirik y su madre fruncieron el ceño por la confusión.

"Cuando ella miente o esconde algo, un tic le hace titilar el ojo, tal como sucedía con Emma."

"¡Ah!", Dijo Eirik.

"¿Qué siente ella por tí?" Le preguntó su madre.

Él se encogió de hombros. "Ella me dijo que me amaba, pero eso fue antes de irme a Winchester. En nuestro
último encuentro, me llamó patán detestable".

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Eadyth y su marido se echaron a reír.

"¿Habéis estado abusando del hidromiel?"

"Tu madre me llamaba patán detestable todo el tiempo. Así es como me dí cuenta que estaba enamorada
de mí", explicó Eirik.

Eadyth dio una palmada en el brazo de Eirik. ¡Cuánto le gustaba ese hombre! Incluso después de todos estos
años.

"Ustedes dos están dementes", observó John. "Si van a empezar a besarse, me voy a encerrar en mi
cobertizo".

"Bueno en conclusión. Puesto que has comprometido a Ingrith, debes ofrecerle matrimonio. Acarrearía
vergüenza sobre tu buen nombre hacer menos", dijo Eadyth. Decir que ella se veía feliz por esa situación era
quedarse corto. Eadyth sintió que Ingrith era la clave para la futura felicidad de John, y que haría todo lo
posible para que sucediera. Inclusive utilizar la culpa como soborno.

Él negó con la cabeza. "Ese es el problema, tal como lo fue mientras Ingrith estuvo aquí en Hawk’s Lair.
Nunca podré ofrecerle matrimonio ni a ella ni a cualquier mujer".

"¿Nunca? ¿Por qué?"

"Tú lo sabes," dijo, "y realmente me gustaría cambiar de tema. ¿Te gustaría venir y examinar mis colmenas,
madre?"

"No, no quiero examinar tus colmenas." ¿Habría perdido el cerebro?

"Por cierto, gracias por los rosales que enviaste para reponer los que he perdido."

"Nunca te he enviado rosales", dijo.

"Cada dos días, me llegan rosales nuevos."

Él inclinó la cabeza interrogante. "Me pregunto quién puede enviarlos."

"No cambies el tema hijo, y dime ¿por qué no puedes casarte?"

"Porque llevo la locura en mi sangre, y no me arriesgaré a transmitírsela a los hijos que pueda tener."

"¿Eh?", Dijo Eirik.

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"¿De dónde sacaste esa idea tonta?", preguntó. "Si llevas la locura en tu sangre, entonces tengo que... oh,
¡Dios mío!" Ella se volvió hacia Eirik. "Él piensa que la recibió de su padre."

Ella y Eirik intercambiaron miradas elocuentes. Entonces su madre se puso de pie, le dio un beso en la parte
superior de la cabeza, y le susurró al oído: "Todo estará bien a partir de ahora." Entonces salió de la
habitación y le dijo que quería mostrarle los cajones de abejas que había traído con ella.

"Tenemos que hablar", dijo Eirik, acercando su silla a John para que estuvieran casi rodilla con rodilla. "Tu
padre, Steven de Gravely, era mi hermano."

Madre querida, no tengo nada de mi querido padre...

John no podía creer lo que había oído.

"Yo no sabía que Steven era mi medio hermano hasta que murió. Yo lo maté, John, y es algo que siempre
voy a lamentar".

"No entiendo."

"Al igual que tú, siempre consideré que Steven era un monstruo. Las cosas que hacía eran monstruosas. Él
quería que yo lo matara, John. Quería morir, y fue sólo cuando murió que reveló la relación que lo unía a
mí."

"Yo no te culpo por haberlo matado, hermano o no."

"¿Qué te hizo pensar que llevabas la locura en tu sangre? Yo nunca te dije eso, y sé que tu madre no lo hizo,
tampoco."

"Ese es el punto. Nadie me habló de mi padre, pero oí un montón sobre él, de los sirvientes o de los
housecarls. Desde el momento en que aprendí a caminar, he estado escuchando los cuentos sobre las
perfidias de mi padre. ¿Realmente mató a la primera esposa de su amigo Selik y clavó la cabeza de su hijo
recién nacido en una pica?"

"Sí lo hizo. Y cosas mucho, mucho peores. Después de todo, él violó a tu madre, tal como te dijeron. Pero él
no nació loco. Se convirtió en un loco".

"¿Lo defiendes?"

"No lo defiendo. Lo entiendo".

"Padecía locura. Yo soy su hijo. La lógica conclusión es que cualquier niño podría padecerla también."

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Eirik sacudió la cabeza. "Las posibilidades serían mínimas. Te explico. La madre de Steven tuvo una breve
relación con mi padre, sólo una noche. Ella volvió a su marido, que nunca le perdonó su pecado, ni siquiera
después de que ella le dio un segundo hijo. Odiaba a Steven, aunque lo reconoció como su hijo para evitar el
escándalo. El padre de Steven murió cuando él era joven, y fue puesto bajo el cuidado de un sodomita que lo
golpeaba y lo sometía brutalmente. Por cierto Steven aceptó esos horrendos abusos para proteger a su
hermano menor Elwinus de recibir castigos similares. He oído decir que los niños e incluso los adultos
bloquean sus mentes para poder sobrevivir a los abusos de esa magnitud".

"¿Estás diciendo que mi padre nació tan cuerdo como cualquiera?"

"Yo creo que sí. Necesitas hablar con su tío Elwinus, que vive como un monje de clausura en el Monasterio
de St. Paul en Jarrow. Él te podría hablar de aquellos primeros años".

John asintió, aturdida por todo lo que él había dicho. Si esto fuera cierto, eso significaba que podía casarse.
Podía tener hijos. Pero no podía pensar en eso ahora. "¿Y tú fuiste el único que pudo acabar con su vida?"

"Indirectamente. Yo tenía una espada presionando la garganta de tu padre cuando él se burló de mí acerca
de que éramos hermanos, señalando el parecido entre nosotros, algo que no había notado hasta entonces.
Te pareces a él, John. Era un hombre guapo." Eirik tosió para aclararse la garganta, síntoma de una fuerte
emoción. "Me dijo que su padre nunca lo quiso, y después de que su madre y luego su padre murieran, se
quedó a una edad temprana al cuidado del hombre más malvado en toda Gran Bretaña, Gerald, el castellan
de Gravely. Su hermano Elwinus era un niñito. Siempre me pregunté qué habría pasado si mi padre lo
hubiese rescatado. De todos modos, no creo que mi padre supiera de su paternidad." Eirik inhalaba y
exhalaba, luchando con sus sentimientos. "Hasta el día de hoy, recuerdo los últimos momentos de tu padre.
Están incrustados en mi cerebro para siempre. Estábamos en su castillo en Gravely..."

Eirik sacó la espada de su vaina y una daga de su cinturón. Cuando movió la cortina a un lado, Gravely saltó
hacia él blandiendo un hacha de guerra. Sus ojos azules estaban muy abiertos y lo miraban enloquecidos. La
espuma se acumulaba en los bordes de su boca.

"¡Por fin!" gritó Steven, y con la ventaja de la sorpresa, balanceó el hacha sobre su cabeza hacia la cara de
Eirik. Eirik se desvió, pero no antes de que la cuchilla se clavara en la carne de su hombro casi hasta el hueso.
Con una maldición, Eirik hizo caso omiso del dolor y paró su siguiente impulso, logrando herir a Steven en el
abdomen.

A pesar de la enfermedad que había asolado a Steven, todavía era un guerrero fuerte, capaz de enfrentarse
con la experta habilidad de Eirik, por lo menos al principio. Una contienda feroz, ataque tras ataque. Steven
dejó caer el hacha y cogió una espada sin titubear. Pero entonces los estragos de su enfermedad comenzó a
pasarle factura, y la resistencia de Gravely declinó. Se tornó descuidado y torpe.
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Y Eirik perdió el gusto por la matanza. Oh, debía destruir a su malvado enemigo. Tenía que hacerlo, sino por
otra razón, por poner fin a sus ataques sin sentido a cualquiera que se cruzara en su camino. Pero el hombre
estaba claramente loco. Tenía los ojos desorbitados por un ansia loca de sangre. Tenía la boca floja y
temblaba, como un hombre viejo. Tal vez siempre había estado loco, pero lo escondía bajo una calma
exterior.

¿Cómo puedo sentir lástima por este hombre que me ha lastimado tanto?

Porque sabes que debe haber sufrido mucho antes de haber alcanzado este estado lamentable, se respondió
a sí mismo.

Con un empuje poderoso, Eirik lo puso contra la pared y sostuvo su espada contra la garganta de Steven.
"Estás perdido, Gravely," gruñó. "Finalmente, tu maldad va a terminar."

Steven rió locamente. "Sí, pero… ¿vas a ser capaz de vivir con mi muerte sobre tu espalda, hermano?"

Un escalofrío recorrió a Eirik. La habitación resonó con un silencio ominoso. Debería haber sabido que,
incluso frente a la muerte, Steven habría encontrado una manera de seguir causando dolor.

"Eirik, no lo escuches," dijo su hermano Tykir gritando detrás de él. "Sólo mata al bastardo."

Gravely rió de nuevo, ni siquiera tratando de liberarse. "¿Nunca has notado el parecido entre nosotros,
Eirik? Pelo negro. Ojos azules. Misma altura. Tú compartes mi sangre, hermano. Y tú lo sabes."

"No puede ser", dijo Eirik, moviendo la cabeza en señal de negación.

"Tu padre plantó su semilla en mi madre la única vez que fue capaz de escapar de su marido, el famoso
conde de Gravely, el hombre que la mayoría de la gente pensaba que era mi verdadero padre. Regresó a
Gravely cuando se enteró de que estaba embarazada".

Eirik sacudió la cabeza de lado a lado, rechazó las alegaciones de Steven. Todavía sostenía la hoja de la
espada contra la garganta de su enemigo.

Steven simplemente continuó con su increíble historia, "mi ‘padre’ nunca me quiso, y después de su muerte
me dejó a la edad de diez años al cuidado del hombre más malvado en toda Gran Bretaña, Gerald, el
castellano de Gravely. Y mi hermano Elwinus acababa de dejar los pañales. ¡Oh Señor!", gimió, y puso sus
ojos en blanco, por algún recuerdo tan doloroso que incluso él no podía soportar pensar en ello.

Entonces, Steven pareció calmarse. Miró a Eirik desapasionadamente a los ojos, y por un momento en su
sano juicio, le susurró entrecortadamente: "Hermano..." Al mismo tiempo, lanzó con fuerza la cabeza hacia
adelante, cortando deliberadamente su propia garganta. La sangre salió a borbotones salpicando por todas
partes, pero Eirik horrorizado siguió sosteniendo a Steven en sus brazos.
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Y Eirik no podía verlo por las lágrimas que empañaban los ojos de su enemigo más odiado.

Eirik era incapaz de hablar y sus ojos estaban llenos de lágrimas. Luego se acercó a John y lo abrazó con
fuerza. "Debes perdonar a tu padre. Yo lo hice".

Cuando rompieron el abrazo, John trató de bromear: "Entonces, ¿cómo te llamo ahora? ¿Eirik, o padrastro o
tío?"

"Lo que me complacería más", dijo Eirik, "sería que me llamaras Padre."

Perdonar, sí; olvidar nunca...

"¿Cómo pudiste perdonarlo?" le preguntó a su madre mientras caminaban por el campo chamuscado.

"Sucedió hace mucho tiempo. Y, además, si eso no hubiera pasado, nunca te habría tenido a ti. Mi hijo, que
vales mil veces ese dolor".

Lo que hizo que la abrazara con todas sus fuerzas.

Caminaron en silencio y hasta que se percató de algo. Se puso en cuclillas y cavó con sus propias manos
alrededor de un montículo. Un brote verde se asomaba. Él hizo lo mismo una y otra vez. Era increíble.
Brotarían más rosales de lo que esperaba. Era un milagro observar que tantos hubieran sobrevivido.

"Es un presagio", dijo su madre con lágrimas en los ojos.

"¿Por qué?" preguntó con suavidad.

"Un nuevo comienzo".

"¿Te refieres a Ingrith?"

"A ella también. Con un poco de cuidado, las rosas podrían ser mejor que antes."

"Para mitigar el dolor, ¿es eso a lo que te refieres?"

"Tal vez." Ella le sonrió y pasó una mano acariciante sobre su cabeza sin afeitar. "Tal vez tu cabello se vuelva
rizado."

"¡Dios no lo permita!"

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En el momento en que su madre y Eirik partieron al día siguiente, John se encontraba mucho más
esperanzado.

"Sólo asegúrate de que esté presente para la boda", dijo su madre.

"Tengo que encontrar a la novia primero," contestó. Y eso resultó ser más cierto de lo que se dio cuenta en
ese momento.

Entonces el otro zapato cayó...

Ingrith nunca había sido tan miserable en toda su vida, y no sólo porque su padre había invitado a los
posibles futuros maridos a Stoneheim para conocerla.

"Ahí estás," dijo su hermana Drifa, entrando en la glorieta que le servía de escondrijo. Llevaba una gran
brazada de rosas, lo que causó que Ingrith estallara en lágrimas. Drifa, su única hermana soltera, tenía una
pasión por las flores, al igual que Ingrith la tenía por la cocina... y por un hombre. Las lágrimas siguieron
fluyendo.

"¡Oh Ingrith! ¿Qué sucede?"

"Las rosas", se lamentó. "Me recuerdan a... oh, no importa."

"¿Está relacionado con los esquejes de rosa que envías constantemente a Gran Bretaña?"

"Sí. Le debo un favor a alguien que…" se encogió de hombros "le gustan las rosas."

"Si yo fuera una mujer guerrera, como Tyra, iría a atravesar con mi lanza el corazón del hombre que te ha
lastimado."

"Él no tiene corazón."

"¿Y exactamente quién dijiste que era?" Ingrith parpadeó para disipar las lágrimas restantes e hizo un pobre
intento de disuadir a Drifa de descubrir el nombre del misterioso hombre que la había enviado a su casa en
las Norselands con accesos de llanto perpetuo.

"Oye, hermana, no te puedes ocultar aquí para siempre. Padre invitó a una media docena de hombres aquí
para que nos conozcan. No vas a dejarme allí sola como un señuelo para atraer a los peces."

Sonrió ante la comparación... una descripción acertada. "¿Para qué son todas estas rosas?"

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"Quiero que se sequen y hacer bolsitas de popurrí para vender en el mercado. Aquí, huele. ¿No es un olor
espectacular?"

Drifa metió el ramo bajo la nariz de Ingrith. El olor era insoportable. Nauseabundo, de hecho. Ingrith apartó
las flores a un lado y corrió hacia el orinal, en el que procedió a vaciar su estómago. Al igual que había hecho
todas las mañanas durante las últimas dos semanas.

Drifa estaba sentada en el borde de la cama esperando que se enjuagara la boca y se secara los labios secos
con un pequeño paño de lino. "¿Y bien?"

Ingrith se sentó junto a ella. "Estoy engordando." Demasiado siendo que John ‘había derramado su simiente
fuera del cuerpo’. Y, de verdad, él debía tener la simiente muy viril, porque habían hecho el amor sólo un
puñado de veces.

"¿Estás embarazada? ¡Infierno y Valhalla! ¡Eso es maravilloso!"

"¿Lo estoy?" Miró a Drifa para ver si hablaba en serio.

Lo estaba.

"Es maravilloso, ¿verdad?" ¿Cómo si no se hubiera dado cuenta antes? Ella, que había pensado que nunca
podría tener un hijo, tendría su propio pequeño para amar. Y el bebé sería parte del hombre al que aún
amaba, a pesar de su alma incrédula.

"No habrá problemas con el ‘ya tú sabes quién’", señaló Drifa.

"Padre", adivinó Ingrith.

"Y tu reputación también."

"Dónde voy a vivir es otra cuestión."

"Acaso no puedes casarte con el padre." Otro intento de Drifa por descubrir la identidad de John.

Ingrith sacudió la cabeza con tristeza. "Él no se casará conmigo. Me lo dijo. Numerosas veces."

"¡Patán! Deberíamos matarlo como lo hicimos con el primer marido de Vana. Tal vez si él supiera lo del
bebé"

Ingrith sacudió la cabeza con más fuerza. "No, él nunca debe saberlo." Sólo podía imaginar el horror de John
al saber que iba a traer un niño posiblemente insano a este mundo. Por alguna razón, ella no tenía miedo de
que eso ocurriera. Pero si así sucediera, enfrentaría cualquier enfermedad del niño.

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"¿Está casado?"

"No. Por lo menos no lo estaba la última vez que lo vi, pero podría estarlo ahora."

"Entonces yo no veo por qué…"

"Yo no se lo voy a decir, y eso es definitivo."

"Tenemos que hacer planes inmediatos."

"¿Nosotras?"

"¿No creerás que voy a dejarte transitar por esto sola? ¡Tsk, tsk, tsk! ¿De cuánto estás?"

"Sólo de dos meses más o menos, creo."

"¿Y cuánto tiempo falta antes de que tu embarazo se perciba?"

"¡Pfff! No tengo ni idea. Algunas mujeres no se muestran hasta el quinto mes. Con un delantal nórdicos, se
puede ocultar bastante".

"Sólo para estar seguras, hay que salir de aquí antes de que pasen dos meses a partir de ahora."

"¿Salir de aquí?"

"¡Ingrith! No imaginarás que Padre te permitiría traer un hijo ilegítimo al mundo. Te casaría con el primer
falo con dos patas que encontrara antes de que pudieras parpadear".

"Podríamos ir a casa de Breanne o de Tyra , pero, no, no quiero volver a las tierras sajonas, donde él pueda
encontrarme."

"Por lo tanto, ¿es un sajón?"

Ella ignoró la pregunta mientras reflexionaba donde podían ir. "Tenemos que ir a un lugar donde nadie me
conozca, por lo menos hasta después de que nazca el bebé. Entonces podré volver con la historia de
haberme casado con un hombre que murió de repente. De esa manera padre me recibirá a mí y a mi hijo sin
forzarme a contraer un matrimonio que no quiero".

"¡Woww! Va a ser difícil de lograr todo eso. Pero las dos tenemos dinero propio en cantidad suficiente como
para permitirnos establecernos... en alguna parte."

"Como has dicho, tenemos dos meses para trabajar en los detalles. Prométeme, Drifa, prométeme que no le
dirás a nadie de esto. Ni siquiera a Vana."
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Drifa levantó la barbilla ante la afrenta.

"Bueno, mejor voy a la cocina a ver cómo van los preparativos de la cena. Además, tengo un antojo de jabalí
con salsa de rábano picante. O melocotones."

"Primero, debemos presentarnos en el salón y ver a los tontos que Padre hará desfilar ante nosotras esta
vez, de lo contrario enviará a los guardias a buscarnos, tal como lo hizo la última vez."

Mientras caminaban por el pasillo, Drifa comentó: "Vi a uno de los hombres mientras estaba juntando las
rosas. Un guerrero vikingo de Islandia. Él era muy atractivo".

"¿Ah sí?" Eso era una sorpresa. Cuanto más viejas Drifa y ella se ponían, menos probable era que los
hombres que desfilaran fueran ejemplares de hombría nórdica.

"Él tiene una pierna."

¡Ah! Sorprendida exclamó. "¿Cómo camina?"

"Con una pata de palo."

"¿Una pata de palo vikinga?"

Ambas se echaron a reír.

Y eso fue algo bueno. Ingrith sabía que el humor podía curar muchos males, o por lo menos hacer la vida
más llevadera.

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Capítulo 19

La esperanza florece...

John llegó al monasterio de St. Paul en Jarrow una semana después de hablar con su madre y su padrastro.

Aunque su tío Elwinus era un monje de clausura, le habían dado permiso para hablar con él. Dadas las cosas,
la regla de silencio sólo se aplicaría a una parte del día, y aun así se le permitiría el uso de lenguaje de señas.

Fue escoltado por el prior a una zona del enclave exterior, donde un monje tonsurado estaba de rodillas
recortando... oh, ¡Dios mío!... Rosales.

Al escuchar su planteo, se puso de pie y Elwinus limpió sus manos en una sotana hecha de tela basta color
marrón con una soga en la cintura. Muy lejos de la riqueza que podía disfrutar por ser uno de los herederos
de Gravely.

"¿Tío Elwinus?", preguntó.

"¡John!" Percibió la sorpresa en el rostro del hombre, y no sólo por encontrarse frente a un hombre que al
igual que él lucía una cabeza tonsurada. "Eres igual que tu padre."

Eso no era precisamente un cumplido para John. "Entiendo que tienes muchas preguntas sobre tu padre.
Ven, sentémonos aquí, el Padre Cyril nos traerá copas de hidromiel".

Decidió saltar de cabeza. "He vivido toda mi vida bajo la creencia de que mi padre estaba loco, y que
posiblemente por mi sangre corría la misma enfermedad."

Elwinus negó con la cabeza. "Tu padre era un ángel en sus primeros años. Si él no me hubiera protegido, sólo
Dios sabe si no hubiera perdido la razón yo también. Verás, yo estaba allí. Vi las cosas que Steven padeció, y
fue realmente horrible".

"¿Te refieres a su padre?"

"Nuestro padre era un hombre amargado, a veces cruel, que descargó su infelicidad con Steven a veces. Yo
era su hijo natural, y sin embargo no me gustaba mucho tampoco. Pero fue después que padre murió, que
comenzó el verdadero horror. Nos dejaron al cuidado del castellan de Gravely, Gerald. Un discípulo de
Satanás, con toda certeza. Steven tenía sólo diez años. Yo era mucho más joven, pero vi... ¡oh cielos! ¡Lo que
vi! La mayoría de la gente no sabe esto, pero la espalda de Steven estaba cubierta de cicatrices de latigazos.
Sus brazos fueron quebrados más de una vez, y sus costillas rotas en varias ocasiones".

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"¿Por qué alguien querría castigar a un niño?"

"Debido a que desde el principio Steven se resistió... Eso fue antes de que su mente se bloqueara. Esa es la
única palabra con la que puedo describir el cambio en él."

"Mi padrastro me dijo lo mismo." Elwinus asintió. "No hay otra". Por la expresión en el rostro del monje,
John sospechó que lo peor estaba por llegar.

John no podía imaginar nada peor.

"Gerald sodomizó a Steven en repetidas ocasiones, y luego se lo pasó a todos sus amigos con gustos
similares."

"¿Qué pasó con Gerald?"

"Steven lo mató cuando tenía quince años. Probablemente a algunos de los otros hombres abusadores
también."

"¿Apruebas los asesinatos?"

"Por supuesto que no. Pero entiendo por qué lo hizo. El daño que le habían causado era irreparable para
entonces. No podría volver a ser el niño inocente que había sido cinco años antes."

"¿Y piensas que mis temores acerca de no tener hijos son infundados?"

"¡Oh John!, lo mejor que podrías hacer es llenar Gravely con un montón de niños felices cuyas risas ayuden a
borrar el pasado."

La imagen de esa posibilidad le llenó la cabeza, pero había vivido tanto tiempo con la certeza de que su
locura posiblemente fuera hereditaria que le resultaba difícil mantener la esperanza. Pero poco a poco iba
calando en su conciencia.

Ingrith. Podía ir a buscar a Ingrith ahora. Podría pedirle que se casara con él.

Sólo esperaba que no fuera demasiado tarde.

El comité de bienvenida que no fue tal...

Tres semanas más tarde, y John todavía seguía buscando a Ingrith.

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191
A pesar de que los huérfanos que quedaron en Hawk’s Lair habían sido devueltos al orfanato, Ingrith no
había aparecido en Jorvik para ayudar en su reconstrucción, como él había supuesto. Una suposición lógica.

Desafortunadamente, demasiada suposición pero no lo suficientemente lógica.

Mientras estuvo en Jorvik, fue a visitar a Joanna para ver cómo iba progresando. Su hogar y su comercio
estaban más bonitos que antes, y un nuevo horno había sido instalado. Aún más sorprendente era que el
arzobispo Dunstan había ordenado que fuera Loncaster quien pagara esas reparaciones. No se sorprendió
de encontrar a Hamr allí con ella. Por cuánto tiempo, no lo sabía, ya que Hamr había sido informado de que
su exilio había terminado, pero el vikingo parecía muy satisfecho en ese lugar. Eran extraños los giros y
vueltas del destino, pensó.

"Tal vez ha decidido convertirse en una monja," sugirió Hamr.

Le contestó con una famosa y ordinaria palabra anglosajona a cambio.

"No, yo no he visto a Lady Ingrith desde la reunión del Witan en Winchester," le dijo Joanna. "Tal vez fue a
visitar a una de sus hermanas. Dos de ellas viven en Northumbria, creo".

Y así lo había desperdiciado otras dos semanas yendo primero a Larkspur en el extremo norte de
Northumbria, donde la hermana de Ingrith, Breanne vivía con su esposo, Caedmon, y luego a Hawkshire,
donde su hermana Tyra, una amazona, esposa de un guerrero ¡convertido en curandero! vivía junto a su
marido Adam. Allí John se interesó en las artes curativas que implicaban el uso de la miel, pero Adam era un
verdadero estudioso de las medicinas. Altamente capacitado y entrenado. Pero John tenía que reconocer,
con respecto a las hermanas de Ingrith... que tenían el sentido del humor deformado, ya que se echaron a
reír como locas cuando les dijo que estaba buscando a su salvaje hermana.

"¿Salvaje?" comentó Breanne. "Ingrith es la persona más sensible y mansa que conozco. Lo único que quiere
es que la dejen sola y en paz en su cocina para cocinar".

Él simplemente había enarcado las cejas ante ese concepto erróneo.

Pero Caedmon le reveló algo llevándolo aparte, "Todas las princesas del Rey Thorvald son salvajes, en mi
opinión."

"¿Salvajes en sentido bueno o malo?" Había sido lo suficientemente tonto como para preguntar.

"¿Cómo te gustan?"

Luego estaba Adam, que fue incapaz de dejar de reírse de él. "Lo sabía, sabía que un día quedarías atrapado
en la red astuta de alguna mujer."

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"Ingrith nunca trató de atraparme." Más bien yo he intentado atraparla. "De otro modo, ¿por qué iba a
querer huir de mí?"

"¿Huyó de ti?" dijo Tyra irguiéndose en toda su estatura, casi tan alta como él y Adam. La mujer tenía
músculos que no se suponía que las mujeres debían tener. "Voy a cortarte tus partes privadas si has
avergonzado a mi hermana."

"Yo soy el que está avergonzado, corriendo de aquí para allá detrás de ella como un becerro embrutecido."

Ese comentario dejó satisfecha a Tyra e hizo que Adam estallara en otro ataque de risas.

Incluso se detuvo en Ravenshire para informar a su madre y Eirik sobre la visita que había hecho a su tío
Elwinus.

Por último, su teoría era que Ingrith debía haber ido a su casa a las Norselands, lo que lo perturbó más de lo
que podía imaginar. Ingrith le había dicho en más de una ocasión que ella no iría de nuevo a Stoneheim, ya
que su padre estaba obsesionado en la búsqueda de su futuro marido. Esperaba que no hubiera aceptado a
ninguno de ellos.

"Ve tras ella," le aconsejó su madre cuando estaba a punto de partir al día siguiente.

"Trataré, trataré", respondió con un largo suspiro.

Le tomó otra semana encontrar un drakkar que fuera a las Norselands, y además se trataba de un barco
decrépito que viajaba a paso de tortuga. Además, pronto se dio cuenta por qué muchos vikingos se volvían
locos después de probar la comida de a bordo. Bacalao seco y queso maloliente.

Para cuando llegó a Stoneheim, su buen humor se había esfumado. Y su estado de ánimo empeoró cuando
vio a los dos hombres que le daban la bienvenida al séquito. Ubbi y Rafn.

Ubbi le dio una patada en la espinilla. Mientras que John contemplaba la idea de prender al pequeño
hombrecito por la piel del cuello, Rafn lo golpeó en el estómago, tirándolo al suelo, luego lo ayudó a ponerse
de pie y dijo una frase de lo más extraña:

"Te tomó bastante tiempo llegar hasta aquí, Sajón."

Ten cuidado con los pícaros que tienen un plan...

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Ingrith llevaba tres meses y medio de embarazo, y aun así ella y Drifa eran las únicas que sabían de su
condición, gracias a los dioses, y en gran parte debido a los voluminosos delantales vikingos que
disimulaban la pequeña protuberancia en su vientre.

Habían decidido establecer su residencia en Tobe, Normandía, donde muchos vikingos se habían asentado.
Drifa había contactado con el amigo de un amigo... un experto en flores, que había accedido a que se
quedaran en la viña de su familia hasta que encontraran un hogar propio. Todo el proceso había resultado
lento y discreto.

Así que mientras que Ingrith sabía que pronto estaría fuera del mercado matrimonial, su padre no. Por lo
tanto el anciano bienintencionado continuaba buscando parejas potenciales, tanto para ella como para
Drifa.

Estaba en la cocina experimentado con un nuevo condimento de saúco seco mientras Drifa, sentada en una
mesa cercana, rompía ramitas de lavanda y romero para perfumar los juncos de la torre del homenaje.
Cerca, Vana se paseaba con una sonrisa maliciosa hasta que se dejó caer en una silla. En una posición
adecuada dado que tenía más de ocho meses de embarazo. Ingrith no podía imaginarse a sí misma con un
vientre tan abultado.

"¿Y ahora qué?" Preguntó Drifa.

"Padre ha ampliado su radio en la búsqueda de maridos."

"¿Cómo es eso?" Preguntó Ingrith, aunque realmente no podría importarle menos.

"Ha añadido un sajón a la lista."

"¿En serio? Yo nunca pensé que Padre aceptaría a alguien que no fuera nórdico", dijo Drifa.

Eso estaba igual de bien para Ingrith, ya que no tenía el ofrecimiento de un Sajón en particular. Tampoco
querría que lo hiciera. No ahora.

"Padre pidió que hicieras una cena especial esta noche."

"¡Hmpfh!" resopló Ingrith. "Todas mis comidas son especiales."

Después de que Vana contoneándose se fuera, Drifa se acercó y le dio un abrazo. "Sólo faltan dos semanas
más."

"Me siento mal por que tengas que renunciar a tanto por mi culpa."

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"¡Ja! ¿Tú crees que quiero quedarme aquí sola con Padre, después que te hayas ido? Él duplicará sus
esfuerzos por encontrarme un marido. Además, yo anhelo para ver las flores de Normandía. Nunca he
estado allí. ¿Y tú?"

Ella negó con la cabeza.

Era tarde para cuando Ingrith entró en el gran salón esa noche, después de haber pasado más tiempo de lo
normal en la preparación de comidas y después de bañarse y vestirse. Parecía moverse en cámara lenta esos
días. Aun así, la cena ya estaba en marcha cuando llegó. Se detuvo en una y otra mesa para hablar con los
hombres y las mujeres que había conocido por años, mientras recorría su camino hacia el estrado, donde su
padre, Rafn, y tres hombres desconocidos se habían puesto de pie con respeto. Excepto que uno de ellos no
era extraño.

John.

Ella vaciló en el paso y casi se cae. ¿Qué estaba haciendo aquí? ¿Y por qué nadie le informó de la identidad
del "pretendiente" Sajón?

Pero John no debía ser un pretendiente de su mano. Él debía estar aquí por alguna otra razón. ¡Oh mi dios!
¿Podría ser Henry?

Esperó a que se hicieran las presentaciones. Geirfinn, un guerrero danés de origen noble, aunque era el
quinto hijo... en otras palabras, un noble sin tierras. Él no era tan feo, aunque no le gustaba la sonrisa
perpetua en su rostro, como si estuviera haciéndoles a ella y a Drifa un gran favor con su presencia. El otro
era bajo... muy bajo... un vikingo de la Isla de Man, de nombre Atzer, viudo con ocho... ¡ocho! niños menores
de catorce años. Luego estaba John.

"Conoces a John de Hawk’s Lair, Lord Gravely, ¿no hija?" preguntó su padre.

Ella asintió con la cabeza, con los ojos clavados en John, quienes a su vez emitían un mensaje que no podía
descifrar. Estaba más delgado que antes, y su pelo había crecido, aunque todavía estaba muy corto. Pero se
veía bien. Muy bien. Afeitado y vestido con una túnica de lana negra fina bordada con hilo rojo y plata sobre
calzas metidas en botas de cuero suave, todo acentuado por un cinturón de oro grabado. En su dedo lucía
un pesado anillo de oro con la forma de un halcón.

Las lágrimas brotaron de sus ojos, no pudo evitarlo. Era un patán egoísta, repugnante, pero estaba aquí, y
ella le había echado mucho de menos.

Drifa comenzó a pasar una copa enjoyada, acompañada de los brindis habituales de su padre, Rafn, y
cualquier otra persona que deseaba hacer el ridículo. Era una costumbre vikinga llamada sumbel. Se
esperaba que cada poseedor de la copa hiciera un brindis, o expresara un deseo, o cantara una canción o
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recitara una saga. Para el momento en que la comida hubiera terminado, todo el mundo estaría medio
borracho. Una vez uno de hersirs de su padre incluso había hecho un brindis deseando una buena revolcada.

El fervor de estos brindis dieron a Ingrith un momento para recuperarse y no desmayarse a los pies del
sinvergüenza Sajón.

John se quedó mirándola, estudiándola con un profundo suspiro. Mientras que él había estado viviendo en
completa agonía todos esos meses desde que lo había dejado, ella brillaba con buena salud y felicidad
aparentes. Y estaba ocupada en la búsqueda de posibles esposos. Él le torcería el cuello a cualquiera de esos
patanes si se atrevían a tocarla.

Pero ¿por qué estaba llorando? Esperaba que no porque quisiera que se fuera.

John tomó ambas manos entre las suyas, saltándose los buenos modales, y obtuvo el ceño fruncido de su
padre y de los otros dos "pretendientes", a quienes tenía la intención de despedir mediatamente.

Desde que John había llegado, Rafn estaba riéndose y Ubbi se había enfurecido como un cachorro molesto.
Había estado en Stoneheim durante casi cinco horas, y nadie le había dejado reunirse con Ingrith. Hasta
ahora.

La torre del homenaje tenía un laberinto de cuartos agregados en los últimos años, gracias a Breanne, la
hermana de Ingrith, quien se había autonombrado constructora, de todas las cosas. Se había perdido dos
veces mientras intentaba encontrar a Ingrith por su cuenta, y parecía haber una conspiración entre los
sirvientes para ocultar su paradero. Bueno, él la tenía ahora, y no iba a dejarla ir. Prevalecería entre estos
cabezas huecas nórdicos.

"Ingrith, no tienes ni idea de los problemas a los que me he enfrentado a fin de encontrarte." se dio cuenta
de inmediato que no había dicho lo correcto. "Quiero decir, he estado buscándote por muchas semanas."

"¿Por qué? ¿Es por Henry? ¡Oh por favor, no me digas que ha pasado algo grave!".

Él frunció el ceño. "No. ¿Por qué te preocupas por Henry? El niño vive con mi madre y mi padrastro, muy
feliz, debo añadir. Se ha reunido con el rey, que lo acepta a su manera negligente".

"¿Ya no existe ningún peligro para el niño?"

"No de parte del rey."

"¿Entonces por qué estás aquí?"

Él no se puso muy contento por esa pregunta que denotaba mala educación. Mejor que pasara por alto esa
bienvenida hasta que la muchacha lo recibiera adecuadamente. "Tú eres la razón por la que estoy aquí."
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Ella emitió un resoplido muy poco atractivo. "Pensé que te habrías casado a esta altura. ¿Estás casado?"

"¿Eh? ¿Con quién me hubiera casado?"

"Con Joanna".

Agitó una mano con desdén. "Ella está de vuelta en Jorvik... con Hamr, si quieres saberlo."

"¿Tu amante te rechaza y crees que puedes venir a buscarme como reemplazo?"

"¿Qué?"

Ella le dio una palmada en el pecho y se alejó.

Cuando él empezó a seguirla, ella se volvió y dijo: "Aléjate de mí."

"¡Ni lo sueñes, maldita sea!"

Se dirigió hacia el final de la tarima, donde un caballero vikingo estaba sonriendo, Geirfinn, a quien había
conocido antes, estaba viendo el rebote de sus pechos mientras ella caminaba hacia él. John se erizó. Nadie
más debía posar sus ojos en sus pechos, que, dicho sea de paso, había notado, incluso con la cobertura del
delantal, estaban más llenos. De hecho, parecía un poco más llena en todo, incluyendo su trasero ondulante.
No es que le importara. De hecho, si estuviera en un estado de ánimo más receptivo, él se mofaría de su
trasero saltarín.

El caballero sonriente hizo espacio para ella empujando al pequeño vikingo Atzer a una silla contigua. Él
también había conocido a Atzer antes. Un viudo de cuarenta años con ocho hijos en búsqueda de una
madre. Bueno, tenía noticias para Atzer. Esa madre no iba a ser Ingrith.

"Hazte a un lado a la otra silla," le exigió John y se sentó en la silla que había ocupado Atzer al otro lado de
Ingrith. No le importaba los otros tuvieran que moverse para dejar espacio. Tampoco le importaba crear una
escena para divertimento de los casi doscientos guerreros y damas que llenaban la sala.

"Te dije que te fueras," dijo ella, volviéndole la espalda cuando empezó a entablar conversación con el
nórdico sonriente. Si ella supiera por qué Geirfinn tenía esa sonrisa permanente en su cara. Él se
consideraba a sí mismo un premio al casarse con una doncella de edad, y no le importaba que todos
tomaran cuenta de su generosidad por hacerlo.

"Vete. ¡Vete!"

Pensaba que podía ignorarlo, ¿verdad? "Yo no viajé en un bote agujereado comiendo un apestoso queso
para ser ignorado por ti, bruja," murmuró en voz baja.

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Igual no le hizo caso.

"Has ganado peso, Ingrith", dijo amablemente, pensando que podría inducirla a una conversación más
profunda una vez que lograra su atención.

Atzer se dio una palmada en el muslo y dijo: "Ni siquiera yo soy tan bruto como para mencionar el peso de
una mujer."

Ingrith se volvió lentamente para mirarlo. "¿Estás diciendo que estoy gorda?"

"Por supuesto que no. Estás perfecta. Además, a los hombres les gusta un poco de carne donde aferrarse en
ciertas situaciones." le sonrió.

"¿Podrías ser más estúpido?"

"Te acabo de hacer un cumplido."

Atzer y Geirfinn rieron a carcajadas por su aparente estupidez.

"Ingrith, tú sabes que yo pienso que eres hermosa. Estás más hermosa ahora que antes. Llámame torpe si
quieres, pero no me llames estúpido."

"¡Estúpido!" Repitió.

Drifa subió los escalones de la tarima con la enorme copa de bienvenida y dijo: "¿Vas a participar de la
Minna?", preguntó a sus espaldas. "¿El brindis Memorial?" Al parecer, se esperaba que él y los dos imbéciles
vikingos hicieran un brindis.

Atzer fue primero. Brindó y brindó, dando gracias a todos los dioses por bendecir esta tierra y esta familia y
sus guerreros en sus batallas contra los miserables sajones, y terminó con un brindis a Freya, la diosa de la
fertilidad, dándole las gracias por todos los hijos que ya tenía y por los que vendrían a continuación. Mirando
fijamente a Ingrith al final.

Ella fingió no haberse dado cuenta. Luego le pasó la copa a Geirfinn. Su brindis fue casi un poema de auto
alabanza, de todas sus hazañas viriles, que incluía un sospechosamente elevado número de Sajones
asesinados.

¿Todo el mundo olvidaba que él era un sajón? Al final, Geirfinn levantó su copa hacia Ingrith, y le guiñó un
ojo.

A John le hubiera clavarle en el ojo uno de los broches que sujetaban su túnica de colores chillones.
Después de todo el hombre no necesitaba tres broches para tal fin.

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Drifa le puso una mano en el hombro y luego le entregó la copa. Era una mujer menuda, con algo de sangre
árabe, conjeturó, debido a la forma de sus ojos rasgados y al tono de su piel.

Si estas personas pensaban que iba a parlotear sobre esto y aquello, quedarían decepcionados. Se puso de
pie y dijo: "Hago un brindis por las mujeres lujuriosas que poseen culos saltarines." Entonces se dejó caer de
vuelta en su silla y bebió de golpe su copa de cerveza.

Todo el mundo se puso a reír y a hacer comentarios sobre su brindis obsceno.

¿Quién estaba bromeando? No había sido él con toda certeza.

Excepto el Rey Thorvald que tenía el ceño fruncido mientras le decía a Rafn, "¿Está hablando de alguna de
mis hijas?"

"No," respondió Rafn, lanzándole una mirada que le decía a John que le debía una. "Se refería a las lujuriosas
mozas sajonas".

"Oh", dijo el rey, y le sonrió.

Ingrith se limitó a comentar: "zoquete imbécil", y se apartó de nuevo.

Drifa tomó la copa, luego dijo. "Lord Hawk, le damos la bienvenida a Stoneheim. Nos conocimos en la boda
de mi hermana Tyra hace algunos años".

"Sí, me acuerdo de ti, Drifa. Decoraste la casa de Adam con tantas flores que todo olía a perfume," bromeó.

Ella sonrió. "Así que, ¿es usted la persona que recibe los rosales?"

"¡Drifa!" dijo Ingrith, al parecer escuchando la conversación, mientras que había estado fingiendo estar
absorta en algo que Geirfinn estaba diciendo.

Al mismo tiempo, John dijo: "¡Ingrith!" Y agarró su mano sobre la mesa, a pesar de que trató retirarla.
"¿Fuiste tú quien me ha enviado todos los rosales y los esquejes? Pensé que era mi madre. "Besó los nudillos
de la mano justo antes de que ella la retirara bruscamente.

"Sólo lo hice porque me sentía culpable por el daño, no porque me preocupara por ti."

Él sonrió. Le importaba, estaba seguro de eso.

"¿Tú le enviaste rosales a este Sajón?" preguntó Geirfinn. "¿Cuántos?... ¡Fue…!"

"Fue sólo un gesto de agradecimiento", explicó remilgada.

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Dios, parecía una diosa del sexo cuando se mostraba ruborizada.

John se inclinó delante de Ingrith para abordar a Geirfinn. "Once en total, mil gracias por ellos, son
hermosos."

Desconcertado, dijo Geirfinn: "A mi madre le gustan las rosas. Tendrías mucho en común con ella, Ingrith,
aunque las rosas no crecen bien en nuestra región de Islandia. Demasiado frío me temo".

"Es una pena. Ingrith no podría vivir sin rosas", dijo John.

"Claro que podría," protestó ella.

"Yo soy la que no puede vivir sin flores", comentó Drifa.

Atzer tocó el hombro de Drifa y dijo: "Tenemos un montón de flores en la Isla de Man".

"¡Qué bueno!" dijo Drifa, y luego le hizo un guiño a John antes de volverse a hablar con Rafn.

John le puso una mano en el muslo de Ingrith, bien arriba. Ella estaba demasiado sorprendida al principio,
para protestar. "Te he echado de menos, Ingrith."

"Tenías a Joanna."

Entornó los ojos. "Ingrith, voy a poner una placa de bronce en el jardín de rosas. Allí dirá: ‘Joanna no es la
amante de John’. Si quieres saber más detalles, no he tenido relaciones sexuales con Joanna en más de un
año."

Su boca se abrió, pero la única réplica que pudo emitir fue: " No tenemos un jardín de rosas."

"Lo tendremos," dijo.

Parecía haberse olvidado de la mano que le acariciaba el muslo, muy lentamente en ascenso. Pero ahora, ya
había levantado el dobladillo sobre las rodillas, y sintió la callosidad de la palma sobre la piel sensible.

Ella parpadeó al darse cuenta de que sus dedos se estaban introduciendo debajo de la tela, subiendo más y
más arriba. Dejando escapar un pequeño chillido de consternación, ella metió la mano, pero no antes de que
él acariciara su vellón femenino. Eso le enseñaría a prestarle atención.

"Eres un hombre malo", dijo.

"Lo sé."

"¿Es que no tienes vergüenza?"


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"Al parecer, no."

"¿De qué están hablando?" quiso saber Geirfinn.

"De nada", dijeron Ingrith y él al mismo tiempo. Para entonces la comida estaba siendo servida, y él tuvo que
sonreír ante el gran despliegue de platos. Había más variedades y cantidades de las que había preparado en
Hawk’s Lair . "Veo que estás a gusto aquí, con la cocina a tu disposición. Nunca se me hubiera ocurrido que
existían ocho maneras de cocinar las remolachas".

"¿Me estás criticando?"

"¡Qué va! No puedo esperar para tenerte de vuelta en mi cocina."

Ella lo miró asombrada. "¿Me quieres de vuelta en tu cocina?"

"Y en mi cama."

"Tu arrogancia sobrepasa todos los límites." Se puso de pie y dijo: "Voy a salir. Necesito aire. No me sigas. Lo
digo en serio. Te cortaré tu polla lujuriosa si lo haces".

John se echó a reír, pero no era la reacción que buscaba en él.

"¿Realmente dijo 'polla lujuriosa'", preguntó Atzer.

"¡Sí! ¿No es maravilloso?"

"No me gustaría tener una esposa que use ese tipo de lenguaje en frente de mis hijos", dijo Atzer.

"Lo bueno es que nunca va a ser tu esposa. " y al ver que ella se había ido, se sentó y tomó un sorbo de
cerveza. Por Odín que era bueno volver a intercambiar réplicas con Ingrith. "Bueno, esto sí que me salió
bien", dijo para sí mismo.

"¿Estás loco?" Preguntó Rafn.

"Sí, pero loco de amor", respondió sin avergonzarse.

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Capítulo 20

Algunos hombres se golpean la cabeza contra una pared, otros golpean su...

Ingrith estaba cansada, más cansada de lo habitual a causa del embarazo. Estaba agotada de evadir a John.

Siguió tratando de encontrarla a solas, decía que tenía cosas que contarle, pero ella sabía lo que realmente
quería. Quería acostarse con ella, y si lo hacía, había una gran posibilidad de que se diera cuenta de su
pequeño vientre. ¿Qué iba a hacer con ella esperando a un niño cuya sangre fuera potencialmente
portadora de demencia? ¿Huiría horrorizado? ¿O trataría de obligarla a interrumpir el embarazo con un
remedio a base de hierbas? Acaso conociera algún método abortivo derivado de la miel.

Ella sonrió ante ese último pensamiento y por lo tanto no estaba prestando atención mientras se apresuraba
a subir por una escalera hasta un anexo en el tercer piso que Breanne había construido hacía varios años
para los sirvientes y los huéspedes extras.

John, que descendía, la atrapó contra su pecho y la levantó del suelo, caminando la rodeó con sus brazos
llevándola hasta una pequeña alcoba. "¡Por fin!", Dijo, con la boca bajando sobre la de ella. No fue un beso
suave, ni seductor, sino un beso exigente, hambriento que la tomó prisionera. Y con un poco de dolor,
además, debido al dolor que había estado causándole, sin duda.

Ella debería protestar. Debería apartarlo. En cambio, le devolvió el beso, sus dedos se enhebraron en su pelo
corto, y sus senos rozaron su pecho.

"Corazón," susurró contra su boca abierta. "Mi corazón." Luego inclinó la boca y le dio al beso otra dirección,
demostrándole con los labios y la lengua cuanto la había echado de menos, como si estuviera tratando de
decirle. Cuanto la había extrañado.

Sus manos estaban en todas partes. Familiarizándose de nuevo con todos los lugares por los que había
transitado una vez. Ella lo amaba, lo amaba, lo amaba. ¿Cómo podría vivir sin él? ¿Cómo podría haber
pensado siquiera en vivir sin esto?

"Pon las piernas alrededor de mi cintura", le susurró al oído, ahuecando sus nalgas.

Sorprendida, se dio cuenta de que le había levantado la túnica y bajado los calzones. Cuando él la levantó
por las nalgas, efectivamente envolvió sus piernas alrededor de sus caderas, y... ¡Hah! Fue como una masa
de fusión en excitación instantánea.

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"De vuelta en casa, dulzura." Él sostuvo sus ojos mientras su apretada vaina se cerraba en torno a su
virilidad. Como siempre, lo recibió con constricciones de placer. "Estar dentro de ti se siente como volver a
casa. Dime que sientes lo mismo".

Ella asintió con la cabeza, incapaz de negar las poderosas emociones que giraban alrededor de ellos. ¡Qué le
hacía este hombre! ¿Sería un hechizo? ¿Era un mago? ¿O un diablo, más bien?

Apoyando sus hombros contra la pared, empezó a empujar dentro de ella. Despacio. Demasiado lento. Ella
trató de apresurar el paso, pero él negó con la cabeza, obligándola a igualar su ritmo agonizante. Cuando
empezó a alcanzar su punto máximo bajo la mirada de sus ojos de halcón, bajó la mirada, tímida por estar
actuando de manera desenfrenada. "No te escondas de mí, dulzura. Eres mía. Y yo soy tuyo".

Ella comenzó a llorar.

"¡Shhhh!", Dijo, besándole las lágrimas. Cuando él alzó su cuello, los tendones se hicieron visibles en su
intento de controlar la pasión, él empujó profundamente en ella y dijo. "Cásate conmigo, Ingrith."

Así fue que, absolutamente sorprendida por su pregunta y por el feroz orgasmo que los alcanzó, que se dio
cuenta de que había olvidado de derramar su semilla fuera de su cuerpo. Esto era precisamente lo que había
predicho que sucedería si permanecían juntos. Se descuidarían, y ella quedaría embarazada. Poco sabía él,
que ya había sucedido.

Con un grito, se apartó de él y subió corriendo las escaleras, golpeando al cerrar la puerta de un pequeño
dormitorio en la parte superior. Casi de inmediato, él estuvo llamando a la puerta "Ingrith, ¿qué es lo que
está mal? Déjame entrar, lamento haber apresurado las cosas contigo. Yo no pude controlarme. Eres un
bocado demasiado tentador".

Pudo oír unas voces acercándose. Sonaba como Drifa llamando a John. "Me voy, Ingrith, pero tenemos que
hablar. Realmente tenemos que hablar".

"Déjame entrar, Ingrith. Se ha ido", dijo Drifa. Ingrith casi cayó en brazos de su hermana.

"¡Oh, Drifa! ¿Qué voy a hacer? Hemos tenido relaciones sexuales y él no se retiró al derramar su simiente".

Drifa la miró fijamente, con los ojos abiertos. "¿Te preocupa quedar embarazada?"

Ingrith se dio cuenta de lo tonta que debía parecer, y las dos se echaron a reír.

"No podemos esperar dos semanas, Drifa. Tenemos que salir lo más pronto posible."

"¡Oh, Ingrith! Creo... creo que debes contarle a John. Parece un buen hombre. Yo no creo que él vaya a
reaccionar mal".
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203
Ahora que John estaba aquí, Ingrith le contó a Drifa todo sobre él.

"Me pidió que me casara con él", reveló.

"¿En serio? ¿Ves? Debes hablar con él."

Ella negó con la cabeza. "Todo lo contrario. Él está convencido de que podemos tener un matrimonio bajo
ciertas condiciones, y ya hemos roto una de ellas."

"¿Él te dijo todo eso? ¿Ustedes se aparearon, y luego tuvieron una conversación acerca de las condiciones
bajo las que se casaría contigo? ¡Valkirias benditas! Dejaste el jardín hace apenas media hora. Pensé que el
sexo llevaría más tiempo que eso."

Ingrith sonrió a pesar de su consternación. "No, no tuvimos una larga discusión. Pero lo sé".

"Lo que dices no tiene sentido."

"Lo amo, Drifa, y no puedo soportar la idea de hacerle daño al regalarle un niño al que estará mirando cada
momento en busca de signos de locura."

"Lo entiendo, pero sigo pensando que puedes estar actuando premeditadamente."

"John es un hombre honorable. Él haría lo correcto, pero se condenará a la miseria que ha evitado durante
toda su vida. En verdad, sería mejor para mí y para John que me vaya".

"Me parece que se romperá más de un corazón con tu partida."

"Tal vez, pero habría mucha más angustia si diera a luz a un niño que padeciera esa enfermedad."

"¿Podrías estar subestimándolo?"

"Él es un hombre maravilloso, Drifa, pero ha sufrido demasiado. No puedo acarrearle más dolor".

"Si tu bebé... su hijo... resulta ser… bueno… normal, ¿se lo dirás entonces?"

Ella negó con la cabeza. "John es perfectamente normal ahora, pero siempre existe la posibilidad de que
pueda cambiar... o al menos eso es lo que cree."

"No me puedo imaginar amando a un hombre... más que a mí misma, de verdad."

Ella se encogió de hombros. "Tenemos que salir tan pronto como sea posible. No quiero hablar con John
antes de eso, y no quiero que me siga".

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"No te preocupes. Las cosas van a salir bien."

De alguna manera, en el fondo, Ingrith lo dudaba.

El gato estaba fuera de la bolsa...

Ingrith estaba tramando algo. No sólo estaba cuchicheando con Drifa cada vez que la veía, sino que tenía
constantemente ese tic en su ojo. Y, ¡Dios no quiera que se acercase a ella! Cuando lo hacía, salía disparada
como un gato asustadizo.

¿Fue sólo ayer por la noche que le había pedido que se casara con él?, ¿sería eso lo que la hizo salir
corriendo como si hubiera sugerido algo despreciable? Debe haber estado demente al pensar que ella
estaría complacida por su propuesta.

No es que él se diera por vencido.

La primera cosa que hizo la mañana siguiente fue una visita al rey Thorvald.

"Tengo la intención de casarme con su hija Ingrith", anunció de inmediato.

El rey, que parecía un majestuoso toro viejo con su larga cabellera blanca y su cuerpo todavía musculoso, le
lanzó una mirada condescendiente. "¿Estás pidiendo mi permiso o informándome?"

John había estado caminando delante del rey, pero se detuvo, tomado por sorpresa. "Me gustaría tener tu
permiso para casarme con tu hija, pero si te niegas, me casaré con ella de todos modos."

"¿Por qué?"

"¿Por qué?", Repitió de nuevo.

"¿Te has convertido en un loro ahora, muchacho? ¿Por qué quieres casarte con Ingrith? Eres un noble
reconocido entre los Sajones. Podrías tener prácticamente cualquier mujer que quisieras".

"Quiero a Ingrith."

"¿Por qué?"

"Porque encajamos."

"¡Pfff! Espero que no le hayas dicho eso cuando le propusiste matrimonio. Se lo has propuesto, ¿no es así?
De lo contrario, no estarías andorreando por aquí como alguien con la cola prendida fuego".
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"No me gusta tu diversión por mi dilema."

"Es simpatía no diversión. Espero que no vinieras a pedirme consejo. Durante diez años, o más he estado
tratando de casar a mi hija, aunque ella no cocine más los mejores platos para mí. ¿Supongo que no
considerarías vivir aquí una vez que te casaras? No, yo no lo creo."

John quiso tirarse de los pelos, pero había olvidado que no tenía mucho para tirar.

"Por cierto, ¿ese es el nuevo corte de pelo en la tierra sajona?"

Lanzó una mirada furiosa al rey. Thorvald sonrió. "¿Se lo propusiste?"

"Lo hice."

"¿Y?"

"Ella dijo que no."

Thorvald sacudió la cabeza ante la desesperación de John. "No eres el primero. Le dijo no a por lo menos
tres docenas de hombres. Y algunos de ellos eran más que deseables, sobre todo en los primeros años.
Hubiéramos logrado grandes alianzas". Suspiró profundamente. "Me viene a la mente un guerrero
Varangiano. Era tan guapo que podría haber enamorado a cualquiera. Luego vino…"

"Yo soy diferente", interrumpió.

Thorvald levantó sus espesas cejas blancas.

"Ella me ama." Lo que era una especie de verdad. Ella lo había amado antes de que él hubiera enredado las
cosas.

"¿Ella te dijo eso?"

Él asintió con la cabeza. Una vez más, no era del todo mentira.

"Eso es algo. ¿Por qué me estás diciendo esto? Si toda la ventaja está de tu favor, ¿por qué no la convences
de que se case contigo?"

"Lo estoy intentando."

"Se nota que no eres un vikingo. Un Vikingo tomaría el asunto en sus propias manos. Él raptaría a la dama y
la haría suya y se preocuparía por sus afectos más tarde."

"¡Oh eso es muy incivilizado!"


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"¿Y quién dijo que los asuntos entre el hombre y la mujer son civilizados? He estado casado cuatro veces,
sabes. ¿Te conté que tuve un agujero en la cabeza? Deberías probarlo alguna vez. Juro que hizo que mi pene
se volviera más grande, o al menos fue lo que ella…"

John se alejó en medio de su monólogo.

Tuvo la mala suerte de encontrarse con Geirfinn entonces, que desgraciadamente hizo una observación
sobre los maravillosos pechos de Ingrith dada su edad avanzada. Geirfinn se presentó delante del rey en
protesta por el puñetazo que John le había aplicado a su nariz, que a su modo de ver, estaba rota.

Ubbi se acercó y le dio una patada en la espinilla. "¿Por qué fue eso?"

"Por hacer llorar a mi niña. Todo el tiempo. Ella nunca lloró antes de conocerte."

En lugar de estar angustiado por esa noticia, creció su esperanza. Ella debía quererlo si lloraba. Entonces, se
dio la media vuelta y se reprendió a sí mismo, ¿Qué falta de lógica era esa? Incluso aunque no tenga rasgos
de locura en mi cuerpo, me comporto como un loco.

"¿Quieres un consejo?" le preguntó Rafn, apoyado perezosamente contra el marco de la puerta mientras
comía una manzana. Los nervios destrozados de John lo oyeron masticar ruidosamente.

Quería decirle a Rafn que se metiera el consejo y la manzana en algún lugar desagradable, pero se estaba
desesperando. "Derrama tu arsenal extenso sobre tu experiencia con las mujeres, oh Dios del amor vikingo."

Rafn sonrió. De todos los hombres del norte que había conocido, Rafn disfrutaba de la incomodidad de John
aún más. "Tienes que estar a solas con Ingrith…"

Él hizo un gesto con la mano. "¿Crees que no lo he intentado? Me parece que ella debe tener la sangre de un
gato. Se aleja antes de que pueda agarrarla".

"…preferiblemente antes de que ella se escape en el barco que han preparado con Drifa para escapar."

John se quedó helado.

"Están esperando en el muelle mientras hablamos."

"¿Qué? ¡Tú imbécil hijo de Thor! ¿Por qué no me lo dijiste antes?"

"No habías sufrido lo suficiente todavía."

Le tiró una trompada a Rafn, pero el vikingo se agachó a último momento, y el puño sólo le rozó la barbilla.
Sin decir una palabra, John salió de la torre del homenaje y se dirigió airadamente hacia el muelle donde
había docenas de barcos vikingos. Piensa, John, piensa. No había ninguna señal de Ingrith o su hermana. Y no
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había actividad en torno a los barcos. Seguramente Ingrith no se iría sin despedirse. ¿Qué demonios le
pasaba? En ese momento, vio a alguien que reconoció. Ubbi. Y él venía bajando de la pasarela de un
pequeño bote.

Caminó hacia él y agarró al pequeño hombre de la parte delantera de la túnica. "Dime dónde está, o te juro
que te enviaré a nadar al fondo del fiordo con todos los peces."

"Yo no sé nadar", dijo Ubbi.

"Mejor."

Ubbi le indicó con un movimiento de cabeza un drakkar a la distancia.

"¿A dónde se dirigen?"

"No sé, Normandía, tal vez".

"¿Cuándo se van?"

"No sé. Hoy, más tarde, tal vez."

"¿Está ella a bordo ahora?"

Ubbi negó con la cabeza.

John dejó caer al pequeño hombre, demasiado enojado como para siquiera decirle gracias por su
información. Debería olvidarse de Ingrith. Debería tomar su orgullo y volver a Hawk’s Lair. Pero él estaba
más que furioso ahora. ¿A qué estaba jugando Ingrith? ¿Estaba haciéndole hacer deliberadamente el
ridículo? No entendía nada.

Una cosa era cierta, sin embargo. Ingrith Sigrundottir iba a lamentar haber entrado en Hawk’s Lair.

La confianza se recupera de dos maneras...

Ingrith estaba en su dormitorio embalando otro baúl con ropa cuando la puerta se abrió. John entró sin
llamar.

Ella y Drifa levantaron la mirada con sorpresa, luego intercambiaron miradas interrogantes. ¿Qué iban a
hacer ahora?

"Tú", dijo John con hielo en su voz, señalando a Drifa, "¡Fuera! Me gustaría hablar a solas con Ingrith."
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"No puedes despedir a mi hermana…" empezó a decir Ingrith.

Pero Drifa, la traidora, ya iba hacia la puerta abierta. "Voy a estar en la cocina…"

John cerró la puerta antes de que su hermana hubiera terminado de hablar. ¡Patán grosero! Cada día más
grosero... ¿cómo se atrevía a bloquear la puerta de su dormitorio?

Echándose hacia atrás, con los brazos cruzados sobre su pecho, le preguntó: "¿Vas a alguna parte Ingrith?"

"Si. Drifa y yo decidimos visitar a un amigo."

"¿Dónde?"

"Uh".

"No me mientas, Ingrith. Su tic te está delatando".

Se llevó una mano al ojo y deseó que el tic desapareciera.

"¿Te ibas sin decirme adiós? ¿Sin darme la oportunidad de hablarte?"

"Yo iba a hablar contigo antes."

"¿Cuándo?"

"Dentro de un rato."

"Cuando los preparativos del viajes estuvieran listos." Ella vaciló, luego asintió. "¿Por qué?"

"¿Por qué, qué?"

Él gruñó. "¿Por qué no quieres casarte conmigo?"

"Porque es lo mejor."

"¿Me amas?"

Oh, eso era injusto. Ella se negó a responder. "Me dijiste que me amabas. ¿Es tu amor tan frágil que no pudo
sobrevivir a algunos problemas menores?"

"¿Problemas menores?"

Él se encogió de hombros. "Problemas graves, entonces. Pero no me diste la oportunidad de resolver las
cosas".
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"Tuviste todas las oportunidades que necesitabas hasta que te fuiste con Joanna."

Ingrith tuvo que sentarse en la cama. Estaba empezando a sentirse débil. Desgraciadamente, John escogió
sentarse a su lado.

Tomando su mano entre las suyas, le preguntó una vez más: "¿Quieres casarte conmigo, Ingrith?"

Ella sacudió la cabeza, luchando contra las lágrimas que estaban escapando de sus ojos. Se las limpió con la
yema de su dedo pulgar. "No puedo, John, y sabes por qué. Fuiste tú el que dijo que si nos casábamos,
incluso si practicábamos el método seguro para el sexo... ya sabes, el asunto de derramarte fuera de mi
cuerpo... con el tiempo, la pasión podría dominarnos y volvernos descuidados. En realidad ya lo hemos
hecho, no sé si te has dado cuenta de lo que pasó ayer en las escaleras " .

"Lo sé. Yo sabía lo que hacía cuando sucedió."

"¿Qué?"

Antes de que pudiera darse cuenta de lo que estaba a punto de hacer, la levantó sobre su regazo y luego se
apoyó contra la cabecera de la cama con las piernas extendidas. Ahora, estaba medio sentada encima de él.

"Dime adónde ibas, dulzura", instó.

"¿Cómo puedo responderte cuando me estás tocando?" se quejó.

Él había estado acariciando su espalda y besando la parte superior de su pelo, que ya había soltado y
peinado con los dedos sobre sus hombros.

"Lo siento. No puedo contenerme. Eres demasiado tentadora."

"No seré tan tentadora dentro de muy pronto", murmuró.

"¿Qué?"

"John, tienes que parar esto."

"¿De tocarte? No puedo parar".

"No, no pares. Quiero decir, sí, debe detener esto. Debes dejar de perseguirme".

"¿Por qué?"

"¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué? ¿No vas a dejar de preguntarme por qué, hasta que te responda verdad?"

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Sacudió la cabeza y trató de besarla, pero ella bajó la cabeza.

"¿Quieres saber el por qué?", le espetó ella, tomando su mano y colocándola sobre su vientre. “¡Este es el
por qué!”

Él parecía confundido. "¿No puedes casarte conmigo porque has comido demasiadas tortas de miel?"

"¡Aaarrgh! Estoy embarazada, idiota". Casi podía el engranaje girando en su cabeza mientras asimilaba
lentamente lo que había dicho.

"Déjame ver si entiendo. Estás embarazada de mi hijo. Supongo que de tres meses."

"Tres y medio."

Hizo un ruido similar a un gruñido otra vez. "Estabas a punto de embarcarte en mares peligrosos en una
maldita lancha hacia Normandía."

"Los mares no son peligrosos en esta época del año. Generalmente."

Gruñó de nuevo. "Y me has estado evitando como si fuera un leproso."

"Tenía una buena razón."

"Una maldita razón."

"Deja de maldecir todo el tiempo."

"¡Maldita sea, maldita sea, maldita sea! Todo lo cual apunta al hecho de que nunca pensabas decírmelo.
¿Estoy en lo cierto?"

Ella asintió con la cabeza, vacilante. Sonaba medio disparatado cuando lo ponía de esa forma.

De repente, la empujó de su regazo, casi sentándola en el suelo. Paseándose furiosamente por la habitación,
empezó a murmurar por lo bajo, de vez en cuando le lanzaba una mirada cortante.

"Todo redunda en que nunca confiaste en mí, ¿verdad, Ingrith?"

"Eso es injusto. Tú mismo me dijiste que nunca podríamos casarnos porque, al final, si continuábamos
teniendo sexo como conejos, alguna vez te olvidarías de retirarte. Y eso es exactamente lo que pasó ayer.
¿No puedes ver que te estaba protegiendo".

"¿Así que, ibas a hacer todo esto por amor a mí?"

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Las lágrimas corrían por su rostro, pero él no parecía tocado por su dolor. Ella asintió con la cabeza. "Sé lo
difícil que es para ti aceptar la idea de trasmitir la demencia de tu sangre a un niño. Quería ahorrarte eso".

"En lugar de eso, debería ser el que siempre estuviera alerta para detectar algún signo de anormalidad de
nuestro hijo."

Ella recibió con placer la forma en que dijo "nuestro" hijo. "No me importaría. Honestamente. Tal vez no
puedas entenderlo, pero podría amar hasta la locura de él... o de ella".

"¿Y no crees que yo podría hacer lo mismo?"

"Bueno... tú dijiste... quiero decir..." Ella estaba nerviosa y no muy segura de cómo responder.

"Las cosas cambian, Ingrith", dijo con voz cansada. "La gente cambia. Deberías haberme dado la oportunidad
de decidir por mí mismo. Desde que llegué aquí, traté de decirte que había cosas que tenía que hablar
contigo." Una idea se le ocurrió espontáneamente. "¿Pensabas que iba a obligarte a abortar a mi hijo? ¡Oh
Dios! Lo pensaste, ¿verdad? ¿Qué clase de monstruo crees que soy?"

Trató de levantarse de la cama, pero sus rodillas temblaban, y se sentó sobre el borde. Le dolía la cabeza, y
sentía cansada el alma. "Necesito acostarme", dijo.

Inmediatamente solícito, le ayudó a meterse en la cama y la cubrió con una manta liviana. "¿Estás bien?
¿Necesitas que llame a una partera o a alguna de tus hermanas?"

Ella negó con la cabeza. "Yo sólo me canso fácilmente."

"Y el estrés no ayuda", dijo con tristeza.

Ella asintió con la cabeza. "¿Qué hacemos ahora?"

"Nos casaremos. Antes de lo que había planeado".

"¡Oh John! Odio que pienses que te estoy atrapando."

"Ingrith, te olvidas de que te he pedido que te casaras conmigo antes de que supiera del bebé".

Él estaba en la puerta, a punto de salir, cuando lo que quería... lo que necesitaba... era que él se metiera en
la pequeña cama con ella y la abrazara. Que sólo la abrazara.

En cambio, la señaló con el dedo y le gruñó: "No te atrevas a abandonar Stoneheim, por no hablar de este
dormitorio. Sabes que te perseguiría hasta los confines de la tierra".

Ella tragó saliva, las lágrimas vinieron rápidas y furiosas de nuevo.


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"Y no te engañes a ti misma tontamente pensando que estoy enojado por el bebé. Estoy enojado por tu falta
de confianza en mí. Estoy enojado porque tu amor es tan superficial. Estoy enojado porque estuve a un pelo
de perder todo lo que es importante para mí. Yo sólo estoy malditamente enojado".

Con esas palabras, la dejó sola y miserable. Y cansada. Sobre todo muy cansada.

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Capítulo 21

Un hombre sólo puede ser empujado hasta cierto punto...

John estaba tan nervioso que tenía que dejar salir el vapor. Así que se dejó convencer de hacer práctica de
esgrima con Rafn, que era media cabeza más alto y varios kilos más pesado que él. Pero la ira lo alimentaba
y le ayudó a tirar varios vikingos al suelo.

"Cuéntame, ¿por qué quieres desahogarte Sajón?" preguntó Rafn mientras se relajaban con una copa de
cerveza.

"Ingrith está embarazada."

"Felicitaciones." Rafn no parecía sorprendido, así que debía saberlo.

"Y ella no tenía ninguna intención de decírmelo."

"¡Uh oh!"

"Yo no entiendo a las mujeres."

"¿En serio? Me imagino que tu Adan cristiano le dijo lo mismo a la serpiente en el Jardín del Edén antes de
comer la manzana prohibida. Un hombre sabio me dijo una vez que hay dos maneras de entender a una
mujer, y ninguna de ellas funciona".

"Voy a ser padre", dijo con una amplia sonrisa.

"Sí, lo serás." dijo Rafn, dándole una palmada en los hombros.

"Yo nunca pensé que iba a serlo, o que podría serlo," dijo, y le explicó todo lo que había sucedido con su
padre y con Ingrith.

"A mí me parece que tú e Ingrith sólo tienen que hablar."

"¿Qué es lo que he estado tratando de hacer desde que estoy aquí?"

Rafn asintió.

"Ella dice que no me lo dijo porque me ama."

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"Típico razonamiento ilógico femenino." Opinó Rafn. "Espera hasta que su embarazo esté más avanzado y se
contonee por ahí como un pato del tamaño de un caballo de guerra, entonces te preguntará si su trasero es
demasiado grande. Un consejo: no le contestes".

"¿Qué dijiste?" Vana se había acercado por detrás y se quedó con las manos en las caderas antes de
propinarle azotes con un paño a Rafn en la cabeza.

Él la agarró y la obligó a sentarse en su regazo. "Buenas noticias, Vana. Ingrith está embarazada".

"¡Rafn!" gritaron John y Vana al mismo tiempo, debido a que John no quería que la noticia se extendiera de
esa manera, y Vana por la sorpresa.

"Oh, no puedo esperar para planear la boda. Habrá una boda, ¿verdad?" Ella entrecerró los ojos mirando a
John de una manera amenazante.

"Definitivamente habrá una boda. Pronto".

"No demasiado pronto", dijo Vana. "Hay mucho que hacer. Personas que invitar. Alimentos, bebidas,
juegos, regalos."

"Uh, yo pensaba que sólo diríamos los votos delante de un sacerdote, o de quien Ingrith quisiera que nos
case. ¡No semejante alboroto!"

Rafn sólo se rió mientras Vana lo fulminaba con la mirada. "Una boda. ¿La boda de quién?" preguntó el Rey
Thorvald de pasada.

John puso su rostro entre las manos. No estaba preparado para esto. Quería alimentar su dolor y su enojo
un poco más.

"Ingrith está embarazada," anunció Vana.

El rostro del viejo rey floreció. "¿Le has hecho un niño a mi hija Sajón sin carácter? Deberíamos darle una
paliza Rafn".

"Él ya me dió una paliza", dijo Rafn con una sonrisa frotándose la barbilla dolorida.

"¿Cuándo es la boda?" Preguntó Thorvald, sentándose al lado de John en el banco, demasiado cerca.

"Tan pronto como sea posible", dijo.

"No antes de un mes", dijo Vana.

"¿Está Ingrith de acuerdo?" quiso saber el rey.


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"No demasiado."

"No importa." El rey se rio, levantando una mano para pedirle a una doncella que pasaba un vaso de
cerveza. "Parece que tomaste mi consejo de manejar tu noviazgo a la manera vikinga."

Parece que lo había hecho, aunque él no lo había sabido en ese momento.

"Toma a la mujer, y sedúcela después", explicó Thorvald a Rafn y Vana, lo primero sonaba divertido, lo
último no.

"La novia se niega".

Todos miraron hacia arriba para ver a Ingrith de pie en la escalera, mirando a cada uno de ellos.

"Escucha hija…" comenzó el Rey Thorvald.

Ella levantó la mano. "Yo no voy a apresurarme a contraer matrimonio".

"¿Apresurarte?" Rugió el rey. "Tienes casi treinta y un años. Deberías ir corriendo, si me preguntas. Estoy
pensando que ya es hora de una boda al estilo vikingo aquí en Stoneheim. Ale suficiente como para hundir
una lancha. Danzas. Cantos. Carreras de caballos. Juegos".

"No hay que olvidar la lygisogur" dijo Rafn. Luego le explicó a John, "Historias mentirosas. A nosotros los
escandinavos nos gusta escuchar sagas escandalosas".

"¿Qué tan pronto pueden tu madre y tu padrastro llegar aquí?" le preguntó el Rey Thorvald a John. "Hay que
sentarse a negociar los términos del matrimonio. Ingrith puede ser algo mayor, pero tiene una gran dote. Es
parte de las capitulaciones matrimoniales".

"Lo que tú digas," John estuvo de acuerdo. Ingrith lo fulminó con la mirada.

"¿Qué? ¿No te estás de acuerdo con tu padre?", Dijo John.

"Quiero que te vayas."

"No, no lo deseas Ingrith. Tú me amas".

Ingrith dejó escapar un siseo de desagrado. "Debes discutir estas cosas conmigo primero".

John la miró con atención. Su descanso aparentemente la había rejuvenecido. La vieja Ingrith estaba de
vuelta. Bueno. Él disfrutaría de una buena pelea, sobre todo en su estado de ánimo actual. Había tenido más
que suficiente de los juegos que había estado jugando, haciéndolo pasar por tonto. Desde el momento en
que llegó a Hawk’s Lair con los huérfanos en el remolque, había estado tratando de controlar la relación.
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Pensando que podría llevarlo como un toro con un anillo en la nariz. Bueno, tenía noticias para ella. El toro
se había soltado.

"Así que finalmente quieres hablar Ingrith", dijo. La amenaza en su voz debería haber servido de
advertencia. Se puso de pie, se acercó, la cogió por la cintura y la arrojó por encima del hombro. "Entonces
vamos hablar".

Mientras iba de camino para encontrar una habitación privada, con Ingrith chillando y pataleando, oyó al rey
Thorvald decir: "¿Están seguros de que no es un vikingo?

A veces, un hombre sólo tiene que ser un hombre...

"Déjame en el suelo, grandísimo zopenco."

Ingrith lo abofeteó y pateó y lo llamó con adjetivos que nunca había dicho en voz alta antes. De nada sirvió.
Él no la soltó hasta que hubieran llegado al dormitorio de invitados y sólo entonces la dejó sobre sus pies,
manteniendo un brazo alrededor de su cintura.

Ella se apartó y cruzó hacia el otro lado de la pequeña habitación. Él usó esa oportunidad para cerrar y
trabar la puerta.

"Muy bien, si lo que deseas es hablar," dijo ella. "Habla."

"He cambiado de opinión. Vamos a hablar más tarde."

Ella inclinó la cabeza hacia un lado.

"Quítate la ropa, Ingrith. Me gustaría ver el nuevo cuerpo de mi novia".

Ella se quedó sin aliento ante su orden. "Yo no soy tu novia todavía. Tal vez nunca lo sea. Y no, no voy a
quitarme la ropa".

"O te la quitas, o te la arranco. Es tu elección".

"Mira", dijo ella, levantando su vestido para mostrar su ropa interior de lino. "Ahora puedes ver mi vientre."

Él se echó a reír. "¡Qué generoso de tu parte! Quítate la maldita ropa. ¡Toda!".

Pensó poner obstáculos, pero sabía cuándo había perdido la batalla. Se quitó el delantal y la túnica, se alejó
de él para bajar los pequeños pantalones hasta el muslo que había empezado a usar desde su embarazo. Sus

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partes inferiores se enfriaban aquí en el Norte, y, aunque era probable que no tuviera sentido, sentía como
si estuviera manteniendo a su bebé caliente.

Cuando terminó, le dijo, "Da la vuelta". Su voz era ronca, como si estuviera abrumado por la emoción.

Ella lo hizo.

A medida que giraba le dijo: "Mi madre y mi padrastro fueron a Hawk’s Lair . Supe cosas sobre mi padre que
nunca había escuchado antes".

A pesar de su vergüenza de estar desnuda y ser examinada a fondo, sentía curiosidad. "¿Sobre su locura?"

"Parece que su locura no es innata." Él estaba levantando sus pechos como si notara un peso diferente en
ellos. Entonces se puso de rodillas tocando su vientre con reverencia. "Nunca hubiera sabido que estabas
embarazada al verte, Ingrith. Es sólo una pequeña protuberancia". La miró y sonrió... con una sonrisa tan
tentadora que ella casi se desmayó. "Nuestro bebé."

Besó su estómago y luego lo lamió. Sólo fue un movimiento fugaz de la lengua, pero lo suficiente para que
sus piernas se doblaran y cayera frente a él sobre sus rodillas.

"Cuéntame más sobre tu padre", le dijo antes de derretirse en un charco de excitación.

"Fue torturado sin piedad desde que era un niño pequeño. Le hicieron cosas innombrables. Lo sé porque fui
a visitar a mi tío Elwinus, un monje, quien me contó de los primeros años".

Incluso mientras hablaba, estaba besando sus hombros, la parte superior de sus pechos, sus dedos.

"Basta ya", exigió. "¿Cómo puedes hablar y hacerme esto al mismo tiempo? No me puedo concentrar".

Él se rió y se puso en pie, llevándola con él.

Una vez que la puso sobre la cama y se sentó a su lado, se inclinó sobre ella, y continuó, "Así que, parece que
puedo casarme y tener hijos después de todo."

Incapaz de esperar un instante más, ya estaba dentro de ella cuando hizo esa declaración.

"Oh. Oh. Oh". Jadeó tratando de retrasar su orgasmo. "Dilo de nuevo."

"Podemos casarnos y tener hijos." Puso besos calientes contra su boca y se movió muy lentamente dentro y
fuera de su canal. "Me encanta tu forma de hacerlo, dulzura."

"¿Hacer qué?", Dijo sin aliento. Él estaba tocando sus pechos, respirando en su oído, y sumergiéndose en
ella de una manera tal que cada embestida le provocaba un dolor palpitante en sus pliegues resbaladizos.
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"Cómo tu coño me da la bienvenida."

Se dio cuenta de lo que él le había dicho.

Ella le dio una palmada en el hombro. "¿Por qué no me contaste todo cuando llegaste aquí?"

"¡Como si me hubieras dejado!" Él se rió contra su cuello, y sintió las ondas de calor a lo largo de su cuerpo,
hacia su polla que ondeaba en su interior. Una risa celestial, decidió. Y le gustó.

"¿Quieres casarte conmigo, Ingrith?", preguntó mientras sus embates se hacían más cortos y más duros.

"¿Tengo alguna opción?" Ella había acabado ya dos veces y podía sentir que otro orgasmo se aproximaba.

"Ninguna en absoluto." sonrió.

"¿Te he dicho lo que tu sonrisa me provoca?"

"Dímelo otra vez."

Cuando su excitación creció hasta tal punto que podía sentirlo dentro de su cuerpo, se hundió en ella una
última vez, declarando: "Te amo, Ingrith." Y derramó su semilla donde debía ser.

Más tarde, mientras le acariciaba la espalda y besaba su cuello, ella dijo: "Te amo John. Para siempre."

"¿Qué te gustaría como regalo de bodas, dulzura?", preguntó, después de que habían hecho el amor una
segunda vez.

"Sé exactamente lo que quiero", dijo ella, incorporándose para inclinarse sobre él, presionando sus dedos en
los labios ‘hinchados’ por los besos, “y no se trata de joyas ni tierras. Ni siquiera de preciosas especias".

Él arqueó las cejas hacia ella. "¿Qué quieres que te dé, entonces?"

"Un jardín de rosas."

Va lento cuando no te diviertes...

Pasaron cuatro semanas más antes de que pudieran intercambiar los votos, a disgusto de Ingrith debido a su
creciente protuberancia y para disgusto de John porque tenía prohibido acostarse con Ingrith hasta después
de la ceremonia de boda bajo la amenaza de cortarle una parte especial del cuerpo. Y, por supuesto, tenía
que ser un viernes, o el Día de Frigg, ¡como si importara qué día de la semana fuera!

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"Voy a parecerme a la proa de un barco para entonces", se quejó Ingrith en uno de los raros momentos que
habían logrado estar a solas.

"Sólo serán un par de días más," dijo, "nadie podría darse cuenta de que estás embarazada."

"¡Mentiroso!" Dijo ella, dándole un puñetazo en el brazo. "Estoy de casi cuatro meses y medio de embarazo,
idiota."

"Usa un delantal grande", aconsejó.

Ella le dirigió una de esas miradas que le decían lo que podía hacer con su consejo.

"Por cierto, este es el primero de mis regalos para ti." Le tomó la mano derecha y le colocó la banda de oro
macizo con el halcón en relieve sobre el tercer dedo. "Después de la ceremonia de boda, lo pondrás en tu
mano izquierda. Ese será un signo de tu obediencia hacia mí."

"¡Ah!", Dijo, "voy a usar siempre este hermoso anillo, pero déjame decirte que en lugar de obediencia te
daré un buen consejo. Además, tengo un regalo para ti también." Abrió un paquete envuelto en tela que
había estado llevando y le dio una bota de cuero suave.

"¿Una sola bota?" Él alzó las cejas hacia ella. "Sí, te voy a dar una palmada en la cabeza con ella durante la
ceremonia de boda como un signo de mi autoridad." y le sonrió.

"¡Ah!" Él sonrió, también. "Entonces nos pondremos de acuerdo en que ninguno tendrá autoridad sobre el
otro." Salvo en determinados asuntos en los que exijo a estar a cargo.

Ella asintió con la cabeza, vacilante, no muy segura de que estuviera hablando en serio. Pero estaban
perdiendo el tiempo cuando podrían estar haciendo algo que tuviera que ver con el sexo, algo en lo que se
habían vuelto muy competentes en estas últimas semanas. Él la atrajo a su lado en un banco frente a un
jardín trasero... un magnífico jardín, gracias al talento de Drifa con las plantas. Ella ya había desenterrado
decenas de rosales para que él llevara a Northumbria una vez que terminara esta maldita boda. "Todas esas
plantas que Drifa ha preparado para mí estarán muertas antes de que pueda arreglármelas para volver a
casa", se quejó.

"Es tu culpa que esté tomando tanto tiempo", dijo Ingrith.

"¿Cómo es eso?", preguntó, al tiempo que la sentaba a horcajadas sobre su regazo.

"Oh, yo no sé nada de eso", dijo en un gemido, incluso cuando ella movió su trasero para estar más cómoda.

"Yo si", dijo, y luego cambió de tema, porque no quería hablar sobre si debían o no debían estar disfrutando
de un poco de sexo, ‘poco’ era la palabra clave. "Tuve que estar de acuerdo en esperar hasta que mi madre y
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mi padrastro pudieran venir, si eso es a lo que te refieres. Mi madre nunca me perdonaría si me casara sin
ella. Pero decidieron hacer una parada en el monasterio del Padre Elwinus. ¿No fue amable de su parte
obtener un permiso especial para venir a las Norselands para suministrar los votos?"

"Perfecto" dijo ella, pero no estaba seguro si se refería a la amabilidad del Padre Elwinus o al hecho de que
hubiera desnudado su polla y para meterla entre sus pliegues húmedos. No adentro, porque había hecho
una promesa, después de todo. Se podría decir que era una fricción. Ingrith pensó... ¡por los santos!... Con
un talento que sólo ella podía tener, siguió hablando mientras él frotaba su canal. "Y tus hermanastras y sus
esposos. No te olvides de ellos."

"No seas tan exigente, Ingrith. Tus hermanas y sus maridos vinieron también. Y cada maldito vikingo de las
Norselands está aquí, también. ¡Aaaah!, es decir de camino hacia aquí. Muévete arriba y abajo. Así. ¡Maldita
sea! ¿Dónde aprendiste eso?"

"Los vikingos aman las fiestas. Padre espera a más de quinientos invitados", dijo, haciendo caso omiso de lo
que estaba pasándole allá abajo y barboteando tonterías acerca de los preparativos de la boda.

"Bueno, yo no voy a ponerme esa túnica roja que mi madre hizo para mí. Te lo digo ahora".

"Tienes que hacerlo. Coincide con el color de mi vestido de boda".

"Hay rosas en la túnica, Ingrith. ¡Rosas doradas bordadas! Los hombres no llevan flores".

"¿Preferirías que fueran abejas?"

"¡No por todos los santos!"

"Rosas, entonces. Por favor", rogó.

"¿Qué vas a hacer por mí si me la pongo?"

"¿Qué tal esto?" Y la bruja hizo algo con los músculos entre sus piernas que le llevaron a la cima al instante.
No es que ella no hubiera estado afectada. Los dos estaban jadeando y gimiendo su éxtasis en cuestión de
segundos.

"Perfecto", dijo cuando su respiración volvió a la normalidad y su cabeza descansaba sobre sus hombros.

Ella todavía estaba sentada a horcajadas sobre su regazo.

"Si haces eso otra vez, sería capaz de ponerme cualquier cosa, incluso tu túnica."

Ella se rió y besó su cuello.

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"¿Qué fue eso?", preguntó, enderezándose para echar una mirada hacia abajo.

"¿Qué?"

"Tu vientre se movió."

"¡Oh eso! Creo que fue un espasmo."

"O el pequeño John."

Ella puso una mano sobre la mano su estómago, y se miraron el uno al otro con asombro. ¿Quién hubiera
pensado que los dos llegarían a vivir ese momento?

"¿Te he dicho últimamente que te adoro?", preguntó con la voz cargada de emoción.

"No lo suficiente", dijo, limpiándose las lágrimas que bordeaban sus ojos.

Ella tenía mucho de eso últimamente debido al embarazo, eso y orinar mucho. Había aprendido a no hacer
comentarios referentes a sus nuevas necesidades. "¿Te he dicho que, si se trata de un niño, tu padre quiere
regalarle un drakkar?"

"¿Y si es una niña...?"

"Un drakkar también. Insistí en la igualdad del trato." Él se rio. Dios, cómo adoraba a su novia. "Vamos a
terminar con esta boda antes de que sigan agregando más fiestas e invitando a más personas", dijo
ayudándola a levantarse de su regazo, y luego ponerse de pie. "A este paso vamos a estar aquí hasta la
Navidad, y yo quiero que nuestro hijo nazca en Hawk’s Lair l."

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Capítulo 22

Les gustaban las fiestas desde antes de que las fiestas fueran inventadas...

John nunca había visto nada igual en sus treinta y un años. Él había asistido a muchas fiestas en el pasado,
pero esta boda de una princesa nórdica aturdía sus sentidos.

Lo bueno es que se trataba de un día cálido de otoño, porque no sabía lo que hubieran hecho con los
quinientos o más personas ubicadas en los campos que normalmente eran utilizados para maniobras
militares. Hoy, se había instalado una enorme tienda de campaña, que había sido construida por la hermana
de Ingrith, Breanne y decorada profusamente con las rosas de Drifa.

De pie detrás de él estaban sus testigos... una caterva de impíos. Eirik, Hamr, Rafn, Bolthor, sus dos cuñados
y su tío Tykir. Para no ser menos que los testigos de Ingrith, quien tenía a sus cuatro hermanas, incluyendo a
Vana, con su bebé de una semana de edad, Baldr, su madre, su tía Alinor y Katherine, la esposa de Bolthor.
Hamr había querido traer a Joanna, pero afortunadamente tubo el buen sentido de no hacerlo.

Ya habían sido casados según la costumbre cristiana por su tío, el padre Elwinus, temprano por la mañana,
pero ahora vendría la elaborada ceremonia nórdica. Cuando le había preguntado al monje si se oponía al
intercambio de votos en ambas religiones, Elwinus se había encogido de hombros. "Siempre y cuando no
haya sacrificios de sangre paganos."

Bueno, no había duda de que habría sacrificios, un gran número de animales ya habían sido sacrificados para
la fiesta por venir. Doce jabalíes, diez ciervos colorados, cincuenta pollos, veinte conejos, y pescado
suficiente para llenar un fiordo. Incluso un oso negro había dado su vida en beneficio de su boda. Ingrith
había estado en la cocina desde hacía días, supervisando los diferentes platos.

Pero, de repente, todo el mundo se dio vuelta. Ingrith había dejado el castillo y ahora se dirigía hacia ellos
del brazo de su padre. ¡Y que hermosa visión que era!

Tenía un nudo en la garganta, y apenas podía respirar.

Es mía, pensó, y su corazón verdaderamente se desbordó con la alegría de ese pensamiento.

Llevaba una túnica lisa de lino blanco, hasta los tobillos. El cuello y las muñecas estaban festoneadas por
bandas de seda carmesí bordadas con rosas doradas entrelazadas. Lucía el delantal nórdico tradicional,
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excepto que este era de un suntuoso carmesí, con bandas blancas y rosas doradas. En su cabeza había un
enorme tocado de paja tejida, cintas plateadas y encaje. Su cabello estaba suelto, pero debería mantenerse
atado en el futuro, excepto en la cama de su marido. Le gustaba la idea de eso.

El carmesí de las prendas de Ingrith era idéntico al de su túnica... y, sí, había accedido a llevarlo, y era
carmesí, no meramente rojo, tal como había sido corregido en varias ocasiones. También bordado con
bandas de rosas doradas. ¿Quién había oído hablar de un hombre que llevara flores en su vestimenta? Pero
nadie quiso escuchar sus protestas, excepto Rafn, que no podía dejar de sonreír. Oh, bueno, John quería
complacer a Ingrith. Por lo menos sus delgados pantalones y las botas eran negras, y el único adorno era un
cinturón de oro.

Cuando se acercaron, él le sonrió, y ella le devolvió la sonrisa con nerviosismo. ¡Hah! Tendría que poner una
mano en su corazón golpeando atronadoramente.

Él entrelazó sus dedos con los de ella, y los dos se volvieron para mirar a su padre, quien actuaría como
ministro hoy. El anciano parecía magnífico vestido de color azul real con bastantes joyas adornando la barba
y las trenzas laterales como para hundir un barco.

El Rey Thorvald levantó los brazos en alto y dijo: "Oíd dioses, amigos y familiares. Vengan y únanse a
nosotros hoy como testigos de la boda de John de Hawk’s Lair, Lord Gravely, y la princesa Ingrith de
Stoneheim".

En una mesa frente a ellos había una copa de vino tinto, un plato de semillas de cebada, un cuchillo de
ámbar tachonado, un cordón de plata, un martillo similar al de Thor, y una piedra redonda del tamaño de un
puño. John había ensayado su parte en la ceremonia por venir.

Primero, John tomó la copa bebió un sorbo de la bebida embriagadora, declarando en su versión revisada
del rito nórdico, "A partir de este néctar me llenaré de sabiduría del pozo celestial de conocimientos para
que podamos lidiar bien con los demás en el futuro."

Colocó la copa en sus labios para que ella pudiera beber del mismo lugar. Después de beber dijo: "A partir de
este néctar que estemos llenos de la sabiduría de los dioses y que posiblemente John reconozca con el
tiempo que tengo más conocimiento."

La multitud se rio. Su padre frunció el ceño. Y John le pellizcó el trasero.

Después de eso, el rey tomó un puñado de semillas y las arrojó sobre sus hombros, orando: "Freya, diosa de
la fertilidad, bendice esta unión con hijos y fertilidad."

"Fertilidad" murmuró John. "No creo que eso sea un problema."

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Y ella murmuró con disgusto, "¿Qué hay de las hijas?"

Su padre murmuró: "Ustedes dos cierren la boca hasta que yo diga lo contrario."

Ingrith le regaló a John una espada nueva, en cuya punta había una alianza de oro. Él le dio su espada a ella
también, para su hijo primogénito.

John la tomó de la mano, de manera que ambas muñecas fueron expuestas hacia arriba. El rey tomó el
cuchillo y rápidamente hizo un corte poco profundo en las dos muñecas, y las unió, muñeca con muñeca,
atándolas con el cordón de plata.

Ante el asentimiento del rey, John comenzó a repetir sus votos, "Tal como mi sangre se funde con la tuya
hoy, Ingrith, también lo hará mi simiente." y murmuró para sus oídos solamente, "Me parece que mi
simiente ya ha hecho suficiente fusión, ¿no es así?"

Ella le apretó la mano con fuerza y le susurró: "Compórtate".

Continuó con su voto: "Con esta mezcla de nuestra sangre, yo te doy mi palabra de casamiento..."

Era su turno de repetir el voto, y lo hizo con voz clara. "Con esta mezcla de nuestra sangre, yo te doy mi
palabra de casamiento."

"Desde el principio de los tiempos hasta el final de los tiempos..."

"Desde el principio de los tiempos hasta el final de los tiempos...", repitió.

"... Que se sepa que yo, John de Hawk’s Lair, te doy mi corazón, Ingrith de Stoneheim."

Y ella dijo: "... que se sepa que yo, Ingrith de Stoneheim, te doy mi corazón, John de Hawk’s Lair."

John tomó el martillo y luego lo alzó, acercándolo para aplastar la piedra. "Al igual que Thor, el dios del
trueno y su poderoso martillo Mjolnir, voy a proteger a mi esposa de todo peligro. Su enemigo será mi
enemigo. Ella está ahora bajo mi protección".

"Y él está bajo la mía también", añadió rápidamente Ingrith, aunque no era parte del rito que John había
recitado antes.

"Hecho está", gritó el rey, y una ovación resonó a través de la multitud.

John besó a Ingrith entonces. Con avidez. Y no le importó el público presente.

"Eres mía", le dijo.

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"Y tú eres mío", dijo ella de nuevo.

Ahora venía la parte buena. El banquete. Pero primero la persecución. Ingrith ya había levantado el
dobladillo de su vestido y corría hacia la fortaleza. Pronto la alcanzó y se apoderó de ella, poniendo su
espada en el umbral. Si ella pasaba por encima de la espada, indicaría que aceptaba su nuevo estado como
esposa. Se apoyó en la jamba de la puerta, con los brazos cruzados sobre el pecho, los tobillos cruzados,
sonriendo con pereza.

¿Se negaría o aceptaría su dominio? Fingió dudar, luego saltó a sus brazos. Él la hizo girar loco de felicidad,
enterrando la cara en su cuello perfumado. El tocado cayó al suelo, pero no les importó. Estaban unidos
ahora. Eran uno. Para siempre.

"Te amo," dijo, echándose hacia atrás para mirarla.

"Te amo también", dijo ella, mientras lágrimas de felicidad corrían por sus mejillas.

Mucho más tarde, después de innumerables brindis, buena comida y bebida, baile y música, Bolthor se
levantó. Por supuesto, tenía un poema para animar la fiesta. Al principio, había querido escribir un tipo
especial de poema de amor, pero John e Ingrith habían objetado tanto que consiguieron que accediera a
recitar su oda característica.

‘Una vez un muchacho sajón pensó que sufría una enfermedad mental. Llegó una señorita vikinga que
pronto descubrió lo que andaba mal. Luchó, por ella, y por sus males, en definitiva bebía demasiado ale.
Pero, finalmente gracias a los dioses, terminó la batalla y se entregaron a los roces. Porque, ¿quién puede
negar que cuando se trata una mujer, las buenas intenciones de un hombre sajón dejan de ser. La moraleja
de esta saga es: Cuando una mujer vikinga quiere a un hombre, le pone el cepo. Pero lo más importante, que
ella nunca supo es que él la quiso todo el tiempo’.

Un día de crudo invierno en Northumbria, casi cuatro meses después, nació un bebé en Hawk’s Lair, tras un
trabajo de parto de diez horas. Era una bebita de ojos azules y pelo negro, tal como su padre había predicho.
John lloró cuando vio por primera al bebé en el seno tibio de Ingrith.

La llamaron Rose.

Fin.

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