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La Constitución Apostólica Veritatis Gaudium


Algunos comentarios críticos

Por ANTONIO CAPONNETTO

Fechada en diciembre de 2017, pero dada a conocer públicamente , según


sabemos,el pasado 29 de enero de 2018, Francisco nos ha entregado su
Constitución Apostólica Veritatis Gaudium, sobre las Universidades y Facultades
Eclesiásticas.
Es un texto que consta de varias partes, meramente técnicas algunas, con
anexos documentales otras y con disposiciones necesariamente leguleyas,
repartidas sobre todo en los tramos finales del documento.
Tal vez por la naturaleza algo árida del tema abordado, y por la
especificidad del asunto, lo cierto es que Veritatis Gaudium pasó prácticamente
inadvertida, y no parece conveniente que así sea. Entre otras razones, porque
prueba una vez más lo que ya todo católico decente y de formación elemental
constata con angustia: que Bergoglio es el principal enemigo de la Verdad, y
correlativamente, el primer culpable de esta pluriforme, escandalosa y trágica
mentira que se enseñorea hoy sobre la Iglesia.
Mencionemos apenas algunos ejemplos.

El vaciamiento del Pueblo de Dios


La Constitución supone –con ese aire sociológico y horizontalista propio
de la herejía modernista- que “los estudios eclesiásticos han florecido a lo largo
de los siglos gracias a la sabiduría del pueblo de Dios”. Sabiduría que es posible
descubrir y acrecentar “a través del diálogo” con “las diferentes expresiones
culturales”, y merced al hecho de que ese Pueblo de Dios ha sido “acompañado
con sinceridad y solidaridad de los hombres y mujeres de todos los pueblos y
de todas las culturas” (Veritatis Gaudium,I).
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No resultaría objetable el elogio al Pueblo de Dios y a su papel


protagónico en los estudios eclesiásticos, si se aclarara que ese Pueblo de Dios
que es la Iglesia, surge de la Nueva Alianza que abroga y dá caducidad a la
Antigua; enseñanza escriturística en la que Bergoglio expresamente no cree (cfr.
vg. Evangelii Gaudium, 247-249),sumido como está en la patética servidumbre
al judaísmo y en el ocultamiento de los dogmas fundantes de nuestra Fe. Si se
aclarara a la par que ese Pueblo de Dios tiene por cabeza a Cristo, y que no
puede colocar esa cabeza en paridad de condiciones con las de los innúmeros
pueblos o culturas desperdigados por el orbe. Y si se aclarara también que ese
Pueblo de Dios es sacerdotal, profético y regio, porque las tres notas distintivas
tiene su Rey y Señor. Lo que hace reyes a sus miembros cada vez que se
persignan, dice San León Magno (Sermo 4, 1). Y en carácter de tales los inhibe
para ayuntarse indiscriminada y festivamente con esas expresiones populares y
culturales, con las que se promueve ahora la contemporización y la
logomáquica tertulia.
Sí; los miembros del Pueblo de Dios tienen jerarquía regia, porque un
Augusto Soberano los comanda. No son demócratas que consensúan lo
verdadero o lo falso en una babélica mesa de conversaciones.
Sin estas distinciones se incurre en un distorsionamiento grave, que
analoga al pueblo depositario de la soberanía con el pueblo depositario de la
sabiduria. En un caso estaría facultado para otorgar el poder político; en otro
para ofrecer la sapiencialiedad eclesial. Con el agravante de que, para tamaño
menester, le sería imprescindible a ese pueblo el diálogo homogeneizante con
otras culturas; justificándose la peregrina y falaz hipótesis con la premisa de
que tal Pueblo de Dios ha sido “acompañado con sinceridad y solidaridad de
los hombres y mujeres de todos los pueblos y de todas las culturas”.
La verdad histórica y teológica es muy distinta a la que aquí se sostiene.
Ese Pueblo de Dios ha tenido que vivir en permanente situación de batalla,
hasta hoy, precisamente por la hostilidad declarada y manifiesta de esos
pueblos y culturas, tantas y tan crueles veces ubicados en las antípodas de
Jesucristo. Sólo en la construcción utopista y falaz de Bergoglio el Pueblo de
Dios ha vivido rodeado de ternezas, solidaridades y amables coloquios
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interculturales. Sólo en su eclesiología de kermesse de barrio, la Iglesia ha


ingresado hoy en “una nueva etapa de la misión caracterizada por el testimonio
de la alegría”( Veritatis Gaudium, I).
“Por causa tuya, dice San Pablo refiriéndose a Cristo, somos puestos a
muerte todo el día”(Romanos 8, 31); esto es, somos objetos de tribulaciones y de
persecuciones antes que de solidaridades y altruismos mundanos. Y por causa
del mismo Cristo nos convoca reiteradas veces a librar el buen combate (I
Timoteo,6,12). Lo que el Apóstol preveía para el Pueblo de Dios, no era un
presente y un porvenir de inter-religiosas pláticas y lisonjeras solidaridades
mundialistas, sino una misión de lucha. Y en todo caso, en esa lid, librada bajo
la conducción de un Dios,al que la Escritura llama Dios de los Ejércitos, se ponía
a prueba el “testimonio de la alegría”. Porque la alegría no es un nuevo eón, un
novel yuga, una flamante edad eclesiológica que inaugura Bergoglio. La Iglesia
es la Musa de la Alegría que habita en la tierra de los justos, al perenne decir de
San Hilario (Tractatus super Psalmos, 149, 2).
Es curiosa y paradojal la vanagloria de este modelo de humildad por el
que se tiene a Bergoglio, y que lo lleva a creer que, bajo su égida, la Iglesia entra
sin más en “una nueva etapa misionera” signada “por el testimonio de la
alegría”. Y es curioso asimismo que no se advierta que, si en alguna nueva
etapa está introduciendo a la Iglesia este hombre espeluznante, la misma no
está caracterizada por el contento o el júbilo, sino por los lindes con la apostasía,
cada día más trágicos, más lacerantes y más visibles.

La revolución cultural
Según Bergoglio el Concilio Vaticano II “ha revolucionado en cierta
medida el estatuto de la teología, la manera del hacer y del pensar
creyente”(Veritatis Gaudium, II); todo lo cual, por cierto, lo inunda de gozo, ya
que la Revolución, en el contexto de la herejía modernista que lo rige e informa,
es para él una categoría positiva y edificante. Siendo una de sus metas la
construcción “de un humanismo nuevo, el cual permite al hombre moderno hallarse
a sí mismo”(Ibidem). Ni siquiera un humanismo cristiano para mejor hallar a
Dios. Un neohumanismo a secas, del que el hombre es la medida de todas las
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cosas. Protágoras antes que Maritain vuelve por sus fueros; Ficino antes que
Mounier; y no está nada bien que regresen ninguno de los mentados.
Ajeno a las sutilezas, la docencia bergogliana ofrece todas las pistas
explícitas para saber dónde ubicarla. Como un homicida tosco que deja las
huellas digitales diseminadas por todo el escenario del crimen, aquí sucede
exactamente lo mismo, con el agravante de que la víctima fatal es la Esposa del
Señor. Aquí, en efecto, no existe ya la teología como scientia sacra, ni la
antropología como disciplina centrada en la creatura que encuentra su sentido
en el Creador. Existe la Revolución, que al buen decir de quien tanto la
estudiara, Salvador Borrego, es precisamente “un nuevo humanismo”, que
“mina el ámbito religioso por fuera y por dentro”; que “propugna una nueva
religión, pero formada por trozos de otras muchas, de tal manera que absorba,
disuelva y neutralice al catolicismo”; que únicamente acentúa “los valores
humanos”, forjando “un nuevo tipo de religiosidad, en el que lo preferente sea
el aquí y ahora”, y dejando en definitiva como conclusión de “que todas las
religiones vienen a ser la misma cosa, y que los dogmas y sacramentos católicos
son relativos”1.
Si De Maistre definió a la Contrarrevolución como un no conformarse
con hacer la Revolución en sentido contrario, sino lo contrario de la Revolución,
Bergoglio se encuentra en las antípodas de esta luminosa consigna. Él ejecuta lo
contrario de la Contrarrevolución; en pensamiento, en palabra y en obra. Y no
trepida en decirnos que propugna “una valiente revolución cultural” (Veritatis
Gaudium, III),”un cambio radical de paradigma” (Ibidem), una “Iglesia en
salida”(Ibidem), que esté “siempre abierta a nuevos escenarios y a nuevas
propuestas”, “en diálogo con las diversas culturas”. Una Iglesia que asuma que
“hoy no vivimos sólo una época de cambios sino un verdadero cambio de
época”, por lo que “se trata, en definitiva, de «cambiar el modelo de desarrollo
global y redefinir el progreso”(Ibidem).
No puede escapársele a Bergoglio la funesta gravedad de lo que está
predicando. No puede escribir impunemente cuanto ha escrito. Negado el
principio perenne del Ecclesia semper idem, semper fidelis, y sustituído por el

1
Salvador Borrego, Soy la Revolución, México, Tipografías Editoriales, 1992, p. 86-87.
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ardid luterano del Ecclesia semper reformanda (decimos ardid porque la premisa
completa, no mencionada por los protestantes, dice originalmente: semper
reformanda est secundum verbum Dei), la ideología del cambio por el cambio
sienta sus reales. Changer pour changer, gritaban durante el Mayo Francés.
Entonces, se tomará como la cosa más natural y más deseable del mundo,
aceptar los cambios en los paradigmas, en las definiciones de desarrollo o de
progreso, o en los escenarios y las propuestas. Y lo más terrible:los cambios en
aquellas cuestiones de las que los bautizados leales esperan precisamente que la
Iglesia sea el refugio de la perennidad e inmovilidad. Ni arqueologismo ni
evolucionismo necesitamos los fieles. Simplemente la certeza de que el Señor
tiene “palabras de Vida Eterna”(Jn. 6,68), y que de ellas no se tocará ni una jota
ni una tilde (Mt. 5, 17).
Insistimos en que no pueden ser ni son inocentes estas expresiones
bergoglianas, como revolución cultural, cambio de paradigma o sustitución de época,
correspondientes todas ellas a la semántica de la insurrección marxista, al
lenguaje del desquicio progresista y hasta al estilo lingüístico de los más
frívolos intelectuales de la izquierda. Sectores los mencionados con quienes
Bergoglio tiene gratos, amables y frecuentes contactos. Los argentinos con
memoria lo conocemos muy bien.
De resultas, ¿hacia dónde es la salida de esta “Iglesia en salida”, que
insensatamente se propugna? Es, sencillamente, la salida de su ortodoxia, de su
eje, de su rectitud y de su Camino, hacia una pluralidad de vías tendidas todas
por el Mentiroso desde el Principio(Juan 8,44). Salida del quicio y del eje, del
centro diamantino diría Ramiro de Maeztu; y por eso mismo admirada entre
aplausos y vítores por lo más granado del mundo. La Iglesia en salida que se
nos propone es la Iglesia en huída del Misterio de la Cruz, y forzada a ingresar
en los arrabales de la historia. La Madre ida, evadida y desertora de su
Tradición, para buscar albergue y prestar un dócil servicio en el mercado de las
religiones del Nuevo Orden Mundial. La Iglesia en salida salió desdeñando la
puerta estrecha (Ls 13,24), buscando insensatamente el portón espacioso que
lleva a la perdición.
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Bergoglio está felicísimo por lo que debería ser causa de angustia para
un católico genuino; esto es, por la pertenencia a una época signada por el más
pavoroso de los cambios de paradigmas, que es el de la hostilidad manifiesta e
infame al Orden Natural y al Orden Sobrenatural. Contrariamente lo que lo
apena son los católicos que aún no están en salida, ni en retirada ni en fuga, sino
decididos a formar parte del pequeño rebaño desde el cual poder hacerle frente
a la Bestia, con el auxilio de la Gracia.

La Iglesia en salida
Para justificar esta torva eclesiología, Bergoglio –ya otras veces lo ha
hecho- no vacila en utilizar textos de santos venerables, a los que vacía de
sentido y de contexto, amparado en la ignorancia o en la obsecuencia de sus
lectores. Dice en esta ocasión: “El teólogo que se complace en su pensamiento
completo y acabado es un mediocre. El buen teólogo y filósofo tiene un
pensamiento abierto, es decir, incompleto, siempre abierto al maius de Dios y de
la verdad, siempre en desarrollo, según la ley que san Vicente de Lerins
describe así: <annis consolidetur, dilatetur tempore, sublimetur aetate>
(Commonitorium primum, 23: PL50,668)”.(Veritatis Gaudium, III).
Cortado y reducido de este modo el texto del célebre Padre de la
Iglesia, dá la impresión de que el mismo está a favor de un evolucionismo
dogmático, según el cual la Verdad se va consolidando por causa del devenir de
los años, desarrollándose según el tiempo y ahondándose con el correr de la
edad.
Sin embargo, en la misma obra a la que remite Bergoglio, San Vicente de
Lerins sienta la primera norma de Fe, no precisamente convalidadora de una
“Iglesia en salida”. Esa primera norma sostiene la obligación de creer “sólo y
todo cuanto fue creído siempre, por todos y en todas partes”: quod semper, quod
ubique, quod ab omnibus. “Evita, pues, las novedades profanas en las expresiones,
ya que recibirlas y seguirlas no fue nunca costumbre de los católicos, y sí de los
herejes”( Commonitorium, 24).
Pero vayamos al párrafo completo citado en la Veritatis Gaudium:
“Quizá alguien diga: ¿ningún progreso de la religión es entonces posible en la
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Iglesia de Cristo? Ciertamente que debe haber progreso, ¡Y grandísimo!¿Quién


podría ser tan hostil a los hombres y tan contrario a Dios que intentara
impedirlo? Pero a condición de que se trate verdaderamente de progreso por la fe, no
de modificación. Es característica del progreso el que una cosa crezca,
permaneciendo siempre idéntica a sí misma; es propio, en cambio, de la modificación,
que una cosa se transforme en otra. Así, pues, crezcan y progresen de todas las
maneras posibles la inteligencia, el conocimiento, la sabiduría, tanto de la
colectividad como del individuo, de toda la Iglesia, según las edades y los
siglos; con tal de que eso suceda exactamente según su naturaleza peculiar, en el
mismo dogma, en el mismo sentido, según una misma interpretación. Que la religión
de las almas imite el modo de desarrollarse los cuerpos, cuyos elementos,
aunque con el paso de los años se desenvuelven y crecen, sin embargo
permanecen siendo siempre ellos mismos. […] Estas mismas leyes de
crecimiento debe seguir el dogma cristiano, de modo que con el paso de los
años se vaya consolidando, se vaya desarrollando en el tiempo, se vaya
haciendo más majestuoso con la edad, pero de tal manera que siga siempre
incorrupto e incontaminado, integro y perfecto en todas sus partes y, por así decir, en
todos sus miembros y sentidos, sin admitir ninguna alteración, ninguna pérdida de sus
propiedades, ninguna variación en lo que está definido” (Commonitorium, 23)2.
Es clara, como no podía ser menos, la postura del santo; y nítido el
contraste con la Neoiglesia en Salida, engendro diverso y antagónico a la Iglesia
Católica. Es patente, insistimos, la contraposición entre el genuino progreso en
la Fe, que nunca negó la recta doctrina, y la modificación de la misma, que se
está ejecutando ante nuestros ojos indignados y dolientes.
Es más; si esta fuera la ocasión, el análisis del famoso Conmonitorium
permitiría retratar más agudamente el itinerario heretizante de Bergoglio. San
Vicente de Lerins, en efecto, brega porque no se adultere el depósito de la Fe:
“Has recibido oro, devuelve, pues, oro. No, tú no puedes desvergonzadamente
sustituir el oro por plomo, o tratar de engañar dando bronce en lugar de metal
precioso. Quiero oro puro, y no algo que sólo tenga su
apariencia”( Conmonitorio, 22). Brega asimismo por huír de las vanas
2
Cfr. San Vicente de Lerins, El Conmonitorio, Sevilla, Apostolado Mariano, 1990[Serie Los Santos
Padres, . 44. Traducción y notas del P. José Madoz.S.I].
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novedades profanas, pues “ las novedades concernientes a los dogmas, cosas y


opiniones en contraste con la tradición y la antigüedad;así como su aceptación,
implicaría necesariamente la violación poco menos que total de la fe de los
Santos Padres[...]. Evita, pues, las novedades profanas en las expresiones, ya
que recibirlas y seguirlas no fue nunca costumbre de los católicos, y si de los
herejes”(Conmonitorio, 24). Y brega en fin, con tono apasionado,por que se
combata frontalmente al “diablo y sus discípulos -pseudoApóstoles, pseudo-
profetas, pseudo-maestros y herejes en general- que acostumbran utilizar las
palabras, las sentencias, las profecías de la Escritura”(Conmonitorio, 27); como
podría ser después el caso de los protestantes, a quienes la Neoiglesia de la
Salida ha dado plena y calurosa acogida en su seno.
Bergoglio pide que, para no ser mediocre,un teólogo, no debe tener “un
pensamiento completo y acabado”, sino “abierto, es decir incompleto”. Amén
del galimatías que significa tener a la incompletez por excelencia, y a lo
inconcluso, truncado y mocho por virtud intelectual, este elogio de lo que no es
entero sino defectuoso, ni cabal sino carente, entra en abierta colisión con el
mentado San Vicente de Lerins. “El depósito de la Fe es lo que te ha sido
confiado, no encontrado por ti; tú lo has recibido, no lo has excogitado con tus
propias fuerzas. No es el fruto de tu ingenio personal, sino de la doctrina; no está
reservado para un uso privado, sino que pertenece a una tradición pública. No salió de
ti, sino que a tí vino: a su respecto tú no puedes comportarte como si fueras su
autor, sino como su simple custodio. No eres tú quien lo ha iniciado, sino que
eres su discípulo; no te corresponderá dirigirlo, sino que tu deber es seguirlo.
Guarda el depósito, dice; es decir, conserva inviolado y sin mancha el talento de
la fe católica” (Conmonitorio, 22).
Mientras escribimos estas líneas -Miércoles de Ceniza del 2018- nos
enteramos con consternación que Bergoglio, para dictar los Ejercicios
Espirituales de Cuaresma, dirigidos a él y a la Curia Romana, ha convocado al
cura portugués José Tolentino de Mendonça, secuaz de Sor María Teresa
Forcades i Vila, promovida como teóloga proclive al homosexualismo, y autora
del libro “Siamo tutti diversi. Per una teologia Queer”. ¿Esta es la teología no
mediocre de la Neoiglesia en Salida? ¿Este es “el pensamiento abierto al maius
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de Dios”, que alaba Bergoglio? ¿Este es el fruto de encomiar lo inconcluso y lo


manco, por odio a la completa, acabada y cumplida teología católica? 3.
Otra vez podría resonar la voz de San Vicente de Lerins: “El verdadero y
auténtico católico es el que ama la verdad de Dios y a la Iglesia, cuerpo de
Cristo; aquel que no antepone nada a la religión divina y a la fe católica: ni la
autoridad de un hombre, ni el amor, ni el genio, ni la elocuencia, ni la filosofía;
sino que despreciando todas estas cosas y permaneciendo sólidamente firme en
la fe, está dispuesto a admitir y a creer solamente lo que la Iglesia siempre y
universalmente ha creído. Sabe que toda doctrina nueva y nunca antes oída,
insinuada por una sola persona, fuera o contra la doctrina común de los fieles,
no tiene nada que ver con la religión, sino que más bien constituye una
tentación “.(Conmonitorio, 20).

Postulados masónicos elementales


Esta Neoiglesia en Salida (corolario fatídico de la Iglesia Conciliar, como se
osó llamarla antaño desde altos estrados jerárquicos),otorga todas las señales
necesarias, una a una, para ser perfectamente asimilada y aceptada por la
masonería en general y por la forma mentis acuariana y gnóstica en particular.
Es su fundador y pontífice quien nos dice ahora en la Veritatis Gaudium
que esta neoiglesia:
a)“se hace levadura de aquella fraternidad universal”, vértice tercero de
la trilogía iluminista que se completa con la de la libertad y la igualdad ;
b)tiene “el imperativo de escuchar en el corazón y de hacer resonar en la
mente el grito de los pobres y de la tierra”, tal como podrían enunciarlo los
socialistas, los panteístas o los seguidores de Gaia, la diosa tierra de la New
Age. Proletarios y pachamamas que gritan, son muletillas con las que han
saturado el mercado los grupúsculos indigenistas y aún terroristas. Una mirada

3
Mucho nos tememos que el lector corriente desconozca la repugnancia y la sordidez de la
llamada “teoría Queer”, obra, entre otras, de la judía Judith Butler. Recomendamos al respecto
el ensayo de Ernesto Alonso, ¿Qué es la teoría Queer”, publicado en el blog de la revista
Cabildo. Cfr. http://elblogdecabildo.blogspot.com.ar/search?q=Ernesto+Alonso&updated-max=2016-06-
11T07:40:00-03:00&max-results=20&start=4&by-date=false Medítese después lo que significa
acudir a un “teólogo” contemporizador de estas aberraciones, para que dicte –nada menos- que
los Ejercicios Cuaresmales en la Curia Romana.
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católica de la gran cuestión de la pobreza y del cuidado de la iustisima tellus,


demandaría un idioma y un criterio distintos a los que se están usando
oficialmente.
c) posee “un signo que no debe faltar jamás: la opción por los últimos,
por aquellos que la sociedad descarta y desecha”(Veritatis Gaudium, 4, a); y
que, por supuesto, no son los católicos, apostólicos y romanos, perseguidos,
ultrajados y martirizados a causa de la Fe Verdadera, sino los que revisten en
determinadas clases sociales tenidas por excluidas del sistema; sistema al que
sin embargo siguen sirviendo los de la Iglesia Salidora,para no ser políticamente
incorrectos. Sistema –el democrático- al que han llamado con estulticia:“el eco
temporal del Evangelio”. Los descartados y los desechados hoy son los
genuinos católicos; y no parece ser precisamente en resguardo de ellos por
quienes se cruzan lanzas en este extraño pontificado.
d)considera que “El Evangelio y la doctrina de la Iglesia están llamados
hoy a promover una verdadera cultura del encuentro, en una sinergia generosa
y abierta hacia todas las instancias positivas que hacen crecer la conciencia
humana universal”(Ibidem, 4,b). Esto es, que tiene por meta el irenismo y el
eclecticismo, al servicio del ideal evolucionista y gnóstico de la conciencia
universal. En la Iglesia Católica se trataba de encontrar a Cristo en la Sagrada
Escritura, en la Sagrada Liturgia,en los Sacramentos, en la Oración, en los
Santos y en su Santísima Madre. En la Iglesia Salidora, el encuentro no es una
experiencia sacra sino sociocultural; en rigor, ni siquiera es un encuentro sino
una sinergia; una mecánica, no una aventura de la gracia.
La perspectiva fenomenológica suple a la teológica. Lo importante ahora
no es ocuparse de “la cosecha abundante”(Ls. 10, 1-9), rogando al Señor de la
mies que mande trabajadores a su mies, según feliz expresión de San Gregorio
Magno(Homilía 17, 1,3). No; lo importante ahora es hacer crecer la conciencia
universal en espacios de luz, que son como esos salones de usos múltiples de
los modernos edificios, en los que lo mismo se ejecuta una orgía,un Bar Mitzva
que un festejo de bautismo.
Asimismo, en la Iglesia Católica, Dios sale al encuentro del hombre, y “el
hombre, dirá San Agustín, quiere alabarte, pues Tú mismo le incitas a ello,
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haciendo que encuentre sus delicias en tu alabanza” (Confesiones, I, 1). En la


neoiglesia bergogliana, el encuentro es una reunión de pares, en una mesa de
diálogo y de consensos múltiples “entre todas las culturas auténticas y vitales,
gracias al intercambio recíproco de sus propios dones en el espacio de luz que
ha sido abierto por el amor de Dios para todas sus criaturas (Ibidem,4, b).
Para que estas reuniones culturales “en el espacio de luz” sean lo más
fructíferas posibles,”es necesario llegar allí donde se gestan los nuevos relatos y
paradigmas”(Ibidem). No para desenmascararlos, para protestar su falsía y
ruindad, ni para combatir su perversión ingénita, ni siquiera para evaluar su
validez moral, sino para incorporarlos a “la conciencia universal”, tanto más
pletórica cuanto más manifestaciones culturales pluralistas incorpore.
e)se exige que sea “una Iglesia llamada a “crear redes” con “las
diferentes tradiciones culturales y religiosas”; y que pueda aportar sus estudios
e investigaciones, proponiendo “pistas de resolución apropiadas y objetivas a
los “problemas de alcance histórico que repercuten en la humanidad de hoy”
(Veritatis Gaudium, 4 d).
Diferencia importante la que aquí se nos plantea. La Iglesia Católica era
misionera; buscaba la conversión de las almas –individual y socialmente- y para
ello estaba dispuesta al martirio, como de hecho sucedió en miles de casos y en
remotísimos lugares. La Iglesia Salidora no misiona; crea redes, teje mallas,
urdimbres, estratagemas de convivencia. No ofrece la Verdad para salvar a los
hombres, sino “pistas” para dialogar, interactuar y convivir con ellos.
En la Iglesia Católica había un gran motivo para misionar: “el amor de
Cristo nos apremia”(2 Cor. 5, 14), y el conocer por lo tanto que “Dios quiere que
todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento pleno de la verdad"
(1 Tm 2, 4). En la Iglesia Salidora, como dijimos, se dan pistas para resolver
conflictos acuciantes; y por supuesto, sin pretender que esas pistas sean
superiores o mejores a las otras muchas que pueden ofrecer las plurales y
fluctuantes costumbres, culturas y pueblos.
La Iglesia Católica fue comparada con una Barca, con su velamen que es
la Cruz de Cristo, empujado por el Espíritu Santo, y que navega bien en este

mundo: pleno dominicae crucis velo Sancti Spiritus flatu in hoc bene navigat
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mundo (San Ambrosio, De virginitate 18, 119). La Iglesia Salidora, en cambio,es


una habilidosa agencia moderna, promotora de pistas de aplicabilidad
internacional, pues “la tendencia es la de concebir el planeta como patria y la
humanidad como pueblo que habita una casa de todos”(Veritatis Gaudium,
IV,d); sabiendo que “la toma de conciencia de esta interdependencia nos obliga
a pensar en un solo mundo, en un proyecto común”(Ibidem).
Es, además, una agencia promotora de practiquísimas síntesis dialécticas,
al alcance de cualquiera, pues la fórmula es muy sencilla y ni siquiera hay que
andar leyendo al complicado Hegel. “Se trata de aceptar sufrir el conflicto,
resolverlo y transformarlo en el eslabón de un nuevo proceso, adquiriendo un
modo de hacer la historia, en un ámbito viviente donde los conflictos, las
tensiones y los opuestos pueden alcanzar una unidad pluriforme que engendra
nueva vida” (Ibidem). Algo le escuchamos decir a Feuerbach y Carlos Marx al
respecto, pero no hagan caso. Son los macartistas de la Iglesia Católica. El
católico tenía batallas, cruzadas, lides, justas, gestas y epopeyas. El salidero
tiene conflictos, tensiones, procesos,unificación de opuestos.
Al presente todo es más sencillo, y no se necesita estar creyendo que el
mundo, el demonio y la carne son nuestros enemigos. La tarea del teólogo no
mediocre que quiera colaborar con los Estudios Eclesiásticos consistirá en
elaborar “herramientas intelectuales que puedan proponerse como paradigmas
de acción y de pensamiento, y que sean útiles para el anuncio en un mundo
marcado por el pluralismo ético-religioso. Esto no sólo exige una profunda
conciencia teológica, sino también la capacidad de concebir, diseñar y realizar
sistemas de presentación de la religión cristiana que sean capaces de
profundizar en los diversos sistemas culturales” (Ibidem, 5).
Si el relativismo ético-cultural ha pasado a ser un bien apetecible, es
lógico que el mester de los teólogos sea analogable al de los ingenieros en
informática o al de los peritos en marketing: “concebir, diseñar y realizar
sistemas de presentación de la religión cristiana”. No teólogos mediocres que
nos inculquen la Verdad. Sí en cambio comunicadores ingeniosos que hallen la
clave de presentación de ese producto llamado “religión cristiana”. No santos
doctores, místicos maestros o sabios rumiantes y contemplativos, que nos
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entreguen la leche espiritual no adulterada(1 P.2,2). A la Iglesia Salidora le


bastará con investigadores que desde “nuevos y cualificados centros de
investigación” junto con “estudiosos procedentes de diversas convicciones
religiosas y de diferentes competencias científicas puedan interactuar[...]a fin de
entrar en un diálogo entre ellas orientado al cuidado de la naturaleza, a la
defensa de los pobres, a la construcción de redes de respeto y de
fraternidad”(Ibidem).
En la Iglesia Católica, en fin, regía el clásico principio del “Credo ut
intelligam et intelligo ut credam”. En la Iglesia Salidora habrá que poner en
práctica una gnosis particular; una “forma de conocimiento y de interpretación
de la realidad en el que el modelo de referencia y de resolución de problemas
“no es la esfera […] donde cada punto es equidistante del centro y no hay
diferencias entre unos y otros”, sino “el poliedro, que refleja la confluencia de
todas las parcialidades que en él conservan su originalidad” (Ibidem). Pero
llegados a este punto de la comparación inter-eclesial, declinamos nuestra tarea
hermenéutica, sea de la continuidad o de la ruptura. Sólo atinamos a sugerir la
consulta del Diccionario Simbólico de la Masonería, en el que los iniciados nos
explican la particular valoración del poliedro en su infernal alegoría. (Cfr.
http://libroesoterico.com/biblioteca/masoneria/Dicccionario%20Simbolico-
De-La-Masoneria.pdf ). Cualquier coincidencia relean el Apocalipsis...

Santo Tomás entre sarcasmos

Así las cosas –con una gravedad que no logran atenuar ni la síntesis ni la
leve cuota de humorismo de estas glosas- suena a sarcasmo que la Veritatis
Gaudium nos diga que “se deben investigar, escoger y tomar con cuidado los
valores positivos que se encuentran en las distintas filosofías y culturas; pero no
se deben aceptar sistemas y métodos que no puedan conciliarse con la fe
cristiana”( II Parte, Artículo 71. § 2). Cuando la inconciabilidad con la fe
cristiana no sólo está en las directrices de esta Constitución Apostólica, sino en
la totalidad de cuanto dice y obra Jorge Mario Bergoglio. Una inconciabilidad
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recurrente, buscada, predeterminada; y por lo tanto lesiva y ofensiva en grado


sumo.

Sarcasmo es también, y del peor gusto, que se deje asentado que “la
investigación y la enseñanza de la filosofía en una Facultad eclesiástica de
Filosofía deben basarse en el patrimonio filosófico perennemente válido, que se
ha desarrollado a lo largo de la historia, teniendo en cuenta particularmente la
obra de Santo Tomás de Aquino”( II Parte, Título III, Art. 64. § 1). Primero,
porque si alguien está ausente en la Veritatis Gaudium y en la Iglesia Salidora
construida enfermizamente por Francisco, ese alguien es el Doctor Angélico.
Pero segundo,porque querer separar en el Aquinate la filosofía de la teología, es
pisotear y atomizar la obra insigne del Doctor Común, en el cual lo filosófico se
imbrica con lo teológico, y de ese seno teologal brota y esplende.

De allí las acertadas y sesudas reflexiones que hilvanara al respecto


Francisco José Delgado, quien nos dice entre otros conceptos: “¿Qué papel
otorga la Veritatis Gaudium a Santo Tomás en el panorama de las Universidades
y Facultades Eclesiásticas? Según hemos dicho, en este documento la atención a
la doctrina tomista se cita explícitamente sólo en la Facultad de Filosofía,
siempre dentro de las Normas aplicativas de la Congregación para la Educación
Católica[...]. Hubiera visto mucho mejor que se insistiera más en la centralidad
que debe ocupar la doctrina tomista dentro del estudio de la teología.
Porque bajo la insistencia en la filosofía tomista y la exclusión o solapamiento
de la teología tomista, se puede ocultar un prejuicio muy común en las últimas
décadas y que es enormemente perjudicial para la necesaria restauración de la
teología católica. El prejuicio es el de pensar que la teología tomista no es más
que una filosofía y que hoy la teología escolástica en general es algo pasado de
moda y ajeno al «espíritu del Vaticano II». Los que insisten en esta visión suelen
decir que la teología escolástica era excesivamente racionalista y no tenía una
perspectiva bíblica. Y es muy frecuente contraponerla a la «teología
arrodillada», haciendo un uso bastante desviado de la ya de por sí
desafortunada expresión, en mi opinión, de von Balthasar[...].
15

“En definitiva, es evidente la necesidad que tiene la Iglesia de una


filosofía cristiana de inspiración genuinamente tomista. Pero mucho más
necesaria es una teología profundamente tomista, que suponga la aplicación del
método de tal filosofía a los principios que la fe recibe de las fuentes de la
Revelación. En la crisis actual de la fe, la teología y el magisterio, el recurso a la
síntesis teológica tomista es, a mi entender, el único camino para la
recuperación de la única Tradición en la que se puede ser católico”4.

Corolario

Nos preguntamos, con un dolor indescriptible que muy pocos


comprenden, qué sentido tiene hacer el esfuerzo de estudiar estos documentos
y de plantear objeciones o reparos, cuando es un hecho constatable que el
principal responsable de tanto daño no tiene ninguna voluntad rectificadora; y
que jornada tras jornada abruma, abochorna y degrada a la Iglesia. No
responde dudas, no atiende correccciones filiales, no recibe a los maestros,no
posee la más mínima docilidad a la Verdad. En paralelo, son cada vez más
nutridos los contingentes de degenerados de toda ralea, que lo visitan y que él
recibe, con una aquiescencia, una capacidad contemporizadora y una absoluta
ausencia de toda reconvención pública, que antes lo colocan en la categoría de
cómplice que de obligado anfitrión.

Sin embargo tiene por lo menos un sentido este esfuerzo, y le damos


gracias a Dios que nos permite constatarlo, bien que en proporcionada medida.
Es el sentido de alertar sobre el peligro inmenso que se cierne cuando un ciego
guía a otro ciego. Según Nuestro Señor, ambos caerán en el hoyo(Mt. 15, 14),
imagen demasiado explícita como para requerir exégesis. Pues bien;cuantas
más almas podamos alertar sobre el riesgo horrendo de dejarse conducir por
tamaño invidente, mayor significación cobrará el testimonio solitario de la
Verdad. Cuanto más lejos y protegidos del hoyo podamos tener a los feligreses,

4
Francisco José Delgado, Veritatis Gaudium y la teología tomista, Publicado en Infocatólica,
cfr.:
http://infocatolica.com/blog/duropedernal.php/1801300210-veritatis-gaudium-y-la-teolog
16

y a nosotros mismos, mayor alivio experimentaremos y en algo habremos


cooperado, siquiera mínimamente,para salvar el honor de la Fe Católica.

Esto sin mengua de que la Divina Providencia nos mande otra vez un
santo de la talla de San Nicolás de Myra, que venciendo para su gloria todo
respeto humano y toda prudencia carnal, cruzó el rostro del heresiarca Arrio,
con una bofetada viril y justiciera, cuya resonancia magnífica llegó hasta el
trono del Emperador y estremeció la Silla de Pedro.

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