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RESUMEN
Desde el mismo golpe de estado de julio de 1936 los militares sediciosos
utilizaron a los prisioneros primero y, después, presos y penados, como mano
de obra barata en condiciones de esclavitud. No fue algo excepcional ni pun-
tual. Al contrario, se convirtió en uno de los pilares de su economía y elemen-
to de la política de reeducación social de los vencidos. Miles de penados tra-
bajaron en grandes obras públicas como las del Canal del Bajo Guadalquivir,
“El Canal de los Presos”. Entre ellos más de dos centenares de extremeños,
fundamentalmente de Badajoz.
PALABRAS CLAVE: España. Siglo XX. Guerra Civil. Franquismo. Campos de
Concentración. Obras Hidráulicas.
RÉSUMÉ
Depuis le même coup d’État de juillet 1936 les militaires séditieux ont
utilisé les prisonniers d’abord et, après, des prisonniers et des condamnés,
comme main d’oeuvre bon marché dans des conditions d’esclavage. Ceci n’a
pas été quelque chose d’exceptionnel ni ponctuel. Au contraire, il s’est converti
en l’une des bornes de son économie et élément de la politique de reéducation
sociale des vaincus. Des milliers de condamnés ont travaillé dans de grands
travaux publics comme celles du Canal del Bajo Guadalquivir, le “Canal de
los Presos”. Entre ceux-ci plus de deux centaines d’habitants d’Estrémadure,
fondamentalement de Badajoz.
MOTS CLÉS: L’Espagne. XXème Siècle. La guerre civile. Franquisme. Les camps
de concentration. Des travaux hidrauliques.
Miedo y corrupción. Los dos grandes pilares sobre los que se asentó el
régimen creado por los golpistas del verano de 1936. El miedo que recorrió
todas las capas sociales, incluso entre los grupos que apoyaron, simpatizaron o
consideraron un mal menor la sedición y la dictadura militar que le siguió.
Nadie estaba a salvo. No existía más lógica represiva que la eliminación de
todo aquello que se consideraba la “anti-España”. Cierto es que el objetivo
principal eran aquellos que no sólo se habían atrevido a poner en cuestión, en
mayor o menor grado, los principios y valores “de siempre”, el estado natural
de las cosas, sino también los que habían pensado que era posible otra forma
de organizarse social, política y económicamente. Fuera bajo una república
liberal y laica o un colectivismo de fuerte impregnación libertaria. Dicho de
otra forma, el golpe de Estado tenía como objetivo final eliminar cualquier
posibilidad de cambio social. Tanto el emprendido por el régimen constitucio-
nal español desde 1931, la Segunda República, como el de mayor profundidad
al que aspiraba un amplio sector de las clases populares. Pero también una
duda, una vieja deuda no terminada de cobrar o, simplemente, estar en el lugar
equivocado podían llevar a cruzar la delgada línea que te arrojaba a una fosa o
al presidio.
Paralizada por el terror la sociedad relajó sus controles morales y quedó
atrapada en el cenagal de su descomposición. El modelo cuartelero y la nece-
sidad de sobrevivir facilitaron la idea de que en un mundo de ladrones, oscuro
era el porvenir que tenían los honrados. Los viejos problemas continuaron pre-
sentes o, en el mejor de los casos, adoptaron formas diferentes. El caciquismo
y el clientelismo se perpetuaron, el individualismo y el apoliticismo conserva-
dor se extendieron y el “no meterse en nada”, pero en nada, cerrando los ojos
y tapándose la nariz, fueron durante largas décadas los carteles de cabecera de
millones de españoles. El fracaso de la rebelión, primero prácticamente des-
manteló al Estado y dio paso a una marea revolucionaria y, después, a casi tres
años de sangrienta guerra. A medida que ciudades y pueblos eran conquistados
por los golpistas, la esperanza que podían tener los vencidos era la de ser en-
carcelados, escapar a las “sacas” y, una vez condenados por un Consejo de
Guerra, convertirse en un penado que “redimiera” su condena. Sobrevivir a la
violencia franquista fue el principal objetivo de cientos de miles de españoles.
Aunque para ello tuvieran que convertirse en esclavos.
Bien es sabido que la finalización de las operaciones bélicas no supuso
la paz sino que abrió paso al tiempo de la victoria. La nación quedó convertida
en un inmenso cuartel en el que los vencidos purgaban el tremendo delito de
haber soñado vivir en una sociedad diferente. Como en repetidas ocasiones se
ha escrito, los panfletos que la aviación franquista arrojó sobre las líneas y
ciudades enemigas, que rezaban “¡Esclavos de Negrín, rendíos!”, no quedaron
en mera retórica. De hecho no lo era ya. Desde el mismo verano de 1936,
donde la sublevación triunfó, prisioneros y presos habían sido ya utilizados en
los más diversos trabajos. Desde fortificaciones militares a obras públicas pa-
sando por su entrega temporal a empresas y propietarios agrícolas. Así que no
sólo se utilizaba una mano de obra barata, sino que también se reducían los
problemas de hacinamiento en las cárceles y de costo de mantenimiento de los
presos. Sin olvidar que, de esta forma, se consolidaba una situación de humi-
llación y destierro a miles de personas a las que se le negaba esta considera-
ción. Simplemente era la “horda roja”. De esta manera, el Estado franquista
fue estructurando el régimen esclavista entre 1937 y 1939. Años en los que se
sentaron las bases de lo que fue una práctica que enriqueció a los instigadores
del sangriento conflicto. Entre otros la alta burguesía agraria e industrial.
El trabajo que hace una década comenzamos sobre el Canal de los Pre-
sos buscó, desde su puesta en marcha, la implicación de la sociedad en el cono-
cimiento, y reconocimiento, de lo que significó el trabajo esclavo en la España
franquista. La construcción del Canal del Bajo Guadalquivir, una obra que es
algo más que un símbolo, está entre las máximas expresiones de la finalidad
última de la sublevación y de sus políticas de desinfección social. Como escri-
bió Alfonso Grosso hace ya años, al recordar cuando pasaba en tren por la
estación existente en las cercanías del campo de concentración donde estaban
los trabajadores del canal, una vez oyó decir a un viajero: “Miren cómo traba-
jan los rojillos. Así aprenderán a no insultar a los señores”.
1
LAFUENTE, I.: Esclavos por la patria. La explotación de los presos bajo el franquismo,
Madrid, Temas de Hoy, 202, p. 207.
una de las figuras claves del sistema penitenciario franquista. No es muy equi-
vocado caracterizar así a un organismo que, a lo largo de varias décadas, se
convirtió en el amo de las vidas de aquellos que habían sido vencidos y paga-
ban sus “culpas” mediante la esclavitud tanto de su cuerpo como de su “alma”.
Los vencedores en 1939 no sólo querían beneficiarse de una mano de obra
barata y bien dispuesta, sino también convertir aquellos “despojos humanos”,
aquellas “hordas”, en “buenos españoles” educados e integrados en los princi-
pios del nacional catolicismo.
Mal entenderíamos qué significó la redención de penas por el trabajo si
no tenemos en cuenta que el golpe de Estado, como se ha dicho, tenía como
objetivo terminar con cualquier posibilidad de cambio social y con todos los
considerados una horda de asesinos y forajidos o, en el mejor de los casos,
unos bellacos engañados por una propaganda infame. El PRPT fue el núcleo
central que terminó ordenando las más variadas iniciativas en esta dirección
que desde un primer momento se fueron poniendo en marcha.
Como cualquier vencedor los sediciosos del verano de 1936 emplearon
muy tempranamente a los vencidos en tareas de reconstrucción, limpieza y
mantenimiento de la maquinaria industrial, agraria y los servicios. La elimina-
ción del adversario se encontraba con los límites tanto de la propia capacidad
de aniquilamiento como en la necesidad del mantenimiento de la producción.
Sobre todo en un momento de esfuerzo bélico para el que era necesario mante-
ner al mayor número posible de trabajadores, de grado o de fuerza, en sus
empleos. Los asesinatos, desapariciones y huidas habían dejado campos e in-
dustrias muy menguados. Así que inmediatamente se pusieron en marcha dife-
rentes actuaciones para solventar el problema. Andalucía, como una de las
principales bases de retaguardia, tuvo un papel primordial tanto en las accio-
nes llevadas a cabo como en la conceptualización a partir de la cual el trabajo
del prisionero, preso y, finalmente, penado iba a convertirse en esclavo.
Las comarcas del suroeste andaluz estuvieron entre las primeras en ser
dominadas a sangre y fuego. Antes de terminar 1936, las más importantes po-
blaciones del valle del Guadalquivir estaban en su poder. Desde la frontera
onubense con Portugal hasta Málaga, desde la fachada marítima gaditana hasta
las tierras pacenses, ya en Extremadura, que abrían el camino hacia la meseta
castellana y Madrid. Una ocupación efectuada a sangre y fuego. Casi tres cuar-
to de siglo después, a pesar de la ingente pérdida de memoria producida duran-
te el franquismo y la actual monarquía parlamentaria, en campos y ciudades
andaluces y pacenses todavía se recuerda, por boca de los ya escasos supervi-
vientes y los testimonios de sus familiares, la represión que siguió a la ocupa-
2
Sobre esta cuestión existe una cada vez más abundante y apreciable producción. Un trabajo
que puede sintetizar lo ocurrido en esas comarcas andaluzas y de la baja Extremadura es el de
Francisco Espinosa, La columna de la muerte. El avance del ejército franquista de Sevilla a
Badajoz, Barcelona, Crítica, 2002.
3
Sobre el trabajo esclavo en general en Andalucía se pueden consultar Lola Martínez y José
Luis Gutiérrez Molina, “El trabajo esclavo de los presos políticos del franquismo en Andalucía”
en GÓMEZ OLIVER, M., y MARTÍNEZ LÓPEZ, F.: Historia y memoria. Todos los nombres,
mapas de fosas y actuaciones de los Tribunales de responsabilidades Políticas en Andalucía,
Almería, Universidad, 2007 [Publicación en línea] Disponible en Internet:
www.todoslosnombres.org [con acceso el 15.2.2011] y Asociación Andaluza Memoria Histórica
y Justicia, VI Jornadas Campos de Concentración y trabajo esclavo en Andalucía. Docu-
mentación, 2010, [Publicación en línea] Disponible en Internet www.todoslosnombres.org
[con acceso el 15.2.2011].
4
La orden, de la Secretaría de Guerra apareció en el nº 258 del Boletín Oficial del Estado
editado por los sediciosos en Burgos, el 5 de agosto de 1937. Sobre la política concentracionaria
franquista se puede consultar Javier Rodrigo, Cautivos. Campos de concentración en la España
franquista, 1936-1947, Barcelona, Crítica, 2005.
5
Sobre la historia del SCPM se puede consultar ACOSTA BONO, G., GUTIÉRREZ MOLINA,
J. L., MARTÍNEZ MACÍAS, L. y DEL RÍO SÁNCHEZ, A.: El Canal de los Presos (1940-
1962). Trabajos forzados: de la represión política a la explotación económica, Barcelona,
Crítica, 2004, pp. 81-106.
6
Boletín Oficial del Estado nº 281, Salamanca, 28 de mayo de 1937.
7
El Auditor de la ICCP en la Zona Sur [Teniente Coronel Francisco Bastos Ansart], «Informe
que eleva al Excelentísimo Señor Coronel Inspector de Campos de Concentración en relación
con la visita efectuada a las autoridades militares de Sevilla», Sevilla, 8 de abril de 1938,
Archivo General Militar de Ávila [En adelante AGMA], caja 2324.
Así pues se decidió organizar el sistema para utilizar a los presos, estu-
vieran penados o no, en trabajos de “carácter general”. De esta manera, se
obtendría un ahorro económico, ya que los presos serían mantenidos por las
entidades para las que trabajaran, y se solucionaría la cuestión de su perma-
nencia en sus localidades de origen: eran enviados a localidades que estuvie-
ran al menos a cien kilómetros de distancia. Con ello, al menos los golpistas
andaluces se adelantaban y, quizás servían de modelo, a la creación del Patro-
nato para la Redención de Penas por el Trabajo (PRPT), el organismo que iba
a gestionar los trabajos forzados de los presos políticos españoles en la pos-
guerra. Algo a lo que quizás no fuera tan ajeno tanto la visita a Andalucía del
teniente coronel Francisco Bastos Ansart –delegado de la Comisión Técnica
asesora de la Inspección de Campos de Concentración- como la del entonces
uno de los auditores de la División, el teniente coronel Máximo Cuervo
Radigales, pronto director del sistema penitenciario golpista y gestor del PRPT.
La construcción por presos de parte del Canal del Bajo Guadalquivir,
entre ellos más de dos centenares de extremeños, no fue algo excepcional,
puntual, sino un eslabón de un proyecto de amplio alcance que se convirtió
durante años en uno de los fundamentos de la dictadura. Militares sediciosos y
sus apoyos civiles, como los grandes comerciantes y latifundistas andaluces,
se habían dado cuenta de las sinergias que podían proporcionales esa cada vez
mayor, y a su disposición de forma permanente, masa humana. La sedición no
sólo iba restaurando el respeto perdido los años anteriores, sino que también se
perfilaba la ocasión perfecta para realizar obras al mínimo coste. Así que junto
a la puesta en marcha de campos, minas y fábricas a disposición del esfuerzo
bélico comenzaron a realizarse diferentes obras que les beneficiaban directa-
mente. Fue el caso de los trabajos en el canal del Viar. Un antecedente de los
que, posteriormente, se llevarían a cabo para la construcción del Canal de los
Presos8.
Pocos meses después, en octubre de 1938, Francisco Franco daba luz a
una genialidad más, propia del César visionario que cantaba el escritor José
María Pemán por aquellos mismos días en su poema “La bestia y el ángel”9,
8
Para estas obras ACOSTA BONO, G.; GUTIÉRREZ MOLINA, J. L., MARTÍNEZ MACÍAS,
L. y DEL RÍO SÁNCHEZ, A.: El Canal de los Presos (1940-1962)… op. cit., pp. 23 y 24.
9
PEMÁN PEMARTÍN, J. M.: Poema de la Bestia y el Ángel, Zaragoza, Jerarquía, 1938.
10
Sobre el Patronato Central de Redención de Penas por el Trabajo entre la ya abundante
bibliografía disponible se puede consultar el trabajo de GÓMEZ BRAVO, G.: La Redención
de Penas. La formación del sistema penitenciario franquista, 1936-1950, Madrid, Catarata,
2007.
11
Entrevista publicada en Diario Vasco, 1 de enero de 1939.
12
Sobre la figura de Pérez del Pulgar, que conozca, no existen más que acercamientos
hagiográficos en diversas publicaciones o páginas web del propio ICAI o de la Universidad de
Comillas a la que pertenece. Como “ICAI una historia inspirada”, Anales de mecánica y
electricidad, pp. 92-107 [Publicación en línea] Disponible en Internet www.icai.es/
publicaciones/anales [Consultada el 15.2.2011]. Sobre Cuervo Radigales contamos con la
tesis doctoral leída por Manuel Francisco Gutiérrez Navas, “Biografía de Máximo Cuervo
Radigales. Aproximación a una vida jurídico militar y católica social”, UNED, 2003.
13
La Redención de Penas por el Trabajo se creó por Decreto 281/37, de 28 de mayo y el desarrollo
de su estructura y organización lo estableció la Orden de 7 de octubre de 1938. Estas dos
disposiciones se fueron complementando con innumerables Órdenes Ministeriales que perfi-
laron el trabajo penitenciario hasta su inclusión en el artículo 100 del Código Penal de 1944.
cial, quería contratar a penados dirigía una solicitud al Patronato que, una vez
aprobada, la remitía al fichero en donde se seleccionaban los trabajadores en
función del tiempo de condena, de la cercanía a la obra de la prisión y según la
“confianza personal, la moralidad y la aptitud física” que mereciera.
La institución fue ampliando su campo, a medida que demostraba su
eficacia. Así en 1942 había extendido su radio de acción al “trabajo intelec-
tual”, a la redención de “las mujeres caídas” y a la protección de los “hijos
desamparados” de los presos. Estaba en la cima de su historia con miles de
trabajadores prestados a todo tipo de empresas y millones de ganancias. Una
historia que ha quedado registrada en los libros de actas de la comisión perma-
nente del PRPT. Por las páginas de los 13 libros conservados –correspondien-
tes al periodo comprendido entre mayo de 1940 y junio de 1957- pasa una
importante parte de la historia española de aquellos años14.
Nos proporcionan una información que nos permiten conocer las inte-
rioridades del PRPT. Su lectura no modifican sustancialmente las líneas de
interpretación conocidas hasta ahora. Sin embargo sí permiten delimitar con
mayor detalle hasta donde se ramificó la utilización de los penados. No sólo
fueron las grandes empresas sino también una pléyade de pequeños comercios,
de las más variadas actividades, cuyas razones habría que concretar caso a
caso. También que se confirma, como sospechábamos, el empleo de presos
comunes en fechas tempranas en las obras, como las del Canal de los Presos.
Igualmente llama la atención el elevado número de ingresos de niños en esta-
blecimientos benéficos, incluyendo el de hijos de presos. Eran aprobados en
las sesiones del consejo del Patronato. En ocasiones en cifras cercanas al mi-
llar.
Resulta aleccionador comprobar como en la intimidad de las reuniones,
pagadas a 25 pesetas la asistencia, se mostraba la satisfacción por las buenas
perspectivas económicas que se abrían y cómo se encargaba la redacción de un
14
Estos libros se encuentran en el Archivo General de la Administración Alcalá de Henares
Ministerio de Justicia (07) 015.000 D.G. de signaturas Prisiones Legajo 43/47.306; (07) 015.000
M. Justicia P.C. Señora de la Merced Legajo 43/65.201-202; (07) 015.001 M. Justicia P.C.
Señora de la Merced Legajo 43/54.505-509; (07) 015.002 M. Justicia P.C. Señora de la Merced,
Legajo 43/65.203-402.
15
Para la composición de las diferentes comisiones rectoras del PRPT se han utilizado las actas
recogidas en los libros citados en la nota 14.
Prensa y Propaganda. Aunque su paso fue breve, cesó un mes mas tarde, su
contacto con el mundo penitenciario le permitió escribir en 1940 una de las
primeras obras editadas en los talleres penitenciarios de Alcalá de Henares que
llevaba el significativo título de Por la patria, por el pan y la justicia.
El SCPM dependió de las más altas instancias de poder franquista, con
las que se estableció una oficina de enlace, y estuvo íntimamente conectado
con los ministerios de Justicia y del Ejército. Con el primero a través del PRPT,
que le facilitó los trabajadores. Con el segundo, el que le proporcionaba el
modelo organizativo y los mandos y tropas necesarios para ejercer la jefatura y
la vigilancia de las agrupaciones. Finalmente, el SCPM se coordinó con el
Ministerio de Obras Públicas que tenía la obligación de comunicarle, antes de
sacarlas a concurso o subasta, las obras que pensaba realizar. Una vez que el
SCPM le comunicaba las que le interesaban ejecutar se retiraban de la licita-
ción pública. Fueron, sobre todo, las de la construcción de grandes
infraestructuras hidráulicas. Porque, como reconoció el propio régimen, había
nacido fundamentalmente para aumentar la capacidad productiva agrícola del
país mediante la extensión del regadío.
Los beneficios que obtuvo procedieron del porcentaje del 16% que se
cargaba en el precio de ejecución de las obras que realizaba. Con él se cubrían
los salarios de la dirección técnica de las obras, el pago de la mutualidad de
obras públicas y los gastos generales. Nunca había pérdidas ya que si éstas
aparecían se recurría al “reformado de precios”. Es decir a la actualización del
valor de la obra. Se firmaba un convenio entre la entidad promotora y el SCPM
que se abonaba con certificaciones mensuales. Eran las distintas agrupaciones,
llegó a tener hasta ocho, las que realizaban las obras. Sus jefes fueron tenientes
coroneles o comandantes de Ingenieros con una plana mayor y sus jefaturas de
servicios técnicos, de intendencia y sanidad. Cada una tuvo un número varia-
ble de batallones de penados a cargo de capitanes vigilados por una escolta del
Ejército o de la Guardia Civil, para la custodia en el exterior, y personal del
cuerpo de prisiones para la vigilancia interior de los campamentos. A fin de
cuentas no dejaban de ser penados.
Los batallones se dividían, según los trabajos a realizar, en secciones, con-
cebidas como unidades que realizaban una obra o una parte de ella muy definida.
Estaban al mando de un capataz, también penado. Frente a los “destinos”, las
secciones eran las que tenían a su cargo el trabajo más duro. Los presos las deno-
minaron “de tierra” y tuvieron una composición variable dependiendo del tipo de
trabajo que realizaran. La sección era también la unidad de funcionamiento en el
interior de los campamentos. Formados en ellas acudían los reclusos a los actos
religiosos y se les pasaba lista o revista de vestuario.
En los campos del SCPM fueron los propios presos los que cubrieron
prácticamente todas las necesidades de ejecución de las obras y de funciona-
miento interno. Presos fueron los listeros, los escribientes, los auxiliares técni-
cos, que a veces fueron los verdaderos directores de las obras, los médicos,
enfermeros y practicantes encargados de la enfermería, los sastres y zapateros
que recosían ropa y calzado, los barberos, los rancheros, los encargados del
economato y los mecánicos que mantuvieron en marcha el parque de automó-
viles y los servicios de electricidad y agua.
El SCPM terminó por consolidarse. En julio de 1941 tenía ya tres agru-
paciones en funcionamiento a las que hubo que inyectar capital suficiente para
permitirles hacer frente a los gastos ordinarios hasta cobrar las certificaciones
de las obras ejecutadas. Con posterioridad fue autorizado a contratar personal
civil para sustituir al militar que no pudiera ser destinado con los conocimien-
tos técnicos necesarios. Más adelante pudo no sólo comprar directamente
materiales y herramientas, sino también bienes inmuebles. Finalmente, en 1946,
con el incremento de la contratación de personal “libre”, las propias autorida-
des se vieron impelidas a aplicar al SCPM la reglamentación de trabajo exis-
tente para las industrias de la construcción y obras públicas.
Se había convertido en una empresa constructora y terminaba la primera
etapa de su existencia. En febrero de 1946 la subsecretaria de Presidencia del
Gobierno decidió que las obras que la 2ª Agrupación realizaba en el canal de
Montijo fueran realizadas exclusivamente por trabajadores contratados y los
281 penados que estaban en ella trasladados a Dos Hermanas. Un hecho que
daba por cumplidos los objetivos fundacionales de aliviar el presupuesto del
Estado de la carga que suponían los condenados y atraerlos hacia los “senti-
mientos de la nueva España”. Su continuidad significaba que se convertía en
un organismo ejecutor de obras que el Estado consideraba de interés nacional
y, supuestamente, no interesaban a los contratistas privados. De todas formas,
el SCPM no renunció a seguir utilizando la mano de obra barata que le podía
facilitar el Ministerio de Justicia. En 1957, a punto de desaparecer, aún mante-
nía penados. Según cifras del propio Servicio en 1951, los 190 penados que
tenía representaban el 5% de sus 3.800 trabajadores totales. Dos años más
tarde quedaba una veintena, reducidos a tan sólo cuatro en 1957 y que iban a
ser liberados en el mes de mayo.
nacional significó que el régimen tuviera que revocar su fachada. Entre las
manchas vergonzosas que la afeaban estaba el SCPM, un organismo que recor-
daba sus peores aspectos: militarismo, campos de concentración y trabajos
forzados. Unos años antes, en 1952, una delegación de la Comisión Internacio-
nal contra el Régimen Concentracionario (CICRC) había visitado diversas cár-
celes y campos españoles dentro de su campaña para su erradicación en regí-
menes que, como el soviético o el español, los mantenía.
Así que se realizaron unas mutaciones, calificadas de “cosméticas”, que
afectaron al SCPM. Por esas fechas el general Nicolás López Díaz, su jefe,
pensaba que el Estado debía seguir contando con un organismo que fuera ca-
paz de hacer frente a obras nuevas, o reanudarlas con la máxima rapidez, que
no se consideraran oportuno encomendar a empresas privadas. Era evidente
que las máximas instancias del Estado franquista no querían perder una fuente
de suculentos beneficios, casi 87 millones de pesetas en 1957. Pero tenía que
compatibilizarse con los convenios firmados con el gobierno norteamericano
que incluían una ayuda económica, unos mil millones de dólares, y la venta de
material bélico a cambio de la cesión de bases aéreas y navales.
En mayo de 1956 el SCPM avisó a Franco de que algunas de las obras
las realizaban con créditos de la ayuda norteamericana y recomendó la conve-
niencia de cambiar de nombre para ponerlo acorde con los nuevos tiempos.
Aunque también aparecieron los partidarios de su desaparición. Durante los
meses siguientes, se libró una sorda batalla entre estos últimos, los sectores
tecnócratas emergentes del franquismo, y los partidarios de mantener su exis-
tencia que representaban la vieja política autárquica. Entre agosto y septiem-
bre de 1958, los servicios técnicos del INI realizaron diversos estudios sobre
su historia, legislación, obras realizadas y en ejecución, y situación económica
y financiera. Finalmente, informaron de que no había ningún inconveniente
para que el SCPM se integrara en el INI. Sin embargo, el expediente quedó en
uno de los cajones de la mesa del despacho de Carrero Blanco. Los grupos
empresariales privados comenzaban a contar con los suficientes apoyos en la
administración de la Dictadura.
A fines de 1959 se decidió suprimir el SCPM. Tenía 1.701 empleados y
obras en ejecución por valor de unos 300 millones de pesetas. El Boletín Ofi-
cial del Estado de 19 de octubre de 1960 publicó el Decreto 1992, de 8 de
octubre. Atrás quedaban dos décadas durante las que la regeneración moral del
vencido, uno de los objetivos permanentes del nacional-catolicismo, la humi-
llación y persecución de los recalcitrantes estuvo acompañada por su más bru-
tal explotación económica. En Andalucía su mayor expresión estuvo en las
16
Para el desarrollo de las obras del Canal de los presos ACOSTA BONO, G., GUTIÉRREZ
MOLINA, J.L., MARTÍNEZ MACÍAS, L. y DEL RÍO SÁNCHEZ, A.: El Canal de los Presos
(1940-1962)… op. cit., pp. 125-147.
Hermanas y Los Palacios, desde el arroyo del Copero hasta el del Puerco. Su
intención era adelantar al máximo la puesta en riego de tierras de la Sección 1ª
de Marismas y de la Isla Menor, mediante una elevación de agua desde el río.
Aunque hasta 1967 el canal no recibió por primera vez agua. Veintisiete años
habían pasado desde que las autoridades franquistas comenzaron las gestiones
para buscar el emplazamiento adecuado al campo de concentración donde de-
bían alojarse los presos que iban a trabajar en las obras.
La puesta en marcha de la 1ª Agrupación del SCPM, la que se iba a
encargar de las obras, comenzó a mediados de noviembre de 1939. El campo
que iba a acoger a los penados se instaló en la finca de “La Corchuela”, en el
término municipal de Dos Hermanas, propiedad del conde de Villamarta, próxi-
ma a donde iban a comenzar los trabajos. Pronto sería conocido como “el cam-
pamento” y visitado por el propio Franco a finales de marzo de 1940. En un
principio apenas era más que unas tiendas de campaña cónicas donde se aloja-
ban los aproximadamente 1500 penados que fueron llegando durante 1940. En
ellas vivieron, alumbrándose con latas llenas de gasolina y una vela, hasta fina-
les de año cuando comenzaron a construirse unos barracones de paredes de
tapial y techos metálicos. Mientras se levantaron los talleres, de mecánica,
carpintería y herrería, necesarios para las obras; una cuadra para los numero-
sos mulos que se empleaban y la enfermería. También se dotó al campo de
cocinas de campaña y se limitó su perímetro con los sacos terreros que habían
dejado las tropas italianas del Corpo Truppe Volontarie (CTV) en la intenden-
cia sevillana. Trabajos todos realizados por presos.
De forma paralela se organizó la estructura de mando de la Agrupación,
la de los funcionarios de prisiones, los llamados “porristas”, y la de las fuerzas
de mando y vigilancia de los penados. Como jefe de la Agrupación fue nom-
brado el comandante de ingenieros Ezequiel Román Gutiérrez. Apenas un año
ocupó el puesto. Aunque su relevo formal se efectuó a mediados de octubre de
1940, desde mayo ejercía de hecho la jefatura el también comandante de inge-
nieros Tomás Valiente García que no la abandonaría hasta la disolución de la
Agrupación en 1962.
En noviembre de 1941 las obras del canal recibieron un fuerte impulso al
formarse a una nueva Agrupación, la 6ª, que se encargaría de las obras de la
sección Vª. Otros 750 penados se instalaron en el nuevo campo que se había
levantado a unos cinco kilómetros del de La Corchuela. En el paraje llamado
“Lugar Nuevo”, perteneciente al término municipal de Dos Hermanas. En con-
creto en la finca “Los Merinales”. Campo que contó desde el primer momento
Durante ellas se habían realizado obras por valor de más de 400 millones
de pesetas y obtenidos unos beneficios, en metálico y bienes muebles e
inmuebles, cercanos a los noventa. De los miles de penados que pasaron por
los campamentos sevillanos del SCPM, una gran mayoría fueron campesinos
andaluces. Pero no sólo. También los hubo de todas las comarcas del país.
Entre ellas las extremeñas.
17
La relación de presos extremeños que figura en el anexo proceden de las diversas inves-
tigaciones, informaciones de familiares, consultas de archivos que el Grupo de Trabajo del
Canal de los Presos ha realizado en estos últimos años.
preso, y las que figuran en los libros de actas del órgano rector del PRPT.
Tampoco, en ambos casos escasean los huecos. Cuando la publicación del tra-
bajo sobre el Canal, en las decenas de presentaciones que se realizaron y me-
diante llamadas telefónicas, cartas y correos electrónicos numerosas familias
contactaron con nosotros proporcionándonos datos de familiares que no apa-
recían en la lista que figuraba en el libro. Desde entonces hemos aumentado la
lista de penados convertidos en esclavos que pasaron por las obras del canal en
varios centenares. En el caso de Extremadura de los 184 iniciales a los 219 del
apéndice de este trabajo: 35 nuevos nombres que representan un 17,2 % más.
La segunda región que, tras Andalucía, más penados aporta.
El perfil de los esclavos extremeños corresponde al que, de forma gené-
rica, nos definía hace años uno de sus familiares: “nosotros los republicanos
frente a ellos los fascistas” 18. La totalidad de los presos extremeños fueron
condenados en consejos de guerra por los vencedores en base a supuestos de-
litos de carácter político. En este sentido cabe destacar que, incluso en los
casos en los que se suponía que se trataba de esclarecer un hecho violento o
que podía considerarse delito “común”, de las sumarias de los consejos se
aprecia el deseo de castigar la pertenencia “al otro bando” antes que realizar
“justicia”. Es lo que explica tanto las acusaciones genéricas por hechos consi-
derados especialmente graves como que algunos de los supuestos máximos
responsables escaparan al castigo. Asesinatos, quemas de edificios religiosos y
acciones contra la propiedad se convirtieron en asuntos que llevaron a la muer-
te a miles de personas y a las prisiones a otras decenas de miles más. En mu-
chos casos entraban a formar parte en procesos colectivos o en víctimas de una
contumaz insistencia en implicar en ellos a cualquiera de sus adversarios. Una
actitud indiscriminada por suyos huecos se filtraron personas que, en princi-
pio, estaban en la lista de las víctimas. Es decir, no se trataba de “hacer justi-
cia” sino de eliminar cualquier atisbo de oposición.
También la práctica totalidad de los penados extremeños son trabajado-
res, fundamentalmente agrícolas. Salvo uno que declara su profesión guardia
civil, los demás son obreros. De ellos 171 tienen alguna relación con el mundo
agrario bien identificándose directamente como agricultores o labradores, bien
18
ACOSTA BONO, G. GUTIÉRREZ MOLINA, J. L., MARTÍNEZ MACÍAS, L., y DEL RÍO
SÁNCHEZ, A.: El Canal de los Presos (1940-1962)… op. cit., p. 181.
con un genérico del “campo” o los más específicos de bracero, peón o jornale-
ro. Aunque en este último caso también podrían referirse a obreros eventuales
urbanos. Salvo un exótico portuario, explicable por su residencia en Sevilla, y
un minero, desde muy joven en Peñarroya, los restantes tienen oficios propios
de un mundo fundamentalmente agrario. Así encontramos arrieros, canteros,
cesteros, guarnicioneros, herradores y zapateros. Más relacionados con el mundo
urbano serían los dos albañiles, uno peón, carpinteros, carreros, chóferes,
hormigoneros, ladrilleros, un metalúrgico, un tonelero y un picapedrero. Rare-
zas son el sastre y el practicante que completan el abanico.
De ellos, una vez que obtuvieron la libertad provisional algunos se que-
daron en Sevilla o sus alrededores. De hecho, una década después de comen-
zar el trabajo de la treintena de trabajadores entrevistados, dos de ellos eran
extremeños: Pedro Prieto Asensio y Valentín Trenado. El primero minero y el
segundo jornalero del campo. Ambos representan el recorrido seguido por aque-
llos que terminarían por convertirse en esclavos de Franco. Su condición tra-
bajadora, su identificación con los valores republicanos y de las organizacio-
nes obreras a las que pertenecían, su oposición al golpe de Estado, su pertenen-
cia al Ejército Popular republicano, su paso por los campos de concentración
franquista, su detención, su procesamiento, su condena en un consejo de gue-
rra, su ingreso en prisión, su traslado a Sevilla y de allí a la colonia Penitencia-
ria de Dos Hermanas, al campo de La Corchuela o de Los Merinales, sus años
como esclavo, su libertad provisional y su instalación en algunos de los barrios
o localidades cercanas19.
Son sus testimonios los que nos han proporcionado una visión más com-
pleta de lo que significó el trabajo esclavo. Porque no fue sólo, como se ha
pretendido mostrar en las páginas anteriores, uno de los pilares del régimen
franquista durante mucho tiempo sino que, además, fue uno de los instrumen-
tos con los que se pretendía doblegar a unos hombres, y con ellos a sus fami-
lias, que vencidos todavía conservaban sus ideas. Algo que les hacía irrecupe-
rables para el régimen. Y, por lo que se ve, para la actual democracia que nunca
les ha reconocido su condición de esclavos.
19
Entrevista a Valentín Trenado realizada por Ángel del Río en Sevilla el 18 de febrero del 2002
y entrevistas a Pedro Prieto Asensio realizadas por José María Valcuende el 6 de septiembre
del 2001 y José María Valcuende y Ángel del Río el 13 de septiembre del 2001.
CUADRO
Los presos extremeños en el Canal de Los Presos
BLANCA